Muestra

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la central

últimas palabras antes de hacerse concha con el auto en 1956); “Cayeron venciendo” (consigna montonera, circa 1972), o “Es imposible pero podría mentirte” (un abogado kirchnerista, comunicación personal, 29 de noviembre de 2010). Se las robo, total ya me condenaron por otros delitos mucho más improbables. “Me tiré sin intención de caerme. / Señor juez, ¿qué le pareció mi último chiste?”, decía mi poema El último chiste del suicida. Lo publiqué en 1980 en la revista estudiantil Parábola, de la que recién 32 años más tarde supe que era una revista del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores. Habían pasado de moda las consignas montoneras y estaban muy de moda los chistes de suicidas, con el sobre que en el destinatario decía “Señor juez”. Y muy lamentablemente, recobraban su cruel vigencia las marchas franquistas como aquella de los Camisas Negras, Cara al sol, de donde sale el primer verso de La caída. Poema que escribí en 1999 de un tirón en mi máquina de escribir Olympia. Erradamente, me pareció un texto menor, y dudé antes de incluirlo en Viernes, que publicó en octubre de 2001 la editorial Bajo la Luna con el último subsidio de la Presidencia de la Nación que alcanzó a dar el gobierno de la ruina antes de subirse al helicóptero. Fue leído como el poema de la caída de De la Rúa. En aquel verano circularon por un grupo Yahoo seis parodias del poema. Elvio Gandolfo lo elogió en el Diario de Poesía. Lo tradujeron al inglés, en dos versiones bien distintas, Andrew Graham-Yooll y Florencia Milito. Se lo tradujo al francés y al catalán. Si tengo la suerte de ligar una lápida (preferentemente póstuma), por favor que alguien grabe sus dos primeros versos ahí. Gracias desde ya.

La caída* Si te dicen que caí es que caí. Verticalmente. Y con horizontales resultados. Soy, del ángulo recto solamente los lados. Ignoro el arte monumental del sesgo, esa torsión ornamental del héroe que hace que su caer se luzca como un salto. Ese rizo del mártir que, ascendiendo se sale de la víctima y su propio tormento sobrevuela no es mi especialidad. Yo, cuando caigo, caigo. No hay parábola ni aire, ni fuerza de sustentación. Un resbalón: espero. Al suelo llego por la ruta más breve. Un alud, una piedra, una viga a la que han dinamitado. No hay astucias del cuerpo en mi descenso. Se sobrevive: el fondo del abismo es más blando para quien no vuela, sólo cae. Si te dicen que caí, no vengas a enseñarme aerodinámica revisionista. No me cuentes de los que cayeron venciendo. No vengas a decirme que no crees que haya sido un accidente. En lo único que creo es en el accidente. Lo único que sabe hacer el universo es derrumbarse sin ningún motivo, es desmoronarse porque sí.

*Publicado originalmente en Viernes. 2001, Rosario, Bajo la luna nueva, páginas 12 y 13. Libro seleccionado para el Plan de Promoción a la Edición de Literatura Argentina de la Secretaría de Cultura y Medios de Comunicación de la Presidencia de la Nación.

EL ESCUPITAJO DE ORO | Número especial


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