Boletín El Buen Pastor 09/2011

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Mes de septiembre de 2011

SER GENEROSO/A La generosidad es la virtud que nos lleva a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos. Cuando hablamos de generosidad lo primero que pensamos es en el dinero, pero no siempre es así. Cualquier cosa que poseemos de valor, sea material o no, puede convertirse en un elemento para compartir. Un dicho sabio dice: “El avaro no es dueño de su riqueza sino que su riqueza es dueña del avaro”. La persona generosa es un ser humano libre que no mezquina controlando lo que tiene, si lo que posee es suficiente, pero comparte lo suyo con otros. Las personas generosas suelen hacernos sentirnos bien cuando estamos con ellas. Es avara la persona que guarda excesivamente. A menudo el avaro oculta sus posesiones, quiere esconderlas de los demás por temor a que sientan envidia, disputen sus riquezas o descubran vaya a saber qué de ellos mismos. El generoso puede serlo sin esperar a que se le pida. La generosidad no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas, sino una actitud definida y clara de procurar el bien de otros. Lo decía un pensador griego: “Los avaros son como las abejas: trabajan como si fueran a vivir siempre”. Uno puede alegrarse plenamente de lo que posee cuando puede compartirlo con otros. No se trata meramente de dar lo que sobre, sino lo que somos. La avaricia estrecha el corazón y es fruto de una visión limitada de la vida. El generoso tiene una mirada más amplia. Puede compartir sus bienes porque para él o ella las cosas del corazón y la solidaridad son más importantes que muchos de los bienes que posee. Por eso, cerca de ellos muchos encuentran amistad, calor y apoyo. Nos olvidamos que cuando alguien da generosamente, alguien lo recibe. Que lo que damos, no se pierde. La generosidad deviene en satisfacción cuando nos unimos a otros para buscar la felicidad de los demás. Construimos algo juntos que se hace realidad y provoca la alegría de conquistarlo y celebrarlo con otros. Esto es una experiencia humana de altísimo nivel que supera a la de cualquier placer solitario o egoísta. Dice un proverbio que “al que reparte y comparte, le toca la mejor parte”. Pero también se puede hablar de falta de generosidad en una persona que no está dispuesta a recibir, que no deja a los demás ser generosos con ella. En ese sentido, está bueno formar a los niños promoviendo las actitudes generosas, el desprendimiento y el dar lo mejor de sí, contrarrestando los efectos del egoísmo. Salir de sí mismos, experimentar la felicidad que proporciona el brindarse a los demás y vivir el valor del servicio, que implica una participación y solidaridad profunda con el otro. ¿Hay algo mejor que entregar la vida actuando al lado de otros para intentar construir un mundo mejor? Nuestra vida cobra sentido en el compromiso con los demás. Dios da generosamente. Nos regala la vida, se entrega en una cruz, nos ofrece su amor infinito para nuestro bien. ¿Somos sensibles para descubrir tanta generosidad?

Pastor Hugo N. Santos


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