Edición 193

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Año 4

No. 193

Semana del 21 al 27 de octubre de 2012

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres»

El Año de la fe es como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el Evangelio y la fe de la Iglesia.

5 ¿POR QUÉ LA GENTE CAMBIA DE RELIGIÓN?

Cada vez se percibe más que algunos feligreses dejan la Iglesia católica para irse con nuestros hermanos separados. Pero, ¿por qué lo hacen? A continuación pondré una pequeña lista de las razones por las cuales yo pienso suceden estas deserciones.

8 LOS HIJOS DEL TRUENO...

Por última vez Jesús anuncia su pasión y muerte y los discípulos siguen como distraídos, sin comprender la franqueza del anuncio de Jesús. Jerusalén ya está muy cerca y da la impresión que la comunidad de discípulos está lejos de comprender verdaderamente lo que Jesús ha tratado de enseñarles.

13 VERDADES DEMOCRÁTICAS

Los griegos llamaban a la verdad aléteia, palabra ésta que quería decir descorrer el velo. Conocer la verdad significa, entonces: descubrir lo que estaba oculto, lo que no era visible porque se hallaba sepultado por la gruesa capa de las opiniones...

Hoy es más necesario que hace 50 años Hoy es más necesario que hace 50 años, anunciar a Cristo, alegría y esperanza que libera del pesimismo en el desierto de un mundo sin Dios. Con esta exhortación, Benedicto XVI inauguró el Año de la Fe: Inaugurando de forma solemne este Año - que concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo - Benedicto XVI señaló los signos que enriquecieron esta celebración: la procesión de entrada, que recordó la de los Padres conciliares en la Basílica de San Pedro; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que iba a hacer antes de la bendición. Más allá de ser una conmemoración, el Año de la fe - como explicó él mismo - está vinculado coherentemente con todo el camino de la Iglesia en los últimos 50 años: desde el Concilio, mediante el magisterio del siervo de Dios, Pablo VI, que convocó un «Año de la fe» en 1967, hasta el Gran Jubileo del 2000, con el que el beato Juan Pablo II propuso de nuevo a toda la humanidad a Jesucristo como único Salvador, ayer, hoy y siempre: «El Evangelio nos dice que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización. El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18). Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual». Tras reiterar que la Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, el Papa recordó la emocionante tensión conciliar en hacer «resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente, ni encadenarla al pasado». Y con el anhelo de reavivar esa tensión en toda la Iglesia para volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo y que la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, Benedicto XVI recordó la importancia de los documentos conciliares. El Concilio no propuso nada nuevo en materia de fe, ni quiso sustituir lo antiguo, sino que se preocupó de que dicha fe siga viviéndose hoy, en un mundo en transformación, planteamiento que el beato Juan XXIII dio al Vaticano II y que se debe actualizar durante este Año de la fe, en diálogo con el mundo moderno: «¡Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años!».


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