Por Cecilia Valdez Desde hace algunas semanas, el mundo, y en especial América Latina, debate sobre el más que posible triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil este 28 de octubre en segunda vuelta. Sí bien hasta setiembre el escenario contemplaba el triunfo por goleada -por más de un 40%-, de Lula da Silva, su proscripción cambio de plano el panorama y ahora obliga a reflexionar sobre los motivos que llevaron a que el ultraderechista candidato pueda acceder a la presidencia de un país con una de las economías más importantes del mundo. En esta entrevista con Berria, la socióloga feminista Graciela Rodríguez reflexiona acerca de los procesos que habilitan esta clase de gobiernos en la etapa actual del capitalismo internacional, sus vinculaciones con la Iglesia Pentecostal y el tráfico de drogas, el desprestigio de las democracias y los partidos políticos, y las expectativas que despierta la organización del feminismo como contrapartida a todo esto. ¿Cómo describirías al movimiento feminista brasilero en la actualidad? Es un movimiento que tiene vitalidad pero no es un caso comparable al de Argentina o al de España. Hay una parte del movimiento que viene creciendo desde los años 80, pero que ha sido muy institucionalizada. Igualmente desde el año 2013 también ha crecido un movimiento más joven, de mujeres más activas en las redes sociales y con una visión un poco más radical. ¿Vos sos crítica respecto a esa institucionalización? Sí, porque ha hecho que la izquierda se alejara de los procesos reales de las periferias urbanas y ha dejado un cierto vacío que facilitó que crecieran movimientos como los de las Iglesias Pentecostales. No creo que sea el único motivo, ya que yo creo que la llegada de estas Iglesias tiene que ver con una política deliberada a nivel internacional de traer a América Latina (AL), junto con el neoliberalismo, algunas políticas que buscan enraizar las iglesias llamadas neo pentecostales y las políticas de combate del tráfico de drogas. ¿Cómo se da la llegada de las Iglesias Pentecostales? Es algo que habría que estudiar mucho más a fondo, pero creo que hay una decisión, tanto en AL como en África, de implementar políticas para favorecer el crecimiento de estas Iglesias que en Brasil ha tenido mucho éxito. El impulso viene de las iglesias pentecostales norteamericanas. ¿Cómo se da ese impulso desde fuera? En el caso del combate al tráfico de drogas se ve más claro, fueron políticas impulsadas por el gobierno de Nixon. En 1968 se lanzó públicamente la política del combate contra las drogas en EEUU y luego esa política fue viniendo hacia AL, sobre todo a México y a Colombia, pero ha impregnado la política y la institucionalidad del conjunto de los países de AL. Lo de las Iglesias es un poco así pero no institucionalizado porque es del ámbito privado, son acuerdos con Iglesias. La Iglesia Universal del Reino de Dios se formó en un garaje de un barrio de la periferia de Río de Janeiro. Entonces, ¿cómo se transformó eso luego en un imperio? Hay que tener mucho apoyo para eso. Ha habido una penetración de todas estas visiones conservadoras, sólo que estas han entrado con mucha virulencia y, como es sabido, en asociación con el tráfico.