Cristo Hoy - Nro. 8

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>> SEMANA PAPAL

CRISTO

HOY

Su amor misericordioso

orando por la paz, esta Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, y, esencialmente, nos dice: ¡hay una guerra más profunda que tenemos que luchar todos! ¡Es la decisión firme y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones, y de escoger el bien, listos para pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el tomar la propia cruz! Esta guerra profunda contra el mal... ¿De qué sirve hacer guerras, si tú no eres capaz de hacer esa guerra profunda contra el mal? ¡No sirve a nada! No va... Esto implica —entre otras cosas— decir 'no' al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve. Decir 'no' a la violencia en todas sus formas Decir 'no' a la proliferación de armas y 'no' a su comercio ilegal. ¡Pero hay tanto! ¡Pero hay tanto! Y siempre queda la duda: esa guerra de allá, esta otra, porque en todas partes hay guerras, ¿es verdaderamente una guerra por problemas o una guerra comercial para vender estas armas en el comercio ilegal? Estos son los enemigos que hay que combatir unidos y con coherencia, no siguiendo intereses, que no sean los de la paz y el bien común.

Palabras previas al Angelus del domingo 8 de septiembre. “En el Evangelio de hoy (San Lucas 14, 25-33), Jesús insiste en las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por El, llevar la propia cruz y seguirlo. Mucha gente, de hecho, se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores; esto sucedía especialmente después de alguna señal prodigiosa, que lo acreditaba como el Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere ilusionar a nadie. El sabe muy bien lo que le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide recorrer: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo por el perdón de nuestros pecados. ¡Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal! Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia hacia cada hombre y hacia todos los hombres. ¡La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor! ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal pasa por la cruz. Pero Jesús no quiere cumplir esta obra solo: nos quiere involucrar también a nosotros en la misión que el Padre le ha encomendado. Después de la Resurrección, les dice a sus discípulos: 'Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes... Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen' (Jn 20, 21-22). El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes, porque ha encontrado en El el Bien más grande, en el que cualquier otro bien recibe su pleno valor y significado: los lazos familiares, las otras relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos y otros... El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y el servicio. Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas:

LA CRUZ Y LA PAZ Al caer la tarde del sábado 7 de septiembre una plaza de San Pedro repleta de fieles y peregrinos — más de cien mil— reunidos en torno al papa Francisco alzó su súplica por la paz en Siria, Oriente Medio y el mundo entero. En la Jornada de oración y ayuno por él convocada, el Obispo de Roma preguntó si el mundo que queremos "¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los demás, en las familias, en las ciudades, en y entre las naciones?" Esta armonía y paz no es posible, reflexionó el Santo Padre "cuan-

“¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal pasa por la cruz.”

Aurora del sol

la de la torre que se debe construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice: ‘¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz' (Lc 14, 31-32). Aquí Jesús no quiere afrontar el tema de la guerra, es solo una parábola.

La guerra más profunda Pero en este momento en que estamos firmemente do el hombre piensa solo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento." "¿Es posible seguir otro camino? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz?", preguntó el Papa, asegurando que sí, es posible para todos. "Esta noche me gustaría que desde todas las partes de la tierra gritásemos: Sí, es posible para todos. Más aún,

Queridos hermanos y hermanas, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, la fiesta particularmente querida para las Iglesias Orientales. Y todos nosotros podemos enviar un lindo saludo a todos los hermanos, hermanas, obispos, monjes y monjas de la Iglesias Orientales, ortodoxas y católicas: ¡un lindo saludo!... Jesús es el sol, María es la aurora que preanuncia su salida. Anoche velamos encomendando a su intercesión nuestra oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como Reina de la Paz. ¡Reina de la Paz ruega por nosotros! ¡Reina de la Paz ruega por nosotros! [...]”

quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos." "¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz."


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