–¡Socorro! ¡Socorro! ¡Un ratón! –gritaron. Después, se oyó un golpe. Tazas, platos y cucharas volaron en todas direcciones. Álex corrió a esconderse tan veloz como sus patas se lo permitieron.
Álex se conformaba con las sobras, pero, aun así, cada vez que lo descubrían, gritaban o intentaban cazarlo con una escoba.