Una rosa en la batalla

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fácilmente, y abandonar a la mañana siguiente con total despreocupación! Él se quedó asombrado. Entonces, comenzó a sonreír. —Entonces, ¿necesitabas más de lo que te di? —No me mires con lascivia. Tú nunca has pasado la noche durmiendo a mi lado, alejado de mí. Casi no me besaste. ¡No nos acariciamos! A él se le borró la sonrisa de los labios. Tenía los pómulos enrojecidos. —Yo no quería ir contigo anoche —respondió, en voz baja, acercándose a ella—. Pero, cuando llegó el momento, no pude evitarlo. ¿Cómo puedes culparme por pensar que me has hechizado con algún conjuro de amor? A ella se le escapó un jadeo. ¡Realmente, Iain pensaba que lo había embrujado! Él se puso en pie bruscamente. —Si no quieres que vaya a verte esta noche, libérame del hechizo. Ella apenas podía hablar. —¡No hay ningún hechizo! Él la miró con un gesto oscuro, y se alejó hacia uno de los hogares, junto al que estaban sus hombres. Le dio la espalda mientras alguien le entregaba una copa de vino. Alana no pudo hacer otra cosa que quedarse mirándolo, consternada.

El invierno volvió al norte con una intensidad salvaje. La nieve comenzó a amontonarse junto a las murallas, y alcanzó casi tanta altura como las almenas. Iain envió una carta a Duncan, que estaba en Elgin, pidiéndole un rescate por su hijo. Llegó la noticia de que Bruce había caído enfermo, y de que se había retirado al sur, donde Christina MacRuari le había dado refugio. Como Angus Og, ella era uno de sus aliados más poderosos y, además, se rumoreaba que eran amantes. Alana empezó a administrar Brodie con determinación. Cuando el tiempo lo permitió, envió a un grupo de hombres a comprar provisiones a Nairn. Los soldados de Iain salían a cazar y llevaban al castillo jabalíes y venados. La fortificación de la parte sur de la muralla se pospuso hasta la primavera. Alana pasaba todas las mañanas con Godfrey. Él estaba muy frío, pero poco a poco fue demostrándole menos odio, y ella sabía que esperaba sus visitas, dijera lo que dijera. Le dio permiso para escribir a su padre; Alana esperaba que Duncan escuchara el ruego de su hijo y pagara el rescate, para que pudieran liberarlo. Iain siguió compartiendo la alcoba con ella, y su lecho también. Y, aunque su relación había cambiado, había ocasiones en las que Alana dormía entre sus brazos y, en otras, había un estallido de pasión que ninguno de los dos podía contener. En aquellas ocasiones, Alana se sentía como la muchacha joven a la que


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