Hidalgo

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pueblo. Como era domingo y se llamó a misa desde muy temprano, ocurrieron a la población los campesinos de los lugares cercanos. El cojo Galván, campanero del templo parroquial, llamó a la primera misa y desde los primeros escalones de entrada al templo, Hidalgo arengó invitando a sus feligreses a iniciar su lucha libertaria. En este momento ya seguían a su cura un número aproximado de trescientas personas, quienes se armaron como pudieron. Como a las once de la mañana un número aproximado de seiscientas personas salieron de la Congregación de Dolores con rumbo a San Miguel el Grande pasando por la hacienda de la Erre, donde hicieron la primera comida del día; en el camino se les unió multitud de gente del campo, principalmente indios otomíes armados con arcos y flechas, palos, ondas, cuchillos, instrumentos de labranza, y otros; caminaban sin orden ni disciplina alguna, siguiendo por jefes a los capitanes de las cuadrillas de las haciendas; los de caballería montados en flacos y malos caballos, pero mejor armados que los de a pie. Orozco y Berra nos informa que: “Aquella chusma marchaba siguiendo el instinto bien sentido que la impulsaba y que no podía definir, mas no tenia bandera; al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de nuestra Señora de Guadalupe, la hizo suspender del asta de una lanza y aquel fue el estandarte del ejército: en todos los guiones se puso una estampa del sagrado simulacro y la usaban los partidarios por distintivo en el sombrero. La inscripción colocada del lado de la imagen, expresión en las guerras de lo que se ama y de lo que se aborrece, de lo que se pretende alcanzar y de lo que se ha de destruir, eran: ¡Viva

la Religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y Muera el Mal Gobierno!. Expresiones muy largas, compendiadas por el pueblo, para su grito de combate, en: ¡Viva la Virgen de Guadalupe; Mueran los Gachupines!. Su amor y su odio, su bandera y su enemigo”. A este estandarte se unieron otros, como unos con la imagen de San Miguel y otros con el águila indígena. Pardeando el día dieciséis llegaron los insurgentes a la villa de San Miguel, la que tomaron sin oposición ninguna, aprehendieron a todos los españoles, se les unieron muchos elementos del pueblo y se armaron los mas que se pudieron y se hicieron de dinero que mucho les sirvió. Después de días salieron con rumbo a Celaya, pasando antes por Chamacuero, a donde llegaron el veintiuno de septiembre. Los integrantes del movimiento insurgente hasta este momento reconocían como máximo jefe al Cura Hidalgo, por su relevancia sacerdotal, su edad y buena fama. Estando en Celaya, el día veintidós de septiembre, en presencia del ayuntamiento, de todos los jefes de armas y la tropa, que mas bien era chusma, por consentimiento unánime de todos los jefes, Hidalgo fue nombrado: capitán general; Allende, teniente general y mariscales, coroneles y otros grados a muchos más. El ejército que ya sumaba aproximadamente cincuenta mil elementos

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