Una rosa en la batalla

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de la primavera. Sin embargo, Alana no sentía ningún regocijo. Estaba mirando hacia el patio abarrotado de gente, pero no sentía ningún calor. El invierno había sido largo y duro, devastador, pero ni siquiera aquel día tan agradable pudo animarla. Estaba en los escalones de la torre, con un manto de lana sobre los hombros, presenciando como Iain montaba su corcel negro. Era el día 7 de marzo, y él volvía a la guerra. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había perdido a su hijo hacía dos semanas. ¿Acaso iba a perderlo también a él? Había tenido crisis de llanto con frecuencia, desde el aborto. Sabía que tenía melancolía, porque no conseguía dormir, y le atormentaban los sueños de un precioso bebé. Por las mañanas le resultaba muy difícil levantarse, y no tenía apetito. Había adelgazado mucho. Sin embargo, por primera vez desde que había perdido al niño, sintió miedo, al ver a Iain montado en su caballo de guerra. Volvía a la batalla. Ella ya lo había visto a punto de morir asesinado en Boath Manor. Y había tenido otra visión, en la que su tío Buchan se disponía a atravesarlo con la espada. Su alarma aumentó. —¿Iain? —susurró. Él no había podido oír aquel murmullo, pero se giró de repente hacia ella. Sus miradas se cruzaron. Iain apenas le había dirigido la palabra durante aquellas dos semanas. Ella no sabía si estaba enfadado porque hubiera perdido al niño, o porque no le hubiera contado que estaba embarazada, y hubiera vuelto a engañarlo. Se había sentido aliviada al ver que él no intentaba compartir la cama con ella. Incluso se había cambiado de alcoba. Había ido a verla una o dos veces al día, para preguntarle amablemente qué tal se encontraba. Sus respuestas siempre habían sido iguales y escuetas, porque no quería que él se quedara a su lado. Así que le había dicho que se encontraba bien. Pero no estaba bien, y los dos lo sabían. Y, en aquel momento, Iain se marchaba a luchar contra sir John Mowbray. ¿Por qué no habían hablado de su hijo? ¿Por qué no habían hablado de la ira que él sentía, o del dolor que sentía ella? ¿Por qué no habían hablado de Alice, ni del futuro? De repente, Alana comenzó a bajar las escaleras. Mientras, él cabalgó hacia ella. Ella quería decirle que sentía todo lo que había ocurrido, y rogarle que se cuidara del peligro. Iain tenía una expresión adusta. —Te dejo veinte buenos hombres. Tienen órdenes de protegerte. —Gracias —dijo ella—. ¿Corremos peligro, aquí?


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