Relatos Urbanos - Revista El Rollo ED 16

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Agosto de 2015 * Edici贸n 16 * ISSN 2027 - 3096


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Para el equipo de la revista El Rollo ha sido muy gratificante la respuesta del público al promocionar su edición número 16. Sabíamos que nuestra publicación contaba con seguidores, pero jamás que ante el anuncio de abrir nuestro Rollo 16 recibiéramos tantos mensajes de apoyo de personas en diferentes partes del país, de diversas profesiones y oficios, muchos de ellos, que esperaron un año para vernos de nuevo en el espectro de publicaciones de la ciudad de Armenia. Ante esto sólo podemos expresar nuestro agradecimiento con la presentación de este número que aunque no ha sido nada fácil, nos ha dado créditos aún sin salir a la luz. “Relatos Urbanos” es una colección de escritos e imágenes que hemos ido recopilando durante todo este tiempo, de personas que han creído en nuestro proyecto y que decidimos eran pertinentes para nuestro regreso. La urbe siempre será materia prima para escribir, su constante movimiento, sus nuevas formas de vida o de muerte, sus matices, las interacciones que se dan en ella la hacen un tema siempre actual. La manera como interactúan todos los elementos en la urbe la convierte en un apasionante modelo de investigación, ya desde un texto o una imagen, todos buscan la manera de contar, develar o mostrar lo mágico de esta amalgama de saberes, culturas, mitos, artes, etc. A través de estos relatos buscamos encontrar la esencia de aquellos seres que salen todos los días a buscar algo de felicidad en medio de calles, semáforos, parques, suciedad, corrupción a todo nivel, venta de los ideales a bajo costo y quién sabe cuántas prácticas ocultas que presenta una ciudad que no es más que un punto entre millones, y millones de puntos tan parecidos y a la vez tan radicalmente opuestos.

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RELATOS URBANOS Christián Torres

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SOLIVIADO, UN VIAJE SIN REGRESO... Luis Hernando Restrepo

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CUIDANDO EL BARRIO DE LO ACOSTADOS Sofía Mahecha Sánchez

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ASSENETH Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES Juan Nicolás Camargo

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ED16 Director Pedro Zuloaga

EL ROLLITO: MI CIUDAD María Helena Sandoval

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LUZ ROJA PARA VOLAR Camilo Parga Coca

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Edición Jorge Mendoza María Helena Sandoval

SALA DE URGENCIAS... Lina Guevara

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Diagramación y diseño Jose Rodríguez Torres

LOS PITOS Germán Gómez Carvajal

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LAS DUCHAS DEL PAPA FRANCISCO Agostino Abate Pbro

Ilustración Jorge Mendoza

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JUGANDO Y CANTANDO... María Helena Sandoval

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JAZZ Y BLUES PARA LA RUTINA Camilo Parga Coca

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*Las opiniones emitidas en los textos aquí publicados son responsabilidad única y exclusiva de los autores.

Fotografía Camilo Parga Portada Camilo Parga Agostino Abate Director Ejecutivo Fundación Providencia 2000 Edición número 16 Agosto 2015 ISSN 2027 - 3096 Para más información, colaboraciones y comentarios revistaelrollo@gmail.com Impreso en Litografía Luz Armenia, Colombia

Revista El Rollo

expresión cultural

DE LA FUNDACIÓN

PROVIDENCIA 2000

FUNDACIÓN

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Christian Torres Licenciado en Español y Literatura Universidad del Quindío

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un viaje sin regreso…

Homenaje a Tomás “Soliviado”, el hombre eterno en esta breve historia Un viaje sin regreso, la travesía que Tomás decidió embarcar, tal vez, el camino rebelde de la vida. Nunca pensó que tener una familia, le daría garantía para tener un buen futuro en su existencia. Decía que la rebeldía muchas veces ocasiona un distanciamiento de las personas que más se quiere, sin medir las consecuencias que esto conlleva. Problemas personales y familiares provocaron la huída de Tomás lejos de su hogar. Nunca aceptaba las órdenes que su padre le asignaba cuando era niño. Buscaba salirse con la suya, dejar atrás las reglas y los muros de una triste condición. Caer en el mundo de la violencia y de las drogas fue su única realidad, casi siempre y hasta el fin de sus días. * Tomás Enrique Soto Cruz, caleño nacido el 29 de marzo de 1958 en la cuna de una familia pobre. Hijo de Gustiniano Soto y Franca Helena Cruz, el segundo de cinco hermanos; Luz Marly, Tomás, María, Julio y Francy. Su infancia la vivió en su natal Cali, en el Valle del Cauca. Realizó sus estudios primarios en la escuela Rufino José Cuervo. Era un buen estudiante, pero comenzó a visualizar un mundo diferente de cómo lo veían los demás. Siempre quiso ir más allá de lo que le permitían las leyes, y más, si se trataba de las órdenes de su padre.

Cuando cursaba bachillerato en el Politécnico Municipal decidió que quería vivir solo, deseaba apartarse de las relaciones sociales y huyó de su casa con tan sólo doce años. Así empezó una vida de indigencia en las calles. Lejos de su hogar, Tomás estuvo en reformatorios y correccionales debido a sus constantes actitudes en contra de la ley. A pesar de llevar una vida andariega, Tomás pudo obtener tres títulos en el Sena de Buga en Operación de Maquinaria y Herramientas de Construcción. Trabajó durante 3 años para Propal de Carvajal, en donde era cargador de caña para la fabricación de papel. Luego de dejar su hogar, Tomás viajó por casi toda Colombia. Empezó en Palmira cuidando carros, vendiendo cigarrillos en los semáforos y cargando maletas en los terminales. Estuvo en Barranquilla, Medellín y Bogotá. Pero no todo fue dicho para él. Tomás estuvo de cárcel en cárcel; en la Modelo de Bucaramanga, 4 años; en la Colonia Penal de Oriente de Acacías en el Meta, 4 años; y en Villa Hermosa de Cali, 4 años. Doce años perdidos, el hurto y las drogan siempre cobran al final. “El don más preciado es la libertad”. A pesar de esto, afirmaba Tomás que la calle y la cárcel son la mejor universidad

que una persona puede tener, “es aquí en donde realmente se vive la vida, donde se sufre y donde toca renacer sin la ayuda de nadie”. Su llegada a Armenia relucía como su nueva y última etapa. El 21 de enero de 1994 Tomás salió de la cárcel en el Meta y quería dirigir su rumbo hacia Cali, donde su familia. Pero los recuerdos de un pasado tormentoso y su dura vida en las drogas le hicieron dar una parada definitiva en Armenia. Vivió en la calle durante un tiempo y luego en hospedajes temporales hasta que pudo conseguir un trabajo como fiel cuidador de carros en la calle 22 entre carreras 13 y 14, sobre el andén del edificio Bariloche, ganando por día aproximadamente 13 mil pesos, que serían distribuidos para su alimento, vestuario y arriendo en una pequeña casa en el barrio Salazar, sector conocido como la Cueva del Humo cerca de la antigua Estación del Tren. “La vida no son sólo drogas, pero…” guiñaba Tomás al contar su historia. Fue víctima de las drogas. A sus doce años, durante un paseo con sus amigos, cayó en la curiosidad y quedó atrapado en la marihuana, para luego envolverse en el bazuco. Decía él, que es muy complicado vivir inmerso en el consumo de las drogas, porque atrapa a cada ser humano. “Los años lo ablandan a uno. Con tanta vida encima, se siente un gran peso a cuestas” Luego de tanto camino pedregoso, Tomás logró recuperar confianza en sí mismo para poder recuperarse y dejar el bazuco, aunque siempre consideró que la marihuana moriría con él. “La


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droga es un viacrucis, se pierde todo”. “… En este momento estoy en un laberinto, tengo problemas con la droga, lo cual no he podido superar y la verdad mi deseo es cortar de raíz con el vicio, pero no es nada fácil. Hermanos esto sí que es delicado, la persona que ensaye con el vicio es mejor que se quite la vida y no morir a cuotas. Cómo lo mata la droga a uno, lo digo de corazón, esto es lo peor que me ha pasado en la vida, no sé por qué caí en esto, pero el problema es la salida, que es difícil de encontrar, pero confío en Dios que muy pronto pueda superar esto, vivir dignamente como una persona normal. Sinceramente lo único que uno tiene es la Madre. Que Dios bendiga a toda mi familia y en especial a mi mamá y a mi hermano Julio” Tomado del diario personal de Tomás Soto. Detrás de una vida llena de desolaciones, queda tiempo para el amor. Tomás decía que no quiso tener hijos, porque era egoísta, sobre todo con las mujeres, no confiaba en ellas, pensaba que la infidelidad las rodea. Sólo amiguitas, pero nada serio. Estuvo enamorado dos veces en su vida. De Bibiana, cuando tenía 22 años y ella 15, fue una relación de ocho años hasta que ella se fue para Estados Unidos; y hace poco tiempo de Esneider, una

pequeña joven de 13 años por aquel entonces, con la que compartían tiempo y drogas, pero quien desafortunadamente fue asesinada por un robo de 250 mil pesos en celulares. Recordaba cuando sus amigos le decían: “este marica está enamorado” y él contestaba: “los feos también tenemos derecho a que nos miren”. Anécdotas que el viejo Tomás tuvo durante su vida. Algunas trágicas, como aquellas noches de soledad y tristeza en las cárceles de Colombia, o siendo apuñalado en varias ocasiones por ladrones por querer evitar el robo de automóviles; y aquellas buenas que siempre me harán recordarlo; conocí a Tomás hace unos años, ya que su lugar de trabajo, una pequeña cuadra del centro de Armenia, se ubicaba cerca de mi residencia. Solía ayudar a mi familia y vecinos a cargar un bulto de mercado cada domingo hasta distintos edificios. Siempre cojeando y desbalanceado en sus piernas; y alarmado por la estricta precaución que demandaba la subida del pesado costal, Tomás fue bautizado como Soliviado por la gente del sector de la carrera 13 con calle 22. Soliviar: ayudar a levantar una cosa por debajo. zzz Su cuerpo fue el retrato hablado de los golpes de la vida. Un tiro de escopeta en una nalga; tres puñaladas, una en la ingle y dos en las piernas; y un machetazo en el brazo izquierdo. Todo

en su andar como “gamín” como él mismo se decía, escapando de las rudezas de la calle. Afirmaba Soliviado, que sus mejores cualidades siempre fueron la nobleza y la sinceridad, pero en ocasiones el rencor y su mal temperamento salían a flote provocándole mayor dolor. “Si no se es serio en la vida, se muere. No hay estudio que valga, sólo el de las calles”. Para Tomás, la vida siempre fue lo máximo que una persona puede tener. La familia, a pesar de tenerla un poco alejada, es la alegría de un hogar que nunca tuvo. Y Dios, un ser fuera de serie. Así continuó la vida de Soliviado, siempre orgulloso de ser hincha del América de Cali, pero también de ser un cuyabro más y como él mismo me contó, sería feliz de morir en Armenia. Y así fue, Tomás Enrique Soto Cruz, alias Soliviado, murió en 2007, poco tiempo después de conocer esta parte de su historia, un grave cáncer de estómago acabó con su vida. Siempre supo que sería un viaje sin regreso…

Luis Hernando Restrepo Comunicador Social - Periodista Universidad del Quindío


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con dos ladrillos y una tabla. Allí se sienta Manuel, yo prefiero quedarme parada pues las cucarachas forman un ejército en el piso y las salamanquejas caminan desesperadamente por las paredes. -Don Manuel y ¿no le da miedo este trabajo? Él responde con una tranquilidad que a una persona como yo le resulta irritante. -No, nada. Hay que tenerle miedo es a los vivos.

Cuidando el barrio

de los acostados Este texto está contado desde el lugar donde habitan y se reproducen todas las cucarachas del mundo, el sitio donde se concentran todos los mosquitos existentes, el mejor hábitat para los murciélagos, la parte del mundo donde los gatos asustan y donde las salamanquejas son las mejores amigas del hombre, y no, no es la selva, o algún lugar imaginario, o un recóndito sitio del planeta. Es el cementerio central de la ciudad de Ibagué. Son las 7:15 de la noche y Manuel Acosta a un paso rápido, acompañado de su linterna, un radio que bien podría animar una fiesta y un par de botas que lo hacen lucir más alto, da una ronda por el cementerio San Bonifacio de Ibagué. Manuel es celador de dicho lugar hace año y medio, pero lo que hace especial su labor es que la realiza de noche. Su turno comienza a las 6 de la tarde y termina a la 1 de la mañana, a esa hora es relevado por otro compañero.

Una brisa cálida acompaña la jornada laboral de Manuel, el olor a agua estancada deambula por cada uno de los rincones que él recorre para verificar que ninguna persona se ha quedado dentro del cementerio o algún “malandro” ha visto en el lugar el refugio perfecto para esconder sustancias alucinógenas o armas de fuego y corto punzantes. Asegura las puertas de la iglesia, las del cuarto frío que hace poco fue creado como una sede de la morgue, y las del patio donde van a parar los “NN” o gente que nadie reclama. Se cerciora que todas las llaves del agua estén cerradas y se echa la bendición. Termina la ronda y llega a su “cambuche”, que no es más que una habitación de tres por tres aun en obra negra, con un techo de tejas de zinc y bolsas negras, soportado con unas cerchas de madera que al mirarlas cualquier persona diría que se van a caer, sin embargo, Manuel asegura que eso solo lo tumba Dios. Dentro del cuarto hay una improvisada silla, hecha

Son casi las 8 p.m y Manuel sintoniza una emisora que dedica sus noches a realizar programas paranormales, en el lugar sólo se escuchan los martillazos que vienen de una construcción aledaña, la única luz es la de la linterna que ya va perdiendo su fuerza y su luminosidad ya es tenue, los mosquitos se introducen en la boca y fosas nasales de Manuel y mías, dificultando nuestro diálogo. “Este cementerio es muy tranquilo, yo nunca he visto nada raro, nunca me han asustado o algo así. Por ahí de vez en cuando se intenta meter algún ‘ñero’ a seguir llorando un muerto, o a esconderse de la policía cuando los persiguen, y a eso si le tengo miedo, porque yo sólo tengo un machete para defenderme”. Faltando quince minutos para las 9 sale a dar otra ronda, su radio sigue encendido y en este programa una llamada entra misteriosamente al estudio de emisión, yo trato de no escuchar lo que dicen los locutores, pero Manuel está tan concentrado que ni mis preguntas responde, así que sólo caminamos. Un gato salta desde lo alto con una paloma en su boca que se refugiaba en una bóveda desocupada, sólo queda el reguero de plumas, mi corazón a un ritmo bastante acelerado y el eco de un grito espontaneo que reflejó el pánico que sentí. La administración del cementerio no permite a personas particulares quedarse dentro del lugar después de las seis de la tarde, a no ser que sea Viernes Santo o 31 de diciembre, cuando se modifica hasta las 9 de la noche. Pero yo he logrado el permiso


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firmando papeleo.

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cualquier

cantidad

de

*** Es miércoles 15 de abril de 2015 y Manuel llega muy puntual a su lugar de trabajo, se reporta en la oficina de la administración, llega a su cambuche descarga su casco, su chaleco, pues llega en moto, se pone sus botas y una camisa manga larga gris que en su espalda lleva estampado de color rojo en mayúscula “CEMENTERIO SAN BONIFACIO”, saca su machete y se lo encaja en la correa, agarra la linterna y repite rápidamente el procedimiento de asegurar puertas y llaves del agua, luego llega a la puerta de salida y espera que la gente evacue, o permite la entrada de algunos que llegan a última hora a ponerle flores a las tumbas. Ese día han enterrado un muerto, por

lo que hay gran cantidad de gente y carros en la salida, luego en un abrir y cerrar de ojos un carro y una moto chocan de frente a tan sólo unos metros de la puerta de salida del cementerio, los curiosos comienzan a amontonarse alrededor de la escena y de inmediato llega la policía. Entre tanto desorden los ladrones aprovechan y le roban el bolso a la mujer que manejaba el carro, los gritos, la ira y los insultos se hacen presentes y Manuel prefiere cerrar de una vez las puertas. En esta visita me acompaña una amiga que se cree espiritista, pero que es muy buena fotógrafa. Manuel nos da la autorización para recorrer el cementerio, bajamos a la sección donde se encuentran enterrados los niños, allí se encuentran lapidas que a cualquier persona le partirían el corazón. Hay fotos de niños jugando con sus padres,

mensajes de sus familiares y hasta sus juguetes pegados en la lápida. Oscurece y Manuel hace su primera ronda, y para su sorpresa hay un joven con el buso del equipo de fútbol Atlético Nacional, unas gafas sostenidas por sus orejas pero con los lentes sobre su cuello, pantaloneta, medias blancas que llegan hasta sus canillas y unos zapatos deportivos. En una de sus manos sostiene un tarro de pegante bóxer, y por su cara bajan lágrimas que caen al suelo, con su otra mano se apoya y golpea una de las lapidas, mientras que repite “parcerito ¿por qué te fuiste?” -Pelao´ ya cerramos. ¿Me hace el favor y se sale? -Todo bien… le contesta con la voz entrecortada a Manuel. Son las 7:30 de la noche y comienza a llover, esta vez estoy simplemente con un permiso verbal y la administradora nos pide el favor de salir del cementerio, le doy la grabadora a mi compañera mientras yo le guardo la cámara en su bolso, y ella dice: ¡Si se quieren hacer sentir, háganlo de una vez! Yo me río, damos las gracias y salimos. Al llegar a mi casa y escuchar la cinta, después de la exclamación de mi compañera, una voz responde: ¡Mamiiiii!

Sofía Mahecha Sánchez Estudiante de Comunicación Social Universidad de Ibagué




Samantha Arag Mariana González María José Galindo

Tomás Betancur

Natalia García

María Fernan


Mi Ciudad La percepción que los niños tienen acerca de la ciudad que habitan. Cómo es concebida y cómo la anhelan ver.

gón Manuella Mendoza

Sara Sofía Agudelo Institución Educativa CASD Sede Santa Eufrasia, niños entre 6 y 7 años de edad del grado 1° B.

Simón Rentería

nda Gabriel Osorio

Profesora Martha Lucia Gallego

María Helena Sandoval Comunicadora Social - Periodista Universidad del Quindío


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Luz roja para

Volar

30 grados centígrados de un domingo cualquiera en Medellín, gotas de sudor caen por frentes y mejillas quemadas por el sol, 2:30 pm, el tráfico es tranquilo, ligero, no es caótico o sucio como el de los viernes al terminar la tarde, los conductores se toman el tiempo necesario para que cada semáforo se pinte de verde, segundo tras segundo, no hay prisa. Al terminar la calle, en el semáforo de Ruta N, estos segundos son apreciados por un grupo de chicos que viven entre las señales rojas y verdes de los pares, se escuchan acentos extranjeros y montañeros, es una mezcla de actos circenses. Estos chicos se turnan bajo la mirada del sol para poder llevar a cabo su acto en 30 segundos o menos, depende de la bondad del semáforo, estos segundos se convierten en actos increíbles que buscan las manos de conductores con monedas de 100, 200 y hasta de 500, muy pocas veces se dejan ver los billetes. Clavas y machetes circulan toda la tarde entre las manos sucias y ásperas de los chicos, las gotas de sudor no paran de caer, los rayos del sol ya han dejado huella en los rostros, es una tarde larga de trabajo, con golpes y cansancio, pero algo de lo que no se olvida este grupo es de sonreír y vivir tranquilos entre los colores rojos y verdes. Llega la tarde noche, cada uno cuenta 2 mil pesos en monedas para tomarse una ‘fría’ y brindar por una tarde llena de luces y monedas.


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Camilo Parga Coca Comunicador Social - Periodista Universidad del Quind铆o


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Sala de Urgencias El lugar donde la vida y la muerte son compañeras de cuarto “Uno aquí ve de todo”, así comienza César a relatar la corta pero densa historia de su trabajo, celador de una sala de urgencias. Con tan sólo 20 años lleva 2 de ellos siendo vigilante, acabó su bachillerato y prestó servicio militar. Lleva cuatro meses en la USI (Unidad de servicios intermedios), del Jordán etapa II, allí las historias de vida, experiencias y sentimientos viven a flor de piel día a día. Es un lugar pequeño, demasiado pequeño a decir verdad, se atienden aproximadamente 300 personas al día, “a uno le viven echando la madre todo el tiempo”, lidiar con diferentes temperamentos, personalidades y enfermedades no es nada fácil, y peor aún tener que cumplir con tareas que no competen al de un celador, como ser asistente, mensajero, quien llama a los pacientes, ayuda a entrar a los enfermos, recibe los laboratorios, y aparte de todo, ser la primera cara que se ve, quien se gana los insultos por parte de los pacientes y sus familiares o acompañantes. “La gente se enferma de lunes a miércoles, en esos días se ve desde un hombre con los brazos cortados a machetazos, hasta la señora que llega con una fiebre y quiere que la atiendan de inmediato y si es posible antes del

señor, hay diferentes prioridades, y a veces es imposible no dejarse tocar el corazón por el sufrimiento de las personas, pero así mismo deberían entender que el médico que está adentro es quien da las ordenes.” Día tras día y noche tras noche, es imposible limitarse a cumplir con su labor y dejar de lado el hecho de ser “ser humano”, menciona Luis Ramírez, facturador de la USI, quien mira a César de reojo mientras habla. “Se acuerda cuando…”, así es como comienza una nueva narración, una versión diferente de ese lugar lleno de sensaciones, adrenalina, alegrías y tristezas. Trabaja hace tres años allí, nació en Ibagué, estudió Ingeniería de Sistemas y es docente. Es facturador, recibe a los pacientes y hace el trámite para que lo vea el doctor de turno, ayuda a las enfermeras y doctores, lidia con los pacientes y también por momentos abandona su papel y se convierte en psicólogo y amigo. “Escuchar cómo desde las once de la noche, hasta las cuatro de la mañana un hombre agoniza no es fácil, oírlo quejarse, sufrir y que al final todo termine drásticamente en un fallo respiratorio, al fondo de la sala su hijo llora desconsolado, él fue su

acompañante permanente.” Se puede sentir cómo en ese momento la vida no vale nada, estar en esa camilla automáticamente quita de encima cualquier prejuicio, no sirve el estrato ni el dinero, simplemente es un simple mortal al que la muerte le está rondando. Es imposible no sentir en el pecho cómo el corazón se estremece, y odiar acérrimamente la posición en la que se encuentran sus familiares. Esta anécdota llega al alma, se detiene la entrevista porque no se pueden aguantar más las lágrimas, entiendo la sensación, y vuelve a mi memoria el hombre de mi vida, mi padre a quien vi en la misma situación. La vida y la muerte dejan de ser un acontecimiento relevante, cada caso es diferente pero el dolor y la preocupación es la misma, hay historias y pacientes que se introducen en la piel. Por ejemplo, un domingo de completa calma, habían dos o tres consultas máximo, estaba organizando la oficina, era medio día y una de las enfermeras llegó, detrás de ella, de un bus bajaron a un joven de 19 años, quien había estado “tomando” con un amigo, y en una riña le propiciaron una puñalada en el pecho, justo en el corazón, al ver la situación ayudé a entrarlo, e incluso fue tanto el impacto qué entré con él


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cuando intentaron reanimarlo, pero entró en paro cardiaco y falleció. Cómo se ven estos casos, también llegan pacientes con fiebre o tos, los cuales quieren ser atendidos con la misma prioridad de aquellos que llegan con heridas de armas corto punzantes, accidentes laborales en los que se ve comprometidas partes del cuerpo y demás situaciones que requieren una atención diferente, como por ejemplo el de un señor al que le sacaron una gran cantidad de gusanos que tenía dentro de una herida en la cabeza, impactante, de hecho lo más impresionante que he presenciado. En la mañana hay tres médicos, dos de planta y uno de apoyo, y en las tardes se complementa con un especialista, tres enfermeras, la señora del aseo, el celador y el facturador, conforman el grupo de trabajo. Sus instalaciones son pequeñas, la sala de espera tiene la capacidad para unas 25 o 30 personas, (pero los usuarios se las ingenian para que entren 50), esta tiene acceso a la ventanilla de facturación, separada por una reja se encuentra la oficina de facturación, el consultorio del triage, continuo a esta una puerta doble de vaivén (clásica de los hospitales) se encuentra la sala de curaciones, al lado

una habitación para niños con cuatro camillas, el cuarto de las mujeres, al frente la recepción interna, detrás de esta otra habitación, por un pasillo se encuentra la habitación de los hombres, también hay un cuarto aislado, un consultorio más y una puerta que conecta con el centro médico, el cual se maneja de manera independiente. Estos son algunos de los sucesos que se ven aquí, es difícil dejar de lado las emociones cuando ves el dolor de la muerte, o la felicidad del nacimiento de un bebé. “No es algo nuevo que en Colombia el sistema de salud está pasando por un momento crítico, los doctores juegan con la vida de sus pacientes, son mediocres, sólo quieren atenderlo para “salir del paso”, actúan con más sobrades y menos calidad humana”. De nuevo sus ojos se llenan de lágrimas, y por un momento el olor frío a medicamentos, enfermedades y virus se queda congelado, habla de su madre, (se comienzan a desbordar de su mirada gota a gota), justo ahora se encuentra en la unidad de cuidados intensivos, al principio le habían diagnosticado cefalea, y “como raro” le medicaron Acetaminofén, después de un tiempo

decidí llevarla a un médico particular y de inmediato debieron internarla. Le dio un derrame cerebral. Mientras tanto, se presentan diferentes situaciones, por la ventanilla piden ayuda diferentes pacientes, entre esas un hombre que se cortó un dedo y como no lo atendieron de una, salió gritando insultos, también una paciente materna de 18 años que presentaba un fuerte sangrado, el cual terminó en un aborto espontaneo, mujeres con sus niños en brazos acercándose a la ventanilla a preguntar a qué horas las van a atender, que llevan desde las 2 o 3 de la tarde y que son las 8 de la noche y aun no las han llamado. “A esto nos enfrentamos”, a ser parte de las experiencias más dolorosas de algunas personas, o tal vez las más felices. Enfrentar cada una de esas sensaciones es una montaña rusa, observar la indignación de las personas al no ser atendidos, el dolor de algunos y la preocupación de otros, la negligencia de los médicos, y la falta de consistencia y orden del sistema de salud genera un cosquilleo en el estómago que termina en la cabeza generando preocupación, porque a pesar de que tal vez aún no lo vivamos en carne propia, cuando lo hagamos, es ahí en ese momento en el que crecerá nuestra necesidad de quejarnos y exigir lo que nos merecemos.

Lina Guevara Estudiante de Comunicación Social Universidad de Ibagué


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Jorge Armando Forero Rojas se viste de un amarillo intenso en el buso, unos impecables pantalones blancos, unos guayos de taches medios y un silbato pende de su cuello. El joven de 27 años es árbitro. Mientras la bola rueda en un escenario de canchas sintéticas y Jorge ejecuta su labor de juez. La turba acalorada por el licor mira de vez en cuando el partido y, sin recato alguno con constante sonsonete le asigna a doña Beatriz Rojas una profesión que desconoce. Jorge aparece inscrito en el Instituto Departamental de Deportes del Tolima como árbitro y juez. Esa institucionalidad de su labor lo enviste de profesionalismo, de respeto y sobre todo de tranquilidad. “A uno de una u otra forma lo respetan si se pasan de groseros o nos pegan -por qué ha pasado- saldrán sancionados por años y no podrán jugar en ningún

campeonato institucional Indeportes Tolima”.

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Sergio Almanza propietario del escenario deportivo El Atanasio, le apuesta a la formalidad de los árbitros de buso amarillo y pantalón blanco. Aunque se retiró del servicio arbitral por dos semanas, tuvo que recurrir a ellos rapidito puesto que se le formó todo un caos. Sergio hizo uso del arbitraje pirata. Jóvenes y adultos que para ganarse la vida, la arriesgan en canchas de fútbol. “Ser quien gobierna un partido de fútbol no es fácil. Uno como árbitro es el más propenso receptor de las culpas cuando la incapacidad deportiva aparece o la disputa por el triunfo es muy ardua. Ambos bandos siempre creen tener la razón pero uno debe ser sólido e imponer con afirmativa

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sentencia la de uno”. Sergio Almanza se desprendió de su contrato verbal con los pitos de Indeportes. Optó por la economía y llamó a una terna pirata. Les recordó la importancia de sacar muchas tarjetas, amarillas o rojas. Y es que Sergio ama el deporte pero no olvida que su escenario deportivo es un negocio. El tarjetón amarillo equivale a dos mil pesos, la roja cuatro mil y las azules tres mil quinientos. En ese intento de no pagar los dieciséis mil pesos que cobran Jorge y sus compañeros, contrató a dedo unos jóvenes con ganas de lucrar, 10 mil pesitos por cada partido, que serían divididos en dos, “cinco pa’ la mesa de registro y cinco pal pito”, así empezó un


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partido de fútbol, una fractura de tabique, veintitrés botellas rotas y unos arbitrarios árbitros corriendo. “Los chicos inocentes e inexpertos, cruzaban palabras con los jugadores y eso no se hace. Permitieron que algunos de los jugadores ingresaran al campo con tragos en la cabeza y obedecieron a Almanza; que si por él fuera, pitaría, jugaría, vendería cerveza y sacaría tarjetas hasta almorzando”. La batalla campal se desarrolló luego de una falta sutil que los nuevos árbitros juzgaron con una tarjeta roja para el infractor, los ebrios jugadores se inundaron de ira y la descargaron con los árbitros, luego con el equipo contrario y al final con ellos mismos. La policía tuvo que hacer presencia en el lugar y Almanza con el rabo entre las piernas llamó de nuevo a los chicos de Indeportes quienes subieron la tarifa a dieciocho mil pesos, “Pa que afine” sentencia Jorge “La Buseta” Forero. Jorge forero, “Buseta”, hace alardes de su posición de árbitro registrado y avalado por el departamento. No obstante sus condiciones laborales son extrañas puesto que no cuenta con servicio médico, ni sueldo estable, mucho menos primas o prestaciones. Tiene un contrato a prestación de servicios, no le pagan por nómina, su compañero y jefe, un señor de 43 años contacta a las universidades y colegios, ofrece el servicio y le pagan, Él paga a los otros 19 jueces de fútbol sala de la ciudad de Ibagué, lo correspondiente a dieciséis mil pesos por partido. Ya entrados en confianza, Jorge muestra su vulnerabilidad como juez. “A mi si me da cosa pitar en ciertos barrios, a Juan Carlos Bayona lo apuñalearon mientras pitaba un partido en un barrio en las afueras de la ciudad, por los lados de El Salado (¿esto lo van a publicar? Uy no caliente). No hace muchos días en los partidos de inter-barrios en la cancha de la 42 nos tocó dejar un partido a medias. Los chicos jugaban brusco pero sin mala intención pero los asistentes a

ver el partido, paseaban cuchilllos, los rotaban por las gradas, fumaban y a lo lejos vi a un tipo que me golpeó en mis inicios como juez en el municipio de Ambalema”. Jorge recupera su soberbia. “Yo no vuelvo a dejar jugar a ese man por abusivo. Me golpeó la cara al mostrarle la tarjeta roja en plena semifinal regional de Futsal. El Indeportes los sancionó por cuatro años. Así que, él puede jugar en su barrio pero en los campeonatos serios donde hagamos presencia nosotros estará vetado. Ese día lo vi más fiero que nunca. Le dije a mi hermano quien me acompañaba que prendiera la moto y me esperara. Al menor descuido, mientras los cuchillos seguían paseando y el balón rodó hacia la puerta que avecina a la carretera, me monte en la moto y huí. Lo que sí sé es que ese man no volverá a jugar. Está gordo y abandonado”. En su décimo semestre de educación física en la Universidad del Tolima, recibiendo burlas similares a la de las canchas por no haberse graduado aún y ser el más viejo de la U después de

Pitágoras (Un viejo matemático que merodea la U y hace trabajos y asesoría a muy bajo precio), Jorge reafirma querer ser quinesiólogo. Mientras tanto pita con algunos temores. Escoge los lugares de su preferencia arbitral, lava con intensidad higiénica sus pantalones blancos y se mofa de ver gordo y abandonado al tipo que un día le golpeó la cara ante más de un centenar de personas. Faltaría hacer realidad el sueño de Jorge. Pertenecer a un grupo consolidado de árbitros con sueldo estatal, e intocables que le den orden a las canchas y disminuyan la continua violencia que suscita el deporte. Indeportes dice que sería muy bueno pero que por ahora no es viable.

Germán Gómez Carvajal Estudiante de Comunicación Social Universidad de Ibagué


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Las duchas del

Papa Francisco “Padre, no puedo aceptar su invitación al restaurante, porque huelo mal”. Franco; con barba desorganizada y gris, y la piel dañada por el sol; explicó al obispo que lo había invitado a cenar con motivo de su cumpleaños la necesidad más apremiante para los habitantes de la calle en la ciudad de Roma. “Aquí nadie muere de hambre, un sándwich uno lo puede obtener todos los días. Más no hay lugares donde ir al baño y donde lavarse”. Este obispo es Konrad Krajewski, el limosnero del Papa Francisco. El mensaje fue asimilado enseguida, el 17 de noviembre de 2014 comenzaron los trabajos para construir tres duchas en el interior de los baños para peregrinos que se encuentran bajo el conjunto de columnas que rodea la plaza San Pedro. Allí los habitantes en situación de calle podrán lavarse y cambiarse de ropa bajo las ventanas del palacio apostólico. Una decena de parroquias romanas también han construido duchas a disposición de los indigentes. Monseñor Krajewski, «don Conrado», desde hace años lleva comida y ayuda de todo género a quienes viven en la calle. Por este trabajo, el Papa Francisco lo eligió como su limosnero: tiene la tarea de entregar “primeros auxilios”, pequeñas ayudas económicas a quienes se encuentran en dificultad. Así recuerda el obispo polaco el encuentro que le abrió los ojos. “Había salido de la iglesia del Santo Espíritu, donde acostumbro ir a confesar. En la vía de la Conciliación he encontrado a Franco, una persona sin techo. Me dijo que aquel día cumplía cincuenta años y que vivía en la calle desde hace diez”. El obispo lo invitó

a cenar en un restaurante, y éste le contestó “no puedo aceptar…yo huelo mal”. “Lo llevé a cenar. Mientras compartíamos a la mesa, me explicó que en Roma algo para comer se encontraba siempre, más hacían falta lugares donde bañarse”. En la capital existen lugares donde ducharse pero “siempre hay demasiada gente -explicó Franco- por eso prefiero ahorrar algo y alquilar cada tanto una cabina-ducha en el interior de la estación de los ferrocarriles de Termini”. El limosnero del Papa, que hasta aquel día siempre había considerado que la comida era la necesidad primaria de los habitantes de la calle, no perdió tiempo. “En el Evangelio Jesús siempre usa la palabra hoy”…Y es hoy que tenemos que responder a una necesidad. Decidió visitar algunas parroquias romanas, en cuyo territorio viven muchos habitantes de la calle. Pidió que se construyeran duchas pagadas con la caridad del Papa. “No es sencillo -explica Monseñor Krajewski- resulta más fácil preparar emparedados que gestionar un servicio de duchas. Faltan voluntarios, se necesitan toallas, se necesita ropa de todo tipo”. A los párrocos don Conrado dijo “¡Paga el Santo Padre!” Y la Providencia nunca falta. Andrea Bocelli, el conocido cantante, entregó enseguida un cheque. Un senador del norte de Italia puso a disposición de este proyecto una empresa que regala el material y la mano de obra para la instalación de las duchas. También el Vaticano hizo su aporte. El Governatorato estaba proyectando

reestructurar los baños para peregrinos que se encuentran bajo los pórticos de las columnas de Bernini. Las exigencias manifestadas por Franco y tantos compañeros acosados por el frío, generaron un cambio al diseño inicial con la bendición de Francisco. Tres duchas, con agua caliente, para los habitantes de la calle. “La Basílica existe porque custodia en su interior al Cuerpo de Cristo -comenta Krajewski al periodista que le pregunta si algún turista podría sentirse incómodo con esas presencias indeseadas- y en los pobres nosotros servimos el cuerpo que sufre de Jesús. Desde siempre alrededor de las iglesias se han reunido los pobres”. En las duchas a la sombra del Cupolone, como en aquellas de las distintas parroquias, no habrá avisos externos. El servicio fue pensado para aquellos que viven en la zona y así descongestionar los grandes centros de asistencias. El limosnero del Papa comprometió a los alumnos de una escuela de peluquería para ofrecer, cada tanto, además de la ducha, el corte del pelo. Poder lavarse y mantenerse organizados hará que los habitantes de la calle, o los “peregrinos sin techo” como los llama don Conrado, sean menos vulnerables a las enfermedades que se trasmiten a través de la suciedad. Comenzando por Franco que en un día todavía cálido de octubre se avergonzaba aceptar una invitación a cenar en un restaurante.

Agostino Abate Pbro Docente Universidad del Quindío


Jugando y cantando... revista

/ Edición 16 / Agosto 2015

Poco a poco el salón se va llenando de risas y juegos, uno a uno van apareciendo los niños para iniciar clases como cada sábado a las 3 de la tarde, en el colegio Juan Pablo II.

compositores nos cedían esas obras para hacer ese trabajo, fue muy lindo y marcó historia en su momento” recuerda Tobías dibujando en su rostro una expresión de alegría.

La estudiantina de la Fundación Cuyabrito de Oro, nace tres años después del Primer Festival Infantil de Música Andina, con la ayuda de la, entonces, Primera Dama de la ciudad Ana María Arango que, con la Alcaldía apoyaron un concurso departamental y “con todos esos niños nos aprendimos un villancico y cantamos en una tarima en la alcaldía, y me dijeron usted qué va a hacer con esos niños…dije vamos a hacer un grupo y un CD de villancicos” relata Tobías Bastidas Cuartas fundador del Cuyabrito de Oro.

“Todos los años hemos tenido la fortuna de tener niños con los que representamos el departamento en los eventos grandes de música andina, hemos viajado por este país, el Mono Núñez, en el Huila, en Duitama; hay niños que han ido a muchas partes y hay otros que ya han logrado cosas incluso a nivel internacional” afirma con entusiasmo.

Esa fue la primera etapa de un gran proyecto pensado para que los niños de Armenia fueran formados en la cultura de la música andina colombiana, y que finalmente se llamó Grupo Semillas de Paz, creado en 2003. Luego de esta primera fase, se ha consolidado el grupo y desde entonces han pasado muchos niños, quienes han tenido oportunidad de salir y participar en distintos concursos nacionales de música colombiana. Y se grabaron dos trabajos musicales, uno de villancicos quindianos y otro de música andina donde se incluyeron algunos boleros y unas baladas, “en su momento los

Pero como los sueños no se quedan quietos, hace aproximadamente dos años se inicia el trabajo de consolidación, consecución de instrumentos y recursos, pues gracias a la experiencia adquirida con el grupo Semillas de Paz la Alcaldía brinda el apoyo para realizar trabajos similares en los colegios de la ciudad, y de esta manera se consolida el proyecto Estudiantinas Infantiles, manejado desde la Fundación Festival Infantil de Música Andina Colombiana Cuyabrito de Oro. El proyecto se vuelve más visionario, pues ya no será solamente canto, sino también la parte instrumental, además el Luthier Tobías Bastidas busca transmitir a los niños su conocimiento sobre la construcción de instrumentos musicales. Los pioneros en este proyecto son las instituciones Teresita Montes, Gabriela

Mistral y el CASD con su sede Santa Eufrasia. A esta iniciativa se suma la licenciada en música, Mónica Rocha, quién con el mismo entusiasmo, dedicación y sueño de ver establecidas las estudiantinas de Armenia, entrega sus conocimientos a la formación de los niños que entre seis y doce años de edad hacen parte de esta propuesta. Como el mismo Bastidas relata, la iniciativa procura que los niños desde muy pequeños adquieran el gusto por la música colombiana que es muy buena para el ser humano, y se puedan alejar de las calles, de estar frente al computador o en cosas que no les edifican, descubrir talentos, además que las familias se unan y ver padres comprometidos con sus hijos, “y que las canciones tengan un contenido social y cristiano para que los niños recapaciten y haya unión y respeto entre niños y papás”, afirma. “En la familia los niños nos encantan y una forma de multiplicar los amigos es llevarles toda esa información que hemos tenido de tanto tiempo y darles la posibilidad de que se puedan entretener haciendo música, realmente es un juego lo que hacemos con los niños”, señala Tobías.

María Helena Sandoval Comunicadora Social - Periodista Universidad del Quindío

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Jazz y Blues para la rutina

Jazz de la calle, urbano, la mejor música para ambientar el comercio de Carabobo un viernes al medio día, música que se inyecta de forma inconsciente en los oídos de las personas que transitan por ahí, algunos pasan derecho, otros paran y se toman el tiempo necesario para apreciar las eufóricas notas musicales de Son Jazz, una banda de compinches, de amigos, que desde sus inicios por allá en el 2009 han tenido una devoción y un amor único por el jazz y el blues, y que ven en las calles de Medellín el mejor escenario para expresar su arte y tratar de ganarse la vida con pasión y sudor.

Camilo Parga Coca Comunicador Social - Periodista Universidad del Quindío


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