








BALCÓN

PUERTA DE COMERCIO CON OBJETOS EN LA PUERTA
TOLDOS
BANDERA DEL NÁPOLES EN BALCÓN




































No es la existencia de los toldos en las fachadas napolitanas lo que genera curiosidad, sino la sobreabundancia de éstos. Siendo más bien racional, imagino que los rayos de sol no logran atenuar el blanco brillante de los muebles de salón de Ikea, ni permiten tener luz natural entrada la tarde debido a lossiete metros de anchura de las calles. De hecho, si lo hacen es de una forma tan discreta que se agradece, por lo que no entiendo el querer evitarlos. Y aunque diferente pero en la misma línea, los balcones. Éstos elementos tan característicos del mediterráneo capaces de dar estilo a cualquier actividad cuotidiana, leer en el balcón, desayunar en el balcón o incluso fumar en el balcón tiene más glamour, salvo que sea un balcón en Nápoles.
En cualquier imagen de la ciudad se aprecia la intención de proteger todos los elementos de la fachada con un toldo, sin tener que ser específicamente un toldo de tela, desplegable y en un estado más o menos bueno. Sirve cualquier artilugio, desde unos bardos con tejas viejas en la puerta de entrada hasta un plástico verde y translucido nada atractivo cubriendo un elemento decorativo o una chapa metálica siendo cubierta del tendedero anclado a la pared. Pero quien le taparía el sol a la ropa tendida? O talvez la protegen de la lluvia? Si es por esto, sería más razonable el estado oxidado de todos los metales de la fachada, no es (únicamente) dejadez, la humedad ha tenido que ver. Y siempre de la mano de un toldo, los balcones. Siendo una pieza clave en cualquier fachada de la ciudad sorprende que no se aprovechen nada más que para tender ropa, tanta ropa como se pueda. Un balcón se suele entender como una habitación extra, unos metros cuadrados conectados con el exterior pero tan propios como el cuarto de baño. Y lo de ser propios es una evidencia en Nápoles, ya que cada balcón es una síntesis de la vida que llevan las personas que lo habitan, nada de muebles de jardín ni maceteras estéticas. Cubo de fregar, zapatillas y sin duda, ropa tendida por todas partes.
En conclusión, queda argumentada la revelación de los napolitanos hace poco más de dos años tras el intento de prohibición de tender la ropa hacia la calle por falta de decoro e higiene. No preocupa que desaparezca una prenda o se vea otra más íntima sino que ésta se pueda mojar uno de los seis días de lluvia de media al mes. Y sobre el decoro… es el más popular de las calles de la ciudad (seguido por los banderines de Maradona).


Es cierto que la relación entre los italianos y la religión ha sido siempre especial, de hecho el centro del catolicismo se encuentra en suelo italiano. Y muchas de las reliquias arquitectónicas de otras épocas se quedaron en su lugar de origen. De la misma manera es sabido que Nápoles es la ciudad más peligrosa de Italia debido a la mafia. Por lo que es sorprendente que la fe en Dios, que invita a hacer el bien, haya convivido con la camorra tantos años. La iglesia, por su parte ha dejado elementos monumentales como iglesias pero también otros de interesantes y a una escala más pequeña que los hacen más personales
Para la sociedad creyente es importante pensar, creer y desear como lo hace Dios. Ayudar al prójimo y cuidar a los más desfavorecidos es fundamental en la vida de un hermano. Por lo contrario, y sin tener mucho conocimiento sobre la camorra, una mafia se concibe como todo lo contrario, hasta llegar al punto de matar a otra persona. Es desconcertante pues, que en la mayoría de esquinas de la ciudad o en fachadas varias aparezca una estampa de alguna virgen, un pequeño altar con flores o una imagen del señor a pequeña escala acompañada de fotos de personas desaparecidas o en el peor de los casos muertas. Es decir, son pequeños santuarios dedicados a personas pertenecientes a grupos delincuentes esperando que el encuentro con Dios sea bueno a pesar de lo hecho en la vida terrenal es algo contradictorio. Se podría definir la sociedad napolitana como un pueblo arraigado a la vida (con costumbres cristianas) que vive siempre bajo la presión de la muerte
Por otro lado y tirando del hilo de la fe, hablo de Diego Armando Maradona. Un ídolo del fútbol como cualquier otro pero llevado al extremo como pocos. Más allá del fanatismo por el equipo local, responsable de la decoración azul y blanca de muchas calles, parece ser que el argentino tiene más importancia que el propio club. Se le ha idolatrado hasta el punto de ser un Dios, una leyenda eterna en las calles en las que según se dice se sintió cómo en casa. La ciudad pobre y desesperanzada le acogió como un héroe, dejando a día de hoy pinturas de fachada entera, altares repletos de flores y cirios e incluso ceremonias en las que se le reza.
Finalmente, el futbolista y la mafia no resultaron estar tan lejos. Drogas, alcohol e infidelidades que, sorprendentemente no le alejaron tampoco de la religión.