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Los juegos de antes

Los abuelos son una de las figuras más importantes para nuestra cultura desde épocas prehispánicas, con los años, el valor de su experiencia se ha convertido en un privilegio para compartir con los niños. Sin embargo, en los últimos tiempos se han vuelto más fundamentales que nunca a la hora de la educación y el cuidado de los nietos. No hay que olvidar que los “Abues” son una fuente fundamental de sabiduría, educación, experiencia y cariño. “Son más que mentores, cuidadores o amigos. Son aquellos que nos hacen sentir seguros y protegidos en todo momento”, afirma la experta en psicología educativa, Silvia Álava.

Por lo anterior, es importante conocer los diferentes juegos tradicionales que compartieron en sus años de infantes, pues con ellos, en la actualidad podemos inculcar valores a las nuevas generaciones. Los juegos a través del móvil o videoconsola parecen aprisionar toda la infancia de los niños, por ello es importante, no olvidarse de las “atrapadas”, dominó, las cartas o de las canicas, entre otros. Las pequeñas reglas y normas que tienen estos juegos son básicas para que los niños desarrollen su memoria y sepan atenerse a reglas específicas o límites. “Los juegos tradicionales aportan multitud de beneficios a los niños a nivel social, cognitivo y emocional”, afirma Silvia. Estos juegos tradicionales traen múltiples beneficios como mejorar el cálculo, el razonamiento, la estrategia o la concentración, entre otras aptitudes, además claro, de ser un patrimonio para compartir entre familia.

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La infancia es sin duda de las mejores etapas del ser humano, está llena de

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Entrevista con Gerardo Soto

magia, aprendizaje, experimentación y sobre todo, muestra sentimientos más nobles, tanto con nosotros mismos como con nuestros allegados.

Esta escritora, vivió su infancia entre dos mundos: “ya que me tocaron algunos tradiciones y juegos de antes y no obstante, la tecnología comenzaba a surgir por ser lo más nuevo e interesante, se crearon juegos y juguetes que resultaban parte de la magia y la novedad del nuevo siglo 2000”.

Afortunadamente, aún me tocó jugar como los que nos comparte Gerardo Soto, Jefe De La Unidad de Difusión y Publicaciones de la Secretaria De Educación en sus memorias. Nos es grato poder compartir la nostalgia ante ciertas formas de juego y convivencia con amigos y vecinos, pues al revivir los recuerdos de Gerardo, pudo esta escritora, revivir los mejores momentos de su infancia también.

Humanitas Querétaro: ¿Cuáles eran los juegos que más le gustaban de niño? GERARDO SOTO: Juegos habían muchos, desde jugar a los encantados, las traes, el burrito castigado, de ahí podemos saltar a que necesitábamos solo dos piedras; si con tu piedra le pegabas a la otra y el compañero te cargaba hasta donde callera la otra piedra. Había mucha energía, la mayoría de los juegos implicaban correr, caminar o platicar. Esto ocurría desde mis 3 años en 1966, era otro mundo muy diferente al que vivimos ahora. Recuerdo que en aquel tiempo (en época de lluvias), íbamos a buscar mayates entre los mezquites. Eran unos animalitos verdes y esos eran nuestros “drones”: amarrábamos al mayate en una cuerda, lo aventábamos y lo manteníamos

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volando. Además cortábamos garambullos, buscábamos chiles entre las plantitas cuando pasaban las lluvias.

HQ: ¿Cómo era el entorno donde vivías? GS: En la calle de Otoño, decían que se aparecía el jinete sin cabeza, era tanta la imaginación que lograbas escuchar los cascos del caballo, escuchabas que iba el jinete cabalgando - que quizá en realidad se trataba del aire- pero tal ruido, nos asustaba pensando que era él. Después nos cambiamos a la calle de Metralla. Otro de los juegos que recuerdo, eran las canicas pero era solo de caballeros; mientras las niñas jugaban con las muñequitas, los hombres teníamos las canicas en los bolsillos para ir a jugar. De niño disfrutaba todo, incluso había riesgos pero los disfrutaba.

Mi juego favorito era el “zumbador” en el que debíamos agarrar las tapas de las botellas y corríamos a las vías del tren en donde poníamos todas las fichas, pasaba el tren y las aplanaba completamente. Les hacíamos dos hoyitos en medio, metíamos un hilo y al darle vuelta empezaba a zumbar y hacíamos guerritas para ver quién rompía el hilo del otro con las fichas; era incluso peligroso, pero debíamos tener el más filoso para ganarle al compañero, todos tenían su hilo y sus fichas en el pantalón que se rompía todo el tiempo por lo mismo.

Lo más “bélico” que recuerdo es que íbamos a las vías del tren, tomábamos piedritas redondas y con la resortera buscábamos lagartijas -en aquel tiempo casi todos tenían su resortera en los pantalones- en cuanto las viéramos les tirábamos un “rebotazo”. Prácticamente toda la convivencia era al aire libre. Juegos en casa había algunos, como cuando la abuela nos reunía para contarnos leyendas, lo cual

me causaba insomnio por el temor a que se me apareciera el jinete o la llorona. Hoy esto ya se ha perdido mucho, anteriormente se daban mucho estos relatos. RH: ¿Qué es lo que más recuerdas de tu infancia?

GS: Recuerdo a mis amigos, eran muchos, aunque no recuerdo los nombres de todos porque nos llamábamos siempre por un alias. Por ejemplo, yo era “la pulga”, porque brincaba por todas partes. Recuerdo a otros como el “Pacheco o el pelón”, pero esto se daba entre hombres, a las damas se les llamaba por su nombre. El ponernos apodo era como otro juego, encontrarle parecido a los amigos con alguna cosa y apodarle así, por ejemplo, si parecía chapulín así se le apodaba.

Había mucha separación entre niños y niñas al jugar, a menos que jugáramos a las “traes”, aquí si juntábamos a las niñas porque les ganábamos fácilmente o tocar las puertas y salir corriendo y ver desde la esquina si habían salido a abrir las puertas los vecinos.

Recuerdo que en noviembre, íbamos a los puestos de día de muertos, eran enormes y podíamos encontrar buñuelos, guajolotes, enchiladas, muñecas de cartón, y caballitos de carrizo. En aquel tiempo para nosotros tener uno de estos caballitos era emocionante. Recuerdo también, unas lanchitas de lámina que les ponías una vela que calentaba la lámina y comenzaba a caminar haciendo un sonido muy peculiar como locomotora.

Pintábamos las banquetas con gis, hacíamos una carretera y jugábamos con un carrito de plástico o los hacíamos de madera, lo empujábamos con el dedo y no debía tocar ninguna de las líneas de la carretera porque si lo hacíamos perdíamos y nos teníamos que regresar. Cuando jugamos al trompo afilábamos bien la punta para romper el trompo del compañero. RH: ¿Cómo conseguías tus juguetes? GS: Mi papá me los compraba, sobre todo porque en aquel entonces, Querétaro era un lugar en donde podías encontrar cualquier juguete. En el centro había lugares en donde podías comprar trompos o yoyos, no batallabas en encontrar los juguetes, no había necesidad de ir a los centros comerciales.

Había también plástico en tiras muy finas de colores con el que armábamos cruces o hacíamos pulseras, o con las corcholatas de las botellas, les quitábamos el plástico de adentro y quedaba un aro con el que nos hacíamos pulseras. Había cosas que nos daban miedo como unas muñecas muy grandes, recuerdo que a mi hermana le compraron una y yo creía verla caminar en la noche, todos le teníamos miedo a esas muñecas pero a la gente les gustaban. RH: ¿Te lastimabas con frecuencia? GS: Jugábamos en la calle que eran empedradas, por lo tanto, era seguro que nos íbamos a raspar pero no nos importaba, seguíamos jugando. Cuando mi mamá veía mis pantalones rotos, no faltaba la chancla voladora.

Las masetas tenían soportes altos y delgados, entonces les arrojábamos piedras y con buen tino la maceta se rompía. De igual forma era un juego ver a qué maceta le atinábamos. Sin duda fue una infancia muy interesante. RH: ¿Cómo era la relación con tus padres para jugar? GS: Con mi mamá jugábamos memorama, mi papá no jugaba, por el contrario,

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nos enseñaba a usar herramientas, sin embargo, muchos de mis juegos venían de ellos. Realmente esta forma de jugar llega a romperse con la tecnología, por ejemplo, antes había carritos que funcionaban con aire y debíamos empujarlo, ahora ya son de control remoto. Se ha perdido todo como era antes, al grado de que si hoy le compras una muñeca de cartón a una niña, no la quiere; cuando en aquel tiempo se peleaban por ellas. Los niños nos peleábamos los caballos de carrizo porque queríamos el que tuviera el carrizo más fuerte para jugar y ahora ya no les atrae.

Cuando jugábamos con mi mamá nos juntábamos con los hermanos, había mucha convivencia porque además de jugar y platicar, esperábamos el chocolate caliente; entonces al terminar de jugar esperábamos la merienda: chocolate con pan. Había armonía con los hermanos. Los sábados nos subíamos a la azotea con cubetas de agua para que se calentaran con los rayos del sol para bañarnos. Recuerdo también que coleccionaba estampas y las intercambiaba con mis amigos, veíamos cuáles teníamos y cuales estaban repetidas o cuales nos faltaban para cambiarlas con el compañero. Las estampas eran de futbol o de luchadores. En aquel tiempo, se hablaba mucho del Santo. Íbamos los domingos a la matiné a ver dos películas del Santo y cuando salíamos del cine, nos íbamos a los jardines a luchar y jugar a que éramos el luchador. En el cine nos parábamos a aplaudir y a gritar su nombre ¡Santo, Santo! A veces iba con mi papá y otras veces con mi mamá pero era una tradición ir todos los domingos a la matiné.

Veíamos poca televisión, nuestros padres no nos dejaban, hablando de los

años 70´s. Veíamos Señorita Cometa o Ultraman; comenzaba El Chavo del 8, Mickey Mouse en un bloque de 4 a 7 y se apagaba la televisión o mamá veía sus novelas.

Jugaba con mis hermanos más grandes, Lulú e Iván porque nos entendíamos más. Corríamos muchos peligros pero era un ambiente que nos iba preparando para esos peligros. Recuerdo que en la tele había anuncios de alerta y nos cuidábamos de los robachicos, nos cuidábamos entre nosotros. Íbamos a pie a la escuela con nuestra mochila, ahora los padres llevan a sus hijos, pero antes íbamos caminando. Recuerdo que pasábamos el puente de madera de la Calle Invierno pero era un puente muy empinado que era peligroso y se escuchaba la madera crujir mientras pasabas sobre de él.

Llegábamos a jugar a la escuela; las niñas brincaban la cuerda, jugaban al resorte, todo era actividad. En el recreo se veía a todos corriendo y sudando. Al salir de casa teníamos un reglamento, debíamos llegar a hacer tarea pero al terminar podíamos hacer lo que nosotros quisiéramos pero para ello teníamos que mostrar la tarea terminada. Los castigos eran prohibirnos salir a jugar, si salíamos mal en la escuela, entonces desde la ventana veíamos como los otros niños jugaban.

En aquel tiempo en la escuela cuando había honores a la bandera debíamos portarnos bien porque si no, nos pasaban al centro y todos veían quién se había portado mal para después molestarlo. No como se molestan ahora los niños, antes era más tenue. Anteriormente no se castigaba al que se portaba mal, sino a todo el salón, entonces nos

cuidábamos entre todos.

RH: ¿Que travesuras hacían dentro del aula?

GS: Estuve en la Escuela Miguel Alemán y los salones eran muy grandes, había muchas arañas patonas que tirábamos con la cascara de una naranja, las agarrábamos y con ellas asustábamos a las niñas. Eran los juegos de esos tiempos, las armas eran: la resortera, la liga y el pedazo de naranja. También con eso, le aventábamos la naranja a un compañero y de inmediato escondíamos la liga fingiendo no saber quién había sido. Siempre me unía a las travesuras. Había una persona que hacia limpieza en la escuela, Doña Mode, esperábamos a que terminara de trapear y pasábamos corriendo encima de lo que había limpiado, nos íbamos corriendo y ya en las escaleras nos escondíamos y reíamos. Eran travesuras sin maldad, no eran para lastimar a nadie o hacerle daño a alguien más.

RH: ¿Cree que la infancia de aquellos tiempos era más sana comparada con la actual?

GS: Sí, desde lo que encuentras en las cooperativas. Antes comprábamos dulces pero corríamos mucho, hacíamos mucho ejercicio de alguna manera, además, había cosas más sanas como fruta o tortas y el refresco Sansón. No acostumbrábamos a comer chatarra. De igual forma, nos íbamos a cortar garambullos en los árboles, ahora está cercado y no hay esa libertad.

RH: ¿En su grupo de amigos había algún líder que organizara las travesuras y juegos?

GS: Sí, teníamos un compañero llamado “Pacheco” que era más grande por dos años. Era el que nos ordenaba, el sargento y todos los demás éramos sus solados. Cuando jugábamos futbol era quien armaba los equipos. Era nuestro guía.

RH: ¿Conocías a la familia de tus compañeros?

GS: Entre todos conocíamos a la familia de los demás, a la mamá y al papá. Sabíamos quién era el regañón, entre quiénes existía la violencia, todo eso lo sabíamos porque lo platicábamos entre nosotros. Nos ayudábamos mucho, si a alguno de los amigos le pasaba algo, ahí estábamos todos para apoyarlo. Cuando se lastimaban un pie íbamos con alegoría y ventaja porque nos ofrecían refrescos mientras acompañábamos a nuestro amigo herido. Existía la idea de estar siempre con los compañeros. Había mucha unión aunque no faltaban las peleas, aunque eran peleas nobles y limpias.

RH: ¿Cómo vivía la época de Reyes Magos?

GS: Era uno de los días más felices de todos, independientemente de lo que trajeran los reyes magos. No podíamos dormir por la espera pero en algún punto el sueño nos ganaba y al despertar ya estaban ahí los juguetes. Corríamos a ver los juguetes y en lugar de lamentarnos por no recibir lo que esperábamos, era agradecer lo que habíamos recibido, salíamos a la calle a preguntar a los otros niños lo que les habían traído y nos prestábamos los juguetes.

Hacíamos nuestras cartas en secreto para que los hermanos no vieran lo que escribíamos en nuestras cartas y de esta forma, nadie tuviera lo mismo. Poníamos la carta en el zapato y discutíamos por saber quién dejaría el zapato más al frente.

Recuerdo que despertábamos a mis papás entre gritos de la emoción por ver los juguetes y no íbamos a la escuela, salíamos a jugar con nuestros amigos. De los juguetes que recuerdo haber recibido era una pista pequeña con dos carritos, también ropa, dulces, fruta, un patín del diablo, en fin todo era ejercicio. Recuerdo que le pedimos a un carpintero que clavara unas tablas y en las esquinas le poníamos baleros, amarrábamos un mecate y nos jalábamos por toda la cuadra. Había mucha imaginación para crear nuevos juegos. RH: ¿Por qué cree que estos juegos ya no continuaron siendo enseñados a los niños de ahora?

GS: Quiero pensar que fue la tecnología la que nos fue cambiando. Anteriormente, era salir a jugar futbol pero ahora con tantos aparatos, a los niños ya no les interesa salir. Siento que los padres hemos tenido la culpa porque creemos que la televisión es la nana y la convivencia padre e hijo ya no es igual. RH: ¿Cree que la dinámica del tiempo en familia ha cambiado, comparado a como usted lo vivía?

GS: si, por supuesto ha cambiado mucho pero también me he dado cuenta que si jugamos con nuestros sobrinos o nietos y les enseñamos a jugar como lo hacíamos antes, se divierten. A veces es complicado por ejemplo si les contamos de nuestro súper héroe de la infancia, pues los comparan con los de ahora. Es difícil porque ya tienen otra mentalidad, no obstante si jugamos a la lotería lo juegan con gusto.

Antes nos juntábamos a leer historietas en las casas, o ir al museo era una experiencia maravillosa, además nos

trasmitían muchos valores que debemos seguir transmitiendo. Hoy en día nos falta amor, paz y respeto. Con estos valores de base todo sería distinto, hoy en día vemos a niños faltando al respeto a los adultos, antes con una simple mirada ya sabíamos que debíamos portarnos bien. Hoy nos reímos de las groserías que dicen los niños, antes nos corregían si decíamos alguna. Hay valores que deberíamos tener siempre presentes.

Recuerdo que si nos portábamos mal, estaba la chancla voladora y después de ser corregidos mamá nos pedía que le devolviéramos la chancla. Hoy los niños ya saben cómo hacer para que sus papás no les corrijan.

Por otro lado, la plática con los papás desde mi época ha sido un poco restringida, había cosas que preferíamos contarle a los amigos como contar sobre la niña que te gustaba y no poder dormir por saber si sería tu novia o no. Pero la convivencia con nuestros padres era mejor, desde ir a misa, jugar con nuestros padres y el fomento de sus valores.

Recuerdo que si queríamos lograr algo, nos impulsábamos entre compañeros para lograr lo que nos proponíamos, hoy en día nos jalamos hacia abajo o envidiamos el éxito de los otros en lugar de motivarnos y apoyarnos. Me viene a la mente que cuando alguien tenía TV a color, era la sensación de la cuadra e íbamos corriendo a su casa para verla, hoy en día queremos tener lo que tienen otros y los envidiamos.

Debemos de aprender que todo lo podemos lograr. Todo cuesta trabajo y necesita de un sacrificio. Además, debemos de cuidar a nuestra familia, no dejar que se disperse por el uso del celular. Debemos fomentar que los niños tengan respeto y amor y que no se vean como contrincantes, sino como amigos.

El papel de los padres y abuelos en el juego de los niños es muy importante. El juego es una forma muy provechosa para dedicarles el tiempo que necesitan para ir fortaleciendo los lazos afectivos y así podamos irles trasmitiendo nuestros conocimientos para comprenderlos mejor. También sirve para educarlos en el funcionamiento de la sociedad, la familia es el primer grupo social del niño y su principal educador. Este tiempo de juego le dará seguridad, fortalecerá su autoestima y contribuirá a su felicidad.

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