Los Nieuport del Ejército Argentino

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Los Nieuport del Ejército Argentino © Eloy Martín 2017

A menos de sesenta metros de allí el chileno Juan Hernández gritó a sus compañeros: Ahí está Matienzo. En efecto el cadáver de Matienzo apareció como reclinado en una saliente de roca. Cuentan las crónicas que el cadáver que yacía en el suelo recostado sobre una gran piedra, con las piernas ligeramente encogidas y los brazos extendidos a ambos lados. El cuerpo vestía un traje color caqui oscuro y encima una tricota de color blanco. Esta prenda, desgarrada por las aves de rapiña, había dejado al descubierto la caja torácica. Se podía ver que, sobre los breeches, llevaba un pantalón y calzaba botas negras; tenía ropa interior de lana. El panorama era bastante ingrato, a pesar de haber nieve se podía sentir el hedor del cuerpo en descomposición. Inmediatamente, se pudo observar que la cara estaba descarnada. Sus dientes, firmemente apretados, y el cuello y las vísceras comidos por los cóndores. Sus manos quemadas por la nieve se veían de un color negro en el reverso y sus dedos. Con una extraña sensación de tristeza el grupo siguió observando que en el deteriorado dedo anular izquierdo se encontraba un anillo de oro con las iniciales BM que resaltaban de un fondo rojo. En el costado izquierdo del cuerpo se encontró un lápiz de color negro. El estado de las botas llamó mucho la atención a Pujada y varios del grupo porque estaban peladas. Se supone que Matienzo había caminado un gran tramo desde la caída de su avión. A unos veinte metros del cadáver se encontró el casco, un pasamontañas y restos de vestimenta arrastrada por el viento.

La patrulla del subcomisario Pujadas frente al cuerpo del Teniente Matienzo 141

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Foto Archivo Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea. Vía Eduardo Juan Amores Oliver.

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