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Ficha técnica

crítica em movimento: \Teatros peculiares en la doble vía con Cuba y Brasil

7. La arepa es una masa de pan elaborada con harina de maíz, plato típico de las cocinas populares y tradicionales de Venezuela, Colombia y Panamá.

8. El areito, o areyto, era una palabra de la lengua taína adoptada por los colonizadores españoles para describir un tipo de música y danza religiosa ejecutada por ese pueblo del Caribe. El areíto era un acto ceremonial que se creía que narraba y honraba los actos heroicos de los antepasados, jefes, dioses y cemíes taínos. VI

En una tierra lejana, más allá del infinito, había un reino llamado El Mundo Santo, donde vivía un rey muy malo llamado Mesa Redonda (GARCÍA LEYVA, 2010).

Así comenzaba la historia construida por los niños del proyecto Zunzún, cuyos conceptos centrales serían la verdad y la mentira. Margarita y yo habíamos conseguido, junto a ellos, tejer un proceso de autodiagnóstico participativo con diferentes dispositivos estéticos (objetos sonoros, pantalla iluminada y figuras planas animadas, entre otros), configurándose una acción representacional que, lejos de una interpretación de personajes, les permitía a los niños hacer una performance lúdica de su propio yo.

Llevábamos dos semanas ensayando intensamente con los niños, pues estábamos a punto de compartir el trabajo con la comunidad, y nuestros cuerpos estaban exhaustos. Entonces, cuando nos dejaron solos, al final de la sesión de hoy, ella no pudo más que encender un cigarrillo.

«¿Quieres un Marlboro?», me dijo con toda la delicadeza que el acento paisa le permitía, mientras se sentaba cerca de mis piernas estiradas en el piso. «Gracias. ¿Quieres uno de los míos? No suelo fumar, pero este Camel me llamó la atención». Y los dos comenzamos a fumarnos nuestros cigarrillos en silencio, mirándonos con toda la magnitud que el momento permitía, mientras un leve olor a saco de arpillera mojado y a arepa montañera⁷ inundaba el espacio. Miradas fijas, retadoras, solo el silencio nos acompañaba, mentes abiertas al universo.

El tabaco cubano, recordó Margarita, levanta las sombras y el vértigo del alma, un areíto⁸ que se aloja en el cerebro, una brujería fruto de hábitos paganos y diabólicos.

No era el imperio de los signos, como afirmaba Roland Barthes, pensé, sino el de los más sublimes sentidos, desorden de las pasiones que relativiza los límites del cuerpo, cúmulo de años acumulados. Y una larga bocanada invadió mis pulmones.

Procesos artísticos con niños: teatros peculiares y de manos dadas entre Cuba y Brasil

El instinto de un cruce contaminado de humo nos atrajo uno hacia el otro, dejando nuestros labios expuestos al sensible contacto con los cuellos, tierna textura de carne temblorosa que delataba los rápidos e incontenibles latidos del corazón. Impulso con templanza, goce viril incontenible que se desbordaba, ganas amordazadas que se liberaban.

Rápidamente, los pezones de sus gigantescos pechos comenzaron a frotar cada centímetro de mi piel con total desenvoltura. En ese momento, ninguna de nuestras ropas nos acompañaba, lo que inconscientemente nos condujo a asumir la posición de la flor de loto, sentados a horcajadas en el medio de aquel escenario con una tenue y amarillenta luz en el alto, uno frente al otro, cual Sada y Kichizo Ishida en un hotel de Tokio en los años 1930, experimentando, con toda la lentitud que la intensidad permitía, los límites de nuestra autocomplacencia (OSHIMA, 1976).

«Ahy… lo adoro... Ahhh, Kichizo...», susurraba ella mientras su delicado goce me derrumbaba de espaldas en el suelo. «Kichizo, siento como si flotara. Quédate adentro. No te salgas de mí» —y un suave mordisco se adueñaba de mi pecho izquierdo, mientras de su boca exhalaba un demorado y tembloroso gemido, que le subía desde lo más íntimo de su cuerpo, comprimiendo el más duro miembro de la familia, quien estaba eternamente agradecido por ser sometido hasta su total liquidación—.

Ni Margarita ni yo habíamos conseguido olvidar, en esos tres años, los más mínimos detalles de aquella trama fantasiosa en que nos vimos seducidos un día antes del estreno en Cuba. Entonces, estando aquí en Brasil, ensimismados nuevamente en medio del humo de nuestros cigarrillos y a punto de hacer otro estreno, no pudimos evitar las vueltas que da el destino.

«¿Quieres un Marlboro?», me dijo. «Gracias. ¿Quieres uno de los míos? No suelo fumar, pero este Camel me llamó la atención», le dije sonriendo.

VII Cuando llegó el día del estreno, todos en la Cia. Paideia nos sentíamos extremadamente inquietos. Cuando el espectador llegaba a la sala, escuchaba sonidos de viento. Una luz tenue atravesaba oblicuamente el escenario,

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como reminiscencia del amanecer. Era el punto de partida para la entrada de los narradores. El viento aumentaba su potencia, pero ellos seguían moviéndose lentamente. Al inicio eran sombras, que luego iban descubriéndose ante la mirada curiosa de los niños, a través de paños de seda, telas, cestas, bolsos de cuero y otros complementos de color ocre, amarillo, beige y naranja, recordándonos a aquellos antiguos rapsodas recitando poemas de pueblo en pueblo. Eran figuras que se presentaban no como personajes de teatro, sino como alguien próximo con quien compartirías una experiencia de vida. Era así como los actores, especialmente Margarita, conducían todo el espectáculo, con un equilibrado nivel interpretativo y vocal, apoyándose en la amplia escala de registros sonoros y musicales de la obra, dando muestras de su versatilidad artística.

En términos generales, fui percibiendo, en este proceso de la Cia. Paideia, arquitecturas complejas de acciones artísticas, pedagógicas y éticas que se entrecruzaban como actos de alta dimensión cultural y que buscaban una cierta restauración simbólica junto a los niños. En la dimensión microtransformadora de este proceso se destacaron mutaciones personales y colectivas, espacios conviviales de experiencias, intercambios, proximidad y experimentación conjunta entre niños y adultos, en cuyo centro se erigió la narrativa como mediadora estética y como campo de recuperación de la memoria. Aquí, el lenguaje —entendido como representatividad de algo inteligible— adquirió sentido en la medida en que las estrategias de convivencia incidieron en el tipo de experiencia vivida por los niños, suplantando el poder del logos. Para ello, la dimensión performativa del juego contribuyó como elemento esencial de la enseñanza del teatro, y la música como elemento facilitador del proceso formativo.

Más que un modo de hacer teatro, de incorporar a los niños a la dimensión poética como sujetos, de construir una práctica perforando los sistemas de representación y manifestación política, que apuestan por el olvido, las vivencias y las informaciones como capital simbólico, el proceso que implicó el espectáculo Histórias que o Vento Traz cuestionó la noción de teatro infantil y su alcance como dispositivo de subjetivación en los niños, revelando otras relaciones de la enseñanza teatral entre adultos y niños, proponiendo nuevas formas de habitabilidad en el mundo y ubicando al teatro como un horizonte orientado hacia la esfera de las interacciones humanas y su contexto cultural. VIII Mientras me preparaba para regresar a Cuba, sentí la necesidad de seguir estudiando experiencias como estas en América Latina. Se me ocurrió que Margarita y yo podríamos pasar las últimas horas juntos, pensando en eso, soñando con nuestras vidas, paseando en bote en algún lago de la ciudad. En menos tiempo de lo que imaginé, ya estábamos disfrutando de un buen vino acariciados por el profundo silencio que emanaba de las aguas. Yo estaba sentado en el lado de babor remando, mientras Margarita estaba en el asiento posterior, en la popa, sujetando el timón. Fue ahí donde me di cuenta de la peculiaridad entre las dos experiencias teatrales que habían unido nuestras vidas. Estaba en la manera como ella y yo veíamos y nos relacionábamos con el teatro, entendiéndolo como una construcción sim-

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bólica, orientada hacia la conquista de la autonomía y la resignificación del mundo de los niños.

9. «¡Mierda!» es una interjección utilizada por los actores y las personas involucradas en la parte técnica de una obra teatral, detrás de las bambalinas o en el escenario, minutos antes de que se abra el telón, para expresar el deseo de buena suerte en la presentación.

Fue allí también donde surgió la idea de regresar, de hacer un doctorado en São Paulo, de venir con Iván, mi pequeño hijo, y de aventurarnos en grupos y comunidades periféricas de esa región. Seguía allí el cielo despejado, el horizonte de octubre sin una sola nube y toda, toda una vida por delante frente a ese magnético y enigmático lugar de la ciudad, de donde saldría el impulso que ocuparía mi vida en los próximos meses y que terminaría con este metafórico mensaje:

São Paulo, 12 de diciembre de 2013 Estimado Ignacio, Su proyecto de doctorado fue aprobado. Le envío la comunicación oficial de la CPG. El curso en la USP comienza en marzo de 2014. Espero encontrarlo pronto. ¡Un gran abrazo y MUCHA MIERDA!⁹

.:. Este texto es responsabilidad exclusiva de sus autores y no refleja necesariamente la opinión de Itaú Cultural.