La presente obra ha sido posible gracias a la destacada contribución de los autores que participaron en la elaboración de cada uno de sus capítulos, así como al generoso respaldo de los patrocinadores, cuyo compromiso con el conocimiento hizo realidad este proyecto editorial
La vegetación, un muro de contención pluviométrica
Un soneto me manda hacer Violante, escribió el poeta. Una presentación me pide hacer Antonio Ruiz de Elvira, compañero de espacios universitarios al que conozco y aprecio desde hace muchos años. Es un honor prologar este libro cuyos capítulos están escritos por quienes saben mucho más que yo de los temas que abordan.
Al cabo de los años uno prefiere no ser experto en cosa alguna y diletante en todas, así que la lectura de libros como este, de vocación generalista pese a centrarse en un territorio español cuya flora y vegetación conocí bien porque le dediqué un par de libros, algunos artículos y muchas horas de trabajo de campo. Con todo, no quiero ceñirme al tema que, como catedrático de Botánica, bien pudiera servir para colocarme la etiqueta de “experto”.
Me interesa más la ambición global de explicar los cambios en la cubierta vegetal del sureste los cuales, como sabemos al menos desde Humboldt y de los trabajos de Fitzroy, capitán del Beagle y pionero de la meteorología británica, responden a los mecanismos físicos, en absoluto caprichosos como pretenden algunos, que regulan la circulación general atmosférica.
La revegetación en el sureste de España enfrenta una serie de desafíos complejos que dificultan el éxito de los proyectos destinados a restaurar y conservar sus ecosistemas naturales. Este territorio, que abarca áreas de las comunidades autónomas de Andalucía, Murcia y la Comunidad Valenciana, es particularmente vulnerable debido a su clima árido y semiárido, su histórica degradación medioambiental y las presiones sociales y económicas que afectan a su entorno natural.
Uno de los factores más determinantes para la recuperación de la cubierta vegetal en el sureste de España es el clima, caracterizado por altas temperaturas y escasas precipitaciones. La región experimenta veranos muy calurosos, con temperaturas que pueden superar los 40 grados centígrados, y la pluviometría anual es muy baja, especialmente en las zonas más interiores y orientales. Este clima seco y cálido limita la capacidad de los árboles y plantas para establecerse y crecer adecuadamente.
Escribo esta presentación en marzo de 2025 cuando, como en Macondo, las lluvias han descargado sobre todo el país empapando los suelos, colmando los embalses y cubriendo de nieves las montañas béticas (Sierra Nevada y Filabres) que constituyen la barrera orográfica en cuyas fachadas occidentales descargan las borrascas atlánticas que penetran por Grazalema dejando en sombra de lluvias las hoyas de Baza, de Guadix y las tierras de Murcia y Almería que constituyen el sureste semiárido español, cuyas características empezamos a conocer en los textos universitarios de Geografía Física de Lluis Solé y Manuel de Terán o en los de Geobotánica de Fernando Esteve y Oriol de Bolòs.
Ese muro de contención pluviométrica explica que a día de hoy (15/03/2025) los embalses de Madrid están repletos a rebosar, mientras que entre los dos de Almería apenas superen el 10% de su capacidad. En cualquier caso, esta excepcional víspera lluviosa de la primavera es un testimonio más de que en toda la cuenca mediterránea es preferible hablar de ciclo “hidroilógico” que de ciclo hidrológico propiamente dicho.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
A pesar de esa aparente falta de lógica, uno de los méritos de este libro pluridisciplinar y, por lo tanto, poliédrico con todo lo que ello implica, es su vocación de indagar y explicar los fenómenos atmosféricos que domestican la distribución de la vegetación actual y marcan el terreno de juego de su revegetación potencial.
Aproximadamente el 40% de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de la costa, mientras que en España el porcentaje asciende hasta el 60%. Además, el océano alberga una gran biodiversidad; la seguridad alimentaria presente y futura depende de los recursos marinos; el transporte marítimo es un elemento clave de la economía mundial y regional; y las actividades costeras contribuyen en gran medida a la economía española. Por lo tanto, como subraya Antonio Ruiz de Elvira en el capítulo inicial, es importante analizar la evolución prevista de las variables oceánicas en un contexto de aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, especialmente para una región tan dependiente del mar como el sureste español.
El calentamiento global tiene repercusiones notorias en los océanos. El exceso de calor se almacena en gran medida en el interior del océano, induciendo un calentamiento del océano global a todas las profundidades. Las modificaciones esperadas en los patrones de viento, así como en los gradientes espaciales de densidad del agua, inducirían cambios en la circulación oceánica.
A su vez, esos cambios implicarían diferentes redistribuciones de calor y sal, modificando así los campos de temperatura y salinidad tanto en horizontal como en vertical. Además, el nivel global del mar aumentará debido a la expansión térmica de la columna de agua y a la adición de masa procedente del deshielo continental y de los cambios en el almacenamiento de agua terrestre. A su vez, los gradientes espaciales del nivel del mar también se verán modificados por la redistribución de masas debida a cambios en la circulación oceánica o a efectos gravitatorios.
También se prevé que la biogeoquímica oceánica se modifique de varias maneras. La absorción por el océano de las emisiones antropogénicas de carbono provoca la acidificación del agua de mar. La desoxigenación se ve exacerbada por la reducción de la solubilidad del oxígeno debida al aumento de la temperatura del agua. El incremento de la estratificación cerca de la superficie impide la mezcla vertical y los intercambios de propiedades con el océano profundo y provoca una reducción del aporte de nutrientes a la zona eufótica. Como consecuencia, la producción primaria neta podría sufrir cambios significativos. Todas esas alteraciones proyectadas a escala mundial tendrán una importante diversidad regional.
La forma en que se redistribuya el exceso de calor y masa, y posteriormente otras propiedades de los océanos, depende de muchos factores. Por lo tanto, se esperan grandes variaciones con respecto a los promedios globales a escala regional. Entre otros temas interrelacionados, en este libro se analizan los cambios previstos para las principales variables físicas y biogeoquímicas en torno a la península ibérica a partir de los resultados de los modelos oceánicos globales y regionales a escala del sureste español.
La aproximación al tema específico que hacen los autores de los distintos capítulos es imprescindible habida cuenta de que el Mediterráneo, debido a su naturaleza semicerrada y a la compleja orografía que lo rodea, puede evolucionar, hasta cierto punto, de forma diferente al cercano océano Atlántico. Además, la complejidad dinámica de la región requiere modelos de alta resolución para caracterizarla adecuadamente. Así pues, los resultados obtenidos a partir
de modelos globales con resoluciones espaciales horizontales deben tomarse con cautela y es preferible basarse en modelos oceánicos regionales.
El cambio climático ya está afectando a nuestras vidas y supone uno de los riesgos más importantes a los que se enfrenta la humanidad. El sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático publicado en 2022 reflejó una vez más que los cambios del sistema climático generados por la actividad humana constituyen una amenaza cada vez más grave para nuestro bienestar y la salud del planeta.
El análisis recientemente publicado sobre los impactos y riesgos climáticos para Europa, el informe EUCRA, y para España, el informe CLIVAR presentado hace unos días, también nos alerta de que nos estamos enfrentando a numerosos riesgos por el cambio climático, algunos de ellos catastróficos. Nuestro continente es el que más rápido se calienta (desde la década de 1980, su calentamiento ha sido aproximadamente el doble que el del resto del mundo) y, dentro de Europa, el sur es una región que se ve particularmente afectada por el calor y la sequía prolongada, esperándose riesgos especialmente graves y que requieren de acción urgente.
La evidencia científica sobre el cambio climático y sus riesgos no deja lugar a dudas, y supone el motor para continuar implicados en el apoyo a políticas y medidas que nos permitan avanzar hacia un futuro bajo en emisiones y resiliente al clima. La ciencia nos confirma, de nuevo, que nos encontramos ante una situación de emergencia climática, en la que es urgente actuar para intentar contener este proceso y evitar sus peores consecuencias. Debemos construir sobre la ciencia, que nos está alertando del problema, pero también nos proporciona las soluciones y la ambición hacia la que nos tenemos que dirigir.
La generación de conocimiento científico sobre el cambio climático se cimenta sobre la comprensión del funcionamiento del sistema climático, de cómo ha sido su evolución en el pasado, y de los posibles escenarios climáticos que deberemos afrontar en el futuro. La investigación científica sobre la física del clima, por lo tanto, es un eje fundamental para poder construir respuestas adecuadas ante el cambio climático.
Además, esta publicación supone un reconocimiento a la comunidad científica del clima de nuestro país, cuya investigación nos permite seguir avanzando en un mejor conocimiento de nuestro medio ambiente y adoptar las medidas para hacer frente a retos tan relevantes como el cambio climático. Está en nuestras manos escuchar a la ciencia y guiarnos por ella con una acción climática ambiciosa.
Dr. Manuel Peinado Lorca
Catedrático emérito. Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
Bosques, agua y resiliencia: una aproximación ecohidrológica contra la desertificación y el cambio climático
El equilibrio ecológico de nuestro planeta se enfrenta a tres grandes desafíos ambientales íntimamente relacionados: la desertificación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Estos fenómenos, que amenazan tanto la salud de los ecosistemas como el bienestar humano, requieren una respuesta integral basada en el conocimiento científico, la planificación estratégica del uso del territorio y la implementación de políticas sostenibles.
En este escenario, la conservación, el uso y la gestión sostenible, así como la restauración de los bosques, se revelan como algunas de las herramientas más valiosas para abordar simultáneamente estos tres retos globales y mitigar sus impactos. El papel de los bosques va mucho más allá de la provisión de materias primas: los ecosistemas forestales desempeñan funciones esenciales como reguladores del clima, del ciclo del carbono y del ciclo hidrológico, convirtiéndose en aliados fundamentales en la lucha contra la degradación ambiental.
La relación entre los bosques y el clima ha estado marcada por una visión centrada en su capacidad como sumideros de carbono, es decir, como mecanismos naturales para capturar y almacenar dióxido de carbono y, por tanto, reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Esta perspectiva, profundamente arraigada en los debates climáticos internacionales, ha situado a los bosques como elementos clave en las estrategias de mitigación del cambio climático. Sin embargo, en los últimos años ha emergido con fuerza una visión complementaria: una aproximación ecohidrológica que pone el foco en la relación entre los bosques y el agua. Desde esta óptica, se investiga cómo las masas forestales influyen en los distintos componentes del ciclo hidrológico evapotranspiración, precipitación, escorrentía, infiltración y cómo estos procesos interactúan a diferentes escalas espaciales y temporales.
Este enfoque ha generado un intenso debate científico. Por un lado, numerosos estudios en cuencas experimentales han documentado cómo la presencia de una cobertura vegetal densa incrementa la evapotranspiración y la interceptación, reduciendo así el volumen de escorrentía y, por tanto, la disponibilidad de agua superficial lo que se conoce como “agua azul” para otros usos, como la agricultura, el abastecimiento urbano o la producción de energía. Desde esta perspectiva, los bosques serían grandes consumidores de agua. Por otro lado, existen autores que sostienen una interpretación opuesta. Consideran que la mayor eficiencia evapotranspirativa de los bosques constituye un mecanismo de reciclaje de la humedad: al transferir agua desde el suelo a la atmósfera, los bosques aumentarían el contenido de vapor de agua y podrían favorecer, en ciertas condiciones, el desarrollo de precipitaciones, incluso a escala local o regional. Bajo este paradigma, el bosque no solo no compite con otros usos hídricos, sino que contribuye activamente a mantener el régimen de lluvias y la disponibilidad de recursos hídricos, especialmente en zonas vulnerables como los ambientes semiáridos.
Esta aproximación ecohidrológica, como disciplina integradora de la gestión de sistemas naturales y la hidrología, desempeña un papel crucial en la comprensión y mitigación de la desertificación en los climas semiáridos de España. En estos entornos, caracterizados por precipitaciones irregulares, altas tasas de evapotranspiración y una cobertura vegetal limitada,
los procesos hidrológicos están íntimamente ligados al funcionamiento de los ecosistemas. La degradación de la vegetación, inducida por el sobrepastoreo, la pérdida de cubierta vegetales por perturbaciones como el fuego o los procesos de mortalidad, o el cambio climático, altera el equilibrio hídrico del suelo, reduciendo la infiltración y aumentando la escorrentía superficial y la erosión. Esto a su vez acelera la pérdida de suelo fértil, fomentando un ciclo retroalimentado de degradación que caracteriza la desertificación.
La aproximación a la desertificación desde ciencias como la meteorología, la ecohidrología, la restauración o la selvicultura proporciona herramientas para analizar estos procesos de manera integrada, considerando tanto el ciclo del agua como las respuestas del clima, la gestión del territorio y la restauración de los ecosistemas. En este contexto, se promueven políticas y estrategias de lucha contra la desertificación. Tales enfoques buscan restablecer la funcionalidad ecohidrológica de los paisajes, reforzando su resiliencia frente a perturbaciones climáticas y antrópicas, y contribuyendo de manera efectiva a la lucha contra la desertificación en zonas vulnerables del sureste peninsular
Este libro nace precisamente de la voluntad de arrojar luz sobre estas cuestiones, explorando el papel de los bosques desde una mirada multidisciplinar. A lo largo de sus capítulos se abordan los mecanismos por los cuales la vegetación forestal influye en el clima, el agua y el suelo; se analizan casos concretos, como el de la región mediterránea y los sistemas áridos del sureste español; y se reflexiona sobre las políticas de restauración y gestión adaptativa necesarias para preservar la funcionalidad ecológica de nuestros paisajes.
Dr. Víctor Castillo Sánchez
Profesor de Investigación Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
¿Qué motiva a los editores?
Las zonas de la Península Ibérica adyacentes al mar Mediterráneos -Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia- tienen dos características que las condicionan; por un lado, su orografía, montañosa en muchos sitios, y por otra, la presencia de la mayor masa de agua interior en el mundo, el Mar Mediterráneo. Muchas de estas zonas están ya en peligro de desertificación y todas sujetas a los avatares climáticos, traducidos en una creciente irregularidad de las precipitaciones y un aumento de las temperaturas. Esto, unido a los cambios socioeconómicos que ha experimentado el mundo rural en las últimas décadas, está provocando modificaciones en los paisajes que van desde la degradación de los sistemas naturales y artificiales (ej., erosión, perdidas de biodiversidad, abandono de cultivos tradicionales), hasta dinámicas de cambio en las estructuras de la vegetación (ej., aumento de la biomasa, fragmentación, “matorralización”, etc.)
Este libro “La restauración de los paisajes vegetales en el semiárido español - Un reto para la lucha contra la desertificación” fundamenta la iniciativa Laderas Verdes cuyos objetivos son intentar paliar los resultados de los mencionados avatares ambientales y antrópicos, ya sea a través de iniciativas de restauración de la funcionalidad de los paisajes agro-silvo-pastorales propios del Mediterráneo mediante el manejo adecuado de la matriz de usos del suelo donde se integra vegetación procedente del abandono agrícola, formaciones arboladas naturales y procedentes de repoblación, sistemas naturales de alta singularidad, como las estepas y sistemas de matorral, agricultura intensiva, todo ello “conectado” a través de una compleja red de drenaje que actúa como vector de numerosas funciones ambientales. La restauración de esta compleja red de funciones y servicios ecosistémicos necesitan una “mirada” amplia y diversa con el fin de evitar caer en soluciones simplistas o que ya han demostrado su inviabilidad.
La creciente irregularidad de las precipitaciones favorece procesos de torrencialidad, de nefastas consecuencias, y el consistente aumento de las temperaturas; además del fenómeno en sí, está provocando alteraciones muy graves de los ciclos biológicos, al aumentar la frecuencia y la intensidad de evento climáticos extremos
Los capítulos
Los capítulos que forman el libro se ocupan de estos fenómenos brindando un panorama desde diferentes puntos de vista, no siempre concordantes, lo que favorece un debate necesario en el ámbito de la ciencia y de la participación pública. También hay diferencias en la forma de abordar los temas, reflejando la perspectiva de los diferentes autores.
Los dos primeros capítulos se ocupan del ciclo del agua en el Mediterráneo desde una perspectiva del funcionamiento de los ciclos atmosféricos, y de lo que ocurre cuando el vapor de agua no precipita en las laderas cercanas a donde se generó. La presencia de vegetación en las laderas puede generar dinámicas atmosféricas locales asociadas la presencia del Mediterráneo que pueden provocar cambios en el punto de precipitación. Los cambios en las corrientes de circulación atmosférica aumentan la probabilidad de lluvias torrenciales. Antonio Ruiz de Elvira se ocupa de ambos temas, en uno de los capítulos supliendo la desaparición de Millán Millán.
En el marco de lluvias escasas, la precipitación no siempre llega a alcanzar el suelo; Francisco Belmonte ha estudiado este fenómeno en la vegetación del Mediterráneo y explica el concepto de “óptima cobertura vegetal”. En relación con los cambios en la precipitación, José Alfonso Gómez ofrece una visión sobre los procesos erosivos en los cultivos, y de los efectos a largo plazo de dichos procesos, explicando el papel de la vegetación para controlarlo.
La factibilidad de forestar depende de aspectos no solamente biológicos y técnicos, sino también administrativos. Luis Ocaña analiza la evolución y situación de la superficie forestal española, y el marco legislativo para la reforestación, así como los incentivos para la repoblación y gestión, aspecto este último de crucial importancia para controlar efectos negativos, en particular, los incendios. Murcia y Almería han sido provincias pioneras en la lucha contra la desertificación; Rafael M Navarro analiza algunas de las iniciativas nacionales y autonómicas en el ámbito de la restauración de sistemas forestales semiáridos. La experiencia ya existente muestra que la perspectiva de restaurar este tipo de terrenos es técnicamente viable, pero necesita de una reflexión sobre cómo integrar las medidas pasivas y activas de restauración.
El capítulo de Antonio J. Molina y Antonio del Campo profundiza en el rol que la silvicultura ecohidrológica puede jugar en ecosistemas forestales semiáridos, para lo cual se hace necesario un marco conceptual que sistematice los tipos de actuaciones silvícolas, así como de una descripción y cuantificación de los procesos eco-hidrológicos que se verán afectados y posteriormente traspuestos a diferentes servicios ecosistémicos. La vegetación es también paisaje. Francisco Marco explica que estudiar y entender el paisaje contribuye a sentirse parte del mismo, a querer colaborar y cooperar en las labores de reforestación, para conseguir hacer realidad una verdadera participación activa de los diferentes actores sociales que forman parte del territorio.
Este libro se empezó a preparar aproximadamente un año antes de la DANA del 29 de octubre 2024 de Valencia. Nos pareció oportuno incluir un capítulo, a cargo de M.ª. Jesús Estrela, en que analiza lo que ocurrió y alerta sobre la necesidad de tomar medidas, tanto a corto como largo plazo ya que la frecuencia de estos fenómenos se espera aumente.
Las conclusiones
La preparación de este libro ha sido un enriquecedor aprendizaje de los aspectos vinculados a lo que implica el suelo desnudo o vegetado, así como de los investigadores y otros agentes que desde diferentes posiciones se preocupan por el legado a las nuevas generaciones. Nos permitió conocer el activo trabajo desde diferentes perspectivas técnicas y científicas, y de los enormes esfuerzos, con sus luces y sus sombras, de los esfuerzos restauradores que desde mitad del siglo XIX se han venido realizado en el sureste peninsular, y que han alcanzado logros significativos en la protección de la cubierta vegetal del territorio.
Los investigadores contribuyen al conocimiento necesario para tener una mejor convivencia con el medio ambiente y son muchas las iniciativas y personas interesadas de una u otra manera por este tema, contactos todos ellos extremadamente enriquecedores. A los autores y prologuistas, nuestro especial agradecimiento, por sus respectivos prólogos y capítulos, comentarios y contactos. A todas las personas que hemos conocido, también, por sus comentarios, siempre enriquecedores. También hemos aprendido que hay temas en los que no hay unanimidad. No está claro que la vegetación ayude a las precipitaciones en un corto plazo o espacio. Las visiones
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
son diferentes según la escala temporal o espacial que se tome por referencia. Tampoco en todos los fenómenos de inundaciones del norte de Europa es el vapor de agua del Mar
Mediterráneo un componente. Sin embargo, sí hay unanimidad en que el mundo en el que vivimos es lo único que tenemos, que los fenómenos que ocurren en él están interrelacionados, y en que nuestra obligación es dejarlo lo mejor posible para las generaciones futuras.
Un suelo protegido evita la erosión, conserva el suelo, ayuda a la infiltración de agua, evita o suaviza inundaciones, colmatación de cauces y reservas de agua, puede ser compatible con la explotación económica, ayuda a la biodiversidad, brinda servicios ecosistémicos, … en suma, nos permite dejar un mejor legado. Es a todo esto a lo que apunta la iniciativa Laderas Verdes.
Objetivos de Laderas Verdes
La iniciativa Laderas Verdes busca ayudar a los objetivos en los que hay consenso sobre los beneficios de la revegetación:
1. Control de la erosión y prevención de la desertificación
2. Regulación del ciclo hidrológico y reducción de inundaciones
3. Conservación de la biodiversidad y restauración de ecosistemas
4. Captura de carbono y mejora de la calidad del aire
5. Aumento del valor paisajístico y turístico
Esto será sólo posible a través de acciones concretas, coordinadas y de base científica y técnica, así como de la disposición de colaborar de todos los actores sociales dispuestos a contribuir a las numerosas iniciativas que existen en España en el ámbito de la lucha contra la desertificación, y ampliando esa “mirada” no sólo a nuestro país, sino al conjunto del mundo donde con preocupaciones similares para diferentes ámbitos geográficos.
La Carta de Murcia
La Carta de Murcia resume los objetivos de la iniciativa Laderas Verdes e invita a adherirse a instituciones, empresas y ciudadanos. Este documento está disponible en la web de Laderas Verdes, www.laderasverdes.org. La adhesión simboliza el deseo del cumplimiento de los objetivos de Laderas Verdes y para los profesionales y empresas que trabajan en el ámbito de la revegetación, una opción de visibilidad.
Sobre nosotros
Pere Papasseit se dedica a la comunicación en el sector hortofrutícola, viverístico y ornamental desde 1982, luego de años trabajando también en este sector en el ámbito de los suministros. Alicia Namesny se incorporó a la comunicación 10 años después. En la actualidad, SPE3, Servicios para la producción editorial, empresa de la que son titulares lleva cuatro portales web que abarcan la tecnología hortícola, la poscosecha de frutas, hortalizas y ornamentales, y la nutrición saludable. Además, su pequeña empresa gestiona una biblioteca de artículos y libros y una Agenda global de actividades en agroalimentación.
En el marco de las actividades vinculadas a nuestra profesión hemos visto la preocupación en Murcia por la falta de agua para sus cultivos, dependientes de trasvases del Tajo; hemos conocido los motivos climatológicos por los que el valle del Ebro ha experimentado situaciones
que han hecho mermar sus cosechas. Y, el último año, como todos, hemos experimentado el horror humano que han sido las inundaciones en Valencia.
En la preparación de este libro hemos aprendido que hay muchas iniciativas que buscan actuar a través de la vegetación para proteger diferentes zonas. Laderas Verdes, algo que necesita toda la Cuenca del Mediterráneo, aspira a sumarse, para ayudar a reducir los efectos de las lluvias torrenciales en esta zona geográfica.
Alicia Namesny, Pere Papasseit y Antonio Ruiz de Elvira Editores del libro
ÍNDICE
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
Antonio Ruiz de Elvira
2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
Antonio Ruiz de Elvira por Millán Millán
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
Francisco Belmonte Serrato
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
Alfonso Gómez Calero
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España - Facilidades para su realización
Luis Ocaña Bueno
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
Rafael Mª Navarro Cerrillo
7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
Antonio J. Molina Herrera y Antonio del Campo García
8. España, entre olas de calor, noches sin tregua y lluvias extremas: la cuenta atrás climática
María José Estrela Navarro
9. Reflexiones - Reforestar desde la comprensión del Paisaje Francisco Marco Rubio
INFOGRAFÍAS
Causas de la desertificación, una amenaza para las estepas ibéricas
Selvicultura eco-hidrológica: "cosechar agua mediante gestión forestal"
Antonio Ruiz de Elvira
Catedrático emérito de Física Aplicada en la Universidad de Alcalá de Henares. Su interés se centra en la dinámica de los fluidos, especialmente los geofísicos, la atmósfera y el océano. La especialización en dinámica de fluidos es un tema en el que se inicia con su Tesis Doctoral, dedicada a la teoría estadística de la turbulencia. Ha desarrollado su investigación en el campo del clima y el cambio climático antropogénico, temas estudiados en múltiples estancias en el Instituto Max Planck de Meteorología, donde se desarrollaban los primeros trabajos a partir de 1978 sobre el cambio climático.
Como catedrático de física aplicada en la Universidad de Alcalá es preciso destacar su
labor para formar arquitectos con conciencia de la necesidad del ahorro energético mediante diseños adecuados de edificios y urbanismo, tanto en el Grado como en el Master Universitario de Proyecto de Arquitectura y Ciudad.
Ha sido director del Departamento de Clima Marítimo de Puertos del Estado, desarrollando en él una intensa labor de modelado y medida de oleaje, corrientes y mareas.
Es autor de los libros "Quemando el Futuro: Clima y Cambio Climático" y "Cien Años de Relatividad". Se dedica también a la divulgación científica mediante conferencias, blogs y videos, manteniendo desde hace 3 años el Blog/Video "El Por Qué de las Cosas" en el Diario El Mundo.
Departamento
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
Antonio Ruiz de Elvira
Resumen
Este y el siguiente capítulo son una exposición basada en las leyes de la física de una posible solución para dos problemas cuya recurrencia es cada vez más frecuente: Las inundaciones y la sequía en la zona costera mediterránea de España. La exposición está motivada por dos hechos: Las soluciones tomadas hasta ahora, siguiendo los manuales al uso y los libros de texto utilizados en las universidades y escuelas técnicas, no dan solución a ninguno de estos dos problemas. Las inundaciones son cada vez más repetidas y dañinas y las sequías llegan incluso a limitar la
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
disponibilidad de agua dulce para la bebida y el aseo. Se puede decir que mis propuestas y las de Millán Millán son demasiado innovadoras, pero las dos preguntas básicas son: ¿Funcionan las estructuras tradicionales? ¿Hay propuestas distintas?
Hemos entrado en una etapa en la que el clima de la Tierra ha cambiado con respecto al de los siglos anteriores y lo hace de forma acelerada.
La característica principal de este cambio es la progresiva y muy rápida desaparición del hielo de las latitudes nórdicas hasta el Polo Norte. Las lluvias en las latitudes medias del hemisferio norte del planeta están controladas por la corriente atmosférica denominada “Chorro Polar”. Su origen son diferencias de presiones que obedecen a diferencias de temperatura. Ya cambios de origen natural en la trayectoria de esta corriente provocaron la desertificación del Sahara hace unos 8.000 años.
Las altas demandas de energía provocadas por la industrialización llevaron al uso de carbón mineral y posteriormente otras dos formas de compuestos de carbono, petróleo y gas. La utilización de carbono en cualquiera de sus tres formas emite CO2 a un ritmo que no pueden absorber las plantas ni los océanos.
Un suelo más caliente funde el hielo que lo cubre, la extensión de hielo disminuye y por lo tanto lo hace la extensión de superficie que refleja la entrada de energía de nuevo hacia el espacio. El calentamiento de las regiones polares es tres veces más rápido que la media del planeta y disminuye el gradiente de temperatura Ecuador-Polo, lo que afecta al Chorro Polar que se desplaza hacia el norte, acelerando la desertificación del sur de Europa.
Ahora el Chorro se está desplazando hacia los 55 °N e incluso llegará, bastante pronto, a los 60 °N. Las lluvias del Oeste están ya disminuyendo mucho, y solo tendremos lluvia suave cuando los meandros muy amplios del mismo la introduzcan, con frecuencias bajas, desde el sudoeste; o tendremos lluvias intensas cuando llegue aire muy frío desde el Ártico, que causará inundaciones aún mayores que las actuales.
En las regiones del Mediterráneo español, el Levante, a esto se suma la deforestación de zonas próximas a las costas. El aire cargado de humedad proveniente del Mar Mediterráneo, cuando se encuentra con una ladera comienza a ascender. Si esta ladera está forestada, su vegetación suma humedad a la que trae la brisa marina, lo que permite llegar al punto de condensación y llueve. Si no hay vegetación, esto no ocurre y esa humedad de las brisas mediterráneas vuelve hacia el mar. Con alguna frecuencia, ese aire cargado de vapor de agua se desplaza hacia el norte de Europa, bordeando los Alpes. Al bordear esa barrera encuentra aire frío en altura y descarga gran cantidad de agua en breves intervalos de tiempo, provocando grandes inundaciones. Esto mismo ocurre en nuestras regiones, el Levante, la llanura del Po en Italia, y las llanuras costeras del norte de África.
Diferentes iniciativas de forestación han demostrado la relativamente rápida obtención de resultados favorables en cuanto a mejora del clima, como son el caso del Sahel y en China. Si esto se ha lograda en esas y otras zonas, debe funcionar en España, mucho más si se tiene en cuenta que, al revés que en el Sahel y en China, las zonas con problemas de sequías) (el Levante español, por ejemplo) están muy cerca del mar, que es una fuente inagotable de vapor de agua.
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
1. Introducción
Hemos entrado en una etapa en la que el clima de la Tierra ha cambiado con respecto al de los siglos anteriores. Los cambios de clima (que es un concepto no real, sino científico, como los promedios al tiempo y al espacio de una serie de magnitudes reales), tanto en la atmósfera, sobre todo la temperatura, y por otro lado, la distribución de los continentes que facilita o impide la circulación de las corrientes marinas, han sido constantes a lo largo de la historia de la Tierra. En escalas geológicas de decenas de miles de años, los cambios climáticos más recientes han sido las glaciaciones, consecuencia del cambio de circulación oceánica global debido al cierre del istmo de Panamá. Pero en esta última etapa de deglaciación, que alcanzó su máximo natural hace unos 10.000 años, se ha desatado un calentamiento adicional, cuya causa no es natural sino humana. Los cambios naturales de la temperatura media global son grandes, pero considerablemente lentos, alrededor de 6 °C en 4.000 años. Sin embargo, el cambio antropogénico actual es extremadamente rápido, 1,5 °C en unos 200 años. El natural presenta una variación de 6 grados entre 40 siglos igual 0.025 grados por siglo, el cambio que estamos causando nosotros, 0,75 grados por siglo. 0,75/0,025, es treinta veces más rápido.
En un clima nuevo, los manuales y libros de texto deben ser reescritos, pues las variables meteorológicas no se comportan como se espera según la historia reciente de unos 400 años. Las precipitaciones y temperaturas pasan a ser extremas, con inundaciones frecuentes y grandes sequías. Los problemas se exageran en todas las riberas del Mediterráneo, siendo más intensos allí donde la deforestación hizo estragos en los siglos recientes.
La relación entre la precipitación y los árboles ha sido debatida a lo largo de los últimos 200 años (Bennet y Barton, 2018; Tuinenburg et al. 2022) con estudios afirmando o negando esa dependencia, e ignorando el carácter no-lineal de las interacciones vegetación-clima que exigen tomar en cuenta no solo una sino muchas variables íntimamente unidas. Un estudio reciente de Segarra (2013) propone un modelo ecológico con dos variables (biomasa y humedad del suelo) que produce un sistema biestable, cuyos estados son aridez y vegetación, con el cambio entre ellos inducido por agentes externos al modelo cómo, por ejemplo, la acción humana. Esto se demostró con la deforestación y reforestación de Sierra Espuña en la última mitad del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, respectivamente, esta última promovida por Musso, Codorníu, Madariaga y Melgares (López Azorín, 2024) y descrita en el libro “Apuntes relativos a la Repoblación Forestal de Sierra Espuña”, de Ricardo Codorníu, presentado al Congreso Agrícola de Murcia, 1900. En él se especifica no solo la bondad de la reforestación para mantener el estado con vegetación del sistema, sino la bondad también de un esquema de pequeños diques en las laderas y resaltes en las ramblas para limitar los afectos dañinos de las riadas. Cabe, por último, citar algunos artículos adicionales a partir de los cuales se pueden encontrar toda una considerable bibliografía sobre este tema que aquí nos ocupa, pero sin que en ellos se entre en las razones físicas de los modelos biestables, o multiestables, cosa que si pretendo exponer aquí. (Ma et al., 2023; Burg et al., 2015; Lawson y Michler, 2013).
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
2. Muy rápida desaparición del hielo de las latitudes nórdicas y cambio en el “Chorro Polar”
La característica principal de este cambio es la progresiva y muy rápida desaparición del hielo de las latitudes nórdicas hasta el Polo Norte. Ahora bien, las lluvias en las latitudes medias del hemisferio norte del planeta están controladas por la corriente atmosférica denominada “Chorro Polar”. Esta es una corriente de aire muy intensa, que circula a unos 11.000 metros de altura sobre la superficie del planeta. Como cualquier flujo de aire, está causada por una diferencia de presiones. Según la ecuación de los gases ideales, que se cumple con gran aproximación en el aire, la diferencia de presiones es equivalente a una diferencia de temperatura entre las zonas ecuatoriales y las zonas polares. La diferencia de presión y el giro de la Tierra/aceleración de Coriolis, causa un movimiento del aire a lo largo de los círculos de latitud, en el sentido Oeste-Este, con un máximo en las capas más altas de la troposfera. La intensidad máxima se da en la latitud de máximo gradiente de temperaturas. Durante la última etapa glacial, ese máximo se localizaba sobre el Sahara, en las longitudes europeas, debido a la considerable diferencia de temperaturas y la pequeña distancia entre ambas zonas, ya que los hielos alcanzaban latitudes de 50 °N. En esa etapa de la historia del planeta, el Sahara era una zona húmeda con corrientes de agua, y grandes extensiones de vegetación herbácea.
Tras la deglaciación que terminó hacia el 8.000 a.C., los hielos se retiraron hacia el norte, con extensión máxima en invierno hacia las latitudes alrededor de los 65 °N. La zona de máximo gradiente se situó hacia los 45ºN, la intensidad de la corriente disminuyó, y la corriente empezó a circular con meandros no muy fuertes que no llegaban al interior del norte de África. El Sahara se secó y se convirtió en desierto.
3. El carbono suple las altas demandas de energía
Hacia el año 1800 D.C., es decir hace algo más de 200 años, la fuente de energía básica, la energía solar capturada anualmente por las plantas empezó a ser insuficiente para los deseos de al menos un grupo de personas, la sociedad de Gran Bretaña. El desarrollo de su expansión marina, y la falta de guerras internas en la isla produjeron una demanda de mayor riqueza, es decir, de mayor disponibilidad de energía. Hasta entonces la energía se obtenía esencialmente de la madera, es decir, de la fotosíntesis de las plantas. Pero este proceso es de muy baja eficiencia; en las latitudes inglesas no llega al 1% anual. El carbón se conocía desde la remota antigüedad, pero era difícil de obtener y desagradable de quemar.
Pero hacia 1780 la demanda de energía hizo necesario incrementar sustancialmente la extracción de carbón. Las minas se hicieron más profundas y, al estar la mayoría de ellas muy cerca del mar, estaban llenas de agua. Se precisaba extraer esa agua, y esto propició el desarrollo de la máquina de vapor de Newcomen hacia la de James Watt, muchísimo más eficiente. Por otro lado, en Inglaterra una guerra civil fue ganada por los puritanos, que reconocían el derecho de cada creyente a leer su biblia. Esto propició en la sociedad una independencia considerable del poder organizado. A ello se añadió un acuerdo político con la nueva dinastía sajona a la que se ofreció la corona al expulsar a la dinastía Estuardo. Ese acuerdo implicaba un
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
liberalismo muy considerable en la estructura social, incluyendo la capacidad de cualquier empresario de solicitar y recibir permiso para desarrollar sus ideas.
Así, los emprendedores textiles y de la producción de hierro estuvieron facultados para desarrollar su tecnología independientemente de gremios, o de la tradición social de repartir el trabajo en pequeñas unidades familiares. Es decir, se empezaron a construir fábricas de telares mecánicos centralizados y forjas muy grandes para la fundición de hierro utilizando coque.
Los telares centralizados que utilizaban como energía motriz el agua, empezaron a utilizar la máquina de vapor de Watt. El coque precisa carbón, y mover tejidos y carbón precisa transporte fácil y barato. Se puso en marcha el ferrocarril, cuya necesidad de madera para las traviesas demandó explotar aún más los bosques ingleses. La economía inglesa o más bien la de Gran Bretaña, y poco a poco la del resto de Europa y América y al final la economía mundial, se desarrolló extrayendo la energía solar fotosintética fósil, almacenada en minas, y posteriormente en depósitos de petróleo y gas, hace cerca de la superficie del planeta. Claro, aunque el rendimiento de la fotosíntesis es muy bajo, y la conservación de carbono en el subsuelo reduce aún más esa eficiencia, si se extrae en 200 años lo producido por esa fotosíntesis a lo largo de 20 millones de años, se obtiene un rendimiento de 10.000, un millón por ciento. La raza humana vive hoy unas 10.000 veces mejor que el reino vegetal y el resto del reino animal.
4. El carbono en sus tres formas, mineral, petróleo y gas, emite CO2
Pero esto implica quemar carbono, en sus tres formas de carbón mineral, petróleo y gas. Y de esta manera se producen cantidades masivas de un gas poliatómico, el CO2, a un ritmo que no pueden absorber las plantas ni los océanos. El CO2 se mantiene en la atmósfera entre 120 y 150 años.
Retiene, como hace una manta de lana con el calor producido por el cuerpo, la emisión de radiación infrarroja de la Tierra. Puesto que esta recibe a un ritmo fijo la energía radiante procedente del Sol, si esta energía sale más despacio del ritmo de entrada la superficie del planeta, sólida y líquida, aumenta su temperatura, el planeta se “calienta”.
5. Disminuye la superficie de hielo, que refleja la energía de nuevo hacia el espacio
El proceso es no lineal y realimentado: los océanos, más calientes, burbujean más CO2, como una gaseosa puesta al fuego. Un suelo más caliente funde el hielo que lo cubre. La extensión de hielo disminuye, y por tanto también lo hace la extensión de superficie que refleja la entrada de energía de nuevo hacia el espacio. Esta energía adicional aumenta aún más la temperatura de la superficie. Más aún, el hielo fundido deja abiertos al aire grandes depósitos de metano en las tundras siberiana y canadiense. El metano tiene un potencial de calentamiento 30 veces superior al del CO2, aunque permanece en la atmósfera solo unos 30 años.
Tenemos un planeta más caliente, y es muy difícil controlar ese calentamiento. Controlarlo implica disminuir la quema de combustibles carbonados fósiles. Pero el ser humano, además de
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humano, es, sobre todo, un ser vivo. La vida se define como la búsqueda constante y desesperada de energía, búsqueda a todos los niveles, como parte más básica de los genes, de cualquier cadena de ADN, sea de un virus, una bacteria o nosotros mismos.
6. Captura de la energía del sol
Los combustibles carbonados fósiles son una fuente muy grande de energía, con muy alta densidad espacial (kWh por unidad de volumen) y muy fáciles de obtener (lo que llamamos “baratos”). Por el contrario, las células fotovoltaicas tienen una eficiencia muy alta, de un 20 a un 30%, pero una densidad baja de energía, no la almacenan y solo funcionan 6 horas al día: Son “caras”.
Los aerogeneradores tienen una eficiencia solar baja (el sol debe calentar la superficie del mar para producir el viento del que se aprovecha una pequeña parte), densidad baja de energía, no la almacenan y son muy irregulares en el tiempo.
El ansia genética de energía barata de los seres humanos hace difícil restringir el uso de combustibles fósiles. Traducido a lenguaje común, es muy difícil, no ya detener, sino incluso frenar el cambio climático. Hoy es ya imposible.
7. El chorro polar se debilita en intensidad por el mayor calentamiento de los polos
Como hemos dicho más arriba, en una situación de Cambio Climático, de calentamiento global, las regiones polares se calientan unas tres veces más que la media del planeta, y disminuye el gradiente de temperatura Ecuador-Polo, y con él, el gradiente de presiones. El chorro polar se debilita en intensidad y los meandros son más profundos, y el punto de gradiente máximo se desplaza hacia el norte.
Para España eso tiene dos consecuencias. Una, las lluvias disminuyen en frecuencia, y, dos, las lluvias se convierten en torrenciales.
Aunque la atmósfera se mueve con frecuencia en capas más o menos disjuntas, los movimientos de una de ellas controlan, mediante mecanismos de transmisión adecuados, el movimiento de las otras.
La lluvia sobre un punto o región del planeta implica el desplazamiento de masas de aire cargadas de humedad (vapor de agua) que condensa sobre esa región al enfriarse, bien por ascenso del aire, bien por la mezcla con aire frío, bien por un aumento local de la humedad relativa.
En la Península Ibérica el aire cargado de vapor entra por varias vías:
- Aire del Atlántico central normalmente siguiendo un meandro del Chorro Polar desde la zona canaria por el cabo San Vicente hacia el noreste. Es aire muy húmedo que se enfría sencillamente al pasar a baja altura sobre un suelo frío o muy frío en otoño, invierno y primavera.
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- Aire del Atlántico norte siguiendo un meandro del Chorro Polar desde la zona entre Canadá y Gran Bretaña entrando por Galicia hacia el sudeste, es aire ya frío, con poca humedad.
- Y aire muy cargado de agua evaporada desde la superficie del Mediterráneo que entra hacia tierra, se calienta sobre las llanuras costeras y asciende por las laderas de la cadena costera mediterránea. Cuando hay un meandro del Chorro Polar inyectando aire ártico sobre España por el País Vasco, y el Valle del Ebro hacia el Mediterráneo, esas masas de aire húmedo provenientes del mar se enfrían bruscamente y se producen descargas intensas que generan riadas en inundaciones, que destrozan los suelos desnudos y en vez de absorberse por el suelo van directamente hacia el mar otra vez.
Ahora, la frecuencia de las lluvias depende de la latitud desde donde el Chorro Polar genera los meandros, desde su latitud media. Si esa latitud es de unos 35 °N, y el Chorro intenso, los meandros son pequeños e inyectan humedad hacia el Sahara y hacia España, con aire procedente, salvo raras ocasiones, del Atlántico central. Lluvias suaves y constantes que mojan el suelo, con pocos episodios violentos.
Cuando la latitud es de unos 45 °N estamos en el caso de una España en los últimos, digamos, 4.000 años. Un Chorro menos intenso, con meandros algo mayores, y entradas de agua tanto desde el Atlántico central como desde el norte.
Una España más seca, pero no un clima extremo.
8. Desplazamiento del Chorro
Ahora el Chorro se está desplazando hacia los 55 °N e incluso llegará, bastante pronto, a los 60 °N. Las lluvias del Oeste están ya disminuyendo mucho, y solo tendremos lluvia suave cuando los meandros muy amplios del mismo la introduzcan, con frecuencias bajas, desde el sudoeste; o tendremos lluvias intensas cuando llegue aire muy frío desde el Ártico, que causará inundaciones aún mayores que las actuales.
Estos dos efectos producen disminución del agua precipitada, lo que unido a una mayor temperatura durante más días del año, generan un aumento de la sequía, y con ello, problemas para la agricultura y la población.
9. ¿Cómo y por qué llueve?
Ahora: ¿Cómo y por qué llueve? El agua, del mar, de los lagos, del suelo, se evapora al calentarse, al recibir la energía del sol. Las plantas transpiran agua al abrirse los estomas tanto para absorber CO2, como para refrigerar las hojas, y el agua se evapora del suelo sobre el que están enraizadas.
En los suelos secos superficialmente, la transpiración de las plantas que captan el agua del interior de la tierra es lo único que puede proporcionar una humedad local necesaria para el aumento de la humedad relativa hasta alcanzar el punto de rocío, el punto de condensación del vapor de agua. El proceso permite aflorar agua subterránea hacia la superficie, y es tanto más
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eficaz cuanto mayor sea la profundidad de las raíces. Esto implica árboles grandes de raíces profundas y no produce una pérdida de agua para los cultivos mayor que la ya perdida en la superficie, o muy cerca de ella.
La formación de las nubes depende de la humedad relativa del aire. En el aire siempre hay humedad, es decir, vapor de agua, y tanto más cuanta más evaporación exista en las superficies. El vapor de agua es un gas, mientras que la lluvia es ese vapor de agua vuelto a condensar al estado líquido. La condensación depende de que el vapor pueda perder 540 calorías por gramo de agua. Por eso el vapor se condensa (se convierte en líquido) en gotitas en las paredes de los vasos de cerveza helada hasta en los días más “secos”, más calientes.
La humedad relativa es la cantidad en gramos, de vapor de agua que hay en 1000 litros de aire (en un metro cúbico) dividida por la cantidad de vapor por metro cúbico necesaria para la condensación. Esta última es la humedad absoluta de saturación y depende de la presión del aire y sobre todo, de su temperatura. Por ejemplo, a una presión de 1000 hPa (aire a nivel del mar en condiciones normales, es decir ni de baja ni de alta presión), a 40 °C se precisan 51 gramos de vapor/m3 para alcanzar la saturación, mientras que a 10 °C basta con 9,4 g/m3, y a 0 °C, 4,8 g/m3. Es decir, un día “seco” a 0 °C no contiene casi vapor, mientras que un día caliente el aire puede tener mucho vapor de agua sin la sensación de humedad.
Para la lluvia son precisas al menos dos cosas: la condensación del vapor de agua, es decir, que la masa de aire alcance una cantidad de vapor que haga pasar a la humedad relativa por encima del 100% correspondiente a su temperatura. Una vez condensado el vapor, las gotitas de agua deben coalescer para aumentar su masa y poder caer contra el rozamiento del aire.
Para esto (dado que en general hay aerosoles de diversos tipos sobre los que se produce la condensación) las masas de aire con vapor condensado deben ascender hacia capas más altas (y por tanto más frías) de la atmósfera. Las pequeñas gotitas de vapor condensado en agua líquida deben colisionar entre sí, para coalescer y aumentar su volumen. El proceso debe repetirse muchas veces hasta que la gota adquiere un volumen, y por lo tanto una masa, suficiente para poder llegar al suelo como gota líquida.
10. Para que llueva hacen falta bosques que transpiren vapor y laderas de montes para que el aire ascienda
La lluvia, finalmente, depende tanto de la cantidad de agua líquida presente en la nube, cómo del ascenso del agua hasta capas muy frías de la atmósfera. Es decir, bosques que transpiren vapor para saturar el aire ya húmedo procedente del mar, y laderas de montes que fuercen al aire a ascender hacia capas altas.
Como se verá más adelante la deforestación reseca el suelo, que pierde su capacidad de absorber agua. Es fácil observar cómo el agua de lluvia no moja un suelo reseco que, si además está caliente produce una nueva evaporación del agua, y escorrentías superficiales.
Cuando llueve sobre un bosque, el agua que cae frena su velocidad y reduce la fuerza del impacto. Al llegar al suelo, este ha retenido algo de humedad incluso en las etapas más secas,
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de manera que el agua puede mojarlo, y empezar a penetrar hacia el subsuelo, donde se acumulará lejos de la evaporación.
Por otro lado, se produce el fenómeno que se explicará en el capítulo siguiente. En la atmósfera el agua condensa de vapor a líquido cuando su humedad relativa llega al 100%. En las colinas de la cadena costera mediterránea es habitual que el aire se mueva, cargado de humedad, desde el mar hacia las laderas. Su humedad relativa sobre el mar es cercana al 100% de manera que, si llegase a esas laderas sin sufrir modificación en su temperatura, al ascender se enfriaría y aumentaría la humedad relativa hasta llegar al punto de rocío, cuando se formarían las nubes.
Pero el aire marino se calienta al pasar sobre las llanuras costeras. Sin aporte de humedad adicional, su humedad relativa disminuye y se aleja de la condensación.
11. Un pequeño aporte adicional de vapor permite alcanzar el punto de rocío y que llueva
Ahora, si cuando asciende y se enfría, recibe un pequeño aporte adicional de vapor, el aire llega al punto de rocío al alcanzar la cima y comienza a llover. Puesto que la lluvia aumenta la humedad del aire y del suelo, el proceso se realimenta y se genera precipitación mientras siga llegando aire del mar.
Ese aporte adicional de agua se obtiene de la transpiración a unos metros del suelo a través de las hojas o las acículas de los árboles (a nivel del suelo, es decir, de los matorrales, el aire casi no se mueve, es lo que se denomina la capa límite del flujo).
Las condiciones son, entonces, aire del mar cargado de humedad, árboles razonablemente altos en laderas por las que ascienda y se enfríe ese aire, con aporte de humedad a través de las hojas mediante transpiración. Para la condensación basta con que la humedad relativa llegue al 101%, es decir, 0,5 g/m3 a 40 °C o 0,1 g/m3 a 10 °C. En ese caso condensará en vapor y se empezarán a formar las nubes. El aire tiene que ascender por las laderas de los montes, y al enfriarse suficientemente, se producirá la lluvia, se empapará el suelo y los árboles podrán seguir transpirando. Como en el resto de los procesos naturales, este es también un proceso no lineal en realimentación positiva.
12. Para incrementar la precipitación es necesario llenar las laderas de árboles altos
Por otro las laderas desnudas no transpiran, o si la única vegetación tiene raíces superficiales y no se alzan sobre el suelo, el aire no se mueve sobre ellas, y no recibe aporte de humedad. El aire asciende sin alcanzar la saturación, vuelve al mar sin descargar agua. El suelo desnudo o con matorrales no produce lluvia y el proceso se realimenta negativamente.
Se precisa aire cargado de humedad, ascenso hacia las alturas de condensación (normalmente 1000 metros o mayores) y aporte de humedad adicional proveniente de la transpiración.
Para incrementar la precipitación es entonces necesario llenar las laderas de árboles altos, y de raíces profundas. Puesto que la necesidad es reforestar las laderas de las colinas, esa
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reforestación no interfiere con los cultivos de los valles y sí, al contrario, aumenta la disponibilidad de agua para los mismos.
13. Efecto protector de los bosques en las laderas durante lluvias torrenciales
Otro efecto muy importante que tiene la forestación está relacionado con las lluvias torrenciales cada vez más frecuentes, sobre todo en las zonas costeras mediterráneas y del sur, debidas a inyecciones bruscas de aire muy frío arrastrado por los meandros profundos del Chorro Polar consecuencia de su debilitación debida a la paulatina desaparición del hielo ártico, como hemos dicho más arriba.
Los bosques en las laderas tienen como resultado el frenar considerablemente el impacto de las gotas de agua sobre el terreno, retener el agua en el suelo mediante sus raíces, evitar la erosión del terreno, y conseguir que esa agua no se escape mediante fuertes escorrentías de nuevo hacia el mar sin quedar retenida en el subsuelo.
Figura 1. Arriba, Tabernes, en Almería; Abajo, Abanillas, Murcia
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
14. Estudios de reforestación
España está necesitada de cuidados respecto a algunas de sus regiones.
En la literatura científica hay resultados diversos acerca de los efectos de la a/re-forestación sobre la precipitación en ciertas regiones. Si hay estudios que mantienen que reforestar implica una disminución de los recursos hídricos en zonas del Mediterráneo, estos estudios no explican por qué no llueve sobre zonas desnudas como son las laderas de las colinas y montañas de Almería y Murcia.
Es claro que se puede discutir sobre cuál es la causa y cuál el efecto. No llueve por la carencia de árboles o no hay árboles porque no llueve. Si aceptamos que la forestación disminuye los recursos hídricos en una cierta región, la conclusión inmediata es que para tener una cantidad lo más elevada posible de agua en el suelo debemos eliminar los árboles del paisaje. Esto llevaría a montañas desnudas, cuya vegetación fueran matorrales de no más de medio metro de altura. No parece razonable.
14.1. Cambios de precipitación inducidos por la forestación en Europa
Un estudio muy completo sobre los cambios de precipitación inducidos por la forestación en Europa es “Empirical estimate of forestation-induced precipitation changes in Europe”, Meier et al. (2021), de la ETH de Zurich. Para una forestación de alrededor de un 20% de la superficie de cada región, los resultados más importantes son los de la Figura 2.
Figura 2. Cambios de la precipitación en invierno (arriba) y verano (abajo), para el conjunto de modelos de cambio climático referidos como como RCP 4.5 (primera columna), una estimación debida a la forestación (segunda columna) y la suma de los dos efectos
En esta figura, en la primera columna se representan los cambios en invierno (arriba) y verano (abajo) de la precipitación en el intervalo 2071-2100 relativos a 1986-2015, para el conjunto de modelos de cambio climático referidos como RCP 4.5 (primera columna), una estimación debida a la forestación (segunda columna) y la suma de los dos efectos.
Para España, lo que nos interesa es el aumento de precipitación debido a forestación que puede compensar el aumento de sequía debido al calentamiento global.
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Estas modelizaciones confirman de algún modo, y siempre sometidas a comprobaciones subsiguientes, la bondad de los razonamientos de la primera parte de este artículo.
14.2. Efectos de la forestación en Sahel y norte de Australia
Un estudio muy interesante sobre el efecto de la forestación en el Sahel (y norte de Australia) es “Large-scale semi-arid afforestation can enhance precipitation and carbon sequestration potential” de Yosef et al. (2018) del Instituto Weizmann de Ciencias, de Israel, publicado en Nature.
El Sahel es una banda geográfica que va desde el Atlántico al Mar Rojo, árida, como ciertas partes de España, como hemos visto en las imágenes de más arriba.
El Sahel es una banda geográfica que va desde el Atlántico al Mar Rojo, árida, como ciertas partes de España, como hemos visto en las imágenes de más arriba.
En este estudio se observa, como resultado de varios modelos, que la precipitación aumenta en 1 litro por día en una superficie aforestada, en una región árida como el Sahel, la zona de África entre el sur del Sahara y la banda de lluvias tropicales del Golfo de Guinea.
En la Figura 4, el panel izquierdo es el aumento de precipitación en julio, agosto y septiembre en una situación de aforestación1 (AFFO) comparada con una situación actual (CON). Esto mismo, a lo largo de los años, se puede ver en el panel central, y en media a los años del estudio, la evolución a lo largo de los meses del año.
1 Aforestación es el término que reciben las plantaciones recientes de árboles
Figura 3. Vista de zona forestada en el Sahel
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Figura 4. Aumento de la precipitación en julio, agosto y septiembre en una situación de aforestación
Las razones para este incremento se deben a una serie de efectos de la aforestación: En primer lugar, se reduce la temperatura del suelo, y esto reduce la salida de radiación infrarroja hacia el espacio, a lo hay que añadir un aumento de la radiación infrarroja hacia abajo, debido a un crecimiento de la humedad del aire y la nubosidad. La superficie tiene disponible una mayor cantidad de potencia por metro cuadrado, de hasta 9,5 W/m2. A esto se añade mayor disponibilidad de humedad del suelo por efecto de un aumento de la profundidad de las raíces, y de manera realimentada, un aumento de la precipitación.
El parámetro más importante en este ejercicio de modelado es la retención de humedad por las raíces más profundas de los árboles, a lo que se añade su transpiración. La disminución de temperatura de la superficie cambia el gradiente en la dirección de los meridianos, reduciéndolo sobre la zona aforestada e incrementándolo en los bordes de esta zona en contraste con la parte seca fuera de ella. Tales cambios afectan al chorro a baja altura denominado el Chorro Africano del Este, que se desplaza hacia el norte y permite la entrada de humedad del Atlántico y un aumento del flujo convergente de humedad con los vientos del Oeste, y de la precipitación sobre la zona arbolada.
14.3. Meseta de loess del centro de China
Otro experimento es la aforestación de la meseta de loess del centro de China, al sur del arco norte del rio Amarillo. El artículo que lo explica es “Large-Scale Afforestation Enhances Precipitation by Intensifying the Atmospheric Water Cycle Over the Chinese Loess Plateau”, de Tian et al. (2022), en JGR Atmospheres.
Esta meseta es un desierto de polvo y cárcavas donde había dudas significativas sobre la posibilidad de su aforestación.
El resultado final de todas las transferencias de humedad de unas partes a otras del sistema, es que aumenta la precipitación total en un 20% por encima de la existente antes de la aforestación, y la humedad del suelo en un 3,5%. Aumenta el área de las hojas de los árboles, y el valor neto de precipitación menos la evapotranspiración aumenta en un 32%.
Es notable que, en un desierto del tipo de la Meseta de Loess de China, se haya podido aforestar, que la forestación aumente la disponibilidad de agua en el suelo.
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Figura 5. Aspecto de la meseta de loess del centro de China antes y después de la aforestación
Sin embargo, si ha sido posible. El mecanismo lo podemos ver en la Figura 6.
Figura 6. Transferencias de humedad entre las diferentes partes del sistema; el resultado final es un aumento de la precipitación total en un 20% por encima de la existente antes de la aforestaciónón (SM es la humedad del suelo, LAI, el Indice de Área de las hojas, ET, la evapotranspiración, MFC, la convergencia del flujo de humedad, RP, la Precipitación a partir de la humedad Reciclada, las Fs, diversas medidas de la precipitación, Prec es la precipitación total)
15. Conclusión
Si esto se ha hecho en el Sahel, y en China, y más acciones parecidas en otros lugares, debe funcionar en España, mucho más si se tiene en cuenta que, al revés que en el Sahel y en China,
1. Bosques, cambio climático y ciclo del agua
las zonas con problemas de agua (el Levante español, por ejemplo) están muy cerca del mar, que es una fuente inagotable de vapor de agua, que necesita el aporte de la evapotranspiración para precipitar.
Bibliografía
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Tian, L. ; Zhang, B. ; Chen, S. ; Wang, X. ; Ma, X. ; Pan, B. (2022). Large-scale afforestation enhances precipitation by intensifying the atmospheric water cycle over the Chinese Loess Plateau. Journal of Geophysical Research: Atmospheres, 127, e2022JD036738. https://doi.org/10.1029/2022JD036738
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Yosef, G. ; Walko, R. ; Avisar, R. ; Tatarinov, F. ; Rotenberg, E. ; Yakir, D. (2018). Large-scale semi-arid afforestation can enhance precipitation and carbon sequestration potential. Sci Rep 8, 996. https://doi.org/10.1038/s41598-018-19265-6
El Dr. Millán Millán Muñoz fue una figura destacada en el ámbito de la meteorología, la ingeniería y la investigación ambiental. Fundador y director del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) entre 1991 y 2012, impulsó el desarrollo del conocimiento sobre el clima y el medio ambiente en la región mediterránea.
Doctor Ingeniero Industrial, realizó su tesis en la Universidad de Toronto, donde diseñó el espectrómetro COSPEC, el primer instrumento comercial para la medición remota en tiempo real de contaminantes atmosféricos, con apoyo de la NASA. Más adelante, en el Servicio Meteorológico de Canadá, dirigió programas de dispersión de contaminantes y completó su formación como meteorólogo (M.Sc.).
Desde 1974 colaboró como asesor en Medio Ambiente y Clima de la Comisión Europea. De regreso a España en 1981, trabajó en Bilbao y en el CIEMAT, liderando proyectos europeos pioneros. Como director del CEAM, consolidó al centro como referente internacional en investigación ambiental mediterránea, cargo que mantuvo hasta su jubilación, continuando después como asesor y Director Emérito.
Su trayectoria fue reconocida con numerosos honores, entre ellos el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández. Su legado perdura como ejemplo de rigor científico, visión internacional y compromiso con la sostenibilidad.
Millán Millán†
2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
Antonio Ruiz de Elvira por Millán Millán
Departamento de Física aplicada, Universidad de Alcalá
8. Desertificación en el Sudeste Mediterráneo, un proceso contra el que es posible luchar
Se describen los resultados de una serie de campañas de medida de variables meteorológicas en la Comunidad Autónoma de Valencia realizadas por el Doctor Millán Millán y su equipo. Se explican los tipos de precipitación en esta región, las lluvias en otras zonas de la cuenca del Mediterráneo y los efectos de los cambios sufridos por la vegetación en las zonas costeras e interiores. La humedad del mar Mediterráneo que llega a tierra no precipita por falta de vegetación que aporte la humedad faltante y ocurren descargas de lluvias torrenciales ya sea en la zona u otras alejadas como países del norte de Europa, provocando erosión del suelo e inundaciones.
1. Introducción
Este capítulo debería haber sido escrito por el Doctor Millán Millán, Director Emérito del CEAM de Valencia. Su triste fallecimiento hace que me decida a exponer sus ideas por la importancia de estas para el problema de la lluvia en una parte importante de España.
En un artículo de síntesis, “Extreme hydrometeorological events and Climate Change predicciones in Europe” (Millan, M., 2014) describe los resultados de una serie de campañas de medida de variables meteorológicas en la Comunidad Autónoma de Valencia dentro de una serie
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amplia de proyectos financiados tanto por la UE como por los Gobiernos Español y Valenciano. A eso hay que añadir los análisis teóricos realizados por el Dr. Millán y su equipo de colaboradores a lo largo de varias décadas. Los resultados pueden aplicarse con las correcciones necesarias al resto de las costas mediterráneas
Figura 1. Precipitación en mm en la CV, Comunidad Valenciana, y sus tipos (tomada de Millán, 2014)
2. Tipos de precipitación en la CV
Para la CV las precipitaciones pueden clasificarse en tres tipos:
a) Frentes Atlánticos
Es vapor de agua generado sobre el Atlántico Central y arrastrado por el Chorro Polar en dirección Oeste-Este, con aire frío en altura. La precipitación se genera cuando el aire asciende por las laderas, sobre todo de la cordillera ibérica (las cabeceras del Tajo, Júcar, Turia y Mijares).
A esto añadimos la convergencia de este aire con las brisas costeras mediterráneas, y en ocasiones una reducción de presión con aire frío en el nivel de los 500 hPa (unos 5.000 m de
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2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
altura, que produce precipitaciones intensas sobre la cordillera, que disminuyen a cero sobre la costa. Este tipo de precipitación llega a algo menos del 20% de la lluvia caída en la CV.
b) Tormentas de Verano
Asociadas con la baja térmica ibérica en verano debida al calentamiento del interior. Derivan de las brisas marinas que ascienden por las tardes por las colinas a una distancia de entre 60 y 100 km de la costa. El agua precipita sobre todo en las laderas orientales de la Cordillera ibérica y contribuyen con entre un 11 a 16% de la lluvia total en la zona.
c) Ciclogénesis Mediterráneas o “Levantes”
Están asociadas con un anticiclón sobre Europa Central que arrastra en su flanco occidental aire frío del norte de Europa hacia un Mediterráneo aún muy caliente desde otoño hasta el comienzo de la primavera. Si a esto se añade una baja aislada en el Golfo de Cádiz que migra hacia el
Mediterráneo Occidental, la precipitación del vapor de agua arrastrado desde el mar hacia tierra, el área es más extensa y la lluvia puede durar hasta una semana, sobre el flanco Este de la Cadena Costera y las áreas de costa. Este tipo de precipitación contribuye más del 65% de la lluvia en la región.
3. Evolución de los tipos de precipitación en la CV
En los últimos 50 años la precipitación debida a los frentes atlánticos ha disminuido de forma continua y la asociada a las tormentas de verano ha casi desaparecido, mientras que la asociada con los “Levantes” se ha extendido desde el verano tardío hasta bien entrada la primavera y se convertido en cada vez más torrencial.
La precipitación de los tipos Tormenta de Verano y “Levantes” llega al 80% de la lluvia en esta zona, y ambos tipos ocurren con el vapor de agua evaporado sobre un Mediterráneo cada vez más caliente y arrastrado hacia tierra por vientos del este (Levantes). Esta lluvia es propia del Mediterráneo y depende adicionalmente de la orografía.
Figura 2. La línea divisoria entre las zonas de influencia mediterránea y las de influencia atlántica (tomada de Millan, 2014)
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
4. Lluvias en la cuenca del Mediterráneo
La cuenca del Mediterráneo occidental está limitada por una divisoria entre los sistemas más locales y las masas de aire atlánticas. La divisoria la forman las montañas de la cadena costera desde Gibraltar a la Cordillera Ibérica, fuente de los ríos Tajo, Júcar, Turia y Mijares, y algo más lejos de la misma, el Guadiana), desde donde se desplaza a la costa cantábrica y sigue por los Pirineos, siguiendo por el Macizo Central francés, los Alpes y hacia Centroeuropa. De hecho, el Mediterráneo es una zona marina rodeada de montañas casi por todos los lados, una cuenca/caldera cerrada, que genera constantemente vapor de agua en grandes cantidades. Si elegimos un transecto típico (y que para este libro nos interesa mucho) a lo largo del paralelo 40ºN desde 40 km mar adentro, hasta 120 km en dirección oeste, con el origen de coordenadas en la ciudad de Castellón de la Plana.
3. Transecto entre Castellón de la Plana y la Sierra de Javalambre (tomada de Millán 2014)
Millán muestra en su Figura 4, el desarrollo de un sistema de circulación cerrada de tipo “Levante” para el día 27 de Julio de 1989. Se representa la velocidad vertical ω del aire. Las flechas azules indican masas de aire en dirección tierra-mar y descendente en altura; las rojas, masas de aire del mar hacia tierra, y ascendentes en corrientes de convección. El fenómeno, típico de esta zona, se desarrolla en las siguientes secuencias. Panel f): 22:00 UTC. El aire más frío desciende de las montañas hacia el mar. Panel a): 02.00 UTC. El aire más frío se calienta sobre el mar y empieza la convección. Panel b) 0:00 UTC. El aire del mar caliente, con vapor de agua, comienza a desplazarse hacia el interior de la costa y genera vórtices verticales de convección, como los que se pueden observar cuando entra el sol rasante por una ventana bajo la cual hay un radiador: Se ven ascender las motas de polvo que cerca del techo vuelven a bajar en un movimiento cerrado. Panel c) : 12:00 UTC. Las celdas de convección van acoplándose en una secuencia representada en los paneles c, d, e, a las horas 12:00, 14:00 y 18:00 UTC, cuando a esta hora ya solo queda una celda. El aire en altura vuelve hacia el mar, en un ciclo cerrado.
Figura
2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
Este sistema de circulación combina vientos ladera arriba y brisas marinas, combinación que Millán denomina brisa combinada. En general la trayectoria de las brisas combinadas está condicionada por la orografía y el desarrollo de las nubes en la zona delantera de propagación del aire es similar al de las nubes en chimenea. Millán define una chimenea convectivaorográfica como una inyección hacia arriba de aire superficial en una cabecera de avance específica de la brisa combinada. La altura que alcanza cada chimenea crece al avanzar hacia alturas crecientes del suelo, por la altura desde donde empieza a crecer, y porque la temperatura convectiva del aire se incrementa al recorrer una distancia mayor sobre suelo caliente.
Figura 4. Celdas de convección (velocidad vertical ω) el día 27 de Julio de 1987, desde 40 km al Este de Castellón de la Plana, hasta 120 km hacia al Oeste a lo largo del transecto de la Figura 3 (tomada de Millán, 2014)
La lluvia se produce cuando la masa de vapor de agua en gramos, por kilogramo de aire en un cierto volumen de éste, sobrepasa un valor crítico que depende exponencialmente de la temperatura. En el día más seco del año en cualquier localidad, un vaso de cerveza fría se cubre de gotas de agua que han condensado al superar la (baja) cantidad de vapor que se precisa cuando la temperatura es fría.
Si el aire al ascender se enfría lo suficiente y contiene una cantidad de vapor de agua adecuada para alcanzar la saturación, es decir una humedad relativa del 100%, este vapor condensa y se produce lluvia. Si falta vapor para alcanzar la saturación el aire vuelve al mar sin precipitar.
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5. Comportamiento de la humedad en la atmósfera
¿Cuál es el comportamiento de la humedad en la atmósfera? Sabemos que la humedad relativa crítica (100% = condensación) depende exponencialmente la temperatura del aire, de manera que este puede acumular mucha humedad mientras la temperatura sea alta, pero condensa con mucha menos humedad con temperaturas bajas.
La relación matemática entre evaporación en litros por metro cuadrado y día, y la razón de mezcla de vapor y aire seco, que es equivalente a la Humedad Relativa (HR), es bastante complicada para escribirla aquí. Los cálculos de Millán señalan que, con una evaporación de entre 5 a 7 (l/m2 día) en la plana costera, y entre 1 a 3 (l/m2 día) sobre la maleza de las laderas de las colinas, se puede alcanzar una cantidad añadida a la humedad de la atmósfera de entre 5 a 6 g/kg.
Figura 5. A) Aporte moderado de calor sobre tierra y aporte adicional de vapor de agua desde la llanura húmeda y los árboles: Convección y lluvia. B) Aporte alto de calor y escaso de vapor sobre la llanura y falta de árboles: No hay precipitación y el vapor vuelve al mar.
El valor climatológico de la razón de mezcla 2en la costa, era, antes de 1999, de 14 g/kg y la temperatura 26 °C. Si la masa de aire aumenta su temperatura al avanzar sobre una llanura y laderas recalentadas, en 16 °C, esa masa de aire alcanzaría una temperatura de 42 °C y no alcanzaría en su ascenso hacia capas frías una altura de condensación inferior a los 2.000 m, la máxima altura de la cadena costera en esa región. La altura de condensación se debe a que el aire se enfría al ascender, al alejarse del suelo. Al ir subiendo, la cantidad de aire que tiene encima disminuye, y por lo tanto baja su presión. Pero la temperatura del aire es muy aproximadamente proporcional a su presión, según la relación de los gases perfectos. Por lo
2 Razón de mezcla es la cantidad de vapor de agua contenido en el aire medido en gramos de vapor por kilogramo de aire seco (g/kg)
2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
tanto, al ascender, el valor crítico de la razón de mezcla disminuye, y una masa de aire con una razón de mezcla superior a ese valor crítico dependiente de la altura, condensa y precipita.
Si la brisa combinada se calienta 19 °C, la razón de mezcla tiene que subir a 25 g/kg, es decir, una cantidad procedente de evaporación y transpiración de 11 g/kg, algo a todas luces imposible en las condiciones actuales de suelo tremendamente seco, para la condensación antes de su retorno hacia el mar.
Si en vez de eso, la brisa combinada solo se calentase 13 °C (con una temperatura resultante de 39 °C) el aporte de la evapotranspiración solo debería ser de 4 g/kg para la condensación.
Cómo hemos visto, en las costas mediterráneas, la lluvia procedente del vapor de agua producido en el mar representa el 80% de la precipitación, necesaria para la economía de esas zonas basada en la agricultura y el turismo. Sin precipitación no torrencial, esas actividades económicas dejan de poder mantenerse. arco de plantación (tomada de Millán,2014)
6. Cambios en la vegetación – Primer ciclo de realimentación
Hace unos 70 años, antes de la desecación contemporánea de las marismas y la disminución radical de los bosques de las laderas mediterráneas, la brisa combinada se calentaba aún menos de 4 °C y la evapotranspiración proporcionaba más de los 4g/kg de vapor. El aire, en su ascenso orográfico podía alcanzar la saturación antes de su retorno hacia el mar y el suelo se mantenía húmedo un día tras otro, en una realimentación positiva constante.
En la ingeniería química hay un par de términos, ‘arrastre’ (lo que arrastra un componente de un sitio a otro) y ‘gatillo’, lo que dispara una reacción. Si, por ejemplo, se asume que la cantidad máxima de agua que precipita de una masa de aire con vapor es 1/3 de la cantidad de este, y se precisan 21g/kg para la condensación, los 14 g/kg que entran desde el mar son el ‘arrastre’ que es necesario para la precipitación, pero no es suficiente. Los 7 g/kg de la evapotranspiración son el gatillo que dispara la condensación. En esta zona (14 g/kg procedentes del mar) los 7 g/kg son el límite superior de la cantidad de agua que puede ser retransferida a la atmósfera para la condensación.
Según esto, la misma cantidad de agua que precipita (7g/kg) es la que se evapora, de forma que no se obtendría ninguna ventaja para las necesidades de agua. Pero aquí estamos en una falacia repetida una y otra vez en los análisis estadísticos de toda clase de fenómenos desde elecciones políticas a situaciones socioeconómicas. La reflexión de arriba es para los valores de equilibrio, que se dan muy raras veces. Cuando el ‘arrastre’ es superior a 14 g/kg, los 7 g/kg evaporados proporcionan más de 7g/kg de lluvia. Puesto que esta lluvia, si no es torrencial, queda en el suelo y permea hacia ríos y embalses, el resultado es positivo para las necesidades de agua. Se trata entonces de aprovechar los casos de un arrastre de agua desde el mar superior a los 14 g/kg cuando este arrastre es inferior a 21 g/kg.
La conclusión es que, en un primer ciclo de realimentación, la lluvia llama a la lluvia, en el sentido de que un suelo húmedo mantiene el aire más frío sobre el suelo y proporciona vapor de agua adicional para alcanzar la saturación.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico
Figura 6. Gráfico de la escorrentía anual de la cuenca del Segura entre 1931 y 2009 (Tomada de Millán, 2014, a partir de la CHS y la Profesora Sandra García)
En este sentido, es muy interesante estudiar la Figura 6 en la que se grafica la escorrentía anual en la Confederación Hidrográfica del Segura entre 1931 y 2009. Se observa una disminución de unos 170 hm3 a partir de 1980. El trasvase del Tajo-Segura llegó a este río en 1979. En esa misma fecha se comenzó a comercializar el sistema de riego por goteo. El agua pasó a ser un bien económico que había que pagar. Es posible (debería ser un tema de investigación) que se cambiase la humedad del suelo y dejase el aire bruscamente de absorber la pequeña cantidad de vapor que necesita para la condensación, ya que los sistemas de riego por goteo mantienen muy seca la superficie entre goteros.
7. Lluvias torrenciales – Segundo ciclo de realimentación
Pero hay otro segundo ciclo de realimentación. En la actualidad, con pocos bosques en las laderas y la plana costera muy seca (incluso muchos cultivos se realizan gota a gota, manteniendo los suelos completamente secos) no se dan las condiciones para el primer ciclo de realimentación, y el agua evaporada vuelve a las capas atmosféricas sobre el mar en muchos ciclos repetidos, de manera que el vapor de agua aumenta su concentración localmente en la vertical del mar adentro (Modo de acumulación). Esta enorme cantidad de vapor de agua almacenada sobre las aguas puede, tras algunos meses, con ocasión del desarrollo de algún área de baja presión (Ciclogénesis mediterránea) descargar lluvias torrenciales que producen inundaciones con nulo impacto en la disponibilidad de agua, desde el otoño a la primavera. Estas lluvias torrenciales, cayendo sobre laderas desprovistas de árboles incrementan la erosión y producen pérdidas masivas de suelo que podría haber sido fértil pero que tras décadas de descargas violentas ya retiene poca fertilidad. Esto refuerza el primer ciclo de realimentación. El modo de acumulación de vapor sobre el mar puede ser considerado como la memoria a largo plazo de los cambios en los usos del suelo. Este modo de acumulación causa lluvias torrenciales en otras muchas partes del Mediterráneo.
El crecimiento de población de las sociedades exigido por la necesidad racional de aumentar la riqueza de los seres humanos, ha ido llevando, en multitud de casos, a un destrozo de la capacidad para ese aumento a lo largo de los años, décadas y siglos. La llanura enormemente
2. Bosques y lluvia en la cadena costera mediterránea
fértil hace unos ocho mil años, del delta de los dos ríos, Tigris y Éufrates, tuvo que ser abandonada al cabo de un milenio, al haberse salinizado por la inyección constante de agua dulce para el cultivo. Es muy posible que la necesidad de tierras fértiles hiciese a la colonización romana del Mediterráneo desecar las marismas costeras ya hace un par de milenios. Las necesidades aceleradas de madera para una población creciente en un área donde los árboles que prosperan son de crecimiento lento, actúa en la misma dirección. Si a esto añadimos la urbanización extensa de las planas costeras, y los incendios repetidos con mayor frecuencia que la reposición natural de los bosques, tenemos las condiciones adecuadas para una disminución constante de la precipitación suave y el aumento de los fenómenos extremos. Es interesante notar que la descarga interanual de agua en la Confederación Hidrográfica del Segura tuvo una disminución de unos 170 Hm3 a partir de 1980, como hemos dicho más arriba.
8. Desertificación en el Sudeste Mediterráneo, un proceso contra el que es posible luchar
Las costas del Mediterráneo occidental se han ido desertizando de manera casi constante desde hace al menos dos mil años, con desiertos hoy bastante cerca del mar. Es cierto que si no se ha cruzado un punto crítico en el cual los suelos aún pueden soportar el crecimiento de árboles, si queda o se puede proporcionar algo de suelo fértil, se puede tratar de revertir la primera realimentación positiva y tratar de recuperar las lluvias suaves y frecuentes sobre las montañas que rodean el Mediterráneo, y con esto, también reducir la segunda realimentación que genera el modo de acumulación y las lluvias torrenciales.
Otro ejemplo de posible cambio de los regímenes de precipitación puede haber ocurrido en las laderas del sur del Atlas. El aire atlántico que cruza Francia y llega a Sicilia, gira a veces hacia Túnez y empieza un recorrido hacia el Atlántico recorriendo el sur de esta cadena montañosa.
Figura 7. Parte del sur del Atlas se deforestó, como en Almería, en la segunda mitad del siglo XIX, para diversos usos de la madera como, por ejemplo, traviesas para ferrocarriles. Aunque es preciso repetir los estudios del tipo de este capítulo para las condiciones meteorológicas del Atlas, es muy posible que las masas de aire de origen atlántico en camino desde Túnez a las costas marroquíes no precipiten hoy por falta de vapor de agua local y un aumento notable de la temperatura del suelo
9. Conclusiones
Para finalizar, dos comentarios del autor de este capítulo:
1) Las “buenas” medidas pueden tener efectos contrarios a lo que se pretende. Los sistemas naturales y socioeconómicos son no lineales y están sometidos a ciclos de realimentación positiva, que exageran a veces lo que se quería corregir. Es evidente que los sistemas de riego por goteo, y el plantar cultivos exigentes de agua en zonas áridas, o cultivos que dejan de producir tras heladas repentinas, llevan riqueza a esas zonas, pero solo momentáneamente. ¿Cómo se puede compaginar la disminución de pobreza en el momento, con la destrucción de la riqueza acumulada a lo largo del tiempo? Las personas tienen derecho a sus cultivos para acceder a la riqueza que todos queremos, pero … el acceso a la riqueza debe garantizarse no solo para el momento actual, sino a lo largo de periodos extensos de tiempo.
2) Se propone, a veces, eliminar bosques de las cabeceras de las cuencas, con el peregrino argumento de aumentar el caudal de los ríos aguas abajo. Puede ser, pero, ¿cómo aumentar un caudal cuando no llueve, cuando no hay agua, cuando la deforestación a reducido las precipitaciones que mojan el suelo y solo quedan las lluvias torrenciales que no sirven para las necesidades anuales y a más largo plazo de agua? Debemos considerar los problemas en toda su magnitud, en todas sus relaciones de unos sistemas con otros, y no asumir una especialización extrema.
Bibliografía
Millán, M.M (2014). Extreme hydrometeorological events and climate change predictions in Europe Journal of Hydrology, Volume 518, Part B : 206-224, https://doi.org/10.1016/j.jhydrol.2013.12.041
Francisco Belmonte Serrato
Catedrático de Geografía Física en la Universidad de Murcia; universidad en la que ejerce como docente desde hace 24 años y como investigador desde hace 34. También fue profesor en la Universidad Católica de Murcia y ha realizado estancias docentes en la Universidad Autónoma de Tamaulipas (México). Ha sido secretario y Director del Departamento de Geografía de la Universidad de Murcia y Coordinador del Programa de Doctorado en Historia, geografía e Historia del Arte.
Sus principales líneas de investigación, entre otras, han sido (1) Balance hídrico, específicamente lo relacionado con el proceso de interceptación de la lluvia por la vegetación; (2) Estudio de los suelos,
fundamentalmente en lo referente a la degradación, la erosión y la desertificación. Y (3) Procesos litorales, centrados básicamente en la erosión costera, línea a la que ha dedicado los últimos 10 años. es Investigador Principal del grupo “Investigación y Modelización de Procesos Hidrológicos y Ambientales en Ambientes Mediterráneos Semiáridos” (IMPHRAS).
Esta actividad investigadora se ha materializado en 200 publicaciones, desglosadas en 72 artículos en revistas científicas, 110 capítulos de libro y 18 libros. Además, es autor o coautor de 131 contribuciones a congresos, de las que 66 lo han sido en congresos de carácter internacional y 65 en congresos de carácter nacional
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
Departamento
Francisco Belmonte Serrato
3.1.
Las cubiertas vegetales, ya sean bosques o matorrales naturales, repoblaciones forestales para explotación silvícola o para la protección del suelo frete a la erosión, o cultivos arbóreos o herbáceos en su máximo periodo vegetativo, desempeñan funciones esenciales para la sostenibilidad ambiental y la lucha contra el cambio climático. En este sentido, son, junto con océanos (el más importante) y los suelos, grandes sumideros de carbono, esenciales para absorber el exceso de carbono que la actividad humana está enviando a la atmósfera. También ejercen una función esencial en la protección de los suelos frente a la erosión, reduciendo, en muchos casos, la energía cinética liberada en el impacto de las gotas de lluvia contra el suelo, causante de la erosión por salpicadura (splash) y que constituye el inicio de la erosión hídrica; actúan como reguladores térmicos, consumiendo en la transpiración calor ambiental que envían
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
a la atmósfera como calor latente de vaporización y, además, favorecen la biodiversidad. Pero también tienen un efecto negativo en la disponibilidad de recursos hídricos, sobre todo en regiones áridas y semiáridas, que deriva de su papel de interceptación y almacenaje temporal de la precipitación, y la evaporación de una parte importante de ella de vuelta a la atmósfera.
Este capítulo aborda ese papel de interceptación de la precipitación por la vegetación y sus efectos en multitud de procesos, especialmente en el balance hídrico, la distribución del agua de lluvia en el suelo, en función de los distintos tipos de cubiertas y el concepto de "óptimo de cobertura", que relaciona la pérdida de agua por interceptación con la pérdida de suelo por erosión
1. Introducción
En áreas cubiertas de vegetación, no toda la precipitación incidente, es decir, aquella que llega a la parte superior de la cubierta vegetal, ya sea en forma de lluvia o de nieve, alcanza el suelo.
Una pequeña parte de la precipitación atraviesa la cubierta vegetal sin ser obstaculizada en su camino al suelo, pero la mayor parte de ese flujo de precipitación es interrumpido o interceptado por el dosel vegetal y queda retenido temporalmente en las hojas, ramas y troncos (Figura 1).
El flujo de precipitación que es interceptado por la vegetación arbustiva y el matorral, acaba fraccionado en tres partes:
1) Trascolación (throughfall), que es el flujo de goteo o “lluvia” bajo la cubierta (Návar y Bryan, 1990; Belmonte Serrato, 1997; David, et al., 2005), a consecuencia del reagrupamiento de una parte de las gotas de lluvia interceptadas por las hojas, que acaban cayendo con tamaños considerablemente mayores que los de las gotas de la lluvia incidente y, en muchos casos, con una liberación de energía cinética también mayor al impactar en el suelo, debido al aumento de masa, que compensa la disminución de altura de caída (Roldan Soriano, 2009).
Figura 1. Lluvia retenida por la vegetación (almacenaje)
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
La precipitación "libre", es decir, aquella que llega al suelo bajo la cubierta vegetal sin ser interceptada, y cuyo volumen es muy variable dependiendo de la densidad de cada cubierta vegetal, es casi imposible de contabilizar separada del flujo de trascolación, de modo que se contabilizan conjuntamente.
2) Escorrentía o flujo cortical (stemflow), que es el flujo que discurre por ramas y tronco, alcanzando el suelo, como flujo concentrado, en puntos concretos del perímetro del tronco (Belmonte Serrato, 1997; Crockford y Richardson, 2000)
3) Interceptación el agua total retenida (almacenada) por la cubierta vegetal (ver Figura 1) y evaporada de vuelta a la atmósfera.
En cubiertas vegetales arbóreas, sin matorral ni herbáceas bajo la cubierta y en matorrales sin herbáceas bajo la cubierta, los dos primeros flujos, constituyen la precipitación que consigue traspasar el dosel vegetal y llegar al suelo como precipitación neta, y la interceptación, constituye una pérdida del agua precipitada, ya que desde la cubierta vegetal se evapora sin llegar al suelo (Figura 2). En cubiertas vegetales arbóreas con sotobosque de matorral, el proceso se multiplica; la trascolación desde la cubierta arbórea, se convierte en la precipitación incidente para el sotobosque de matorral, el cual vuelve a replicar el proceso de trascolación, flujo cortical, almacenaje y evaporación. Y, si bajo cualquiera de las cubiertas vegetales anteriores hay herbáceas, en estas se vuelve a repetir el proceso. La precipitación final trascolada y escurrida por los troncos, tiene todavía que pasar el último almacén: el mantillo de hojarasca, que también retendrá y, desde ahí se evaporará otra parte de la precipitación (Figura 3).
Figura 2. Proceso de interceptación
Restauración
Figura 3. Esquema del proceso de interceptación en cubiertas vegetales arbóreas con sotobosque de matorral, herbáceas y mantillo de hojarasca
La suma de toda el agua retenida en los distintos estratos del dosel vegetal y evaporada antes de llegar al suelo, se denomina interceptación neta, pérdida por interceptación o simplemente interceptación (Belmonte Serrato, 1997; Groen y Savenije, 2006; Pérez Arellano et al., 2016) y supone una pérdida neta de agua (de lluvia o nieve) respecto a la registrada en los pluviómetros (Navarro, 2009) que, frecuentemente, no se tiene en cuenta en los balances hídricos, y es, junto con la evapotranspiración, responsable de la disminución apreciable de los recursos hídricos que causan las cubiertas vegetales (Tucci, 2001), la cual puede llegar a ser muy importante en regiones semiáridas y áridas.
No obstante, la interceptación de la vegetación también puede suponer una ganancia de recursos hídricos cuando se producen episodios de niebla (precipitación horizontal). En estos casos, la vegetación actúa como superficie de captación de las minúsculas gotas de agua que se adhieren a las superficies de hojas, ramas y troncos, facilitando el aumento de tamaño por coalescencia entre ellas, y el consiguiente goteo bajo la cubierta o el escurrimiento por ramas y troncos, que no se produciría en ausencia de vegetación. (Cavelier, et al., 1996; Braojos Ruíz, 2010; Ritter, et al., 2008; 2010; Aboal, et al. 2013; Navarro Hevia, 2009)
Los primeros trabajos de los que se tienen referencia en el estudio de este proceso se remontan a Horton (1919), pero será a partir de los años cuarenta del siglo XX, cuando se empiecen a
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
incrementar de forma exponencial los trabajos que abordan las múltiples implicaciones de la interceptación en muchos procesos hidrológicos, edafológicos, geomorfológicos y biológicos (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999b), en una gran variedad de cubiertas vegetales y ámbitos climáticos (Romero Díaz, 2013).
En su mayoría, y sobre todo, en el inicio de los estudios de intercepción de la vegetación, los trabajos se han desarrollado en bosques de clima frío, templado y tropical (Rutter, et al., 1971; Thompson, 1972; Gash et al., 1980; Dolman, 1987; Cape et al. 1991; Lankreijer et al., 1993; Bellot, y Escarre, 1998; Liu, 1998; Valente et al., 1997; Schellekens, et al., 2000; Rodrigo y Ávila, 2001; Raat, et al., 2002; Gerrits et al., 2006; Dohnal, et al., 2014). Pero, dada la importancia de este proceso en el balance hídrico de zonas semiáridas y áridas, y a pesar de las dificultades para encontrar instrumentación adecuada para el estudio del proceso en matorrales, arbustos y herbáceas, los estudios en estos ambientes han aumentado considerablemente. (Merriam, 1961; Leyton et al., 1967; Aston, 1979; Tromble, 1988; Návar y Bryan, 1990; Derouiche, 1996; Belmonte Serrato, 1997; Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1994, 1998b; Carlyle-Moses, 2004; Cantú y Silva, 2005; Dunkerley, 2000, Belmonte Serrato et al., 2013), desarrollando, incluso instrumentación específica y técnicas de medida (Belmonte Serrato, 1997; Belmonte Serrato y Romero-Díaz, 1998a; García-Estrínaga et al., 2006 López Lambrano, 2007), o aplicando instrumentos desarrollados para los estudios de erosión como los simuladores de lluvia (CarlyleMoses, 2004; Belmonte Serrato, 2001; Shachnovich, et al., 2008; Love, et al., 2010).
El proceso de interceptación está implicado en la interrelación suelo-planta-atmósfera, afectando a la escorrentía, a la humedad y a la erosión del suelo. (Pressland, 1976; Calder 1990; Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1998; Belmonte Serrato et al., 1999; Méndez, 2013; Pérez Arellano et al., 2016). Por otro lado, el proceso se ve afectado por la tipología y estructura de la vegetación, así como por la biomasa presente en el momento de la lluvia (Bellot y Escarre, 1989; Cabezas et al., 1991; Bellot et al, 1999; Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999; Crockford y Richardson, 2000; García Estringana, 2011; Wani y Manhas, 2012; Frasson y Krajewski, W., 2013; López Lambraño et al., 2017); por la intensidad y duración de la lluvia (Belmonte Serrato, 1997; Schowalter, 1999; Komatsu, et al., 2008); por la temperatura y velocidad del viento (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999a; Ringgard et a., 2014); o por el efecto de pantalla derivado de la pendiente de la ladera (Serrato y Romero Díaz, 1999).
En España, los primeros estudios se realizan a finales de los años 70 del siglo pasado. Alvera (1976, 1977), Calabuig et al., (1978), Calvo de Anta et al. (1979), relacionados con el balance hídrico de interceptación. Durante los años 80, diversos trabajos estudian la interceptación en relación al balance de nutrientes por pluviolavado como: Escudero et al. (1985), Bellot (1988), González del Tanago (1988), López Sánchez (1989) y Bellot y Escarré (1989). Pero será a partir de los años 90, cuando los estudios sobre interceptación de la lluvia por la vegetación adquieran un gran desarrollo, con multitud de trabajos entre los que se incluyen 14 tesis doctorales, que incluyen entre sus objetivos la evaluación de la interceptación en su relación con los flujos de pluviolavado de nutrientes, o que constituye su principal objeto de estudio (Romero Díaz, 2013), como las de: Moreno Marcos (1994); Belmonte Serrato (1997); Aboal (1998); Gómez (1998); Rios Velasquez (2000); Mateos Rodríguez (2001); García Ortíz (2006) y García Estringana (2011).
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2. El efecto de la interceptación en el balance hídrico
2.1. Almacenamiento de agua en la cubierta vegetal
Todo el proceso de interceptación de la precipitación por la vegetación, o más bien, la pérdida de precipitación por interceptación, se sustenta en lo que se conoce como "capacidad de almacenaje de la vegetación" (Horton, 1919, Zinke, 1967), o también: "valor de saturación de la cubierta" (Leyton et al, 1967). Aunque todo el proceso también se ve muy afectado por la velocidad del viento y la temperatura durante el episodio de lluvia, en los intervalos entre episodios y tras el cese total de precipitación, que influyen, en gran medida, en la evaporación y, en consecuencia, en las sucesivas cargas y descargas del agua almacenada (Belmonte Serrato et al., 1999a; Crockford y Richarson, 2000; Córcega Pita y Silva Escobar, 2011). La capacidad de almacenaje puede definirse como: la máxima cantidad de lluvia que puede retener una cubierta vegetal sin que llegue a caer al suelo (Belmonte Serrato, 1997). Es decir, el valor máximo de agua que una cubierta vegetal (hojas, ramas y troncos), puede retener adherida en su superficie. Rutter et al. (1971), dice que: "esta es comparable con la capacidad de campo del suelo, fácil de entender en la práctica, pero difícil de definir con precisión". En realidad, no es difícil de definir, pero sí de medir con precisión. El propio Rutter et al. (1971), en su modelo de predicción de la pérdida de lluvia interceptada, distingue entre "capacidad de almacenaje" y "agua en la cubierta". Esta última sería el agua que permanece en la cubierta durante todo el episodio de lluvia, parte de la cual se va evaporando durante ese tiempo y, en presencia de viento, también arrastrada hacia el flujo de goteo (trascolación) o escorrentía cortical. Mientras que la capacidad de almacenaje sería el agua que queda retenida en la cubierta tras el cese de los flujos de trascolación y escorrentía cortical. Lo cual ocurre, según el propio Rutter et al. (1971), cuando el flujo de trascolación es inferior a 0,002 mm/minuto. Lo que según Gash (1979), acontece entre 20 y 30 minutos después de cesada la lluvia.
Esta capacidad de retención o almacenamiento, depende del tipo de cubierta vegetal (arbórea, arbustiva o herbácea), de las estructuras, como la mayor o menor rugosidad de ramas y troncos, así como de su disposición (cónica, dicotómica, vertical, horizontal) y el tipo y tamaño de hoja de cada especie (acicular, oblonga, redondeada).
En la Tabla 1 se presentan algunos valores de capacidad de almacenaje en cubiertas de árboles, arbustos y herbáceas. Los valores más altos, como es lógico, se obtienen en cubiertas arbóreas, y oscilan entre 2 mm y 4,5 mm, obtenidos en condiciones de lluvia natural. Entre arbustos y herbáceas los valores no difieren demasiado y oscilan entre 0,3 y 1,9 mm.
Sin embargo, en hojarasca o residuos vegetales (mulch), algunos autores aportan valores más elevados que los de arbustos y herbáceas, que alcanzan valores de almacenaje de las cubiertas arbóreas. Helvey (1964) da valores de almacenamiento de un 3% de la precipitación anual. Putuhena y Cordery (1996) dan valores en torno a 2,8 mm en hojarasca de pinos y 1,7 mm para hojarasca de eucaliptos. Guerrits, et al (2007), refieren valores de almacenamiento de hasta el 34% de la precipitación, en la hojarasca de un bosque de Fagus sylvatica (haya común) en Luxemburgo, medidos otoño, es decir, en el máximo periodo de acumulación de hojarasca.
Como ya se ha comentado, los valores de capacidad de almacenaje representan el valor de saturación de la cubierta vegetal y, en consecuencia, el valor de precipitación a partir del cual se inicia, primero la trascolación (el goteo desde la cubierta) y con posterioridad la escorrentía
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
cortical. Aunque, en realidad, ambos flujos se inician con valores más altos de precipitación, ya que durante el tiempo que se necesita para la saturación de la cubierta, la evaporación no se detiene.
Tabla 1. Algunos valores de capacidad de almacenaje para distintas especies de árboles, arbustos y herbáceas.
Tipo de cubierta
Árboles (copa)
Almacenaje en mm (l/m2 de cubierta)
Pinos (Uppsala) (lluvia natural) 2,1
Pinus pínea (lluvia natural) 3,7
Pinus pínea (lluvia natural) 4,4
Referencia
Saxena (1986)
García Apaza (2005)
Pérez Arellano et al. (2016)
Coníferas (Velen Suecia) (lluvia natural) 2 Bringfelt y Harsmar (1974)
Rosmarinus oficinalis (simulación de lluvia) 1,9 Gonzalez Hidalgo (1992)
Cistus ladanifer (simulación de lluvia) 0,5
Cistus ladanifer (simulación de lluvia) 1
Herbáceas
Brachypodium retusum (simulación de lluvia) 1,8
Mezcla de herbáceas (simulación de lluvia) 1,2
Hojarasca
Pinos (lluvia natural) 3
Pinos (lluvia natural) 2,8
Eucaliptos (lluvia natural) 1,7
García-Estríngana (2011)
Pérez Arellano et al. (2016)
Derouiche (1996)
Lopez-Lambraño et al. (2017)
Helvey (1964)
Putuhena y Cordery (1996)
Putuhena y Cordery (1996)
Fagus sylvatica (lluvia natural) 34 Guerrits, et al (2007)
Estos valores indican el límite en el que un episodio de precipitación es capaz de atravesar cada tipo de cubierta vegetal y aportar agua a los estratos inferiores, o directamente al suelo. Es decir, precipitaciones por debajo de ese valor se evaporan directamente sin llegar al suelo bajo las cubiertas vegetales y, en consecuencia, deberían eliminarse directamente en el cálculo de un balance hídrico. Y, en el caso de cubiertas con varios estratos de vegetación (arbóreo, matorral, herbáceo, mantillo), hay que tener en cuenta los almacenajes de cada estrato que elevaran el almacenamiento. Por ejemplo, considerando que en ambientes mediterráneos semiáridos es frecuente encontrar la asociación de Pinus halepensis, con arbustos como lentisco, romero, tomillo y jaras, así como Brachypodium retusum y utilizando los valores medios de la Tabla 1, en cubiertas vegetales compuestas por esos tres estratos, más el mantillo de hojarasca, el valor de almacenaje se sitúa por encima los 5,5 mm, a los que hay que sumar el almacenaje de los
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
troncos, con lo que se alcanzaría los 6 mm. Es decir, en episodios de lluvia inferiores a 6 mm, muy poca agua alcanzará el suelo bajo estas cubiertas con el 100% de cobertura.
Hay que resaltar que, en ambientes mediterráneos semiáridos, los episodios de lluvia inferiores a 6 mm representan un porcentaje muy significativo de la precipitación total anual. En el estudio sobre la interceptación de la lluvia por la vegetación mediterránea semiárida, llevada a cabo en el campo experimental de El Ardal (Mula, Murcia) por Belmonte Serrato entre 1992 y 1995 para su tesis doctoral, los episodios de lluvia registrados en esos cuatro años con valores superiores a 0,2 mm (límite inferior del pluviógrafo), fueron 163, que sumaron una precipitación total de 902,8 mm. Entre 0,2 y 1 mm se registraron 78 episodios que sumaron 32,2 mm, y entre 1 mm y 6 mm se registraron 51 episodios que sumaron 144,6 mm. En total, los episodios inferiores a 6 mm fueron 129, es decir, el 79% de todos los episodios de lluvia; contabilizando 176,8 mm de lluvia, el 19,6% de la lluvia total (Belmonte Serrato, 1997). Esto se agrava en años secos, en los que, lo frecuente, son episodios de poca cuantía de precipitación, como lo fue 1995, en el que se registró una precipitación total de 117,2 mm ocurrida en 43 episodios, de los que 20 fueron episodios de entre 0,2 y 1 mm que dejaron 3,2 mm de lluvia y 17 fueron episodios inferiores a 6 mm, que dejaron 44 mm de lluvia. Es decir, los episodios inferiores a 6 mm fueron 37 el 86% de todos los episodios de ese año, dejando 47,2 mm, el 40,27% de la lluvia total (Belmonte Serrato, 1997). Hay que tener en cuenta, no obstante, que en años secos la vegetación reduce su biomasa y, por consiguiente, su capacidad de almacenaje, pero no como para compensar la reducción de episodios de precipitación de pequeño volumen.
Estos valores de almacenaje están referidos a episodios de precipitación continuos, es decir, sin interrupciones; pero con mucha frecuencia, los episodios de precipitación no son continuos, sobre todo las asociadas a frentes. Lo normal es que, dentro de un mismo episodio, haya intervalos en los que la precipitación se interrumpe, pero no así la evaporación, ni el viento, en caso de que lo haya. Esto significa que, aunque en el primer intervalo de precipitación la cubierta haya alcanzado la saturación, en los periodos de interrupción de la precipitación, la cubierta, en mayor o menor grado, "se seca", permitiendo en el siguiente intervalo con precipitación un nuevo almacenaje completo o parcial. De modo que, será la suma de todos estos almacenajes sucesivos, la que proporcione el valor total de lluvia perdida por interceptación (Belmonte Serrato, 1997). Siendo en ambientes templado-cálidos áridos y semiáridos en los que con mayor intensidad se manifestará esta situación, haciendo que las pérdidas por interceptación sean más acusadas que en ambientes templado-fríos y húmedos.
2.2. Precipitación neta y pérdidas por interceptación
Antes de alcanzar la saturación de la cubierta, un parte de la precipitación alcanza el suelo sin llegar a ser interceptada; es la denominada "trascolación libre", y su valor varía entre prácticamente 0% en cubiertas densas, hasta valores cercanos al 100% en lugares sin apenas coberturas vegetales, aunque siempre habrá algunas herbáceas u hojarasca. Salvo en el caso de ausencia total de cubierta, la mayor parte de la precipitación será interceptada y acumulada en la cubierta hasta que este alcance la saturación, tanto del follaje como de ramas y troncos, dividiéndose en tres flujos hídricos: trascolación (goteo de cubierta), escorrentía cortical y evaporación. Los dos primeros flujos constituyen la precipitación neta, la que alcanza el suelo, y el tercero constituye la pérdida por interceptación.
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
En las siguientes tablas se muestran los valores de trascolación, escorrentía cortical y pérdidas por interceptación, en distintas especies de árboles (Tabla 2) y arbustos (Tabla 3).
Tabla 2. Algunos valores de trascolación, escorrentía cortical e interceptación, en porcentaje de la precipitación incidente, para distintas coberturas/especies de árboles, al 100% de cobertura. T (Trascolación), EC (escorrentía cortical); LLN (Lluvia neta); I (Pérdida por interceptación)
Tipo de cubierta T EC LLN I Referencia
Bosque de pino (Francia) 65,7 1,3 67 33 Aussenac (1968)
Eucalipto (España) 90,6 2,3 92,9 7,1 González-Hdez et al (1993)
Eucalipto (España) 78 7 85 15 Gras et al (1993)
Fagus sylvatica (España) 74,2 8
Serrano- Muela et al. (2012)
En árboles, el goteo desde la cubierta (trascolación), varía desde un 90% de la precipitación incidente hasta el 61% y la escorrentía cortinal desde un 0,5% hasta un 14%. Como se ha comentado en la introducción, la disparidad en los valores de goteo y escorrentía cortical, en las distintas especies depende mucho del estado fenológico de la planta y la biomasa presente durante el periodo de muestreo (árboles de hoja perenne o caduca, situaciones de sequía, etc.), así como de la tipología y estructura de la cubierta (rugosidad de la corteza, tipo de hojas, etc.).
Pero, en mayor o menor medida, se demuestra que la interceptación de la precipitación por la vegetación supone una pérdida de agua precipitada que oscila, en los datos aportados en la Tabla 2, entre el 7 y 15% en eucalipto, en condiciones mediterráneas húmedas, hasta el 38% en pino carrasco, en condiciones mediterráneas semiáridas. En general, observando los datos de la Tabla 2, los pinares ocasionan mayores pérdidas por interceptación que otras especies. En general, los bosques de coníferas están entre las formaciones vegetales con mayor capacidad de interceptación, con pérdidas de entre el 21% y el 38% de la precipitación media anual (CarlyleMoses, 2004).
Aunque tampoco son desdeñables las pérdidas del 20% de la precipitación, ocasionadas el olivo; sobre todo, si tenemos en cuenta que es un cultivo sometido a poda anual. También hay que tener en cuenta, que estos valores de goteo, escorrentía cortical e interceptación, se refieren a
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
los árboles individuales, sin tener en cuenta los estratos de vegetación que hay bajo ellos (arbustos, herbáceas y hojarasca) que, as u vez, ocasionan también pérdidas considerables.
Tabla 3. Algunos valores de trascolación, escorrentía cortical e interceptación, en porcentaje de la precipitación incidente, para distintas coberturas/especies de arbustos, al 100% de cobertura. T (Trascolación), EC (escorrentía cortical); LLN (Lluvia neta); I (Pérdida por interceptación).
Retama sphaerocarpa (España) - - 90 10 García Estringana (2011)
Dorycnium pentaphyllum (España) - - 64 36 García Estringana (2011)
Colutea arborescens (Guadalajara) - - 80,1 19,9 García Estringana (2011)
Medicago strasseri (Guadalajara) - - 61,1 38,9 García Estringana (2011)
En arbustos, aunque por tamaño y cantidad de biomasa inferiores a los árboles, tienen una capacidad de almacenaje ligeramente inferior (ver Tabla 1), lo cierto es que eso no se refleja en la pérdida de precipitación por interceptación que ocasionan. De hecho, presentan mayor porcentaje de pérdida media, como puede observarse en la Tabla 3, en la que se ve que los valores de pérdida por interceptación en distintas especies de arbustos, oscila entre el 21% y el 45% de la precipitación incidente. Belmonte Serrato (1997), concluye que el matorral, genera mayores pérdidas por interceptación que el arbolado y García Estringana (2011), concluye que: "Los arbustos pueden generar pérdidas por interceptación de una magnitud similar a la de los bosques"
Aunque, como puede observarse en la Tabla 1, los árboles presentan una capacidad de almacenaje ligeramente superior a la de los arbustos, el hecho de que estos puedan generar mayores pérdidas por interceptación, podría explicarse por las diferentes condiciones microclimáticas que generan cada tipo de cobertura. El arbolado, con mayor altura y densidad de cubierta, obstaculiza con mayor efectividad la radiación solar incidente, disminuyendo la temperatura en el interior y bajo el dosel vegetal, además de obstaculizar el efecto del viento, ocasionando un menor flujo de evaporación. En cambio, los arbustos, con copas mucha más cercanas al suelo, tienen menos capacidad para obstaculizar la radiación solar y el viento, en
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
consecuencia, para reducir la temperatura en el dosel vegetal y debajo del mismo, favoreciendo así la evaporación.
2.3. Ganancias de lluvia por interceptación
Como ya se ha comentado en la introducción, en ocasiones, la interceptación puede generar una ganancia de agua de lluvia que no se obtendría sin ella; es el caso de los episodios de niebla, en los que las pequeñas gotas, normalmente menores de 50 micras, quedan depositadas en la superficie foliar y/o sobre epífitos y pueden, o bien incorporarse directamente a la planta a través de la superficie foliar, o cohesionarse unas con otras hasta que adquieren la masa crítica necesaria para precipitar como goteo desde la cubierta (Aboal, et al. 2013). En este caso, la interceptación de la cubierta vegetal es el artífice de lo que se denomina "precipitación horizontal", para diferenciarla de la precipitación incidente o "vertical” (Aboal, et al. 2013). Evidentemente, la precipitación horizontal (el goteo) sólo se iniciará a partir de la saturación de la cubierta, es decir, cuando se haya superado su capacidad de almacenaje, igual que sucede en las precipitaciones verticales.
No es fácil estimar el aporte de lluvia por interceptación de niebla, por dos razones: la primera, porque se necesitan nieblas densas y persistentes para superar la capacidad de almacenaje de las cubiertas vegetales, y la segunda, porque es difícil separarla de los episodios de precipitación vertical. En general, estos aportes pueden estimarse cuando se obtienen datos de interceptación negativos. En Laurisilva canaria Aboal et al. (2013), indican valores de interceptación de entre "9%" y 51%; y en pinares de entre "-38%" y 32%. Es decir, los valores de aportes de lluvia por interceptación de nieblas oscilarían entre el 9% y el 38% de la precipitación vertical anual. Braojos Ruíz (2010) evalúa la aportación media de agua captada por la vegetación en los episodios de niebla en la isla de Tenerife, y concluye que se produce una captación media de 55 mm al año, de los que 14 mm se evaporan y 41 mm alcanzan el suelo como lluvias netas. Ritter, et al (2008), en un estudio en el Parque Nacional de Garajonay, en La Gomera (islas Canarias), concluyen que el aporte de la interceptación de la niebla supone un incremento de entre un 20% y un 45% de la precipitación vertical anual. Prada et al. (2009) en un estudio en brezales de gran altitud y laurisilva, en Madeira (Portugal), reportan un volumen de interceptación de niebla de 5.100 mm, que supone un 171% superior al volumen de precipitación vertical para el mismo, que se sitúa en 2.996 mm.
Todo esto evidencia que, en zonas climáticas con abundancia de nieblas, el papel de la interceptación de la vegetación como recolectora de agua iguala o supera, su efecto de pérdida por evaporación. Pero en estos ambientes, por lo general, con abundantes precipitaciones verticales, esa función recolectora de "ganancia" de agua de precipitación, no tiene una transcendencia, ni mucho menos, comparable al efecto de pérdida de recursos hídricos que la interceptación ejerce en medios áridos y semiáridos.
3. La
precipitación
en el suelo bajo las cubiertas vegetales
3.1. Distribución espacial de la trascolación y la escorrentía cortical
Además de la importante influencia que la interceptación de la precipitación por la vegetación tiene sobre el balance hídrico, sobre todo en zonas áridas y semiáridas, se ha de considerar su efecto sobre la distribución del agua en el suelo.
Como se ha comentado en la introducción, una vez interceptada, la precipitación que accede al suelo lo hace por dos vías: goteando desde la cubierta saturada (trascolación) y escurriendo por las ramas y troncos (escorrentía cortical). A partir de aquí, la variabilidad en el volumen de agua aportada al suelo por una u otra vía depende factores intrínsecos de las cubiertas vegetales, como el tipo de estructura o su estado fenológico, y de factores externos como la velocidad del viento durante la lluvia.
3.2. Distribución de la precipitación bajo cubiertas arbóreas
En las cubiertas arbóreas, por lo general, la precipitación que alcanza el suelo por goteo (flujo disperso) oscila entre el 60% y el 90% de la precipitación incidente, mientras que la que lo hace a través del tronco (flujo concentrado) oscila entre el 1% y el 10% (ver Tabla 2). Pero, mientras que la escorrentía cortical se concentra en la base del tronco, la trascolación no se distribuye bajo la cubierta de forma homogénea, sino que, muy al contrario, presenta grandes variaciones en los volúmenes de agua que alcanza el suelo bajo la cubierta. Belmonte Serrato (1997), en una parcela con pino carrasco de 252 m2 en la que se instalaron 63 pluviómetros, obtiene diferencias de precipitación en el suelo de entre el 55% y el 125% de la precipitación incidente. En la Figura 3 se muestran dos ejemplos de distribución espacial de la trascolación en dos parcelas de pino carrasco en ambientes distintos de la Región de Murcia (Belmonte Serrato et al., 2013), en las que puede observarse la gran diferencia de trascolación en el suelo entre distintas zonas bajo la cubierta. En el caso de la parcela de El Ardal, con una precipitación incidente de 574 mm, se registraron zonas en los que la trascolación alcanzó los 818 mm y otras en las que no llegó a 200 mm. En las barracas, con una precipitación incidente de 511 mm, se registraron zonas en las que se superó ese valor (hasta 536 mm) y otras en las que apenas superaron los 200 mm.
Figura 4. Ejemplos de distribución espacial de la trascolación bajo cubiertas de pino-matorral. Fuente: Belmonte Serrato et al (2013)
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
Estas diferencias en el volumen de agua que alcanza el suelo bajo las cubiertas vegetales afectarán a las propiedades tanto físicas como químicas de los suelos, y también a la escorrentía derivada de una saturación más rápida del suelo en determinados puntos, que favorecerá el establecimiento de áreas preferenciales de inicio de la erosión hídrica (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999a). Por otro lado, se producen también diferencias en el contenido de humedad entre unos sectores y otros, afectando a la erosionabilidad, la estabilidad de agregados, y la compactación del suelo; y también, a la distribución de raíces que tenderán a concentrarse en los sectores más húmedos. (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1990a).
3.3. El "efecto borde" en laderas
En laderas con elevada pendiente y, sobre todo, en repoblaciones forestales en terrazas, con presencia de viento "remontante", las diferencias de trascolación entre el lado de barlovento y el de sotavento, pueden ser extremadamente acusadas, superiores al 150% de la precipitación incidente (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999a). Esto se produce debido a que, a la trascolación bajo la cubierta, hay que sumar la lluvia directa que llega al suelo sin ser interceptada. Es decir, cuando la lluvia, inclinada por efecto del viento, penetra en el interior del área cubierta y se suma a la trascolación, generarse lo que puede denominarse “efecto de borde”, que ocasiona importantes diferencias de agua en el suelo con respecto al área de sotavento, y que, en el caso de las laderas aterrazadas incide directamente sobre el talud de las terrazas, incrementando en ellos la escorrentía, y, por tanto, el potencial erosivo que puede acelerar la rotura y acarcavamiento de los taludes y acelerar los procesos de degradación de la ladera (Belmonte Serrato y Romero Díaz, 1999a).
5. "Efecto borde" de la interceptación de las forestaciones en laderas aterrazadas
3.4. Distribución de la precipitación bajo cubiertas de matorral
Lo matorrales difieren sustancialmente de los árboles en el modo de distribuir la precipitación interceptada en el suelo. Estos, derivan una gran parte de la precipitación hacia la escorrentía cortical, es decir, al flujo concentrado en la base del tronco. Mientras que los árboles dirigen hacia la escorrentía cortical entre el 1% y el 10% de la precipitación incidente, los matorrales derivan entre el 10% y el 45% hacia este flujo concentrado, que, en algunos casos, supera al flujo de trascolación, como el medido por Belmonte Serrato (1997) en Rosmarinus officinalis (ver Tabla 3) y en Thymus vulgaris en condiciones de lluvia simulada (Belmonte Serrato, 2001) Esto
Figura
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
parece indicar que, de algún modo, la vegetación arbustiva, sobre todo en medios áridos y semiáridos, ha desarrollado estrategias para llevar el mayor volumen de precipitación posible hacia la base de los trocos como flujo concentrado, facilitando así su infiltración a capas de suelo más profundas y accesibles a las raíces, aumentando la disponibilidad hídrica de las precipitaciones. Podría decirse que han desarrollado estrategias para "manejar" en su propio beneficio el proceso de interceptación, aumentando así sus posibilidades de supervivencia en ambientes con escasas precipitaciones.
Domingo et al. (2013), concluyen que: “en Retama sphaerocarpa, Antilys cytisoides y Stipa tenacissima parece existir una estrecha relación entre la estructura de la parte aérea de la planta y la de la parte subterránea. Sus copas favorecen la reconducción de la lluvia por la vía que mejor pueda ser aprovechada por el sistema radicular de la planta, es decir, vía escorrentía cortical en especies con sistema radicular profundo y vía goteo en especie de sistema radicular superficial". Algo que ya sugería Belmonte Serrato en su tesis doctoral (Belmonte Serrato, 1997).
4. Cubierta vegetal, erosión del suelo y recursos hídricos - Óptimo de cobertura
4.1. El efecto de la cubierta vegetal en la protección del suelo frente a la erosión hídrica
En regiones áridas y semiáridas, la degradación y erosión de los suelos y la escasez de recursos hídricos son los mayores problemas ambientales. Ambos problemas están estrechamente ligados, de modo que la reducción de recursos hídricos lleva en, muchas ocasiones, al abandono de tierras de cultivo, a la reducción de la cubierta vegetal, al aumento en el riesgo de incendios y, en definitiva, a la degradación del suelo y aumento de la erosión hídrica (Belmonte Serrato et al, 1999c).
Es sabido que la mejor forma de evitar la degradación y erosión de los suelos es la conservación, restitución o aumento de la cubierta vegetal. La vegetación tiene una función decisiva en el proceso de edafogénesis y la protección y conservación del suelo. De forma directa, actuando mediante su sistema radicular y favoreciendo la incorporación de materia orgánica. Y, de forma indirecta, interceptando la precipitación y evitando así el impacto directo de las gotas de lluvia contra el suelo, modificando su intensidad (Rutter et al., 1971, Aston, 1979; Angulo-Martínez y Beguería, 2013) y el diámetro de gota (Brandt, 1989; Salles, y Poesen, 2000; Roldan Soriano, 2009), que, aunque tiende a ser considerablemente mayor, liberan una menor cantidad de energía cinética al impactar, normalmente, desde menor altura (Wainwright et al., 1999), generando así una menor alteración en la capa superficial del suelo, favoreciendo su permeabilidad y una mayor capacidad de infiltración (Zapata-Sierra y Manzano-Agugliaro, 2008). Aunque también, dependiendo de la altura del dosel vegetal, el mayor tamaño de las gotas puede ocasionar un aumento de la energía cinética al impactar en el suelo (Roldan Soriano, 2009).
Pero no siempre el aumento de la cubierta vegetal o la sustitución de una cubierta de matorral por otra arbórea, implica una disminución de la erosión. En experiencias llevadas a cabo en la cuenca de Mula (Murcia), se concluyó que, en suelos cubiertos por matorral bien desarrollado, las tasas de erosión son del mismo orden que las que se dan en suelos bajo arbolado (Fracis y Thornes, 1990).
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
4.2. El impacto de la interceptación en la reducción de los recursos hídricos
Como se ha visto en el punto 2, tanto las cubiertas arbóreas como las de matorral, provocan una reducción, en promedio, de entre un 10% y un 40%, de la precipitación anual incidente. Pero esta pérdida puede superar, con mucho, estos valores, si consideramos cubiertas forestales densas con todos los estratos de vegetación; árboles, arbustos, herbáceas y hojarasca, que, como se ha visto en la Tabla 1, tienen valores de capacidad de almacenaje similares.
Este gran porcentaje de precipitación interceptada y perdida por evaporación, que no llega al suelo en las zonas cubiertas de vegetación, repercute en una disminución en los volúmenes infiltrados y percolados, a pesar del aumento de la capacidad de infiltración de los suelos cubiertos (Pérez Cutillas et al., 2018), y, en consecuencia, reduce también la recarga de acuíferos (Belmonte Serrato et al, 1999c). El aumento de la cubierta vegetal provoca también un aumento de los valores evapotranspiración (Farley et al. 2005; Nosetto et al. 2005; Molina et al. 2015; Pérez Cutillas et al., 2018), que contribuyen al, ya de por sí, importante descenso causado por la interceptación, en la disponibilidad de agua superficial de la cuenca (Farley et al. 2005, Nosetto et al. 2005), que ocasionan, a menudo una, disminución en los caudales (Bosch y Hewlett,1982; Gallart y Llorens 2004; Buendia et al. 2016).
Trimble y Weirich (1987), hablan de una reducción de los aportes de los arroyos en el Sureste de Estados Unidos, por efecto de la reforestación. Meuser (1990), calcula que unas pocas décadas después de reforestar, la escorrentía superficial se reducirá en un 50% y la traspiración aumentará un 35%, por lo que la recarga de acuíferos se reduciría en un 40%.
En la cuenca del río Taibilla, afluente del río Segura, Pérez Cutillas et al., (2018), observan una reducción significativa del caudal, así como un descenso en la aptitud de la cuenca para producir escorrentía superficial. Hecho que se refleja en el descenso generalizado de los coeficientes de escorrentía y el aumento de la evapotranspiración potencial a lo largo del período analizado.
En sentido inverso, Muñoz Villers et al. (2015), obtienen resultados que muestran que la conversión de bosque a pastizal en el centro de Veracruz provoca un incremento significativo en el rendimiento hídrico anual en las cuencas, explicado principalmente por la reducción de la evapotranspiración; he indican que, si se promueve la regeneración natural del bosque, se esperaría una disminución en el rendimiento hídrico anual debido al progresivo aumento de la interceptación.
4.3. El concepto de “óptimo de cobertura vegetal”
Estas pérdidas por evaporación del agua almacenada, o por el incremento de la evapotranspiración, lógicamente, están directamente relacionadas con la densidad de la cubierta vegetal, que puede expresarse en porcentaje de cobertura. Los valores de interceptación, trascolación y escorrentía cortical incluidos en este trabajo, corresponden a coberturas del 100%. Lógicamente, a medida que se reduce la cubierta vegetal, se reducen las pérdidas en una proporción que es directamente proporcional al porcentaje de cobertura (Belmonte Serrato et al, 1999c). Es decir, para una cubierta vegetal concreta, el valor cero de interceptación se corresponde con el valor cero de cobertura vegetal y el máximo de interceptación, ya sea 20%, 30%, 40% etc. siempre se obtendrá con un 100% de cobertura.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
Por otro lado, se sabe que las pérdidas de suelo por erosión hídrica se reducen de forma exponencial al aumentar la cobertura vegetal (González Hidalgo, 1992; Romero día et al., 1998; Belmonte Serrato et al. 1999d). En este caso, el porcentaje máximo de erosión, corresponda con el valor que corresponda, dependiendo del tipo de suelo, pendiente, uso, etc., se obtendrá en ausencia total de cobertura vegetal (0%), pero su valor mínimo, nunca será cero, aunque la cobertura vegetal sea del 100% (González Hidalgo, 1992; Belmonte Serrato et al, 1999c).
Dicho esto, el "óptimo de cobertura vegetal", para cada tipo de cubierta (arbolado, matorral, herbáceas o cobertura mixta), en relación a las pérdidas por erosión y a las pérdidas de recursos hídricos por interceptación, se situaría en aquel porcentaje de cobertura para el cual, tanto las pérdidas de suelo por erosión como las pérdidas de lluvia por interceptación, resulten equilibradas. De forma gráfica, se situaría en el punto de intersección de las curvas de erosión del suelo y de la pérdida por interceptación, en relación al porcentaje de cobertura (Belmonte Serrato et al, 1999c).
En un estudio llevado a cabo en el campo experimental de "El Ardal" (cuenca de Mula, Murcia); en un grupo de siete parcelas experimentales con distintos grados de cobertura de matorral mediterráneo semiárido y con dos porcentajes distintos de pendiente (4 con 25% y 3 con 11%), Belmonte Serrato et al (1999c), obtienen que el óptimo de cobertura, para ese tipo de matorral se situaría entre el 58% para las parcelas con el 11% de pendiente y entre el 64 y el 65%, para las parcelas con el 25% de pendiente (Figura 6). Con esos porcentajes de cobertura, las pérdidas de lluvia por interceptación, se reducen hasta el 15-17% de las que se obtendrían con una cobertura vegetal del 100%. Como esta se sitúa en torno al 23% de la lluvia incidente, ese porcentaje de cobertura reduciría la pérdida al 4% de la precipitación incidente.
Figura 6. Óptimo de cobertura vegetal en parcelas de matorral mediterráneo semiárido, en relación a las pérdidas de suelo por erosión y las pérdidas de lluvia por interceptación, con pendientes de 11% y 25%.
Fuente: A partir de Belmonte Serrato et al (2009c)
3. La interceptación de la precipitación por las cubiertas vegetales y sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos
Lo mismo sucede con las pérdidas de suelo por erosión que, con ese porcentaje de cobertura, se reducirían también al 15-17% de las que se obtendrían en suelo desnudo. Es decir, se reduciría hasta las 0,08 t/ha/año, frente a las 0,5 t/ha/año que se producen en esas parcelas con suelo desnudo.
5. Conclusiones
Todo el proceso de interceptación de la precipitación por la vegetación, o más bien, la pérdida de precipitación por interceptación, se sustenta en lo que se conoce como "capacidad de almacenaje de la vegetación". Los valores de almacenaje varían de unas especies a otras, y también entre especies arbóreas, arbustivas y herbáceas. En promedio, el almacenaje en las especies arbóreas oscila entre 1 mm y 4,5 mm; en arbustos entre 0,5 y 2; las herbáceas, aunque con muchos menos muestreos presentan una capacidad de almacenaje elevada, entre 1,5 mm y 2 mm, y la hojarasca, también tiene una elevada capacidad de almacenaje de entre 1,5 mm y 3 mm.
No obstante, las pérdidas de precipitación por interceptación son muy superiores a estos valores, debido a que durante el tiempo de duración de los episodios de precipitación, la evaporación no cesa en ningún momento y, además, en la mayoría de episodios la precipitación no es continua en el tiempo, sino que se intercalan periodos de lluvia y periodos sin ella, con lo que se producen, dentro de un mismo episodio, varias "cargas" y "descargas" del almacenaje que elevan los volúmenes evaporados. Así, se alcanzan valores de pérdidas de precipitación por interceptación que oscilan, en promedio, entre el 10% y el 40% de la precipitación anual, sin que haya diferencias significativas entre las especies arbóreas y arbustivas. Las diferencias son más significativas entre la vegetación de ambientes húmedos y los semiáridos y áridos, que son los que suelen presentar mayores porcentajes de pérdidas.
Donde sí hay diferencias significativas, es en el comportamiento entre especies arbóreas y de matorral, respecto a la forma en que distribuyen los flujos de trascolación (goteo) y escorrentía cortical. En las especias arbóreas predomina, muy significativamente, el flujo de goteo desde la cubierta, que oscila en promedio entre el 90% y 50% de la precipitación incidente, mientras que el flujo de escorrentía cortical oscila entre el 1% y el 4%. Las especies arbustivas, en cambio, efectúan un reparto mucho más equilibrado de ambos flujos, alcanzando incluso el flujo de escorrentía cortical valores superiores al de goteo, como ocurre en Rosmarinus officinalis. Es decir, mientras que los árboles optan por la estrategia de dispersar el flujo, los arbustos optan por concentrar la mayor cantidad de agua posible en la base del tronco, quizá como estrategia para aprovechar al máximo las exiguas precipitaciones que se producen en medios áridos y semiáridos.
En cualquier caso, la interceptación de la vegetación es responsable de la pérdida por evaporación de una parte importante de la precipitación anual que no llega a alcanzar el suelo, y numerosas investigaciones han relacionado estas pérdidas con el descenso de caudales en cuencas forestales o reforestadas, en porcentajes similares a los porcentajes de pérdida por interceptación. Lo cual ha de ser tenido en cuenta en los planes de reforestación en cuencas, sobre todo, en medios áridos y semiáridos.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
Los estudios encaminados a determinar el valor de cobertura vegetal óptimo, en el cual se equilibren los valores de pérdidas de lluvia por interceptación con los valores de pérdida de suelo por erosión, son también muy necesarios antes de abordar trabajos de reforestación
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José Alfonso Gómez Calero
Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Córdoba, trabaja desde 2002 como Investigador Científico en el Instituto de Agricultura
Sostenible del CSIC (IAS-CSIC), en Córdoba. Su actividad se centra en la conservación del suelo y del agua en zonas agrícolas, a través del Laboratorio de Erosión de Suelos del IASCSIC.
Sus investigaciones se articulan en cuatro líneas principales: estudios a largo plazo sobre el impacto de diferentes prácticas de manejo del suelo, especialmente mediante cubiertas vegetales en olivar; modelización de procesos hidrológicos y erosivos; caracterización de especies autóctonas para su uso como cubiertas vegetales y control de cárcavas; y el uso de trazadores de sedimento para medir la intensidad de la erosión y detectar zonas críticas.
Ha participado en numerosos proyectos de investigación nacionales e internacionales, incluyendo programas de la Unión Europea como H2020, donde coordina actualmente dos proyectos con China sobre la optimización del uso de suelo y agua. También colabora con empresas y entidades públicas en el desarrollo de soluciones sostenibles para la agricultura.
Además de su labor investigadora, dedica esfuerzos a la difusión y aplicación práctica de los resultados mediante materiales técnicos y divulgativos, como manuales y vídeos. Participa activamente en la formación de posgrado, impartiendo docencia en el Máster Internacional de Olivicultura y Elaiotecnia, y en el Doctorado Interuniversitario en Ingeniería Agraria, Alimentaria, Forestal y del Desarrollo Rural Sostenible, en colaboración con diversas instituciones académicas y científicas...
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
José Alfonso Gómez Calero
Instituto de Agricultura Sostenible CSIC. Avenida Menéndez Pidal S/N 14004 Córdoba
joseagomez@ias.csic.es
Índice
1. Introducción
2. Erosión del suelo y sus mecanismos.
6.
Resumen
La erosión del suelo es una amenaza para la sostenibilidad de los ecosistemas y las sociedades humanas. Ante ello, la forestación es una estrategia clave dentro de políticas orientada a su control y que puede ofrecer múltiples beneficios ambientales y sociales. Para alcanzar dichos beneficios es necesario un entendimiento adecuado de los resto y oportunidades, técnicas y socioeconómicas, que envuelven cualquier proyecto de forestación en función de las condiciones locales. Su éxito depende además de implementación de políticas adecuadas que permitan integrar el esfuerzo público y privado, y garantizar la inversión adecuada para su implantación y gestión futura
1. Introducción
La erosión y la reforestación, por ejemplo, después de grandes incendios como los recientes de California (USDA, 2025) o Chile (NASA, 2025), son dos procesos naturales interrelacionados en los que la acción humana tiene un impacto muy importante. Cuando el ser humano interviene, ambos adquieren una dimensión completamente diferente a la que tienen en ecosistemas naturales, adquiriendo una magnitud e intensidad mucho mayor y teniendo unos efectos ambientales y sociales muy importantes. En este capítulo hablaremos de ellos en su dimensión antrópica, cuando la acción humana acelera la pérdida de suelo y la magnitud de los flujos hidrológicos, y la forestación contribuye a mitigar estos efectos y a restaurar los ecosistemas degradados.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
Para ello se hablará sintéticamente sobre los procesos erosivos, cómo la forestación ayuda a regular los mismos, y también expondrá algún ejemplo de éxito y fracasos para servir de introducción al tema.
2. Erosión del suelo y sus mecanismos.
La erosión del suelo es un proceso natural en el que la parte superior del suelo es arrastrada y transportada fuera de su lugar de origen mediante distintos procesos. El conocimiento de la erosión ha avanzado mucho en los últimos años, gracias a la disponibilidad de nuevas tecnologías. Entre ellas están las dedicadas a su medida y monitorización como, por ejemplo, el uso de sensores remotos (Kubiak et al. 2024) algunos de los cuales permiten la detección de erosión bajo la cubierta forestal (Xu et al., 2019). También gracias a los modelos de simulación de erosión que permiten integrar el conocimiento científico para evaluar la respuesta del suelo a diferentes perturbaciones (e.g., Borrelli et al., 2020; Sartori et al., 2024). En ecosistemas naturales la intensidad de erosión es normalmente baja y cercana a la velocidad de formación de suelo, por lo que el espesor de suelo tiende a mantenerse estable o, a aumentar muy lentamente. Para entender la importancia de mantener esta capa de suelo fértil, conviene recordar dos aspectos esenciales:
1) que el suelo es siempre una delgada capa, de un espesor de entre unas decenas de centímetros hasta unos pocos metros, cuya formación requiere una compleja combinación de procesos físicos, químicos y biológicos que actúan lentamente. Lo que hay debajo de esta delgada capa es el material parental (la roca) a partir de la que se forma el suelo, pero este material no puede soportar la vegetación y la mayor parte de la vida que sustenta un suelo;
2) La velocidad de formación de suelo es muy lenta, con un promedio de alrededor de 0,036 mm por año (Montgomery, 2007)
Cuando la actividad humana acelera los procesos erosivos, normalmente eliminando o reduciendo la cobertura vegetal, esta pérdida de suelo es muy superior a la tasa de formación de suelo (Figura 1). Las estimaciones de pérdida de suelo en zonas sin medida de conservación están en un promedio de 3,9 mm por año, en un rango de 0,1-60 mm año, (Montgomery, 2007).
El resultado final de este desequilibrio sólo puede ser la degradación absoluta del ecosistema por la desaparición y degradación del suelo.
Existen distintos tipos de erosión del suelo, ver Figura 2, siendo los más importantes:
- Erosión hídrica: causada por la lluvia y escorrentía
- Erosión eólica: ocasionada por el viento
- Erosión gravitacional: desplazamiento de suelos por la fuerza de la gravedad. como por ejemplo cuando rueda ladera abajo al labrar, o en los deslizamientos de ladera.
- Alrededor de un tercio de todos los suelos del planeta están degradados, siendo la erosión uno de los principales procesos de degradación de los mismos (FAO and ITPS, 2015; IPBES, 2018). Los tipos de erosión más frecuentes son la hídrica (que afecta a un 55-70 % de los suelos erosionados del mundo) y eólica (alrededor del 20-28% de los suelos erosionados del mundo (FAO and ITPS, 2015; UNCCD, 2017; IPBES 2018). Los
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
cambios de uso y manejo de suelo, así como las variaciones del clima están detrás de esta situación (e.g., Fendrich et al. 2022.). Existe una tendencia a aumentar la superficie de suelos degradados a nivel global, debido a la combinación de usos de suelo y manejos inadecuados combinados con cambios en patrones climáticos (Borrrelli et al., 2020; Sartori et al., 2024). La reforestación es una de las estrategias necesarias para hacer frente al reto de revertir esta situación de degradación de los suelos a nivel global. Por su mayor relevancia, en este capítulo hablaremos de erosión hídrica. Para entender bien los procesos erosivos, hay que entender que actúan a múltiples escalas, en los que intervienen diferentes mecanismos, y en los que la importancia de cada mecanismo varía con la escala.
Figura 1. Imagen mostrando la erosión y deforestación en la parte Haitiana de la Isla de la Española (izquierda) en contraste con el lado forestado de la parte correspondiente a la República Dominicana (derecha). Fuente NASA, Public domain, via Wikimedia Commons.
Así, en el caso de la erosión hídrica hay cuatro mecanismos fundamentales (Figura 3):
1) La erosión por el impacto de la gota de lluvia, en los que la energía cinética de la lluvia la arranca del suelo y la desplaza, si no hay una lámina de agua que cubra el suelo, unos centímetros. Esta erosión por salpicadura actúa a la escala más pequeña;
2) Después está la erosión por flujo superficial, en la que la energía de la escorrentía superficial arranca el suelo y lo transporta ladera abajo. Este mecanismo de erosión es uno de los dominantes a escala de ladera;
3) A medida que la ladera aumenta de longitud, y en función de su microrelieve, la escorrentía se acaba concentrando en pequeños canales, y entonces hablamos de erosión en regueros. En este mecanismo de erosión, al concentrase la energía de la escorrentía en una superficie pequeña, se intensifica su capacidad erosiva;
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4) A medida que aumentamos la escala pasamos ya al nivel de cuenca, donde se conectan hidrológicamente diferentes laderas a través de las vaguadas. A esa escala se concentra la escorrentía de superficies más grandes y aparece la erosión en cárcavas o erosión en cauces. La diferencia entre ambos está en su tu tamaño y persistencia. Cárcavas normalmente se refieren a vaguadas en las que se forma un cauce debido a un evento de erosión intenso, mientras que erosión en cauces se refiere a cauces permanentes de agua (en las que el flujo puede ser continuo o estacional) normalmente de un tamaño mayor que la cárcava (Figura 3). No obstante, la distinción entre ambos es algo difusa, con cárcavas que se pueden convertir en cauces permanentes con flujo estacional.
Entender, aunque sea de manera esquemática, conocer esta actuación de diferentes procesos a diferentes escalas y su integración es imprescindible para abordar de manera racional el control de la erosión y revertir la degradación de los suelos.
Figura 2. Diferentes tipos de erosión, hídrica (a), eólica (b) y gravitaciones (c). Fuente: Žížala et al. (2018) bajo Creative Commons Attribution-NonCommercial License
Figura 3. Diferentes mecanismos de erosión hídrica. Fuente: Autor excepto Salpicadura (US Department of Agriculture, Public domain, via Wikimedia Commons)
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
3. Daños debidos a la erosión
Cuando se habla de daños debido a la erosión, es también muy útil distinguir entre daños “in situ” y daños “ex situ” (Pimentel, 1995). Los primeros son aquellos daños que ocurren donde tiene lugar la erosión, mientras que los segundos tienen lugar en zonas fuera de donde se ocasiona la erosión. La Tabla 1 muestra algunos de los principales daños debidos a la erosión.
La magnitud económica de estos costes varía mucho en función de las circunstancias locales, aunque existen trabajos que permiten dar un orden de magnitud. Uno de los más interesante es el de Pimentel et al. (1995) en la que asigna unos costes a estos daños ex situ e in situ de 124 y 83 € por ha y año (convertidos a euros y actualizados por la inflación a fecha de 2024 por el autor). Cuando se agregan a escala global, estos costes de la erosión alcanzan magnitudes elevadas. Así, Sartori et al. (2024) estiman unos costes anuales derivados de la erosión de suelo de en el rango de 4000 a 11000 millones de dólares hasta 2070, con la variación de las estimaciones debido a diferentes escenarios climáticos y de desarrollo económico.
Esta cuantificación nos permite identificar dos ideas clave:
1) Los costes de la erosión no son despreciables, aunque no desorbitados;
2) En muchos casos los daños ex situ son de mayor relevancia.
Tabla 1. Principales daños in situ y ex situ de la erosión
In situ Ex situ
Pérdida de fertilidad de los suelos.
Pérdida de capacidad de almacenamiento de agua del suelo.
Pérdida de cultivo por arrastre de semillas o arranque de plantas.
Fraccionamiento de la propiedad por las cárcavas y regueros.
Daños a infraestructuras: e.g. colmatación de embalse.
Aumento de los daños de inundaciones, al colapsar las redes de drenaje por el sedimento.
Contaminación difusa de cursos de agua por los nutrientes y agroquímicos transportados en el sedimento.
Pérdida de cultivos al ser enterrados pro sedimento de fuera de la parcela.
El corolario de ambas es que, hasta que el ecosistema esté cerca del colapso con síntomas alarmantes, por ejemplo, descenso en la cosecha, el agente responsable de la erosión tiene poco incentivo para actuar de manera inmediata en su control. Esto ocurre en especial en situaciones en las que el agente tiene otras preocupaciones más urgentes, e igualmente legitimas, como mantener a su explotación agrícola o forestal viable ante gastos inmediatos. A esto se una que es muy difícil repercutir el coste ex situ a los responsables, y estos acaban soportados por otros agentes, o en el caso de bienes públicos (e.g. infraestructuras, calidad del agua, …) por la sociedad en su conjunto. Esto explica que el control de erosión requiera en muchos casos la intervención del sector público, tanto a la hora de establecer regulaciones sobre todo el territorio, ejecutar y/o financiar actuaciones, y proveer apoyo técnico a usuarios finales del sector agroforestal.
La Tabla 2 ofrece otra tipología de clasificación de los daños de la erosión, que ayuda a redundar en la idea de que los daños debidos a la erosión son múltiples y con una amplia repercusión.
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Tabla 2. Clasificación de principales daños de la erosión.
Ambientales
Pérdida de fertilidad de los suelos.
Degradación permanente de los suelos, desertificándolos.
Sedimentación de cursos de agua, afectando la calidad del agua y la biodiversidad.
4. Causas de la erosión
Socioeconómicos
Pérdida de productividad agrícola, reduciendo la seguridad alimentaria.
Coste de restauración: de suelos degradados o de infraestructuras afectadas (e.g. dragado de cursos de agua).
Migraciones forzadas, ya que la degradación de los sueles puede forzar a emigras a comunidades enteras.
En el medio agroforestal las causas de la erosión se deben fundamentalmente a los factores que se sintetizan en la Figura 4. La primera es una reducción de la cobertura vegetal que reduce la protección mecánica del suelo (ayudando a los mecanismos de erosión por salpicadura y laminar) y reduciendo la capacidad de infiltración del suelo, lo cual aumenta la escorrentía y ayuda a intensificar la erosión laminar, por reguero y en cárcavas y cauces. El segundo es una modificación del tránsito sobre el terreno por animales y máquinas que va en la dirección de empeorar propiedades clave para resistir frente a la erosión (reducción de materia orgánica y de estabilidad de los agregados del suelo) y su capacidad de almacenar e infiltrar agua (aumento de la compactación y reducción de la velocidad de infiltración de agua del suelo).
Esta reducción de la cobertura y empeoramiento del manejo se puede deber fundamentalmente a:
1) Deforestación: La tala de árboles reduce la cobertura vegetal, dejando el suelo vulnerable;
2) Agricultura y ganadería con prácticas inadecuadas: Las prácticas agrícolas y ganaderas que se diseñan sin proveer suficiente cobertura de suelo, prevenir la compactación y cuidar sus propiedades físicas, químicas y biológicas acaban acelerando la erosión;
3) Urbanización: El sellado de suelos limita la infiltración de agua, aumentando la escorrentía y la erosión en las zonas donde se concentra
4) Cambio climático: Existen zonas donde el cambio climático aumenta la intensidad de lluvias y sequías, cada uno de los cuales puede intensificar la erosión.
Las causas últimas de la erosión, aunque la misma se explica por mecanismos con base física y biológica, son de carácter socio-económico, ya que estos factores son los que regula la manera que las sociedades humanas gestionan sus recursos naturales (Martínez Valderrama, 2024). Para poder prevenir y mitigar la erosión es necesario entender qué factores hay detrás del cambio del ecosistema que ha dado lugar a la misma. Estos factores pueden ser muy diversos, por ejemplo, la necesidad de los habitantes de un territorio a superar sus límites para sobrevivir al corto plazo, la voluntad de maximizar el beneficio económico por avaricia sin preocuparse de la degradación del suelo, o el desconocimiento al aplicar estrategias válidas en otras condiciones.
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
Figura 4. Efecto de la deforestación (izquierda) y forestación (derecha) sobre la erosión
La restauración de los paisajes vegetales en el semiárido español
5. Impacto de la forestación para control de la erosión
La forestación en este contexto implica plantar árboles en áreas degradadas y puede ser de dos tipos:
1) Reforestación: Restauración de bosques donde ya existían;
2) Forestación: Creación de bosques en áreas donde no había cobertura forestal.
En ambos casos es una estrategia muy adecuada para el control de erosión siempre que estén bien diseñada, ver Figura 4, ya que ayuda proteger el suelo, a regular el ciclo hidrológico y a mejorar la calidad del aire y agua, ya que los bosques filtran contaminantes y almacenan carbono. Es importante recordar que un buen control de la erosión a escala de cuenca requiere no sólo la forestación, sino en ocasiones la realización de obras complementarias como, por ejemplo, terrazas o diques de retención para evitar la erosión en cárcavas y cauces (Figura 5).
Esto es lo que se engloba dentro del concepto amplio de restauración hidrológico-forestal (e.g. Mintegui, 2008; Cózar Castañeda et al., 2019).
3)
Figura 5. Imagen de presa de retención para restauración hidrológico-forestal. Fuente: HylgeriaK (2010, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Check_dam_barcelonnette.JPG#file) bajo Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported
6. Ejemplos de éxito y de fracaso de forestación y control de erosión
En este libro verá de manera detallada diferentes ejemplos de forestación en diferentes lugares del mundo. Esta sección menciona algunos ejemplos para ilustrar el hecho de que un buen
4. Erosión y Forestación: Una concisa visión integral
control de erosión mediante una restauración hidrológicos forestal depende de dos factores esenciales:
1) Una buena forestación que sea capaz de proporcionar una masa arbórea sana, y manejable, adecuada a las condiciones edafoclimáticas y socioeconómicas de la zona
2) Complementar esta forestación con todas las infraestructuras necesarias para completar el control de erosión y la regulación del ciclo hidrológico.
Un buen ejemplo exitoso es la restauración de la Sierra de Espuña, en Murcia. Esta obra fue liderada por Ricardo Codorníu (López, 2013), para combatir la grave deforestación de esta Sierra tras siglos de explotación agrícola, ganadera y forestal, teniendo lugar entre finales del siglo XIX y principios del XX. Entre 1891 y 1920, se plantaron millones de pinos, principalmente carrascos, para recuperar el suelo, proteger los recursos hídricos y frenar la desertificación. Gracias a ello, la Sierra de Espuña es hoy un espacio protegido con rica biodiversidad y atractivo turístico (Figura 6). A escala global destaca la estrategia de control de erosión en el Loess Plateau en China en lo que en la estrategia de “Grain for Green” (algo así como cambiar grano por bosque) se han reforestado desde 1999 unos 32 millones de hectáreas, 15 de ellos en suelo agrícola (Li et al., 2023). Otra iniciativa de restauración a gran escala en la que la reforestación juega un papel clave es la del “Great Green Wall” (Gran muralla verde). Esta es una iniciativa que desde 2009 trata de restaurar ecosistemas y suelos en la región del Sahel y del Sahara a lo largo de unos 7000 km con un enfoque sistémico para generar empleos y riqueza a la vez que se revierte la degradación ambiental (UNCCD, 2020).
Figura 6. Masa forestal alrededor del Morrón de Espuña. Fuente: Lorenzo Soriano, mediante Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International
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En otras ocasiones, la forestación no ha sido capaz de controlar la erosión y restaurar el suelo. Un ejemplo son restauraciones en áreas de minería a cielo abierto en diferentes zonas de España (Figura 7). En ellas, una mala evaluación previa de la composición del suelo alterado por la minería y las condiciones climáticas locales dio lugar a que las especies plantadas no lograran establecerse bien ante las malas condiciones del suelo, y la incapacidad de las especies elegidas a estas condiciones extremas.
Figura 7. Falta de implantación de masa arbórea en antigua mina de carbón restaurada en la provincia de Córdoba. Fuente: Google Earth, elaboración propia
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Luis Ocaña Bueno
Ingeniero Técnico Forestal por la Universidad Politécnica de Madrid.
Ingresó en 1984 en el antiguo Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, antes del traspaso de competencias al Instituto Andaluz de la Reforma Agraria, en la Dirección Provincial de Jaén, desarrollando funciones de gestión de los viveros de dicha Dirección Provincial, y de gestión forestal en la zona Norte de la provincia.
Pasó en 1989 a TRAGSA. Hasta 1997 desarrolló funciones como responsable de asistencia técnica para la actual área de Recursos Genéticos Forestales del MITERD, trabajando principalmente en el desarrollo de técnicas de producción de planta que permitieran una mejor implantación en las repoblaciones, mediante la aplicación de técnicas para la adaptación fisiológica de las plantas a las condiciones de los ambientes áridos de la península.
Hasta 2008 gestionó los viveros propios de la empresa, como Jefe de Departamento de Mejora Agroforestal, continuando con la implantación de nuevas técnicas de multiplicación y de cultivo de plantas agroforestales, estableciendo con este fin una estrecha colaboración con la Subdirección de Innovación.
A partir de 2009 pasó a esta Subdirección, como Jefe de Departamento de Medio Natural, desempeñando funciones tanto en el área de recursos genéticos, como en incendios y emergencias y en la utilización de las nuevas tecnologías en la gestión del medio natural y la conservación de la naturaleza.
En la actualidad, una vez jubilado, ejerce el cargo de tesorero en la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal.
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España - Facilidades para su realización
Luis Ocaña Bueno
Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales locana956@gmail.com
2. El potencial de los montes en la captura de agua, en la absorción de CO2 y en la protección del suelo
2.1. Síntesis de la evolución y situación de la superficie forestal española
2.2. Captura de agua por las masas forestales........................................................................
2.3. La gestión forestal para la absorción de CO2 ...................................................................
2.4. La cubierta vegetal en el control de la erosión................................................................
3.
4. El marco estratégico y legislativo para la repoblación y la selvicultura en Europa y en España
4.1.
4.5. Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación
5. Los incentivos para la repoblación y la gestión forestal en España
Resumen
Los bosques y otras formaciones forestales contribuyen a la conservación de la biodiversidad, y a la creación y desarrollo de los suelos sobre los que se asientan. Ese papel es especialmente importante en las regiones españolas con riesgo de desertificación, dando especial relevancia a algunos de los aspectos más protectores de los bosques: la conservación del suelo, la regulación hídrica y la fijación de CO2.
El marco legislativo, el sistema de incentivos de la Política Agraria Común de la UE (PAC) y los mercados voluntarios de Carbono, permiten dotar de recursos financieros a la realización de las tareas forestales, tanto de repoblación como de gestión selvícola, si bien estas ayudas son todavía muy inferiores a las que se proporcionan a otros sectores rurales, y en cierto sentido están sometidas a mayores exigencias en cuanto a instrumentos de gestión para acceder a ellas.
El capítulo analiza el potencial de los montes en la captura de agua, absorción de CO2 y protección del suelo y remarca que alcanzar los objetivos en estos ámbitos requiere la gestión de las masas forestales resultantes mediante una selvicultura orientada a su cumplimiento.
En España la mayoría de la propiedad forestal es privada (un 72%). Por las limitaciones de clima y a veces de suelo la rentabilidad de la explotación de montes es muy reducida lo que, unida al minifundismo, remarca la importancia de poner en práctica los numerosos instrumentos de planificación, legales y de incentivos para regular, impulsar y proteger la multifuncionalidad de los bosques. El autor repasa los principales disponibles, todos con aspectos de interés, y la dotación de Fondos de Naturaleza, en su caso reforzados para las regiones con mayor riesgo de desertificación.
1. Introducción
Los bosques y otras formaciones forestales contribuyen a la conservación de la biodiversidad, la creación y desarrollo de los suelos sobre los que se asientan y conforman, la regulación hídrica, la lucha contra la desertificación y la mejora de la calidad del agua y del aire. Además de ser un almacén de carbono y una reserva de energía renovable, son proveedores de recursos y servicios esenciales para la vida y el bienestar de los ciudadanos, constituyendo una fuente de empleo e ingresos en las comunidades rurales (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2022a)
En toda España, la situación biogeográfica y la geomorfología hacen que el territorio sea muy sensible a los procesos erosivos y los riesgos hidrológicos, y particularmente vulnerable a los efectos adversos del cambio climático. Esta situación está especialmente presente en las regiones españolas con riesgo de desertificación, dando especial relevancia a algunos de los aspectos más protectores de los bosques: la conservación del suelo, la regulación hídrica y la fijación de CO2. Todo ello en un espacio dotado de gran biodiversidad. 3
En este contexto, el crecimiento y la gestión de las superficies forestales es de gran importancia tanto para la conservación del medioambiente como para el aprovisionamiento hídrico, la seguridad de los cultivos y el bienestar de las poblaciones situadas aguas abajo.
En España, el crecimiento de las superficies forestales en estos tiempos se está produciendo por dos vías complementarias: por un lado, por un proceso de colonización natural de superficies
3 En este texto tendremos especialmente en cuenta a los territorios españoles que en la cartografía elaborada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desertificación de 1977 se clasificaron con riesgo de desertificación muy alto: las provincias de Málaga, Granada, Almería, Murcia, Alicante, Valencia y Castellón. En esa misma cartografía aparecen con riesgo moderado gran parte del Valle del Ebro, la Meseta Central, Extremadura y Huelva
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5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
abandonadas por la agricultura y por otro por las repoblaciones artificiales. Ambas vías son importantes en estos momentos, y en ambos casos hay que dar relevancia a otro factor: la gestión silvícola adecuada.
El cambio climático, unido al abandono de muchas zonas forestales, ha puesto de manifiesto vulnerabilidades que amenazan la conservación de los bosques al debilitar a los árboles y hacerlos más propensos a plagas y enfermedades y a incendios forestales. La maximización de la penetración del agua en el suelo (como se pone de manifiesto en otro trabajo de esta publicación) y de la absorción de CO2, requieren no solo repoblar, sino realizar una selvicultura que mantenga las masas forestales en condiciones idóneas para cumplir estas funciones, al tiempo que se mejoran los aprovechamientos y se previenen los incendios forestales.
Es preciso por tanto no solo repoblar, sino también gestionar las masas generadas con el fin de garantizar la salud de los bosques y conseguir los mejores resultados medioambientales, sociales y económicos. Y esto debe realizarse, en el caso de las regiones con riesgo de desertificación, en unas condiciones de baja rentabilidad, con una propiedad generalmente muy fraccionada, y con escasez de recursos técnicos y económicos.
El marco legislativo, el sistema de incentivos de la Política Agraria Común de la UE (PAC) y los mercados voluntarios de Carbono, permiten dotar de recursos financieros a la realización de las tareas forestales, tanto de repoblación como de gestión silvícola, si bien estas ayudas son todavía muy inferiores a las que se proporcionan a otros sectores rurales, y en cierto sentido están sometidas a mayores exigencias en cuanto a instrumentos de gestión para acceder a ellas. Es necesario en este sentido avanzar hacia la plena integración del sector forestal en el sistema de incentivos de la PAC, o hacia la creación de una política forestal específica que apoye al sector para garantizar la obtención de los importantes servicios que los bosques aportan a la sociedad
2. El potencial de los montes en la captura de agua, en la absorción de CO2 y en la protección del suelo
2.1. Síntesis de la evolución y situación de la superficie forestal española
La superficie forestal en España supera los 27,8 millones de ha, más del 55% de la superficie del país. Dos terceras partes de esta superficie son arboladas, y el resto desarboladas. Pero esto no quiere decir que esta superficie desarbolada tenga como destino ideal su repoblación: muchas superficies de matorrales y otras superficies no arboladas están protegidas, y son un componente muy importante de la biodiversidad.
Históricamente, la superficie forestal arbolada, que sufrió su última caída importante tras las desamortizaciones del siglo XIX, ha tenido un crecimiento continuo en el siglo XX, especialmente a partir de 1940, cuando se aceleró la ejecución de los planes forestales diseñados en el primer tercio de este siglo. Desde la fecha mencionada, las repoblaciones forestales, desarrolladas tanto por las políticas forestales nacionales como por la forestación de tierras agrarias de la PAC, de la Unión Europea, a partir de finales del siglo pasado, han supuesto una cifra próxima a los 5 millones de ha, a lo que habría que sumar el crecimiento natural de las superficies arboladas
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como consecuencia del abandono del medio rural. En los últimos 25 años, el crecimiento medio anual de la superficie arbolada es de 60.000 ha.
Los bosques y las superficies forestales en general son por su naturaleza multifuncionales, y así está reconocido en la legislación. Es decir, cumplen varias funciones, la mayoría de ellas sin compensación económica directa: como ya se ha mencionado, contribuyen a la conservación de la biodiversidad, a la creación y la conservación del suelo, a la regulación hídrica, a la lucha contra la desertificación y a la mejora de la calidad del agua y del aire, además de sus funciones sociales y económicas. En la mayor parte del territorio español, los servicios ecosistémicos, entre los que destacan la captura de agua, la conservación del suelo y la absorción de CO2, tienen una mayor relevancia que las funciones productivas.
El Noroeste de España y la Cornisa Cantábrica se encuentran entre las zonas más productivas de Europa, si bien son una parte pequeña del país, en torno al 15%. Desde esas regiones, hay una evolución progresiva hacia condiciones más áridas. En el Levante y Sureste del país se localizan las zonas de mayor dificultad para el establecimiento y el crecimiento de las masas forestales.
En este contexto, las necesidades prioritarias de restauración forestal se centran en terrenos con alto riesgo de desertificación y degradación de tierras, fundamentalmente zonas afectadas por incendios forestales en las que no se prevea una adecuada regeneración natural de la vegetación a corto plazo, y superficies con graves pérdidas de suelo y elevados riesgos hidrológicos de avenidas e inundaciones. Estos terrenos son una parte considerable del país (Ver nota 1).
La Estrategia Forestal Española Horizonte 2050 (EFE), prevé una reforestación de 20.000 ha anuales, que sin duda serán superadas por el avance de los bosques, de manera natural y de las plantaciones forestales comerciales, muchas veces sobre superficies agrícolas abandonadas. Sin duda las regiones en riesgo de desertificación del Levante y el Sur españoles son de las zonas más necesitadas de estas actuaciones.
No debemos olvidarnos de que, para alcanzar los objetivos de captación de agua, absorción de CO2 y protección del suelo, que son la razón principal de la restauración forestal en estos ámbitos, es necesaria la gestión de las masas resultantes mediante una selvicultura orientada al cumplimiento de estos objetivos.
En este sentido, un dato relevante es la superficie forestal ordenada, importante para reflejar la intensidad de la gestión forestal, y necesaria para el acceso a los incentivos para la actividad forestal. Esta superficie ha crecido sustancialmente en lo que va de siglo, habiendo alcanzado a finales de 2021, última cifra disponible a nivel nacional, 6.108.384 ha, el 21,5% de la superficie forestal total (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2023a). El incremento de este porcentaje y el asociacionismo forestal para superar los problemas que genera el minifundismo son dos de las principales ambiciones de la política forestal nacional.
2.2. Captura de agua por las masas forestales
El viaje del agua sobre los ecosistemas terrestres empieza con las precipitaciones descomponiéndose en diversas rutas a partir de encrucijadas llamadas puntos de partición. En los sistemas forestales (Agua Forestal), el primer punto de partición lo constituyen las copas de
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
los árboles que interceptan parte del agua de lluvia (Intercepción). Esta es devuelta a la atmósfera por evaporación directa, sin llegar a tocar el suelo.
La otra parte de precipitación atraviesa el follaje y cae al suelo una vez que las hojas se saturan de agua. Al llegar al suelo, se divide en varias porciones (Maldonado González y Blanco Castro, 2014):
1) Una porción escurre por la superficie del mismo a favor de la pendiente, camino de cotas más bajas (Escorrentía).
2) Otra se evapora directamente volviendo a la atmósfera (Evaporación). Como esta última suele caer sobre vegetación herbácea con mayor o menor cobertura, para simplificar se incluye dentro del concepto de intercepción.
3) Una tercera porción se infiltra en el suelo (Infiltración). De esta:
- Una porción es retenida por el suelo quedando a disposición de los sistemas radicales de las plantas y volviendo a la atmósfera por transpiración.
- Otra porción se infiltra hacia zonas más profundas hasta alcanzar los acuíferos y desde ellos, de forma muy lenta, aflora de nuevo a la superficie a través de la red hidrográfica, camino del mar.
- La tercera porción, se desplaza cercana a la superficie, a favor de la gravedad, aflorando en forma de fuentes o manantiales más o menos lejanos de donde se infiltró (infiltración subsuperficial).
Partimos de la consideración de que a través de la selvicultura y la ordenación de las masas forestales se puede influir en los destinos del Agua Forestal y por tanto que sus gestores puedan influir en la optimización de los dos conceptos que la componen. El agua verde es la suma de la intercepción, evaporación y transpiración, y es equivalente al concepto conocido como evapotranspiración. En clima mediterráneo y suelo cubierto de vegetación leñosa o pastos, supone aproximadamente un 75/80% de las precipitaciones. De este 75/80%, la suma de intercepción y evaporación (Intercepción total), suele ser un valor próximo al 25% del agua verde. La transpiración supone el otro 75% y se puede decir que es directamente proporcional a la temperatura.
El agua azul, es la suma de la escorrentía y la infiltración profunda y subsuperficial. Es la que de una forma u otra va a parar a la red hidrográfica: arroyos, ríos, lagos y embalses. En clima mediterráneo y sobre suelo cubierto de vegetación leñosa o pastos, supone aproximadamente un 25% de las precipitaciones. El agua azul de una cuenca mediterránea varía dependiendo de la estacionalidad de las precipitaciones y de la temperatura. Si los máximos de precipitaciones son invernales y los inviernos son frescos, la fracción de agua azul es mayor que si los máximos de precipitación son primaverales y los inviernos templados.
La gestión de los recursos hídricos en tierras forestales mediterráneas se basa en la intervención interesada sobre todos estos procesos. Las actuaciones de gestión a favor de un mayor volumen de agua verde tendrán como objetivo disminuir la erosión, aumentar la cubierta vegetal de un tipo u otro o aumentar la producción de productos, y servicios ambientales asociados, entre los que suelen primar la biodiversidad, el paisaje y el recreo. Las actuaciones a favor de un mayor volumen de agua azul tienen como objetivo principal el incremento de caudales para el uso
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doméstico, el riego, la producción de energía… en definitiva para su almacenamiento en embalses4 (Fernández Escalante y García Rodríguez, 2004)
La transformación de los montes para abordar una situación donde el recurso hídrico pasa a ser esencial en la toma de decisiones se plantea aplicando contenidos de otras disciplinas tradicionales a este nuevo punto de vista. Sobre algunos temas casi no se dispone de información, aunque poco a poco la investigación está rellenando las lagunas existentes. Por este motivo la norma principal de actuación será la prudencia, el conocimiento intenso de la zona donde se va a actuar y la necesidad de contemplar cada actuación bajo todos sus efectos posibles.
De forma matizable con el clima y la situación del suelo y la vegetación, una mayor cobertura vegetal implica una menor producción de agua azul en la cuenca. En cambio, esa agua azul será de peor calidad si se disminuye dicha masa. La gestión debe buscar el equilibrio entre protección del suelo, cantidad y calidad de agua azul. En las condiciones de los territorios españoles en riesgo de desertificación, por lo general será preferente la producción de agua a la producción forestal.
Las zonas de vocación principal para la producción de agua azul son aquellas donde las precipitaciones de noviembre a marzo son claramente superiores a la evapotranspiración. Estas zonas tienen precipitaciones superiores a 500 mm en general.
Se debe dividir el territorio en unidades de planificación, que pueden ser cuencas y subcuencas hidrográficas. Se tendrá en cuenta la orientación de las laderas: en las solanas la apertura de la masa boscosa será prudente para evitar erosiones.
Lo siguiente a tener en cuenta son las pendientes: al menos se establecerán dos divisiones, mayores y menores del 20%. En estas últimas, la densidad de la vegetación puede ser mínima, en función fundamentalmente de la textura de los suelos. En general, las cubiertas forestales no deben sobrepasar el 50%-70% dependiendo de las pendientes.
Se debe favorecer la permeabilidad de los suelos, para favorecer la infiltración en profundidad. Para ello se debe proceder a:
- Restaurar todas aquellas superficies con suelos desnudos o procesos erosivos en marcha, a partir de la plantación de vegetación con muy bajo nivel de exigencias en agua.
- Disminuir la carga ganadera o cinegética sobre dichos puntos, con lo que además se mejora la calidad del agua en los manantiales.
- Realizar laboreos que aumenten la infiltración como, pueden ser subsolados y acaballonados.
2.3. La gestión forestal para la absorción de CO2
Los bosques españoles fijan actualmente alrededor del 19% de las emisiones totales de CO2 producidas en España, lo cual les confiere un papel transcendental en el ciclo del carbono. Con este dato, una selvicultura que incorporase la fijación de CO2 por las masas forestales como uno
4 También es importante considerar la posibilidad de la recarga artificial de acuíferos
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
de sus objetivos puede resultar económicamente rentable y debería ser tenida en cuenta dentro de los programas de gestión sostenible de nuestros bosques (Montero et al., 2005)
Se estima que, combinando estrategias de conservación forestal con proyectos de restauración forestal en todo el mundo, los bosques podrían resultar un sumidero neto de carbono a largo plazo, permitiendo secuestrar entre un 20 y un 50% de las emisiones netas de CO2 a la atmósfera.
Los bosques no pueden fijar todo el carbono que se emite, pero tienen cierta capacidad de fijación y almacenamiento. Esto permite mitigar el problema durante un tiempo, es decir, los bosques ofrecen la oportunidad de «comprar el tiempo necesario» para poner en marcha nuevas estrategias que logren la reducción de emisiones.
Las estrategias de reducción de Carbono atmosférico se integran en tres actuaciones fundamentales en el ámbito forestal:
- Conservación: evitando deforestaciones masivas, grandes incendios y otras catástrofes naturales o artificiales.
- Gestión sostenible: aplicando estrategias selvícolas capaces de optimizar la fijación de carbono y de influir en el tipo de productos extraídos a través de los aprovechamientos, favoreciendo la regeneración de la masa, adelantándose a la acción de la naturaleza y fomentando la aplicación de programas de selvicultura preventiva contra incendios.
- Reforestación: ejecutando programas de reforestación de áreas degradadas, protección de cuencas de embalses, plantaciones forestales capaces de obtener productos para, por ejemplo, la construcción de viviendas en sustitución, cuando sea posible, de otros más contaminantes (hierro y hormigón).
El secuestro de Carbono en los sumideros forestales es compatible tanto en masas forestales que cumplan función protectora como en las que tengan finalidad productora.
La gestión forestal puede contribuir al secuestro de carbono a través de acciones enfocadas a aumentar la producción de biomasa forestal, la descomposición lenta de los residuos vegetales, mejorar la estructura forestal o planificar el destino y los futuros usos de los productos obtenidos, para maximizar el secuestro de carbono por los bosques. Claras, cortas, podas, densificaciones o una adecuada gestión de residuos son algunos de los tratamientos que pueden potenciar el efecto sumidero de los bosques.
El desarrollo de programas selvícolas para la mejora de los sumideros de Carbono pasa por una transformación de la selvicultura tradicional, con el fin de orientarla a la conservación de masas forestales orientadas a aumentar a largo plazo la fijación de CO2 atmosférico. Esto dependerá de los siguientes factores:
Planificación
- Elección de especies
- Configuración de la estructura de la masa
- Planificación de las rotaciones y turnos
- Planificación del itinerario selvícola
- Integración de unidades de resiliencia
Ejecución de los trabajos
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- Ejecución de las labores con menores emisiones
- Reducción del impacto ambiental de la maquinaria forestal
Productos
- Planificación del uso forestal de los productos
El aprovechamiento de madera de forma ordenada y sostenible puede ayudar a la fijación de CO2 por los bosques debido al rejuvenecimiento que este aprovechamiento puede producir en la población de árboles, y tanto más cuanto más largo sea el ciclo de vida de los productos derivados. En cambio, si el aprovechamiento se produce de forma desordenada y abusiva, sus efectos pueden ser muy perjudiciales en todos los aspectos.
En la actualidad, se están desarrollando los Mercados Voluntarios de Carbono, que son plataformas a través de las que conectar a los sectores no regulados de la economía con el sector forestal con un objetivo común: la lucha frente al cambio climático. En estos mercados, aquellos que generen o potencien los sumideros de carbono pueden comerciar con el CO2 absorbido como un bien canjeable a través de la figura del crédito de carbono, pudiendo constituir una vía de financiación para las actuaciones de repoblación forestal y de selvicultura (LIFE FOREST CO2, 2017)
Ahora bien, para optar a esta financiación, sería necesario un crecimiento relativamente rápido al menos de las plantaciones de restauración, cosa que no suele suceder en las regiones españolas con riesgo de desertificación, tal como refleja el siguiente cuadro, del que se deducen los crecimientos de dos de las especies forestales más abundantes en este territorio.
Tabla 1. Crecimiento acumulado, en toneladas de madera por pie, de Pinus pinaster, en diferentes zonas de la península, y de Pinus halepensis. Fuente: Proyecto Life FOREST CO2 (LIFE FOREST CO2, 2021). Véase las diferencias de crecimiento entre las zonas del N del país y el resto
P pr Norte Costa P pr Norte Interior P pr Sistema Central P pr Resto P halepensis
En este sentido, aunque en estos momentos las principales vías de financiación privada apuntan a los créditos de Carbono, se comienza a plantear la necesidad de considerar la multifuncionalidad de los bosques, por lo que en el futuro es previsible que, desde el punto de vista de apoyo financiero, se consideren no solo los “mercados de CO2 ” (Asociación Foro de Bosques y Cambio Climático, 2024), sino que se pase a un concepto más amplio de “mercados de la naturaleza” en los que se incluyan otros conceptos. En este contexto, en el caso de las regiones españolas con riesgo de desertificación, habría que tener en cuenta que las principales funciones de los bosques serían la protección del suelo, la conservación de la biodiversidad y la captura de agua azul.
2.4. La cubierta vegetal en el control de la erosión
Los dominios mediterráneos con riesgo de desertificación son espacios de alta fragilidad y vulnerabilidad. La escasez de lluvias, junto a las elevadas temperaturas, han originado un entorno muy frágil, caracterizado ante todo por la debilidad de la cubierta vegetal y la
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
erosionabilidad de los suelos. En el área mediterránea española, la alteración de los precarios equilibrios morfodinámicos por una compleja interacción de factores físicos y hechos humanos ha conducido a una pérdida del potencial biológico de los suelos de amplias áreas del territorio (López Bermúdez et al., 2013)
En relación con este proceso de erosión-desertificación, son bien conocidos los múltiples daños que provoca, tanto a nivel internacional, donde alrededor de 2.500 millones de personas se ven afectadas por el problema, como en España, país especialmente sensible a esta fenomenología por una serie de circunstancias, de entre las que destacan:
- Orografías accidentadas, con extensas superficies de elevada pendiente.
- Clima de tipo mediterráneo en la mayor parte del territorio, con marcada alternancia de períodos húmedos y secos, y precipitaciones irregulares, a menudo torrenciales.
- Suelos pobres, a veces esqueléticos, con unas características en cuanto a textura y estructura que favorecen su disgregación y lavado.
- Falta de una adecuada cubierta vegetal, suficiente tanto para ofrecer protección al suelo frente a la desertificación, como para suavizar y regularizar la escorrentía de las aguas.
En gran parte de España, por tanto, el problema de la erosión es importante porque puede conducir a la desertificación del suelo, secuencia final del proceso erosivo, propiciando con ello su desertización, entendiendo como tal el abandono de la población asentada en ella, al no encontrar ésta los medios y servicios suficientes para alcanzar y mantener un adecuado nivel de vida (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2022b).
La cubierta vegetal reduce sustancialmente tanto la energía de impacto de la lluvia como la energía para producir escorrentía. A partir de aquí hay diferentes opiniones sobre la eficacia de los distintos tipos de vegetación en la protección frente a los fenómenos erosivos. Experiencias realizadas en la zona con diferentes tipos de cubierta, dieron los siguientes resultados:
- Las cubiertas de pinar con sotobosque de matorral, pinar con pastizal seco, matorral y pastizal seco tuvieron niveles de escorrentía y erosión bajos, incluso con fenómenos de lluvia propios de DANA, siempre que la cobertura fuera superior al 70%.
- Las cubiertas con espartal y el suelo sin vegetación tuvieron niveles de escorrentía y erosión significativamente superiores (Chirino Miranda et al., 2003)
Las cubiertas forestales, concluyendo, son necesarias para regular el ciclo hidrológico, permitiendo el almacenamiento de las aguas de manera regulada, absorben cantidades considerables de CO2 y proveen de otros múltiples servicios a la sociedad: conservación de la biodiversidad, paisaje, aprovisionamiento de materias primas y contribución a la evitación de la despoblación.
Es necesario por lo tanto apoyar la creación de estas cubiertas, y su gestión para alcanzar el máximo rendimiento posible en la provisión de estos servicios, valorando en cada caso según el potencial del territorio y sus necesidades. En las regiones españolas en riesgo de desertificación, hay que tener en cuenta que habrá situaciones en que las limitaciones del suelo y el clima reduzcan las posibilidades de implantación de la vegetación, pero en cualquier caso es necesaria la restauración vegetal para alcanzar, aunque solo sea niveles adecuados de protección del suelo y de evitación de la erosión
3. La propiedad forestal en España
3.1. Distribución de la propiedad
En España la mayoría de la propiedad forestal es privada, si bien hay una considerable proporción de propiedad pública, aproximadamente un 28%, la mayoría en manos de la Administración local y de las Comunidades Autónomas.
De la superficie forestal, aproximadamente las dos terceras partes son arboladas y la tercera parte desarbolada. No hay una diferencia sustancial en esta distribución de superficies entre las superficies públicas y privadas.
Tabla 2. Titularidad de la superficie forestal en España
Superficie aprox. (ha)
1. Montes públicos 7.704.722
1.1. Del Estado 321.575
1.2. De las Comunidades Autónomas 1.147.719
1.3. De las Entidades locales
1.4. De otras Entidades de derecho público
2. Montes privados 20.103.358
2.1. De particulares, empresas y sociedades en régimen ordinario (incluidos montes sin dueño conocido) 17.655.841
2.2. De propiedad colectiva
2.2.1. Germánica (Montes Vecinales en Mano Común) 622.755
2.2.2. Romana (Montes de Socios)
2.3. De otras entidades de derecho privado
El progresivo abandono del territorio ha llevado al avance de las superficies arboladas, si bien hay que tener en cuenta dos situaciones en las que el objetivo no será la consecución de una masa arbolada:
1) Los matorrales, superficies que en ocasiones suponen el óptimo de vegetación por las condiciones de clima y suelo en que se sitúan, son también importantes desde el punto de vista de la conservación de la biodiversidad y de los suelos. No siempre se deben plantear como una superficie a repoblar.
2) Especialmente en las zonas con riesgo de desertificación muy alto, hay zonas que pueden ser restauradas de diversas maneras para conservar la biodiversidad, el suelo e incrementar la cubierta vegetal, pero no pueden ser objeto de reforestación en sentido clásico por las limitaciones de las condiciones de suelo y clima.
Para la movilización de los recursos que este potencial territorial podría aportar, hay al menos dos importantes limitaciones:
- En gran parte del territorio, por limitaciones de clima y a veces suelo, la rentabilidad de la explotación de los montes es muy reducida.
- El condicionante anterior, en una parte muy importante de la propiedad, se ve acentuado por un minifundismo que limita mucho las capacidades financieras y tecnológicas de la propiedad forestal.
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
4. El marco estratégico y legislativo para la repoblación y la selvicultura en Europa y en España
Tanto a nivel europeo como nacional existen multitud de instrumentos de planificación, legales y de incentivos para regular, impulsar y proteger la multifuncionalidad de los bosques, de manera que cumplan sus fines medioambientales, sociales y económicos. Los principales son los siguientes.
4.1. Estrategia Europea a favor de los Bosques para 20305
Su objetivo es “aumentar la contribución equilibrada de unos bosques multifuncionales a los objetivos del Pacto Verde y su Estrategia de la UE sobre la biodiversidad”.
Dado que las políticas forestales en la UE siguen siendo nacionales, la Estrategia en este ámbito solo puede estimular la aplicación de los principios de subsidiariedad y de proporcionalidad en el desarrollo con un enfoque que refuerce la coordinación en la UE, con el fin de facilitar los logros del Pacto Verde Europeo y cumplir los compromisos internacionales de la UE. Entre otros objetivos se plantea abordar:
- Los retos climáticos y medioambientales de la UE
- Proteger la naturaleza y la biodiversidad.
- Generar una economía eficiente en el uso de los recursos, neutra en Carbono y plenamente circular y competitiva.
- Encontrar un equilibrio adecuado entre las múltiples funciones de los bosques: Socioeconómicas, medioambientales y climáticas.
4.2. Reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza6
El Reglamento pretende contribuir a:
- La recuperación continua, a largo plazo y sostenida de una naturaleza rica en biodiversidad y resiliente en todas las zonas terrestres y marítimas de la Unión, mediante la restauración de los ecosistemas;
- La consecución de los objetivos generales de la Unión en materia de mitigación del cambio climático y adaptación a este;
- El cumplimiento de los compromisos internacionales de la Unión.
Establece un marco en el que los países miembros deberán poner en marcha medidas de restauración efectivas que, en conjunto, abarcarán al menos el 20% de las zonas terrestres y marítimas de la Unión antes de 2030, y de todos los ecosistemas que necesiten restauración antes de 2050.
En cuanto a gestión de los bosques, deberán contribuir a plantar 3.000 millones de árboles hasta 2030, fomentando la diversidad de especies y la conectividad de los espacios naturales en el territorio.
5 Consejo de la Unión Europea (2022)
6 Parlamento Europeo y Consejo de la Unión Europea (2024)
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
4.3. Estrategia y Plan Forestal Españoles7
La EFE es el documento de referencia para establecer la política forestal española y el Plan Forestal Español (PFE) (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2023b).
Entre los objetivos de la EFE se encuentran:
1) Impulsar decididamente la gestión forestal, fomentando su desarrollo y la ejecución de actuaciones selvícolas acordes a las necesidades de los sistemas forestales.
2) Proporcionar servicios multifuncionales a toda la sociedad: mitigación de los efectos del cambio climático; gestión de los incendios forestales y lucha contra la desertificación; conservación de la biodiversidad, de los ecosistemas y de los recursos genéticos forestales, favorecer la conectividad entre ecosistemas y territorios; regulación del régimen hídrico; provisión de agua de calidad, y protección, mejora y formación de suelos.
3) Fomentar y optimizar la capacidad de los montes y el sector forestal para la generación de actividad económica y empleo en el medio rural y promover el asociacionismo forestal y las fórmulas de gestión forestal conjunta.
4) Potenciar un modelo de gobernanza territorial y gestión de los montes compartido con las poblaciones locales y con el conjunto de la ciudadanía.
4.4. Ley de Montes8
El objetivo de esta ley es “constituirse como un instrumento eficaz para garantizar la conservación de los montes españoles, así como promover su restauración, mejora y racional aprovechamiento apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”.
Un aspecto importante es que se designa a las Administraciones autonómicas como responsables y competentes en materia forestal, de acuerdo con la Constitución y los estatutos de autonomía, una cuestión importante para la gestión forestal en nuestro país.
Son los propietarios de los montes los que primero y más directamente se responsabilizan de su gestión sostenible. Pero es importante que, para garantizar tal gestión, la ley pretende el impulso decidido de la ordenación de montes, a través de instrumentos para la gestión. Para ello, la ley prevé medidas de fomento de la gestión sostenible de los montes, mediante subvenciones y otros incentivos por las externalidades ambientales, además de considerar incluidos entre los fines de interés general los orientados a la gestión forestal sostenible, a efectos de la Ley 49/2002, de 23 de diciembre, de Régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo.
La ley considera a los montes como infraestructuras verdes para mejorar el capital natural y mitigar el cambio climático. Considera que cumplen una función social relevante entre otros motivos por su provisión de servicios ambientales, incluyendo la protección del suelo, la regulación del ciclo hidrológico y la fijación de carbono.
7 Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2022a
8 Jefatura del Estado, 2015
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
Los montes considerados importantes para la protección del suelo y la regulación del ciclo hidrológico pueden ser declarados montes protectores, lo que les supone unas reglas de gestión más exigentes, pero también un acceso más fácil a ayudas.
Determina que las Administraciones públicas promoverán activamente las fundaciones, asociaciones, y cooperativas de iniciativa social, existentes o de nueva creación, que tengan por objeto las materias que se tratan en la Ley y, en particular, la gestión sostenible y multifuncional de los montes, y que puedan colaborar con la Administración en el ejercicio de sus competencias.
Podrán ser objeto de subvención, en los términos fijados en las respectivas convocatorias, las actividades vinculadas a la gestión forestal sostenible.
4.5. Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación9
Esta Estrategia se elabora tras la Declaración de Emergencia Climática y Ambiental por el Gobierno de España en enero de 2020, en el marco del fortalecimiento de las sinergias con las políticas de desarrollo rural, de protección de la biodiversidad y reconocimiento de servicios ambientales, con el impulso de las oportunidades de la transición energética y las energías renovables para generar nuevo empleo verde, así como con las actuaciones diseñadas en el marco de la estrategia frente a la despoblación y el reto demográfico.
Se inscribe asimismo en una nueva agenda internacional, global y europea, para la protección del medioambiente y el desarrollo sostenible, y en un nuevo marco conceptual derivado del avance en el conocimiento de la desertificación y de su relación con el cambio climático, la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, la seguridad alimentaria e hídrica y las migraciones ambientales.
La Estrategia aborda la desertificación como un proceso vinculado a la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Considera la desertificación coma el resultado de la explotación insostenible de los recursos, con una tasa de apropiación mayor que la de reposición. Para revertirla, trata de delimitar los factores que tienen un impacto (directo o indirecto) sobre los recursos terrestres y establece las respuestas necesarias para limitarlos o eliminarlos
Con este fin, el objetivo general de la Estrategia de Lucha contra la Desertificación (ENLD) es contribuir a la conservación y mejora del capital natural asociado a las tierras de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas de España y avanzar hacia la neutralidad en la degradación de las tierras mediante la prevención y mitigación de la desertificación y la restauración de las zonas degradadas.
Este objetivo general se desarrolla en 10 objetivos específicos, que se alinean, aunque sin una relación jerárquica entre los objetivos y los ejes, con los tres ejes principales para su aplicación:
1) Actuaciones para la prevención y la reducción de la desertificación y la restauración de zonas degradadas en el territorio.
2) Capacitación institucional y la gobernanza.
9 Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, 2022c
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
3) Conocimiento y sociedad. Actuaciones para la mejora del conocimiento, de la transferencia y de la participación de la sociedad.
Desarrolla un completo esquema de líneas de actuación y acciones, incluyendo varias fichas de actuaciones, proyectos de investigación y demostración y diseño de herramientas de apoyo a la toma de decisiones.
La Estrategia incluye asimismo un completo Marco económico para su desarrollo, con una amplia descripción de los instrumentos financieros disponibles
5. Los incentivos para la repoblación y la gestión forestal en España
Tanto la EFE como la Estrategia europea a favor de los bosques y la Ley de montes prevén superficies importantes de repoblación, que en España se completan con el avance de la renaturalización de tierras agrícolas abandonadas. Y por otro lado, los instrumentos legales y de planificación en España apoyan la ordenación de la gestión forestal, y plantean un especial impulso a la selvicultura, cuestiones que son de relevancia para obtener los objetivos que se plantean en esta publicación: La restauración en los territorios españoles en riesgo de desertificación, como instrumento de lucha contra este fenómeno.
La EFE plantea un aumento de la inversión forestal para conseguir los objetivos previstos, con un objetivo de 100 € por ha forestal y año, que es algo más del doble de la inversión actual en gestión de los montes, excluida la lucha contra los incendios forestales. Para alcanzarla se plantea el uso de fondos tanto públicos como privados.
La principal fuente de estos incentivos llega a través del Reglamento de desarrollo rural. El FEADER (Fondo Europeo Agrario de Desarrollo Rural) es el principal instrumento financiero a través del que se aplica este Reglamento en el sector forestal. Su destino es principalmente agrícola, si bien también se apoyan a través de él actuaciones forestales. Ha tenido gran importancia en tiempos recientes en la reforestación de tierras agrarias.
El FEDER (Fondo Europeo de Desarrollo Regional) también financia actuaciones orientadas al medioambiente y la lucha contra el cambio climático, si bien su objetivo no es la repoblación y la selvicultura. Igual sucede con el actual Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. En este caso, hay que tener en cuenta el carácter coyuntural de este Plan, aunque su dotación económica es muy importante.
Otros posibles apoyos podrían venir por el lado de la fiscalidad. Actualmente se están proponiendo apoyos mediante regímenes fiscales adecuados para actividades, como las forestales, con rendimientos atípicos y en períodos plurianuales, y apoyos, mediante deducciones de cuota, a las inversiones forestales.
En resumen, podemos decir que aunque la legislación vigente apunta a un apoyo mediante incentivos públicos a la generación de servicios ecosistémicos por parte del sector forestal, estos incentivos aún son muy escasos, y en general las dos fuentes principales, el FEADER y el comercio de derechos de emisión son poco significativos para las regiones españolas con riesgo de desertificación más alto, por el predominio de la agricultura para la captación de estos fondos
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
en el primer caso, y por la escasez de crecimiento, y por lo tanto del potencial de captura de CO2 en el segundo.
Realizar repoblaciones y una selvicultura que maximice la captura de agua y la absorción de CO2 requiere el convencimiento de los actores, y la dotación de los incentivos para fomentar estas actuaciones. Las condiciones de las regiones con riesgo de desertificación requieren condiciones de apoyo especiales por las siguientes razones:
- En regiones con escasa precipitación y con grandes necesidades hídricas, los bosques pueden contribuir a incrementar sustancialmente la captura de agua.
- En estas regiones la protección de los suelos es especialmente necesaria para el mantenimiento de la biodiversidad y la seguridad de la población, dada la frecuencia y agresividad de los fenómenos torrenciales.
- Por el contrario, el escaso crecimiento y la falta de rentabilidad económica hacen muy difícil la atracción de inversiones privadas, incluso con el actual incremento de las inversiones para compensar CO2.
Según los datos que aporta el Anuario de Estadística Forestal de 2021, último publicado, se pueden destacar los siguientes datos:
- Las existencias medias de madera en las provincias bañadas por el mediterráneo, desde Cádiz hasta Castellón están entre 20 y 50 m3/ha. En comparación, en el arco atlántico, entre Pontevedra y Guipúzcoa son entre 126 y 190 m3/ha.
- En 2021 se repoblaron en España 15.776 ha, de ellas solo 1.110 en Andalucía, Murcia y la Comunidad Valenciana, un 7% en un territorio que es el 24% del total nacional. La mayoría de las repoblaciones es con finalidad productora (53%), y privadas (63%), lo que puede explicar la ausencia de actividad en las zonas con mayor riesgo de desertificación.
- En cambio, la superficie forestal ordenada es superior en términos relativos en estas regiones a la media nacional.
La financiación de las repoblaciones tiene los orígenes que muestra la Tabla 3.
Tabla 3. Fuentes de financiación de las repoblaciones forestales
FEADER Otros UE AGE CC.AA. F Mejora Privada 50 3 1 31 1 14
El FEADER se articula a través de un Programa Nacional y de Programas Autonómicos que lo aplican en las respectivas CCAA, siendo la base fundamental de la financiación de las actuaciones de restauración y de gestión forestal.
Estos datos nos indican que las condiciones objetivas para el impulso de la restauración forestal en las regiones en riesgo de desertificación son complicadas desde el punto de vista económico, si no hay un impulso público decidido: El crecimiento en madera, o la posibilidad de aprovechamientos no maderables es escaso; muchas repoblaciones se están financiando por empresas privadas para la captura de CO2, que tampoco es interesante si no hay crecimiento.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
En este contexto, las posibilidades futuras para dotar de recursos a la restauración y la gestión forestal en las regiones en riesgo de desertificación en España se pueden orientar en dos líneas principales:
1) La dotación de “fondos de naturaleza”, como complemento de los actuales vinculados a la absorción de CO2. Estos fondos estarían totalmente alineados con el espíritu de la actual legislación tanto nacional como europea, y cubrirían otros aspectos de la multifuncionalidad de los bosques, como son la biodiversidad, la conectividad de los espacios naturales, la regulación de los regímenes hidrológicos y la prevención de riesgos por avenidas, que actualmente son frecuentes en las regiones del Levante y el Sureste español.10
2) La dotación de recursos específicos para las regiones españolas con riesgo de desertificación, para corregir este fenómeno. Como consecuencia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Desertificación de Nairobi (1977), España apareció como el único país de Europa Occidental con superficies considerables en esta situación. Según la ENLD algo más de 9.000.000 ha están catalogadas como zonas con un riesgo alto o muy alto de desertificación. El desarrollo pleno, y si es posible el refuerzo de esta Estrategia sería necesario.
Teniendo en cuenta que, según se dice en su Marco económico “la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación se configura como un elemento integrador de un conjunto de medidas que en su mayor parte son objeto de políticas, programas y planes sectoriales, la función de la ENLD es optimizar los recursos financieros vinculados con la aplicación de dichas medidas”, su desarrollo está vinculado con el del resto de medidas mencionadas
Las imágenes a continuación ilustran la diversidad de montes en la Península: Desde la Cornisa Cantábrica, pasando por las dehesas, abundantes en el centro y Sur y los montes áridos del Sureste (la foto es de Tabernas, Almería):
10 Parece que el diseño de estos fondos va avanzando en la Comisión Europea, siendo posible que pronto puedan ser aplicables (Hodgson, 2024; EFE, 2025)
5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
Bibliografía
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Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
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5. Necesidad y posibilidad de la Restauración Forestal en España
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Mª Navarro Cerrillo
Doctor Ingeniero de Montes desde el año 1992 por la Universidad Politécnica de Madrid.
Ha desarrollado su actividad profesional en diferentes organismos públicos y empresas privadas, y actualmente es Catedrático del Departamento de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba. Entre sus líneas de
investigación se encuentra la restauración de ecosistemas forestales mediterráneos y tropicales secos, con experiencia en España, América Latina y África.
Actualmente es Director del Máster Oficial Universitario en Geomática, teledetección y modelos espaciales aplicados a la gestión forestal.
Rafael
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
Rafael Ma. Navarro Cerrillo
Departamento de Ingeniería Forestal. Laboratorio de dendrocronología, selvicultura y cambio climático, DendrodatLab-ERSAF, Universidad de Córdoba rmnavarro@uco.es
Índice
1. Introducción
2. Desertificación y sistemas forestales
3. Actuaciones de restauración.................................................................................................
3.2. Restauración ecológica de ecosistemas naturales.........................................................
3.3. Oasificación e Integración de la restauración en sistemas de agricultura intensiva
3.4. Bioingeniería
3.5 Otras medidas
4. Viabilidad
Resumen
La desertificación constituye una grave amenaza para el sureste de la Península Ibérica, y afecta al uso de los recursos de los que depende una parte de la economía regional. A nivel nacional, se estima que aproximadamente el 20% de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas en España sufren procesos graves o muy graves de desertificación. El uso excesivo de los recursos suelo y agua, las condiciones climáticas adversas y el aumento de las perturbaciones ha provocado una disminución en la prestación de servicios ecosistémicos de las áreas con riesgo de desertificación, así como una reducción de la resiliencia de los ecosistemas frente a este tipo de degradación. A lo largo de más de un siglo, las provincias del sureste peninsular han sido pioneras en la lucha contra la desertificación; y, en las últimas décadas, se han desarrollado varias iniciativas nacionales y autonómicas para combatir la degradación de los suelos, incluida la restauración de sistemas forestales. En este capítulo se revisa el estado actual de los conocimientos sobre la restauración forestal en zonas semiáridas degradadas en España. La experiencia previa muestra que la perspectiva de restaurar este tipo de terrenos es técnicamente viable utilizando un conjunto de medidas pasivas (por ejemplo, exclusión de áreas, regeneración natural asistida, pastoreo rotacional) y activas (por ejemplo, reforestación, técnicas de oasificación, mejora del componente biológico del suelo, fomento de la
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biodiversidad), acompañadas, en algunos casos, de medidas de bioingeniería. Aunque no existen ejemplos documentados de todas estas alternativas, sí se pueden ilustrar a través de determinadas experiencias de recuperación de sistemas naturales. Sin embargo, el desarrollo de modelos de restauración basados en procesos más complejos requiere de soluciones nuevas, mediante un enfoque de restauración que opere a diferentes escalas (desde micrositio hasta el paisaje forestal), y que debería adoptarse como marco general para la rehabilitación de ecosistemas de tierras afectadas por procesos de desertificación. Se considera que existen una brecha de información y participación social para poner en marcha este tipo de iniciativas, así como un adecuado análisis de costo-beneficio de las intervenciones de rehabilitación; pero no debe olvidarse que el costo de la rehabilitación y de la gestión forestal asociada es muy inferior a las pérdidas que se derivan de la inacción. Por lo tanto, la colaboración entre las administraciones y la sociedad es crucial no sólo para generar alternativas social y ambientalmente viables, sino también para el éxito a largo plazo de las actividades de lucha contra la desertificación en nuestro país
1. Introducción
La desertificación se considera como una de las amenazas más importantes para el bienestar humano y el medio ambiente debido a sus efectos negativos sobre la biodiversidad, la degradación del suelo, la perdida de recursos hídricos, y el deterioro de los servicios ambientales (Martínez-Valderrama et al., 2016; Glantz, 2019; Mirzabaev et al., 2019). El interés por conocer los efectos negativos que produce la desertificación, en relación con la seguridad alimentaria y con los servicios ecosistémicos, ha aumentado en los últimos 10 años, a pesar de la larga tradición de trabajos relacionados con este tema que se han desarrollado tanto a nivel global (ej., UNCCD, 1994; Charlet et al., 2018, Sterk y Stoorvogel, 2020, ver Capítulo 5), europeo (Tribunal de cuentas europeo, 2018) y nacional (MAGRAMA, 2008). Todas estas iniciativas, y otras muchas, prevén contribuciones importantes a la restauración de millones de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo. Como resultado, se han lanzado varias iniciativas (ej., NNUU, 2021; MITECO, 2022; Reglamento (UE) 2024/1991 del Parlamento Europeo relativo a la restauración de la naturaleza) para restaurar áreas afectadas por procesos de desertificación. La restauración de este tipo de ecosistemas degradados se concibe como una solución que aporta un triple beneficio: recuperar la integridad ecológica de los sistemas naturales, mejorar el bienestar humano y aumentar la resiliencia frente al cambio climático.
Sin embargo, la ejecución de todas estas iniciativas requiere no sólo de prácticas de uso del suelo adecuadas, sino también de modelos de restauración de ecosistemas que incluyan la corrección de los factores que hay detrás de los procesos de desertificación, y que aseguren su viabilidad técnica, ambiental y socioeconómica. En este capítulo se hace una revisión breve de algunos de estos aspectos en el marco del sureste de España, dando una visión general de la restauración de áreas afectadas por procesos de desertificación, así como proponer algunas medidas específicas para abordar estos procesos, incluyendo una valoración del costo económico del papel de la colaboración público -privada en su implantación
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
2. Desertificación y sistemas forestales
Las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas se definen como aquellas en las que la proporción entre la precipitación anual y la evapotranspiración potencial está comprendida entre 0,05 y 0,65, con un valor de índice de aridez (IA) entre 0,20 y 0,50 (UNCCD 1994). En España eso se corresponde con un 74% (37,5 millones de hectáreas) de la superficie. Los usos dominantes de estos territorios son las tierras de cultivo, los cultivos y pastizales abandonados, los matorrales, y una abundante representación de bosques (Suarez Cardona et al., 1991). Los ecosistemas de zonas áridas y semiáridas proporcionan diferentes servicios de regulación, incluidos el agua, el suelo y el clima, al secuestrar y almacenar grandes cantidades de carbono en el suelo. Por ejemplo, y aunque la biomasa vegetal por unidad de superficie de las tierras áridas es menor que la de muchos ecosistemas terrestres, las reservas totales de carbono orgánico e inorgánico del suelo en las tierras áridas comprenden el 27% y el 97%, respectivamente, de las reservas globales de carbono del suelo (Lal et al., 2021).
A pesar de ello, estos ecosistemas siguen sufriendo la amenaza de la desertificación, comprometiendo la sostenibilidad de muchos de los servicios ambientales que generan. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD 1994) define la desertificación como “la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como resultado de diversos factores, incluidas las variaciones climáticas y las actividades humanas”. En España, se estima que alrededor del 74% (37,5 millones de hectáreas) de su superficie está en riesgo de desertificación, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Symenoakis et al., 2007; Rojo Serrano et al., 2009; Sanjuán et al., 2014; MITECO, 2024; Figura 1).
Figura 1. Comunidades Autónomas con mayor riesgo de desertificación (Fuente: https://www.epdata.es/datos/desertificacion-espana-datos-graficos/393)
De esta superficie, el 20% tiene riesgo alto o muy alto de desertificación. Las regiones más vulnerables se encuentran en el sureste del país, especialmente en las comunidades autónomas de Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha, Canarias y la Comunidad Valenciana (Tabla 1, Figura 1). En algunas áreas de estas regiones, más del 50% del territorio ya muestra signos de desertificación.
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
La desertificación es un problema ambiental complejo que combina causas antrópicas, condiciones climáticas adversas (ej., sequías prolongadas o recurrentes, torrencialidad, etc.) y antrópicas (ej., prácticas agrícolas inadecuadas, mala gestión del riego, pastoreo excesivo, expansión urbana; Martínez Fernández y Esteve Selma, 2002; Reynolds et al., 2007; MITECO 2022; Castillo 2023).
Tabla 1. Riesgos de desertificación en España función de las condiciones climáticas
Tipo de Clima Características Climáticas
Mediterráneo Seco Veranos muy calurosos y secos; inviernos suaves; precipitaciones escasas.
Mediterráneo Continental Inviernos fríos y veranos calurosos; precipitaciones moderadas.
Subtropical Temperaturas suaves todo el año; precipitaciones irregulares.
Atlántico Clima húmedo, con temperaturas suaves y abundantes precipitaciones.
Regiones Principales Riesgo de Desertificación
Sureste de Andalucía, Murcia, Alicante Alto a Muy Alto
Castilla-La Mancha, interior de Cataluña
Islas Canarias (especialmente las orientales)
Cataluña, Comunidad Valenciana (norte)
Galicia, Cantabria, País Vasco
Moderado a Alto
Moderado a Alto, especialmente en áreas Áridas
Bajo a Moderado
Bajo
A menudo estas causas actúan al unísono, creando procesos de retroalimentación que agravan el problema (Martínez Fernández y Esteve Selma, 2005). Una vez iniciado estos procesos, las zonas semiáridas son muy sensibles a la desertificación, y el proceso se acelera a través de la erosión hídrica y eólica, la degradación química (ej., la salinización, el agotamiento de la fertilidad y la disminución de la capacidad de retención de cationes), la degradación física (ej., la compactación del suelo, la erosión, etc.) y la degradación biológica (ej., reducción del carbono total y de la biomasa, disminución de la biodiversidad terrestre y del suelo, etc.). En particular, los ecosistemas áridos y semiáridos son muy vulnerables a la desertificación por tener precipitaciones muy escasas, sequías recurrentes, suelos frágiles, y escasa cubierta vegetal (Martínez Fernández y Esteve Selma, 2005; MAGRAMA, 2016; CEDEX, 2017; MartínezValderrama, 2024).
A pesar de los importantes procesos de desertificación en muchas zonas del sureste peninsular, aún es posible identificar la estructura y las funciones básicas del paisaje, a través de la conectividad hidrológica y de las relaciones fuente-sumidero de los recursos básicos como son el suelo, el agua, la biodiversidad y el C (Puigdefábregas et al., 2005; Bautista y Mayor, 2021, Muñoz-Rojas et al., 2021). La conectividad hidrológica define las relaciones entre la escorrentía, que conecta cada una de las unidades del paisaje (ej., micrositios, laderas, red de drenaje), con la recepción de recursos hídricos. Estos procesos vinculan la distribución de los recursos (ej.,
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
agua, suelo, nutrientes) con el mosaico del paisaje (ej., vegetación natural, cultivos) y la función de los ecosistemas (ej., regulación hídrica, ciclos biogeoquímicos), y determinan su estado de degradación (Bautista et al., 2007; Mayor et al., 2019; Martínez-Valderrama et al., 2022 a; 2022b). La conectividad, y funcionalidad, así entendida, son procesos naturales que se modifican por el uso humano de la tierra. La investigación realizada en España sobre desertificación ha identificado los vínculos que existen entre la distribución de los recursos en los mosaicos de vegetación a escala del paisaje, las funciones de los ecosistemas y su estado de degradación (Martínez-Valderrama, 2016). Los resultados obtenidos permiten entender mejor los procesos fundamentales que regulan las funciones de los ecosistemas afectados por la desertificación de cara a su restauración, y ayudan a identificar las principales causas antrópicas sobre estos ecosistemas que resultan en la desertificación y en la pérdida generalizada de funciones y servicios ecosistémicos asociados.
Por otro lado, el cambio climático está exacerbando estos procesos mediante la alteración de los patrones espaciales y temporales de la temperatura, las precipitaciones, la radiación solar, los vientos y un aumento del albedo de la superficie terrestre (MAGRAMA, 2016). Esto acentúa el efecto que la desertificación tiene sobre la pérdida de biodiversidad (Martínez Valderrama, 2016), e incrementa los efectos negativos del cambio climático global a través de la pérdida de capacidad de secuestro de carbono (Lal et al., 2021). La desertificación puede liberar una fracción importante de este carbono a la atmósfera, con importantes consecuencias de retroalimentación para el sistema climático global. Se estima que cada año se liberan 300 MtC a la atmósfera provenientes de sistemas semiáridas (Evaluación de los Ecosistemas del Milenio 2005). El impacto del cambio climático en estos sistemas también debe considerarse en paralelo con los efectos de las presiones antrópicas existentes, causadas por una gestión insostenible de recursos como el agua, el suelo o la biodiversidad, que generan un impacto acumulado cuyo resultado es muy superior a la simple acción individual de cada uno los factores (Martínez Valderrama, 2016; Figura 2).
La degradación de las zonas áridas y semiáridas conduce a una sucesión regresiva de los ecosistemas y los convierte en formaciones vegetales con menor complejidad estructural, biodiversidad, productividad y resiliencia (Suárez Cardona et al., 1992; Puigdefabregas et al., 2009). En general, se estima que entre el 4 y el 10% de la producción primaria neta potencial de las zonas áridas españolas se pierde cada año debido a la desertificación (MITECO, 2022). Esto compromete la productividad agrícola de los suelos a largo plazo, con un impacto muy grave al reducir el rendimiento de aproximadamente el 16% de las tierras agrícolas en el sureste de la Península Ibérica, especialmente en las tierras de cultivo en Murcia, Almería y Comunidad Valenciana. La agricultura intensiva (que es la forma más productiva de sistema de cultivo en zonas áridas) es uno de los principales sistemas de cultivo que se practican en el sureste peninsular (Martínez Fernández y Esteve Selma, 2004, 2005). Los cultivos intensivos representan alrededor del 25% del uso de la tierra en la provincia de Murcia (Porcel y Marín, 2024), y han contribuido ampliamente a crea una matriz de usos del suelo que interactúa con los sistemas naturales de forma directa (competencia por los usos del suelo) e indirecta (competencia por los recursos hídricos). Las razones del incremento de la agricultura intensiva son complejos; pero, entre otras cosas, se debe al aumento de la demanda de los mercados, y a las prácticas agrícolas inapropiadas (Corominas y Cuevas Navas, 2017; Martínez Fernández, 2020). La degradación de las tierras agrícolas aumenta, aún más, cuando se incrementan los periodos de
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sequias severas, que reduce temporal pero drásticamente la productividad del suelo, aumentan la erosión hídrica y eólica, la salinización, la compactación del suelo, la disminución de la materia orgánica del suelo, y el agotamiento de nutrientes (Okur y Örçen, 2020). Con el tiempo, en los casos más extremos, la degradación del suelo en zonas áridas conduce a procesos irreversibles de desertificación. Estos procesos son particularmente graves en las zonas del sureste peninsular, donde la producción agrícola busca aumentar el rendimiento de los cultivos, lo que hace previsible una presión cada vez mayor sobre el suelo (y los recursos derivados, como el agua) para mantener la viabilidad económica de los cultivos. Sin embargo, la escasez de agua en las zonas áridas promueve procesos de salinización del suelo, que es una de las principales causas de la degradación y desertificación de las tierras secas (Okur y Örçen, 2020), que a menudo está asociada con planes de riego o con el aumento de la explotación de aguas subterráneas. Con el tiempo, en los casos más extremos, la degradación del suelo en zonas áridas y semiáridas conduce a procesos irreversibles de desertificación. Estos procesos son particularmente graves en las zonas del sureste peninsular, donde la producción agrícola busca aumentar el rendimiento de los cultivos, lo que hace previsible una presión cada vez mayor sobre el suelo (y los recursos derivados, como el agua) para mantener la viabilidad económica del modelo de agricultura actual. En Murcia, casi el 50% de las tierras agrícolas tiene algún grado de problema de salinización (Soto García et al., 2014). Además de la salinización, el uso inadecuado de las aguas de riego también ha provocado la contaminación del agua, la eutrofización y la explotación insostenible de los acuíferos subterráneos (Lecina et al., 2010)
Figura 2. Factores de riesgo asociados con la desertificación (Fuente: https://op.europa.eu/webpub/eca/special-reports/desertification-33-2018/es/)
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3. Actuaciones de restauración
Las actuaciones de restauración de sistemas naturales afectados por la desertificación están orientadas a recuperar la funcionalidad ecológica de paisajes altamente degradados, donde la restauración al estado original es imposible. Existe una abundante literatura en España que revisa estas actuaciones, y que aportan un marco conceptual general de las posibles alternativas técnicas, así como diferentes estudios de casos que muestran su viabilidad (pero también, sus limitaciones) mediante el análisis de los resultados obtenidos en el campo (ver Mola et al., 2018; Navarro-Cano et al., 2017; Pemán et al., 2021, Tabla 2).
Tabla 2. Modelos, actuaciones y escalas de restauración en ambientes semiáridos (modificado de Navarro-Cano et al., 2017). Se excluyen las áreas afectadas por la minería
Recuperación1
Repoblaciones forestales con dinámica “bloqueada”
Cultivos marginales abandonados
Matorrales antropizados
Zonas de pastoreo extensivo abandonadas
Hidrotecnias (principalmente diques) con procesos de recolonización de la vegetación
Cultivos leñosos abandonados sobre terrazas con procesos incipientes de colonización de la vegetación natural
Poblaciones de especies de flora amenazadas
Restauración ecológica
Repoblación forestal
Enriquecimiento y diversificación
Sustitución2
Transformación3 Situación de partida
Cárcavas y ramblas parcialmente erosionadas
Aterrazados erosionados sin restos de vegetación en la plataforma y/o en la entre terraza
Hidrotecnias (principalmente diques) sin procesos de recolonización de la vegetación
Suelos agrícolas abandonados en paisajes de baja diversidad
Cultivos leñosos abandonados sobre terrazas sin procesos de colonización de la vegetación natural
Cárcavas y ramblas fuertemente erosionadas
Áreas críticas con procesos avanzados de desertificación
Áreas críticas para poblaciones vegetales vulnerables
Cultivos en terrazas con pérdida de las estructuras hidráulicas
Actuaciones de restauración
Repoblación forestal
Restauración ecológica
Oasificación
Restauración de biocostras Bioingeniería
Repoblación forestal
Restauración hidrológicoforestal
Oasificación
Restauración ecológica Bioingeniería
Escala más frecuente de las actuaciones
Cuencas o subcuencas Usos del suelo
Hábitat o microhábitat
1Recuperación, cambios leves o graduales que reducen su composición, estructura y funcionalidad ecológica) o dañado (cambios drásticos) a su estado anterior; 2Sustitución pasiva, en caso de que se detectara una sucesión espontánea hacia el ecosistema de referencia o sustitución activa que, conlleva la restauración de hábitats concretos; 3Transformación mediante la creación de un ecosistema de novo
Sobre la base de estos principios rectores de un proyecto de restauración forestal, en este capítulo se describen cuatro actuaciones generales de restauración de áreas afectadas por procesos de desertificación: i) restauración hidrológico forestal, ii) restauración ecológica de
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ecosistemas sensibles, iii) oasificación, y iv) otras medidas (ej., componente biológico del suelo, bioingeniería, etc.). Este trabajo no pretende abordar de forma exhaustiva cada una de estas categorías, dado el alcance del texto, pero sí ofrecer un análisis de su potencialidad y viabilidad para la lucha contra la desertificación en el sureste peninsular; y por extensión, a otras zonas de España afectadas por procesos de desertificación.
3.1. Restauración hidrológico forestal
La Restauración Hidrológico Forestal (RHF) de cuencas es un conjunto de estrategias y prácticas diseñadas para mejorar el funcionamiento de las cuencas hidrográficas mediante la restauración y la conservación de los ecosistemas forestales y la red hidrológica asociada. Estas estrategias se centran en la gestión y en la rehabilitación de las áreas de captación de agua (las cuencas) para garantizar la disponibilidad y la calidad del recurso hídrico, así como para prevenir y mitigar los impactos negativos de fenómenos como la erosión, las inundaciones y la degradación del suelo (TRAGSA, 1994). Los fines de la RHF son variados y se centran en la regulación hidrológica, la reducción de la erosión, la prevención de inundaciones, la mejora de la calidad del agua, y la conservación de la biodiversidad, como más importantes. En particular en climas mediterráneos o con tendencia a la aridez, es muy frecuente la existencia de fenómenos torrenciales. Se trata de un tipo de evento meteorológico caracterizado por precipitaciones intensas y de corta duración que generan un rápido incremento en el caudal de ríos y arroyos (García Nájera, 1962; Pérez-Soba, 2015). Estos eventos pueden tener efectos devastadores debido a la velocidad a la que se acumula y desplaza el agua. Los riesgos asociados al fenómeno torrencial son significativos y pueden incluir inundaciones repentinas (aumento súbito del caudal y el flujo de agua), el arrastre de sedimentos, rocas y flujos de materiales (lo que puede obstruir ríos y dañar estructuras cercanas), la erosión del suelo en laderas y áreas desprotegidas, la destrucción de infraestructuras (carreteras, puentes, edificios y otras infraestructuras), el peligro para personas y núcleos de población, y la contaminación del agua (transportar productos químicos, desechos y contaminantes en el agua), entre muchos otros. Entre los trabajos destinados a la restauración hidrológica forestal se incluyen como actuaciones principales las siguientes (TRAGSA, 1994):
- Repoblación y restauración de sistemas forestales, lo que implica actuaciones de repoblación forestal en áreas deforestadas o degradadas y la recuperación de ecosistemas riparios, lo que ayuda a reducir la erosión, filtrar sedimentos y contaminantes, y proporcionar hábitats para la fauna y flora.
- Ordenación de los usos del suelo para crear paisajes que optimicen la integración de los cuerpos de agua y las áreas agrícolas-forestales-urbanas con el fin de reducir la escorrentía, los contaminantes agrícolas, mejorar la calidad del agua e incrementar la cantidad y la calidad de los hábitats.
- Construcción de estructuras de control de la erosión (hidrotecnias) que se corresponden con un conjunto de obras de corrección para ayudar a retener el suelo y reducir la escorrentía. Esto previene la erosión y la sedimentación en los cursos de agua.
- Restauración de corredores fluviales para recuperar la funcionalidad ecológica de las áreas ribereñas y de los corredores naturales para especies de flora y fauna, así como mejorar la calidad del agua.
- Restauración de humedales y zonas de inundación, que desempeñan un papel importante en la regulación del flujo de agua y la purificación del agua.
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Las provincias del sureste peninsular han sido de las que históricamente más se han beneficiado de los proyectos de RHF. Algunas de las primeras grandes actuaciones de corrección de cuencas hidrográficas se hicieron en Murcia, desde la restauración de Sierra Espuña (Azorín, 2024), a otras menos conocidas como la Sª del Ricote, Yecla, la Sª de Carrascoy y El Valle, entre otras (Figura 3, Gómez Mendoza, 2002, Castillo et al., 2009).
Figura 3. Actuaciones hidrológico-forestales en Murcia (Fuente: Repoblaciones forestales Puerto de la Cadena. Fuente: D.G. Medio Ambiente, Murcia), y corrección hidrológica en Sª de María (Almería, Fuente Rafael Mª Navarro Cerrillo)
Más recientemente, estas CCAA se han visto beneficiadas por importantes inversiones dentro del Programa de RHF del Gobierno central (Castañeda et al., 2019; Figura 4). Es indiscutible que los sistemas forestales creados por la RHF han sido uno de los resultados principales del Plan Nacional de Repoblaciones (Pemán et al., 2017), contribuyendo a crear mosaicos heterogéneos de vegetación con diferentes usos del suelo y aumentando la funcionalidad ecológica. Los resultados, aunque sujetos a críticas (Maestre y Cortina, 2004; Chirino et al., 2006; Díaz y Serrato, 2008; Gutiérrez et al., 2012; Sánchez-Balibrea et al., 2012), han mejorado, en numerosas ocasiones (-a veces injustamente olvidadas-), las funciones ecológicas clave que operan a escala de paisaje, así como a la recuperación de la integridad ecológica y servicios ambientes de interés social en paisajes degradados (Castillo 1997; Castillo et al., 2001; 2009; Querejeta et al., 2001; Barberá et al., 2005, 2009; Navarro-Cerrillo et al., 2008; Ruiz-Navarro et al., 2009).
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Sin embargo, a pesar de su vigencia, y posiblemente su urgente necesidad en algunas cuencas torrenciales del sureste, el costo de estos proyectos, el contexto político- administrativo y la percepción social, limita, cuando no imposibilita, su desarrollo actual. Sería deseable un análisis y un debate pausado y serio sobre los proyectos de RHF en el marco de una política hidrológica nacional, que necesita el sureste peninsular, y abordar de forma consensuada su desarrollo.
Figura 4. Inversión en los Convenios de colaboración en materia de Restauración Hidrológico-Forestal total y relativa a superficie forestal en el periodo 1985-2010
3.2. Restauración ecológica de ecosistemas naturales
Los ecosistemas naturales de las zonas áridas se cuentan entre los de mayor biodiversidad en España (Alcaraz Ariza et al., 2000) y son de una extraordinaria singularidad (Ministerio de Medio Ambiente, 2003). Por ejemplo, la Región de Murcia tiene una superficie de 511.000 ha ocupada por hábitat naturales y seminaturales, destacando algunos hábitats vegetales de enorme interés y fragilidad (Figura 5; Alcaraz Ariza et al., 2008), y con una flora vascular silvestre que supera las 2000 especies. Varios de estos hábitats se corresponden con formaciones amenazadas por factores naturales (ej., la degradación pasiva de los suelos, el cambio climático, las especies invasoras)eventos climáticos extremos de origen natural, cambios a largo plazo de los hábitats, etc.) o antrópicos (ej., la agricultura intensiva, la sobreexplotación de acuíferos, las especies invasoras, urbanización, etc.),.); y, en consecuencia, de la alteración de las funciones y de los servicios de los ecosistemas derivados. Por tanto, es necesario considerar, como parte de las actuaciones restauradoras, la gestión y restauración de estos hábitats.
Debido a su naturaleza resiliente, la restauración pasiva de los hábitat naturales y seminaturales de zonas áridas son una de las mejores opciones para su conservación, y para mejorar su funcionalidad ecológica (Esteve et al., 1990; Mola et al., 2018). Esto implica, en la mayoría de los casos, regular los factores clave de su degradación. La exclusión de áreas frente a cualquier tipo de usos (ej., Tetraclinis articulata (Vahl) Masters) y la regeneración natural asistida, son formas
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de restauración pasiva, relativamente simples y de bajo costo de ejecución, y que se pueden utilizar para la rehabilitación sistemas forestales de zonas áridas. Su objetivo es proteger las áreas de interés de las perturbaciones humanas y animales, mejorando así la regeneración natural, la diversidad de plantas y animales, la biomasa vegetal y las propiedades físicas y químicas del suelo. A nivel de hábitat, la estrategia de restauración forestal pasiva en zonas áridas debe ser específica de cada localización, y depende, entre otros factores, de la proximidad a las fuentes de semillas, de los bancos de semillas del suelo, de las poblaciones de animales que actúan como dispersores de semillas y de la historia del sitio y, particularmente, de los regímenes de perturbación pasados (Bainbridge, 2012).
Figura 5. Distribución del hábitat de Tetraclinis articulata en las sierras orientales de Cartagena y La Unión (azul: distribución potencial, rojo: presencia actual, naranja: posible expansión, rallado: áreas protegidas). Fuente: Esteve Selma et al. (2019)
Sin embargo, los métodos de restauración pasiva pueden ser insuficientes para rehabilitar sitios gravemente degradados, por lo que, en esos casos, la única opción sigue siendo los enfoques de restauración activa (Pemán et al., 2021). Entre las acciones de restauración activa se encuentran la reforestación, la recuperación de poblaciones y comunidades de especies vulnerables, la creación de bosques islas, el control de especies invasoras, y en algunos casos, el restablecimiento de los cortejos florísticos mediante proyectos de restauración a diferentes escalas (van Andel y Aronson, 2012). Los métodos de restauración activa en zonas áridas son costosos, potencialmente arriesgados (y más en un contexto de cambio climático), requieren de condiciones técnicas y social a veces difíciles de cumplir, y están sometidos a numeras incertidumbres (del Campo et al., 2020), por lo que es particularmente importante ajustar muy bien las condiciones técnicas de los proyectos asociados a este tipo de actuaciones, sea cual sea el enfoque que se le quiera dar (Mola et al., 2018; Pemán et al., 2021). Aspectos, a veces poco
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cuidados o directamente olvidados, como la selección de los materiales de base de los materiales forestales de reproducción, la calidad funcional de la planta de vivero, el diseño de la restauración, las técnicas de establecimiento, o los cuidados culturales son cruciales para lograr un éxito aceptable de estas actuaciones, y no comprometer la supervivencia y el establecimiento temprano (que es la etapa de desarrollo más vulnerable) de las especies implantadas (del Campo et al., 2021).
Restauración de formaciones de matorral
Un caso particular de hábitat en las zonas áridas son las formaciones de matorrales. Se trata de ecosistemas complejos que cubren alrededor del 40% de la superficie de las provincias del sureste español, de la cual más del 80% se encuentran en zonas áridas (Suárez Cardona et al., 1992; San Miguel et al., 2008). Los matorrales son importantes proveedores de bienes y servicios ecosistémicos críticos, incluidos la biodiversidad, la regulación hídrica, y los medios de vida para muchas especies de flora y fauna alto valor ecológico. Este tipo de formaciones ha experimentado una rápida transformación durante el siglo XX y XXI, pasando de estar sometidos a presiones insostenibles, a experimentar un importante proceso de recuperación (Alados et al., 2004), que incrementa su funcionalidad ecológica e hidrológica, contribuyendo a los procesos de edafogénesis y a la mejora de la composición de la vegetación.
En las laderas áridas y semiáridas, debido a sus características geomorfológicas (forma y pendiente), los matorrales actúan como sistemas fuente-sumidero donde las “matas” de vegetación, en un determinado número, tamaño y distribución, funcionan capturando, concentrando y conservando recursos (ej., agua, suelo y nutrientes) (Puigdefábregas, 2003, Tongway et al., 2004; Maestre et al. 2003; Barberá et al., 2006; Navarro-Cano et al., 2017; Figura 5 a). Este fenómeno supone una circulación tridimensional de los flujos hídricos, y la concentración de otros recursos (nutrientes, materia orgánica, propágulos, etc.), formando “islas de fertilidad” (Navarro Cano et al., 2014, 2015; Figuras 5 b y c). Sin embargo, los matorrales también pueden verse afectados por una reducción sostenida de la productividad biológica como consecuencia de procesos de degradación derivados de los cambios socioeconómicos y climáticos, con un fuerte impacto en su biodiversidad, en los procesos de erosión del suelo, y en las alteraciones del ciclo de nutrientes del suelo y de los procesos hidrológicos (San Miguel et al., 2012; Figura 5c).
La gestión de estos sistemas no es sencilla ya que, tradicionalmente, han estado asociados al pastoreo extensivo y al aprovechamiento de productos forestales no maderables (ej., esparto, plantas aromáticas), por lo que no existen alternativas de restauración que resulten sencillas y/o viables. Integrar la heterogeneidad ambiental de las formaciones de matorral en zonas semiáridas en las actuaciones de restauración, aunque atractivo desde un punto de vista científico, resulta complejo de forma práctica (Maestre et al. 2003; Tongway et al., 2004). En ese sentido, para la restauración de formaciones de matorral se han propuesto alternativas de restauración activa (Carreras et al., 1996; Padilla et al., 2009), aunque estas actuaciones no son fácilmente generalizables, siendo más recomendables las actuaciones puntuales (“focos de dispersión” en el sentido de Rey-Banayas et al. 2021), o prácticas de restauración pasiva (ej., acotamientos temporales; Cubas et al., 2017).
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5. Paisaje árido del sureste peninsular (superior), espartales con inclusión de una repoblación de Pinus halepensis (intermedia), y planta de azofaifo (Ziziphus lotus (L.) Lam. inferior). Fuente Rafael Mª Navarro Cerrillo
Figura
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Una de las prácticas de restauración pasiva más inmediata es la reducción/ordenación del pastoreo en las formaciones de matorral (sin que ya sea necesaria la exclusión de la herbivoría, dada su baja incidencia actual) durante un período de tiempo es una técnica que permite rehabilitar los matorrales moderadamente degradados (Martínez et al., 2012). Por ejemplo, en formaciones de matorral en Andalucía se ha encontrado mayor biomasa herbácea, cobertura de pastos, riqueza y diversidad de especies cuando se ha gestionado (Alados et al., 2004 a; Robles et al., 2009; Alados et al., 2011).
En matorrales moderadamente degradados, donde todavía hay algo de cubierta vegetal, ésta puede servir como base para mejorar la dinámica de la vegetación, contribuyendo a aumentar la biodiversidad, incrementar la biomasa y la cobertura, y modificar la estructura de los componentes herbáceos y leñosos, contribuyendo, así, a reducir la degradación (Pérez Solís, 2001). El análisis de las interacciones de los grupos funcionales (nodrizas-facilitadas-pioneras, sensu Navarro-Cano et al., 2017) de especies presentes en algunas formaciones de matorral, y su integración en actuaciones concretas de restauración podría contribuir de forma significativa a la restauración de algunos sistemas de matorrales en zonas áridas.
Programas de restauración de hábitat y especies singulares
Otro caso particular de restauración de la vegetación en zonas áridas son los programas de recuperación de especies y hábitat singulares. Algunos ejemplos son las actuaciones realizadas para la restauración de artales (Ziziphus lotus (L.) Lam.) en Andalucía (o de la sabina de Cartagena (Tetraclinis articulata, Esteve Selma et al., 2019). En ambos casos, existen programa de restauración de sus poblaciones que sirven para ilustrar la recuperación de sus hábitats, considerados HIC en la Red Natura 2000 (Figura 6). En el caso del hábitat “Matorrales arborescentes con Ziziphus” (Directiva 92/43/CEE), del que el arto blanco es especie clave, se considera como prioritario para la conservación de zonas litorales en zonas áridas. Las poblaciones de estas especies están muy fragmentadas y en gran parte desconectadas entre sí, lo que indica un declive en su estado de conservación actual (Sánchez-Balibrea et al., 2012; Agulló Samper, 2021).
Los programas de restauración de hábitat y especies singulares permiten valorar el estado de fragmentación de las subpoblaciones en una localidad determinada, proponer un estatus de conservación adecuado para las poblaciones residuales y, por último, sugerir estrategias para mejorar su estado de conservación. Algunas actuaciones pueden ir encaminadas a la ubicación y priorización de poblaciones claves para la interconexión de las subpoblaciones, el refuerzo de las poblaciones, la eliminación de especies invasoras, y la reducción de los factores de presión antrópica como puede ser la salinización de acuíferos (ej., azofaifo), o los incendios (ej., sabina de Cartagena). Asimismo, es recomendable la creación de programas de migración asistida entre áreas potenciales (ej., en escenarios climáticos esperados) del sureste peninsular, puesto que, según las proyecciones, debido al cambio climático este tipo de especies pueden sufrir presiones climáticas muy severas (Agulló Samper, 2021).
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Figura 6. Formación de sabina de Cartagena y de azofaifo en Murcia. Cartel del plan de recuperación del azofaifo en Andalucía (Fuente Rafael Mª Navarro Cerrillo, y cartel de Cabello et al., 2024)
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3.3. Oasificación e Integración de la restauración en sistemas de agricultura intensiva
El termino oasificación hace referencia a las técnicas de restauración hidrológico forestal que integran actuaciones dirigidas a aumentar la disponibilidad hídrica y la mejora física y química del suelo junto con el establecimiento de especies vegetales adecuadas, normalmente a pequeña escala, y aprovechando condiciones topográficas favorables. La oasificación se utiliza principalmente en zonas áridas y semiáridas, y contribuyen a revertir los procesos de degradación hídrica, edáfica y de la vegetación asociada a procesos de desertificación (Martínez de Azagra, 2000; 2006; Martínez de Azagra y Mongil, 2001). Su origen se remonta a las técnicas de cultivo en zonas áridas de la zona oriental del Mediterráneo (ej., limanes), y su uso se generalizó como técnica restauradora forestal en Israel (Ore et al., 2012; Dor-Haim et al., 2023). En España el grupo de investigación liderado por Martínez de Azagra y colaboradores, de la Universidad de Valladolid, ha sido un gran impulso de estas técnicas.
La osificación se orienta a la “recolección de agua” mediante micro embalses convenientemente dimensionados y construidos con diferentes materiales como mampostería en seco, gaviones o tierra (Figura 7). Estas construcciones capturan e infiltran el agua de escorrentía (sistematización primaria), mejoran la humedad del suelo y favorecen el crecimiento de la vegetación leñosa. Además de recolectar agua, la oasificación permite la captura de nutrientes y de suelo, lo que a su vez contribuye al control de la erosión hídrica y a revertir los procesos de desertificación comunes en zonas áridas y semiáridas (Manso y Martínez de Azagra, 2007). Las zonas restauradas permiten el desarrollo de una vegetación más evolucionada, puesto que existen mejores condiciones hídricas y edáficas en las “trampas” que recogen agua y suelo de forma artificial, lo que contribuye a la restauración ecológica de las laderas degradadas. Los sistemas de oasificación funcionan estableciendo relaciones funcionales desde las zonas de aprovisionadores de agua y nutrientes (ej., laderas degradadas) y las áreas de recepción (ej., red de drenaje), que se convierte en una zona que recibe sedimentos, materia orgánica, restos vegetales, nutrientes y agua. Estas áreas de recepción actúan como “oasis” para la restauración de la vegetación, y protegen al suelo frente a la erosión facilitando su evolución hacia un perfil más fértil, profundo y maduro (Martínez de Azagra et al., 2006).
Las técnicas de oasificación requieren de una sistematización hidrológica primaria de las laderas y de la red de drenaje, que consisten básicamente en microcuencas endorreicas (Martínez de Azagra, 1996, 2000), basado en un balance hídrico local, buscando el máximo de infiltración del agua, y creando áreas de impluvio y áreas de recepción. En las primeras la escorrentía alimenta a las segundas, que tendrán sus correspondientes microembalses bien dimensionados (en cuanto a la altura de su murete), para que puedan recoger toda el agua que escurre. Una vez lograda la sistematización hidrológica, es posible proceder al establecimiento de la vegetación, principalmente mediante plantaciones sobre las estructuras hidrológicas (ej. microcuencas en las laderas, y diques/albarradas en la propia red de drenaje, Figura 7). Los diseños repobladores son muy variados (Martínez de Azagra y Mongil, 2001; Stavi et al., 2020), aunque, se debe conseguir formaciones constituidas por un número mínimo de plantas. En muchos casos, las actuaciones de oasificación recomiendan densidades bajas (<100 pies ha-1), distribuidos en forma de bosquetes (“bosques islas") sobre estructuras hidrológicas (marco aproximado de 6 × 6 m) (Figura 7). En el caso de redes de drenaje muy torrenciales se deberá renunciar a la regularidad de la plantación; y se ubicarán las plantas sobre pequeñas estructuras de retención
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como albarradas o pequeños diques de mampostería en seco (o gaviones) donde sea posible aprovechar los sedimentos retenidos.
El resultado final es una estructura dendrítica revegetada por golpes, agrupada en las localizaciones más favorables, dejando sin repoblar las zonas con más dificultad. En este caso hay que orientar la plantación a aquellos microhábitats con mayor disponibilidad hídrica y mayor profundidad de suelo, y donde puede emplearse una densidad en torno a 100-50 pies ha-1 (pueden aparecer en formas de pequeños bosquetes sobre las estructuras hidráulicas, sin un patrón regular) con especies leñosas bien adaptadas a condiciones de aridez (ej., Olea europaea var. sylvestris Brot.; Ceratonia siliqua L., Ficus carica L., Tamarix sp.). La densidad irá disminuyendo progresivamente hacia las partes más alejadas del cauce, que se dejarían para otras especies propias de matorrales xerofíticos o repoblaciones protectoras ya existentes (ej., Pinus halepensis Mill) y en densidad variable. La estructura creada conseguirá proporcionar una matriz de vegetación más compleja, y al ser moderada la competencia, las plantas se mantienen con un elevado vigor vegetativo, y una buena ramificación (Figura 7).
A pesar de lo que podría pensarse, este tipo de plantaciones suele tener un porcentaje de marras bajo, dada las condiciones de establecimiento (compensación hídrica), y la facilidad de suministrar cuidados culturales adecuados a la plantación (pequeños riegos de establecimiento, tubos protectores, mulch de piedra, etc.). Una especie muy interesante en técnicas de oasificación es el algarrobo, dada su gran resistencia a la sequía dada la gran rusticidad de la especie, que en condiciones adecuadas crece con rapidez, por lo que se recomienda como planta forestal para reducir procesos de desertificación en áreas sensibles, contribuyendo a mejorar los flujos hídricos en cuencas torrenciales. Además, en estas condiciones, contribuye a mejorar las condiciones fisicoquímicas del suelo, lo que mejora su estructura y, por lo tanto, su capacidad de infiltración. Esto permite (de forma simultánea o progresiva) la introducción de otras especies (ej., olivo e higueras). La abundante producción de frutos a lo largo de prácticamente todo el año hace de esta especie un elemento importante en ambientes muy degradados, donde contribuye a la alimentación de la fauna doméstica y silvestre (Figura 7).
3.4. Bioingeniería
Una actividad similar a la oasificación es la bioingeniería, que se caracteriza porque integra el uso de la vegetación, sola o en combinación con materiales estructurales (normalmente de madera o biodegradables) para crear soluciones técnicas funcionales y aumentar la calidad ecológica del sitio (Quinton et al., 2002). Este campo de la ingeniería combina las áreas clásicas de la ingeniería civil (p. ej. estructuras, materiales, construcción, geotecnia, ingeniería hidrológica) con la restauración forestal. Los efectos beneficiosos de este tipo de obras van desde la restauración ecológica hasta la adsorción de contaminantes del suelo (Rey et al., 2019; Zaimes et al., 2019), y pueden contribuir a reducir la desertificación de manera significativa (Giupponi y Gain, 2017 Preti et al., 2022). En las dos últimas décadas, se ha prestado cada vez más atención a la idea de combinar los fines de la bioingeniería y la restauración en paisajes seminaturales y agrícolas, en particular en el marco de diferentes marcos regulatorios que incluyen la Directiva Marco Europea del Agua y más recientemente la Estrategia Europea de Infraestructura Verde.
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Figura 7. Superior: Plantación de oasificación de algarrobo en zonas áridas de Israel (Fuente: Ashkenazi et al. 2020); intermedia: Plantación de oasificación de algarrobo en Almería (QUERAT, 2024), inferior: Actividades de oasificación en Alicante (Fuente Rafael Mª Navarro Cerrillo)
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
Estas técnicas se utilizan ampliamente en trabajos fluviales, corrección hidrológica o estabilización de riberas, así como en terrenos con fuertes pendientes. En conjunto, la bioingeniería optimiza el uso de estructuras que aportar la estabilidad y rigidez necesaria para que las plantas tengan el tiempo necesario para crecer y proporcionar la estabilidad necesaria. Las principales limitaciones de la bioingeniería están relacionadas con la naturalización de las obras (Tardio y Mickovski, 2016). Aún faltan aspectos sobre la forma en que los elementos estructurales se degradan (cuando son de materiales biodegradables) o la forma en que el proceso de estabilización se transfiere entre el elemento inerte y la vegetación, especialmente en el Mediterráneo (ej., caso de las hidrotecnias propias de la restauración hidrológico-forestal).
Dada la fragilidad de la evolución del componente vegetal, el análisis del éxito de las intervenciones de bioingeniería debe evaluar los aspectos relacionados con la cobertura y la diversidad de especies vegetales introducidas, así como integrar la dinámica y estabilidad de las laderas, el incremento de la biodiversidad, o la regulación hidrológica como indicadores funcionales para evaluar el rendimiento de este tipo de actuaciones.
3.5 Otras medidas
Mejoradores de suelo
Por último, cabe citar el uso de mejoradores del suelo en zonas áridas. La incorporación compost de origen urbano o de biochar, han sido practicas documentadas para la restauración de suelos en zonas árida, y ha ganado cada vez más atención como acondicionador del suelo para programas de restauración (Fehmi et al., 2020).
Otra solución técnica es el uso de polímeros sintéticos y biopolímeros para mejorar las propiedades físicas del suelo, como la retención de agua y la capacidad de infiltración del suelo. Además, al aumentar la estabilidad estructural del suelo, los polímeros reducen la erosión y la escorrentía del suelo (Maghchiche et al. 2010). Como los polímeros difieren en su peso molecular, conformación molecular, tipo de carga y densidad de carga, la selección del polímero correcto depende de la estructura y composición del suelo degradado y de las condiciones ambientales a las que está expuesto (Prats et al., 2014; Patil et al., 2023).
No obstante, y a pesar de su potencial importancia, las experiencias desarrolladas a escala operativa en España no han tenido el éxito esperado por diferentes razones (Marando, 2013), por lo que debería promoverse proyectos piloto sobre estas técnicas de restauración.
Componente biológico del suelo
Los cambios en el uso del suelo en zonas áridas y semiáridas están relacionados con los cambios en la cobertura de las biocostras del suelo (costras formadas por cianobacterias, líquenes y musgos que adhieren partículas del suelo). Es un ámbito de estudio muy reciente en España, pero con importantes contribuciones científicas (Rodríguez-Caballero et al., 2018; Cantón et al., 2021).
En conjunto, estos trabajos ponen en evidencia la importante función ecológica que desempeñan las biocostras en los medios áridos y semiáridos, relacionados con la infiltración de agua del suelo, la escorrentía superficial, el ciclo de C, y la productividad biológica de los suelos, influyendo de forma significativa en la dinámica hidrológica de las laderas (Maestre et al., 2011; Chamizo et al., 2017).
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Dado que los suelos degradados en zonas áridas y semiáridas suelen tener unas condiciones fisicoquímicas muy restrictivas (ej., textura, salinidad, escasa profundidad efectiva, etc.), el componente biológico del suelo puede contribuir a su rehabilitación (Antoninka et al., 2020).
Las medidas biológicas de recuperación del suelo mediante el componente biológico del suelo pueden hacerse mejorando la presencia de cianobacterias, que son capaces de realizar la fotosíntesis y fijar N; contribuyendo así con cantidades sustanciales de carbono y nitrógeno a los suelos de zonas áridas (Castillo-Monroy y Maestre, 2011; Navarro-Cano et al., 2014, 2015).
Las cianobacterias forman el componente principal de las costras macrobióticas del suelo en ambientes áridos, y mejoran las propiedades bioquímicas y físicas del suelo: tienen un mayor contenido de materia orgánica y nitrógeno, mantienen la estabilidad de la superficie, disminuyen el efecto de la erosión y aumentan la capacidad de retención de agua de los suelos (Rodríguez Caballero et al., 2018). Debido a sus efectos de mejora del suelo, las cianobacterias se han utilizado como inoculantes para mejorar la estructura del suelo, aumentar su fertilidad y recuperar las costras dañadas (Román et al., 2021).
Sin embargo, al igual que en el caso anterior, y a pesar de su potencial importancia, existen muy pocas experiencias sobre la mejora del componente biológico del suelo a escala operativa en zonas áridas en España, por lo que debería promoverse proyectos piloto sobre estas técnicas de restauración
4. Viabilidad de la restauración de zonas áridas
En futuros escenarios de cambio climático, las metodologías y enfoques que respalden la ejecución de estrategias de restauración de zonas áridas y semiáridas son particularmente urgentes en la región mediterránea. Por lo tanto, se deben desarrollar/integrar nuevas metodologías, enfoques, esquemas de trabajo, herramientas e investigación que aseguren actuaciones adecuadas.
A pesar de contar con estimaciones aproximadas sobre las pérdidas económicas asociadas a la degradación de los sistemas áridos (MITECO, 2022), es sorprendentemente difícil obtener información sobre el costo potencial de evitar la desertificación frente al costo de restaurar las tierras áridas degradadas. Ante la falta de información precisa sobre el costo de la rehabilitación, un argumento común a favor de la acción es sumar los llamados "costos dañados" o ingresos perdidos, incluidas las pérdidas de productos y servicios debido a la degradación, y el costo aproximado de la rehabilitación en un área particular. Esto generará un gran valor monetario que hace rentable cualquier esfuerzo de rehabilitación (Nkonya et al. 2016).
La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB) y la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) son dos de las iniciativas internacionales que trabajan para mejorar la precisión de las valoraciones económicas (Libros Blancos sobre las implicaciones económicas y sociales de la desertificación, Reed and Stringer, 2016), así como los costos y beneficios de abordar estos temas (Poulsen 2013). Desafortunadamente, la información necesaria para evaluar el costo económico de la
6. Restauración de sistemas áridos en Murcia: abordando los desafíos de las próximas décadas
rehabilitación de las tierras áridas o incluso evaluar el costo total de la degradación de las tierras áridas falta en gran medida en la literatura científica (Stapleton et al., 2024).
No obstante, en la valoración de costos debería tenerse en cuenta los aspectos económicos derivados de las tierras afectadas por la salinización, los efectos negativos en la agricultura y las infraestructuras, las opciones de manejo de paisajes o cuencas hidrográficas, las medidas de compensación, la reintroducción de la vegetación en zonas degradadas o los efectos de la degradación de las tierras en otros componentes del medio ambiente y social. Estas estimaciones incluyen pérdidas para la agricultura, la calidad del agua e las infraestructuras, pero excluyen otros costos ambientales y sociales.
Aun así, es difícil estimar la relación cowsto-beneficio de las inversiones en la lucha contra la desertificación. En el caso del sureste español, ha habido compromisos financieros y varios programas desde la década de 1940 para restaurar las zonas áridas del sureste peninsular, y se han realizado esfuerzos para garantizar que las inversiones sean ambientalmente rentables y que los programas estén bajo un seguimiento regular; sin embargo, parte de los problemas continúan y se espera que los costos aumenten en las próximas décadas.
En definitiva, hace falta una mayor conciencia sobre los efectos negativos de la desertificación, y los beneficios socioeconómicos de la restauración de los sistemas afectados. Los profesionales de la restauración no han logrado vender la idea de la restauración como una “inversión valiosa para la sociedad”, a pesar de las evidencias que ya existen de la importancia de “tomar medidas”
Afortunadamente, en los últimos años ha habido un esfuerzo considerable para vincular la restauración de las zonas áridas y semiáridas con los servicios ecosistémicos y los objetivos de desarrollo sostenible. La reciente Ley Europea de Restauración de la Naturaleza, a pesar de sus posibles críticas, intenta crear un marco regulatorio y financiero para reducir la degradación de los ecosistemas y hábitat europeos y mejorar su rehabilitación, incluidas las zonas con riesgos altos de desertificación.
Es responsabilidad de las administraciones públicas, las universidades y centros de Investigación, las empresas privadas y la ciudadanía, hacer esto posible.
Agradecimientos
Este trabajo forma parte de las acciones de divulgación del proyecto DesFutur (DesFutur cuenta con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) del Gobierno de España, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU/PRTR RYC2021-033138-I-MCIN/AEI/10.13039/501100011033
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Antonio J. Molina Herrera
Doctor en Ecología Terrestre por la Universidad Autónoma de Barcelona y Posgraduado en Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia. Actualmente es Profesor Ayudante Doctor en la Universidad de Córdoba en la Escuela de Agrónomos y Montes. Es miembro activo de la Red Española de Selvicultura Adaptativa al Cambio Climático. Ha venido estudiando diferentes ecosistemas forestales y el impacto de la gestión forestal en procesos y flujos hídricos desde una
perspectiva ecofisiológica, desde la interceptación de la lluvia en pinares en el prepirineo catalán hasta la evapotranspiración y recarga de acuíferos en repoblaciones maduras en la provincia de Valencia. Actualmente, lidera y participa en diferentes proyectos de investigación en Andalucía con el objetivo de cuantificar y valorizar la gestión forestal como otra herramienta más para mejorar el estado de nuestros montes a la vez que se potencia la recarga hídrica.
Antonio del Campo García
Doctor Ingeniero de Montes (2002) por la Universidad Córdoba. Tras un periodo de técnico superior en la empresa pública Egmasa (Sevilla) ingresó como profesor asociado en el Departamento de Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente de la Universitat Politécnica de Valencia en 2001, donde actualmente es Profesor Titular acreditado a Catedrático de Universidad. Su carrera docente se ha desarrollado en la E.T.S. de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural y está plenamente imbricada con la ciencia e ingeniería forestal, acumulando más de 4000 horas de docencia. Ha participado como profesor invitado en programas de Máster de las universidades de Córdoba, Lleida y el CIHEAM de Zaragoza.
Su investigación se focaliza en la gestión ecohidrológica del bosque y la restauración forestal.
Es autor o coautor de más de 100 publicaciones con revisión por pares además de otras publicaciones científico-técnicas (capítulos de libro y monografías). Ha participado en 40 proyectos de I+D+I nacionales o internacionales competitivos y contratos con empresas y administraciones, siendo IP en 33 de ellos. Ha realizado estancias predoctorales en las Universidades de Oregón y Idaho y ha sido profesor invitado en la Universidad de British Columbia durante un año sabático.
Su labor de transferencia ha sido reconocida con la CNEAI con un sexenio de transferencia además de tres sexenios de investigación. Forma parte del comité de expertos en bosques y aguas de FAO y de la Task Force de IUFRO: Forests, Soil and Water Interactions. https://gruporeforest.webs.upv.es
7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
7.
Selvicultura eco-hidrológica
en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
Antonio J. Molina Herrera1* y Antonio D. del Campo García2**
2. La importancia de los bosques en el contexto regional: de los procesos eco-hidrológicos a los servicios ecosistémicos
3. La gestión forestal y el agua: la selvicultura adaptativa con base eco-hidrológica
3.1. Definiciones
3.2. Posibles actuaciones
Resumen
El estado actual de gran parte de la superficie forestal arbolada en el sureste de la Península Ibérica implica una alta vulnerabilidad a agentes tanto bióticos como abióticos que pueden afectar gravemente su persistencia en el tiempo y con ello la gran cantidad de bienes y servicios que proporcionan. La justificación económica de la gestión forestal en estos contextos semiáridos de limitada producción y altos costes de ejecución en base exclusivamente a la provisión de bienes tales como la madera se muestran a día hoy insuficiente, si bien poco a poco es un material que va ganando protagonismo en el sector de la construcción, así como otros subproductos valorizables ligados a su aprovechamiento.
Adicionalmente, si consideramos el tiempo tan dilatado que necesita un bosque para alcanzar su estado adulto, unido al deterioro acumulativo de las condiciones ambientales necesarias para mantener un ecosistema forestal como consecuencia de afecciones cada vez más recurrentes (por ejemplo, zonas afectadas por varios incendios que han propiciado una escasez de suelo útil que merma drásticamente las probabilidades de éxito de actuaciones de repoblación forestal), hacen que el manejo activo debiera ser una prioridad que propicie la adaptación de los ecosistemas forestales y con ello aminore su riesgo de desaparición. Sin embargo, la dotación de recursos económicos e incentivos para la gestión de nuestros montes dista mucho de la requerida para mantenerlos en buen estado.
Se hacen necesarios otros enfoques que cuantifiquen el rol tan importante que la gestión juega en el ciclo hidrológico de ecosistemas forestales propios de ambientes caracterizados por poca cantidad de lluvia irregularmente distribuida, no sólo en lo que se refiere a la regulación de las escorrentías sino también en el incremento de recursos hídricos disponibles que puede conllevar un manejo adecuado, así como de otras externalidades positivas que se articulan en base al agua tales como la reducción de la vulnerabilidad frente a incendios.
En este sentido, este capítulo pretende profundizar en el rol que la selvicultura eco-hidrológica puede jugar en ecosistemas forestales semiáridos, para lo cual se hace necesario un marco conceptual que sistematice los tipos de actuaciones selvícolas, así como de una descripción y cuantificación de los procesos eco-hidrológicos que se verán afectados y posteriormente traspuestos a diferentes servicios ecosistémicos. Por último, se discutirán los principales retos y desafíos que se han de abordar desde la sociedad para propiciar una implementación efectiva de esta gestión forestal que mira al agua y que se articula en base a ella.
1. Introducción
La restauración ecológica puede definirse como el proceso por el cual se potencia la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido (SER, 2004, en https://www.ser.org/page/serdocuments). Una distinción fundamental entre la restauración ecológica y otras formas de recuperación de ecosistemas es que la restauración ecológica busca "ayudar a la recuperación" de un ecosistema natural o seminatural en lugar de imponerle una nueva dirección o forma (SER, 2004), de manera que se busca un ecosistema de referencia como imagen objetivo. Sin embargo, en un contexto como el actual, con un aumento en la magnitud y la frecuencia de las perturbaciones propias del ambiente semiárido, puede ser necesario el replanteamiento del ecosistema de referencia como aquel que se encuentre mejor adaptado a las nuevas condiciones ambientales, y que por tanto puede ser diferente a un ecosistema tipo que se base en especies y estructuras forestales pasadas. Por otra parte, este empeoramiento de los regímenes de las perturbaciones, en especial los incendios, pueden imponer condicionantes muy limitantes para que repoblaciones forestales con especies arbóreas se consoliden en zonas con suelos muy pobres y esqueléticos y cuya potencial comunidad climácica sea ya de porte arbustivo (Peris-Llopis et al., 2024), tal es el caso de laderas recurrentemente quemadas en zonas forestales del sureste español.
En estos contextos, es de vital importancia realizar actuaciones selvícolas preventivas que potencien estructuras forestales mejor adaptadas a las condiciones venideras para aminorar al máximo posible el riesgo de perder masas forestales de manera irreversible, esto es, restaurar gestionando. Así, creemos necesario enmarcar la restauración forestal en un contexto más holístico, donde tratamientos preventivos de manejo forestal que modifiquen la cobertura, estructura y/o composición de especies del bosque (y con ello su funcionalidad), se considerarían también actuaciones restauradoras (Jones et al., 2022) (Figura 1).
En contextos semiáridos esta selvicultura adaptativa debería basarse fuertemente en el recurso hídrico, no sólo por ser el principal limitante para los propios ecosistemas forestales sino también por sus relaciones directas e indirectas con la provisión de bienes y servicios
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7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
ecosistémicos (crecimiento en biomasa, disponibilidad hídrica, etc.) y otros aspectos centrales de la gestión forestal como el riesgo de incendio (hidratación del complejo vegetación-suelo y reducción de la carga de combustible) o el efecto “cooling” de la vegetación (Figura 2).
Figura 1. La restauración forestal, en contexto de mayor adversidad climática, debería considerar de manera decisiva la gestión forestal adaptativa como herramienta que reduzca la vulnerabilidad de los bosques y potencie su resiliencia a través de cambios en su estructura y funcionalidad, y con ello, en los servicios hidrológicos tan importantes que provisionan
Figura 2. La gestión forestal con base eco-hidrológica impacta en el recurso hídrico disponible pero también en otros aspectos clave como la reducción del riesgo de incendio por mayor hidratación del complejo vegetación-suelo y la consecuente reducción de la inflamabilidad del combustible. En este ejemplo, una mayor recarga del agua del suelo promovida por una reducción en el número de árboles hace que el combustible vivo y muerto tenga un mayor grado de humedad, lo que se traduce en métricas de comportamiento de incendio potencial de menor magnitud (calor liberado y altura de llama). Imagen cortesía de L. Blanco
2. La importancia de los bosques en el contexto regional: de los procesos ecohidrológicos a los servicios ecosistémicos
Los ecosistemas forestales proporcionan una serie de bienes y servicios ecosistémicos (en adelante SE) tales como la producción de madera, la regulación del ciclo hidrológico, el control de la erosión, la mejora de la calidad del aire, la preservación de la biodiversidad o el secuestro de carbono, sin olvidarnos de otros no menos importantes de tipo recreativo y cultural (Thorsen et al., 2014). De forma general, los SE tienen una relación directa con la composición, estructura y procesos que ocurren en los bosques, de manera que un ecosistema forestal puede ser entendido como un sistema eco-sociológico en base a las conexiones que aparecen entre sus características ecológicas y la repercusión en la sociedad (Peñuelas et al., 2017; Fu et al., 2013).
Los ecosistemas forestales en España ocupan algo más de veintisiete millones de hectáreas, de las cuales casi quince millones están arboladas y unas doce desarboladas, que suponen respectivamente el 29% y el 23% del territorio nacional. Tradicionalmente estos ecosistemas se han distinguido entre proveedores de bienes (especialmente madera) o proveedores de servicios relacionados fundamentalmente con la regulación de escorrentías y la consecuente reducción de la erosión del suelo. Esta dicotomía se refleja de forma clara cuando se comparan las dos grandes regiones climáticas de nuestro país, la “España húmeda” y la “España seca”, de manera que la producción se ha venido primando en la primera, mientras que el rol protector predomina en zonas semiáridas de clima mediterráneo donde normalmente las lluvias torrenciales pueden llevar asociados fuertes fenómenos de erosión de suelo y la rentabilidad de la obtención de madera y subproductos de ésta dista mucho de la primera. En este sentido, si bien es cierto que la realidad forestal en nuestro país no sólo se enmarca en estos dos grandes planteamientos simplificados (generación de bienes versus conservación y protección de recursos), no existe actualmente un marco conceptual que sistematice de manera clara y concisa las funciones, procesos e indicadores necesarios para una correcta evaluación de todos los SE generados en un determinado ecosistema forestal, así como de los potenciales impactos esperados de la gestión forestal en éstos. Así, mientras que para la cuantificación de algunos SE tales como el control de la erosión o el secuestro de carbono se utilizan aproximaciones más o menos similares (Lecina-Diaz, 2021; Fu et al., 2013), otros SE presentan todavía una caracterización y evaluación más difícil, siendo especialmente compleja, las de aquellos relacionados con la preservación de la biodiversidad y la regulación del ciclo hidrológico. Tenemos una idea bastante clara sobre la relación existente entre los bosques de alta y media montaña y los recursos hídricos que están disponibles aguas abajo en cantidad y calidad suficientes, esto es, su rol tan importante en la provisión de agua de calidad. Sin embargo, tenemos un menor conocimiento sobre los procesos eco-hidrológicos que directamente gobiernan el ciclo hidrológico y su trasposición a métricas que permitan cuantificar servicios ecosistémicos, pasando de una evaluación cualitativa a otra cuantitativa (Figura 3). ¿Cuánta cantidad de agua intercepta y transpira la vegetación?, ¿cómo, cuándo y cuánto se recarga un acuífero y/o cuánto escurre por las laderas a través de las escorrentías?, ¿cómo varia a lo largo del año la evapotranspiración (evaporación directa desde el suelo y transpiración forestal)? ¿cómo varía el caudal de un río a lo largo del año? ¿cómo se relaciona el agua disponible y el crecimiento de la vegetación? Esta cuantificación es especialmente importante en contextos semiáridos donde el agua juega un papel crítico como recurso hídrico y principal limitante para la funcionalidad óptima del ecosistema forestal. Por ejemplo, si queremos estimar para una
7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
determinada cuenca como se reparte la lluvia entre consumo de la vegetación (agua devuelta a la atmósfera a través de la interceptación y la transpiración) y agua libre (escurre por las laderas y/o recarga acuíferos), y con ello cuantificar el recurso hídrico disponible para uso humano “aguas abajo” del bosque, es indispensable abordar una medición espacial y temporal de los citados procesos eco-hidrológicos de una manera robusta (Figura 4). En este sentido, en los últimos años están produciéndose avances notables en el campo de la sensorización ambiental que permiten acceder a datos de sensores instalados en regiones forestales remotas basados en el “internet de las cosas”, lo que implica poder disponer de información cuantitativa de manera instantánea.
4. La sensorización ambiental en el campo de la eco-hidrología es fundamental para monitorear y entender procesos. Sensores como pluviómetros, flujos de savia, de capacitancia para la humedad del suelo, etc. son habituales en estudios realizados en contextos forestales
Figura 3. Procesos eco-hidrológicos que gobiernan el ciclo hidrológico
Figura
3. La gestión forestal y el agua: la selvicultura adaptativa con base eco-hidrológica
3.1. Definiciones
El manejo adaptativo podría definirse como un proceso sistemático con el cual se produce una mejora continua de las prácticas de manejo y enfoques a través de un aprendizaje en base a resultados. Concretamente en el ámbito forestal, la selvicultura adaptativa debe incluir un conjunto de intervenciones cuyo objetivo sea a) reducir la vulnerabilidad de los bosques a las nuevas condiciones climáticas y b) potenciar la resiliencia y la capacidad de adaptación de los bosques (Lindner, 2010). Estos objetivos en contextos de aridez elevada deberían cristalizarse en base al agua, por constituir el factor más limitante para alcanzarlos de manera adecuada. Así, tal y como describimos anteriormente, la cuantificación de los procesos eco-hidrológicos son la base para objetivar la provisión de servicios ecosistémicos, no sólo por su correcta evaluación sino también porque permite conocer el margen de acción que tiene la selvicultura para potenciarlos.
La gestión forestal con base eco-hidrológica (SEH) está convirtiéndose poco a poco en una realidad en nuestro país, si bien es importante mencionar experiencias previas desarrolladas desde hace décadas en otros países orientadas a la producción y provisión de agua (Figura 5).
Figura 5. Experiencia de cuencas pareadas (cuencas contiguas, en una se trata realiza una corta en diferentes parches y en la otra no se interviene); en la cuenca tratada se llevó a cabo una eliminación del 24 % de la cobertura forestal en 240 claros. El caudal aumentó un 17 % en la cuenca tratada (Troendle et al., 2001)
Los cambios de las relaciones bosque-agua con la gestión forestal dependen en gran medida del tipo de bosque, suelo/fisiografía, régimen dominante de precipitación y meteorología durante la lluvia. Tras una clara, como ejemplo de intervención forestal, la partición de la lluvia resultante será diferente según la estructura forestal específica dónde se actúe y las características meteorológicas de la lluvia (Llorens et al., 1997; Mateos y Schnabel, 2001). Así, el aumento de la precipitación neta en una estructura forestal aclarada podría contrarrestarse con una mayor evaporación desde el suelo y/o menor precipitación bajo condiciones semiáridas (Sadeghi et al., 2015), con lo que podría argumentarse en contra sobre la efectividad de la SEH para mejorar el estado hídrico. Con respecto a la redistribución del agua infiltrada, los procesos hidrológicos subterráneos se relacionan también con la estructura forestal por su papel determinante en la
7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
dinámica de la ladera y la hidrología del suelo (Devitt y Smith, 2002; Coenders-Gerrit et al., 2012). La gestión forestal puede aumentar la humedad del suelo y la recarga del agua subterránea, pero esto depende mucho de la heterogeneidad subsuperficial y dinámica de flujo espacio-temporal (conectividad y patrones de flujo preferencial en laderas), que a su vez depende de las características de la lluvia, el estado de humedad del suelo antecedente, la hidrofobicidad, el tipo de suelo y el espesor y la topografía (Lin y Zhou, 2008). La termicidad e irregularidad del clima (precipitaciones) son factores que no contribuyen a la efectividad en la producción de agua con la selvicultura (Del Campo et al., 2019). Estos autores encontraron una mayor importancia relativa de la convectividad de la lluvia en la recarga de humedad del suelo y otros procesos relacionados con la producción de agua (recarga acuíferos y escorrentía) en las zonas semiáridas (los períodos húmedos son casi ausentes) que en las zonas sub-húmedas más frías. En este último caso, se dan estaciones húmedas marcadas, con temporales concatenados durante varios días, lo que hace que el régimen de humedad del suelo se mantenga en capacidad de campo y por tanto que aguaceros de poca magnitud, duración e intensidad sean capaces de generar flujos sub-superficiales y subterráneos.
Conviene también distinguir entre agua azul y verde cuando nos referimos a la gestión forestal. Así, la primera tiene que ver con las reservas tanto de agua superficial (ríos, lagos y embalses) como subterráneas (acuíferos), mientras que el agua verde se corresponde con aquella que es interceptada o transpirada por la vegetación. En este sentido, diferentes trabajos han evaluado cómo pueden ser afectadas dichas “aguas” tras una intervención forestal que se base en la reducción de densidad (Figura 6).
Figura 6. Izquierda: Relación lineal entre el ratio de agua azul sobre agua verde y la cobertura forestal, mostrando que cuanto mayor sea la reducción de la densidad forestal más incrementada será el agua azul frente al agua verde; derecha: cambio en el ratio según las condiciones climáticas medias para una masa de repoblación de pinar sin tratar y otra tratada según intensidad media. En González-Sanchis et al. (2015)
De esta manera, el objetivo de la SEH podría ser el de modificar las relaciones eco-hidrológicas en los bosques, intentando conocer la estructura forestal óptima que mejore la funcionalidad del bosque (respuesta frente a sequía, incendios y patógenos) y a su vez pueda incrementar el recurso hídrico “aguas abajo”. Así, podemos definir la SEH como como aquella que tiene por objeto incrementar la infiltración del agua de lluvia y su posterior almacenamiento en suelo (consumida como “agua verde”) y/o en el subsuelo y capas subterráneas (“agua azul”),
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proveyendo de una correcta hidratación y manteniendo así la eco-resiliencia de los ecosistemas forestales objeto de actuación.
3.2. Posibles actuaciones de SEH
La SEH puede concebirse en base a la aptitud de la zona de estudio para producir y proveer agua más allá del bosque donde ésta se plantea, es decir, incrementando también la disponibilidad hídrica en la cuenca donde se localiza el rodal. En este sentido, podemos clasificar las actuaciones en dos grandes grupos: aquellas focalizadas en mejorar el agua verde (ciclo hidrológico local) o aquellas que, además de incrementar el agua verde, hacen lo propio con el agua azul, de manera que el impacto de dichas actuaciones es mayor en cuanto a su escala espacial.
A afectos de intentar sistematizar la información disponible y con ello considerar uno u otro tipo de actuación, podríamos enumerar una serie de características potenciales del medio para hablar de actuaciones de SEH focalizadas principalmente en el agua azul:
- Cobertura forestal densa o muy densa (por encima del 80 % de cobertura), donde una intervención silvícola afectará notablemente la evapotranspiración del sistema (componentes interceptación y transpiración)
- Precipitación mínima anual de 550 mm
- Laderas con pendientes entre el 15 y 30 %
- Suelos bien desarrollados con buena capacidad de retención
Por otra parte, para las zonas de agua verde, tendríamos estas otras:
- Cobertura forestal densa o muy densa (por encima del 80 % de cobertura), donde una intervención silvícola afectará notablemente la evapotranspiración del sistema (componentes interceptación y transpiración)
- Precipitación por debajo de 550 mm, siguiendo un trabajo recientemente elaborado por del Campo et al., (en revisión)
- Pendientes por debajo del 15%
- Indiferente en cuanto a la tipología edáfica
En resumen, zonas con alta y adecuada distribución temporal de su pluviometría, suelos bien desarrollados con buena capacidad de retención y orografía adecuada pueden considerarse zonas potencialmente aptas para plantear acciones que favorezcan el incremento significativo del recurso hídrico a escala de cuenca. En estas zonas cabe esperar una mejora de las condiciones hídricas locales (rodales donde se lleva a cabo la intervención forestal) pero también en la recarga de las aguas subterráneas, de manera que las aguas líquidas circulantes “aguas abajo” no se vean incrementadas sustancialmente como consecuencia de la intervención gracias a la alta capacidad de los suelos forestales para controlar las escorrentías superficiales y subsuperficiales. Por otra parte, encontramos zonas donde, si bien la pluviometría no permite que la SEH sea del tipo anterior, su efecto positivo en el incremento del agua del suelo será tal que los procesos ecosistémicos locales sean mejorados como consecuencia de la intervención. La SEH puede abarcar un amplio abanico de tratamientos forestales al vuelo y/o al suelo, incluyendo cortas de mejora (ej. reducción de la densidad), de regeneración (ej. cortas a hecho), mejora de pastizales/sistemas agrosilvopastorales, fuego técnico, etc. Las actuaciones más
7. Selvicultura eco-hidrológica en contextos semiáridos: una gestión que mira y se articula en base al agua
estudiadas se enmarcan en las cortas de mejora (“thinning” en inglés), donde se elimina un porcentaje de árboles para favorecer a los remanentes (Figura 7). En esta gestión se mejora notablemente el crecimiento de los árboles como consecuencia de una mayor entrada de agua al sistema en el corto plazo (Molina y Del Campo, 2012; Del Campo et al., 2014; Del Campo et al., 2019), si bien dependiendo de la intensidad de corta la mejora en las condiciones hidrológicas se mantiene más o menos tiempo condicionada por la incorporación de una mayor carga de sotobosque y/o la tangencia de copas de nuevo entre los árboles remanentes. En este sentido, existen evidencias de que una intervención que elimine al menos el 50 % del área basimétrica puede traer 9-10 años de efectos positivos tanto para la masa remanente como los recursos hídricos liberados aguas abajo (aguas verde y azul), siempre y cuando la precipitación supere el umbral de los 550 mm (Molina et al., 2021; Del Campo et al., 2022)
Figura 7. Las cortas de mejora son las actuaciones que más se han estudiado en el ámbito de la gestión forestal eco-hidrológica en nuestro país, en especial las aplicadas en reforestaciones de pinar en estado adulto y con exceso de densidad (primer caso de la figura)
4. Principales retos y desafíos para una implementación efectiva de la selvicultura eco-hidrológica
Hemos visto que existen cada vez más evidencias científicas que avalan una gestión forestal que mire y se articule en base al agua, especialmente en contextos áridos y semiáridos de nuestro
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país donde se argumenta con demasiada frecuencia en base a la escasa rentabilidad de los aprovechamientos forestales por una conjunción de costes altos y poco volumen de madera de calidad. La SEH, como selvicultura adaptativa que es, pretende generar resultados y datos que permitan aprender haciendo y con ello dote de fundamentos robustos la ordenación forestal cuando el objetivo mayoritario sea la generación de recursos hídricos, si bien existen otras consecuencias indirectas positivas sobre aspectos tales como la reducción de la carga de combustible y su mejor hidratación (y con ello el riesgo de incendio), el aumento de la resiliencia climática de la masa forestal (menor dependencia de la precipitación), etc. Sin embargo, la SEH también puede generar mayor propensión de la masa forestal a caídas masivas de árboles en tormentas de viento (árboles muy esbeltos por crecer en competencia durante muchos años), así como otros impactos negativos relacionados directamente con las consecuencias ecohidrológicas (tasas muy elevadas de evaporación directa desde el suelo que compensen las ganancias por interceptación y transpiración). Como cualquier externalidad, se necesitan pues más estudios que permitan cuantificar los impactos en el corto y largo plazo para, al menos, las tipologías forestales más representativas de nuestro país, de manera que podamos ir viendo como poco a poco el agua pase de ser una externalidad a un objetivo prioritario cuando diseñemos y moneticemos los tratamientos forestales en todas sus dimensiones.
En este sentido, creemos que uno de los principales retos de la SEG es llegar a generar itinerarios selvícolas que sirvan de base a las personas gestoras de nuestros montes, de manera que puedan relacionar cambios en variables típicas de inventario forestal con impactos directos en el recurso hídrico para un periodo de tiempo que abarque al menos la revisión del proyecto de la ordenación forestal (documento donde se diseñan las intervenciones en el monte para un largo periodo de tiempo), que para el caso de por ejemplo Andalucía se trata de 10 años.
Por último, en el plano divulgativo, es necesario realizar una mayor labor de difusión que ahonde en las bondades del rol de la gestión forestal en la adaptación de nuestras masas forestales al cambio climático, y, particularmente, sobre el gran campo de acción que la SEH tiene como una herramienta indispensable para enfrentarnos al gran reto de la sequía en nuestro país. Hemos de ser capaces de que los tomadores de decisiones consideren la gestión forestal como una alternativa más para incrementar las reservas de agua disponibles para consumo humano, generando a su vez con ello un mejor estado de nuestros montes
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María José Estrela Navarro
Catedrática de Geografía Física de la Universitat de València. Forma parte desde 2013 del Grupo de Expertos de la Generalitat Valenciana para el Cambio Climático. Es Secretaria Científica del World Climate Research Programme (WCRP Comité Español) desde el 2006, y ha sido Presidenta de la Asociación Española de Climatología (AEC), desde el 2012 hasta el 2018. Desde el 3 de febrero de 2025 forma parte del Comité de Expertos para la Reconstrucción (DANA).
Su actividad investigadora se ha centrado en la Climatología, los Riesgos climáticos y el impacto del Cambio Climático en la cuenca occidental del mediterráneo.
Dirige el Grupo de investigación de la Universitat de València de Cambio Climático, Riesgos Meteorológicos e Inputs al Sistema Hidrológico en el Mediterráneo - CLIMAMET (GIUV2014-209)
8. España, entre olas de calor, noches sin tregua y lluvias extremas: la cuenta atrás climática
8. España, entre olas de calor, noches sin tregua y lluvias extremas: la cuenta atrás climática
María José Estrela Navarro
Departamento de Geografía Física, Universitat de València maria.jose.estrela@uv.es
Índice
1. El impacto del cambio climático en la cuenca mediterránea ...............................................
2. Evolución histórica de los gases de efecto invernadero y sus consecuencias ......................
3. Tendencias y proyecciones climáticas para España y el Mediterráneo
4. Escenarios futuros y consecuencias globales del calentamiento
Resumen
144
144
145
149
Este capítulo analiza el impacto del cambio climático en la cuenca mediterránea, una de las regiones más vulnerables del planeta. Destaca que España, en particular su litoral mediterráneo, ya sufre un aumento de las temperaturas medias, olas de calor más frecuentes, noches tropicales, incendios forestales y precipitaciones torrenciales, como las provocadas por la DANA del 29 de octubre de 2024 en la Comunidad Valenciana. Estos fenómenos, amplificados por el calentamiento global, se deben al desequilibrio energético causado por la actividad humana y la acumulación de gases de efecto invernadero, como el CO₂, el CH₄ y el N₂O. El artículo también señala cómo el aumento de la temperatura del mar favorece lluvias intensas y tormentas, y cómo la ocupación desordenada de zonas inundables agrava los daños.
Además, se subraya la creciente amenaza para los ecosistemas y la biodiversidad mediterránea, especialmente en zonas montañosas, donde los cambios térmicos son más intensos. Las proyecciones climáticas para España muestran aumentos significativos de temperatura, con veranos más largos y olas de calor más frecuentes, que pondrán en riesgo la salud humana y los recursos hídricos. Aunque los acuerdos internacionales, como el de París, buscan limitar el calentamiento a 1,5 °C, en 2024 ya se ha alcanzado ese umbral. El texto concluye que, incluso en los escenarios más optimistas, el cambio climático seguirá intensificándose, generando fenómenos extremos más destructivos, por lo que es urgente actuar tanto en mitigación como en adaptación.
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1. El impacto del cambio climático en la cuenca mediterránea
El cambio climático es un fenómeno global, que afecta a todas las regiones del planeta. Sin embargo, es la cuenca mediterránea la región que sufre su impacto de manera más intensa, razón por la que figura entre las áreas más vulnerables del mundo (Giorgi, 2006). España, y por ende, el litoral mediterráneo, como parte de este espacio geográfico, han experimentado los efectos del calentamiento global, evidenciados por un incremento progresivo de las temperaturas medias y un aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos, tales como las olas de calor, los incendios forestales, el aumento de las noches tropicales (ya viéndonos obligados a acuñar nuevos términos, como tórridas o ecuatoriales, por superar ese umbral), y las precipitaciones torrenciales asociadas a las tristemente famosas DANAs (Depresión Aislada en Niveles Altos).
El episodio del 29 de octubre de 2024, que provocó lluvias torrenciales, inundaciones y enormes pérdidas materiales en la Comunidad Valenciana, es un ejemplo tangible de las consecuencias del calentamiento global. Las más de 225 víctimas mortales, es una cuestión que va más allá del cambio climático, y que entra directamente en los fallos manifiestos tanto de los sistemas de alerta como de la gestión de la emergencia. A ello se añade que estamos en un territorio altamente vulnerable, debido en gran parte a la ocupación irracional de áreas inundables, especialmente desde el periodo desarrollista del pasado siglo hasta nuestros días.
En lo que respecta a las precipitaciones torrenciales, es cierto que se trata de fenómenos característicos del clima mediterráneo, pero su frecuencia e intensidad se ven amplificadas por el calentamiento del aire y del mar. El aumento de la temperatura del agua en el Mediterráneo occidental está alcanzando valores superiores a los 28 °C en los veranos de los últimos años, lo cual favorece una mayor evaporación, a la vez que aporta energía adicional a la atmósfera, creando las condiciones idóneas para precipitaciones extremas. Estos fenómenos no pueden ser considerados eventos aislados. Antes, al contrario, deben interpretarse como manifestaciones de procesos climáticos, que se intensifican debido al calentamiento global, resultado del desajuste provocado en el balance energético planetario por las actividades humanas.
2. Evolución histórica de los gases de efecto invernadero y sus consecuencias
A lo largo del Cuaternario, la temperatura y la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) han fluctuado entre periodos glaciares e interglaciares debido a variaciones en los parámetros orbitales de la Tierra, que alteran la energía solar recibida. El análisis de testigos de hielo en Groenlandia y la Antártida ha permitido reconstruir la evolución atmosférica del último millón de años, evidenciando que los periodos cálidos registraban mayores concentraciones de dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄), mientras que en los periodos fríos estas disminuían (Masson-Delmotte et al., 2013).
Durante los últimos 800.000 años, las concentraciones de CO₂ se mantuvieron en torno a 300 ppm. La Revolución Industrial alteró este equilibrio, con un aumento sostenido de las emisiones de GEI y cambios en el uso del suelo. Así, en los últimos 150 años se han superado los 400 ppm (Peixoto y Oort, 1984). Este incremento, junto con el aumento de metano y óxido nitroso (N₂O), han intensificado el efecto invernadero (Figura 1), provocando un aumento global de la
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temperatura de 1,2 °C respecto a la era preindustrial, más acusado en continentes (1,5 °C) que en océanos (0,7 °C).
Figura 1. Evolución de las concentraciones de gases de efecto invernadero desde mediados del siglo XIX: dióxido de carbono (CO2 en verde), metano (CH4, en naranja) y óxido nitroso (N2O en rojo) obtenidos a partir de testigos de hielo (puntos) y de mediciones atmosféricas directas (líneas). Fuente: Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (2016)
Respecto a las precipitaciones, desde inicios del siglo XX, las precipitaciones han aumentado en latitudes medias del hemisferio norte. Sin embargo, desde la década de los 50 del siglo pasado, no por casualidad, coincidiendo con la Gran Aceleración (Agencia Europea del Medio Ambiente, 2021), se ha intensificado la frecuencia e intensidad de las precipitaciones torrenciales, especialmente en América del Norte y Europa. El sexto informe del IPCC (2021) advierte de la intensificación del ciclo hidrológico, con precipitaciones más intensas, y con ello de inundaciones, así como de la cara opuesta de la moneda, es decir, las sequías. La alteración de los patrones de precipitación es ya un hecho que se está traduciendo en un aumento de las precipitaciones en latitudes altas, una disminución en las regiones subtropicales, y una elevada variabilidad regional en las precipitaciones monzónicas.
La tasa de calentamiento de los océanos se ha más que duplicado desde 1993, y el aumento del nivel del mar se está acelerando, por un lado, a consecuencia de la pérdida del hielo de Groenlandia y la Antártida y, por otro, debido a la expansión térmica del océano por el aumento de la energía almacenada. Las proyecciones actuales estiman un incremento del nivel medio del mar de 0,84 metros para finales de siglo. Además, la absorción de CO₂ acidifica los océanos, afectando gravemente los ecosistemas marinos (IPCC, 2021).
3. Tendencias y proyecciones climáticas para España y el Mediterráneo
La cuenca mediterránea es considerada un hot-spot del cambio climático debido a su alta sensibilidad al calentamiento global (Figura 2). Desde finales del siglo XIX, la temperatura en la región ha aumentado 1,4 °C, superando la media global de 1,1 °C (Cramer et al., 2018). Sin embargo, en España, el incremento ha sido aún mayor, con 1,7 °C desde la época preindustrial, concentrándose la mayor parte en los últimos 60 años (Figura 3). Las temperaturas máximas han subido a un ritmo de 0,6°C por década desde los años 70, especialmente en la orla mediterránea
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de la península, de Girona a Málaga, donde se han reducido los días fríos y aumentado los cálidos (González-Hidalgo et al., 2016).
Figura 2. Anomalías de temperatura media anual del aire respecto al periodo 1880-1899 en la cuenca mediterránea (azul) y en global (verde) y suavización. Fuente: Cramer et al. (2018)
En ese contexto, las olas de calor han aumentado de manera significativa desde la década de 1990, con récords diarios cada vez más frecuentes. Desde 1951, los días extremadamente cálidos se han multiplicado por once en comparación con los fríos. Esto ha supuesto el aumento de las noches tropicales (mínimas ≥20 °C), con el mayor aumento en el sureste español, mientras que Galicia, el Cantábrico occidental y la Meseta Norte apenas han registrado variaciones (AEMET, 2020).
Figura 3. Anomalía de la temperatura media diaria en la España peninsular (1916-2022) respecto a la media del periodo 1951-2010 (datos: Sandonis et al., 2021 y AEMET, 2022)
En cuanto a las precipitaciones, no se observan cambios significativos en el volumen total anual, aunque la distribución ha variado. Diversos estudios indican una disminución de las lluvias en el norte y sureste peninsular desde 1949 (Miró et al., 2018). Además, se prevé un aumento en la frecuencia e intensidad de precipitaciones torrenciales, especialmente en el litoral mediterráneo (Estrela et al., 2022), lo que agrava la vulnerabilidad de la región debido a la presión sobre los recursos naturales (IPCC, 2021).
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El calentamiento del Mediterráneo también es preocupante. Entre 1940 y 2005, su temperatura ha aumentado hasta 0,5 °C en zonas costeras, con un calentamiento superficial de 0,09 °C/año en la última década, reflejando una creciente absorción de calor oceánico (IPCC, 2021). Muy preocupante son las olas de calor marinas que en el Mediterráneo han aumentado en frecuencia, duración e intensidad desde 1982, con una aceleración notable en las últimas dos décadas debido al rápido calentamiento de la temperatura superficial del mar (Pastor et al., 2023). Este incremento, 3,7 veces superior al promedio global, alcanza tasas de 0,035 °C/año. Su impacto se agrava cuando coinciden con olas de calor atmosféricas, amplificando el calentamiento marino en regiones como el Mediterráneo occidental y el Adriático (Figura 4).
Figura 4. Tendencia de la frecuencia anual de días de MHW (1982-2021). Los puntos negros (mayores) muestran áreas con significación por debajo del 95 % (Pastor y Khodayar 2023)
Además, el aumento de la temperatura del agua del mar intensifica eventos meteorológicos extremos, como lluvias torrenciales y medicanes, al incrementar la evaporación y la humedad atmosférica, generando tormentas más intensas y condiciones atmosféricas inestables que potencian fenómenos extremos y generan grandes riesgos. Y, por otro lado, hay que tener en cuenta, que este riesgo no solo afecta al territorio de la cuenca mediterránea. Algunos estudios realizados para el período 1985 al 2005 en Europa, mostraban que un número bastante elevado de episodios muy intensos de precipitaciones torrenciales, que se producen en Centroeuropa fuera de los meses invernales, tenían una recarga de origen mediterráneo (Estrela et al., 2008).
Uno de los desafíos en la investigación del cambio climático es evaluar con precisión los factores que inciden a nivel regional y local. En la Comunidad Valenciana, la identificación de tendencias a largo plazo en temperatura y precipitación, particularmente en áreas estratégicas como las zonas montañosas y las cabeceras de los ríos, ha sido complicada hasta tiempos recientes. Esto se debe a la escasez de series de datos largas en estos sectores y, hasta hace poco, los análisis se basaban en registros largos pero procedentes, en su mayoría, de ubicaciones costeras. Sin embargo, el desarrollo de técnicas de downscaling o regionalización estadística avanzada, como los modelos de redes neuronales y algoritmos estadísticos sofisticados, ha permitido superar esta limitación.
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Así, los estudios recientes muestran que el calentamiento se intensifica en zonas montañosas e interiores, con un incremento de temperaturas máximas superior al de las mínimas. Algunas áreas han registrado aumentos de hasta 1,5 °C, con un adelanto del verano al mes de junio. Esta modificación del clima conlleva una reducción del confort térmico, lo que puede traducirse en un aumento del riesgo de mortalidad por estrés térmico. Desde 1950, las noches tropicales se han triplicado en la orla mediterránea, pasando de 20 a 60 -70 por año (Olcina et al., 2019).
En cuanto a las precipitaciones, los cambios son igualmente muy importantes, sobre todo teniendo en cuenta que la escasez de agua está muy presente en orla mediterránea, con los consabidos conflictos que todo ello genera. Los datos ponen de relieve una tendencia negativa en las cabeceras de las cuencas del Júcar y Segura. En el Júcar, la reducción de precipitaciones alcanza el 20 % en su cabecera, y entre un 10 % y 15 % en el interior y centro de la cuenca (Miró et al., 2018). Esta reducción afecta especialmente a lluvias moderadas (10-40 mm), esenciales para la recarga hídrica y la estabilidad del caudal (Figura 5 - A). Por otro lado, al sur del Golfo de Valencia, las precipitaciones de génesis mediterránea, es decir, las que están relacionadas con las ciclogénesis mediterráneas o temporales de Levante de importante recarga mediterránea, y con carácter muy torrencial, se han visto incrementadas, lo que conlleva un aumento del riesgo de inundaciones y la agresividad del oleaje costero (Figura 5 - B).
Figura 5. Cambios en la precipitación anual entre los periodos 1955-1985 y 1986-2016 (A). Cambios en las precipitaciones torrenciales mayores a 100mm/día entre los periodos 1955-1985 y 1986-2016, comparando los volúmenes totales medios caídos cada 4 años móviles a lo largo de los 31 años de cada periodo (B). Fuente: Miró et al. (2018)
El cambio climático también amenaza la biodiversidad mediterránea, que alberga 25.000 especies vegetales, la mitad de ellas endémicas (Quézel, 1999). Muchas de estas especies, refugiadas en zonas elevadas tras la última glaciación, son altamente vulnerables al calentamiento térmico y podrían ver reducido su hábitat (Ohlemueller et al., 2008). Para evaluar
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estas transformaciones, el índice de termicidad de Rivas-Martínez ha demostrado ser un indicador clave del cambio bioclimático (Monteiro-Henriques y Espírito-Santo, 2011). Los análisis realizados en la Comunidad Valenciana para el período 1948-2011 muestran una regresión significativa en los termotipos situados en cotas medias y altas, especialmente en los pisos Orotemplado, Supratemplado y Supramediterráneo, lo que sugiere una elevada vulnerabilidad a ese calentamiento térmico.
Estas tendencias coinciden con las observadas en otras regiones montañosas de latitudes medias y con las proyecciones del IPCC sobre el cambio climático. Aunque los resultados no prueban cambios efectivos en la distribución de especies, sirven como herramienta para detectar alteraciones en los ecosistemas y orientar futuras investigaciones en ecología y biogeografía.
4. Escenarios futuros y consecuencias globales del calentamiento
Con este cúmulo de evidencias, solo resta dar respuesta a la pregunta ¿qué futuro nos espera?
No hay duda que, en las próximas décadas, el calentamiento aumentará en todas las regiones del planeta, afectando de manera intensa a las regiones más vulnerables, entre ellas, a la cuenca mediterránea.
Las simulaciones climáticas para España, basadas en escenarios de emisiones, prevén un aumento continuo de las temperaturas durante lo que resta del siglo XXI, con diferencias notables entre valores máximos y mínimos. En escenarios de reducción moderada de emisiones, es decir, de mitigación moderada (RCP4.5), las previsiones indican que las temperaturas no se estabilizarían hasta finales de siglo, lo que supondría un aumento de aproximadamente 2,5 °C.
Para el caso específico de la Comunidad Valenciana, bajo este escenario, en 2050 se prevé un incremento de entre 2 y 3 °C en la temperatura media anual, mientras que las olas de calor serán más intensas y frecuentes, pasando de los 5-10 días al año que estamos teniendo, a 20-30 días al año en las próximas décadas, con las importantes implicaciones que ello tiene, de todo tipo.
A nivel estacional, el verano es la estación que registrará los mayores aumentos térmicos, mientras que el otoño mostrará una tendencia también creciente, pero más moderada. Por su parte, en un escenario de altas emisiones (RCP8.5) las proyecciones para la península ibérica indican que se podrían superar los 5 °C, siendo igualmente las estaciones de verano y otoño las más afectadas, pero obviamente con efectos mucho más intensos. Entre estos, las proyecciones sugieren un aumento de la amplitud térmica diaria, con consecuencias muy importantes en términos de salud pública y estrés sobre los ecosistemas.
A nivel global el aumento previsto de temperaturas no se distribuye de manera homogénea. Hay ámbitos o regiones donde los impactos pueden ser aún más extremos. Así, por ejemplo, en el peor escenario (RCP8.5), ciertas regiones podrían experimentar aumentos superiores a los 10 °C, lo que supondría un punto de inflexión especialmente grave para numerosos ecosistemas. Un claro ejemplo es el Ártico, donde en el escenario de menores emisiones (RCP2.6), ya se prevén importantes pérdidas en la capa de hielo, mientras que en el de mayores emisiones (y, por tanto, de mayor calentamiento), el colapso total del hielo marino sería prácticamente inevitable.
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En un planeta más cálido el ciclo hidrológico se intensifica, con un aumento de las precipitaciones. Sin embargo, en línea con lo señalado anteriormente, su distribución sería muy desigual. Así, las proyecciones que recoge el IPCC muestran, en primer lugar, que habría un aumento significativo de las precipitaciones en latitudes altas; en segundo lugar, un descenso importante en el mediterráneo y, por último, una alteración también muy destacada de las precipitaciones asociadas a los regímenes monzónicos.
Las consecuencias del aumento de la temperatura en las últimas décadas ya han tenido un impacto significativo tanto en los ecosistemas como en las sociedades humanas. Además, la creciente exposición a fenómenos climáticos extremos ha acentuado la vulnerabilidad de amplias poblaciones. Incluso en los escenarios más optimistas, esta tendencia continuará agravándose en el futuro. De hecho, en 2015, a través del Acuerdo de París y conscientes de la gravedad del problema, los países firmantes ratificaron su compromiso de limitar el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C, con el objetivo adicional de no superar los 1,5 °C.
Este margen, aunque pueda parecer reducido, es crucial, ya que cada fracción de grado adicional tiene repercusiones significativas sobre los ecosistemas y la habitabilidad del planeta. De hecho, no superarlo supondría una reducción considerable de los riesgos y efectos catastróficos del cambio climático. Por contra, superar esos límites conllevaría un aumento significativo de estos riesgos, con la intensificación de fenómenos extremos. Tendríamos así sequías más prolongadas, olas de calor más intensas y precipitaciones más violentas, que podrían continuar desencadenando grandes y posiblemente más intensas inundaciones. Estos eventos, cada vez más frecuentes en las últimas décadas, amenazan tanto la biodiversidad como la seguridad y el bienestar de la población. Adicionalmente, en esas situaciones, cuando no se dispone de sistemas de emergencia, o no se activan adecuadamente, la pérdida de vidas humanas puede ser especialmente grave, como hemos tenido ocasión de comprobar el 29 de octubre de 2024 en Valencia.
Efectivamente, en el año 2024 la temperatura media global del planeta ha sido de 1,5° C, y esa DANA es una sus consecuencias (no así la pérdida de tantas vidas humanas, que deriva de la nefasta gestión del sistema de alerta a la población). No somos los únicos que estamos sufriendo las consecuencias de eventos climáticos extremos. Cabe recordar que, pocos días después, en noviembre de 2024, al otro lado del planeta, California padeció incendios extraordinarios, denominados ya de sexta generación, con el desalojo de más de 10.000 personas y más de 3.500 viviendas pasto de las llamas. Más próximo a nosotros, Portugal ha padecido este tipo de incendios en junio de 2017 (con más de 65 víctimas mortales), precedido, no por casualidad, por una intensa ola de calor. Algo similar ocurrió ese mismo año en Chile, o en Australia en 2020. Incluso en regiones en las que, en principio, no esperaríamos este tipo de grandes incendios, como Canadá, también los han padecido, como los de junio de 2023 (coincidiendo con el verano más caluroso en los últimos 75 años). Y precipitaciones extraordinarias, con la consecuencia de inundaciones intensas, también hemos tenido en regiones europeas no mediterráneas, como, por ejemplo, por citar las más recientes, las causadas por la borrasca Boris en septiembre de 2024, a su paso por Europa central, con al menos 18 víctimas mortales. La lista de eventos extraordinarios sería ya especialmente larga, pero lo que es evidente y pone de relieve es que los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes y con consecuencias más catastróficas,
8. España, entre olas de calor, noches sin tregua y lluvias extremas: la cuenta atrás climática
también en vidas humanas. Por tanto, el cambio climático no solo afecta a los ecosistemas, también mata, y ninguna región del planeta está a salvo, y menos aún la cuenca mediterránea.
Ante tantas evidencias, y previsiones tan claras, todas ellas en la misma dirección, las acciones urgentes de mitigación y adaptación al cambio climático en general, y a los fenómenos extremos en particular, ya no son una opción, son una total y clara obligación. Por ello, todos, desde nuestros responsables públicos, a todos los niveles, hasta los ciudadanos, debemos implicarnos en el diseño, puesta en marcha y aplicación adecuada y urgente de medidas mitigación, pero también de adaptación y prevención. Y, para todo ello, el tiempo es un factor crítico, porque el calentamiento global y sus efectos son ya irreversibles, pero la magnitud que alcance en los próximos años y décadas depende de las decisiones que tomemos hoy.
En línea con esto último, cabe recordar que la persistencia de los gases de efecto invernadero en la atmósfera hace que el calentamiento global de las próximas décadas dependa de las emisiones acumuladas en el pasado. El carbono puede permanecer en la atmósfera durante siglos (y mucho más en el caso del metano), lo que hace que mantener la actual tendencia de emisiones conduzca a un aumento de temperaturas prácticamente irreversible. Sin embargo, según el Grupo de Trabajo I del IPCC, una reducción drástica y sostenida de las emisiones mejoraría la calidad del aire rápidamente, aunque la estabilización de las temperaturas globales requeriría entre 20 y 30 años.
Ante este panorama, no podemos cerrar los ojos, porque ya conocemos y hemos sufrido sus efectos. Hay que llevar a cabo, sin demora, transformaciones profundas en los modelos de producción, consumo y transporte, involucrando a gobiernos, sectores productivos y ciudadanos. Cabe recordar aquí las reflexiones y orientaciones que, en esta línea, ha planteado recientemente un amplio panel de expertos sobre “Cambio climático y territorio en el mediterráneo ibérico” (Romero y Camarasa, 2025).
En definitiva, sin reducciones inmediatas y a gran escala, alcanzar los objetivos climáticos será inviable, con las consecuencias ya conocidas para la viabilidad de los ecosistemas y el bienestar humano. Pero también es posible actuar a escala regional y local, y el momento de actuar es ahora. Actuar es obligación de todos, por nosotros mismos y, sobre todo, por las generaciones futuras, por nuestros hijos y sus descendientes. Preservar el planeta y, con ello, nuestro futuro, es una responsabilidad ineludible y de todos, y la cuenta atrás climática avanza inexorablemente
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Francisco Marco Rubio
Educador ambiental por formación y por vocación; entregado en cuerpo y alma al mundo de las plantas, vinculado a ellas desde siempre; curioso por naturaleza o mejor todavía, gracias a ella.
Hijo de la tierra y amante del mar. Cultivado entre surcos y acequias milenarias que forman el paisaje de su memoria. Semilla alada siempre dispuesta a volar y a crecer
9. Reflexiones - Reforestar desde la comprensión del Paisaje
Francisco Marco Rubio
Educador ambiental y técnico en agroecología y desarrollo rural fmarco@uv.es
índice
1. La mirada que une Naturaleza y Cultura 155
Resumen
Debemos dejar de ver la Naturaleza sólo como un recurso para el desarrollo humano. Su cuidado es urgente ante la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Comprender y respetar el paisaje fomenta su conservación y permite reforestar con criterio. Cuidar la Naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos.
1. La mirada que une Naturaleza y Cultura
Si valoramos a la Naturaleza únicamente como un medio para el desarrollo de la vida humana porque solo nos preguntamos qué podemos obtener de ella, qué recursos nos proporciona y cómo extraerlos , estamos equivocados: hemos formulado las preguntas inadecuadas.
Nuestra visión materialista del medio natural ignora por completo los límites de los recursos que extraemos de la Tierra.
Las cuestiones que debemos plantearnos son muy claras: ante la alarmante pérdida de biodiversidad, la creciente degradación y continua fragmentación de los ecosistemas, y las consecuencias nefastas del cambio climático que ya estamos sufriendo y que hemos provocado con nuestras acciones , cabe preguntarse: ¿qué estamos haciendo por la conservación de la Naturaleza? ¿Cuáles son nuestras prioridades de cara al futuro? ¿Es nuestro crecimiento y desarrollo económico realmente infinito?
Responder a todas estas preguntas puede resultar complejo, pero sí sabemos que la Naturaleza es la respuesta, ¿qué importancia tienen las preguntas?
En primer lugar, debemos entender que la Naturaleza es valiosa en sí misma y por sí misma, más allá de su utilidad para los seres humanos. Recuperar el equilibrio ecológico de los ecosistemas y su diversidad biológica es una necesidad urgente.
Cuidar de la Naturaleza, en definitiva, es cuidar de nosotros mismos, porque somos parte de ella. Reconocer con humildad nuestras limitaciones nos lleva a tomar conciencia de que somos
Restauración de los paisajes en el semiárido ibérico mediterráneo
una especie interdependiente e interrelacionada con la Naturaleza, con el medio que nos rodea y con todas las formas de vida que habitan cada rincón del planeta.
Cuando hemos sido capaces de trabajar con la Naturaleza y no contra ella, cuando hemos valorado su riqueza y aprovechado solo una parte de los recursos que nos brinda sin comprometer su disponibilidad para las generaciones futuras ni para el sustento de la vida , es entonces cuando hemos logrado crear, con su inestimable ayuda, paisajes resilientes que perduran en nuestra memoria.
Paisajes que son fruto del esfuerzo de muchas personas que han sabido comprenderla, que han trabajado a su favor desarrollando una cultura vinculada a su conservación.
Debemos seguir educando la mirada hacia el paisaje: una mirada que nos permita reconocer nuestro vínculo con la Naturaleza, descubrir sus secretos y su riqueza. Este conocimiento es imprescindible para restaurar su equilibrio… y también para restaurarnos a nosotros mismos, como personas, como individuos y como sociedad, desde el compromiso y la acción que implican los trabajos de reforestación.
Estudiar y comprender el paisaje contribuye a sentirse parte de él, a querer colaborar en las labores de reforestación, y a hacer realidad una participación activa de los diferentes actores sociales del territorio.
Además, posibilita reforestar con criterios técnicos y científicos, basados en la Restauración Ecológica, una garantía fundamental para el éxito de los trabajos realizados.
El paisaje une sociología y ecología, conecta tradiciones y territorios, y nos vincula con lo que somos: cultura y natura.
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