HOJA de RUTA, de Carmen Rosemberg

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Teresa caminaba por el pasillo de los despachos clavando la mirada en las líneas de las baldosas. En las últimas semanas había generado esta costumbre neurótica. -Pero qué estupidez. Si quieren que Piñas se vaya , sólo tienen que cesarlo-. Teresa volvió al despacho y se sentó frente al ordenador. No sabía qué hacer. De golpe, Teresa lo vio claro y comprendió que alguien les estaba echando un pulso. Se trataba de alguien que quería jugar. Alguien quería divertirse un poquito. Alguien quería hacer sufrir a Piñas. No lo iba a permitir. Tuvo un pálpito. Salió corriendo a trompicones del despacho y, desde el umbral, tomó una decisión. -Conchi, rápido, ponme con María Cabañeros, la presidenta de la Comisión de Tecnología en el Congreso. Es diputada por Ávila-, dijo dando un portazo. Enseguida tuvo a Cabañeros en línea. -¿Qué tal María, guapa? ¿Cómo estás? ¿Y el bebote?-, se interesó Teresa de la forma más cariñosa que pudo, sin que se notara demasiado su sarcasmo y sin entender muy bien porqué se había referido así al feto. -Ay, Tere, qué maja. Gracias por llamar. La verdad es que estoy muy bien. Debería cogerme la baja pero, al ser diputada, no puedo. Ya sabes, los electos no podemos transferir el voto en caso de enfermedad ni de embarazo. Es una putada, pero es así. Pero… ¿me llamas para decirme que aceptas ser la madrina?, ¿a que sí? Ay, que ilusión me hace y a Matías aún más. Ya verás cómo se va a poner cuando se lo diga-. Teresa Baltar sintió compasión por aquella mujer. Pero no podía solucionar el problema de las enmiendas de ninguna otra manera. Cabañeros era el instrumento perfecto para llegar a su objetivo. -No, María. No creo que Matías se ponga muy contento después de lo que te voy a decir. Te llamo por otra cuestión. No sé si tú estás al corriente, pero me importa una mierda. Escúchame bien-, gritó. -Ay, Tere ¿qué te pasa? Te noto muy rara. No es necesario que levantes la voz. No me asustes-, dijo María Cabañeros con un hilo de voz que se acabó convirtiendo en un llanto de zozobra. -María, deja de llorar de una puta vez y serénate. Escúchame atentamente. Búscate la vida para que tus compañeros del Senado hagan desaparecer las putas enmiendas a la ley de descargas antes de las doce. ¿Lo has entendido? ¿Ha quedado claro?-.

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