Al adentrarme en esta pesadilla de pasillo que ha terminado siendo el TFG, mi relación con la arquitectura estaba en crisis. La figura del arquitecto estrella nunca me ha convencido, siendo un ejemplo de la disociación de realidades entre la de l@s docentes de hoy en día y nuestra realidad, donde la arquitectura debería de trascender lo material y empezar a infiltrarse con más fuerza aún en otras disciplinas para poder, literalmente, ganar dinero y llenar el frigorífico. Este pensamiento que navega entre ser crítico e intrusivo hizo que mi posición frente a este trabajo fuese la de relacionar la arquitectura con algo que me apasionase de forma pura y sincera, de ahí el cine de David Lynch, siempre desde un punto de vista arquitectónico. Siento que me estoy enrollando más de la cuenta, pero el resumen de esta especie de carta de amor-odio a la arquitectura es: las gafas del arquitecto pesan muchísimo, pero la vida que ves con ellas puestas es mucho más interesante.