Sarmiento, Domingo Faustino_Viaje a Francia

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puerta pidiendo dos horas de sueño; un portero mudo lo introduce de recinto en recinto, de salón en salón, hasta dejarlo en una cámara donde hay sofases y cojines de pluma. Sus cascos están para volar, aguarda el sueño, que debe servirle, y cuando en su ignorancia de los procederes, espera oír una música dulce, calmante, eólica, desde una ventana oye a un doméstico que lee bostezando: Noticias del… del… Ríooo… ahh! del… del Ríooo… ahhh! de la Pla plaaaaaatahh! El Ge… ne… er… er… al Madari… ia… ga ha de… rrro… rro… ohhh!... derro… rro… rro… rrohhh! Nuestro enfermo se impacienta, tira el cordón para llamar y nadie responde, grita y él mismo no se oye su voz, absorbida por la muralla y los aparatos antiacústicos. El infeliz que se siente asesinado esconde la cabeza entre los cojines, y el implacable lector sigue el Gene… gene... genehh!!! hasta que al fin se duerme el paciente, ronca profundamente, y dos horas después lo despiertan por no haber pedido más que dos horas de sueño. Así con veinte francos que paga a la puerta, su cabeza se ha descargado y el pensamiento del suicidio desanidándose de su corazón. Prensa pagada Este es, mi querido doctor, el lugar que en la opinión pública ocupan nuestros asuntos del Plata. León Gozlan tomaba para su récipe la noticia más soporífera que encontró en el primer diario que vino a sus manos; y como estoy seguro de que usted no se duerme, doctor, cuando le hablan de las cosas argentinas, voy a darle más soporíferos pormenores. Por accidente oigo a Lasalle, editor del Correo de Ultramar, al redactor de La Presse al servicio de Rosas, y a M. Pichon, el ex-cónsul de Montevideo. ¡Qué 60

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