En la cama con un highlander maya banks

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—Estoy segura de que nadie tenía la intención de matarme, —les dijo Mairin con voz apagada—. Fue un accidente, eso es todo. Puedes decirles a tus hombres que los perdono por ello. —¿Qué quieres que haga, Ewan? Inquirió Caelen, sus rasgos dibujados en una apretada línea. —Quédate conmigo. Voy a necesitar ayuda para sostenerla. Cormac entró corriendo, con los brazos llenos y sus dedos alrededor de una vasija de cerveza, sujetándola fuertemente. Ewan tomó los artículos de las manos de Cormac y los agrupó al lado de la cama. No quería que nadie más tocara a Mairin, pero también reconocía la imposibilidad de que fuera capaz de hacerlo todo solo. Si tenía que darle las puntadas, —y ya que la sanadora no podía, nadie más lo iba a hacer sino él—, entonces necesitaba a uno de los otros para mantenerla sujeta y asegurarse de no hacerle más daño que bien. Miró a Cormac. —Ve a comprobar que los niños estén bien. Asegúrate de que Crispen sea atendido. Él va a preocuparse cuando oiga lo que sucedió. Haz que Maddie y las otras mujeres lo mantengan fuera de las escaleras hasta que todo esté hecho. Cormac hizo una reverencia y salió corriendo de la cámara, dejándolo con Caelen y Mairin. Tomando la vasija en su mano, Ewan se sentó en la cama cerca de la cabeza de ella y pasó un dedo sobre su mejilla. —Muchacha, necesito que abras los ojos y bebas esto. Sus párpados revolotearon y sus desenfocados ojos encontraron los de él. La ayudó a apoyarse lo suficiente para que pudiera poner sus labios sobre el recipiente. Tan pronto como el líquido golpeó su boca, se apartó, su rostro dibujado con una expresión de intenso disgusto. —¿Me estás envenenando? —reclamó. Contuvo la risa y puso el matraz cerca de su boca de nuevo. —Es cerveza. La necesitarás para ayudar a relajarte. También te servirá para el dolor. Se mordió los labios y con ojos preocupados lo miró de nuevo. —¿Dolor? Él suspiró. —Sí, muchacha. Dolor. Me gustaría que no fuera así, pero las puntadas te causarán dolor. Si te tomas esto rápidamente, no lo sentirás tanto. Te lo prometo. —Es probable que no sientas nada en absoluto después de un buen trago de eso, —murmuró Caelen.


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