3 adelaida cofundadora

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inmenso de gloria y de felicidad; y ¿qué honor más grande puede haber en la tierra para un alma como la suya amante de Jesús, si no es sufrir un poco por Aquel que ha sufrido tantos tormentos y humillaciones por ella? En lo que se refiere a algunas pesadeces que experimenta, que no se preocupe; eso sirve más bien para aumentar que para disminuir el valor del sacrificio. La fe, la esperanza y el amor, eso es lo que Dios nos pide, y nada de eso depende de lo sensible. Luego, como en la carta anterior, el Padre le recuerda cuán presente está en las oraciones de todos: Desde nuestra separación, no he dejado un momento de ocuparme de usted delante de Dios. A eso tienden mis oraciones. Sucede lo mismo con un gran número de almas buenas. Ayer, comunión general por usted en la Visitación. Atribuyo a esas oraciones el cálido interés que muestran por usted. Eso me hace esperar su pronto regreso; me deleito pensándolo, pero no me atrevo a abandonarme a esa dulce esperanza. Añado, como debemos hacerlo siempre: Fiat volutas tua. Adiós, mi buena amiga, nos encontramos siempre en los SS.CC. de J. y de M. En este último párrafo habla el Padre de una comunión general hecha en la Visitación. Se trataba del monasterio en el que su hermana era religiosa, como también la Señora de Montjoie, amiga íntima de M. de Cicé, de la Señorita d’Esternoz y de la Señora de Goësbriand. Los archivos de la Sociedad poseen algunas copias de cartas de la Señora de Montjoie a la Señora de Goësbriand. En una fechada el 1° de febrero de 1801, es decir durante el curso del proceso, destacamos este párrafo: ...Adelaida sufre con valor y una paz admirable; su cruz sería pesada para un corazón menos generoso que el suyo; víctima de su caridad, espera con tranquilidad todo lo que Dios quiera que le suceda. Oremos por ella, Señora; yo miro este acontecimiento como el triunfo de sus virtudes. Otra carta, sin fecha, debe haber seguido de cerca la feliz conclusión del proceso a comienzos de abril 1801. Da, bajo una forma casi alegórica por medida de prudencia, noticias del P. de Clorivière y de M. de Cicé, que se han alejado provisoriamente de la capital. Hace alusión también a la Señora de Gouyon, cuya liberación debía ocurrir más adelante, y concluye con un hermoso testimonio de la edificación dada entonces por los miembros de la Sociedad: He tardado en responder a sus dos cartas, Señora, en el deseo de poder darle noticias satisfactorias. Sin duda Dios tiene sus planes para poner obstáculo al regreso de Josefina; ese momento parece alejarse cada vez más, como también el de María, que se ha ido a respirar el aire del campo: usted sabe que María es el nombre de nuestra compatriota, ella está mejor de lo que estaba aquí, donde habría tenido una recaída si se hubiera quedado; las recaídas son peores que las enfermedades; le aseguro que ella ya no existiría si se hubiera empeñado en quedarse aquí, un aire que es mortal para ella, pero Dios la sacó milagrosamente de esta cruel enfermedad. Le envié su carta, y a Josefina la de ella, por mano, pero ni una ni otra están en condiciones de escribir. Estarán muy consoladas al tener noticias suyas, por eso no he querido privarlas de ellas. Usted sabe que una madre y dos hijas que habían caído enfermas con la misma enfermedad que María no han salido tan felizmente como ella. La madre no se ha recuperado, pero sí las dos hijas que tuvieron una recaída y han vuelto a la misma 86


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