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Devocional
LA GLORIA DE DIOS
“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”. 1 Crónicas 29:11
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Rev. José Arturo Soto B.
LA GLORIA de Dios sugiere Su grandeza, Su poder, Su majestad, Su esplendor, Su santidad y mucho más (1 Cr. 29:11). La gloria de Dios es la magnificencia, el valor, la hermosura y la grandeza de Sus muchas perfecciones, que muestra en sus actos creativos y redentores para dar a conocer Su gloria a quienes están en Su presencia. Un día Dios le dijo a Moisés: “Di a los hijos de Is-
rael: Vosotros sois pueblo de dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré” (Éx. 33:5). Moisés le respondió: “Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo” (Éx. 33:12, 13). Y Dios le respondió: “Mi
presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éx. 33:14). Moisés le dijo: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (Éx. 33:15, 16). La gloria de Dios fue necesaria para Moisés y el pueblo de Israel. Hermanos míos, tenemos que mantener la gloria de Dios en nuestras vidas, la gloria de Dios es algo que tenemos que cuidar. La gloria de Dios se mantiene dentro de un marco de obediencia, de consagración, de entrega a Dios, de santidad para Dios. No se puede mantener la gloria de Dios donde hay mundanalidad, donde reina el pecado. Dios no nos está dando un hobby, un pasatiempo. ¡No! Dios nos ha dicho que estamos en un programa de obediencia, de consagración, de vida espiritual. Así que hay que mantener la gloria de Dios, el contacto con Dios, hay que mantener a Dios contento, hay que hacer que Dios se sienta atraído
por nuestra congregación, que Dios se sienta a gusto entre nosotros. Que Dios se pueda mover poderosamente como fuego envolvente y que la gloria de Dios brille en medio nuestro. ¡Aleluya! Hoy en día se ha cambiado tanto la gloria de Dios. Por eso, ¡no queremos fuego extraño en nuestro altar! ¡Nosotros queremos la verdadera gloria, el verdadero fuego, la Shekinah de Jehová! El intento de Satanás siempre ha sido que perdamos la gloria de Dios. En los días de Elí el arca del pacto era símbolo de la gloria de Dios, era sobre ella que reposaba la Shekinah de Jehová, eso le daba identidad al pueblo de Israel (1 Samuel 4). Elí era un sacerdote, pero había caído en una condición decadente, sabemos de aquella tragedia terrible en la que se vio envuelta Israel, la frustrante noticia de que se habían robado el arca del pacto de Jehová. Algo inconcebible. ¿Cómo es posible que los enemigos de Dios se llevaran el arca, símbolo de la gloria de Dios? El arca era el símbolo de la presencia de Dios. ¿Cómo era posible que no estuviera en su lugar? Era algo terrible. Un vocero de la batalla vino ante Elí, con sus ropas rotas y en señal de luto y dolor, y dijo: “Israel

huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos, y el arca de Dios ha sido tomada” (1 S. 4:17). Ahí mismo Elí no tuvo fuerzas ni para sostenerse sentado, cayó para atrás y se desnucó muriendo en el acto (1 S. 4:18).
“Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta, cercana al alumbramiento, oyendo el rumor que el arca de Dios había sido tomada, y muertos su suegro y su marido, se inclinó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores de repente. Y al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni se dio por entendida. Y llamó al niño Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su marido” (1 S. 4:19-21). Icabod, que quiere decir: sin gloria, la gloria perdida, la gloria traspasada, el pueblo sin gloria. Amados, esta gloria no se puede apartar de nuestras vidas, de nuestro ministerio, de nuestras congregaciones. Tampoco se puede apartar el poder y el movimiento del Espíritu Santo de Dios. Quedarse sin gloria es lo más triste que podría acontecer. ¡Necesitamos la gloria de Dios, esa gloria que nos hace brillar en Dios!