Esta obra, lector, es por el ascenso, en el ascenso y hacia el ascenso, ojalá, a esos «aires» del «canto», que en la vida mísera del suelo se reflejan en la pureza de los niños y los campos, por eso Julio, que es un campesino
por vocación y decidida elección, afirma haber «querido el campo presintiendo esa vida en que éramos completos». Yo espero que todos los lectores de esta obra, Giragalia, reciban de
sus versos, como he recibido yo, esa unción y efluvio angélicos que como una bendición propiamente eucarística caracterizan a la poesía de los montes altos, de los campos callados, de la risa infantil, de los cantos de los
pájaros íngrimos de las selvas del Monte Zerpa. Gracias, Julio, otra vez.