2 cartas de adelaida de cicé

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CARTAS

a la Señorita Luisa de Gouyon de Beaufort Agosto 1791 (probablemente) Acabo de recibir su carta, querida y buena amiga, la que me da mucha alegría. La tenía bien en la mente y en el corazón, en relación a la Sociedad, y si yo hubiera podido conversar a solas con usted no hubiera sido usted la última a la que yo le habría hablado de la felicidad de ofrecerse a Nuestro Señor por las manos de la Augusta Virgen María que nos ha adoptado por hijas suyas al pie de la Cruz, pero a la cual queremos pertenecer más especialmente por nuestra propia elección. Estoy encantada del deseo que el Señor le ha inspirado. No he olvidado lo que usted me dijo hace tiempo del deseo que el Señor le ha inspirado en su misericordia, desde muy joven, de consagrarse a su servicio. El la ha prevenido desde muy temprano con las bendiciones de su dulzura. Me uno a usted con todo mi corazón para pedirle que le conceda la gracia de responder a sus invitaciones con toda la plenitud de su corazón, cuando haya reconocido por la oración y la reflexión que el Señor la llama verdaderamente. Su carta me hace lamentar mucho no estar al alcance para verla en este momento, y no poder esperar ir mañana como había proyectado, y que la fiesta de la Asunción esté demasiado próxima para que pueda hacer la Consagración que desea. Al hacerla, no se compromete ciertamente por ningún voto, pero se nos recomienda no hacerla sino con madura reflexión, y pasar tres días en el recogimiento para disponerse a hacerla y para pesar bien en el silencio del retiro el sentido y la naturaleza de esta Consagración. Es la ofrenda más completa de sí misma, su alma y todas sus potencias, su cuerpo y todas sus fuerzas, todo lo que se puede poseer y todo lo que se posee, todo lo que depende y dependerá de nosotras; no se quiere ya nada, no se desea ya nada sino dependiente de la voluntad divina y conforme a esa voluntad. Se quiere todo lo que ella quiere y como ella lo quiere; no se rechaza nada de lo que ella ordena; se aceptan todas las penas, todas las cruces. Es una consecuencia del gran precepto de la caridad: Amaréis al Señor vuestro Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma y con todas vuestras fuerzas. Por fin, mi querida amiga, después de esta Consagración no debemos mirarnos más como pertenecientes a nosotras mismas, sino a Nuestro Señor que nos llama a seguirlo, y a cuya voz respondemos en la medida que somos capaces, ofreciéndonos a El sin reserva por las manos de su Santísima Madre, para cumplir todas sus voluntades y ponernos en condiciones de seguir los designios que El ha tenido sobre nosotras desde toda eternidad Nuestra fidelidad en el seguimiento es la medida de la voluntad y del fervor con el que abrazamos primero el servicio de Dios. Esta reflexión debe llevarnos a no descuidar nada para que esta consagración de nosotras mismas sea muy agradable al Señor. Le comunicaré con mucho gusto todo lo que tiene relación con nuestra Sociedad. Pero pienso como usted que hubiera sido deseable que hubiera consultado a su consejo. Sin embargo, como no se trata de compromiso definitivo, usted puede, después de haber pedido el consejo y la aprobación de su querida y respetable mamá, decidirse a este paso, si sigue sintiéndose inclinada a hacerlo. Estoy segura de que ella no le negará su consentimiento si cree reconocer la voluntad de Dios. Entonces espero que ella me 1


concederá que usted venga a pasar sus tres días de recogimiento en la Cruz, lo que podríamos hacer lo más pronto, para la fiesta de la Natividad de la Santa Virgen, el 8 de septiembre. La última vez que tuve la satisfacción de ver a su Señora Madre, dijimos una palabra de la Sociedad de María que me pareció aprobaba mucho, como todo lo que se relaciona con la gloria de Dios. Usted es dueña de comunicarle mi carta, pero me inclino a creer que su virtud y su ternura le inspiran suficiente confianza para confiarle sus proyectos. Sin embargo voy a decirle una palabra aparte para ponerla cómoda sobre eso. Adiós, mi querida Luisa, permita a mi amistad cortar todo cumplimiento, mis sentimientos por usted no son por eso menos tiernos y respetuosos. Esté muy segura de la alegría que me da la esperanza de estar aún más estrechamente unida a usted y llamarme para siempre su hermana Adelaida que la ama y la saluda en el divino Corazón de Jesús y el de su Santa Madre. Le envío una pequeña imagen que le ruego llevar con usted. Hágame la amistad de escribirme en adelante y de actuar conmigo sin cumplimiento. Acabo de sacar un Testamento de la Sta. Virgen para usted, lo he copiado sobre la imagen.

“”””” Autógrafo enviado por St.Servan con esta nota: Carta enviada a la Srta. Luisa de Gouyon de Beaufort antes de que ella hiciera su consagración (la que hizo el 15 de agosto de 1796 en casa del Sr. Engerrand). Esta carta que habla de la fiesta de la Asunción muy próxima para que su deseo pueda realizarse debe ser en consecuencia del verano de 1791, porque: 1. M. de Cicé está todavía en la Cruz, pues después de haber explicado a la postulante la importancia de la Consagración, la compromete a solicitar la autorización de su madre con la de venir a pasar los tres días de recogimiento preparatorio en la Cruz; 2. M. de Cicé no está todavía en París, adonde parte a fines de 1791?. ”Lamento no poder esperar dirigirme mañana”. En consecuencia, no está lejos. 3. El convento de la Cruz fue cerrado y las religiosas dispersadas el 4 de octubre de 1792. Ese año, M. de Cicé estaba ya en París. Entre esas primeras conversaciones y su realización estuvo el Terror… la partida de M.de Cicé para París… la venida a San Maló de Le Carpentier que llenó las prisiones después de haber cerrado las iglesias y conventos. La Srta. de Gouyon encontró en prisión a la Srta. Chenu.

17 enero 1817 He recibido su carta, Señorita y muy querida Amiga, soy muy sensible a sus deseos, los míos para usted son semejantes y los formulo con lo mejor de mi corazón para que usted llegue a ser todo lo que el Buen Dios pide de usted. Cumpla con confianza en la bondad del Señor y bajo la protección de su Santa Madre el empleo que la obediencia le ha impuesto. Es útil hablar y mostrar a los otros el camino de perfección en el que una misma está comprometida, es un medio muy eficaz para recorrerlo una misma con más celo y fidelidad., y el Señor, cuya bondad no deja nada sin recompensa, nos favorece más por ello. Su 2


protección y la de su Santa Madre cubre nuestras miserias. Dios se complace en sostener a los instrumentos que utiliza cuando reconocen toda su debilidad. Dé a conocer mi carta a nuestra querida hermana A. Sauvage a la que sólo podré decir una palabra. Adiós, querida Amiga, no dude jamás de los sentimientos con los que le soy muy adicta en el Corazón de nuestro divino Dueño y de nuestra Santa y Augusta Madre.

4 junio 1817 Señorita y muy querida Amiga, Mi estado de salud me ha impedido hasta este momento escribirle y a nuestra querida …. Me ha costado mucho, sobre todo no haber podido responderle en respuesta a la carta en la que me comunicaba la pérdida que hemos tenido en la tierra de nuestra querida Celeste, amiga que pienso como usted que tenemos en el cielo. He hecho escribir sin embargo para pedir oraciones, pero pienso que ella está en estado de dirigirlas por nosotras. En el poco tiempo que la hemos tenido aquí, aquellas de nuestras amigas que la han visto han sido particularmente afectadas. La circunstancia de su muerte, en el momento que iba a solemnizar el triunfo de Nuestro Señor subiendo al cielo a mediodía del día de la Ascensión, es bien notable. Ahogándome y llorando a la vez al leer su carta, me he sentido inclinada a decir el Laudate en acción de gracias… Tomo mucha parte en la pérdida que sufren todas, y ruego a Dios que devuelva la salud a esta querida Amelia si es su santa voluntad, ¡ella nos es tan preciosa! Hago orar por ella, pero acabo de saber con pena que está más mal; temo mucho, por lo que usted me ha mandado decir y lo que me han dicho de su estado. Le ruego que haga mención de mí al Señor su hermano. Ocupémonos ahora, querida Amiga, en copiar en nosotras virtudes que no deben solamente ser objeto de admiración, sino que son propuestas a nuestra imitación. Reanimando su fervor, una a la vez una gran confianza en N.S. y en la protección de su Santa Madre, con una profunda humildad que es el sólido fundamento de todas las virtudes; pero que sea inseparable de una dulce confianza, la que debe reinar en el corazón de una esposa de J.C. y de una Hija del Corazón de su Santa Madre, que no espera nada de sí misma sino que espera todo del Señor. En la espera le envío 6 ejemplares de nuestros libros y una hoja explicativa de los errores de impresión, que será bueno corregir al hacerlas encuadernar; he añadido 6 ejemplares de nuestras Letanías al Divino Corazón que se podrían cantar en nuestras familias, sobre todo los primeros viernes de mes. He recibido el dinero que me ha enviado. Le agradezco el trabajo que se ha tomado. Nuestro buen Padre ha venido a verme, él está muy bien, las ha bendecido a todas ustedes a petición mía y me asegura (lo que no me cuesta creer) que él piensa continuamente en nosotras delante del Buen Dios. Se estableció una nueva casa en Q… por los cuidados de nuestro querido Sr. Gilbert, y otra en A… Hace poco tenemos también una en B…, acabamos de enviar libros y las instrucciones necesarias por la Señorita de G., que es una señorita que conoce perfectamente nuestro asunto. Se estableció una casa de Hijas del S.C. de Jesús en Quimper, usted puede comunicarlo al Sr. Gilbert a quien esto le dará placer, llamándome al honor de su recuerdo. Deseo mucho el restablecimiento de su salud; la mía está siempre en un pobre estado. Le 3


doy una idea diciéndole que, aunque la casita que habito está contigua a la iglesia y que sólo tengo que dar un paso (felizmente tengo una tribuna sobre la iglesia) no he podido ir a la Misa desde el Miércoles de Cenizas. Estaba ya bien enferma desde hace tiempo, hace más de cinco meses, pero desde esta época la cosa me ha sido completamente imposible. He escrito la mayor parte de esta carta desde mi cama. Me recomiendo mucho a sus oraciones y a todas, en particular a las de mi buena A., pues se hace muy tarde para mí y tengo mucha necesidad de prepararme cuidadosamente a mi último paso. Cuento mucho, para hacerlo felizmente, con la ayuda de las oraciones y las buenas obras de mis Hermanas. Sea junto a ellas, tanto de la ciudad como de otras partes, la intérprete de mis sentimientos, sobre todo junto a su querida hermana de la que sé con pena que la salud no es tan buena como lo deseo. Cuide la suya para la gloria de nuestro buen Señor. Recibí con fecha 22 de abril una carta del Sr. B…, no he podido responderle. Le ruego, querida Amiga, que le presente mis excusas por el estado deplorable de mi salud, que no me ha permitido escribir. Su carta tiene por objeto una pequeña renta que le ruego se entienda usted con él para hacerme llegar el importe. No vemos ninguna especie de inconveniente en que se procure para su retiro próximo la antigua casa de las Damas de Santo Tomás, pues esas Damas querían bien prestarse a ello; en cuanto al ruido que esto puede hacer, no hay que apenarse por ello, la Santa Virgen y nuestros Ángeles nos protegen. Si se encuentra un poco de objeción debido a los propósitos, será un provecho muy claro. A Dios, toda suya, querida Amiga, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. No puedo más, es tiempo de dejarla, no de espíritu y de corazón, en los que está usted bien grabada y de manera imborrable.

17 enero 1818 Hace pocos días he recibido su carta del 2 de enero, Señorita y querida Amiga, y me apresuro a responder una palabra y agradecer a su Madre y a usted por su común prisa para enviarnos una Hermana a… Ella ha sido muy bien recibida; el Cura y nuestra amiga esperan mucho de ella; se la ha alojado en la espera en casa de una de nuestras amigas que es una verdadera santa, que yo conozco mucho por haber hospedado en la misma casa a P…; ella está encantada de que esté con ella hasta que comience al establecimiento, lo que será lo más pronto posible. Ahora se hacen las reparticiones más urgentes. Esta amiga, aunque enferma, tiene mucho orden y economía, habiendo estado a la cabeza de una gran casa en la que tenía toda la confianza. Si la Señorita R… quiere, como lo pienso, aprovechar de sus consejos, ella le será muy útil, contando entrar ella y su doméstica también en la Sociedad, al mismo tiempo que ella en la casa de R… los medios son tan escasos que no se puede encargarse de un número mayor Le ruego que sea mi intérprete ante la Sra. G… y nuestras amigas; me recomiendo a sus oraciones y a las de usted, al estar siempre muy enferma. El año pasado usted aceptó cobrar por mí mi renta, le ruego hacerme el mismo servicio este año. He enviado hace tiempo al Sr… C y he recordado con frecuencia la nota de los libros que usted pedía. Pienso que los ha recibido; como no me los enviaron no pude poner el precio. Amable me había enviado para ese fin un luis reducido a 25 francos 55. Pagué 22 francos. Indíqueme una ocasión para la devolución. A Dios, toda suya en los Corazones sagrados de Jesús y de María. 4


CARTAS a la Srta. Teresa CHENU 6 de junio de 1796 No dude, querida Teresa, su nombramiento es obra de Dios, es el sentimiento de nuestro Padre que da a este acto toda su aprobación y su bendición. Aunque soy indigna de tener alguna parte en las obras del Señor, en su Nombre y el de nuestra Santa Madre, entro en los sentimientos de mi Padre y uno de todo corazón mis votos y mis oraciones a las de mis Hermanas para obtenerle todas las gracias que necesita para cumplir con la mayor fidelidad los amables designios del Señor y de su Augusta Madre. Que no la desanimen su edad1 , su poca experiencia, e incluso sus defectos. Confíe cada vez más en el dulce pensamiento de que puede esperarlo todo de El. La más dulce confianza y la más profunda humildad deben ser la base del edificio que el Señor quiere hacer en nosotras y por nosotras. Ponga su complacencia en reconocer a los pies de Jesús y de María su ignorancia, su debilidad, su incapacidad. Ruégueles, conjúreles, por la ternura de sus Sagrados Corazones, que suplan su miseria. Diga con frecuencia a nuestro divino Maestro: “Señor Jesús, no soy todavía sino como un niño que no sabe conducirse, y vuestra sierva se encuentra en medio de vuestro pueblo que habéis escogido; os suplico que deis a vuestra sierva un corazón dócil y vuestro espíritu de sabiduría para que pueda juzgar a vuestro pueblo y discernir entre el bien y el mal. Haga también esta oración por mí como yo la hago por usted. En todas sus dudas y en las ocasiones en que tenga que decidir por sí misma sin poder recurrir a la obediencia, consulte a Jesús en la Eucaristía, vaya a ese Consejero fiel y siga exactamente los consejos que reciba de él. Yo bendigo con toda mi alma, querida Amiga, al Dios de las misericordias por todas las gracias con las que la colma y no puedo comprometerla más a la gratitud que le debe; manifiéstesela en la medida que es capaz renunciando de corazón a todos sus intereses para abrazar únicamente los de Jesucristo. No tengamos otros que los suyos; no pensemos en adelante sino en amarlo y hacerlo amar y glorificar con todas nuestras fuerzas, entiendo las que El nos dará, pues por nosotras mismas somos sólo debilidades. Pero a ejemplo del Santo Apóstol, alegrémonos de nuestra debilidad, de la que el Señor puede sacar su gloria cuando le plazca. No puedo dudar de que al buscar primero el Reino de Dios, todo lo demás no le sea dado por añadidura, conforme a su palabra. Me parece que Nuestro Señor nos dice esta palabra que dijo a Sta. Catalina de Siena: Piensa en Mí y yo pensaré en ti… Ruego a N.S. y a su Santa Madre que la aten a sus Sagrados Corazones con lazos indisolubles que harán su fuerza y su felicidad. Agradezca mucho al Señor por esta preciosa gracia que no sabríamos apreciar demasiado, sobre todo en un tiempo como éste; semejante felicidad al ser más rara debe ser sentida vivamente por un corazón bueno como el suyo. La eternidad no será demasiado larga, querida Teresa, para bendecir al Señor por sus misericordias con nosotras. Emplee bien el tiempo que El nos ha dado según sus intenciones y para su mayor gloria; trabajemos en ganarle corazones, después de haberle dado los nuestros sin ninguna reserva. 1

Tenía 27 años

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Nuestro Padre acaba de darnos un pequeño retiro para preparar a tres hermanas a su Consagración durante la octava del Santo Sacramento; nos ha dicho una palabra sobre este admirable Sacramento todas las tardes antes de la bendición. Hemos celebrado lo mejor que hemos podido, el viernes, le fiesta del Divino Corazón, y él nos da ahora una novena en honor de ese divino Corazón, del que nos habla cada día una media hora antes de la bendición. Que por eso y por la intercesión de nuestra Madre y nuestra Reina podamos todas entrar en los sentimientos del Corazón de Jesús y de María. Me alegraría mucho encontrarme un día con usted y sus compañeras. Cada día siento más la fuerza y la dulzura que tienen los lazos que nos unen en el Señor…. Le deseo los sentimientos de su Patrona por Jesús y María. ; pida con frecuencia la protección de esta gran Santa para usted y sus compañeras. Saludo a su buen Ángel y al de todas nuestras Hermanas. La comprometo a inspirar la devoción a los Santos Ángeles y la de San José. Nosotras lo invocamos todos los días y lo miramos como uno de nuestros santos Patronos, así como a toda la familia de Nuestro Señor, el Arcángel Gabriel y todo lo que se relaciona con nuestra Augusta Reina. Invocamos también cada día a los dos Apóstoles, S. Pedro y S. Pablo

4 agosto 1796

.Le envío la protesta que debe hacerse el día de la Asunción de la Santísima Virgen; mi Padre y yo encontramos muy bueno que usted siga su atractivo y su vocación de trabajar con todas sus fuerzas en hacerle conocer y amar y proporcionar todas las ayudas necesarias para alcanzarlo a las personas del mundo que la Providencia le envíe para esto. Creo que usted no debe inquietarse demasiado por las relaciones que contrae sólo con el fin de ganar las almas a Dios. Sin embargo, no se recargue de manera que esto la haga faltar a sus deberes con sus Hermanas, Consulte la obediencia; hay ocasiones en que la mayor gloria de Dios y la caridad hacia el prójimo piden que prefiera el servicio del prójimo, en lo que se refiere a lo espiritual, a rodo lo demás. Tiene razón al humillarse mucho. Cualquiera sea el éxito que pueda tener en las buenas obras, nunca deje de mirarse como un débil instrumento en las manos de Dios, es el único medio de atraer sobre usted sus bendiciones. El hará grandes cosas por usted si usted depende absolutamente de El. Póngase siempre interiormente por debajo de las personas que le hacen las confesiones más humillantes… Trabaje mucho en no seguir la actividad natural en las mejores cosas, sino a actuar sólo por el movimiento de Dios; yo tengo gran necesidad de poner en práctica esta lección. Recuerdo que usted me habla de la manera como se viste: siempre me ha parecido muy conveniente, conservando más que nunca la simplicidad de la que hace profesión. No tenga nada que parezca ridículo y que la haga notar.

23 septiembre 1796 Esperemos los momentos de Dios; en la espera, hagamos lo que depende de nosotras con su gracia, tanto para nuestra perfección personal como por la del prójimo. No se desanime jamás por todo lo que 6


puedan decirle; aprovéchelo para entrar en profundos sentimientos de humildad, pero no para conducirse para su perfección y la de las personas que le son confiadas. Todo está en mantenerse muy unida a Nuestro Señor y a su Santa Madre, y actuar en la medida que le sea posible por el movimiento de la obediencia, sin que sea necesario hacer un voto particular de obediencia al confesor. Esa es la opinión de mi padre. En cuanto a la manera de hacer las culpas, hemos puesto muy poco en uso esta práctica en nuestras asambleas, porque las lleva mi padre y él no aprueba que eso se haga delante de él. Tampoco usted debe hacerlo cuando esos Sres. hacen las conferencias, sino en sus asambleas particulares, esto es de gran utilidad.

28 diciembre 1796

Por fin, mi querida Teresa, todo sirve para el cumplimiento de los designios de Dios, y con frecuencia incluso lo que parece serle más contrario. Tengamos siempre el mayor respeto por las decisiones de los Superiores; tiene usted razón al no perder la esperanza por esto; por el contrario, los obstáculos deben aumentarla, pues son señales de que les cosas deben resultar un día a la mayor gloria de Dios. Jamás debe excitarse más fuertemente a la confianza y a la esperanza de la felicidad eterna que le está destinada que cuando siente más vivamente el temor de lo contrario. Tiene mucha razón al no desanimarse por esto y mirar esta pena como una gracia que la mantiene en la humildad y la hace practicar los actos del puro amor; es el correctivo de la disposición en la que teme estar a veces, de sentir muy vivamente la felicidad de hacer algo por Dios, es decir, a no sentirlo de una manera bastante pura y bastante desprendida del amor propio. Sin sutilizar, como usted lo dice muy bien, hay que purificar con frecuencia su intención sin turbarse por los retornos sobre sí misma que hay que retractar cuando se da cuenta de ello, sin turbarse por haberlos sentido; es un tema de humillación continua, muy útil para el alma. Lo es el estar en el lugar en que usted está, en el que se encuentra a sí misma tan lejos en la práctica de las lecciones y de los consejos que da a las otra; es también por gracia de Dios un aguijón para hacer avanzar. Pida para mí que me sea más útil de lo que me ha sido hasta ahora; yo lo haré por usted. Es también una pena la dificultad que siente para abrirse a M…Pienso que debe atenerse a lo que se le ha dicho respecto a esto, que es una prueba de Dios. Con frecuencia se experimenta oposición por las personas que nos son más útiles en el orden de Dios. Lejos de ser una razón para alejarnos de ellas, debemos adherir más fuertemente que nunca a su dirección, y por esta constancia triunfaremos del enemigo de la salvación. Dios permite también esas dificultades para que no haya nada de humano en las comunicaciones espirituales. En cuanto a la falta de libertad para explicarse, si no puede superarla en las cosas espirituales, usted puede consultar a M… Se experimenta a veces esa imposibilidad de dar a conocer algunas cosas, porque no es el espíritu de Dios el que nos lleva a eso en algunas circunstancias, sino solamente el deseo de aliviarnos, de satisfacernos. Le ruego insistentemente que nos haga recordar por todas las hermanas y les asegure todos los sentimientos de los que estoy penetrada por ellas. Me recomiendo mucho a sus oraciones; las comprometemos mucho a no desanimarse por la contradicción que experimentan por la escasez de sus asambleas; hay que compensarlo por una gran fidelidad en aprovechar los consejos que pueden recibir en particular, sea de usted, sea de las que usted 7


nombre para suplirla. Esa ayuda les será tanto más necesaria cuanto al ser mayor su número y más escasas sus conferencias, tendrán necesidad de alguien a quien consultar. Rogamos al Señor que la inspire en la elección que tenga que hacer, y le pedimos también que dé a nuestras hermanas la simplicidad y la docilidad que necesitan para aprovechar esta nueva ayuda y avanzar cada día en la perfección. Les rogamos que se penetren bien de la Regla de Conducta y conformen a ella su vida; si son fieles en esto, sin hacer cosas extraordinarias llegarán a una gran perfección. Deben animarse las unas a las otras en la práctica de la virtud, y no considerar en las personas a quienes darán cuenta de sus disposiciones sino al Señor de quien tienen el lugar. No hay que detenerse en una confianza natural: el mérito de la acción es tanto mayor cuando en esas comunicaciones uno se eleva por encima d sí mismo por una mirada de fe y se considera sólo al Señor. Esa pureza de intención y esa simplicidad son seguidas por grandes bendiciones. Pida para nosotras que entremos muy perfectamente en el espíritu de nuestra santa vocación, que podamos sentir cada día más la inestimable felicidad de habernos consagrado a Dios, y responder a tan grande gracia por la más exacta fidelidad en hacer todo lo que el Señor pide de nosotras. Le deseo las más dulces bendiciones de Nuestro Señor y de su Santa Madre.

20 enero 1797

Estamos siempre aquí en las mismas condiciones, es decir tranquilas, pero sin reunirnos. Dios tiene sus designios en eso, hay que adorarlos y someterse a ellos. Oremos más que nunca en este tiempo en que el Señor es tan ofendido. Le envío una aspiración de mi padre a la Santa Virgen (Vos que triunfáis de las legiones infernales, etc… o bien: Acordaos, estamos prontos a perecer, Vos que sois nuestra Reina y nuestra Madre! Nosotras miramos a María como nuestra Madre, sabemos que ella nos ama con una ternura inefable y que nada puede serle rehusado) Entremos pues, al hacer esas inspiraciones, en los sentimientos de confianza que experimentarían los niños que, al verse a punto de perecer, tenderían amorosamente sus brazos hacia su madre. Esta Madre tierna, ¿sería sorda a sus gritos, no se apresuraría en venir en su socorro? Estas reflexiones son de nuestro buen padre. Nosotras hacemos más regularmente estas aspiraciones en una novena que termina mañana, de la que yo habría querido darle aviso.

3 marzo 1797

Tomo mucha parte en las disposiciones que usted experimenta, nos parece que son pruebas de los designios muy misericordiosos que el Señor tiene por usted, tanto por el bien de su alma como por la de todas aquellas que le están confiadas. ¿Qué sabe el que no ha sido tentado? Cuando usted vea a sus hermanas caídas en semejantes penas, estará más capacitada para fortalecerlas, levantar su ánimo caído, animarlas a la virtud que no se practica jamás más pura y más ventajosamente 8


para nosotras que en el tiempo de la prueba. Usted les enseñará a salir de ellas mismas por la confianza en Dios, y esperar todo de su bondad a pesar del extremo en que se encuentren reducidas a veces, y seguir con la fidelidad de que sean capaces sus ejercicios a pesar el disgusto que tienen en hacerlos; a persuadirse bien de que tienen tanto más mérito cuanto son más difíciles; que el sentimiento no depende de nosotras y que el Señor nos tiene una cuenta particular de los actos hechos sin gusto y sin fervor sensible. Me gustan mucho las palabras de San Pablo: “Señor, ¿qué quieres que haga?” El Señor ve esta preparación de nuestro corazón y El le dará la gracia que usted le pide, que es cumplir en todas las cosas su santa voluntad. No considere la substancia de las cosas que hace, sino el motivo que se las hace hacer, que debe ser el del amor. Los servicios que hace a sus hermanas son muy agradables a Nuestro Señor y a su Santa Madre, no los omita, cualquier repugnancia que pueda experimentar. Nada es grande y glorioso ante Dios y saludable para nosotras como soportar algo por el nombre de Jesús y por la salvación de las almas. No se turbe, querida Teresa, si aún no ha adquirido esa igualdad de ánimo que desea y que es tan deseable; humíllese, la humildad repara todo, y pídala sin cesar por el Sagrado Corazón de María para usted y para mí. Cualquiera sea la causa de la tristeza que siente a veces, es preciso que la resignación a la voluntad del Señor se la haga soportar con dulzura y con paz. Pida también para mí esta gracia como yo lo hago por usted. Tiene razón, querida Teresa: los obstáculos que se encuentran, lejos de desanimar, deben aumentar nuestras esperanzas y animarnos a vencer las dificultades, cuando depende de nosotras superarlos. Dios lo espera de nuestra fidelidad; es lo que debemos hacer para manifestarle nuestra gratitud por todas las gracias con las que nos colma a pesar de nuestra indignidad. Lo que nos falta, dígaselo a usted y a sus hermanas, es el valor para vencerse en las ocasiones; yo experimento más que ninguna el peso de mi debilidad, y miro como la más grande gracia la fidelidad en seguir las inspiraciones del Señor elevándose por encima de una misma sin consultar lo que nos agrada o lo que nos desagrada, sino únicamente lo que es agradable a Dios. Es la doctrina de mi padre, que estoy muy lejos de seguir, desdichadamente. Sea más fiel a ella, querida Teresa, e inspírela a sus hermanas. El renunciamiento a sí misma es la práctica de la verdadera y sólida virtud. Un buen servidor de Dios dice que siempre hay que tomar el partido de Dios contra uno mismo. Para esto se necesita una fuerza sobrenatural que no debemos cansarnos de pedir por el Corazón de nuestra Santa Madre. La confianza que usted tiene en la Santísima Virgen nos da mucho agrado y debe animarla siempre en todo lo que emprende para la gloria de Nuestro Señor y para su servicio. Voy a enviarle la manera de hacer las culpas. En cuanto a los actos de humildad, si estuvieran heridas la caridad y la unión entre las hermanas, nos parece muy conveniente hacer una reparación, es decir en particular, a fin de que las faltas no queden sin reparación y que se sea más atenta en no herir en nada al prójimo. Se podría también, en sus asambleas particulares, si alguna se dejara llevar por gritos o que hablaran varias al mismo tiempo, aprovechar esta ocasión para practicar la humildad poniéndose de rodillas y besando el suelo. La que se diera cuenta de esta falta lo haría por sí misma, o la superiora podría dar una mirada para hacerla hacer.

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25 noviembre 1797

No me extraña que no puedan reunirse. Hay que reconocer en esto, como en todo lo demás, la orden de Dios y decir con nuestro padre: suframos, y plenas de esperanza, en un humilde silencio, adoremos la justa venganza de un Dios Santo. Es mucho que pueda ver de vez en cuando a unas y otras. Apoye, consuele y anime a sus hermanas a las que esa ayuda es, pienso, tanto más necesaria cuanto el Ángel de las Tinieblas tiene mucho poder en estos días, y molesta y aflige grandemente a los que no puede apartar del camino. Por lo demás, al ser más escasas y más difíciles las ayudas, su misión debe ser más útil que en otro tiempo. Tomo bien parte, querida mía, en la aflicción que acaba de experimentar por la pérdida de su prima, y al mismo tiempo la felicito por tener en esto los sólidos consuelos de la religión; es uno más para usted haber sido testigo de sus felices disposiciones y haber contribuido a mantenerlas. Esta obra es muy excelente y la ocasión para practicarla es muy preciosa. Mi padre la estima mucho. No se extrañe por pequeñas persecuciones que ha experimentado en relación a sus amigas; pienso que ahora se pierde un poco de vista esto, usted no sabría recomendar mucho la discreción.

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CARTAS a la Señorita d’ESTERNOZ 12 de diciembre

Recibo su carta y las de nuestra querida Aglae2, mi querida y buena Amiga; me doy cuenta al mismo tiempo de que van a venir a buscar la respuesta desde hoy, lo que no me permitirá responderle sino en pocas palabras. No me extraña que la duración de nuestras pruebas y las dificultades de la correspondencia le sean muy sensibles. Esto no puede ser de otro modo, pero veo con consuelo que esta pena vivamente sentida, que el Buen Dios le deja para el ejercicio de su fe y de su paciencia no quita nada a la práctica de la perfección a la que usted tiende con todas sus fuerzas, y que las buenas obras que ejerce a pesar de todas esas contradicciones no se resienten sino por el mayor mérito que adquieren. Esté siempre bien convencida, querida Amiga, de que el Buen Dios que se complace en operar con frecuencia en las almas por El mismo, suple abundantemente por sus operaciones, con frecuencia secretas e imperceptibles, a todo lo que podría faltarnos de parte de los hombres. La invito más que nunca en las circunstancias en que estamos a mantenerse muy unida a Nuestro Señor Jesucristo, a pedir todo lo que le es necesario, para usted y para los suyos, en su Nombre, al Padre Celestial, recordándole que El no puede negar nada al Nombre y por los méritos de su Divino Hijo. Recordemos las oraciones que El ha hecho por nosotros sobre la Cruz, los trabajos de su santa vida, las lágrimas que ha derramado, y sobre todo la sangre preciosa que ha derramado y la muerte que ha soportado para merecernos a todos sin excepción todas las gracias que necesitamos. Esta verdad que la fe nos enseña merecer ser pesada y penetrada de una manera particular. Si lo hacemos, como el Buen Dios espera de nosotros, ella aumentaría nuestra confianza y sería para nosotros el mayor bien. Estoy muy contenta de ver crecer la suya. Cuanto más se apoye sobre Jesucristo, más viva y fuerte se volverá, y todos los vientos de las tribulaciones, de las contradicciones, de las oposiciones no podrán derribarla. En cuanto a las infidelidades y a las cobardías de las que se queja, tiene el remedio para todo en esta confianza en Jesucristo, unida a la humildad que proviene por la gracia de Dios del conocimiento de nuestra nada y de nuestra miseria. La felicito…. (falta el fin de la carta)

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La Señora de Buyer, hermana de la Srta. D’Esternoz

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¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! 14 octubre 1797 Nos han hecho mucha falta sus noticias, querida Amiga, y hemos previsto todo lo que le ha sucedido. La Sra. Régis3 nos ha dado el placer de decirnos que estaba usted de regreso. Le agradezco mucho el habernos dado detalles sobre su posición. Mi sobrina ha sufrido acontecimientos muy semejantes a los suyos; ella partió ayer para nuestra tierra con un grupo de niños; ella ha sido muy sensible a su recuerdo y a su interés, y yo me he encargado de agradecerle y de asegurarle el que usted le ha inspirado a ella. Usted describe a maravilla la situación de su corazón, siento que no puede reposar de ningún lado. La divina Providencia ha dispuesto de tal manera las cosas que no podemos encontrar nuestro reposo sino en la firme y constante resolución de hacer la voluntad de Dios a cada momento, sometiéndonos a lo que El permite que nos suceda, haciendo lo mejor que podemos todo lo que nos parece conforma a esa divina voluntad, pidiéndole luz y gracia para eso, tratando de pasar así el presente en el amor y el servicio de nuestro Divino Maestro, que se une perfectamente con el cumplimiento de nuestros deberes. Si empleamos así los días que tenemos que pasar en este valle de lágrimas, amasamos tesoros que nadie puede quitarnos. Estamos en una crisis durante la cual creo que no es posible hacer ningún asunto, ni siquiera tomar partido alguno de viajar o de permanecer. Hay que vivir al día. Si las cosas se aclaran y que cada cual pueda permanecer libremente en su casa o viajar si le conviene sin ser obligado a hacerlo, y si usted tomara la decisión de venir a París, si está sola, podríamos alojarla, y lo haríamos con mucho gusto. No me atrevo a esperar que pronto pueda estar bastante tranquila para darnos esta satisfacción- Le aseguro que tomo mucha parte en todo lo que experimenta y en la escasez de socorros en que está. Espero mucho que vendrá otro tiempo; en la espera, aproveche éste como un tiempo muy precioso para adquirir muchos méritos; la paciencia y la resignación están en un gran ejercicio. Mis compañeras son muy sensibles a su recuerdo. La Srta. Lejay no está muy inquieta por la bancarrota. Están bien en la Visitación. Voy a llevar mi carta a mi Padre que le dirá una palabra; si usted prevé poder venir a París, hágamelo saber y el tiempo en que proyectaría el viaje. Adiós, querida Amiga, le deseo mucho ánimo. ¡Que Nuestro Señor y su Santa Madre la ayuden! Toda suya en los Corazones Sagrados de Jesús y de María.

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Señora de Montjoie

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¡Alabados sean Nuestro Señor y su Santa Madre! Día de Santa Ana 1799 Estoy muy conmovida, querida Amiga, por su situación, pero por la gracia de Dios no estoy inquieta, y tengo una dulce confianza que usted ama al Señor con todo su corazón, es lo que causa las penas que usted tiene y que se reprocha por no sentir muy vivamente. Adhiérase a la fe, y confórmese en todo lo que le señala nuestra respetable amiga Josefina4 y por descontenta que le parece que debería estar de usted misma, guárdese de alejarse del Autor y de la Fuente de la gracia: todo nuestro bien y toda nuestra fuerza vienen de Él. Recordemos esas palabras: “Sin Mí no podéis hacer nada” Entonces concluirá de todas sus miserias que tiene una necesidad más urgente de recurrir a Aquel que puede todo y que nos ama. Usted no lo duda, felizmente después de todas las gracias con las que El la ha colmado. Reconozca tantos beneficios por la fidelidad más completa. Que el sacrificio que va a renovar la una aún más estrechamente a su Bienamado, que no haya ninguna reserva en el don que Le hace de todo lo que usted es. Aunque no estemos reunidas para hacer este acto, espero, querida Amiga, que nuestros corazones no estén menos ofrecidos juntos por las manos de nuestra tierna Madre la Santísima Virgen. Estaremos especialmente unidas a usted para este acto. Me uno a mi Padre para pedirle por el Sagrado Corazón de María que usted lo haga de la manera que pueda hacerla más agradable al gusto del Divino Esposo. Mis compañeras le dicen muchas cosas: su salud exige algunos remedios en este momento, aunque ellas vayan su camino. El regreso de la hermosa estación me había devuelto un poco de salud, pero sin embargo estoy siempre (palabras borradas) y en este momento me encuentro mucho más incomodada, habiendo tenido fiebre toda la noche; esto corresponde, por lo que creo, a mi estado habitual de indisposición. Este aumento de miserias no me deja la libertad para conversar con usted como lo desearía; espero sin embargo que mi querida Adelaida no leerá menos en mi corazón cuánto comparto todas sus penas y todas las bendiciones celestiales que le deseo. Toda suya, querida Amiga, en el Señor y en su Santa Madre. Pídale para mí que yo aproveche el estado en que me ponen para cumplir en todo sus divinas voluntades. Recibí una carta muy amable de nuestra Amiga Rosalía5; pido para ella las mismas gracias; asegúrela de mi muy tierno interés.

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El Padre de Clorivière Señora Rosalía de Goesbriand

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¡Alabados sean N.S.J.C. y su Santa Madre! 24 mayo 1800

Me alegro mucho por su restablecimiento, querida Amiga, bendigo al Señor por la recuperación de una salud que usted quiere emplear sólo para su servicio. Lamento mucho que no haya recibido la carta que le escribí en cuanto supe que estaba en condiciones de leerla usted misma. Usted no habrá dudado de todo el interés que nos inspira y de todos nuestros ruegos por su conservación. Mamá6 responde a todas las cosas de las que usted le habla y a las que habíamos respondido en las cartas perdidas. Adiós, querida y buena Amiga, su última carta nos ha interesado mucho. La abrazo de todo corazón y quiero formar con usted un solo corazón y una sola alma en el Señor y su Santa Madre.

15 enero 1801 Josefina me ha traído esta carta y me ha prometido leerla y escribir a continuación. Usted comprenderá con eso que le he dado a conocer la suya leyéndosela. El me detuvo en la frase “masticar estopas” para reír, ¡no se disguste! Usted estaba tan ocupada de esto, querida Amiga, que no me dice una palabra de mis últimas cartas. Sin duda que no valían la pena, pero por lo menos debía responder por el uso que debo hacer de los 4fr.10 que tengo suyos: ya no puedo arreglarme con lo que me debía la Sra. de Jouffroy, pues ella me ha pagado. Hable pues y yo le obedeceré. No me conviene responder a su carta después de Josefina. Sin embargo voy a seguir lo que me dicte mi confianza en usted, que es tal que no puedo callarle nada. Usted me dice que tiene el alma inquieta y veo que busca la razón donde no está: usted cree estar llamada a un gran reposo en Dios, en eso no se engaña, pero se equivoca en el medio. No es la separación de las creaturas, ni las cruces y penitencias de su elección las que se lo procurarán. ¿Cuáles son los grandes sacrificios que la harán llegar a eso? Serán todos los que la hagan morir a usted misma. Renunciar a todo deseo, incluso perfecto, no querer sino lo que Dios quiere, como El lo quiere. Tomarlo a El por su superior, su Guía. Pero para escucharlo bien no se escuche usted misma. Cuando dos hablan al mismo tiempo se escucha sólo al que grita más fuerte – y la voz de Dios es muy suave mientras que la de la naturaleza grita como una harpía. Renuncie pues, querida Amiga en N.S., a todos sus proyectos de perfección, que en este momento no están en la voluntad de Dios – comuníquese con el prójimo con desprendimiento de corazón, vea sólo a Dios en él. El la pone en la posición más ventajosa y que usted no aprecia bastante, que es la de trabajar, sufrir y morir. Es para llegar a la cumbre de la perfección; ¿qué más necesita? Dios la pone en condiciones de trabajar en su gloria, de sufrir de todas las maneras y de morir a sus gustos e inclinaciones más espirituales. Alimente bien en usted ese amor que Dios le da por su voluntad, él la sostendrá en todas las 6

Se trata del P. de Clorivière

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circunstancias; renuncie a la suya de momento en momento, es la mejor dirección y la más segura. Cuando Dios nos prive de guía, es que El quiere serlo El mismo. No le envío la carta de su Señora hermana7 como cree Josefina, temería que eso le inspirara desconfianza; ella me ha escrito sus disposiciones, las que he comunicado a Josefina quien le responde en consecuencia, indicándole que se dirija a usted y a Esteban8 pues él la cree llamada a la Sociedad. Me parece que es mejor dejarla libre para mostrarle esta carta, se juzgarán mejor sus disposiciones. Parece, por el detalle que ella me ha hecho, que Dios la llama también de una manera particular a El: oremos por ella, hágalo por mí; hable de mí a las personas que quieren pensar en eso, sobre todo a la M. de Vaudry su sobrina, y a la M. de Rosiere. Adiós en Dios, soy la más afectísima de sus amigas. Esta carta le llegará antes que la Sra. de Buyer tenga la suya que aún no he empezado, partirá no sé cuándo, quiero aprovechar esto para escribir una palabra a Esteban a quien quiero mucho. Yo lo querría menos tímido, por él y por los otros. Su poca idea de sí mismo lo hace temeroso; yo lo querría por un tiempo en la calle Cassette. Ah! mi buena Amiga, agradezcamos a Dios por los consuelos que da a Josefina y a Adelaida, se ve que el espíritu de Dios está ahí. Envíe sus garabatos de papel, serán siempre bien recibidos, pero permítame reír de sus expresiones. Asegure a la Sra. Rosalía la parte que tomo en su enfermedad, la que espero no tenga consecuencias. Adiós, una vez más, la abrazo como la amo. Cuide y ayude a las jóvenes de las que me habla. Olvídese de usted misma para buscar sólo la gloria de Dios. Soy suya en los SS.CC.de Jesús y de María.

Aix, 30 marzo 1803 Veo con gran consolación, querida Amiga, las bendiciones del Señor que se derraman a profusión sobre su tierra, y la parte que El le da en todo el bien que ahí se hace. Nosotras no hemos avanzado tanto como usted, falta mucho. Sin embargo esperamos de la bondad de Dios que los deseos que El ha inspirado a un gran número de almas buenas no serán frustrados. Le comunicaremos rápidamente todo lo que nos suceda. La felicito por estar reunida con una digna compañera9 que creo muy conforme al Corazón de Jesús. Le ruego que le asegure todos mis sentimientos por ella, sin conocerla, la encuentro con usted y nuestras otras amigas en el Corazón de nuestra buena Madre, a la que me ofrezco con frecuencia con usted para obtener la gracia de cumplir todos los designios de su Divino Hijo. Nuestra reunión con las dos casas, de la que usted habla, me parece muy buena y muy interesante.

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Sra. Aglae de Buyer

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Sra. Chifflet

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Estoy muy contenta que nuestra amiga Rosalía10 tenga compañeras, le ruego que le hable de nosotras. Soy muy sensible al recuerdo de la Hermana le Clerc. Esté bien segura, querida Amiga, de mi tierna amistad y de mis deseos de todos los momentos para que crezca cada día en el amor de nuestro divino Maestro y que se abrase con ese amor y la caridad por el prójimo. Mil amistades a su Señora hermana. Toda suya, mi querida Adelaida, en Jesús y María. Sin fecha Ah!, mi querida Adelaida, no haga como la que le habla: compense a Nuestro Señor por otra Adelaida, a la que usted es muy querida y que, por ese motivo, unido a la gloria del divino Maestro, Le pide de todo corazón que sea usted más fiel y que no resista, como lo hace ella todavía y con frecuencia, a las gracias que su amor derrama sin cesar sobre nosotras; aprovéchelas todas, querida Amiga… No pierda ningún instante de esta corta vida; que todos los momentos de la suya estén consagrados a su gloria, como lo son en efecto por nuestra preciosa vocación; que nuestro espíritu, nuestro cuerpo, nuestra alma y todas sus fuerzas estén empleadas al servicio de nuestro Divino Maestro y de nuestro prójimo por amor a Él. Puesto que en la muerte nuestro cuerpo será reducido en podredumbre y será pasto de los gusanos, no seamos esclavos de él, sería una gran locura; no lo adulemos continuamente como la naturaleza nos inclina a hacerlo; propongámonos por el contrario usarlo al servicio de Dios. Esos son, querida Amiga, los remedios de los que debemos servirnos contra las ilusiones del mundo y del amor propio, cuando el enemigo de nuestra salvación las presenta a nuestro espíritu. Esos pensamientos y esos sentimientos deben animarnos y sostenernos en estos tiempos que la Sagrada Escritura llama días malos, a fin de no perder lo que hemos amasado por la gracia de Dios, y aprovechar en estos días de pruebas según sus designios, y no ser menos fieles. Bendigo al Señor con todo mi corazón por las gracias que le hace, son bien preciosas y usted no sabría reconocerlas sino por una muy grande fidelidad; sin sutilizar demasiado sobre la manera como responde a ellas e inquietarse sobre eso, como sé que usted está inclinada a hacerlo, propóngase aprovechar de todas pensando que son el precio de la Sangre de nuestro Divino Salvador, y su fidelidad será recompensada de una manera tan admirable que usted no podría comprenderla. El Señor que usted quiere servir y amar hasta su último suspiro no se dejará vencer en liberalidad por su creatura de la que quiere ser El mismo la recompensa. A pesar de las tinieblas que nos rodean, en esta miserable vida, tratemos de animarnos por esta magnífica promesa de la que no podemos concebir bien toda la extensión aquí abajo. Confiémonos en la palabra del Todopoderoso, esforcémonos en amarlo con todo nuestro corazón, y su amor nos enseñará más que todo lo demás, sobre todo en este tiempo de prueba al que se nos aconseja siempre prepararnos en la vida espiritual. Tratemos de reconocer a la luz de la antorcha de la fe no solamente lo que veremos claramente a la hora de la muerte, sino lo que experimentamos cuando seamos despojadas de todo honor, de todo placer, de toda riqueza, de todo talento, en una palabra, de todas las cosas. Este pensamiento, reflexionado con frecuencia, nos convencerá de la nada de todas esas cosas que ocupan durante la vida, y a no apegarnos a nada pensando que todo eso no lo merece, y que nosotras, más que nadie, en vista de la perfección a la que somos llamadas, debemos usar de las cosas del mundo como no usándolas. 10

Rosalía de Goesbriand, primera Hija del Corazón de María de Dole, estuvo sola mucho tiempo. Por fin en 1802 hizo su Consagración la Señorita Combarel, y en 1803, en el momento del paso del Padre de Clorivière, eran siete.

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(esta carta está incompleta)

CARTAS a la Señora Rosalía de GOESBRIAND 7 enero 1799 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Santa Madre! He recibido con mucho interés, Señora, la carta que me ha hecho el honor de escribirme. Veo con mucha satisfacción estrechar muy fuertemente entre nosotras dos lazos que desde mucho tiempo unían a nuestras dos familias la una a la otra, bendigo por ello al Señor con toda mi alma, Le agradezco la gracia que nos ha hecho, y también a usted, de unirnos para su mayor gloria, nacer y amar tanto como nos sea posible. Las dificultades que se presentaban se han allanado a nuestra satisfacción común. El Señor ha visto los deseos de su corazón y se ha complacido en escucharlos después de haberla probado; parece que por ahí ha querido dar nuevas fuerzas a su deseo de consagrarse enteramente a Él. La confianza con la que me habla, muy querida hermana, de lo que concierne a su interior, me hace una ley responder en nombre del Señor con sencillez a sus preguntas, confiándome a su bondad para usted y para mí. El género de vida que usted lleva con hermanas tan virtuosas como las suyas es tanto más compatible con sus nuevos compromisos cuanto nuestra Sociedad no desplaza a nadie y se puede continuar viviendo en su familia, o en otra parte, con tal que no se encuentre obstáculo a la salvación que la ponga en peligro; pues para vivir en el mundo, las religiosas claustradas en otro tiempo están obligadas a encontrarse en él, y por la misericordia de Dios pueden conservar en él el espíritu de su estado; es lo que nosotras nos proponemos. Para esto es necesario, en la medida de lo posible, no ver el mundo sino para santificarlo, y cuando justas razones de caridad, de necesidad o de conveniencia lo pidan de nosotras. Hay que consultar con frecuencia al Buen Dios para no dar demasiada amplitud en eso, a fin de que no se deslice demasiada disipación en nuestras relaciones con el mundo, lo que perjudicaría nuestra relación con Dios. Lejos de comprometerla, muy querida Hermana, a la recitación de muchas oraciones vocales, yo la apartaría de eso, y es el sentimiento de nuestro respetable padre que seguramente no se lo ha dejado ignorar. Estando obligada al Breviario, es conveniente que se restrinja de ese lado y que dé más bien ahora un poco más de tiempo a la oración: por ejemplo, sería de desear que pudiera emplear en eso una media hora en la tarde, conforme a nuestro reglamento. Yo desearía mucho que se acercara con más frecuencia a la Sta. Comunión, los domingos y fiestas como nos es recomendado hacerlo; pienso que a favor de sus nuevos compromisos y de las gracias más abundantes que solicita de la bondad divina, nuestro respetable guía la ayudará en eso. Se acostumbra en estos días, es decir las fiestas y domingos, a dar un poco más de tiempo al ejercicio de la oración y sobre todo de la oración mental que une más al alma con Dios, sin estar sometida bajo pena de pecado a ninguna oración. 17


Después de la fidelidad a la oración, no teniendo como usted oraciones de obligación, nosotras nos hacemos un deber particular del rezo del rosario, como perteneciente especialmente a a la Santísima Virgen que miramos como nuestra Augusta Reina, nuestra tierna Madre, de la cual, después de Dios, esperamos todo el éxito de nuestra vocación para la gloria de su Divino Hijo, la salvación y la perfección de nuestra alma y el bien del prójimo. Su reglamento de vida me parece muy conveniente en su posición; le pido solamente que se acerque tanto como es posible a nuestra regla de conducta impresa, sobre todo para lo interior y los motivos que deben animarnos en todo: ella es muy apropiada para formar dignas hijas de María. Tiene razón al ocuparse siempre, pero esfuércese en reanimarse con frecuencia por elevaciones de su alma y de su corazón hacia Dios, caminar siempre en su presencia con una suave atención sobre usted misma para evitar todo lo que puede desagradar a Dios, practicar con fidelidad todo lo que puede hacerla agradable a sus ojos divinos; su amor le enseña mucho más, lo garantizo, en la práctica, Señora y muy querida Hermana, pero yo me rindo a mi deber y a sus deseos ocupándome con usted de cosas que yo aspiro, de las que desdichadamente estoy muy lejos en la práctica, a pesar de todas las gracias y las instrucciones que recibo. Esté usted bien segura de tener una parte particular en nuestras oraciones; yo me recomiendo en particular a las suyas, y todas mis compañeras. Tenemos ahora el gusto de ver a aquella a la cual debemos la gratitud de estar unidas a usted11. Deseo que su salud se fortalezca si es para la mayor gloria de Dios; la mía es bien miserable desde bastante tiempo. Pida al Señor que yo haga un buen uso de esta situación casi continua de enferma, que es una gracia de Dios que no hay que desconocer y que por su bondad no nos excluye del bien de pertenecerle de más cerca en calidad de esposas de Jesucristo y de Hijas de la Santísima Madre. Su afectísima Hermana y Servidora María Adelaida No le digo nada para mis señoras sus hermanas que probablemente no saben que usted me escribe; no por eso me intereso menos por ellas, y más que nunca, usted lo juzga bien, en todo lo que interesa a esta querida Sociedad.

Mayo 1799 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Santa Madre! No he querido dejar partir a nuestra buena Amiga sin recordarnos, Señora, a su memoria; ella quiere ser nuestra intérprete junto a usted y asegurarle de nuestra parte todo nuestro interés por usted; ella nos ha dado noticias suyas y ahora va a dárselas de nosotras. Deseo muy sinceramente que su salud se mantenga y se fortalezca para la mayor gloria de Dios; trabajemos por procurarla en la medida que es posible primero en nosotras mismas y luego en los demás. 11

La Señorita d’Esternoz

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Le deseo de todo corazón una nueva abundancia de gracias en este santo tiempo; que el Espíritu Santo la anime y la conduzca en todo; pidamos las unas por las otras la fidelidad a todo lo que pide ese Divino Espíritu; preparémonos para escucharlo por el hábito del recogimiento, y cuando él se hace escuchar a nuestro corazón tengamos la mayor docilidad para todo lo que nos inspira, de eso depende nuestra salvación y nuestra perfección. Esté bien persuadida de que no es olvidada en nuestras oraciones. Acuérdese de nosotras en las suyas. Nuestra Amiga le hablará de lo que nos interesa, y estoy persuadida de que una y otra tendrán un gran placer en volver a encontrarse y hablar de los asuntos de su nueva familia, en la que no dudo que usted se interesa mucho, como ella se interesa por usted. Para esa clase de conversaciones se necesita otra libertad que la de la escritura, y le envío a nuestra Amiga para instruirla de todo lo que nos concierne. Le renuevo, señora y muy querida Amiga, la seguridad que le he profesado de la más sincera y constante adhesión.

3 agosto 1799 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Santa Madre! He recibido, Señora, en su tiempo la carta que me ha escrito; mi mala salud me ha privado de responderle más pronto. Comparto bien la satisfacción que usted siente por nuestra unión que veo pronta a estrecharse más Nos acercamos a la fiesta del triunfo de nuestra Augusta Reina, la Santísima Virgen. Unámonos muy particularmente en ese gran día para darnos a ella, y por sus manos a su divino Hijo, sin poner ninguna reserva a nuestro sacrificio. No es sin una disposición muy particular de la Divina Providencia, querida Amiga, que usted ha pronunciado en su juventud los compromisos que la han consagrado al Señor. El había puesto desde entonces la mano sobre usted como sobre una víctima que se reservaba enteramente, que le pertenecía ya y a la cual El quería comprometer a dar todo a Aquel que ha hecho todo por usted. Nuestra Amiga creía que el tiempo de los votos había llegado para usted. Lamento que nuestra carta le llegue tan tarde, ha fallado la ocasión con la que contábamos. Pongo sobre otra hoja la fórmula. Le deseo una mejor salud. No se inquiete por los cuidados que ella exige, actúe por el mérito de la obediencia. La mía es tan mala en este momento que no puedo ocuparme con usted como lo desearía. Estoy conmovida por el estado de salud de su Señorita hermana… Hemos tenido noticias de Anselmo, sabemos sin ningún detalle que ha hecho felizmente su viaje. Ore por él y por nosotras. Mis compañeras le dicen muchas cosas. Le deseo todas las bendiciones del Corazón de Jesús y de su Santa Madre, y las pido para usted. Fórmula 19


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en Tres Personas, y Vos, divino Jesús, Salvador de los hombres, Vos cuyo Corazón es todo ardiente de amor, prosternada a los pies de vuestra infinita Majestad y plena de confianza en la grandeza de vuestras misericordias, indigna como soy, yo…. Os hago en este día de la Asunción triunfante a la gloria de la Virgen María vuestra Madre, bajo sus auspicios y en la Sociedad de las Hijas de su Sagrado Corazón, los votos de Pobreza, de Castidad y de Obediencia, según el espíritu y la forma de esta Sociedad. Os pido, oh Dios mío, y espero de vuestra bondad por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor y por la intercesión muy poderosa de su Santísima Madre de la que quiero ser toda mi vida la humilde sierva, las gracias abundantes que necesito para guardar fielmente todo el tiempo de mi vida los Votos que acabo de haceros. Las palabras “según el espíritu y la forma de esta Sociedad” significan: 1. Que se compromete en cuanto al tiempo conforme a lo que está señalado en el n°6 del Plan; 2. En cuanto a la práctica de los Votos, que sólo se obliga a las que están prescritas en la sociedad; 3. Que los Votos que se hace son condicionales hasta que la Iglesia aprueba más formalmente esta Sociedad naciente. 4. La gracia que se pide de guardar toda su vida sus votos no supone que estos Votos sean perpetuos, sino que se está en la disposición de hacerlos perpetuos un día.

14 marzo 1800 No dejaré partir esta carta, querida Amiga, sin llamarme a su recuerdo y asegurarle que está usted muy presente en el nuestro. Comparto la satisfacción de nuestro respetable Padre por el contento y la paz de los que goza en el Señor desde su compromiso en su servicio. Las disposiciones en las que está por su gracia me persuaden cada vez más de la felicidad adherida a escuchar la voz del Señor y la fidelidad en seguirla. Avance continuamente, querida Amiga, en el nuevo camino que El le ha trazado, no podría extraviarse en los senderos de la obediencia. No se contente con amar al Señor y a su Santa Madre sino trabaje tanto como pueda en hacerlos conocer y amar por los otros. Siento una alegría muy particular por el empleo al que se dedica. Es bien para la gloria de Dios y le atraerá muchas gracias. Qué felicidad, querida Amiga, grabar en jóvenes corazones el sagrado Nombre de Jesús y de María, y enseñarles a conocer y amar al Señor. Nos recomendamos a sus oraciones. Usted no es olvidada en las nuestras. Esté bien segura de la satisfacción que siento por estar unida a usted de una manera tan íntima. Me interrumpen, querida Amiga, tengo sólo el tiempo para asegurarle que el tierno e inviolable apego que tengo por usted durará tanto como mi vida. Toda suya en los Sagrados Corazones. Su afectísima Amiga María Adelaida 20


25 mayo 1800 Me uno con todo mi corazón a mi respetable Mamá12, querida Amiga, para llamarme a su recuerdo. Siento mucho que todas las señales que le he dado del mío no le hayan llegado. Espero que usted no esté por eso menos segura de los sentimientos que me unen a usted de la manera más estrecha, haciendo con usted en el Señor y su Sta. Madre un corazón y un alma. Les agradezco por todas las gracias con que no cesan de colmarla, y la pido para usted como para mí la fidelidad más sostenida para reconocerlas y el más ardiente amor por nuestro Divino Maestro y nuestra Augusta Reina. Le deseo una abundante efusión de los dones del Espíritu Santo. Toda suya en los Sagrados Corazones. Su Amiga muy afectísima María Adelaida

1 agosto 1800 He recibido su carta, querida paisana; espero siempre el paso de las Señoritas sus hermanas para responderle, pero viendo que se difiere mucho, tomo la decisión de deslizar una palabra en una carta de la Sra. de Montjoie. Su carta me ha llegado sin que yo haya visto a la persona de la cual me habla, habría estado encantada de saber noticias suyas más particularmente. Lo que me dice de nuestra Amiga Adelaida13 no me extraña. Estoy bien persuadida de que la salud que Dios le ha devuelto será empleada sólo en servirlo y en hacerse útil al prójimo. Ayer era la fiesta de San Ignacio, que hemos celebrado lo mejor que hemos podido; dirijámonos a este gran Celador de la gloria de Dios para tener alguna parte en su amor por N.S y la Santísima Virgen, que le inspiraba tanto odio por sí mismo, tanto celo para procurar la mayor gloria de Dios y la salvación del prójimo. Redoblemos, querida Amiga, vigilancia y fidelidad en la proximidad de la gran fiesta de la Santísima Virgen. Preparémonos a la solemnidad de su triunfo por las victorias que nos esforzaremos en alcanzar sobre el demonio. Renovemos en este gran día nuestros santos compromisos con un nuevo fervor. Démonos a N.S. por las manos de su Santa Madre tan entera y perfectamente como lo hemos ofrecido todo, y que El no vea en nosotras nada que no le pertenezca. Pídalo, querida Amiga, por todas nosotras como para usted, y esté bien segura de que nosotras se lo devolveremos igualmente. Mil tiernos recuerdos a nuestra Amiga. Mis compañeras la saludan. Soy toda suya en los Sagrados CorazonesMaría Adelaida

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El Padre de Clorivière La Señorita d’Esternoz

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16 abril 1807 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo expresarle, querida Amiga, el consuelo que me ha dado al darme noticias de nuestra querida Aglae14; yo estaba verdaderamente inquieta por ella y lo que usted me dice me hace esperar que sólo tenga que recuperar fuerzas. Nuestra respetable amiga Josefina15, que compartía todas nuestras inquietudes por esta preciosa amiga le agradece como yo; ella es también muy sensible al interés que usted le testimonia por ella misma. Su salud es buena, gracias a Dios; pero su situación es la misma, y su resignación siempre tan perfecta. Dios nos haga la gracia, a los que tenemos la felicidad de conocerla, de aprovechar tan grandes ejemplos. No escribo a nuestra amiga por temor a fatigarla; usted será junto a ella, querida Rosalía, la mejor intérprete que yo pueda tener de los sentimientos de mi corazón, que le son conocidos. Sus cuatro líneas me dan mucho gusto, le recomiendo mucho que cuide su salud y deseo que ella siga los consejos de su amistad; ella se debe a su hijo y a sus amigas; está en el orden de Dios que ella conserve una salud que no es de ella y de la que debe tener cuidado para agradar a Dios. Espero que ella goce ahora del consuelo de la carta de Josefina. Pensamos todas lo que ella le dice de esta querida hermana que nos ha sido quitada tan pronto; ella ha hecho un gran camino en poco tiempo! Nuestro corazón nos dice que nunca perderemos su recuerdo; pero esforcémonos por seguir sus ejemplos para volver a encontrarla un día en la morada bienaventurada que, espero, es ya su parte. La Señora Eugenia16 y todas nuestras amigas no olvidan a nuestra querida enferma; todas la saludan muy cordialmente y a toda la familia. La salud de la Sra. Eugenia, sin ser muy buena, no le impide avanzar siempre. En cuanto a mí, estoy habitualmente enferma y perezosa; me he encontrado un poco mejor durante algunos días de calor, ahora me resiento del tiempo que tenemos; temo mucho que retarde el tiempo de convalecencia de nuestra querida Aglae. Usted me dará un gran gusto al darme noticias. Soy muy sensible al recuerdo de las Sras. sus hermanas, le ruego que les manifieste mi gratitud. Estoy también conmovida por el estado de salud de la que sufre desde tanto tiempo. Usted no me dice nada de la suya, querida Amiga, quiero esperar que está mejor y lo deseo con todo mi corazón; el uso que usted hace de ella para la gloria de Dios y el bien del prójimo hace un deseo tan natural para su amiga agradable a nuestro divino Maestro. En su corazón y en el de su Sta. Madre soy toda suya, querida Rosalía. Su amiga Adelaida. Lo que usted me dice del Sr. d’Aubonne es bien conmovedor, muy edificante y consolador para los que tienen la felicidad de estar unidos con él; recomiéndenos a sus oraciones y no nos olvide junto a toda su familia. El tiempo y mi salud no me permiten decirle más. Seguramente usted ha sabido de la pérdida que he tenido de mis parientes en noviembre pasado, en Prusia. Los recomiendo a sus oraciones. Espero que Estanislao17 esté bien. Mil cosas, le ruego a nuestra buena Emilia18.

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Señora de Buyer El P. de Clorivière 16 Señora de Carcado 17 Hijo de la Sra. de Buyer 15

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4 junio 1807 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Nuestro respetable Padre me ha comunicado su carta, querida Amiga, no tengo nada que añadir a todos los buenos consejos que él le da, pero quiero felicitarla por todas las gracias que el Buen Dios le hace, y decirle cuánta consolación me ha dado la carta que usted escribe; pero lo hago en pocas palabras, pues le diré que su paisana está siempre enferma, y tengo una respuesta que dar a nuestra querida Aglae. Le ruego que añada a la cartita que le envío para ella y que usted le enviará lo más pronto posible por el correo, esta copia de una carta de nuestro padre a una de nuestras amigas alejadas19, de la que cada cual puede sacar su provecho, así como del relato de la muerte extremadamente edificante de su más antigua compañera20 , por la cual le pido a usted y a nuestras amigas tres comuniones y tres rosarios conforme al uso; le ruego comunicarlo a nuestras amigas, tanto en su casa como en Besançon, a la Sra. de Chifflet a la que comunicará esos dos documentos para ella y sus hijas. Le ruego que me excuse junto a esta querida Sra. de Chifflet a la que no puedo escribir debido a mi mala salud. Todo lo que puedo hacer es decirle estas pocas palabras para llamarme a su recuerdo y su amistad, así como a la de la Sra. su hermana con la que siento mucha alegría por nuestra unión. Me recomiendo a sus oraciones y a las suyas, así como a las de sus Señores; nosotras no la olvidamos. Reciba la seguridad de todos los sentimientos que le he dedicado por mi vida en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Adelaida

16 octubre 1807 ¡Ay! querida amiga, qué pérdida sufrimos todas al perder a nuestra querida y preciosa Amiga la Sra. de Buyer. Comparto sus sentimientos, le hacen sentir los míos; el consuelo que los acompaña sólo puede suavizarlos. Tenemos la dulce confianza que el Divino Esposo que ella había escogido y al cual se había dado toda entera ha querida hacerla hacer su purgatorio por esta larga y dolorosa enfermedad para ponerla en condiciones de gozar más pronto de su deliciosa presencia en la eternidad. Sin embargo, hagamos todas lo que depende de nosotras por nuestras oraciones y nuestras buenas obras para apresurar este feliz goce si todavía estuviera diferido. Esta entera y perfecta resignación que ella expresa tan bien en esta oración tan conmovedora que el Espíritu Santo le ha inspirado en sus últimos momentos nos hace esperar que el Señor la ha recibido en su gran misericordia. Ese ejemplo tan conmovedor y que nos acerca tanto debe ser para nosotras, muy querida amiga, un poderoso aguijón que nos anime a marchar sobre las huellas de esta santa hermana21, como nos hemos propuesto marchar sobre las huellas de la primera22 18

Emilia Guerrier, Hija de María, empleada abnegada de la Sra. de Buyer Carta a la Señorita de Fermont en forma de testamento 20 Señorita Deshayes 21 La Srta. d’Esternoz, hermana de la Sra.de Buyer, muerta en febrero de 1806 22 Oración compuesta por la Sra. de Buyer: ¿Por qué, Dios mío, no miraría como una felicidad lo que en otro tiempo fue el objeto de mi ambición: una larga enfermedad, largos sufrimientos? Sí, Señor, no existe mayor ambición para el alma que os ama que sufrir por Vos, en unión con Vos. Cómo lamento haber olvidado, desconocido esta verdad desde tanto tiempo! Os pido mil y mil veces perdón, Oh mi Señor, mi Jesús, por haberme encontrado desdichada en el cumplimiento de vuestra santa 19

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No pongamos límites, querida Amiga, a nuestra fidelidad y a nuestra generosidad hacia un Señor tan bueno, tan poderoso y tan liberal para con los que le sirven. Si se pudiera lamentar algo en la Santa patria sería el no haber hecho todo lo que podíamos hacer por un Dios tan magnífico en sus recompensas. Manifieste, se lo ruego, a todas nuestras amigas la parte tan sensible que tengo y todo el agradecimiento por los cuidados que ella ha tenido del rebaño de N.S. y de su Sta.Madre, a pesar de su estado de enfermedad. Bendigo al Señor y Le agradezco de todo corazón por haberles dado en la persona del Sr. d’Aubonne un guía según su Corazón. La comprometo, querida amiga, a excitarse a una perfecta confianza; no se deje llevar por la inquietud; un retorno hacia Dios con humildad, confianza y amor es lo que El pide de usted después de sus caídas. Vuelva, después de este humilde y amoroso reconocimiento de su nada, a la calma y la paz que el Señor quiere de usted, y al disminuir con su gracia cada día el número de sus faltas, esas miserias que escapan a la fragilidad y en las que el corazón no tiene parte, no deben turbarnos; aunque hubiera algo de voluntario, la turbación no es el remedio; una humilde confesión y una firme resolución de ser más fiel es a lo que hay que apegarse. Nuestro Padre ha juzgado que era a propósito darles por Madre Común a nuestra interesante Amiga la Señora de Chifflet, cuya virtud sólida, la humilde docilidad y el celo nos han edificado muy particularmente durante su estadía, que yo encuentro tanto más corta cuanto la Providencia ha permitido que yo me haya encontrado en un torbellino de asuntos que, por ser ajenos a la Sociedad, no lo son a mis deberes y a la gloria de Dios; he hecho en eso muchas faltas, le ruego, querida Amiga, que ruegue por mí y por una pariente…

26 septiembre 1810 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Aprovecho apresurada una ocasión, querida y respetable Amiga, para llamarme a su recuerdo y recomendarme a sus oraciones. Las necesito mucho. Espero que usted no haya olvidado al hermano que perdí el 22 del mes de agosto. Esta dolorosa pérdida, aunque prevista aproximadamente un mes antes, tiempo en el que empezó el peligro, no ha sido por eso menos penosa al corazón; me resiento por ello en lo físico y en lo moral; sin embargo, tengo todas las consolaciones que pueden suavizarla, y el ejemplo más conmovedor de la más completa resignación. Esta virtud, unida a la paciencia y a la dulzura, han hecho hasta su último momento la admiración de todos los que lo rodeaban. Tomo mucha parte en el triste estado de salud de su querida hermana, le ruego que le asegure que soy también muy sensible a la pérdida que han tenido de sus queridos sobrinos, y que usted está aún amenazada de tener de acuerdo a lo que me dice. Tiene usted mucha razón, querida Amiga, esas voluntad sobre mí, y os agradezco por haberos dignado abrir por fin los ojos de mi alma y hacerme sentir la ventaja de los sufrimientos. Qué consolador es saber que se hace únicamente la voluntad de Dios! Es la felicidad de los Santos en el cielo, debe serlo en la tierra de la de las almas que aman. Oh Dios mío, os pido por los méritos de mi Salvador Jesucristo la gracia de amaros puramente por Vos mismo, independientemente de la felicidad que espero; que el temor al purgatorio no me ocupe más. Debo desear que se cumpla vuestra justicia: haced de mí, Señor, conforme a vuestra voluntad, sed glorificado por siempre y que vuestra gloria sea desde ahora mi felicidad. Así sea!

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dolorosas separaciones nos ayudan a sus pirar por la eternidad para la que estamos hechas. Caminemos fiel y constantemente bajo los auspicios de María en el camino de la perfección, en su seguimiento y en el de su Divino Hijo. Tomo mucha parte también en la privación en que está de las tres amigas de las que me habla; el Fiat nos es muy necesario a todos! Estoy encantada y también nuestra venerable Josefina por la indemnización que tiene; ella me encarga decirle en su nombre mil cosas respetuosas y afectuosas. Su salud va bien. Esté bien segura de que usted no es olvidada ni por ella ni por mí delante de Dios. Nos da usted un gran placer al no dejarse llevar más al desaliento y adhiriéndose siempre más a la confianza , a pesar de las miserias a las que está sujeta y de las que se queja. La confianza en Dios, acompañada por la humildad, la hará triunfar de todas. Le ruego, mi querida amiga, que sea la intérprete de nuestros sentimientos junto a las amigas de sus cantones, sin olvidar a nuestra amiga de Besançon a la que no puedo escribir; he estado agobiada por una multitud de cartas desde hace algún tiempo y no estoy libre, lo que me deja sólo el tiempo para renovarle la tierna amistad que le he consagrado para siempre en los Corazones Sagrados de Jesús y de María. Espero que la Sra. de Chifflet habrá recibido la carta en la que le señalaba , me parece, que no entrara en la S. Maternal, que nos parecía que ella tiene muy buenas razones para negarse, estando encargada ya de varias otras obras buenas.

24 marzo 1813 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Recibí hace poco, querida y respetable Amiga, su carta del 6 de febrero; el que me la trajo llevará de vuelta ésta, pues no encuentro ocasión más próxima, y como ésta es muy segura, la aprovecho, y empiezo por agradecerle de haberme dado noticias suyas. Mi salud es más miserable todos los años, y no estoy en condiciones de hacer la Cuaresma; a todas mis miserias se ha añadido un mal a los ojos que no me permite aplicarlos mucho. Nuestro buen Padre está bien, gracias a Dios que lo sostiene visiblemente; a pesar de su edad, no ha cambiado nada en su régimen, casi no duerme y trabaja como lo ha hecho siempre. El no cree haber dejado ninguna de sus cartas sin respuesta, pues es muy exacto; probablemente la suya no le fue entregada. Hemos tomado mucha parte en la privación que el Buen Dios ha permitido al alejar de usted a las personas en las que tenía más confianza, pero hemos visto con mucho consuelo, como esperábamos, que el Señor lo suplirá El mismo, y El no permitirá que esto disminuya el fervor. Se acaba de hacer una pérdida en Besançon en el respetable Sr. Bacoffe, que seguramente usted ha sentido mucho. Nosotros lo lamentamos en todos los aspectos; era un fruto maduro para el cielo donde ha ido con las armas en la mano. La Sra. de Chifflet me ha señalado que salía del confesionario. 25


Soy muy sensible al recuerdo da las Sras. sus hermanas, en particular su querida enferma en los sufrimientos de la cual tomo mucha parte. Veo con mucho consuelo que el Buen Dios la ha librado de las inquietudes y de las turbaciones que experimentaba; es una gran gracia de Dios y, espero, un efecto de su fidelidad en su servicio que El ha querido recompensar con la paz del alma que es uno de los mayores bienes de este mundo. Usted se queja, querida amiga, de faltar de fidelidad a la gracia; seguramente se precisa trabajar cada día en hacerse más fiel, es lo que debemos pedir las unas por las otras a N-S. y a su Sta. Madre. Yo lo necesito por mi cuenta y le ruego insistentemente que la pida para mí. Un punto muy esencial para la perfección, y muy recomendado por San Ignacio, es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. La felicito por su unión con la Srta. Amoudru y nuestras otras amigas; le ruego que sea junto a ellas y a toda la familia la intérprete de nuestros sentimientos y recomendarnos a sus oraciones. Voy a participarle una cosa que le dará gusto, pero que sentirá que no debe confiarse en nuestra familia sino con mucha discreción, usted sentirá las consecuencias. Nuestro Padre pide en esta ocasión a cada miembro de la Sociedad una comunión y un rosario; le ruego decirlo a la Sra. de Chifflet enviándole la carta que le es dirigida. Le ruego hacerlo todo por ocasión. Le diré, mi querida Amiga, que nuestro Padre ha tenido hace algunos días, 17 de marzo de 1813 el precioso consuelo de hacer el viaje a Fontainebleau y de ver ahí al Santo Padre, recibir su bendición, no solamente para sí mismo sino para todos sus hijos; él se la ha dado con toda clase de afecto y ha escuchado con mucha bondad la cuenta que le ha dado de todo lo que concierne a su familia, lo que parece haberlo sacado un momento del estado de tristeza y de agobio en que está; él no lo conocía todavía, pero ha sido presentado por un Cardenal que tiene toda la confianza del Santo Padre y que conocía desde mucho tiempo a nuestro Padre, lo ama y lo estima mucho. Se nos recomienda mucho a todas orar por su Santidad a quien se le han recordado las bondades que había tenido en Roma con ocasión de la diputación que nos interesaba. Nuestro Padre ha tenido el dulce consuelo de asegurarse por sí mismo de todo lo que le habían reportado de consolador en esa ocasión, así como de la benevolencia de nuestro Sto. Padre, que Dios quiera conservar y mantener en medio de todas sus pruebas. Si le fuera posible hacerme el servicio de hacerme comprar por alguno de sus conocidos en Morlaix 4 o 5 paquetitos de tabaco para masticar, es del mejor y lo que se da por muestra. Ese tabaco es enrollado y no tan grueso como el puño: he tenido una muestra en París, pero no es bueno. Le enviaré el valor.. Podrían enviarlo a mi dirección, calle du Bac 120, en las Misiones Extranjeras, por el servicio de transportes. Reciba, Señora y respetable Amiga, la seguridad de todos los sentimientos que le he consagrado en los Corazones Sagrados de Jesús y de María, no queriendo hacer con usted sino un corazón y un alma para la mayor gloria del Señor.

10 agosto 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! 26


Aunque mi salud me ha privado de escribirle desde mucho tiempo, querida y respetable Amiga, no quiero dejar pasar la época preciosa de nuestra renovación sin traerme a su recuerdo y asegurarle que usted, así como nuestras amigas, están muy grabadas en el nuestro. Que en el día del triunfo de nuestra Sta. Madre podamos unirnos más estrechamente que nunca a ella y a su Divino Hijo, caminar en su seguimiento con un valor y una fidelidad muy nueva, apegándonos sobre todo al espíritu interior en todas las buenas obras que se practican en la sociedad. Tratemos de común acuerdo de hacer violencia al cielo para obtener nuestro adelanto en las virtudes sólidas y la conversión de los pecadores. Comparto bien su deseo por la mayor gloria de Dios, el bien general y el suyo en particular, que pueda llegar a tener en su ciudad hijos de nuestro buen Padre que hacen maravillas por todas las partes en que están establecidos23. El está muy bien, gracias a Dios, pero su vista baja siempre; lo vemos poco, tanto porque estamos lejos como porque él está siempre muy ocupado de la obra de Dios de la que está encargado. El Sr. Desmares, misionero que es del Divino Corazón de Jesús, a quien él había encargado una súplica para el Papa, está felizmente de regreso de su viaje a Roma, del que él y nosotros tenemos todos los motivos para estar satisfechos. El Papa lo ha acogido muy bien y ha mostrado mucho interés por las dos familias: él ha deseado incluso que haya alguien en Roma que esté encargado de recordarle sus intereses en la ocasión. El Sr. Desmares ha encargado a uno de sus amigos antes de su partida. La aprobación solemne, a lo que parece, depende de la conclusión de los asuntos de la Iglesia que se espera y que él piensa que terminarán pronto. Otra razón que la de mi salud que me ha privado de escribirle es que yo quería tranquilizarla sobre el envío de su alba. He enviado carta sobre carta sin recibir respuesta; por fin me aseguran que ha sido enviada hace unos seis meses. Infórmese de eso, querida Amiga, y reciba toda mi pena por este retardo al que he sido muy sensible. Si no hubiera llegado, aunque me aseguran lo contrario, reemplácela por la que usted me destinaba y reciba, querida Amiga, la seguridad de los tiernos sentimientos que me unen a usted para siempre en los Corazones sagrados de Jesús y de María Su amiga Adelaida. Nuestro buen Padre es siempre muy sensible a su recuerdo y le conserva su afecto paternal. Tenga a bien ser nuestra intérprete del uno y la otra ante nuestras amigas, a las cuales deseamos como a usted mil bendiciones.

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Fue sólo en 1823 que la Compañía de Jesús se estableció en Dole. En abril de 1818, el R.P. Leopoldo Boissart que desde 1798 hasta 1814, época en la que entró en la Compañía, había ejercido el ministerio en esta ciudad con los mayores frutos, fue enviado a Dole con la esperanza de que el aire natal podría contribuir al restablecimiento de su salud, pero todos los cuidados fueron inútiles. Murió el 2 de marzo de 1819. Se puede decir que el recuerdo de sus virtudes ha contribuido a preparar los caminos al establecimiento de la Compañía en Dole.

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CARTAS a la Señorita Amable CHENU 13 ABRIL 1802

Apeguémonos cada día más al abandono a la voluntad de Dios, y por ese ejercicio unámonos estrechamente a nuestro divino Salvador – bebamos en ese Corazón sagrado esa resignación perfecta a todo lo que sucede por su orden o por su permiso. ¡Qué consuelo para nosotras estar seguras de que nada puede suceder en este mundo que nos separe del amor de Jesús y de María contra nuestra voluntad! No quiera Dios que cambie jamás esta voluntad, y que jamás quiera otra cosa que el Señor por herencia.

27 junio 1802

La comprometo a confiar cada vez más en la bondad de nuestro Divino Señor, sin detenerse a la vista de su incapacidad y sin ocuparse del pensamiento de descargarse del peso que El le ha impuesto. El mismo lo llevará con usted. Usted encuentra todo en los Divinos Corazones de Jesús y de María. De ellos sacará riquezas más abundantes a medida que se dilate su corazón. Ocupémonos mucho, usted y sus amigas, de la unión interior que quiero tener con usted y con ellas en el Corazón de nuestro Divino Señor – yo le doy cita ahí cada día al despertar, a fin de unirnos en ese primer momento al Nombre de Jesús para hacer todas nuestras acciones para su mayor gloria, empezando por nuestra oración, tanto como sea posible, acordándonos de esas palabras divinas: “En verdad, en verdad, si piden algo en mi Nombre al Padre él se lo concederá”. En tiempos como éstos, todos los que pertenecen a Jesucristo no pueden vivir sin sufrimientos y sin privaciones, y parece que Nuestro Señor pide tanto más sacrificios cuanto las almas le son más queridas… Se precisa una gran paciencia para consolar a los afligidos – yo creo que nosotras debemos sobre todo sobresalir en soportar al prójimo… Todo lo que sirve para dar una educación muy santa a la juventud es extremadamente importante y merece muchos sacrificios. Estoy encantada de la buena obra que usted hace al hacer trabajar a los niños instruyéndolos, y admiro lo que la Divina Providencia la pone en condiciones de hacer por ellos, a pesar de sus débiles medios. Ese deseo que usted muestra por hacerles bien en la medida de sus posibilidades le obtendrá del tesoro inagotable de la Divina Providencia los medios para hacer más por esos pobres niños, tocando el corazón de las personas ricas y haciéndolas venir en su ayuda – pues yo comprendo bien que las ayudas temporales que usted les concede los alientan y los animan al bien que usted tiene principalmente en vista hacerles, que es formarlos en la virtud y apegarlos de una manera muy particular al servicio de Dios, al amor de Nuestro Señor y de su Sta. Madre, cada cual según la gracia con la que es favorecido.

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5 julio 1803 Queramos siempre más y más nuestra santa vocación, que es tan admirable hacia Dios, pues nos une a El sin división, y tan buena y tan amable hacia el prójimo que nos invita a amar y a servir por amor de Aquel que lo ha amado tanto que ha muerto por salvarlo. Esta amargura que nos hace experimentar al verlo tan ofendido es una gracia. El permite que la sintamos para que no respiremos más que para testimoniarle nuestro amor, nuestras penas, y hacer todos nuestros esfuerzos, acompañados por su gracia que le pediremos sin cesar, para salvar algunas almas del naufragio casi general, y compensar así, tanto como podemos, a ese Corazón ardiente de amor por los hombres, que sólo es amado por un pequeño número y que aún lo es tan poco por aquellos mismos que, como nosotras, estamos más obligadas a amarlo. Dígales a todas, y a cada una de ellas en particular, cuán queridas nos son, y el deseo ardiente que tenemos de su adelanto espiritual. Cómo deseamos en particular que actúen siempre de preferencia por el motivo del divino amor, por el deseo de agradar en todo, en las más pequeñas cosas como en las más grandes, al celestial Esposo. Que reflexionen con frecuencia en lo que dice San Pablo, ese amante de Jesús: “Sea que comamos…. Etc. Aunque las almas sean buenas, cuando no han sido acostumbradas desde temprano a la dependencia, es un gran ejercicio para ellas encontrarse sujetas a ella. Nos parece bien prudente no ir demasiado rápido para las recepciones. En cuanto a las ceremonias de la recepción de votos, pensamos que hará bien de hacer como ha hecho hasta ahora. Haga en todo lo que hace lo que le parece más conforme para la gloria de Dios y con las intenciones de nuestro Padre, que nos son manifestadas por las Reglas que él nos ha trazado y por sus escritos. Cuente con la ayuda de Dios para su empleo y sea muy fiel en cumplir la voluntad de Dios en la tierra: es la dulce ocupación de los bienaventurados en el cielo, debe ser la nuestra y nuestro único consuelo, cumplámosla con tanta perfección como nos sea posible hacerlo por la gracia de Dios.

27 abril 1804 Mi corazón sufre desde mucho tiempo por no poder expandirse en el suyo; de día en día yo esperaba que mi estado me lo permitiera, pero el Señor ha ordenado de otra manera; la situación en la que me reduce no me permite añadir una palabra a esta carta. La respuesta que le da nuestro Padre sobre la dificultad que usted me ha participado con frecuencia la iluminará y la dirigirá sobre la conducta a seguir. Mi estado me pone a las puertas de la tumba, y por poco que continúe algunos días no puedo ir lejos. En esta extremidad necesito más que nunca la ayuda de sus oraciones para obtener las gracias que necesito y sobre todo la que encierra todas las otras, una completa conformidad con la voluntad de nuestro Divino Señor. Diríjase usted para obtenerla de su Divino Corazón y el de nuestra buena Madre; comprometa a todos nuestros amigos y amigas a hacerlo con usted. Con la gracia de Dios no quiero formar sino un corazón y un alma con ellas y con usted, por el tiempo y la eternidad, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. 29


17 agosto 1804 Estoy siempre separada de mi Padre que está aproximadamente en la misma situación. Su virtud y su resignación resplandecen. Espero siempre que su paciencia le obtendrá el éxito de sus asuntos que se limitan todos a lo que puede procurar la gloria de Dios que tiene caminos muy particulares para lograr el cumplimiento de sus designios. Cuanto más contrarios y propios para contrariar la prudencia humana parecen esos caminos, más admirable son. Creo sobre todo que la admirable paciencia de nuestro incomparable Padre hará volver sobre su cuenta a los que han parecido más prevenidos. Oremos mucho.

24 septiembre 1804 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! He recibido, muy querida Amiga, su carta del 14. Tengo sólo un momento para responderla, pero quiero aprovechar para escribirle libremente sobre lo que me señala, por la ocasión segura que se presenta. Como no podré decirle más que una palabra, habiendo tenido que hacer una respuesta bastante larga a nuestro excelente amigo, el Sr. Ami, la remito a esa carta no sellada por esa intención. Después de haberla leído y haber copiado lo que le digo para la defensa de las Sociedades, usted sellará la carta y se la enviará con seguridad. Usted verá por esa carta que él me ha comunicado las dificultades que sufren las Sociedades de parte de personas bien respetables. Hay que esperar que las respuestas que damos nos las volverán favorables, o por lo menos no les permitirán perjudicar la obra de Dios. He hablado de eso al Obispo actual que no tenía ningún conocimiento de las Sociedades, pero que me ha mostrado interés por lo que le he dicho, y el deseo de apoyarlas. Nuestro buen Padre está siempre en el mismo estado. Él le dice muchas cosas y toma mucha parte en la inquietud que le da temor, en la que está de perder al Sr. Vielle. Nosotros la compartimos muy sinceramente, y nuestro buen Padre piensa como yo que ustedes, mis queridas Amigas, deben hacer todo para retener al Sr. Vielle. Sus imperfecciones comunes no pueden permitir que se lo encuentre malo.. Diga al Sr. Engerran, asegurándole mis respetos, que es el sentimiento de nuestro Padre y que él piensa que se puede prevenir sobre esto al Sr. Rector de St.Servan y al Sr. de Grand.Clos a fin de tener su aprobación y asegurar la conservación del Sr. Vielle en medio de ustedes. Deseo bajo todos los aspectos que pueda permanecer con ustedes, querida Amable, y me parece totalmente razonable y conveniente que usted sea ayudada en esta ocasión por aquellas de nuestras amigas que pueden hacerlo, ellas contribuirán por eso a un bien muy importante del que ellas mismas aprovecharán. Manifieste, querida Amiga, a su respetable Padre el Sr. Vielle todo nuestro interés sobre lo que le concierne y la conformidad de nuestros sentimientos con los suyos sobre él. Nos recomendamos a sus oraciones y a las de usted. Tengo muchos deseos de saber, y mi Padre también, que ese digno ministro de N.S. permanece con ustedes. Pero temo mucho que lo coloquen en Rennes, donde hay muchos curatos vacantes. Será una gran Providencia si el Buen Dios se lo conserva, que excitará toda nuestra gratitud por los cuidados paternales de N.S. por usted y su rebaño. 30


No me dice usted el nombre del Gran Vicario que ha ido a ver las dos piezas de trabajo y que quedó satisfecho. ¿Es el Sr. de Grand-Clos? Estoy encantada con lo que me dice de mi querida Angélica y de todo el bien que ella hace. Querría mucho, si fuera la voluntad de Dios, que ella se apegara más particularmente a nosotras; espero que ella encontrará ahí la paz de su alma. No es lo que le aconsejará su antiguo director de aquí, que tiene otras opiniones y al que no agrada nuestro trabajo, aunque sea un hombre muy digno. Diga pues a a esta querida Angélica cuánto la quiero y todo el bien que deseo a su alma. En cuanto a usted, mi querida y muy querida amiga, no piense sino en hacer lo que hace. Usted cumple ciertamente en esto la obra de Dios, no siempre como usted lo piensa sino como a El le place. A pesar de sus disgustos y sus repugnancias, y el temor a no hacer lo que es preciso, vaya siempre por obediencia y el Buen Dios estará contento. Tengo sólo el tiempo para renovarle, querida amiga, recomendándonos todos a sus oraciones y yo en particular, la seguridad de los sentimientos que le ha consagrado hasta su último suspiro en N.S. su amiga Adelaida, que no quiere formar sino un corazón y un alma con usted y nuestras amigas en los SS. Corazones de Jesús y de María. Le ruego que sea junto a todas la intérprete de los sentimientos con los que mi corazón está penetrado por todas ustedes.

26 diciembre 1804 Le renuevo los tiernos votos que mi corazón forma para usted todos los días de su vida. Nuestro buen Señor encuentra su gloria en las aflicciones que nos envía, seguramente para nuestro mayor bien: ¡podamos recibirlos de su mano y servirle hasta el último suspiro de nuestra vida! Es el deseo que formulo para usted y para todas nuestras amigas, tenga a bien asegurárselo a todas en particular. Ruegue a N.S. por nuestro buen Padre; hace ya seis meses que está cautivo. El soporta ese estado no solamente con paciencia y resignación, sino incluso con una santa alegría. El fondo de su salud se mantiene, aunque desde hace tiempo tiene una incomodidad que pide más cuidados de los que se puede tomar en su posición. La mía es bastante tranquila. Todas nuestras Amigas están con el mismo fervor, no solamente aquí, sino en muchos lugares, esperando en paz lo que el Señor hará de nosotras. Ruegue sobre todo mucho en este momento, usted sabe que el Señor tiene todos los corazones entre sus manos, él puede inclinarlos en nuestro favor cuando le agrade; no deseemos, como nuestro buen Padre, sino su mayor gloria, y estaremos contentas con todo lo que El ordenará. Lo que hace inclinar nuestros corazones del lado de la esperanza es el afecto que El da en diferentes lugares a personas que aman más que nunca nuestra sociedad que conocen desde tiempo, sin haber sentido semejante atractivo. El Buen Dios les inspira ahora el más grande deseo de unirse a nosotras; parece que no es en vano que El hace todo esto; los caminos que conducen al cumplimiento de sus designios son tanto más admirables cuanto más escondidos. Sepamos, por nuestra fidelidad, nuestro fervor y el de nuestras amigas, adelantar los momentos de Dios. Hay que orar más que nunca por la Iglesia, lo que usted no descuida seguramente. La presencia del Soberano Pontífice en Francia es una época muy interesante para la religión. Yo tuve la felicidad de escuchar la Misa de Su Santidad en San Sulpicio y tener su bendición; la pedí no solamente para mí sino para todas ustedes. 31


Todas nuestras amigas la saludan, en particular la santa viuda, Sra. de Carcado, que vive conmigo y que ha sido y es todavía, después de todos nuestros asuntos y nuestro alejamiento, para el buen Padre y para mí, el alma de la Sociedad.

6 febrero 1805 Habíamos creído tocar el feliz momento de la liberación del Padre, pero es diferida todavía y no podemos prever el término en el que el Buen Dios nos lo devolverá; yo confieso incluso que no veo esperanza humana – pero es preciso que digamos con este buen Padre: Fiat!. El es de una paz y una resignación maravillosa. El me encarga asegurarle todos sus sentimientos por ustedes y atraer las bendiciones que El les desea, y nosotras vemos ya sus efectos pues, por la gracia de Dios, la buena voluntad que nos ha marcado hace cuatro años es la misma24. Pero como el poder no es más grande, no se puede esperar más ahora. Es mucho estar aseguradas, tanto como se puede estarlo en la tierra, de que el camino que se sigue para santificarse es agradable al Señor.

Julio 1805 ¡Alabados sean N:S:J:C: y su Sta. Madre! Hace ya mucho tiempo que no nos ha dado noticias suyas, querida Amiga; siento que son las ocasiones lo que le han faltado; es lo que me sucede con frecuencia por mi parte y lo que me impide seguir mi inclinación y mi corazón que me lleva siempre hacia usted. Sin embargo, desde hace mucho tiempo, lo que me ha privado de escribirle es mi miserable salud. Desde el domingo de la Pasión he experimentado una renovación de mis males ordinarios, que me ha tenido una gran parte de este tiempo en mi cama y siempre con remedios. Desde hace poco empiezo a sentirme un poco mejor, y aprovecho en consecuencia la ocasión de la partida de la Santa Virgen que devuelvo al Sr. Ami que me la había enviado para hacerla bendecir –para darle noticias nuestras. Nuestro bueno y respetable Padre está siempre en la misma situación; él está bien, gracias a Dios, y tan conforme con la santa voluntad que su paz, e incluso la alegría santa que experimenta en el Señor no se han alterado. El está muy ocupado de todos sus hijos. Usted y todos los suyos son en particular objetos muy queridos a su corazón, por los cuales ofrece continuamente a Dios sus votos y sus sufrimientos; asegure bien de eso a los Sres. Engerran, Vielle y Orange, sin olvidar a todos los que yo no puedo nombrar, así como a todas nuestras amigas junto a las cuales le ruego ser, mi querida Amable, la intérprete de todos mis sentimientos. Hay una que no está cerca de usted, pero de la que usted está más al alcance que yo para saber noticias; le ruego insistentemente pedírselas si no las tiene, y señalarle que este largo silencio me pone en una cruel inquietud por ella, es Magdalena de Quintin. Yo creo que le hemos señalado, mi querida Amiga, que la nueva aprobación que hemos tenido la felicidad de tener del Soberano Pontífice durante su estada en París era para nosotras un nuevo aguijón para hacernos avanzar en esta vía. El nos ha recomendado la prudencia en relación a las reuniones, pero no es preciso, como creo habérselo señalado, dejar de reunirse de una manera religiosa, lo que es tan provechoso, sino evitar todo lo que puede hacer notar 24

La aprobación del Santo Padre

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esas reuniones. No reunirse en gran número, ni en los mismos lugares; variar de vez en cuando, si se puede, no hacerlo siempre los mismos días, y dividir en pequeñas asambleas las reuniones en las que ustedes se encontraban antes en más grande número. El objeto de esas precauciones es no hacer notar el objetivo. Por lo demás, abandonamos esto a la prudencia y a la discreción de los que las conducen y a la suya propia, querida Amiga, porque no puede haber regla general sobre esto, la cosa depende mucho del local. En los lugares en los que no haya razones para creer que se es examinado de cerca, se puede ir más libremente su camino, porque el temor a comprometerse ha dictado las recomendaciones que nos han hecho. Hemos sabido, después de la última carta que le he escrito, que uno de los nuestros que encontró el medio para ver y conversar unos momentos en italiano con el Soberano Pontífice durante su viaje, recibió una respuesta favorable y análoga a la que él se ha dignado darnos aquí. El está perfectamente informado de todo lo que concierne a nuestro buen Padre, toma un gran interés en eso, y si su libertad hubiera dependido de él, la parte que él toma en lo que nos concierne nos lo habría devuelto como esperábamos. Pero Dios tiene sus designios; esperemos sus momentos, y en la espera, oremos sin cesar para obtener lo que deseamos todos para la mayor gloria de Dios. Deseo con toda mi alma que todas nuestras amigas se mantengan en el fervor del que usted me hablaba en su última carta, y que todas crezcamos en el amor de nuestro Divino Salvador y de su Sta. Madre. En relación a la buena joven de la cual me habla, estoy inclinada a creer que es una tentación del demonio, eso pasará a condición que ella resista no alejándose de usted a pesar de sus repugnancias, y su caridad por ella, que debe ser más ardiente, la ayudará a triunfar del enemigo de la salvación. Son con frecuencia, como tenemos la experiencia todos los días, los que son más vivamente tentados los que luego hacen mayores progresos si no faltan de valor, de fidelidad y sobre todo de confianza en Dios en esas pruebas. Le recomiendo a mi buena Agata, que no me ha dejado, pero que había dejado la Sociedad en tiempos en que las circunstancias nos habían separado a la una de la otra; ella ha vuelto a la Sociedad con todo su corazón y va bien, así como nuestras otras amigas. Yo soy con ellas y todas las suyas toda para usted, mi querida Amable, en los Corazones sagrados, recomendándome muy insistentemente a sus oraciones. Me uno con todo mi corazón de oraciones con aquella que está con usted; condúzcase con ella como se le aconseja, sin remitirse a lo que la humildad le inspira. Me ha conmovido mucho la pérdida que hemos tenido de la respetable Sra. Saint-Charles; la he recomendado a las oraciones. De Chateaubriand nos informan la muerte de una de nuestras hermanas cuyo fin ha sido el de una predestinada. Es el consuelo que tenemos cuando el Buen Dios llama a Él. Todo lo que usted me dice en relación con sus asuntos temporales me parece muy conveniente; manténgase en todo lo que ha sido reglamentado. Yo no creería que deba pensar en cambiar de alojamiento pues se encuentra bien ahí y pudiendo cambiar las circunstancias es conveniente conservar su casa en la que usted puede reunirse en mayor número, sea para las conferencias, sea para los retiros, etc… El tiempo y mi salud no me permiten decirle más. No olvide escribirnos un poco más grueso y en líneas menos cerradas. El Padre tiene dificultad para leerla, y yo también.

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17 diciembre (1806) ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! He recibido su carta, querida Amiga, usted no puede dudar de la sensibilidad que experimentamos y que compartimos con usted por la pérdida del Sr. Engerran. Nuestro respetable amigo me encarga manifestarle cuánto lo siente. Todos nosotros tenemos una dulce confianza de que reposa en paz en el seno del Señor. Me da mucha pena su querido sobrino, del que conozco el buen corazón, - por preparado que haya podido estar para esta pérdida, estoy segura de que está muy afectado. Cuento con pedirle noticias suyas. Hace mucho tiempo que no las he recibido. En la espera de que yo le escriba, le ruego insistentemente, querida Amiga, que le manifieste la parte que tomamos, nuestro amigo y yo, en su dolor. En cuanto a lo que usted me señala del deseo que tiene de que nuestro amigo les nombre un superior, seguramente usted no duda de que sus miradas caigan sobre el Sr. Vielle – pero no le disimularé, querida amiga, que su silencio en relación con nuestro respetable solitario sorprende –él está más conmovido de lo que puedo expresarle y no sabe verdaderamente a qué atribuirlo – y le diré, de usted a mí solamente, lo que él me señala a ese propósito, son sus propios términos: “Si él no quiere comunicarse conmigo, tengo motivos para creer que quiere aislarse y separarse del resto de las dos familias, y en ese temor al que la conducta conmigo da mucho fundamento, ¿puedo aventurarme a darle una comisión de la que él no tendría ninguna cuenta? Sin embargo, Amable y sus hermanas pueden continuar dirigiéndose a él como antes, pero si de aquí a fines de enero él no me escribe para testimoniarme sus sentimientos, ellas no podrán mirarlo como superior religioso porque se supondrá que ha roto toda sociedad religiosa con nosotros, aunque pueda continuar siempre como Superior eclesiástico si el Ordinario le conserva sus poderes en esta calidad. Dios no quiera que las cosas lleguen jamás ahí. Pero haga saber a Amable que después de haber implorado las luces del Señor no he visto que se pudiera tomar otro partido – aquellos o aquellas que quieran permanecer unidos al resto de la familia podrán dirigirse a usted o a mí.” Eso es, querida Amiga, lo que me señala nuestro bueno y respetable amigo – haga de manera que el Sr. Vielle le escriba lo más pronto posible. Usted ve que esto es urgente de todas maneras y que, por buenas que sean sus intenciones, es necesario que las manifieste. Nuestro amigo, cuyo buen corazón está verdaderamente herido, necesita este consuelo. La situación en que está siempre no permitiría por lo demás negárselo (aparte de todas las razones que él da para romper este demasiado largo silencio), y no dudo que después de que usted haya conversado con él, él se apresure a dárselo. El estuvo encantado de saber, por la carta que usted me escribe, el bien que le ha hecho la suya. La felicito por la felicidad que usted tiene de unirse diariamente a nuestro divino Salvador – Le ruego a Él y a su Sta. Madre que la colmen con nuevas gracias en el año que vamos a comenzar, y que hagan más estrecha y más perfecta que nunca su unión con él. Deseo la misma felicidad a todas sus amigas. Me recomiendo a sus oraciones y a las de usted. Con relación a los muebles de los que me habla, haga lo que le inspire la caridad unida a la prudencia. Quiera Dios sostener una obra tan interesante como la de un Seminario, sobre todo en un tiempo como éste. Acepto de todo corazón la unión particular de oraciones que me ofrece la buena joven que le sirve. Mil amistades a todas nuestras amigas, así como a nuestra querida Angélica. Espero sus noticias y las ayudas para su niño que usted me anuncia. 34


Adiós, querida amiga, toda suya, no haciendo con mi querida Amable sino un corazón y un alma en los SS. Corazones de Jesús y de María. Mis respetos al Sr, Vielle, y le ruego que me llame muy particularmente al recuerdo del Sr. de la Mennais, cuya salud deseo mucho-

24 febrero (1807) ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! He recibido su carta, querida Amiga; no puedo decirle cuán conmovida estoy por su estado de sufrimiento; nuestro respetable Amigo lo está también. Rogamos al Señor, si es su santa voluntad, que aporte algún alivio a su estado. Cuídese y tome todos los cuidados que exige a fin de ponerse en condiciones de seguir haciendo lo que el Buen Dios pide particularmente de usted, que es cuidar de sus amigas. Usted está ahora consolada sobre lo que era objeto de su inquietud. Nuestro Amigo ha recibido con mucho consuelo la carta del Sr. Vielle. También yo lo he tenido al verla encerrada en la suya. He hecho partir sin diferirla un momento la respuesta que me ha llegado para él. El buen Padre me señala que le ha conferido todos los poderes que tenía el Sr. Engerran. Espero que lo que tal vez ha sido diferido en relación a usted, que debía tener lugar el 2 de febrero, será reemplazado en otra época, y que esto no tardará, si la falta de poderes ha sido la causa de este retardo. Le ruego que asegure al Sr. Vielle mis respetos, y cuánto comparto la gratitud que usted siente por los cuidados que le da en medio de tantas ocupaciones. Deseo mucho que su débil salud se sostenga y ruego al Buen Dios que la fortalezca para su gloria. Vino a verme un joven de 28 años al que había visto el año pasado en una muy grande necesidad. Ha vuelto este año después de haber viajado y tomado, dice, el oficio de confitero, sin que esto lo haga vivir. Me ha dicho que él era muy conocido del Sr. Vielle, del que se reprocha mucho no haber seguido los consejos. Su nombre es José Pedro de Soligné, de Paramé, donde su madre vive todavía con una de sus hermanas que es casada. Este joven que tiene 28 años me parece tener buenos sentimientos, pero una mala cabeza y un pobre aspecto. Sin embargo, como está en la mayor indigencia y me ha dicho que en otro tiempo había instruido jóvenes, he tratado de proponerle, para salvar su alma y tomar un estado que le haga vivir dándole la ocasión de hacer un gran bien, si el Buen Dios lo hace capaz de eso, que se presente de mi parte en una escuela de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. La cosa le ha agradado mucho, se ha inflamado con mi proposición y me ha asegurado la sinceridad de su deseo de darse enteramente a Dios. Ruego al Sr.Vielle que tenga a bien decirme lo que él piensa, que usted me lo comunicará, y comprometerlo a orar al Buen Dios para que haga resultar la gestión que he hecho por él, si es para el bien de su alma. Sería bueno también saber si sus parientes podrían darle alguna ayuda que podrían enviarme, pues él tiene necesidad de todo, y en el caso que entrara en los Hermanos, ellos tienen sólo lo más necesario y lo menos sería vestirlo. El tiene sólo la camisa que lleva sobre el cuerpo. Deseo mucho que pueda entrar allá y acercarse a los sacramentos. No puedo sino aprobar, querida Amiga, como una obra muy interesante, lo que usted y nuestras amigas hacen para contribuir al establecimiento del Pequeño Seminario del Sr. Vielle. Le recomiendo sin embargo la prudencia y la discreción para no agotar completamente la bolsa de la Sociedad dejándola inutilizable para proveer a sus propias necesidades y venir en ayuda de aquellos de sus miembros que se encuentren en la necesidad. Soporte, como lo hace, querida amiga, con caridad, la mala cabeza de la 35


hermana que está con usted y siga conduciéndose con ella por los consejos que nuestro Padre le ha dado. Estoy muy sensiblemente conmovida por lo que me dice de nuestra amiga Angélica; le ruego que le manifieste cuánta inquietud me ha ocasionado y dejado su carta. Le ruego insistentemente calmarme dándome noticias suyas. Si le fuera posible hacer algo por su ahijado, del que pago siempre la pensión y que mantengo, le propondría un arreglo que sería proporcionar una parte de lo que debo a las Hermanas de la Cruz, a las que debo 240 francos por lo principal de un préstamo que yo había hecho en 1788 en septiembre. He pagado tres años de atrasos sobre el pie de 12 fr. por año. En el mes de septiembre último me encuentro debiendo por los atrasos de 14 años cumplidos en este término, 130 frs a causa de los asignados y de los impuestos: lo que forma en total una suma de 370 frs. De los que yo querría poder liberarme. Habría que advertir a mi Hermana María de la Cruz que esta suma que yo había pedido prestada estaba destinada a procurar zuecos a los pobres niños de la clase. Lo que me hace considerar que con la aprobación de las Hermanas de la Cruz a las que le ruego hablar o hacer hablar por las Srtas. Gouyon, esta suma podría ser empleada para la misma intención en el establecimiento. Y yo rogaré a la Srta. Angélica de Gouyon que tenga a bien ayudarme a pagarla, en tanto que yo pagaré aquí la pensión de su ahijado y seguiría proveyendo a su mantención. Yo estoy encargada, tanto para la pensión como para el mantenimiento, desde septiembre pasado y aún no he recibido sino 50 frs. Que ella me ha hecho pasar por el Sr. Ami. Este niño va bien, pero estaba tan descuidado para todo, y particularmente en relación a la piedad, que no se puede pensar de aquí a mucho tiempo en hacerle hacer su primera comunión, porque a la edad en que lo hemos retirado tiene que olvidar muchas cosas y aprender mucho, y aunque tiene facilidad y memoria, lo que hace esperar que en relación a la instrucción, urgiéndolo como se hace, irá bien, pero no es lo mismo en la piedad que aún no se percibe en él, cualquiera sea el cuidado que se tome en inspirárselo. Hay que pensar que su madre que habla muy bien ha actuado muy mal puesto que lo ha abandonado enteramente a sí mismo, y el espíritu que tiene este niño no hubiera servido sino para perderlo sin recursos, si el Buen Dios no hubiera inspirado a la Srta. de Gouyon a mezclarse en eso. La modicidad y la incertidumbre de mi pequeño ingreso no me permite tomarlo a cargo, y es más justo, como ella lo sentirá bien, que se me libere de una antigua deuda que no he estado en condiciones de satisfacer hasta ahora. Le ruego que le pregunte cuánto podría ella poner por esta intención, y yo daré similar suma para su protegido, para el cual estoy bien adelantada y al cual además de la pensión y la mantención proporciono sábanas de las que estoy muy escasa. Le estaré muy agradecida de hablar de todo esto con nuestra amiga y decirme su intención, que probablemente no es abandonar al niño, lo que sería muy penoso, porque se puede esperar mucho para él de una buena educación. Dígale además que yo he intentado inútilmente por todos los medios de hacerle educar sin gastos, pero no lo he logrado. Y en relación a la obra de la que ella tiene conocimiento, es preciso para que se encarguen (lo que no se hace ahora por nadie porque están recargados, y se limitan a mantener a los que ya tienen, y se busca colocarlos sin gastos en la medida que se puede) que los niños no tengan padre ni madre y estén en abandono total. Aunque los riesgos para el alma sean muy grandes para este niño, su posición no se presenta tal que pueda ser admitido aunque estuvieran en condiciones de recibirlo. Le ruego que diga mil cosas de mi parte a todas mis amigas, y en particular a las dos hermanas. Las felicito por el cuidado que tienen de la juventud, y me uno de todo corazón a todas las buenas obras. 36


Efectivamente, no se piensa ahora en la impresión del libro cuyos prospectos hemos enviado. Si eso se hiciera, le hablaría de ello. Pero por ahora ni hablar. Le renuevo, querida Amiga, todos los sentimientos que le he consagrado en N.S. para mi vida, y soy toda suya en los SS. Corazones de Jesús y de María, deseándole y pidiendo para usted y su rebaño las más abundantes bendiciones del cielo. Le renuevo de todo corazón todos los permisos que necesita, me recomiendo a las oraciones de todas y particularmente a las suyas.

4 abril 1807 Nuestro respetable Padre está bien de acuerdo, y hará usted muy bien en tomar Asistencias, y encuentra también conveniente que tenga vigilancias, tomando consejo, para escogerlas, del Sr. Vielle. Las asistentes son los brazos de la superiora, deben velar por ella en la observancia de las Reglas, no tienen ninguna autoridad para reprender, deben dar cuenta de lo que observan a la superiora. Las Asistentes, en la medida que se puede hacer, deben ser de más edad, y las vigilantes pueden ser escogidas entre las jóvenes, del número de las más fervorosas. Todo lo que usted me ha dicho en diferentes momentos, y lo que me dice últimamente de nuestra querida L… me persuade de que ella es muy adecuada para suplirla en calidad de asistente, si el Sr. Vielle la encuentra conveniente.

30 junio 1807 He tenido un pequeño intervalo de salud durante el cual he estado muy ocupada junto a una de nuestras más antiguas compañeras, mi primera conocida al llegar a París; acabamos de perderla para este mundo, pero tenemos todos los motivos para esperar que el Señor la ha recibido en su gran misericordia. La manera como ella ha servido siempre al Señor, las gracias particulares, y podemos decir extraordinarias que El le ha hecho en los últimos tiempos de su vida, y en su enfermedad, nos hacen esperar todo de las bondades de Dios por esta querida alma. He visto con placer que las elecciones se han reunido sobre nuestras dos amigas Celeste y L…. alabo a la primera por haber aceptado con sencillez, y no me asombra la pena que experimenta la segunda; pero es preciso que todo ceda a la voluntad de Dios. Dígale de mi parte que ponga toda su fuerza en la obediencia y la confianza en Dios. El hombre obediente contará sus victorias. Estoy encantada que aumente entre ustedes el número de personas que se emplean en obras de caridad. Estoy encantada de que usted contribuya, así como nuestras hermanas, al restablecimiento de una cruz en sus cantones. ¿No sería posible colocar también ahí una pequeña estatua de la Santa Virgen? Es lo que nosotras deseamos hacer aquí cuando encontremos la ocasión.

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27 enero 1808 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Acabamos de tener una pérdida muy sensible a nuestro corazón, querida Amiga, que tocará también seguramente el suyo y el de nuestras amigas, en la persona de la virtuosa y respetable Sra. de Carcado a la que hemos perdido el 25 de enero. Había sido admininistrada el sábado anterior con pleno conocimiento; nos ha edificado en su enfermedad como lo hizo durante su vida de la que hizo el sacrificio con una generosidad y una paz que ha sido el comienzo de la recompensa por sus buenas obras. Su pérdida es mirada como una calamidad general. Que así como le estuvimos estrechamente unidas y conociendo más particularmente sus virtudes, podamos esforzarnos por marchar sobre sus huellas, cada cual según la medida de la gracia que nos es dada. Pídala a N.S. por intermedio de su Sta. Madre, y como puede quedar alguna mancha a las almas más santas, unamos nuestras voces para apresurar su felicidad si estuviera diferida. Esta pérdida inesperada me ha aterrado en tal forma, querida Amiga, que no puedo responderle como querría. Recibí su carta y he rogado al Sr. Ami, al que estoy obligada a escribir una palabra con un gran mal a los ojos, que le diga que la respuesta que usted ha dado a las informaciones que se pedían es la única que se podía dar prudentemente, está en la exacta verdad. En relación a la persona de la cual me habla, usted hará lo que encuentre a propósito de diferir, y sin poder entrar en ningún detalle entro con gusto en todo lo que usted me pide. Haga lo que el Buen Dios le inspirará para su mayor gloria. Esté segura de que tomamos mucha parte en todo lo que le concierne a usted y a nuestras amigas. Recomiéndenos a las oraciones del Sr. Vielle y del Sr. de la Mennais, nuestro respetable Amigo está bien por la gracia de Dios. El, como nosotras, tiene mucha necesidad de consolación. Toda suya en los Sagrados Corazones.

4 mayo 1808 Le diré que nuestro respetable Padre está de buena salud; sus asuntos no han cambiado. Este 4 de mayo hace cuatro años que estoy alejada de él… Es en la octava de la Cruz; tendría mucha alegría al decirle que tengo la de volver a verla. Siga pidiendo por nosotras al Buen Dios este consuelo, si es su santa voluntad. Le deseo las más dulces bendiciones de N.S. y de su Sta. Madre, y que crezca cada día en el divino Amor.

6 julio 1808 Yo temía mucho que no hubiera recibido mis cartas y la obra sobre el espíritu interior. No me extraña que esté usted bien contenta con ella; es admirable, y si nos conformamos con eso, cada una según la medida de la gracia que nos es dada, podemos esperar estar en un estado muy agradable a los ojos del Señor. Usted ha sabido por el Sr. V. noticias de la situación de nuestro Padre que nos han consolado; él está tan bien como es posible, agradecemos al Buen Dios por lo que nos concede y oramos para obtener su total libertad. 38


Apruebo mucho todos sus arreglos para la buena obra de los niños; es una obra tan agradable a Dios que no hay que extrañarse de que sea atravesada. Póngala bajo la protección de la Santa Virgen, de san José y de san Vicente de Paul. Sea muy fiel a la hora de recreación: estando ofrecido a Dios, ese tiempo es con frecuencia empleado útilmente también, y sus conversaciones pueden serles útiles y no las separan de la presencia de Dios, que está en medio de las que se reúnen en su Nombre para recrearse como para otra cosa. Tomo mucha parte en todas las contradicciones que le suceden, en particular por los cuartos de trabajo. Creo que todo lo que se hace ahí es muy agradable a Dios, puesto que la obra es con frecuencia asaltada por la Cruz. Usted sabe que es una buena señal.

5 enero 1809 ¡Alabados sean N-S-J-C- y su Sta. Madre! No puedo expresarle, mi querida Amiga, toda mi pena por no haberle dicho nada desde mucho tiempo. Esté por lo menos muy segura de que no es menos querida a mi corazón, ni todas sus amigas. Pienso con frecuencia en usted y ruego al Buen Dios que la colme de sus gracias. Nuestro venerable amigo , que se porta de maravilla por la gracia de Dios, hace lo mismo por su parte; usted sabe lo querida que le es. El Buen Dios la quiere en el abandono de las creaturas a las que usted no es ciertamente indiferente; usted ve en esto, querida Amable, una disposición de su Providencia sobre usted, y tiene razón; ese buen Señor quiere hacer por Si mismo en su alma lo que los hombres no podrían hacer, o por lo menos lo harían muy imperfectamente. El Señor, según su costumbre, suple abundantemente a todo lo que permite que nos falte de ayudas sensibles, y usted conviene, querida amiga, que no está abandonada por el Divino Esposo de su alma. Usted lo busca sin cesar, no desea ni ama sino a Él, y sabe que El no se deja nunca vencer en liberalidad por su creatura, El que nos ha amado primero. No crea sin embargo, querida amiga, que haga su paraíso en la tierra; creo por el contrario que hace aquí su purgatorio, y que lo que el corazón del hombre no ha concebido y no puede concebir será su herencia en la eternidad. Avanzamos cada día hacia ese término; pida al Buen Dios para su amiga que ella avance con un paso más firme, que se prepare a la venida del Esposo muy diferentemente de lo que ha hecho hasta ahora. Mi salud, sin ser fuerte, es menos mala que el invierno pasado. Deseo mucho que la salud de nuestra amiga Catalina sea estable; que haya salido bien de ese absceso que tenía en la mandíbula; manifiéstele todo el interés que tomo en ella y en su hermana. Estoy encantada por los 1200 francos que les han sido legados por nuestra amiga Beaumont; cuando los hayan recibido, consultaremos a nuestro amigo sobre el tipo de buenas obras en las que debe ser empleado ese dinero para la mayor gloria de Dios. Usted nos comunicará las ideas que tiene sobre eso y las de ellas. Estoy encantada de que ella le haya legado también algunos objetos. Pienso que el Señor Obispo ha estado contento con las piezas de trabajo. Es la buena manera para mostrarse por las obras en las cuales se emplea para el bien del prójimo, es el verdadero medio para 39


disponer a los Superiores y volverlos favorables a la obra; la prudencia y la discreción son siempre oportunas, y particularmente en los tiempo en que vivimos. Bendigo a Dios con todo mi corazón por la santa unión que reina entre todas ustedes y en particular en su pequeño interior. Ruego al Santo Niño Jesús y a su Sta. Madre que cimenten cada vez más esta unión que les es tan agradable y que debe hacerlas esperar, mientras subsista, que ellos estarán en medio de ustedes para colmarlas con sus preciosos favores. Les ruego con todo mi corazón, al comienzo de este año, que las colme con nuevas bendiciones y las haga crecer en las virtudes que les son más queridas: la santa virtud de humildad, de dulzura, de simplicidad, de soportar al prójimo que las harán más dignas del amor que ellos tienen por ustedes. Imitemos en nuestras oraciones el respeto profundo de los Magos en la octava de los cuales estamos. Llevemos a los pies del Stmo. Sacramento y en nuestros ejercicios de piedad en la casa el mismo espíritu de adoración interior, y demos señales de eso por el respeto y la atención exterior, la misma generosidad hacia los miembros sufrientes de Jesús, y acompañemos esos presentes que se hacen al Santo Niño Jesús con el don de nuestros corazones que solo puede hacérselos preciosos. Bebamos también en el Corazón inflamado del Divino Niño el celo por la salvación de las almas que El viene a rescatar con su Sangre y también el de nuestra perfección que El desea tanto y por la adquisición de la cual nos hace diariamente tantas gracias. Ore mucho por nosotros, querida amiga, y por toda nuestra familia. Pidamos al Buen Dios, si es su voluntad, el total restablecimiento de la salud de nuestro buen Padre, y que nos dispongamos a pasar bien el próximo retiro según sus designios; pidamos para esto la protección de nuestra buena Madre la Santísima Virgen. En cuanto a la dama de la que me habla, puesto que ella se conduce bien, no hay que alejarla por lo que usted me ha dicho, pero hay que tratar que la cosa sea tenida muy secreta tanto en la familia como fuera: la caridad lo pide. Mil amistades a nuestra querida Celeste, estoy encantada de ver que usted está contenta con ella. Sea, se lo ruego, la intérprete de mis respetos y de mis votos junto al Sr. Vielle, Orange y de la Mennais, a las oraciones de los cuales me recomiendo y todas mis conocidas. Séalo también muy particularmente junto a todas nuestras amigas de la ciudad, de sus alrededores, de St.Briac y de Plouer. Deseo mucho que la salud de su querida sobrina se restablezca, si el Buen Dios lo quiere, para su mayor bien; me intereso en ella como en todo lo que la toca y soy toda suya en los SS. Corazones de Jesús y de María, querida Amable. Su amiga afectísima María Adelaida

6 febrero 1809 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! He recibido noticias suyas, mi querida y buena amiga, por la Madre General; creo que usted no había recibido todavía una carta mía que ha debido serle remitida por el Sr. Ami; espero también que él haya podido verla y darle noticias de nosotros; no son tales como yo hubiera deseado dárselas, es decir, él no nos ha anunciado esperanza próxima de la libertad del buen Padre. Nosotras habíamos creído llegar a ese feliz momento, pero es diferido todavía, y no podemos prever el término en el que el Buen Dios nos 40


lo devolverá. Confieso incluso que no veo esperanza humana, pero es preciso que digamos con este buen Padre: Fiat! El es de una paz y de una resignación maravillosa; me encarga asegurarla de todos sus sentimientos por usted, sus amigos y amigas. Su santidad que crece cada día es muy propia para atraerle las bendiciones que él les desea y nosotras vemos ya los efectos, puesto que, por la gracia de Dios, la buena voluntad que nos han marcado hace cuatro años, en nombre del Señor, es la misma25. Pero como el poder no es más grande, no se puede ahora esperar más; es mucho estar seguros, en la medida que se puede estarlo sobre la tierra, que el camino que se sigue para santificarse es agradable al Señor. Pero no hay que tener asambleas secretas que, por inocentes que sean, podrían ser sospechosas al gobierno; es lo que nos prohíben las personas de las cuales dependemos. En cuanto a las personas que desearían unirse a nosotras para su propia santificación y el bien del prójimo, hay que mirar de más cerca que nunca y asegurarse ante todo de su extrema discreción; y lo que usted dice de estimulante no debe ser repetido por usted sino con mucha reserva; pero conociendo su prudencia, es bueno que sea instruida para su consolación propia y para hacer uso en la ocasión para el apoyo y estímulo de sus amigos. Oremos más que nunca los unos por los otros, querida Amable. Estoy conmovida por lo que me dice del debilitamiento de su salud; pasa lo mismo con la mía que, sin ser tan mala como lo ha sido, se resiente siempre por el rigor de la estación y las consecuencias de mi larga enfermedad. Lo que me dice de la salud de su buen padre me conmueve también. Le ruego que le manifieste cuánto me intereso en ella comunicándole mi carta cuando lo vea. Deseo mucho también que su padre no se aleje de usted, llámeme también a su recuerdo. Si el Buen Dios quiere enviarle esta cruz, él la ayudará a soportarla: todo es cuidado por su amor. Esta divina Providencia que conduce todo está dirigida, como usted sabe, por la mano del Padre más tierno. Atrevámonos a esperar todo de su bondad, No se canse, querida Amiga, en la ejecución de la obra que El le ha confiado; es la suya y usted es el instrumento del que El quiere servirse sin tener consideración a su capacidad. Estemos dispuestas a todo. Ore por su pobre amiga que lo necesita mucho para poder responder a lo que el Buen Dios pide de ella. Adiós, toda suya, querida Amable, con la más tierna y la más inviolable adhesión en los Corazones de Jesús y de María. Todas nuestras amigas se unen a mí para decirle mil cosas, así como a toda su familia que nos es muy querida. He ahí una palabrita para nuestra buena Magdalena, de la que no tengo noticias desde mucho tiempo; Al enviársela por cualquier ocasión, usted puede decirle lo que le señalo, recomendándole la discreción. Se puede contar con su prudencia. Añado aquí, querida amiga, algunas Santas Vírgenes y medallas benditas e indulgenciadas por el Santo Padre, y el impreso.

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Señales de benevolencia dadas a las Sociedades por S.S.Pío VII en 1804, cuando vino a Francia para la coronación de Napoleón.

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7 febrero 1809 Lo que yo le he mandado de no reunirse no quiere decir que no se vean de vez en cuando de una manera religiosa, sino en pequeño número – pero sobre todo que sean muy fieles a la obediencia. Le he participado su carta al Padre en su retiro, le ha dado mucho gusto – él no duda de todo el interés que usted toma en su posición – él le dice mil cosas, así como a sus amigos, al querido tío del Sr. que le remite mi carta y a sus cofrades. Mañana es la fiesta del Santo Corazón de María. Hemos prometido en el mes de mayo último , por lo que nos sucedió en ese tiempo y obtener las gracias que pedimos para las dos familias, ayunar en el porvenir la víspera de la fiesta del Corazón de María, celebrar esta fiesta el 8 de febrero, encender un cirio o bujía delante de la Sta. Virgen en cada colegio, hacer una pequeña limosna en honor de este amable Corazón. Todo esto es sólo para aquellos y aquellas que no están impedidos por alguna causa razonable de salud, de prudencia o de discreción, sobre todo en este tiempo, para no dar a conocer nada. Si el año próximo se es más libre, las que puedan hacerlo, con las condiciones dichas, cumplirán nuestro deseo cumpliendo estas cosas. Adiós, toda suya una vez más. Entro en todo lo que usted desea y pide, querida buena amiga, para la mayor gloria de Dios, y le deseo todas las bendiciones del Divino Corazón de Jesús y de María.

30 agosto 1809 No le hablaré de las noticias aflictivas que, no lo dudo, son objeto de sus oraciones. Apeguémonos más que nunca, de alma y de corazón, a la Iglesia de Jesucristo, y oremos mucho por el Soberano Pontífice. Nos unimos todas de alma y de corazón para implorar las misericordias de Dios sobre todas nosotras y sobre nuestra patria. Espero que usted hará lo mismo delante del Señor. Yo tengo sobre todo una necesidad muy particular para responder más fielmente a lo que el Buen Dios pide de mí. Le ruego que se una a mí, espero esto de su amistad, hacer violencia al cielo para obtenerme, por el Divino Corazón de Jesús y el de su Sta. Madre, que no ponga más resistencia y no ponga más obstáculos a la voluntad de Dios en mí. Que las contradicciones que experimentan usted y las nuestras en su tierra no las desconcierten; nuestro respetable Padre está persuadido de que son el presagio de los éxitos que el Señor prepara. Que su santo Nombre sea bendito y que su voluntad se cumpla en nosotros y por nosotros para siempre. Hable de mí sobre todo a nuestras amigas C.C. y L… Estoy encantada de la utilidad que usted recibe. No es extraordinario en este tiempo encontrar personas en gran número en penas extraordinarias. Un santo sacerdote que estaba poseído por el demonio y que ha tenido en Roma hace cuatro o cinco meses una muerte edificante, al ser exorcizado por el abate Marconi, el diablo dijo por su boca: “Esta es mi hora, la del poder de las tinieblas”, teniendo la prueba, añadió, por lo que pasa en Francia actualmente. Guardémonos sobre todo de la tiranía que puede ejercer en el interior, lo que con frecuencia no aparece a los ojos de los hombres, pero no es sino más funesta. Un gran horror al pecado, una gran unión con Nuestro Señor y la más exacta fidelidad para referir a Él todo lo que hacemos, nos lo garantizan. 42


28 mayo 1810 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Aprovecho al momento una ocasión, querida Amable, para decirle una palabrita. Tomo parte en la pérdida que ha tenido de nuestras dos amigas, lamento sobre todo a la que era tan buena y tan útil a su prójimo. Dos cartas que yo había recibido en diferentes momentos por mediación suya me habían agradado mucho y nos habían dado una alta idea de su gran piedad al mismo tiempo que de su espíritu y de su amable simplicidad. Espero que ella no olvidará delante de Dios a las personas con las que ha tenido relaciones en este mundo. Estoy muy conmovida también con lo que me dice de edificante sobre la muerte de la segunda. Hemos sido muy sensibles a la muerte de este buen Sr. Ami que lo era verdaderamente nuestro y nos ha obligado en toda ocasión. Seguramente usted no lo habrá olvidado delante de Dios. Era muy de Él y espero que El no lo habrá olvidado en su misericordia. Desde la época en la que le escribí he estado enferma casi siempre. El invierno solo es ya una enfermedad para mí, tanto por los tiempos húmedos o fríos como a causa de la falta de ejercicio que entonces no puedo hacer, tosiendo habitualmente. Hacia la mitad de la cuaresma he tenido un recargo de miserias, una fiebre catarral y biliosa. No me he recuperado de las consecuencias de esta enfermedad, aunque estoy mejor desde que hace calor. Ha hecho usted bien al pasar su Cuaresma como se lo han prescrito; yo no he hecho más que usted antes de caer enferma totalmente. Estoy muy contenta de que pueda hacer diariamente la Sta. Comunión; tiene usted razón, es ahí donde se encuentra nuestro verdadero tesoro. Cuando lo haya recibido en su corazón, no olvide las necesidades de su amiga Adelaida que son muy grandes y proporcionadas a sus miserias que solo Dios conoce y que le darían compasión si pudiera usted juzgarlasNuestro venerable amigo, siempre santo, celoso, unido a N.S. y a su Sta. Madre como usted sabe, está bien y no tiene otra enfermedad habitual que la sordera; él sacude todos los pequeños males con el ánimo de un joven hombre fuerte y robusto y no sigue menos su camino para todo. Agradezco a Dios por haber fortalecido su mano para darme noticias suyas. Estoy muy ocupada y apenada por el estado de nuestra querida Celeste y muy conmovida por las disposiciones consoladoras en que ella está; será un consuelo recíproco para ella y para usted si ella viene a pasar el verano en su vecindario; deseo mucho que ella pueda restablecerse, si es la voluntad de Dios, para que pueda continuar trabajando para su gloria y la salvación de las almas. Dígale mil ternuras de mi parte y cuánto pido a Dios que el estado en que está aproveche a su alma conforme a los designios de Dios. No me olvide junto a las amigas que están cerca de usted y de las otras que están alejadas, cuando tenga la ocasión. Le estaré muy agradecida, querida Amiga, si me recuerda a mis dos buenas amigas, Angélica de Gouyon y Sra. de Couessin, su hermana. Le agradeceré mucho que les diga o haga decir que no les he escrito porque estoy muy enferma desde hace tiempo; aunque un poco mejor en este momento, no puedo hacer todo lo que querría y estoy muy atrasada en todo. Adiós, querida Amable, toda suya por la vida en los Corazones sagrados de Nuestro Señor y de su Sta. Madre. Recuérdeme a los Sres. Vielle y de la Mennais. Nuestro venerable amigo la saluda, ora por usted y le está muy unido en el Señor. 43


11 julio 1810 Adoro los designios de Dios y me someto en los obstáculos que él permite para nuestra correspondencia, por penosos que sean. Nuestro respetable Padre es también muy sensible a eso. El está bien, gracias a Dios, y acaba de hacer un pequeño viaje de diez días a una parte de nuestra familia a la que ha llevado alegría y consuelo. Estoy encantada de que esté usted bien alojada y más cerca de la iglesia, lo que es una gran felicidad para usted. No dudo, a pesar de la brevedad de su carta, de todo lo que su corazón nos dice. Encontrémonos con frecuencia, para compensarnos por la ausencia y las privaciones de toda clase, en el de nuestro divino Señor y de nuestra tierna Madre la Santísima Virgen. Su gran fiesta se aproxima: día precioso en el que Francia le ha sido consagrada. Roguémosle en ese día por todos los franceses, en particular por nuestra familia; ofrezcámosle de común acuerdo todos nuestros corazones para que ella se digne presentarlos Ella misma a su Divino Hijo. Para que nuestra ofrenda sea mejor recibida y nos haga más agradables al Hijo y a la Madre, preparémonos a esta gran fiesta por una renovación de fervor y de fidelidad a todos nuestros deberes. Avancemos valientemente y sin detenernos en el seguimiento de Jesús y de María por el camino que ellos nos han trazado, imitemos los ejemplos de todas las virtudes que ellos nos han dejado como herencia preciosa que tenemos que recoger. Ore mucho por nosotros y por toda nuestra familia. Le ruego que lo haga particularmente por mí que tengo una extrema necesidad de ello para responder a todo lo que Nuestro Señor pide de mí. Siga siendo junto a nuestras amigas la intérprete de todos nuestros sentimientos; que ellas estén, como usted, bien persuadidas de que nada puede alterar la unión de nuestros corazones, formada al pie de la Cruz en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Me informo con placer del bien que se hace por los niños de los que se ocupan nuestras amigas; que ellas puedan grabar en esos jóvenes corazones el amor de Jesús y de su santa Madre, de manera que no se borre jamás. Es lo que espero de su celo y de la pureza de sus intenciones, de sus oraciones y sobre todo de los ejemplos de virtud que ellas dan seguramente a esta interesante juventud. Es un servicio muy agradable a Nuestro Señor trabajar en conservar esta preciosa inocencia en la que El encuentra sus delicias. Recomiendo a sus oraciones varios sobrinos y sobrinas de cuyo cuidado y educación estoy encargada-

17 septiembre 1811 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No quiero dejar pasar esta buena ocasión, querida Amiga, sin darle una palabra de mis noticias. Estoy encantada de que las suyas sean mejores. El Sr. de la Mennais, que hemos visto con mucho interés, le dará noticias del buen Padre al que el Señor sostiene visiblemente en todos los trabajos que emprende para su gloria; con la vista que tiene casi completamente perdida, trabaja como si fuera joven. Roguemos al Buen Dios que nos lo conserve para su gloria y el bien de sus hijos. Por su parte, querida Amable, siga con el bien que Dios le ha encargado, y sea junto a nuestras amigas la intérprete de todos nuestros sentimientos. Le envío algunas imágenes que usted distribuirá, pienso que 44


le gustarán más que las antiguas. Mi salud es tan mala, y estoy tan atrasada para las escrituras, y por encima de eso tengo que hacer un desalojo, de manera que no puedo decirle más. Ruego a Nuestro Señor y a su Sta. Madre que la bendigan y le concedan todo lo que usted Le pide para su gloria y el bien de las almas que le están confiadas. Toda suya en los Corazones sagrados, recomendándome especialmente a sus oraciones que necesito mucho María Adelaida Recomiendo a sus oraciones a una hermana muerta en Normandía.

5 febrero 1812 ¡Alabados sean N-S-J-C- y su Sta. Madre! No puedo señalarle bastante toda mi pena por no haber podido escribir desde hace mucho tiempo, querida Amiga; mi salud ha estado mala desde hace mucho tiempo, el invierno es una verdadera enfermedad para mí, y mi Agata acaba de estar enferma mucho tiempo. Estoy encantada de que su salud se haya fortalecido, y muy conmovida por el estado de nuestra querida Celeste. Le ruego que se lo manifieste; la exhorto mucho a poner un cauterio. Estoy impresionada y no muy asombrada por el matrimonio de Nicole; no hay que mirar atrás después de haber puesto la mano en el arado. Dios mío, ¡qué débiles somos! Que el que está de pie tenga cuidado de no caer. Lo que me dice de nuestras amigas que el enemigo de la salvación inquieta no me asombra; él da vueltas sin cesar en torno a nosotros; que podamos no darle pie. La humildad y la docilidad harían fracasar todas sus movidas si fuéramos bien fieles. Estoy muy conmovida de que no haya tenido sus santos protectores. La Sra. de Couessin se había encargado. Yo había dado una imagen de modelo a su marido, no la encontraron, y como la Sra. de Couessin está encargada de esa comisión ella me prometió que haría la compra para usted. Yo no he podido dedicarme a nada, el tiempo está tan malo; creía que usted las tenía. Si el encargo de la Sra. de Couessin no le ha llegado, ella podría pedirla por las Damas de Santo Tomás. En cuanto a la estatua, me parece que 200 frs. serían demasiado considerables, y podrían perjudica el bien que se hace a los niños, que es tan esencial, y que una estatua muy sencilla haría el mismo efecto, además que el traslado de aquí hasta su casa sería enorme. Las reflexiones que usted me hace sobre eso me persuaden de que la Sta. Virgen será igualmente honrada con una estatua comprada en el lugar. Hace tiempo yo había buscado sin poder encontrarla. No puedo ocuparme más tiempo, teniendo que dar una respuesta al Sr.Marchais, que le dirá lo que yo le señalo de nuestro buen Padre y de sus trabajos. Todas nos recomendamos a sus oraciones, y sobre todo yo, cuyas necesidades son muy grandes. ¿Podría usted hacerme el favor de hacerme cobrar dos años de una renta que me deben los Sres. de la Choue y de la Metrie, que viven en la Haute-Mettrie cerca de San 45


Maló. He ahí mi recibo. Usted podría dirigirse para esto a nuestra amiga Celeste que me hizo cobrar un año, hace ya dos años. Adiós, querida amiga, toda suya con la más tierna amistad en los Corazones sagrados de Jesús y de María Su amiga Adelaida

10 diciembre 1812 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Por fin, querida amiga, acabo de conversar un momento con usted por nuestra amiga Celeste que se decide a regresar hacia usted sin hacer operación. Ella no solamente tiene alejamiento para hacerla, sino que no se encuentra colocada de manera de sentirse tan cómoda y tan cálidamente como debería estar y que nosotras habríamos deseado procurarle Lo que le habíamos propuesto en casa de una de nuestras amigas que tiene una pensión no le conviene – ella habría deseado alojar en casa de las Damas de Sto. Tomás, donde hubiera encontrado la ventaja de tener el Sto.Sacramento en la casa – fue allá y no pudo arreglarse. Ha visto aquí a un hábil hombre en esta clase de enfermedades que le ha dicho, después de haberla examinado e interrogado con mucho cuidado, que él no veis ningún peligro en diferir la operación – que él pensaba que tal vez no sería necesaria haciendo uso, cuando haya llegado y reposado en su casa, de algunos remedios que él le aconsejó, entre otros establecer un cauterio – pero él le ha dicho que era totalmente de opinión que por ahora no intentara hacer la operación que él no considera necesaria en absoluto. Efectivamente la estación es tan ruda que parece totalmente razonable esperar la primavera, tanto más que ella se siente bien y no tiene ningún signo que denote sangre deteriorada. Le confieso, querida amiga, que su vista me ha tranquilizado mucho sobre ella, espero que el Buen Dios nos la conservará. Tomo mucha parte en la muy grande y muy justa aflicción que el Buen Dios le envía al separarla del muy querido y muy respetable Sr. Vielle – es un sacrificio que el Buen Dios ha exigido de usted y que usted le hace generosamente. Nosotros somos muy sensibles a eso, el respetable amigo y yo – pero al mismo tiempo estamos bien persuadidos de que el Señor la compensará y suplirá por Sí mismo a ese poderoso medio de santificación que le había dado en su gran misericordia. Es una enorme pérdida para su diócesis – no puedo concebir cómo han podido consentir a su alejamiento – felizmente que no está tan lejos de usted como habría podido estarlo y las vacaciones podrán llevárselo de vuelta cada año. Mi mal de los ojos, que subsiste siempre, aunque estén mejor, me priva de escribirle como yo habría deseado, y todavía no puedo hacerlo sin sufrir un poco. Soy muy sensible al estado de sufrimiento en que usted vive habitualmente y a la crisis que ha experimentado en su retiro, que ha continuado sin embargo uniéndose a la cruz de Nuestro Señor. Tiene usted mucha razón al mantenerse unida a El y actuar por la inspiración del Espíritu Santo. Pida para nosotras, le ruego, querida amiga, esa fidelidad a sus inspiraciones y esa unión con nuestro divino Salvador que me falta y que me sería muy necesaria para seguir el movimiento de la gracia. Para seguirlo con docilidad habría que renunciar a esta vida natural – mis enfermedades naturales y sobre todo las de mi alma me mantienen como sumergida en esta vida natural. Pida, se lo conjuro, por el corazón tan tierno y tan misericordioso de nuestra buena 46


Madre, que ella me obtenga la gracia de elevarme por encima de mí misma para la gloria de Dios, el bien de mi alma y el de aquellas que me son confiadas. En cuanto a usted, continúe, querida amiga, ocupándose del prójimo como lo hace por la gracia de Dios; que su atractivo por la soledad no la haga omitir nada de lo que sus fuerzas le permitan. Vemos con mucho consuelo ,por lo que nos dice Celeste, que usted se emplea al servicio de las almas con el celo que Nuestro Señor le ha dado para su gloria y que El bendice sus cuidados; que todas sus amigas Le sirven lo mejor que pueden. Celeste nos parece muy buena, ella está muy apegada a usted; es lo mismo para todas, es una gran facilidad para llevarlas a Dios. Ella me ha dicho en particular toda clase de bien de nuestras amigas de Gouyon, las dos hermanas, así como de la Srta., Sauvage a la que conocí muy joven y que tengo mucha alegría de ver enteramente de Dios. Tengo una observación que hacerle a cuenta suya, que es sólo a su ventaja, pero la cosa llevada muy lejos podría perjudicar el bien común: me han dicho que ella se descuida extremadamente en el artículo de la toilette e incluso sobre la limpieza. A usted corresponde ordenarla en eso, dejándola seguir su atractivo por la simplicidad que nosotros aprobamos. Hay que exigir una gran limpieza y persuadirla de que viviendo en el mundo, y nuestra vocación pidiendo de nosotras trabajar santificándonos nosotras mismas y ganar almas a Dios, no hay que chocarlas con exteriores austeros. Es la conducta que los santos más llevados al olvido y al desprecio de ellos mismos han tenido cuando han sido obligados a presentarse. Conformándose en esto a la obediencia y poniéndose un poco más conforme a su rango cuando va a San Maló o visita a alguien, eso no la perjudicará; para los cuidados que da a los enfermos y a los pobres puede ser más libre para ponerse como quiera, pero la exhorto siempre a tener cuidado con la limpieza. He encontrado la toilette de Celeste muy modesta y muy conveniente. Recuérdenos a todas nuestras amigas, al fervor y a las oraciones de las cuales me recomiendo muy particularmente. El Buen Dios conserva la salud de nuestro venerable amigo mejor de lo que nos atreveríamos a esperar para su edad. El les es muy adicto a todas y a usted en particular. Pida al Buen Dios, querida amiga, lo conserve para su gloria y nuestro bien, y para mí, querida Amable, mi conversión, lo que le digo sin humildad sino en la verdad, porque lo necesito Estoy encantada de lo que me dice de la amiga que ha reemplazado a la del campo, asegúrele todo nuestro afecto. Que ella ore por nosotros! Hemos perdido en Rouen a un digno sacerdote, director del Seminario. Estas pérdidas son muy grandes para los fieles. Celeste le dirá la posición en la que se está siempre. Elevemos al cielo nuestras manos y nuestros corazones para obtener las gracias que tanto necesitamos. No dude, querida amiga, de todo el interés que tomo en su querida sobrina que he visto en su casa en su infancia. Deseo mucho que ella responda a los cuidados que usted toma de su alma, y que su nieta Teresa camine sobre las huellas de nuestra querida hermana Teresa26 a fin de que llegue con ella a la felicidad que ella goza con su santa Patrona. Escribo a la Srta. Garnier por Celeste, así como al Sr.Vielle; le agradezco por los nombres de nuestros amigos que me ha enviado, he reconocido algunos que me han dado gusto, pero sin haber visto un número de otros, los llevamos todos en nuestros corazones.. Sería de desear que la Srta. Giron pudiera verla más, la invito a observar sus consejos, que le escriba por lo menos de vez en cuando.

26

Teresa Chenu, muerta en 1798, hermana de Amable Chenu.

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Celeste le dirá lo que hemos dicho sobre el pensamiento que Dios le ha dado de formar un pequeño Buen Pastor. Recomiende la cosa a Dios, todo es posible entre sus manos. El se sirve de quien le place. Las bendiciones que Dios ha dado al celo de Celeste para preservar a la juventud nos hace inclinar a comprometerla a no renunciar a ese proyecto. Es preciso preservar a la juventud, sin duda, eso es absolutamente esencial, pero cuando está extraviada, ¿no hay que tenderle la mano para que vuelva al redil? Le renovamos, querida amiga, todos los permisos que pide y rogamos de todo corazón al Divino Corazón de nuestro buen Jesús y al de nuestra augusta y tierna Madre que la colmen de sus más dulces y preciosas bendiciones, que las conserven a todas en la gracia, el cuidado y la vigilancia para avanzar en su santo y amable servicio trabajando en conservarle, ganarle o traerle de vuelta corazones. Adiós, querida amiga, toda suya por mi vida. Su amiga afectísima, Adelaida que no forma con usted y las suyas sino un corazón y un alma en el Señor y su santa Madre. El bien que el Sr. Vielle va a hacer donde está debe ser y es seguramente para usted un tema de consolación por el verdadero deseo que usted tiene de procurar la gloria de nuestro buen Señor.

7 Enero 1813 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Junto a la cama de nuestra querida Celeste que, gracias a Dios, está tan bien como puede estarlo y cuya herida empieza a cerrarse un poco; le permiten comer un poco de carne, ella duerme muy bien: el Buen Dios le ha dado fuerzas para resistir su operación, que ha sido muy dolorosa. Yo no me habría atrevido a asistirla en este momento, seguro que habría caído en debilidad, lo que hay que evitar para las personas operadas. Recibí ayer su carta, querida amiga, que me ha dado mucho gusto; nuestro respetable amigo es muy sensible a su recuerdo. Tomo mucha parte en la consolación que recibe de nuestro querido Sr. Juan María, al que todos estamos muy unidos. Le ruego que me recomiende a su recuerdo y a sus buenas oraciones. Mis ojos han estado todavía bastante enfermos y ahora están un poco mejor. La abrazo con todo mi corazón y soy toda suya en los Corazones sagrados de Jesús y de María, y dejo la pluma a nuestra querida Celeste que la tomará ella misma para decirle una palabra para su consolación, el primer momento en que esto la moleste menos. Continúe sus oraciones por ella; ella goza de una gran paz y alegría interior, muy adecuada para restablecerla pronto y sobre todo felizmente.

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10 marzo 1813 ¡Alabados sean N.S.J.C.y su Sta. Madre!

Nuestra amiga Mettrie acaba de entregarme su carta, querida Amable, la que le agradezco mucho. Estoy conmovida al ver que se debilita su salud; la mía se ha resentido mucho por lo largo del invierno y me ha quitado la libertad de salir por los fríos, lo que ha hecho que no haya visto a nuestra amiga Mettrie como lo habría deseado. Ella ha deseado volver a casa del Sr. su hermano por principio de economía; yo he ido a verla anteayer, ella se encuentra bien y sin embargo desea mucho estar en condiciones de partir lo más pronto posible. Sin embargo me cuesta creer que pueda ser antes de Pascua. Después de todo, ella se reportará al consejo de su cirujano; su herida está cerrada, hace algún tiempo que ella sólo pone hilas y no siente ningún dolor. Así esta operación ha pasado muy felizmente y todo permite esperar que no tendrá consecuencias nefastas. Para asegurarse, creo que sería deseable que ella estableciera un cauterio, llegando pronto a una edad crítica, creo que esa precaución no sería inútil.; será también su doctor el que decidirá. Yo la he exhortado mucho a someterse a eso superando su repugnancia si él es de esa opinión, y la he dejado decidida a hacerlo si él lo encuentra conveniente. Le han quedado dolores de nervios en el brazo opuesto al lado de la operación, se dice que eso es una consecuencia; esos dolores han sido muy violentos, felizmente han disminuido mucho. El apetito y el sueño van bien; ella tiene cerca en casa de su hermano a una joven muy buena que conocía, que ha vivido en San Maló, y la he encontrado alojada junto a ella muy cómodamente para cuidarla. Está usted muy recomendada, querida amiga, a esos señores de los que me habla. Espero mucho que nuestro venerable amigo podrá escribirles una palabra por nuestra amiga que me ha rogado mucho tener listas nuestras cartas, pudiendo partir más pronto si su salud lo permite. Hablamos seguramente de usted en nuestras cartas al Sr. Vielle; tenemos mucha consolación al saber las compensaciones que experimenta en la diócesis de Saint-Brieuc por todas las penas que sufrió en la de San Maló, de donde no puedo volver de mi asombro porque se haya podido consentir en su alejamiento. Pienso, y es también el consejo de nuestro venerable amigo, que usted le escriba cada tres meses con respecto a lo que usted me dice. Estoy encantada, y nuestro respetable amigo lo está también, de ver cómo está usted dispuesta hacia el Sr. Marchais y el Sr. Juan María, y tengo mucha consolación por los cuidados más asiduos que ellos le dan, en particular el Sr. Juan María. La felicito por esta nueva gracia del Buen Dios. Está bien hecho exhortar a nuestras amigas a la confianza hacia estos nuevos superiores; ellos tienen, el uno y el otro, todo lo que puede inspirarla; las repugnancias naturales que ellas experimentan no extrañan, siempre cuesta perder a alguien como el Sr. Vielle, pero la resignación y la fe que nos hacen ver al Señor mismo en aquellos que tienen para nosotros su lugar debe guiarlas y ayudarlas a superarse en esas ocasiones. El Señor que permite todos los acontecimientos los hace volver al bien de sus elegidos, quiere así aumentar sus méritos; vale lo mismo por la dificultad que algunas tienen para dirigirse a la Asistente que sin embargo debe suplirla, porque usted no puede hacerlo todo, sobre todo en el estado de enfermedad en que usted está. Pensamos sin embargo que usted ha hecho bien al darle ayudas en su empleo, tanto para compadecer la debilidad de las que la temen y no tienen con ella toda la apertura que sería de desear, como para no recargarse demasiado la una de la otra. 49


Yo no creería, querida amiga, que fuera a propósito que se descargue enteramente de la rendición de cuenta para encargar de eso al Superior, ya que eso tomaría un tiempo considerable a eclesiásticos encargados de diferentes obras santas; le diré sobre esto lo que piensa nuestro Padre, después de haber conversado con él. No creo tampoco que usted deba descargarse del cuidado de conservar la bolsa común para sacar de ella según las necesidades que se presenten; me parece que es todavía un estorbo que usted debe evitar al Superior, sin censurar sin embargo lo que se hace en St.Brieuc, donde puede ser más útil en un campo entregar limosnas al Rector que no tiene tal vez para distribuir, y de la parte de un pastor eso puede ser para él la ocasión de un gran bien para las almas. Por lo que nos afecta, mi querida amiga, usted tiene razón al pensar que no hace más que empezar a servir al Buen Dios. Era la práctica de los Santos decir todos los días y penetrarse de este pensamiento: “ahora empiezo”. Perfecciónese todos los días en esta práctica de no actuar sino en unión con Jesucristo, conformándose en todo a su Divino Espíritu que debe ser más que nunca el alma de toda su conducta. Estoy encantada de lo que me dice de la utilidad que usted ha sentido de recurrir a su ángel guardián; le aconsejo también que se dirija al de las amigas que le son confiadas, y a inspirarles a ellas mismas una viva confianza en la ayuda de los Santos Ángeles, y a solicitarla con frecuencia. Es un poderoso medio, después del que nos es tan recomendado de dirigirnos a la Sta. Virgen en las tentaciones, para triunfar de las trampas y de los artificios del demonio que da vueltas sin cesar en torno a nosotros para devorarnos. Hay que esperar que su buen ejemplo y sus exhortaciones fortalecerán las almas que tiene con usted. Es una gran ventaja permanecer con una persona llena de celo por su perfección. Su estado habitual de sufrimiento le prohíbe la mortificación de este tiempo; deseo que pueda soportar lo que hace, que me parece bien suficiente, si no excede sus fuerzas. Creo también que usted puede ser dispensada sin escrúpulo de la asistencia a la parroquia. Es una privación para usted de la que el Buen Dios le tendrá cuenta. Es una gran gracia la que El le hace al darle la facilidad de poder ir a la Misa todos los días; pienso que es en el hospital, del que no está lejos. Le renuevo con gusto todos los permisos que usted pide, y ruego de todo mi corazón a Nuestro Señor y a su Sta. Madre que la bendigan siempre más, así como a todas las personas que forman con usted un solo corazón y una sola alma para la mayor gloria de Dios. Estoy en los mismos sentimientos, querida Amable, su sincera amiga por mi vida en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Me recomiendo mucho a sus oraciones y en particular sobre dos puntos esenciales de los que tengo una extrema necesidad, sin contar todos los que el Buen Dios conoce, para obtener la victoria sobre el vicio de la pereza y entrar seriamente en la práctica del renunciamiento a mí misma. Nuestro respetable Padre me encarga decirle mil cosas de su parte; él aprueba la respuesta que le he dado a los diversos artículos de su carta. Sea, querida amiga, nuestra intérprete junto a nuestros amigos y amigas, en particular del Sr. de la Mennais. Discúlpeme por no responderle a propósito de la persona que él me había pedido colocar, lo que no he podido hacer a pesar de mi buena voluntad; habría sido un verdadero placer para mí hacer una cosa que le habría sido agradable. Mis malos ojos, que sufren con dificultad la aplicación, me privan de escribirle, así como a mi querida Angélica de Gouyon, a la que le ruego testimoniar cuán ligada le estoy y el tierno interés que tomaré siempre en todo lo que la toca así como a su querida familia. 50


14 enero 1814 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo decirle, querida amiga, cuánto siento ocuparme tan pocas veces con usted, mi corazón no está menos cerca del suyo, esté bien segura; nos encontramos con frecuencia la una y la otra en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Mi salud por un lado y ocupaciones multiplicadas por el otro me impiden escribirle, pero no unirme a usted de espíritu y de corazón, desearle junto a toda su familia las más preciosas bendiciones del Santo Niño Jesús y de su santa Madre. Nuestro santo amigo hace lo mismo. Le rogamos sea nuestro intérprete junto a todas nuestras amigas de la ciudad y del campo, y muy particularmente junto a los Sres. de la Mennais, Marchais y Orange, a las oraciones de los cuales nos recomendamos. Asegúreles, le ruego, mi respetuoso afecto, y el tierno afecto de su venerable amigo. Estoy encantada de la buena salud de nuestra querida Celeste, dígale mil cosas tiernas de mi parte. Acabo de saber últimamente por una carta a la Sra. Lariviere que ella está de maravilla; bendigo a Dios por ello y le encargo sin embargo que se cuide… Dígale también que ore por la sobrina de nuestra amiga la Srta. Chapelier, que se hunde cada vez más en el mal; he hecho nuevas tentativas junto a ella para ganarla, todo ha sido inútil. Me conmovería mucho si sucediera lo que usted teme y que el Sr. Juan María las deje, lo que sin embargo no pienso que pueda suceder en este tiempo; aunque fuera así, sometámonos en todo a las órdenes de la divina Providencia que sabe mejor que nosotras lo que nos conviene a todos. Cuando tenga ocasión de escribir a St.Brieuc, o Celeste o usted, recomiéndenos a las oraciones del Sr.Vielle . Su padre, de la salud del cual estaba usted inquieta en su carta de noviembre último, y del que usted tiene el retrato, está de maravilla, gracias a Dios. Estoy muy contenta por la paz que usted goza en su pequeño interior y que Gillette no (palabra borrada) más. Deseo que su salud que se mantenía desde el mes de mayo vaya de mejor en mejor, si es la voluntad de Dios y para su mayor gloria, lo que por su gracia es todo lo que usted desea. Temo que este tiempo tan riguroso la enferme y la prive de la gran consolación de la que goza, de poder ir más habitualmente a la iglesia tarde y mañana; si fuera privada de eso, no deje de ofrecer al Señor esta privación, no solamente por la expiación de nuestros pecados y para obtener la conversión de tantas almas que están tan alejadas de los caminos de salvación, sino también para obtener el espíritu de penitencia y todas las gracias que tanto necesitamos, y más que nunca en estos tiempos. Yo querría mucho conversar más tiempo con usted para compensarme un poco de su ausencia, pero debo tantas respuestas que no puedo satisfacer mi deseo. Ruego nuevamente a nuestro divino Señor que le conceda, y a nuestra augusta y tierna Madre que le obtenga todas las gracias que pueden hacerla más agradable a sus ojos y más adecuada para ganarle corazones, lo que debe hacer toda nuestra ambición y pide nuestras oraciones y todos nuestros cuidados. Toda suya con la más tierna adhesión María Adelaida

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No hay que pensar en tomar compromisos que no estarían permitidos. Dios ve el deseo del corazón y eso basta. No sé quién es María Teresa, de la que usted habla y que las ha dejado.

26 abril 1814 Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre por siempre, y mil gracias les sean dadas por habernos librado de tantos peligros a los que estábamos expuestos, y habernos colmado de bienes devolviéndonos a nuestros buenos Príncipes! Su Alteza Real no pierde ninguna ocasión en todos sus discursos para mostrar su celo por la religión y la pureza de las costumbres ; él oye todos los días la Misa con la piedad más edificante. Llámeme al recuerdo de nuestros amigos y amigas, en particular mi querida Angélica de Gouyon y su querida hermana. Nuestro buen Padre está bien, excepto de los ojos; se habla de la operación de la catarata en los dos ojos; estoy muy preocupada. Yo estoy muy enferma desde más de dos meses, y aún muy débil en este momento aunque un poco mejor, que todo lo que puedo hacer es decirle estas palabras. Su carta me ha dado mucho gusto. Estoy muy contenta de verla feliz en todos los aspectos. Tomo parte en la pérdida que ha tenido de nuestra amiga y me alegro con usted de sus santas disposiciones. Ore por mí, querida amiga, y créame toda suya en los Corazones sagrados. Le envío una consagración que la invito a hacer imprimir luego y distribuirla con celo para rendir homenaje a nuestra gran Liberadora. Dela a conocer a Angélica de Gouyon.

20 agosto 1814 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo testimoniarle bastante toda mi pena por ser tan poco exacta en mi correspondencia con usted, querida amiga, y haber dejado escapar, no sin mucha pena, sino por imposibilidad, la excelente ocasión del Sr. Abate Gilbert que por lo menos ha sido para usted una carta viva y que le ha dado noticias nuestras. Gozo con la satisfacción que usted ha tenido al volver a verlo, y siento cuánta consolación le habrá dado. Vemos también con gusto que él ha alejado de usted el pensamiento de dejar su empleo; no es el parecer de nuestro respetable amigo ni el mío, querida amiga; lleve la carga que el Señor mismo le ha impuesto hasta que el que tiene para usted el lugar de El la descargue. Bendigo al Buen Dios con todo mi corazón con todas nuestras amigas por habernos conservado a nuestra querida Amable, y que se haya contentado con el sacrificio de su vida que usted le ha ofrecido de todo corazón. Cuide su salud para obedecer y por los intereses de la gloria del Señor al que hay que servir según sus intenciones y no según las nuestras; por perfectas que nos parezcan nuestras opiniones, jamás nos equivocaríamos al renunciar a los atractivos particulares para seguir la obediencia; nadie sabe mejor que usted que es lo mejor. Nuestro buen Padre le dice mil cosas y se interesa por usted con una bondad paternal; agradecemos a Nuestro Señor por todas las gracias que El le hace. No nos olvide jamás en sus oraciones; nosotros nos hemos acordado de una manera particular en esta fiesta. Si el Sr .Gilbert está todavía con usted, llámenos a su recuerdo y a sus oraciones. Hay que adorar los designios de Dios tan marcados sobre él para no afligirse por su alejamiento de Francia donde los misioneros son en tan pequeño número, y los que tienen necesidad de misiones en número tan considerable. 52


Tiene usted mucha razón al haber hecho una novena, no solamente por los que nos atañen, sino por todos los asuntos de la Iglesia de los que el Rey de Francia ha encargado a Mons. de Pressigny junto a Su Santidad. No hay nada que reprender en el viaje de la Srta. Rauzier27, que ella ha tratado de aprovechar para el bien de su alma. La felicito por la persona de 26 años de la que me habla. Es una gran felicidad santificar así sus sufrimientos y hacer su purgatorio en este mundo. Refiérase, como cuenta con hacerlo, a la decisión del Sr. Vielle sobre el viaje que su joven inglesa querría hacer a su país; nos parece como a usted que sería de desear que se llegara a disuadirla de eso. Nuestro padre no piensa que sea absolutamente necesario que nuestras amigas comuniquen con el Sr. Marchais; usted puede llevarlas suavemente a eso, para ventaja de su alma, pero sin obligación. En cuanto a los votos perpetuos de los que usted habla, sólo podría hacerse en particular, debiendo conformarse, para su emisión, a las intenciones del Soberano Pontífice para la Sociedad, lo que no excluye la donación irrevocable que se puede hacer al Señor de sí misma, como lo puede hacer toda persona piadosa con la aprobación de un prudente director. Me falta tiempo para escribirle más. Los ojos de nuestro buen padre le hacen sufrir poco, pero él casi no ve; sólo puede escribir o leer en grandes caracteres. Mi salud es siempre mala, y de vez en cuando en un estado de anonadamiento que, unido a mi cobardía natural, me impide hacer nada. Ore por mí, querida amiga, y recuérdenos a todas las suyas. Soy toda suya en los Corazones sagrados unidos para siempre, mi querida amiga. Su muy afectísima servidora y amiga Adelaida

23 noviembre 1814 ¡Alabados san N.S.J.C. y su Sta. Madre! Puedo decirle sólo una palabra, mi querida amiga, pero aprovecho la ocasión de la partida de la Sra. de Couessin para decírsela. Acabo de recibir su carta; si me es posible, le enviaré los Santos protectores de mes por esta ocasión. En cuanto a la compra de la estatua de la Sta. Virgen, no se dirige usted bien para hacer esta interesante comisión.; sería un objeto muy caro hacerla hacer. Si es una Sta. Virgen blanca, en yeso, sería más fácil, pero eso es muy quebradizo, y usted no indica el precio que querría poner, lo que hace, querida amiga, que yo no soy más que nunca buena para nada. Usted no me dice nada de su salud, que yo me informo por su amiga va bastante bien. Nuestro buen padre, del que no le digo nada, está ausente, dando un retiro a los antiguos Padres de la Fe que se convierten en jesuitas. Quiera Dios que sean plenamente restablecidos en Francia! En la espera ellos se forman más y más en el régimen de la Compañía de Jesús. La Sra. de Couessin le dirá todo esto en detalle. En cuanto a nosotras, oremos mucho por el éxito de todo lo que nuestro buen padre emprende para la mayor gloria de Dios. El no nos pierde de vista, y no piensa 27

La Srta. Rauzier nacida el 9/11/1770, hizo su Consagración en St.Servan en 1792 y sus Votos en 1800. Enviada en 1818 a Vitré por M. de Cicé, dio allí ejemplo de todas las virtudes, su vida era una regla viviente. Era Asistente y Maestra de novicias. Murió el 25/11/1837.

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entregar su superioridad a otro sino cuando llegue a dar a las pequeñas Sociedades una consistencia y una aprobación total del Santo Padre. Felicito a la inglesa por haber regresado, compórtese con ella según le dicte la prudencia. Creo que tiene usted la felicidad de tener en este momento al Sr. de la Mennais, la felicito por eso. Voy a enviarle tres ejemplares de nuestros impresos. Adiós, mi querida y buena amiga, toda suya en los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Su amiga María Adelaida. Estoy muy encantada de que la muerte de nuestra querida Celeste no haya tenido consecuencias; le ruego decirle mil cosas y a todas nuestras amigas. Las abrazo con todo mi corazón.

23 mayo 1815 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo manifestarle mi pena, mi querida amiga, por no haberle escrito desde tanto tiempo, y haberla dejado en la inquietud sobre la salud de Josefina y sobre la mía. Ella está bien, gracias a Dios, tiene su edad y sus achaques; ella piensa mucho en usted y yo también; pero yo he estado tan enferma todo el invierno y mucho más desde la época de la primavera, que no he podido escribirle. No estoy mejor todavía y además tengo mal a los ojos desde algún tiempo; sin embargo no quiero diferir más el darle señal de vida. Recibí en su tiempo los 92 francos de mi pequeña renta, le agradezco así como a Celeste los cuidados que han tomado para esto. Usted me ha dado mucho gusto al darme noticias consoladoras de su salud. Me uno a usted con todo mi corazón para el mes de María. La abrazo, y a todas mis amigas. Deseo mucho que la salud de esta querida Celeste se mantenga. Como pienso que usted puede estar inquieta por nosotros a causa de la situación de París que se fortifica de todos lados contra los ataques de los enemigos, y que mucha gente abandona por temor, yo me tranquilizo y vea cómo: mis coplas se lo expresarán. El Divino Corazón es el Arca santa

donde estamos protegidos de las olas;

El Todopoderoso en este recinto

nos hace encontrar un dulce reposo

Créanme en esta Arca santa

en la que estamos todos encerrados

Vivimos exentos de temor

como hijos bien amados

Esos Corazones sagrados son la barrera

que opongo a mis enemigos

En vano para darme guerra

todos sus esfuerzos están reunidos

Puesto que estoy cantando le diré todavía: A pesar de la tempestad 54


Que se prepara a caer sobre nosotros Tengamos esperanza, valor Unámonos todos en la oración Durante la tempestad. Estos dos cuartetos para la fiesta del Sagrado Corazón también pueden ponerse en un aire: Corazón de Jesús, en este día solemne ¿qué haremos para expiar nuestros crímenes? En todo ese pueblo, antes tan criminal Ahora sólo veo víctimas. Pero es muy poco, la deuda es demasiado inmensa Concédenos un perdón generoso: Pero si tú quieres señalar tu venganza Consúmenos por el ardor de tus fuegos. Hágame el placer, al llamarme al recuerdo de mis amigas, de comprender en ellas a mi amiga Angélica y su familia, su hermana Pelagia en particular, pues estoy segura de que ellas piensan en mí como yo pienso en ellas. Hágalas parte de esta carta, que les sea común con usted. Adiós, querida amiga, toda suya en la más tierna y constante amistad. María Estoy apenada por Juan María y su amigo; si les escribe, manifiésteles mi interés. He tomado parte en su tiempo en la pérdida que han tenido de Mons. De Caffarelli, obispo de Saint-Brieuc. No la invito a escribirme, si no es por alguna ocasión que se presente. Me recomiendo muy especialmente a sus oraciones y la invito a unirse a nosotras para hacer la novena que terminamos y que volvemos a empezar siempre por la conversión de los pecadores.

16 enero 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo decirle cuánto lamento, mi querida y respetable amiga, no haberle dado señales de vida desde tanto tiempo; espero que usted me lo perdonará a causa de mi mala salud que me tiene siempre por debajo de lo que tengo que hacer, pues tengo que responder una multitud de cartas desde mucho tiempo; pero la respuesta que le debo no es seguramente la que me ha costado menos diferir tanto como lo he hecho. Expectoraciones considerables, como nunca las había tenido semejantes, que me han durado mucho tiempo, me han dejado una tos muy fuerte acompañada por varios otros pequeños sufrimientos que no me dejan la libertad para escribir y cumplir mis otros deberes. Pida al Buen Dios que yo aproveches todo esto según sus designios y que no esté tan ocupada de este miserable cuerpo que pronto debe estar reducido a polvo, y que no descuide el cuidado de esta alma inmortal destinada a gozar de la felicidad infinita de ver y amar a su Dios durante la eternidad. Pida para mí al Señor, mi 55


querida amiga, que purifique este desdichado corazón que lo ha ofendido tanto y que con tanta frecuencia ha resistido a su gracia; que los pocos días que me quedan de vivir sean todos empleados en reparar el pasado, en amarlo en el presente y en poner el porvenir en su Providencia, abandonándolo enteramente a su voluntad. Si no le he escrito, por lo menos le he deseado un buen año con todo mi corazón a los pies del Santo Niño Jesús y de su Santa Madre, así como a nuestras amigas, pero muy particularmente a usted por la cual pido con toda mi alma sus más dulces y abundantes bendiciones. Usted me ha hecho un sensible placer al darme mejores noticias de nuestra querida Celeste. Dios quiera conservárnosla para trabajar en su gloria; asegúrele mi amistad y todo mi interés. Yo desearía mucho que ella ponga un cauterio. Todas nuestras amigas y amigos, sobre todo los que ella ha conocido aquí, ponen un gran interés en su situación; todas nos recomendamos a sus oraciones. Le ruego disculparme junto al Sr.Robichon sobre mi estado habitual de salud que me ha privado del honor de responderle, lo que me ha dado mucha pena; le ruego que se lo manifieste, asegurándole mis respetos. Lo mismo para mi querida Angélica de Gouyon, a la que le ruego ver o enviar a visitar de mi parte por alguna de nuestras amigas, y darme el placer de decirle que el estado en que estoy me ha privado de la dulce satisfacción de corresponder con ella; que me he informado para su encargo. No he encontrado algo que haya podido hacer, ningún medio para cumplir sus intenciones por un pesebre. Llámeme también, le ruego, al recuerdo de la Sra. de Couessin, su amable hermana, sin olvidar a sus primas, nuestras amigas. Estoy encantada, y también nuestro padre, de que haya visto al buen Sr. Le Breton, cura de San Maló, de lo que él le ha respondido y de la bendición que nos ha dado; le ruego llamarme al honor de su recuerdo y asegurarle mis respetos. Estoy muy contenta de que las seguridades de mis sentimientos respetuosos pasen por usted para recordarle mis conversaciones sobre usted y nuestras amigas. Pero de lo que jamás podré felicitarla y felicitarnos bastante es del regreso del querido y respetable Abate Gilbert, al que le ruego asegurarle todos mis respetos y recomendarme a sus oraciones. El nos ha dado, al Padre y a mí, el más grande gusto; nos ha hecho hacer un gran acto de resignación al ver que no pensaba más en volver, pero el Buen Dios ha ordenado otra cosa, para nuestra gran satisfacción. Usted tiene todos los permisos para dirigirse a él, y aquellas de nuestras amigas que usted considere a propósito. Su idea para hacer el retiro encasa de la Sra. des Mottes durante las vacaciones nos parece excelente, y pienso que esta respetable Hija de la Cruz se prestará a ello de todo su corazón. Le ruego recordarme a ella y asegurarle todos mis respetos y mi veneración, recomendándome a sus oraciones. Le ruego ser junto al Sr. Marchais y nuestros otros Sres. la intérprete de mis sentimientos respetuosos, comprendiendo al Sr.Sauvage que esperamos será de ese número, si no lo es ya. Usted les comunicará una noticia que me da mucho gusto anunciarle, que les dará mucho gusto como a usted: es que nuestro Padre ha recibido hacia Todos los Santos la consagración de cinco excelentes sacerdotes, uno de ellos de la nueva misión de Francia que acaba de formarse en París; tres de la excelente casa de educación del Sr. Abate Liautard, un Director del Seminario de Versalles, excelente eclesiástico. No deje de decirle también, o de mandarle decir al Sr. Gilbert, y todo el bien que los Misioneros franceses acaban de hacer en Orleans, donde han dado una Misión que acaba de terminar y que ha terminado con conversiones 56


notables. El celo era tal que, aunque los misioneros no se dirigieran sino a las 6 de la mañana para comenzar los ejercicios, desde las 4 se necesitaban centinelas en las puertas. Esos mismos misioneros, de los cuales uno de los más celosos, el Sr. Desmares, es del Divino Corazón de Jesús, van a Angers, Nantes, Marsella, Toulon, a hacer otro tanto. Creo sin embargo, querida amiga, que cuando usted pueda, que su salud se lo permita, usted haría un gran bien al reunir a veces a nuestras amigas sin esperar que su asamblea sea presidida por un eclesiástico, lo que probablemente no se puede tan a menudo como sería de desear, estando esos Sres. muy ocupados del santo ministerio en estos tiempos en que su número está tan disminuido, aunque por la gracia de Dios lo sea menos entre nosotros que en otras partes. No piense en dejar el lugar en el que el Señor la ha puesto, pero ocúpese al mismo tiempo en formar para el tiempo en que usted ya no podrá ejercerlo, a alguna de nuestras amigas, como Luisa de Gouyon u otra de sus Asistentes, en una palabra, una de las más capaces, de las más fervorosas, de las más fieles a la regla, de las más celosas. He omitido decirle que las Sociedades estaban establecidas también en Coutances, tanto por sacerdotes como por Hijas del Corazón de María. Hemos pedido una en Mortagne, que recomiendo a sus oraciones. Se ha establecido en Tours, por los cuidados de un sacerdote de la Sociedad del Divino Corazón, una Casa común donde las Hijas del Corazón de María tienen pensionistas y muchas externas para las clases, hacen mucho bien, son muy unidas y muy fervorosas..Hay otra casita del mismo tipo, que es menos considerable pero que va bien, que es mantenida por tres Hijas de María bajo la protección de una dama virtuosa, muy cerca de un castillo, a cinco leguas de aquí, del lado de Rouen. Espero mucho que usted haya encontrado el medio para reemplazar a nuestra buena hermana que visitaba a los prisioneros. No me extraña la calma y la paz que ella tiene en sus sufrimientos; espero que esas felices disposiciones la acompañarán hasta la muerte. San Vicente de Paul dice que esta paz interior en la muerte es la recompensa de las buenas obras de la vida. Estoy muy conmovida por lo que me dice de Gillette, de los esfuerzos que ella hace; dígale cuánto me interesa; la caridad cubre la multitud de los defectos, si ella persevera en vencerse, todo irá bien para ella. Le envío del voto de Luis XVI y le garantizo la autenticidad- Adiós, toda suya, querida amiga, en los corazones sagrados. P.S. Recuerdo que en mi larga carta he olvidado responder a un artículo de su carta. Nuestro Padre ha sido siempre de opinión que los pequeños detalles que conciernen a las Hijas de María, como su toilette, etc. sean sometidos enteramente a su Superiora. Si ésta, en alguna ocasión, se encontrara confusa para dar una decisión, consultaría ella misma, pero la inferior no tendrá otra cosa que hacer sino obedecer a su Superiora. Nuestro Padre me ha reiterado su decisión, que está motivada en que las Hijas de María deben ser conducidas por su Madre, sin estorbar a los eclesiásticos con cuidados minuciosos de los que a veces tienen pocos conocimientos, y que por lo demás eso les tomaría un tiempo que ellos pueden emplear más útilmente.

16 marzo 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! 57


No puedo manifestarle bastante toda mi pena por mi silencio; estoy tan enferma, sobre todo desde un año, que estoy siempre atrasada, y desdichadamente, veo por su carta del 17 de febrero que usted no ha recibido una gran carta mía, en respuesta a la que usted me escribió, en la que me decía la enfermedad de nuestra buena hermana que iba a las prisiones. Creo que yo había respondido a todo lo que usted me había señalado; escribía también a la joven que está con usted para animarla; mi carta contenía por lo menos cinco páginas, había añadido el voto de Luis XVI, impreso y muy auténtico como le decía.. Acabo de escribir una carta bastante larga al Sr. Marchais, lo que me ha fatigado; espero que él se la comunicará, contiene muchas cosas que yo le mandaba a usted. No me olvide junto a nuestra querida Celeste. Adiós, querida buena amiga, tengo sólo el tiempo para renovarle la seguridad de la tierna e inviolable amistad con la que soy toda suya en los Corazones sagrados de Jesús y de María. No me olvide junto al Sr. Abate Gilbert.

22 abril 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! He ahí, mi querida Amable, una carta que el Sr. Bourgeois escribe al Sr. Gilbert de parte de nuestro Padre para señalarle su deseo y encargarle el cuidado de las dos Sociedades en la diócesis de San Maló. Espero que él tendrá pronto, así como nosotros, la satisfacción de saber el éxito de la solicitud al Soberano Pontífice. En la espera, trabajemos en hacernos dignas de esta gracia por nuestra fidelidad a nuestros santos compromisos y a los deberes que de ellos resultan. Estoy muy conmovida por el estado de nuestra querida Celeste y muy edificada por su resignación; manifiéstele toda la parte que tomamos en su situación. Estamos encantadas con todo lo que nos dice de nuestras amigas. Acabamos de ver un momento al Sr. de la Mennais y su hermano que se queda aquí y que tengo mucha alegría de ver sacerdote; el primero ha partido. Pienso como usted en relación a nuestra amiga Luisa de Gouyon para reemplazar a nuestra buena Celeste; estoy muy conmovida por el estado de su prima Angélica; le ruego que le haga mención de mí y de todo mi interés; dígale que estoy encantada de su hermano que es muy interesante y muy estimable, y lamento que mi detestable salud me prive de verlo y de cenar con él, lo que yo deseaba mucho. Me interrumpen y estoy muy débil, lo que no me permite decirle más largo. Toda suya, mi querida amiga, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su amiga afectísima María Adelaida Usted tiene, querida Amable, todos los permisos que pide.

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4 julio 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Recibí noticias suyas por una Dama de Santo Tomás. Le agradezco mucho su carta, mi querida buena amiga; agradezco también a la Srta. de Gouyon nuestra amiga por todo lo que ella me señala y por la comisión que ha querido hacer por mí. Recibí el dinero que ella me envió, hay algo de más que yo entregaré a su primo. Me recomiendo mucho a sus oraciones y a las de usted. Mi salud es tan miserable que sólo puedo decirle dos palabras, y le ruego, para nuestra amiga Celeste cuya situación es muy penosa y al mismo tiempo muy consoladora a los ojos de la fe. Me recomiendo, y todos nosotros, muy especialmente a ella y ruego a N.S. y a su Sta. Madre que la sostengan siempre más, y también a usted, en la triste espera de perder a tal amiga, pero espero que ella la ayudará con su auxilio cerca de Dios. Nuestro buen padre participa mucho en su estado; él está bien para su edad, gracias a Dios, y no tiene otra enfermedad que la pérdida de la vista que es también grande para nosotras. ¡Que la voluntad de Dios se cumpla en cada uno de nosotros! Lo que dice de la caridad de la Srta. Amelia Sauvage es verdaderamente admirable. Pienso que ese disgusto de la Sociedad es una verdadera tentación y que ella la superará, pero hay que tener un recurso continuo a N.S. y a su Sta. Madre, y velar sobre sí para no dejar entrever la disposición en que se encuentra, que yo veo como una prueba, como me parece que lo hace usted. La felicito por la consolación que ha tenido, y la querida enferma, de tener al Sr. Vielle y aprovechar la felicidad de comunicar con el Sr. Gilbert cuando lo tienen en sus cantones… Estoy encantada por el retiro que él les promete; espero que no me olvidarán todas delante de Dios. Tiene usted una gran ayuda en el Sr. Gilbert, tanto para su casa como para los alrededores; así no puede usted hacer nada mejor que seguir sus consejos para la elección de las Superioras en Dinan, Plouer, etc. En este momento solo puedo renovarle los sentimientos de adhesión que me unen muy estrechamente a usted en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Les ruego que la bendigan mil veces y a toda su familia a la cual, como a usted, soy muy adicta hasta mi último suspiro.

31, día de San Ignacio, 1816 He recibido su carta por el Sr.Sauvage, mi querida amiga. He hecho conocimiento con él con mucha satisfacción. Comparto su agradecimiento hacia él y también nuestro buen padre: él ha ido a verlo y le dará noticias de él. Su vista está muy enferma, no ve nada, pero espera siempre en el Médico Todopoderoso que acaba de operar en Francia tan grandes prodigios de misericordia. Oremos más y más para obtener la conversión de todos los corazones. Para ello le envío una reparación pública y la consagración al Corazón de Jesús, y una hermosa oración a la Sta. Virgen. El Sr. Sauvage se las entregará. Recomiendo muy particularmente a sus oraciones, mi querida amiga, al único hermano que me quedaba, del que acabo de saber la pérdida hace ocho días, aunque haya muerto a fines de mayo pasado, en Hamburgo. Estando interrumpidas las comunicaciones desde mucho tiempo, yo no tenía 59


noticas suyas. Le ruego mucho que pida para mí la preciosa gracia de prepararme como es debido a mis últimos momentos que no pueden estar muy alejados desde ahora. Estoy siempre muy enferma. Usted no me dice nada de su salud; consérvela para trabajar por la mayor gloria de Dios, según las lecciones y los ejemplos del gran santo cuya memoria celebra hoy la Iglesia. Espero y deseo mucho que los jesuitas sean restablecidos en nuestra Francia que tanto lo necesitaUsted sabe que lo están en Roma y en España. Piense un poco en mí, en sus frecuentes retiros, en mí que no los hago y que sin embargo lo necesito tanto. Sea nuestra intérprete ante el Sr. Marchais, Sr. Orange y todos nuestros amigos y amigas, y recomiéndenos a las oraciones de todos. Hemos experimentado una protección particular de los Divinos Corazones de Jesús y de María sobre las Hijas de su Corazón, en particular por tres maestras de escuela establecidas en el campo cerca de París, cuyas casas han sido saqueadas y los habitantes muy maltratados, sin que hayan entrado solamente en sus cuartos, en tanto que en las mismas casas todo había sido devastado, ellas no han sufrido nada. Tengo mucha consolación por las buenas disposiciones en que están nuestras amigas. Nuestro padre no piensa, no más que yo, que nuestra amiga Rauzier, que está en casa de la excelente hermana María de la Cruz y que hace el bien ahí, deba pensar en retirarse a las trapenses; que ella se apegue al espíritu interior de su estado, y una el oficio de María Magdalena y el de Marta; y Nuestro Señor estará contento; ella será un día doblemente recompensada por haber trabajado en procurar no solamente la mayor gloria de Dios en ella misma, sino también en el prójimo. Estoy muy conmovida por el estado de Celeste y le ruego que se lo manifieste; lamento siempre mucho que ella no haya querido poner un cauterio, como otros y yo se lo hemos aconsejado; ¿tal vez sería tiempo todavía? Tomo también parte en la misma aflicción que experimenta otra de nuestras amigas de la que usted me habla. Pensaremos en particular en aquellas de nuestras amigas que se preparan a sus votos para la Asunción. Yo las he recomendado, a usted y a todas nuestras amigas, muy particularmente al Sr. Cura de San Maló que me parece muy excelente, y lo haré nuevamente, estando al alcance de verlo con frecuencia. El se aloja en las Misiones; él ha visto a nuestro padre, pero no estaban solos y no han podido hablar de la Sociedad. Yo trataré de reanudar eso. Adiós, querida amiga. Una multitud de obstáculos y cartas a responder me privan de decirle más. Pida para mí el espíritu interior que no tengo, que recomiendo sin cesar a los otros y que me sería tan necesario. Toda suya con la más constante amistad en los Corazones sagrados de Jesús y de María.

4 septiembre 1816 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Hace tiempo que he hecho su encargo, mi querida amiga, pero sólo ayer me han traído la factura que le envío; me han asegurado que hace por lo menos doce días que la mercadería había partido para St.Servan. Yo había recomendado mucho que ese envío fuera bien acondicionado; yo he pagado el 60


precio, es decir, he disminuido los 20 frs, lo que hace que no me deba sino 172 frs. Deseo que estén contentos; he anunciado que si estaban satisfechos se proponían hacer otros encargos. Mis respeto, le ruego, al Sr. Robichon, recomiéndeme a sus oraciones y a las de su amiga. Estoy tanto más conmovida por el estado doloroso de nuestra querida Celeste cuanto he sabido ayer tarde por una de nuestras amigas que ha permanecido en casa de su hermano que su mal había aumentado considerablemente, habría que saber los grados para aconsejar remedios. Creo que ya es cuestión de amortiguar un poco los dolores, si es posible. Veo con pena que no podemos esperar conservarla; su estado es un martirio; yo la miro como una víctima preciosa a los ojos de Dios, propia para atraer su bendición sobre su patria y en particular sobre las personas que le están unidas en el Señor. Me recomiendo mucho a sus oraciones y le ruego que ore especialmente también para pedir al Buen Dios la conservación de nuestro buen Padre; su estado es el mismo, no parece probable que recobre la vista, él ve un poco con el ojo que no ha sido operado. El es muy sensible a su interés y a su recuerdo, y le dice muchas cosas, así como a nuestros amigos y amigas. Recuérdenos, se lo ruego, al Sr. Abate Sauvage y al Sr. Cura de San Maló. Todos pensamos igual en relación a la amiga que vive en su casa, que por lo demás, creemos que ella se santificará ahí y que debe estar persuadida que con frecuencia la idea de una vida más austera, a la que con frecuencia no se es adecuada, viene del demonio que se transforma en ángel de luz para hacernos abandonar nuestro estado. Que ella no piense en otra cosa que en perfeccionarse en el suyo, y en compensar por la caridad lo que faltaría a la austeridad de vida; ella no perderá seguramente nada. Estoy muy conmovida y muy edificada por los cuidados que nuestra amiga de Gouyon y Gillette dan a nuestra querida Celeste; comparto su gratitud, y no dudo de que el Señor los recompensa abundantemente. Hágales tomar las precauciones necesarias, como lavarse y respirar vinagre. Diga a la enferma que no es olvidada en las oraciones de sus amigas. Yo la invito a hacer la novena que usted conoce a la Sta. Virgen por la conversión de los pecadores, que se hace más particularmente en las fiestas de la Sta. Virgen, sobre todo en la fiesta de la Asunción. Pensaremos especialmente en el hijo de una dama de nuestras amigas. Espero que usted no nos ha olvidado en su retiro. Redoble, querida amiga la confianza en Nuestro Señor y en su Sta. Madre, y nuestro último suspiro. He ahí una pequeña imagen que acaba de aparecer, pienso que le dará placer. Usted reconocerá los versos. Toda suya, querida amiga, en los Corazones sagrados.

17 enero 1817 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Recibí su carta, mi querida buena amiga, que me ha dado mucho gusto; mi salud tan mala y que va siempre declinando, y por encima un mal de los ojos, me han privado de escribirle hasta este momento. Espero sin embargo que usted no ha dudado de todos mis deseos para usted y para nuestra familia. Todos los días, querida amiga, ofrezco sus corazones con el mío a Nuestro Señor por las manos de su Sta. Madre. Me uno particularmente con usted en estos días en que nos preparamos, por nuestro lado como por el suyo, a nuestra gran fiesta. Recuérdenos, se lo ruego, nuestro buen padre, el Sr. Bourgeois 61


y yo muy especialmente, y recomiéndeme a las oraciones de nuestro buen padre Gilbert; ofrézcale mis respetuosos homenajes. Acabo de escribir a la Srta. de la Missionnais, Superiora de nuestras hermanas de esta ciudad, para anunciarle que usted le envía, y por ella al Sr. de la Gueretrie, muy digno y muy celoso Rector de la parroquia, a la Srta. Daligant,28 de Fougeres, para prepararla y admitirla a la consagración en la fiesta próxima. No tengo la inquietud que la Srta. de la Missionnais, que es una de nuestras excelentes personas, se comporte con ella de la manera más conveniente; ella tiene bajo su dirección a su hermana todavía muy joven y muy fervorosa, así como otras cuatro de las cuales tres hicieron sus votos el 2 de febrero; la cuarta es una enferma, de más edad, que ha vivido en París en una casa en la que yo he vivido, donde ella había hecho su consagración; ella ha hecho sus votos en la Asunción, es una verdadera santa. Tengo un gran deseo que el Sr. Gilbert pueda ir algunos días a visitar esta pequeña colonia naciente que es muy fervorosa, lo que haría el mayor bien. La Srta. de la Missionnais podría darle a conocer varias personas muy adecuadas para la cosa, hay mucha piedad y amor por su estado, ella tiene mucho celo y un muy buen espíritu. Un gran bien que yo espero producirá la presencia de nuestro buen padre Gilbert es la adquisición del Sr. de la Gueretrie, quien tiene por su parte desde mucho tiempo ideas semejantes a las de nuestro buen padre, pero que necesita ver a alguien de la Sociedad. Me han escrito de una y otra parte, pero el Sr. de la Gueretrie necesita hablar de eso, porque las explicaciones que han podido darle por cartas no pueden equivaler a una entrevista, y sobre todo a una conversación del Sr. Gilbert, quien seguramente estará contento de conocer a un tan digno ministro de Jesucristo, que tiene la confianza de todo Vitré. El es infatigable para el trabajo, siempre en el confesionario o en el púlpito. He recibido una carta del Sr. Robichon (espero para esto una carta de esos buenos padres que, creo, le escribirán en lugar del P. de Clorivière que ya no puede hacerlo). Usted ´puede decirle de mi parte, asegurándole mis respetos, que su solicitud y la del Sr. Georges es muy bien acogida, y que puede contar con que esta Misión tendrá lugar, si lo permiten las circunstancias que no se puede prever. Es preciso, querida amiga, que le diga por lo menos noticias de nuestro buen Padre. El partió el 18 de octubre de París, ha hecho un viaje de 460 leguas y ha regresado aquí para la fiesta de Navidad. Le confieso que yo temblaba al verlo partir, a su edad, en esta estación, y casi ciego; la obediencia a su General lo ha sostenido, ha hecho como de costumbre milagros. Al llegar, todo el mundo estaba sorprendido de su empresa que encontraban imprudente; lo estuvieron más aún al escucharlo predicar desde su llegada, varios días seguidos, y dar pequeños retiros. Por fin, gracias a Dios, ha regresado con buena salud; después ha estado incomodado por algunos días; está mejor; él le dice muchas cosas, le da su bendición a usted y a todas sus hijas. Ruegue al Señor que nos lo conserve para su gloria y el bien de sus hijos; recuérdelo al Sr. Gilbert, así como a su digno representante aquí, Sr. Bourgeois. Espero también que el Sr. Gilbert se conocerá con el Sr. Desmares, misionero, sacerdote de la Sociedad del Divino Corazón, al que el Padre ha dado todos los poderes y que ya ha hecho toda clase de bienes por las dos Sociedades. Desde su regreso de Roma donde nos ha hecho tan importantes servicios, él ha visitado 28

La Srta. Daligant, nacida en Fougeres el 16 noviembre 1771, hizo su consagración el 15 de agosto de 1817 y sus votos el año siguiente. Fue largo tiempo Superiora de esta Reunión que edificó por su vida y sus virtudes religiosas. Murió el 18 enero 1835.

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muchos lugares donde están establecidas las Sociedades, y su paciencia y sus exhortaciones han operado los mejores efectos. El ha establecido una nueva colonia de quince a dieciséis hijas de María en Bolonia; en Nogent ha recibido a varios excelentes sacerdotes de la Sociedad del Divino Corazón; él da ahora en Rennes, de común acuerdo con el Sr. Rolan, Superior de la Compañía de Misioneros franceses de la que forma parte el Sr. Desmares, una misión que tiene el mayor éxito. Pidan todas al Buen Dios que este bien sea durable: yo me intereso tanto más cuanto Rennes es mi patria. Esos Señores acababan de dar una Misión en Caen, de la que seguramente usted ha oído hablar ventajosamente. No necesito decirle que muestre mi carta al Sr. Gilbert; dígale también que acabamos de tener noticias de un joven sacerdote de la Sociedad del Divino Corazón, fechada el 18 de octubre, de la Martinica adonde se ha dirigido felizmente del Havre en 44 días. El dice que la fiebre amarilla que ahora lleva a muchos europeos no alcanza nunca los campos más sanos de toda la Isla. El es cura de la Gran Ensenada; su parroquia está compuesta por cinco a seis mil almas, y una de las más piadosas también, dice él, ¡y Dios sea bendito por eso! Apenas tiene él tiempo para respirar; la mañana en la iglesia, y por la tarde a caballo para cumplir su ministerio. Pienso que esto interesará al Sr. Gilbert. Nosotros recomendamos a este buen Sr. Apert y su nueva misión a sus oraciones. No piense más, querida amiga, en descargarse usted misma de su empleo, si no es sobre la Providencia divina que vela sobre usted para que lo cumpla según los designios de Nuestro Señor. Estoy encantada con lo que me dice de nuestra hermana Amelia Sauvage, voy a tratar de responderle una palabra por esta ocasión, así como a nuestra querida hermana Luisa de Gouyon. Estoy encantada de que el Sr. Sauvage se apegue a la Sociedad y le haga, a usted y a nuestras hermanas, los servicios que usted me dice… No se ocupe de enviarme su cuenta de gastos. No veo ningún inconveniente en que sus aspirantes hagan su ofrenda en ceremonia en su casa y puesto que el Sr. Gilbert no encuentra obstáculo en eso, hágalo y no nos olvide, ni el Sr. Abate Sauvage. Recuérdenos a la Srta. de la Baronais, a todas nuestras hermanas, y recomiéndenos a sus oraciones, en particular nuestra querida Celeste, de la que no me dice nada y en la cual pienso con frecuencia. Adiós, querida amiga, ruego al santo Niño Jesús y a su Sta. Madre que la colmen con sus más dulces bendiciones, y soy toda suya por los vínculos más estrechos y más queridos en los Corazones Sagrados de Jesús y de María. Su amiga María Adelaida No he visto al Sr. Vielle, con gran pena, más que medio cuarto de hora. No ha sido posible que él hubiera podido decirle algo de mi salud. Recuérdeme, le ruego, a él y al Abate de la Mennas al que felicito por el admirable éxito de su misión. Ruego al Buen Dios que nos lo conserve, pues sé que está fatigado al exceso. Usted siempre puede leer las cartas para nuestras hermanas cuando se las envío no selladas.

12 junio 1817 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

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Recibí su carta del 4, mi muy querida amiga; hacía ya varios días que yo había enviado una carta para nuestra querida Luisa a la Srta. Coligny, con una media docena de nuestros libros; pero viendo que no partía, he enviado a buscar mi carta contando enviarla por el correo; pero entiendo que ella debe partir esta tarde, en consecuencia le dejo mi carta añadiendo estas palabras para usted. No he avanzado nada para mi salud desde mi carta a mi hermana Luisa. El Sr. Cor. me ha hecho remitir el luis de oro con su carta; si los libros de nuestra amiga están listos, el Sr. Cor. se los llevará con el libro de la tienda de de las devotas. He tomado mucha parte, y estoy muy penetrada, mi querida amiga, del estado de nuestra querida Amelia. Me uno a usted con todo mi corazón para pedir al Buen Dios su curación; espero a veces que El no nos afligirá con esta nueva pérdida después de nuestra querida Celeste que ora ahora por nosotros; todo lo que usted me dice de ella es bien conmovedor; lo comparto a todas nuestras amigas que están embalsamadas con eso. En cuanto a usted, mi querida Amable, no piense en dejarnos y siga formando verdaderas Hijas de María. Estoy desolada con lo que me dice del estado sufriente del Sr. Gilbert; oramos por él. Haga lo que le convenga en relación a la ropa de Celeste cuando recibía al Buen Dios. Estoy muy edificada de nuestras amigas que la han guardado y en absoluto sorprendida por la consolación que ellas tienen con eso; creo está en muy buen lugar para devolver el bien que se le ha hecho. Me informo después de empezar estas palabras que el Sr.Cor. parte esta tarde con la Srta.Coligny, que van en posta y le entregarán esto el sábado, me apresuro a terminar para enviárselo. Estoy encantada del mejor estado del Sr. Orange. Estoy también muy contenta que Amelia tenga algún deseo de permanecer para hacer glorificar al Buen Dios. (Ese sentimiento me da alguna esperanza de su conservación). Acabo de pedir la bendición del Sto. Sacramento para ella: la recuerdo del tiempo de su digna mamá. Adiós, toda suya en los Corazones Sagrados. Su amiga Cicé.

23 octubre 1817 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No puedo manifestarle bastante, mi querida amiga, toda mi pena por no haber podido responder de inmediato a su carta que me anunciaba la pérdida que hemos tenido de nuestra virtuosa Amelia. He compartido bien esa aflicción con todas ustedes, y en particular con usted, mi querida amiga. Recibo una segunda carta, del 21 de octubre – y aunque mi salud esté aún muy mala como usted lo ha juzgado muy bien, me esfuerzo por darle por lo menos un pequeño signo de vida. Tomo mucha parte en el estado del Sr. Abate Sauvage y pido al Buen Dios con usted una conservación tan preciosa. Le ruego asegurarle todos mis deseos por su restablecimiento, y decirle que habiendo recibido la carta que me ha hecho el honor de escribirme, me he ocupado de todos los medios para lograr lo que él deseaba; pero por una parte aseguraban que el Sr. de Grimouville rehusaba, y por otra ha aparecido luego como cierto 64


que San Maló, como otros ocho obispados, no estuviesen restablecidos, lo que me daba mucha pena; ahora parece que la cosa es dudosa en el intervalo de todo esto. Usted le dirá que he visto al Sr. Abate de la Mennais, al que le he hablado del extremo deseo que tendrían en volver a verlo en San Maló. El me ha respondido de una manera afirmativa que no podía dejar St-Brieuc; por lo demás, no hay todavía obispo nombrado; él ha vuelto a partir para St-Brieuc. Diga, le ruego, todo esto al Abate Sauvage, y que a causa de todas esas incertidumbres, esperando a saber algo de positivo, no le he escrito, y le ruego que le diga las razones. No le escribo porque usted querrá bien encargarse de eso y asegurarle, de parte del Padre y mía, toda la parte que hemos tomado en la pérdida que nos es común con él, adorando los designios de Dios que ha querido recompensar temprano a su fiel servidora. Le recomendamos mucho el cuidado de su salud. He tomado parte en la consolación que les ha dado su retiro, y a nuestras amigas que han tenido la felicidad de estar reunidas con usted en ese santo tiempo. Estoy encantada de que esté también bien con su buen Cura; usted va a tener, por añadidura de bienes, la Misión. Creo que le será como necesario acercarse a la iglesia en ese tiempo, si tiene la facilidad. Me ha dado usted mucho gusto al decirme que la salud del Sr. Gilbert estaba mejor. Es una obligación la que ustedes tienen con las Damas de Santo Tomás por haberles dado su casa para reunirse, y usted se encuentra feliz de reconocer esto interesándose por la buena obra de los retiros públicos que ellas emprenden. El envío de los libros que usted ha recibido, mi querida amiga, es un segundo envío que yo le he hecho, muy semejante al primero, por una buena ocasión; parece que definitivamente se perdió. Estoy encantada por todas las consolaciones que le dan nuestras queridas hermanas de Gouyon. No es cuestión de pensar en su cambio: permanezca, querida amiga, en su lugar hasta que el Buen Dios la retire de él; es la sentencia de nuestro buen Padre. No se reconozca en absoluto en lo que él ha dicho, de lo que usted me habla a propósito de los espíritus cortantes, seguramente no es en absoluto el carácter de su espíritu. Usted no podría, sin faltar a la voluntad de Dios, y seguir su atractivo, dejarse llevar a la desconfianza en todas sus miserias que, como dice San Francisco de Sales, son el trono de la misericordia de Dios. Abandónese a la más dulce confianza, totalmente fundada en los méritos de nuestro Divino Salvador. Ofrézcale todo entero a su Padre, y sobre todo su Divino Corazón y el de su Sta. Madre. No podría dejar de ser bien recibida por su divina Majestad. Me recomiendo mucho a sus oraciones, tengo extrema necesidad de ellas, querida amiga, para entrar por fin en todos los designios de Dios sobre mi alma y sobre mi cuerpo. La primera está bien entorpecida por el peso de la cobardía y por los sufrimientos del cuerpo que, sin ser con frecuencia muy vivos, son habituales; y desdichadamente no me acostumbro bastante a sufrir, aunque tengo motivos para creer que es una misericordia de Dios sobre mí. Mi estado casi no me permite escribir. Sea mi intérprete ante nuestras amigas a las oraciones de las cuales me recomiendo como a las suyas. Ore también por la Sociedad en general; hay lugares sobre todo en los que se necesita mucho. No era necesario enviarme su cuenta de ingresos y gastos. Nuestras hermanas deben tener más sencillez y apertura con su Superiora, y ésta debe conducirse con prudencia. La hermana de la cual me habla, al encontrarse confusa, habría tenido que consultarla y seguir luego su consejo que la ponía en seguridad. No se puede condenar alguna reserva por personas que pueden tener necesidad de ella, tanto a causa

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de la edad como de algún acontecimiento imprevisto. Eso se puede hacer con una intención pura, sin faltar al abandono en la Providencia. Adiós, toda suya, querida amiga, en los Corazones Sagrados. Nuestro Señor y su Sta. Madre la bendigan mil veces.

29 noviembre 1817 No puedo decirle, querida amiga, a qué punto de impotencia estoy reducida por los sufrimientos y la extrema debilidad. La comprometo , por la gloria de Dios y la salvación de las almas, así como a nuestro respetable Sr. Gilbert, a ver el uno y la otra si tienen algunas personas adecuadas para esta buena obra, para la cual pueden corresponder con la Señorita d’Acosta, cuya carta le hago copiar… Tengo mucha necesidad de sus oraciones. Toda suya y de nuestras amigas, las levo a todas en mi corazón. Mi profundo respeto al Sr. Gilbert.

5 diciembre 1817 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! No habiendo podido hacer partir más pronto esta carta, querida amiga, recibo una carta del Sr. Guépin, cura de N.D. la Riche, en Tours, Superior de las Hijas de María, y en particular de la Casa Común que hay establecida ahí y que hace maravillas para las clases de pensionistas y de externas, de la que ha llegado, con la ayuda de la excelente Superiora, a formar dos congregaciones de estas últimas: la primera para las más avanzadas que han hecho su primera comunión, lo que prepara un semillero de Hijas de María, - la segunda, de las que no la han hecho todavía, que se guarda los domingos y fiestas en la casa para preservarlas de muchos peligros. La casa, que se llama del Espíritu Santo, ha sido comprada a gastos comunes por el digno Sr. Guépin y la Superiora. El bien se hace ahí admirablemente. Le expongo esto para hacerle ver la importancia que damos al establecimiento de esta casa de retiro. No he dudado en pedir al respetable Superior si podía cedernos, por lo menos por algún tiempo, a la Superiora, pues yo sentía bien que sería hacer un daño infinito a esta casa de Tours quitándosela. El me responde que está dispuesto, como también ella, a responder a los deseos del Padre y los míos; luego hace esta observación que no hay nadie para reemplazarla en una casa que, antes de su gobierno, ha estado a punto de su ruina para lo espiritual y lo económico. Así insiste con razón, si persistimos, que la ausencia de esta interesante Superiora sea muy corta. Ellos no carecen, en verdad, de buenos sujetos, y tienen en cierne unos que dan mucha esperanza – pero es preciso que todo eso esté maduro y gobernado. Añade a esas observaciones que si nosotros tenemos empeño en enviarla a pesar de esas dificultades, es preciso elegir y enviarle otra persona ajena a la casa, que ocupe su lugar, y podría ser acompañada por una joven que sería apropiada para las clases o la costura.. De acuerdo a lo que acabo de señalarle, vea lo más pronto posible, querida Amable, con el Sr.Gilbert, si para no alterar el orden de una casa tan interesante a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, tendrían ustedes una hermana capaz, sea en St-Servan o en San Maló. Yo pienso que nuestra querida 66


hermana Luisa de Gouyon, si ustedes pudieran cederla por un tiempo, haría bien el asunto, y que a ustedes no les costaría proporcionar una segunda, sea de San Maló, de St-Servan o del campo. Nuestra excelente hermana Srta. Desguets sería igualmente, pienso, muy adecuada para ponerla a la cabeza – sus niñas yendo tan bien, ¿no se encontraría una adecuada para reemplazarla, por lo menos por el tiempo que sea necesario permanecer en Vitré? La idea me ha venido también por la Srta.de la Baronnais. La obra es tan interesante para la gloria de nuestro buen Señor y la salvación del prójimo, y en particular el de las Hijas de María y su perfección, que no hay que vacilar en hacer un sacrificio para procurar un bien tan grande. Pero es a usted, mi muy querida hija y hermana bien amada, ver en su prudencia con el Sr. Gilbert lo que conviene, nosotros nos adaptamos absolutamente a su elección. Recuérdele que el R. pastor de Vitré que me hace esta solicitud tan interesante es el Sr. de la Gueretrie, pleno de un celo admirable, que creo su amigo y que tiene la confianza de toda la ciudad. Si las cosas que le propongo le parecen imposibles a ambos, ¿no podría usted por lo menos, a favor de la buena obra, por algún tiempo, durante el traslado momentáneo (que, por su rechazo, nos encontraríamos en el caso de efectuar de la Superiora de Tours) enviar a Tours a un sujeto que ocupara su lugar en su ausencia, y una joven adecuada para las clases o la costura?... Adiós, toda suya en los divinos Corazones. No puedo más…

22 diciembre 1817 Relea mi carta, mi querida amiga, verá en ella la importancia y la urgencia de la obra a la cual le pido que se preste; me urgen… Hay que resolverse a algún sacrificio por lo menos momentáneo y reemplazar para algunas funciones útiles al prójimo, pero que no son de la misma importancia, a aquellas que las cumplen; en su gran número esto debe encontrarse. Adiós, toda suya, mi debilidad se aumenta cada día en proporción a mis sufrimientos. Ore por mí, no puedo decirle más.

12 febrero 1818 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre! Estoy muy enferma y muy débil para escribir, mi querida Amable. La Srta. Acosta, que me suple a veces, está enferme en este momento. Sin embargo, no quiero dejar sin respuesta su carta, sobre todo en relación a lo que me pide por el interés de nuestra amiga la Sra. Mabile. Me he dirigido de inmediato al Sr. Cochin por una de nuestras amigas muy conocida de él y por la cual él tiene mucha consideración. La primera respuesta que dio, sin ser definitiva (lo que me hizo retardar escribirle hasta más amplia información) era mejor que la que le envío. Me volví también del lado del Sr. Abate Carron, de París, quien ha rehusado hablar en esta ocasión al Sr. Cochin, porque él le ha pedido ya varias cosas que no ha hecho. Tal vez es oportuno, como dice el Sr. Cochin, que la Sra. Mabile tenga un abogado que defienda sus intereses, y para eso se necesita un detalle de su asunto para poder 67


responder a las razones y a las piezas que ha proporcionado M. le D… Deseo mucho el éxito de este asunto para nuestra querida hermana. Lo que usted me dice a ese propósito me parece tan justo que no se concibe que pueda ser objeto de una discusión. Por lo demás, como usted, estoy muy edificada por su resignación. Cuando usted me indique alguna buena ocasión, le enviaré “La Devoción iluminada”; trataremos de hacerle tener al mismo tiempo algunos reglamentos para nuestra amiga Desguets, pero será poco, hasta nueva impresión, pues estamos muy pobres de ellos. Estoy encantada de que nuestra amiga Rauzier esté contenta (también lo están de ella); veo con placer que usted le escriba. Me parece que se puede bien remitirse al Sr. Gilbert sin consultar a otros para la colocación de dinero. Nuestro Padre está bien de salud y las bendice a todas. Me recomiendo mucho a sus oraciones y las de todas, las necesito mucho en el estado en que estoy. ¡Dios la conserve, mi querida y respetable amiga, para continuar sirviendo de instrumento al Señor para el bien que El quiere hacer por usted a las almas! Diga a todas las que nos están unidas cuán queridas nos son en el Señor, y para las cuales pedimos encarecidamente, así como para usted, su bendición y la de su Santa Madre. Toda suya en los Corazones Sagrados María Adelaida

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CARTAS a Srta. ARUELLE (Rouen) 7 octubre 1802 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

He recibido su carta, mi querida amiga, mi respuesta tarda un poco porque no habiendo podido ver sino ayer en la tarde al Sr. Cronier, no he podido responder antes de eso. Sólo supe su dirección ayer y le escribí de inmediato para rogarle que tuviera la bondad de venir a verme y comunicarme la carta escrita por Mons. el Arzobispo. No me la ha traído, pero me ha dicho lo que contenía, prohíbe a sus confesores dirigirlas por las reglas de la Sociedad, hacerlas hacer votos. Para no comprometerlos en nada, no hay que hablarles de la Sociedad. Es aquí que, estando conducidas por un espíritu de fe, es preciso que ustedes cumplan, cada una en particular, sus obligaciones religiosas con más fidelidad que nunca, una viva confianza en Nuestro Señor, una unión íntima con El, un recurso muy frecuente hacia El y hacia su Santísima Madre de la que una Hija de María debe esperar una ayuda poderosa mientras sea fiel al Buen Dios; la fidelidad más constante a la Regla de Conducta que tienen entre las manos y de la que es preciso que cada una se penetre tanto más cuanto varias otras ayudas les faltan. Pero por la gracia de Dios su fidelidad suplirá todo lo demás, como en todo lo que es exterior: pues ustedes deben prohibirse toda asamblea y reunión para tratar de cosas espirituales, pero jamás se puede prohibir a una o dos personas de piedad hablar juntas de lo que puede avanzarlas en la virtud: 1) De las máximas de perfección que ellas pueden practicar en el mundo y a lo que tienden todas las personas que, sin estar en un claustro, trabajan tanto como pueden en copiar en ellas las virtudes de los primeros cristianos, apoyándose mutuamente en la práctica del bien, del desprendimiento y del desprecio de las riquezas, del cuidado de emplear todo lo que se puede, después de haber provisto a su necesario cada uno según su estado, a socorrer a los pobres y al culto de Dios. 2) Al renunciamiento a sí misma, según esas palabras del Señor que hay que meditar con frecuencia al pie de su crucifijo; “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y que me siga”. La imitación de la Sta. Virgen que nos es dada a todos por Madre por su Divino Hijo, y que lo es más especialmente de aquellos y aquellas que la han escogido, debe comprometernos a la imitación de sus virtudes, y en particular a su pureza, a su humildad que la han hecho tan querida a los ojos de Dios y le han merecido la eminente dignidad de Madre de Dios, de Reina de los Ángeles y de los hombres. La invito a dirigirse también muy particularmente, en las circunstancias penosas en que está, a sus santos Ángeles guardianes cuyos cuidados serán proporcionados a sus necesidades. La fidelidad a sus inspiraciones le será muy ventajosa, la preservará de las trampas del enemigo de la salvación y la hará avanzar en la perfección que el Señor espera de usted. 69


Esos son, mis queridas amigas, los consejos que creo tener que darles en nombre del Señor; espero que las que sean fieles en seguirlos triunfarán de todos los obstáculos, avanzarán en la virtud conservando la paz de sus almas, y semejante conducta comprometerá al Señor a disminuir o a cesar la prueba. Un gran mal sería dejarse llevar al abatimiento o al desaliento. En cuanto a los votos, ustedes los han hecho en la Asunción y están comprometidas hasta esa época. Hay que pensar sólo en el momento presente, emplearlo en amar al Buen Dios por encima d todas las cosas. Para el porvenir que no depende de nosotras, hay que abandonarlo enteramente a la divina Providencia. En cuanto a sus disposiciones durante esta prueba, estén llenas de respeto por la mano que golpea, sométanse de espíritu y de corazón a la que permite, y no imploren sino a la que sostiene. Esto pide que se prohíban todas las palabras de queja, e incluso toda reflexión sobre lo que pasa. Los intereses, como los corazones que están más abandonados a Dios son los mejor conservados, los mejor guardados. Eso es, querida amiga, todo lo que puedo decirle – siguiendo esos consejos y observando esa discreción, espero de la bondad de nuestro Divino Señor y de la protección de nuestra Sta. Madre que todo esto tornará según los amables designios de Nuestro Señor en el mayor bien de sus almas. Le ruego y a su Sta. Madre, que las fortalezca a todas y las colme con sus más dulces bendiciones. Sea mi intérprete junto a todas, en particular de la Srta. Auguelle. Toda a todas ustedes, ms queridas amigas, en los sagrados Corazones de Jesús y de María Su amiga afectísima María Adelaida Todo lo que le digo es fruto de las reflexiones de nuestros preciosos amigos que no nos olvidan delante del Señor. Tomamos parte en la pérdida que usted nos anuncia. No olvidamos a esta querida alma. Nosotras también acabamos de perder a una virtuosa y respetable amiga que recomiendo a sus oraciones. Le repito una vez más que al conducirse como se lo prescribimos en relación a sus confesores, no hablándoles de la Sociedad, no los inquietarán en relación a la prohibición que se les ha hecho, que jamás puede impedirles declarar en el tribunal de la penitencia los pecados que puedan reprocharse, que serían contrarios a sus compromisos.

27 enero 1817 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Estoy muy conmovida, mi querida amiga, por no haber podido responder más pronto a la carta en la cual me consulta por una inversión. He consultado yo misma al Sr.Bourgeois para responderle. Sus intenciones que nos parecen muy buenas nos hacen pensar que usted puede actuar en seguridad de conciencia, como se propone hacerlo, en relación a la colocación de su dinero sobre sus dos cabezas. Sus edades avanzadas deben rendir, como es muy justo, su colocación más ventajosa, puesto que es a fondo perdido, y que usted se propone, tanto como su situación pueda permitírselo, - además del bien 70


de una Sociedad religiosa que la une estrechamente a los miembros que la componen, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. En ellos soy toda suya con el más sincero afecto, recomendándome a sus oraciones. Su servidora afectísima María Adelaida Una larga carta que acabo de escribir al Sr. Chevalier no me permite decirle más.

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CARTA a Señora de CARCADO Aix, 30 julio 1803 Con gran placer, querida y respetable amiga, aprovecho esta ocasión para darle por lo menos señal de vida. Nuestro Santo amigo responde a todo. Tengo mucha pena que el alejamiento, la lentitud de las ocasiones, me priven del consuelo de conversar con usted tan frecuentemente como yo querría, y decirle sobre todo cuánta parte tomo en todo lo que le interesa, en todo lo que le sucede. Bendigo en particular con usted a la divina Providencia por lo que le ha llegado por el Sr. Raymond. Espero que haya visto ahora al digno y respetable amigo de Vence29 que le habrá dado noticias nuestras. No puedo decirle cuánto lo lamento aquí, no solamente para mi satisfacción que hubiera sido muy grande de verlo establecido en Aix, sino por la mayor gloria de Dios. Ofrézcale, le ruego, mis homenajes respetuosos. Me uno a…. para felicitarla por la buena obra emprendida para la juventud abandonada. Dios mío, ¡qué interesante es este propósito! Deseo mucho también el restablecimiento de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y gratuitas para los niños. Deseo que el partido que ha tomado Victoria la fije por fin el servicio de Dios. Mil cosas a la Sra. Guillemain y a todo su mundo; le deseo todo lo que es necesario para continuar su obra. Mil cosas también a todas nuestras amigas. No entiendo lo que ha querido decirme que las buenas amigas en su isla iban a llegar a ser los peces gordos. No me olvide en la Visitación30. Siento mucho que ellas no hayan recibido la Vida de la Señora de Rémusat31 y varias cartas que les envié del mes de enero. Mil amistades a Fanchette32 y a la Srta. Lejay. Lamento mucho que ella no se haya explicado en la carta traída por el Sr. d’Astros sobre las inquietudes dadas por el Sr. Perrin a su llegada a París. No les escribo a propósito de mi sobrina, esperando siempre a mi hermano cuyo viaje a Marsella se prolonga sin cesar, su salud ha sufrido mucho. El prefecto ha estado enfermo también, y como mi hermano tiene muchos asuntos a tratar con él, espera para volver aquí que haya podido seguirlos con él. Diga, le ruego, a las dos amigas de las que acabo de hablarle, que no he recibido carta de Eleonora, que no entra en absoluto en nuestro plan hacerla venir aquí, lo que no le conviene, sino que vaya a Bretaña con mi hermana. Mil cosas al Sr. Perrin. Adiós, mi querida amiga, la abrazo y a nuestra amiga Deshayes con todo mi corazón, acabo de recibir su carta y las suyas por el Sr. d’Astros. 29

Mons. Pisani de la Gaude,Obspo de Vence (Var) En la Visitación se encontraban la Sra. de Montjoie y la hermana del P. de Clorivière 31 Ana Magadalena de Rémusat, de la Visitación de Marsella, muerta en olor de santidad el 15 febrero 1730 32 Srta. d’Acosta 30

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CARTAS a Sra. de CLERMONT-TONNERRE 14 septiembre 1803 He aquí, querida amiga, una carta que le dará mucho gusto. Antonieta33 tiene mucha razón al desear que el buen P. vaya a dar su vuelta por Amiens, pero no sé si se podrá. Yo lo invitaré; ¿no encuentra usted ningún inconveniente? Sin embargo, me reporto a su prudencia; él tiene muchos amigos allá y no podrá quedarse sin verlos. Vea esto y piénselo delante de Dios. Yo no niego que fuera muy útil e incluso necesario; el buen Señor decidirá. Tengo casi la certeza que usted ha visto a la Sra. de B.; estoy bien a gusto con eso; su estadía ha hecho bien, con su sencillez. Ella está muy adelantada, yo hago mucho caso de eso. Se puede tener confianza en lo que ella dirá, en la medida que su humildad le permite dar su opinión; yo la creo seria; por lo demás en este momento, lo que ella me hace saber me hace bien al alma. ¿Le he enviado a usted el Conde de C..?, ya no sé nada, tenga a bien mandármela o hacerla mandar. Estoy siempre un poco ocupada. La buena obra de los niños marcha, ore para que lleguen los fondos y que Dios suscite, si Le place, alguna alma buena que nos haga un don esencial de unos mil francos. Por lo demás parece que Dios quiere ejercitar nuestra fe y darnos lo que es preciso a su tiempo, como el maná; así no pedimos abundancia de carnes, codornices; pida más bien para nosotros mucha fe, una firme esperanza, una tierna caridad; que cuidemos a esos pobres niños como nuestros, cada uno según la sencillez de su estado, y que la instrucción más útil sea su alimento espiritual. La dejo, mi muy amada, en el goce de la carta incluida aquí, y me uno a usted en todas las cosas.

Martes 19 febrero 1804 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Tengo sólo un momento, querida y respetable amiga, para manifestarle toda mi pena por lo que acabo de saber: en lugar de recibir una respuesta favorable a su súplica al Santo Padre, que yo esperaba enviarle hoy, me entero al momento que no ha sido vista ni lo será, y esto solamente porque yo había tenido la precaución de sellar su paquete, creyendo mal a propósito sin duda, que esto hubiera sido lo más conveniente. Pero como se asegura que esto no es de uso, es preciso, mi querida amiga, tomar el trabajo de recomenzar, y espero que seremos más felices. Las recomendaciones no habían faltado, pues usted no dude que yo hubiera deseado mucho darle esa consolación. 33

Sr. Bicheron

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Nuestro divino Señor se complace, para nuestro gran bien, en diferir las gracias que El quiere hacernos, a fin de que habiendo esperado pacientemente, sean recibidas con más fruto y gratitud. En la espera, para compensarla un poco, ruego a la Sra. de Rumigny que le remita, a usted y a su Srta. hija, una medalla bendita e indulgenciada por Su Santidad. Me recomiendo a su fervor y al de Srta. Lise, y soy toda a la una y a la otra en el Señor, no queriendo hacer con ustedes sino un corazón y un al ma en los Corazones Sagrados. Su muy afectísima María Adelaida Añado aquí un librito del Rosario, tal como hemos tenido el permiso para decirlo públicamente en los Carmelitas; si usted pudiera establecer esta devoción en su parroquia, es muy agradable a Dios; todos los domingos el rosario, y el primer domingo de mes el rosario completo [15 decenas] y las letanías. Nuestro amigo le remitirá una antigua carta del santo amigo cuyos sentimientos son siempre los mismos.

28 agosto 1805 (El comienzo de esta carta está destruido) ---de su divino Hijo, dueña de todo, ella se ha despojado de todo, lo que nos enseña a mirar todos los bienes de la tierra como algo ajeno y muy por debajo de nosotros. Su obediencia ha sido perfecta y continua, ella no ha hecho jamás su voluntad propia, siempre ha estado sometida a la del prójimo. Qué ejemplo para los hijos de María, de la que escuché ayer exaltar la felicidad, en una gran iglesia de París donde asistí a un hermoso sermón que había escuchado ya el día de la Asunción, pero había perdido algo de él al estar alejada del predicador. Esas reflexiones sobre la obediencia de María deben hacernos mirar nuestra voluntad como una cosa muy excelente y muy agradable a Dios cuando se la somete a Él; pero también como una cosa muy perniciosa y muy funesta cuando se la remite a sí mismo. Ore por mí, se lo ruego, querida y respetable amiga, a mi santa y mi augusta Madre y Patrona, la Santísima Virgen. Le pido para usted sobre todo y para su querida hija sus más dulces y… [el fin de esta carta está rasgado y perdido]

26 abril 1806 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Yo no sabría manifestarle bastante, Señora y muy querida amiga, la pena que me causa desde largo tiempo el silencio forzado que guardo con usted. La débil salud de la que gozo habitualmente y que ha sido y es aún más mala de lo que usted la ha visto, es la causa, aunque en este momento estoy un poco menos sufriente en algunos aspectos. Me resiento mucho por el tiempo que hace. Deseo mucho que su débil salud no se encuentre más mal. Nuestra respetable Josefina está siempre en la misma situación, 74


con tanta calma y paz. Reciba la seguridad de mi recuerdo y del deseo que compartimos la una y la otra de verla avanzar a grandes pasos en la carrera de la perfección, y de aprovechar para esto todos los auxilios que la divina Providencia le ha dado para hacerlo en las santas conversaciones con su santo guía, la respetable Antonieta34 y nuestra digna amiga Noel35. Pienso que los hermosos días van a ponerla más al alcance de verla. Le aconsejo también invitar a la Srta. Cavillon a verla de vez en cuando y a recibir sus consejos. La intención de nuestra amiga Josefina36 y la mía es que ustedes se sirvan como es conveniente del crédito que usted parece tener sobre su espíritu para hacerle ese servicio, como le ha hecho ya el de no abandonar una Sociedad a la que ella ha creído ser llamada por Dios Hágale sentir sobre todo, mi querida amiga, la importancia de nuestros santos compromisos y todo lo que la práctica de los Votos pide de ella. Yo temo sobre todo que por relación a la obediencia ella no se forme una justa idea y no considere bastante a Nuestro Señor en las Superioras que para ella tienen su lugar. Es el gran motivo de la obediencia al que hay que apegarse. Inspírele también un gran desprendimiento de las cosas de la tierra, pero que no se limite al sentimiento, que se desprenda en efecto, como debemos hacerlo todas, de todo lo que es superfluo. Entiendo por eso toda cosa de la que ella puede prescindir. Para esto como para todo lo demás hay que entenderse con la Sra. de Rumigny para reglamentar la conducta que ella debe tener. Lo que sabemos siempre de edificante de nuestras dos compañeras de su vecindario nos da gran placer. Les decimos mil cosas a todas. El tiempo no me permite más que renovarle, querida amiga, el muy sincero y respetuoso afecto que le ha profesado en los Corazones sagrados de Jesús y de María Su amiga, Adelaida No sé si su amiga Eugenia37 puede escribirle por esta ocasión. Le pido que haga participar de mi carta y de mis reflexiones a la Sra. de Rumigny. Voy a decirle una palabra a la Sra. su hija. He aquí una antigua carta de nuestra amiga Josefina que Eugenia está desolada por haber olvidado: ella le presenta sus disculpas.

7 junio 1806 He recibido su carta, querida amiga, y he remitido aquella de la que le envío la respuesta. Le ruego que me llame al recuerdo de su hija. Le deseo siempre toda clase de bienes, y estoy encantada de saber por usted que ella está tranquila Cuando vea a la Sra. de Rumigny, le ruego que le asegure todos los sentimientos que ella me ha inspirado sin tener el honor de conocerla. Mis respetos al Sr. Bicheron. Estoy siempre encantada por la unión y la confianza que reinan entre usted y esas respetables personas. Desearía para el bien de la Srta. Cavillon que fuera también así para ella y que ella fuera más dócil para seguir sus consejos. Ese espíritu de sumisión y de simplicidad sería un muy buen augurio. 34

Sr. Bicheron Sra. de Rumigny 36 El P. de Clorivière 37 Sra. de Carcado 35

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Hable de mí, se lo ruego, a sus amigas del campo. Me da mucha alegría que esté establecida su sociedad del Rosario. Le envío una media docena solamente de libritos del Rosario, pues no tengo muchos, debido al bien que hacen. Le ruego que los acepte. Si usted quiere en cambio contribuir con algún dinero, lo que quiera, para contribuir a procurar algunos objetos de piedad a personas pobres, me lo enviará por alguna ocasión. El tiempo sólo me permite renovarle brevemente todos mis sentimientos en los Corazones sagrados. Su servidora y amiga Adelaida

19 septiembre 1806 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

No sabría manifestarle bastante mi pena, mi querida amiga, por no haber podido escribirle desde tanto tiempo. He hecho llegar sus cartas a nuestro buen padre. He ahí las dos cartas que él me ha enviado para usted. El está conmovido como yo lo estoy, mi querida amiga, por todo el celo que el Buen Dios le inspira para la propagación de la buena obra. Será para usted una fuente de bendiciones La Sra. de Rumigny de la que usted me habla está por su parte muy ocupada de usted y desea mucho volver a verla… Es lo mismo para nosotros, querida amiga. Tendría una verdadera satisfacción en abrazarla a usted y a su hija. Me recomiendo a sus oraciones y a las de ella. En espera de ese placer he tenido el de conversar de usted con el Sr. Bicheron. Estoy encantada con la buena adquisición que usted nos proporciona en la persona de la Srta. de ….,. usted tiene en relación a esto todos los permisos para actuar. Estoy encantada de que los ojos de la Sra. Luisa vayan mejor. Estoy muy conmovida por todos los sufrimientos que usted experimenta. Ruego al Señor que le dé toda la fuerza y la consolación que necesita. Seamos todas de El más que nunca, no respiremos sino para amarlo y servirle. Que ese sea el empleo de nuestra vida, sea en salud o en enfermedad. Aproveche siempre, como lo hace, querida amiga, todas las ocasiones para hacerle conocer y de glorificarlo por sus santos consejos fortalecidos por sus santos ejemplos. Recomiendo especialmente a sus oraciones a la Sra. de Buyer, hermana de la Srta. d’Esternoz. Las noticias que de ella recibo de Ginebra, adonde ella había ido para restablecer su salud, son bien desoladoras y dejan poca esperanza de conservarla; por la gracia de Dios, ella está en una gran resignación. Le ruego lambien que se interese por la conversión de unas almas que serían preciosas a la religión y en las cuales me intereso mucho. Pídalas, querida amiga, al divino Corazón de Jesús por el Corazón sagrado de su santa Madre. En El y en Ella soy toda suya por mi vida con la más tierna y respetuosa adhesión María Adelaida 76


La Sra. de Rumigny está mucho mejor. Todas nuestras amigas y mi Agata en la cual tiene usted la bondad de pensar, la saludan respetuosamente, en particular la Sra. de Carcado le dice muchas cosas. Le ruego que me perdone por el atraso de sus cartas.

11 noviembre 1806 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Estoy muy afectada, mi querida y respetable amiga, por no haber respondido a la carta que me ha hecho la amistad de escribirme; mi mala salud desde bastante tiempo me ha privado de esa satisfacción. Ella se resiente mucho por la estación en que entramos, y sólo me permitirá decirle dos palabras enviándole la carta de nuestro digno amigo, que la instruirá y la dirigirá sobre todo. Aplique lo que él le señala en lo que se refiere más particularmente a los conocimientos útiles a nuestra familia que la Providencia le puede poner al alcance de hacer en la región donde usted está. Estamos muy escasos del libro que me pide. Si es posible procurarle uno, impreso o manuscrito, perteneciente a otras, eso podría ser sólo para copiarlo y devolverlo luego. La felicito por todas las buenas opiniones que el Señor le da para hacer todo el bien que El le pone al alcance de hacer en todos los aspectos. La felicito de todo corazón sobre todo por querer ser un instrumento humilde y dócil entre las manos de Dios. Es el verdadero medio para glorificarlo con todas nuestras fuerzas. Tomo mucha parte en todas las dificultades que experimenta. Espero que su paciencia y su confianza en Dios la harán triunfar. Creo, mi querida amiga, que sus reflexiones y la conducta que tiene en consecuencia frente a su hija es muy justa y no puede tornar sino en el bien de su alma. Yo me intereso totalmente en eso y le ruego, si usted lo considera conveniente, llamarme a su recuerdo. La Sra. de Carcado, todos nuestros amigos y amigas no la olvidan. Yo me recomiendo muy particularmente a sus oraciones. Tomo mucha parte en la felicidad que tiene de tener el Santísimo Sacramento en su capilla. Dígnese también, mi querida amiga, recomendarme a las oraciones de su respetable hermano38. Le ruego señalarme en la próxima ocasión si está usted absolutamente desprovista del libro de familia del que me habla, porque, con tal de que tuviera uno solo, sería preciso, mi querida amiga, contentarse con eso en la escasez en que estamos. Si no tiene ninguno, procúrese alguna ocasión y haremos de manera, si es posible, de enviarle uno para copiar, que usted devolvería igualmente por ocasión. Adiós, querida y respetable amiga, usted conoce todos los sentimientos que se unen a usted en los Sagrados Corazones de Jesús y de María. María Adela 38

El Sr. Comandante d’EStoumel

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2 diciembre 1806 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Querida y respetable amiga, tengo sólo el tiempo para acusarle recibo de su carta y aprovechar la ocasión que me indica ´para enviarle tan pronto como sea copiado. Le agradezco mucho todos los detalles que me da sobre todo lo que la concierne personalmente y sobre todas las obras de caridad y de celo que la ocupan continuamente. Ruego al Señor derrame sobre usted sus más abundantes bendiciones. Estoy muy afectada por no estar en condiciones de hacerle la compra de una buena Virgen que usted desea. Para que la cosa fuera bien hecha, yo querría poder dedicarme a eso con cuidado. Al no permitírmelo el estado deplorable de mi salud, temería que usted no quedase contenta, ni del precio ni de la cosa. Si usted me hubiera encargado eso en la hermosa estación, yo habría hecho con gusto los recorridos que eso exige, y si usted me hubiera indicado el precio que habría querido poner en eso. Temo también el embalaje, que es quebradizo si fuera en yeso; en madera o en cerámica son escasos y muy caros, o habría que encontrar alguna ocasión, y eso pediría tiempo. Voy a decir una palabra a su hija. Mis deseos sobre lo que la concierne son conformes a los de usted. Estoy muy halagada por el recuerdo del Sr. su respetable hermano, me recomiendo a sus fervorosas oraciones y a la de usted. El Señor tiene diferentes medios para santificar a sus santos.. Reciba, señora y muy querida amiga, la seguridad de todos los sentimientos que yo le he profesado y de todos los deseos de mi corazón para que usted alcance la verdadera felicidad a la que aspira, que es ser toda de Dios y crecer cada día en el conocimiento y el amor de N.S.J.C. Este tiempo es verdaderamente propio para inspirárnoslo. Lo que El hace por nosotros al venir al mundo es muy adecuado para abrasar nuestros corazones en su amor e iluminar nuestros espíritus para hacernos conocer los verdaderos bienes que se encuentran sólo en el menosprecio de los bienes temporales y el amor a la cruz. Toda suya, querida y respetable amiga, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su amiga y servidora afectísima Ad. María He aquí una carta del buen Padre. Creo haber omitido decirle mil cosas tiernas de parte de la Sra. de Carcado que está siempre muy ocupada de la obra de Dios, tanto por la Sociedad como por los niños.

28 diciembre 1806 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

Reciba, se lo suplico, Señora y muy querida y muy respetable amiga, todos los deseos de mi corazón para que el año que vamos a comenzar le sea tan feliz como lo deseo, que llegue al colmo de sus deseos por un acrecentamiento diario en la práctica de todas las virtudes y sobre todo del amor divino y de la caridad hacia el prójimo. Le ruego tenga a bien ser la intérprete de mis deseos junto a su hija y a su 78


hermano. Los felicito por todos los auxilios que encuentran en el lugar donde están para avanzar en el camino de Dios… El Buen Señor cuida a sus amigos en todos los tiempos y todas las circunstancias en que se encuentran. Todas nos recomendamos a vuestras oraciones; esté muy persuadida de que tiene usted muchos títulos para tener derecho a las nuestras y a no ser jamás olvidada. He ahí una cartita de nuestro respetable amigo. El tiempo no me permite sino renovarle más brevemente de lo que yo quisiera la seguridad del verdadero y respetuoso afecto que le he consagrado por toda mi vida, y con el cual soy, en los Corazones sagrados de Jesús y de María, su amiga M. Adelaida

Jueves 11 abril 1807 Estoy enferma desde mediados de cuaresma, mi querida y respetable amiga; mi salud me priva aún en este momento de escribirle, si no es dos palabras, para renovarle la seguridad de todos los tiernos sentimientos que le he dedicado en los Corazones Sagrados de Jesús y de María, y enviarle esta carta. Todas nuestras amigas, en particular la Sra. de Carcado, le dicen muchas cosas. No nos olvide junto a su hija y su hermano. He sido muy sensible a la pérdida del proceso de su cuñada. Usted sabe que la Sra.de Carcado ha ganado el suyo. No puedo decirle más. Me recomiendo a sus oraciones.

9 mayo 1807 Alabados…

Recibí su carta, mi querida y respetable amiga, por su hija, cuya posición me ha dado pena. Sé, sin haberla visto sino esta primera vez, que ella parte, lo que me hace esperar que está mejor y se encuentra bien de su tratamiento. Deseo mucho también saber que la salud de usted mejora. He estado muy ocupada desde algún tiempo junto a una de nuestras más antiguas amigas, mi primera compañera, Srta. Deshayes, que el Buen Dios acaba de llamar a El el día de la Ascensión… La recomiendo a sus oraciones y le pido para ella los sufragios ordinarios: tres comuniones y un rosario. Tenemos todos los motivos para esperar que N.S. la ha recibido en su misericordia, habiendo llevado siempre la más santa vida. Un mes antes de su muerte, el Buen Dios le ha hecho conocer de una manera extraordinaria que moriría pronto; ella estaba bien de salud. Esta advertencia ha redoblado su fervor. Empleó ese tiempo en prepararse de una manera particular a la muerte. Soportó la enfermedad en la que sucumbió al 4° día con una gran paciencia y una gran paz. El Buen Dios le ha conservado el conocimiento hasta el fin, recibió todos los sacramentos y los auxilios de la Santa Iglesia. Todo esto, unido a las gracias que han precedido a su enfermedad, de lo que le hablaré cuando nos veamos, nos da la más dulce confianza que su muerte, llegada el día de la Ascensión, ha sido preciosa ante Dios. Es un aguijón para nosotras, querida amiga, que estamos aún en la carrera, para avanzar a grandes pasos en el camino de la humildad, de la obediencia y de la caridad hacia Dios y el Prójimo. Le envío una carta del buen Padre, No tengo nada que añadir a los excelentes consejos que él le da. 79


Soy, en los [Corazones sagrados de Jesús y de María, su amiga y servidora afectísima. Nuestras amigas la saludan respetuosamente, en particular la Sra. de Carcado. ¡Ore por nosotras!

29 mayo 1807 Alabados… Recibí, mi querida y respetable amiga, su carta del 10 de este mes; mi miserable salud me ha impedido responderle hasta este momento, lo que es causa de que le escriba por el correo en el temor de que el retardo de mi respuesta la inquiete. El vino que usted me anuncia ha llegado en muy buen estado y le doy mil gracias. Envié a mi vecina, como estaba convenido con usted, la pieza de vino rojo, y yo me he encargado de manifestarle toda su gratitud. Le he hecho sus observaciones sobre el tiempo de tirarlo, ella se conformará a eso. He pagado 120 frs. por el porte y derechos de entrada de las dos piezas. Así la Sra. Gillemain tiene su vino en su bodega, libre de todo gasto. Creo que esto está tanto mejor colocado cuanto ella se ha prestado en toda ocasión a hacer servicio. Yo haré uso para mí, mi querida amiga, de su buen vino añejo, y tendré tanta más confianza en eso para el restablecimiento de mi salud cuanto me viene de usted. Estoy conmovida, mi querida amiga, de que no me dé mejores noticias de su salud. Deseo mucho saber que está libre de esos dolores de gota y de reumatismo, y estoy preocupada de que tenga fiebre. Tenga mucho cuidado de su salud, consérvela para la gloria de Dios, el consuelo de su familia y de sus amigos. Nuestro amigo común desea que le llame a su recuerdo. No olvidamos en nuestras oraciones a la respetable tía que usted ha perdido. Toda mi familia la saluda muy respetuosamente. Hacemos el mes de María, en el que usted no es olvidada. La felicito por cuidar a N.S.J.C. en la persona de uno de sus miembros, de consolarla en la aflicción que le causa la pérdida de la vista y de contribuir como usted lo hace en hacerle recobrar el uso. Tenga a bien llamarme al recuerdo del Sr. Comendador. Mi catarro es totalmente rebelde y no ha cedido a los remedios suaves que se emplean. Mi debilidad natural, que ha aumentado por la enfermedad, no ha permitido a mi médico emplear un remedio que él habría dado a cualquier otro en mi posición. Mi Agata está también enferma al mismo tiempo que yo desde el fin de la cuaresma; yo lo estoy desde el comienzo del año, sobre todo desde mediados de marzo. La dejo renovándole, mi querida amiga, la seguridad de los sentimientos tiernos, respetuosos y agradecidos que le ha dedicado por la vida su amiga.

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27 septiembre 1807 No puedo dejar partir esta carta39, querida amiga, sin llamarme a su recuerdo y al de la Sra. Luisa y del Sr. su hermano. Usted ha recibido ahora todas las cartas que han tardado tanto. Le renuevo mis excusas. Tengo sólo el tiempo para decirle que soy toda suya en los Corazones sagrados.

7 noviembre 1807 Permítame, mi muy querida amiga, deslizar esta palabra en la carta que recibo para usted. Estoy muy conmovida de que su salud no sea más fuerte; deseo mucho volver a encontrarla en mejor estado. Agradezco al Buen Dios por las buenas disposiciones en que usted está de tomar todo de su mano, y del celo que El le ha dado para glorificarlo en usted y en las personas que la rodean. No estoy extrañada de que tenga un aumento de asuntos y de dificultades al momento de dejar Brugny. Nuestro buen Padre le dice que nuestras esperanzas están aplazadas todavía. Dios quiera darnos, esperando los momentos de la Providencia, la misma resignación que a él. El Sr. Bicheron que hemos visto un momento, como se lo he señalado, está de regreso junto a la Sra. de Rumigny, de la que acabo de tener noticias. Su salud se mantiene, ella la desea mucho, y a la querida Luisa, y creo que es lo mismo de todas nuestras amigas de esa región. Le he dicho que usted estaba muy urgida para regresar cerca de ella y que nos destinaba muy poco tiempo. Pienso que usted ha sabido la pérdida que hemos tenido de la Sra. de Buyer, nuestra muy querida compañera; ella ha muerto en Ginebra luego de una larga enfermedad, en los sentimientos de la piedad más tierna y la más perfecta resignación. Le haremos ver los detalles que hemos recibido, que nos edificarán mucho. Todas nuestras amigas la saludan cordial y respetuosamente. La residencia de la Srta. Oudart es: St-Amand por Vitry-le-Francois- Adiós, querida amiga, toda suya en los Corazones sagrados esperando el placer de renovarle de viva voz mis sentimientos.

20 diciembre 1807 Alabados… No he tenido el honor de escribirle últimamente, mi respetable amiga, porque, según su deseo, habíamos escrito a la Srta. Oudart para hacerle saber la distancia a la que está de usted, su buena voluntad para ella, y las facilidades que usted le daba para ir a verla y aprovechar de los auxilios espirituales de los que ella está absolutamente desprovista. Yo esperaba siempre su respuesta para informarla a usted; no la he tenido; presumo que es su mala salud la que ha causado su silencio. He sabido indirectamente que ella había tenido algunas ayudas. Le agradezco mucho el buen conocimiento que usted se ha propuesto hacerle hacer en la persona del digno eclesiástico del que me habla, y la felicito, querida amiga, por este descubrimiento, y me alegro con usted de la alegría que tiene ese buen señor por las cosas que usted le ha dado a conocer. 39

Carta del P. de Clorivière, al final de la cual están escritas estas palabras

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Estoy muy conmovida por la pena que usted experimenta al ver que sus enfermos no recobran su salud y la fuerzan a pasar el invierno donde está. Usted reconoce en esto la orden de la divina Providencia y se somete a ella. Veo que esto nos privará largo tiempo del placer de verla. El Buen Dios que la retiene en el lugar en que está le dará ahí ocasiones para glorificarlo y que sus asuntos en el país se consoliden. Deseo que usted goce de una buena salud, así como su hija y su hermano. Le ruego recibir todos los deseos de mi corazón para su satisfacción común y para usted misma muy particularmente un verdadero acrecentamiento en el divino amor. Nuestro respetable amigo está bien de salud, no han podido verlo desde algunos días, lo que será tal vez causa, para aprovechar la ocasión que usted me indicará, de que no reciba esta vez noticias suyas. La Sra. de Carcado le dice muchas cosas. Le renuevo, mi querida amiga, la seguridad de mi perfecto afecto en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su amiga y servidora muy afectísima María Adelaida

27 enero 1808 Alabados… Acabamos, mi querida amiga, de tener una pérdida muy sensible por la que su corazón será seguramente muy tocado, y el de su hija, en la persona de la virtuosa y respetable Sra. de Carcado, que hemos perdido el 25 de enero a las 6 de la mañana; ella había sido administrada el sábado anterior con todo su conocimiento; nos ha edificado en su enfermedad, como lo ha hecho durante su vida, de la que ha hecho el sacrificio con una generosidad y una paz que ha sido el comienzo de la recompensa por las buenas obras que ha practicado constantemente. Su pérdida es mirada como una calamidad general y causa mucha sensación en esta gran ciudad. Que nosotras podamos, como habiendo estado estrechamente unidas a ella y conociendo más particularmente sus virtudes, esforzarnos por caminar sobre sus huellas, cada cual según la medida de la gracia que nos es dada. Pidámosla a N.S., mi querida amiga, por intermedio de la Santísima Virgen, y como puede quedar aún alguna mancha a las almas más santas, reunamos nuestros votos y los de sus amigas para apresurar su felicidad si estuviera diferida. Esta pérdida inesperada me ha aterrado y no me permite escribirle como quisiera. Pida, le ruego, al Buen Dios la entera resignación y los socorros que necesito. No quiero diferir el recomendarnos nosotras mismas, y la que lloramos, a sus oraciones. Usted quiere bien, mi querida amiga, que yo no tome con usted otro título que el que me inspiran los sentimientos que le he dedicado por mi vida en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su amiga Adelaida Estoy muy afectada, mi querida amiga, por no poder responder a sus interesantes cartas, a su hija y a usted: me han conmovido mucho. Le ruego sea mi intérprete junto a ella, y me excusen la una y la otra. Las circunstancias en que estoy no me permiten decirle más. Me resarciré tan pronto como me sea posible. 82


6 febrero 1808 Alabados… Aún no me he recuperado, querida amiga, de la dolorosa aflicción que el Señor acaba de enviarnos. He recibido su carta y no quiero rehusarme a trazar algunas líneas para renovarle todos mis sentimientos por usted, y consolarla por la carta que me escribe nuestro amigo, de la que le envío esta copia. Discúlpeme por no poder entretenerme con usted como lo haría si me fuera posible. Estoy por la vida, Señora y querida amiga, muy tierna y constantemente unida a usted en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Voy a responder una palabra a su hija.

1er. Jueves de Cuaresma 1808 Alabados… No he podido, mi querida y respetable amiga, responder a su carta del mes pasado; ella me ha dado gran gusto y se la agradezco. He sido muy edificada por todos sus sentimientos y me uno a usted de todo mi corazón. No le diré más que una palabra en este momento, teniendo siempre muchas escrituras y poca salud, y usted nos deleita, mi querida amiga, con la esperanza de verla en este mes. Quiero decirle sin embargo que he recibido los 30 frs. que me ha enviado; yo he puesto la mitad en la bolsa común, la otra mitad a la Sra. de Saisseval para los pobres niños. Nuestro santo amigo está bien de salud y le ofrece sus respetos. Reciba los míos, son inseparables del tierno afecto que le he consagrado en N.S. en su Corazón sagrado y el de su Sta. Madre. Adelaida La felicito por lo que me dice en relación al disgusto del mundo que sienten su hijo y su nuera. Voy a escribir una palabra a la Sra. Luisa que acaba de escribirme.

Martes de Pascua 1808 Alabados… Recibí su carta del 9, querida y respetable amiga; estoy encantada de que usted haya llegado a su casa en buena salud. Deseo que el remedio que piensa tomar tenga todo el efecto que usted espera. Sin estar bien de salud estoy un poco mejor, y muy sensible al interés que usted me manifiesta. Le deseo todas las gracias que usted solicita de la bondad divina en particular, y le ruego que pida para nosotras, por su parte, un acrecentamiento notable en el amor divino, a fin de que tome el lugar de nuestro amor propio, destruya en nosotros al hombre viejo y nos haga llevar una nueva vida, semejante, tanto como es posible a nuestra debilidad, a la vida de Jesús resucitado. Para formarnos una excelente idea de esta vida nueva, dirijámonos al Corazón de Jesús, bebamos en esta fuente del puro amor, puesto que después de su resurrección la llaga de su lado ha permanecido abierta para hacernos entrar en ella. Recordemos 83


cuánto manifiesta el Apóstol San Pablo que él desea y que nos es ventajoso permanecer en las entrañas de Jesucristo. Pidamos mucho a este divino Salvador la gracia de establecer para siempre nuestra morada ahí. Ahí se han formado todos los designios de Dios para nuestra salvación…. Habían sido proyectados en el Corazón de Dios: de toda eternidad su Hijo divino los había aceptado. El Espíritu Santo, el divino Amor del Padre y del Hijo los había dictado, pero era preciso que el Corazón de Jesús los ratificara y emprendiera la ejecución de esos amables designios que el Señor ha tenido sobre nosotros. Es en ese Corazón que encontramos todas las armas propias para defendernos de nuestros enemigos, todos los remedios contra las enfermedades de nuestra alma, todas las fuerzas necesarias para resistir a los asaltos de la carne, del mundo y del demonio, todas las consolaciones en nuestros sufrimientos. Ese divino Corazón no respiraba sino para nosotros, no pensaba sino en nosotros, no sufría sino por nosotros. Ahora El muestra continuamente a su Padre, para apaciguar su cólera y obtenernos todas las gracias que necesitamos, las llagas que su amor Le ha hecho, y en particular la de su Corazón. Yo sé, mi querida amiga, cuán dedicada le está usted. Deseo que entre más profundamente en él y que nos obtenga la misma gracia. Tenía dificultad para enviarle sus papeles que son muy voluminosos para ser enviados por correo. Sin embargo tenía mucha dificultad para una ocasión debido a la respuesta de nuestro buen Padre y de sus consejos sobre su consulta, y yo me informaba de una ocasión. Me informo por la Sra. de Saisseval que usted desea que yo espere a remitir todo al Sr. Bicheron que usted nos hace esperar ver pronto; yo desearía mucho que él pudiera tener la consolación y que nuestro buen Padre recíprocamente tuviera la de verlo. Usted ha hecho muy bien al conducirse por sus consejos. Pienso también que el consejo que la Sra. de Rumigny le daba con tanta discreción es muy bueno, y que vale más usar los auxilios que la Providencia pone a nuestro alcance y reservarse el dirigirse a otra parte cuando tenga la ocasión. Le ruego que me llame al recuerdo de su Sra. hija. Estoy encantada de que ella, así como usted, esté más contenta con su salud. Adiós, mi querida amiga, toda suya en los Corazones sagrados de Jesús y de María, con la más sincera y respetuosa adhesión María Adelaida

28 de abril Alabados… .Yo esperaba la partida de su hermano, mi querida amiga, para enviarle esta carta y sus papeles. El Sr. Bicheron llega y me trae la suya del 21 de abril y una para el Padre que acabo de enviarle, y la que he leído como usted me ha invitado. Una y otra me han dado mucho gusto. Espero como usted que el Buen Dios escuchará sus oraciones y tantos votos reunidos por la libertad de nuestro buen Padre. No se inquiete en relación a la conversación que tuvimos juntas antes de su partida, la franqueza y la simplicidad son las principales disposiciones. Todos los pensamientos que se rechazan y que vienen a pesar de nosotros, y en los lugares más santos, no deben turbarnos cuando no los consentimos. Todas las disposiciones en las que Dios la pone, que usted expresa en sus dos cartas, son muy consoladoras. Todas nuestras amigas no la olvidan. Acabamos de perder todavía a una muy virtuosa que nos estaba 84


unida desde poco: la Sra. de Goesbriand, hermana de la que es de las nuestras desde hace tiempo; ella ha muerto en Dole como una santa. Le pido las tres comuniones y los tres rosarios habituales por el descanso de su alma. Lo que usted me dice de la buena Carlota me interesa mucho; deseo como usted y la Sra. de Rumigny que ella pueda comprometerse en la Asunción. Deseo mucho que los ojos de su hija vayan mejor. Yo le ruego, y a usted también, mi querida amiga, que esté bien persuadida del interés que tomo en su posición. El Sr. Bicheron ha pasado aquí en un momento que yo había salido. Me afectará mucho no verlo. Le renuevo, mi querida y respetable amiga, la seguridad del sentimiento de adhesión que le ha consagrado por la vida en los Corazones sagrados de Jesús y de María, su amiga María Adelaida Me apresuro a responder a la Sra. de Rumigny que me ha escrito también por el Sr. Bicheron del que me dicen que debía partir mañana.

A la Señora Luisa de Clermont Hija de la Sra. de Clermont-Tonnerre Agosto 1808 Alabados… No puedo expresarle cuán afligida estoy por todas las profanaciones de las que su Sra. Madre hace un detalle tan conmovedor a la Sra. de Saisseval. Le envío una novena que nosotras iniciaremos la víspera de la Asunción. Le ruego que ustedes dos se unan a ella y hagan pasar la copia a todas las buenas almas que conocen.

11 agosto 1808 No habiendo podido ´procurarme el honor de escribirle, mi querida amiga, he rogado a la Sra. de Rumigny, a la cual debía una respuesta, que tuviera a ben informarla de la posición de su ahijada, María Antonieta Boisard, a la muerte del digno fundador del establecimiento en el que ella tuvo la felicidad de ser instruida, de recibir el santo bautismo, de hacer su primera comunión y de ser confirmada. La Providencia se declara a favor de esos pobres niños que estaban amenazados de volver a caer en todos los horrores del vicio y de la miseria de la que habían sido sacados. El Sr. Abate d’Astros ha llamado a un muy digno eclesiástico, jefe de una Congregación de hombres y de niñas que, sin hacer votos, viven muy religiosamente y se consagran al cuidado de la juventud. Por el celo del Sr. Abate d’Astros, Vicario General de la Diócesis de París, las Hermanas de esta congregación están establecidas ya en la casa para la educación y el cuidado de las niñas, y el jefe de esta Sociedad está también ahí para instalar a hermanos para el cuidado de los niños. La Providencia ha hecho encontrar un recurso para comprar de nuevo todo el mobiliario necesario a los niños, pues el Sr. Moulinet no había hecho ninguna disposición a su favor y su enfermedad fue corta, ha sido necesario volver a comprar hasta la ropa de los niños. Ellos 85


están ahora en seguridad en su santo asilo, pero se trata de proveer a su alimentación y pagar el alojamiento que es de 2.33 libras. El Sr. Abate d’Astros ha fijado las pensiones de los niños en 400 frs. y las de las niñas en 300 frs debido al trabajo que se ´puede sacar de éstas si es que se las ha formado . Su mamá me anuncia una carta de la Sra. de Rumigny que no he recibido, pero nuestra buena amiga Aline40 me anuncia que usted acepta encargarse de la mitad de la pensión de su ahijada; reciba sus agradecimientos y los míos, mi querida amiga; ruego a Nuestro Señor y a su Sta. Madre que se lo recompensen. La Srta. Aline me ha dicho que usted me había enviado por adelantado algún dinero que aún no me ha entregado. Antonieta es verdaderamente digna de que se interesen en ella. Desde un año que está en esta casa no me han dado ninguna queja y la ponen como ejemplo a las otras. Le ruego decir a su querida mamá un millón de cosas tiernas de mi parte; no le escribo por falta de ocasión. Deseo mucho que ustedes estén contentas con su salud. Le ruego decirle que hace ocho a diez días que he hecho enviar a la dirección que ella me ha enviado la Santa Virgen en una caja bien acondicionada, con la señal de que contenía algo casual. He escrito, como ella lo deseaba, al señor al enviársela, rogándole que la hiciera partir por un carretero seguro a la dirección de su Señora madre en Bertangles; le he prevenido de lo que contenía. El precio de la Sta. Virgen es de 21 frs, como le había señalado, pero ha aumentado por la caja y el embalaje. He pagado por todo 29 frs 10. Yo deseo mucho que ustedes dos estén contentas con esta compra. En el intervalo que su Señora madre puso en responderme, la Sta. Virgen que yo había escogido ha sido vendida, lo que ha retardado; le han hecho otra muy semejante. Le ruego que me llame al recuerdo del Señor su tío y a sus buenas oraciones. Yo me encomiendo a las de usted y le soy muy adicta por la vida. Termino sin ceremonia, como usted lo ha deseado, para no hablarle sino de todos los sentimientos con los cuales soy Cicé

21 diciembre 1808 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

He recibido, mi querida y respetable amiga su carta del 2 y 4 de diciembre. He estado encantada de recibir noticias suyas y de saber que ha tomado un apartamento en nuestro vecindario y que cuenta venir a ocuparlo pronto. Estaré tanto más a gusto con eso pues este año he tenido mucha mala suerte para todas las cartas que le he escrito, a las que usted no responde seguramente porque no las ha recibido, y por su parte usted se queja de no recibir noticias mías. Yo había escrito primero una larga carta a su señora hija, en la que entraba en detalles sobre su ahijada y le daba cuenta de su posición. Le rogaba que le dijera varias cosas por mí y le enviaba por ella, rogándole a ambas que la hicieran, una novena para la conversión de los pecadores, para la fiesta de la Asunción. Le rogaba también que la comunicara a la Sra. de Rumigny, que no parece haberla recibido. Yo habría deseado que estuviéramos 40

Hija mayor de la Sra. de Saisseval

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unidas para hacerla, lo mismo que en las fiestas de la Presentación y de la Concepción de la Santísima Virgen en las que la hemos hecho. En todas las cartas que le he escrito, le he señalado mi extrañeza por no haber sabido si mi carta llegó a su hija. Le he repetido diferentes veces lo que contenía: ninguna respuesta, mi querida amiga, de su parte ni de la de ella. ¡Juzgue si esto aumenta el deseo de verla! He remitido a nuestro respetable amigo la carta que usted me ha enviado y que he leído antes como usted me había indicado que hiciera, y le diré, mi querida amiga, que he quedado muy edificada con los sentimientos que ella encierra. Bendigo al Señor por la gracia que le hace, de descubrir en usted miserias que El le da a conocer sólo para librarla de ellas, y usted no puede dudar de que El le tiene en cuenta, en su bondad, el deseo sincero que usted tiene de servirlo mejor cada día. Creo, a propósito de lo que me dice de su reunión con la respetable Noel (Sra. de Rumigny) que usted haría bien en semejante ocasión de asegurarse una Misa muy temprano para encontrarse a tiempo reunida con sus amigas. Estoy encantada de las buenas disposiciones de la persona que está encargada del cuidado de su nieto; creo que ella podrá, sin perjudicar su deber, avanzar en la carrera en la que ha entrado; veremos eso juntas cuando usted esté aquí. Estoy encantada con lo que me dice de la buena Carlota; conversaremos también de Luisa, de la que usted me habla. Usted me dirá su manera de pensar, la del Sr. Antonio (Sr. Bicheron) y de la Sra. Noel a propósito de ella. Todas nuestras amigas son muy sensibles a su recuerdo y le ofrecen sus respetos. Tengo dificultad para tener mi pluma, tanto frío hace. Nuestro venerable amigo se propone escribirle y la verá con más gusto todavía. No me olvide junto a la Sra. de Rumigny y del Sr. Bicheron. Soy muy sensible a su buen recuerdo el día de Sta. Adelaida. Reciba, mi querida amiga, todos los deseos de mi corazón para que este año que pronto vamos a empezar sea para usted un año de bendiciones durante el cual haga grandes frutos, apegándose, como se recomienda hacerlo, con más fervor que nunca a la práctica de las virtudes sólidas de paciencia, de dulzura, de humildad y de caridad hacia Dios y el prójimo. Es lo que usted desea, mi querida amiga. Soy toda suya en la unión de los divinos Corazones de Jesús y de su Madre. Su amiga muy afectísima María Adelaida Llámeme, le ruego, al recuerdo de la Sra. Luisa y del Sr. su hermano, me recomiendo a sus oraciones.

28 julio 1809 Alabados… Acabo de recibir su carta, Señora y muy querida amiga. He remitido la del buen Padre que no he visto, pero a la cual él le ha respondido. Tomo parte en las privaciones a las que está condenada durante sus remedios: el cumplimiento de la voluntad de Dios tiene para usted lugar de todo y tiene usted razón. Deseo mucho sin embargo que esté pronto libre de esas sujeciones, que pueda volver a tomar su tren de 87


vida ordinario, y que sus remedios la hagan recobrar tanta buena salud como su débil complexión es capaz. Soy muy sensible al interés que usted me manifiesta tener en la mía, está mejor, gracias a Dios, y la de mi Agata también. No hemos tenido desde su partida la consolación que usted pensaba que el buen Padre haya podido darnos. Le ruego agradecer a su hermano y a su hija su buen recuerdo. Deseo que esté usted contenta con la salud de esta última. Le agradezco mucho por darme parte en sus buenas oraciones, lo necesito mucho. Deseo también que la proximidad de nuestra gran fiesta sea para usted como para nosotras la época de una verdadera renovación en espíritu, que estemos, más que en cualquier otro tiempo, interiormente unidas al Señor, que nos esforcemos por agradarle en todas nuestras acciones, que las hagamos con una gran pureza de intención, que toda nuestra estima sea por las cosas que tienen relación con la salvación de nuestras almas, no ocupándonos de todas las cosas temporales sino porque la voluntad de Dios nos obliga a hacerlo, con un gran desprendimiento de espíritu y de corazón, en el cual debemos perfeccionarnos cada día para poder cumplir nuestros santos compromisos, puesto que debemos avanzar cada día para no retroceder. Pida estas gracias para todas nosotras, mi querida amiga, al pedirlas para usted misma; le pido insistentemente pedirlas en particular por mí que tengo una necesidad más urgente que ninguna otra, y no dude jamás, querida amiga, de los tiernos y respetuosos sentimientos que me unen a usted en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Usted ora seguramente por la Iglesia, redoblemos en este tiempo. No olvide la novena, la víspera de la Asunción, por la Iglesia y la conversión de los pecadores.

25 septiembre 1809 Alabados… Recibo su carta, querida y respetable amiga, por la que me informo de la caída que ha tenido el 25 de agosto. Estoy muy afectada por este accidente, y bendigo al Señor con usted por haberla preservado de uno mayor del que estuvo tan cerca. Ah! querida amiga, no cae un cabello de nuestra cabeza sin el permiso del Señor. Todos los acontecimientos de este mundo están dispuestos y se vuelven, sin que pensemos en ello, en bien de los que Lo aman, Le sirven y están sometidos al divino amor. Para usted son visitas bien frecuentes de nuestro buen Señor que se complace en hacerla participar de su cruz porque la ama. Ahí está, querida amiga, la respuesta que usted desea; voy a hacer de manera que le llegue lo más pronto posible. No se afecte por las disposiciones de sequedad en las que se encuentra. El sentimiento no depende de nosotros. Apeguémonos a la voluntad firme de ser toda de Dios en todo tiempo y en toda circunstancia, y suframos por su amor todo lo que puede sucedernos de penoso. La carta que le envío responde seguramente a todo. No he podido ver a aquella de la cual me habla. Me ocuparé de la estatua de la Sta. Virgen de la que me habla. No me olvide junto a su hija y su hermano. Oremos mucho las unas por las otras y muy particularmente por la Iglesia. Toda suya, mi querida amiga, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. 88


18 noviembre 1809 (Estas palabras y las siguientes están escritas a continuación de una carta dl P. de Clorivière) Estoy muy preocupada, mi querida amiga, de que no haya recibido noticias nuestras. Le hemos escrito en seguida, usted lo verá por la fecha de nuestras cartas que han sido remitidas a una de nuestras amigas. Fanchette le ha dicho después todos nuestros sentimientos a este respecto. Yo he estado tanto más afectada por este silencio forzado por la falta de ocasiones porque usted ha estado enferma, y puede estar segura del interés que he tomado en su estado. Lo que me tranquilizaba es que creía verla llegar de un momento a otro. Usted puede seguir los proyectos que tiene, mi querida amiga, sobre la Srta. Pottier, junto a la cual le ruego ser mi intérprete, según todo lo que usted me dice que ella misma señala. En cuanto a colocarla aquí, no sé de nada que le convenga. Cuando usted esté en París hablaremos de eso. Seguramente usted ha sabido como nosotros, mi querida amiga, una noticia que nos ha afligido mucho: la pérdida de la respetable Sra. de Rumigny, muerta en el campo en casa de su hijo, al tercer día de una viruela que no parecía inquietante. Hemos sabido su muerte al mismo tiempo que su enfermedad. Si yo la hubiera sabido atacada de semejante mal me habría inquietado mucho debido a la debilidad de su edad. Era un fruto maduro para el cielo. Es muy lamentada generalmente. Estoy segura que usted en particular lo sentirá mucho y que su pérdida le significará un gran vacío. El Buen Dios nos la ha quitado, estoy segura de que ella no nos olvidará junto a Él. En este momento sólo puedo renovarle mi tierno y respetuoso afecto en los Corazones sagrados de Jesús y de María Su servidora y amiga. No me olvide, le ruego, en sus oraciones, y recuérdeme a su hija y a su hermano.

18 enero 1810 No tengo el valor para remitir esta carta para la querida Karina sin manifestarle toda la pena que siento por la imposibilidad en que he estado y estoy todavía por la enfermedad, de responder a sus amables cartas o manifestarle la parte que tomo en sus inquietudes por las personas queridas que la rodean, y que el gusto de verla deba ser retardado. He sabido por lo menos con consolación que la salud de la Sra. Luisa va mejor. Le ruego, así como a su querida mamá, que reciba la seguridad de todos mis sentimientos, esperando el regreso de la querida Karina en buena salud. Yo no la olvido delante de Dios y le ruego que haga lo mismo por mí.

18 septiembre 1810 Soy infinitamente sensible, Señora y muy respetable amiga, a la parte que usted ha tomado en la enfermedad de mi hermano. Usted sabe que el Buen Dios ha dispuesto de él el 22 del mes pasado41. Por preparada que estuviese para esta pérdida por el estado de debilidad al que mi hermano estaba 41

Mons. Jerónimo Champion de Cicé, arzobispo de Aix, muerto el 22 de agosto de 1810.

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reducido desde mucho tiempo, no he sido menos sensible a este doloroso acontecimiento, del que se resiente mi débil salud. Como se lo había señalado, tengo en la enfermedad todas las consolaciones que pueden suavizar pérdidas semejantes: es la resignación perfecta y la paciencia que ha mostrado este querido hermano y que han sido la admiración de todas las personas que han sido testigos de ello. Le pido siempre por él, mi querida amiga, el auxilio de sus buenas oraciones; le ruego también que no me olvide delante de Dios, pues mis necesidades son grandes. Nuestro respetable amigo está bien de salud y le asegura sus respetos. Estoy encantada de que usted haya estado un poco más contenta del estado de su hija, y lamento que no haya podido pasar unos días de retiro en su casa, como lo deseaba, lo que seguramente habría sido una satisfacción para usted. Deseo que goce de una buena salud durante su estada en Brugny. He diferido escribirle, al no saber positivamente si usted se había dirigido ahí, pero según su carta creo que está ahí. Mi salud, que no va bien en este momento y una multitud de cartas me impiden escribirle más. Reciba, Señora y muy querida amiga, la seguridad de todos los sentimientos de afecto y de respeto que le he consagrado en los Corazones sagrados de Jesús y de María. María Adela

17 enero 1811 Alabados… Bendigo a la divina Providencia, Señora y muy querida amiga, que el accidente del que estaba amenazada no haya ocurrido, y que usted haya cambiado de lugar tan a propósito, que sólo el edificio haya quedado dañado. Siento que las reparaciones que esto exige la retendrán más tiempo en el campo, alejada de sus parientes, de sus conocidos y de sus amigos. Teniendo la felicidad de ser de este número, soy muy sensible a este retardo; uno mi resignación a la suya, lo mismo que toda la familia que la saluda. Mi padre le había escrito. Nuestra carta, que yo no creo perdida sino sólo extraviada, le llegará, pienso, más tarde. Mi mala salud me ha privado hasta este momento de escribirle y sólo me permite dar señal de vida, encomendarme a sus oraciones, felicitarla por el restablecimiento de su hermano, y ofrecerle los votos más tiernos y más sinceros por todo lo que puede hacer su felicidad. Tengo el honor de estar para siempre, Señora, en esos sentimientos unidos al respeto. Su servidora y amiga María

12 marzo 181142 He recibido, mi querida y respetable amiga, su carta del 5 de febrero; le agradezco por haberme dado noticias suyas. Estoy muy conmovida por el aislamiento en que está, y que la esperanza que me da de volver a verla se atrase tanto, y que no podamos preciarnos de esta satisfacción sino para el transcurso del verano. Nuestro amigo está bien de salud y le renueva la seguridad de todos los sentimientos que le 42

Esta carta está a continuación de una carta del P. de Clorivière fechada el 26 de diciembre de 1810.

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ha profesado. El es muy sensible, como yo, a todos lo que usted nos dice de amable en su última carta. Todas nuestras amigas están también muy agradecidas por su recuerdo. La Sra. de Gerville, cuya estadía en el campo ha sido muy prolongada este año, está actualmente en mi vecindario, hablamos con frecuencia de usted. Ella está muy apenada por no poder recibir noticias suyas; yo me he encargado de decirle un millón de cosas de su parte y de rogarle que le escriba. Usted no me dice nada de su salud; deseo mucho que esté contenta de ella… Estoy encantada de que usted lo esté; deseo mucho que usted esté contenta--- Estoy encantada de que lo esté de la de su hermano; le ruego que le agradezca su buen recuerdo, me recomiendo a sus buenas oraciones y a las de usted. Usted no es olvidada en las mías, por débiles que sean. Mi salud no es maravillosa; sin embargo he empezado mi cuaresma para probar mis fuerzas, pero una fuerte tos me hace temer que no podré continuar. No me opongo a la buena voluntad que usted me ha manifestado y que me renueva de enviarme dos piezas de vino. Si hubiera una de blanco que no sea demasiado nuevo, eso me acomodaría bien y me daría verdaderamente gusto por mis amigas y por mí, le quedaría muy agradecida. Adiós, mi querida y respetable amiga, usted conoce mis sentimientos y cuánto me hacen desear estar más y más unida con usted en la adhesión a nuestro divino Señor. Es en su Corazón y en el de su santa Madre que soy toda suya por mi vida. Su muy afectísima María Adela Usted ve por lo menos, querida amiga, que lo que está diferido no está perdido.

25 noviembre 1811 Alabados… Yo no habría querido cansarla pidiéndole noticias suyas, Señora y muy respetable amiga, pero aprovecho que la Sra. Guilemain le escribe para darle una pequeña señal de vida, llamarme al honor de su recuerdo y manifestarle la alegría que siento al saber, todas las veces que me informo de su salud, que se fortifica y se mejora, lo que es muy afortunado antes del regreso de la mala estación, durante la cual la exhorto a cuidarse mucho. Nuestra respetable amiga Josefina me encarga recordarla a usted. No dude de la parte que usted tiene en nuestras oraciones; nos recomendamos a las suyas y le deseamos, con una buena salud, y a todos los suyos, rodo lo que pueden desear para la mayor gloria de Dios. Sólo tengo tiempo para renovarle, mi querida amiga, la tierna adhesión que le he profesado, con la que soy suya por mi vida. Su muy humilde servidora María

7 febrero 1812 He recibido su carta, mi querida y respetable amiga. Estoy encantada de haber sabido por usted misma mejores noticias de su salud de la que me informaba con mucha frecuencia. No dude de todos los 91


deseos de mi corazón para que ella sea perfecta, si es la voluntad de nuestro buen Señor, y la pone en condiciones de procurar su gloria y de trabajar por la salvación de las almas, tanto como El espera de usted. Uno mis deseos a los de nuestro respetable amigo y los que formamos para nosotros mismos, como todo lo que puede hacernos más agradables a Dios. N seamos sino un corazón y un alma para alabarlo, bendecirlo, servirlo, a Él y a su Santísima Madre Nos recomendamos particularmente a sus oraciones y a las de su hija, de cuyo regreso la felicito. Mil cosas a la buena Carlota que va tan derecho al Buen Dios. Le pido también que ruegue por nosotros. Adiós, mi querida amiga, con la más sincera y respetuosa adhesión en los Corazones sagrados de Jesús y de María Su muy humilde servidora María Adela Mi sobrino no ha hecho su primera comunión; no sé cuándo la hará y si podrá permanecer aún algún tiempo en su pensión. Le ruego, mi buena amiga, que sea junto a nuestras amigas la intérprete de todos los sentimientos que les profesamos.

19 enero 1813 He recibido con mucha satisfacción, Señora, la carta que usted me ha hecho la amistad de escribirme, y tengo mucha consolación al verla de vuelta a sus primeros compromisos. Dios quiera fijarla constantemente en el camino que parece haber escogido para usted como un medio de llegar a la perfección que El pide de usted, para hacerle alcanzar la felicidad a la que El la destina, que está por encima de todos nuestros pensamientos. No nos queda más que desearle y pedir a Dios para usted esa fidelidad y esa perseverancia que pone el sello a todas las virtudes. Pido para usted a N.S. y a su Sta. Madre un tan tierno y tan ferviente amor que la haga triunfar de todos los enemigos de su salvación y de su perfección. Nuestro R. Padre comparte todos nuestros sentimientos por usted. Tenga a bien recibir el de mi muy sincero afecto, Señora y muy querida amiga. Su muy afectísima servidora y amiga María Adela Me recomiendo mucho a sus oraciones, así como dos preciosas amigas que acabamos de perder: Srta. de Fermont en Bretaña y Sra. des Fossés en Neuilly cerca de París.

22 enero 1813 (para Sra. Luisa) He recibido, Señora y muy respetable amiga, la carta que me ha enviado. Yo misma le habría escrito más pronto sin mi mala salud y el estado de mis ojos que no me permiten aplicarme en absoluto. Sin embargo, no quiero diferir el agradecerle su buena carta y todos los buenos deseos que me hace. Esté también muy persuadida de todos los míos por su verdadera felicidad y la de su querida hija. Estoy 92


encantada de la reunión que se ha hecho en su ocasión, y me informo con mucha satisfacción de su contento y el de usted. He participado a nuestro respetable amigo de su carta y de la cuenta que rinde nuestra querida Karina, a la que no podré responder como ella habría deseado. El se ha encargado de hacerlo y me ha dicho que le enviara mi carta para ponerla en la suya. Ore por nosotros, y por mí en particular que lo necesito mucho para mí misma, que estoy muy lejos de responder a las gracias multiplicadas que he recibido de Dios, y de merecer por esta fidelidad que El me las haga nuevas que me son sin embargo necesarias para mí y para las otras. Le diré para mi confusión, pero para abrirle mi corazón y para comprometerla más fuertemente a orar por mí, que este invierno que me parece tan rudo y que miro como una verdadera enfermedad para mí, ha aumentado mi cobardía. Sin embargo, los sufrimientos habituales que recuerdan continuamente el pensamiento de la muerte que los sigue deberían producir otro efecto. Pida para mí la gracia, mi querida amiga, y renovémonos en el deseo de la perfección. Refiramos todas nuestras acciones a la mayor gloria de Dios, adhirámonos a la renuncia continua a nosotras mismas; pidamos con frecuencia a Nuestro Señor, en la sinceridad de nuestro corazón, la gracia de hacer lo que más le agrada, pensemos con frecuencia que una sola cosa es necesaria: contemos todo lo demás por poca cosa y refiramos a la salvación todas nuestras obras a fin de aparecer el último día con las manos llenas en el tribunal del Soberano Juez. Yo me uno a usted de todo corazón, y a sus amigas, al recuerdo de las cuales le ruego llamarme. Toda suya, mi querida amiga, con la más verdadera y respetuosa adhesión en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su servidora afectísima María Adela

26 abril 1814 (Estas líneas están escritas a continuación de una carta del P. de Clorivière) Alabados sean N.S. y su Sta. Madre, mi querida amiga, por todos los bienes con los que nos colman; demos mil acciones de gracias a nuestra gran Liberadora, la Santísima Virgen. Le envío en consecuencia una consagración que la comprometo a hacer imprimir seguidamente; yo descanso en su celo para repartirla lo más que sea posible. Nosotras estábamos muy preocupadas por usted y usted lo estaba por nosotras; el Señor nos ha preservado en su gran misericordia. ¡Que El sea mil veces bendito por habernos devuelto a nuestros buenos Príncipes! Su Alteza Real no ha dejado escapar una ocasión en todos sus discursos para mostrar su celo por la religión y la pureza de las costumbres. Deseo que su salud se restablezca. Yo estoy muy enferma y muy débil, y no puedo decirle más que estas pocas palabras. Comparto su aflicción y la de la Sra. Luisa por la pérdida de su santo hermano que les deja por lo menos verdaderos motivos de consolación. Toda suya, querida y respetable amiga, en los Corazones sagrados de Jesús y de María; recuérdeme, se lo ruego, al Sr. Bicheron y dele parte en la consagración. 93


27 agosto 1814 He recibido, Señora y muy respetable amiga, su carta del 17 de agosto a la cual estoy muy afectada por no haber respondido más pronto; mi mala salud, que ha sido y es aún miserable este año pone un obstáculo a nuestra correspondencia, lo que me aflige tanto más cuanto los ojos de nuestro buen Padre le impiden escribir por su lado: su vista baja todos los días; él está bien por lo demás, gracias a Dios, y no está sin trabajar por la gloria de Dios. El es muy sensible a su recuerdo y le renueva la seguridad de todos los sentimientos que le ha consagrado en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Tomamos parte en la nueva aflicción que ha tenido después de la pérdida de su hermano, de perder a su nieta, y agradecemos al mismo tiempo al Señor por la gracia que le ha hecho de recibir de su mano con amor y resignación todos los motivos de pena que El le envía. Somos sensibles en particular al obstáculo que nos separa y nos priva de la consolación de verla desde tanto tiempo. Mis espetos a su hija y al Sr. Bicheron. La Sra. Gillemain está siempre en el hotel de Fleury con su hijo que tiene una pensión muy floreciente; le daré su comisión cuando la vea. Cundo usted vea a nuestras amigas, sea, se lo ruego, la intérprete de nuestros sentimientos. Hemos estado muy unidas a usted el 15. Que podamos, en cualquier lugar que estemos, formar todas juntas un solo corazón para alabar al Señor y a su Sta. Madre! Usted habrá tenido mucha satisfacción por la renovación de la consagración a la Santísima Virgen. Las procesiones a las cuales han asistido nuestros buenos Príncipes han edificado mucho. La fiesta de San Luis ha sido también muy celebrada y la acogida que han hecho al Rey muy conmovedora. La bula para el restablecimiento de los jesuitas en los Estados Romanos ha sido publicada en Roma el 7 de este mes. La ceremonia ha excitado una gran alegría. Dios quiera que tengamos la misma felicidad en nuestra Francia que tanto lo necesita! Oremos mucho por la conversión de los pecadores y por el éxito de los asuntos eclesiásticosPermítame renovarle, querida y respetable amiga la seguridad de todos los sentimientos que le conservará siempre su amiga afectísima Adelaida

16 diciembre 1814 No sabría manifestarle bastante toda mi pena, mi querida y respetable amiga, por no haber podido ocuparme con usted desde tanto tiempo, y agradecerle la buena carta que me ha hecho el honor de escribirme. He compartido la alegría que usted ha sentido al ver a nuestro buen Padre. Su salud se mantiene, gracias a Dios, y aunque ya no ve y está en consecuencia dispensado del breviario, aún no ha llegado al punto en que el oculista encuentre que pueda ser operado. Él le ofrece sus respetos, reciba los míos, y tenga a bien recordarme a su hija. Agradezco al Señor con usted de todo mi corazón por las gracias que El le hace y el deseo de avanzar siempre más en su servicio por la vía de la renuncia a usted misma y por la excelente disposición en la que Dios le ha hecho la gracia de ponerla de contentarse con las ayudas que el Buen Dios le da. Tiene usted mucha razón al pensar que El suple por sí mismo a todo lo que nos falta de este lado, y mirar como 94


favores de su mano las pruebas sensibles que le envía de parte de personas que le son muy queridas. El Buen Dios quiere que las personas que le están consagradas sean de tal manera de El que sus inclinaciones más legítimas y las más naturales sean sobrenaturalizadas, y que no amemos sino en El y por El a las personas que amamos y que debemos amar. Si El no viniera en nuestra ayuda, encontraríamos mucha dificultad en adquirir esta perfección, y El lo hace permitiendo desengaños en las amistades, y una conducta del prójimo que nos hace sentir cuán poco fondo debemos hacer sobre las amistades humanas y sobre todos los vínculos que nos unen a las creaturas, para penetrarnos más de la necesidad y de la felicidad de unirnos aún más al verdadero Amigo que no cambia y que encontramos siempre el mismo, lleno de amor por nosotros. Me recomiendo mucho a sus oraciones, mi querida amiga, y le confieso que las necesito mucho., estando muy débil para cumplir los designios de Dios sobre mí, y muy incapaz de hacer a mis amigas los servicios que les debo. Creo que usted no ha tenido conocimiento de la muerte de nuestras hermanas, una del lado de Chartres y la otra de Bretaña, y no sé si supo la muerte de la buena Srta. Chapelier a la que usted ha visto hospedada en casa de la Sra. Guillemain y que se había quedado en casa de Srta. Adenis. Le renuevo, Señora y respetable amiga, la seguridad de los sentimientos, del respetuoso y muy sincero afecto que le he profesado en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su muy feliz servidora María Adelaida Tenga a bien ser junto a nuestras amigas la intérprete de mis sentimientos y recomendarme a sus oraciones, y recibir todos los votos de mi corazón por esta perfecta felicidad que usted ambiciona y que espera de Aquel al que tiene el bien de estar consagrada sin reserva.

15 enero 1815 Recibí con gratitud sus noticias, Señora y respetable amiga, y soy muy sensible a los deseos de buena fiesta y a los votos que usted quiere hacer para mí. Los míos para usted son también sinceros y de todos los días de mi vida. Le agradezco mucho sus buenas oraciones que necesito mucho. Le doy gracias también por nuestras Hermanas indigentes de la Sociedad por la ayuda que me anuncia, que viene muy a propósito en esta dura estación en la que todo aumenta de precio en este país y donde la miseria es muy grande. Lamento mucho que mi estado no me haya permitido escribirle, pero ha juzgado usted bien que yo no podía sino aprobar, de acuerdo con nuestro Padre, el bien que hace al joven seminarista de Meaux, cuya carta, aunque seguramente puesta en el correo por el padre que es muy atento en esto, no le ha llegado. No le digo nada de parte de este buen Padre que da ahora los Ejercicios espirituales de treinta días a los dignos cofrades con los cuales está reunido, lo que quita el medio para verlo, lo que ha llegado a ser muy raro desde que se separó del Sr. Bourgeois para formar la preciosa reunión. Yo he comunicado a las Damas de la Visitación que se interesan tanto en él y que están más al alcance que yo de comunicarse 95


con él, sus observaciones a propósito de su oculista. Como usted, yo habría sido de opinión del vejigatorio en la nuca del cuello y del colirio, lo que no podría perjudicar aunque fuera la catarata. El no duda de que eso sea la causa de que no vea. Le hablaré, cuando pueda verlo, del libro que él le ha prometido enviarle, si no lo ha entregado al Sr. Bicheron para usted. Le ruego que nos llame al honor de su recuerdo y nos recomiende en sus oraciones Tenga a bien hacer aceptar mis votos a su hija, y recibir la seguridad del muy inviolable afecto que me une a usted, muy tiernamente y muy respetuosamente en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su muy adicta servidora María Adela

12 junio 1815 Estoy muy afectada, querida y respetable amiga, por no haber podido darle mis noticias desde tanto tiempo. Mi miserable salud me ha privado de hacerlo. Sin embargo si yo hubiera sido advertida a tiempo de la ocasión que ha aprovechado Fanchette, yo le habría dado una pequeña señal de vida; lo he lamentado mucho. Mis miserias que me han hecho sufrir todo el inverno han aumentado con la proximidad de la primavera. He estado muy enferma toda esta estación. Estoy un poco menos débil desde el comienzo de este mes; acabo de tomar la leche de asna que he empezado sólo el 18 de mayo. Espero que su salud, de la que no me habla, esté buena como lo deseo. Estoy encantada de que goce de la tranquilidad en su reunión en familia y deseo mucho el momento en que podrá acercarse a nosotros. No me olvide, le ruego, junto a su querida hija y al Sr. Bicheron cuando tenga la ocasión; Nosotros nos recomendamos a sus oraciones y a las de usted. Hemos tomado mucha parte en la pérdida que ha hecho de su cuñado. El sueño que él había tenido la víspera, de un gran viaje que terminaba en el Paraíso, me parece de muy buen augurio, por la vida cristiana que él llevaba. Le diré, querida amiga, que se acaba de hacer la operación a Josefina. Estamos en el 7° día; ella ha sufrido mucho y hay poca esperanza de que recobre la vista, lo que es muy aflictivo. Sin embargo Dios es todopoderoso para devolvérsela; ella no ha perdido totalmente la esperanza, ni yo tampoco. Su resignación es muy grande. Felizmente el fondo de su salud no sufre. Su oculista se ha relajado sobre el tema de la dieta, y esto ha hecho bien pues estaba muy débil. Ruegue a Dios por nosotros, y esté segura, querida amiga, que nosotros no la olvidamos. Usted juzga bien que para Josefina y para mí no ha podido ser cuestión de ir al campo, aunque nos hayan invitado mucho en varios lugares. Por mi parte, mi salud no me lo hubiera permitido. Mis parientes y amigos alejados de París nos creen en el mayor peligro a causa de la guerra con la que estamos amenazados. Se ha fortificado París contra toda invasión extranjera, pero en estas coplas muestro el motivo más poderoso de mi confianza… (Estas poesías son las mismas que dirigió a la Srta. Amable Chenu el 23 de mayo de 1815)

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Le ruego que haga participar de mis coplas a amigas de su cantón, a las oraciones y al recuerdo de las cuales le ruego recomendarnos. Adiós, querida amiga, toda suya en los sentimientos de la amistad más tierna y más respetuosa. Su servidora María. Mis amigas que la conocen le ofrecen respetos y amistades.

15 febrero 1816 Le pido mil perdones, querida y respetable amiga, por haber tardado tanto en escribirle, y haber dejado pasar ya tantos días del nuevo año sin haberle dado signo de vida, esto es seguramente muy contra mi corazón y mi intención. Por lo menos no tengo que reprocharme no haberle deseado un buen año delante del Buen Dios. A los pies del Santo Niño Jesús y de su Sta. Madre lo he hecho, pidiendo para usted sus más dulces y abundantes bendiciones. Cuento tanto con su caridad, su bondad y su amistad por mí que espero me perdonará este silencio forzado del que mi mala salud ha sido la causa. Yo contaba también un poco sobre la Srta. d’Acosta que tal vez no le ha escrito pues ha estado bastante enferma; ella está mejor, pero aún no bien de salud. En cuanto a mí, mi salud que es siempre bien miserable lo ha sido mucho más desde la mala estación; he tenido esputos de sangre durante muy largo tiempo, tales como no los había tenido todavía, imposibilitada para bajar a la iglesia de las Misiones (Extranjeras), de la que estoy a la puerta; felizmente para mí, tengo una tribuna sobre la iglesia que es toda mi consolación. No la he visto todavía en mi pequeña habitación; será un gran placer para mí cuando su posición le permita venir a París. Nuestro buen Padre está bien de salud; reciba, querida amiga, sus respetos y sus votos con los míos. El ya no ve y está sin embargo muy ocupado; yo no lo veo con frecuencia, al no poder ir. Sin embargo, él ha venido a veme hace algunos días, en coche; estaba bien. Usted ha sabido cómo ha sido preservadlo milagrosamente del desastre de Soissons, al haber regresado dos días antes de lo que había pensado. El cuarto que él ocupaba ahí ha sido destruido, habría muerto infaliblemente. Sus hijos van muy bien y aumentan43. Pienso que está usted instruida de lo que les concierne, habiendo tenido interesantes casas de ellos en su vecindad.44 Pero no sé si sabe una noticia que nos interesa aún de más cerca: es que cinco sacerdotes, excelentes sujetos, han hecho entre sus manos su consagración al Divino Corazón de Jesús, en Todos los Santos; el Sr. Desmares, misionero de la Misión de Francia, es uno de ellos; un Director del seminario de Versalles; tres señores de casa del Sr. Liautard, los respetables Sres. Augé y Froment, y otro que usted no conoce. El Sr. Desmares, con sus cofrades misioneros, acaba de dar una misión en Orleans que ha tenido el mayor éxito. Aunque esos señores empezaban sus ejercicios a las 6 de la mañana, no era menos necesario poner centinelas en las puertas de la iglesia desde las 4. De ahí van a Angers, Nantes, Marsella, Tolón, etc. 43

La Compañía de Jesús de la que el P. de Clorivière había sido nombrado Superior en agosto 1814, aunque la Compañía no tuviera existencia legal en Francia. 44 Casa de Saint-Acheul, cerca de Amiens.

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Le envío el voto del Rey Luis XVI, pienso que le dará gusto así como al Sr. Bicheron y nuestras amigas. Puede estar bien segura de su autenticidad, pues lo tengo manuscrito, igual al que tenía del Sr. Hébert, General de los Eudistas, masacrado en los carmelitas, que era confesor de Luis XVI en la época del 20 de junio de 1792. Le ruego ofrezca mis votos y mis respetos al Sr. Bicheron, me recomiende a sus oraciones y le hable del aumento de la Sociedad del divino Corazón de Jesús; ésta acaba de establecerse también en Coutances, así como la de María. Tenemos excelentes noticias de Tours. Las cosas van muy bien allá. Bajo la dirección de Nuestra señora la Rica, y por sus cuidados, se ha establecido ahí una Casa común de Hijas de María que tienen algunas pensionistas y muchas externas, un gran número de ellas gratis Le ruego, mi querida amiga, que entregue esas líneas al Sr. Bicheron para la Srta. Masse, una de nuestras dignas amigas que he conocido aquí, que es una excelente persona; ella me ha escrito, ignoro su dirección y el nombre de la dama, pero ella se dirige al Sr. Bicheron en quien tiene toda su confianza. Le ruego, mi respetable amiga, tenga a bien ser la intérprete de nuestros sentimientos junto a todas nuestras amigas. Hace mucho tiempo que no he escuchado hablar de la Srta. Cousin, le ruego hablarle de mí. Cuando tenga ocasión, tenga a bien llamarme al recuerdo de su hija y decirle cuánto le deseo la paz del alma y la felicidad de la que ella debería gozar con todos los buenos y tiernos sentimientos de piedad con que el Señor la ha dotado. Tomo mucha parte, mi digna amiga, en todas las pruebas que el Señor le envía, y Le agradezco con usted por las gracias que le hace de juzgar tan bien todas las tribulaciones de la vida, y de conservar su paz interior en medio de todas las contradicciones de un género de vida que le desagrada. Tiene usted mucha razón, pues, como lo decía San Francisco de Sales a Santa Chantal, “¿Qué son todas las cosas de este mundo en comparación con la paz del corazón?” Sus cartas me han tocado, interesado y edificado mucho, y me ha costado mucho guardar silencio con usted. Estoy un poco menos débil en este momento, pero usted no tiene idea de cuántas veces estoy obligada a interrumpirme, al escribir, por crisis de tos espantosas. El pequeño establecimiento de la Sra. de Gerville va bien, como ella le ha señalado: son tres de nuestras amigas. Honorine que había sido maestra de escuela en casa de la Sra. de Montaigu y que estaba en Vaugirard, yo la he recogido durante bastante tiempo (durante la estada de los aliados) con sus niñitos; luego los he enviado a todos a la Sra. de Gerville, en cuya casa los habían precedido Angélica Dedain y su hermana; todo esto no ha podido dejar de costarme. Tenemos amigas nuestras incómodas. Nuestra buena Srta. Legros que tiene un cáncer y que no podemos hacer entrar en ninguna parte. Yo sé que por su parte usted no está a gusto, pero le digo esto para que piense en nosotras cuando pueda. Adiós, querida y respetable amiga, toda suya con la más tierna, inviolable y respetuosa adhesión. Su amiga y servidora afectísima María Adelaida

20 julio 1816 Recibí su carta del 20 de junio, mi querida y respetable amiga. El deplorable estado de mi salud me priva desde mucho tiempo de escribirle, con mi gran pena. Me recomiendo muy particularmente a sus 98


oraciones, lo necesito mucho para poder hacer lo que el Buen Dios pide de mí. He leído su carta a nuestro buen Padre que ya no ve y en consecuencia no puede leer ni escribir. El es muy sensible a todo lo que usted le dice y me encarga agradecerle. Él le ha ofrecido como regalo sus Epístolas de San Pedro, pero no tiene sus preparaciones a la muerte que no han sido impresas en París donde no se encontrarían para comprarlas. Tiene usted mucha razón, las Misiones hacen mucho bien, sería de desear que se multiplicaran, pero se necesitarían sacerdotes según su Corazón, desdichadamente hay pocos. Roguemos al Dueño de la mies que envíe obreros a su viña, y sacerdotes según su Corazón, Aunque nuestro buen Padre tenga ya un cierto número de hijos, está muy lejos de tener suficientes para todos los lugares donde se piden misiones. Las que han hecho en Auray, Laval, Mayenne, etc. han dado grandes frutos. Estoy muy afectada por su encargo de una estatua de la Santa Virgen en madera, no sabría mucho dónde encontrarla y no sé los precios. Puesto que él está aquí, recorriendo París, lo que yo no puedo hacer, podrá encontrar mejor lo que le conviene. El ha puesto su carta en el correo, yo no lo he visto. La Srta. d’Acosta está siempre muy incomodada, su situación y la mía son causa de que casi no nos veamos. Yo deseo mucho que usted esté contenta con su nuevo cura. Usted tiene mucha razón al mirar como un designio particular de la Providencia sobre su hija y sobre usted las penas que ella experimenta.. En cuanto a usted, le ruego estar bien persuadida de que no es olvidada en las oraciones de sus amigas a las cuales asocio de muy buen corazón a su hija para pedir los auxilios que ella necesita. El Sr. de San Maló no ha llegado. La comprometo bien, mi querida amiga, a fortalecerse más y más en la confianza; mientras está acompañada por la desconfianza de nosotras mismas y por la humildad, es muy ´preciosa. La comprometo a no abandonar el ejercicio de la oración por las oraciones vocales, por buenas y santas que sean, ellas no la compensarán, pero pienso que puede usted ayudarse con un libro para evitar el sueño del cual se queja: entonces es como lo dice, una verdadera oración. Hemos perdido a muchas amigas, no sé si ha sido informada: en San Maló, dos en París de las que le he hablado, me parece, el buen Sr. Vion al que usted ha visto en casa de la Sra. de Carcado escribiendo para los Niños Abandonados – una santa religiosa ursulina de Rouen que había sido muy útil a la Sociedad todo el tiempo que estuvo obligada a estar fuera de su convento, con la cual en particular hemos tenido grandes obligaciones. Soy, querida y respetable amiga, en los sentimientos más inviolables y más respetuosos, S.M.A.S. María Adelaida

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CARTAS a Señora de SAISSEVAL 28 agosto 1805 ¡Alabados sean N.S.J.C. y su Sta. Madre!

No quiero dejar partir esta carta para usted, mi querida amiga, sin darle señal de vida. Tomo mucha parte en todo lo que la afecta. No tengo nada que añadir a todo lo que le dice su querido tío. Su hijo mayor de Vaugirard ha sido muy afectado por no verla, ni a toda su familia, al momento de su partida, y que usted haya partido sin que él le haya entregado todo lo que tenía de usted. Todos hacemos votos por volver a verla muy pronto. Sus amigas acaban de perder a su madre, que ha tenido una larga agonía; no mostraba conocimiento. Parece sin embargo que a veces escuchaba lo que los hombres de Dios que la visitaban frecuentemente le decían para exhortarla; espero que todos sus sufrimientos y su larga enfermedad le hayan sido contados y que el Buen Dios la haya recibido en su misericordia. Es lo que hace el consuelo de su virtuosa familia, que ha perdido mucho al no tenerla a usted junto a ella en estos dolorosos momentos, y la querida Aline; nosotras las hemos dejado poco, nuestra amiga y yo. Espero, mi buena amiga, que usted ha pensado en orar por mí a mi santa Patrona el 15 de agosto; como sé, ella es el querido objeto de su devoción. ¡Qué felicidad pertenecerle por su elección! Todos los cristianos pertenecen esencialmente a María, pero, ¡ay! la mayor parte no piensan en eso; los que le están consagrados en alguna cofradía se limitan con frecuencia a alguna practica exterior hacia ella; todas las Ordenes religiosas se glorían de honrar a María, pero parcialmente y de diversas maneras. En cuanto a los que la miran como su Madre, ese título les recuerda que le pertenecen sin reserva, y de la manera más perfecta. Su corazón es su morada, su tesoro y su modelo. Qué felicidad inefable habitar ese tabernáculo sagrado, la morada querida del Verbo encarnado, considerarla como su tesoro y por consecuencia apegarse únicamente a ella. Después del amor de su divino Hijo, el suyo tiene el primer lugar. Qué estímulo para la virtud si la miramos como un modelo del que nos proponemos imitar todas las virtudes y copiar todos los caracteres en su conducta. Su profunda humildad, su inalterable paciencia, su ardiente amor por Dios y toda su caridad hacia el prójimo. Debemos sin duda no descuidar rendir exteriormente a la Santísima Virgen todos los deberes por los cuales se puede honrarla, pero las personas que la aman más se aplican, como lo hace usted, querida y respetable amiga, a expresar su devoción hacia ella más interiormente por una conformidad perfecta de sus sentimientos con los sentimientos del Corazón de María, y por ella con los del Corazón de Jesús. Es el objetivo de todas sus santas prácticas, de sus compromisos. Si se toma bien su espíritu, es sobre todo por ahí que se marcha sobre las huellas de María en el seguimiento de Jesús; su pobreza ha sido semejante a la suya dueña de todo, ella se ha despojado de todo. ¡Qué lección para los que desean imitarla, mirar todos los bienes terrestres como algo ajeno y muy por debajo de ella! La excelencia de su castidad está muy por encima de todo lo que las inteligencias creadas pueden concebir. Las que…. 100


(Esto estaba escrito al fin de una carta del P. de Clorivière del 25/08/1808. No se ha encontrado el fin de esta carta) 15 diciembre 1805 Estamos siempre muy preocupadas ´por usted, mi querida amiga, y sabemos con gran placer que la mejoría de su Señora madre (Señora de Lastic) se afirma. Se necesita siempre mucho cuidado en esta estación, y mantener bien abrigado su brazo enfermo de miedo a que el frío aumente sus dolores. Reciba, mi querida buena amiga, todos los votos de mi corazón por la perfección y la consolación de su querida alma. Le deseo sobre todo para comenzar el nuevo año una unión íntima con nuestro divino Salvador, una respetuosa familiaridad que la lleve a hablarle de todos sus obstáculos, de todas sus dificultades, de todas sus penas; a confiárselas como a su mejor Amigo, al único que puede y que quiere ayudarla a desenredarse de todo y a hacerle un mérito de todo lo que Él le envía. Estemos bien seguras de que todo lo que El permite que nos suceda es para nuestro mayor bien, que todo se vuelve en bien de los que aman al Señor. Pidámosle en su Nombre al Padre celestial todas nuestras necesidades…

26 diciembre 1805 Encuentro, mi querida amiga, esta carta empezada para usted. La aflicción que el Buen Dios me ha enviado, mi querida buena amiga, en la pérdida dolorosa que acabo de sufrir golpe a golpe, me ha impedido poder continuarla. Experimento un dolor muy sensible, al saber a la vez la muerte de mi hermano, el obispo de Auxerre, y la de mi hermana que lo ha sobrevivido sólo doce días. El primero ha sucumbido muy pronto a un catarro, y mi hermana que había pasado la mayor parte de su vida con él, estaba ya enferma, y a pesar de la resignación que ha mostrado, la débil naturaleza no ha podido soportar esta pena: se declaró una fiebre biliosa, ha sufrido extremos dolores con una gran paciencia, y ha buscado y encontrado consolación sólo en los auxilios de la religión; yo los necesitaba mucho al saber esta triste noticia. Recomiendo al uno y la otra a sus oraciones, y le ruego muy insistentemente, querida amiga, en nombre de la amistad que nos une, que se acuerde de ellos delante del Buen Dios, y que le pida para mí la resignación y el espíritu de sacrificio que me es necesario. Nadie sabe mejor que usted, sensible como es, cuánto afectan al alma estas penas del corazón. Mis nervios se resienten también, el rigor de la estación los ha irritado mucho, y esos acontecimientos afectan mucho mi pobre salud. Nuestra digna amiga Adela ha puesto todos sus cuidados para anunciarme mi desdicha con toda clase de precauciones. Qué le diré por fin, querida amiga, si no es que estamos en un valle de lágrimas en el que hay que vivir hasta que vayamos a reunirnos con los que nos adelantan en nuestra celestial Patria. Todo nuestro cuidado debe ser prepararnos a eso por la fidelidad a todos nuestros deberes y la unión con nuestro divino Salvador. Deseo mucho tener buenas noticias de la salud de todas ustedes; ofrezca, le ruego, mis respetuosos homenajes a su Señora madre y tenga a bien recomendarme, así como mis familiares, a sus oraciones y a las de la Srta. Aline. Tengo el honor de ser, con el más respetuoso y a la vez más tierno sentimiento, toda suya en unión con N.S. y su Sta. Madre. 101


30 mayo 1806 Aprovecho una ocasión para decirle una palabra y agradecerle su amable carta y la dulce esperanza que me da de volver a verla pronto. ¡Dios quiera aplanar los obstáculos que se opondrían a nuestros deseos que tienden a una reunión formada para su gloria y el bien de las almas! En la espera, roguémosle que conserve nuestros espíritus y nuestros corazones en el amor y la práctica de su santa voluntad que debe ser el primero y el más querido de nuestros deseos. Me alegro mucho de que no vea más obstáculo en la salud de su querida mamá; agradezco al Buen Dios por ello y la felicito. Este tiempo de prueba no les ha sido inútil a las unas ni a las otras, en particular a nuestra querida Aline. Es una alegría para mí enterarme de sus progresos en la virtud. Pues me intereso totalmente en ello le ruego, en nombre de la amistad, que tenga un poco más de cuidado de su salud que ella desea tan bien emplear al servicio de Dios. Deseo mucho también que esté usted más contenta con la de la Srta. Serafina. Tenga a bien llamarme al recuerdo de todo lo que le es querido. La posición de nuestro amigo Solitario (P. de Clorivière) es la misma; él está muy ocupado de usted y de su regreso. Nuestro amigo le envía sus tiempos libres que le interesarán y, si no me engaño, la animarán mucho en la práctica de lo que hay de más sutil y de más fino en la obra que ha emprendido, y le darán un nuevo valor para continuarla, a pesar de las dificultades que se presentan a cada paso. El regreso del que se habla no se ha efectuado aún, lo anuncian muy próximo. El Abate que usted conoce, que ha venido a verme hace poco tiempo, nos muestra siempre la misma buena voluntad. Creo mucho, mi querida amiga, que le cuesta, cuando piensa que tal vez estará obligada a hacer el sacrificio de intereses muy queridos, pues se refieren a personas que más ama. No piense demasiado en eso por anticipado, mantenga solamente su corazón en la resignación a todo lo que puede suceder. Si el acontecimiento es contrario a sus justos deseos, Dios le dará la fuerza para soportarlo; usted adorará la mano que permite e implorará sólo a la que sostiene. El Buen Dios le tendrá en cuenta el deseo que usted tenía de procurar su gloria y de contribuir a hacerlo amar y servir, tanto por el restablecimiento de las religiosas que han perdido a su superiora como por la estada que usted proyectaba hacer en un campo en el que el Buen Dios es tan poco conocido. ¡Qué diferencia, querida amiga, entre el Señor que nosotras servimos, que se contenta con nuestras intenciones, y el mundo que no nos tiene en cuenta, la mayoría de las veces, nuestros trabajos más penosos, si el efecto que no ha dependido de nosotros no ha respondido a nuestros deseos! Felicitémonos de nuestra dicha de pertenecer a un Señor tal como el nuestro, y que nuestra tierna caridad hacia el prójimo nos compromete a hacer compartir el bien del que gozamos al mayor número de almas que nos es posible, y muy particularmente a todo lo que nos rodea y nos es querido. Tengo noticias de la Sra. de Buyer que no nos deja totalmente sin inquietud: ella escribe sólo algunas líneas, está de una debilidad asombrosa; se dice sin embargo que no hay peligro; Dios lo quiera. 102


Mi salud va un poco mejor desde dos días, mis noches han sido menos malas. Ore mucho, querida amiga, se lo ruego, para que yo esté bien resignada a todo. He visto con mucho gusto a las Damas de Santa María con su hábito; el abate Jeauffret les ha dado un retiro admirable, me han dicho, digno de un personaje versado en la práctica de las virtudes religiosas. Adiós, toda suya en los Corazones sagrados. Su amiga por la vida Adelaida

3 septiembre 1810 Usted es muy buena, mi querida y respetable amiga. Yo no dudaba de toda la parte que usted toma en mi desdicha por la que ha tomado en la situación en que yo estaba con ocasión de su paso por aquí. Aunque estuviera preparada desde mucho tiempo para el sacrificio, me ha aterrado sin embargo. Recomiendo mucho este querido hermano a sus oraciones. Yo también me recomiendo mucho, mi querida amiga, y le ruego que reciba así como sus hijas, toda mi sensibilidad por el interés que ustedes me manifiestan. No sabría decirle cuán penetrada estoy por eso. Cualquier necesidad y cualquier deseo que yo tuviera de cambiar de aire, me es imposible alejarme y aprovechar su invitación, mi querida amiga. Habría sido seguramente un gran bien para mí en todos los aspectos poder pasar algún tiempo con ustedes, y soy muy sensible a su invitación. Tenga a bien ser mi intérprete junto a la Sra. de Croisy, agradecerle su recuerdo y pedirle sus oraciones. Usted no dude, mi querida amiga, que yo una mis votos a los suyos por el éxito de la leche de burra y por todo lo que le preocupa para la querida serafina. Deseo que su pequeño viaje le haya hecho bien. Nuestro respetable amigo ha sido muy sensible a su recuerdo y le ofrece sus respetos. Hemos conversado de la casa que usted proyecta conservar. Consulte al Buen Dios sobre ese partido, querida amiga, luego sus facultades; y haga lo que le parecerá más conveniente, lo que usted aconsejaría a otra en su posición. Un medio seguro de no dejarse engañar por el amor propio es pensar si, pensando en eso delante de Dios, no sentimos ningún reproche, si nuestra intención es bien pura y tan recta delante de Dios que a la hora de la muerte nuestra conciencia no tuviera nada que reprocharnos sobre eso. Yo siento todas sus razones de tener una pequeña habitación en el campo y el agrado que hay en eso. Y usted puede actuar, después de haber reflexionado, de manera que no tenga luego ninguna pena por lo que ha hecho.. La Srta. d’Ac. le habla de una cocinera, en el caso que la suya no se quede; yo creo que es una buena persona, pero que hay que dejarla en la sencillez de su vestido. Adiós, querida amiga, toda suya con la más tierna y la más respetuosa adhesión en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Adelaida 103


CARTA a la Señorita de FERMONT 7 septiembre 1805 Nos dan esperanzas para nuestro amigo. Si se realizan, según toda apariencia, la Providencia lo conduciría de su lado; en la espera, él se ha ocupado en escribir una circular para su rebaño, sacada de la segunda Epístola de San Pedro. Somos los hijos de María; esa felicidad es inestimable; es sobre todo por ella que cumplimos las intenciones de Jesús. Dios quiere que glorifiquemos a su Hijo, sin esto no lo glorificaríamos a El mismo. Jesucristo quiere que se honre a su Santa Madre, sus grandezas, la gloria de su triunfo y la omnipotencia de su crédito. ¡Qué felicidad pertenecer a una creatura tan querida por Dios, tan singular en todo, tan elevada por encima de todo lo que es creado! ¿qué ventajas inestimables no se sacan d ahí? Ella es el canal de la gracia de la que Jesucristo es la fuente, que se complace en derramar en nosotros por ella, que El ha establecido la dispensadora de todos sus dones. No se es santo en esta vida, no se es feliz en la otra, no se es elevado en el cielo sino en la medida que se pertenece más a María. Es lo que distingue a los más grandes santos. Pero ¿cómo pertenecemos a María? Todos los cristianos sin duda pertenecen esencialmente a la Madre de Dios. Pero, ¡ay! la mayor parte no piensan en eso. Los que le son dedicados en alguna cofradía se limitan a algunas prácticas exteriores; todas las Ordenes religiosas se glorían de honrar a María, pero parcialmente y de diversas maneras. Pero para nosotras, Hijas de su Corazón, nuestro nombre nos recuerda que le pertenecemos sin reserva y de la manera más perfecta. Su corazón es nuestra morada, nuestro tesoro, nuestro modelo. Si es nuestra morada, esforcémonos por habitar el tabernáculo escogido, la morada sagrada del Verbo encarnado; si es nuestro tesoro, que sea después de Jesús el único objeto de nuestro amor; si es nuestro modelo, fijemos continuamente los ojos en él para imitar todas sus virtudes y copiarlas en nuestra conducta: su dulzura, su humildad, su paciencia inalterable y su ardiente caridad hacia Dios y el prójimo. Tenemos la felicidad de pertenecer a María como hijas suyas. ¡Qué debemos hacer en consecuencia? Sin duda no debemos descuidar honrarla exteriormente, pero debemos apegarnos a hacerlo interiormente por una perfecta conformidad de nuestros sentimientos con los sentimientos del Corazón de María, y por ella a los del Corazón de Jesús. Es el objeto de nuestra consagración y de nuestros votos, tomemos bien su espíritu; es sobre todo por ahí que marcharemos sobre las huellas de María en el seguimiento de Jesús. La pobreza de María ha sido semejante a la de su divino Hijo: dueña de todo, ella se ha despojado de todo. La excelencia de su castidad sobrepasa todo lo que las inteligencias creadas pueden comprender. Su obediencia ha sido perfecta y continua. Ella no ha hecho jamás su voluntad propia, siempre la ha sometido a la de otros. A su ejemplo, miremos todos los bienes de la tierra como algo ajeno y muy por debajo de nosotras. Miremos nuestro cuerpo y nuestros sentidos como una víctima que debemos sacrificar sin cesar; nuestra voluntad como la cosa más excelente y la más agradable a Dios cuando se le somete, pero también como la más perniciosa y la más funesta cuando se la refiere a sí. Seamos muy fieles en la observancia de las menores reglas y tengamos cuidado de dirigirnos, en nuestros menores actos como en los más grandes, por la más pura intención. Se puede esperar todo de la protección de María. Ella puede decir como su divino Hijo “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra”. Pongámonos en condiciones, por nuestra viva confianza, nuestro ardiente amor, de 104


merecer y experimentar los efectos consoladores de su protección, que ella está siempre pronta a conceder a sus hijos.

CARTA a Señora CHIFLET 30 mayo 1808 He recibido, Señora y muy querida amiga, la carta que usted me ha dado el consuelo de escribirme. Bendigo a Nuestro Señor por haberle conservado los días que nos son tanto más preciosos cuanto usted los destina, como lo ha hecho desde largo tiempo, a su gloria y al alivio corporal y espiritual del prójimo. La pérdida común que hemos tenido le es como a nosotros muy sensible. La voluntad de Dios que nos ha quitado ese fruto ya maduro puede sola calmar nuestros corazones, y las disposiciones tan perfectas en las cuales ha vivido y ha muerto esta querida Amiga son para nosotros el motivo de la más sólida consolación y un aguijón que nos urge a marchar sobre sus huellas. Sus máximas son admirables. Felicito a todas las que han estado bajo su dirección por haber sido alimentadas con tales consejos y tales ejemplos, en particular usted, querida amiga, que ha vivido largo tiempo con ella y que el cielo destinaba a reemplazarla. Ella la amaba mucho para no obtenerle de nuestro divino Señor todas las gracias que necesita en la posición en que está. ¿Qué puedo decirle, Señora, después de todo lo que ella le ha dicho, si no es recordarle en cada circunstancia lo que ella hubiera dicho, lo que ella hubiera hecho, y de imitarla pisoteando el respeto humano y el amor propio, el mayor enemigo del amor de Dios? Una viva confianza en Dios acompañada de una profunda humildad la hará triunfar de los obstáculos que se encuentran en el camino de todas las almas que se aplican a la perfección y quieren seguir de más cerca a su divino Maestro. Nuestro respetable amigo está en su retiro muy ocupado de usted y de la pérdida que ha tenido; él se alegra como yo de su conservación. Yo comparto muy sinceramente, Señora, el deseo que usted me manifiesta de conocernos. Yo tengo desde un tiempo una salud que no me permite hacer proyectos de un día para otro. Si el Buen Dios me deja el tiempo y las circunstancias me proporcionan la ocasión, será para mí una verdadera satisfacción conocerla, edificarme con usted y animarnos recíprocamente en la práctica del divino Amor. Deseo que usted haga cada día nuevos acrecentamientos y que, por sus consejos fortalecidos con sus santos ejemplos, atraiga un gran número de almas a la virtud. Estoy muy conmovida por el estado de nuestra querida Señora de Buyer. Ruego mucho al Buen Dios que nos la conserve. Creo que cuando su salud y sus asuntos se lo permitan, ella tendrá un gran placer en ir a verla. He visto a la Sra. de Montjoie con su hábito; he aprovechado un pequeño intervalo de salud para gozar de esta consolación. Ella me ha contado la alianza de su sobrina con el hermano de usted, de la que ella se felicita mucho. Le ruego se encargue junto a toda nuestra familia de la expresión de todos mis sentimientos, y no dude jamás del verdadero interés con el que estoy penetrada en particular por usted, querida y respetable amiga. Su amiga afectísima en los SS. CC. 105


Adelaida La Señora de Carcado es muy sensible a su recuerdo; el suyo está muy especialmente grabado en nuestros corazones.

CARTA a Srta. Teresa FAVIER45 Sábado Santo Ha ahí, mi querida Terea, a la joven que le he anunciado. Se la recomiendo particularmente, como un alma rescatada por la Sangre de N.S., su madrina que me la envía desea que no se la presione sobre el trabajo, aunque ella trabaja bien, pero es preciso que se ocupe – imagino que al ver a las otras lo hará por sí misma – ella trabaja en ropa blanca y borda muy bien Lo esencial es ocuparla mucho de Dios y de su salvación, lo que ella necesita mucho; ella iba donde el Sr. Feutrier, pero se ha convenido que irá a aquel que usted la lleve. Yo pienso que el Sr. Coulon querría bien tener esta caridad. Es una pequeña misión que usted va a hacer con esta joven; recíbala hoy de parte del Corazón de su Sta. Madre. Vigílela con cuidado para que ella no perjudique a las otras; si es posible, que ella no se separe de usted o de su hermana. Me dicen que no se cree que haya hecho faltas graves de conducta; ella tiene un buen corazón y franqueza; trate de ganar su confianza. Adiós, toda suya, mi querida niña, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. La joven ha prometido a la Sra. de Vibraye, su madrina, que se prestará a lo que usted exija de ella y ocuparse de su salvación. ¡Quiera Dios que cumpla su palabra!

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Teresa Favier, 30 calle san Víctor, en París. Nacida en París en 1792, hizo su consagración en 1809 y sus votos en 1810. Era obrera en vestidos, y para entrar en el espíritu de celo y de caridad de la Sociedad tomó con ella a jóvenes que formaba en la virtud al mismo tiempo que en el trabajo. El bien que ha hecho es incalculable, y eso sin ruido, sin ostentación, siempre humilde y modesta. Murió el 15 de abril de 1842.

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CARTA a Srta. Emilia GERRIER 15 abril 1807 No quiero dejar pasar esta ocasión, mi buena Emilia, sin darle señales de mi recuerdo y mi amistad, y manifestarle la parte sensible que tomo en lo que sufre su corazón por el estado habitual de salud de su querida Madre y Maestra (Señora de Buyer, Superiora de Dole). Mi corazón sufre mucho también por saberla siempre enferma; su adhesión y todos los sentimientos que usted tiene por ella son un consuelo para mí. Sé que ella es cuidada con mucho afecto. La comprometo mucho, mi querida niña, a hacer nuevos esfuerzos, con la gracia del Buen Dios, para hacerse muy fiel a todo lo que El pide de usted. La dulzura y la paciencia son, como usted me lo dice muy bien, La virtudes a las que usted debe apegarse más, porque son de un gran ejercicio en el curso de la vida, y muy particularmente en el estado de dependencia en el que la divina Providencia la ha colocado, para el mayor bien de su alma. Manténgase atenta, lo más que le sea posible, a la presencia de un Dios que tiene siempre los ojos sobre usted, y que le presenta ocasiones para renunciar a usted misma para que se vuelva más agradable a Él. Esa felicidad de agradarle, de la que estamos seguras en cada ocasión en que nos renunciamos por amor a Él debería bastarnos, sin hablar de la recompensa eterna que está unida a la más pequeña acción hecha por Dios, que pasa en un momento. Toda la vida nos es dada para amasar tesoros en el cielo. Pensemos, mi querida amiga, cuán preciosos deben sernos todos los momentos de nuestra vida, puesto que no hay ninguno en el que no podamos, si queremos (pues eso depende de nuestra voluntad, con la ayuda de la gracia de Dios que no nos falta jamás) merecer una corona más rica que la de los más grandes reyes y emperadores de la tierra. Vea siempre a N.S. Jesucristo en aquellos que le tienen su lugar, en particular, considérelo siempre en la persona de la Sra. de Buyer. Si usted se penetra bien de este pensamiento, no se le ocurrirá responderle de una manera poco conveniente y resistirle; si le sucede hacerlo ´por fragilidad y falta de vigilancia sobre usted misma, repare esto tan pronto como se dé cuenta, y guárdese bien de desanimarse por sus faltas: es una trampa del demonio que la perjudicaría mucho. Tenga además hacia su señora que es al mismo tiempo su Madre una confianza filial y una gran abertura de corazón. Tengo mucha consolación al verla siempre muy apegada a su santo estado: es para nosotras el camino del cielo; tratemos de avanzar en él cada día sobre las huellas de Nuestro Señor y de su Sta. Madre. Sírvase para eso de todo lo que se presente, bien persuadida de que todo lo que nos sucede en el proyecto de Dios que debe ser el nuestro, es propio para hacernos avanzar en la virtud. Tome en los Corazones sagrados de Jesús y de María a los que tenemos la dicha de estar consagradas, todo lo que le es necesario para adquirir alguna conformidad con ellos en sus sentimientos y toda su conducta. Ore mucho por mí. Soy toda suya, mi querida niña, con un muy sincero afecto en los Divinos Corazones. María Adelaida Nuestro buen Padre es muy sensible a su interés y ora por usted, así como la Sra. de Carcado y el Sr. Bourgeois. Nuestras amigas la saludan, Agata quiere ser nombrada.

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21 octubre 1807 No quiero dejar partir a la Sra. Chiflet, mi buena Emilia, sin decirle cuán ocupada estoy de usted. Espero, mi querida niña, que usted tiene como nosotras, una amiga y una protectora en el cielo; oremos sin embargo, y la exhorto a continuar haciéndolo como lo ha hecho ya. Me intereso mucho en usted, y el sentimiento de la pérdida que hacemos, y yo en particular, de una hermana y de una compañera tan querida, me recuerda incesantemente a usted, independiente de mi verdadero interés por usted. La recomiendo mucho a la Sra.Chiflet, y tengo verdadera impaciencia por saber la decisión que usted toma. Será para mí una consolación tener noticias suyas. La Sra. Chiflet que acaba de pasar tiempo con nosotras, con nuestra gran satisfacción, le dirá de las nuestras en detalle, así como el Sr. d’Aubonne con el que he conversado de usted en quien él se interesa mucho; él se encargará de colocarla bien. Yo habría deseado mucho que pudiera ser junto a alguna de nuestras amigas que reemplace junto a usted a nuestra querida Sra. de Buyer. Cuando me escriba, deme noticias de su salud, de la que estoy preocupada, y del querido pequeño Estanislao (el hijo de la Sra. de Buyer). Ruego, mi querida niña, al divino Corazón de Jesús y al de su Sta. Madre, a los que mi querida Emilia está consagrada, que se encarguen de todo lo que la concierne, tanto para lo espiritual como para lo temporal, y pido al Buen Dios que ella sea de El más que nunca. Con estos sentimientos, mi querida niña, deseándole mil bendiciones y pidiendo al Buen Dios las consolaciones que necesita, Su amiga afectísima María Adelaida de Cicé Todas nuestras amigas desean que les haga mención de usted, en particular la Sra. de Carcado, y mi Agata no quiere ser olvidada.

21 octubre 1808 Recibí su carta, mi querida Emilia, y mi intención era responderle por el Sr. Abate d’Aubonne, que seguramente se lo habrá dicho; su partida ha tenido lugar en un momento en que yo no lo esperaba, de manera que él no ha podido llevar ninguna de mis cartas, aunque algunas estaban hechas; pero estando partido para el correo, lo que él no contaba ni yo tampoco, he sido sorprendida. Yo no había respondido a su carta, mi querida niña, por falta de ocasión; no sé aún cuándo le llegará ésta, pero es conveniente que nos escribamos de esta manera para no confiar al correo nuestros pequeños asuntos, que se refieren sólo a lo interior. Me he informado mucho de usted con el Sr. d’Aubonne; he quedado encantada al saber que está tan bien colocada y que se encuentra incluso en condiciones de cumplir sus ejercicios de piedad; bendigo con usted a la divina Providencia por eso. Es el tiempo, mi querida Emilia, de hacer provisiones y de hacer su piedad independiente de las condiciones en que pudiera encontrarse si, más adelante, cambiara su posición. Apéguese para esto a reconocer en todo la voluntad de Dios, y si lo hace esté contenta. Que el ejercicio de la santa presencia de Dios tenga para usted el lugar de oraciones cuando no pueda hacerlas. Sea fiel a hacer todo lo que hace, sin excepción, para agradar a Dios; tome la costumbre de ofrecerle, en la medida que pueda, todas sus acciones, no se contente con la ofrenda general que se 108


hace por la mañana: tenemos necesidad de recordarnos con frecuencia del objetivo único al que tendemos que es Dios: ofrézcale también todas las pequeñas penas y contradicciones que se encuentran en su estado. Veo con mucha consolación que usted ya no se desanima tanto por sus miserias, que recurre con frecuencia al Buen Dios y que El le hace muchas gracias; le agradezco con usted de todo corazón, m querida niña, estoy muy contenta con sus disposiciones, espero que el Buen Dios lo esté también, trate que El lo esté siempre más, pues en el camino de la perfección en el que la ha puesto por su gracia, sin que usted lo haya merecido, se retrocede si no se avanza. Se lo repito, mi querida Emilia, sus cartas nos han dado mucha satisfacción, se lo digo en particular de parte de nuestro respetable amigo que me ha encargado de eso, no pudiendo escribirle él mismo. Rogamos el uno y la otra al Señor que le conserve sus buenos sentimientos y la haga más y más fiel, a fin de que pueda unirse tan frecuentemente como sea posible a El en la Sta. Comunión. Cuando esté privada de esa felicidad, estando en el campo o de otro modo, sea muy fiel en hacer la Comunión espiritual, recibirá las mismas gracias y los efectos serán los mismos, cuando no sea por su culpa que usted no comulgue. Apéguese a la más perfecta obediencia; considere siempre al Señor en las personas a las que debe obedecer, es lo que da valor a esta virtud; no se apene por hacer las buenas obras que ve hacer a otros y que podrían perjudicar los deberes de su estado, en los cuales debe encerrarse como lo hace. Sin embargo, no descuide, cuando encuentre la ocasión, hacer bien al prójimo, es el deber de una Hija del Sto. Corazón de María que debe ser por todas partes el buen olor de J.C…. palabras edificantes, acompañadas por buenos ejemplos, harán mucho. Invite tanto como pueda, a las personas que se alejan de los sacramentos, si tiene alguna relación con ellas, a acercarse a ellos; si depende de usted darles la facilidad para hacerlo, hágalo en el deseo que usted debe tener de contribuir a la salvación de las almas que su divino Esposo ha rescatado al precio de toda su sangre. Tenga mucho cuidado de conservar la caridad y la unión fraternal entre usted y sus hermanas; haga para esto, en la ocasión, todos los sacrificios que el Buen Dios pueda pedir de usted. Adiós, mi querida niña, no me olvide en sus oraciones. Le deseamos mil bendiciones celestiales: esté bien segura del tierno interés que me inspira. Hace tiempo que no he oído hablar del joven Estanislao de Buyer, he sabido que estaba en buenas manos. Si lo ve alguna vez, háblele de mí. Soy toda suya, mi querida niña, en los Corazones sagrados de Jesús y de María. Su verdadera amiga, Adelaida Mi Agata y todas nuestras amigas que la conocen le dicen muchas cosas.

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CARTAS a Srta. Victoria PUESCH 4 noviembre 1807 Comparto todos los sentimientos que nuestro venerable amigo le expresa, mi querida Victoria, y me remito como él a todo lo que el respetable Sr.Guèpin encuentre conveniente. Mi salud no es buena en este momento, a consecuencia de la pérdida que he tenido de un sobrino que he cuidado día y noche, lo que me priva de decirle más y de escribir a la Sra. María Teresa, la Sub-priora, nuestras buenas amigas Bourguignon y Gaillard. Tenga a bien ser junto a ellas la intérprete de mis sentimientos respetuosos para la primera, y testimonio de amistad para las otras dos, sin olvidar a sus amigas. Diga, se lo ruego, a la Srta,.Gaillard, que su hermano y su familia estaban preocupados de ella hace algunos días, ella haría bien en escribirles. Yo ruego a Nuestro Señor y a su Sta. Madre que la fijen para siempre en sus Corazones sagrados y le hagan encontrar ahí la paz de su alma y la gracia de contribuir hasta su último suspiro a hacerles conocer, amar y glorificar. Esos son mis deseos para usted y para nuestras amigas en este nuevo año, no formando con ellas y con usted sino un corazón y una alma. Su amiga afectísima en el Señor María Adela Mi profundo respeto al Sr. Guèpin , a las Damas Carmelitas; uno mis votos a los de ellas y a los de usted y todas por la conservación de ese respetable Superior.

17 mayo 1810

Soy muy sensible, mi querida amiga, a las señales de su recuerdo; me alegra mucho verla reunida con personas de nuestra familia, y que sepa apreciar en particular la felicidad de verse a los cuidados de un tan excelente padre y de una tan buena madre. Deseo muy vivamente y uno mis votos a los de todas ustedes por la conservación de un tan estimable y virtuoso padre de familia. No es lo mismo permanecer en casa de extraños, usted debe sentir la diferencia, y veo, por lo que me ha dicho, que lo hace. La invito a mucha unión con sus hermanas; hay una a la que conozco particularmente y que me es muy querida: es Luisa. Le ruego que le diga mil amistades por mí. Yo me intereso en todas, aunque haya varias personas de la familia que no he visto; las llevo a todas en mi corazón, y muy particularmente usted, mi querida Victoria, y no la olvido delante del Buen Dios. Imploro para usted y para mí, en estos santos días, la venida del Espíritu Santo con la abundancia de sus dones. Preparémonos a recibirlo con la más humilde docilidad a sus inspiraciones, sumisas siempre a la obediencia que es el único camino seguro para no extraviarnos. Toda suya en los Corazones sagrados. Ofrezca mis homenajes respetuosos a la Señora Superiora y Subpriora de las Carmelitas. Le envío el libro que usted desea. 110


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