La cuarta edición del Festival Mundial de Poesía reunió, una vez más en Mérida, a un nutrido grupo de artesanos de la palabra que, bajo el difuso rostro de una ciudad encantada, nos hicieron cofrades y testigos del verbo iluminado y el canto. Hoy nos queda la impronta de unos días regidos por la alegría y el fervor
de la palabra escrita. Quedan sus poemas como testimonios del amor, de la verdad y el desenfado, que habrán de enriquecer la memoria del colectivo y los pueblos.