ICOM - CE 12
son este. Convertir el museo en un
po y un guion que demasiado a
libro, un manual, un documental
menudo no se corresponden con
o una web solo hace flaco favor
los suyos. En el mejor de los casos,
al museo evidenciando su inca-
todas estas acciones establecen
pacidad de ser tales cosas, re-
sistemas mixtos de comunicación,
nunciando a lo que le es propio,
así que, si recurren a complemen-
claudicando en suma. No es eso.
tos como parte inexcusable de
El panel (incluida, claro, cualquier
su planteamiento, deben esta-
derivación tecnológica de esta
blecer reglas de convivencia y
idea) puede acabar siendo una
respeto entre medios, objetivos y
imposición al museo, una invasión.
especificidades.
O un complemento prescindible, como debiera, si el museo juega sus propias bazas. Sobre otros medios, como los audiovisuales, etc. no añadiré más. Merecerían un tratado por cómo nos han y les hemos tratado, pero valga lo dicho aquí (de momento), pues al fin, pese al uso (y abuso) de todos cuantos complementos han venido a poblar el museo, lo característico del mismo es el establecimiento de un tipo de comunicación no verbal, no textual, ni siquiera imaginera en un sentido clásico estricto. Tampoco me detendré (el espacio va siendo escaso ya) en las diversas formas de “guiar” las visitas, pues someten al museo a la dictadura de un tem-
Sin embargo, ¿cómo puede ser posible la comunicación o una correcta transmisión de conocimientos si no se conocen y comparten previamente los códigos comunes, esto es, si el observador no posee las claves destinadas a desentrañar la significación del objeto, tanto en sí mismo como en la red de relaciones que el museo ha tejido en su torno? El objeto cultural provoca reacciones en sí mismas: el artístico, reacciones de pasmo y admiración, el arqueológico de identificación, el etnográfico, de nostalgia o de pertenencia... Pero el conocimiento se produce por reconocimiento. Más en el objeto museístico, donde cabe leer primero esa cartela [60]