El poder multinacional que está llegando

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El Poder Multinacional Y La Política Del Mañana Podríamos decir que, hoy en día, se empieza a adivinar un futuro incierto para la clase trabajadora, sobre todo porque las intenciones de las grandes fortunas no parece causar sonrojo en sus socios políticos, algunos directamente financiados por ellas. Descubrir la posición en la que quieren colocar los derechos laborales frente a los beneficios empresariales coloca cualquier desarrollo social supeditado a la empresa y sus exigencias. Muchos se apresuran a declaran que es intolerable la pretensión de los holdings de someter a nuestros representantes políticos, sin embargo, nos encontramos con que esto sucede. Para llevar a cabo semejante plan necesitan comprar a los periodistas, prensa escrita, radio y televisión, todo. El contenido del plan es complementario y sabemos que los movimientos han ido en ese sentido. Algunos periodistas en cadenas, hasta hace poco emblema de la izquierda, han empezado a ser despedidos, cambiados de horario o desposeídos de sus programas con la intención de silenciarlos, porque si bien pueden comprar los periódicos les resulta más difícil ir contra los artículos de aquellos comprometidos de izquierda que sobreviven. Hemos visto como las emisoras líderes, es decir, aquellas que deberían sobrevivir sin problemas, han caído también en sus manos. Si eran lideres era por su posición social y política, y a pesar de ellos las desmontan buscando algo al servicio de las noticias del capital que ya nadie reconoce. Les da igual si hunden esas cadenas, de hecho perece que es lo que buscan. Nos hemos quedado sin la Cadena Ser, pero los periodistas comprometidos seguirán dándonos su ejemplo en alguna parte. En realidad, referirnos a esta relación antinatural como pasajera, es un error. En la reciente crisis, hemos asistido alucinados a la entrega de la soberanía a cambio de una supuesta bajada de la prima de riesgo, esto ha implicado a los partidos socialistas europeos que se han dejado llevar por la idea de que o se renunciaba al estado del bienestar, o sería “el fin del mundo”. De tal manera se entregaron a la “austeridad” que cualquier cosa que contribuyera a desmontar la negociación colectiva era bien considerada. Ya no sólo querían la total desprotección de los trabajadores, sino que estiman que cada uno debe negociar sus condiciones laborales, sus horarios y su salario, y que la fuerza de una negociación colectiva es una extravagancia del siglo XX. Al intentar manejar la idea de un mundo controlado por las multinacionales y los bancos, debemos sencillamente traer a cuento los pasos dados en los últimos tiempos, la destrucción de la fuerza sindical, de los derechos laborales y la deuda contraída por el Estado con aquellos que de pronto se consideran nuestros amos. Implícitamente a sus exigencias, se les ha entregado la movilidad en los puestos de trabajo y la movilidad geográfica, capacidad para cambiar los horarios, contratar por horas o por días, la injerencia de intermediarios en el puesto de trabajo como las ETT´S, la desaparición de la antigüedad, o la congelación y en algunos casos la bajada de salarios. Hemos elegido a nuestros representantes políticos para construir una sociedad más justa y menos desigual, pero nos encontramos que se entregan a la causa multinacional, que les dan las armas capaces de someternos. La protesta se reprime poniendo a los trabajadores al borde del despido, y si la protesta es colectiva se les amenaza con la deslocalización. El despido sale más barato que nunca, y en ocasiones, es gratis. Alegando causas de baja productividad, y aún con beneficios, demostrando menos ganancias que el año anterior, se puede hacer un Expediente de Regulación de Empleo. Hay empresas que cierran y se deshacen de sus trabajadores, para que ese mismo empresario pueda volver a construir una nueva empresa con trabajadores sin años de fidelidad, desprendiéndose de contratos antiguos y con otros nuevos sin derechos. 1


Recientemente la OPEL, ahora en el grupo PSA CITROEN, ha entrado en un conflicto laboral porque a los trabajadores les quería bajar el sueldo, por su parte los trabajadores no pedían una subida salarial, tan sólo quedarse como estaban. El argumento de OPEL España fue claro, si el conflicto persistía la empresa no daría carga de trabajo del nuevo modelo corsa y terminaría por deslocalizarse a otro país con salarios más bajos. Tal planteamiento supone un escándalo, un desafío al país y los trabajadores y una advertencia, en un mundo globalizado los trabajadores españoles tendrán que asumir una posición en la que puedan competir con los trabajadores chinos, con sus salarios y sus derechos. Todo parece estar pactado políticamente y la maniobra de dejar a los trabajadores sin posibilidad de respuesta es muy grave. Y, sin embargo, algo se mueve en la conciencia laboral. Recientemente los trabajadores de un almacén de coca cola en España ganaron un conflicto laboral que llevaron ante el juez, la compañía a pesar de perder todos los recursos se mantuvo en una posición ambigua sin ofrecer una salida a los perjudicados. Es la arrogancia de la marca lo que no se puede consentir, que no acepten las leyes españolas como deberían y que crean que podrán mantener esa postura por mucho tiempo, y más cuando las marcas blancas de cola les están sacando una cuota de mercado que les hace mucho daño. La casi totalidad de las compañías multinacionales tienen una arrogancia parecida en sus posturas frente a los trabajadores, el poder de la empresa tienen que ser total y la dignidad laboral se soluciona amenazándolos con traslados, cambios de horario y finalmente el despido (nadie proteste). Una vez conseguidas sus exigencias frente a los derechos laborales, el poder multinacional y empresarial, ha pedido otras dos cosas que, de nuevo, nos señala cuales son sus pretensiones. Se trata de que quieren que el gobierno les posibilite para ser ellos quienes decidan si un obrero tiene derecho a una baja laboral ILT, en que condiciones y por cuanto tiempo, sea accidente o una simple gripe. Eso desde luego para las mutuas de empresa sería una carga de trabajo muy apetecible, pero lo que en realidad persiguen es el poder total sobre los trabajadores y sobre la sociedad. La otra petición estrella es que les dejen gestionar las oficinas de empleo, y han empezado a poner las condiciones en que debe moverse el mundo de los desempleados, cosas como que deben aceptar cualquier empleo, ir donde les digan o el salario que les propongan por mísero que sea, ha salido de sus bocas. Está claro que el poder es su meta y que la derecha neoliberal, representada en este país por el tripartito CIUDADANOS, PSOE y PP, está cediendo a sus demandas. Algunos habréis escuchado que en alguna ocasión, los bancos que manejan las deudas multimillonarias de los partidos políticos les han perdonado una gran parte. Seguramente habéis sospechado que eso forma parte de este juego de comprarlo todo y de que, sobre todo, el PSOE, traicione a sus votantes, y lo cierto es que a mi, no me parece una duda desacertada. Por otro lado están las llamadas puertas giratorias en las que se mueven los altos cargos de los partidos, y por fin la corrupción de la que parecen alimentarse los políticos y todos los que aspiran a serlo. Pareciera que los que buscan su futuro en un partido neoliberal quieren una parte de la tarta. Polifunción o Polivalencia A menudo oímos la queja empresarial, defienden como incuestionables sus demandas en orden de una empresa competitiva. Durante años defendieron la polivalencia de los trabajdores, y cuando lo consiguieron se cargaron de un plumazo (el del político que firma una ley inapropiada) las categorías profesionales. Ciertamente no puedo excusar semejante conducta, ni siquiera porque eso lleve a altos cargos, cobrando el doble de un peón, a hacer el trabajo de un peón. Se podría pensar que por ese medio intentan humillarlos, pero ¿quién puede saber lo que hay en la cabeza de alguien que toma decisiones parecidas? En las empresas ya no hay trabajadores especializados, lo que parece agradar al gran empresario es llenar su empresa de chicos para todo. ¿La democratización funcional de las aptitudes? No lo creo. En realidad son los síntomas de poder en el ejercicio del abuso mal disimulado. Han llegado a la conclusión de que el mejor trabajador es el que sabe menos de todo y eso ha llevado a universitarios en busca de trabajo a falsear su curriculum y no admitir 2


que han terminado su carrera. ¿Demasiados trabajadores con la preparación adecuada en una empresa, pueden llevar al resto a no ser tan condescendientes con los abusos como sería de desear? En el sentido de la llamada polivalencia y la eliminación de las categorías juegan también aquellos que realizan funciones que creen de categoría superior. ¿Podríamos llamarles, los secretarios o las secretarias de los jefes a los que siempre se les llamó popularmente pelotas?. En realidad son los propios compañeros que suben a la oficina a buscar papeles que le pueden hacer falta a sus superiores, o en los que han dejado las órdenes que ellos traspasan a sus compañeros. Les hacen creer que cobrarán más por hacer esas funciones, o que su categoría es superior porque les ayudan dándoles ideas de trabajos para unos y otros. En realidad terminan convirtiéndose en confidentes que nunca alcanzarán la categoría prometida, porque las categorías ya no existen, la polivalencia acabó con todo. La polivalencia es pues una forma de marear a los más entregados, meterles en la cabeza sueños imposibles y jugar con ellos. Por supuesto, todos podemos adivinar que el mundo laboral no se mueve precisamente en los vectores de libertad de una sociedad moderna, prensa libre denunciando excesos, respeto por las minorías y los descontentos, libertad para cuestionar la autoridad, etc. Lo que a algunos les parecería normal, en una empresa que aspira al poder absoluto y absolutista, denunciar los peligros, carencias y excesos, resulta algo intolerable. Parece que las nuevas condiciones de precariedad que habilita la reforma laboral de PP y de Rajoy, es aceptada por Sánchez y por el PSOE (por supuesto por CIUDADANOS), así las cosas podemos afirmar que los empresarios está en condiciones de explotar la precariedad con la naturalidad que les caracteriza. Hablar de la relación de los empresarios y las multinacionales con los políticos nos lleva invariablemente a hablar de las pensiones y las cotizaciones a la seguridad social. Es una manera como otra de buscar un beneficio. Últimamente se empieza a escuchar que las empresas pueden ser las encargadas de hacer los planes de pensiones de los trabajadores. Hasta ahora era una parte de la tarta que codiciaban los bancos, pero parece que los políticos se inclinan finalmente por ofrecer a las empresas que manejen los miles de millones de euros que eso supondría. Como ocurre con todo lo que tiene que ver con los trabajadores, con sus derechos, sus cotizaciones y su salario, parece que la decisión final la toman los más interesados en hacerse con una parte de ese dinero, pero no los propios trabajadores. Si relacionamos las pensiones con la sociedad que necesitamos, veremos que una pensiones exiguas avanzan en la idea de la sociedad en estado de necesidad que quieren las empresas. Una sociedad en estado de emergencia acepta cualquier trabajo por mal pagado que esté, en las peores condiciones y en los lugares más inverosímiles, eso nos trasmiten los líderes empresariales. En el discurso sobre la necesidad de grandes empresas multinacionales en la sociedad del futuro, ¿nos presentan las cadenas de hamburguesas y los casinos como una parte positiva del desarrollo que necesitamos? Creo que no estamos haciendo el desarrollo que el tejido social necesita para seguir teniendo en nuestras manos aquello que como pueblo nos permite seguir siendo independientes si lo deseamos. Es decir, si no hay alternativa a las multinacionales tendremos que entregarnos a ellas, por eso es importante mantener las alternativas de los pequeños negocios y comercios. Con la misma frecuencia que la derecha neoliberal defiende la reforma laboral de Rajoy, la realidad se impone y demuestra que la inestabilidad se ha adueñado de nuestros trabajadores. Ciertamente, nadie puede ya negar que se está explotando la precariedad, que los sueldos han llegado a límites que convierten a los trabajadores en pobres, que no pueden enfrentarse a los gastos de una vida normal y que no se acostumbrarán nunca a que les digan que sus condiciones son las de la precariedad para siempre. Hablar de trabajo es hablar de millones de parados que no están cotizando a la seguridad social y que demuestran que esa es la causa de que se necesite un esfuerzo adicional para pagar las pensiones. Reconocen implícitamente su fracaso en la creación de empleo cada vez que esgrimen la idea de que no hay suficientes trabajadores para financiarlas. Esa es la 3


realidad neoliberal de la reforma laboral dictada por las multinacionales. No dejemos de considerar en este momento que ya se ha esgrimido la idea de quitarles una paga a los pensionistas y que la subida del 0,25, cuando la economía crece un 3, es un hecho. No podemos compararnos con otros países europeos con mejores pensiones y fuerza económica, ni lo pretendemos, debemos sólo exigir lo que se nos debe: los trabajadores han trabajado y cotizado toda su vida y no es una limosna lo que se pide cuando se exige un sistema de pensiones justo. Evidentemente el discurso del éxito económico del bipartidismo choca contra sí mismo cuando dicen que la austeridad ha llegado para quedarse, que los minijobs son el trabajo del futuro, pero sólo para aquellos que tengan la suerte de encontrar un trabajo. Tampoco debe confundirnos la idea de los trabajos de cuatro horas, cuando hay empresarios que contratan semana a semana, despiden el viernes y vuelven a contratar los lunes, o simplemente contratan por un día, o por días alternos, a la carta. La reforma laboral se ha venido gestando durante muchos años, y no nos confundamos, ha sido propiciada por anteriores gobiernos socialistas que del mismo modo se han puesto al servicio del gran empresario y sus peticiones. En varias ocasiones he señalado los puntos que me parecen importantes sobre el ansia multinacional de control. Llegar a comprender su importancia me lleva una vez más a repetir que las cosas más importantes en nuestras vidas, ellos las quieren tener bajo su control, y eso es poder. No podemos dejar, una vez más de llamar la atención sobre sus demandas, sus expectativas a pedir controlar nuestra salud por medio de las mutuas de trabajo y que sean esas mutuas las que decidan sobre la ILT, además de desear controlar las oficinas de empleo, los planes de pensiones, la edad de jubilación, la reforma laboral existente y las que han de venir, la polivalencia y las categorías, horarios, salarios y movilidad, el deseo de terminar con los sindicatos y la negociación colectiva, explotar el trabajo precario, los ERES y la deslocalización. Todo lo que puede controlar nuestras vidas ellos lo ven como una oportunidad de poder que un día ni el poder político podrá controlar. De hecho, es bueno que sepamos que al aceptar la TTIP y el CETA, aceptamos someter el poder político al poder judicial, y que una empresa pueda litigar con el Estado en favor de sus intereses, aún si esos son tóxicos o nocivos para la salud general. En este mundo en el que nos movemos, en el que cada día asistimos alarmados a un nuevo descubrimiento escandaloso sobre nuestra alimentación, debemos recapacitar acerca de los intereses multinacionales y de sí sus intereses se verían afectados cuando reclamemos un control sobre la salud. Casos como el panga alimentado en piscifactorías de aguas fecales, el aceite de colza, ahora dice que el pescado con mercurio, las vacas locas, las hormonas de crecimiento en las terneras, los cerdos con tumores en granjas insalubres, la fruta y hortalizas con pesticidas, el aviso de la organización mundial de la salud acerca de la relación directa entre consumir carne y el cáncer, la química en todos los productos demasiado procesados, como la bollería y los dulces, el aceite de palma, y todo el resto que nos conduce a enfermedades que aún estar por diagnosticar, debería hacernos pensar que su negocio se alimenta de nuestra salud y que si les damos el poder de controlar la prensa y comprar partidos políticos y sindicatos, el futuro va a ser muy incierto para la clase trabajadora. Hablar del poder multinacional y sus sofisticadas formas políticas de ir imponiendo su presencia, es también hablar de las fuerzas casi policiales y de seguridad que acompañan esta idea. Como ocurre con un pequeño Estado (no demócratico, por supuesto) en la sombra, la fuerza multinacional se acompaña de sus fuerzas de orden. Acabo de ver un vídeo grabado por un ciudadano en el local de una hamburguesería multinacional. En las imágenes, un policía llega para desalojar a un hombre con aspecto de “sin techo” que ha entrado y ha pedido un café, está sentado y tomándolo tranquilamente. El gerente alega ha molestado a los clientes y el policía que si ellos dicen que debe irse, debe irse. El cliente que graba el vídeo los increpa y al final tiene también que abandonar el lugar sin poder terminar su comida. Es justo decir que pide su ticket y se lo dan, pero de nada sirve decir al policía que el hombre que sigue sentado mirando perplejo lo que se ha montado, no ha 4


hecho nada malo. Al referirme a este hecho, que por otra parte es común de lo que pensamos, no puedo dejar de pensar que si nosotros tenemos un problema en el que no haya robo ni violencia y llamamos a la policía, es posible que esperemos bastante a ser atendidos. Esto se debe a que muchas de las multinacionales tienen empleados que son familia directa de los jefes de policía, y favor por favor se paga, tal y como han aprendido de los políticos corruptos. Consideremos entonces que la independencia policial debe cuestionarse y que las leyes de incompatibilidades deben actualizarse. ¿Ni los médicos al servicio público pueden además tener otros trabajos en las mutuas de empresa, ni los familiares directos de los altos cargos de la policía trabajar para empresas a las que éstos sirven de forma directa con frecuencia? Como vemos el poder lo enrarece todo hasta que las soluciones más virtuosas son convertidas en parte del vicio. No parece adecuado tener que cambiar las leyes porque las practicas de favores estén tan extendidas, pero los nuevos sistemas de poder parecen desear que nos ocupemos de ellos en exclusiva y que tengamos que hacerlo. En una ocasión, vi un documental sobre las zonas residenciales que los multimillonarios crean en latinoamérica y sobre todo en Argentina. Pequeñas ciudades orientadas al ocio y al deporte en las que nadie puede entrar. La seguridad privada es absoluta, una garita impide el paso de periodistas y curiosos. Sólo se levanta la valla a coches debidamente identificados y las alarmas de los grandes chalets están directamente conectadas a la policía. El mundo es así, nadie puede esperar que un multimillonario viva en un piso de 50 metros cuadrados vendido a un fondo buitre y que espera para desalojar y desahuciar a los habitantes del edificio y hacer el negocio del siglo. Las zonas residenciales de los multimillonarios no se puede comparar con nada que conozcamos y ellos hacen todo lo posible por que sigamos en la inopia. Si mañana me dijeran que todos sus chalets están dotados de refugio atómico con todas las comodidades, me lo creería. Podemos entrar en en un mundo de confusión con sólo intentar imaginar todo lo que nos ocultan, así como al intentar imaginar hasta donde llega la corrupción política -son mundo paralelos-, por eso es necesario tener la cabeza fría y ceñirnos a lo que ya sabemos. Ademas de todo, ellos tienen un apoyo importante para impedir que la se especule o se difunda lo que se saber, y es una forma de censura que ha llegado a límites que en el siglo XX se desconocían. No podemos concebir la empresa moderna sin sistemas de seguridad e igualarlos a los sistemas de seguridad de un banco o a los que protegen los grandes ministerios. Tal vez por ello, hace unos años se presentó la idea de convertir a la seguridad privada en policías en cubierto, en darle la posibilidad de detener, ejercer la violencia y otras funciones que sólo la policía puede tener. La ley se presentó por parte de los grupos más conservadores a bombo y platillo, y creo que sólo es comparable la propuesta de Trump de convertir a los profesores en policías y dotarlos de armas para evitar la violencia en los institutos. Los grandes centros comerciales con grandes sistemas de seguridad son sistemas policiales en los que la gente no puede sentirse muy cómoda y, sin embargo, la presencia de estos sistemas busca que nos acostumbremos a ello. Pero esta no es la única forma de verlo, no se trata de saber los límites y hasta donde quieren llegar, se trata de que debemos saber que depende de nosotros, en muchos casos, crear un rechazo social a los signos de una seguridad que nos vigila, que nos juzga y que crea unos patrones en los que no siempre deseamos encajar. La posibilidad de ser tratados por delincuentes sólo por ser juzgados por nuestra apariencia es demasiado alta. Pero no es esta la única implicación grave directa sobre nuestras vidas, la seguridad privada sugiere también una idea política del mundo y como controlarlo. Tal vez, resulte tan obvio, que terminemos por no ver lo que está sucediendo, pero los poderes neoliberales al servicio de las grandes fortunas y los holdings están creando un estilo de vida al dictado. Por nuestra parte debemos tener en cuenta que si en el siglo pasado las militancias de masas llegaron a su momento más álgido levantando el puño y siguiendo banderas, la militancia de hoy se trata de responder a un estilo de vida con otro contrario. Nuestras costumbres, nuestra forma de comportarnos, nuestra ética, tiene que estar muy por encima de los sistemas artificiales, uniformados, robotizados y militarizados de lo que tenemos enfrente. Formas de vida populares contra la arrogancia y la ostentación de las grandes marcas. Todos los empresarios visionarios parecen tener una misma cosa en la cabeza, convertir sus 5


holdings en pequeños Estados, o en su defecto, inducir a las sociedades a seguir la linea que ellos imponen o dejarse llevar por sus ideas. No importa como de diversa sea una sociedad, su deber parece ser el de hacerlo girar todo alrededor de sus empresas. Se sienten obligados a que se les identifique con el orden establecido, con el discurso único y con lo políticamente correcto, esgrimiendo la idea de que son imprescindibles y de que sin ellos los Estados se hundirían. Debemos pues estar alerta acerca de ese deseo desmedido de control y reaccionar, sobre todo en este tiempo en el que todo se pretende tener a través de internet. No es aceptable ni que los bancos pretendan sustituir las tarjetas para que todo el mundo tenga un teléfono móvil y haga sus operaciones con esa herramienta, ni que las empresas obliguen a sus empleados a conocer los medios de internet, que entren en sus páginas y compren un ordenador si no lo tienen para que desde sus casas, dediquen su tiempo en controlar y tener sus nóminas, sus cotizaciones y documentación fiscal necesaria, o cualquier otro comunicado o plan de empresa que se presente. De pronto nos vemos dependientes y centrados en extraer la información que necesitamos porque nos avisan que o lo hacemos o lo retiran en tiempo determinado. Es decir, la empresa manda ya en nuestras vidas y las organiza fuera del trabajo. ¿No es eso lo que persiguen? Además, en este nuevo mundo en el que los bancos de información se compran y se venden, nos encontramos que para poder entrar en la empresa debemos acceder a través de puertas que conocen nuestras huellas digitales y que previamente nos hemos sometido para que puedan ser grabadas en sus ordenadores. ¿No les resulta todo esto un poco raro? Claro que estas empresas pueden pretender decirte lo que debes comer, como debes divertirte, cuanto tiempo debes dormir, pero todas ellas venden productos poco recomendables para nuestra salud, contaminan y no creen en la conciliación familiar anteponiendo los horarios más convenientes a sus intereses a aquellos más convenientes a la salud de los trabajadores o a la conveniencia de las familias. Detrás de los análisis médicos de las mutuas de trabajo, tal vez no está del todo el interés por la salud de los trabajadores, sino ¿el interés por tener información y control en el caso de que sus seguros tengan que pagar por alguna enfermedad profesional o mal hábito en las condiciones laborales de los trabajadores? El control, el poder, todo nos lleva a la misma conclusión; más aún cuando algunos empresarios se presentan como candidatos en partidos políticos de dudosa condición.

El Capital Y Las Migajas ¿La Inmoralidad Del Millonario? No debe ser difícil para un hombre que maneja una fortuna empresarial, encontrar beneficios en 6


fabricar explotando niños en la India o Camboya, a los que paga una décima parte de lo que cobra un obrero occidental, y eso forma parte de la laxitud de conciencia que necesita un hombre de negocios. Como es lógico, no podemos pedir a las empresas que se suiciden y paguen a su obreros más de lo que producen, pero hay un mundo entremedias y debemos pedir justicia social. Nuestra crítica debe partir siempre del mundo real, el que entra psicológicamente en las ideas del hombre que toma las decisiones empresariales (qué tipo de hombre es y que persigue en la vida) y, ademas, no proponer la destrucción del tejido empresarial, eso nadie lo aceptaría. No es difícil en estos tiempos de crisis cargar contra el capitalismo, sobre todo porque los gobiernos neoliberales han hecho más pobres a los pobres y más ricos a los ricos, y no sólo eso, el número de ricos ha aumentado considerablemente y esa riqueza tiene que salir de algún sitio -es a costa a de algo y de algunos-. No es ningún descubrimiento especialmente emocionante, los pobres pierden primero, pero los capitalistas, sobre todo los más convencidos de que su pasión por lo material los puede salvar, envejecerán al lado de sus trabajadores y necesitarán de los otros cuando el dinero ya no sea suficiente; ese es el momento, están llamados a perder de antemano. En esta idea debemos detenernos, todos nacimos para perder, somos compañeros en la desgracia, nadie es más que nadie. Los que acuden a toda prisa para tapar esa vía de agua, para asegurar que más vale un capitalista muerto que cien obreros sin futuro, suelen ser los herederos, pero lo cierto es que la vejez no perdona y, en ese momento, la lucha ya no es por ganar en la bolsa, la lucha es porque no les sirve de nada. El capitalista está llamado a morir antes de tiempo, porque su vida es de negación y lo que no se hace de forma natural es forzado, y lo que se fuerza desde nuestras entrañas, termina por matarnos -por supuesto que muchos afirmarán que esto no tiene base científica, pero otros saben que así está sucediendo-. Y por supuesto, para acabar de ser realista, los grandes capitalistas tampoco llegan a reaccionar y pensar en ese momento, “a lo mejor no mereció la pena”, casi todos mueren abrazados a su fortuna, adorando el dinero y dispuesto a golpear a cualquiera que, un minuto antes de su muerte, ose meter la mano en su riqueza. Mueren matando, por así decirlo. El mundo necesita hombres que busquen una salida solidaria a la desigualdad, de buena fe y compartida por todos, basada en el reparto justo de los riqueza a través de los impuestos. Eso llevaría a una reducción de la presión que la sociedad ejerce sobre los más desfavorecidos, sobre familias que no pueden pagar los comedores o los libros de sus hijos y terminan por desear vivir en la calle. Estamos obligados a buscar una salida social que nos haga mejores como personas, dispuestos a ayudar y compadecernos de los desafortunados, de los refugiados, de los enfermos, de los ancianos y los que han nacido en un lugar que no les permitirá salir nunca de la pobreza. Por muy virulentas que se manifiesten las crisis y por muy egoístas que sean las medidas neoliberales en el gobierno, las personas normales, los de a pie, la gente de ordinario, mantendremos el sentido solidario que nos hace mejores por dentro. Nunca debemos renunciar a eso.

El Estado Y El Capitalismo Como Entes Diferenciados. El rechazo que nos produce la gente que quiere aprovecharse de nosotros tiene que ver con la idea clásica del judío acariciando sus monedas y que se ha convertido en un banquero occidental ,y ya no necesariamente de esa raza tan perseguida en el pasado y convertida en sus opuestos ahora. Ese rechazo parte de nuestra vida personal en la infancia y después en la adolescencia y de los que 7


teniendo una situación económica mejor que la nuestra, se obstinaban en pedir favores a cambio de su amistad, como si el favor al darles todo lo que pedían nos lo hicieran ellos a nosotros, “gracias por permitirnos ayudarles señores banqueros”. No parece que existan rescates a bancos que no sean rescates a banqueros, ni que la idea manipuladora de nuestros políticos los haya dejado caer antes, posiblemente sacando de ellos todo lo que han querido, para comportarse después como si el dinero público empleado en el rescate no tuviera el valor de todas las necesidades que se dejarán sin cubrir por su forma de actuar. Esto nos lleva a pensar, una vez más, que nuestros políticos tienen intereses capitalistas que no protegen ni defienden a la ciudadanía, a los trabajadores y a la gente de a pie que construimos sociedades. No es únicamente que el capitalismo se manifieste exigiendo contrapartidas a la clase política y de que seamos capaces de notarlo y denunciarlo. Es más que eso, se trata de diferenciar los intereses económicos particulares y las sociedades en las que se desenvuelven. La economía capitalistas se movió especialmente bien en las dictaduras fascistas latinoamericanas, pero tampoco lo hace mal en la dictadura china, en Arabia Saudita o en pequeños paraísos fiscales como Andorra o suiza, pero también en democracias europeas o en los USA. Positivamente, alimentar la idea de un capitalismo regulado, con impuestos suficientes e incapaz de arruinar a otros para su propia existencia, dependería de un Estado que antepusiera la organización social a la salvaje determinación de las empresas por destruir su entorno si eso es necesario por mantener los beneficios. No se trata de responder poniendo de ejemplo a China, que intentando un reparto justo, abraza el capitalismo sin renunciar a sus principios comunistas y militaristas, ni siquiera enfrentándonos a hecho irrefutable del éxito de su economía en los últimos años. Aunque resulta evidente que han sido capaces de dar el salto de lo agrícola a la manofactura de productos electrónicos básicos (por así llamarles). Se confía en las marcas chinas de teléfonos móviles y electrodomésticos, como antes se confió en las yankees, y no podemos olvidar que muchos productos de marcas alemanas, americanas, holandesas, francesas, suecas, etc, traían en su reverso, “made in china”. Muchos países que aprendieron a manofacturar sin inversión I más D, lo hicieron porque ofrecían una mano de obra barata, y ahora están exportando imponiendo bajos precios al mercado occidental y con una calidad incuestionable. Bajo este punto de vista, el capitalismo tiene dos caras, una amable y otra salvaje y destructiva, y a primera sólo la conseguiremos en sociedad capaces de controlar el amiguismo, los políticos vendidos, los corruptos, los favores, la falta de independencia del estado, y capaz e soportar las presiones de otros poderes, mercados y políticas. Consideremos la apreciación de Chomsky cuando recuerda que Adam Smith animaba a las colonias independientes a explotar los inconmensurables recursos naturales de aquella nueva tierra y no competir con Europa en manofactura, los USA hicieron todo lo contrario y terminaron por hacer marca de la calidad de sus productos. Según esto los recursos de África o de Latinoamérica son a la vez, su riqueza y su pobreza. Bastaría con repartir los productos a los que cada país puede dar un mejor tratamiento, pero el convencimiento de que el que produce, empaqueta y vende se lleva el beneficio, que se importa la materia prima desde miles de kilómetros en lugar de crear en origen. En este proceso se tiene en cuenta la deslocalización de las empresas, la mano de obra barata y el precio final, por lo que la globalización está jugando un papel pernicioso en los salarios del primer mundo. Hemos concebido la creación y extinción de empresas como el resultado del éxito o el fracaso que les otorga la aceptación del comprador al que va dirigido. Y podemos sugerir ahora que existe una forma de ética establecida en esa aceptación o rechazo y que en este capitalismo hay un mandato final que no es el del empresario, cuando “el cliente siempre tiene razón”. Intervencionismo

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La diferencia entre Capitalismo Salvaje y Capitalismo Regulado, podría ser una analogía del mundo animal, de aquellos animales capaces de convivir y compartir con el hombre y los que necesitan destruirlo para su propia supervivencia y alimento. La forma en que los gobiernos se enfrentan a los capitalistas más poderosos y agresivos, si es para proteger a los ciudadanos se considera intervencionismo, pero si es para asegurar el negocio de la empresa privada con subvenciones o servicios asociados, se considera preservar los derechos de la libre empresa. A este último sentido de la intervención de los gobiernos tendríamos que añadir el deseo neoliberal de hacer desaparecer el derecho de huelga o, en su defecto, sustituir a los huelguistas por militares, o trabajadores contratados a empresas de trabajo temporal mientras dura la huelga -lo que se llama en el argot sindical “esquiroles” y que han sido legalizados y programados para hacer ese servicio-, o, como último recurso despedir indiscriminadamente a los huelguistas con leyes creadas a tal efecto. Cuando un gobierno interviene en una huelga de empresa privada, por subida salarial o para recuperar derechos, en realidad está tomando partido por una de las partes, y si esa parte es una empresa privada es muy posible que en esa decisión intervengan las simpatías, el pago de favores y las relaciones que los miembros del gobierno puedan tener. En ese caso, la acción intervencionista de los neoliberales tendría que ver con la asociación de dos ideas, de una parte la defensa de su ideología y el poder absoluto para el empresario, del otro el juego de favores y “puertas giratorias” al que nos tienen acostumbrados y practican sin ruborizarse. Los trabajadores deben resistir pues contra los intereses que encuentran en el recorte de salario (consideremos también recorte cada vez que el salario pierde poder adquisitivo) mantener los beneficios de la empresa, pero también contra una ideología que pretende hacer desaparecer el derecho de huelga. Así se explica la importancia del tipo de sociedad en el que se desarrolla el capitalismo, y no sólo eso, sino la dirección ideológica de aquellos que están en el gobierno. En este momento en que sabemos que las crisis dependen de momentos históricos en los que cae el empleo, en mi caso particular, no puedo entender que cedamos a las demandas de perdidas de derechos de los trabajadores cuando deberíamos estar pidiendo cuentas al fraude que supone que muchos cierren sus empresas gratis y salgan corriendo de vacaciones con el dinero que han ido escondiendo en paraísos fiscales durante años. Ha pasado tiempo suficiente desde que el capitalismo encontró que esconder sus recursos era asegurar su futuro y en ese tiempo hemos podido analizar de que forma desleal se comportan entre ellos. Existe desde luego una diferencia entre el hecho de que sobrevivan las empresas que ofrecen mejores servicios al mejor precio, a que sobrevivan aquellas que emplean prácticas destinadas a destruir a la competencia. Por ejemplo, hay empresas tan fuertes que pueden bajar los precios durante un tiempo determinado, de tal forma que otras empresas no puedan competir y al no poder dar salida a sus productos se arruinen, en ese momento los precios subirán de forma desorbitada ya sin competencia. Esa competencia feroz es capitalismo y también necesita ser regulado, pero a eso, aún entre iguales lo llamarán intervencionismo y va contra la idea de que las empresas más grandes son las que tienen mejores lazos con el poder de los partidos que al fin serán gobierno. Para saber donde nos encontramos y cual debe ser la respuesta política, es necesario conocer como reacciona la fuerza capitalista multinacional, como operan y el daño que causan. Todos sabemos que aún en los sectores más humildes, la implantación de una gran mole con fuerza multinacional supondrá que otros más pequeños tendrán que cerrar. Por fortuna la gente sigue imponiendo sus condiciones y no renunciarán a los bares de comida tradicional por muchos Mc Donalds que habrán, bendecidos por todos los permisos políticos (y valga como ejemplo para otros sectores). La historia de la humanidad no es la historia del capitalismo pero de una forma u otra el hombre siempre ha buscado lo necesario para vivir, sin embargo, la continuidad de este sistema que ha sabido acumular grandes riquezas en pocas personas, no sólo depende de someter a la gente a la necesidad que les haga aceptar sus condiciones sino de mantener sus recursos. No podemos olvidar 9


que los recursos humanos con sueldos precarios abaratan el producto y que el producto si son recursos naturales puede resultar tan barato como lo que cueste extraerlo. A pesar de eso se acabó con el exclavismo y se avanzó en los derechos de los trabajadores, ¿de qué hablan entonces los neoliberales cuando dicen que necesitan libertad para producir y que eso depende de la no intervención de los gobiernos? Pero para poner las cosas en su lugar, a pesar de todo lo que piden los empresarios a los gobiernos, es necesario que finalmente estalle un conflicto de tal magnitud que entiendan que les es más barato respetar los derechos humanos que lo que se puedan ahorrar en mano de obra precaria, de niños o deslocalizando sus empresas a países donde los obreros cobra una cuarta parte que en Europa. En este punto debemos recordar que incluso la deslocalización jugó su papel contra el neoliberalismo, durante décadas nos encontramos productos que firmaban, “made in china”, posiblemente porque les resultaba mucho más barato en salarios. El tiempo pasó y china aprendió a hacer los mejores productos convirtiéndose en un firma competidor de las marcas occidentales. Los recursos humanos no sólo deben ser respetados si no que son la razón de ser de los gobiernos. Los acontecimientos memorables son los que son capaces de establecer un acuerdo político entre las partes, los que pueden hacer durar en el tiempo el clima necesario para durar en el recuerdo. Y han existido las figuras humanas que se mantienen en el recuerdo popular en aquellos países que tanto necesitaron en el pasado un equilibrio social que no tenían. No demos ejemplos concretos, ni de salvadores, ni de filósofos y pensadores, ni de guerrilleros dispuestos a luchar contra la dictaduras, ni de activistas, ni humanistas, como tantos hubo y que mayormente salieron de las clases populares. Cuando las cosas suceden de forma conveniente los recursos humanos conocen sus límites, pero la Europa que conocemos camina en una dirección que pone en el límite los gastos para la supervivencia (agua, luz, vivienda, comida, colegios, transporte, etc) y de otro lado los salarios. Parece que el invento de los minijobs ha llegado para quedarse y los gobiernos presumen de empleo cuando la realidad es que a las empresas, con excepción de la mano de obra exclava de otro tiempo, nunca les salió más barato contratar. Precisamos conocer el nivel de violencia que los neoliberales son capaces de ejercer y si el capitalismo es necesariamente la fiera que a unos pocos les conviene. La intención importa y eso debería preocuparnos. Los gobiernos los componen personas y es necesario saber a quien sirven. No es del todo cierto que el capitalismo sea un sistema cruel, porque otras formas de organización del trabajo se han mostrado del mismo modo, y el mero hecho de gobernar, sea una empresa o un país es un acto violento para alguien. Eso es lo que hay que controlar. Recientemente han liberado una parte protegida del amazonas del tamaño de Dinamarca para explotar los recursos naturales, para unos será una fiesta. Lo cierto es que los grandes beneficios dependen de cosas similares, de precarizar a los trabajadores o de permitir que las grandes empresas arruinen a la competencia. Los recursos son limitados y de ellos depende ese capitalismo existoso que cierra empresas por miles y a eso le llama crisis. Esos recursos que los son para el empresario, son recortes para las clases populares. No se trata, en último termino de perjudicar al empresario, de explotar sus beneficios por medio de impuestos desorbitados o de poner palos en su camino cuando necesita crecer, pero la impresión que tenemos a fecha de 2017, es que se han estado beneficiando de subvenciones, de descuentos fiscales difíciles de justificar, que han llenado las cuentas de los paraísos fiscales sin ningún tipo de control, que se ha perjudicado a los trabajadores en derecho y en salario, y, en fin, que se han puesto unas condiciones en las que ya no les hace falta llevar sus empresas a países sin respeto por los derechos humanos y el derecho laboral. Los recortes dentro de las empresas también mantienen los beneficios, las empresas se asesoran para el ahorro en energía, en modernización y en la calidad del producto empleado, pero también en recortar salarios y seguridad. Eso tiene un doble precio, por un lado el beneficio económico generado, por otro, el descontento, los accidentes y la perdida de calidad en el producto final. Debemos pues advertir a estos gobiernos neoliberales que parecen haberse hecho los dueños de Europa, que los beneficios por recortes también tienen un límite. Tan 10


capitalista es el que explota los recursos en origen, como el que conoce la manofactura para darles la forma necesaria hasta que llegan al consumidor final, pero a medida que se valla agotando el producto crecerán los costes, ¿quién los va a pagar? Tal vez, en toda esta nueva situación en que la economía decide lo que los gobiernos deben hacer en legislación laborales, ayudas sociales y subida de impuestos, algunos estén esperando que el conflicto termine por manifestarse. En ese sentido cabría preguntarse, ¿cuánto más está dispuesto a soportar el pueblo y cuales son sus recursos para que los recortes les salgan caros a los gobiernos? En el caso español, no podemos obviar que venimos de una dictadura fascista de corte profundamente catolicista, y que eso lleva al partido en el poder a tener un suelo de votantes muy elevado, sin embargo, en Francia y en Grecia, los recortes llevaron al partido socialista a estar muy cerca de desaparecer. Las nuevas leyes, como la ley mordaza, que entorpecen a los piquetes y la huelga general, ha llevado en España a un aumento de multas entre las personas que asistían a las manifestaciones, difícil de asumir. Este hecho la gente lo ha asociado a una represión que nos viene desde una monarquía impuesta por el dictador, diseñada por él y perpetrada mientras educaba al príncipe Juan Carlos desde muy niño en lo que serían sus funciones en el futuro. Es ahora, sumidos en la represión de la ley mordaza contra los que se manifiestan contra la pérdida de derechos, los recortes sociales, o en favor de la vivienda, que se exige un referéndum por una parte de la población creciente, para conocer el verdadero sentido de la monarquía, si está apoyada por una mayoría como nos cuentan, o es necesario volver a una república. Se ve la república como una liberación de una situación creada desde atrás, donde las grandes fortunas del país parecen manejar la política y una manipulación del capitalismo en el que se gobierna para beneficiar a los “amiguetes”. Por supuesto, como todos sabemos, la religión cumple su parte en favor de todo lo capitalista. Fue muy bien tratada en todos los regímenes fascistas en todo el mundo, que ponían en sus manos la educación y control social, mientras los coroneles se dedicaban a sacar de sus casas a las familias de izquierda, a fusilarlas y a vender a sus hijos. En España también sucedió y estudiar en un colegio de curas parecía inevitable en alguno de los segmentos, o primaria, o secundario e, incluso, en la universidad. Yo fui uno de esos chicos que pasó unos años en uno de aquellos colegios, y recuerdo a un profesor especialmente motivado en el sentido de llevar la enseñanza tecnológica al campo político. De él recuerdo que nos decía que la historia daría Franco un lugar de gloria, pero también que el sistema capitalista producía mucha riqueza y que no debería importarnos que hubiera muchos millonarios porque son como un árbol y podríamos vivir a su sombra. No existía una palabra de verdad en su discurso, absolutamente retorcido e interesado, la labor de los colegios católicos de modelar mentes para el movimiento y su buen recuerdo nos alejaba del horror de las comisarías donde se torturaba a los manifestantes, obreros o estudiantes que luchaban por los derechos que dieran dignidad a sus vidas. El discurso del profesor tenía la respuesta excelente en aquel estudiante que a escondidas le replicaba que no habría suficientes criados para tantos millonarios. Si ay ricos tiene que haber sirvientes y ese es el mundo que se nos proponía. Sabemos que hay capas de la población que nacen sin una oportunidad, nacer en el extrarradio de algunas ciudades es como nacer en el amazonas o en el desierto, y sin una sombra que los propios hombres no pudieran crear por sí mismos para sobrevivir. La enseñanza propone vivir a cuenta de los demás, cuando lo que esperamos de nuestros profesores es que nos muestren que debemos tener el orgullo necesario para no aceptar , limosnas, migajas o regalos de nuestros enemigos y salir adelante por nosotros mismos. El capital que nos necesita para servirlos y nos golpeará en nuestro puesto de trabajo, en la escuela o en cualquier actividad social a su servicio, con tan sólo mostrar que nuestro pensamiento no se cierra a la sumisión debida a sus “hombres de orden”. Al sistema capitalista, las dictaduras fascistas le van muy bien porque defienden sus intereses y cortan sin miramientos las protestas obreras. El capitalismo y el fascismo católico, nos han mostrado, sobre todo en Latinoamérica, cómo se puede abrir la brecha de la desigualdad y condenar al pueblo a la ignorancia y a nacer sin una sola oportunidad, y ha sido a su vez, el vehículo apropiado del orden internacional capitalista de la 11


propuesta Yankee. No es difícil de entender que hoy quieran intervenir en Venezuela y que abracen como amigos a Arabia Saudí. Pero no podemos analizar el tiempo actual y como el capitalismo ha llegado a desarrollarse en tan diferentes gobiernos, sino lo comparamos con la Inglaterra Victoriana o con la Francia colonial, nada que ver con lo que hoy conocemos. Así pues, el fenómeno capitalista no está tan definido como algunos pretender, se somete a los derechos humanos y a los derechos laborales, pero aún se debe someter a las leyes fiscales (es cierto que han aprendido a evadirlas controlando los gobiernos basándose en amistades y promesas) y los paraísos fiscales (control del beneficio y la evasión de dinero negro). Lo que algunos denominan éxito capitalista resulta, precisamente por la aceptación china a un sistema de libre mercado, la expresión del éxito de un capitalismo regulado y controlado en sus formas más codiciosas y violentas. A pesar de ello, no podemos poner a China como un ejemplo en cuanto a que es una dictadura, una obstinada nación capaz de anclarse en un sistema de ideales tan férreos como la dureza con la que los practican. Pero debemos una y otra vez compararla con los capitalismos en sistemas fascistas y no dejar de señalar el crecimiento desbordante de la economía en esa sociedad. La noción de un capitalismo de éxito y de un sistema liberal que no acepta la intervención de gobiernos, se ve cuestionado ante la una realidad tan obvia. No sólo los gobiernos occidentales intervienen en la economía, sino que rescatan bancos y subvencionan a las más grandes empresas hasta límites insospechados para el ciudadano. Para mi resulta inimaginable que la historia pudiera dar un lugar glorioso a Franco el dictador, es imposible que algo así pueda suceder cuando los familiares de una parte del pueblo que gobernó se encuentran enterrados en las cunetas sin que sus herederos obtengan el permiso para recuperarlos; esos son los cuerpos de personas fusiladas una vez acabada la guerra en una limpieza ideológica que como podemos ver en la España actual, no dio resultado. Es inimaginable que sus estatuas ecuestres no sean retiradas, que las calles que homenajean a sus generales no cambien sus nombres y que la iglesia no reconozca su complicidad durante esos cuarenta años de miedo y gobierno de la brutalidad. Además, en un sentido estricto, grandes fortunas se hicieron a la sombra de la dictadura capitalista, y esos ahora ya no piden gloria para el dictador, pero se contentarían con que la historia fuera indulgente con él, del mismo modo que fuera indulgente con ellos y sus dineros. Nadie ignora la existencia de esas fortunas y como han evolucionado en democracia, esta es otra buena enseñanza del capitalismo y como se perpetúan en el poder las corrientes ideológicas, los amiguismos y los favores. Hace unos días nos sirvieron en las noticias del mediodía la que hacía referencia a que los grandes almacenes, El Corte Inglés, había dado durante tres años seguidos a devolver en su declaración de la renta y que lo querían investigar -parece que la presión popular empieza a dar sus frutos-. Uno llega a pensar que: ¿acaso aquellos que hicieron fortunas en el franquismo esperan ahora que sus afines estén en el gobierno para que puedan hacer la vista gorda en situaciones similares a la denunciada, o, al menos, que los jueces se puedan controlar políticamente de una forma u otra? Me dan escalofríos sólo de pensar que una cosa así pueda ocurrir. Franco pudo ser un aliado de alemania en la guerra, pero sobre todo, era tan anticomunista como lo pudieran ser los USA y eso le valió para conseguir su apoyó en los años sesenta. Los españoles empezamos a vez westerns en la televisión y a recibir empresas americanas interesadas en construir aquí, eso posiblemente, en parte, a cambio de las bases militares. ¿Qué tiene esto que ver con el capitalismo? Pues lo mismo que si nos preguntamos si el bloqueo sobre cuba fue tan efectivo como esperaron en un principio. En los ochenta yo era muy joven pero recuerdo que alguien me dijo algo acerca del desarrollo de nuestra provincia, que tiene que ver con lo que estamos hablando. Al parecer, el granito y el mármol que salía de nuestras canteras se exportaba a Italia, pero el gran negocio lo hacían ellos porque lo preparaban y lo vendían trabajado y listo para la función que debería desempeñar, como pared de una casa, como encimera, como pieza artística, como suelo de un palacio, etc. De nuevo la manofactura y su comercio posterior se escapaba de nuestro alcance. Es por todo lo anterior que debemos afirmar que el capitalismo funciona mientras existe la 12


oportunidad. Los recursos naturales que alimentan tantos negocios y empresas son finitos, y la intervención de los gobiernos con subvenciones es escandalosa.

Lo Que No Somos La frecuencia con que nos definimos es mayor de lo que creemos y el tema no es menor para la mayoría de las personas del primer mundo -tengo que hacer esta diferencia porque hay mundos en los que están más preocupados por sobrevivir que por definirse cultural y personalmente-. Ciertamente ya no se trata tanto de las convicciones políticas como de la clase social, esto ha cambiado en el último siglo, aunque creo que los motivos para nuevas aspiraciones de imagen no son igual de respetables. Las motivaciones políticas de antaño respondía a la necesidad social de reducir la desigualdad y las condiciones de vida de los trabajadores, había convicciones y compromiso personal en eso; ahora sólo se trata de un juego que busca la personalidad perdida. Debemos advertir, en la insistencia con la que nuestros amigos y conocidos intentan establecer una diferencia de imagen comprando ropa, lo que no deja de ser un síntoma de la falta de confianza en su propia vida, el deseo de huir de sí mismos y la necesidad de sentirse apreciados y respetados (aunque su truco no lo merezca). La forma de vestir y la obsesión por la ropa es un modelo inevitable que debemos tener muy en cuenta en el tema que deseamos tratar, pero es sólo una parte de un todo, no lo olvidemos. Otros síntomas de ese deseo son los modales o cambiar la forma de expresarnos, avergonzándonos a menudo de nuestro reducido vocabulario. Es mucho más fácil ponerse un traje y salir a cenar a un restaurante caro para consumar el engaño, que intentar hablar con palabras rimbombantes y memorizar tres o cuatro frases que suenan a una cultura que no se tiene. No debemos olvidar que muchos problemas de violencia vienen de culturas que no están contentas con su imagen, mientras que otras más dadas a disfrutar de los placeres cotidianos, sin preocuparse de su posición social, son más felices. Esto que acabo de decir es difícil de entender, sin embargo, debemos aceptar que hay pueblos que creen que han sido llamados a un destino superior que a aquel que finalmente se les ha concedido, en tal caso hemos asistido atónitos en pleno siglo veinte a revoluciones en países que creímos muy avanzados en el norte de Europa, mientras en países con un clima más benévolo, otros vivían con menos, contentos con sus pantalones cortos, pescando, tomando la fruta de los árboles y tumbados al sol de sus playas. El descontento que produce no aceptarse a uno mismo nos lleva a una violencia que es la desgracia de muchos hombres. Pero volvamos al hombre trabajador que conocemos, que vive de su salario, que tiene gastos que apenas puede entender (en muchos casos impuestos por una mala gestión política) y que se afana en una vida que no responde a sus expectativas. Las mejores personas con las que tienen preocupaciones diferentes a las que nos ocupan, algunos hombres se divorcian porque se creen atrapados en acuerdo de mediocridad, ¿lo pueden creer? El resultado es que llevan consigo ese fracaso allá a donde vayan. Tenemos que buscar entre aquellos que se preocupan menos de las apariencias y el efecto exterior, que los que buscan la libertad de encontrarse en un camino de evolución interior. Por supuesto, todos deberíamos sentir un respeto especial por los artistas, los que no lo hacen es porque rompen sus esquemas de prosperidad, y sobre todo, de seguridad en sí mismos y lo que hasta entonces habían considerado una buena imagen. Lo que los artistas superan con sus extravagancias, vuelve mediocres a otros que se esfuerzan en salir de su mediocridad. Todo lo que no se mueve, los dogmas, la imagen preconcebida del hombre superior, es pura patraña para un artista que escapan de ser considerados uno más del rebaño deshumanizado de las imposiciones. 13


El estilo convencional de traje y corbata resulta para ellos un disfraz, mientras que para otros es una imagen que significa un estadio superior al que nunca podrán llegar. Nuestro origen nos marcará de por vida y del mismo modo que sabemos que hay gente que nace sin oportunidades, otros intentan renegar de lo que son buscándose una máscara que nunca cumplirá con sus expectativas. Algunos consiguen llegar muy alto en la cadena social por diferentes motivos (no siempre por mérito de su esfuerzo profesional o académico) y aún así, eso no asegura que se sientan contentos son ellos mismos, ni diferentes a los que siempre fueron. Creo que es más difícil llegar a estar a gusto con uno mismo, que llegar a ser multimillonario, y la creencia de que una cosa tiene que ver con la otra está muy erróneamente extendida. Intentar entender como funcionan los estímulos de las clases trabajadoras es como intentar entender como funciona una obra de arte, puedes pasar días mirando y barruntar algún resultado, pero nunca estará seguro del todo. Del mismo modo, no podemos generalizar en temas en los que el egoísmo, la envidia y el deseo, están presentes. Es por esto que debemos leer todo lo que se escriba acerca del funcionamiento del descontento personal y de las frustraciones, como una aproximación a casos concretos. Al decir que los trabajadores desean ganar dinero fácil, o que todos los trabajadores sueñan con un premio millonario en las loterías, posiblemente queremos decir que, por una parte desean eludir el agobio de no poder dar a sus hijos todo lo que necesitan, pero por otra parte, ¿que ansían vivir con el derroche, la prepotencia y el pavoneo de los ricos que ve en las revistas? Nada de esto es seguro, tal vez unos cuantos, pero debemos presuponer que las clases trabajadores son más inteligentes. Si traemos a cuenta el efecto que las marcas ejercen sobre nosotros, lo primero que se me ocurre es un chico de quince años que pide a sus padres una zapatillas deportivas que cuestan tanto como la calefacción de un mes. Estamos sometidos a la dictadura de la doble calidad, por así llamarlo. Existe lo que las multinacionales establecen que es suficiente para las clases trabajadoras y aquellos a lo que sólo pueden llegar los económicamente más afortunados. Esto no sería grave si no se estuviera extendiendo a la comida, es decir un producto de primera calidad silo puedes pagar, o en su defecto, pescado como como el panga alimentado con basura en piscifactorías de países lejanos, que no es bueno para la salud, pero que nuestros gobernantes han considerado durante años, suficiente para los que no podían pagar nada mejor. Al comparar la calidad de los productos, uno entra el el mundo de los logos, la manzana en los portátiles, el cocodrilo en el polo o los aros de los juegos olímpicos en el auto. Resulta obvio que alguna gente se gasta un dinero que no tiene en un teléfono móvil con la manzana, no por la calidad -que por otra parte en todo lo tecnológico resulta innecesaria para la utilidad que sacaremos al terminar- sino por la imagen, por considerar que uno no es nadie si no muestra uno de esos aparatos en público, por creer que le da prestigio y seguridad, que puede entonces considerarse en un estadio superior a la media y que aquello e otros intenten demostrarle de que no es nadie, es mentira. Sólo aquellos que se quieren lo suficiente pueden enfrentarse a esa mediocridad sin entrar en ella, pero bastaría intentar exponerlo en público para convertirse en el blanco de todas las críticas. Hemos concebido la personalidad como alcanzar la posibilidad de ofrecer al mundo una imagen de lo mejor de nosotros, de ser capaces de convencer de nuestra capacidad en todos los ámbitos con exponer una imagen adecuada y ostentar si fuera necesario. El mundo que nos muestras las televisiones vive en una confusión que parece ser implantada desde lo políticamente correcto, pero no me parece que responda al mundo real, a la gente inteligente que, en verdad, está por todas partes y no se deja llevar por estereotipos. Para muchos, implicarse en todo aquello que puede ser signo de un determinado estatus es suficiente, el reloj, el auto, su forma de vestir, será para ellos mucho más importante que su habilidad para entender el mundo o su capacidad para expresarse. Admitamos por un segundo que ya no somos capaces de cambiar, que somos quien somos y que nos formamos como personas hasta la adolescencia; yo al menos así lo creo. Todo está ya decidido, por mucho que intentemos poner máscaras, capas y capas de ropa sobre nuestro cuerpo, tenemos un pasado al que no podemos renunciar y ata todo lo demás. Nuestro nacimiento también decide 14


quienes somos y seremos hijos de quien somos y de nuestra clase, a pesar de nuestras aspiraciones y fracasos. Y que, además, nunca podremos evitar las limitaciones que la vida nos ha impuesto: la vida no es justa ya lo sabíamos. En un sentido real, seguridad y respeto no lo da la ostentación, a menos que se pretenda que aquellos vendedores de mercadillo cargados de cadenas y anillos de oro deban ser temidos por su supuesta riqueza. Ni siquiera sabemos si todas esas joyas son falsas. A pesar de ello, sostenemos que todos los hombres merecen ser respetados, partiendo de lo cual, aquello que se humillan ante los ricos, los admiran o los adulan, sólo pueden ser una reliquia de otro tiempo (ese es mi deseo). No debemos pasar por alto que el deseo interior de una imagen que sea respetada, no depende tanto de ser como los que están por encima de nosotros en la escala social, como de salir de nuestras estrecheces, mezquindades y frustraciones económicas. Los existencialistas afirmaban con mucho tino que nos encontramos existiendo y necesitamos encontrar algo que justifique nuestra existencia, eso explicaría que algunos hombres aceptaran morir si lo que consiguieran a cambio fuera lo suficientemente importante para ellos -familia, patria, justicia, derechos humanos, causas justas e injustas, todo se mezcla cuando consideramos que nos da un valor que creemos merecer-. Pero lo que planteamos cuando hablamos de lo que pretendemos al intentar impresionar con una imagen que se escapa a nuestro poder económico es algo más cotidiano, hablamos de las clases populares, de la gente corriente, no de mártires, ni de superhéroes. Pero nadie ignora que el niño que se viste de superman lleva en sus genes el deseo de salir de lo corriente, aunque ellos sí saben que es un juego y no se les ocurre tirarse por una ventana. Decir que quererse a uno mismo es importante para no esconder tu imagen detrás de un artificio, o que es más eficaz a ese propósito que entregarse a modas o copiar a actores o artistas a los que admiramos, es avanzar hacia posiciones que conocemos mejor. Esto nos ayudaría a probar que donde nos encontramos más cómodos es allí en donde hemos sido más felices, donde no había falsas pretensiones ni objetivos que cumplir. Nos encontramos más cómodos y nos conocemos mejor, lejos de aquello que falsamente creemos que nos integra en un mundo sin personalidad, aunque nos intrigue y nos seduzca creer que podemos ser otra persona. Reaccionar con juicios radicalmente emocionales a un disfraz u otras extravagancias no mejora las cosas, del mismo modo se reaccionará por parte de desconocidos a la imagen que a nosotros nos parece más natural; pero ¿a quién le importa la opinión de gente tan exclusiva? Un nuevo nivel traído a cuenta es intentar madurar (o dar la imagen de los chicos mayores) en el extremo que podemos definir como: sombreros, bigotes y tatuajes. En el mundo de los complementos nada nos va a definir con mejor proyección. Es más, nada va a ser más definitivo, si bien los sombreros y los bigotes son más efímeros que los tatuajes. Es un consejo para aquellos que sabéis que todo os acaba cansando; y en eso no hay vuelta atrás. De los tres ejemplos el que me merece más respeto son los tatuajes. De alguna forma es algo distinto que conserva una personalidad que no siempre tiene que con la imagen sino con el sentido de vida. El tatuaje denuncia lo efímero y rápido que pasa la vida con una tinta perenne. De alguna forma la vida por sí misma nos añade capas, es inevitable y el tatuaje puede ser una de esas cosas. No se trata de un simple complemento, no se trata de una decisión superficial en la mayoría de los casos. Los sobreros tienen también la ambivalencia de las cabezas con poco pelo, cada sombrero es un estilo, pero para algunos es una solución al frío o la cabeza rasurada. Es por esto que no podemos decir que se trate de un desafío pretencioso frente al descontento con nuestras limitaciones. El bigote, al igual que la barba, se ha utilizado por los jóvenes para tener la apariencia de hombres maduros y no siempre se consigue. Ha estado de moda durante una temporada lo de hacer dibujos con la máquina de afeitar. He visto patillas de todas las formas posibles, bigotes que parecían una rayita pintada con maestría de una a la otra comisura de los labios, y todo ese interés por imaginar cortes no me parece más que un juego que en nada ayuda a encontrarnos a nosotros mismos. El caso femenino es totalmente diferente, pero puede también responder a la idea del siglo pasado 15


de que una mujer que se sabe arreglar puede hacer un buen matrimonio, y perdonan, pero esto era así. Ahora el interés de las mujeres es formarse y valorarse, no esperar impresionar a los hombres por su imagen. La idea que surge obstinada sobre la capacidad de las mujeres para maquillarse, hacer obras de ingeniería con su pelo y su anatomía, responde más a su inclinación por la necesidad, que debería ser también de los hombres, de agradar, que a viejas estrategias que nos llegan de viejas películas como “Armas de mujer”. Pero de algo podemos estar seguros, es mucho más difícil saber a que responde la intención de una mujer arreglada, que, en su caso, la de un hombre. Primero porque el hombre se arregla menos y cuando lo hace podemos suponer que existe un motivo y encontrarlo, y segundo, porque en esto el hombre parece ser mucho menos complicado. Convengamos que nunca hemos sido más nosotros como en aquel momento en el pasado que fuimos libres y felices, pero cuando digo libres lo digo de influencias que cercenaban nuestro desarrollo como persona. Tal vez esa sea una parte del problema, que muy pocos son capaces de recordar aquel momento extraordinario en el que aún no nos habíamos ido cubriéndonos de corazas. Nuestras pretensiones son una consecuencia de una pérdida, del extravío, del falso camino y de la errónea creencia de que hay que llegar a alguna parte antes de cumplir los treinta, ahora con la crisis, ¿los cuarenta? Si somos capaces de recuperar aquel momento en nuestro pasado en el que no necesitamos agradar para “seguir en carrera”, entonces aún hay esperanza. Pueden provocar, desafiar a los inmovilistas, escandalizar, andar desnudos por la calle, pero no lo hagan por dinero, eso es muy mediocre. Y, sobre todo, nunca olviden quienes son y de donde vienen. Desde un punto de vista particularmente creativo la vida es una lucha entre lo que somos por nacimiento, lo que siempre hemos sido al lado de nuestros padres, como nos hemos construido en nuestra infancia y lo que queremos llegar a ser. Como si nuestras ambiciones fueran una traición a todo lo demás. No podemos justificar a esos padres que creen que su vida habrá sido una ruina si no consiguen hacer que sus hijos lleguen a ser personas realmente importantes, los visten como adultos y cercenan su imaginación al no permitirles jugar con libertad. Esto equivale a decir a que andan por ahí sueltos unos cuantos seres dispuestos a lo que sea por conseguir su propósito de ser, ya no algo mejor de lo que eran, sino realmente estrellas. Es un orden mental sólo aplicable a los niños de padres severos y preparados para esa acción, y reconocibles de adultos, gente como Trump, Bush, Kim Jong Ung, Hitler, el Papa Benedicto o Rajoy. Parece que está de moda poner en puestos de responsabilidad a aquellos que fueron, permitánme la expresión popular, “ginesitos rompetechos,” en su infancia. Otros padres en cambio, en lugar de vestir a sus hijos como hombres que parecen ir a misa cada día, llegan a implicarse en el fenómeno familiar poniéndolo por delante de cualquier otra cosa. No dudan en mantener a sus hijos dentro de esos parámetros, no quieren que sobresalgan, no desean que lean demasiado o se relaciones con gente importante para su futuro, sólo desean que respeten a la familia hasta el fin de sus días. He conocido gente así y ha sido una experiencia difícil tratar con ellos. Su forma de vestir es ajena a todo, buscan unicamente lo práctico y los colores no suelen ser llamativos ni desean ser distraídos por un exceso en la combinación de sus prendas. Todo es correcto pero aburrido, a veces puede resultar andrógino pero no llama la atención. No puedo dar ejemplos de personajes públicos porque detestan la fama, pero sirva el personaje de Norman Bates, o la forma en la que se organizan los amish, como referentes (aunque sé que será difícil porque el carácter al que me refiero pasa desapercibido entre nosotros y no es tan radical como los ejemplos). Pero sobre todo lo anteriormente expuesto -añadiendo que lo que queremos significar para el mundo y para nosotros mismos, tiene expresión más allá del aspecto personal-, hay una cosa que nos enaltece hasta convertirnos en alguien que no tiene nada que ver con quien realmente somos. La frecuencia con la que la clase trabajadora presume de sus logros económicos por encima de su condición, al menos en el entorno en el que me muevo, que quizás tiene que ver con la cultura ancestral del lugar, tiene que ver con la pasión con la que defienden ser propietarios de una casa. Ciertamente es una ambición muy respetable, pero de lo que intento hablar es de aquello en lo que nos convierte, de como cambia nuestro comportamiento y de lo que que pensamos de los demás, 16


como nos situamos entre ellos y si tiene algo que ver con la realidad. Aunque la seguridad en uno mismo no demuestra nada ni para aquellos con estudios superiores, debemos advertir que tener una casa y desautorizar cualquier otro apoyo que la vida nos pueda otorgar es una señal más de un proceder pretencioso, incluso más complicado y pesado que el que surge de modificar nuestra apariencia física, bien sea con la ropa que usamos o esculpiendo nuestros músculos en un gimnasio. Otra señal frecuente de la aparente o, a veces, disimulada superioridad de los trabajadores propietario (nadie pretende sacar valor al esfuerzo que les ha supuesto), es que están abiertos a mostrar la vivienda a los amigos. Es el fruto de su trabajo, algo digno sin duda, pero el ego lo utiliza como una forma más de competir en un mundo desigual. “Tanto tienes tanto vales”, pero no es cierto. No vales lo que pretendes ni por tu aspecto, ni por tus posesiones, el mercado, hasta en el arte, decide el valor. Vales lo que los otros deciden que vales y eso está bien si te mueves en un mundo que responde exactamente a tus mismos valores, pero si te sales de él puedes verte tristemente menospreciado, esa es la realidad. No hace mucho hubo unos incendios en nuestra localidad, fue un acto terrible de algunos descerebrados incendiarios. Lo más triste fueron los hogares familiares que se quemaron, no tanto las segundas viviendas de vacaciones, pero ver a aquellas personas y su desesperación defendiendo sus casas con calderos de agua frente al fuego, fue terrible. Aquello me llevó a pensar que algunos de aquellos hombres que han hecho de su casa el centro de su existencia se sentirían ya no desamparados si les faltara, sino fracasados. Decía Ortega que los hombres necesitamos un poste en el que apoyarnos, es justo que así sea, siempre que no se utilice para darle a otros en la cabeza con él. Es una reflexión sobre la igualdad a la que unos aspiran, y la diferencia que otros pretenden poner de relieve. Nadie es tan superior ni por construir una casa -o en su defecto arreglar la de sus padres-, ni por cuidar su aspecto personal, ni siquiera por haber realizado estudios superiores. He conocido a algunos jóvenes recién salidos de la universidad que eran muy ignorantes, y algunos muy estúpidos. Ahora bien, la cultura general y tus estudios nadie te los podrá quitar, los bienes materiales los podrás perder en un pis pas.

Obligados a Escoger De lo peor de la vida a nadie le gusta hablar ni escribir. A todos nos gusta que nos descubran qué es lo mejor y no lo peor para poder experimentarlo y dar nuestra opinión al respecto. No deseamos perdernos nada de lo bueno: ni dejar de saborear una comida exótica, ni de ver un paisaje al que casi nadie tiene acceso, ni de experimentar las técnicas sexuales y masajes de otras culturas, ni de leer el último libro de moda. No deseamos saber nada de lo malo, al menos en esa etapa de la vida en la que estamos descubriendo todo lo que puede ofrecernos, esa etapa del descubrimiento en la que decidimos que ya habrá tiempo para la malo, y añadimos, que indudablemente habrá de llegar. La verdad es que nuestros descubrimientos suelen superarnos, la vida no decepciona si la plantemos así, y si nos llenamos de buenos recuerdos, es muy posible que más adelante podamos decir que lo que haya de venir por malo que sea esté justificado. Ninguno de nosotros somos héroes de leyenda, estamos sometidos al dolor y no nos quedará otro remedio que permitir que pasen los años y ver como nuestras fuerzas se van apagando. Eso no quiere decir, de ninguna manera, que la vida sea mentirosa, en todo caso, debemos reconocer que necesitamos engañarnos, o al menos dejarnos llevar por la fantasía, durante nuestra juventud para apreciarla en toda su plenitud. No empecé a darme cuenta de todo lo que moría a mi alrededor hasta una edad bastante avanzada, cerca de los cincuenta, y eso fue debido muy posiblemente a mi 17


carácter inocente, a mi ingenuidad acerca de tantas cosas y al sentido naïf de la vida que sentí que debía explotar al máximo si quería dejarme influir por todas las corrientes que la misma vida propone. Y precisamente ahora en que la belleza ya no es tan importante no puedo dejar de admitir que me he vuelto insensible a aquellas distracciones juveniles, pero abierto a comprender lo que hay de desafío en las enfermedades y la muerte de conocidos, famosos, viejos amigos, colegas en lo laboral y familiares. No, no podemos decir que la vida nos miente cuando no hemos hecho nada por entenderla. Con frecuencia, algunos imagináis una vejez apacible rodeados de nuestros seres más queridos, posiblemente en una familia bien avenida, en armonía y disfrutando de dulces y canciones navideñas. Es un estereotipo infantil, posiblemente de la galería Disney, que se nos ha colado de las películas de Frank Capra o de libros como, Mujercitas o Cuento de Navidad, este último del estimadísimo Dickens. Ciertamente es un sentido de la vida muy respetable y desde luego, nos anima a ser más felices que toda la tradición trágica de la expresión cristiana de la vida que se convierte en muerte mientras se vive -es cierto que también los cristianos intentaron hacer más dulce su mensaje exponiendo la navidad como algo propio, pero enseguida nos llega la semana santa cargada de sangre y salvajismo-. El permanente juicio cristiano sobre todas las cosas y conductas no debería atormentarnos con un infierno ineludible en el lecho de muerte, cuando hoy son muchos los que no desean misas ni curas en su entierro. La idea de atormentar a un anciano indefenso, en su lecho de muerte, con el infierno, para acto seguido decirle que si se entrega a la religión y al cura que lo atiende, podrá descansar y aceptar esa transición hacia al muerte como un acto de alivio, no deja de ser una idea muy retorcida y propio de cabezas muy crueles. A lo largo de nuestra vida pensaremos más de una vez en nuestra muerte, nos preguntaremos cómo va a ser, de qué moriremos o aquello a lo que somos más propensos y, también, iremos diseñando nuestro entierro y en la mayoría de los casos dejaremos las indicaciones para que sea de nuestro gusto. Tal vez entonces no pensamos en que sea adecuado para los que asistan a darnos el último adiós, a la ceremonia religiosa (eludida o no), o al tipo de entierro que se estile en cada parte del mundo. Ese último deseo intenta una vez más definirnos, le dice al mundo como éramos pero invita a todos a acudir a pesar de que posiblemente algunos no estén de acuerdo con nuestra elección. Sin embargo, los entierros suelen comprenderse en los términos de la piedad y el perdón, y nadie siente como un desafío o un afrenta que uno se declare ateo y a favor de lo laico en ese último momento. Si pudiéramos aceptar que todo está ya decidido, si no nos resistiéramos inútilmente a lo inevitable, nuestros sueños serían menos difíciles, pero lo cierto es que llegado el momento nadie es capaz de sentarse simplemente a esperar. Durante un tiempo, también es posible que nos consideráramos inmortales, o que eludiéramos los pensamientos más macabros de forma que eso nos diera la fantaseada seguridad de encontrarnos a años luz de nuestro momento. Eso también debemos enmarcarlo en la necesidad de supervivencia, sólo algunos se vuelven locos obsesionados con la fecha en la que ha de producirse su muerte y si esa fecha es inmediata. No sé que nombre deberíamos poner a este tiempo en el que los padres no tienen tiempo para los hijos y en ocasiones ni siquiera para sí mismos, pero sobre todo, no tienen tiempo para los abuelos. No hace mucho, la abuela me dijo que nadie quiere vivir con viejos. Tal y como yo lo veo, ha llegado ese momento de la historia en el que todos creen que los abuelos deben terminar sus días en residencias, pero alimentan para sí mismos un futuro mejor. Ningún fin es preferible a otro cuando ya no se tiene tiempo para acompañar a los enfermos de la peor de las enfermedades, de la devastación, de la vejez. Le respondí días después que creía que eso también podía ser debido a que los ancianos se vuelven muy tristes, los últimos años de su vida, sin duda es una tragedia sin solución, y que llenan de tristeza y desasosiego a los que viven con ellos. Ni lo pensé, ni lo dije con crueldad, pero es inevitable pensar así en ello, el momento si sobrevivimos a enfermedades de juventud y madurez, es un momento que nos lleva a aceptar cualquier tortura.

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No es aceptable que nos vayan cortando a trocitos añadiendo cada vez y a cada corte, unos días más de vida. Existe la idea cada vez más extendida de que después de los ochenta es mejor no tocar nada y mucho menos aceptar operaciones con riesgo, la muerte no sólo es elevada en tales casos, sino que el éxito es también limitado. Los casos conocidos de otros parientes y amigos nos crea una antipatía hacia la ligera valoración acerca del riesgo ajeno y, aunque sabeos que los médicos y los enfermeros tratan con el dolor a diario y el reconocimiento a su labor es general, algunos creemos que no respetan debidamente el dolor físico. No existen componendas si has asistido a un anciano al que has abrazado mientras le abrían con una tenaza un grano de pus. Para algunos puede parecer un hecho menor, pero para mí es un sufrimiento innecesario que debería haberse tratado de una forma menos drástica -en estos casos la anestesia no parece funcionar porque el enfermo grita como si le estuvieran cortando la pierna-. No puede haber atajos para la salud sino todo lo contrario, el dolor debe ser importante porque un médico que no respeta el dolor es un carnicero armado con hierros más sofisticados que los de la inquisición. Quiero decir que, tal y como ahora pienso, para mi es importante la valoración de someterse a cirugías a edades en las que no te van a proporcionar, en el mejor de los casos, más que un par de años más de vida. Pero también sé que llegado el momento tal vez piense de otra manera y que la muerte más natural es aquella que nos llega por sorpresa y sin darnos tiempo a reaccionar o tomar decisiones. No se trata de que podamos elegir la muerte que deseamos, y de que deseemos lo más fácil y menos doloroso, pero, desde luego, un ataque al corazón (se que no estoy siendo del todo objetivo en esto) parece de lo más civilizado. Tal vez, algún día lleguemos a la conclusión, de que los médicos no están para darnos esperanzas sino simplemente para darnos porcentajes de expectativa de vida. Lo que hemos aceptado como buena voluntad, sensibilidad ante el dolor de otros, puede llevarnos a engaño, lo que quiere decir, bajo mi punto de vista, que la decisión final -conociendo los extremos más delicados de una operación en la que unos médicos dirán que debes operarte y otros que disfrutes lo que te queda de vida con optimismo- debe ser nuestra. La esperanza en una operación de corazón, o mismo al extirpar algún órgano dañado en ancianos, es relativa, porque aún en el caso de que la operación salga bien la vida va a ser limitada. La propuesta del consuelo, sin embargo, tiene que ver con aquella viuda que dice que sintió a su marido con ella durante todo el año siguiente a su muerte. Que oía su voz mientras dormía con absoluta nitidez, y que todo aquel año, podía sentir su compañía. Ya sé que todos lo vemos como una forma de sugestionarse para seguir viviendo y a mi no me parece tan inaceptable como a otros anclados en la pura realidad. Infundir esperanza en una enfermedad grave puede ser un error si nos conduce a una mesa de operaciones a una edad avanzada, en tal caso nuestra decisión debe tener en cuenta que la vida es limitada de cualquier manera. Aceptar nuestro destino y lo inevitable de la enfermedad si llegamos a ancianos debería hacernos pensar más en ello, ahora que aún somos jóvenes y fuertes, nuestra cabeza está en la borrachera de velocidad de un mundo incapaz de pensar; no puedo decir que llegado el momento siga creyendo lo que ahora creo, hará falta mucho valor y templanza para eso, pero admitamos que no vamos a vivir para siempre. El hecho de que uno se acuerde de sus muertos recientes de forma obsesiva sin poder controlarlo, no es tan raro ni poco habitual. Si has convivido con el enfermo durante los últimos meses o años de la enfermedad no podrás evitarlo. Su sonrisa, sus gestos, sus lágrimas y su voz estarán una y otra vez para acabar de definirlo, para hablarte de todo lo que ya no se podía hacer por falta de fuerzas, se trata de algo tan complejo como la última construcción de lo que era, incluso para seguir su influencia más allá de lo razonable. Es más, podemos afirmar, como muchos lo hacen, que mientras sintamos su presencia y viva en nuestro recuerdo aún vive, forma parte del mundo de los vivos, la nada no se lo ha llevado del todo. En determinadas culturas es más fácil, no queda un sólo recuerdo material de los muertos, nadie se obstina en conservar recuerdos o encariñarse con una prenda de ropa que fue de un muerto y llevarla puesta con cierta frecuencia. Y este tipo de decisiones 19


trascienden de la misma manera que lo hacen los artistas a los que se sigue recordando cientos de años después de desaparición. La forma en que algunos artistas entran en nuestras vidas nos hace desear conocerlos de la misma manera que si vivieran y lo hicieran a miles de kilómetros totalmente inalcanzables. Así como aceptamos que algunas personas que admiramos están con vida sin llegar nunca a verlos o hablar con ellos de forma directa, nos pasa que otros mantienen su presencia en las mismas condiciones pero por otros motivos. Por triste que parezca uno puede empezar a preguntarse demasiado pronto si tendrá esa fuerza (tal vez deberíamos llevarlo al terreno del carácter o de la personalidad). Habrán adivinado que una de mis preocupaciones es esa, si llego a anciano y si me proponen ir cortándome en trozos a cambio de un poco más. Es fácil decir ahora que esperaremos por la muerte natural sin ponernos en manos de la cirugía. En tal sentido las emociones juegan ahora, pero sé que el miedo jugará entonces. No es improbable que lleguemos a estar algún día ante la decisión de alargar la vida artificialmente, como un castigo de un dios pagano, en tanto que su mensaje resulta de enfrentarnos con una verdad que no se podrá posponer indefinidamente. Seremos manipulados si nadie nos advierte de que los avances innegables de la medicina, no son, sin embargo, una solución permanente. Nadie cura a un anciano de todos sus problemas con cirugía, esa es la verdad. Creer que sabemos lo que haremos en el futuro, con condiciones tan aplastantes sobre nuestra cabeza y ya tan debilitados por la edad, sería dejar que se pudriese todo lo que tenemos de verdad. Tendremos que esperar que llegado el momento todo aquello que habíamos imaginado, suceda. Inevitablemente, creernos capaces de un juicio semejante va contra todo lo que conocemos, de los procesos de trasformación que hemos vivido en nuestros mayores. Casi todo lo que sabemos de esa edad sobre la pérdida de fuerza, de reflejos, de esperanza, de ilusión y, sobre todo, de memoria, ha contribuido a hacernos pesimistas y tristes. Tal vez nos veamos obligados a vivir una doble vida, aquella que representamos al relacionarnos en nuestras ocupaciones diarias, al tratar con otras personas con más ilusiones y proyectos que nosotros, y aquello en lo que nos convertimos cuando volvemos a pensar en la falta de oportunidades y la terrible soledad de los ancianos que se nos fueron en su burbuja de olvido e impotencia. Porque, más allá de todo lo senil de unos ojos que nos ven sin reconocernos, se trata de nosotros mismos en unos pocos años, da igual que nos propongamos construir un castillo en mitad de un puente, todos nuestros planes son bienvenidos por la ilusión, pero la suerte está echada. Deberíamos intentar razonar acerca de los médicos que nos atienden y el respeto y reconocimiento que les debemos, pero no podemos generalizar, como decían los antiguos egipcios, un mal médico en un mal para el mundo. Si somos capaces de salir de la postración a la que nos someten nuestras enfermedades, tendremos que acordar que en nuestras vidas también se han cruzado malos médicos. Algunos en cambio, muy notables, a los que no olvidaremos nos han hecho mucho bien. Todo parece indicar que si un médico pregunta insistentemente a la familia como ven al anciano que ha entrado por una enfermedad como la pancreatitis o una nemonía, es porque esperan su muerte. ¿Y cómo has de fiarte de alguien así? Con toda seguridad, ignoramos mucho de cómo funciona la medicina moderna en casos de vejez avanzada, pero todo parece indicar que a muchos de ellos los mantienen con vida artificialmente, a base de pastillas que regulan sus funciones más básicas y que les hacen respirar por tiempo determinado y con un costo enorme para la seguridad social. No puedo evitar pensar si la economía puede llegar a regular el tiempo de vida que les queda a nuestros ancianos, pero es un tema sobre el que tengo serías dudas. Es posible que no sea una idea tan extendida, al fin, a esas edades ya nada más se puede esperar que una solución en la que nuestros enfermos sufran lo menos posible. Sin embargo, cuando un médico te dice que aquel enfermo que ha pasado de los ochenta está sedado porque se espera lo peor, ya te puedes imaginar el resto y ponerte en el peor de los casos. Es terrible que la muerte suceda de una forma tan programada, al menos a mi me lo parece. Es frecuente aceptar la idea de que nuestros sacrificios al atender a nuestros mayores es lo que ellos necesitan, sin embargo, la proyección de nuestra forma de vida los obliga a mantener una 20


energía de la que ya no disponen. No hace tanto, todo esto era mucho peor, y la condición social de las familias a mejorado, lo que también es una ayuda. La actividad frenética a la que nos llevan las nuevas técnicas de trabajo nos enferman con el estrés, pero a ellos los lleva a estar más desantendidos y solos. Durante las últimas décadas hemos llegado a la conclusión de que todos los miembros de la familia deben estar trabajando, o al menos, ocupados. La actividad física a la que nos sometemos nos hace necesitar un ambiente que choca con el de una persona, como es su caso, que está parada y necesita tranquilidad. Se admite la idea de que son los ancianos los que tienen que acomodarse a nuestra forma de vida y no al revés, se quedan helados mientras nosotros no percibimos las ventanas abiertas o las corrientes, los obligamos a andar en la creencia de que la actividad los mantendrá con vida, cuando ellos necesitan reposo, los obligamos a ir a centros de tercera edad que los devuelven a casa después de nuestra jornada de trabajo, centros a los que no quieren ir pero que es la solución a una casa solitaria. Aquellos que se muestran más beligerantes con una problemática que al fin va a tener siempre un resultado dudoso, entran en el cuestionar la atención en casa y defienden que lo mejor son las residencias de ancianos. Para nuestra mejor organización desde luego es lo mejor, pero en la mayoría de los casos ellos se sienten abandonados. En el caso de matrimonios ancianos que intentan salir adelante sin ayudas, es aún peor. Las discusiones es posible que sean frecuentes ante la imposibilidad de atender la casa, las visitas a los médicos, la higiene de ellos mismos, las farmacias, los supermercados, todo lo necesario para llevar una vida con independencia. Esto se agrava en casos de alzheimer, demencia senil, parkinson y otras enfermedades. Por desgracia, este tipo de enfermedades que se desarrollan a edades avanzadas o entran dentro de otras preocupaciones que sí tenemos acerca de la vejez. En tanto que la vejez avanza y nos acerca a ese momento, es posible que necesitemos más evasiones que nos desconecten de la tristeza que supone. Pero aún advirtiendo que cada vez se dan más casos de huidas del domicilio por parte de ancianos que pasan la noche fuera de casa o ya nunca vuelven y desaparecen por completo, nos negamos a pensar en ello; no es tan raro por otra parte. No bien se habla de la muerte: no existe uno sólo de tus conocidos que te ponga la etiqueta de aguafiestas. Al contrario de lo que pensabas, nadie quiere tener presente esa realidad hasta que no le quede más remedio, porque ese momento, todos lo sabemos ha de llegar. Memento mori, se consciente de que vas a morir, se consciente de la inminencia de la muerte, parece decirnos cada nuevo entierro de familiares, amigos, compañeros de estudios o del trabajo. Hay una edad, posiblemente después de los cuarenta, en que empieza a suceder, las enfermedades y la muerte parece rodearnos, es entonces cuando empezamos a ser conscientes de que nosotros podemos ser el siguiente. A partir de un accidente grave de coche, o de un fallo en un corazón o un hígado cansados, nos sugerimos a nosotros mismos que las evasiones ya no funcionan y que tenemos que empezar a pensar que en pocos años, si superamos nuestros achaques, seremos ancianos. La cuestión del tiempo también es relativa superados los cuarenta, veinte años son muy poco para algunos pero no para todos. Por muy sano que uno se encuentre, siempre existirá un momento en que por primera vez paremos a pensar en ello. A mi me sucedió a los once años, y ser consciente de que una simple caída, un accidente inesperado podía terminar con todo, durante un tiempo me tuvo muy ocupado. No hay tratamiento posible contra la idea del final, es una realidad y no queda más que asumirlo. Una vez asumido deberíamos pensar en cual es la mejor manera de morir, ¿en el lecho de muerte revelándonos contra lo inevitable o entregarnos y asumir las reglas del juego? Durante años, después de aquella primera revelación acerca de lo vulnerable que era ante una enfermedad o un accidente, creí que ser conscientes de semejante verdad era lo que nos hacía adultos, y, sin duda es una señal, pero hay otras muchas cosas que toman parte en nuestra madurez, los secretos de la vida no se muestran a todos ni suelen llegar en el mismo momento. Por supuesto que algunas personas parecen empeñadas en autodestruirse, no sé si ser conscientes de que la muerte decide más que ellos sobre muchas cosas, los limita con enfermedades y, en 21


algunos casos, les pone fecha con tiempo suficiente para desesperarlos. Los suicidas también parecer decir, “yo decido”, aunque, en este caso, en realidad sus motivos suelen ser otros. Morir dulcemente, o lentamente, evadiendo el dolor de la existencia, con alcohol o otras drogas es algo que nunca pude entender, pero supongo que hay gente que no soporta dejarse llevar, es un tema en el que nunca deseé entrar a fondo. Hay soluciones imaginativas al problema de tener ancianos en casa (algunos en cama por lo que les queda) cuya realidad supera todo lo imaginable y que se deben a la falta de sensibilidad de nuestros gobernantes a la hora de prestar la ayuda necesaria. Se nos presenta la necesidad de luchar contra contra la dependencia cuando empezamos a darnos cuenta de que no son capaces de retener sus heces o su orina, y los pañales empiezan a entrar en casa. Esa resulta ser la conclusión a sobrevivir a todo lo demás. Nuestros ancianos, algunos con problemas de próstata, otros simplemente por incontinencia se encuentran por primera vez en situación de dificultad cuando no llegan a tiempo al servicio, es entonces en mitad de a calle, que deben decidir si orinar discretamente contra un seto o contra un contenedor de la basura, o mojarse y llegar a casa con el pantalón húmedo y oliendo a una falta de higiene que algunos -que tal vez hayan subido con ellos en el ascensor o hayan compartido su desazón en un autobús- le suponen y que no es real. Hay gente muy idiota en el mundo, los peores son los inconscientes de esta realidad, y viven en los mundos de “yupi” (la fantasía de algunas personas es indigna), imaginando un mundo en el que nada de esto exista, todo sea bonito y estético y las enfermedades se puedan tratar a distancia porque lo consideran algo entre el médico y el paciente en lo que ellos no deben entrar. La ley de la dependencia para aquellos que tienen económicamente su futuro asegurado es una ley para pobres, pero la verdad es que es la ley de la dignidad. Desde el punto de vista de la burguesía, que parece inclinarse por pasar la vejez en lujosas residencias, las que se parecen más a un hotel con todas las comodidades (solarium, lago con patos y césped para tomar sol en invierno, médicos, buena cocina, y el resto de atenciones de los mejores balnearios de centroeuropa), que a un asilo. Nuestros gobernantes no están preparados para entender el significado de un anciano dependiente. Parecen más a favor de no alargar la vida que de poner los medios para que esos últimos años se puedan vivir sin ser una carga para nadie. Padecer a causa de na mala organización social, que ni siquiera permite ayuda externa sin gravarla con impuestos, no parece lo más humano ni lo más práctico. Las realidades paralelas que se producen en el mundo parten de principios muy diferentes, desde la clase social, el concepto del tiempo, las creencias religiosas, las necesidades, la valoración de las emociones y sentimientos, la importancia que damos a lo que creemos útil, etc. Lo que quiero decir, es que cuando comunicamos una idea, o expresamos una necesidad, lo que el receptor entiende, depende de la realidad en la que vive y la importancia que para él tiene. La idea de las realidades paralelas no puede, sin embargo, aparcar problemas comunes a la mayoría social, tales como como la ley de dependencia o la muerte digna, sólo porque nuestros gobernantes -casi siempre de una clase social superior a la media económicamente, pero inferior culturalmente (sobre esto habría que hablar mucho aún)- tengan una idea de la vejez tan apacible como despegada de sus importantes ocupaciones. Son los mismos gobernantes que contratan a jóvenes becarias para que vistan y lleven a sus hijos al colegio, los que tienen cocinera y una chica que les hace la casa, los mismos gobernantes que no tienen nada que ver con la realidad del pueblo al que gobiernan. No se puede decir que vivimos la realidad pero la vivimos de formas diferentes cuando no toleramos del mismo modo la forma en que se desarrolla la vida sobre nosotros.

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