3 cimentada sobre roca

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la dio después que el Sr. Beulé le recordó la época de 4 años. No podía decirle más. Y seguramente, por lo que usted sabe, el Santo Padre comprendió bien lo que quería decir. Así, esta muestra de afecto es como la expresión de un corazón que muestra que esta época no le disgusta; es como un sello que ha puesto de nuevo a lo que hizo entonces... Tenemos que agradecer al Señor y orar por el Santo Padre. Creo que el Señor ha puesto en su corazón inclinaciones que nos lo hacen favorable. La carta del martes 29 de enero confirma esta impresión. Una entrevista del Santo Padre con el obispo de Namur ha mostrado sin equívoco sus disposiciones favorables hacia las Sociedades. Pero la cautividad del prisionero no está próxima a terminar. Su segunda carta de ayer me ha dado una muy buena noticia: se la agradezco de todo corazón, y ruego el Señor que bendiga mil veces al digno obispo de Namur que se la ha proporcionado... Esta noticia es tanto mejor cuanto yo aseguraba al Santo Padre en mi Memoria, con la mayor sinceridad, que una palabra de su parte nos decidiría, y que yo la consideraría como procedente de Dios mismo Lo que me dice usted de las prevenciones del Emperador es algo muy notorio. Eso me hace ver cada vez más que sólo debemos dirigirnos a Aquel que tiene en su mano el corazón de los reyes. Estas últimas líneas encuentran su explicación en una carta del 16 de enero de 1806, escrita por el Padre a la princesa de Hohenlohe: En cuanto a la gestión que usted me propondría hacer para obtener mi libertad, no la haga, no quiero deberla a ningún medio extraordinario. Por otra parte, podría suceder que esa gestión fuera inútil; le diré, pero como cosa secreta de la que no hay que hablar, que el Santo Padre, durante su estancia aquí, solicitó mi libertad al Emperador y no la obtuvo, tan violentos son los prejuicios en mi contra. Hay que adorar los designios del Señor; no por eso tengo menos confianza y la detención no tiene nada de molesto para mí. El fundador tiene ahora suficientes seguridades sobre la aprobación tácita renovada por el Soberano Pontífice para escribir a M. de Cicé el 4 de febrero de 1805: Será bueno comunicar a las Provincias nuestra alegría, sin decir sin embargo nada de lo que debe callarse. Estimulados por la acogida favorable del Soberano Pontífice y relativamente protegidos del ostracismo del gobierno gracias a las medidas de prudencia tomadas por el fundador, las Sociedades podían legítimamente esperar vivir y desarrollarse en la sombra. Pero un peligro en estrecha relación con las circulares y decretos oficiales, y mucho más insidioso, se levantaba ya en el horizonte. 97


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