Otros animales - Jorge Curinao

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(otros animales)



Jorge Curinao

OTROS ANIMALES

2014


Curinao, Jorge Otros animales / Jorge Curinao ; con prólogo de Patricia Vega. - 1a ed. - El Autor, 2014. 44 p. ; 14x20 cm. ISBN 978-987-3704-01-7 1. Poesía Argentina. I. Vega, Patricia, prolog. II. Título. CDD A861 Fecha de catalogación: 04/06/2014

Otros animales Primera edición © 2014 by Jorge Curinao Hecho el depósito de Ley. Todos los derechos reservados, Prohibida su reproducción. Impreso en Argentina

ISBN 978-987-3704-01-7 Fotografía de portada: Valeria Pariso (Marjorie Glenn, Punta Loyola, Santa Cruz) Diseño de tapa e interiores: Sergio Di Leo


a Sebastiรกn Tresguerres



Nuestros hábitos son los de ciertos animales. Hay mezclado un poco de todo al punto de no ver exactamente la línea de separación. Calma, clama, habla, alguien te oirá. Juan Carlos Moisés



Prólogo

La poesía de Jorge Curinao dispara directamente a nuestra capacidad de encontrar el quiebre en la realidad que circunda y agobia. Ajena a cualquier artificio retórico o exceso decorativo de cualquier tipo, cifra su complejidad en el mundo de sentidos que genera en el lector, a partir de un equilibrio sustentado en lo conceptual y lo sonoro. Con un lenguaje simple pero certero, heredero a fuerza de lecturas de las grandes tradiciones literarias, Curinao perfila en Otros animales la conciencia del hombre singular que posee, en su palabra, el don de la permanencia. Muerte, niñez, lejanía: todo confluye en la construcción literaria de este joven poeta santacruceño. Insiste en el signo de lo breve. Sin embargo, a diferencia de sus trabajos anteriores, encontramos aquí poemas más extensos y prosados, cuya lectura implica a veces una fisura entre lo que debería decirse y lo que efectivamente se dice. No hay complacencias, no las espere el lector. Es la de Curinao una poética de la anécdota, del hogar de la infancia: de allí su compromiso de no bastardear el lenguaje, de allí el desafío de “roer hasta el hueso” en un tono familiar, sin alardes, para intensificar la palabra hasta lograr la transmisión de un humanismo medular, de una experiencia profundamente vital que entiende –en palabras de Graciela Cros- que “algo se quiebra, se diluye o rompe cuando (…) el poeta sabe que eso que dice no sangra”. Provocadores de una comunicación profunda, los versos

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ponen al descubierto un plano pictórico posibilitado por esta nueva extensión. En este sentido, es el recuerdo el sema vertebrador entre sonido e imagen. El que enuncia es un yo parado en su presente, que puede caer en retrospectiva para salvar desde el ayer lo nutricio de las lágrimas y la memoria. El tiempo deja de ser físico, cronométrico, y se transforma en dimensión interior y subjetiva: “llegará en pedacitos”. Por ello, la infancia es un manojo de estampas que aparecen para reactualizar las vivencias y continuar el andar zigzagueante o girar en el vacío. Todo es posible. La cotidianeidad fluye tanto como la muerte en estos poemas, con el mismo impulso y naturalidad, y la palabra se constituye en un puente entre ambas. Despojadas de sacralidades o trascendencias, nuevamente es el recuerdo el espacio en que convergen, sacudido de las ceremonias inútiles. En la terrible conciencia de lo etéreo y la finitud, de la muerte como única certeza, el poeta apuesta por el lenguaje como vehículo de traspaso entre los umbrales. El decir funda lo que permanece, a pesar de todo. No hay títulos que orienten la interpretación de los textos o instauren focos de atención. Apenas un débil ordenamiento numérico permite al lector abismarse en el sentido de la composición, emerger de allí y volver para respirar a bocanadas. La comunicación está dada desde andamiajes residentes exclusivamente en el interior conceptual de los poemas, y en su sonoridad. Nada sobra. En el retaceo está la clave de lo que se comunica. Jorge Curinao, una vez más, apuesta a la diversidad poética de calidad. Despegado estéticamente de cualquier obligatoriedad regional, se consolida como un referente ineludible de la poesía en Santa Cruz. Los temas más humanos, y por lo mismo más universales, atraviesan su obra con fraseo propio, con su verbo tajeado. Éste es Otros animales, su más reciente creación poética. Sepa el lector adentrarse en ella y asumir el desafío de la co-construcción del sentido, de completar la dimensión poética del texto, tal como lo desea su autor. Atrévase a ser interpelado por un lenguaje desnudo y directo que busca una nueva manera de decir la subjetividad. Sea cómplice del vértigo. Y disfrute. Patricia Vega

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Otros animales

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I

Dicen que la nieve es neutra, que la noche canta como un niño ahogado y escucho mi nombre en un sueño que cae al pensamiento, al suelo. Y qué es un hombre entrando al sueño. Es la nada, la pregunta, pañuelos perdidos en el viento de antaño. Y repito mi nombre, mi llanto, como un idiota. Repito mi nombre. Lejos el sol de los ojos cerrados, de las máscaras que ríen. Lejos mi nombre, mi llanto, el alimento de mi luz.

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II

Si pudiera enlazarme con mi huida. Escuchar mi angustia, mentirme un poco. Me pregunto y quisiera saber de qué se trata eso de proyectarse hacia el vacío; por qué la palabra no me aborta. Y dónde se forma el silencio, dónde la región de la sed. Y por qué tener que morir llorando. Es necesario abandonar la noción de verdad. Reconciliarse con el mundo. No perderse de vista. Es necesario soñar con el mar.

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III

Cayendo de un sueĂąo, mis creencias se convierten en juguete. Nada es como decĂ­an los sabios. En el fondo del vaso hay un desierto, una moneda arrojada contra el olvido. Nunca sabrĂŠ si lo hice a favor o en contra de ellos.

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IV

Recuerdo un viaje a Bariloche. Era verano y el mar ardía. Yo aún era un niño. Recuerdo unos payasos en la plaza y la sonrisa de mi hermano reflejada en el rocío de la tarde. Recuerdo las fotos con el perro. Recuerdo el baño del hotel. Recuerdo cómo se abrían los caminos al cerrar los ojos.

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V

El horror del silencio bajo un cielo acostumbrado a ser cierto. Nadie recuerda lo que vendrรก. Nadie recuerda lo que no vendrรก: visiones pasivas convertidas en lรกgrimas. Soy la visiรณn del absurdo, del hueso en la noche.

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VI

Lo más terrible sucedió. Todo se rompió. Después de tantos meses, volví a ver mis manos en aquella tarde azul. Los flamencos danzaban.

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VII

La luz envejece en la habitación. Y yo, pidiendo una frase, una sola frase que me sirva de escudo ante tanta fiebre. Eso necesito para no confundirme: un canto distinto al mío. Una plegaria que me dé algo de respiro. Una invocación donde las palabras suenen como cuchillos en el aire. No obstante, eso no sucede. Suceden las mañanas de hombres sin rostros. Los signos del sueño. La luz apagada.

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VIII

Cuando nos despedimos, palabras con pájaros llovieron contra el cielo. No había terminado de cantar aún el último gorrión y, en nuestras manos, alguien lloraba. Lo sé porque aquel verano duró una eternidad.

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IX

Mi padre era un trabajador. Una mañana, en la primavera de 1987, se fue como todos los días. Pocos días después desapareció. Nadie supo bien qué pasó. Tal vez el mar. El cuerpo de mi padre muerto estuvo allí, en el mar, tirado por varios días, varias semanas. Nadie supo bien qué pasó. Como suele suceder. Desde entonces odio las muertes, las esperas y sobre todo, los ojos que no quieren mirar.

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X

Aquel que no encontrĂł consuelo a la orilla del mar y no reclama fe ni esperanza, sabe que la carne es triste. Que no hay que hablar con extraĂąos.

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XI

Todas las noches me despierto para ver si mis manos siguen siendo manos. Y aĂşn no necesito preguntarme quĂŠ es una mano.

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XII

Cuando salí a la calle, tuve miedo de no encontrar lo que buscaba. Las luces estaban encendidas pero ninguna me iluminaba. Me aburrí del desorden, de las hojas caídas, de todo lo que había soñado. Revisé mis últimos gestos, quise escribir una carta pero no podía mover las manos. Tenía la memoria devorándome. Fobia en cuerpo entero abriendo surcos. Sé que siempre ha sido así: una luz lejana que se mete por la puerta y quiebra los espejos.

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XIII

Se aprende, en el pueblito, a caminar despacio. Se aprende a hablar con las estrellas, con los muertos. Escucha, cierra los ojos. Es la piedra que puse entre tus manos.

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XIV

La soledad toma formas tan extrañas: cuando se va el último abril, mi madre limpia sus lentes y piensa en su hijo. En todo lo que hay en él. En todo lo que hubo y ya no habrá. Mi madre se parece a la esperanza. Su tristeza tan desprevenida me revela toda la sabiduría del mundo.

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XV

He sido mi gran abismo, una sombra desaparecida entre luces lejanas, un pequeño ausente en el corazón de los días. La creencia va más allá de la propia creencia: ser pájaro y no saberlo.

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XVI

Cada tarde, abrĂ­amos las ventanas para darle paso al tiempo. La casa tenĂ­a el rumor de los grillos perdidos. A veces, el color era el mismo. Descubrir uno distinto, era toda nuestra aventura.

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XVII

No hubo tiempo de distracciones. Ni con el afuera, ni con el adentro. Se vivió hasta el último hartazgo. Supimos, enseguida, que el porvenir no estaba en los rostros ajenos. No tuvimos, lo que se dice, un buen pasar. No hubo lamentos por eso. No hubo necesidad de arañar el asfalto. Era tanta la vida, que salíamos del cuadro antes del final de cada comedia.

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XVIII

Caen los días y los árboles comienzan a brillar. Cada sombra contagia a los pequeños huérfanos. De viento se alimentan los pájaros. De sol, los otros.

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XIX

Son distintos, ahora no esperan en fila ni se pelean por ver quién llega primero. Ahora me preguntan cómo estoy, qué me dejó la tarde. Quieren florecer. Es un instante; algo parecido a un sueño, una eternidad robada a los sauces. Sólo así se abren los silencios, en la memoria.

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XX

La muerte de un padre se parece al viento de la noche: canta frente a una puerta que insiste en permanecer cerrada. Su recuerdo tiene el movimiento de los heridos por error. La muerte de un hermano, en cambio, es más luminosa. Se parece a un pájaro que nadie ve, pero al que todos regresan, allí, donde los niños inventan finales como flores.

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XXI

El tiempo llegará, en pedacitos. No faltará quien nos bese los párpados, huesos exiliados del alma. Sí, el tiempo llegará y borrará estos años de luz pegados a tu ventana.

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XXII

Salimos del silencio y de nuestros miedos. Nos abrazamos. Fuimos certeros con el destino. Ahora, todos los que no fuimos, nos visitan. Quieren saber si era cierto.

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XXIII

Debajo de la hoja está el árbol que crece, el pájaro que cae. Quiero decir, sin temor, la sombra de tu sombra, adentro del sueño.

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XXIV

Cada mañana miro tus ojos para encontrar en ellos, mis manos. Así aparece la muerte. Primero, en el botón de la camisa. Luego, en las miradas que nadie quiere cruzar.

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XXV

La agonía de los pájaros que nadie ve. La luz gimiendo detrás del paisaje. Suicidarse es reconocerse en el otro que nadie ve. Al que todos llaman paisaje.

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XXVI

Algo se abre, como una herida, adentro de la piel. Y todos piensan en una enfermedad. Yo pienso que es la vida y la saco a pasear, como quien escribe a la luz de una vela y no habla. Y no respira porque sabe que el baile y la lluvia vienen despuĂŠs.

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XXVII

La gente entra al mundo desde otros mundos. Una puerta cerrada, a veces, es una pregunta. Una desesperaciรณn que nos alumbra. La victoria, al fin, serรก abrir esa puerta y ver que adentro estรก todo, todo lo que callamos. El olvido camina en puntas de pie.

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XXVIII

En cada rezo, mis manos no tienen dueño. No hay, fuera de ellas, una conspiración. Nos llevará varios siglos de distracciones pero, al final, pondremos la atención en las sombras. Dios es una palabra y el argumento termina aquí, donde el viento tajea.

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ร ndice

Prรณlogo.....................................9 I..............................................13 II.............................................14 III.............................................15 IV............................................16 V............................................17 VI............................................18 VII...........................................19 VIII...........................................20 IX............................................21 X............................................22 XI............................................23 XII...........................................24 XIII...........................................25

XIV..........................................26 XV..........................................27 XVI..........................................28 XVII.........................................29 XVIII.........................................30 XIX..........................................31 XX..........................................32 XXI..........................................33 XXII.........................................34 XXIII.........................................35 XXIV........................................36 XXV........................................37 XXVI........................................38 XXVII.......................................39 XXVIII.......................................40

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Esta primera ediciรณn de Otros animales se terminรณ de imprimir en el mes de junio de 2014 en los talleres grรกficos de Aurelio Impresiones www.impresionesaurelio.com.ar



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