Cristo Hoy - Nro. 1004

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>> Espiritualidad

CRISTO

HOY

Pbro. dr. Jorge A. Gandur

Amar es querer el bien del otro El amor verdadero es "la permanente voluntad de entregarse a otra persona de modo desinteresado, libre y sacrificado". Lo fundamental de la vocación cristiana es vivir en el amor, para el amor. El mismo hecho de ser hombres nos lleva a relacionarnos con todo: con la naturaleza, con otras personas, con Dios y con nosotros mismos. Como bien sabemos, hay relaciones amorosas saludables y relaciones enfermas, relaciones fuertes y débiles, las hay armónicas y rotas. Cuando hablamos de saber amar queremos significar la comunión que establece relaciones buenas, saludables, fuertes y armónicas. De allí que solamente el que ha aprendido a vivir en comunión puede decir que se siente bien y contento.

El falso amor Benedicto XVI nos dice en su encíclica Deus caritas est: "El eros, degradado a puro sexo, se convierte en mercancía, en simple 'objeto' que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, este no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador" (cf. n. 5). El que así vive nunca ama porque negocia con las personas; no hace entrega. Partiendo de esta realidad en la que Benedicto XVI nos habla de "comprar y vender" es importante reflexionar sobre el verdadero amor.

El amor verdadero El amor es el distintivo fundamental de la persona humana: solo ella es capaz de amar. Y este amor tiene su razón de ser en el hecho de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios: "y Dios es amor" (1 Jn 4, 8.14). El amor verdadero —el humano y de modo eminente el amor a Dios— ennoblece y enriquece siempre al hombre. Lo hace parecer un poco más al Altísimo. El amor verdadero lleva a sacrificarse libre y desinteresadamente en vista al bien de la persona amada y tiene, por tanto, tres propiedades: rectitud de intención, oblatividad y libertad. En pocas palabras podríamos definirlo como "la permanente voluntad de entregarse a otra persona de modo desinteresado, libre y sacrificado".

Querer un bien para el otro El verdadero amor lleva a no poner condiciones a la donación o entrega de sí mismo. Amar a alguien de verdad significa, ante todo, amarlo por lo que es y tal como es, y no por lo que tiene o por el provecho que de él se pueda recibir. Hay gente "racional" que sabe dar pero no "darse". Esto no siempre se suele entender. Existen cosas que no se entienden, mientras se piensan solamente con la cabeza; así, por ejemplo, tampoco

se entendería a esa mujer pobre, abandonada por su marido con tres hijos, que adoptó a dos más porque, como decía "le quedaba mucho amor por dar". Al último hijo que adoptó le faltaban los brazos y una pierna.

Rectitud de intención El amor, así como su verdad y su libertad, tiene componentes interiores y exteriores. Es interiormente verdadero en la medida en que la intención sea recta, y exteriormente en la medida en que se manifieste con obras: "obras son amores y no buenas razones". Si hacemos algo por alguien y, de un modo consciente, escondemos algún motivo egoísta, entonces nuestro amor no es sincero. Lo mismo sucede en el cumplimiento de nuestros deberes, si falta la buena intención, y si nuestra intención no está basada en el amor, se convierte en un "cumplo y miento".

Reflexionemos Que nuestro modo de amar sea una entrega total y desinteresada, que seamos capaces de amar con rectitud de intención, con gratitud, con sacrificio. El único modo de hacerlo es a través de las obras. Manifestemos nuestro amor con hechos más que con palabras. Que la Santísima Virgen, modelo de amor verdadero, sea nuestra guía.


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