La violencia de la burguesía engendra la violencia del hombre contra la mujer

El Rebelde Cromosoma Feminista Y

Editor: Humberto Gรณmez Sequeira-HuGรณS | viernes, 27 de abril de 2018

La violencia de la burguesía engendra la violencia del hombre contra la mujer Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS • El hombre es engendrado por la sociedad que la burguesía moldeó con el molde de su egoísmo, agresividad e inhumanidad. La sociedad burguesa es la escuela modelo que convierte a la persona a quien el Estado asigna el género masculino en hombre. Suprimiendo la feminidad del niño con la vergüenza del estigma afeminado y el castigo, la sociedad crea el germen de la violencia misógina.

• La violencia del hombre contra la mujer es un efecto de la violencia de la burguesía contra la sociedad y su elemento maternal y natural. El medio de la violencia es el capitalismo, o sea, el contrato que la burguesía impone a la sociedad como su mercado donde vende la riqueza que le roba. Ahí, las clases que la burguesía ha desposeído son forzadas a pagar el precio que ella impone a la vida. Ese precio conlleva la violencia con que la burguesía explota al proletariado para extraerle la energía que convierte en plusvalía.

• La violencia de la burguesía es la condición para su existencia como la clase que vive de la energía que extrae del proletariado, convertida en capital, por medio de la fuerza del Estado. Además, el miedo que la violencia causa es un factor psicológico que determina su capacidad para dominar la sociedad. Su necesidad de expandir su poder, su lucha contra las demás clases para apropiarse de la mayor parte de la riqueza y su inseguridad son los estímulos de la fiereza de la burguesía.

• La burguesía ha convertido sus propiedades: egoísmo, agresividad e inhumanidad en las virtudes de la constitución de su Estado y el catecismo de su Iglesia. De esa manera, también se ha beatificado como el modelo de la aspiración, la conducta y el progreso social. Sin embargo, la verdad es que la burguesía es un

parásito social ejemplar que vive de la explotación de la vida, la niñez, el género, la necesidad y la emoción del ser humano de la sociedad que domina. La implantación del modo de vida burgués como el ideal nacional en la mente de la sociedad, por el Estado y la Iglesia, y la lucha de la burguesía contra sus clases enemigas para que no acumulen poder y se conviertan en burgueses produce la insatisfacción social de la que surge la violencia.

• La burguesía se formó haciendo la guerra en contra de las demás clases para desposeerlas, deshumanizarlas y someterlas a su régimen. La agresividad es su propiedad esencial y fuerza de entrada con que activa al Estado, el cual es su máquina de dominio. El ataque es la condición para su existencia de animal predador que vive en una sociedad humana con el único propósito de extraer la energía de sus miembros para convertirla en plusvalía. La constante lucha por la acumulación de capital es la escuela de negocios en que la burguesía educa a las demás clases. Los estímulos de su conducta son su mediocridad, complejo de superioridad, desprecio por las personas que desposee y deseo de imponerse como el patriarca fundador al que la nación debe tributo, fidelidad y veneración.

• La energía humana que la máquina de producción de capital consume es extraída por la burguesía, principalmente, del cuerpo del proletariado sometiéndolo a su sistema de explotación con la ley de la propiedad privada de los medios de producción, el hambre, la renta y la violencia de Estado. La violencia —que es la raíz del Estado— es la regla que la burguesía usa para imponer sus condiciones en su relación con la mujer y el hombre de la clase trabajadora.

• La burguesía es indiferente a la condición humana de la persona trabajadora. Por consiguiente, la trata como una pieza de la máquina con que controla su función y destruye su vida. La máquina reduce el valor humano del trabajo al de una mercancía sujeta a la ley oferta-demanda cuyo precio es el que la burguesía le impone con el poder del Estado. El precio del trabajo que produce la riqueza que la burguesía se roba conlleva la injusticia que es la condición torpe para su existencia.

• La injusticia de la burguesía también se compone de su negación del derecho de igualdad de la mujer — como ser humano integral y madre de la humanidad— y de su capacidad para diseñar, administrar e impulsar la evolución del mundo. La psiquis, constitución y funcionamiento del Estado burgués no es maternal sino patriarcal. Dentro de su jurisdicción, el Estado trata a la mujer, particularmente proletaria, como una propiedad conquistada por el hombre, particularmente el burgués, marcándola con la letra escarlata “D” de Difamada, Desposeída y Desigual.

• En la impartición de su injusticia a la clase trabajadora, la burguesía privilegia al hombre como la bestia de carga adecuada a su sistema de explotación en base a su discriminación de la mujer negándola su derecho a la igualdad a él. Al hombre, la burguesía paga un precio mayor al que paga a la mujer por la misma energía invertida en un mismo trabajo y le promueve para convertirle en el yugo de su régimen patriarcal.

Singularmente, la burguesía explota a la mujer proletaria en la realización de trabajos en sus campos de concentración laboral —tales como la familia patriarcal, maquiladoras y haciendas— bajo condiciones deshumanizantes. Asimismo, roba la energía que la mujer invierte en el trabajo para mantener a su familia, la cual es la fuente de la fuerza laboral que mantiene la máquina de producción de los bienes que la sociedad usa para vivir y progresar. Sin embargo, la mujer proletaria no es el sujeto ni el objeto de ese progreso.

• La explotación de la mujer, particularmente proletaria, para robarla su energía y convertirla en capital y poder es un acto de violencia que la burguesía ha implantado en la mente de la sociedad con la fuerza de su Estado y la indulgencia de su Iglesia. Esas instituciones justifican dicha explotación como una relación libremente contraída —bajo la ley burguesa de la propiedad privada de los medios de producción— entre proveedores para satisfacer sus necesidades mutuas bajo términos de supuesta igualdad ante la Constitución y Dios. En realidad, la explotación es la condición, libre de moral, para la existencia de la burguesía como la clase que parasita de la energía del cuerpo de la sociedad que la mujer nutre.

• La burguesía impone la explotación a las demás clases como el requisito para su supervivencia con el hambre y la inseguridad social que crea con su sistema de explotación, el capitalismo. Esa imposición genera la lucha en que el hombre tiene la ventaja que el Estado le concede y la mujer es aplastada por el peso de la desigualdad que los patriarcas dueños del capitalismo descargan sobre ella. El peso del capitalismo: explotación, robo de la energía y riqueza de la sociedad por la burguesía, los impuestos por vivir supervisado por el Estado, la guerra y la angustia son las condiciones que causan la tensión inhumana, psíquica y social, que impulsa a un ser humano a matar a otro; particularmente, a un hombre a matar a una mujer.

• El capitalismo es la dictadura de la burguesía cuyo funcionamiento depende de la imposición violenta de la desigualdad por su Estado. La burguesía aplica su dictadura en su relación con el proletariado pagándole un precio por su energía que sirve a su interés como supresor del valor humano del trabajo y sostenedor de la desigualdad social. La desigualdad es la condición de la igualdad de la burguesía a sí misma. La igualdad constitucionalizada es un efecto de la subyugación de las demás clases a su modo de vida. Dicha dictadura es animada por la anomalía psíquica llamada patriarcado, el cual es una desviación forzada del curso natural de la evolución social de la humanidad tomada de la mano de su madre. La sociedad necesita extirpar dicha anomalía inmediatamente cambiando al Estado que continúa produciendo machos que queman vivas a las mujeres en el nombre del Dios Pene.

• El patriarcado mantiene a la mujer, particularmente proletaria, en el estado de pánico que su Iglesia y Estado implantó en la mente de sus madres y abuelas por medio de la guerra santa, inquisición, conquista y su encarcelamiento en las reducciones llamadas familia patriarcal, parroquia, zona franca y prostíbulo. La Iglesia y el Estado son instituciones patriarcales que tienen su raíz sangrienta en la guerra de los hombres de Dios y del Señor Feudal contra la mujer para deshumanizarla y desintegrarla. Difamando, encarcelando, expropiando, torturando, violando y quemando a la mujer los patriarcas construyeron su poder y justificación de su violencia como un dote divino.

• Con la ayuda de la Iglesia y del Estado, la burguesía empujó a la mujer, particularmente proletaria, a la condición de reproductora de las nuevas generaciones de esclavas y esclavos tributarios que sostienen su Gobierno y son la carne de cañón que usa para hacer sus guerras de conquista y pillaje. A algunas de las mujeres que permite ascender la pirámide de su dominio las recluta como administradoras de su Estado, las corrompe y convierte en abogadas defensoras de su sistema de opresión femenina. Esas “damas de hierro” convencen a otras mujeres de que el Estado es susceptible de cambiar su condición patriarcal y, por lo tanto, no es necesario derrocarlo. Así, la burguesía engaña a la nueva generación de mujeres, contiene su revolución y perpetúa el régimen que justifica la violencia contra ellas.

• La violencia de la burguesía es el fertilizante del feminicidio, el cual, a su vez, es una de las psicopatías más peligrosas que destruye la vida y perturba la salud de la mujer y su familia que es la sociedad que amamanta.

El feminicidio y el infanticidio social —la muerte de millones de niñas y niños como consecuencia de la guerra burguesa e indiferencia del Estado— son productos inhumanos del capitalismo.

• El capitalismo es una máquina diseñada para producir ganancia, la cual es la realización del fin de la burguesía en su relación con la sociedad. El combustible de esa máquina es el ser humano cuya explotación produce la ganancia y el precio que la burguesía impone a la vida. La máquina no puede ser humanizada ni democratizada porque su dueña, la burguesía, no es susceptible de humanización ni democratización. La razón existencial de la burguesía es la misma que la de su máquina. Ninguna de las dos puede producir bienestar ni progreso social propulsado por el crecimiento integral de la mujer en un estado de igualdad al hombre y posesión de la democracia.

• La democracia es un mecanismo temporal de la dictadura de la burguesía patriarcal sujeto al vaivén de su estado de ánimo. Dicho estado es condicionado por su inseguridad y el resultado de su lucha en contra de las demás clases para robarse la mayor parte de la riqueza de la sociedad. Si la burguesía triunfa, extiende su poder y mantiene la democracia, pero en un estado progresivo de reducción de los derechos de la mujer.

Ella, quien se sacrificó para democratizar a la democracia y liberarla del dominio patriarcal, no controla su concepto ni ninguna de las llamadas instituciones democráticas que, como el Estado, la reprimen.

• El Estado democrático es el refugio de la burguesía y su servidumbre —política, legal, militar, civil y clerical— de la violencia social que la burguesía causa con su sistema de explotación, el capitalismo. Desde ahí, ven correr la sangre de las mujeres víctima de feminicidio por las reducciones donde la burguesía ha empujado a las mujeres que ha rendido, desposeído y descartado. Sin embargo, esa sangre no los conmueve, a pesar de que su valor es el mismo que el de la sangre de la mujer que los parió.

• La insensibilidad del Estado ante la violencia en contra de la mujer es el principal estímulo de la indiferencia social ante ese crimen. La deshumanización de la mujer —causada por la violencia justificada por el estigma patriarcal impuesto a Eva— conlleva la animalización y destrucción de la sociedad. Uno de los factores determinantes en ese proceso de decadencia de la humanidad es la extirpación de la feminidad del niño que la Iglesia y el Estado realizan por medio de la familia, el sistema educativo y el ejército patriarcal. Segregando al niño de la niña, enseñándole que no es igual a ella, que sus propiedades son superiores y que fue creado por Dios para dominarla, el patriarcado asegura la formación de la nueva generación de feminicidas.

• El feminicidio es una parte singular de la matanza de seres humanos que la burguesía ejecuta por medio del Estado democrático que aprueba sus leyes anti-femeninas y anti-democráticas y el presupuesto para financiar su sistema de explotación, el capitalismo, y sus guerras. El asesinato de la mujer es el matricidiosuicidio que, a su vez, es el factor más grave de la crisis de la humanidad. Sólo la madre puede salvar a sus hijas e hijos y su elemento de la extinción a que la burguesía está empujándolos.

• La burguesía domina a la sociedad porque puede, con violencia, desintegrar la fuerza transformativa de la mujer que la crea y nutre. Su Estado ha creado un sistema de dominio patriarcal adecuado a la desigualdad de “hija de casa” que impone sobre la mujer y que es la inspiración de la mentira constitucionalizada que

dice que “todos los hombres son creados iguales”. En ese sistema —alejado del Parlamento, de la Corte Suprema de Justicia y de la Santa Sede— la mujer es tratada como una presa por la jauría de machos emborrachados —con el guaro hecho con el semen del Dios Pene— que circuncidan su clítoris, la enjaulan, violan, queman y lapidan.

• Los patriarcas ladrones de la tierra y el capital han forzado a la mujer a convertirse en una emigrante en estado de pánico, huyendo constantemente de sus guerras y sus consecuencias para ella: la violación, el despojo, el hambre, la peste y la muerte. La destrucción de la Tierra es otra consecuencia de las guerras de conquista y pillaje de la burguesía que conlleva la muerte de todas sus criaturas; particularmente, la muerte de las mujeres que son las portadoras de su fuerza reproductiva. Asimismo, su guerra tecnológica para reducir el cerebro y robotizar el funcionamiento de la sociedad augura el término de la maternidad como la condición de su humanidad.

• La violencia del hombre contra la mujer es una revelación dolorosa de la deshumanización que la máquina de dominio y producción de ganancia de la burguesía, el capitalismo, requiere para su funcionamiento.

Asimismo, es un efecto del castigo y condicionamiento psicológico que el patriarcado, o sea, el Estado y la Iglesia usa para transformar al niño en un macho temeroso de ser estigmatizado con la letra escarlata “A” de Afeminado. El hombre ahoga a la mujer —que le dio vida y late en su sangre— para que sus congéneres no vean en él ningún rasgo de la sensibilidad maternal. De esa manera, el hombre se desmaternaliza sin saber que está arrancándose el componente esencial de su humanidad.

• La maternidad continúa siendo destruida por la burguesía armada con su sistema patriarcal, el capitalismo.

Ese sistema es el resultado de la guerra contra la mujer para desposeerla y enjaularla en la familia patriarcal.

La destrucción de la maternidad produce la impotencia de la sociedad para pensar y actuar humanamente, como una madre que guía y protege a sus crías. La humanidad como la condición para la existencia de la sociedad está decayendo al ritmo de la crisis del Estado burgués y su incapacidad para resolverla con la

igualdad y justicia que niega a la mujer. Su única respuesta continúa siendo el incremento del presupuesto de guerra que financia con la desposesión, el hambre y la muerte de la mujer.

• El feminicidio no es un acto que es cometido por un autor extraño a la sociedad burguesa y su naturaleza desmaternalizada y deshumanizante. Ese delito implica a la burguesía —y su Estado e Iglesia— como la clase que hizo la guerra en contra del resto de la sociedad para desposeerla y someterla a su modo de vida de asaltante y usurero. La relación de la burguesía con la sociedad —por medio del contrato que le impone, el capitalismo— no puede ser pacífica ni nutritiva como la leche materna.

• El capitalismo es la incubadora de la misoginia y del fin de la sociedad como un organismo humano y transformativo. El sistema de explotación de la burguesía y su Estado no contienen ningún mecanismo para la preservación de la madre de la humanidad. Y la burguesía no puede cambiar su modo de vida porque de él depende la realización de su fin en su relación con la sociedad. La acumulación constante de capital para expandir su poder no es posible sin la violencia de la explotación de la sociedad y su elemento maternal y natural para robarle su energía y riqueza.

• Las instituciones que sostienen el capitalismo —el Estado y la Iglesia— son los instrumentos de dominio de la burguesía con que controla la vida de la familia patriarcal en que el padre viola a su hija. Esas instituciones fueron construidas por sus patriarcas con la difamación, desposesión y desigualdad de la mujer.

La conciencia de la sociedad patriarcal está prejuiciada con la difamación de la mujer como un ser “malo” e “inferior” al hombre. Esas mentiras forman parte de la educación con que el patriarcado corrompe al hombre y lo convierte en un feminicida.

• Entonces, ¿cuál es la solución al problema así planteado? Sólo la mujer puede resolverlo confrontándolo como uno de los problemas de supervivencia, más graves y urgentes, de la humanidad causados por la violencia de la burguesía que está latente en su sistema de explotación, el capitalismo, y su Estado e Iglesia.

La mujer necesita darse cuenta que el patriarcado es un parásito mortal que necesita desarraigar de su conciencia y elemento como la única forma de evitar que siga consumiéndola. Para lograr el desarraigo, la mujer debe de emanciparse, en mente y cuerpo, del hombre que es el yugo del patriarcado en la familia, el Estado, la Iglesia, el sistema de educación, el campo de concentración laboral, el mercado, el sistema penitenciario, el prostíbulo y el cementerio.

• El Estado burgués, la democracia burguesa y la Iglesia burguesa no son instrumentos que la mujer pueda usar para afirmar su igualdad y desarmar al patriarcado. Por consiguiente, necesita organizarse afuera de la ley y el orden burgués-patriarcal con su ideología, partido y programa político para derrocar al patriarcado y construir la sociedad maternal.