Entre Luces y Sombras N° 3

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1 FILOSOFÍA COMUNICACIÓN CULTURA Diciembre 2022 Tema Central: DERECHOS HUMANOS Y GLOBALIZACION DE LA ESPERANZA

Editorial Editoria

Derechos Humanos y Globalización de la esperanza en la agenda de vida planetaria

"La moral cívica se refiere a los mínimos que los ciudadanos ya comparten por haber alcanzado la conciencia moral un nivel determinado en su desarrollo moral. Estos mínimos se refieren a los valores, principios, derechos y a una actitud dialógica ..."

Adela Cortina

Volvemos a escribir de nuevo, y este es el tercer ejemplar de este esfuerzo por la reflexión filosófica, ética y política como equipo editorial de Entre Luces y Sombras. Aproximadamente, para ser exacto el día 10 de diciembre, se conmemora un nuevo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Valga la ocasión para compilar algunas líneas de reflexión argumentativa sobre el tema, ya que nos impacta de una manera tenaz en esta aldea global que termina siendo una molécula provinciana en el vasto universo.

Es evidente que la globalización ha desarrollado un acelerado detrimento de la asunción filosófica de los derechos humanos, la manera instrumental de abordarlos se ha convertido en una línea de actuación permanente y sistemática, convirtiendo el proyecto global más importante de la sociedad occidental en un discurso formal en las agendas de los diferentes gobiernos, en tal perspectiva no podemos limitarnos a explicar superficialmente los enunciados, es válido hacer uso de la filosofía para la interpretación del todo.

Para efectos pedagógicos, nos enfocamos en Europa como marco teórico inicial en los referentes de igualdad, justicia y libertad como conceptos inalienables, innegables e inviolables, Derechos Humanos más allá del iusnaturalismo, la aquiescencia es en los Derechos Humanos

como bien común de la humanidad, como objetivismo y apelativo moral. La reflexión ética de los Derechos Humanos nos conduce a la pregunta ¿Qué nos hace esencialmente humanos? Acaso nada más la explicación "racional" de los griegos de la sociedad y la polis, ¿Cual es el fin o sentido del ser humano, el principio de justicia como obligación ética de cada uno de los hombres y mujeres? , en fin, la razón moral es la fundamentación de la existencia.

Cuando la humanidad supere lo que Thomas Hobbes define como el hombre lobo de sí mismo, esa capacidad de autodestrucción que nos acompaña y se vuelve potencial asesina de lo que conocemos como civilización, vaya que el tiempo ha llegado, tiempo de pensar, la resistencia y los imaginarios alternativos tienen que concretarse, la incertidumbre tiene que dejar de estar al mando del timón, la fragilidad de las realidades políticas y sociales nos lleva a la toma de conciencia ciudadana de nuestro destino como especie, la desconfianza pública de las agendas globales sobre tolerancia y convivencia, ecología, cambio climático y biotecnología es un alerta para emprender quizás la prioridad más importante de todas, el derecho a poseer como pueblos proyectos de vida. Encontrarse es tarea urgente y nacer de este encuentro como posibilidad de esperanza radical de evitar el desastre y lograr el posicionamiento de una racionalidad, donde cuerpo, salud, comunicación, palabra, diálogo, existencia y experiencia tengan sentido de conectividad y comunidad.

Editores Entre Luces y Sombras.

Diciembre 2022. Año 1 N° 3

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3 2 Editorial 4 Derechos
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21 Los
Humanos en contexto
Voces de nuestro tiempo
Derecho a la alimentación adecuada
Voces contra el hambre
Tesis sobre una teoría crítica de los Derechos Humanos
DD.HH. en la agenda del Buen Samaritano

Derechos humanos en contexto

Quisiera empezar señalando dos cosas. La primera es que el año pasado (2008) se cumplieron 60 años de la Declaración Universal de los Derechos humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y también 60 años de la creación del Estado de Israel, el más grande violador de esos derechos humanos después de su incondicional protector Estados Unidos; es decir, que paradójicamente ambas cosas están vinculadas porque tuvieron lugar casi al mismo tiempo. La segunda es que, a propósito de los derechos humanos en la sociedad actual, dominada por un capitalismo más salvaje que nunca y por una minoría de países ricos cuyas clases dominantes y cuyos gobernantes están al servicio de las grandes transnacionales de la economía que son igualmente dueñas de los medios de comunicación, lo que vemos a diario son agresiones y crímenes de guerra cometidos por esos países y grupos dominantes contra países débiles a los que quieren dominar y saquear, o contra pueblos que se niegan a someterse a ese dominio expoliador. Claro que esto no sería nada nuevo, porque tiene una larga historia asociada desde hace siglos al capitalismo, al colonialismo y al imperialismo, pero nos resulta nuevo solo porque esos crímenes y esas masacres de pueblos se llevan a cabo ahora, de la manera más descarada y cínica, en nombre de la defensa de los mismos derechos humanos que esas potencias atropellan y silencian día tras día.

No me referiré a derechos humanos en términos meramente teóricos o abstractos sino en el contexto concreto de las violaciones sostenidas y cínicas de los mismos a que acabo de referirme. No haré, pues, un examen del tema desde la perspectiva usual de los juristas o abogados especializados en derechos humanos. No soy abogado ni especialista en el tema. voy a hablar de derechos humanos y de violación de los mismos desde una perspectiva política, o histórico-política, desde una perspectiva de compromiso político con los derechos humanos y con el cambio social revolucionario, desde la visión política que sostengo y defiendo en todas partes. El neoliberalismo que hoy domina por doquier intenta por cierto reducir el tema de los derechos humanos a los derechos individuales. Y ni siquiera a los derechos individuales sino solo a algunos de ellos. Es claro que los derechos humanos son esencialmente derechos individuales. Pero es igualmente claro que no pueden reducirse a ellos porque no todos son meros derechos individuales. Los seres humanos vivimos en sociedad, somos parte de esta y los derechos humanos no pueden ser separados artificialmente de ese hecho clave. Y la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, aprobada el 10 de diciembre de 1948, así lo establece, definiendo no solo una amplia gama de derechos individuales: derecho a la vida, libertad de expresión, derecho al voto; sino también de derechos sociales: al trabajo, a la educación, a la vivienda, a la salud, a la igualdad, a una vida digna propia de seres humanos, algo que en estas últimas décadas de dominio el hipócrita pensamiento neoliberal ha intentado con bastante éxito dejar de lado, siempre con la complicidad del poder capitalista y de sus medios.

Combinando ignorancia con cinismo, los neoliberales de hoy pretenden remitir el tema al derecho natural, diciendo que los derechos humanos, como el derecho a la vida o a la libertad personal, son inmanentes, inherentes o

propios de los seres humanos; es decir, que han estado presentes siempre, que son eternos, que constituyen una suerte de derecho divino, queriendo así hacer del capitalismo, que acepta esto en el plano declarativo aunque lo viola a cada paso, un sistema también eterno, capaz de borrar la Historia humana tanto en su pasado como en su futuro.

Olvidan estos manipuladores que el derecho a la vida y a la libertad personal misma son conquistas recientes de la Humanidad, algunas de ellas todavía en disputa, y que ha habido largas épocas históricas, algunas de ellas no precisamente muy remotas, en las que solo unos pocos, los dueños del poder, disfrutaban de esos derechos. Y hasta los podían perder por mala suerte, en caso de que sus países o Estados cayeran en poder de invasores capaces de asesinar en masa o de esclavizar a los vencidos. O incluso si al viajar, por algún motivo el barco en que viajaban caía en poder de piratas que luego de capturarlos los llevaban a algún mercado, mercado nada simpático para ellos que tanto aman los mercados, en el que los vendían como esclavos. Para citar tan solo dos ejemplos, Platón fue vendido como esclavo, y también lo fue Cervantes, ambos hombres blancos y europeos. Ellos fueron esclavos o cautivos por casualidad y por poco tiempo; pero otros, y en este caso se trata de millones de hombres y mujeres a lo largo de siglos, lo fueron en forma permanente.

Es que en las sociedades antiguas, en las que dominaba la esclavitud, había libres y esclavos; y estos, que eran la aplastante mayoría, no tenían derecho a la vida. Se los podía castigar y matar a voluntad. Ni siquiera eran seres humanos. Se los definía y consideraba como mercancías u objetos parlantes. En la Roma antigua el hombre libre casado y con hijos, como Pater Familias, ejercía poder absoluto sobre hijos y mujeres, pudiendo matar a unos y otros en caso de desobediencia. En la Edad Media se mantuvo la esclavitud; y en este caso, como antes en Grecia y Roma, era esclavitud de blancos, casi todos o casi siempre europeos. Y la Iglesia cristiana la justificaba porque se trataba de paganos.

La conquista de América fue un triunfo pleno y masivo de la esclavitud, ya en los albores del capitalismo. Los negros africanos no eran reconocidos como seres humanos, y racismo y esclavitud empezaron a ser vistos como una sola y misma cosa. Por siglos, África fue desangrada por los capitalistas europeos. La esclavitud de los africanos se mantuvo hasta hace apenas dos siglos en la civilizada y ya capitalista Europa.

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Hay así una relación estrecha entre esa aparición del tema de los derechos humanos individuales y el auge de la modernidad, del liberalismo, del capitalismo liberal (…)
Vladimir

. Numerosos europeos, nobles y empresarios, se enriquecieron en esos siglos traficando con carne humana, y hasta varios filósofos como el famoso John Locke, uno de los padres del liberalismo y de los derechos humanos (de los blancos y los ricos, por supuesto) hizo dinero como socio de una compañía negrera; y, como siempre, la hipócrita Iglesia cristiana encontró una justificación (la bíblica maldición de Noé) no solo para defender la esclavitud sino también para hacer pingües negocios con ella mientras le enseñaba a los esclavos a aceptar su destino con la usual resignación cristiana.

No se trata de negar que la lucha por los derechos de los individuos está ligada al ascenso del capitalismo europeo en los siglos XVII y XVIII, (siglos que son también y al mismo tiempo los del apogeo del esclavismo con el que medran y se enriquecen esos mismos capitalistas y colonialistas de Europa). Y está ligada al ascenso del capitalismo porque los burgueses o empresarios de entonces, sometidos al absolutismo real y al dominio de la aristocracia terrateniente, necesitaban libertad personal e igualdad jurídica para ellos; y también, algo no menos importante, porque requerían del apoyo de las masas trabajadoras de sus países para vencer en sus luchas contra la aristocracia y tenían que ofrecerle libertad e igualdad a esas masas explotadas. Todo esto sin olvidar que en lo esencial el capitalismo, sobre todo el capitalismo ascendente, necesita del trabajo libre, esto es, de trabajadores que no sean esclavos ni siervos sino que puedan disponer de sí mismos una vez que los capitalistas los hayan despojado de sus pequeñas parcelas de tierra o de sus herramientas de trabajo para transformarlos en obreros, en trabajadores libres, que por no tener ya medios de producción para sobrevivir, se ven obligados, “libremente”, a alquilarle su fuerza de trabajo a los capitalistas.

Hay así una relación estrecha entre esa aparición del tema de los derechos humanos individuales y el auge de la modernidad, del liberalismo, del capitalismo liberal, en los siglos XVII y XVIII europeos, esto es, entre el triunfo de esa burguesía ascendente y la aparición del individuo moderno dotado, al menos en el plano teórico o discursivo, de derechos humanos de corte político, como libertad, propiedad, igualdad jurídica, individuo que es perfectamente separable en ese plano político de la sociedad de la que forma parte y que incluso puede colocarse por encima de ella, colocando su derecho por encima del derecho de la sociedad. En la sociedad tradicional anterior al triunfo capitalista esto solo era posible para unos pocos; y los conceptos de individuo y de derechos individuales no parecían aún suficientemente definidos como para poder ser separados del conjunto social del que formaban parte. Las sociedades anteriores habían puesto mayor énfasis en los derechos sociales, derechos colectivos, que en los derechos individuales. Es en el contexto de la modernidad asociada al capitalismo que el mismo concepto de individuo se perfila, por lo que antes he señalado. (Y sería un error olvidar que en realidad esa igualdad jurídica y esos derechos comunes a todos los individuos son, como he dicho hace poco, más teóricos o discursivos que otra cosa, y que de hecho son fundamentalmente derechos de los propietarios, de las clases dominantes, porque en la práctica están mediados por la situación económica de los grupos sociales a los que esos individuos pertenecen. Pero por lo pronto dejo esto de lado para no desviarme del tema principal que estoy tratando.) Lo que sí me interesa señalar es que uno de los grandes problemas que esta nueva situación suscita, la de hablar de derechos políticos y de igualdad jurídica de todos los individuos, es la necesidad de hallar una suerte de síntesis o acuerdo entre esos derechos del individuo con los derechos sociales, vale decir, con los mismos derechos del individuo, de cualquier individuo, en cuanto ser social, en cuanto parte del conjunto de la sociedad, incluso más allá de su pertenencia específica a una de las clases sociales, a menudo antagónicas en las que esa sociedad se encuentra dividida.

El problema central del tema de los derechos humanos es entonces que hay que decidir si de lo que se trata es de colocar al individuo con sus derechos absolutamente por encima de la sociedad, a la que se despoja en nombre de ese individualismo extremo de todo derecho, o si se trata de reconocer que el individuo es un ser social, y que entonces se hace inevitable admitir que los derechos individuales tienen sus límites en los derechos sociales, en los derechos de los otros. Y que esos derechos sociales, derechos colectivos, en última instancia pesan más que los derechos individuales y pueden por tanto sobredeterminarlos, porque los individuos solo pueden existir en sociedad. En pocas palabras, y dicho de manera más sencilla, que los derechos individuales no pueden ser ilimitados porque de serlo atropellarían los derechos de los demás, algo que expresa a la perfección la famosa frase de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, o aquella otra, no atribuida a nadie pero

igualmente válida, de que mis derechos terminan donde empiezan los tuyos. O viceversa. Que los derechos tuyos terminan donde empiezan los míos. De lo que se trata es de buscar soluciones a los intereses, necesidades y derechos de cada cual, siempre dentro del marco que es la sociedad dentro de la cual se vive y se debe convivir, no obstante los enfrentamientos y las luchas. Ese elemento es central en la política relativa a los derechos humanos. Y lo lamentable es que pese a que se sigue citando y cele- brando ritualmente cada 10 de diciembre la Declaración de la ONU, no cabe la menor duda de que en el mundo capitalista neoliberal de hoy pesan más, mucho más, al menos en el papel, porque también se los viola a diario, los derechos individuales que los sociales. Y la tendencia clara es a dejar estos de lado, o a proyectarlos hacia un futuro indefinido.

vuelvo por eso a la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Y la tomo como referencia porque es la propuesta más clara y completa que tenemos. Lo más cercano al equilibrio que venimos mencionando entre lo individual y lo social fue lo que aprobó Naciones Unidas en su Declaración de 1948. De los antecedentes que otros citan, el de la Revolución francesa es válido pero solo a medias porque su universalidad se refería al mundo masculino y excluía a las mujeres; y el de la Constitución de los Estados Unidos carece en cambio de toda validez porque esa sociedad era entonces esclavista y racista y se dedicaba a masacrar a sus poblaciones indígenas. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU es además referencia porque se produce en el contexto histórico de la entonces reciente derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, contexto del triunfo de los pueblos, de la esperanza viva de alcanzar la paz, la democracia, el socialismo, lo que contribuyó a que en esa declaración se asumiera una visión realmente universal y justa de los derechos humanos como verdaderos derechos de toda la Humanidad. Y esa visión se hizo más amplia incluso en décadas siguientes, porque en 1948 la recién creada ONU apenas estaba constituida por un pequeño y desigual grupo de países, con exclusión de casi toda África y Asía, cuyos territorios estaban sometidos aún al colonialismo de los países europeos, y cuando la China estaba solo a punto de lograr su liberación, mientras que las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo fueron las de la descolonización de África y Asia y del triunfo de la Revolución cubana en América Latina, todo lo cual hizo que crecieran las esperanzas de cambio social en el mundo, incidiendo en que la ONU, aunque dominada como siempre por las grandes potencias, sintiera esa presión y debiera en buena medida conformarse a ella.

Por desgracia, las décadas siguientes, a partir de los años 80, cambiaron por completo este cuadro y estas perspectivas. El neocolonialismo estadounidense y europeo había venido reemplazando al viejo colonialismo, y Estados Unidos y Europa habían sometiendo así a la mayor parte de África y de Asia recién independizadas; los Estados de Bienestar europeos, logrados luego del fin de la Segunda Guerra, empezaron a estancarse; el campo socialista entró en franca crisis hasta llegar al derrumbe estrepitoso cuya más clara expresión fue el desastre de la Unión Soviética; y en medio de la idea del fin de la Historia y del triunfo final y definitivo del capitalismo comenzó a imponerse en forma abierta el neoliberalismo, la expresión más franca y reaccionaria de un capitalismo más parasitario y salvaje que nunca, el cual, en nombre de una promocionada globalización, ha venido desde entonces dominando el mundo, destruyendo la sociabilidad democrática y progresista del pasado, devaluando la política, corrompiendo y aplastando las luchas de los pueblos, reduciendo las esperanzas de cambio revolucionario a peligrosas e inútiles utopías irrealizables o con- denadas al fracaso. Y mientras tanto, ese mismo capitalismo ensoberbecido ha venido acentuando la riqueza de una minoría de ricos cada vez más ricos y la pobreza y las desigualdades de una creciente mayoría de pobres cada vez más pobres, llevando esa desigualdad a extremos tan brutales que serían explosivos si no fuera porque buena parte de los pueblos han sido embrutecidos y domesticados por el dominio absoluto de unos omnipresentes medios de comunicación que promueven la indiferencia, la pasividad, el consumismo, el egoísmo e individualismo extremos, y sobre todo el temor a todo lo que signifique unión solidaria, posibilidad de lograr cambios sociales y de promover una transformación revolucionaria.

Así pues, el triunfo del neoliberalismo a nivel mundial ha significado la destrucción del mundo social, solidario y combativo que se había construido a lo largo de los siglos anteriores de luchas y conquistas populares: sindicatos, partidos políticos y organizaciones revolucionarias que habían sido los instrumentos con los cuales se conquistaron los derechos humanos esenciales que no habían sido incluidos en la visión más bien burguesa de la Revolución francesa. El neoliberalismo ha desmontado todo eso, y si bien es posible decir hoy en día que sus fracasos económicos, socia-

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sociales y hasta políticos han sido contundentes y que empiezan a abrirse lentamente nuevas esperanzas de cambio, estas son demasiado débiles y confusas todavía, carecen de propuestas y programas claros, y lo cierto es que el pensamiento y la visión global neoliberales, que penetraron profundamente en la sociedad y en sus patrones de conducta, siguen dominando el mundo de hoy, haciéndose presentes incluso donde uno menos se lo imagina.

Pero volviendo al campo que más me interesa ahora, hay que preguntarse: ¿qué hizo el neoliberalismo con respecto a los derechos humanos? Mucho, por supuesto para reducirlos y limitarlos. En primer lugar, decretar la disolución de la sociedad y tratar de lograrlo en términos reales. Margaret Thatcher, una de sus representantes más connotadas, dijo muy claramente al inicio de los años 80: “La sociedad no existe, lo que hay son individuos”. Individuos que tienen siempre como enemigo al Estado, ya que es este el que establece límites a esos derechos individuales. En consecuencia, imponer los derechos ilimitados del individuo (entiéndase que no se trata de todo individuo sino, como en Locke, su autor favorito, del individuo propietario) implica restringir a fondo el peso y la injerencia del Estado. Estado significa aquí, por supuesto, sociedad, derechos sociales, por ejemplo: la seguridad social, la educación, la salud, la vivienda, el acceso a una vida digna para todos. La educación gratuita solo la puede garantizar el Estado, ningún empresario privado puede hacerlo. Lo mismo pasa con la salud, con la vivienda, y más aún con la seguridad social, ya que esta es por definición social. El neoliberalismo es capaz, sí, de crear una seguridad privada, como en los Estados Unidos, seguridad privada que solo pueden pagar los ricos. En fin, se trata de excluir al Estado de la economía, del mercado, de la competencia, de la sociedad misma, reduciéndolo solo a mantener los caminos y a garantizar la seguridad, aunque esto también ha sido privatizado por los neoliberales y sus gobiernos complacientes, cada vez que han podido hacerlo.

El individualismo de los neoliberales es, como bien señalara Crawford Macpherson, un individualismo posesivo, al estilo de Locke, que cuando hablaba de individuos y de sociedad civil se refería a propietarios. Propietarios que en su caso, el de la Inglaterra de comienzos del siglo XVIII, eran todos blancos y de “buenas familias”, esto es, de vieja estirpe explotadora. En el caso de nuestras sociedades mestizas, se trata de blancos de medio pelo, y hasta de mestizos, siempre que tengan dinero y propiedades, por lo general mal habidas, propiedades que las más de las veces han sido obtenidas en forma dolosa, chupando de ese mismo Estado al que tanto critican en sus hipócritas discursos.

No hay que olvidar, sin embargo, que cuando el neoliberalismo habla de derechos humanos no solo los reduce a derechos individuales (y más particularmente a derechos políticos) sino que los pensadores neoliberales han dividido esos derechos humanos en generaciones distintas y sucesivas, que pueden ser tres, o hasta cinco, partiendo siempre del modelo de la Revolución francesa y de su famosa propuesta de Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Así, los primeros derechos, los de la primera generación, serían los que tienen que ver con la libertad, pero planteada esta como derecho a la vida y a la propiedad, y reducida como tal libertad a libertad política, que a fin de cuentas viene a ser el derecho al voto, el derecho a votar en las elecciones manipuladas y antidemocráticas propias del capitalismo. Los derechos humanos de primera generación, los principales, son definidos como solo posibles de ser ejercidos en democracia (esto es, en lo que la burguesía llama democracia); y quedan reducidos de hecho a la posibilidad de votar en las elecciones que el capitalismo define como legítimas. votar para que gane la derecha es lícito, votar para que gane limpiamente un partido que al poder imperial no le gusta, como Hamas en Palestina, no es en cambio lícito; y ese poder imperial valida entonces todas las violaciones posibles a los derechos humanos de un pueblo al que considera descarriado. Y así, en nombre de esos derechos humanos que el Imperio estadounidense y sus aliados proclaman a diario, es posible matar a ese pueblo de hambre, acosarlo, invadirlo, destruirle sus escuelas, sus hospitales y sus templos, aterrorizar a sus habitantes, asesinar no solo a sus hombres sino a sus niños y mujeres, bombardearlo, arrojarle fósforo blanco. En fin, masacrarlos a todos, para que aprendan (los sobrevivientes, por supuesto, y con ellos otros pueblos tentados de

hacer lo mismo) que la democracia es democracia y los derechos humanos son derechos humanos cuando Estados Unidos, Israel y Europa así lo deciden y no cuando un pueblo toma en forma independiente su propia decisión, decisión que choca con los intereses de esos tres mosqueteros de la democracia y la libertad, y menos aún cuando ese pueblo agredido denuncia que sus derechos humanos están siendo pisoteados por ellos.

El neoliberalismo relega, por supuesto, los derechos asociados con la igualdad, los convierte desde la década de los 80 del pasado siglo en derechos de segunda generación. El argumento esgrimido es que los derechos sociales son conflictivos porque no dependen exclusivamente del individuo, porque tienden a limitarlo para someterlo a una visión social, y sobre todo porque dependen a fin de cuentas de la sociedad, esto es, del Estado, y porque es este el que tiene el protagonismo. Esa argumentación basta para relegarlos. Esto significa en dos platos que los derechos relativos a educación, salud, seguridad social, igualdad de hombres y mujeres, derecho de acceso a la tierra, derecho al trabajo, salario igual por trabajo igual, derecho a condiciones humanas de vida y otros de igual alcance pasan a ser derechos discutibles, complicados, dependientes de un futuro impreciso y sujetos al desarrollo del capitalismo que, como vemos a diario, necesita atropellar y negar de hecho esos derechos para prosperar y sobrevivir, a menos que la mayoría se rebele y que un Estado sensible a los intereses y luchas de esas mayorías intervenga para regular las cosas.

Y aún más relegados que estos quedan los derechos que el neoliberalismo imperante califica de derechos de tercera generación. Estos se refieren a todo lo que tiene que ver con la fraternidad; esto es, con la solidaridad, con la vida en general y particularmente con temas claves como el ambiente. O sea, que en un mundo como el actual, en el que el capitalismo y el industrialismo desenfrenado están destruyendo la Naturaleza y acabando con el planeta, esos derechos ambientales son solo alcanzables como parte de un remoto y confuso tercer nivel hasta ahora indefinido. Podríamos decir entonces que para llegar a ellos habría que esperar a que el capitalismo y sus transnacionales acaben primero con este planeta y que los sobrevivientes logren mudarse para otro, esperando que lo encuentren y respeten en él esos derechos, porque al ritmo que avanza el desastre ecológico en esta, nuestra Tierra, parece que no nos queda mucho tiempo para desaparecer.

Esa es en pocas palabras la visión que ha impuesto el neoliberalismo acerca de los derechos humanos, visión que expresan casi todos los grandes organismos y foros internacionales y que ejecutan con fidelidad los gobiernos dirigentes y cómplices de ese poder ciego y criminal que domina nuestro mundo. visión por cierto que también comparten organismos y líderes que por sus posiciones políticas deberían ser críticos de esto y no lo son.

En consecuencia esta es la visión de los derechos humanos del neoliberalismo. Esa visión se proyecta simultáneamente en planos abiertamente conservadores o cómplices de la violencia y los crímenes de los países dominantes contra los pueblos a los que quieren explotar y someter. Resalta en primer término la condena de todo cambio social progresista o revolucionario. Y ante todo de la palabra Revolución, pero, eso sí, solo cuando se trata de revoluciones de verdad, solo cuando la palabra se refiere a cambios revolucionarios verdaderos. Porque a los neoliberales les encanta la palabra revolución para pervertirla atribuyéndosela a cambios contrarrevolucionarios. En los años 80 hablaban de Revolución Conservadora para referirse a la política de Reagan y a la Thatcher. Hablan sin parar de “revoluciones tecnológicas” cada vez que aparece un nuevo tipo de televisor, más caro y alienante que los anteriores, cada vez que un nuevo celular más sofisticado desplaza al anterior, cada vez que sale una nueva computadora o una tableta más moderna. Esto les permite presentar al mismo neoliberalismo y a la globalización transnacional que lo acompaña como procesos revolucionarios. Pero, eso sí, odian toda verdadera revolución, todo proceso realmente progresista y favorable a las grandes mayorías capaz de amenazar la hegemonía capitalista. Detestan desde siempre a Cuba y siguen conspirando a diario para acabar con su revolución, y condenan y tratan de derrocar desde los gobiernos imperialistas que son la expresión política y militar de su dominio a los gobiernos populares y progresistas de América Latina: a Chávez, a Ortega, a Evo Morales, a Correa, a todo el que no se somete a su poder. Los acusan de ser violentos, pese a que esta última década ha mostrado en América Latina

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que fuerzas revolucionarias radicales, como las que encabezan los citados líderes, han ganado el poder en elecciones. En elecciones limpias e impecables. Y enton-ces desatan contra ellos la calumnia amplificada por los grandes medios que les sirven: acusan a diario a esos gobiernos democráticos y populares de atropellar la democracia y los derechos humanos, de amenazar la libertad de prensa, y hasta de no dejarse derrocar.

En los Estados Unidos, herederos como son, entre otros, de Locke y de su individualismo posesivo, la propiedad privada es sagrada. Las casas familiares de la clase media suelen tener en el jardín algún cartel que dice No trespassing, “No pase”; y si algún desconocido, que por principio es sospechoso (en inglés stranger sirve para designar al mismo tiempo y como misma cosa al extraño, al desconocido, al forastero y al extranjero) se atreve a cruzar ese umbral sin avisar es probable que desde dentro de la casa le disparen por estar violando propiedad privada. Y si lo matan no hay delito, porque se ha matado a un invasor. Pero al mismo tiempo es frecuente que un miembro de esa familia de clase media que por considerar sagrada su propiedad privada le dispara a los que entren sin permiso a su jardín sea también militar. Y como los Estados Unidos se dedican a invadir países pequeños o débiles y a hacer guerras mortíferas contra esos pequeños países cuando se niegan a dejarse explotar o someter, es también casi inevitable que ese militar sea enviado a alguno de esos países rebeldes al que hay que robarle su petróleo, su gas o sus materias primas y que allí, como soldado invasor, se dedique a entrar en casas ajenas a masacrar a sus habitantes, violando no solo las casas sino a las mujeres jóvenes que en ellas habitan. O, si es de cierta graduación, es inevitable que se dedique a enviar a los soldados a su mando a entrar en casas ajenas a robar, a violar y a matar. Total, lo mismo. Pero si los habitantes del país invadido intentan defenderse, si intentan defender su tierra, sus riquezas, sus hogares privados, la vida de sus seres amados, como haría cualquier ser humano en situaciones similares, ya sea con protestas o con armas para enfrentar la violencia de los invasores, armados estos por lo demás hasta los dientes, entonces se les niega a ellos ese derecho, se los acusa de terroristas, y se los puede encarcelar, torturar y masacrar sin el menor escrúpulo.

Resalta también así la trampa que ha desarrollado el neoliberalismo declarando como dogma el absoluto derecho a la vida humana, mientras lleva a cabo, y justifica o silencia, asesinatos masivos y genocidios; es decir, en este doble discurso se declara que las vidas humanas valen, y que son todas dignas y respetables, algo que nadie podría hoy cuestionar. Pero si un país rico y poderoso aprovecha, como sucede con frecuencia, su superioridad militar para invadir a otro país más pobre, para robarle su petróleo, su gas, y sus materias primas, y los habitantes del país se defienden de esa invasión, entonces ocurre que la defensa contra la invasión es inmediatamente descalificada porque tiene un costo en vidas humanas, algo que parece muy humanista. Pero aquí ocurre algo que echa por tierra ese discurso hipócrita. Y es que cuando se lamenta ese costo en vidas humanas solo se cuentan las vidas perdidas de los invasores mientras que las de los invadidos ni se mencionan ni cuentan para nada. Uno de los generales invasores de Irak, al preguntársele cuántos irakíes habían muerto en la invasión y en la ocupación, respondió que ellos, los estadounidenses, esto es, los invasores, no contaban los muertos irakíes, que ellos solamente contaban sus muertos; es decir, que estos eran los únicos que se contaban, los otros prácticamente no existían. Se establece así un filtro a un tiempo cínico e hipócrita. Cínico, por parte de los políticos y militares invasores que no tienen empacho en declarar estas cosas. E hipócrita por parte de los organismos de derechos humanos que sirven al imperialismo, y que miran para otro lado frente a discursos como este y a veces hasta los justifican. Las mal llamadas ONG callan, el triste personaje que funge de Secretario General de la ONU mira sin decir una palabra la ma-sacre que los israelíes llegan a cabo otra vez contra la indefensa pobla-

ción civil del Líbano, y se limita a lamentar, sin condenar a Israel, que aviones y misiles israelitas destruyeran una oficina de la ONU matando a los funcionarios que allí se hallaban. De modo que en lo tocante a vidas humanas ese filtro establece un doble rasero, porque queda claro que unas vidas humanas valen más que otras; o, más exactamente, que unas valen y son sagradas mientras que otras carecen por completo de valor.

En este mismo terreno de los derechos humanos, el neoliberalismo ha construido una relación absolutamente manipuladora entre política y ética porque uno oye hablar hoy, como nunca antes, a los publicistas, políticos, gobiernos y medios que le sirven, de ética. De ética asociada con el capitalismo y más directamente con la política, con la política neoliberal que ellos defienden o ejecutan y que mata de hambre o de agresiones armadas a los pueblos y atropella los derechos humanos sin descanso. De ética, que nada puede tener que ver con un sistema de injusticia social y explotación humana como es el capitalismo, sobre todo este capitalismo neoliberal; de ética, que suele estar disociada de la política, de la política de las clases dominantes, porque la política, que es el instrumento de dominio de una clase social o un bloque de clases sociales sobre otra u otras clases sociales, es francamente antihumana cuando la ejercen quienes sirven a las grandes empresas nacionales o transnacionales, a la banca, a los organismos financieros y a los intereses militares imperiales para oprimir a las grandes mayorías de la población, que a veces es su propia población, y otras veces (y los términos no son nada excluyentes) son las poblaciones de países sometidos o colonizados.

Hoy la política burguesa, reducida a mera delincuencia, debe disfrazarse de ética. La ética le sirve de disfraz para encubrir sus violaciones de los derechos humanos de los más débiles, de las grandes mayorías.

De modo que ética y política burguesa son hoy más que nunca como agua y aceite porque el neoliberalismo destruyó el tejido social que permitía cierta defensa de sus derechos a los sectores populares y banalizó por completo la lucha y la discusión políticas. Una política que, en medio de frases y discursos banales e hipócritas, es claro instrumento de dominio de las mayorías por una minoría cada vez más reducida pero más rica y prepotente, carece por completo de alcances éticos y no es otra cosa que mera delincuencia. Por ello no es nada casual que para tratar de ocultar esta terrible realidad los políticos, publicistas, economistas, intelectuales mercenarios y periodistas serviles que vemos a diario en los medios pretendan atiborrar a la población de discursos éticos y funda-mentar sus crímenes, complicidades, mentiras o trapacerías (porque a eso se ha reducido la política en casi todo el mundo) con referencias éticas. Hoy la política burguesa, reducida a mera delincuencia, debe disfrazarse de ética. La ética le sirve de disfraz para encubrir sus violaciones de los derechos humanos de los más débiles, de las grandes mayorías.

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Sin embargo, en cuanto a manipulación de los derechos humanos, la obra maestra del cinismo criminal del capitalismo de hoy es lo que tiene que ver con las guerras e invasiones que los países dominantes desencadenan a cada paso para imponer su dominio sobre áreas del mundo de valor estratégico, para saquear países o despojarlos de sus materias primas. Se trata de la forma como bautizan esas guerras e invasiones y los genocidios que producen. Hoy escuchamos a los políticos capitalistas y a los medios hablarnos de derechos humanos y de humanismo al referirse a esas guerras e invasiones. Pero no para defender esos derechos, amenazados como siempre por la violencia propia de las guerras, sino para justificarlas hablándonos así de “guerras humanitarias”, de “invasiones humanitarias” y hasta sugiriéndonos que puede haber genocidios humanitarios, al menos en la medida en que estos genocidios son vistos como procesos necesarios para imponer la democracia, la libertad y el respeto a los derechos humanos, o para aplastar a quienes se acusa de violar esos derechos. Las guerras, crímenes e invasiones genocidas de los países capitalistas que dominan el mundo, como Estados Unidos y su subordinada Europa, o que se escudan detrás de estos poderes, como Israel, para aplastar a pueblos vecinos, masacrarlos y despojarlos de sus tierras, son descritas como combates por defender la libertad y la democracia, para imponerlos, o para defender el sistema de vida, supuestamente democrático y respetuoso de los derechos humanos, de los invasores. De modo que si lo despojamos de ciertos subterfugios, el discurso del imperio estadounidense podría perfectamente ser este: “Sí, matamos un millón de iraquíes hasta ahora, y todavía falta; pero es para llevarles la democracia y la libertad”. Y el discurso de Israel podría ser este: “En este último mes matamos mil cuatrocientos palestinos, claro sin contar que tenemos ya más de sesenta años matándolos, y que hemos logrado expulsar a cinco millones de ellos de sus tierras, tierras que ellos ocupan de manera ilegal porque esas son las tierras que nos dio a nosotros Dios (y el que dude de eso, que lea la Biblia, libro sagrado de nosotros los judíos y también de los cristianos, esto es, que no hay vuelta que darle). Pero además lo hacemos porque nosotros, igual que los Estados Unidos, promovemos la democracia y la libertad”.

La clave para justificar todo este tipo de crímenes es una palabra mágica: Terrorismo. Todo defensor de derechos humanos se estremece al oírla y ninguno de ellos se atreve a salir en defensa de quien haya sido acusado de terrorista por el poder mundial y por los medios mundiales de comunicación. Así, todas las violaciones de los derechos humanos que en estos tiempos neoliberales y globalizados llevan a cabo los gobiernos de los países imperialistas o colonialistas y los gobiernos de los países cómplices que les sirven, apelan a esta palabra mágica para justificar sus crímenes. Y todos los que se resisten a ellos, todos los que se niegan a dejarse someter, todos los que luchan por su tierra, por sus derechos, sean pueblos, organizaciones políticas o meros individuos, son acusados de inmediato de terroristas y sus protestas descalificadas como condenables actos terroristas.

a los resistentes que apelan a la única y desesperada forma de lucha que les queda a riesgo de sus vidas, porque los principales terroristas y criminales son justamente quienes desde el poder y desde esos medios cómplices los acusan a ellos de terroristas.

En efecto, la forma principal de terrorismo es el terrorismo de Estado. Es el terrorismo de Estado el que casi siempre genera como respuesta el otro terrorismo, el de los débiles. Y si este es feo y condenable, el otro es peor y aún más condenable, por hipócrita. Son esos Estados agresores los principales terroristas, porque son ellos los que usando todo el inmenso poder político, mediático y militar de que disponen (aviones, misiles, bombas, fósforo blanco, uranio empobrecido, tropas armadas hasta los dientes), invaden, masacran, bombardean, destruyen pueblos enteros, asesinan masivamente a poblaciones civiles, a hombres, mujeres y niños. Todo para robarles sus riquezas, someterlos a su dominación o imponerles gobiernos complacientes. Y no solo invaden y matan entrando en masa, armados hasta los dientes, en pueblos y en casas a masacrar a las gentes sin piedad, apoyados en ser los dueños del poder, sino que en la actualidad lo más frecuente es que lo hagan asesinándolas sobre todo desde arriba, desde el cielo, desde sus lejanos aviones, ahora frecuentemente sin pilotos; esto es, sin que tengan que correr los riesgos que corre un combatiente al que ellos llaman terrorista, lo sea o no, que al menos este mata de frente, desde cerca, arriesgando también su vida y por lo general muriendo en el intento, mientras que pilotos, generales o políticos de esos Estados terroristas matan, o mandan a matar, siempre a distancia, sin correr riesgos, desde lejos. Lo hacen, ya sea desde el cielo o desde un acorazado, ya sea desde una casa de gobierno, la de su país, situada a miles de millas del lugar del crimen, cometiendo así lo que estudiosos serios del terrorismo llaman asesinato a distancia o asesinato burocrático. Y este terrorismo masivo a distancia permite, para mayor hipocresía o mayor cinismo, que esos asesinos militares o civiles, generales o presidentes, responsables de la muerte de miles o de centenares de miles de personas (que no son terroristas), tengan siempre sus manos limpias, y luego de cometer sus crímenes a distancia, puedan acudir a sus actos políticos o a sus iglesias (porque siempre son religiosos, ya sean cristianos o judíos) a recibir la comunión, a cantar himnos en sus templos reformados, o a recitar salmos en sus sinagogas.

Entiéndase de una vez por todas que no estoy negando en absoluto que haya actos terroristas y hasta organizaciones políticas que se involucren en actos terroristas y que estos actos, a menudo torpes e inútiles además de criminales, deban ser rechazados y condenados con firmeza. Lo que quiero señalar son varias cosas. La primera es que no toda protesta política en la que haya violencia puede ser reducida a mero terrorismo. La segunda es que antes de emitir juicios al respecto es necesario examinar el contexto en que esos actos ocurren y el sentido que tienen, porque hay casos en los que incluso actos calificables en frío de terroristas y por tanto condenables forman parte de contextos de desesperación por parte de gentes que han sido víctimas de crímenes por parte de policías o militares represivos, de gobiernos dictatoriales y antipopulares, o de tropas extranjeras ocupantes que han cerrado a las gentes toda posibilidad de protestar por otra vía que no sea el ejercicio riesgoso de una violencia que en algunos casos se convierte en terrorismo. Y la tercera, que la calificación de terrorista no puede limitarse, como hacen interesada e hipócritamente los gobiernos de los países agresores e invasores de pueblos y los medios que les sirven,

Dejemos de lado ahora el plano teórico simplificador que sirve de punto de partida a los medios y políticos occidentales para definir el terrorismo, y al que ya nos hemos referido. Es muy simple, es una suerte de sencillo silogismo que habría hecho sentirse orgulloso al propio Aristóteles. El terrorismo es malo mientras Occidente es bueno. De modo que Occidente no puede ser terrorista porque es bueno. Los malos son los otros, los que se oponen al dominio benefactor de Occidente. Y son por tanto ellos, los otros, los terroristas. veamos entonces la cosa desde más cerca, desde lo concreto. Y preguntémonos algo. Así pues, en lo tocante a las definiciones de terrorismo y de terrorista la pregunta concreta que hay que hacerse hoy es por qué un palestino, un civil palestino, que se defiende con lo que tiene a mano de la ocupación israelita que masacra, encarcela y expulsa a su pueblo, es terrorista; y por qué no lo es en cambio un israelita, un soldado israelita, que ocupa la tierra de Palestina, que despoja a los palestinos de su propiedad, que convierte a Gaza en un inmenso campo de concentración y que asesina a diario a sus habitantes, arrojándoles misiles y fósforo blanco, bombardeando sus casas, sus escuelas, sus hospitales y sus mezquitas. Y por qué en Irak y en Afganistán son terroristas los iraquíes y los afganos que responden a la ocupación y al saqueo de sus países por los Estados Unidos y sus cómplices, los irakíes y afganos que se defienden de la ocupación matando en emboscadas a los pocos invasores que pueden o haciendo volar sus tanques asesinos (igual que hacían por cierto los celebrados resistentes franceses cuando su país estaba ocupado por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial). La pregunta es por qué ellos son terroristas y por qué en cambio no lo son los invasores estadounidenses, que ocupan ilegalmente sus países, que los saquean y los dividen, que a diario matan civiles y violan mujeres, que desde sus aviones lanzan misiles y fósforo blanco contra poblaciones civiles, igual que hacen los israelíes en Palestina. Hay otras preguntas relacionadas, pero no vale la pena hacérselas. Así, no habría que preguntarse por qué los medios que sirven al imperialismo estadounidense o que se pliegan al Estado de Israel condenan y lloran la muerte de cada asesino estadounidense o israelita mientras ignoran y desprecian a los muertos palestinos, afganos o irakíes. Igualmente sería ingenuo preguntarse por qué se cuenta en forma minuciosa la cifra de muertos del lado de los invasores, pequeña por cierto, dada la debilidad de los resistentes y cómo se silencia o minimiza la cifra enorme de muertos del lado de los pueblos ocupados, atacados e invadidos. Y todavía más ingenuo sería pregun-

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tarse por qué los muertos del lado de los invasores son descritos como seres humanos, que tienen historia personal, familia, seres que los querían y que los lloran y de los cuales en los medios audiovisuales y escritos se exhiben fotos a colores, en los se les ve siempre elegantes, recién bañados, sonrientes, vestidos de pulcras ropas militares y abrazados por sus madres o sus novias. Pero el colmo de la ingenuidad sería preguntarse si alguna vez esos medios han descrito de la misma manera a los palestinos, irakíes o afganos muertos y destrozados por las bombas. Conocemos bien la respuesta. No se los muestra porque no importan, porque son solo números, cifras que nada significan, porque no son seres humanos, porque carecen de derechos. Y cuando aparece alguno de ellos, en este caso no muerto sino vivo, en la televisión, entonces se le ve sucio, barbudo, sudoroso, con un turbante sospechoso que seguramente oculta alguna bomba, lo cual sirve precisamente para demostrarle al mundo “civilizado” que es difícil considerarlo como ser humano normal, porque no es otra cosa que un sucio y peligroso terrorista al que hay que hacer desaparecer como sea, al menor costo, y sobre todo, lo más pronto posible para tranquilidad de ese Occidente que encarna lo mejor de esta atribulada Humanidad. Aunque a menudo es responsable de crímenes terribles en los que mueren inocentes, o al menos gentes que no están directamente asociadas a la represión que se condena, y que siempre la prensa al servicio del gran poder se encarga de resaltar y hasta de magnificar, lo cierto es que en la mayoría de los casos el terrorismo no es otra cosa que la defensa de los pobres, de los débiles, de los oprimidos, a los que no les queda ya otra forma de luchar contra la ocupación o saqueo de su país por el ejército invasor de un país más poderoso, que no sea realizando emboscadas o atentados contra los ocupantes o, algo difícil de defender, colocando bombas en sitios concurridos. Los Estados invasores, en cambio, no necesitan rebajarse a este nivel, salvo cuando la resistencia empieza a crecer y a ganar terreno. Por lo general se limitan a ocupar y aterrorizar sin demasiado escándalo a los vencidos y ocupados usando para ello su presencia disuasiva y desplegando sus poderosas armas. Y para mantener su control sobre los ocupados o adelantarse a posibles protestas pueden servirse de sus acorazados y sobre todo de sus aviones bombarderos, verdaderos instrumentos de terror cuando se emplean contra poblaciones civiles. Los Estados ocupantes difunden así el terror, el verdadero terror, pero lo hacen a distancia y con mejores resultados, lanzando desde el aire misiles y bombas, napalm y fósforo blanco, quemando y destruyendo todo, destrozando a decenas, centenares o miles de seres humanos, y realizando así matanzas espantosas de civiles. Eso sí, limpias, sin ver la sangre ni los feos cuerpos descuartizados o quemados, y sin correr riesgos, pues es muy raro que los civiles estén en capacidad de derribar aviones. Así es fácil entender que pueda llamarse terrorismo al atentado artesanal y directo, lleno de sangre, en el que no solo mueren soldados ocupantes sino también civiles; como sucede en otros casos, en los actos terroristas más feos y desesperados.

Un ejemplo clarificador acerca de estas dos formas de terrorismo, la del Estado, a la que nunca se califica de terrorismo, y la de los resistentes anticoloniales, que es la que se llama usualmente terrorismo, lo encontramos en la guerra de liberación de Argelia, en los años 60 del pasado siglo. La guerra del pueblo argelino para independizarse del colonialismo francés fue una lucha feroz en la que, ante la violencia brutal de los militares franceses, los patriotas argelinos apelaron con frecuencia al terrorismo, una de cuyas formas más usuales y sangrientas fue colocar bombas en los cafés a los que concurrían los franceses, causando numerosas muertes de civiles. Los militares franceses, por su parte, torturaban y asesinaban a los prisioneros y desde sus aviones de combate arrojaban con regularidad bombas sobre las poblaciones civiles del campo argelino. Es conocida la anécdota en la cual se narra que a un militar francés, que interrogaba un prisionero y al que el militar acusaba de terrorista por poner bombas en los cafés de Argel, el argelino le respondió que reconocía que no era muy bonito pero que lo hacían por carecer de aviones y de bombas, pero que de tener unos y otros no pondrían explosivos caseros en los cafés sino que desde esos aviones dejarían caer bombas contra los cuarteles militares franceses. El terrorismo parece ser de ordinario el asesinato masivo de corte político realizado en pequeña escala, con medios técnicos no muy sofisticados, a corta distancia, y en forma horizontal. Cuando por el contrario se le practica a gran escala, con medios sofisticados, a gran distancia y en forma vertical; es decir, desde el cielo, lanzando bombas y misiles, lo que salvo raras excepciones o en contextos de guerra civil, solo está al alcance del Estado, entonces no solo no es terrorismo sino que se llega usualmente al cinismo de celebrarlo, calificándolo incluso de “lucha antiterrorista”.

En fin, la pregunta que uno desea sacar de todo esto es: ¿qué se puede hacer?, porque en verdad el panorama es desolador. En términos reales, en cuanto a incidir sobre los organismos internacionales y los grandes medios, es muy poco o nada lo que se puede hacer. Y es así porque la complicidad de los poderes mundiales, de eso que de manera tan grotesca como ridícula se suele llamar “la comunidad internacional”, como si se tratara de un colectivo mundial unido en la lucha por un solo objetivo, es verdaderamente repugnante, y me refiero primero que nada a la actual ONU, a la Unión Europea y a toda la catarata de organismos asociados a ambos y al gobierno de los Estados Unidos, cuya sola enumeración tomaría horas. Horas inútiles, por lo demás. Por cierto, hace unas décadas le daban otro nombre, aún más ridículo pero al menos con su toque de verdad. Se hablaba de “Concierto de Naciones” y en realidad, igual que ahora, se trata de un concierto. Eso sí, del concierto de una orquesta que no hace sino desafinar y dar notas falsas, todos sus integrantes (violines, flautas, trombones y platillos) bajo la batuta del director vitalicio de esa orquesta: el gobierno imperialista de Estados Unidos. Europa le ayuda a pasar las páginas de la partitura, Israel le susurra algunos acordes al oído y algunos gobiernos latinoamericanos se encargan de pulirle los zapatos mientras que otros, europeos, africanos o asiáticos, se pelean por arreglarle a cada instante las faltas de la levita. Un espectáculo realmente edificante. Destaco solamente algunos organismos que sirven a esa simpática “Comunidad Internacional” como es el caso de las llamadas ONG; es decir, Organizaciones No Gubernamentales, una de las más hábiles creaciones políticas del neoliberalismo después que destruyó los partidos políticos de izquierda y los sindicatos obreros; ONG a las que, dejando de lado algunas excepciones, he denunciado siempre como OG; esto es, como organizaciones que en los países en los que actúan son No Gubernamentales porque no reciben dinero ni instrucciones de los gobiernos de esos países y a veces participan incluso en intentos de derrocar a sus gobiernos, pero que en cambio sí reciben dinero e instrucciones del gobierno de los Estados Unidos, o de algunos gobiernos europeos e instituciones privadas que les sirven, para apoyar por doquier la política imperial, sirviendo a sus intereses, a veces con cierta sutileza, como Amnistía Internacional, que no siempre coincide con ellos, pero otras veces de manera descarada, como es el caso de Periodistas sin Fronteras, organización financiada por la CIA, a la que le convendría mejor el nombre de Periodistas sin vergüenza.

Pero frente a estos serios obstáculos la respuesta es una, la misma que tenemos que poner en práctica todos los que luchamos por un mundo mejor que esta sociedad capitalista podrida y explotadora en la que vivimos o sobrevivimos. Hay que organizarse, luchar y denunciar. Y creo que en el campo de la denuncia, pese al inmenso poder de los grandes medios cómplices y pese a la cobardía o complicidad de la mayor parte de los gobiernos, las cosas han mejorado; y tanto las protestas de calle como el uso diario de medios alternativos y de los espacios que se abren y se mantienen en Internet han ensanchado ese espacio de la protesta y la denuncia. El avance es lento, muy lento, pero no hay que desmayar. Es necesario seguir. Hay que denunciar, hay que desmentir, hay que dar la batalla; y esa batalla se puede dar y se está dando. Por lo demás, en esta América Latina las cosas han venido cambiando en forma favorable. La lucha por los derechos humanos, por todos, no solo por los de la acomodaticia primera generación, sino por los derechos sociales, solidarios y ambientales, ha avanzado y sigue avanzado, lo mismo que la posibilidad de hacer denuncias efectivas contra la violación de esos derechos. Venezuela, para no mencionar otros países, es un claro ejemplo de ello, y esta Defensoría del Pueblo también lo es.

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Concluyo. Para seguir avanzando en la lucha por los derechos humanos hay que seguir denunciando y criticando, y dándole a los derechos humanos la dimensión social. Que se entienda que no es solo el derecho al voto, porque si quien va a votar no tiene casa ni trabajo ni escuela ni comida, primero deberá pensar en su derecho a vivir, a alimentarse y a ser reconocido como un ser humano pleno y no como un mero votante ignorante, manipulado, embrutecido, capaz de votar por quienes lo oprimen y desprecian. Se tiene que entender que el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a una vida digna, a un ambiente sano, a la igualdad de hombres y mujeres y a no ser discriminado por el color de piel forman un conjunto, una indisoluble totalidad, término este que los neoliberales rechazan porque temen que a partir de la visión de totalidades y relaciones de conjunto capaces de explicar realmente los fenómenos y de buscar salida a los problemas los pueblos empiecen a despertar y se rebelen.

Hay que rechazar la interesada y fragmentaria separación de los derechos humanos en generaciones, que reduce los derechos humanos a un limitado plano personal mientras aleja los derechos económicos y sociales y envía a las calendas griegas los derechos relacionados con la solidaridad, con la fraternidad, con la defensa del ambiente, porque solo en la medida en que se defiendan como un conjunto y en que se entiendan sus estrechas relaciones y su relación con la sociedad como un todo, con la economía al servicio de la sociedad y con la política como instrumento de cambio social y no de dominación de las minorías explotadoras, solo así se podrá ser consecuente con la defensa de los derechos humanos y hacer de su conquista algo posible.

Voces de nuestro tiempo

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* Vladimir Acosta. Escritor, historiador, licenciado en Filosofía, analista político, profesor universitario, doctor en Ciencias Sociales.

El 1 de Junio de 2017 se celebró en Madrid la II Conferencia contra el Hambre, corriendo la confe- rencia inaugural a cargo de D. Juan Carlos García Cebolla, experto de la FAO, que se trasladó desde Roma para participar en el evento. De su amplia comunicación tomamos las siguientes reflexiones.

EL DERECHO A LA ALIMENTACIÓN

La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) aborda el derecho a la vida, la libertad y la seguridad de todos los individuos, sobre el que se basa un proyecto de desarrollo y un contrato social para un planeta finito compartido equitativamente. Es la Declaración Universal de Derechos Humanos la base jurídica internacional de la que nace el Derecho a la Alimentación que forma parte del Pacto Inter- nacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), cuyo artículo 11.1 declara el:

Derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia.

El derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre, (art 11.2) obliga a los Estados firmantes del Pacto a garantizar el acceso a una alimentación suficiente y adecuada, y conlleva el compromiso de adopción de políticas y programas que el mencionado artículo 11.2 desarrolla:

A) Mejorar los métodos de producción, conserva- ción y distribución de alimentos mediante la plena utilización de los conocimientos técnicos y científicos, la divulgación de principios sobre nutrición y el perfeccionamiento o la reforma de los regímenes agrarios…;

B) Asegurar una distribución equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países que importan pro- ductos alimenticios como a los que los exportan.

El marco de derechos reconocidos internacional- mente se confronta con una realidad donde a escala mundial un gran volumen de población no tiene acceso a una alimentación suficiente.

 600 millones que padecen obesidad.

Hambre y malnutrición generan una carga hacia el futuro que condiciona las capacidades de las sociedades y las personas. Hambre y pobreza impiden a los más vulnerables aprovechar oportunidades, limitan la posibilidad de cambiar los modos de uso del territorio y su gestión sostenible.

La disponibilidad de alimentos suficientes es el requisito básico para garantizar el derecho a la alimentación, pero la disponibilidad de alimentos no es suficiente si no está garantizado el acceso a los mismos de la población vulnerable en condiciones de estabilidad y correcta utilización del suministro alimentario.

La disponibilidad de alimentos suficientes es el requisito básico para garantizar el derecho a la alimentación, pero la disponibilidad de alimentos no es suficiente si no está garantizado el acceso a los mismos de la población vulnerable en condiciones de estabilidad y correcta utilización del suministro alimentario.

DISPONIBILIDAD

Planificación territorial y protección de suelos, agua y biodiversidad.

Adaptación al Cambio climático e intensificación sostenible.

Reducción de pérdidas y eliminación de barreras técnicas.

Romper la brecha de género (regímenes de tenencia, acceso a crédito).

ACCESO

Políticas de Desarrollo Social: Empleo digno, transferencias de rentas, alimentación institucional (escolar, grupos específicos), educación y capacitación inclusiva.

Mercados transparentes e inclusivo.

Romper la brecha de género: democratización del cuidado, acceso a formación y créditos.

CREAR UN MARCO PROPICIO

Teniendo en cuenta que las personas en situación de emergencia alimentaria no son el problema, sino que son parte de la solución, garantizar el acceso a los alimentos debe tomar en cuenta la participación de los afectados, la no discriminación y la preservación de su dignidad, lo cual exige políticas y programas enfocados a atajar el hambre y la malnutrición con apoyo de un marco legal adecuado y la asignación de recursos necesarios para una acción efectiva eficaz.

Por ello resulta imprescindible el fortalecimiento de mecanismos inclusivos de coordinación y gobernanza, y el uso creciente de la información y el análisis en la toma de decisiones, bajo los principios de equidad, rendición de cuentas y transparencia de la gestión, dando prioridad a los más vulnerables.

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La equidad no es repartir a todo el mundo lo mis-mo. La equidad es tratar a cada persona para atender a sus necesidades, para estar en eso que idealmente llamamos igualdad de oportunidades. Porque hay una parte que tiene que ver con nuestras decisiones individuales, una parte en que las políticas públicas no pueden ir. Pero para que eso sea posible tenemos que partir de un piso mínimo, por debajo del cual ya no hay oportunidades, solo intentos de sobrevivir.

La coordinación de las políticas públicas debe tomar en cuenta la multisectorialidad del proceso alimentario y la multiplicada de actores, superando la rigidez del ciclo de políticas, y tomando como referencia a los gobiernos locales al final de la cadena.

USO BIOLÓGICO Y NUTRICIÓN

Educación alimentaria y nutricional.

Cuando hablamos de Derechos Humanos, hablamos del derecho a la información y de la protección de los derechos de los que todavía no pueden decidir por sí mismos. Y toda la publicidad dirigida a la infancia para condicionar la compra. Eso son también políticas que tienen que ver.

Algunos elementos prácticos para una discusión de políticas tienen que ver con mecanismos de monitoreo, mecanismos transparentes, unificados, que reduzcan los costes de transición para las personas para acceder a programas. Que no tengan que ir siete veces a siete ventanillas y justificar lo que ya han justificado, y, además en sitios lejanos para que se desanimen y, como no tenemos dinero, reducir el coste.

Acceso al agua y saneamiento. 

Acceso a servicios de salud.

Mercados y sistemas alimentarios sensibles a la nutrición.  Políticas de protección del consumidor e información responsable (información relevante, comprensible…), sensibles a los derechos de la infancia, a los más vulnerables. 

Protección social y acceso a los alimentos que toma en cuenta la nutrición (educación). 

Promoción del cuidado equitativo y brecha de género.

POLÍTICAS EN EL NIVEL LOCAL

Hay diferentes áreas en el nivel local que tienen que ver con la disponibilidad de alimentos y con el acceso. Por ejemplo, la Brecha de género que está a lo largo de todas las dimensionas. Si hablamos de derecho a la alimentación, mientras no tengamos acceso a medios, a formación, igualitario… Pero, sobre todo, mientras no democraticemos el cuidado no vamos a ir a ninguna parte. El factor esencial de la economía del mundo es el cuidado. No figura en las cuentas porque es difícil de medir, porque no es tasable. Pero por ejemplo, esa comida que está en el frigorífico no llega sola, la composición de esa comida o dieta no es aleatoria, se trata de decisiones. Y eso en un 90% se lo hemos asignado a las mujeres. Cuando hay personas que se encargan de tomar esas decisiones y tienen un mayor conocimiento, entonces se produce un beneficio mucho mayor. Y todo esto tiene que ver con el cuidado. Desde la atención natal donde hay un sesgo que es inevitable por la lactancia hasta que nos vamos de este mundo. Incluso durante el periodo que pensamos que no necesitamos que nos cuide nadie. Hay un montón de cosas que no reconocemos que es otra persona la que se ha dedicado a que puedan ocurrir. No solo no estamos cambiando esa distribución sino que, además, cuando es remunerada, es con una remuneración mínima y con un reconocimiento social también mínimo… Pues bien, o cambiamos ese modelo o no vamos a avanzar. Y obesidad, malnutrición irán in crescendo porque hemos cambiado el modelo de organizar la sociedad. Y ahí nos hace falta también otro tema que es la información. Las personas necesitan información relevante y fácil de entender para tomar decisiones. Porque hemos instaurado un modelo en el que todos tenemos que producir al máximo. Es decir, que estamos exprimiendo a las personas y forzando a que reduzcan su tiempo de cuidado para participar en el sistema económico. Que no son solo las horas de trabajo (y esto enlaza con políticas urbanas), es el transporte, es la segregación socio-espacial, etc. En algunos casos esta segregación socioespacial genera desiertos alimentarios.

Programas de alimentación institucional coherentes, ligados a la educación alimentaria y nutricional. Hay que evitar la contradicción de enviar en el aula mensajes sobre educación alimentaria, y luego hacer lo contrario en el comedor escolar, con el objetivo, por ejemplo de reducir el coste de la alimentación. Una alimentación escolar, una alimentación institucional es cara porque implica cuidado, personas, tiempo.

Enfoques de desarrollo social frente a protección social. La protección social es necesaria, pero si queremos romper la desigualdad y trabajar en derechos, tenemos que hablar de desarrollo de capacidades.

Y desde cualquier administración, la revisión de normativas, reglamentos, etc. que generan barreras.

Porque nunca pensamos en los más vulnerables, pensamos en la población de ingresos medios. Y para los más empobrecidos, muchos de los reglamentos y ordenamientos que tenemos en nuestros organismos son barreras.

EL PAPEL DE LOS GOBIERNOS LOCALES

Los gobiernos municipales están al final de la cadena. Tienen muchas limitaciones en el diseño de políticas y normas que vienen desde arriba: desde lo multilateral, el marco europeo, el Estado, los gobiernos autonómicos y, por último, el municipio. Pero en cambio tienen el municipio una gran capacidad para la transformación social. Por algo que también se ha dicho aquí: están en contacto, son la interface entre el gobierno y la ciudadanía. Si somos capaces de articular la información y generar evidencia -y no un municipio sino una cadena de municipios - cabrá la posibilidad de cambiar las políticas y marcos legales en aquellos puntos que van más allá de la capacidad de las administraciones locales. Son los que tienen la capacidad de mostrar cuáles son los cambios que necesita el sistema para funcionar. En este sentido, se nos abre un espacio muy importante que la Nueva Agenda Urbana con Hábitat en el marco también de los objetivos del desarrollo sostenible, y el Pacto de Milán para Políticas Alimentarias Urbanas. Esto nos da la oportunidad de trabajar de esa manera difícil que es integrarlo todo. No está en una política de aquí y de allá, se trata de que todas las políticas estén interconectadas y piensen cómo contribuyen al resto. Y en esto creo que hay un buen ejemplo como es el Plan Estratégico de Derechos Humanos del Ayuntamiento de Madrid.

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Porque nunca pensamos en los más vulnerables, pensamos en la población de ingresos medios

contribuyen al resto. Y en esto creo que hay un buen ejemplo como es el Plan Estratégico de Derechos del Ayuntamiento de Madrid.

Muestra muy bien esa interconexión entre derechos. Hay temas que tienen que ver con el derecho a la alimentación a lo largo de los otros derechos. Y creo que es un ejemplo de esa otra manera de pensar las cosas de forma más integral. Y nos da la oportunidad de aprender juntos. Esto es fundamental. Algunos de los temas que han salido hoy, otras sociedades ya los han pensado. Por ejemplo, la diferencia entre inversión y gasto. Hay sociedades que tuvieron que planteárselo durante la época de los ajustes estructurales y tuvieron que discutir a fondo lo que es inversión y lo que es gasto. Porque para cualquier ministerio de inversión una granja de dromedarios en Groenlandia es una inversión. Pero, salvo que el cambio climático sea muy fuerte, eso es un gasto. Y, por otro lado, los actos de servicio en la atención sanitaria preventiva, es formación de capital humano, y es pura inversión. Y este debate necesitamos tenerlos si queremos organizar bien nuestras políticas de gasto e inversiones. Más allá de temas puntuales o coyunturales, es una cuestión conceptual que tiene que ver también con las prioridades de modelo de desarrollo, también de Derechos Humanos. ¿En qué invertimos?, ¿Cómo conceptuamos la inversión?

Finalmente señalar que los Países miembros de la FAO llegaron a un documento muy simple, porque tiene que ser universal, pero que cambió un poco los políticas de aquel momento. Son las Directrices Voluntarias para el Derecho a la Alimentación. Y son voluntarias porque se puedan cumplir o no sino porque son un menú de políticas que cada país, y dependiendo de su concepto de sociedad, puede adoptar. Porque la obligación está arriba, está en el pacto. El cómo lo llevan a cabo es su responsabilidad. Y a este pacto, todos ustedes han contribuido a través del apoyo financiero que hacemos desde la Agencia de Cooperación que sale de los impuestos que todos ustedes pagan.

VOCES CONTRA

EL HAMBRE

Garantizar el derecho a la alimentación es una responsabilidad pública, hoy derivado en gran parte a la caridad privada y con la presencia de aspectos perversos de negocio para empresas agroalimentarias

ALGUNOS ELEMENTOS PRÁCTICOS APLICABLES

A ESCALA LOCAL

Mecanismos de monitoreo de la inseguridad alimentaria y la malnutrición para la toma de decisiones y la evaluación de políticas.

Mecanismos claros y unificados de acceso a programas.

Políticas de protección del consumidor e in- formación responsable (información relevante, comprensible…) sensibles a los derechos de la infancia y los más vulnerables. 

Programas de alimentación institucional coherentes con la educación alimentaria y nutricional. 

Promoción de circuitos cortos y alimentos frescos nutritivos.

Enfoques de desarrollo social vs protección.

Revisión de normativas reglamentos y órdenes para eliminar barreras o discriminaciones de facto a los más vulnerables.

Se define el derecho a la alimentación como el derecho a tener acceso regular, permanente y sin restricciones a los alimentos

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Juan Carlos García y C. Madrid (España)
Las grandes ciudades, consideradas motores del desarrollo, son también las campeonas de la necesidad y la pobreza

Tesis sobre una teoría crítica de los Derechos Humanos

Resumen:

En este ensayo se desarrollan ocho tesis sobre los Derechos Humanos desde el punto de vista de la teoría crítica. El texto comienza con un apartado introductorio que sitúa al lector dentro del marco teórico de la teoría crítica y explica por qué se ha vuelto necesario un estudio crítico de los Derechos Humanos. Más tarde, se van desarrollando una a una las diferentes tesis, con el objeto de dejar en claro no solamente los aspectos que, desde el punto de vista epistémico, político o jurídico sean endebles de los Derechos Humanos, sino también para mostrar la génesis y el potencial de algunos aspectos de estos derechos.

Palabras clave: Derechos Humano, Género, Globalización, Multiculturalismo, Víctima.

Abstract

This essay presents eight thesis on Human Rights from the perspective of the Critical Theory. First, it frames the theoretical frame of Critical Theory as such and points out the urge to study the Human Rights from a Critical perspective. Afterwards, each thesis claimed is treated in order to show how, from the perspectives of Politics, Epiatemology or Law studies, Human Rights have certain weaknesses and to show their genesis and the potential of many aspects of these rights.

Keywords: Gender, Globalization, Human Rights, Multiculturalism, Victim.

Introducción. Premisas conceptuales

Las tesis que aquí se presentan se inscriben en el horizonte de una contribución a una teoría crítica de los Derechos Humanos. Es un postulado autocrítico irrenunciable del discurso crítico, el riguroso cuestionamiento de las propias posiciones filosóficas, sociológicas y políticas, así como de las relaciones entre ellas; aquí se sostiene que el proyecto y el discurso de los Derechos Humanos ha de someterse sistemáticamente a tales prácticas auto-correctivas.

La adopción de un perspectiva modulada por la tradición de la teoría crítica supone asumir dos premisas metodológicas fundamentales respecto del concepto "Derechos Humanos". Por un lado, los Derechos Humanos son considerados como un movimiento social, político e intelectual, así como (su) teoría propiamente dicha. Su determinación básica, a lo largo de su historia, consiste en su carácter emancipatorio (resistencia al abuso de poder, reivindicación de libertades, regulación garantista por parte del Estado); su sustrato indeleble es la exigencia y afirmación de reconocimiento.

Son simultáneamente proyecto práctico y discurso teórico (lejos de ser sólo derechos). Su consistencia es la de una multiplicidad de prácticas que se despliegan en múltiples dimensiones y se configuran en variados repertorios estratégicos y tácticos;1 su intencionalidad o sentido busca la instauración de acontecimiento políticos, es decir, la irrupción de exigencias de reconocimiento que modifican las correlaciones de fuerza y dominio prevalecientes.

De otra parte, los Derechos Humanos son entendidos como un fenó-

meno histórico. En tanto que conjunto multidimensional de prácticas y su correspondiente saber e ideología, se encuentra especificado históricamente; los factores históricos y las condiciones sociales, políticas y culturales conforman variables indispensables para comprender y explicar su desarrollo previo y su caracterización actual.

El presente ensayo, construido mediante la formulación de "tesis" busca, amén de acentuar su intencionalidad heurística, comulgar con las formas precursoras e iniciales –fragmentos y no sistemas– de montaje o collage típicas de la teoría crítica.2 Con estos modos se pretende una reverberación del hecho de que, si bien ha habido importantes intervenciones críticas en el trayecto histórico de los Derechos Humanos, no se ha propuesto una reconsideración de ese proyecto humanístico bajo explícitas premisas críticas y, mucho menos, articulada con presupuestos teóricos de una concepción radicalmente disímil a la tradición de los Derechos Humanos (al menos de 1948 a la fecha).

El debate contemporáneo de los Derechos Humanos Los Derechos Humanos son controversiales y para nada autoevidentes. Así lo enuncia la teoría crítica en clara contraposición a la afirmación que el discurso dominante juridicista (naturalista y/o liberal) ha planteado, que los Derechos Humanos son universales y obvios, existentes en los individuos por el hecho de ser personas humanas; derivados de la razón, racionales en sentido fuerte y, por tanto, que no son ambiguos, ni objeto de controversia. Estas pretensiones universalizantes y la generalidad relativamente sin límites de sus contenidos posibles, convierte cualquier indagación o conversación acerca de los Derechos Humanos en un conjunto práctico y discursivo inabarcable; lo que origina, tanto en la experiencia práctica como teórica, una ausencia de acuerdo respecto de lo que los Derechos Humanos son en realidad.

En la producción teórica y académica contemporánea se distinguen cuatro conceptualizaciones principales (Dembour, 2006; Dembour, Cowan, Wilson, 2001) sobre lo que son los Derechos Humanos en realidad, tales "escuelas" típico ideales serían: naturalista (ortodoxia tradicional); deliberativa (nueva ortodoxia); protesta (de resistencia) y discursiva-contestataria (disidente, nihilista).

De manera básica se explica que el modelo y/o tipo ideal de la escuela o tendencia naturalista concibe los Derechos Humanos como "dados o inherentes"; la deliberativa como "acordados o socialmente consensados"; la disidente como "resultado de las luchas sociales y políticas"; en tanto, la contestataria como un "hecho de lenguaje, meros discursos" referidos a los Derechos Humanos.

Conviene, aunque sea indicativamente, señalar algunos de los autores más representativos del mapa de las diferentes tendencias que componen el universo del debate contemporáneo acerca de los Derechos Humanos.

Para la escuela naturalista y su concepción de que los Derechos Humanos están basados en la naturaleza misma o, eventualmente, en términos de un ser sobrenatural, los Derechos Humanos son entendidos definitivamente como universales, en tanto que son parte de la estructura del universo, si bien pueden ser traducidos prácticamente

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.de diversas formas. Entre los autores contemporáneos más representativos de la escuela "naturalista", estarían Jack Donnelly (1994) (con fuerte acento consensual y "sentimentalista"), Alan Gewirth (1996) y, en nuestro medio, destacaría la obra de Mauricio Beuchot.

Por lo que toca a la escuela "deliberativa", el basamento de los Derechos Humanos consiste en la construcción de consensos sobre cómo la política de la sociedad debe de ser orientada; consecuentemente, la universalidad de los Derechos Humanos es potencial y depende de la capacidad que se tenga para ampliar el consenso acerca de los mismos. La figura más destacada de esta corriente deliberativa es, sin duda, Jürgen Habermas (1998); en la misma línea destaca como referente John Rawls, así como Michael Ignattieff (2001), Sally Engle Merry (2009) y, en el ambiente doméstico, Fernando Salmerón (1996) y León Olivé (1993).

La escuela de protesta o de resistencia en el debate actual de los Derechos Humanos encuentra en Ettienne Balibar (1991), Costas Douzinas (2000), Upendra Baxi (2008) y Neil Stammers (2009) sus mejores representantes; en el medio local destacan los trabajos de Luis Villoro (2007). Para la escuela de protesta, los Derechos Humanos están arraigados a la tradición histórica de las luchas sociales, si bien mantienen un sentido de apertura hacia valores de carácter trascendental (en contraposición al estricto laicismo de la perspectiva deliberativa liberal). Por ello consideran universales a los Derechos Humanos en cuanto a su fuente, toda vez que la condición de sufrimiento y la potencial victimización de los sujetos tiene carácter universal.

Por último, la escuela discursiva o disidente sostiene que el fundamento mismo de los Derechos Humanos no es otro que un hecho de lenguaje, la cuestión irrebatible de que en los tiempos contemporáneos se habla constantemente acerca de ellos y que tienen un carácter referencial; por supuesto no le atribuyen ningún carácter de universalidad, de modo que son un elemento táctico sumamente aprovechable, puesto que los contenidos se pueden establecer discrecionalmente en ellos. De esa escuela discursiva destacan Alasdair MacIntyre (2001), Jacques Derrida (2001), Makau Mutua (2002), Wendy Brown (2004), y Shannon Speed (2008); en el ambiente local ha reflexionado en términos análogos, entre otros, Cesáreo Morales (2008).

Bajo ese marco esquemático general, las tesis aquí presentadas buscan inscribirse en el horizonte de una contribución a una teoría crítica de los Derechos Humanos que, en las condiciones contemporáneas, ha de entenderse como un proceso en construcción (work in progress), una pretensión que habría de combinar elementos teóricos propiamente críticos y orientaciones políticas de emancipación en correspondencia con las condiciones socio-económicas, políticas y culturales del momento histórico para "ajustar cuentas" de modo sistemático con la versión juridicista, de corte naturalista y raigambre liberal y cristiana que conforma la perspectiva dominante del discurso contemporáneo de los Derechos Humanos.

TESIS 1. Inadecuación entre teoría y práctica

La exigencia contemporánea de una aproximación crítica a los Derechos Humanos se justifica, en primera instancia, por la no correspondencia entre el desarrollo discursivo y normativo del proyecto de los Derechos Humanos y su situación práctica de crecientes vulneración, irrespeto y manipulación de los mismos. Así como también, en segunda instancia, en virtud de la percepción y el diagnóstico respecto de su situación de crisis teórica, crisis conceptual y cultural presente en sus dimensiones tanto externa como interna.

En lo exterior, expresada en la paradoja de ser –hoy por hoy– un

discurso referencial dominante, en términos valorativos y normativos y, al mismo tiempo, ser objeto de instrumentalizaciones políticas, manipulaciones legitimatorias, así como de un uso banal y un abuso vulgarizador del lenguaje de los Derechos Humanos, por un lado y, por otro lado, en su dimensión interior propiamente discursiva, en cuanto a la radical inadecuación de su composición conceptual y sus proposiciones teóricas respecto de las efectivas condiciones sociales, políticas y culturales del momento histórico contemporáneo. La consecuencia indeseada y/o perversa es la pérdida de sus potencialidades emancipatorias.

El discurso actual dominante de los Derechos Humanos –su formulación hegemónica juridicista– no es expresión teórica suficiente de las necesidades prácticas del proyecto-movimiento de los Derechos Humanos en las condiciones actuales, tanto en sus medios e instrumentos como en sus objetivos. Existe, desde hace décadas, la imposibilidad de vincular directa y adecuadamente la práctica y la teoría de los Derechos Humanos a la forma original renovada correspondiente a su refundación contemporánea.

La figura histórica de los Derechos Humanos, en su fase de reformulación y desarrollo, surgió reactivamente luego del final de la Segunda Guerra Mundial. Ese discurso, matriz normativa y teórica de toda la evolución posterior –su forma "clásica"– no fue expresión adecuada respecto de las nuevas condiciones emergentes, ni contó con un diagnóstico, acorde a sus propias finalidades, de las tensiones de la llamada Guerra Fría, que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XX, prácticamente hasta los años 90. Mucho menos ha sido capaz de captar y representar de modo teóricamente pertinente y prácticamente viable el desarrollo posterior al colapso del socialismo real, así como las determinaciones del proceso de globalización con una interpretación de la matriz teórico-conceptual derivada de ella. Resultado de esos déficits conceptuales y culturales, el discurso y el movimiento de los Derechos Humanos vive una crisis práctica y teórica que reclama un replanteamiento crítico y, consecuentemente, un argumento re-legitimador.

En rigor, los Derechos Humanos en su formulación actual dominante, no son sino el resultado sintético de la situación dramática precedente, con la emergencia de la barbarie absoluta en los campos de exterminio, aludida con el concepto "Auschwitz"; se trató de una reacción ilustrada, de rescate de valores y principios éticos de matriz liberal-cristiana. Sin embargo, el optimismo respecto de un posible regreso a valores de convivencia civilizada, normada por el derecho, sobre la base de la dignidad humana, no apreciaba en toda su radicalidad el golpe devastador infligido a toda pretensión teórica y política del proyecto mismo de la Ilustración.

Lo anterior ayuda a entender, si bien parcialmente, porqué las propuestas teóricas de los Derechos Humanos y sus traducciones jurídicas positivas resultan asequibles y útiles (aún si en un plano de mera denuncia) en condiciones particulares de crisis humanitarias y durante periodos delimitados, en ambientes represivos nugatorios de los derechos civiles y políticos, propios de dictaduras y/o Estados autoritarios; pero resultan inaplicables, inviables, en términos generales y en las condiciones mayoritariamente predominantes en Estados con regímenes razonablemente democráticos.

Las potencialidades de un desarrollo vivo, creativo, del proyecto y el discurso de los Derechos Humanos resultó obstaculizado por las modificadas condiciones históricas de las sociedades y los Estados a través de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente. Por ello es pertinente y adecuado un replanteamiento crítico que tome en consideración los factores históricos y asuma con radicalidad las condiciones sociales, políticas y culturales actuales para ensayar una reformulación (una re-legitimación) contemporánea de los Dere-

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chos Humanos.

TESIS 2. De la globalización y su matriz teórica básica

La complejidad inherente al debate contemporáneo de los Derechos Humanos encuentra ciertas claves de comprensión si se le relaciona con las condiciones de su especificación histórica. Los grandes cambios sociales, políticos y económicos del siglo XX están determinados por el proceso de globalización, la especificidad contemporánea encuentra su configuración principal en la globalización. No obstante, la conexión entre el discurso de los Derechos Humanos y el proceso globalizador aparece mediado por una matriz teórica básica; dotada de principios constructivos y operacionales práctico-materiales y también conceptuales-culturales, generados por las condiciones inherentes de la globalización, sus tendencias determinantes y sus tensiones polarizantes.

Las condiciones actuales de la sociedad globalizada muestran, por un lado, una fuerte tendencia hacia la homogeneización, posibilitada por pautas económicas y culturales –estándares, hábitos y modas a partir del consumo– extendidas por todo el mundo; y, no obstante, por el otro lado, el reforzamiento de una heterogeneidad cultural a partir de la reivindicación de identidades étnicas, religiosas, culturales y hasta de modos de vida de diverso tipo, que determinan que –en dichas condiciones sociales y culturales– unas y otras cohabiten en el seno de una tensa paradoja.

Un discurso renovado de los Derechos Humanos podría afirmarse como un territorio discursivo de mediación –y no sólo referencial normativo– entre la afirmación de los universales, con su cuota correspondiente de violencia (universales impuros), de matriz occidental y el cuestionamiento radical de los relativismos culturales y los particularismos nacionales, étnicos, religiosos y lingüísticos (el desafío multicultural a Occidente).

Paradoja de bipolaridad persistente, que no tiende a resolverse a favor de uno de los polos en tensión –homogeneización o heterogeneidad– sino que, más bien, genera un campo de fuerzas de complejas tensiones, pues a medida que las relaciones sociales se amplían, se produce también una intensificación de las diferencias, lo que indica que los procesos globalizadores carecen de esa unidad de efectos que generalmente se da por sentada al hablar de globalización.

Así, el término "globalización" se suele relacionar con la aprehensión de su carácter irresuelto, sus tensiones contradictorias y sus efectos indeseados: de la "sociedad de riesgo" (Beck, 2008) o "sociedad líquida" (Bauman, 2007), con espacios que fluyen (Castells, 2002), (en) un "mundo turbulento" (Rousenau, 2002) y "desbocado" (Giddens, 1999), susceptible al "choque de civilizaciones" (Huntington) fundamentado a partir del surgimiento de un "sistema mundial capitalista" (Wallerstein, 1998) y que produce, como efecto de su carácter paradojal, procesos de "individualización" (Beck y Gernsheim, 2003), "retribalización" (Maffesoli, 2004), "transculturalización" y "reterritorialización" (García Canclini, 1999).

Así, escuetamente entendido, podemos señalar que la globalización es un fenómeno social emergente, un proceso en construcción, una dialéctica dotada con sentidos contrapuestos, opciones de valor ineludibles, con carga ideológico-política y de matriz económicotecnológica. La globalización, bajo la determinación de su fuerte variable económica, forma parte del viejo proceso –siempre creciente–de mundialización del sistema capitalista, teorizado de modo canónico por Marx (1977: v. I, pp.179-214). Se trata de una fase de peculiar intensidad del sentido expansivo de la valorización del capital, desdibujando las distinciones clásicas entre mercado local y mundial, ciu-

dad y campo y entre trabajo manual e intelectual (trabajo productivo e improductivo). Esta fase está cargada de implicaciones sociales y culturales condicionadas desde una novedosa y revolucionaria base informática y cibernética, características de la época contemporánea, que problematizan los códigos de la producción de verdades y que realizan rotundamente la tendencia de que las fuerzas productivas principales, las que más y mejor valorizan valor, sean la ciencia y la técnica.

TESIS 3. Imperativo multicultural

La globalización también ha alterado el significado contemporáneo de la soberanía política y jurídica y, con ello, se ha agudizado un debilitamiento de las estructuras estatales frente al escenario global. El desplazamiento de la centralidad del Estado (y su soberanía) se contraponen y colisionan, determinando espacios y tiempos de incertidumbre, agravados por nuevos tipos de violencia (algunos extremos como la violencia del terrorismo y el narcotráfico en algunos países) donde, con la participación del Estado, los Derechos Humanos quedan situados en una tensa ambigüedad crítica.

Con el fin del bipolarismo global, un conjunto de fuerzas, reacciones, viejas reivindicaciones y aspiraciones encontraron en la afirmación de la heterogeneidad un punto focal; se constituyó, así, en el motor del principio de autonomía y en el potencial constructo de las identidades individuales y colectivas. El poderoso imperativo multicultural –especie de gran paraguas teórico y cultural de las diferencias– se convierte en un desafío e impele a un diálogo con las culturas periféricas, pero también en el seno mismo de las sociedades democráticas de Occidente, respecto a las reivindicaciones valorativas de diferencia y reconocimiento culturales.

Esta irrupción del pluralismo y la heterogeneidad en disputa con el universalismo y la homogeneidad, todavía dominantes –aunque erosionados–, se encuentra indisolublemente asociada a la figura del Estado. La tensión entre Derechos Humanos (cuyo horizonte intelectual y derechos positivizados se ubican tradicionalmente en un plano de adscripción universal y bajo un principio de igualdad general) y el multiculturalismo (como reconocimiento a las diferencias de pertenencia cultural e identidad particulares), surge cuando las demandas de grupos culturalmente diferenciados (reticentes a la aceptación del significado universalmente válido de los valores y las finalidades paradigmáticamente expresados en la forma democrática y en los Derechos Humanos), resultan imposibles de reivindicar –inasimilables– sin desprenderse de su interrelación con el Estado, ese espacio político –de supuesta igualdad universal– integrado a partir de conceptos universales y presuntas condiciones de homogeneidad.

No obstante, lo que prevalece es la confrontación práctica e intelectual y el carácter inescapable del conflicto de valores implícito en el impulso históricamente dominante de la perspectiva Occidental y sus formas político culturales (Derechos Humanos incluidos). Así, las contradicciones se precipitan al territorio dirimente de la política y la lucha por el reconocimiento como condición básica de la construcción y entendimiento de los Derechos Humanos.

En esa discusión, la temática de los Derechos Humanos ha ocupado un lugar central, tanto como objeto de crítica valorativa, toda vez que su construcción y fundamentación se han realizado en clave monocultural (occidental), así como por el desarrollo de un debate de revaloración, redefinición y relegitimación del discurso y la teoría de los Derechos Humanos de cara a las modificadas condiciones de nuestras sociedades globales.

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TESIS 4. Imperativo multidisciplinario

Derivada de la matriz teórica básica generada por la globalización, sus consecuencias y determinaciones, en particular, el debilitamiento crítico del Estado nacional y de la noción dura de soberanía operan condicionantemente en el plano del movimiento y la teoría de los Derechos Humanos, se ha inducido una mutación en el discurso juiridicista dominante. Un desajuste crítico que tiende a desplazar al derecho del centro dominante en el discurso de los Derechos Humanos y que propicia la irrupción del conjunto de las ciencias sociales y la filosofía en su interior.

El impacto de este desarrollo crítico de la teoría de los Derechos Humanos no ha sido referencia exclusiva del ámbito jurídico, sino que se ha extendido al de las ciencias sociales en su conjunto; ha inducido una relativización de sus respectivos campos de conocimiento y a una interrelación más intensa entre las distintas disciplinas; asimismo, en ciertos territorios, como la filosofía del derecho y la filosofía política, a un radical y complementario intercambio conceptual. De lo que se ha desprendido un imperativo multidisciplinario al discurso de los Derechos Humanos; exigencia que interpela toda pretensión crítica y de adecuación a las circunstancias reales de una teoría actualizada de los Derechos Humanos. La complejización, extensión y debilitamiento del derecho como la modalidad hegemónica en la descripción, constitución y legitimación teorética de los Derechos Humanos ha conducido a la necesidad de una aproximación multidisciplinaria.

El movimiento y el discurso de los Derechos Humanos son tema relevante y esencial, referente obligado tanto política como jurídica y socialmente, en el debate contemporáneo. La complejidad y riqueza que engloba el concepto Derechos Humanos nos impele a trasladar su estudio –migración cultural– hacia una perspectiva más amplia que la generada por la especialización actual de las disciplinas del conocimiento humano. Si bien es cierto que el estudio del tema nos ha remitido, tradicionalmente, al terreno jurídico, también es cierto que el debate y la investigación están lejos de agotarse en ese ámbito. El otrora discurso dominante del derecho se ha visto impelido a un replanteamiento radical respecto de los Derechos Humanos y a enfrentar inéditos problemas conceptuales, así como numerosos desafíos teóricos y metodológicos en ese ámbito.

TESIS 5. Imperativo de género El feminismo y los estudios de género tuvieron un desenvolvimiento intelectual y un arraigo material inusitado y exitoso a lo largo del siglo pasado. Si alguna revolución cultural contemporánea se mantiene invicta ésa es la del feminismo contemporáneo (con todo y sus contradicciones, divisiones y diásporas). Al igual que otros movimientos sociales radicales que reivindican reconocimiento, insertan la cuestión propia de las diferencias dentro del lenguaje universalista de los Derechos Humanos. Propiamente, el discurso feminista es uno que emplaza el debate sobre los Derechos Humanos a partir de la subversión de la distinción entre universalidad y diferencia.

La coincidencia epocal en el surgimiento tanto del pensamiento político liberal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como del pensamiento feminista emergente, ambos a finales del siglo XVIII, ha inducido a disociar, al menos, dos principios definitorios de la disociación entre feminismo y Derechos Humanos; por un lado, el universalismo de las Declaraciones canónicas y, por otro lado, los presupuestos implícitos en la perspectiva del concepto de género, la noción de diferencia y de los recursos conceptuales y políticos, presentes en la tradición feminista.

"Género" es un (relativamente) nuevo concepto, que además de su inherente ánimo crítico, contiene pretensiones políticas reivindicativas radicales. Con esto, no se trata sólo de situar la noción de género en la perspectiva interpretativa que lo tiene como matriz, esto es, con los movimientos feministas, sino la de enfatizar un carácter esencialmente político.

El concepto de género es simbolización de la diferencia sexual; aquí lo propiamente simbólico consiste en la institución de códigos culturales que, mediante prescripciones fundamentales –como es el caso de las de género– reglamentan el conjunto de la existencia humana en sociedades y periodos históricos específicos (Lamas, 1996). Esta simbolización cultural de la diferencia anatómica-sexual toma forma en un conglomerado de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que influyen y condicionan la conducta objetiva y subjetiva de las per-

sonas en función de su sexo.

La noción de género ofrece la posibilidad de pensar el carácter de constructo cultural de las diferencias sexuales, el género es una producción social y cultural históricamente especificada, más allá de la propia estructuración biológica de los sexos, de las identidades de género, de su función y relevancia en las organizaciones sociales. Desde luego, es relevante el papel innegable y paradigmático que opera en la estructuración de la igualdad y la desigualdad.

Asimismo, detrás de los movimientos reivindicatorios, y en particular del movimiento feminista, existe una "semiotización de lo social" (Gutiérrez, 1997: p.57); esto es, que la fuerza inventiva del movimiento feminista, su contribución, no sólo pasa por las posibilidades heurísticas del concepto y la perspectiva de género sino también por todo lo que deriva de su potencial crítico y deconstructor de ciertos paradigmas teóricos, pero también prácticos (Gutiérrez, 1997: pp.60ss). Con ello, tal semiotización de lo social debe entenderse como el sello del horizonte epistemológico contemporáneo y como resultado de las estrategias teóricas más diversas, desde la recuperación de la dimensión del sentido de historicistas y hermeneutas, hasta el giro lingüístico de estructuralistas, post-estructuralistas y filósofos del lenguaje, lo que explica el arribo conclusivo a tesis establecidas como la de que "toda relación social se estructura simbólicamente y todo orden simbólico se estructura discursivamente".

Los afanes teóricos del feminismo no son fácilmente deslindables de la política. Con su práctica política, las feministas contribuyeron a cimbrar ciertos paradigmas de la derecha y de la izquierda acerca de cómo pensar y hacer política. La posición teórica feminista emplazó, a través de la idea de género, la desarticulación de ciertos paradigmas de la Modernidad y de la lógica esencialista en que se sustentan.

Dos de los principales dispositivos teóricos criticados, en su momento, por la teoría feminista, el cuestionamiento del paradigma liberal y sus ejes fundamentales el racionalismo y el humanismo, inciden directamente en el corpus conceptual de la configuración clásica dominante del discurso de los Derechos Humanos. La hostilidad históricoemblemática (...la condena a la guillotina de la "girondina" Olympe de Gouges, opuesta a la ejecución del rey y autora de la malhadada Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana...) del feminismo respecto de las teorías embrionarias de Derechos Humanos, encontró respaldo teórico y conceptual sólido (aunque tardío), mediante la problematización con perspectiva de género, a la desigualdad y discriminación de las mujeres en las concepciones, textos y prácticas originarios del movimiento y el discurso de los Derechos Humanos. El arraigo de las teorías feministas en los modos culturales y de pensamiento contemporáneos, su distancia crítica respecto al proyecto y discurso de los Derechos Humanos, ha mostrado deconstructivamente las inconsistencias de su matriz universalista; asimismo, ha cuestionado el prejuicio radical de la izquierda, especialmente la de corte marxista, que no permitía incorporar y reconocer un sus organizaciones y en su discurso la especificidad de la problemática de género, de su origen y carácter propiamente cultural y que –con ello– negaba e invisibilizaba la marginación, el menosprecio y la subordinación de las mujeres en el universo político cultural de la izquierda.

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TESIS 6. Del sufrimiento y la noción de víctima

Una de las cuestiones trascendentes que el discurso crítico de los Derechos Humanos no puede soslayar es la pregunta sobre si la teoría social y filosófica del siglo XXI será capaz de encontrar significado al sufrimiento humano socialmente generado. La validez y autenticidad del empeño crítico del discurso de los Derechos Humanos ante el sufrimiento de las víctimas, sólo podrá ser reivindicado y sustentado si mantiene la consciencia alertada respecto del reconocimiento de la fragilidad de las pretensiones de la teoría crítica, así como de la condición malamente existente de los Derechos Humanos en la actualidad.

El discurso crítico de los Derechos Humanos, en tanto que saber práctico alimentado de prácticas de resistencia, tiene que ser parte activa en esta deconstrucción de los relatos de integración y consuelo del sufrimiento. Su militancia al lado de las víctimas y el compromiso de su teoría con el desentrañamiento crítico de lo que provoca el sufrimiento, la violencia y la vulneración de la dignidad de las personas, impone nuevas tareas a la agenda de los Derechos Humanos.

La meditación acerca del sufrimiento resulta inexcusable, en tanto que aparece como la vía material que comunica tanto con la noción de víctima como con el concepto de dignidad. Para la teoría contemporánea de los Derechos Humanos, la relación entre violencia y dignidad vulnerada no es directa. Está mediada por la (noción) de víctima. Tanto la violencia como la dignidad humana (vulnerada) son perceptibles a partir de la vida dañada en las víctimas, cuyo registro radica en las narrativas del sufrimiento.

Una perspectiva crítica de la idea de víctima propicia la apertura a una doble dimensión epistemológica, tanto propiamente cognoscitiva como en su función heurística: a) la víctima es punto de partida metodológico, plausible para una investigación crítica del núcleo básico ético de una teoría de los Derechos Humanos, a partir del estudio de la violencia; b) la víctima es la mediación necesaria con la dignidad dañada o vulnerada que se implica en ella, toda vez que la aproximación o el asedio conceptual a la idea de dignidad humana sólo ocurre idóneamente por vía negativa, esto es, a través de las múltiples formas de daño y de vulneración de la dignidad de las personas.

La revisión crítica de la noción de víctima, de alta complejidad y riqueza de determinaciones supone asumirla como la mediación plausible entre las nuevas determinaciones y modalidades de la violencia estatal y societal contemporánea y la dimensión de la dignidad humana.

Apelar a las violaciones de la dignidad humana en el siglo XX, con el involucramiento del discurso de los Derechos Humanos en ello, posibilitó el descubrimiento de la función heurística de la noción de víctima y, con ello, el concepto de dignidad humana pudo cumplimentar con su tarea como fuente de ampliación de nuevos derechos.

Asimismo, resulta pertinente deconstruir críticamente la noción de la dignidad humana, asumida como vacío de contenidos conceptuales y/ o como derivada de alguna fundamentación axiomática particular (de imposibles consensos); apelar a un uso del concepto de dignidad como postulado de la razón práctica contemporánea, como referente de potencialidad normativa para la convivencia social. La dignidad humana vulnerada por la violencia tiende a convertirse, entonces, en la vía que constata y confirma, en clave de Derechos Humanos, la condición de víctimas, en el criterio que pondera y reconoce su sufrimiento y el horizonte proyectivo de su emancipación.

La revisión crítica de la noción de víctima, con la mira en la pretensión de contribuir a una fundamentación ética de los Derechos Humanos, supone asumirla como la mediación plausible entre las nuevas determinaciones y modalidades de la violencia estatal y societal contemporáneas y la dimensión de la dignidad humana (Arias, 2012). Su estudio resulta un asunto crucial para el discurso social, filosófico y jurídico de

los Derechos Humanos, así como resulta clave para el análisis y reinterpretación de la ecuación discursiva señera de ellos, el clásico nudo fundamental –históricamente siempre repensado– de la relación violencia-víctima-dignidad. Como se sabe, la relación entre violencia y dignidad vulnerada no es directa, se encuentra mediada por la noción de víctima, de ahí su importancia teórica y metodológica. Así, la problemática generada por el tratamiento crítico de esos temas constituye actualmente –como desde su origen– la columna vertebral de los Derechos Humanos (Arias, 2012: pp.16ss.).

TESIS 7. De la construcción de una noción crítica de víctima

La perspectiva crítica de la idea de víctima –como vimos en las tesis anterior– propicia la apertura a una doble dimensión epistemológica, tanto propiamente cognoscitiva como en su función heurística: a) la víctima es punto de partida metodológico, plausible para una investigación crítica del núcleo básico ético de una teoría de los Derechos Humanos, a partir del estudio de la violencia; b) la víctima es la mediación necesaria con la dignidad dañada o vulnerada que se implica en ella, toda vez que la aproximación o el asedio conceptual a la idea de dignidad humana sólo ocurre idóneamente por vía negativa, esto es, a través de las múltiples formas de daño y de vulneración de la dignidad de las personas, expresadas en las narrativas del sufrimiento.

Ahora bien, la noción de víctima, en la evolución y cristalizaciones de sus contenidos semánticos, es una noción vaga, cargada de polivalencia semántica y de polisemia cultural, donde los significados sacrificiales resultan dominantes. De entrada, estimula aproximaciones intuitivas y favorece los prejuicios, fuentes principales de los obstáculos epistemológicos al conocimiento. El modo de trabajo o procesamiento racional sobre el concepto de víctima ha tenido tradicionalmente la deriva dominante del derecho, de manera que la noción de víctima con mayor y mejor carga intelectual resulta ser predominante y unidimensionalmente jurídica. La parafernalia técnico-administrativa relativa al interés pragmático, propio del saber jurídico, ha resultado ser velo y complemento de los significados de sacrificio y resignación inherentes a la idea de víctima, contenidos arcaizantes y de corte teológico. La crítica reflexiva y práctica respecto al concepto de víctima lleva a un replanteamiento respecto de ideas y prácticas asociadas con ella. Indefensión, sometimiento, debilidad, reconocimiento negativo como meras víctimas, al final, predominio de variadas formas de menosprecio, redundan en un bajo potencial de protesta, una restricción de sus alcances organizativos, convocatorias de solidaridad compasiva, manipulaciones políticas y facilidades al chantaje de las víctimas indirectas: la noción convencional de víctima se limita al umbral de la queja victimante y no alcanza la proclama de la protesta, ni logra acceder a la conformación de un discurso teórico y práctico crítico y transformador de su condición yaciente, adolorida y subordinada.

Amén de todos esos elementos, que son intrínsecos, inmanentes, al concepto de víctima, hay que considerar los factores extrínsecos, trascendentes, tales como: el exceso de violencia y su correlativo plus de sufrimiento socialmente producido, así como la consecuencia de una multiplicación de potenciales víctimas en las actuales circunstancias sociedades de riesgo contemporáneas. Estos factores extrínsecos, que configuran el entorno o contexto que induce (potencia o estimula) un exceso de sufrimiento social inasimilable, inducen perentoriamente la necesidad de procurar un concepto de víctima complejo, amplio, dinámico y funcional para lidiar mejor (procesar adecuadamente) esa sobrecarga de violencia sobre la sociedad.

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TESIS 8. De los Derechos Humanos y la lucha por el reconocimiento

Es cierto que se hace y se puede hacer política con los Derechos Humanos, se les puede instrumentalizar y utilizar para objetivos ajenos, políticamente aceptables o condenables, al servicio de los de arriba o los de abajo, por la perpetuación del statu quo o su alteración, justicieros (igualitarios) o injustos (para agudizar las desigualdades). No obstante, esas instrumentalizaciones políticas no eliminan el sustrato político inmanente propio de los Derechos Humanos.

Ese sustrato, lo intrínsecamente político del proyecto y el discurso de los Derechos Humanos, radica en que lo específico y común de esas múltiples prácticas de resistencia, reclamo, imposición y emplazamiento de actos, hechos o acontecimientos de tensión de la correlación de fuerzas conlleva e implica exigencias de reconocimiento. Es el carácter de emplazar relaciones de poder en términos de reconocimiento, de lucha por el reconocimiento, instaurar acontecimientos políticos, lo que define lo esencialmente político de los Derechos Humanos.

Al decir: "¡no!, ¡basta!, ¡así no!, ¡no más!" Los individuos y grupos se oponen, resisten al abuso de poder, pero también reivindican, emplazan, estatuyen una exigencia de reconocimiento respecto del otro; el que violenta, abusa, explota...¿Reconocimiento de qué? "De la dignidad", responde el discurso de los Derechos Humanos, de la alteridad en pie de igualdad en virtud de ser sujetos libres. Reivindican emancipación, libertades –derechos–, regulaciones, garantías (de cara al Estado); se plantan libremente, en pie de igualdad; con dignidad, se dice. Dignidad que sólo es discernible, constatable y afirmable sólo por vía negativa: ante su denegación, el abuso y las violencias que vulneran la dignidad; esto es, ante la negación de las libertades y la desigualación de los iguales (la materialización de los procesos de exclusión, estudiados ejemplarmente por Foucault y el proceso de la desigualdad, modélicamente analizado por Marx) (Arias, 2008).

Desde esa radicalidad, relativa al carácter político intrínseco de los Derechos Humanos, resulta adecuado suponer que estarían en condiciones de posibilidad de sobreponerse al politicismo inherente en la calificación de la autodesignación de las víctimas y –asimismo– coadyuvar al diseño e instrumentación de una política, entendida como disciplina ante las consecuencias del acontecimiento victimológico en clave de Derechos Humanos.

La noción crítica de víctima, en tanto que elemento apto para coadyuvar a una fundamentación ética de los Derechos Humanos, asume un papel trascendente en la lucha de sujetos que reivindican aspectos no reconocidos de su identidad –por la vía de la conciencia de haber sufrido una injusticia. Es a partir de este momento que la víctima, al igual que los maltratados, excluidos o despreciados, diversos grupos victimizados que han experimentado formas de negación del reconocimiento, no sólo sufren a partir del menosprecio de su condición, sino que pueden descubrir que el menosprecio en sí mismo puede generar sentimientos, emociones y el impulso moral que motivan e impelen comportamientos y acciones (prácticas) para devenir en sujetos activos de luchas por reconocimiento.

Situar el concepto de reconocimiento, con su potencial carácter crítico, en la construcción de un concepto crítico de víctima (complejo, abierto, dinámico, funcional), significa asumir la centralidad del conflicto bajo una función positiva (creativa) de integración social, a condición de que se le deje de ver de un modo limitado y negativo, como ha sido el caso desde la perspectiva teórica dominante. Las luchas de reconocimiento, históricamente, han generado la institucionalización de ciertas prácticas sociales que evidencian el pasaje de un estadio moral a otro más avanzado; un aumento de la sensibilidad moral, señala Honneth (2010: p.37). La lucha de los grupos sociales por alcanzar formas cada vez más amplias de reconocimiento social se con-

vierte, muta, en una fuerza estructurante del desarrollo moral de la sociedad. Esa ha sido el sentido humanista del movimiento y la teoría de los Derechos Humanos; toca a su reformulación crítica insistir en la articulación de la noción –yaciente– de víctima con un proyecto –enhiesto– de resistencia y emancipación. Así, en dicha perspectiva, la lucha social no puede explicarse sólo como resultado de una lucha entre intereses materiales en oposición sino también como consecuencia de los sentimientos morales de injusticia; una gramática moral de los conflictos sociales (Honnet, 1995). La víctima, cuya visibilidad es a través del sufrimiento, se constituye primordialmente en esa imagen inicial de injusticia; no debiera permanecer en la queja sino levantarse para la proclama.

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Notas

1 Esos serían hipotéticamente los contenidos o notas de los Derechos Humanos entendidos experimentalmente en tanto que concepto.

2 La denominada primera generación de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Erich Fromm y, un tanto excéntricamente, Walter Benjamin.

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Los DD.HH. en la agenda del Buen Samaritano Ismael

“Si queremos que Jesús resplandezca en medio de las tinieblas que sobrecogen a nuestro amado mundo latinoamericano debemos, como discípulos que somos de él, tomar una postura verdaderamente profética, que transparente la misma luz, aquella que iluminó al hombre del siglo I y que ahora quiere iluminar, y alumbra, al hombre latinoamericano, sumergido todavía, quinientos años después de una supuesta evangelización, en las tinieblas de una larga noche de miseria, explotación, enfermedades, hambre, ignorancia y abandono”.

RESUMEN

La promoción y defensa de los derechos humanos en América Latina ha sido asunto exclusivo de organismos y activistas sociales, la iglesia ha permanecido al margen del asunto con escasas excepciones, muchas veces debido a que la tarea no se reconoce como parte de un mandato de Jesucristo dado a sus seguidores, bien sea por considerarlo un tema mundano o político o por la falta de contextualización de la misión cristiana hoy. La parábola del Buen Samaritano derivada en agenda permanente para el creyente compromete al cristiano y a la iglesia, como comunidad terapéutica, a identificar las heridas de los nuevos viajeros y a los nuevos asaltadores del camino, otorgando pertinencia y sentido a la fe cristiana.

The promotion and defense of human rights in Latin America has been the exclusive affair of organizations and social activists, the church has remained on the sidelines of the matter with few exceptions, many times because the task is not recognized as part of a mandate from Jesus Christ. given to his followers, either because he considered it a mundane or political issue or because of the lack of contextualization of the Christian mission today. The parable of the Good Samaritan derived in a permanent agenda for the believer commits the Christian and the church, as a therapeutic community, to identify the wounds of the new travelers and the new robbers on the road, giving relevance and meaning to the Christian faith.

Noé V.

un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. 32 También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. 33 Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. 34 Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: “Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva.” 36 Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? 37 El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues ve y haz tú lo mismo.

La misión de la Iglesia cristiana, y por ende de cada uno de sus miembros, ha sido poco menos que mal entendida y tergiversada a lo largo de su historia, la vida de Jesús de Nazaret y su accionar en su paso por el mundo no siempre es tomada como ejemplo por sus seguidores, su vida como la de cualquier otro

25 Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? 26 Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? 27 El maestro de la ley contestó: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”; y, “ama a tu prójimo como a ti mismo.” 28 Jesús le dijo: Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. 29 Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Jesús entonces le contestó: Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Por casualidad,

ser humano no puede desligarse de sus obras, y estas dan cuenta del propósito de la encarnación.

Otros intereses parecen haberse apropiado del magisterio cristiano, muchas veces cooptado por poderes fácticos y/o institucionales alejándose del verdadero sentido de la praxis siempre liberadora de Jesús. La enseñanza y el discipulado se han debatido entre herejías de vieja y nueva factura, arropando y dando origen a no pocas ideologías o pseudoteologías y muchos ismos con aspiración a explicar totalmente la misión de la Iglesia y que terminan por alimentar desviaciones y dar origen a nuevos fundamentalismos.

Dentro de su contexto judío, el resucitado estableció nuevos paradigmas de conducta que daban al traste con los antiguos y tradicionales modelos de religiosidad. Ya en el antiguo testamento la voz de los profetas advertía sobre el tipo de comportamiento que Dios esperaba de sus adoradores.

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Parábola del buen samaritano. Lucas 10:25-37 Dios Habla Hoy (DHH)

“Misericordia quiero y no sacrificios” (Oseas 6:6-7, Mateo 9:10-13, Mateo 12:1-8), fue el enunciado que Yahvé estableció para su pueblo, y que viene a ser convalidado por la actuación de su hijo Jesucristo.

El pasaje o parábola del Buen Samaritano (Lc. 10: 25-37) en el cual Jesús clarifica ante un maestro de la ley el camino para alcanzar “la vida eterna”, es un referente insoslayable para la comunidad cristiana e inclusive y por extensión para el resto de la humanidad, constituye un tema por demás relevante como paradigma para la misión de la iglesia. En ella Jesucristo confronta a sus interlocutores sobre la adecuada conducta a seguir frente a quien necesita de auxilio en la cotidianidad. Un auxilio o apoyo integral que va más allá de la simple caridad cortoplacista, esa que nos hace salir del paso y tranquilizar nuestras conciencias, ya que no se trata de acometer únicamente “la buena acción del día”.

El servicio al prójimo no puede ser concebido como algo opcional en la vida del cristiano, no es algo agregado a la fe, la iglesia es llamada a imitar a un Dios siervo, El misionero en barrios pobres de Caracas Juan Shorack1 nos recuerda “Tenemos un maestro que rompió esquemas y lavó los pies a sus discípulos (…) pretender que amar al prójimo es solo predicar la salvación es un craso reduccionismo, Dios nos llama a comprometernos más allá de las actividades de la Iglesia”.

La parábola destaca una solidaridad integral que aparece en quien menos calificaba para brindarla, según los cánones religiosos judíos de la época, y que prevé el bienestar del prójimo al menos a mediano plazo. Los eruditos concuerdan en que los samaritanos eran despreciados por los judíos porque eran conocidos como mestizos, mitad judíos y mitad gentiles. Cuando los reinos del norte fueron tomados cautivos por los asirios, se casaron con ellos para establecerse en el lugar que se llama Samaria, justo al norte de Judea.

El teólogo ecuatoriano C. René Padilla2, ha trabajado desde la perspectiva teológica latinoamericana aspectos sobre la vida de Jesús que clarifican lo que denomina la Misión Integral.

En uno de sus libros referidos al evangelio de Lucas, Padilla argumenta:

“(…) Como lo reconoce la mayoría de los exégetas, el eje o uno de los ejes teológicos que articula la perspectiva lucana de la misión es el especial interés de Jesús por los pobres y los marginados (publicanos, samaritanos, leprosos, mujeres, niños y enfermos), en un clima cultural que consideraba a las mujeres como «cosas» y a los niños como «seres humanos incompletos». Esta asociación de Jesús con personas subestimadas en su dignidad y consideradas «escoria» de la sociedad explica las razones por las cuales los representantes de la sociedad judía vieron en el ministerio del galileo una permanente amenaza a sus intereses religiosos y políticos particulares”.

El Buen Samaritano amplía el concepto y noción de prójimo, marcando una agenda para una Iglesia que necesita revigorizarse frente a los nuevos desafíos políticos y sociales del Siglo XXI. Redefinir su misión en el mundo globalizado resulta vital en aras reafirmar la pertinencia histórica de su fe. Obviamente al contextualizar la parábola de Jesús encontraremos que las heridas del peregrino asaltado en el camino de Jericó tienen hoy otro signo, otro significado y otro significante, son las heridas que recibe un migrante que hace uso de su derecho a buscar nuevos horizontes, las del desplazado de sus territorios por causas de la violencia y persecución interna, la una mujer víctima de violencia doméstica o el acoso sexual, la de un miembro discriminado de la comunidad LGBTIQ3 hostigado a causa de su orientación sexual, la del obrero despedido injustificadamente por guardar cuarentena sanitaria, y en fin las heridas sangrantes de cualquier ser humano vulnerado en sus derechos fundamentales.

Las acciones de solidaridad fruto de la compasión emprendidas por el buen samaritano concuerdan con las referidas en el capítulo 25 del evangelio según San Mateo, en su segmento referido al juicio de las naciones (Mt. 25: 31-46), según el cual seremos juzgados por nuestro amor al prójimo, veamos:

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.

Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?

Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.

E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.

Los Derechos Humanos han sido objeto de ampliación. Ahora sabemos que no solo los Estados nacionales los transgreden, abarcan igualmente lo político, económico, social, medioambiental y cultural. Además de ser violados a diario por corporaciones y multinacionales, sean estas militares, mineras, farmacéuticas, tecnológicas y/o comunicacionales.

La Organización de las Naciones Unidas ONU los define como “derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición. La ONU, precedida por la Sociedad de Naciones, surge después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, caracterizados por los campos de concentración y la completa destrucción de Hiroshima y Nagasaki por orden del presidente Harry Truman, quien dijo haber recibido “instrucciones de Dios”.

Los cinco países victoriosos (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, la Unión Soviética y China) conformaron una alianza y crearon la Organización las Naciones Unidas, ya concretada en diciembre de 1948 emitieron la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, cuyo primer artículo afirma de manera tajante que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».

Sin embargo, al destacar el papel jugado por la organización supranacional en la resolución de conflictos no podemos ocultar su parcialidad y tendencia a favorecer los intereses imperiales, cumpliendo una agenda que no beneficia a los pueblos que luchan por su liberación y libre determinación.

Las recientes manifestaciones de exacerbado racismo en los EE.UU puestas de manifiesto en el vil asesinato del afroamericano George Floyd colocan de nuevo el dedo en la llaga ante la incontrovertible existencia de un Estado estructuralmente injusto y violatorio de los derechos fundamentales de los ciudadanos, en especial cuando estos pertenecen a minorías raciales o étnicas como los hispanos, los afro descendientes, los aborígenes, los asiáticos o los ciudadanos de origen árabe. Los halcones de la Casablanca liderados por un

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mandatario de dudosa salud mental han propiciado que el pueblo norteamericano grite al unísono: “No puedo respirar”. ¿Qué dice la iglesia estadounidense frente a estos abusos?.

El análisis en torno al comportamiento de los EE.UU cobra pertinencia para la Iglesia latinoamericana, por cuanto el gigante del norte ha mantenido una política supremacista y neo colonizadora frente a sus vecinos de la región, a quienes considera su patio trasero. Es la expresión de la doctrina Monroe: América para los americanos (o más bien para los norteamericanos) enmarcada dentro del falso concepto religioso denominado Destino Manifiesto4

En este sentido, el profesor José Ramón Rodríguez Rojas5 expresa: “Las líneas y guiones en geopolítica se corresponden con los diferentes objetivos y fines de seguridad y defensa de los Estados Unidos, las estrategias de dominación a través de la transfiguración de los imaginarios sociales en la ciberpolitica se filtran en nuestra vida cotidiana y terminamos legitimando a unas de las mayores amenazas del género humano”.

El denominado “Plan Cóndor” con factura y sistematización “made in USA” causó estragos en las décadas del sesenta y setenta extendiéndose hasta los ochenta en países del cono sur como Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, entre otros. Torturas, desapariciones forzadas y asesinatos dispusieron de ingentes recursos económicos y humanos, lo cual permitió a sus perpetradores mantenerse en el tiempo bajo un manto de total impunidad.

Así mismo, el aliento brindado por los EE.UU a dictaduras de corte fascista en Centroamérica propició la vulneración de los DD.HH. de miles de campesinos, aborígenes y líderes sociales, así como también la desaparición física de religiosos comprometidos con la justicia social. Casos emblemáticos como el asesinato de monseñor Oscar Arnulfo Romero célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos del pueblo salvadoreño, Rutilio Grande S.J., José Ignacio Ellacuría S.J., sacerdotes católicos y monjas entre otros muchos mártires ejecutados por escuadrones de la muerte.

Más recientemente, las atroces sanciones económicas y comerciales en nuestro hemisferio contra países como Cuba y Venezuela, impiden la llegada de alimentos y medicinas, entre otros bienes esenciales y constituyen también crímenes de lesa humanidad. Refiriéndose a Venezuela, la élite supremacista gobernante en los Estados Unidos describe al país caribeño no solo como su patio trasero, sino como su “retrete”.

La historia de América Latina se encuentra transversalizada por el despojo imperial, en su monumental obra literaria “Las venas abiertas de América Latina” el uruguayo Eduardo Galeano6 nos brinda una completa radiografía del vía crucis latinoamericano, que inicia en 1492 con la invasión y el holocausto de nuestros pueblos originarios por parte del imperio español.

La iglesia latinoamericana tiene el deber moral de conocer a fondo el origen de su presencia en el continente y comprometerse en la opción preferencial con los pobres y oprimidos, no hacerlo sería un claro despropósito.

Hablando del saqueo interno y externo, como importante medio para la acumulación primitiva de capitales europeos desde la Edad Media, Galeano refiere:

“Los recursos fluían para que los acumularan las naciones europeas emergentes. Esta era la misión fundamental que habían traído los pioneros, aunque además aplicaran el Evangelio, casi tan frecuentemente como el látigo, a los indios agonizantes”. El escritor uruguayo también cita al arzobispo sudafricano Desmond

Tutu, en relación al despojo y saqueo en África y su paralelismo con Nuestramerica:

“Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”

Los desmanes de Colón y sus filibusteros se encuentran magistralmente narrados por el obispo Don Fray Bartolomé de las Casas7 en su crónica “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. En él describe las atrocidades a las que fueron sometidos los indígenas por los conquistadores. Un párrafo nos da una idea de los hechos que narra este libro:

“Otra vez, este mismo tirano fue a cierto pueblo que se llamaba Cota, y tomó muchos indios e hizo despedazar a los perros [darles de comida] quince o veinte señores y principales, y cortó mucha cantidad de manos de mujeres y hombres, y las ató en unas cuerdas, y las puso colgadas de un palo a la luenga, porque viesen los otros indios lo que habían hecho a aquellos, en que habría setenta pares de manos; y cortó muchas narices a mujeres y a niños”.

La obra del fraile dominico español escrita en contra del maltrato de indios infligido por castellanos y portugueses puede ser considerada como el primer informe sobre violación de DD.HH. del continente.

1 Juan Shorack, misionero norteamericano perteneciente al grupo Cambio Interno, desarrolla su trabajo en comunidades pobres de Caracas, Venezuela.

2 C. René Padilla, teólogo y ensayista ecuatoriano vinculado a la FTL ha realizado importantes aportes teóricos en la contextualización del evangelio y la misión cristiana hoy desde América Latina, desarrollando teologías autóctonas como la denominada Misión Integral.

3 La sigla está compuesta por las iniciales de las palabras Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgéneros, Intersex y Queer (raro en inglés). En sentido estricto agrupa a las personas con las orientaciones sexuales e identidades de género relativas a esas seis palabras, así como las comunidades formadas por ellas.

4 Según la doctrina del Destino Manifiesto Dios ampara a la nación norteamericana. Esta creencia conecta con el planteamiento calvinista según el cual los individuos y los pueblos están predestinados por la providencia divina. El ideal de esta doctrina se convirtió en el fundamento ideológico y herramienta política para el expansionismo de los norteamericanos y justifica el supuesto derecho de someter al resto de los pueblos.

5 El docente universitario venezolano José Ramón Rodríguez Rojas desarrolla una novedosa línea de investigación sobre filosofía, vida y DD.HH. Mantiene una columna de opinión llamada “Luces y Sombras”, la cual dio paso a la revista digital “Entre Luces y Sombras”.

6 El libro del uruguayo Eduardo Galeano publicado en 1971 más actual y necesario que nunca, es un retrato hablado sobre nuestro maltratado continente, un verdadero martirologio, imprescindible para conocer nuestra historia.

7 Bartolomé De las Casas es reconocido como defensor de los indios pero también fue partícipe en la esclavitud africana, sus ideas a favor de los aborígenes nunca fueron bien acogidas por los encomenderos y religiosos de la época, quienes se quejaron al rey Fernando el Católico para que le expulsara de las tierras subyugadas por la corona española.

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