Mes de junio de 2013
La mayordomía: administradores del mundo de Dios La imagen de mayordomos la comenzó a utilizar Jesús en sus parábolas (Lucas 16: 1-15). Un buen equivalente moderno sería “administrador” quien tiene amplia libertad de disponer de todo lo que le ha sido confiado, pero nada de lo que administra le pertenece. Estas imágenes apuntan a que, aunque en el mundo poseemos ciertos bienes, nada es nuestro. Todo es de Dios, incluso nuestra vida. Somos llamados a ser administradores de nuestra vida y de los recursos de la creación. De esa manera contribuímos al plan de Dios que desea que vivamos en justicia y armonía. Lo que nos ha sido dado es para que todos lo puedan disfrutar y alegrarse en los dones que el Señor ha hecho para nosotros. Dios nos invita a ser buenos administradores de toda nuestra vida y a ponerla al servicio de su gloria. Somos mayordomos de nuestros cuerpos, nuestro intelecto, nuestras capacidades, nuestro tiempo, nuestro dinero y posesiones. Y, sobre todo, debemos ser buenos administradores de nuestras posesiones materiales. Gran parte de nuestra vida está ocupada en lo que podemos llamar la esfera económica: trabajar, ganar, gastar, comprar, vender y compartir. Para Wesley, la clave de la santificación de nuestra vida económica es la mayordomía. Pero, muchas veces, entendemos mal este concepto en relación con el dinero, pues pensamos que se refiere solamente a cooperar con el presupuesto de la iglesia. En la Biblia y en la enseñanza de Wesley, la manera en que manejamos nuestras ofrendas y diezmos para la iglesia son solo el reflejo de otras cosas más profundas. Jesús advirtió a sus seguidores que uno de los peligros más destructivos para la vida del cristiano era la manera de relacionarnos con la vida económica. Wesley, en uno de sus sermones acerca del Sermón de la Montaña dice: “Sean mayordomos buenos y fieles de Dios y de los pobres, diferenciándose de ellos solo en dos circunstancias: que tienen todas las necesidades satisfechas con la parte que les ha tocado de los bienes del Señor, y que además tienen la bendición de dar” (Obras II, p. 212). Hoy vivimos en una sociedad dominada por asuntos económicos, por la ansiedad de tener más, gastar más. Y esto es un círculo vicioso del cual nadie puede salir fácilmente. Pero la gracia de Dios es suficiente para nosotros. Dios quiere liberarnos de esta ansiedad, en este sistema de dominación. Y nos invita a ser más y más reflejos de la generosidad de Cristo quien nos dado todo. Él nos ofrece la oportunidad de ser evidencia concreta en el mundo de la libertad de los hijos y las hijas de Dios, mostrando plenamente en la vida cotidiana la grandeza de la generosidad de Dios para con nosotros y para con cada ser humano. Es una vocación noble. Con nuestro propio poder no podemos salir de la trampa del consumo y del egoísmo; pero con el poder de Dios todo es posible. Del libro Señales de un Metodista. Centro Metodista de Estudios Wesleyanos