Comunicado | Provincial, Hermann Rodríguez, SJ | 18 de mayo de 2021

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Bogotá, 18 de mayo de 2021

Queridos Jesuitas y Compañeros/as en la misión: “Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capaciadad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el “campo de la más amplia caridad, la caridad política”. (Francisco, Fratteli Tutti, 180) Reciban un fraternal saludo. El pasado sábado 8 de mayo nos reunimos la consulta canónica, los superiores y algunos invitados más para reflexionar juntos sobre la situación del país y para discernir lo que nos está pidiendo Dios, como cuerpo apostólico, a partir de esta convulsionada realidad. Con base en este compartir, quiero hoy agradecer, reconocer y animar las respuestas que desde nuestras obras y regiones hemos dado a esta situación. Hemos sabido acompañar a la gente, especialmente a los jóvenes, y hemos construido espacios de reflexión, diálogo y solidaridad al interior de nuestras obras apostólicas. Algunos también se han expresado en comunicados o han acompañado las manifestaciones de la gente, desde sus lugares concretos y atendiendo a la especificidad de sus misiones apostólicas. Hoy los jóvenes se manifiestan como la conciencia moral del país. A través de sus quejas y reclamos podemos percibir que algo nuevo está naciendo en medio de nosotros y vivimos esta situación como dolores de parto que anuncian una vida nueva (Cfr. Rm 8,22). El clamor de las juventudes representa la misma voz de Dios que nos invita a unirnos a ese cambio profundo y creativo que Colombia reclama hoy en sus calles. Es menester, por tanto, que nuestra escucha se haga más atenta, porque Jesucristo hoy nos interpela en sus frustraciones y en sus esperanzas. Una respuesta evangélica y profética exige siempre el respeto por la dignidad de todos y cada uno de los seres humanos, hijos e hijas amados de Dios. Tenemos que cuidar y purificar mucho el lenguaje que usamos al interior de nuestras obras y comunidades, y cuando nos pronunciemos, nuestros gestos y palabras deben respetar esa misma dignidad. Como seguidores de Jesús cuidamos y respetamos la vida humana como un don sagrado recibido de Dios y por esto rechazamos toda forma de violencia, venga de donde viniere. Acompañamos y sentimos las angustias de nuestro pueblo, que en su mayoría se manifiesta pacíficamente, y por


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