Un día, el pequeño tigre le dijo al pequeño oso:
–Estoy de cumpleaños y vamos a celebrar una fiesta.
–¡Oh, una fiesta! –exclamó el pequeño oso–. Me hace mucha ilusión.
Sacó la caña de pescar del río, quitó la lombriz del anzuelo y le perdonó la vida.
La rana Greta croó:
–¿He oído bien? ¿Una fiesta? ¡Me apunto!
Y guardó el patito-tigre en su caja. El pequeño oso remó hasta la orilla del río. Allí también estaba la pata-música, lavando su acordeón.
–¿Adónde vais, chicos? –preguntó la pata.
–Vamos a hacer una gran fiesta en casa del tigre. Dice que está de cumpleaños –croó la rana Greta, y se pusieron en camino.
–¡No hay fiesta sin música! –exclamó la pata.
Escurrió el acordeón y salió corriendo tras ellos.
Al llegar a casa, el pequeño tigre les dijo:
–Podéis pasar la noche aquí, hasta que empiece la fiesta.
El pequeño oso preparó una rica cena: patatas a la mantequilla, ensalada de cebollino y, de postre, gelatina de batido de frambuesa para unos y mosquitos asados con azúcar glas para la otra.
La otra era la rana Greta.
¡Ah, solo con oír hablar de ese manjar, ya se nos hace la boca agua!