Año 3
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No. 105
BENDITA MARUCHAN
Semana del 06 al 12 de febrero de 2011
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E
Dejó estrellato de Vancouver 2010
por vocación religiosa
BUENA ES LA SAL
n 1998 en los Juegos Olímpicos de Nagano, en Japón, una velocista estadounidense de sólo 17 años, deslumbró al mundo del deporte. Más de uno se atrevió a pronosticar una carrera de éxito para Kirstin Holum y un futuro prometedor que habría llegado a su clímax en los Juegos Olímpicos de Invierno Vancouver 2010. Dios tenía otros planes para ella que decidió dejarlo todo y convertirse en religiosa. En 1998 Holum quedó sexta en la competencia de velocidad de tres mil metros, en una disciplina dominada por atletas que en promedio están alrededor de los 30 años. En aquella oportunidad la ganadora de la medalla de oro fue la alemana, Gunda Niemann-Stirnemann, de 32. Por eso se esperaba que los juegos de Vancouver 2010 fuesen el momento cúspide en la carrera de Kirstin. Kirstin Holum, que es conocida ahora como la hermana Catherine, comenta que “el patinaje de velocidad era una inmensa parte de mi vida. Todavía me encantaba el deporte, pero tuve este llamado increíblemente fuerte que me decía que era tiempo de seguir por un camino distinto en la vida”. Tras relatar que fue en una visita al Santuario de Fátima donde decidió consagrar su vida a Dios, la her-
LA ERA DE LAS (IN)COMUNICACIONES 13
mana Catherine cuenta que “es curioso ver cómo ha cambiado mi vida. Tuve el maravilloso privilegio de competir en una olimpiada, y ahora soy bendecida sirviendo a Dios y a aquellos menos afortunados”. Luego de completar sus estudios en arte, incluyendo una tesis sobre las Olimpiadas en el Instituto de Arte de Chicago, Holum se unió a las Hermanas Franciscanas de la Renovación, quienes se dedican a “trabajar con los pobres, los indigentes y por la evangelización”. La hermana Catherine comenzó su servicio en el Bronx, en Nueva York y tiempo después pasó a Leeds, Inglaterra, y vive actualmente en el convento de Saint Joseph. “Sé que no exactamente lo que uno esperaría normalmente de una religiosa, pero creo que es bueno que la gente sepa que los miembros de una orden religiosa pueden llegar de cualquier contexto o forma de vida. Al final todo es cuestión del compromiso con el mensaje del Evangelio”, añade la hermana Catherine. “No me resulta fácil pensar que las cosas pudieron haber sido diferentes para mí y que pude haber participado de otras Olimpiadas, pero definitivamente no era el camino del Señor para mí y por ello no me arrepiento para nada del que tomé”, concluye.