Ciencia popular

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— 153 — aparatillo menos complicado que cualquier caja de música! ¿No es esto asombroso? Para creer en estas cosas, es preciso verlas y oir­ ías. Que de otro modo, la prudencia más elemental y hasta el sentido común se ríe de ellas. Pues bien, algo de este género, algo tan invero­ símil y aun tan imposible, se ha realizado. Recoger la palabra y poder reproducirl, esa real­ mente triunfo verdaderamente asombroso. ¿Pero es menos asombroso ver la palabra? Pues de eso se trata, y en parte se ha log’rado por el americano Wood. No diremos que hoy por hoy se vea la palabra, pero se puede ver un sonido, y por algo se ha de em­ pezar. Que viendo uno y viendo muchos y viendo su combinación, al fin y al cabo por ver las letras y las sílabas y las palabras se concluiría. Medite el lector en lo estupendo del problema que el profesor americano pretende resolver. ¡Ver los sonidos! Andando el tiempo, no iremos á los conciertos tan sólo á oir las sinfonías ó las óperas de los g-randes maestros, sino que al mismo tiempo que las oigamos, las veremos. \\ qué dibujos! ¡Qué rosetones! ¡Qué cruzamiento de ondas! ¡Qué cuadros disolventes de armonías lle­ narán el espacio! Un nuevo sentido habrá brotado entre nosotros


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