Primer plano

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PRIMER PLANO

Noviembre 2013 - Universidad Sergio Arboleda

Hechos

“...hay docenas de centros que afirman que tratan el Alzheimer sin siquiera conocer la medicación que se les debe suministrar a los enfermos. Ángela descubrió con horror que hay lugares en donde atiborran con antidepresivos a los pacientes para evitarse la molestia de atenderlos.”

Prevención

Los expertos en salud recomiendan hacer ejercicios que impliquen estimulación cerebral con el fin de disminuir las probabilidades de adquirir Alzheimer. Hacer crucigramas, aprender trabalenguas, leer y hacer cuentas son algunas de las actividades que podrían marcar una diferencia.

dería la conciencia progresivamente y empezaría a quedarse inmóvil, como un vegetal.” Otra razón de peso es que hay docenas de centros que afirman que tratan el Alzheimer sin siquiera conocer la medicación que se les debe suministrar a los enfermos. Ángela descubrió con horror que hay lugares en donde atiborran con antidepresivos a los pacientes para evitarse la molestia de atenderlos. El deterioro de Cony es cada día peor. Ángela la lleva a su cuarto en las noches para que pueda dormir un poco y ella se levanta en las madrugadas, vencida por el insomnio, con unos ojos que revelan cansancio y pesadumbre. Es ‘nana’ quien la tranquiliza y la conduce a la cama nuevamente para conciliar el sueño. En ocasiones le habla al oído o le canta, como a una niña de brazos. Cony ya no recuerda cómo sumar, ya no puede hablar por teléfono ni salir a la calle. Ha perdido la noción del tiempo y ya no conoce el valor de las cosas: hay días en que piensa que puede tomar un bus con sólo 200 pesos. cabeza y ella no las puede conectar, no puede recordar las palabras que busca para decir lo que quiere con tanto ímpetu. El cielo se rompe y deja caer un fuerte aguacero en la ciudad, y los tímidos destellos rojizos del atardecer desaparecen. Cony advierte que llueve y me dice que es culpa de alguien. Intenta pronunciar un nombre sin éxito. Se persigna varias veces y mira despavorida hacia la ventana. Ángela regresa y me cuenta que uno de los lados más duros de la condición de su madre es la transformación que sufre cuando se exaspera: “Es muy duro ver que tu madre te grite porquería, basura, o canalla cuando lo que quieres es ayudarla a cambiarse la ropa o a ir al baño. También es desgarrador recordar cuando tuve a mi hija y no vi a mi madre en mis días de convalecencia debido a su enfermedad. Y, aún más devastador, fue traer a mi hija a la casa, decirle a mi madre que tenía una nieta, y que ella ni siquiera recordara el significado de esa pa-

labra”, asegura Ángela, con una voz frágil que no deja de revelar el dolor que lleva soportando por un largo tiempo. Le pregunto si ha pensado en llevar a su madre a un centro especializado para tratar el Alzheimer. Ella afirma que tanto el psiquiatra como el neurólogo que siguen el caso

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A pesar de todo, Cony aún come por su cuenta, se viste por sí misma cuando su condición no se lo impide, se baña siguiendo instrucciones y es capaz de cepillarse los dientes. Incluso ha llegado a leer algunas veces, a pesar de que al poco tiempo olvide las líneas que en mejores tiempos retenía fácilmente, un hecho que no deja de ser sorprendente en una persona cuya demencia avanza a pasos agigantados.

“Cony ya no recuerda cómo sumar, ya no puede hablar por teléfono ni salir a la calle.”

de Cony le han recomendado no hacerlo: “Según ellos, mi madre aún guarda un vínculo muy especial con nosotros, sus hijos y ‘nana’. Si la internamos en una fundación, ese lazo desaparecería y ella se desconectaría aún más de la realidad. Al poco tiempo no nos recordaría, per-

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Las cifras sobre el Alzheimer no son alentadoras. En Colombia, se cree que la enfermedad la padecen entre el dos y el cinco por ciento de los mayores de 65 años, y en el mundo surge un nuevo caso cada 7 segundos. El Alzheimer es implacable, feroz, contundente. Una vez empie-

za no hay marcha atrás: su víctima pierde la memoria conforme pasan los años, sus recuerdos se desvanecen lentamente, sus memorias más valiosas se convierten en difusos espectros que finalmente desaparecen sin dejar huella. Ángela termina su relato y el sonido de las últimas gotas de lluvia golpeando los adoquines retumba por toda la casa. La calma y la noche se apoderan de la ciudad; el reflejo de la luna se dibuja en las gruesas capas de agua que tapizan las calles. Me despido de Cony y en su rostro se esboza el mismo gesto de sorpresa y asombro que hizo cuando me saludó por primera vez.


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