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cuerpo se encuentran mejor, no es ciertamente la intención de sus caritativas amigas que usted dañe su salud, llevando una vida menos recogida. Le aconsejaría solamente concederse en este tiempo la mitigación que las circunstancias pidan, y contentarse en sus ejercicios de piedad con una dulce aplicación del corazón a Dios, que San Francisco de Sales recomiendo mucho a sus hijas, tanto en la enfermedad como en la salud y que fortifica singularmente el espíritu sin causar al cuerpo el menor daño. Pero si verdaderamente, viviendo como usted lo hace, pone un obstáculo al perfecto restablecimiento de su salud, yo no puedo aprobarlo. Soy totalmente del parecer de sus amigas, y le insisto como ellas, que haga lo que le ha sido señalado en su carta. Soy, con respeto en Nuestro Señor, señorita, su muy humilde y obediente servidor, de Clorivière. Le he escrito en otra hoja a fin de que puede, si lo juzga oportuno, comunicarlo a sus amigos de Rennes, lo que pienso de su conducta. Le adjunto, la novena de la Señora Luisa que le devuelvo con mi agradecimiento. No se extrañe de las pequeñas molestias que le doy y, si su salud no se encuentra peor, usted puede continuar aprovechando los cuidados que le he señalado. Esto es solamente para usted. ANEXO 5.16 EL DIA QUE ADELAIDA LLEGA A LA CRUZ, CLORIVIÈRE LA INVITA A MIRAR SIEMPRE ADELANTE EN LA OBEDIENCIA Dinan, 8 de septiembre de 1788 Que el mismo Señor la sostenga y la ilumine en su nuevo camino en el que El mismo la ha hecho entrar. No mire más atrás, para que pudiera servir las vueltas inquietas sobre el pasado, solamente para desanimarla y para privarla de las gracias que el Señor le ha destinado. Mire siempre delante de usted como el Apóstol nos enseña; que el temor del provenir no haga nunca en usted la más mínima impresión desagradable. No tema perderse lanzándose por decir así, como ciego, en las manos de Dios; la confianza y el abandono son las virtudes que todavía no ha conocido bien hasta ahora, pero que deben, a partir de hoy, servirle de antorcha. Esfuércese por adquirir en ellas la perfección y pídaselas frecuentemente al Señor. El le concederá todo lo que le pida. Haga todo el bien que pueda, pero siempre sea con la sanción de la obediencia. No le digo nada más, la obediencia encierra todo. Mis respetos a la Superiora. Saludos de mi parte a la señorita de la Gervaisais. Hubiera estado encantado de encontrarla en la Cruz. Soy, con respeto, su muy humilde y obediente servidor. Esta noche salgo de misión bajo los auspicios de María. Ruegue por mí.


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