Mes de julio de 2010 A PROPÓSITO DEL MUNDIAL DE FÚTBOL Estamos viviendo estos meses de Junio y Julio un acontecimiento muy especial que está ocupando la escena principal de nuestra sociedad. Es un poco difícil hablar más de diez minutos con una persona sin que, en algún momento, no aparezca algún comentario relacionado con este famoso mundial de fútbol. De la televisión y la radio mejor no hablar: a toda hora, cualquier situación vivida en torno al campeonato mundial, por pequeña que fuera, tiene comentarios, recomentarios y críticas a los comentarios. Uno tiene la impresión que este campeonato mundial de fútbol es mucho más que un hecho deportivo. En estos partidos, hay una especie de guerra sin artillería donde se amplifica el ser nacional y se crea un enemigo, el contrario, para que así podamos afirmar nuestra identidad como pueblo. Más de cuarenta mil millones de personas estamos viendo los partidos de fútbol en estos días. Uno tiene la impresión que, si el mundo se está achicando (porque cada vez estamos más conectados los unos con los otros), en estos días del mundial se ha achicado mucho más, y somos miles de millones de personas mirando un partido como si se tratara del acontecimiento más importante de la vida. No existe un hecho que convoque tanta gente y tanta pasión como ha concitado este mundial de Sudáfrica 2010. Los dirigentes deportivos y todos aquellos que organizan todo esto que rodea al mundial han demostrado tener mayor capacidad de convocatoria que los mismos políticos, aunque estos intenten hablarnos de cosas fundamentales de nuestro diario vivir. Hasta se ha dicho que el fútbol es algo así como una especie de religión laica, una religión sin Dios, donde algunos comparan al partido con los ritos, al club con la iglesia y a los comentaristas deportivos con los clérigos. Las condiciones en las cuales los seres humanos vivimos son de una diferencia catastrófica, resultando escandaloso para aquellos que sabemos de este mundo creado por Dios para que todos los seres humanos tengamos la posibilidad de vivirlo, de disfrutarlo, de transitarlo, de discutirlo. Entonces, esta igualdad que a veces se nos quiere mostrar a través de las palabras vinculadas a la globalización, se refuerza con la ilusión de que, si tenemos un buen equipo y podemos competir y ganar, no tenemos por qué envidiar a las grandes potencias aunque en algunospaíses de África, Asia y América Latina haya siete veces más desocupación y analfabetismo. Ya hemos visto que la potencia más grande del mundo puede ser derrotada por el equipo de un país pequeño y pobre. El apóstol Pablo dice en su carta a los Gálatas: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús”. Todos somos iguales. Convengamos en esto: los partidos del mundial están regidos por reglas de juego que son muy distintas a las de la realidad. Las reglas de juego de los partidos del mundial son iguales para todos. El apóstol Pablo es revolucionario para su época porque está hablando de las reglas de juego de Dios para este mundo, que también son revolucionarias. Yo me imagino cómo debían haber sonado estas palabras acerca de la igualdad de los hombres y de las mujeres, de los esclavos y de los libres, de los judíos y de los griegos cuando en realidad se trataba de seres, en cada par, considerados esencialmente diferentes, no solamente desiguales; en su esencia misma, diferentes. En el caso de los esclavos, no tenían los derechos, ni remotamente, de los libres; las mujeres eran mucho más postergadas que ahora y muchos judíos seguían imaginando que ellos eran los propietarios únicos del plan de Dios y de la salvación. Las palabras del apóstol Pablo nos hablan de que Dios ha levantado las barreras que separan nuestras diferencias. ¡Qué distinto sería este mundo si nosotros, los seres humanos, viviéramos siguiendo estas mismas palabras! Todos tenemos acceso a la salvación que Dios ha preparado, todos tenemos derecho a la nueva vida y a la esperanza y, si decimos estas cosas vinculadas a la fe, también podemos decirlas referidas a todos los aspectos de la vida humana. La competencia y el amor no se llevan bien porque aquella supone la supresión del contrincante. Por eso la competencia tiene más relación con la envidia y la hostilidad que con el amor.