Nuevas Políticas

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Editorial Crónica de un anuncio, un proyecto y un compromiso que se está cumpliendo. “Existe un problema capital, aún desconocido: la necesidad de promover un conocimiento capaz de abordar problemas globales y fundamentales para inscribir allí conocimientos parciales y locales” Édgar Morín

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n la vida académica la percepción y clasificación de los eventos que transcurren institucionalmente tienen que ver, de principio a fin, con ciclos de trabajo. Para nuestro Instituto es motivo de orgullo el que el primer ciclo académico, la primera generación de egresados de la Maestría

en Administración Pública, haya concluido satisfactoriamente. El 11 de agosto pasado se entregaron 20 cartas de pasante a aquellos alumnos que cubrieron el 100% de los créditos necesarios para optar por el examen de grado. Este hecho da cuenta de cómo la conjunción de voluntades, trabajo y recursos entre instituciones, hace posible alcanzar metas que aisladamente, unos años atrás, parecían poco probables de lograr. El proyecto de generar una esfera académica propia, que se desarrollara independientemente de las tradicionales áreas de capacitación y desarrollo, surgió cinco años atrás. En condiciones de gran entusiasmo y limitados recursos, poco a poco fue madurando lo que se inició como un comentario de café, y que después demandaría una reflexión profunda para dar paso a la gran aventura. A continuación se dieron los primeros pasos que estructuraron la planeación, se consultaron requisitos y procedimientos, se fijaron objetivos y tiempos, así como los mecanismos de seguimiento y evaluación. El proyecto estaba en marcha. Después de un año de investigaciones y análisis se generó el soporte necesario para solicitar la opinión de pertinencia a la autoridad educativa. Así fue como la Comisión Estatal para la Planeación de la Educación Superior en Hidalgo, COEPES-H, en el año 2005 emitió una opinión de pertinencia favorable para la creación de un programa de maestría como el que el IAPH estaba proponiendo. Superado el momento de alegría y de felicitaciones, nos dispusimos a trabajar inmediatamente en el desarrollo que se prefiguró en la investigación básica; ahora se trataba de definir el modelo


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educativo y sus políticas; de establecer el perfil de los programas y sus contenidos; de generar los procesos de evaluación así como de integrar el claustro docente necesario. Además había que preparar la infraestructura adecuada, los materiales y equipos, el ambiente indispensable para el buen desempeño del programa. El servicio de cafetería permanente y el aire acondicionado para el aula mayor fueron prestaciones que no olvidamos. Finalmente, después de la revisión exhaustiva tanto de las autoridades estatales como federales, el IAPH contó con su primer REVOE propio. En mayo de 2006, la autoridad federal, a través de la Dirección General de Profesiones emite el acuerdo donde se nos autoriza y reconoce como institución de educación superior capacitada para impartir la maestría. Anteriormente a este hecho, el Instituto tenía que solicitar “prestados” títulos y docentes para impartir programas de educación superior a los servidores públicos de nuestro estado. Con el otorgamiento del REVOE, el Instituto generó dos programas propios (Políticas Públicas y Servicios de Salud) y un cuerpo docente integrado. Adicionalmente, y con objeto de robustecer el trabajo académico, se ha venido fortaleciendo una incipiente biblioteca que a la fecha cuenta con más de 850 libros, lo que permite que la consulta cercana de las fuentes analizadas apoye y amplíe las perspectivas de análisis de los alumnos integrados al programa. Complementariamente y en virtud de que el modelo educativo IAPH lo permite, en enero de este año se publica en el Periódico Oficial el acuerdo que autoriza la impartición de un tercer programa para diversificar las áreas de opción terminal; con el nuevo programa en Finanzas Públicas, el Instituto busca ampliar su oferta educativa con objeto de participar en el mejoramiento de la capacidad de respuesta institucional del gobierno del estado. Así fue como se dio paso a la operación de un primer ciclo de reclutamiento de candidatos a cursar este programa. La inauguración de este primer ciclo correspondió al Lic. Miguel Ángel Osorio, gobernador constitucional de nuestro estado. Con él estuvieron presentes los secretarios de Finanzas, Educación y Salud. Inmediatamente después se inició nuestro primer ciclo escolar. Sabemos perfectamente de la complejidad que conlleva a que trabajadores en activo sean a la vez estudiantes de un programa de posgrado con altas exigencias, como cualquier otro de su tipo. Nuestros programas de posgrado exigen la atención, interés y compromiso de los alumnos, para garantizar el cumplimiento de los objetivos previstos; pero nuestro modelo también cuenta con cierta flexibilidad para apoyar aquellos alumnos que por cargas de trabajo y responsabilidades complementarias se vean en la necesidad de aplazar sus compromisos académicos en forma justificada y excepcional. No desconocemos el enorme esfuerzo que demanda para nuestros alumnos, en su mayoría casados, atender ambas responsabilidades. Sin embargo, no tendría utilidad alguna producir pos-


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graduados sin las calificaciones establecidas. El compromiso entre alumnos, docentes y programas es esencial para el buen logro de las metas previstas. Un elemento central para la continuidad de los candidatos en el programa han sido los jefes directos de nuestros alumnos. Hay quienes apoyan la salida a tiempo de la oficina o que justifican formalmente las ausencias, para que los docentes de cada asignatura generen facilidades que garanticen el cumplimiento de las actividades y la obtención de la capacidad requerida; también hay quien se muestra absolutamente inflexible y que haciendo caso omiso del interés y compromiso del titular del ejecutivo, sólo piensa en resolver su presente coyuntural y se olvida que apoyar a un servidor público en su formación aquí y ahora, es la mejor inversión para él en lo particular a mediano plazo y también para el gobierno en su conjunto. Todo proyecto que se convierte en hecho evidente, en dato duro, tiene sus deudas, sus responsabilidades compartidas y sus apoyos. Hacer referencia a ello es de elemental gratitud y aprecio por quienes han intervenido y con quienes conjuntamente alcanzamos el éxito de la empresa que iniciamos varios años atrás. Este proyecto institucional se hubiera quedado solamente en eso —en simple proyecto— si no hubiésemos contado con la presencia de una política pública en materia de formación y desarrollo de capital de conocimiento, que vino a generar y promover nuevas oportunidades de educación para aquellos servidores públicos que se incorporaron al nuevo programa, interesados en elevar sus competencias y su competitividad. El apoyo y compromiso del titular del ejecutivo, Lic. Miguel Ángel Osorio, para la generación y desarrollo de la maestría ha sido esencial, por lo cual nuestro Instituto expresa su más firme reconocimiento. El IAPH está empeñado en continuar con su responsabilidad de participar en la producción de capital de conocimiento que permita a la autoridad pública contar con nuevos conocimientos, una mayor capacidad informativa, mejores habilidades para producir estrategias de análisis, procesamiento, operación y evaluación, de las acciones de gobierno. Trabajamos compartiendo la perspectiva filosófica de Morín, para quien “…la supremacía de un conocimiento fragmentado según las disciplinas impide, a menudo, operar el vínculo entre las partes y las totalidades, y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades y sus conjuntos… Es necesario desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto. Es necesario enseñar los métodos que permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo.” Sólo una educación fundada en la transdisciplinariedad puede producir la certidumbre indispensable para orientarse en un mundo donde los referentes y su capacidad de significación están absolutamente desgastados. En el IAPH estamos empeñados en alcanzar este objetivo.

Lic. Carlos Godínez Téllez Presidente del Instituto de Administración Pública del Estado de Hidalgo, A.C.


Lic. Miguel Ángel Osorio Chong Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo y Presidente Honorario del IAPH

Instituto de Administración Pública del Estado de Hidalgo, A.C. Lic. Carlos Godínez Téllez Presidente del Consejo Directivo

Lic. Ramón Ramírez Valtierra Vicepresidente

L.C. Nuvia Mayorga Delgado Tesorera

Nuevas Políticas Operibus credite, et non verbis Año 2, núm. 9, julio/septiembre de 2008

Coordinación editorial Ernesto Garduño M. Diseño y formación Ceiba Diseño y Arte Editorial Hitaí Karla Suárez Huesca Flor de Jesús Escobar Ramírez

issn

1870-9923

Viñetas tomadas de Geometrías de la imaginación. Diseño e iconografía de Hidalgo, Conaculta, 2004.

© Instituto de Administración Pública del Estado de Hidalgo, A.C. Plaza Independencia núm. 106-5° Piso, Centro, Pachuca, Hidalgo. Teléfonos: (771) 715 08 81 y 715 08 82 (fax) Página web: www.iaphidalgo.org Correo electrónico: iaphidalgo@yahoo.com.mx


Índice 6

Foucault: las políticas y su implementación 18

La juventud en Pachuca (1921-2006)

Juan Antonio Taguenca Belmonte (segunda parte)

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Los estudios sobre el PRI en el primer lustro del siglo XXI Adrián Galindo Castro

pre - te x t o s pre - te x t pre o s - te x t o s

o -f upasad t uor o - opasad o f u t u rf u o t -u rpasad

s o ciedad s o ciedad s o ciedad y p o ly í tica y p o l í ticap o l í tica

Benito León Corona (segunda parte)


sociedad y

política

Foucault:

Las políticas (segunda parte)

y su implementación Benito León Corona*

6 El diseño de políticas como pedagogía social El análisis de políticas es una modalidad disciplinaria de existencia reciente, en nuestro contexto, dirigida a proveer al gobierno de medios de conocimiento para la acción; por tanto, es una ciencia de la acción (Meny y Thoenig, 1989: 43). Como suele ocurrir en las ciencias sociales, las controversias y polémicas sobre su definición, alcances y contenidos no se han hecho esperar, tal como lo evidencian el racionalismo y el incrementalismo.

M * Doctor en Sociología por la UNAM. Profesor de la UAM-Iztapalapa y del IAPH. Correo electrónico belecor@aol.com

ás allá de si es posible o no alcanzar la racionalidad total o el avance paulatino a partir de ajustes en la acción de gobierno, a nosotros nos interesa destacar el papel que esta disciplina desempeña, de inicio, como “una contribución de los ‘expertos’ a las decisiones de las autoridades gubernamentales”; se trata originalmente de producir investigación útil para servir de guía a la acción, para lo que se requieren herramientas

metodológicas, es decir, se trata de contar con los dispositivos indispensables para “ponerse al servicio de la administración y los políticos” (Meny y Thoenig, 1989: 44). Tal concepción se encuentra en la razón de ser del gobierno, al que se concibe como “una gestión experta de un territorio y de sus recursos con la intención de lograr su desarrollo óptimo” (Hunter, 1998: 61). En este punto se cruzan el saber y el poder, y la formación de las Ciencias de Políticas despejará el

camino para avanzar e integrar el potencial teórico aportado por diversas disciplinas sociales a fin de proveer a los tomadores de decisiones públicos de elementos para elegir los mejores cursos de acción. Finalmente, se trata de incorporar los arsenales disciplinarios al terreno de las decisiones políticas como contribuciones de los expertos para el logro de objetivos; en otros términos, “la posibilidad de que la ciencia ayude a aclarar y ordenar las preferencias


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La población emergió como un recurso de Estado, es decir, como una colectividad a la que había que procurar buen orden, asegurar la salud y la felicidad, y cuyas capacidades morales y económicas habían de ser intensificadas sistemáticamente para que jugaran un papel óptimo en el desarrollo del Estado.

y las metas de los actores políticos” (Aguilar, 1992: 38). Específicamente la relación del saber de políticas y la acción política ocurre al interior de las instituciones de gobierno, esto último se define como una manera de disponer las cosas para conducirlas no al bien común, sino a un fin conveniente para cada una de las cosas que haya que gobernar. Esto implica una pluralidad de fines específicos. En consecuencia, toda una serie de finalidades delimitadas se convertirán en el objetivo mismo del gobierno, y para alcanzar estas distintas finalidades se dispondrán las cosas. Foucault es retomado a través del concepto de gubernamentalidad por los estudiosos interesados en el quehacer de gobierno, y que nos mostrarán la fecundidad de la acción pública. Ian Hunter lo expresa en estos términos: “la población emergió como un recurso de Estado, es decir, como una colectividad a la que había que procurar buen orden, asegurar la salud y la felicidad, y cuyas capacidades morales

y económicas habían de ser intensificadas sistemáticamente para que jugaran un papel óptimo en el desarrollo del Estado” (Hunter, 1998: 61). Las posibilidades pastorales del estudio y el análisis de políticas

se hacen evidentes al colocar a los sujetos de gobierno en la posición que para ellos ha sido definida, a través del despliegue de dispositivos disciplinarios específicamente elaborados para tal fin. Ejemplos concretos son los que nos proporcionan Giandomenico Majone y Aaron Widavsky. El primero postula que las políticas deben conducirse a través del discurso como dispositivo básico. Señala que se debe proceder persuasivamente por medio de argumentos dirigidos a convencer, a estructurar un dispositivo analítico que combine datos, hechos, valores y métodos dirigidos a una población específica. El objetivo es lograr la aceptación de la población de referencia,

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Nos referimos a la existencia de este tipo de discurso a partir de su aparición explícita en el discurso público de la campaña política de Carlos Salinas en 1988, al introducirlo en la agenda pública como un tema prioritario. No olvidamos que desde la época de Echeverría aparece el tema en forma seminal, y va adquiriendo paulatinamente la fuerza que muestra a finales de los ochenta. Por ello establecemos el momento de arranque en dicho año. 1

de las bondades del ejercicio de gobierno, para lograr que la acción sea efectiva. En términos de Luis Aguilar, y desde la posición de Majone, el trabajo disciplinario del analista de Políticas Públicas “es producir evidencias y argumentos persuasivos, en favor de una decisión, si es que se trata de

políticas que han de desarrollarse realmente en una comunidad política y no sólo de buenas ideas de expertos sobre futuros sociales posibles” (Aguilar, 1992: 61). Se pretende, desde el conocimiento, dotar al poder de mecanismos para la acción; en este caso, el análisis de políticas es el puente para la relación saberpoder, donde el discurso aparece como el medio que se utiliza para establecer lo que es bueno

y lo que es malo, que diferencie lo normal de lo anormal, lo verdadero de lo falso. El discurso sobre la pobreza, que se articula y desarrolla durante más de tres lustros,1 propone como uno de sus argumentos centrales que es necesario que los pobres se conviertan en sujetos productivos, para así participar en su propio desarrollo y el de la sociedad. La segunda perspectiva a la que nos referimos, la de Wildavsky, propone una manera diversa para el análisis. El locus del análisis, para él, se encuentra en la capacidad para ubicar aspectos de la realidad que sean considerados como problemáticos para ser atendidos y, lo más importante, solucionados. Apelando al análisis foucoultiano de la gubernamentalidad, podemos decir que se trata de establecer, a través de mecanismos de valoración y de discriminación generados por el discurso disciplinario, la forma de organizar la posición de los diferentes grupos de la sociedad y de


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esta manera legitimar el ejercicio sistemático del poder por la vía de instituciones específicas concretas. Lo anterior se evidencia si atendemos el planteamiento de Wildavsky, cuando afirma que el análisis se convierte en un recurso de pedagogía pública. En términos de Luis Aguilar, “el nuevo análisis conlleva, exige, por un lado, disciplinar el deseo, disminuir las expectativas, ordenar las preferencias, y, por otro lado, aumentar la productividad y expandir la eficiencia colectiva para hacer que se recorran los límites de lo públicamente posible” (Aguilar, 1992: 73). De lo que se trata es de formar el comportamiento de los individuos de acuerdo con las condiciones culturales e históricas específicas, es decir, se trata de poner en juego técnicas específicas para la constitución de subjetividades. No hay truco, el análisis de políticas se convierte en un dispositivo disciplinario para la conducción de poblaciones, el

objetivo es garantizar el gobierno de la sociedad, al conocer sus problemas (o inventarlos, diría Wildavsky) al controlar sus probabilidades y compensar sus efectos, esto es posible al construir fórmulas, programas, y definir metas de gobierno en muy diversos grupos de referencia para lograr que se desempeñen de acuerdo con las necesidades del momento y lograr economías en la reproducción de la población (la seguridad social) y mostrar, finalmente, la capacidad productiva, la eficacia en la agregación del poder.2 Con estas referencias es posible mostrar que las políticas públicas aparecen como un ámbito disciplinar vinculado con el ejercicio del poder gubernamental para dirigir poblaciones. Se trata de actuar de tal modo y a través de un cierto número de medios para que este o aquel fin puedan ser alcanzados. El momento en que el diseño de políticas se materializa es en la implementación. Es el discurso en acción, generado por el conocimiento vinculado al poder. Por tanto, el fin del gobierno es dirigir poblaciones, en busca de

la perfección de esa dirección, a través de la intensificación de los procesos que dirige y de los instrumentos de gobierno. Las Ciencias de Políticas representan la maduración del arte de gobierno tal como Foucault formuló, para tomar distancia de las propuestas centradas únicamente en aspectos como los legales y constitucionales, pues, como establece Hunter, el Estado demanda una alta intervención

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En concreto, Foucault denomina historia de la gubernamentalidad al proceso a través del cual los Estados desarrollan capacidades que les permiten ejercer la conducción y el control de poblaciones. Indica que por gubernamentalidad entiende, como definición inicial, “fundamentalmente tres cosas: 1) El conjunto de instituciones, procedimientos, análisis y

La disciplina de Políticas Públicas representa la forma más nueva de definir, clasificar y diferenciar poblaciones para la acción de gobierno, y es en la implementación de políticas donde se pueden analizar los despliegues estratégicos desde el poder.


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reflexiones, cálculos y tácticas que han permitido ejercer esta forma específica y muy compleja de poder que tiene por blanco la población, por forma principal de saber la economía política, y por instrumentos técnicos esenciales los dispositivos de seguridad. 2) La tendencia que en Occidente no ha dejado de conducir, desde hace mucho tiempo, hacia la preeminencia de este tipo de poder, que se puede llamar gobierno sobre todos los otros; soberanía, disciplina, etcétera, que ha implicado, por una parte, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de gobierno,

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de “ ‘conocimiento fundamental y especial’ de los propios dominios en los que actuaba” (Hunter, 1998: 70) y actúa. La disciplina de Políticas Públicas representa la forma más nueva de definir, clasificar y diferenciar poblaciones para la acción de gobierno, y es en la implementación de políticas donde se pueden analizar los despliegues estratégicos desde el poder.

La implementación como dispositivo de gobernación burocrática Toda forma de definir la actuación de gobierno debe encontrar su sentido y reconocimiento en argumentos, articulados como

dispositivos, para ofrecer razones que logren la aceptación por parte de la población de referencia sobre las bondades de la acción de gobierno; en los términos de Majone, esto debe ocurrir en el marco de un gobierno legítimo y democrático. El planteamiento es que toda estrategia de gobierno entra al espacio de las valoraciones intersubjetivas, lo que demanda a las autoridades responsables contar con elementos igualmente valorativos adecuados para convencer a la sociedad de las bondades de la acción, y en especial a aquel sector al que se dirige la propuesta de acción gubernamental.

En términos distintos y colocados en el terreno de la administración pública, Christopher Hood y Michael Jackson proponen que en este campo, tradicionalmente referido como el ámbito del diseño y la realización, entran en juego o deben entrar en juego argumentos dirigidos a alcanzar la aceptación de los postulados de las diversas posiciones interactuantes en el espacio de la administración. Para estos autores se trata de doctrinas que deben ser revisadas para permitir al gobierno el cumplimiento de su cometido. Se trata de contar con las condiciones para gestionar los asuntos públicos, lo cual es, dice Ricardo Uvalle, “un sistema


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Precisamente, las organizaciones son las encargadas y responsables del proceso de gobierno a través de los programas de políticas; son, dice Omar Guerrero, las responsables de hacerlo fluir, siempre y cuando las relaciones de autoridad se encuentren debidamente conformadas.

de capacidades, comunicación, realización, cooperación y ejecución que tiene por objeto traducir en resultados lo que se concibe como idea y proyecto” (Uvalle, 1997: 37). Al plantearlo en estos términos, a las actividades de gobierno se les asigna la tarea de transformar propuestas discursivas en actos en el terreno de la gestión, es en este momento cuando se lleva a cabo, se ejecuta, se pone en práctica; en otras palabras, se implementa. Podemos afirmar que cuando el discurso se materializa en actos, cuando entra en acción, es en el momento de la implementación, es decir, es el momento cuando el ejercicio de gobierno toma forma y una denominación especifica; en otros palabras, adquiere carácter organizacional: son

precisamente las organizaciones las encargadas y responsables del proceso de gobierno a través de los programas de políticas; son, dice Omar Guerrero, las responsables de hacerlo fluir, siempre y cuando las relaciones de autoridad se encuentren debidamente conformadas. El campo de estudio de la implementación puede ser considerado nuevo. De acuerdo con Luis Aguilar, una primera generación de estudios al respecto ve la luz en la década de los setenta, a partir de ese momento se plantean las características generales de este ámbito de las políticas y se argumenta que el interés por la implementación se encuentra en el desencanto de toda una serie de proyectos de gobierno

fracasados en los que se invirtieron grandes cantidades de recursos. Lo anterior hacía necesario comprender cómo se podía lograr un ejercicio de gobierno más eficaz. La búsqueda de respuestas en este sentido se encuentra en los estudios pioneros sobre implementación que muestran la ineficacia del discurso cuando entra en acción, por lo que es menester conocer cómo se implementa y por qué se fracasa. El análisis mostró que las organizaciones públicas son los espacios donde se procesa la acción, y es ahí donde se fragua el éxito o el fracaso de una política. Los dispositivos puestos en marcha para su operación, la consecución de objetivos y el logro de los fines definidos son esencialmente organizacionales. Meny y Thoenig definen la implementación como “la fase de una política pública durante la cual se generan actos y efectos a partir de un marco normativo de intenciones, de textos o de discursos” (Meny y Thoenig, 1992: 158). Como lo planteamos antes, la implementación es el momento en el que el discurso se materializa. Pero también es cierto que este momento, el de poner al discurso en acción, es también el más difícil, por “la complejidad de

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y por otra, el desarrollo de todo un conjunto de saberes. 3) El proceso, o mejor, el resultado del proceso a través del cual el Estado de justicia del medievo, convertido en Estado administrativo en los siglos XV y XVI, se encuentra poco a poco ‘gubernamentalizado’ ”. (Foucault, 1978, 25). Estas son las características de una forma de poder que a la fecha se ejerce en las sociedades modernas y que en la actualidad se procesa por medio de las denominadas políticas públicas.


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Con grandes y pequeñas variaciones todos los programas, al final, reportan avances, pero no la consecución del objetivo establecido como meta, la superación de la pobreza. Y, por paradójico que resulte, las cifras sobre la dimensión de la pobreza van en aumento. la interrelación de los elementos y actores, tanto políticos como técnicos que intervienen en ella” (Moreno, 2001: 60). Podemos establecer que el momento de la implementación es en el que se juega el éxito a fracaso de un programa de

gobierno. En este sentido, la gubernamentalidad pasa necesariamente por los procesos de implementación. Implementar es poner en juego dispositivos de toda índole para alcanzar los objetivos que el gobierno

se ha propuesto para conducir a las poblaciones a los fines que para ellas se ha previsto. El poder se pone en juego para lograr conformar sujetos específicos de gobierno. Las prácticas de gobierno y el arte de gobernar se combinan para constituir subjetividades y conducir conductas, o, en palabras de Wildavsky, la pedagogía de gobierno aparece a través de las políticas y su implementación. Un ejemplo concreto lo constituyen las políticas sociales, más específicamente los programas de combate a la pobreza, estos programas


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tienen siempre como propósito fundamental superar la situación de desventaja en la que se encuentran millones de personas, la magnitud varía de una sociedad a otra; se trata, nos dicen, de lograr la incorporación de esta población a los beneficios del desarrollo. Al final, el resultado es el mismo, no se logra que esta población supere su situación de desventaja. Con grandes y pequeñas variaciones todos los programas, al final, reportan avances, pero no la consecución del objetivo establecido como meta, la superación de la pobreza. Y, por paradójico que resulte, las cifras sobre la dimensión de la pobreza van en aumento. Podemos argumentar sobre diversos factores que generan tal situación, uno de ellos es la dificultad para actuar en realidades vitales de difícil acceso

para la acción gubernamental, como indica Pedro Moreno (Moreno, 2001: 60). Más allá de estos planteamientos, nosotros podemos considerar que los dispositivos de gobierno postulados discursivamente y materializados por medio de la implementación no persiguen, en el caso de la pobreza, su erradicación, lo que buscan es la constitución de poblaciones para la acción de gobierno. Se trata de gubernamentalizar poblaciones específicas, a la par de la constitución de subjetividades específicas, es decir, de sujetos de gobierno. Por ello, la implementación adquiere gran relevancia, sin el proceso de ejecución del discurso sería imposible la puesta en marcha del poder gubernamental dirigido a la conducción de poblaciones. Este es el valor de la implementación, sin los dispositivos con los que

cuenta y los que puede generar, sería enorme la dificultad para el ejercicio gubernamental, que a cada paso adecua la racionalidad a través de la cual se conduce. Recordemos simplemente que la racionalidad de gobierno durante la vigencia del Estado de Bienestar es distinta a la que hoy prevalece. Por tanto, es necesario adecuar el discurso de sentido para la acción, a la vez que la producción de dispositivos para su ejercicio. La intención es desmantelar los dispositivos donde la intervención estatal en la provisión amplia de bienes y servicios para el bienestar del conjunto total de la población se buscaba de manera sistemática, para transitar a una nueva modalidad regida por el principio del “hágalo usted mismo” en la esfera del mercado.

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Conclusión

El ejercicio de gobierno requiere de la conjunción de saber y poder, sin el primero las dificultades para el ejercicio del segundo pueden ser enormes, las Políticas Públicas se han convertido en una disciplina dirigida a entender y dar soporte a la acción de gobierno. Sin embargo, nosotros consideramos que existen alternativas analíticas para comprender cómo se procesa y ejecuta la acción de gobierno, una de ellas son los enfoques de la gubernamentalidad que se originan en la propuesta de Michael Foucault, dirigida a entender cómo se gobierna a otros, cómo gobernarse a sí mismo, cómo convertirse en mejor gobernante, etcétera. Foucault plantea que gobernar implica la puesta en marcha de instrumentos políticos de gobiernos, además de mecanismos subjetivos, como la religión y la pedagogía. A partir de estos planteamientos se desarrollan los enfoques sobre la gubernamentalidad, que tienen la intención de mostrarnos cómo cambia la racionalidad de gobierno pero no la intención de gobernar. Se pueden agrandar o achicar las dimensiones del

aparato de gobierno pero no la voluntad de ejercer el poder a través del gobierno de quienes se encuentran al frente de las instituciones. Por tanto, afirmaciones como la que indica que “lo pequeño es hermoso”, únicamente reflejan una forma de concebir el tamaño de las instituciones de gobierno. En este sentido las políticas públicas, en su afán por racionalizar el ejercicio de gobierno, recurren a las organizaciones para implementar los programas de gobierno. Los procesos que ahí se llevan a cabo nos permiten estudiar la compleja realidad que en ellas se vive. En suma, la comprensión de la realidad pasa más por el proceso que por el resultado, por la estructuración más que por las estructuras; en este proceso es en donde se conforman los sujetos y se materializan sus acciones. Es quizá por ello que los programas de combate a la pobreza no hacen retroceder el número de pobres, pero sí se han convertido en espacios privilegiados para el ejercicio de gobierno.


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sociedad futuroy

política pasado

La juventud en Pachuca (segunda parte)

Juan Antonio Taguenca Belmonte*

18 Es en este largo periodo histórico cuando realmente se hace visible la “juventud mexicana”, y la pachuqueña también, aunque ésta surge con posterioridad a la de otros lugares del país. Pero hablar de “la juventud” en singular nos lleva a un callejón sin salida y sin respuestas. Por tanto, es preciso hablar de ella en términos plurales, lo cual nos permitirá singularizarla en las diversidades que las caracterizan en el tiempo y en el espacio social.

P * Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona, España, y docente de la Maestría en Administración Pública, IAPH.

ara ello es preciso hacer una primera distinción entre las imágenes que construyen lo juvenil desde el mundo adulto, y las que lo hacen desde el propio mundo del joven. Las primeras, de largo recorrido histórico –en México ya aparecen en tiempos del porfiriato, eso sí, sólo para las clases acomodadas–, consideran al joven como una persona que está en formación, es decir, que se está preparando en conocimiento y actitud para afrontar su vida de adulto. En esta imagen, característica de la reproducción social, el joven no sólo no construye su propia identidad, sino que incluso no la tiene. En una palabra, la juventud es sólo potencial de la edad adulta que será, pero no realidad presente constituida. Aquí, el joven no es una categoría social específica,

sino proceso. En esta imagen sólo los adultos constituyen categoría social. La equiparación de estudiante y juventud nos da la clave de lo que estamos diciendo. Es joven, únicamente, el que estudia, o sea, el que está socializándose institucionalmente en las normas de comportamiento y en los conocimientos que le permitirán ser adulto. Esto nos da, también, otro elemento importante: sólo ciertas socializaciones, las que parten de los jóvenes mismos, construyen lo juvenil. Y esto es precisamente lo que rastrearemos a continuación. En México, las construcciones juveniles de su propia identidad han venido asociadas a desviaciones de la norma que se debían evitar o reprimir. Eran un ejemplo pernicioso y corruptor para los jóvenes de buenas costumbres, “los elegidos”. Es el caso


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de: los pandilleros de vecindario de mediados de los cincuenta, entre ellos los pachucos, nacidos de los sectores populares, que tenían normas que reproducían el orden social a nivel micro y que eran estigmatizados por su estilo personal y sus formas de defensa territorial; es asimismo el caso de los rebeldes de finales de los cincuenta y de los sesenta, entre los que se etiquetaba también, confundiéndolos, a los rockanroleros; y más aún, de los jóvenes estudiantes de izquierda. Todos ellos estigmatizados desde las instituciones gubernamentales, religiosas, familiares y los medios de comunicación. Aunque con la diferencia de que los miembros acomodados que pertenecían a esos grupos eran malos chicos que había que reformar, y los que pertenecían a las clases populares eran delincuentes a los que se debía condenar. Es interesante hacer constar que la diversidad de construcciones juveniles que desde los cincuenta

Pachuca es un buen ejemplo de lo que aquí decimos: sólo en la juventud actual ha permeado cierta “rebeldía” propia de lo juvenil. Aunque ésta puede obedecer más a modas pasajeras que a cambios reales en el pensamiento del joven pachuqueño.

se han venido dando, han sido constantemente estigmatizadas, como dijimos, por las instituciones gubernamentales, las jerarquías eclesiásticas, la familia y la escuela. Ello es lógico si atendemos al hecho de que se enfrentan, desde la rebeldía, a las imposiciones de esos ámbitos, imposiciones que niegan la posibilidad constructora y en libertad

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1 En concreto, se realizaron catorce entrevistas en profundidad entre los nacidos en 1925 y 1990. Esto nos ofrece un panorama de la juventud de los años cuarenta hasta la actualidad. La distribución por sexos fue equitativa (siete y siete respectivamente), la distribución por nivel de estudios fue la siguiente: cinco entrevistados con estudios primarios, tres con estudios medios, seis con estudios universitarios. Respecto del nivel socioeconómico familiar, ocho entrevistados tenían

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de lo juvenil para prevalecer en sus propias imágenes reproductoras de lo social, que son su propia posibilidad de ser. En ello radica la lucha de lo joven construido por la juventud, y la juventud construida por la edad adulta. No se trata de una lucha entre generaciones, pero sí es una batalla de la que depende que el orden social existente en un momento dado permanezca otra generación más, esencialmente incuestionado y casi nada cambiado. Pachuca es un buen ejemplo de lo que aquí decimos: sólo en la juventud actual ha permeado cierta “rebeldía” propia de lo juvenil. Aunque ésta puede obedecer más a modas pasajeras que a cambios reales en el pensamiento del joven pachuqueño. Por un lado, el análisis de la Encuesta Nacional de la Juventud 2000.

Hidalgo, realizado por María Lourdes Acosta López y Agustín Tapia Tinajero, nos muestra una imagen del joven pachuqueño en la que prevalecen las creencias tradicionales de la Iglesia católica, el conservadurismo social, la indiferencia política y de construcción de sociedad civil, y ciertos cambios, no sin resistencia, en los ámbitos de la familia, la sexualidad y el ocio. En relación con estos últimos, el análisis entre generaciones de las entrevistas realizadas en julio de 2007 por un grupo de alumnos coordinados por el autor1, muestran que es precisamente en las relaciones familiares, sexuales y del ocio donde se dan algunos cambios que indican cierta construcción de ámbitos propios de lo joven construidos por la juventud pachuqueña. En este sentido, son significativas las siguientes opiniones de los entrevistados.


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Respecto del ámbito de la familia: Los jóvenes de ahora están más distanciados de sus padres. Además, los jóvenes de antes respetábamos más a los padres (E4, joven en los años sesenta). Ahora la familia ya casi no convive tanto como antes, porque cada quien tiene diferentes actividades que hacer (E6, joven en los setenta). Creo que me he distanciado [de mis padres], porque [ahora] me desenvuelvo en otros lugares. Cuando era más joven convivía más con mis padres. Paso más tiempo con mis amigos que con mi familia (E12, joven en la actualidad).

Respecto del ámbito de la sexualidad: Sí, ahora ya es más libre eso. Ahora ya no hay tabúes, ya no hay nada. Ya no hay penas, ya es más libre. Sus caricias son más visibles (E7, joven en los setenta). Ha cambiado mucho. Ahora ya no existe el romanticismo, la cortesía. Ya no hay respeto por las señoritas. Ya no existen tabúes respecto al sexo. Ahora hay mayor información tanto sobre los métodos anticonceptivos como de otros temas referentes a la sexualidad (E11, joven en la actualidad).

Respecto del ámbito del ocio: Sí, ha cambiado bastante. Antes no había las diversiones de ahora. No había los juegos de máquina [videojuegos], no había los cines que hay ahora. Cines había, pero muy pocos. Baile…, sólo había tardeadas en ese tiempo. Ahora ya hay los centros de baile, las discotecas y todo esos lugares donde van los jóvenes actualmente (E7, joven en los setenta). Ha cambiado mucho. Ahora la diversión está ligada al alcohol y al antro. Antes las fiestas se hacían en casas particulares, y como los padres estaban vigilando se bebía menos (E10, joven de los noventa). Ahora los jóvenes vamos al antro a beber (E12, joven en la actualidad).

Todas estas opiniones nos muestran ciertos cambios en relación con la familia, la sexualidad y el ocio de los jóvenes pachuqueños, y constituyen elementos que hacen pensar que algo está cambiando en la construcción de su identidad. Sin embargo, no debemos olvidar que estas transformaciones, aun siendo importantes, se enfrentan a las reacciones estigmatizadoras de los adultos y de las instituciones sociales, políticas y religiosas existentes. De esta forma, los padres intentan controlar el ocio de sus hijos (al tiempo que las industrias culturales tratan de fomentarlo en diversidades que acaban siendo monocromáticas); la Iglesia católica intenta controlar la sexualidad de los jóvenes, lugar propicio para introducirse en las familias; los medios de comunicación difunden nuevas formas de juventud ligadas al consumo y no al cambio social; y el Estado actúa en el proceso como garante de un equilibrio reproductivo en lo social e ideológico que se debe mantener por el bien de la sociedad. De esta forma, los cambios que observamos no son de ruptura, sino de continuidad. Y buena cuenta de ello nos la vuelve a dar la Encuesta Nacional de la Juventud 2000. Hidalgo, que en su apartado dedicado a la unión de pareja entre los jóvenes señala: “el dar

un nivel bajo y seis medio. Los temas de las entrevistas versaron sobre: familia, educación, empleo y nivel de vida, cultura y ocio, política, amistad y sexualidad. A los entrevistados se les pidió su opinión respecto de cómo eran en su juventud los aspectos considerados, y cómo éstos habían cambiado para los jóvenes actuales.


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dinero a la casa y las reparaciones son tareas que para los jóvenes unidos o casados sigue siendo tarea del varón; para las mujeres, en cambio, se les continúa delegando la responsabilidad de los quehaceres del hogar y del cuidado de los niños y ancianos, básicamente”. Los roles familiares tradicionales, como vemos, se reproducen en las nuevas generaciones. Pero más importante aún, respecto de la participación social (elemento fundamental para que se produzcan cambios en la sociedad), la encuesta nos dice que: “el 71% de los hombres y el 76% de las mujeres [jóvenes] nunca han participado en alguna organización social”. Es evidente que esta poca participación obedece

a tradiciones inveteradas, donde la costumbre limita los espacios de actuación a lo familiar. Queremos acabar nuestro encuentro con la juventud pachuqueña con dos ejemplos significativos respecto de su construcción, y que reflejan bien los dos modos que aquí hemos estado comentando: lo joven construido por las instituciones sociales, y lo joven construido por los jóvenes. En el primer caso tenemos al grupo juvenil que edita la revista Utopía. H.M., en una edición de El Sol de Hidalgo de enero de 2007, nos dice al respecto: “La revista ha sido un éxito porque ha logrado el respaldo de empresarios y comerciantes, quienes, a través de la publicación de anuncios, financian este medio de


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comunicación. Los muchachos en sus líneas motivan a los jóvenes a luchar por rescatar los valores que tristemente se van perdiendo en la vida común, e invitan a los adolescentes a comprender hasta la conducta de los padres de familia”. Lo interesante de este ejemplo radica en que la c­ onstrucción juvenil que representan los jóvenes editores de esta revista mezcla lo estético –sus vestimentas y apariencia personal así lo manifiestan–, y lo ideológico programático de una juventud que busca cambiar la realidad desde la imaginación, al menos eso sugiere el nombre de la revista: Utopía, con los aspectos más tradicionales del mundo adulto: “rescate de valores tradicionales”, “comprensión

De esta forma la juventud construida por los jóvenes como algo propio que se expresa de forma diferente, tiende a confrontarse con los códigos adultos, que hacen lo posible por imponerse.

de la conducta de los padres de familia”. De esta forma, es el mundo adulto el que construye lo joven desde lo joven para negarlo. Aquí, se constata cómo la estética y los imaginarios juveniles son instrumentalizados en beneficio de la reproducción social. En el segundo caso, la construcción juvenil realizada por jóvenes genera identidades que entran en conflicto con el mundo adulto, en cuanto a sus formas de expresión, el cual estigmatiza las conductas de estos “jóvenes desviados”. Véase al respecto lo que nos dice H.M. en El Sol de Hidalgo, en un artículo que salió publicado también en enero de 2007: “Las pintas de graffitis se han convertido en un serio problema social en la capital hidalguense […]. Las inconformidades por la pinta de graffitis se ha generalizado por el daño que hacen a propietarios de inmuebles […]. Dos medidas propone la ciudadanía para frenar este fenómeno: una, mejorar la vigilancia en colonias y barrios, y otra, implementar programas especiales dirigidas a las bandas juveniles para concientizarlas sobre los efectos negativos que causen al respecto”. Vemos, pues, cómo –y es algo que ya hemos comentado más arriba– las expresiones que generan identidad de lo joven desde lo joven son estigmatizadas por la edad adulta, que no las admite en su código de normas. De esta forma la juventud construida por los jóvenes como algo propio que se expresa de forma diferente, tiende a confrontarse con los códigos adultos, que hacen lo posible por imponerse. En una palabra, los diversos caminos del ser joven, cuando quieren dejar de ser un proceso formativo de lo adulto, su forma en potencia, para convertirse en categoría social existente en lo actual, entran en contradicción y conflicto con la sociedad que espera de ellos su continuidad reproductora.

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A manera de conclusión

2 Esto ocurre principalmente con la creación de un sistema educativo de enseñanzas medias y universitarias masificado, lo cual no es precisamente la característica en México y en Pachuca hasta muy avanzado el siglo XX. Al respecto, no olvidemos que la Secretaría de Educación Pública no nace sino hasta 1921, que hasta 1926 no se crea la Dirección de Enseñanza Secundaria que se encargaría de la educación media, que como nos dice René Avilés Fabila refiriéndose a la UNAM: “La Ciudad Universitaria era en 1962 un sitio particularmente hermoso, no muy poblado, con maestros distinguidos”. Nótese: “no muy poblado”. Es el mismo comentario que nos hace E7, joven en los setenta, respecto de la universidad pachuqueña: “Mi vida de estudiante era muy tranquila, porque Pachuca era

Hemos iniciado nuestro capítulo poniendo énfasis en la dificultad de definir la juventud, acabando por definirla, en este primer momento, desde una posición pragmática, un rango de edad (15 a 24 años) que niega su dimensión más cualitativa. Hemos ido dando forma a ésta a través de la historia mexicana y pachuqueña, intentando encontrar con ello una definición de lo juvenil progresiva y cambiante en el tiempo. Sin embargo, los acontecimientos históricos sólo nos han dado cuenta de una parte de lo que buscábamos, y eso sólo a costa de rastrear los cambios institucionales que crean lo joven como identidad propia desde lo institucional,2 aunque eso es únicamente una parte de la respuesta: la parte negativa. Negativa porque desde lo institucional se construye la juventud para negarla en su actualidad y convertirla en adulto futuro responsable, para lo cual se la forma. En una palabra: la juventud queda convertida en un mañana sin hoy, pero su mañana ya no es el del joven sino el del adulto. La otra parte de la respuesta que hemos encontrado es más significativa en términos constructivos de lo juvenil, aunque sea a costa de romper con su imagen institucional. La misma es, en todo caso, minoritaria –como no podría ser de otra forma, dada las restricciones a las que se enfrenta–. Nos referimos aquí a la multiplicidad de formas que adquiere la juventud que se construye a sí misma. Hemos citado algunas de ellas en forma

genérica, sin ahondar en sus estéticas, imaginarios y conductas, puesto que lo que más nos interesaba distinguir era precisamente sus diferencias con el mundo adulto, que las estigmatiza y reprime. Es así, pues, como hemos llegado a la conclusión final que resume este capítulo, y que no es otra que nuestra cita inicial de Quino: “Tal vez algún día dejen a los jóvenes interpretar su propia juventud”. De momento, en México sólo hay esbozos de esto, y en Pachuca, sombras de esbozos.


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Bibliografía

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en México. Su presencia en el siglo XX, México, D.F., Instituto Mexicano de la Juventud y Archivo General de la Nación, 2005, pp. 33-89. Avilés Fabila, René, “La sucesión en la UNAM”, Excélsior, domingo 26 de agosto de 2007, sección nacional, p. 21. Centro UNESCO de Euskal Herria, La juventud y el sistema NNUU, primera monografía sobre juventud, Euskal Herria, Centro UNESCO de Euskal Herria, 2003. H.M., “Grupo juvenil edita la revista Utopía”, El Sol de Hidalgo, enero de 2007. H.M., “Graffitis afectan la imagen de Pachuca”, El Sol de Hidalgo, enero de 2007. Muñiz, Elsa, “Los jóvenes elegidos. México en la década de los veinte”, en José Antonio Pérez Islas y Maritza Arteaga Castro-Pozo (coords.), Historia de los jóvenes en México. Su presencia en el siglo XX, México, D.F., Instituto Mexicano de la Juventud y Archivo General de la Nación, 2005, pp. 151-172. Pérez Islas, José Antonio, “Introducción. La heteroglosia sobre los jóvenes”, en José Antonio Pérez Islas y Maritza Arteaga Castro-Pozo (coords.), Historia de los jóvenes en México. Su presencia en el siglo XX, México, D.F., Instituto Mexicano de la Juventud y Archivo General de la Nación, 2005, pp. 9-15. ______,“Historizar a los jóvenes. Propuestas para buscar los inicios”, en José Antonio Pérez Islas y Maritza Arteaga Castro-Pozo (coords.), Historia de los jóvenes en México. Su presencia en el siglo XX, México, D.F., Instituto Mexicano de la Juventud y Archivo General de la Nación, 2005, pp.17-32. ______, “Una historia que empieza a contarse”, Universal Online, 30 de mayo de 2005. The Department of Economic and Social Affairs of the United Nations Secretariat, World Youth Report 2003, The Global situation of young people, Nueva York, United Nations Publication, 2004.

más chico. Éramos menos la cantidad de estudiantes […] Tranquilita, aunque [es] una época en la que hubo los disturbios del 68, cuando los estudiantes de México tuvieron su manifestación en grande, y pues hubo muchos muertos en la ciudad de México. Aquí, en Pachuca, estuvo tranquilo. Se cerraron escuelas, pero no paso de ahí. Aquí no hubo violencia, en Pachuca”. La nota es interesante, porque además de proporcionarnos información sobre el tamaño reducido, en cuanto a número de estudiantes de la universidad, también habla del tamaño reducido de la entidad, y sobre acontecimientos políticos clave en la historia mexicana, y cómo éstos fueron vividos por la juventud pachuqueña de la época.


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Los estudios sobre el PRI en el primer lustro del siglo XXI Adrián Galindo Castro*

26 En el siglo XX los partidos se consolidaron como la forma de organización con mayor presencia y solidez en el campo de la política; tales agrupaciones permitieron regular la competencia por el poder dentro del marco de la institucionalidad de cada estado. En la misma centuria, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó México de manera ininterrumpida por más de setenta años, lo que constituye un récord a nivel mundial.

E * Candidato a Doctor en Sociología Política por la UAM Azcapotzalco. Maestro en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor de la Maestría en Administración Pública del IAPH.

l interés por desentrañar esta longevidad llevó a identificar al PRI con el modelo de partido hegemónico que propuso Giovanni Sartori en su clasificación de sistemas de partidos. Las características que definieron al PRI en su larga trayectoria como partido gobernante estuvieron inextricablemente relacionadas con el sistema presidencialista del que fue su expresión política electoral. Precisamente por eso, muchos de los estudios que se hicieron acerca del PRI perdieron vigencia al perder este partido

las elecciones presidenciales del año 2000. Aun así, hay una extensa base de estudios que constituye una fuente importante no sólo para el análisis de esta organización partidista sino también para el conocimiento de una época de la vida política del país. Tener una visión panorámica del conjunto es el mayor reto que presenta este cúmulo de publicaciones. Este escrito pretende rescatar los intentos que más se han aproximado a dicho objetivo, y mostrar cómo a través de la categorización de aspectos, temas o problemáticas podemos

adquirir un conocimiento más amplio acerca de esa institución que predominó durante la mayor parte del siglo pasado. Luis Reyes, a partir de una revisión de los principales trabajos sobre el partido antes de la alternancia, realizó una clasificación de los mismos en ocho grandes temáticas: 1) Diseño, estructura y funcionamiento organizativo; 2) Reclutamiento, selección y promoción de candidatos y dirigentes; 3) El PRI en el contexto de la transición democrática y la reforma del Estado en México;


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4) Las Asambleas Nacionales; 5) Las relaciones gobierno-partido; 6) El desempeño electoral del PRI; 7) La ideología del PRI: problemas y contradicciones; 8) Escenarios futuros del PRI. En relación con esta clasificación de Luis Reyes1, observamos que: 1) El sistema corporativo en que se fundó la estructura por sectores ya no funciona como antes; 2) El PRI ya no se constituye como el principal, o por lo menos el único, mecanismo de renovación de las élites gobernantes; 3) Desde hace tiempo el PRI se ajusta a los procesos electorales y acepta los resultados de los comicios; 4) El análisis de las Asambleas Nacionales deberá hacerse con parámetros distintos al de las tensiones y compromisos que se presentaban entre el partido y el gobernante en turno; 5) No existe más la supeditación del partido al presidente de la República; 6) El análisis del desempeño electoral tendrá que ser realizado sobre la base de que el PRI es, en muchas entidades, un partido de oposición; 7) El debate sobre la ideología del PRI no será un asunto de conducción del Estado por un determinado modelo de desarrollo; y 8) El PRI ha demostrado que está lejos tanto de la extinción como de la democratización. Diferentes proyectos institucionales,2 como el coordinado por Víctor Manuel Muñoz Patraca,3 son valiosos en la medida en que aportan elementos para el análisis histórico4 de lo que fue el PRI, pero no dan cuenta de

los nuevos procesos en que se encuentra inmerso. Otros esfuerzos institucionales orientados en mayor medida a explicar la realidad actual de los partidos políticos, particularmente del Revolucionario Institucional, son los proyectos: “Sistema organizativo de los partidos políticos en México: un estudio del Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática”,5 y los trabajos presentados en el coloquio ”Los partidos políticos en México: evolución y perspectivas”, como parte de las actividades de los proyectos “Partidos políticos y consolidación democrática en México” y “Materiales educativos para la enseñanza de la Ciencia Política: sistemas políticos, instituciones, partidos, elecciones”, 6 todos ellos coordinados por Francisco Reveles. De los doce textos que se desprenden de los proyectos institucionales señalados, corresponderían, según la tipología de Luis Reyes: cinco al rubro de Diseño, estructura y

funcionamiento; tres al apartado de Reclutamiento, selección y promoción de candidatos; tres al de Ideología y proyecto político, y uno al de las Relaciones partido-gobierno. La peculiaridad de los mismos radica en que todos intentan brindar una aproximación a la realidad del PRI en la era posalternancia. La transformación que experimentó el sistema político mexicano se fundamentó, sobre todo, en los procesos y las reformas electorales;7 por tanto, los análisis sobre el comportamiento electoral8 constituyen una fuente permanente de interés para los investigadores.9 Por ello, no deja de ser significativo que entre la comunidad académica que toma como objeto de interés al PRI, los estudios se concentren más en analizar los procesos internos que se han operado dentro de este partido, a raíz de su incursión en un sistema de partidos competitivo, que en los procesos electorales propiamente dichos. Francisco Reveles, el más prolífico de los autores, elaboró

Posteriormente, el autor propone la idea de que las elecciones del 2000 constituyen el fin de la existencia del PRI como partido del régimen político autoritario, pero no como partido estrictamente hablando.

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Reyes García, Luis, “Coalición dominante y reformas organizativas del Partido Revolucionario Institucional, 19822002: continuidades, rupturas y cambios”, tesis doctoral, UAM Iztapalapa, 2005. 2 Proyecto financiado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPPIIT) de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM. 3 Muñoz Patraca, Víctor Manuel (coordinador), Partido Revolucionario Institucional: 19462000: ascenso y caída del partido hegemónico, México, Siglo XXI-UNAM, 2006. 4 La conducción seguida en ese trabajo es la revisión de la historia del PRI desde la perspectiva del juego entre posiciones conservadoras y posiciones promotoras del cambio. En la primera parte del libro se analiza cómo las posiciones renovadoras, al enarbolar la bandera de la democracia interna en diversos momentos de la vida del PRI en el poder, permitieron su adaptación a las condiciones cambiantes de una sociedad inmersa en un proceso de modernización económica, política y social. La lógica del poder limitó los alcances del cambio ante el temor de la pérdida del control sobre los cuadros y los militantes, el cual aseguraba al mismo tiempo la estabilidad política del país y la hegemonía del partido. En la 1


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segunda parte del texto se presentan tres estudios de caso en los que se muestra que la incapacidad de democratizar los mecanismos de selección de candidatos, cuando el PRI enfrentaba condiciones de competencia en el sistema de partidos, se tradujo en divisiones, fracturas internas y triunfos de la oposición. Muñoz Patraca, op. cit., pp. 7-9. 5 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario Institucional: crisis y refundación, México, GernikaUNAM, 2003. 6 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador). Los partidos políticos en México. ¿Crisis, adaptación o transformación?, México, GernikaUNAM, 2005. 7 Véase Woldenberg, José, “La transición democrática: seis tesis”, en Suárez Íñiguez, Enrique (coordinador), Enfoques sobre la democracia, México, PorrúaUNAM, 2003, pp. 47-64; Merino, Mauricio, La transición votada. Crítica a la interpretación del cambio político en México, México, Fondo de Cultura Económica, 2003. 8 Moreno, Alejandro, Democracia, actitudes políticas y conducta electoral, México, Fondo de Cultura Económica, 2003; Sirvent, Carlos (coordinador), Alternancia y distribución del voto en México. Estudio de 7 casos, México, Gernika-UNAM, 2001; Rodríguez Araujo, y Sirvent, Carlos, Instituciones electorales y partidos políticos

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tres de los artículos del primer texto coordinado por él; en el primer ensayo, “PRI: crisis y refundación”,10 plantea algunos de los problemas centrales en la caracterización teórica del PRI, para después presentar un panorama general sobre su desarrollo en los años menos conocidos de su historia. Posteriormente, el autor propone una periodización de la evolución organizativa del partido, con el objetivo de analizar el proceso de desinstitucionalización del PRI y sostener la idea de que las elecciones del 2000 constituyen el fin de la existencia del PRI como partido del régimen político autoritario, pero no como partido estrictamente hablando. Al final, Reveles plantea lo que se viene delineando como los rasgos esenciales del nuevo PRI.

En los dos últimos apartados Reveles sostiene que los cambios que ha experimentado el PRI a partir de 1986 implicaron el fin del partido como pilar del régimen político autoritario y un incipiente proceso de refundación, sin orientación precisa y sin un nuevo equilibrio de las fracciones internas. La debilidad de la institución presidencial para determinar lo que anteriormente decidía sin problemas fue notable desde la XV Asamblea Nacional del partido. En su lugar hubo un ascenso de los dirigentes altos e intermedios, nacionales y locales, especialmente de los gobernadores. Las disputas entre las fracciones se regularon con las normas estatutarias y se definieron públicamente en procesos de selección

de candidatos cada vez más abiertos. El PRI perdió las elecciones presidenciales y con ello desapareció su institución patrocinadora, la que determinaba la composición de la clase dominante, los principios de su identidad ideológica y los diversos componentes de su estructura; la que era la principal fuente de financiamiento; la que garantizaba múltiples incentivos materiales para sus afiliados; la que le organizaba una inigualable capacidad de gestión para satisfacer las demandas de los trabajadores de sus corporaciones sociales; la que le señalaba las tareas a cumplir.11 Reveles señala que, si antes del 2000 la refundación era vista en el PRI como un recurso para mantenerse en el poder, después de la derrota en las elecciones


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presidenciales se convierte en una necesidad imperiosa para reconquistar12 la presidencia del país. El autor indica que, para ello, debe resolver las siguientes cuestiones: 1) una coalición dominante sin el presidente de la República; 2) la búsqueda de un nuevo equilibrio entre dirigentes, gobernantes y parlamentarios; 3) la reestructuración de la organización con base en las regiones y no en las corporaciones; 4) una nueva ideología como partido de oposición y frente a un contexto de predominio de la derecha; 5) nuevos mecanismos de financiamiento múltiples, permanentes y transparentes para el desarrollo de las actividades del partido; 6) el partido como parte de un sistema multipartidista moderado.13 En su segundo trabajo, “La estructura de un partido corporativo en transición”, 14 Reveles analiza la estructura del PRI con el fin de comprender sus principales órganos de dirección y las formas de participación de sus bases en la toma de decisiones, particularmente en cuanto a la selección de candidatos y dirigentes; ello con el objetivo de observar el proceso de desinstitucionalización del partido. El autor distingue tres dimensiones de este proceso: los usos y costumbres de la renovación de dirigentes y la selección de candidatos se alteraron sustancialmente desde 1987; una competitividad cada vez más auténtica del sistema de partidos obligó al PRI a optar por candidatos con más arraigo y

Reveles parte de la idea de que las nociones de “tecnócratas” y “políticos” aluden a las grandes tendencias existentes en el PRI, pero que dentro de cada una hay diversas fracciones.

trabajo partidista, no dependientes de manera exclusiva del presidente de la República; a partir de esto, los grupos de interés locales, la estructura partidista y los gobernadores comenzaron a reclamar una mayor participación en la toma de decisiones, que eventualmente se tradujo en las normas internas, ya que las reglas no escritas se formalizaron. Reveles llega a la conclusión de que en el pasado los principales dirigentes del PRI no eran electos directamente por sus militantes, el método era indirecto y estaba sustentado en un órgano poco representativo de las bases; ahora, la competencia electoral y la irrupción de nuevos actores políticos internos, producto de la lucha entre fracciones internas, han incrementado los espacios para las bases, disminuyendo el control de los dirigentes en las zonas de poder esenciales. Después de la XVIII Asamblea Nacional, el predominio del Consejo Político Nacional (CPN) y del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) ha disminuido y el avance se refleja en la composición de los consejos políticos y en las asambleas

y convenciones estatales. No obstante, la sistemática presencia de dirigentes no parece augurar una ampliación en la participación de las bases. Al tiempo, Reveles subraya que uno de los aspectos que necesariamente debe modificar el PRI para recuperar el poder es generar un liderazgo propio, producto de la confrontación de las corrientes en su interior; la construcción de un liderazgo interno implica, también, la elaboración de las normas que regulen tanto la confrontación como los órganos de dirección y las formas de participación de los militantes.15 En su tercera aportación, “La lucha entre las fracciones priístas en la selección de candidatos presidenciales”,16 Reveles estudia las fracciones políticas del PRI tomando en cuenta los procesos de selección de candidatos presidenciales para los comicios de 1988, 1994 y 2000. Su objetivo es explicar el tipo de grupos políticos que se disputaron el más importante espacio de poder dentro del partido en dichas coyunturas. La finalidad es descubrir una serie de

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en México, México, Jorale Editores, 2005. 9 Reyes del Campillo, Juan, y Reyes García, Luis, “El Partido Revolucionario Institucional en las elecciones federales y locales del 2003”, en El Cotidiano, núm. 122, México, noviembrediciembre, 2003, pp. 16-38. 10 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 9-38. 11 Ibid., p. 32. 12 Ibid., p. 33. 13 Ibid., pp. 33-38. 14 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 41-77. 15 Ibid., pp. 76-77. 16 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 79-151.


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características que sirvan para el reconocimiento, origen, evolución, semejanzas y diferencias, y principalmente los papeles que las fracciones desempeñaron en la coalición dominante que dirigió al partido en los años más recientes. Reveles parte de la idea de que las nociones de “tecnócratas” y “políticos” aluden a las grandes tendencias existentes en el PRI, pero que dentro de cada una hay diversas fracciones. Éstas pueden distinguirse en razón de varias dimensiones de análisis y no sólo según su motivación política o con base en sus características como élite. Dos elementos indispensables en el estudio son la confrontación o el acuerdo entre los dirigentes del partido y los integrantes del gobierno, y el papel del presidente de la República en la integración de la coalición dominante y en la dinámica de las fracciones. Las problemáticas en que se divide el ensayo analizan: 1) Cómo la fracción tecnocrática salinista ejerce el dominio sobre el resto de las fracciones en la coyuntura sucesoria de 1988 y a lo largo del sexenio 1988-1994; 2) La fractura de esa fracción por la postulación del candidato

en 1993 y las implicaciones de los asesinatos políticos de 1994; 3) La reestructuración de la coalición dominante en el gobierno de Ernesto Zedillo, el debilitamiento del poder de la fracción tecnocrática y el ascenso de los mandos intermedios, los gobernadores y los dirigentes locales. Las conclusiones que presenta Reveles son las siguientes: 1) En el periodo abordado (19882000), distante de la fuerte institucionalización del sistema de designación controlado por el presidente, las selecciones de los candidatos presidenciales fueron los momentos de conflicto más visibles entre los grupos al interior de la élite priísta; cada una de las coyunturas manifestó la falta de reglas reconocidas y aceptadas por todos. La desinstitucionalización del PRI se puso de manifiesto en esa dimensión partidaria especial. 2) Las tendencias que prevalecieron en los últimos años en la élite priísta fueron dos: la de los políticos tradicionales y la de los tecnócratas; en la primera se identifican cuatro tipos de actores: las dirigencias de las organizaciones corporativas,

El primer proceso electoral al interior del PRI después de la alternancia reveló las dificultades de un partido autoritario, desacostumbrado a la democracia interna. En primer lugar quedó clara la dificultad de los candidatos de competir en condiciones de igualdad. Las inercias partidistas hicieron que los dirigentes y militantes se cargaran hacia un candidato u otro.

los funcionarios encargados de las dependencias con tareas de índole política, los mandos medios del partido, los gobernadores y dirigentes locales, y a Luis Echeverría, un ex presidente de la República. En la segunda se encuentran los grupos de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas. 3) La designación del sucesor de Salinas provocó una fisura entre los tecnócratas que propiciaría que perdieran su hegemonía en la coalición dominante, la instauración de los “candados” sería la manifestación


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17 Ibid., pp. 150-151. 18 Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 153-220.

de la pérdida de predominio de los tecnócratas. 4) Los mandos medios, gobernadores y dirigentes locales pasaron a ser la fracción hegemónica a finales del sexenio 1994-2000. 5) Al perder la elección presidencial en 2000, las tendencias y fracciones integrantes de la endeble coalición dominante se enfrascaron en una compleja lucha por la definición del liderazgo y del partido mismo.17 Con una perspectiva diferente y, sobre todo, con unas conclusiones mucho menos

optimistas, el trabajo de Gabriel Corona Armenta, “La selección de los dirigentes nacionales del PRI”,18 parte de la hipótesis de que en el periodo 1988-2002 el presidente de la República en turno decidió la elección de los dirigentes nacionales del PRI en función de situaciones coyunturales, generadas por las condiciones electorales del momento, y no con base en proyectos políticos de largo alcance. Lo que Corona quiere demostrar es que es la coyuntura electoral la que determina el

ascenso de un nuevo líder y su grupo a la máxima dirección partidista, esto con el propósito de utilizar al partido como instrumento para la consecución de sus proyectos políticos. Las conclusiones a las que llega son que hasta el año 2000 el PRI fue utilizado como una dependencia más del gobierno federal. Por tanto, el ejecutivo decidía quién dirigía el destino del partido, con absoluto desprecio a la militancia y a los proyectos emanados de la sociedad. Los rituales en la designación de los


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19 Ibid., p. 210. Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Los partidos…, op. cit., pp. 253-275.

jerarcas priístas se caracterizaba por la unanimidad en torno del ungido por el dedo presidencial y la imposibilidad de oponerse a sus designios, a menos que se quisiera enfrentar el riesgo de truncar su carrera política. El primer proceso electoral al interior del PRI después de la alternancia reveló las dificultades de un partido autoritario, desacostumbrado a la democracia interna. En primer lugar quedó clara la dificultad de los candidatos de competir en condiciones de igualdad. Las inercias partidistas hicieron que los dirigentes y militantes se cargaran hacia un candidato u otro. La experiencia de la primera elección interna entre González Fernández y Echeverría Ruiz reveló lo difícil que es para el PRI aceptar la competencia; la segunda elección, entre Madrazo y Paredes, hizo evidente la imposibilidad estructural del

PRI para erradicar las prácticas electorales que le dieron sustento.19 En contraste con esa imagen de un PRI autocrático, sin vida interna propia, el trabajo de Rogelio Hernández Rodríguez, “Los grupos políticos del PRI: regulación y competencia interna”,20 proporciona una visión general de los grupos del PRI y realiza una comparación de su actuación durante los años de hegemonía electoral y después de la alternancia. La idea central del ensayo es mostrar que en el pasado los grupos se crearon en torno de lealtades a líderes reconocidos para desarrollar proyectos específicos y que su competencia interna era el medio para renovar a la élite política gobernante. Ese peculiar comportamiento dependía de la ausencia de elecciones competitivas y el control que ejercía el presidente como

árbitro capaz de regular los enfrentamientos internos. Con la competencia electoral no sólo se han incrementado la competencia interna entre los grupos del PRI sino que ha desaparecido la figura capaz de dar alguna normatividad (lo que Reveles, utilizando la categoría de Panebianco, nombra como proceso de desinstitucionalización). De acuerdo con Rogelio Hernández, en realidad los grupos que se forman al interior del PRI en la nueva situación política son en su mayoría coyunturales, cambiantes y sirven para apoyar proyectos personales, basados en recursos de corto plazo y que no proporcionan ningún principio sólido para mantener a sus miembros, porque ellos pueden buscar siempre un mejor futuro en cualquier otro grupo. De esa forma, Rogelio Hernández concluye: la formación de los grupos dentro del PRI


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es más compleja que en el pasado y entraña más riesgos por la falta de un liderazgo reconocido por todos, más allá de las atribuciones formales del cargo. Si, por un lado, los grupos dependen ahora de las posiciones institucionales de los líderes, por el otro la falta de arbitraje alienta el surgimiento de poderes caciquiles cuyos recursos son más duraderos que los derivados de cargos de elección o de gobierno. Los grupos que en el pasado eran la esencia de la renovación de la élite y que daban vida al partido, desde la derrota presidencial se enfrentan entre sí para conseguir beneficios particulares en los que es común sacrificar los logros de largo alcance por las ganancias inmediatas. La política interna ha dado lugar a una áspera disputa por el control del partido por grupos poco consistentes. El riesgo es que en el enfrentamiento interno resulten victoriosos los líderes y grupos más tradicionales, poco dispuestos a la negociación, con los cuales se profundizará la inestabilidad y sobre todo la inconsistencia de posibles acuerdos institucionales.21 Después de la alternancia, el conflicto interno y el enfrentamiento entre fracciones por el control del partido ya fuera en la Asamblea Nacional XVIII, en el proceso de renovación de la dirigencia nacional o en la LIX Legislatura, constituyen procesos clave en los que se apoyan analistas académicos para estudiar, según la terminología utilizada por Reveles, la etapa de

desinstitucionalización del PRI; los trabajos de Rosa María Mirón y Luisa Béjar dan muestras de ello. En el ensayo “El mapa de poder del PRI: Ante el riesgo permanente de naufragar”,22 Rosa María Mirón expone que el PRI, después de su derrota presidencial, tiene un mapa de poder distinto, fundado en la imposición y caracterizado por la desconfianza, y además no es lo suficientemente legítimo para estabilizar los conflictos internos que tienen al partido viviendo situaciones límite. Entre 2000 y 2003, ante la orfandad respecto del presidente de la República, el PRI se diseñó otra gobernabilidad intrapartidaria, un nuevo mapa organizativo, que en 2003 empezó a perder solidez. Al perder la presidencia, el PRI tuvo que enfrentar graves problemas: configurar una fuente legítima de poder interno, acordar un instructivo operativo ya sin la guía presidencial, redimensionar sus órganos directivos y adaptarse a un sistema de partidos en donde por primera vez se militaría en la oposición; ante estos retos se sumaba la demanda de democracia interna.23

La fuerza sin consenso y la imposición sin negociación hacen que el nuevo mapa del poder del PRI sea accidentado y no regule el conflicto y produzca cuando menos cuatro casillas de poder: a) el grupo madracista; b) el grupo de Elba Esther Gordillo; c) algunos gobernadores (Yarrinton, Alemán o Murat), y d) gobernadores como Arturo Montiel o Manuel Ángel Núñez.24 Por su lado, Luisa Béjar, en el trabajo “La disputa por el timón: El grupo parlamentario del PRI en la LIX Legislatura”, reconstruye la disputa por la coordinación del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados durante la LIX Legislatura.25 El argumento central es que la destitución de Elba Esther Gordillo como coordinadora de los diputados del PRI constituye un eslabón más en la disputa entablada entre diferentes actores por ganar espacios de poder en la nueva estructura de la organización, una vez desarmado el centralismo presidencialista que durante más de seis décadas orientó la vida política del país. Ante el agotamiento de los mecanismos que garantizaban un reparto

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Ibid., pp. 273-275. Mirón Lince, Rosa María, “El mapa de poder del PRI: Ante el riesgo permanente de naufragar”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Los partidos…, op. cit., pp. 277-293. 23 Ibid., p. 286. 24 Ibid., p. 292. 25 Béjar Algazi, Luisa, “La disputa por el timón: El grupo parlamentario del PRI en la LIX Legislatura”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Los partidos…, op. cit., pp. 277-293. 21 22

Una de las problemáticas que no ha pasado inadvertida en el análisis del PRI después de la alternancia es la cuestión de su ideología y la importancia que este rubro tiene para el futuro de la organización partidista.


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26 Solórzano Marcial, Carmen, “El régimen y su ideología priísta”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 291- 315.

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ordenado del poder, la lucha se desarrolla en un contexto marcado por la fragilidad de los acuerdos y de las reglas formales e informales para la reproducción del consenso entre las élites priístas. Béjar describe los mecanismos que en el pasado se utilizaron para la designación del coordinador parlamentario del partido, hecho que permitía que la legislatura transcurriera sin mayores problemas; después pasa a definir los criterios que guiaban esta decisión y el sentido del trabajo realizado por el ocupante del puesto; más adelante la autora busca entender los cambios operados en este arreglo en el contexto del pluralismo político; y por último, hace un recuento de los hechos ocurridos en la Cámara de Diputados en el primer trienio del nuevo siglo. La autora concluye que el PRI, en su nueva condición de partido de oposición, ha empezado a comportarse ya como un partido electoral, motivado por el interés de ganar el mayor número de votos en los comicios. En este contexto, el imperativo principal de su dirigencia es impulsar aquellos

temas que puedan aportar mayor beneficio en términos de organización. La disputa por la coordinación del grupo parlamentario constituyó sólo un episodio de las definiciones pendientes en el partido. Una de las problemáticas que no ha pasado inadvertida en el análisis del PRI después de la alternancia es la cuestión de su ideología y la importancia que este rubro tiene para el futuro de la organización partidista. “El régimen y su ideología priísta”, 26 ensayo presentado por Carmen Solórzano, tiene por objetivo introducirse en la indagación del fenómeno ideológico relacionado con el PRI en el periodo 1988-2000. La autora afirma que hay que distinguir claramente entre el conjunto de valores políticos surgidos de la Revolución mexicana y difundidos por medio de las acciones de esa organización entre la población, diferenciándolos, a su vez, de aquellos propios del funcionamiento de la situación de poder implantada durante su vigencia como partido hegemónico. De esa manera, el fenómeno ideológico del régimen

posrevolucionario puede dividirse en tres partes: la ideología de la Revolución mexicana constituida formalmente por ideales plasmados en la Constitución de 1917; el Nacionalismo Revolucionario que se expresa en la creación de instituciones y la formulación y aplicación de leyes que reglamentaron los artículos de la Constitución; y la ideología priísta que consolidó las instituciones que impulsaron la aplicación de políticas públicas. Durante las dos últimas décadas del siglo XX el proceso de liberación política y el cambio de orientación en la política económica, derivados de la ineficiencia de la estructura del poder y del tipo de intervención económica, desmembraron progresivamente la ideología priísta, al grado que en la contienda electoral del 2000 la campaña del candidato del PRI a la presidencia de la República mostró un gran vacío ideológico. Después de analizar la declaración de principios de la XVIII Asamblea Nacional, Solórzano llega a la conclusión de que la forma en que esas ideas logren conformar una nueva ideología priísta depende


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del proceso de consolidación de la democracia en México, del papel específico que le corresponda jugar al PRI en él, de la ubicación que logre en la nueva estructura del poder que se está generando en el país y de las características que logre en su reestructuración interna. Una última reflexión señala que un reto para el PRI sigue siendo estructurar una ideología partidaria profesional que se enmarque con diferencias específicas en el espectro político e ideológico nacional, sin que esas diferencias sean únicamente los vicios del pasado. Es decir, regenerar un sistema de creencias y valores políticos, que enmarcados en la democracia le permitan redirigir y consolidar su acción programática. En la misma línea de investigación, el objetivo del

trabajo de Rafael de la Garza27 es analizar la ideología de un partido político como el PRI, al cual se le ha definido como un partido pragmático y sin valores ideológicos claros; el autor parte de la premisa de que los cambios ideológicos más importantes del PRI revelan un cambio en el peso de las diferentes ideologías políticas que conviven, y en los valores que servirán de guía a los miembros del partido y que expresan el intento de adecuarse a una sociedad diversa, para no perder su lugar preponderante en el quehacer político. Las conclusiones que presenta De la Garza son el viraje ideológico que experimentó el PRI en su XVI Asamblea como influencia directa del entonces presidente Carlos Salinas; se apoya más en el liberalismo en

detrimento del nacionalismo y el populismo, aunque estas ideologías no desaparecen completamente; las reformas ideológicas colocan formalmente al partido en el centro del espectro político, con el PAN a la derecha y el PRD a la izquierda; un nuevo elemento en esta discusión es que, dadas las circunstancias actuales en las que el poder que detentaba el presidente, como jefe de los priístas, se ha refugiado en los estados y no existe una corriente hegemónica al interior del partido, parece difícil concebir una reforma ideológica que defina un nuevo rumbo. Contrario a la idea de que las ideologías que se han manifestado en el PRI son consistentes y expresan desacuerdos básicos sobre el proyecto de nación, Ricardo Espinoza remarca el

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De la Garza Talavera, Rafael, “Del nacionalismo al liberalismo: la transformación ideológica del partido de la Revolución”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., 2003, pp. 317-346.

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Espinoza Toledo, Ricardo, “El pragmatismo del PRI”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Los partidos…, op. cit., pp. 295-309. 29 Baena Paz, Guillermina, “La participación de las bases en el PRI (un estudio en el Estado de México y un estudio nacional)”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Partido Revolucionario…, op. cit., pp. 221-285. 30 Arrieta Ceniceros, Lorenzo, “Continuidad de las prácticas corporativas del PRI. Presencia política y social de su sector obrero”, en Reveles Vázquez, Francisco (coordinador), Los partidos…, op. cit., pp. 333-358. 28

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carácter pragmático del PRI y ofrece otra explicación al ajuste de cuentas que recibió la ideología del liberalismo social en la XVII Asamblea Nacional. En palabras de Espinoza, el carácter pragmático del Revolucionario Institucional no niega la existencia de un cuerpo formal de principios y compromisos políticos. Si bien las Asambleas Nacionales XVI y XVIII reformaron y afinaron, sucesivamente, la Declaración de Principios, el Programa de Acción y hasta los Estatutos de la organización para buscar borrar todo vestigio del liberalismo social y de influencia tecnocrática, los priístas restauraron los viejos signos de identidad ideológica cuyos pilares son el nacionalismo revolucionario, el Estado rector del desarrollo nacional y la defensa de la dimensión social de la Constitución. Con todo ello se ha buscado rescatar al PRI de los adversarios internos, identificados como integrantes o promotores de grupos o prácticas neoliberales; simultáneamente, el ascenso del PAN y la alternancia en la presidencia de la República en 2000 confirma a los priístas la pertinencia de sus viejos

postulados como un recurso para presentar un frente común frente a la “derecha triunfante”. El pragmatismo se impuso como signo de la identidad del PRI.28 Como podemos constatar, excepto los trabajos de Guillermina Baena29 y de Lorenzo Arrieta30 que han mantenido el interés en sectores que representaron el baluarte del partido hegemónico (la militancia y el sector obrero respectivamente), los primeros trabajos sobre el PRI después de la derrota presidencial del año 2000 se han centrado en las luchas internas en los terrenos organizativos, de liderazgos y de definición ideológica; falta explicar coyunturas como el comportamiento de los parlamentarios priístas en asuntos como las reformas estructurales o el desafuero del jefe de gobierno del D.F.; el ensayo de competencia fallida y la alianza de los gobernadores en el TUCOM para contender en las elecciones presidenciales; la campaña fracasada de Roberto Madrazo en las segundas elecciones donde el PRI fue derrotado en los comicios presidenciales; el significado

que tendrá en términos de alianzas y compromisos la caída del PRI a la tercera posición en las preferencias electorales; la actuación y posterior expulsión de Elba Esther Gordillo; la defensa por parte del partido de los gobernadores priístas ante escándalos como los que rodearon a Mario Marín, gobernador de Puebla, o ante insurrecciones populares, como las que ha enfrentado Ulises Ruiz en Oaxaca. Pero el asunto de fondo es que esos hechos y otros tal vez menos publicitados pero igualmente importantes, deberán ser analizados desde una perspectiva que observe al PRI no como un caso aislado, sino como un elemento central, para entender el proceso de construcción de un sistema político como el mexicano. El reto para los subsecuentes estudios acerca del PRI será comprobar si los análisis desde las ciencias sociales acerca de este partido político podrán adoptar una forma más integral o tendrán que seguirse llevando a cabo como estudios fragmentados según tipologías como las elaboradas por Luis Reyes.


Maestr铆a en Administraci贸n P煤blica iaph

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