3 cimentada sobre roca

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Iglesia y el estado”. traicionado”.

“Me ha traicionado” – repetía dolorosamente Pío VII, “me ha

Por otra parte, apenas le fue arrancada su firma, el Santo Padre había caído en un estado de angustia y de postración que daba las más vivas inquietudes a su entorno. Se negaba incluso a celebrar la misa y hablaba con dificultad. Pero felizmente estaba apoyado por algunos de sus más fieles consejeros pues, por diplomacia, Napoleón los había hecho volver a Fontainebleau para persuadir a Pío VII de sus buenas intenciones. Entre ellos se encontraban los cardenales Consalvi, Pacca y di Pietro. Juntos ellos estimaron que el Soberano Pontífice, que lo deseaba ardientemente, debía escribir al emperador una carta de retractación. Esta carta, de la que damos algunos extractos, es de una humildad y de una sinceridad conmovedoras. En sus Memorias, el cardenal Pacca escribe que “el Santo Padre estaba tan débil, tan abatido que apenas podía escribir y trazar algunas líneas por día”. Después de haber expresado su sorpresa porque se había “hecho público e impreso bajo el nombre de Concordato artículos que eran sólo la base para un arreglo futuro”... “en presencia de Dios al que tendrá que rendir cuenta del uso que haya hecho del poder que se le ha dado para el gobierno de la Iglesia”, el Santo Padre declaraba que su conciencia “opone insuperables obstáculos a la ejecución de diversos artículos contenidos en ese escrito. Reconocemos demasiado, en nuestra confusión y nuestro dolor, que nos serviríamos de nuestro poder, no para edificar, sino para destruir, al ejecutar lo que imprudentemente hemos prometido, no con falta de rectitud en las intenciones, sino por humana fragilidad, como siendo polvo y ceniza”. Añadía sin embargo que algunos artículos pedían enmiendas y que él estaba dispuesto a un acomodo definitivo pero “sobre otras bases conciliables con nuestros deberes"” Solamente el 24 de marzo hizo enviar Pío VII esta carta a Napoleón. Furioso, éste ordenó mantenerla secreta y siguió proclamando el Concordato de Fontainebleau como ley de Estado. Ordenó encerrar al Soberano Pontífice en un aislamiento total, con prohibición de introducir a cualquiera junto a él, incluso durante su misa. El cardenal di Pietro, considerado como principal responsable de la retractación de Pío VII, fue enviado en exilio a Aubonne. Los otros cardenales recibieron prohibición formal “de corresponder con cualquiera”. Ahora bien, relacionando las fechas, nos damos cuenta de que la audiencia privada del P. de Clorivière tuvo lugar el 17 de marzo por la mañana, cuando la carta de retractación del Santo Padre aún no había sido enviada. Algunos días más tarde, estando suprimidas todas las visitas y el cardenal di Pietro despedido en desgracia, él no habría podido ser recibido por el Soberano Pontífice. En el curso de esa semana, pesada por una atmósfera dramática y dolorosa para Pío VII, es cuando el fundador pudo acercarse a él. Consecuentemente, todo lo que pasa durante esta 137


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