HOJA de RUTA, de Carmen Rosemberg

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menosprecio que todos se tomaban a broma, pero que cuarteaba su integridad. Aunque tras aquella reflexión se convenció de que cualquier político estaba condenado. Incluso ella lo estaba. Cuando todo parecía en calma, el secretario general de Recursos Energéticos de la Madre Tierra, Jesús Medina, empezó a buscar unos papeles en su cartera. -Joder, joder, pero ¿qué coño es esto? ¿Quién coño ha metido esta mierda entre mis cosas?-, gritó lanzando unos sujetadores negros sobre la mesa de trabajo en dirección al sitio de Teresa. -Me cago en Dios-. Pixi retozaba en medio de una estúpida carcajada. -Deben ser de Maite. Vaya, te los dejaste en el baño y Medina los ha recuperado. Qué amable, Pachamama-, dijo Pixi a voz en grito. -Bueno, ya está bien-, dijo Augusto Piñas reprendiéndolos con contundencia. Supongo que sois conscientes de que Teresa puede denunciaros por acoso sexual. ¿Es eso lo que queréis mendrugos, vender vuestra carrera política por un buen titular? Un poco más de seriedad, cojones-. Con los ojos húmedos y a punto de echarse a llorar, Teresa Baltar se levantó de la mesa con la intención de salir de allí. -Tessy, por favor, vuelve a tu sitio. Esto no se volverá a repetir, te lo aseguro. Informaré al comité de disciplina. Por favor, reponte. Si necesitas salir, sal, pero vuelve cuando estés lista. Quiero oír lo que piensas sobre el silo nuclear, venga. Aquí es importante la opinión de cada uno de nosotros-, le pidió el ministro Piñas. Los sueños y los anhelos de Teresa Baltar de dejar atrás su Arévalo natal empezaron a abandonarla a través de sus manos sudadas y sus lágrimas a punto de brotar. Estaba paralizada. Aquella panda de hijos de puta había quebrado su capacidad de resistencia y su orgullo como persona y como mujer. Pero también sabía que sus proyectos de superación se quedarían en nada si no reaccionaba. Se imaginaba con la boca cosida o borrada de su rostro y con un enorme billete de vuelta a Arévalo por incompetente. Entonces su memoria rescató un papel confeccionado desde el Partido que le había facilitado su amigo Solozábal y que le permitía recuperar el rebote. Echó mano de las palabras que el ministro acababa de pronunciar y se vino arriba como un delantero ante el momento del penalti. -Ministro-, dijo y acto seguido carraspeó ligeramente para darse un rápido margen, ordenar su argumentación y secarse los ojos. -Creo que si tomas ahora una decisión sobre el cementerio nuclear debes tener en cuenta varios

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