Vampiros 02

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Al caer la Noche SHANNON DRAKE 2° de la Serie Vampiros

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Al caer la Noche SHANNON DRAKE 2° de la Serie Vampiros

SHANNON DRAKE Al Caer la Noche When Darkness Falls (2000) 2° de la Serie Vampiros

AARRG GU UM MEEN NTTO O:: El terror se apodera... En un cementerio escocés barrido por el viento, las vacaciones sin preocupaciones de Jade MacGregor en el extranjero se ven afectadas por una tragedia aparentemente al azar. Un año más tarde, de vuelta a casa en una sombría calle del barrio francés, ella vislumbra un rostro extrañamente familiar. Coincidencia, ¿o algo más preocupante? Y la inocencia muere... Rodeado por sus amigos y absorta en su trabajo, Jade debe sentirse segura. Pero alguien se rastreando todos sus movimientos. Alguien que sabe lo que vio en aquella tarde hace mucho tiempo. Alguien que va a tratar de rescatarla del mal que está esperando para destruirla.

SSO OBBRREE LLAA AAU UTTO ORRAA:: El nombre real de Shannon Drake es Heather Graham, aunque son varios los seudónimos que utiliza a la hora de escribir novela romántica. Es una de las autoras norteamericanas cuyos libros aparecen invariablemente en las principales listas de superventas de Estados Unidos, New York Times y USA Today, es licenciada en artes escénicas por la Universidad de Florida. Después del nacimiento de su tercer hijo, decidió ponerse a escribir, que era lo que realmente le gustaba. Sus primeros relatos cortos eran de corte romántico y de terror. Desde 1982, tras la venta a una editorial de su primer libro, ha firmado bajo sus diferentes pseudónimos más de cien novelas. Su obra ha sido traducida a muchos idiomas, y galardonada con muchos de los premios más célebres de su país, como el Romantic Times, Walden Books, B. Dalton, Georgia Romance Writers, Affaire de Coeur. Heather adora viajar y todo lo que tiene que ver con el agua. Casada desde su graduación en la escuela superior y madre de cinco hijos, su amor más grande en la vida sigue siendo su familia, pero también cree que su carrera ha sido un regalo increíble, y da las gracias todos los días por estar haciendo algo que adora para ganarse la vida.

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CRÉDITOS CAPÍTULO Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20

TRADUCTORA Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Norma Eva 26p Norma Norma Norma Norma Norma

CORRECTORA Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa Marian Vanesa Vanesa Vanesa Vanesa

Coordinación: Sonyam Corrección General: Sonyam y Masoliz Edición: Mara Adilén

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EESSAA CCRRIIAATTU URRAA DDEE LLAA N NO OCCHHEE… … Con su nudillo, él alzó su barbilla. Besó sus labios. ―Tonta, ―dijo, sus ojos de carbón insondables ―¿Por qué viniste? —Y la sujetó cerca, sin buscar una respuesta, pero ella le dio una de cualquier manera. ―Porque te amo, ―dijo simplemente. Sus brazos se apretaron alrededor de ella. Sintió el calor profundo y la tensión erótica de sus labios contra su carne. ―Si me amaras, también, ―susurró ella. ―Si tomaras mi sangre, si me drenaras hasta el punto de la muerte... la química podría combinarse, las estrellas podrían colisionar. Algo podría ocurrir que pudiera... Él se había inmovilizado. Calma total. ―¿Algo que me pudiera humanizar otra vez? ―Sí, ―dijo ella suavemente. Él rodó, sus dedos deslizándolos contra los de ella, mientras atraía su peso sobre ella, su cuerpo y ojos maniatándola en la noche. ―¿Y si no? Si la química, las estrellas, los sentimientos... el corazón simplemente no son suficientes... ¿Qué pasará si eres condenada, y nada más? Ella sintió el poder de su fuerza. Su agarre fue casi doloroso. No sabía que significaba aquello pero no se sobresaltó. ―Estoy dispuesta a arriesgarme, ―dijo.

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PPRRÓ ÓLLO OG GO O La Tumba… ―Así que quieren tener miedo, ¿eh? ¿Realmente miedo? ¡Entonces esto es lo más oscuro, más profundo, en las entrañas de la tierra! —Exclamó el guía turístico, dramáticamente, barriendo una sección de su manto negro sobre su hombro. Tenía un acento agradable, civilizado de Edimburgo. Erres que rodaban. Limpia articulación. ―Sí. Más profundo. Para aquéllos de ustedes que se mofan de los fantasmas de simples asesinos, de los aullidos merodeadores de sus víctimas, iremos adelante. ―¡Ya no puedo esperar! ―dijo Jeff Dean, un chico de la universidad de pelo oscuro, guapo. ―¡Sí, adelante, llévenos adelante, por el bien de cielo... que estoy temblando en mis pantalones! ―Agregó su cita, Sally Adams. Ella era una rubia bonita que lograba arruinar el efecto de su juventud y belleza con una blusa muy ajustada y una corta, corta falda. Su lápiz labial era mucho más rojo que su coloración y cubría más de su cara que sólo sus labios. Fingía estar aburrida, pero se agarraba del brazo de Jeff. ―¡Por amor a Dios, sí, por favor haga algo espeluznante! Eso vino de otro de sus compañeros, un joven alto, flaco, pelirrojo llamado Sam Spinder. Su actitud era aburrida y burlona también. Jade MacGregor había venido con los tres y otros seis visitantes de edad universitaria. Se había reunido con el grupo antes al ir de excursión al castillo; Habían sugerido la excursión de noche. Aunque eran un grupo menor... niños ricos visitando Europa con el dinero de sus padres... y ella era una escritora y editora completamente nueva, dedicándose a un viaje acerca de estilos de vida medievales, había encontrado la excursión intrigante, e importante para su trabajo, así que se había integrado al grupo. Había venido a Escocia por su cuenta, algo que había querido hacer, pero ir de excursión a un país extranjero a solas podía ser realmente solitario. Los jóvenes en el grupo tenían veintiuno y veintidós... para sus veinticinco... no era como una gran distancia en edad... pero ella ya se sentía como si tuviera cincuenta y viviera en un perpetuo reino de fútbol inmaduro, fraternidades, drogas, y rock and roll. Había quedado consternada al descubrir el grado de consumo de drogas recreativas que este grupo tenía... ellos habían venido con un arsenal de píldoras y una colección variada de cosas para fumar. Que tomaran semejantes oportunidades en un país extranjero parecía excepcionalmente... preocupante para ella, y le habían gastado bromas acerca de no integrarse al grupo. Sin embargo, la excursión resultó ser divertida y entretenida. La noche era hermosa, una luna llena creciente. Era otoño, y el significado comercial de Halloween había tocado a Edimburgo junto con supersticiones antiguas. Las calles estaban vestidas por el otoño y para Halloween; Demonios y Fantasmas adornaban los escaparates. Era una buena noche para estar afuera. Sus compañeros, sin embargo, estaban algo salvajes. Resultaban ser rudos también. No estaba realmente segura de lo que traían encima esa noche, pero los hacía temerarios y atrevidos... e insultantemente crueles.

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Disfrutaban de interrumpir con abucheos al guía, quien parecía tener la capacidad de asimilar todo eso caminando a grandes pasos. ―¡Tiemblo de miedo ya! ―dijo Jeff, fingiendo un estremecimiento. ―¿De dónde sacaste ese rollo, ese acento... esa mirada? ¿De un drama de escuela secundaria? ¡Oh! ¡Estoy temblando! El comentario sarcástico dirigido al guía turístico era injusto, pensó Jade. Su guía era bueno... como de treinta años, alto, delgado, y sí, dramático, quizá un aspirante a Hamlet que había encontrado su sustento como historiador de excursiones, añadiéndole patetismo a sus recitaciones sobre la maldad de bastante tiempo atrás que había infestado las calles de Escocia. Él había obtenido gran placer y deleite ensalzando la inhumanidad del hombre, explicando muertes por la plaga, por la ejecución, y por asesinatos sucios. Habían pasado a la clandestinidad, donde la moderna ciudad había crecido sobre antiguos recintos, autopistas donde una vez se alojaron grupos familiares, tiendas, tabernas, y la vida de todos los días de unas personas. No más. Ahora, de noche, los subterráneos estaban vacíos... excepto por las excursiones. Los fantasmas eran introducidos en cuartos diferentes; Los asesinatos grotescos eran relatados detalladamente. Ésta fue, después de todo, la ciudad del asesinato de Hare y Burke, crimen real y espionaje, y la más extrema carnicería imaginable... e inimaginable en el mundo medieval. El apego a la historia del guía era muy bueno, Jade lo sabía, porque había estudiado mucho de eso. El guía los había conducido desde la parte de atrás del San Giles... donde niños fueron colgados alguna vez por tanto como robar una barra de pan... alrededor de calles sombrías, y luego abajo en los recintos. Una pareja mayor que iba con ellos habían dicho apreciativamente ooh y aah en los lugares debidos; Una pareja joven con niños de aproximadamente nueve y diez hacían preguntas y recibían respuestas admitidas por la mayoría, disfrutando completamente de la excursión. Había uno que iba solo en la excursión, mayor que el grupo de la universidad, pero por cuánto, Jade exactamente no podía decirlo. Era extremadamente guapo, con ojos oscuros fascinantes, del tipo que podría parecer ébano un minuto, y luego repentinamente encendidos al siguiente, una curiosa sombra café, aun... roja. Era alto, muy alto, quizás un metro noventa y cinco, y por su altura, parecía estar delgado, pero habiendo estado detrás o cerca de él en diversas de las paradas a lo largo de la excursión, Jade supo que sus hombros eran de gran amplitud y que debajo de la tela de su abrigo del traje de buen corte, era probablemente bastante musculoso. Observaba al guía de la excursión con interés. No había saltado en absoluto, ni coreado los oohs o aahs, pero había escuchado todo lo que el guía tenía que decir con un silencio respetuoso. S había mantenido en la parte de atrás del grupo, en las sombras, sin hablar. En verdad, sólo la multitud de la universidad... nueve en el grupo... había chiflado, se había burlado y había interrumpido con abucheos. La joven pareja y sus niños habían estado totalmente intrigados. ―¿A dónde vamos? ―Preguntó Tony, otro de los chicos. Había estado entre lo peor de los abucheadores, un jugador de fútbol con unos hombros y cabeza afeitada del tamaño de Cleveland y ningún cuello entre ellos. Parecía considerarse demasiado rudo para el concepto de miedo. Él y Jeff ya habían acordado ser voluntarios. Haciéndose pasar por hombres marcados como traidores, habían sido azotados ligeramente con el gato del guía o nueve colas, y habían vuelto sus espaldas en la multitud para un destripamiento ficticio y la ejecución en la horca.

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Habían hecho un chiste de los procedimientos, pero el guía había estado de acuerdo con toda su tontería. ―Tal vez no se supone que preguntemos, ―Marianne, la novia de Tony y, por raro que parezca, la más tímida y dulce en el grupo, sugirió con vacilación. ―No seas ridícula, ―dijo Ann, una pelirroja alta, delgada con el aire impaciente de un erudito aburrido. ―Si no preguntas... ―Su voz arrastrada; Alzó sus palmas. ―No llegarás a descubrirlo, ―dijo Marianne. ―Y saber si en realidad quieres ir o no, ―dijo Ann sabiamente. ―¡Oye! ―Repitió Tony ―Vamos, ella tiene razón. ¿Exactamente a donde es que vamos? ―Dijeron que querían tener miedo, ―les recordó el guía turístico. ―Sí, maldita sea, sí, mejor que lo que hemos visto hasta ahora, ―dijo Jeff. ―Así que dinos, ¿a dónde vamos? ―Hasta la muerte, ―les dijo el guía dramáticamente. ―¡Hasta la muerte! ―Repitió Jeff, usando su mejor imitación de Boris Karloff1. Jade acertó a notar que el hombre alto, silencioso en la excursión frunció el ceño ligeramente. Pareció darse cuenta de que ella le observaba. Sus ojos atraparon los de ella. Eran oscuros, increíblemente oscuros. Negro como la noche. No... más claros otra vez, ojos de clima, siempre cambiantes. Estaban cafés otra vez. Un color café tocado por fuego. Por un momento se sintió como si no pudiera alejarse. Una sensación extraña de calor la llenó. No fue simplemente una sensación; No podía alejarse. ¿O ella estaba simplemente haciéndose esto sí misma? ―¿Y dónde está eso? ―Sally, la rubia con la blusa ajustada, preguntó fuerte, rompiendo la extraño sensación que Jade había experimentado de ser como una polilla atraída a una llama. Sí, una polilla a la llama. La llama estaba en sus ojos. Ahora eran ojos ámbar... ojos de fuego, los ojos de un lobo por la noche. Atrayentes. ¡Sexy! Pensó ella. Un desconocido en una tierra extraña, se recordó a sí misma, incómoda repentinamente con la forma en la que se había sentido acerca de un desconocido. Oye, se advirtió a sí misma. Era lista y sabia. Inteligente, amistosa, pero instruida de la calle y cuidadosa. No del tipo que se enamora de un desconocido total bajo circunstancias extrañas. Sin embargo. Él imponía. Muy sexy. No sólo guapo, sensual, sexy. Esos ojos… Hum, esos ojos. Atraparon los de ella. Sí, ella lo observaba. Él lo sabía. ¿Le divertía? Quizá no. Pero sí, él la observaba también. ―Ya lo verás. ¡Primero nos detendremos en la Taberna de Ye Olde Hangman por un trago de whisky de escocés! O... una cerveza, o una ginebra con tónica, o aun un trago de vino fino, si ustedes tienen interés. ―El guía le dijo a Sally. Sally esnifó, indicando su duda que la Taberna de Ye Olde Hangman pudiera tener vino que ella considerara bebible, mucho menos disfrutarlo. Sally 1

William Henry Pratt (23 de noviembre de 1887 – 2 de febrero de 1969), conocido como Boris Karloff, fue un actor británico famoso por sus papeles en películas de terror. (El Monstruo de Frankenstein) Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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se alejó. Jade, todavía observando a su guía, estaba ligeramente nerviosa para ver la manera en la que él miró a Sally. Escalofriante. Y extraño. A todo lo largo de la excursión, él había manejado los abucheos bien, pareciendo sentirse herido y dolido más que insultado por las mofas arrojadas en su camino. No tenía exactamente cara de disgusto ahora. No, la mirada era más... calculadora. Como un cazador acechando a su presa. ―¡Síganme! ―dijo. Jade se dio una sacudida mental. Su sonrisa estaba de regreso en el lugar. Mientras caminaban, Jade vio al hombre alto, de ojos ámbar hablándoles a la pareja con los jovencitos, advirtiéndoles que los cementerios podían ser desequilibrantes. La mujer comenzó a discutir, diciéndole: ―Oh, los niños están bien. Saben de mitos de historia, el presente del pasado... ―Se interrumpió, mirando al hombre. Entonces le dijo a su marido. ―¡Pedro! Dejemos la excursión aquí. ―¡Mary! Ésta será la mejor parte... ―Una gran jarra de cerveza será la parte culminante para ti, Pedro, ―contestó. ―¡Después de eso, llevemos a los niños de regreso al Hotel Balmoral! Alcanzaron la taberna, de acceso fácil afuera de la Royal Mile. La tabernera, mirando a su guía, saludó con la cabeza y llamó a una de sus chicas para ver que fueran servidos rápidamente. Jake escogió una cerveza de barril. Sally y Jeff se sentaron enfrente de ella en una mesa de bar sucia, en el centro de la taberna. ―¿Crees que él pueda asustarnos entre los muertos? ―Sally puso en duda, la risa disimulada. Aún así, Jade pensó, sonaba un poco incómoda. ―Él no es sino una pila de tonterías pasadas de moda, ―dijo Jeff desdeñosamente ―No hay duda que veremos algunas viejas lápidas sepulcrales. Y tal vez la estatua de ese pequeño perro. ―¡Ah, mis amigos! ―dijo su guía, dando vueltas alrededor de ellos, su capa negra girando en espiral. ―¡Los he decepcionado a lo largo de toda la noche! ¡Angus! ―Llamó al cantinero. ―Envíales a cada uno de estos jóvenes un trago de tu mejor Johnnie Walker Negro, si quieren. Beban, mis amigos, a mi cuenta. ¡Prometo, una probada de Escocia más buena en sus venas y lo que estoy a punto de mostrarle enroscará los dedos de sus pies! ¡Los santos me protejan! ―Se rió al decir lo último. ―¡Si el escocés es a su cuenta amigo, estoy dentro! ―Declaró Jeff, alzando el vaso del trago que había sido traído para él. Bebió el licor de un solo trago y lo siguió con su cerveza. Jade ignoró el trago que había sido puesto delante de ella. Sintió al guía clavando los ojos en ella. Sonrió. ―Me ha asustado muy bien ya. ―Le aseguró. Él inclinó su cabeza ligeramente y se volteó a los demás. ―Les contaré un cuento entonces, sobre la cripta que exploraremos. Es la bóveda de la familia de Brus. ¡Ah, ahora veo a la historiadora entre ustedes mirándome! ―Aseguró, atrapando los ojos de Jade. ―Sí, es verdad que los de Brus por un lado se pusieron Bruce, así como nuestro famoso buen rey, Robert Bruce. Pero hubo otro familiar que tercamente permaneció en Brus, y ninguno otro. Sí, y cuando llegaron al principio, hubo, dicen, un primo ilegítimo entre ellos, y él estaba afligido por la enfermedad más que los demás. Algunos dicen que la maldición familiar era sífilis; Algunos dicen que era hemofílico. Lo que sea, este primo perdió la razón y fue muerto por su Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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propia familia. Ahora, esto fue temprano en el tiempo, alrededor del año 1080. Él dejo atrás una hija, una belleza rara, pero la familia la encerró lejos en una torre. Sin embargo, como los jóvenes hombres harían, los pretendientes llegaron a la torre, y alguno encontraría la entrada... ―¿Y entonces? ―Demandó Sally, impacientemente mientras su voz se rezagó. ―¡Entonces intentó meterse en sus pantalones! ―Jeff dijo rotundamente. El grupo completo se rió. ―¿Usaban pantalones en aquel tiempo? ―Preguntó Tom Marlow, otro joven en el grupo de adolescentes. De los chicos, era más callado... esa era la primera vez que Jade le había oído hablar esa noche. Tenía la sensación de que él no habría dicho palabra alguna si no hubiera sido por el Johnnie Walker Negro. ―¡Calla! ―dijo Sam Spinder. Aparentemente Tom Marlow no conseguía hablar a menudo. ―¿Entonces? ―Sam demandó al guía, bebiendo su propio escocés con una mueca de disgusto y un trago. ―Entonces no fueron vistos nunca otra vez, ―dijo el guía con indiferencia. ―Pero huesos eran encontrados en páramos y pantanales. Y las jóvenes mujeres desaparecían también. Se dice que la pobre beldad de Brus lloraba, y que su angustia era como un aullido por la noche, como esos de un millón de demonios, como los espíritus en forma de mujer que gimen y lloran llegando de entre los muertos; Oh, ella clamaba en tal agonía que sus parientes encontraron algunas pobres chicas campesinas y se las llevaron a ella... y asimismo, nunca se vieron otra vez, pues estos dijeron que a ella le gustaba bañarse en sangre, mientras menor la doncella, más pura, mejor. ―¡Esa es la historia de la Condesa Bathory! ―Se quejó Hugh Riley, otro de los jugadores de fútbol. No era tan grande como los otros... tal vez ni lo bastante sólido en el campo. Parecía conocer su historia. Y había escuchado y prestado atención a todo lo largo de la noche. Un tipo interesante. ―Y la Condesa Bathory es un muy real personaje histórico, cruel, sin remordimiento, y sin conciencia. Jade dijo cortantemente: ―Causó las muertes de centenares... quizá miles de jóvenes mujeres. Se bañaba en sangre, y sus apetitos eran crueles y voraces. Sintió un calor extraño otra vez repentinamente, como si estuviera siendo observada desde atrás. Se dio la vuelta. Él estaba allí, sí, en una mesa en la esquina de la taberna. Sentado a solas. Bebía de una cerveza tan oscura que se veía roja. Tal vez era vino, un vaso muy grande de vino del rojo oscuro. Él alzó el vaso hacia ella, como si estuviera de acuerdo. Casi podría oír su voz en su oreja. Era profunda y civilizada. Sí, la maldad existe en este mundo; ¡Las crueldades del hombre para el hombre no necesitan ser exageradas! Él no habló. Inclinó su cabeza hacia ella y bebió. Ella se alejó rápidamente. ―¡Gran historia! Así que a esta perra le gustaba la sangre de las vírgenes, ¿eh? ―Preguntó Sam. ―¡Eso te hará estar a salvo de cualquier peligro, Sally! ―Jeff le dijo a la rubia. ―¡Todos sabéis lo que podéis hacer con vosotros mismos! ―dijo Sally, apartándose de Jeff.

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―¡Ah, vamos ahora, Sal! ―dijo Jeff. ―Estamos bromeando. Quiero decir. En serio... ¿dónde vas conseguir a una virgen adulta en estos días? A menos que sea la maestra por acá... eh, ¿maestra? ―Él embromó a Jade. Ella no tuvo que contestar. Su guía se había abalanzado sobre ellos otra vez. ―¡A nuestra dama sólo le gustaba la sangre joven, mis amigos, entre más teñida mejor! ¡Si, ella era una dama sensual, lo era! ―Él amplió sus ojos sobre ellos y guiñó el ojo. ―¡Beban, beban, mis amigos! ¡Es hora de aventurarse a la cripta! La joven pareja y sus hijos se fueron, Mary se inclinó al guía también. ―A los niños les hubiera gustado esto, ―le dijo. Él sonrió. ―Dulces sueños, y muchas gracias. La pareja mayor se despidió con una inclinación también. Jade pensó en tomar una noche para sí misma, pero tenía la sensación de que esta excursión en particular no era ofrecida a menudo, que los abucheadores habían, inducido al guía hacia una excursión especial, y que podría ser su oportunidad de ver algo realmente inusual. El desconocido de ojos oscuros, se estaba quedando con ellos también. Dejaron la taberna, caminando por calles oscurecidas, dando toda clase de giros y vueltas. Jade se estaba preguntando a qué cementerio iban a ir... pensaba que conocía a la mayor parte de ellos en la ciudad. Pero se toparon con una iglesia abandonada que parecía levantarse a gran altura en una colina. Estaba rodeada de tumbas descuidadas... piedras rotas, ladeadas, cubiertas de liquen, y esas que parecían hueso blanco y resplandecían debajo de la luz de la luna. Jade miró arriba mientras pasaban entre las puertas de hierro forjado y dentro del cementerio de la iglesia. Había luna llena esa noche... perfecta para semejante excursión. ―¡Y es casi medianoche! ―dijo una chica llamada Julie. Soltó una risita y se aferró a Hugh. Como Sally, llevaba puesto un top que se aferraba a sus pechos abundantes y exhibía una grieta de escote. Parecía dulce para Jade... simplemente joven y un poco desocupada. ―¡La hora de la media noche! ―Exclamó su guía, subiendo sus manos a los cielos. ―¡El momento tradicional para toda brujería, para que se levanten los demonios, para la lujuria de sangre del no muerto! Sally soltó una risita nerviosamente. ―Está bastante oscuro. ―¡Hay luna llena! ¡Puedes ver como si fuera generosa luz de día! ―Le aseguró Jeff. ―Ven, mira la cripta. ―Invitó el guía. Caminaron hacía suelo desparejo. Jade se giró mientras caminaban, para estudiar la arquitectura de la vieja iglesia. Construida de piedra, que era céltica en el diseño. A las ventanas completamente teñidas de negro, como incontables ojos vacíos mirando afuera, a la noche. Volviendo la mirada de nuevo a la iglesia, Jade repentinamente se tropezó con una lápida sepulcral. Se sintió estabilizada por un par de manos fuertes. Alarmada, empezó a ver la cara del desconocido alto, distante con el fuego extraño y los ojos oscuros. ―¿Estás bien? ―Su voz era profunda, ligeramente acentuada.

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¿Escocés? No estaba segura. Pareció extraño oírle hablar. Tenía una voz profunda y civilizada, ronca, imponente... tan sensual como sus ojos. Y sin embargo, aunque ciertamente sonaba tan atrayente como se veía, también sonaba perfectamente normal. ¿Qué había estado esperando? ―¿Estoy bien? ―Repitió, y se sintió como una tonta. Supo que se sonrojó. ―Yo... por supuesto. Simplemente soy torpe, me temo. ―Este cementerio no es un buen lugar para estar por la noche ―Le dijo él. Todavía estaba clavando los ojos en ella, sus ojos ámbar, extraños y perturbadores. No se limitó a mirarla; la estudió. Alisó hacia atrás un mechón de su pelo. Pareció un gesto muy íntimo. Debería haberse alejado. Pero no lo hizo. ―¿Por qué? ―Le preguntó. Sonrió ―¿Piensas que los fantasmas se levantan de sus tumbas para tomar venganza de los vivos? ―Creo que hay muchas cosas en esta tierra que desafían las explicaciones, eso es todo, ―dijo. ―Eres americana. ¿Sonó un poquito desencantado? Como si hubiera pensado que él la había conocido ¿como si ella pudiera ser alguien más? ―Culpable. Soy americana. Pero de ascendencia escocesa. ―Ella se encogió de hombros. ―MacGregor, ―dijo. ―¿Sureña? ―Culpable otra vez. De Luisiana. ―¿Nueva Orleans? ―Sí. ¿Estás familiarizado con la ciudad? ―Lo estoy, ―dijo, entonces señaló la piedra con la que ella se había tropezado. ―Qué extraño. ―¿Qué? ―Ella miró hacia abajo. La piedra almacenaba pedazos junto a un sarcófago sobre el terreno, similar a esos en los cementerios de la ciudad natal. Aunque la piedra más pequeña estuviera hecha pedazos, pertenecía al grupo que rodeaba la tumba sobre el terreno. Y en la tumba, claramente legible a la luz de la luna, estaba grabado el apellido de la familia MacGregor. Escalofríos se dispararon a través de ella. Era extraño. Sintió la sangre drenarse de su cara. Nunca había tenido miedo de los muertos antes, de un cementerio, una iglesia, un lugar "encantado". Amaba la historia demasiado, y a menudo, el patetismo de la muerte. Pero ahora... El miedo comenzó a bailar en pequeños pasos calientes bajando a lo largo de su columna vertebral. ―Realmente debería regresar, ―murmuró. ―Pensé que la excursión estaba bien hasta ahora. Estoy realmente cansada, supongo. No puedo ponerle atención a donde estoy caminando. ―No, ―dijo el desconocido de ojos ámbar, tomando su brazo. Ella le contempló, frunciendo el ceño. ―Dije que creo que sólo debería irme ―Es demasiado peligroso irse ahora, a solas. ―Demasiado peligroso... ―Ella comenzó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Escocia tiene su cuota de matones, ―la dijo con indiferencia. ―Éste no es el mejor barrio. ―¿Usted es de aquí? ―Lo fui. Alguna vez. Hace mucho, mucho tiempo. ―¡Vengan también ahora, sígannos! ―Les llamó el guía. Habían alcanzado el lado lejano del cementerio. Aquí las tumbas en piedra y acero se alzaban sobre el suelo como casas embrujadas de los muertos. En lugares las piedras estaban desgajadas. Las rejas estaban a medio abrir. Las enredaderas crecían por doquier. Dando la vuelta, Jade ya no podía ver la calle sinuosa por la que habían llegado aquí, sólo la vieja iglesia y los indicadores de las tumbas, resplandeciendo doradas debajo de la luz de la luna llena. En ese preciso instante, una niebla comenzó a levantarse. ―¡Vieron eso! ―dijo Julie con temor. ―¡Él tiene una máquina de niebla funcionando aquí afuera en alguna parte! ―Tony le dijo. ―De un momento a otro comenzaremos a oír el tema de La Dimensión Desconocida. ―¡Oh Tiburón! ―dijo Jeff con una risa. ―¡Tierra tiburón... cementerio tiburón, viene hacia acá! ―¡La tumba está justo adelante! ―Su guía gritó, dando vueltas con un barrido de su capa. Y sí que lo estaba. Era una tumba grandiosa, si no es que una decadente. Gárgolas bellamente esculpidas protegían las cuatro esquinas de una cerca diseñada intrincadamente de hierro forjado. Liquen y enredaderas cubrían las paredes y los escalones que conducían hacia la entrada. ―¡Vengan, vengan! ―dijo el guía, ascendiendo los escalones y llamándolos por señas. Lo siguieron. Desde el exterior del portón, la tumba había parecido ser vieja, abandonada y decadente. Hojas secas cubrían el suelo. Pero una vez que estuvieran dentro, fue evidente que las paredes estaban cubiertas de ataúdes. No estaban cerradas con un muro de ladrillos; Descansaban en estantes, cubiertos con escombros y telarañas. ―¡Oh, espeluznante, espeluznante! ―Entonó Jeff. ―Se pondrá mejor abajo. ―Prometió el guía. ―Prometí asustarlos, ―agregó con ominoso dramatismo, barriendo su capa alrededor de sus hombros otra vez para conducirlos hacia la parte de atrás de la tumba, donde los húmedos escalones de piedra antiguos se dirigían abajo del suelo. Jade no estaba segura si se alegró del agarre protector del desconocido mientras caminaban por los escalones húmedos... o si él la atemorizaba aun más. Pensó que debería apartarse y refugiarse detrás de un jugador de fútbol cabeza de alfiler. Pero el guía encendió un fósforo afuera del muro de piedra y encendió una antorcha, iluminando la bóveda subterránea en la que ellos entraron. Julie fue la primera en dejar escapar un pequeño grito. La muerte yacía en diversas etapas de descomposición debajo de sudarios andrajosos. Las calaveras miraban perdidamente hacia la abismo de la noche interminable; Dedos huesudos se estrechaban los unos a los otros sobre pechos cubiertos de restos de seda y ropa blanca. Aquí y allá los huesos esparcidos en el piso. Las ratas chillaron y salieron rápidamente ante su entrada; Un murciélago voló a través de la gran tumba subterránea, sacando un grito sorprendido de Sally.

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―¡Esto es bastante estupendo, grandioso para verlo, pero no estoy asustado aún! ―Jeff le dijo a su guía. ―Porque no has visto a Sophia, ―dijo el guía. ―Y joven señor, creo que tú deberías conocerla primero. Ven acá. Te ofrecerás otra vez a ser la víctima antigua, ¿verdad? El guía llamó con el dedo a Jeff. Jeff se pavoneó hacia adelante. ―Seguro. Adelante. Golpéame. Tortúrame. ―¿Qué hay sobre tu novia? ―Interrogo el guía. ―Oh, no sé... ―Comenzó Sally. ―Vamos, Sally, sé atrevida. ¡Satisface mi fantasía... un menage a trois! ―Bromeó Jeff. ―¡Oh, cariño! ―Grito Tony. Sally le frunció la cara. El guía sonrió y los condujo a un sarcófago que estaba a la mitad del piso. Parecía estar sellado con una piedra pesada, pero la piedra cedió con un sonido rechinante que hizo hormiguear los nervios, mientras el guía la empujaba a un lado. Dentro de eso yacía un elaborado ataúd de madera que de alguna manera había resistido las eras. Ese, también, estaba decorado con abundancia de gárgolas y criaturas de aspecto demoníaco. ―¡Sophia y sus siervos! ―El guía revoloteó detrás de Sally entonces, alzando su cabello rubio, sus dedos yendo de arriba abajo por su cuello, ondeando sobre la elevación expuesta de sus pechos, deslizándose a lo largo de su cuello otra vez. ―¡El lugar... para que los muertos cenen! ―dijo ―¡Por aquí la vida palpita tan fuerte! Su toque sobre la chica era casi indecente, pensó Jade, a punto de decir algo, de detener todo eso. La chica se veía como si estuviera fascinada, esperando su toque. Ella se volteó hacia el guía, su cabeza cayendo hacia atrás. Él le sonrió al resto de ellos, agarrándola con un brazo, delicadamente tocándola entonces con sus nudillos, ese toque escapándose desde su garganta abajo a través de la hendidura de sus pechos. Él desgarró su top; Nadie se movió. Ella le sonrió a él. Jeff, su novio, se quedo mirándolo. Suficiente. Jade iba a empezar a adelantarse. El desconocido la jaló hacia atrás. ―No lo hagas. ―Susurró. ―No interfieras ahora. ¿Eso era parte del acto? ¿Era la versión adulta de la excursión? Ella podría haberse quitado de encima el toque del desconocido, pero sintió el escalofrío a lo largo de su columna vertebral otra vez. Una voz interior le advirtió: ¡No hables! No te muevas. ¡Si lo haces, estarás en peligro! Corre… No, ella no podría correr. El guía la vería correr; La arrastraría de regreso… ―Abre la tapa del ataúd, ―él le ordenó a Jeff, quien hizo eso, aparentemente olvidando el hecho de que el hombre al que él había ridiculizado ahora casi había desnudado a su novia, quien le sonreía, casi ronroneando mientras él acariciaba su carne desnuda. Jade estaba arraigada al suelo con miedo.

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Jeff arrancó la tapa del ataúd. Había una mujer dentro de él, joven, bella, con pelo negro como el azabache, vistiendo un vestido de lino blanco con fino encaje. Ella no estaba en lo más mínimo decaída; Sus ojos se abrieron. Clavó los ojos en Jeff y sonrió... una sonrisa condenatoria, insinuante... Se levantó en el ataúd. Es un acto; es parte de un acto. Su guía comenzó a hablar otra vez. ―La temieron; ¡Temieron a Sophia como no temieron ni a Dios, al Diablo, ni siquiera al rey inglés, Edward, Martillo de los escoceses, cuando llegó el tiempo en el que él devastó Escocia! Le temían a ella, Dios, sí; Sus parientes le temían, y así, para mantenerla feliz y lejos de ellos, le trajeron a ella juventud y belleza, y la alimentaron. Trajeron la sangre de carne joven a ella y su compañía. Jeff, voluntario... muéstrale la sangre que pulsa a través de ti; Dale tu garganta. Y Jeff hizo eso, estirándose a la mujer, ayudándola, sonriendo como un tonto mientras entraba en sus brazos. Ella lo besó, el beso erótico, y entonces él ladeó su cabeza.... Y ella lo mordió. Él gritó. ―¿Ya estas asustado? ―El guía de excursión demandó ―¿Ya estás asustado? ―Sonrió. Y con esta sonrisa su drama tuvo que alcanzar su punto cumbre, porque ahora tenía enormes colmillos blancos refulgiendo donde sus dientes caninos habían estado. Resplandecieron a la luz de la linterna.... Entonces él comenzó a reírse... y se inclinó hacia adelante y le dio una mordida al cuello de Sally. Ella gritó; Un grito del angustiado, un chillido del condenado. La sangre comenzó a salir a chorros en todas partes, derramándose encima del ataúd, el suelo. Es real, oh, Dios mío, mucho más que real. Los demás comenzaron a gritar y chillar, a entrar en pánico, a dirigirse hacia los escalones. Pero de los estantes de las tumbas, los muertos comenzaron a despertarse. Cadáveres, medio vestidos con sus sudarios, empañados con telarañas, repentinamente se levantaron, bloqueando los escalones. Los chillidos y gritos de terror se aumentaron. Los muertos trataban de alcanzar a los vivos. Jade, tan asustada como todos, sin creerlo, aterrorizada, intentó correr. El desconocido la empujó atrás. ―¡No! ¡Quédate aquí, en silencio, en el rincón... espera! Habría desobedecido, pero el guía estaba repentinamente enfrente de ella. Estaba cubierto de la sangre de Sally, sonriente. Ella retrocedió. Y repentinamente el desconocido estaba entre ella y el guía. Y el guía respiró con un traqueteo profundo y hacía ruidos como de lava derramándose, como si ya saboreara sangre. Él saltó hacia el desconocido de los ojos oscuros... Él dijo algo, un nombre que ella realmente no captó. ―Pensé que eras tú. Bastardo, tú interferirías... ―Y tú lo destruirías todo. El guía intentó lanzar un golpe fuerte, aplastarlo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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El desconocido de ojos oscuros repelió sus golpes y los esquivó. El guía voló a través de la habitación, golpeando con una terrible fuerza... ¡Las personas gritaban lo suficientemente fuerte para despertar a los muertos! Pensó Jade histéricamente. Ella tenía que salir. ¿Cómo? Una salida. ¿Dónde? Todo estaba oscurecido... Y todo era rojo. Porque la sangre estaba en todo lugar. Un cadáver estaba atacando a Julie. ¡Un cadáver! De alguna manera Jade cobró vida. Agarró la antorcha ardiente que les había dado luz aquí abajo del suelo. Atacó al cadáver, el cual retrocedió. Otro estaba a su espalda. Ella giró, haciendo girar al fuego adelante de ella. Entonces repentinamente pareció como si todos estuvieran detrás de ella, asechándola, acercándose, más cerca, y más cerca... Fueron empujados lejos uno por uno. Se fueron volando, gritando y siseando de furia. Sintió sus ojos, sintió su hambre y su odio. Se estaba volviendo loca. Esto no estaba ocurriendo. Vio al guía de excursión viniendo por ella, todavía sonriendo, complacido. Trató de alcanzarla. Ella luchó. Él era increíblemente fuerte. No podía bailar retorcerse o voltearse. Él sonreía mientras ella gritaba y luchaba, rasgando la blusa blanca hecha a la medida que llevaba puesta. ―¡Shh... shh... eres la crema de la cosecha, a esta hora de media noche! ―Le dijo. Ella vio sus colmillos.... Él se estaba acercando y más a su garganta.... Entonces su sonrisa se desvaneció. Él estaba justo adelante de su cara; Y entonces se fue, destrozado lejos otra vez por una fuerza increíble que lo tiro con fuerza limpiamente de sus pies. Y ella estaba cayendo. Cayó sobre el piso duro, golpeando su cabeza contra la piedra. Oyó al guía gritar con furia, protestar, arrojar obscenidades sobre alguien llamado… Vio al desconocido otra vez, agachándose sobre ella. Vio... Sus ojos. Ojos profundamente oscuros. Ojos que ardían del fuego rojo de la antorcha, con un extraño toque dorado de llamas y luz de luna. Entonces ella sintió el dolor, el templo haciéndose más hondo. Piedra, sí, ella había golpeado la piedra, y el mundo se desvanecía.... La antorcha que ella tenía agarrada todavía ardía en el suelo cercano. Pensó eso, distantemente, todavía podía oír el sonido de gritos. Y comenzó a caer, caer, en la oscuridad eterna... La oscuridad Estigia. Como sus ojos, con los fuegos que salían...

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La encontraron en la tumba que tenía su apellido de familia, MacGregor. Ella yacía encima de ella, desnuda, pero ceñida en lino blanco. Un sudario. Estaba consciente apenas de lo que la rodeaba cuando se despertó al principio. La policía estaba allí, y ella podía oír el sonido de una sirena. Fue a la deriva, entonces se dio cuenta de que ahora la sirena estaba siendo usada por la ambulancia que la llevaba. Caía adentro y afuera de la conciencia. Intentó decir a la policía lo que sucedió; Habló del guía de turistas, la taberna, el monstruo, Sophia de Brus, quien se había levantado del ataúd. La policía creyó que ella había estado bajo la influencia de un narcótico como los otros sobrevivientes. Sí, hubo otros sobrevivientes. Varios de ellos. Cuatro habían muertos. Ella, junto con otros cinco jóvenes, había sido encontrada viva. Hugh Riley había vivido, como lo había hecho Tom Marlow, Tony Alexander, Ann Thorson, y Marianne Williams. Todos habían sido encontrados entre las lápidas, algunos desnudos, algunos con la ropa rota, heridos, charlando desordenadamente, medio enloquecidos, pero vivos. Se alegró de que hubieran sobrevivido, increíblemente triste para los demás. ¿Ven? ¡Eso es lo que ocurre cuando eres cruel y burlón con un guía de turistas! Pero nadie había merecido semejante muerte... Poco a poco entendió lo que sucedió... según las autoridades. La policía había determinado, a través de directa investigación cuidadosa, que los fanáticos haciendo meritos para entrar en una secta Satánica habían sido los responsables. Jeff, Sally, Julie, y Sam habían sido drenados de sangre, sus gargantas cortadas de oreja a oreja, sus cabezas... Dos habían permanecido unidas por algunos hilos de carne. Dos cabezas habían sido perdidas completamente... nunca había averiguado precisamente a quien habían pertenecido esas cabezas perdidas. Los demás, esos lo suficientemente afortunados como para conseguir salir de la bóveda, habían sido encontrados tal como ella había sido encontrada. Inconscientes. Y luego incoherentes. Y finalmente habían admitido las drogas y el alcohol que habían ingerido. Jade le recordó a la policía que habían examinado su sangre y orina; Seguramente sabían que ella no había estado consumiendo drogas. Pero nadie había querido creerle a ella. Querían seguir adelante, a buscar a los asesinos, rezar porque nunca ocurriera de nuevo. Necesitaba ir a casa. Dejar a la policía hacer su trabajo. Había sido afortunada, increíblemente afortunada. Afortunada, sí, excepto que la policía estaba equivocada.

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No podía recordar todo... porque lo que recordaba era tan absurdo. Lo que recordaba no podía ser verdad... lo qué la policía decía ciertamente podría ser. Mucho de eso había sido un acto elaborado. Ilusión. Por supuesto. Tenía que ser. Los cadáveres no se distinguían por cobrar vida. No había tales cosas como vampiros. Y sin embargo... La habían cuestionado implacablemente, así que ella persistió en sus preguntas. Algo no estaba bien. Y ella no había estado consumiendo drogas. Si lo admitían o no, sabían que ella no lo había hecho. Ni lo hizo el hombre con los ojos inquietantes. ¿Qué hombre? Habían preguntado. Ella lo describió. La policía no lo había visto. Tal hombre, como héroe o demonio, no podía ser encontrado. Y ella no había sabido su nombre, o donde se estaba quedando, o si, ciertamente, él había sido un lugareño o un extranjero. ¡Sí! Él había dicho algo acerca de haber provenido de allí... en algún tiempo. Quienquiera que él fuera, de dondequiera que él hubiera venido, había combatido a los cadáveres... y al guía (bebedor de sangre) estaba segura. La policía, de nuevo, pensó que el terror de la tarde había desequilibrado sus procesos de pensamiento. Los cadáveres en la tumba no eran sino cadáveres, la policía le aseguró. Cenizas, corrompiéndose, desintegrándose. No había ninguna Sophia de Brus en la historia escocesa. Lo que sucedió fue terrible, terrible. Necesitaba ir a casa, olvidarse por completo... Necesitaban encontrar al asesino. Al guía, al joven que había creado semejante descalabro. La verdad... la extraña verdad como ella la recordaba comenzó a desvanecerse en su conciencia. Su mente protegía su cordura. La policía continuó cuestionándola interminablemente, intentando sacar algo de sentido de eso ellos mismos. ¿Dónde había estado ella? ¿Por qué había venido a la excursión? ¿Cómo había sido el guía? Había muchas excursiones en la ciudad... pero ninguna con el nombre que el guía les había dado. Y no había una taberna llamada Ye Olde Hangman. La policía tenía que estar en lo correcto... que lo que ella recordaba era una ilusión. Lo que creyó haber visto no pudo haber sido real. Un ritual, sí, un ritual enfermo. Asesinatos trágicos perpetuados por seres humanos que estaban enfermos ellos mismos... Pero el guía de turistas, quien los había conducido a la muerte, terror y caos, había logrado desaparecer completamente sin dejar una pista sobre su identidad o localización. Si existían miembros de la secta envueltos, ¿quiénes eran el resto de los integrantes de la secta... que había ayudado al guía en su juerga homicida? El hombre con los ojos ámbar. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Si tan sólo les pudiera decir más. Pero ella no podía, ni podía cualquiera de los otros sobrevivientes. La sangre fue raspada de las lápidas, y los cadáveres fueron estudiados. Los asesinos no habían dejado atrás ninguna pista. Ni una gota de su propia sangre, ni un pelo, ni un folículo. Entre más tiempo que pasaba, más se volvía irreal todo eso. Confuso. Envuelto en una niebla de oscuridad total, irreal oscuridad y sombra. No hubo nada más que ella pudiera aportar a las autoridades, y nada más que le pudieran decir a ella. Manejarían el asunto, mandarían llamar a Scotland Yard... aun invitar al FBI a realizar sus propias pruebas. Cada pista posible sería seguida; Cada crimen parecido a través del país y el mundo civilizado serían revisados por computadora para la comparación. No querían más de sus opiniones. Ella tuvo suerte; Había sido perdonada. Tenía que olvidar, o perder la razón. Necesitaba ir a casa y regresar a vivir su vida. Su hermana, Shanna, vino a Escocia por ella para que no tuviera que viajar a casa sola. Usaron los kilómetros de viajero frecuente y viajaron a casa en primera clase. Shanna fue maravillosa, dejándola hablar y hablar, intentando clasificar las cosas en su mente. Por supuesto, Shanna tenía la certeza de que tenían que haber sido integrantes de culto también, personas horribles sin aprecio por la vida humana. Jade había sido afortunada. Necesitaba alegrarse de estar viva. E iría a casa. Lejos del horror. Y estaba contenta, tan contenta, y agradecida. Y sí, la vida volvía a la normalidad....

Un año más tarde casi lo había hecho. Comenzó a citarse con un policía llamado Rick. Publicó una pequeña historia y libro de fotos en iglesias medievales. Y fue casi exactamente todo un año desde la fecha... en la noche de luna llena, cuándo comenzó a soñar sobre el hombre. El hombre. No el guía de turistas, ni la mujer que había ascendido de ultratumba, ni siquiera los otros cadáveres que habían cobrado vida en la bóveda. Estaba obscuro en su sueño, y ella estaba de pie en la oscuridad que era iluminada sólo por el resplandor de la luna. Las sombras cruzaban la tierra; La niebla ascendió... Ella estaba allí, con escalofrió, pues la brisa era fría y era vulnerable, ella sabía, desnuda... no, vestida sólo con el lino blanca del sudario de un hombre muerto... Y él caminaba en dirección a ella. El hombre con los ojos de fuego y ébano. Se despertó con un sobresalto violento, temblando. Miró el disco luminoso de su reloj al lado de la cama. Acababan de dar las doce. La hora de la media noche. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0011 ―¡Ah, buenos días, estupenda madame! Jade no necesitaba levantar la vista para saber que Matt Durante había llegado a su mesa. Estaba tan familiarizada con su voz como lo estaba con sus mejillas de querubín, amplia sonrisa, y ojos aún brillantes azul pálido. Todo acerca de Matt parecía ser un contraste eterno... nunca había encontrado a alguien con una actitud tan ligera y alegre hacia la vida. Sonreía continuamente, y estaba listo para hacer una buena obra por un vagabundo en las calles como por un amigo. Su escritura, sin embargo, era oscura, más oscura que los abismos del Estigia de cualquier mitología antigua. Creaba cuentos del mundo de las sombras, espeluznantes, obsesivos, la clase de trabajo que dejaba a un lector pasmado, asustado de ir caminando por un callejón oscuro por la noche, e igualmente asustado de estar solo. Bajó su periódico y lo miró, ajustando sus anteojos oscuros. ―¿Buenos días, estupenda? ¿Eso quiere decir que mi hermana siempre menor ha estado haciendo alguna mala acción esta mañana? ¿Le encontraste defectos a tu último capítulo sobre las vidas de los malvados y afortunados? Él sonrió abiertamente, tomando asiento al lado de ella como si hubiera venido aquí solamente para encontrarla. No era un gran secreto que ella usualmente pasaba sus mañanas aquí en el Café Du Monde. Sí, era la trampa turística de los madrugadores en Nueva Orleans. También ofrecía lo que ella consideraba que eran grandioso café y fantásticos beignets2 a un precio increíble. Los turistas se entretenían mirando también; Había siempre bastante conversación y actividad. Las voces podían oírse en una amplia variedad de lenguajes. Le gustaba lo ocupado que estaba aquí en la mañana, aunque le gustaba ir sola y leer su periódico. Tal como lo hacía, especialmente en el último año, disfrutaba de la claridad del sol de la mañana y la actividad febril de cientos de personas y su charla. Sus amigos siempre sabían dónde encontrarla. Y muchos de sus amigos, como Matt, eran escritores. Se habían hecho amigos porque todos eran parte del más ecléctico grupo de escritores que alguna vez se hubieran juntado. Ella se especializaba en viajes e historia; a Matt le gustaba lo macabro; Jenny Dansen escribía comedia, bocaditos de cositas de la vida. La hermana de Jade recientemente había dado un viraje hacia la fantasía, etcétera. Habían comenzado como el Grupo de la Víspera de los Miércoles, llamándose así tan simple, porque se habían juntado por ninguna otra razón que un amor por la palabra escrita... sin importar demasiado que tan cerca estaba mucha de la palabra escrita. ―Vi a tu errante hermana menor justo anoche. Cenamos en el nuevo lugar cajún afuera de la carretera principal, y fuimos a comprar decoraciones de Halloween. Tu hermana es magnífica, y gloriosa. Dulce como pastel... y formada como el pecado puro. Y aun para mí, el bellaco torpe que soy, ella fue tan amable como puede ser. ―Ah. Bien, perdóname, pero mi hermana suena bastante excelente. ¿Así que por qué entonces soy repentinamente tan estupenda? ―Oh, bueno, eres dulce y magnifica y formada como el pecado, también. Pero esta mañana también eres talentosa. ―¿Oh? 2

Un beignet (diminutivo de beigne, ‘buñuelo’ en francés) es un dulce que se elabora mojando una fruta o una verdura en una masa bastante líquida y friéndola en aceite. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Él lanzó una pila de hojas de computadora sobre el mantel enfrente de ella, sonriendo abiertamente, tomando asiento, y acariciando suavemente su pelo. ―Sabes lo obsesivo que soy. Matt era el éxito comercial más grande entre su grupo. Estaba medianamente bien pagado, y medianamente bien conocido. Sus libros continuaban subiéndose a las listas importantes... esas que ponían afuera de las librerías principales, el USA Today, el Times de Nueva York, etcétera. Pero era obsesivo. Cada vez que uno de sus libros salía a la venta, en cubierta dura o libro empastado, era justo como un niño pequeño. Se enfermaba de preocupación, y constantemente consultaba Internet y a alguna otra fuente posible para la posición de su libro esa semana. Lo que él había puesto delante de ella eran impresiones que había hecho de la lista del USA Today. No simplemente los primeros cincuenta, que regularmente aparecían en el periódico, sino la lista de ciento cincuenta que podía ser encontrada en línea o a través del periódico mismo. Ella clavó los ojos en las páginas, después en él. ―Cien. ―Le dijo. ―¿Cien? ―Tu pequeño libro Divinamente Malvado auto-publicado en catedrales e iglesias consiguió el cien. ¡Jade, eso es casi inaudito! Es una hazaña increíble. Sin creerle, ella encontró sus ojos, entonces recogió el periódico. Su tipo de libro no tendía a ser un éxito popular, aunque lo hubiera hecho bastante bien, porque era su editora publicista. Internet le había dado la habilidad para llegar a mercados que de otra manera no podría haber accedido. Por el acceso de Internet, también había sido escogida por las cadenas de librerías, así como también por un número de las demás librerías independientes que se especializaban en historia y cualquier cosa medieval. ―Estupendo, créeme. ¡Mira! ―la dijo. Ella miró. Y ahí estaba su libro y su nombre. ―¿No crees que ahí hay un error? ―preguntó Jade. Él se rió. ―Suenas como yo. ―No, ―le dijo, transmitiéndole una sonrisa. ―Eres un neurótico total. No puedes creer en tu talento porque tienes éxito, y estás siempre aterrorizado que no seas lo suficientemente talentoso para tener éxito, y no importa cuán a menudo todos nosotros te demos palmadas en la espalda, estás todavía neurótico. Él asintió alegremente. ―Lo sé. Suenas algo así como yo. ―Repitió. Ella suspiró, mirando la lista otra vez. ―Sólo estoy asombrada. Y feliz, por supuesto. ―Es un gran libro. La fotografía fabulosa. E hiciste todo tú misma. ―La mayor parte de él. Pero Shanna también hizo algo. El camarero regresó a la mesa. Jade ordenó más café; Matt ordenó beignets y café. Jade continúo clavando los ojos en la lista. ―Parece mentira, ―dijo, transmitiéndole una sonrisa.

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―¿Así que cuando es la fiesta? ―¿Fiesta? ―Naturalmente nos tendrás esta noche... al Grupo de la Víspera del Miércoles. ―Es jueves. ―Lo sé. Pero tú compra bastante champaña... y nada de la barata... y tal vez algo de caviar. ―Me dijiste una vez que odias el caviar. ―Eso no viene al caso. Semejante ocasión en la vida, debería tener caviar. Y todos nosotros vamos a brindar contigo y a decir buenas cosas y celebrar. ―Tal vez deberíamos. ¿Pero crees que hay tiempo para conseguir a todos? ―Jade, Jade, Jade, ―dijo impacientemente. ―¿Por qué piensas que llegue aquí tan temprano? Comenzaremos a llamar a todos de inmediato. ―¿Nosotros? ―Ella lo puso en duda. ―Bueno, ―dijo modestamente. ―El destripador de Londres, libro de cubierta dura cerca del tuyo verdaderamente, está entre los diez mejores. ―Le dijo casualmente, sacando el periódico del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros y lanzándolo sobre el mantel. ―Matt, ¿de verdad? ―Inquirió, emocionada por él. Él ya tenía la sección de Artes y la de Entretenimiento abierta en la página correcta. Su libro, número ocho, había sido rodeado en rojo brillante, y la palabra había sido escrita alrededor de ella varias veces. ―¡Felicitaciones! ―Le dijo. ―¡Gracias! ―Él sonrió felizmente. ―Entonces... Estás más arriba. ¿Por qué tengo yo la fiesta? ―Tú tienes el apartamento más bonito. ―¿Tú crees? ―¿La vivienda urbana en un barrio colonial realmente antiguo de antes de la guerra con un restaurante francés justo al lado que te sirve los mejores postres conocidos por el hombre? ¿Balcón bello, de ladrillos llenos de enredaderas de flores, en el segundo piso dominando la calle, con vista a un gran club de jazz y calles bellamente conservadas? Hum... Déjame volver a pensar esto. Tengo un tercer piso en un edificio de apartamentos y sin ascensor en una parte de la ciudad donde les dicen a los turistas que no vayan. Sí. Lo he pensado detenidamente. Tienes el apartamento más bonito. Tendrás la fiesta. ―Podrías mudarte, ―le dijo ella. ―¿Estás bromeando? Vivo junto a los mejores practicantes de vudú, los más locos que alguna vez haya conocido. Mis vecinos están totalmente dementes. Los amo. Incluyendo al tuerto, un pelotero Jack Russell propiedad del viejo Mammy Louise en el piso superior. ―El que se orina en tus zapatos todo el tiempo. ―¿Cómo te puedes enojar con un perro pelotero? ―No tengo nada en contra del pequeño compañero; Él nunca orina sobre mí. Y oye, me gusta tu departamento. ―Le aseguró. ―Tú eres el que te quejas. ―No estaba quejándome. El tuyo es simplemente el mejor lugar para una fiesta. ―Bien. ¡Estoy encantada de estar de fiesta. Invitaré a todos! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Solamente llama a tu hermana. ―Se sonrojó. ―Ya hice unas cuantas llamadas. Ella arqueó una ceja. Él sonrió abiertamente. ―Bueno, tienes que estar emocionada. Tienes que entusiasmarla. ¡Tienes que querer celebrar! El mesero trajo más café y beignets. Matt empujó la canasta en dirección a ella. ―¡Fresco y caliente! ―dijo esperanzadamente. Ella empujó de regreso la canasta. ―He tenido suficiente. Gracias. Él aceptó su negativa, rápidamente tragando de golpe uno de los rollos del desayuno cubiertos de azúcar en polvo. Dejó escapar un pequeño suspiro de placer sensual ante el sabor de la comida, y se chupó los dedos. ―Compraré el caviar, ―la dijo. ―Bueno. Deberías. No me gustan esas cosas, y tampoco a ti, así que si tú las quieres, irás a buscarlas. ―¿Tú conseguirás la champaña? ―Lo haré. Él aspiró un segundo beignet en su boca, masticó, y tragó en simples segundos. Tragó su café y se levantó. ―Tienes prisa, ―dijo ella. ―Tengo que hablar con mi agente. Atacar mientras esté caliente. Tengo trabajo en casa, y cuentas que pagar, y caviar que comprar. ―¿A qué hora tengo nuestra fiesta? ―le preguntó. ―A las ocho. Después de cena... no quiero que tengas que cocinar. ―Qué amable. ―De ningún modo. Solamente estoy pensando rápido, ―dijo Matt. ―Patatas fritas y salsas y... ―Algunos postres del restaurante francés estarían bien. ―Estoy segura que lo estarán. ―No olvides pequeños éclairs3, ¿está bien? ―Trataré de no olvidarlo. Él sonrió abiertamente y comenzó a abrirse paso trabajosamente entre las mesas y la multitud hacia la calle. Percatándose que ella todavía tenía su periódico, Jade volvió a llamarlo. ―¡Matt! ¡Tu USA Today! ―Adelante. Consérvalo. ¡Compré veinte de ellos! Recorrió la mirada en los listados otra vez. Tenía que admitir que estaba encantada. Y naturalmente se enorgullecía de Matt. Él estaba logrando llegar a la cima en un mundo difícil. Sorbió su taza de café recién hecho, no se apresuraría a si misma esa mañana. Se preguntó si invitaría a Rick. El Sargento Richard Beaudreaux. Conocía a todos en el grupo; Lo conocían y les gustaba. Había estado saliendo con él desde hacía tres meses. Él era todo lo que había estado buscando toda su vida... hasta ahora. 3

Un éclair es un pastelito largo y delgado hecho con masa choux relleno con una crema y cubierto con glaseado.

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¿Qué diablos era el problema con ella? Se preguntó. En realidad él era maravilloso. Hermosos ojos azules, cabello rubio arenoso, bronceado, físico musculoso. Todo exterior, por supuesto, pero era un gran ser humano, agradable, de voz suave, con la disposición fácil de una persona segura. Había trabajado en Drogas en Miami antes de regresar a Nueva Orleans, su ciudad de nacimiento. Le dijo que había trabajado en Homicidios por algún tiempo, pero ahora trabajaba en Drogas otra vez, pasando mucho tiempo con los niños en las escuelas, y también hacia comunicados de prensa para el departamento. Era educado; tenía buen corazón. Era limpio... y siempre olía bien e invitante. Bailaba, andaba en bicicleta, patinaba.... Le gustaban los paseos dominicales... alrededor del fútbol de domingo, por supuesto, pero eso estaba bien. Se perdía un partido cuándo era necesario. Le gustaba conducir por el campo, un picnic en los días fríos de otoño. Tenía una sonrisa que podría devastar; realmente se preocupaba por ella, admiraba su trabajo, y estaba siempre dispuesto a colaborar... sin importar lo cansado que pudiera estar. Él no se lo había dicho aún, pero debía preguntarse por qué ella no se acostaba con él. Por qué ella no parecía lo suficientemente lista. Ella se preguntaba eso a sí misma. ―Sí, voy a invitarlo, ―murmuró en voz alta. Una mujer, una turista que parecía ser del norte... tenía unas piernas muy blancas, una nariz quemada por el sol, y estaba usando un sombrero de paja la miró extrañamente desde una mesa cercana. ―¡Lo siento! ―dijo Jade, y sonrió abiertamente. La mujer sonrió abiertamente de regreso. ―Hablo para mí misma todo el tiempo, querida. ¡Obtienes las mejores respuestas de ese modo! Jade asintió con la cabeza y devolvió su atención al periódico. Sí, invitaría a Rick. Cuando los demás se fueran, Rick se quedaría. No quería perderlo. No es que él pareciera ejercer presión sobre ella. Ella le había dicho lo que sucedió en Escocia. Él era un policía. Había entendido. Todo había sido traumático. No le había contado sobre los sueños, sin embargo... Tomó un gran sorbo de café. Lo haría quedarse. Eso podría encargarse de los sueños. Tal vez era víctima de su frustración victoriana. Demasiado mal que no tuvieran a un psiquiatra principal en su grupo. Y no obstante, quizás no. No estaba tan segura de que querer compartir sus sueños con nadie. El café estaba bueno. Todavía caliente. Bajó la sección de Artes y la de Entretenimiento del periódico y recogió la primera página. Su corazón pareció detenerse allí mismo en su pecho. El encabezado rezaba: La matanza en la ciudad de Nueva York; ASESINATOS RITUALES CONMOCIONAN A LOS RESIDENTES. Él la observaba desde el otro lado de la calle. Era suficientemente fácil hacerlo.

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Ella estaba sentada afuera, en la sección al aire libre del café, cerca a la calle, cerca del sol. Había un techo sobre la sección exterior del café, pero se sentaba tan cerca de la calle como podía, e inclinaba su cara hacia el sol frecuentemente. Amaba el sol, la claridad. Sonreía mientras tocaba su cara, los planos de la misma eran delicados y bellos en un sentido perfecto, clásico de la palabra. Podía recordar el olor de su carne, la suavidad de su piel. Su perfume, sutil en la oscuridad y las sombras. Para él, ella era como un faro porque él sabía dónde había estado cada segundo. Tenía ojos hermosos, muy abiertos ahora a la luz del día. Ojos azules, ojos profundos, tocado con un indicio de verde. Ojos de mar, pensó con un estremecimiento extraño. Estaban enmarcados por las cejas y el pelo suelto del color del brillo del sol y de la sombra en sí, café claro, destacados con vetas naturales de oro puro y aquí y allí una hebra de rojo. Tan familiar. Tan diferente, y aún... Tal vez era el color de sus ojos. Así como el del mar. Como un gato, ella se movió ligeramente… y sensualmente a la luz. Obviamente amaba el exterior, el calor del sol. Él estaba sentado adentro, donde las puertas estaban cerradas, donde el aire acondicionado zumbaba, donde la luz de una bombilla barata iluminaba el menú y el mundo interior del pequeño restaurante. Anteojos oscuros protegían sus ojos, pero del resplandor del día, no de ella. Era logística simple. La podía observar. Ella no le podía ver. La había seguido por algunos días. Gracioso, la tentación de hacerlo había estado allí mucho tiempo. Él se había resistido. Hasta ahora. Porque sus enemigos estaban saliendo a la superficie otra vez. Ella le había preguntado una vez si él conocía esta ciudad. ¿La conocía? Sí, ciertamente. Muy bien. Fue uno de sus lugares favoritos. Había sido fácil encontrarla. Él sabía dónde vivía ella. Sabía quiénes eran sus amigos, adonde iba, lo que hacía. Conocía sus hábitos. Y si él lo sabía... Los otros podían saberlo también. ―¿Más café? Miró hacia arriba. Su camarera, una sonrisa fácil en su cara bonita, había hecho la investigación. Ella era joven, con corto cabello rubio, grandes ojos cafés, piernas de buena musculatura... y un uniforme que las mostraba muy bien. Hubo una vez un tiempo en el que ella habría sido un delicioso y tentador gusto para él como una trufa para un adicto al chocolate. Ella no era de Nueva Orleans. Él había aprendido, a través de los años, a ubicar los acentos, especialmente los acentos americanos, bastante bien. ―Sí, más café, grandioso. Gracias. Ella lo sirvió, sonriente. ―Usted no es de por aquí, ―le dijo. ―No. ―Él estuvo de acuerdo, permitiendo una sonrisa. Alzó su taza. ―Ni lo eres tú. ¿Pittsburgh? ―Preguntó. Sus ojos se ampliaron. ―¿Cómo lo supo? ―Es medianamente fácil. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Bueno, usted está en lo correcto. ―Estuvo sorprendida al principio, y luego desconfiada. ―Oye, mi familia no te incitó a esto, ¿verdad? ―¿Incitarme a esto...? ―¿A observarme, a seguirme? Ella clavaba los ojos en él suspicazmente. Él sonrió abiertamente, negando con la cabeza. ―No. No te estaba observando o siguiendo. Me temo que no conozco a tus padres. Ella se sonrojó furiosamente. ―Lo siento. Lo siento realmente. Yo sólo... voy a ir a Tulane. Piensan que es una escuela de fiesta. Me gusta mucho, y lo digo en serio, y trabajo duro... Y piensan que las mejores escuelas están hacia el norte. Él lo sintió más bien con pérdida. ―Ah. ¿Estás bien en Tulane? ―En la lista del decano, ―dijo con orgullo. ―Persevera, entonces. Tus padres verán la luz. Ella asintió con la cabeza, todavía avergonzada. Entonces sonrió. ―Tú no eres de este país, ―le dijo. ―No originalmente. Ella le ofreció una mano. ―Soy Cathy. Él aceptó la presentación, pero vaciló ligeramente. ―Llámame Luke. ―Luke. ―dijo el nombre como si lo saboreara. ―Bueno, es agradable tenerte aquí, y espero no haber hecho demasiado una tonta de mí misma. ―Lo estudió un momento, sonriendo abiertamente. ―Estás demasiado pálido para ser un sureño, también, sabes. ―En verdad, tengo un montón de amigos del norte que parecen de Florida o californianos... camas de bronceado, ―la dijo. ―Correcto. Por supuesto. Bueno... te veré, Luke. ―Puedes apostarlo. Ella se fue por ahí. Él sorbió su café, quedándose con la mirada fija al otro lado de la calle otra vez. Algo había ocurrido. Ella estaba poniéndose de pie. Su taza de café se había derramado; Ella no lo había notado. Estaba con la mirada fija en... Él tuvo que levantarse para ver. Un carruaje tirado por caballos cargando a una familia pendenciera rodaba entre ellos en la calle. Él arrojó dinero sobre el mantel... demasiado, pero estaba seguro de que Cathy podría usarlo... y salió del restaurante. Se apresuró al otro lado de la calle. Ella se había ido. Caminó hacia donde había estado, y vio los titulares en el periódico esparcido sobre la mesa, cubierto del café derramado.

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―¡Estás tomando esto demasiado en serio! ―Le dijo Shanna a Jade. Jade camino de regreso dentro del comedor, donde Shanna estaba ocupada doblando servilletas para la mesa del bufet. En una blusa ligera de algodón y pantalones vaqueros que abrazaba su forma, su hermana era hermosa. Tenía el pelo leonado, del color de la miel pura, con vetas de sol arrojadas en el. Sus ojos eran enormes y azul oscuros. Era menor que Jade por sólo un año, y aunque habían peleado como perros y gatos a lo largo de dieciocho años de vida hogareña, se habían convertido en las mejores amigas cuando Jade dejó la familiar casa colonial en el Garden District por la universidad en la ciudad de Nueva York. Shanna había ido a UCLA al año siguiente, pero después de graduarse, ambas habían regresado a Nueva Orleans. Shanna había modelado su camino a través de la escuela y todavía sacaba fotos, pero para su sorpresa, se había encontrado con que, como su hermana, amaba la palabra escrita más que nada. Había incursionado en los guiones, había vendido unos cuantos, entonces había caído locamente enamorada con Tolkien y había empezado a escribir novelas en el género fantástico. Era una financiera realista, y rápidamente arrastró a Jade en el trabajo de impresión cuando estaba disponible, lo cual estaba bien para Jade... ya que le gustó el ingreso adicional. No es que estuvieran corriendo peligro de estar en la miseria; Aunque su mamá había fallecido de neumonía cuando Jade tenía dieciséis, su padre todavía estaba viviendo en la casa en el Garden District, y ganando un ingreso decente como un hombre del periódico. Se había vuelto a casar, y así que Jade y Shanna ahora tenían hermanos por fin... los gemelos de dos años Peter Jr. y James, o Petey y Jamie. Peter MacGregor continuaba adorando a sus hijas, y a su nueva esposa, Liz, que estaba dispuesta a dar volteretas en el aire por hacerlos una familia completa. Aun así, ninguna chica quería confiar en su padre... ya que él ahora tenía dos bebés nuevos para enviar a la universidad y a la edad adulta. Ambas habían trabajado para pasar a través de la universidad, y su ética de trabajo era buena. Jade también había querido que su preocupación editorial fuera su aventura y su aventura a solas... pero había estado más que feliz de atraer a su hermana en ella. Aparte de la pérdida devastadora de su madre, había tenido una vida llena de normalidad y amor, y sabía que era afortunada. Afortunada, sí. Tenía una gran familia. Y había sobrevivido a una masacre. ―Shanna, ¿leíste... en verdad leíste... ese artículo? Shanna bajó una servilleta y clavó los ojos en ella. ―Sí. Cuatro personas fueron brutalmente asesinadas en la ciudad de Nueva York. Jade, ¿sabes lo felices que serían los neoyorquinos si pudieran decir que el asesinato casi nunca ocurría allí? Jade suspiró. ―Los asesinatos ocurren. Sí, sabemos eso. ¿Pero asesinatos en un cementerio? ¡Cadáveres encontrados desnudos, destrozados... y decapitados! ¿Sobre las lápidas sepulcrales? ―Hay personas muy enfermas en este mundo, Jade. ―Shanna volvió a las servilletas. ―Podría estar relacionado. ―Jade insistió, volviéndose de nuevo a la cocina por copas de champaña. Cuando regresó, Shanna no doblaba servilletas. Estaba recostándose contra el bufet antiguo, esperando a que Jade regresara.

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―Jade, cuando volviste a casa de Escocia, en realidad me asustaste. Pensé que íbamos a tenerte bajo asistencia psiquiátrica por el resto de tu vida. Estabas convencida de que criaturas malvadas cobraban vida afuera de las tumbas... ―¡Espera! ―dijo Jade, alzando una mano. ―Me desperté histérica; Sé eso. Tan asustada que no supe lo que sucedió. Dije muchas cosas que eran descabelladas. ¡Pero Shanna, me desperté en un sudario... sobre una lápida sepulcral! Nunca atraparon a la gente. ¿No crees que podrían ser los mismos? Shanna se veía como si no quisiera contestar. Entonces dijo: ―He oído que tienen a excelentes detectives de Homicidios en la ciudad de Nueva York. Sin mencionar el hecho en el que el FBI estará en todo eso. ―Pero tal vez pueda ayudar de algún modo. ―¿Cómo? ¿Llamando la atención sobre ti misma? Diciendo, ¡Oye, heme aquí, amigos!; ¡Me extrañaron la última vez! Jade, yo simplemente... ―¿Qué? Shanna negó con la cabeza. ―¿Recuerdas realmente algo? ¿Podrías ayudar de verdad? No es como si tuvieran a algunos sospechosos ahora. ―Vaciló. ―Lo leo, realmente lo leo. Sí, veo por qué estás molesta. Diablos, no, no quiero que estés envuelta otra vez. Jade se encogió de hombros. ―Es inquietante. ―Estoy de acuerdo, ―dijo Shanna. Estudió a Jade, entonces sonrió abiertamente. ―Así que acuéstate con el policía. ¡Dios sabe que he estado pensando que estuviste completamente loca por mucho tiempo, manteniendo alejado a ese cachorrito! Querida, él es... Delicioso. ―Oh, ¿realmente? ¿Tú crees? Shanna suspiró impacientemente. ―Bueno, no lo sé de hecho, pero estoy asumiéndolo. Es lindo como el infierno. Tiene un ingreso constante. Es fuerte como Hulk. Y ni siquiera es un imbécil o un estúpido. Si yo lo tuviera, te confío que no me arriesgaría a dejarlo ir. Jade sonrió. ―Shanna, los hombres viajan sobre ellos mismos para estar cerca de ti. Los lindos. Los ricos. Los construidos como Hulk. ―Sí, pero los que van detrás de mí hasta ahora han sido imbéciles. Acuéstate con el policía. Conseguirás buena cobertura de vigilancia durante la noche, y un montón de placer orgásmico también. ―He estado pensando en eso. ―Bien por ti. Lo invitaste esta noche, ¿verdad? ―Sí, lo hice. Shanna comenzó a doblar servilletas otra vez. ―¿Cuándo viene el grupo? ―A las ocho. ―¿Todavía la cabeza de Matt es tan grande como una calabaza? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Jade rió. ―No, él está como un niño, emocionado. Comprará caviar, a pesar de que lo odia. Shanna sonrió abiertamente, entonces se volvió hacia Jade. ―¡Y tú! ¡Oye, estoy contenta de ser una socia en Editorial MacGregor, L.T.D. Todo bien! ―Gracias, señora. Gracias. Pronto te publicaremos, con tu ficción. Shanna se rió. ―No, gracias, no pronto. Quiero apegarme con los grandes tipos comerciales al principio, conseguir millones de lectores y golpear la cima de las listas como nuestro amigo. ―Hm… Hay personas que piensan que deberías trabajar por mucho tiempo y muy duro y pagar montones de cuotas para hacer eso. ―Y hay personas que recogen boletos de Lotería del piso y se convierten en millonarios de la noche a la mañana, ―dijo Shanna. ―Hagamos estallar una botella burbujeante, sin embargo. Estoy inquieta. En el estado de ánimo para champaña. Jade se encogió de hombros. ―Bien. ―Volvió a regresar a la cocina. ―¡Oye! ―Shanna le habló. ―¿Sí? ―Estamos de fiesta esta noche. ¡No vamos a ponernos psicóticos por lo que sucedió en Nueva York! ―No, no vamos a ponernos psicóticos por lo que sucedió.

Él conocía su dirección. Había ido antes. Se quedó con la mirada fija arriba en el balcón por largos minutos. Sintió la brisa tocar sus mejillas, sintió la noche, el gentil, gentil beso de la luna. Las puertas del balcón estaban abiertas. La brisa revolvía las cortinas allí. Podría subir. Tocar la noche allí en el balcón. Saber más. Estaría observando. Haría guardia. Cerró los ojos, a continuación los abrió, consciente de que ella había salido hacia el balcón. Por raro que pareciera, consideró que ella le estaba buscando. Dio un paso atrás en las sombras. Ella apoyó sus brazos en la verja de hierro, apoyó su barbilla sobre sus manos, sólo contemplando a la calle. Déjame entrar, pensó él. Permaneció en las sombras... Mirando. Había llegado para… Entonces... Él lo sintió. La extraña perturbación. Y lo supo. Cerró los ojos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Sí. Estaban en la ciudad. Había habido un tiempo cuando él sentía cualquier falla, cualquier cambio, cualquier disturbio. Podría haber convocado a cualquiera de su propia clase, decidido, ha hablado la ley, y su palabra y podría haber sido el fin. Pero ahora... Ella era libre. Sophia, con su miserable... pero poderoso... y tonto Darian. Recorrían el mundo otra vez. Y podían esconderse de él, a pesar del daño que él les había hecho... otra vez... en esa noche en la vieja tierra natal. Y sólo podría pensar ¡Ella ha encontrado el talismán, el relicario, y de alguna manera debo arrebatarlo de regreso!

Jade MacGregor estaba de pie sobre el balcón, mirando afuera, a la noche. Alzó su pelo de su cuello, sintiendo la brisa contra su carne, entonces lo dejó caer hacia atrás. Él tenía que irse. Para actuar. La sensación de inquietud volviéndose más fuerte y más fuerte. ¿Por qué estaban ellos aquí, en esta ciudad? Él no había tenido la intención de venir de regreso, sin importar cuales fueran sus sentimientos por Nueva Orleans. El no tan distante pasado era todavía penetrante en demasiados recuerdos. En los suyos. Lo que había terminado había sólo eso... terminado. Había jugado un papel entonces, y había seguido adelante, sólo vagamente consciente de la fuerza resurgiendo. Temerario, rudo.... Puños de acero, férreo. Él había cambiado; Él no había cambiado. Ningún hombre era inmune a esos alrededor de él. Él había aprendido. Al mundo, en la luz, fuera de la luz, enseñaba lecciones simples de supervivencia. Él era malvado en sí mismo. Pero por todos los fuegos del infierno y condenación, había una maldad que él no permitiría que caminara de nuevo. Allí estaba ella. La chica americana. Jade. Desearía poder tocarte, pensó. Simplemente tocarte. Sentir... Recordar… La perturbación estaba creciendo, volviéndose más fuerte que nunca. Si cerrara los ojos, concentrado, sentiría su poder... Podría ver... Sus enemigos estaban ocupados. El tiempo era ahora primordial. Se convirtió en la oscuridad. Y hacia la maldad que conocía demasiado bien.

―¿Pero viste esto?

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Renate DeMarsh, una inquilina de otra parte de la vieja casa de antes de la guerra y la creadora de la serie de misterio Miss Jacqueline, habían venido a la fiesta armada con una pila de periódicos de Nueva York. Shanna había intentado detenerla en la puerta; Renate se había metido a la carga adentro. A los treinta y ocho años era respetada y había adquirido aclamación crítica por sus misterios, referidos en el género como cozies. Los cozies eran geniales. Eran misterios solucionados al calor de la lumbre por una abuela dulce, canosa. Eran amados y estimados por los lectores. Renate era chiquita y bella, con cabello platino y ojos violetas azul, tipo Liz Taylor. Estaba todo el tiempo en programas informales de entrevistas. Siete de sus quince novelas habían sido adaptadas para la televisión y películas de largo metraje... ninguna había sido hasta ahora realizada. Aunque vivía bien, Renate estaba frustrada. Sus novelas, aunque populares y aclamadas, todavía no habían hecho la fortuna que ella pensaba que merecía. Le gustaba decirle a Matt que él escribía libros enfermos por demasiado dinero, mientras ella escribía bien, con calidad, libros literarios por muy poco dinero. Sus comentarios nunca ofendieron a Matt... ya que él era muy aficionado a ganar dinero y no daba dos higos por los programas informales de entrevistas. Además, admitía que seguro, a él, le gustaría su aclamación crítica, y ella le daba la vuelta y le decía que a ella le gustaría su flujo de efectivo. Eran grandes compadeciéndose el uno del otro. Pero ahora Matt estaba molesto. Ésta era, después de todo, su gran celebración también, y no estaba llena de nada sino charla acerca de los asesinatos en Nueva York... y los que Jade había sobrevivido en Escocia. ―¡Renate, ni siquiera había querido que Jade viera lo que sucedió! ―dijo Matt. ―Me olvidé de los titulares cuando la dejé el periódico. ―Sí. ¡Cabeza de calabaza! ―murmuró Shanna. ―¿Qué? ―dijo Matt. ―No importa, ―dijo Jade rápidamente. ―No, no, no, ―dijo Renate impacientemente. Estaba delante de él, en jarras, muy digna y real... tenía una gran elegancia con sólo la ropa adecuada. Sus ojos eran grandes y agudos, exigentes de recibir su atención, y estaba decidida a que Jade fuera a leer cada palabra en los artículos en los asesinatos. ―¡Es importante que Jade lea todo sobre esto! ―dijo indignadamente. ―¿Por qué? ―demandó Shanna. ―Las mismas personas enfermas podrían estar involucradas. ―Oh, Renate... ―comenzó Matt. ―Todos vosotros traficáis con lo fantástico, ―Interrumpió ella severamente. ― Mientras que yo trato con método policíaco real. Hay siempre un motivo, ustedes lo saben. ―Sí, pero hay integrantes de la secta en el mundo entero. ―Metió Jenny Danson. Ella era bonita, con mucho busto, y regordeta, y como Matt, casi siempre alegre y complacida. Madre y enfermera por veinte años antes de que empezara a escribir, había hecho un éxito rápido de historias acerca de la lucha entre la carrera y la familia y los lados flacos de la vida de todos los días. Nada se le pasó a Jenny. Y ahora ella estaba frente a Renate. No iba a dejar que cualquiera de ellos destruyera el agarre de Jade en la normalidad ganado a duras penas.

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―¡Oh, ahora, Renate, no lees los periódicos mejor que el resto de nosotros! No eres una detective de homicidios o un científico conductual. Jack el Destripador se fue, Bundy está muerto, pero allí podría haber más asesinos en serie. ¡Nueva Orleans fue devastada por un monstruo no hace mucho en absoluto! No todos van a ser los mismos, y no todos van a ir tras de Jade. ―¿Sugerí tal cosa? ―Demandó Renate. ―Bueno, algo así, ―dijo Danny Thacker. Un joven delgado, él se veía como la parte del artista muerto de hambre; Danny había publicado varios escritos y algunos artículos e historias en revistas, pero aún no había logrado vender su novela. Trabajaba medio tiempo en la oficina del médico forense. Una buena credencial ante el momento. ―No sugerí nada de eso, Daniel Thacker, ―dijo Renate firmemente. Pero lo miró y sonrió. Él ayudaba a Renate bastante... no parecía tomar en cuenta que ella tenía la habilidad para utilizarlo. A él le gustaba Renate, y le gustaba estar con ella. Por qué ella elegía estar con él no importaba. ―Renate, vamos, seriamente, todos nosotros podemos leer, y sabemos lo que sucedió. ¡Asustarás a Jade! ―dijo Matt. ―El conocimiento no va a asustarme, ―dijo Jade. ―No saber las cosas es muy atemorizante. ―Pero seguramente no hay necesidad de conocer más acerca de la ciudad de Nuevo York, ―suministró Todd, el marido igualmente alegre de Jenny. ―Jade, estás en tu ciudad, sabes. En tu casa. ―Con nosotros. ―Añadió Jenny. ―¡Oh, chico, ahora hay un pedazo de seguridad! ―dijo Shanna ligeramente. ―¡Todos vosotros estáis poniéndoos nerviosos! ―discutió Renate. ―Jade tiene razón, y Jade es sensata. Hombre prevenido vale por dos, siempre digo. ―Sí, lo haces. Repetidas veces en cada libro, ―señaló Matt. Renate le lanzó una mirada desdeñosa. ―Está bien, todos vosotros. ―Insistió. ―Sólo dejar a Jade ver este artículo. Después de eso no digo más. Puede decidir por sí misma, si debería preocuparse o no. Tú sabes, tengo a un amigo con un gran bulldog. Un pit bull. Uno de lo más dignos de mención que alguna vez he visto. ―No todos los pits bulles son malos. ―Protestó Matt. ―Este lo es. Y probablemente maltrataría a todos y cada uno de nosotros hasta una pulpa, amor, ―dijo Renate. ―Renate, Matt, lo quieran decir o no, no tengo un pit bull, ―dijo Jade. ―Jade, ―comentó Danny. ―Esas cosas pequeñas de queso inflado son deliciosas. ¿Las hiciste tú? ―No, son del restaurante de abajo. ―Vaya. Otra vez, Renate suspiró. ―¡Al infierno con los bocadillos de queso! Jade, lo digo en serio; ¡Es una lectura importante... lee esto! Jade arqueó una ceja. Los demás se quedaron callados. Dio un paso adelante y cogió el artículo que Renate había indicado.

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Leyó acerca de los asesinatos. En blanco y negro, práctico, poco sensacionalista. Frio, casi. La sangre y entrañas, horror y terror... piedra fría. Los hechos, señora, simplemente los hechos. Y entonces vio el hecho que Renate había estado tan resuelta a que ella advirtiera: La lista de los muertos. Y el nombre Hugh Riley. Pareció saltar ante ella. Pareció gritar. ―¡Hugh Riley! ―dijo en alta voz. Y lo recordó. El muchacho con los hombros de una milla de anchos que había sabido su historia, quieto la mayor parte de la tarde, cobrando vida cuando supo todo acerca de la Countess Bathory. Recordaba su cara, sus ojos, su caminar... Él había sobrevivido a esa noche en Escocia. Él, también, se había encontrado en un sudario entre las lápidas sepulcrales. Él había sido encontrado entre las lápidas sepulcrales otra vez. En Nueva York. Sólo que esta vez... Su cabeza había desaparecido.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0022 Cathy Allen dejó el restaurante tarde esa noche, mucho después de oscurecer. Trabajaba la mayoría de las mañanas, y algunos turnos del almuerzo, pero ésta era la primera vez que había echado una mano con el ajetreo de la cena. Pero tanto Loren como Jeffrey se habían reportado enfermos, así que ella se había quedado. Se estaba perdiendo una clase, pero era español, y gracias a un verano en España tenía una comprensión excelente del lenguaje, así que ella no se preocupó demasiado. Necesitaba el dinero más que la clase, porque estaba haciendo la escuela con becas y lo que podía conseguir trabajando... y Tulane no era barata. Su última mesa era un solo tipo. No parecía demasiado joven (más que la edad de la universidad) pero tampoco era viejo. Estaba vestido con jeans negros y una chaqueta vaquera negra, y aunque estaba oscureciendo, llevaba puestos anteojos oscuros. Su pelo era color pardo rojizo, tenía pecas, y él fue compresivo cuando ella derramó un poco del vino que había pedido, sonriendo y lamiendo la gota fuera de su mano. ―Lo siento. ―Está bien. ―Gracias. ―¿La gerencia te hace pasar un mal rato aquí? ―Indagó. Ella se dio cuenta de que hablaba con acento. Era su día para extranjeros. ―No, son regulares, pero a nadie le gusta eso cuando los clientes se quejan. ―Creo que no. Oye, ¿sabes algo sobre los grupos de por aquí, quién da excursiones? ―Preguntó él. ―Bueno, hay algunas compañías por el momento. Algunos han estado aquí desde siempre. Algunos vienen y van. A las personas les gustan los cuentos de fantasmas. Y hemos tenido montones de asesinatos grotescos aquí en Nueva Orleans. ―Así es lo que he escuchado, ―dijo, todavía sonriendo. ―En esta época del año, con Halloween por llegar, pueden surgir muchas excursiones nuevas. ―Si, tal vez. Oye, ¿Por qué no continúas y me das mi cuenta? Te vi hablando con esa chica por allí antes, diciéndole que necesitabas irte, que estabas exhausta. ―¿Usted me oyó? ―dijo incrédulamente. ―Sí. ―Debí haber hablado más fuerte que lo que pensé. No tenía la intención de ser ofensiva. ―No lo fuiste. Has sido de ayuda. ―Oh, acerca de las excursiones... ―Sí. ―Él se encogió de hombros. ―Soy un actor desempleado. Recibir algún trabajo dramático de narrativa en el momento sería divertido. ―La mayoría de los grupos te hacen hacer una prueba para probar que conoces la historia y puedes contarlas. ―Oh, sé de historia. Y puedo hacer girar un buen hilo. Dame mi cuenta, para que puedas irte de aquí. ―Él sonrió ampliamente ―¿Necesitas un aventón a cualquier parte?

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―Oh... yo... eh... ―Ella tartamudeó. Él era lo suficientemente agradable, pero ella tenía mejor criterio que dar un paseo con un desconocido. ―No importa... mala pregunta. ―Él tomó la cuenta de sus dedos y la dio algún dinero. ―Hasta otra ocasión, ―la dijo. ―Gracias, ―dijo ella. Él comenzó a salir. Ella se dio cuenta de cuánto dinero le había dado. Se volvió a agradecerle. Él ya se había ido. Como si hubiera desaparecido sin dejar rastro. Dos veces ese día había tenido suerte con los hombres. O así lo pensó ella. Cuando salió, las calles estaban todavía ocupadas. Era Nueva Orleans. Las calles estaban siempre ocupadas. El jazz siempre tocado. Le gustaba eso de Nueva Orleans. El problema era, por supuesto, que tenía un viaje a casa un poco largo. Tenía un coche, un viejo Chevy Nova... muy viejo. Comprado por unos cuantos dólares, era bueno para las pocas millas que conducía a la semana entre la universidad y el Barrio Francés. Tenía que estacionarlo afuera del Barrio porque no podía empezar a permitirse pagar un garaje. Y así que dejar la animada área turística del viejo sector cada día por calles más allá de ahí, no era considerado en absoluto seguro. Durante el día, estaban bien. Pero por la noche... Después de trabajar todo el día y apresurarse hasta el cansancio, tenía cerca de cien dólares. Bueno, dinero necesario para ella. Clip, clip. Dio media vuelta, intentando ver quien estaba siguiéndola. ¡Tu vida vale más que cualquier cantidad de dinero! Casi podía oír a su madre diciendo las palabras. Mordió su labio inferior. Eran palabras verdaderas. Nunca había dado cuna verdaderas de ellas hasta ahora mismo. Apretó su paso. Oyó pisadas otra vez. Se dio la vuelta. Giró de nuevo. ¡Allí!..! Detrás de ella una sombra negra. ¡No! ¡Allí... enfrente de ella! Sombra, volando. No, la luz de luna, inquietando, tomándole el pelo... No obstante... Clip. Clip... El sonido de pisadas. Furtivas. Intimidantes. ―¡Oye! ―Gritó repentinamente. ―¡Llevo espray de pimienta! ¿Espray de pimienta? ¿Qué clase de idiota era? ―¡Espray de pimienta... y una Magnum cincuenta y siete! ―Gritó. Risas... ¿Oyó risas? ¿O fue un eco inquietante en su propia mente? Ella miró y miró... giro alrededor. No había nadie, nadie... Sombras, risas, pisadas... Comenzó a correr. Y el clip… El clip… El clip llego más rápido y más rápido, también. La sombra... voló, se levantó como un pájaro negro gigante. Pasó rozando en una canopia por encima de su cabeza.

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La luna, la luna gloriosa, cubierta por sombra, la oscuridad cayendo... Y luego... El toque. Ella comenzó a gritar. Rick Beaudreaux llegó tarde, y se veía cansado, Jade lo notó inmediatamente. Se notaba que había visto el artículo del periódico. Sus ojos capturaron los de Jade rápidamente, y había una pregunta. Él supo lo que sucedió en Escocia, y había asumido que Jade iba a estar molesta. Pero había sido recibido en la puerta no sólo por Jade, o incluso por Jade y Renate, sino por una pequeña multitud de gente. Cada uno de los invitados de Jade (Los del Grupo de la Víspera del Miércoles) estaban allí para verlo. Sus frentes ascendieron mientras él se quedaba en la entrada; Él vio a Jade y sonrió, y su corazón golpeó un poco... él en realidad era un galán perfecto, un chico con todo lo correcto. Sí exactamente, él es lo correcto, se dijo a sí misma algo coléricamente. Estaba contenta de verlo; No estaba contenta de verlo. Él era todo lo que había querido en la vida... y extrañamente, sentía como si una relación con él fuera como traicionar a alguien más. A quién, ¿Idiota? Ella no sabía. Pero había tenido la sensación más extraña, parada sobre el balcón más temprano. Como si alguien estuviera allí afuera. Ella casi se sintió... emocionada. La brisa había sido casi insoportablemente sensual. Sí, estoy esperando... A solas, casi había dicho en voz alta las palabras. Entonces había oído a Shanna llamándola y se había sentido como una idiota, teniendo fantasías sexuales con una brisa cuando un perfectamente bueno... no excepcionalmente bien... quería entrar en su vida. Esta noche. Sí, esta noche, definitivamente. ¡Ninguna de estas cosas locas en su cabeza! ―Entra... si te dejan, ―le dijo a Rick, sus labios curvándose en una sonrisa. Él sonrió abiertamente, contento de ver que parecía bien. ―Hola, amigos. ―No nos digas, hola amigos, ―Renate ordenó inmediatamente. ―Sé que eres un policía y que puedes leer, y que puedes ver entre líneas. Estas pequeñas queridas están desdeñando todo lo que digo. Y Jade está asustada... ―No estoy asustada exactamente, ―murmuró. ―Estará psicótica si Renate continúa, ―dijo Shanna secamente. ―Necesita ser precavida, ―dijo Renate. ―¿Oye, champaña, Rick? Estamos de fiesta aquí esta noche, ―Matt le recordó. ―Champaña, seguro, grandioso ¿Por qué no? ―dijo Rick. ―Felicitaciones, el tiempo del Gran Matt. Eres lo mejor que hay después de conocer a Stephen King. ―Soy mucho más humilde, ―dijo suavemente. ―King ha escrito muchos más libros, ―señaló Renate. ―¿Así que qué crees, Rick? ―Shanna preguntó. Él vaciló, clavando los ojos en Jade. Se encogió de hombros. ―Creo que Nueva York está lejos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Uno de los sobrevivientes de Escocia murió en Nueva York, ―dijo Jade. ―Hugh Riley. ―¡Oye! Matt. ―Sugirió repentinamente, engullendo una mordida de éclair. ―Tal vez es simplemente el mismo nombre, y no el mismo hombre. ―Cosas extrañas ocurren. ―Les dijo Jenny Dansen. ―Acabamos de leer un artículo en una revista Todd y yo, ese es... acerca de un hombre que sobrevivió a dos accidentes de avión y entonces murió en un tercero. Digo, realmente, tales cosas ocurren. Probabilidad, circunstancias. Quiero decir, obviamente los planes no eran salir a conseguirlo a él o nada. ―Los vikingos creían que nuestros futuros estaban tejidos desde el momento de nuestros nacimientos, ―dijo Danny. ―Por eso es que eran tan valientes. El miedo no les beneficiaba nada. Lo qué fuera a pasarles les ocurriría. Y bueno, por supuesto, simplemente se iban al Valhalla y vivían allí en su cielo. ¿No es un mal concepto, ¿eh? ―¿Qué edad tenía el tipo que conociste en Escocia, Jade? ―Preguntó Jenny. ―Veintiuno o veintidós. Renate recogió un pedazo de periódico. ―Coincidencia importante. Este acertó a perder la cabeza a la edad de veintitrés. ―Puedo averiguar todo eso, ―dijo Rick. ―No necesitamos estar aquí y especular. Todos ellos clavaron los ojos en él. Él se aclaró la voz. ―Quiero decir más tarde. Estamos teniendo una fiesta esta noche, ¿verdad? ―Verdad. Por el éxito, en todas sus formas y apariencias. Shanna respondió al llamado, llevando una copa de cristal. ―¡Champaña directo para el policía! ―Por qué, gracias, señorita MacGregor. ―Mi placer. ¡Un brindis! ¡Por Jade, y por Matt! ―Escuchen. ¡Escuchen! ―Exclamó Danny. ―¡Por las emociones, los escalofríos y el éxito comercial! ―Le dijo Jenny a Matt. ―¡Y por la historia y nuestra propia maldad muerta y las grandes catedrales e iglesias donde se intentó la redención! ―Continuó, subiendo su vaso hacia Matt y luego hacia Jade. ―¡Ciertamente! ―Danny se rió. ―¡Por mis amigos ricos y famosos! Puede su suerte... y su talento, por supuesto, ¡Roce sobre mí! ―Danny, tú eres maravillosamente talentoso, ―dijo Jade. Él sonrió abiertamente con buen humor. ―Gracias. Creo que sí, también. Pero aun si nadie más alguna vez lo hace, vosotros dos todavía actuarias como si me conocierais, ¿verdad? ―¡Cómo podéis estar allí todos vosotros y actuar tan tonto cuando algo tan tremendo ocurrió! ―Exclamó Renate con aversión. ―¡Y tú, Rick! Eres un policía. Rick aspiró un aliento profundo, sus ojos fijos mientras caían sobre Renate. ―Eso es simplemente eso, Renate. Soy un policía. Veo o sé de cosas muy feas todos los días. Tú sólo continúa viviendo y disfrutando de la vida, porque sabes que es frágil. ―No puedes averiguar más ahora... ―¡Renate! ―La amonestó Jade. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―No, ―dijo Rick. ―Tengo que regresar por algunas horas esta noche. ―¿Lo harás ¿Por qué? ―Preguntó Jade. No, ¡estás bromeando! pensó. Iba finalmente a pedirte que te quedes, a pesar de lo qué... A pesar de lo que sentí en el balcón. O tal vez. Sólo parcialmente... Por lo que sentí sobre el balcón. ―Hubo un mal accidente esta noche justo saliendo del Barrio Francés. Voy a dirigirme hasta la morgue para averiguar más acerca del chico involucrado. ―¿Chico? ―dijo Jade suavemente. ―Chico de la universidad. Necesito enterarme si las drogas estuvieron implicadas, tratar con la familia... ―Vaya, qué pena, ―dijo Danny. ―Que deprimente, ―Agregó Matt con aflicción. ―Sí, bueno, eso es lo que quiero decir. ―La vida es una perra, y entonces mueres. ―Anunció Renate. ―Mmm, lo mismo. Otros dicen, la vida es una perra; Entonces eres jodido por una; ¡Y luego mueres! ―Matt le dijo a ella, sonriente. ―Tú sólo no esperas, la cabeza de la calabaza, ―dijo Renate dulcemente en respuesta. ―Creo que necesito algo de aire, ―dijo Jade. Deslizando su brazo a través de Rick, lo llevó afuera para el balcón con ella. Se recargó contra el barandal de ladrillo, mirando atrás. ―¡Oh, gracias a Dios, no siguieron! ―dijo Rick. Ella sonrió abiertamente. ―Por Dios, se dieron por aludidos. ―Y lo aceptaron. Algo de jazz realmente grandioso estaba llegando suavemente desde un lugar al otro lado de la calle. La luna estaba alta. Octubre. Era una gran noche de otoño. No frío, sólo fresco. Rick se apoyó contra el ladrillo también, rodando su copa de champaña en sus manos, estudiando sus ojos. ―¿Estás realmente bien? ―Fue sorprendente leer esos titulares. ―Sí. Eso es bastante extraño. Tú sabes, Jade, las mismas personas podrían estar involucradas. Nunca atraparon a los asesinos en Escocia. ―De Edimburgo a Nueva York. Parece inverosímil, ¿verdad? ―Sí, y no. Depende. Hay cultos serios allí afuera. Sabes eso. Y si alguien respaldando semejante cosa tiene dinero... ―Y los asesinatos ocurrieron en un cementerio otra vez. ―Sip. ―Él la observó. ―Tú no te pasas los días arrastrándote alrededor de los cementerios, ¿verdad? ―Los días... bueno, lo admito, lo hago a veces. Es difícil escribir sobre viejas catedrales e iglesias sin pasar en medio de algunos viejos cementerios. Así que los días... sí. Las noches… no. Ya no más. Rick ¿crees que en realidad que podrían ser las mismas personas? ―No, realmente no lo creo así. Pero no es imposible.

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―Lo que es tan extraño sobre Hugh Riley. Si es él. ―Bueno, hay montones de universidades en Nueva York. Me dijiste que eran todos los chicos de la universidad, ¿recuerdas? Los tipos de Fraternidad, los jugadores de fútbol, los fumadores, adictos, los bromistas. ―Eran sólo chicos. Chicos salvajes, ―le dijo. ―Desafortunadamente, los jóvenes no son inmunes al desastre aunque tiendan a pensar que lo son. ―No puedo creer que tengas que regresar al trabajo esta noche. Yo iba... Él se movió más cerca, sus ojos brillantes y expectantes. ―¿Tú ibas...? Ella se encontró con su mirada de lleno. ―Creí que podrías quedarte. ―Oh, ¿sí? Ella asintió y sonrió repentinamente. ―Tú sabes, oíste a Matt; La vida es una perra; Entonces tú... La interrumpió con un gemido, entonces fue a colocar la copa de champaña en una mesa de mimbre. Se cayó de sus dedos, estrellándose en el piso. Él juró. Ella se rió. Desde adentro, oyeron el sonido repentino de música. Y risa. La fiesta iba a continuar sin ellos. Shanna se había encargado de eso, Jade estaba segura, que no serían seguidos. ―Tu bella copa, ―dijo él. ―Es solamente una copa, ―susurró. ―Correcto. Al diablo con eso. ―murmuró, atrayéndola en sus brazos. Sus dedos se enredaron en su pelo. Él la atrajo contra el calor duro de su pecho. Ella sintió el latido de su corazón, lo sintió acelerar. Sus dedos se movieron. Su boca encontró la de ella. Se habían besado antes, se habían acariciado antes. Él era bueno. Duro, demandante, sensual... Ella le besó de regreso, moviéndose contra él, boquiabierta, lista, queriendo, queriendo... Una sensación de excitación. No llego. ¡Debería tenerla! Maldita sea, debería tenerla, debería tenerla… A ella no le importó. De una u otra manera, iba a ocurrir. Él se apartó de ella, sus ojos duros en los suyos. Sintió el aire contra la humedad de sus labios. Se encontró con su mirada fija, su corazón tronando. Por favor, Dios, que él no vea que no hay nada allí; Que él no sepa que le estoy respondiendo con una mentira, que estoy perdiendo mi mente, queriendo... ―Regresa cuando termines, ―le dijo. ―Podría ser realmente tarde. ―No me importa.

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―Al amanecer. En la mañana. Y Dios sabe, no debería estar contigo. No debería haberte besado. Estoy enfermo de algo. ―¿Un resfriado? ―Supongo. Estoy simplemente aniquilado. Realmente cansado, ―se encogió de hombros torpemente. ―No parece que pueda quitármelo de encima, pero... ―No me importa si estás resfriado. ―No querría... ―Correré mi riesgo. ―¿No te importa que llegue realmente tarde? ―Te daré una llave. ―Es un trato. ―Dame el beso de despedida. ―No debería... ―Vamos a vivir peligrosamente. Él sonrió abiertamente. La besó otra vez. Fue conmovedor; Apasionado. La manera en la que la tocaba, en un balcón, era casi indecente... Ella asintió con la cabeza, sintiéndose entumecida. De la mano, regresaron caminando adentro. Shanna había puesto música. Estaba tratando de enseñarle a Matt cómo bailar el tango. Danny, dejándose caer en una recargada silla antigua, daba instrucciones; Jenny y Todd se reían, esmerándose en seguir los movimientos. Al ver a Rick y a Jade, Danny se paró. ―Jade, esperaba que vosotros chicos entrarais de nuevo. Necesito decir gracias y adiós. ―¿Ya te vas a ir, también? ―Le preguntó ella. Él asintió con la cabeza, mirando a Rick. ―Fui mandado llamar. Necesitan algo de ayuda adicional en la morgue. ―Oh. La música del tango se paró repentinamente mientras Shanna apagaba al reproductor de discos. ―Bueno, es un jueves. Noche de trabajo, ―dijo Todd. ―Supongo que deberíamos emprender el camino, también, eh, allí, ¿Señora Voz de América? ―Él interrogó a su mujer. ―Supongo, ―dijo Jenny. ―Jade, gracias. ―Sonriente, dio un paso adelante, abrazando a Jade, besando sus mejillas. ―¡Felicitaciones! Y goza el momento. ¡No comiences a hacer hincapié en el pasado, en ninguna cosa mala! Ella le dirigió a Renate una mirada severa. Él inspiró profundamente contra su pelo. ―Creo que me iré ahora. E intentaré regresar antes. Renate la miró furiosa de regreso. ―Buenas noches, Jenny.

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―Buenas noches, a todos, ―dijo Danny, tomando su chaqueta del árbol de ébano junto a la puerta, y saliendo. Rick lo siguió, diciéndole a Jade: ―Podría también conseguir un aventón con Danny. ―Él rozó sus labios con un beso breve, hizo una pausa, y la besó otra vez. Salió con una sonrisa abierta. Jade estaba segura que su hermana lo vio. Los Dansen siguieron. Y luego Renate decidió que había pasado la tarde con un grupo de personas testarudas, estúpidas, y anuncio que se iba. ―Supongo que me iré también, ―dijo Matt. ―Fue una gran fiesta, Jade. Gracias. Y para los dos, realmente. Él la abrazó y la besó. ―Hey... toma el caviar, ―Shanna propuso, frunciendo la cara. ―Tráelo a mi departamento... me gustan las cosas, ―dijo Renate. ―¿Sí? ¿Me estás invitando realmente a tu departamento? ―dijo Matt. ―No vayas a emocionarte mucho... está justo al otro lado del salón, ―le dijo Renate. Él permaneció inmóvil, viéndose inseguro. Renate suspiró. ―Sí, te invito a mi departamento. Trae el caviar. Oye, Jade ¿podemos agarrar una de esas últimas botellas de champaña? ―Seguro, queden inconscientes, ―dijo, intentando no sonreír abiertamente. No lo podía evitar... cuando quedaron las dos, ella y Shanna se miraron una a la otra y estallaron de risa. ―¡Shh! ―Jade cubrió la boca de su hermana con su mano. ―Te oirán. ―¡Tú cállate! Ambas se quedaron silenciosas, entonces se animaron otra vez. Shanna recogió una botella de champaña de una mesa auxiliar y bebió a grandes tragos directamente de ella, entonces se la pasó a Jade, quien hizo lo mismo. Se dejaron caer pesadamente en el gran sofá central una al lado de la otra y se pasaron la botella de nuevo. ―¡Ella se toma tanto en serio a sí misma! ―dijo Shanna. ―¿Renate? ―¿Quién más? ―No lo puede evitar. Se siente poco apreciada. ―¿Cómo puede hacerlo? Las personas se deshacen en alabanzas con ella todo el tiempo. ¡Es la única de nosotros sobre quien han escuchado la mayor parte de las personas alguna vez! ―Porque hace programas de entrevistas. ―Sí, pues, eso es bueno. ―¿Pero cuántas personas conoces que en verdad compren sus libros? ―Jade pregunto suavemente. ―Alguien los debe comprar. ―Algunas personas lo hacen. Pero no las suficiente como para hacerlos realmente lucrativos. Shanna alzó la botella de champaña.

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―¡No puedes ser juzgada en un mundo literario, querida chica, por cuánto dinero que haces! ―dijo en una imitación perfecta de Renate. ―Lo que realmente significa que ella quiere más dinero. ―¿Por qué sólo no lo admite? ―No sé. Todos queremos algo que no queremos admitir, supongo. ―No soy contraria en absoluto a admitir lo que quiero, ―dijo Shanna. ―¿Y qué es eso? ―Un Varón decente. ―Miró a su hermana y sonrió abiertamente. ―Solía querer un varón fabuloso. Ahora sólo quiero a uno decente. Estamos dispuestas a adaptarnos para cada vez a menos a medida que pasa el tiempo. ¿No es eso triste? ―Shanna, tienes veinticuatro. ―Veinticinco el mes próximo. ―Eres joven. ―Exactamente. ¡Quiero una vida ahora, mientras soy joven, mientras tengo la energía para disfrutar de todos y cada uno de los segundos de ella! ―Shanna... ―Quiero conocer a alguien, citarme, enamorarme, casarme... y tener niños antes de que tenga treinta. Bueno, así que me queda un poco de tiempo. Pero si ni siquiera he podido encontrar una cita “decente” hasta la fecha, ¿cómo voy a encontrar el amor de mi vida para casarme? Por supuesto, supongo que podría sólo casarme, tener hijos... y divorciarme, deshacerme del vago, como parece ser la moda en estos días. O tal vez el vago pueda sólo dejarme plantada. ¡Pero oye! Tú tienes al Sr. Perfecto... y él regresará, ¿verdad? ―Sí, pero tarde. ―Diablos, me iré. ―Él no está aquí ahora. ―Pero querrás enfriar más copas. ―Es un hombre de cerveza en el fondo. ―Entonces enfría una jarra. Pero toma ese baño de burbujas. ¡Hazlo especial! ―Por supuesto, intento hacerlo. Shanna estaba ya en camino hacia la puerta. Jade se levantó para seguirla. Shanna besó su mejilla, le dio un abrazo, entonces miró perdidamente hacia sus ojos. ―¿Qué está mal? ―¿Mal? Nada. ―¿Tienes miedo? ―¿De Qué? ¡Oh! Si quieres decir por los artículos del periódico sobre lo que pasó en Nueva York, no. Estoy bien. En serio. ―Por supuesto. Tu policía regresará. ―Hum. ―Él es especial. ―Lo sé.

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Shanna la estudió otro largo momento. Jade sintió como si su hermana pudiera leer su mente, como si de alguna manera se diera cuenta de eso... Ella no estaba sintiendo; Estaba solamente desesperada por hacerlo funcionar. Jade amplió su sonrisa. ―Gracias, hermana. Gracias por todo. ―Gracias. ¡No puedo esperar a hablar mañana! Llámame en el momento en el que estés sola. ¡Lo digo en serio! ―Lo prometo. Le cerró la puerta a su hermana. Se apoyó contra ella por un largo momento. Entonces le echó llave y se empujó lejos, decidida. Metió jarras en el congelador para enfriarlas. Entonces se dirigió hacia el cuarto de baño, decidida a disfrutar de un buen y largo baño de burbujas. Abrió el agua. Las palabras no eran reales, sólo parte del vapor. Pero podía verlo, al amante que esperaba. Él caminó a grandes pasos con suave confianza, tenía la fluidez de un gato, un gato musculoso, ágil, sinuoso, grandioso... ―Ven, sí, ven a mí.... Ella saltó, sobresaltándose a sí misma por la completa atención, por hablar en voz alta. El agua se estaba enfriando. El vapor se había desvanecido. ―Voy a ahogarme aquí dentro, ―dijo con exasperación. ―Jesús, ¿Jade cuál es el problema contigo? Ella se enderezó, ahuecó sus manos, y pasó el aromático aceite de baño alrededor, entonces se levantó, agarró una toalla grande de tela afelpada, se secó, y la envolvió alrededor de ella. Vio su reflejo en el espejo sobre el lavabo. Estaba pálida y demacrada. ―¿Estoy perdiéndolo porque tengo miedo? ―Le susurró a su reflejo. Pero no tenía miedo... no cualquier tipo de punto de pánico, ciertamente. Con ese pensamiento, abrió la puerta hacia su dormitorio, contenta de haber dejado encendidas las luces allí dentro. Nada. Salió caminando hacía la sala, en la cocina, y luego en el segundo dormitorio... su oficina en casa. Regresó caminando hacia las puertas que conducían al balcón y recordó. Sí, ella las había cerrado y echado llave cuando Shanna se fue. Probó las puertas. Sí, todavía cerradas. La puerta principal estaba con cerrojo. Rick tenía una llave. Con un suspiro se volvió caminando hacia el dormitorio y encendió la televisión. Uno de los canales de cable premier mostraba la vieja versión de Errol Flynn de Robin Hood. A medias escuchaba la película mientras analizaba la pregunta grave de qué llevar puesto cuando el Sr. Perfecto pasara la noche por primera vez. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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¿Pequeño o largo? ¿Algo que cubra o que muestre completamente? ¿Totalmente sexy o sutilmente sensual? Largo, que oculte algo, sutilmente sensual. No tenía nada realmente revelador. Asombroso, cuando vivía en una tierra de tiendas de juguetes sexuales. No se había tropezado con la ocasión para garantizar semejante traje. Tenía un largo, negro y escotado camisón. Seda. Suave como un susurro. Perfecto. No demasiado obvio. Por supuesto, ¿cuánto más evidente podría ser? Sin embargo... Se quitó la toalla, se puso su camisón, cepilló su pelo y sus dientes, se echo talco, loción, y al final se dio cuenta de que estaba nerviosa como el infierno. Ella se trepó a la cama, determinada a ver a Errol Flynn. Él había sido un gran Robin Hood. Sus ojos comenzaron a parpadear. Se había levantado temprano esa mañana. Había sido un largo día. Era tarde.... ¡realmente necesito esperar! se amonestó a sí misma. Le había dado a Rick la llave, pero... Esta era. Una gran noche. Una gran, gran noche. Necesitaba estar despierta, saludar, fascinar, seducir, conocer al hombre que podría ser el resto de su vida... Algo acababa de no estar bien. Tendría que estar bien. Lo haría bien. Estaba cansada. Tan cansada. Concéntrate en Robin Hood, se dijo a sí misma. Robin Hood. Errol Flynn era genial. Su primera actriz un contraste perfecto... Sus ojos comenzaron a cerrarse. Demasiado champaña. O no la suficientemente... Permanece despierta... quédate despierta....

Daniel estaba acostumbrado a la morgue. Nueva Orleans podía ser un lugar duro. No había tenido en cuenta ser llamado para ayudar; Había aprendido el trabajo, siguiendo las órdenes de los médicos forenses, teniendo la herramienta correcta en el momento oportuno. No había presión real para que él pudiera cometer una horrible equivocación. Era hábil en su trabajo, pero era un trabajo. Necesitaba el ingreso, y no le prestaba atención a las horas extrañas cuando los forenses necesitaban trabajar tarde, cuando algo era tan horrendo que no podía esperar, cuando alguien sentía que tenía un enorme número de casos y quería renunciar. Había visto a hombres viejos y mujeres, algunos tan tranquilos como si durmieran, algunos retorcidos por el dolor final de un ataque al corazón, o atormentados por los estragos de cáncer y enfisema. Había visto niños, tan triste. Bebés. Dos que habían sido sacudidos hasta morir por los padres. Víctimas de asesinatos. Maridos con cuchillos en sus gargantas. (Ningún problema para determinar la causa de muerte allí, eh, ¿Doctor?) Esposas golpeadas en azul y negro. Había visto todo eso en los tres años que había trabajado allí. Había visto todo eso. No. Cuando la sábana fue retirada de la joven víctima de accidente, casi vomitó en el acto. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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No había visto nada. No había visto nada. No hasta ese momento...

Jade cayó lentamente en la cuenta de un cambio... algo diferente a su alrededor. ¿Se había despertado por la noche? Si era así, no supo por qué al principio. El cuarto alrededor de ella permanecía en la oscuridad, la única luz en la habitación provenía de la televisión. Robin Hood ya no pasaba. No a menos que hubieran agregado metraje en el cual Robin y Marion eran… Suspiros y susurros. Una pareja juntos. Haciendo el amor. La niebla llenaba el cuarto. Ella yacía dentro de ella, envuelta dentro de ella. Suave y cálida, la encajonaba como la seda. Escuchó música, un sonido tan suave que podría haber venido desde el interior suyo; La pulsación pudo haber sido su pulso. Le había estado esperando. Sí. Y él estaba allí. Con ella. Ella lo sintió tocándola, sintió su cara contra su carne, inhalando su piel. Había algo increíblemente sensual en la forma en él apreció su perfume, la sensación, el sabor. Sus dedos rozaron su carne, y podían haber estado a cien grados. Se movió contra él, asombrada de que fuera tan fácil, asombrada de que ella lo pudiera desear tanto. Su cuerpo ondeaba, dolía, ardía. Sus dedos se movieron, relámpago líquido, tocando, acariciando, una seducción tan lenta... ―Estás aquí, ―susurró. ¿Debería estar? ―Te invité. Me ha estado invitando, tú sabes. No debería haber venido. No debería estar aquí. Pero me has invitado. ―Te he esperado; Te he deseado. La seda se movió contra ella. La seda, las sombras y la niebla. Sintió su peso, el roce de nudillos contra su mejilla, seda rozándose contra su carne, su cuerpo, el poder sutil de su pecho... su beso... Se excitó como nunca había sido excitada antes. La vida se despertó dentro de ella. Sintió colores por todo alrededor de ella, sombras de rojo y llama, ardiendo, bailando, brincando contra un campo de niebla y oscuridad. El frescor de la niebla y la brisa la tocó, el fuego la lamió, y el fuego era su beso, viajando a través de la longitud de ella. Fuego, color, niebla ondulada; Sintió su fuerza, su calor, su pecho... Un pulso. La pulsación de su corazón. No, la pulsación del de ella... Entonces... Relámpago. El sol, las estrellas, la explosión de una nova... el fuego explotó dentro de ella; No podía respirar, no podía pensar; Los ardores eran pura decadencia, feroces, palpitantes, ondulantes... Apenas podía mantenerse a flote en el mar de sensación, pero se dio cuenta de un cuchicheo...

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¿Por qué estás conmigo? ―Porque eres perfecto. Estoy lejos de ser perfecto. ―Perfecto, tan decente... Querido Dios, no, estoy tan lejos de ser decente que tú ni siquiera podrías comenzar a imaginarte. ¿Bueno? No, mi dulce, no vayas hacia allí. Mis pecados son como el peso del mundo… ―No eres quién pienso que eres. Soy exactamente quién piensas que soy. Lo has visto, lo has conocido… ―No. No puedes cerrar los ojos… Pero sus ojos estaban cerrados. Ella negó con la cabeza. No quería pensar o hablar; Quería sentir. El sol y la tierra y el cielo estaban dentro de ella, novas explotando, y nunca había pretendido que cualquier cosa pudo ser tan sensualmente, sexualmente, salvajemente… Bueno. Se despertó empapada, y con recuerdos que trajeron un rubor para sus mejillas y confusión para su corazón. El cuarto estaba en sombras. Era muy, muy de mañana, pensó con somnolencia. El sol realmente no había subido. Oyó ruidos extraños. La televisión estaba aún encendida. Moviendo el pelo húmedo, enredado, entrecerró los ojos en la televisión. Sí. El porno suave que llegaba del respetable canal de cable a altas horas de la noche estaba todavía. Sacudió la cabeza, asombrada de sí misma. Avergonzada. Extendió la mano, segura de que Rick tenía que estar al lado de ella. Sabía que él había llegado por la noche, y que sus miedos habían sido ridículos. Él era perfecto. Todo lo que había querido en un hombre. Brillante, decente, y... ¿Podría enfrentarlo? ―Rick... Alargó una mano. Él no estaba allí. Frunciendo el ceño, comenzó a levantarse. Su negro camisón estaba en el suelo. Sus sábanas estaban retorcidas a medio camino de... ¿Rick? ¿Se había levantado a hacerse un café? O, porque era aún noche para él, ¿se había tomado una cerveza y había encontrado una de las jarras heladas? Salió arrastrándose de la cama, se apresuró a entrar al cuarto de baño por su bata de toalla, y regreso afuera, hacia la sala. ―¿Rick? Ninguna respuesta. Entonces oyó la llave girando en su cerrojo. Frunció el ceño. Rick entró. Se veía agotado. Absolutamente exhausto. Clavó los ojos en él. Él la miró de regreso. Tocó nerviosamente el cuello de su bata de toalla. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Lo siento, lo siento. ―¿Rick? ―Su voz fue un susurro desnudo. ―Has estado aquí. ―Te dije que llegaría tarde. Muy tarde. O temprano. ―Se disculpó. ―No debería haber venido aquí, Jade. Es tan tarde, la noche estuvo fatal. Me siento más y más enfermo, creo. Apenas puedo permanecer de pie. Creo que tengo que llegar a casa. ―Llegar a casa... pero tú... ¿Tú no has estado aquí? ―Acabas de verme abrir la puerta. Su cuerpo se volvió frío. Rígido. Pensó que se caería. ―¿Jade? Ella apenas oyó su voz. El mundo se lleno de... Niebla. Y chocó contra el piso.

Janice Detrick bostezó. La gustaba el turno temprano en el hospital, pero esa mañana estaba cansada. Aun así, no podía cambiar su horario por nada más tarde, ni aun por un aumento justo. Salía temprano, era capaz de recoger a sus gemelos de primer grado de la escuela, cenar, hacer la tarea, y aun ir de compras de vez en cuando. Concedido, ella iba de compras en las tiendas de descuento, pero apreciaba su tiempo. Era una madre soltera. Gracias a su madre (que había criado seis hijos sin un hombre a la vista, limpiando casas para ricas personas blancas) ella se había educado. Era una enfermera titulada con un buen trabajo, hijos grandes (aun si ella, también, había hecho una tonta elección de hombres) y tenía un afecto aún perdurable por su madre. Jennie Pritchard nunca, nunca entraría en un asilo. No mientras Janice tuviera aliento en su cuerpo. Esta mañana, sin embargo... Ponerse en movimiento fue un poco duro. Había visto a algún técnico medico escaleras abajo en la entrada de emergencia; Todo el mundo había estado hablando del terrible accidente que casi le había cortado la cabeza a algún chico de la universidad. Cosas extrañas estaban ocurriendo. Mira esos asesinatos en Nueva York. No es que Nueva Orleans no pudiera ser loca. En su mayoría, hoy día, el vudú era una gran industria turística. ¡Pero había todavía esos (su madre incluida) quien lo veía como religión pura, quien creía en los zombis, el poder para resucitar a los muertos, lanzar hechizos, echar maleficios... hacer mierda extraña! La enfermería no era extraña, gracias a Dios. Simplemente charla monótona. Ella era una buena enfermera. Llegó hasta el tercer piso, donde trabajaba en cuidado quirúrgico. El personal de noche completaba el papeleo, disponiéndose a marchar. Como siempre, las enfermeras que entraban charlaban con las que salían. Discutían a sus pacientes, nuevos y viejos. ―Tienes una hernia nueva en el tres cuarenta y siete, ―Andrea, la chica que estaba reemplazando, le dijo. ―Veamos... la amigdalotomía pudo haberse ido a casa ayer, pero el niño es un pequeño enclenque... lloriqueo toda la noche. Le dije que lloriquear lastimaría su garganta más; A él no le importó.

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―Oh, puedo tratar con él. ―Le aseguró a Andrea. Ella podría. Su amigdalotomía era Tommy Hart, de la edad de sus gemelos. Ella le había hecho bromas, reído con él, y traído pequeños presentes... hoy fue el juguete más reciente del almuerzo para niños de Burger King. ―Sí, bueno, eres una santa. ―De ningún modo, ―dijo Janice. Andrea alzó una ceja y regresó a su papeleo. ―La mayoría sigue sólo el status quo, ―murmuró. Janice pensó que vio algo. Una sombra negra... Deslizándose más allá del control de enfermería. Tuvo la sensación extraña de... alas. Enormes, alas anchas, Deslizándose. Sombras... Tonta. Está muy brillante aquí. Empezó a bajar el vestíbulo que se inclinaba a la izquierda del control de enfermería. Ahora había algo de sombras. Las luces brillantes del área de trabajo se desvanecían aquí afuera, y no habían empezado el completo vamos–a–ponernos–en–movimiento del día aún; La medicina estaba en marcha y el desayuno no comenzaría hasta dentro de otra media hora. Afuera, el sol estaba aún esforzándose para levantarse. Aun así... Algo pareció atraerla abajo hacia el cuarto de los suministros. Se paró en seco en el corredor. Allí, justo delante de ella, ni a seis metros de distancia, había un hombre. Parecía estar en la sombra. O él era sombra. ¿Vistiendo un manto? ¿Qué estaba haciendo, y quién era? ¿El Señor Clark, del 322, de sonámbulo otra vez? No, el señor Clark tenía setenta años si estaba al día, este tipo era joven y viril. ¿Cómo podría decirlo de una condenada sombra? Se preguntó. Él se dobló hacia adelante repentinamente, como un hombre con dolor serio. Ella se apresuró hacia adelante, siempre una enfermera. ―¡Aquí, aquí, déjeme ayudarle! ¿Qué le pasa? ¡Lo regresaremos a su cuarto! Él nunca había estado en un cuarto, ella estaba segura. ¡Si alguna vez lo hubiera visto antes... alguna vez, aún un vislumbre de él!... Lo habría recordado. Él era tan diferente... Tan atrayente, tan alto, viril, atractivo.... Frío. Frío como hielo. ¿Cómo supo que él estaba frío? Podría sentir frío. Olas de frío. Él estaba pálido, amoratado. ¿Acuchillado? ¿Sangrando? ―Usted está muy herido, ―dijo. La compasión pasó sobre cualquier sentido de ansiedad. Por un momento él sonrió. Una sonrisa extrañamente encantadora. Escalofriante... Encantadora. ―Qué diablos. Debería ver al otro tipo. Y entonces... bueno usted sabe. Pensé que estaba bien, y yo me detuve para ver a esa chica... demasiado esfuerzo, ¿eh? ―¡Déjeme ayudarle! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella intentó poner su brazo alrededor de su hombro. Él en realidad era encantador. Qué sonrisa. Envidió a la chica. Pero entonces, él apretó los dientes. ―¡No! ¡Vete! ―Él insistió, repentinamente negando con la cabeza ferozmente. Su voz era profunda, áspera, nerviosa... pero dominante. Él estaba acostumbrado a la autoridad. ―Usted está muy herido... Por un momento pensó que vio sus ojos, su cara. Sintió hielo arrastrándose alrededor de ella. Él estaba tan ceniciento. Él sonrió otra vez, pero su sonrisa se desvaneció. Sus ojos estaban enfocados sobre ella. Enfocados en... Su garganta. Ella sintió una profunda punzada de miedo a lo largo de su columna vertebral, pero estaba fascinada. Pensó que él estaba sonriendo todavía, a pesar de esa mirada afilada como navaja que él mantenía con fuerza sobre ella. Una sonrisa de pesar. Él no había tenido la intención de ser visto, pensó. Podía sentir a su corazón bombear. Podía sentirse las venas. Pulsando. Era como... Música. Las historias de la infancia llegaron a su mente. – ¡Abuelita! ¡Qué ojos dorados tienes! – Los mejores para ver tus venas, mi amor. ¡"Abuelita! ¡Qué dientes tan grandes tienes! ¡Los mejores para chupar esas venas secas! ―¡Vete! ―dijo él bruscamente, hablando al fin. Ella no podía moverse al principio. ―¡Vete! ―Repitió. ―Sí, estoy herido; ¡Trae ayuda! Él la empujó. Ella se tambaleó adelante, entonces se detuvo. Él estaba encogiéndose en el piso. La extrañeza que había sentido se desvaneció. Ayuda, necesitaba ayuda. Él era demasiado grande para que ella lo pudiera manipular. Jasper, uno de los enfermeros, acababa de entrar. Él había jugado fútbol hasta que una lesión en el hombro lo marcó de un lado para siempre. Él era un gran amigo, y su fuerza le venía bien al hospital. ―Jasper, rápido, tenemos a un paciente, o tal vez no es un paciente, ―dijo mientras abordaba el control de enfermería. ―¿Qué? ―Hay un hombre en el vestíbulo que está muy herido ―¿Un paciente está levantado y tambaleándose por ahí? ―Tal vez no es un paciente; Es simplemente un hombre... ―¿Es o no es un paciente?

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―No estoy segura, maldita sea. Ahora, Jasper, hay un hombre herido en el vestíbulo, y es uno grande. Él es... demasiado para mí. Ayúdame. ―Seguro, voy. ―dijo, sus ojos oscuros confundidos, pero sin dudar. Él se dio una sacudida, como si se hubiera dado cuenta de que debería haberse movido mucho más rápidamente. Siguió a Janice mientras ella retomaba el camino de regreso para encontrar al hombre. Ella llegó a un punto muerto. Él se fue. No había nadie allí. Nada. Ni una gota de sangre, ni una mota de carne desgarrada... ni un indicio del hombre. ―No pudo haber estado demasiado malherido ―comentó Jasper. ―Jasper, juro, que él estaba aquí. ―Te creo. Supongo... Oye, puede ser que él tenga una herida por arma de fuego. Se asustó y desapareció. ¿Qué era él? Hombre blanco, ¿hombre negro? ¿Chico? ¿Señor? ¿Qué aspecto tenía, Janice? Tal vez él es ya un paciente. ¡Diablos, quizás es del pabellón de locos! Janice caminó hacia adelante. ―No pudo haber sido una herida por arma de fuego... hay no una mota de sangre en ninguna parte. ―¡Oye! ―dijo Jasper repentinamente. ―Mira. La puerta hacia el cuarto de suministros, siempre cerrada, estaba abierta. Las drogas eran mantenidas en este cuarto en particular. Y la sangre que destinaban para las transfusiones. Ella miró a Jasper; Él la miró. Empezaron a adelantarse juntos. El cuarto de suministros había sido devastado. Se veía como si un huracán hubiera pasado a través de él. Los estantes habían sido hechos pedazos, los gabinetes volcados, las gavetas vaciadas. Con todo y eso... las ampolletas de drogas estaban en todas partes. ―Jasper... ―Janice, ―contestó suavemente, y la miró, sus ojos oscuros amplios. ―No quedó una gota de sangre aquí.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0033 Poco después de las siete a.m., Lucian estaba sentado en su mesa en el restaurante. Su cara estaba lavada; Su pelo pulcramente peinado. Sus facciones dejaban traslucir cansancio. Sus ojos eran cautelosos. Jade no estaba en el Café Du Monde, y Cathy no había llegado a trabajar. Realmente no estaba esperado a ninguna de ellas. Había venido aquí por Daniel. Después de que amaneció completamente, aburrido y agotado, había ubicado al joven dejando la morgue, y lo había seguido, conociendo su asociación. Les gustaba el mismo restaurante. Observó al joven. Una y otra vez, Daniel arrastró sus dedos a través de su pelo, entonces presionó sus sienes, luego negó con la cabeza. Ordenó café y huevos. Cuando los huevos llegaron, los apartó a un lado, clavó los ojos en ellos, y luego los cubrió con su servilleta. Como para darles un entierro decente. El servicio de Lucian llegó. Esta mañana era una chica llamada Shelly. Él indagó acerca de Cathy. No, ella no vendría esta mañana. No, Shelly no estaba segura de por qué. Daniel notó a los dos hablando. Lucian se encontró con la mirada fija de Daniel. Daniel le ofreció una débil sonrisa. ―Oye, lo siento, no tenía la intención de escuchar a escondidas. Me atrapó tu acento. No es de por aquí. ―No, no originalmente, ―Lucian estuvo de acuerdo. ―¿Británico? ―Inquirió Daniel. ―Escocés, ―dijo Lucian. ―Sí, británico. ―Ah, bueno, hay una distinción allí... si le preguntan a cualquier escocés o a cualquier inglés, ―dijo Lucian ligeramente. Él nunca respondía preguntas, especialmente acerca de su historial... sin importar cuán innocuas fueran. Daniel sorbió café, sus manos temblando. ―Escocés, ―dijo, de acuerdo. Él habría accedido a cualquier cosa. Quería compañía. Alguien con quien hablar. ―¿Eres de aquí? ―Preguntó Lucian educadamente. Él asintió. ―Bueno, de lo suficientemente cerca. Metairie. Justo arriba de la carretera. ―Es un buen pueblo. ―Solía pensarlo así, ―Daniel vaciló un momento, entonces miró algo anhelosamente a Lucian. ―Tuve una noche dura, ―dijo. ―¿En serio?

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Él asintió con la cabeza, todavía viéndose esperanzado. Lucian indicó la silla al frente de él en su mesa. ―Siéntete en libertad de venir a contarme sobre eso. Daniel consiguió levantarse tan rápidamente que su silla perdió el equilibrio. Él enrojeció, la recogió, la enderezó, agarró su taza de café, y se adelantó para unirse a Lucian. Tendió su mano. ―Daniel Thacker, ―dijo, presentándose. ―Lucian DeVeau, ―agregó después de un momento. El nombre tenía un gusto extraño en sus labios. No lo había usado en mucho tiempo. ―Eso no es escocés, ―comentó Daniel. ―Francés, normando más bien. Alrededor de mil años atrás, parece, mi familia se mudó al norte. Un tátara-tátara abuelo (no sé cuántos tátaras) dejó Reims en un buque mercante, fue atacado por escandinavos, y los unió en su búsqueda de ganancias célticas. Él se estableció allí. ―Asombroso, ―dijo Daniel, clavando los ojos en él inexpresivamente. Lucian hizo una mueca interiormente. Él rara vez ofrecía información acerca de su apellido. Le había dado a Daniel más de lo que estaba realmente listo para comprender. ―¿Lo he visto yo antes? ―Preguntó Daniel. ―Tal vez, vengo aquí a veces. ―Así como lo hago yo. Tengo la impresión de que lo conozco. Vaya, eso suena extraño, ¿no es así? No quiero decir nada por eso. No intento... digo, tengo a una novia. Bien, en realidad ya no más, ella fue tan amable de romper, sino que lo que quiero decir es... ―Está bien, ―dijo, alzando una mano, divertido. Daniel asintió. ―Estoy tratando de ser un escritor. Creo que soy bastante bueno. Mis amigos piensan que soy bastante bueno. Y son escritores ellos mismos, exitosos. ―Él acarició suavemente su pelo otra vez. Tenía el principio de una barba etérea, pálida y rubia en sus mejillas. Su ropa (pantalones vaqueros y una camisa a la medida de algodón) estaban ordenada y limpia, pero presentando señales de algunas arrugas. Lucian alzó su taza de café. ―Continúa entonces. Me gustaría escribir yo mismo. ―¿A qué te dedicas? Lucian vaciló brevemente, entonces encontró los ojos de Daniel. ―A viajar. ―Ah. Así es que eres independientemente acomodado. ¿Tienes un castillo al regreso? ―No exactamente. ―Apostaría que tienes un título. ―No mucho de uno. ―Una gran hacienda, por lo menos, ¿eh? ―Todo eso está cambiando en estos días, sabes, ―dijo Lucian casualmente. ―Incluso han acabado con la Cámara de los Lores.

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―Si, por supuesto, bueno... Lucian se inclinó hacia adelante. ―¿Así que qué te contrarió tanto? ―¡Oh! Oh, bueno, yo... eh... tengo extraños trabajos para ganarme la vida. ¡Trabajo en la morgue, y eso ha sido interesante, y he aprendido bastante, pero Jesús! Anoche... ―¿La noche de ayer? ―Tuvimos a una víctima de accidente. Un niño. Se fue directo a través de la ventana delantera de un coche. Hombre... ―Destrozado, ¿puedo entender? ―Hecho trizas. Pero la cosa más extraña, lo más terrible, fue... Daniel miró hacia abajo, tomando aire. ―¿Lo más terrible fue...? ―La cabeza. ―¿Qué hay con eso? ―Fue... ―Se mojó sus labios― ...cortada... pero no completamente. Estaba colgando por trizas de carne y tendones y… Había manchas de sangre, pero no charcos de ella, y los ojos, oh, Dios, el niño debió haberlo visto llegar, los ojos... Lucian estuvo muy quieto por un momento. ―¿Están convencidos que él fue víctima de un accidente? Daniel exhaló. ―¿Qué Más? ¿Qué diablos más? Encontraron el coche en un árbol. El niño estaba a través de la ventana, medio envuelto alrededor del árbol. No ocurrió lejos de aquí. Cerca del Cementerio San Luis Louis. Dios mío, fue terrible. He visto niños pequeños, ancianos pobres haciendo muecas y golpeados... sólo que nunca he visto nada como los ojos de este niño. ―Deberías ir a casa y dormir un poco. ―No estoy muy cansado, ―dijo Daniel, mirando hacia abajo en su café. ―O tal vez estoy cansado. Sólo que parece que no puedo sacudirme esto. Estoy... ―¿Qué? Daniel vaciló. ―Estoy cansado. Pero no puedo dormir. ―Sí, tú puedes. Él levantó la mirada. ―Yo... ―Tú puedes. Daniel asintió con la cabeza. ―Sí, gracias. Voy a casa ahora. Me estoy durmiendo, ―Se puso en pie, comenzó a irse, entonces se volvió torpemente. ―Encantado de conocerlo. Gracias otra vez. Hasta la vista. Lucian asintió con la cabeza. Daniel salió. Pensativamente, Lucian le siguió con la mirada. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Jade despertó para encontrarse en el sofá, Rick a su lado. ―¿Estás bien? Una sensación de pánico la sujetó. ¿Qué había dicho y había hecho? Nada, nada... él había entrado; Ella se había desmayado. Él había entrado muy tarde... o muy temprano, dependiendo de cómo lo veas. Él no había estado en su cama. Ella había soñado que lo estuvo. No, no él. ¡Sí, debió haber sido! ¿A quién más lo permitiría en sus sueños, y semejante sueño? ―¿En realidad te molestaste, eh? No te culpo, por supuesto, ―dijo amablemente, sus ojos azules gentiles, mientras alisaba el pelo de su cara. ¿Molesta? ¡Estaba perdiendo el juicio! ―Yo... mm... ―Sin intención de ofender, pero luces como el infierno. Y yo me siento como eso. ¿Ella se parecía al infierno? Le creyó. Y creyó que él se sentía así también. Él estaba demacrado y ojeroso. Nunca había visto a Rick en semejante forma triste. Extendió la mano y acarició su mejilla. ―Debes estar exhausto. ¿Mala noche? ―Terrible. ―Sacudió la cabeza. ―Hasta tu amigo Daniel estaba poniéndose verde. ―Lo siento tanto. ¿Fue un adolescente? ―Un joven, un estudiante. Un estudiante transferido con un poco de historia pasada, pero todavía... joven. ―La miró torpemente. ―Mira, yo, hum... bueno, nunca he estado tan emocionado en mi vida de que alguien quisiera estar conmigo, pero... creo que tengo que ir a casa. Realmente me siento pésimo. No puedo mantener los ojos abiertos. Quiero emocionarte sin fin y hacerte ver que el mundo nunca será igual sin mí. Pero no estoy tan seguro de que pueda lograr eso en este momento. ―Entiendo, ―le dijo suavemente. ―Yo... eh... no estoy tan segura de que pudiera emocionarte sin fin justo ahora. ―No podías dormir. Pesadillas, ¿hum? ―Preguntó amablemente. ―Hum, sí sueños, ―dijo. Esa no era una mentira. ¿O sí? ―Pedí detalles del lugar de los hechos en Nueva York, ―la dijo. ―Gavin conseguirá todo hoy. Cuando despierte podemos ir a la estación juntos y conseguir la información que él esté recibiendo por telégrafo. ―Está bien, gracias, Rick, te ves... agotado. Sabes, ―ofreció, ―podrías sólo dormir un poco aquí mismo. ―Necesito llegar a casa. Quiero ropa limpia. Necesito ropa limpia. Después de la morgue... ―Ya veo. ―Es sólo que no puedo comenzar a explicar lo exhausto que estoy. Lo siento.

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―No, no, está bien, de verdad está bien, ―dijo rápidamente. ¿En qué había estado pensando? Su cuarto se veía como si hubiera invitado a una docena de tipos a una orgía. ―Te compensaré. ―No. Yo te compensaré. ―Prometió. Él asintió con la cabeza y se levantó. En la puerta vaciló. ―Incluso de día, mantén las puertas cerradas. Digo, lo que sucedió fue en Nueva York. Lejos. Hay montones de locos en el mundo, no razón para pensar que esto sea parte de la misma locura. Pero aun así... ―Oye, ―dijo. ―Esto es Nueva Orleans. Soy una chica lista en la calle. Siempre mantengo mi puerta cerrada. Él asintió con la cabeza. ―Hablaré contigo más tarde. Ella rozó sus labios con un beso. Se sintió extraña. Como si le hubiera engañado. O como si estuviera haciendo trampa con él. ―Rick, ―murmuró, sintiéndose culpable. Avergonzada. ―¿Sí? ―Te quiero, tú sabes, ―susurró muy suavemente. Él ahuecó su barbilla. ―Te adoro. ―Sonrió, acarició su mandíbula, entonces dio un paso afuera de la puerta principal. ―Echa la llave, ―la dijo. ―Correcto. La puerta se cerró. Rick Beaudreaux oyó a Jade echar la llave a la puerta detrás de él. Se apartó, empezando a atravesar el vestíbulo. Él vaciló, mirando atrás. ¡Idiota! Se dijo a sí mismo. Regresa. Estaba loco. Había esperado tanto. Ella tenía un carácter fuerte, pero había sido dañada por el horror de lo que había presenciado en Escocia. Él comprendía eso. Él habría caído de cabeza por ella, sin embargo, y estaba dispuesto a esperar. Ella nunca jugó; Había sido honesta, cariñosa, divertida, encantadora... y bella desde el principio. Podría esperar un poco más. Ella estaba nerviosa. Y hombre, pero él se sintió como mierda. No recordaba alguna vez sentirse tan mal. Caramba, sí, bastante de eso había sido por el cadáver. Pero entonces, realmente, había empezado antes de eso. Había empezado cuando... Cuando esa mujer en la calle le había pedido direcciones en su camino a lo de Jade la noche anterior. Ella era realmente guapa. No es que su apariencia realmente le hubiera convencido. Jade era hermosa. Pero ella había sido una turista encantadora y desorientada... una belleza con un acento suave y una forma de conseguir que un policía no sólo le indicara el camino hacia donde quería ir, sino que la guiara en la dirección correcta. Ella había estornudado. Debió haber recogido un bicho de ella. Y bueno, en este momento, él estaba en triste forma. Completamente indigno. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Y aún así... Mientras dejaba la casa de Jade, tuvo la sensación más extraña, que había dejado a algo escabullirse entre sus dedos, que realmente no podía tocar, y al hacer eso... había perdido algo. Un miedo extraño se fue acercando a su corazón. ¡Regresa! Una voz le urgió. Él se sacudió todas sus corazonadas. ¡Él era un policía, por el amor de Dios!

La joven se deslizó hacia la silla adelante de Lucian... la silla tan recientemente desocupada por Daniel Thacker. La miró, asombrado de verla allí. Tal vez no debería haberlo estado, y tal vez a él no le debería haberle importado. Dios sabía, que había experimentado sus momentos de oscuridad. Momentos de crueldad. Y no hubo nada diferente sobre lo que él era ahora: Un sobreviviente. El que defendía las leyes, mantenía el equilibrio. El guardián de las llaves, por así decirlo. Pero el mundo había cambiado para él esa noche en Escocia. Había sentido la amenaza de sus enemigos otra vez por primera vez en eones. Habían emprendido batalla, y él había ganado la pelea, pero sabía que era una guerra y para ellos, una guerra de revancha. Él conocía su propia fuerza y poder, el cual había sido salvajemente ganado. Aún había algo más que conoció otra vez. Algo que una vez había logrado establecer, junto con sus enemigos. El miedo. Ella sonrió y extendió una mano, tocándole. ―Era usted anoche, ¿verdad? ―¡Oye, Cathy, llegaste después de todo! ―dijo Shelly, y Cathy sacudió la cabeza ―No estoy trabajando, Shelly. Sólo vine para... Su voz se arrastró. Ella lo miró. ―Era usted, ¿verdad? ―No estoy seguro de lo que quieres decir. ―Sí, usted era. Estoy segura de que lo vi... no, creo que lo vi. O lo oí. Estaba aterrorizada y sabía que estaba a punto de ser asaltada o asesinada y usted... usted lo detuvo. La sombra, el miedo, las pisadas. Él nunca me tuvo. Usted me dijo que corriera. Y lo hice. ¡Dios mío, corrí tan rápidamente! Alcancé mi coche, me subí adentro, y encendí el motor. Estaba lejos de allí tan rápidamente... ―Clavó los ojos en él. ―Habría muerto si no hubiera sido por usted, ¿verdad? ―Fuiste seguida, ―la dijo simplemente. ―Usted salvó mi vida. Él se encogió de hombros impacientemente. ―No deberías dejar este lugar a altas horas de la noche a solas. ―No lo haré otra vez. Jamás. Lo juro. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Bien. ―Dios mío, es usted maravilloso. Él se levantó impacientemente. ―No, Cathy, no soy maravilloso. Pero necesitas escucharme ahora mismo. Tienes que ser cuidadosa. Realmente cuidadosa. Es tan simple. Sal a la luz del día. Sé precavida por la noche; Pégate a los grupos grandes, ―comenzó a caminar hacia afuera entonces regresó a ella, sacudiendo un dedo debajo de su nariz. ―Y no vayas a invitar a entrar a algún desconocido, ¿me oyes? Ella asintió, algo sorprendida por su ferocidad. Él comenzó a salir a la calle, ansioso por irse. La luz del sol era muy brillante. Demasiado brillante. Se dobló hacia adelante repentinamente, atrapado en el agarre cruel de una agonía roedora. Casa. Necesitaba llegar a casa. Rápidamente. Ahora. Necesitaba descansar hoy. Su acostumbrada fuerza era admirable, pero el sol era brillante este octubre. ¡Debería ver al otro tipo! había dicho más temprano. Y eso había sido lo suficientemente verdadero. Él había sabido que estaban allí; Habían causado una carnicería en Nueva York y vinieron aquí. Rápidamente. La última vez, él los había desgarrado ambos a trizas... Pero se habían curado. Esta vez él no había visto a Sophia. Ella mantenía su distancia, lista para sacrificar a ese tonto, Darian. Y él había detenido a Darian, rasgándolo otra vez... Pero... Darian había escapado. Lucian lo había mantenido lejos de Cathy, pero él se había escapado del agarre de Lucian. Y, esta mañana Lucian todavía casi podía oír la voz burlona de su adversario. ―¿Exactamente quién crees que eres? ¿Exactamente qué crees que eres? Para los demás, ¿Qué eres algo menos fétido, horrible, repulsivo? ―Creo que soy el rey, el gobernante; Eso es lo que sé. Tú tienes que agarrarte al poder. ―Y lo haré, mi amigo. Te estás debilitando, y yo me fortalezco. Y ella, ella se está volviendo más fuerte todavía. Eres un tonto. ¡Nunca serás más fuerte yo! Nunca lo permitiré ―Y para sí mismo sumó ―Porque mi odio es máximo, mi amargura lo más profundo. Mantendré mi poder con mi voluntad, y no es debilidad la que me gobierna, o una conciencia, sino el sentido, la lógica y la voluntad de sobrevivir. Somos lo que somos ―se burló Darian. ―Cazadores. Lobos. Y los lobos cazarán a las ovejas. ―No cuando la carne es provista. Y no cuando cazar las ovejas nos traerá un céntuplo de la venganza de los granjeros. ―¡Granjeros, bah! ―Granjeros. Has visto a través del tiempo. Todos nosotros pelearemos por sobrevivir. Los agricultores igual de ferozmente como lo hacen. ―Te estás volviendo tonto, sentimental y débil. Nosotros guardamos el tiempo. Nos curamos. Nos fortalecemos. Y al final, los superaremos, y seré rey.

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―Ella te hizo, y ella te deshará también. Lo que ella creó, lo puede destruir. Nunca... Nunca... Tú piensas que conoces el odio, ¿piensas que conoces la cólera? No tienes idea de lo qué es el odio, furia, pérdida... ―Porque crees que la has encontrado otra vez, crees que tienes un alma. Ves a Igrainia en esa mujer. ¿Pero qué vería ella en ti? Eres una criatura de la noche. Apestosa. Odiosa. Eres aborrecible. Has pecado como pocos, te has enfurecido, has matado... eres oscuridad, eres muerte, eres las mismas llamas del infierno... Su cabeza estaba cerca de arder. La luz del sol lo tambaleó. Apretó los dientes y se enderezó, cuadrando los hombros bajo el sol. Él rara vez necesitaba ayuda. Se mantendría hasta final. Él había pasado una gran cantidad de tiempo tomando todos los cuidados, sin confiar en nadie. ¡El talismán! Era todo lo que podía pensar. Ella debía tener el talismán otra vez. ¡Maldición, pero el sol está brillante! Necesitaba su casa, descansar, un lugar de oscuridad... No, él necesitaba más que una casa. Necesitaba ayuda. Y aunque había declarado bajo juramento mantenerse alejado, tenía una vieja amiga en la ciudad. Una amiga muy vieja... Caminó con la multitud. Y entonces fue sombra.

Por la luz brillante de día, Jade estaba convencida de que ella necesitaba un psiquiatra. Intentó analizarse a sí misma, y sólo podía imaginar el hecho de que debía estar frustrada, asustada desde Escocia. Sin querer hacer hincapié en sus pensamientos, se decidió por un viaje hasta la comisaría de policía. Gavin, un amigo de Rick, trabajaba en homicidios, y era un amigo realmente agradable. Si él supiera algo, seguramente lo compartiría con ella. Cuando estaba justo a punto de salir, Renate apareció ante su puerta. ―¿Estabas preparada para salir? ―Sí. ―Pensé que Rick estaba aquí. ―Renate miró por encima del hombro de Jade, en la sala de estar. ―Estaba. Se fue. Renate encajó su pie en la entrada. ―¿Se fue realmente? ―Sí, de verdad. ―Esperaba saber más. ―¿Sobre qué? ―El chico muerto en el accidente, ―dijo Renate impacientemente. ―Lo siento. Se fue realmente. ―Vaciló, entonces agregó. ―Él entró, pero está enfermo. Está en mala forma. Él es un buen policía, tú sabes, y regresó de nuevo a trabajar anoche sólo por el chico. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Pensé que él nos podría contar sobre eso. ―Bueno pues, no está aquí. Ella no le dijo a Renate que estaba a punto de dirigirse a la comisaría de policía. No quería la compañía, no de Renate, de todos modos, no en este momento. ―La historia acerca del accidente está en el periódico. El nivel alcohólico en la sangre del chico estaba fuera de las gráficas. No es que encontraran tanta sangre. Ni siquiera en el coche... o en el árbol al que le pegó. Él no debería haber conducido. Había estado bebiendo, dándole una paliza a su novia... Sé que a Rick le gustan realmente los chicos, que se enorgullece de su trabajo, pero este... Jade, él ni siquiera había estado en la Universidad Estatal de Lousiana un semestre, y estaba en problemas por hazañas escandalosas. Te lo digo a ti, este chico... sé cómo te sientes usualmente... pero este... este... ―¿Este qué? ―Él era malo. ―Es igual una muerte terrible. ―Sostuvo Jade. ―Y si él era joven, podría haber cambiado; Podría haber crecido dejando de ser un delincuente. Ella clavó los ojos en Jade, esperando algo, anticipando algo. ―¿Y bien? ―murmuró Jade. ―¿Bien? ―¿Está Matt todavía en tu departamento? ―Inquirió Jade, repentinamente determinada a cambiar el revés de las cosas. ―¿Qué? ―Matt. Recuerdas, vosotros dos os fuisteis de aquí con champaña y caviar. ―Oh, sí. No, Matt se fue hace bastante. Jade sonrió abiertamente, mirándola. ―¿Matt tuvo suerte? ―¡Jade! ―Renate alisó hacia atrás su pelo perfectamente estilizado ―Realmente, Jade, ¿cómo podrías preguntar tal cosa? ¡Eso es repulsivo! ―¡Renate! Eso es cruel. ―No le dije nada de eso a Matt, ―dijo regiamente. ―Así es que será cruel sólo si se lo repites. Y por supuesto que te llamaría mentirosa, e insistiría que nunca dije tal cosa. ―Matt no es repulsivo... y nunca lastimaría sus sentimientos repitiéndole tal cosa. ―Está bien. Él no es repulsivo. Él sólo no es... Sexy. ―Él es tan agradable como puede ser. ―No te veo entendiéndote con él. ―Estoy viendo a alguien más. Y Matt es mi amigo. ―Sí, bueno, Matt es mi amigo, también. Para el gran alivio de Jade, su teléfono comenzó a sonar. ―Oh, oye, disculpa, Renate, ¿lo harás? Tengo que atender eso. ―Hum. Bueno, si consigue alguna información buena, utilizable, la compartirás, ¿verdad? ―Sin falta.

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Jade sacó a Renate de su apartamento. Se fue volando hacia el teléfono. Podría ser Rick. Ella no había pensado acerca de eso al principio, pero podría ser. Podría estar realmente fatal, peor aún de lo que había estado, y podría necesitarla. Cuando alcanzó el teléfono, su máquina ya había contestado. ―¿Bueno? ―dijo rápidamente. ―¿Jade? ¿Jade MacGregor? ―Era la voz de una mujer. Suave, baja. ―¿Sí? Hubo un silencio. Entonces un clic que indicó que la mujer había colgado el teléfono.

Él podía haber entrado a su antojo. No lo hizo. Estaba en frente de la elegante mansión de antes de la guerra y vaciló. Nunca había querido venir aquí de vuelta. Para ver a Maggie. Su historia juntos había sido larga y rica, pero estaba terminada ahora. Él había pensado que un día escucharía sobre su muerte, esa de una vieja abuela, y él vendría y lanzaría rosas en su ataúd. Ella había encontrado lo que había querido: Una vida nueva. Y la certeza de la muerte. Él estuvo allí varios minutos, entonces se recordó que necesitaba golpear en una puerta, y logró hacerlo. Ella la abrió. Y viéndolo jadeó. ―¡Tú! ―Sí, soy yo. Y lo siento. ―Mi Dios... ―Mira, no he venido a interferir con tu vida. ―Lo sé. Vi la crítica el año pasado acerca de los asesinatos en Escocia. Y ahora en Nueva York... Lucian, ¿exactamente qué está ocurriendo? ―Rebelión, ―murmuró. ―El pasado levantándose. Un pasado que me había esmerado en enterrar para siempre. Nunca te expliqué cómo llegue a ser... ―Lucian, no tenías que haberme explicado nada. Eras el poder, y tú hiciste las reglas. Pero oí cosas a todo lo largo de los años. ―¿Oh? ―Él inquirió. ―Los vampiros hablan, ―bromeó. ―Aparentemente la muerte no hace nada por aquietar el deseo a chismear. ―Entonces supiste de Sophia. ―Sí. ―Bueno pues, ella se ha despertado, y Darian, su lacayo, la precede, protegiéndola. ―¿Así que luchaste contra Darian? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Sí. ―Pero él no está... ―¿Muerto? ―Terminó él. ―No. ―Admitió ferozmente. ―Pero realmente no puedes matarlo, ¿verdad? ―No por todas las leyes antiguas. Y soy el guardián de las leyes. Pero sus depravaciones bien nos podrían exponernos al peligro a todos nosotros, y si así es entonces... ―Puedes torcer la ley. ―Sugirió. Él asintió con la cabeza. ―Pero todavía me arriesgo a la furia de una insurrección. ―Extendió sus manos delante de él, repentinamente notando la longitud y fuerza de sus uñas con desagrado. ¡El rey de los no muertos! se burló de sí mismo. Débilmente podría recordar lo qué había sido conocer una vida simple. Y podía recordar convertirse en lo que se había convertido. Odiándolo. Aceptándolo. Y todos los años. ¡Oh, Dios mío, todos los años! Desde entonces... Maggie extendió la mano y lo tocó. ―Nunca he visto a nadie con tu fuerza, ―le dijo. Él alzó las manos. ―Darian acaba de escapar de mí. Podría haber sido demasiado confiado. En Escocia no supe hasta que llegamos a las tumbas que él estaba ciertamente con Sophia. Los herí a ambos allí, pero no lo suficiente, ―vaciló. ―Han estado como levantadores de pesas antes de un torneo, ganando fuerza, bebiendo enormes cantidades de sangre.... Sophia ahora ha pasado siglos ganando fuerza para derrocarme. Y había un talismán... un relicario. Un relicario de oro; Ella lo lleva puesto en todo momento. Fue llenado con la sangre de un ángel caído. ―¿El... Diablo? ―Inquirió ella. Él alzó sus manos. ―No sé. Los Papas cristianos están sepultados con sus cajas de oro llevando las reliquias de santos largo tiempo muertos; Los altares se construyen abarcando una gota de sangre, una pizca de hueso. Sophia era antigua cuando la conocí al principio. Ella sostenía provenir del comienzo de tiempo. Llevaba puesto su relicario siempre. Cree que le da poder. Quizá una creencia lo suficientemente fuerte es tan poderosa como la verdad. ―¿Dónde ha estado este talismán? ―Preguntó. ―En el fondo del mar. ―Pero entonces cómo lo ha... ―¿Recuperado? No sé. No sé con seguridad que ella tenga el talismán, pero afirmó que era su máxima fuente de poder. Pero cualquiera que sea la razón, ella ha sanado. Ellos se han curado, y han recobrado la fuerza. ―¿Has intentado convocarlos? ―Me bloquean. Tienen la intención de apoderarse del poder completo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―No puedes permitir que eso ocurra. Necesitas dormir, para recobrar toda la fuerza que puedas. ―No puedo permitirme aparentar debilidad. ―Se quejó. ¡Debilidad! Estaba tan débil como un gatito en este momento. Exhausto. Sus ojos estudiaron los de él. ―Esa es la verdad. No puedes dejar traslucir debilidad, ―dijo suavemente. Tocó su mejilla, un toque tierno. ―Has aprendido tanto. Aprende a confiar en una vieja amiga. Por eso es que has venido aquí, ¿No es eso? Adelante. Él asintió con la cabeza y entró en su casa... una casa mortal, se llenó de calidez ahora. Un aroma rico, tentador desde la cocina. El sonido de un llanto de bebé. La suavidad de un colchón. La cuna de una almohada. ―¿Tierra? ―Preguntó ella quedamente. ―¿Una pizca de la madre patria? ―En mis bolsillos. ―El cuarto de huéspedes. Él hizo una pausa. ―Gracias. Debería explicar eso... ―Más tarde. Duerme ahora. Te ves como si debieras tener algo de tiempo para curarte. ―Lo miró cuidadosamente. ―Has... ¿comido? ¿Había sonado solo un poquito asustada? Se preguntó él. Ella vivía una vida diferente ahora. Él la había dejado para esa vida. Él sonrió abiertamente. ―Sí. ―Lucian... ―murmuró, entonces vaciló. ―Lucian, por favor dime que no has estado valiéndote del inocente. Dime que has estado mordiendo en dictadores crueles, asesinos convictos, corruptores de menores... ―No... ―Lucian... ―No mordí a nadie. Fui al banco de sangre en el hospital. Ella sonrió, bajó la mirada, se rió con arrepentimiento. ―Tengo la seguridad de que estará en los diarios. ―Estoy seguro que lo estará. ―Bueno pues, me casé con un policía, ¿recuerdas? Tú puedes ser todo lo que se interpone entre nosotros y locura total. Duerme. Necesitarás todo tu poder. ―Gracias. ―Después Sean estará en casa. Él sabrá más. Te puede ayudar. Y tú... ―¿Sí? ―Le puedes ayudar a él, ―dijo muy suavemente. ―Por ahora, ven conmigo. Subieron por la gran escalera, más allá de la foto notable de la Guerra Civil sobre el descanso. ―¿Heriste a Darian lo suficiente como para comprar algo de tiempo?

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―Sí. No creo que él se arriesgue a otro encuentro conmigo pronto. Pero él no está solo. Él tiene a Sophia... por lo menos. ―Aún, herido... ―Ella inhaló, mirándolo. ―Tienes razón. No querrá enredarse contigo hasta que haya reunido su propia fuerza otra vez. Él... ellos... deberán encontrar presas en algún otro sitio. ―Me temo que podría ser cierto. ―Tal vez podrás encontrarlos. ―Tal vez. Ella sonrió. ―Tú siempre me podrás encontrar. La curva más pequeña tomó sus labios también. ―Estaba enamorado de ti. ―Si yo hubiera cedido, te habrías cansado de mí inmediatamente. No era en realidad la que querías. Era un juguete, un juguete para ti. ―Una hechicera, quien repentinamente se encontraba en necesidad de guía. ―¿Pigmalión? ―Bromeó. ―Magdalena... ―Duerme un poco. Hablaremos más tarde. En el lujo profundo, oscuro de su cuarto de huéspedes, él se atrevió a cerrar los ojos. Y a dormir. Y fue entonces que los años se apresuraron a regresar... eones, decenios, siglos.

Su anfitriona, observándolo, tiernamente alisó el pelo de su frente. Recordó odiarlo con pasión. Él había tenido su tiempo de ser todo poderoso, tan autocrático y exigente como cualquier gobernante versado en el derecho divino de los reyes. Él había tomado lo que quiso, enseñado, se había burlado, exigido... Y había llegado a rescatarla, arriesgando su propia posición. Ella se mordió los labios. Aun así, probablemente se había arriesgado más de lo que él sabía. En el sueño él era magnífico. Grande, magro, duramente musculoso, el liso cabello oscuro rizándose sobre su cabeza sin importar que ella lo apartara. Sus planos faciales eran espectaculares... sus ojos. Cómo recordaba esos ojos. Sus labios se movieron. ―Igrainia. Él susurró el nombre en voz alta. Y ella supo. Aun los vampiros soñaban. Soñaba con el pasado. De mortales días pasados.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0044 985 A.D. Costa Central del Oeste, Escocia —¡Dragones! ¡Dragones en el horizonte! ¡Libéranos, oh, Dios mío! Los barcos del Dragón navegan el horizonte. Lucian oyó el grito mientras estudiaba los trabajos delicados de oro de un metalurgista irlandés en el mercado al aire libre. Igrainia estaba a su lado; Ella acababa de dejar escapar un grito suave de deleite ante la belleza de una cruz adornada con joyas. Apenas habiendo regateado el precio del trabajo con el artesano, Lucian acababa de enganchar la pieza alrededor de su cuello cuando oyó la alarma. Levantó la mirada abruptamente. Desde donde él estaba sólo podía ver el mástil alto del barco surgiendo a la vista por encima de los acantilados delante del puerto. Era el año de nuestro Señor 985 A.D., y él tenía muy sabido el significado de los barcos de Dragón en el horizonte. Como un buen número de escoceses a lo largo de la costa, su sangre estaba mezclada con esos de anteriores invasores, principalmente normandos, ingleses, y escandinavos. Aunque los ataques hubieran disminuido algo en los últimos cincuenta años, todavía llegaban frecuentemente. Había grandes premios para ser encontrados en estas costas, por gustarle a los Irlandeses célticos a través del mar, la gente aquí, liderados por monjes y sus estudiantes, experimentaban una gran época en la creación de joyería, reliquias de iglesia, encuadernados y dorados manuscritos. Verdad que podría ser que el joven promedio ganaba a duras penas un sustento del suelo escarpado no rezara... y esas supersticiones y las viejas costumbres perseveraran una al lado de la otra con las enseñanzas de Cristo... los sacerdotes y los clérigos aprendían la palabra de Dios de los libros bellamente elaborados que los monjes trabajaban tan duro para producir. Collares, pendientes, anillos, y más eran modelados por una raza rara de artistas talentosos, y así que había muchas riquezas para ser saqueadas. Los gritos aumentaron, elevándose más alto y más alto en el viento, y repentinamente pareció soplar con una tempestad... un presagio de lo qué iba a llegar. Ollas de fuego cayeron, los doseles cayeron, y Lucian agarró a su novia por los hombros. —¡Ve! —La dijo. Sus ojos encontraron los de él. Eran de un color aguamarina, tan bello como el mar debajo del sol. Encontraron los suyos con comprensión simple. Ella debía ir corriendo a los acantilados; Como esposa del caudillo congregaría a las otras mujeres y los niños lo mejor que pudiera, y se quedaría hasta que el peligro terminara. Hija de reyes antiguos y señores vikingos, ella era orgullosa, y combativa, pero sabía también que demasiadas veces los hombres daban sus vidas para salvar a sus mujeres, y que su máxima contribución a la pelea sería dejarlo con la seguridad que ella estaría a salvo. —¡Esposo! —dijo suavemente, se levantó sobre la punta de sus pies, y besó sus labios. La palabra era todavía preciosa para ella. Entonces se dio la vuelta, llamando a esas otras que la debían seguir. —¡Permanezcan firmes, hijos de MacAlpin! —Gritó Lucian, recordándoles el primer rey en juntar a las grandes tribus de Escocia como una nación... una nación que ahora sólo enfrentaba la Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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disidencia de las colonias vikingas situadas firmemente en ciertas islas y tierras que habían arrebatado de las tribus previamente establecidas aquí. Tenían afinidades; Eran enemigos... todos ellos buscaban un sustento, y la violencia era parte de la vida. Tanto una parte de la vida, como la belleza trabajada en forma delicada del oro y la cruz adornada con joyas que Igrainia ahora llevaba puesta mientras corría a su refugio. —¡Resistan! —Rugió Lucian otra vez, atravesando de lado a lado la multitud para alcanzar a Malaquías, su gran caballo de guerra negro. Montó mientras desenvainaba la espada. El enorme caballo negro se levantó en dos patas, y él le permitió esa libertad, atrayendo la atención de su gente hacia él. —¡Resistan! —Gritó otra vez. —¡Resistan... o mueran! ¡Y entreguen a los paganos todo lo suyo! Su grito provocó el coraje de sus hombres. Dejaron de correr como cenizas desparramadas, y esos que habían peleado como guerreros antes llegaron a sus armas y sus caballos, y esos que eran agricultores y pastores fueron por sus picas y sus guadañas. —¡Los arqueros, a los acantilados! —Ordenó, y aunque el viento continuó estallando, y un trueno reverberó con furia a través del cielo, había hecho el orden mientras los hombres corrían a hacer como lo había pedido. Clavó sus talones cubiertos de cuero en la grupa de Malaquías y cabalgo por los acantilados, mandando a los hombres a sus posiciones, observando cómo los barcos vikingos se acercaban. Había tres de ellos, cada dragón en proa y lleno de hombres de las naciones escandinavas, guerreros, berserkers, aventureros que creían que la muerte en combate no les haría nada sino que los llevaría a los vestíbulos de Valhalla, su cielo, sentándose al lado de Wodin, su gran dios. —¡Ahora! —Les gritó a los miembros de un clan que se habían arrastrado arriba de la roca escarpada para atacar al enemigo mientras todavía estaba en el mar. Las flechas volaron. Los vikingos, alarmados por semejante ataque desde tierra, gritaron. Y muchos murieron. —¡Otra vez! —Gritó. Y así de nuevo arrojaron flechas, y otra vez murieron invasores. Pero no los suficientes. Los barcos habían alcanzado el puerto. El enemigo se sumergió fuera de sus barcos en las aguas poco profundas; Desafiaron el frío, la humedad, el viento y la lluvia mortal. Lucian sobrevivió para encontrar a la horda llegando. Fue entonces que la vio primero. Estaba en el arco de uno de los grandes barcos, tan derecha, desafiante, y resuelta como la proa dirigida por el dragón feroz del navío. Era sorprendente, porque aunque había algunos hombres de cabeza más oscura entre los guerreros, su pelo largo era negro como el azabache, y contrastaba abruptamente con la mayoría de los hombres que se zambulleron para la costa. Debajo de un manto de rico pelaje, llevaba puesto un traje de noche tan negro como el ala del cuervo. Una "v" en el corte del lino oscuro revelaba la línea larga, graciosa de su garganta y el abultamiento de sus pechos. Entre ellos, aun a esta distancia, podía ver el fino trabajo en oro del pendiente que colgaba entre sus pechos. Pero sus ojos fueron atraídos por su cara. Su barbilla era alta; Sus ojos eran grandes, chispeantes con el fuego de la batalla... y diversión.

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Ella ignoraba la lluvia de flechas que silbaban a través del aire, se arqueaban y caían como una gran tempestad. Igualmente, ignoró los gritos de los hombres y los caballos, la agonía de los moribundos. Estaba vestida con su manto de armiño, y observaba la carnicería sin pestañear, nunca un encogimiento por la amenaza de cualquier peligro. Un gran berserker con el pelo rojo fuego cargó hacia Lucian. Él llevó hacia abajo su espada de guerra... un arma vikinga en sí misma, heredada de un antepasado... y derribó al hombre con un golpe poderoso de su espalda. Su padre le había enseñado la ventaja de permanecer montado cuando los hombres de a pie atacaban... el poder de un golpe dado desde lo alto. Y así es que él permaneció sentado en Malaquías, golpeando y cortando a esos que podrían desmontarlo. El pelirrojo fue seguido por un rubio hielo, un viejo guerrero... listo para volar al Valhalla, determinó. Un joven entonces... seguido por un berserker enloquecido cuya boca estaba moteada con espuma mientras peleaba. Murieron. El bajío ante él se había convertido en una piscina de hombres, sangre, y mar batiente. Los asaltantes yacían ante de él. Él se tensó para el siguiente asalto. Miró de nuevo en el barco, y vio que ella le observaba a él, sus labios curvados con diversión. La pelea era un gran entretenimiento para ella. No se había dado cuenta de que no había podido sacar sus ojos de los de ella hasta que los hombres lo asaltaron desde atrás. Malaquías pateó y se levantó en dos patas, derribando a un hombre gritando, pateándolo en el agua. Pero había media veintena de hombres sobre Lucian ahora, y a pesar de su experiencia en la silla de montar y su furia con la espada, fue arrastrado de Malaquías. Luchó, acuchilló, y cuando perdió su espada, peleó con sus puños. Sus asaltantes lo arrastraron bajo el agua, y sus pulmones comenzaron a explotar, y él peleó para liberarse. Andando a tientas en el agua helada en la costa, encontró su espada. Se tambaleó. El agua fría enfrió la pequeña cota de malla que llevaba puesta, e hizo a su abrigo de cuero y botas pesadas. Pero emergiendo a la superficie, vio que estaba rodeado. Y peor. Con su espalda a sus barcos, los ojos en la costa, vio que los vikingos habían desolado a los agricultores. Él y sus hombres habían peleado bien, pero había habido demasiados enemigos, y no el tiempo suficientemente para que la ayuda viniera de arriba o abajo de la costa, o de tierra adentro. Y habían atrapado a las mujeres que escapaban y a los niños. —Entrégate, Caudillo, y los dejaremos vivir. Él escuchó su voz. Ella habló en escocés Gaélico con un ritmo melódico en su voz. Extrañamente, ella ya no estaba en el barco, sino delante de él. O parecía estar parada. El ruedo de su negro vestido parecía conducirse sobre la superficie. Él pensó que debió haber recibido un tremendo golpe en la cabeza, porque parecía estar de pie sobre el agua. —¿Qué garantía? —Demandó. Ella arqueó una ceja, todavía muy divertida. Se volvió a la costa con indiferencia. —Libres los niños... Dejar a esos agricultores de pies planos allí ir junto con ellos. Dejar ir a las tontas muchachas campesinas allí, y a las mujeres... Excepto a aquélla. Ella había señalado a Igrainia.

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¿Podía reconocer a la esposa del caudillo? —¡Aquélla! —Ella ordenó a uno de sus guerreros —Toma aquella y córtale la cabeza, para que él sepa que no tendremos misericordia. Su corazón golpeo ruidosamente contra de su pecho. —Déjala ir, o juro que te mataré. Yo, también, puedo no tener misericordia. Ella volvió la mirada de nuevo hacia él, una alada ceja oscura ascendiendo. —Cacique, te encuentro… Curioso, —dijo. El sonido de la risa estaba en su voz —Negociaremos con el cacique aquí. ¡Él desea eso, así es que déjale a la muchacha su cabeza! —Ordenó. —¡Lucian! ¡No entregues nada por mí! ¡No intercambies nada por mi vida! — Igrainia lloró ferozmente. —¡Ella pide morir! —dijo la mujer. —¡No la toquen! —Ordenó Lucian. La mujer sonrió lentamente. Había una curva de crueldad en sus labios. Con el viento ahora enfureciéndose alrededor de ella, parecía una mayor amenaza que cualquier tormenta. —Intentaré contenerme, —dijo. Sus dedos se doblaron alrededor del colgante de oro que ella llevaba puesto. —No la necesitas, —le dijo. —Me tendrás. ¡Ilusión! él se recordó a sí mismo. ¡Desmiéntela! Pero sus labios estaban pesados; Su garganta parecía rígida; Las palabras no se formaban. Él la miró, y luchó por desviar su mirada. Logró hablar al fin. —No tengo necesidad de una bruja como tú. Su sonrisa sutil se hizo más honda. —Miente. Y él mintió. Ella tenía poder. Había algo alrededor… Algo que creó un fuego en su ingle, un hambre diferente de cualquiera que hubiera conocido. Él quería tocarla. Con su mujer, a quién él adoraba, estando en peligro delante de él, con una audiencia de guerreros, agricultores y niños, con Dios arriba... él la quería. En el agua, el polvo, el barro. Ahora. Él ardía. Luchó por sus sentidos. Tenso, dolorido. —Déjala ir. Déjala correr tras los niños entonces. Ella inclinó su cabeza ante él, sus ojos divertidos, cada vez más intrigada. —Dime que llegue a ti. —¿Qué? —Invítame... a conocerte. —Conózcame, señora, tenga lo que quiere; Haga lo que deseé. ¡Pero deje ir a la mujer! Su sonrisa se hizo más honda con malvado triunfo y ella se dio la vuelta. —Déjala ir a ella. Los hombres soltaron a Igrainia.

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Sus ojos encontraron los de él. Por un momento él fue liberado del agarre extraño de la mujer. ¡Dios mío, cómo amaba a su mujer! Sus ojos, su risa, la suavidad de su voz, su búsqueda de conocimiento, su amor por los libros, aprender, el arte... Él inclinó su cabeza. ¡Corre! Ayúdame a luchar por mi propia vida, sabiendo que tú me esperas. Los ojos de Igrainia sostuvieron los de él un momento más. Entonces ella corrió tras los niños. Él sabía que los guerreros vikingos fácilmente podrían correr tras ellos otra vez. Sus hombres estaban muertos, rotos, heridos, destrozados. La tripulación vikinga lo sabía, también. Pero sabían también que mientras más tiempo tardaran, más se enfrentaban al peligro de que otros clanes escucharan acerca de su llegada a la costa, y llegaran en masa enfurecidos contra semejante invasor. —La mujer se ha ido. —La bruja de pelo negro como el azabache anunció; Entonces se volvió hacia Lucian, irritada al fin. —Quizá debería tomar tu tonta cabeza para probarles a todos que tomaremos lo que queramos. Él clavó los ojos en ella, su cólera una pared repentina contra ella. —Quizá alguien debería tomar tu tonta cabeza, y verás que el mundo no es sólo tu campo de juego. —Tu espada, cacique, —dijo. Él se estuvo quieto. —¿No es buena tu palabra entonces? —Demandó ella. Lentamente él alargó su brazo. Su espada cayó en el agua. Brilló intensamente debajo de ella. Ella asintió con la cabeza y comenzó a caminar lejos. Él oyó un ruido en su espalda. Se dio vuelta. Los vikingos se habían movido detrás de él. Sintió el crujir del acero contra su cabeza, y fue a caer con estrépito en el agua. El dolor lo llevo a una tierra de oscuridad... Él sabía que se estaba en un lugar extraño, un lugar de oscuridad, como el tiempo pasado. Ningún tiempo en absoluto, ninguno eón de tiempo. Los sueños comenzaron, y él combatió esos sueños. A él le dolía, le ardía, de pies a cabeza. —Te sanaré… Ella estaba allí. La bruja de pelo oscuro. Sus dientes se apretaron. —Aléjate, vil bruja, fétida. Su risa le chamuscó. —Te sanaré como nunca te has conocido sanado. Te daré una fuerza que jamás has imaginado. Tú invítame. —Nunca. —Ah, pero tú me invitaste… Entonces él conoció un dolor que provocó que gritara como un niño, como una mujer, feroz y exquisito, horrible y emocionante, culminante y terrible. El sudor saturó su cuerpo, placer... profundo, decadente, vergonzoso... Herido con el dolor. Él estaba estrangulado en la longitud de

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su pelo oscuro, en agonía, estremeciéndose de deseo, y todavía, estaba seguro que nada de eso podía ser real. Era su cabeza, nada sino el golpe en su cabeza. Porque ella estaba allí, también. Igrainia. Llamándolo, la canción de una sirena. Ella sobresalía en el agua, y su brazo se extendía, su palma estaba arriba, se acercó a él, le llamó. Su pelo color miel surgió en oleadas detrás de ella en la brisa... o flotó en el agua, él no estaba seguro de que. Ella podía tocar el mar. Por alguna razón, él no podía. —¡Igrainia! Él llamó su nombre en su alma. No la podía alcanzar. Se despertó más tarde, consciente del chapoteo de agua contra la cáscara de un bote. Su cabeza retumbaba. Le dolía en todas partes, sus músculos devastados, usados y tenso. Abrió los ojos. Madera encima de él. Él yacía en la cubierta de un barco vikingo dragón, en una cama de pieles. Sus brazos le dolían, sus hombros dolían… Su cuello, dulce Jesús, se sentía como si hubiera sido cortado de su cuerpo. Mojado, pegajoso... —Estás con nosotros. Sus ojos enfocaron. Ella estaba allí, sentándose a su lado. —Vivo, parece. Ella sonrió y se encogió de hombros. —¿Descansaste bien? Él no tenía la intención de compartir sus sueños con ella. —Váyase al infierno, señora, y arda allí por siempre. —¿Tienes hambre aún? —No. Él mintió. Sentía como si las ratas mordieran sus entrañas. Estaba dolorosamente hambriento. Era un hambre que parecía lastimar toda su carne. —Bebe. Ella le dio un odre. Él quiso rehusarse. Su boca estaba seca, sus labios abrasados. Si no agarraba el odre de ella, iba a morir. Él lo tomó y bebió profundamente, sin siquiera mojarse por el contenido. Escurrió por su barbilla, cayendo en su mano. Él se quedó con la mirada fija. La gota se parecía a la sangre. Algo dentro de él pareció hacerse un nudo. Él la miró abruptamente. —¿Dónde estamos? —Preguntó fríamente. —A punto de tocar tierra, —dijo ella. Ella se levantó, dejándole con un barrido de piel detrás de ella. La oscuridad había caído. Su tripulación estaba despierta, risueña, montando las olas que se levantaban a gran altura por la noche No supo cuánto tiempo había dormido, así que no sabía hasta dónde habían llegado. Se tambaleó, agarrándose fuertemente de una viga del soporte para pararse.

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Los guerreros estaban a bordo, vistiendo armadura flexible o armadura, agarrando sus armas. charla y la risa llenaban el barco mientras las velas eran traídas, y se deslizaron como se atrevieron en el canal para desembarcar. Repentinamente la conversación y la risa se elevaron a la altura de un tono ensordecedor; Los caballos fueron traídos desde abajo; Hombres y animales brincaron del barco para los bajíos, partiendo rumbo a la costa. Sólo unos cuantos se quedaron a bordo. El poblado había estado durmiendo. Fue despertado. Feroces, altos gritos de guerra salieron en el aire de la noche. Y el ataque empezó. Los gritos aumentaron mientras las casas en el pequeño pueblo de pesca eran asaltadas y saqueadas. Oyó oraciones, y no eran habladas en el gaélico de su tierra natal, ni eran proferidas en ese de los irlandeses. ¡Escandinavos! Habían llegado al borde de las Hebridas, pensó. Las islas mantenidas por los jarls vikingos. ¡Atacaban a su propia raza! Atacaron duro y cruelmente, sin mostrar misericordia. Los hombres corrieron en la noche, gritando, para ser derribados con el peso de las hachas de guerra en sus espaldas. No eran su propia gente, pero él apretó los dientes y podría haber llorado, la carnicería fue tan veloz y terrible. Deseó pelear, aun morir, en vez de ser testigo de semejante brutalidad, sin sentido, cruel. Entonces repentinamente vio que los sobrevivientes estaban siendo acarreados sobre la playa. La mujer de pelo negro como el azabache estaba allí, caminando entre ellos. Extrañamente, desde su gran distancia, podía ver los ojos de los hombres. Ver su odio, ver su anhelo de atacarla a golpes mientras ella caminaba tan ligeramente entre ellos. Podía ver tan claramente. Oírlos, Señor Dios, parecía que aun oía sus pensamientos, conocía su sudor y su miedo… Se convirtió en un clamor en su cabeza. Presionó las palmas de sus manos en sus oídos. Ella caminó entre los hombres, y desde detrás de un guerrero canoso repentinamente atrapó la mano de una chica. La belleza delgada tenía cabello dorado a la luz de la luna y se desparramaba debajo de su espalda. La mujer se la llevó arrastrando; El viejo guerrero no lo soportó. Dio un paso adelante, desenvainando la espada. La mujer se dio la vuelta. Uno de sus hombres se adelantó. El viejo no tuvo una oportunidad. Una espada voló duro y seguro. La cabeza de cabello blanco se apartó del cuerpo y rebotó sobre la arena. La chica no pareció ver a su padre morir. Sus ojos estaban en la mujer. La mujer tocó su barbilla, y la chica alzó la cabeza. Ella aflojó el lazo en su garganta, y el simple traje de lana que ella había usado cayó a sus pies. Toda ella parecía brillar tenuemente de plata y el oro e inocente a la luz de la luna. La mujer se inclinó sobre su garganta, la acarició, le dio un mordisco. Lucian estaba horrorizado. Pero…

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Sus riñones latieron, sus labios estaban secos y deshidratados, el tormento había comenzado, una roedura como de ratas en su abdomen, rascando, arañando… Tenía sed. Dios mío, tenía sed... Podía oírla, podía oír a la belleza de pelo negro como el azabache bebiendo, podía oír la sangre saliendo a chorros, el corazón de la chica latiendo, y ese palpitar llegando más y más lentamente... La mujer terminó y echó a un lado el cuerpo. Dijo algo a uno de sus los hombres. Él se dio la vuelta, alzó su hacha de combate, y quitó la cabeza de la chica. Lucian se tambaleó, vacilando hacia adelante, sintiendo el roer, el hambre desesperada, la necesidad sexual, el rasguñar en su estómago. Sintió vergüenza. —Oh, Dios... semejante sentido de vergüenza, de horror. Quiso moverse, pelear, morir, pero no tenía más poder que el que esos atrapados en la costa todavía vivos, viendo sus amigos, morir, la chica... drenada... La mujer de pelo negro azabache se volvió hacia el barco en el puerto. Alzó una mano. Repentinamente tres hombres que habían quedado a bordo estaban en tierra. Él no vio que sus pies tocaran agua. Caminaron entre la multitud e hicieron sus elecciones, seleccionando a sus víctimas. Lucian gritó de dolor, oyendo el chorrear de sangre otra vez, el sorber mientras los guerreros que no eran guerreros bebían. Sintió la sangre, olió la sangre, conoció la agonía... Apretó sus manos en puños, rechinó los dientes, puso tirante cada músculo en su cuerpo, combatiendo la agonía abrumadora, el hambre... Entonces miró hacia arriba, forzado a hacer eso. Ella estaba clavando los ojos en él, y él podía verse en sus ojos. Y ella sonrió. Y repentinamente él estaba allí con ella. No recordó moverse. Estaba en la costa con ella. Y ella estaba al lado de un... cuerpo. Se rehusó a mirar, para ver si era un hombre, una mujer, o un niño. Tenía a su víctima por el pelo, y la víctima estaba abajo, la garganta ofrecida como si se hubiera topado con un cordero listo para la matanza, en vez de una vida humana. Ella clavó los ojos en él, y él estuvo repentinamente de rodillas. Intentó cerrar los ojos, los oídos. Oyó sangre. La escucho corriendo en la garganta de la víctima. Él estaba quieto y hambriento, y la sangre podría estar caliente y saciar. Y él aliviaría el dolor angustioso que desgarraba en él. —Muerde… Ella no dio la orden en voz alta. La oyó de cualquier manera. Ella mordió en la garganta de la víctima, en la carne pálida, creando un derramamiento brillante de sangre roja. Lamió; Sorbió, chupó... Y él no lo podía soportar más. Su mano estaba en su nuca, sus dedos desgarrando en su pelo, y sus labios fueron forzados en la garganta de la víctima. Y la sangre estaba en su boca, y podía saborearla, y podía sentir ese palpitar, ese pulso, el calor... Su boca se abrió. Y estaba desesperado. En agonía, congelado, teniendo sed insoportablemente.

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Entonces comenzó a beber. Y bebió, y bebió… Y él estaba sujetando a la víctima por sí mismo, aguantando en la garganta, sintiendo la sangre derramarse de las venas y en él. Bebió con descuido, con grandes sonidos al tragar, bebió, bebió y bebió hasta que él estuvo lleno y... No hubo más pulso. Ningún calor dentro de la carne que él sujetaba. Ninguna vida. Él se mantuvo mortalmente quieto, entonces rugió con una angustia repentina del alma. Era una mujer. Una joven mujer. Adorable, rubia, perfecta... vida, familia, futuro adelante de ella. Sin vida. Él rugió fuera su dolor otra vez, y oyó su risa. —¡Perra! Él echó abajo el cuerpo sin vida y se levantó, enfureciéndose contra ella, listo para destrozarla de extremidad a extremidad, sin atención de su sexo. Ella no era una mujer sino un monstruo. Aún mientras desgarraba sobre ella, ella se movió, y él se estrelló en uno de sus secuaces monstruos. Fue apartado de un empujón hacia atrás, maravillado de que su fuerza no significara absolutamente nada contra estos hombres. Medio enloquecido, él la atacó otra vez. Trató de alcanzarla, y ella atrapó su brazo y lo retorció, y él estaba asombrado, aturdido por su fuerza. Fue puesto de rodillas. Furia y veneno desgarrándose de sus labios. Ella lo soltó. Se levantó, yendo a la carga otra vez. Ella contraatacó. Y él voló... Y esta vez, uno de los tres hombres que habían quedado en el bote caminó a grandes pasos en dirección a él, cogiéndole, aporreándolo abajo otra vez. Él peleó, sin encontrar fuerza alguna. Una vez había sido un gran guerrero. Un cacique. Una vez… Se estrelló contra un lado del árbol. Aturdido, cayó. Aterrizó duro en la arena de la playa. Se levantó trabajosamente sobre un codo y vio, asombrado, que los sobrevivientes del pueblo todavía se entremezclaban allí, sin expresión en sus caras. Eran como ovejas, ignorantes de la batalla delante de ellos, o del horror que acababan de afrontar. Partes de cuerpos están esparcidas; La cabeza del anciano padre canoso de la primera chica quedó justamente a un lado el codo de Lucian... Ella repentinamente estaba sobre él, su sonrisa profundizándose. —Perra, monstruo, —la dijo. Ella sonrió. —La sangre era deliciosa, ¿verdad? —No... Ella comenzó a reírse, enteramente entretenida. —Rara vez sabrá tan dulce; Ella era joven. Verdaderamente una niña. Se quedó mirándolo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Su lacayo, el hombre que había entrado en la reyerta para golpearlo por ella, permanecía a su lado. Alto, delgado. Su pelo tenía un poco de rojo y no era demasiado obscuro. Sus ojos eran de un café claro. —Compréndelo. Eres un monstruo, también, un cacique, —dijo el lacayo. —No. Hasta su negativa lo enfermó. La sangre había estado buena. Tan buena. Agua en el desierto, carne para el hambriento. Había sabido más dulce que cualquier aguamiel, cerveza, o vino; Le había llenado, le había calentado, lo había hecho... Oh, Dios mío... Había detenido la agonía desgarrando en él, desgarrándose en él. El dolor insoportable... —Levántate, —le dijo ella. —No. —Harás lo que yo diga. —Nunca seré tu esclavo besa culos, bruja. Como él. —Señaló al tipo junto a él. El hombre empezó a adelantarse, listo para desgarrar en él otra vez. Ella lo detuvo, sólo levantando la mano. —Pero lo serás, —le dijo a Lucian. Colocó su palma en el pecho del otro hombre. —Darian es mi mano derecha. Tocado por el poder. Protegido... Sus dedos tocaron el relicario que ella llevaba puesto alrededor del cuello. —Protegido por mi poder, —dijo. —Te dejaré existir por ahora. Quizás aprenderás. No nos destruiremos el uno al otro. Está escrito en las leyes antiguas. Pero, estoy por encima de la ley, cacique. Soy la ley. Te hice; Te destruiré, si aprendes demasiado lentamente. Lucian supo lo que tenía que hacer. Se levantó y repentinamente se volvió contra uno de los vikingos, sujetando su espada. El lacayo, Darian, entró en pánico, pensando que tenía la intención de matar violentamente a la mujer. La arrastró a su espalda. Lucian empujó el arma duro en su propio estómago. Dolor. Cegador dolor. Cayó de rodillas. Y oyó su risa otra vez. —Darian, levántalo y regrésalo al barco. Otra vez, no estuvo realmente seguro de cómo logró llegar, pero estaba en el barco. Debería haber estado muerto. No lo estaba. Debería haber muerto desangrado. La herida estaba casi curada. Cuando ella se paró ante él después, ya no tenía más dolor. Simplemente estaba exhausto. No podía moverse. —¿Qué eres? Ella lo observó un momento. —Soy todo. Tu sol, tu luna, tus estrellas. Soy tu gobernante; Tu dios. —Tú no eres nada para mí. —Eres testarudo, cacique. Pero me tientas. Te daré mucha más oportunidades que a la mayoría. —Ella se encogió de hombros. —Creo que aprenderás a tiempo. Debes hacerlo. —Me haces vomitar. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella comenzó a reír otra vez, ese terrible sonido, profundo, cruel y burlón. —Me deseas, y te mientes. Piensas que tienes un alma todavía, o tal cosa como un corazón. No lo tienes. Olvidarás a tu pequeña esposa de cabello dorado... —¿Olvidarla? ¿Por ti? —Él encontró fuerza y habló con un desprecio rugiente, sentándose derecho. —¿Olvidar el sonido de su risa por el cacareo de una bruja? —Veremos. —Ella sonrió otra vez —¿Quieres saber lo que soy, cacique? Algunos hombres me llaman lamia. Ese es el nombre que dan a las criaturas como yo misma en el este. Entre los tártaros y los hunos y los galos, mi nombre es susurrado, no más. Vampyr. Pero no soy simplemente algo semejante. Soy la más antigua, y la más poderosa. Domino. Creo, y destruyo. Cuídate, cacique, o me cansaré de tu lloriqueo. Créeme, te destruiré. —Ya me destruiste. —Te he dado fuerza, y vida que puede durar para siempre. —Soy un hombre muerto. —Tu hambre te mantendrá vivo. Ella lo dejó. El lacayo repentinamente se arrodilló a su lado, burlón. —Ella te quiere ahora. Eres un tonto. Pero se cansará de ti. Y cuando lo haga, pierde cuidado, te destruiré. Vetas pálidas del día tocaban el cielo. El amanecer llegaba. El lacayo lo dejó también. Él no podía moverse. No tenía fuerza entonces, ni poder. El sol ascendía. Cerró los ojos y sintió la angustia y el dolor más profundo. Pensó que se estaba muriendo. Y no importaba; Se alegró. Él sólo durmió.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0055 Rick Beaudreaux se sintió como si estuviera ardiendo. Estaba más enfermo que un perro, más enfermo de lo que podía recordar estarlo alguna vez. Y además de eso... Justo cuando se estaba enamorando. Sonrió, pensando en ella. Jade. La gran cosa era que ella había entendido. Ella no aceptaba presión, y no la daba a cambio. Era genial. Era hermosa. Era sexy. Y era una amiga. Deseaba poder estar con ella. Oh, sí. Después del todo este tiempo. Y ahora, cuando ella estaba lista… Él estaba hecho una calamidad. No había demasiado que pudiera hacer. Durmió, se despertó, tomó medicina. Dejo de saber si era de día o de noche. Se dijo que necesitaba llegar a un doctor. Caliente, caliente, caliente… Era octubre. Frío. Las ventanas estaban abiertas. No debería sentirse de esa manera. Había tantos virus últimamente que era realmente malo. Virus asesinos. Tenía sentido ir a un doctor. Tan pronto como pudiera levantarse y vestirse, eso era lo que haría. Caramba, siendo un oficial de policía, al menos tenía un buen seguro. Tenía sed. Sin importar lo que bebiera, todavía parecía sediento. Acostado en la cama, gruño. Tenía ganas de orinar. Tenía que levantarse. Se abrió paso arriba, se encontró de pronto en su cuarto de baño. La simpleza de le micción se sintió buena. Excepto que estaba incluso más frío cuando terminó. Bueno, el pis estaba caliente. Temperatura corporal. Algo como eso. Él trataba con chicos y drogas, y la química y la fisiología nunca habían sido sus mejores temas. No importaba. Él era bueno con los chicos. Los amaba. Deseaba lo mejor para ellos. Tenía sed otra vez. Empezó a caminar para la cocina. El timbre de su puerta sonó. Hizo una pausa, porque usualmente contestaba el timbre de su puerta. Diablos. No hoy. Se fue a la cocina en calzoncillos cortos y bata abierta, sacudiendo la cabeza. Abrió la puerta del refrigerador y se quedó con la mirada fija adentro. Agua, cerveza, vino. Leche de dos semanas de edad. Y una lata de mezcla de Bloody Mary. Para asombro de él, optó por la mezcla de Bloody Mary. Negó con la cabeza, asombrado de que pudiera engullir la lata de dos litros tan rápidamente. Había algo de carne de hamburguesa en el estante inferior. Había tenido la intención de cocinar para la cena, la semana pasada, para Jade... la única cena que él hacía bien: Hamburguesas a la parrilla. No había llegado a hacerlo. La carne probablemente estaba también vieja ahora. Estaba cruda, roja, y envuelta en celofán. Podía ver exactamente cuan roja cruda... y probablemente estaba mala. Se estiró por ella, repentinamente tan hambriento como estuvo sediento. Sacó la carne de hamburguesa, la colocó en el mostrador, y exploró dentro de un gabinete por una sartén. No era Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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difícil encontrarla. No había tantas cacerolas en su cocina. Rara vez cenaba en casa. Tenía un montón de talentos, pero la cocina no era uno de ellos. Y estaba rodeado de algunos de los mejores restaurantes en el país. Nunca perdía el tiempo con las cacerolas, o encendía la estufa. Él desgarró el celofán de la carne y comenzó a meterla en su boca. No sabía mal. Podía haber estado más fresca. Podría haber estado... El timbre de su puerta estaba todavía sonando. ―¡Diablos! ―Juró en voz alta. ―¡Un hombre está enfermo aquí dentro, enfermo como el infierno, podría estar moribundo... fuera! Vio momentáneamente su cara en la superficie de aluminio de la cafetera. No se había afeitado; Pedacitos de carne cruda y ensangrentada estaban insertados en la patética barba rubia crecida en sus mejillas. Sacudió la cabeza, asqueado, abrió la llave del agua, y vigorosamente se lavó la cara. Miró los restos de carne, negando con la cabeza. Bueno, caramba, las personas comían carne a la tártara. Esto era un poco parecido. Tal vez su cuerpo enfermo anhelaba el hierro o algo por el estilo. El timbre estaba todavía repicando. ―¡Qué mierda! ―Juró. Echó a andar, sacudiendo la cabeza coléricamente, y regresó caminando para el dormitorio. Se encerró a sí mismo, jalando la almohada sobre su cabeza. Nunca se tomaba tiempo libre. Siempre le pagaba a sus acreedores. Cualquier cosa que fuera, necesitaban dejarlo solo el infierno.

Shanna MacGregor despertó por el sonido de su teléfono timbrando. Gimió, jalando su almohada sobre su cabeza. No era una persona matutina. El contestador automático se encendió con un clic. ―Shanna, amor, soy Liz. Siento mucho llamar. Esperaba encontrarte. Siempre odio molestarlas chicas, pero... Shanna gimió interiormente. Sabía que Liz odiaba llamar por teléfono. Ella y Jade habían aceptado a Liz como la nueva esposa de su padre. Habían adorado a su madre, pero la habían perdido. Y su padre se había acongojado con ellas, por mucho tiempo y profundamente. Y aunque él era ocho años mayor que su nueva esposa... cincuenta para los cuarenta y dos de Liz... él no había ido y se había casado con una mujer más joven que sus propias hijas, algo que Shanna había visto que los hombres hacían. Para ella misma... aunque adorara a su padre... sabía que nunca se casaría con un viejo pedo. Pero Liz estaba bien. No había planeado a los gemelos, y se había avergonzado al contarles a las chicas sobre ellos. E intentaba no ser una carga sobre la primera familia de su nuevo marido.

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Shanna adoraba a los gemelos; Así como también Jade. Eran como una práctica. Casi como tener a sus chiquillos pequeños sin tener toda la caca y el vómito todo el tiempo. ―Pero está bien, intentaré con Jade. ―La voz de Liz continuó. ¿Jade? No, no, no esta mañana. Jade debería estar acostada con el súper policía. No era una buena mañana para saltar de la cama e incluso al frente del hogar. Se levantó tambaleándose y contestó el teléfono. ―Liz, estoy aquí. ―¿Shanna? ―Sí, estoy aquí. ―Repitió, mirando el teléfono. ¿Quién más sería? ―Lo siento tanto, Shanna... ―Liz, ¿qué pasa? ―Sé que es terriblemente corto el plazo, pero Petey tiene una infección de oídos, su fiebre recién ha aumentado y se ha elevado, y tiene que ir al hospital, y tu papá ha estado afuera desde alrededor de las cuatro esta mañana. Está involucrado en una historia para el periódico, y puedo llamarlo por el localizador, pero... ―Liz, ¿necesitas que cuide a Jamie? ―Sólo hasta que pueda conseguir a tu padre. ―No necesitas conseguir a Papá. Estaré allí de inmediato. ―Oh, Dios te bendiga, Shanna. No sé lo que habría hecho sin vosotras chicas. ―No es gran cosa, Liz. El pequeño es mi medio hermano. Llegaré de inmediato. Solamente no despiertes a Jade. ¡No esta mañana! pensó. Entró y salió rápidamente de la ducha, brincó dentro de pantalones vaqueros y una camiseta, y corrió fuera de la casa con sus sandalias en las manos. En vez de atravesar la espera de sacar su coche del garaje, llamó un taxi para el paseo hacia el Garden District lo que la hizo llegar a su viejo hogar en tiempo récord. Liz, una morena bonita, delgada, estaba en la entrada con un Petey llorón en sus brazos. Ella se veía muy alterada y preocupada. ―¡No vas a intentar conducir! ―Shanna le dijo a su madrastra. ―Entra en ese taxi, y hazme una llamada cuando sepas lo que pasa. A Jamie se le saltaron las lágrimas cuando su madre se fue. Shanna lo recogió, dejándole gemir un minuto, entonces le dijo cómo le iba a leer al Dr. Seuss (él adoraba Green Eggs y Ham) y harían panqueques. Mantuvo su promesa, leyó primero y entonces sentando a Jamie en su silla en la cocina, lo dejó batir la mezcla con ella, y lo mantuvo charlando todo el tiempo. Ya extrañaba a Petey... él se mantenía viendo la silla vacía de su gemelo. Sabía lo que sentía; Ella y Jade no eran gemelas, pero no podía comenzar a imaginarse la vida sin su hermana. Habían ido a escuelas separadas, y habían aprendido entonces exactamente lo cercanas que eran. Cuando había recibido la terrible llamada de Escocia hacía un año... y no había sabido exactamente lo qué le había ocurrido a su hermana... había sido la cosa más mala en el mundo. Vertió masa de panqueque sobre la plancha y pensó en lo extraño que era estar aquí... en casa. Era una simple casa vieja, y había estado ahí por lo menos diez años antes de la Guerra Civil. Las habitaciones eran grandes, y había un porche con grandes pilares blancos y una vieja silla

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mecedora. Su caballo de balancín estaba arriba en el ático; Había todavía fotos de su madre en las paredes. Liz nunca había tocado esas. Pero la casa... La plata era de Liz. Los utensilios de cocina, aun la plancha. La cocina era diferente. Por un momento Shanna extrañó a su madre con todo su corazón. La cocina había estado mucho más desordenada cuando su mamá estaba viva. Siempre había habido fotos por todo el refrigerador, "trabajos de arte" de ella y Jade. Sus últimos ensayos habían estado pegados al frigorífico así como varios imanes tontos, baratos. Liz no era una persona desordenada. No había aun fotos de los gemelos en el refrigerador. Esas eran mantenidas pulcramente en los marcos afuera en la sala. ―Aquí va, bebé, ―dijo, girándose hacia Jamie con un plato de panqueques recién hechos. ―¡No soy un bebé! ―la dijo. ―Lo siento, claro que no. ¿Quieres que lo corte en pedazos para ti? Él le frunció el ceño. ―¡No soy un bebé! ―Lo sé. Tonta de mí. Tienes casi tres. La gran cosa en un niño de su edad era que un semblante ceñudo no duraba. Jamie le estaba sonriendo con alegría ahora. Señaló en la ventana de la cocina con su tenedor. ―Hay un hombre, Shanny. Él podía tener casi tres, y de ningún modo era un bebé en su mente, pero todavía no decía su nombre perfectamente. Él siempre la llamaba Shanny. ―¿Un hombre? ―Se dio vuelta. No había nadie allí. ―No veo a nadie, chiquillo. El semblante ceñudo regresó. ―¡Lo vi! Asomándose. ―Miraré, ―dijo. Salió de la cocina, pasando en medio del comedor para el corredor abierto y la puerta principal. La puerta de madera había sido dejada abierta; A la puerta de tela metálica se le había puesto el pasador. Abrió la puerta de tela metálica, salió un momento para el porche, y miró alrededor. ―¿Hola? ¿Está allí alguien? ―No vio a nadie. ―¿Le puedo ayudar? ¡Si está allí, déjese ver! El teléfono comenzó a timbrar. ―¡Liz! ―dijo, corriendo de nuevo adentro. La puerta de tela metálica se meció. Cerrada, abierta, cerrada. Abierta. Ella corrió dentro de la cocina y revisó para ver que Jamie estuviera todavía a salvo en su asiento. Sacó la extensión de la cocina de la pared. ―¿Bueno? ―¡Shanna! Estaba preocupándome. ―Aquí estoy. ―Estás jadeante. ―Estaba corriendo un poco. ―Me asusté cuando no contestaste. Tantas cosas terribles ocurren estos días... por eso es que tu padre estaba afuera tan temprano. Su trabajo es editar estos días, no caminar las calles, pero... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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bueno, no importa. Estoy camino a casa. Le pusieron a Petey alguna inyección mágica, entonces me dejaron dentro de uno de los cubículos pequeños en la sala de emergencias con él por una hora. Me dijeron que si la inyección no le ayudaba, tendrían que admitirlo. Pero funcionó; Su temperatura es normal, y está mucho mejor. ―Liz, es grandioso. Pero estamos bien. No necesitas apresurarte. ―Francamente, estoy exhausta. Me alegraré de llegar de vuelta a casa. ―Aquí estaremos. ―Grandioso. Mantén el lugar bajo llave, ¿está bien? Shanna sintió una extraña, reptante sensación. ―¿Por qué? Digo, lo haré, pero crecí aquí, Liz. Este barrio es tan seguro como se puede. ―Oh, lo sé. Es simplemente que... No estoy segura de lo que está ocurriendo, pero algo muy malo ha ocurrido en la ciudad, y tu padre está fuera porque no están seguros de lo que quieren en los medios noticiosos. Digo, no están tratando de detener la libertad de expresión o cualquier cosa, pero hubo un asesinato, creo, y no quieren que el público conozca los detalles. ―Estamos encerrados. Seremos precavidos. Nos vemos pronto. ―Colgó el teléfono, le hizo una mueca a Jamie, y fue corriendo de regreso a través de la casa. La puerta de tela metálica estaba abierta de par en par, dándole la bienvenida a cualquier chiflado que acertara a caminar por ahí. ―¡Diantres! ―dijo Shanna en voz baja. Rápidamente cerró y echó el cerrojo. Se volvió caminando adentro. Jamie estaba engullendo panqueques. ―Va a venir Mamá. ¿Con Petey? ―Sip. Petey está un mucho mejor. Ambos regresaran a casa ahora mismo. Ella tembló. Aceptó el pedazo de panqueque que él insistió en que ella tomara. ―Sólo una hermana haría esto, chiquillo, ―le dijo, alborotando su pelo. Se estremeció y miró alrededor. La casa se había vuelto fría. Realmente fría. No. Se lo estaba imaginando. ―Frío, Shanny, ―dijo Petey. ―Ah. Frío, ¿eh? encenderemos un fuego entonces, y esperaremos a Mamá.

Rick daba vueltas y vueltas, y vueltas y vueltas, imágenes de pesadilla del chico que había chocado con el árbol y luego a través del parabrisas filtrándose a través de sus sueños. El chico habló con él. ―Daños, hombre. Daños. ―Sigo intentando enseñarles a los chicos a mantenerme lejos de las drogas, y vigilar el alcohol. La cabeza del chico estaba despegada de su cuerpo, flotando por encima de eso. ―No sabes. Realmente no sabes. Hombre, lo vi. La escena. No estaba tan borracho. Sólo conducía rápido. Corriendo. Pero tú no puedes conducir lo suficientemente rápido, ¿sabes? No, no sabes, no sabes...

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―¡Vete, por favor vete, oh, hombre, luces simplemente terrible! ―No sabes quién soy. No sabes lo que vi. Lo duro que corrí... Pero la imagen del chico se desvaneció de su sueño febril. Repentinamente una cara diferente estaba enfrente de él. Mucho mejor. Era la turista. La hermosa turista de pelo oscuro que había estado tan perdida el otro día. ―Hola, Rick. Siento tanto verte sufriendo. Su voz era tan gentil. Dulce. Ella era impresionante. Todo ese pelo oscuro enmarcando la perfección de su cara... Ella flotaba, también. Justo afuera de su ventana. Era una ventana de segundo piso, pero eso estaba bien. Era mucho, mucho mejor que el chico decapitado rondando su sueño. ―Sólo un resfriado, creo. Dolor de garganta. Sed, ―dijo educadamente. ―Sólo apostaría que lo estás, ―dijo ella dulcemente. ―¿Consiguió llegar a dónde estaba tratando de ir la otra noche? ―Preguntó. ―Logré llegar, poco a poco. ―Es una gran ciudad, ―dijo. ―Querrá tomarse su tiempo. Ver todo. ―Oh, creo que lo haré. ―Su tono era sedoso, relajante. ―¡Rick! El chico con la cabeza despegada parecía flotar junto a su cama. ―Muchacho, vete. Ella es un delirio mucho mejor. ―Tú no sabes, no sabes, puedes correr... ―¡Rick! ―dijo ella suavemente. ―Hace frío aquí afuera. Necesito entrar. ―Por supuesto. Entre. El chico se fue otra vez. Gracias a Dios. Su cabeza flotando... su cuello completamente cortado, su cara hinchada... había sido malo. ―Toqué la campana, Rick, ―dijo ella, trepando a través de la ventana. ―Tú no contestaste. ―Lo siento. Estoy enfermo. Realmente enfermo. Dolor de garganta. Sólo tengo que pasar otra noche. ―Pobre querido. ―Bueno, por supuesto que tú tenías frío, ―Le dijo, clavando los ojos en ella, asombrado. Ahora éste era un sueño. Ella estaba desnuda. Extremadamente desnuda. ―No tienes ropa encima. ―¿Sin ropa? Oh, querido. ―Está bien. Está realmente bien. ―Y lo estaba. Vaya. Ella era impresionante. Sus pechos se mecían, perfectos globos, coronados con pezones rojo rosado, grandes, duros. Tenía una cintura de avispa. Curvadas caderas. Piernas largas, bien proporcionadas. Una negra cubierta de pelo corto, sedoso en su entrepierna. Ella era... ―Tu... eh... puedes tomar prestada una bata. O un abrigo. O una camisa, ―la dijo. Ella sonrió.

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―Está bien. No creo que necesite una. ―Se sentó junto a su cama, alisando de nuevo su pelo humedecido de sudor. ―Pobre querido. Tienes frío. ―No, no. Creo que me consumo en llamas. Y eres una invención de mi fiebre. ―Él la miró de arriba abajo otra vez, asombrado. ―Y usualmente no soy así de inventivo. Vaya. Espera que le cuente a los amigos en el trabajo. No, creo no. ―Enmendó. ―Hum. Tal vez estás caliente. ¿De sangre caliente, Oficial? Bueno, estoy fría, tan fría. La compartirás conmigo, ¿verdad? Ella rozó los pechos sobre su pecho, frotó su cuerpo contra el de él. Él saltó con una erección que habría enorgullecido a una estrella de porno. ―Tienes frío, ―susurró mientras ella gateaba por encima de él. ―Y tú tienes calor.... ―se recostó sobre él, absorbiéndolo. ―Así, así, caliente... gracias... ―¿Gracias? Ella estaba moviéndose sobre él. Esto era realmente un delirio. ―¿Gracias por...? ―Invitarme a entrar, ―Susurró contra sus labios. Entonces lo besó. Moviéndose, llevándolo a espasmos, besándolo… Su fiebre debió haber empeorado. Sus alucinaciones se desvanecieron... Perdió el conocimiento después de pensar que sus sueños eran fantásticos, pero su garganta dolía peor que nunca. Cuando el teléfono sonó más tarde, él no oyó nada.

Shanna estaba lista para correr directamente afuera para cuando Liz logró llegar. El día le había parecido lo suficiente. Podría pasar a visitar la casa de Jade. Pero Liz quería hablar, así es que se obligó a tener paciencia, jugando con Petey por algunos minutos, contenta de verlo mucho mejor. Entonces Liz se llevó a los niños para una siesta e hizo una taza de té. Shanna la rechazado, ansiosa por una buena, fuerte taza de café, pero no queriendo esperar lo suficiente ahora para prepararla. ―Realmente quiero agradecerte. Tanto, ―la dijo Liz. Ella estaba ya limpiando su cocina. Aparentemente, aunque Shanna hubiera lavado la plancha, no había limpiado el mostrador lo suficiente. ―A veces sólo me siento tan mal... ―Liz, ¿por qué? ―dijo Shanna, esforzándose por ser paciente. Repentinamente quería tanto irse. Ésta no era más su casa. No lo había sido desde hacía mucho tiempo. No había nada malo con Liz; Era un buen ser humano, una buena mamá para Petey y Jamie. Shanna solo se sintió abruptamente incómoda. Fría. El fuego no había hecho una maldita cosa.

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―No sé, ―murmuró Liz, trapeando el piso abajo del mostrador, entonces encontró los ojos de Shanna. ―El año pasado… Tu hermana había dado tu teléfono como un número de emergencia en vez de este número, el número de su padre. Fuiste tras de ella cuando hubo problemas, y tu papá ni siquiera supo lo que sucedió hasta que Jade estaba en casa. ―Liz, Jade no tenía la intención de lastimar los sentimientos de nadie. Los niños eran realmente pequeños entonces. Jade no quería que Papá te dejara cuando... Cuándo... ―¿El que Jade hubiera sobrevivido a una terrible masacre no era lo suficientemente importante para que él nos dejara por ella? ―dijo Liz suavemente. ―Ella nunca tuvo la intención de lastimar tus sentimientos, ―dijo Shanna. ―Yo nunca tuve la intención de lastimar tus sentimientos. ―Entonces… ¡Bueno, entonces, deja de hacerlo! ―dijo Liz. Ella repentinamente estrujó la esponja sobre el fregadero con bastante fuerza para provocar que se convirtiera en un chorro. Shanna clavó los ojos en la esponja, entonces en su madrastra. ―¿Discúlpame? ―Dejar de ser tan educadas conmigo. Tratarme como si formara parte de la familia. No andéis de puntillas a mi derredor todo el tiempo. Dejar saber a tu padre que lo necesitáis a veces. Hacer a los gemelos a un lado de vez en cuando para que podáis tener algo de su tiempo... o de nuestro tiempo. Shanna alarmada, se recargó. Asintió con la cabeza. ―Bueno. Bueno entonces. Deja de de disculparte cuando me pidas que ayude con mis hermanos bebés. ―Yo... bueno, difícilmente espero... ―Sí, tú puedes. Si quieres tener una familia real. Liz sonrió lentamente, asintiendo. ―Está bien. Pero si no hubieras querido levantarte, habría llamado a Jade. Ella es una persona más matutina. Shanna sonrió abiertamente repentinamente. ―Oh, no, no esta mañana. Creo que ella finalmente podría haberse acostado con ese gran policía con el que ha estado saliendo. ―¡De verdad! ―Las mejillas de Liz repentinamente se pusieron muy rojas. Bajó la mirada. ―¿Le habrías... le dirías eso a tu madre? Shanna pensó un minuto. ―Sí, en verdad, lo haría. Pero, Liz... ―¿Sí? ―No se lo diría a Papá. Así que eso se quedara entre nosotras, ¿eh? Liz estuvo de acuerdo, todavía sonrojándose. Un minuto más tarde Shanna le dijo que tenía que irse. Después de dar a los niños enormes y torpes besos, abrazó a Liz cálidamente. Nunca se había sentido más cerca de su madrastra. Y todavía, estaba deseosa de irse. La casa estaba tan fría. Más fría que afuera. Y era una clase aterrorizante de frío, un frío húmedo.

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Liz se ofreció a llevarla de regreso, pero insistió en que a ella no le importaba tomar un taxi. Estaba todavía tan fría, sin embargo, que cuando alcanzó el Barrio Francés hizo que el conductor la dejarla en una cafetería en vez de en su casa, o en la de Jade, donde se dirigiría después. Caminó para el mostrador, queriendo solo un rico café, tostado a la francesa. Alguien apareció a su lado. Él obviamente tenía frío, también. Calentaba sus manos delante de él. Tenía mal semblante, y era delgado, como si hubiera estado enfermo un tiempo. Un tipo bien parecido, sin embargo. Diferente de la buena apariencia física demasiado musculosa, rubia de un tipo como Rich Beaudreaux. Este era… Hum. Alto... y malvadamente magro. Astuto, tal vez. Como un zorro. Está bien, así que su cabello tenía un tinte rojo, y parecía que él tenía algunas pecas. Un zorro rojo estudioso, astuto. Era lindo. Y le ofreció una sonrisa muy invitadora. Ella sonrió profundamente, disfrutando de su directa apreciación. ―Gracias. ―Me doy cuenta de que soy un completo extraño... pero me gustaría verte. ―Podría ser divertido llegar a conocerte. ―Oh, te puedo prometer... que soy diferente. ―Lo apostaría. Él sonrió, pero repentinamente comenzó a toser y retrocedió. ―Lo siento, creo que agarré algo. ―Parece estar alrededor. Te ves como si necesitaras estar en cama. ―Lo necesito, ―estuvo de acuerdo él. ―Bueno, si duermes un poco y decides que te sientes mejor... iré al viejo reestreno de Mel Gibson en el cine esta noche. ―Le dijo ella. No había tenido la intención de ir al cine. Hasta ahora, por supuesto. Porque le gustaría verlo otra vez. Y ella no era lo suficientemente tonta como para invitar a su casa a un desconocido. ―Estoy seguro como el infierno de que intentaré estar allí, ―la dijo. ―Pero tú sabes... ―Mi apellido es MacGregor. Mi número de teléfono está en la guía. ―Estupendo. ¿Es esa una invitación? ―Seguro. Por favor llama. Ella no quería parecer estar demasiado ansiosa. Alzó su taza de café hacia él y se fue rápidamente. Se sintió exaltada. Volvió la mirada atrás, sin embargo, y frunció el ceño para ver que él se había doblado hacia adelante. Una multitud risueña de adolescentes repentinamente la pasó, bloqueando su vista de él. Preocupada, volvió rápidamente para la cafetería. Él se había ido. Como si hubiera desaparecido en el aire.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0066 En los días que siguieron, Lucian conoció su primera derrota de las manos de Sophia. Un joven vikingo con una rica barba rubia y brillantes ojos azules se convirtió en su maestro, su mentor, su guía... y luego su amigo. Lucian se enteró que la mujer Sophia había vivido entre su gente por muchos años... el padre del padre del padre del hombre la había adquirido durante un asalto en las Islas Británicas años atrás. Nadie estaba seguro de dónde había llegado originalmente, pero cuando asaltaron y devastaron su pueblo, se encontraron con que habían secuestrado mucho más de lo que habían supuesto. Hicieron las paces con la cautiva que casi los asesinó a todos ellos. Dos de los otros vampiros a su servicio incondicional eran muy antiguos, casi tan antiguos como Sophia misma, más viejos de lo que el vikingo podía recordar. El tercer hombre, Darian, ella lo había traído a casa de un asalto no hacía mucho. Él era peligroso, más cruel que cualquier berserker, experto, astuto, mezquino. E instruido. Conocía la historia de todas partes del mundo. Sabía de leyendas, dioses, diosas, brujos. La tripulación vikinga surcaba los mares con la vampiresa y sus seguidores. Entregaban a sus amos las víctimas. A su vez, conservaban las riquezas que saqueaban. Y sus vidas. A sus familias se les permitía vivir también. El nombre del vikingo era Wulfgar. Él era precavido en lo que decía, pero había veces cuando Sophia estaba ausente... realmente ausente del barco... y esas veces Wulfgar bajaba la voz y le contaba a Lucian más. Si, Lucian estaba muerto. Wulfgar lo dijo así afligida, y tristemente. Bueno, no exactamente muerto. Ahora él era no muerto. Debía tener sangre para sobrevivir. Si, podría ser sangre animal... las que él había visto a Sophia bebiendo, la sangre de criaturas como focas, mapaches, y más... cuando las buenas fuentes humanas no podían ser encontradas. Ella no era feliz en semejantes ocasiones. Ella los miraba... a los vivos entre ellos... de tal manera como para hacer que sus columnas se enfriaran hasta que pensaban que se romperían… No debían matarse el uno al otro. No se suponía que fueran descubiertos, que fueran atrapados en el acto de vampirismo, por cualquier gran potencia o gobierno fuerte. No debían traer tan gran furia contra ellos permitiendo que fuerzas más fuertes pudieran derrotarlos. Ellos tenían sus debilidades; Podían ser muertos. Su mordida era contagiosa... lo que podría crear a otros de su especie con semejante toque, y con sus apetitos sus números tenían que ser limitados. ―Por esto es que las cabezas deben ser removidas. Podrían despertar demasiadas víctimas. ―Wulfgar se encogió de hombros. ―Como tú te despertaste. ―Había oído leyendas. El no muerto caminando por la noche. ―Le dijo Lucian a Wulfgar. ―Sophia se mueve durante la noche y el día... ―Mientras tú yaces exhausto, ―dijo Wulfgar. ―Ella es fuerte, muy fuerte. Es vieja. Ha aprendido, ha experimentado, y ha aprendido sola. El tiempo le dará mayor fuerza. ―Él vaciló. –La sangre le da fuerza. También es mejor, más poderosa, por la noche. A veces la luz del sol la agota. ―Pero no la mata. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¿Ponerla en llamas hasta desaparecer como polvo? Me temo que no. ―Pero había escuchado... ―Hay muchas leyendas. Algunas verdaderas. La mayoría no. A su tiempo, necesitarás alimentarte. Pero no tan a menudo. La carne como comen los otros hombres puede llenar tu estómago. ―Wulfgar se encogió de hombros. ―Es fácil. A ti no te importará si tu cordero está cocinado o no. Tu situación tiene sus ventajas. Levantar una vaca de un campo y morderla, sin que se necesite fuego para cocinarla. La lluvia no importara. Él intentó sonreír. Lucian no lo hizo. ―Podrías vivir para siempre, ―le dijo Wulfgar. ―¿Despreciado, aborrecido, temido? ―"Los grandes líderes son despreciados, aborrecidos, y temidos. ¡Pero desearían poder vivir para siempre!” ―Le recordó Wulfgar. ―Tú tienes poder. El poder es siempre temido... y odiado. Esa noche allí hubo un ataque otra vez. Lucian se quedó en el barco, escuchando los gritos. Él la sintió llamarlo. Y recordó lo que Wulfgar le había dicho sobre que se volvería más fuerte. Estaba en la voluntad, pensó. Debía hacer su voluntad más fuerte que la de ella. Consiguió no ir. Ella no intentó forzarlo. Sabía y tenía la certeza de que a su tiempo, su hambre lo conduciría hacia locura, y él tendría que seguirla cuando ella se adelantara. Al día siguiente el dolor comenzó. El hambre. La angustia. Era más que despertar simplemente con una necesidad de comida. Era una necesidad tan feroz que lo hacía sentir dolor completamente. Tenía tanta hambre que pensó que estaba enfermo. Tan hambriento que sintió a su fuerza abandonándolo. Fuera de la proa de un barco, vio a un delfín. El roer se puso en marcha tan ferozmente que casi se dobló hacia adelante, cegado por el dolor. Podía sentir la sangre caliente del mamífero, aun a distancia. Fue entonces que descubrió su propio poder. Se concentró en el delfín, cerró los ojos, se movió con él a través del agua. Sintió la oleada de los músculos de la criatura, sus movimientos a través de las olas. Él lo quería más cerca. Y más cerca… Llegó hasta el borde del bote. Podía haber extendido la mano, sujetarlo... Abrió los ojos y vio, repentinamente, la belleza del animal, la confianza que le había dado. Su mano estaba en el, pues oscilaba de arriba abajo junto al bote. Podría haberlo izado sin pensarlo. Nada, él pensó. Nada lejos. Se fue en una carrera. Se hundió en el suelo del barco, temblando. No quería personas; No quería un mamífero. Un dolor diferente repentinamente lo abrasó. Se miró las manos. ¡El agua salada lo había quemado! El agua salada podría matarlo. Con ese conocimiento, gateó de regreso a la cama en la cala. Cuando se durmió, ella llegó a él. Era el momento de la luz del día. Él no tenía poder, y tampoco voluntad. Ninguna fuerza, y aún así... Lo que ella lo hizo sentir o...

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Él nunca había sido más viril, ni conocido un clímax tan violento. Y cuando se terminó... Nunca había conocido semejante auto–repugnancia y aborrecimiento. Al día siguiente estaba de pie en la proa del barco. Mantenía un manto de piel alrededor de sus hombros, pero no hacía nada por calentarlo mientras el viento azotaba a su alrededor. Consideró arrojarse al mar. Estuvo parado por horas, pensando. Oyó a Wulfgar a su lado. ―No lo hagas. ―¿Por qué no? Soy un hombre muerto. ―No te destruyas a ti mismo. ―¿Por qué no lo haría? Wulfgar clavó los ojos en él por mucho tiempo, descifrando una respuesta. Entonces encontró una. ―Porque deberías quedarte a destruirla. ―Un día, amigo, podría volverme contra ti, ―le dijo Lucian. ―Perder el control, desgarrarte a trizas, destrozarte extremidad por extremidad. ―Podrías. ―Contestó Wulfgar uniformemente. ―Pero no lo harás. Oyó el silbido del viento y sintió su gran fuerza. Había muchas cosas en el mundo que eran malas. Pocas como ella. Vivir... si esto era vivir... para destruirla. Eso lo hacía tener sentido. Y más tarde esa noche, se alegró.

Aprendió a reprimir su hambre con ratas y aves y otros animales pequeños. Había aprendido que necesitaba sangre, y supo también que la sangre le daba fuerza. También había aprendido a moverse con su mente... para caminar sobre el agua, como ella lo había hecho. ¡Si, ciertamente, había aprendido a vivir su propia forma miserable de vida no muerta! Lo mejor que se sintió en mucho tiempo fue después del día en el que se había encontrado a un jabalí... el pobre animal, aunque algo bruto en sí mismo, seguramente nunca se había imaginado una muerte tan salvaje. Había dejado solo el barco, ido a tierra, y había cazado al jabalí. Él lo olió en el aire y sintió la forma de un cazador, un lobo desplazándose hacia eso. Él había bajado corriendo a por el jabalí, lo había atacado, había saltado sobre él. Lo había drenado dejándolo seco de cada última gota de sangre, y lo había consumido, esgarrándolo brutalmente al principio, después lentamente saboreando cada gota de carne y hueso. Había comido la carne, masticado los huesos, y aun roído la piel. Sabía que quería sangre humana. Y habría ocasiones, se prometió a sí mismo, cuando los humanos correctos podrían convenientemente comparecer ante él. Él había sido un cacique de una Región Montañosa que las personas a menudo sitiaban por la batalla. Había matado antes. Mataría otra vez.

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Pero si Dios podía escuchar a semejante criatura odiosa como él mismo, sin duda alguna le concedería poder y fuerza. En la naturaleza había un balance. Tal vez él era parte de ese balance. Si él luchara con verdadera fuerza, podía abstenerse de asesinar niños. Viajaron a través del mar, haciendo estragos desde Escocia a Irlanda, Inglaterra, y Gales. Sophia dejó de divertirse cuando se dio cuenta de que había creado a un ser decidido a oponerse a ella. Una noche ella lo acosó. ―¿Por qué? Sabes lo que eres; No puedes regresar. Te ofrezco una oportunidad para gobernar conmigo, convertirte en mi consorte verdadero. ¡Soy omnipotente en este mundo, soy hermosa, y te he ofrecido tanto a ti! Simplemente eres un tonto terco por rechazarme. Pero ella todavía estaba gobernado el barco y su tripulación vikinga. Y así continuaron navegando y asaltando. Un día, a la caída de la tarde, justo cuando el sol caía y la fuerza de la noche estaba llegando, llegaron a un pueblo. Él supo que habría una juerga aniquiladora. Ansiaba por lo que una vez había sido. Por la gente que moriría. Un tiempo llegará cuando dominaré. Y sabré lo que soy, una criatura, un monstruo, un cazador, pero habrá reglas para la cacería, y serán seguidas, y habrá razón, y cordura, aun dentro del horror… Él oyó los gritos. Olió la sangre. Estaba hambriento. Pero rehusó la tentación. Se quedó dónde estaba, y no se integró al grupo. Entonces él la oyó llamándolo. Sophia, su voz tentando... y amenazando. Él llego a la parte superior del navío vikingo. Un escalofriante horror progresivo se situó sobre él. Vio que habían regresado a su propia tierra natal. Y mientras los guerreros batallaban... Sophia bordeaba la carnicería. Había alcanzado a las mujeres, corriendo con los niños. Sujetó a Igrainia. ―¡Sophia! Él lloró su nombre furioso, listo para dirigirse hacia la costa. Pero la batalla había terminado, los monstruos victoriosos. Antes de que pudiera alcanzar tierra, Sophia regresó al barco, sus hombres arrastraban a la esposa de Lucian hacia el barco. Trayendo a Igrainia a bordo, mojada y temblando. Sophia la forzó delante de él. ―¡Igrainia! ―Su nombre fue un susurro en sus labios, una caricia. Ella sonrió, una sonrisa que le prometía que ese amor nunca moriría. Sus ojos estaban sobre él. Sus ojos hermosos aguamarina, sus ojos color de mar, confiados, aún, oh, Dios confiando en él, su palabra, sus pensamientos... ―Ella muere esta noche, cacique, ―dijo Sophia. Ella estaba a la derecha de su mujer, y justo detrás de ella. Alzó la riqueza exuberante de su pelo. Entonces Sophia sonrió, y comenzó a separar sus labios, salivando.

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Él se arrojó, asombrado de su propia fuerza; Se movió como el viento, como el poder de la tierra, con la furia del trueno. La atrapó antes de que sus labios pudieran abalanzarse sobre la garganta de Igrainia. Y comenzó a luchar... La atrapó por el pelo y la cintura, lanzándola lejos de su presunto banquete; Ella vaciló, se tambaleó, y se paró. Entonces, apresurándolo, lo golpeó con tal poder que su cabeza se estremeció. Fue arrojado al suelo. Se levantó tambaleándose, atrapándola por la cintura, meciéndola alrededor. Ella le pateó en la barbilla, giró, y lo golpeó para que él escuchara a sus huesos romperse. A la vez desesperado y enfurecido, metió un puñetazo en su sección media, y mientras ella se doblaba hacia adelante, él terminó con un golpe en su mandíbula. Otra vez, él oyó huesos romperse. Lo de ella, esta vez, en vez de los suyos. Ella gritó, chilló, lisiada con el dolor. Toda la tripulación a bordo del navío estaba mortalmente quieta, mirando. Ella lo miró, entonces se dio la vuelta, cayendo en picada a lo largo del barco, directamente hacia Igrainia. Abordó a Igrainia. Con él volando detrás de ella, caliente sobre sus talones, no tuvo súplica por los segundos que necesitaba para desgarrar los dientes en Igrainia. Pero ella no sería derrotada. Se abalanzó con furia contra Igrainia, agarrándola con un poder feroz que la envió por encima de la proa del barco. Y dentro del mar. Lucian voló hacia la proa, agarrando firmemente a Sophia, sujetándola arriba con tal fuerza que cuando la tiró para el piso del barco, ella se quedó abajo. Pero no importaba. Igrainia había entrado en el mar. Él se arrastró para el borde de la barandilla, listo para brincar tras su mujer, quien había desaparecido debajo de las oleadas del mar. Brazos fuertes lo atraparon por el hombro. Wulfgar, los ojos azules fervorosos sobre los de él. ―¡No! Morirás... ―No me importa. ―Pero ella morirá también. Iremos por ella. Lo haremos... La agonía repentinamente lo chamuscó. Anonadado, paralizado, intentó dar vuelta. El lacayo clave de Sophia. Darian. Él había traído una espada contra su cuello. El acero estaba incrustado allí. Lucian comenzó a caer, su mundo impregnado por la negrura. Cuando se despertó, al lado estaba la cara alegre de Wulfgar. ―Así que has sobrevivido. Eres uno fuerte. Casi cortaron tu cabeza. Ese era el fin, tú sabes. Se enderezo, frotándose el cuello. Miró alrededor. Podía oler el mar. Las redes adornaban la pared. El entarimado de madera alrededor de él era áspero. El grito de una gaviota encontró sus oídos. Parecían estar en la pequeña cabaña de un pescador. Miró alrededor, entonces a Wulfgar. ―¿En dónde estamos? ―En una isla fuera de la costa. ―¿Qué isla? ―La Isla de los muertos.

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―¿La isla de los muertos? ―El clima es constantemente feroz, y muchos no vendrían aquí. Muchos dicen que es un lugar del mal concebido. De enanos, canallas y jorobados. Los leprosos viven aquí también. Ha sido un hogar para los Druidas, las brujas, los espíritus, y más. Nadie cuestionará que tú tengas poder aquí. ―¿Sophia? ―Te trajimos aquí antes de que ella pudiera despertarse. Ella cree que pronto morirás, si no lo has hecho ya. Nadie cree que puedas sobrevivir a la profundidad con la que esa espada te hirió. Sophia estaba furiosa. La malheriste. Tuvo que pasar la noche en su sudario, rodeada por montones de su tierra. ―¿Que fue de Igrainia? ―Preguntó, agarrando el hombro de Wulfgar. Wulfgar inhaló y exhaló lentamente. ―Sabes que ella cayó al mar. ―Sí, pero fuiste tras de ella, lo juraste... ―Sí, sabes que lo hice, busqué, buceé, repetidas veces. Las olas siguieron viniendo.... No podía encontrarla, escocés. Él supo lo que Wulfgar quería decir, que había hecho lo posible. Semejante pensamiento no alivió el dolor que barrio sobre él. Una oscuridad cayó sobre Lucian, sujetándole en un terrible agarre, peor que cualquier angustia o agonía que él hubiera sentido hasta ahora. Igrainia. Cualquier cosa había sido tolerable cuando él había pensado que por lo menos, sus acciones habían salvado su vida. ―No te desesperes completamente, ―dijo Wulfgar rápidamente. ―Sí, ¿y por qué no? ―Algunos de los hombres juran que la han visto caminando en la playa aquí. Ella viene durante el día, y desaparece por la noche. ―¿Qué? ―Él se agarró de Wulfgar, respingando por el dolor que su movimiento repentino causó. ―¿Así que ella puede estar viva? ―No sé. Quizá es su... ―¿Su qué? Wulfgar lo miró. ―Su espíritu. ―No, si ella ha sido vista, es real. No creo en fantasmas. ―¿Y por qué no? Todos los noruegos creen en espíritus. Nos guían. Nuestros antepasados nos han precedido. Envían mensajes en las runas, los huesos. Le prestamos atención a la palabra de nuestros oráculos. Hay muchas fuerzas que no podemos tocar o ver... esas del bosque, las aguas. La gente de la zona aquí dice que ella viene como una... ―¿Como qué? ―Lucian demandó. Él vaciló, entonces se encogió de hombros. ―La isla es irlandesa, mi amigo. Y los irlandeses aceptan que estás muerto, pero todavía aquí. Y creen en el poder del agua, del mar, también. Las leyendas abundan. Si, estás muerto, pero salvaste al delfín ese día. Tal vez los amos de los mares aceptaron a Igrainia, y le dieron vida nueva también.

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―¿Qué eres salvado? ¡Estás como una cabra, hombre! ―Creen en los selkies. Mujeres por el día, animales marinos de noche. Salvados junto al mar, o nacidos del mar, pueden guiar la tierra, tocar al hombre, pero luego... deben regresar al agua. ―No. Ella debió haber sobrevivido. Quizá está aquí; Vino a esta isla pero está herida, sufriendo, y no sabe quién es ella. Wulfgar no iba a discutir con él. ―¿Quién sabe? Quizá tienes razón; Quizá yo la tengo. Quizá aun semejante guerrero como tú mismo saldrás de este mundo un día, y todavía vendrás y te sentarás en los vestíbulos del Valhalla. Hay más cosas en mi propio Valhalla, o tu cielo e infierno, en esta tierra que compartimos, que la que cualquier hombre alguna vez sabrá. ―No lo creo. ―¿Tú no crees? En espíritus, fantasmas, ¿duendes... o chupadores de sangre? ¿En vampiros? ―Wulfgar sugirió inocentemente. ―¿Lamia? ―Iré a buscar a Igrainia. En la eternidad, ―dijo. ―Más tarde, quizás lo harás. Mucho después de que me haya ido a mi propia recompensa, cualquier cosa que eso sea. Por ahora... no harás nada. Deberías haber muerto. Debes recobrar las fuerzas. Él había querido morir... o perecer como cualquier malvada cosa en la que él se había convertido. Ahora quería vivir. Para encontrar a Igrainia, si todavía vivía. Para destruir a Sophia. Pero Darian lo había malherido. Él estaba débil como un bebé durante el día, y hubo un tiempo al curarse, cuando apenas podía moverse, aun a la medianoche, aun en la máxima oscuridad de la noche. Pero entonces, poco a poco, se curó. Cabalgó la isla con Wulfgar. Él se estableció como señor de los inadaptados que moraban allí. Comenzó a caminar por la costa en medio de la noche, cuándo su fuerza era más grande. Bebía grandes cantidades de sangre de ovejas. Estaba sediento de más, anhelaba más. Sabía, en alguna parte de las profundidades de él, que, herido como estaba, necesitaba más. Había un agricultor en la isla que cruelmente golpeaba a su mujer. Lucian oía sus discusiones a veces cuando cabalgaba con Wulfgar por la noche buscando mamíferos de sangre caliente para atacar. Ella era una joven incansable que trabajaba duro con la tierra, lavando, cocinado, y sirviéndole a su marido. El marido había sido un ladrón. Se había escapado de Dublín... y del verdugo... hacia la isla, arrastrándola con él a este exilio. Una noche, mientras cabalgaban, Lucian la oyó gritar. Recorrió la mirada sobre Wulfgar, bajando de su caballo, y caminó a grandes pasos hacia la casa. El marido estaba borracho. Ella había derramado su cerveza en la mesa de madera burda. La estaba golpeando con un látigo de caballo. El hambre mordió a Lucian. Fue tras el agricultor, torciendo el látigo de sus manos. Y en su furia le dio una mordida al cuello del agricultor. La esposa observó mientras él drenó al hombre de sangre. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Lucian miró a su víctima con repulsión. Se tambaleó hacia atrás, mirándose las propias manos cubiertas de sangre. Entonces se acordó de cortar totalmente la cabeza del agricultor. De todos los hombres que él no querría que regresaran de la eternidad, este bastardo miserable era seguramente uno. Todo este tiempo la joven esposa simplemente se quedó mirándolo. Sus ojos entonces se voltearon a ella. Ella no se sobresaltó. ―Gracias, ―dijo suavemente. ―Sabes lo que soy. ―La mayoría de la isla sabe lo que usted es, ―le dijo. ―¿No tienes miedo? ―De muchas cosas, si. ―¿Pero de mí? ―¿Debería tenerlo? ―No. Al día siguiente tuvo fuerzas para caminar por la playa mientras el sol estaba todavía arriba. Y allí fue que vio a su mujer. ¡Igrainia! ¿Un fantasma? Él la llamó. ―Igrainia... Un fantasma... Selkie, los irlandeses decían. Él no creía en tales cosas. ¿Pero la podría crear él con el poder de su mente? ¿Podría desaparecer si él se apresurara a correr hacia ella, tocarla, sentirla, conocer la suavidad de su pelo, el aliento de ángel, de ella susurrando contra su mejilla? Él corrió. Ella se quedó. Era real. Carne, sangre y huesos. La tocó. Sus ojos de mar tocaron los de él. ―Mi mujer, mi amor... Él comenzó a temblar y cayó en la arena a sus pies. Ella tocó la parte superior de su cabeza. ―Marido... Levantó la mirada. Ella estaba sonriendo. ―Dios mío, Igrainia... Se paró, y él la alzó en sus brazos. Mantuvo sus ojos en los de ella mientras caminaba con ella hacia la cabaña de pescador que había hecho su casa. ―¿Cómo puedes estar aquí? ―Susurró. La colocó sobre la cama. La amaba tanto. Y todavía... Podía sentir su calor, podía oír su sangre. Él nunca la lastimaría, ¿nunca podría lastimarla... o podría hacerlo? ¿Lo sujetaría la agonía, lo abrumaría? ¿Acuchillaría su garganta con sus dientes, le haría el amor para robar su vitalidad, su corazón, su alma? ―Tengo que decirte... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¡No! ―Ella presionó un dedo para sus labios. ―Debes entender... ―No. ―Pero yo... ―Sé lo que eres. Y sé que no me lastimarás. Ella subió sus labios a los de él, y él abrió su boca y la besó y besó, cada vez más profundamente. Y sintió su cuerpo, y su calor, su forma, sus caderas bombeando las suyas. Sintió una explosión de excitación, y con él lujuria y ternura, y era dulce, tan dulce conocer deseo con amor, y un anhelo que no rasgó cualquier resto de su alma que pudiera quedar. Locamente, la despojó de su ropa. Sophia conocía sólo violencia, y hambre carnal. Había hambres más profundas. Hambres que sugerían que él todavía podía tener un alma. Puso sus labios en su pecho, abajo de su vientre, entre sus muslos. Ella se retorció, se envolvió alrededor de él. Saboreó la dulzura de su carne, de su ser, de su sexo. Su cuerpo pulsó y gimió, se deleitó en lo que tenía, sintió el hambre morderle, sintió el éxtasis final que se negaba a sí mismo, y todavía... Él casi, casi, llevó sus dientes a la vena que latía tan dulcemente en su cuello. Reprimió el deseo, lo combatió con toda la fuerza en él. Ella parecía ignorante. Salvaje y lasciva, sus caderas encerraron las de él, se pegaron a las suyas, los pechos húmedos contra su pecho, contra dedos delicados clavándose en sus nalgas, sus susurros, sus palabras, la dulce explosión húmeda contra la de él... El clímax lo estremeció. Se mordió cruelmente con sus propios dientes. Cayó a su lado. La recogió en sus brazos. La abrazó... ―Creí que te había perdido. Que te habías ahogado. El mar estaba tan frío. Las olas eran altas ese día, el viento barriendo con todo. ¿Cómo puedes estar aquí? ―Susurró. ―¿Tiene importancia? Ámame. Simplemente ámame. Como yo te amo. Él la abrazó. El sol se volvió más fuerte. Estaba fatigado. Ella se sentó sobre la almohada, esta contra la dura cabecera de la cama de madera y acunó su cabeza en su pecho. Acarició su mejilla. ―Igrainia. ―Él quiso hablar. Para permanecer despierto. ―Duerme, descansa, cúrate, ―le dijo ella. Sus dedos eran mágicos. En la oscurecida cabaña, él se durmió. Cuando se despertó, ella se había ido.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0077 Antes de que Jade pudiera comenzar de nuevo, el teléfono comenzó a sonar una segunda vez. Era Shanna, diciéndole que estaba en una cafetería, y que iría allí... si Rick se había ido. Jade le aseguró que Rick no estaba. ―¿Cuándo se fue? Jade vacilo. ―Realmente nunca se quedó. ―¿Qué? ―La voz era incrédula. ―Él realmente nunca se quedó. ―¡Grandioso! ¡Y yo que volé fuera de la cama y fui a la casa de Papá de niñera para que Liz no perturbara tu pequeño nido de amor! ―¿Cuidaste los niños hoy? ―Las mañanas no son cosa mía lo sabes. ―Lo sé. Estoy impresionada. ¿Está todo bien? ―Bien. Petey tuvo fiebre, pero lo inyectaron, y Liz lo trajo directo a casa. ¡Quiero decir que me lancé fuera de la cama, pensando que estabas decadentemente ocupada! ¡Y ni siquiera hiciste nada! ―Shanna gimió. ―¡Vas a tener que explicarlo cuándo logre llegar! ―Shanna... El teléfono hizo clic. Shanna fue de camino. Cuando llegó, estaba impaciente y disgustada. ―¿Nada? ¿Nada ocurrió? ―¿Cómo llegaste tan rápidamente? ―Estaba justo calle abajo en una cafetería. Dime qué pasó. ¿Pelearon? ¿Por qué se fue Rick? ―Él estaba exhausto y enfermo. Realmente enfermo. Tiene un virus muy malo. Shanna recorrió con la mirada el corredor, hacia la puerta de Renate. ―Me pregunto si nuestro viejo amigo Matt al menos tuvo suerte. ―No, no la tuvo. ―¿Cómo lo sabes? ―Renate ya ha estado de visita, buscando a Rick. ―¿Por qué? ―¿Quién sabe? Debe pensar que hay mucha información para su trabajo en todo esto. Pero de todas formas, estás aquí ahora, así que puedes venir a la comisaría de policía conmigo. Rick obligó a Gavin a averiguar más acerca del asunto en la ciudad de Nueva York... ―¡Oh, Dios mío! ―Shanna gimió. ―¿Qué bien va a hacer ir? Digamos que estás en peligro si ni siquiera harás esfuerzos por acostarte con un buen policía. ―Shanna, te dije... ―Él debió haber necesitado consuelo. ―Las personas pueden estar solamente muy cansadas. Y él quería un baño. ―¿Tu agua dejó de funcionar? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Quería que estuviera bien. ―¡Está mal, si no puedes llegar a eso! Shanna negó con la cabeza con disgusto, se dio la vuelta, y comenzó a salir. Jade se congeló detrás de ella, preguntándose si su hermana tenía razón. Había sentido eso todo el tiempo, o... ¿Había cambiado algo anoche? Parecía que tuve sexo por mí misma, y fue justamente genial... mejor de lo que pudo haber sido con él. ¡Y de cualquier manera, no podía hacer que se quedara, porque hubiera visto el aspecto que tenía mi cuarto! Todo estaba completamente fatal. Mortificante. No podría contar en voz alta a nadie sobre eso. Ni siquiera a su hermana. ―¿Creí que tenías prisa? ―dijo Shanna impacientemente. ―Sí, vamos. ―¡Todavía no veo cómo dejaste a Rick ir a casa! Deberías haberte encargado de él. Prepararle un baño de vapor, darle una cerveza fría. ―No tenía nada de ropa limpia. ―No necesitaba ropa limpia para lo que tenías en mente. Jade, si él está tan enfermo, podría necesitarte. Si está sufriendo, debería querer sentirse mejor. ―Shanna, él está enfermo, realmente, verdaderamente, se siente pésimamente enfermo. El sexo no lo hará mejorar. Así que detente. ¡Eres es un dolor en el culo! ―Oh, está bien, lo dejaré. Vosotros dos podéis continuar con vuestra dulce, platónica, completamente aburrida relación. No te torturaré más ya. ―¿Lo prometes? ―No, pero vámonos de cualquier manera. La estación no estaba lejos. Caminaron la distancia fácilmente. Jade había sabido que no encontraría a Rick en la estación. Estaba alegre de oír que había llamado por teléfono y había reportado que estaba realmente enfermo y estaría durmiendo todo el día. ―Tiene un virus muy malo de gripe, ―Le dijo el sargento del escritorio. ―Lo sé. Voy a hacerlo ir al doctor si no está mejor para mañana. ¿Le importaría hacerle una llamada a Gavin por mí, sin embargo? Necesito verlo. ―Cosa segura. Gavin Newton era uno de los mejores amigos de Rick. De baja estatura y un poco regordete, tenía una cara asombrosamente angelical y una naturaleza lenta, tranquila y relajada, lo que, Rick le había dicho a Jade, lo hacía un excepcional policía de Homicidios... la gente le decía las cosas a Gavin. Podía ganarse la confianza de un sospechoso, y alentar al testigo más reticente a hablar. También era una persona muy agradable, un ciudadano verdaderamente preocupado, y nada en el horror del trabajo lo había insensibilizado a los miedos, las precauciones, y preocupaciones de otros individuos. Le dio a Jade una hoja de papel. Ella escudriñó la información. Daba el nombre, altura, su peso, color de ojos, pelo, y edad. Aparentemente, cuando él había dejado Escocia, se había transferido de escuela. Entonces se había inscrito en una nueva fraternidad.

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La fraternidad no demandaba ninguna oferta ilegal o inmoral en sus compromisos... sin beber cerveza en exceso, palizas, consumir sustancias extrañas, sin robar la mascota de la escuela o los trofeos, y sin ropa interior flotando en el asta de la bandera... sino que en la noche anterior al compromiso, el compromiso era contar historias de fantasmas en el cementerio justo afuera de la ciudad. Y en la oscuridad de la noche... Ahí fue cuando los asesinatos habían ocurrido. ―A la medianoche, ―dijo en voz baja Jade. ―Jade ahora... ―dijo Gavin suavemente. ―Gavin, es exactamente igual como lo que sucedió en Escocia. ―Jade, si hay similitudes reales, el FBI te visitará. ―Ella lo miró agudamente ―Definitivamente te llamarán sobre eso. ―Él movió los periódicos en su escritorio, seleccionando uno de los diarios nacionales. ―No eres la única que recuerda lo que sucedió en Escocia. Este reportero hace comentarios sobre el hecho de que Hugh Riley había sobrevivido al ataque en Edimburgo, sólo para morir en Nueva York. Jade encontró sus ojos, entonces rápidamente escudriñó el artículo. ―¿Ves? ―Le dijo a Shanna. ―Bueno, podría ver... si sólo me dejaras tener el periódico. Jade soltó el periódico. Su hermana rápidamente leyó el artículo. Shanna clavó los ojos en Gavin. ―¿Así que qué piensas? ¿Son las mismas personas? ―Tal vez. ―Admitió. ―Y tal vez hay un nuevo culto en funcionamiento en el mundo como lo conocemos. Oyeron la voz profunda, oxidada de Al Harding, el compañero de Gavin, mientras caminaba a grandes pasos hacia su escritorio, que colindaba con el de Gavin. Así como Gavin era pequeño, bajo de estatura, y redondo, Al era alto y tan delgado como una judía verde. Él era usualmente seco y se mantenía un paso atrás, escuchando, mientras Gavin se hacía cargo de la conversación. Los detectives de Homicidios usualmente trabajaban en grupos de tres, dos oficiales y un sargento. El sargento Bill Marceau usualmente trabajaba con la pareja, pero había estado fuera durante algún tiempo después de la cirugía de bypass coronario. Con el departamento corto, los dos estaban en funcionamiento sin él. ―No tenga miedo, señorita, ―Al Harding continuó. ―Éstos son los Estados Unidos de Norte América. Nueva York tiene detectives de primera clase. ¡Peinarán ese cementerio en busca de cada brizna de evidencia, y anote mis palabra... que atraparán los psicópatas! A Jade le gustaba Al, pero sintió que tenía que contestarle. ―Con el debido respeto para la policía de Nueva York y el buen trabajo de los agentes americanos, los Británicos de Scotland Yard no eran tontos... peinaron cada pulgada de ese cementerio también. No encontraron nada. ―Aun así, esto es América. ―¡Dios bendiga al Rojo, Blanco, y Azul! ―Shanna exhaló suavemente. Jade la pateó ligeramente en la espinilla. ―Me pregunto si debería llamar a alguien, ―dijo. ―Tal vez podría ayudar.

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―Y tal vez tú sólo volverías a vivir una pesadilla, ―dijo Shanna. ―Y tal vez los medios de comunicación tendrán tu nombre otra vez, y si es un culto mayor y alguien va tras de ti, sólo te meterías en mayor peligro. ―Hablaré con alguien en el caso, sin hacer ruido y discretamente, ―le dijo Gavin. ―Y me aseguraré de que si cualquier agente u oficial quiere hablar contigo, guardarán silencio acerca de eso. ¿Cómo está eso? ―Eso suena bien. Gracias, Gavin. Al se aclaró la voz repentinamente. ―Jade, por lo que he leído, y de lo que oí de usted... ―Su voz se arrastró; Inhaló e hizo otro intento. ―Habló del hombre que desapareció, el que la salvó, y acerca de la manera en la que las personas salían de los ataúdes para atacar a todos. Bueno, digo, sólo espero que usted comprenda… ―¿Sí? ―dijo ella. ―Ellos eran simplemente personas enfermas. Realmente gente enferma. ―Por supuesto. ―Digo, ―dijo, y su cara se puso roja. ―Bueno pues, oí que usted escogió ir sin parar sobre... sobre... ―¿Vampiros? ―Shanna sugirió dulcemente. ―Sí, ―dijo Al. ―Bueno, usted sabe… ―siguió impacientemente, ―no puede ir al FBI hablando de locuras como esa. ―Tal vez había vampiros, Al. Fueron interrumpidos otra vez por otro oficial entrando en el cuarto de homicidios. Era un hombre alto, de pelo oscuro, guapo que usaba Dockers y una chaqueta informal de ante. Shanna tomó nota, enderezándose inmediatamente, instintivamente alisando hacia atrás su pelo. El recién llegado las saludó con la cabeza a ambas. ―Ah, vamos, Lieutenant Canady, por esos viejos asesinatos... ―Al, discúlpame, ―dijo. Él miró a Jade, sonriendo, extendiendo una mano. ―Sean Canady. ¿Cómo está? Si está tratando con un culto, bien puede ser con personas que realmente piensan que son vampiros. Y la mente humana es una cosa terriblemente fuerte para jugar con ella... realmente cosas malas pueden ocurrir cuando la mente desea que sea así. No muchas personas van a creer que se ha encontrado un culto real de vampiros. Pero le puedo prometer, que si supiera cualquier cosa, si piensa cualquier cosa, si recuerda cualquier cosa... estaré más que feliz de escucharla. ―Gracias, muchas gracias, ―dijo Jade. Shanna dio un paso adelante. ―Ella es Jade MacGregor. ―Lo sé, ―dijo él quedamente. ―¿Lo sabe? ―dijo Jade. ―Vi algunos de los artículos noticiosos después de los asesinatos en Escocia el año pasado. ―Oh, ―murmuró con inquietud. Pero él clavaba directamente los ojos en ella, sus ojos serios. No parecía pensar que ella fuera una lunática... o una adicta a las drogas. ―Soy su hermana, Shanna. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Él sonrió, una bonita, lenta y curva sonrisa. ―Shanna, Jade, encantado de conocerlas. Si estos payasos se burlan, llámeme. Escucharé. ―No me burlaba de ella. ―Protestó Al. ―Veo que no lo hace, ―dijo Sean. Vaciló, mirando Jade. ―Vi que Hugh Riley estaba entre la gente asesinada en Nueva York. ―¿Y usted recordó su nombre por los artículos de los asesinatos en Escocia? ―dijo Gavin. ―Sip. ―Hay asesinatos todos los días, alrededor del mundo, ¿y notas los nombres de los sobrevivientes de una masacre en Escocia? ―dijo Shanna suspicazmente. ―Soy detective. ―Les dijo con indiferencia. Pero observaba a Jade, y ella vio algo muy serio en sus ojos. ―Y él es uno bueno. ―Admitió Al a regañadientes. ―¿Te asignaron al chico? ― Inquirió. Sean asintió con la cabeza, sus ojos todavía en Jade. ―Habrá una fuerza de trabajo, he sido informado. Jade, Shanna, encantado de conocerlas. Si hay cualquier cosa que sea que pueda hacer, avísenme. Le agradecieron. Él se marchó dando media vuelta, saliendo del cuarto. Jade pensó que parecía... bastante raro... que había venido solamente para conocerlas. Shanna exhaló. ―Ahí va testosterona de buena apariencia. ―Está casado, ―le dijo Al. ―Podrá estarlo, ―Shanna murmuró con un fatalista encogimiento de hombros. ―Oye, estoy disponible, ―dijo Gavin. ―¡Y tú eres una gema! ―Le aseguró Shanna rápidamente. ―Pero están ocupadas las noches de los viernes, ―dijo Gavin, riéndose. ―Gavin, eres un muñeco y una gema y... ―Y eres magnifica y tienes veinticuatro y yo... no lo soy, ―dijo luego de un momento, sonriendo abiertamente. ―Oh, bueno, si alguna vez estás desesperada... ―Una chica no necesitaría estar desesperada. ―Le aseguró Shanna rápida y dulcemente. Jade sintió una oleada profunda de afecto por su hermana. A pesar de todo su cinismo, Shanna era casi siempre compasiva y amable. ―A decir verdad, te habría agarrado para una película esta noche... si hubiéramos tenido esta conversación ayer mismo. Jade miró a su hermana con curiosidad. ―¿Qué sucedió de ayer para acá? ―Le preguntó a su hermana. Los ojos de Shanna se ampliaron picarescamente y ella sonrió abiertamente. ―Conocí a alguien. ―¿Esta mañana? ―Sip. En una cafetería, de camino hacia tu departamento. ―¡No me dijiste!

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―Bueno pues, no me casé o cualquier cosa. Acordé tener una cita. Bueno, realmente, ni siquiera realmente acordé tener una cita. Sugerí que estaría en una película. Aunque, tú sabes, esta cosa de la gripe anda alrededor. Él estaba enfermo, también. Podría ser que el sujeto no llegue. ―Además, ni me dijiste que habías conocido a alguien. ―Bien, estaba ansiosa por saber de tu vida por el momento. ―Sonrió abiertamente ante Gavin y Al, quien observaban la conversación entre las hermanas con interés. ―Tu vida es justamente mucho más interesante que la mía. Por el momento. ―Necesitamos irnos, ―dijo Jade firmemente. ―Y dejar que estos caballeros regresen al trabajo. Gavin, gracias otra vez. Al, gracias, también. ―Mi placer. ―Le aseguró Gavin. ―Estoy complacido de ayudar de cualquier forma. Y escucha. Aunque tengo que decir Sean es un buen policía... ―Él se interrumpió, encogiéndose de hombros. ―¿Estás segura de que no hay nada más que pueda hacer por ti por el momento, aparte de contactar a los ejecutores de la ley de Nueva York? ―Nada, gracias. ―Bueno. ―Al interrumpió rápidamente, atrayendo una mirada desconcertada de Gavin. ―Vi a las chicas aquí y casi olvidé que... que se nos necesita en la morgue. ―¿Qué pasa? ―Inquirió Gavin. ―El médico forense ha hecho un descubrimiento curioso sobre el chico de la universidad en el accidente la otra noche. ¿Estás listo? ―Sí, seguro, déjame agarrar mi chaqueta. Oye, grandioso octubre, no es así, ¿señoritas? ―Hermoso, activo, placentero, grandioso. ―Shanna estuvo de acuerdo. ―De hecho, vamos a recoger algunas calabazas para esculpir, Jade, ¿eh? ―Seguro. Bueno, gracias, chicos, muchísimas gracias, ―dijo Jade. Veinte minutos más tarde estaban en uno de los mercadillos, mirando calabazas. Jade quiso saber del tipo que Shanna había conocido. Shanna le dijo que era simplemente un tipo. ―Pero te citaste con él. ―No realmente. Lo encontrare para ver una película. Y eso es algo incierto. ―Esa es una cita. ―No lo haré recogerme o traerme a casa. Sólo nos reuniremos para ver una película. ―Cuéntame más. ―Eso es todo, ―dijo de forma irritantemente evasiva. ―¿Tienes un nombre? ―Dave. ―Grandioso. Tiene un nombre. ―Es civilizado, lindo, y encantador. Eso es todo lo que sé ahora mismo. Te diré más después. ―Debería ir contigo. ―No, deberías quedarte en casa y acostarte con tu policía. ―Suspiró, sacudiendo la cabeza con aversión. ―El precio de estas es escandaloso. Pensarías que estas calabazas apestosas estaban hechas de oro.

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―Podríamos ir en coche al Barrio Francés y comprar unas cuantas a lo largo del borde de la carretera. Serán mucho más baratas. Shanna frunció la cara. ―No, gracias. No siento ganas de conducir a ninguna parte. ―Voy a tomar aquélla. ―Muy bien... lo haré con esa igual por allí. Compraron las calabazas y volvieron al departamento de Jade. Llegaron subiendo las escaleras para entrar por la sala en el segundo nivel, en vez de a través el patio y área informal debajo, pasaron la puerta de Renate. Shanna sonrió abiertamente. ―Chico, seguro me gustaría saber exactamente cómo fueron las cosas para el bueno de Matt anoche. ―Él no es del tipo de Renate... y Renate no piensa decírselo. ―Ah… Pero si ella tuviera bastante champaña y caviar... ―Bueno, ella no lo hizo. ―Debería hacerlo. El pobre chico estaba tratando de celebrar. ―Ve a decirle a ella que debería haberle dado una función de una sola noche de celebración. ―Está bien, ―dijo Shanna, mirando fijamente el vestíbulo. ―¡No te atrevas! ―dijo Jade, arrastrando a su hermana de regreso. Más tarde, mientras tallaban sus calabazas, Jade le preguntó: ―Realmente habrías sido grosera y descarada... para decirle que debería haberse acostado con Matt. ―¿Grosera y descarada? ¿Cómo puedes ser más ruda y descarada que Renate? ―dijo; Entonces se rió. ―No sé. Gracias a Dios que me detuviste. Hablaron de sus planes de Halloween, debido a que el día de fiesta llegaba rápidamente. ―Necesitamos tener una fiesta, ―dijo Shanna. ―Nueva Orleans es una fiesta. Cada restaurante y cada club de jazz estarán de fiesta. Y tenemos medios hermanos pequeños, ¿recuerdas? Tenemos que dirigirnos hacia el Garden District y ver a Papá, Liz y los niños. Estarán tan lindos... Liz siempre hace un trabajo grandioso con los trajes. ―Podríamos festejar en su casa, ―dijo Shanna. ―Digo, fue nuestra casa por años y años. Cuando Mamá estaba viva. ¿Recuerdas? Jade estuvo callada por un minuto. ―No es nuestra casa ya. ―Por supuesto que lo es. ―No, algo es diferente. ¿Pero pasaste un mal rato con Liz esta mañana? ―No. De hecho, me sentí bien cerca de ella. ―¿Entonces...? ―dijo Jade, perpleja. ―No sé. Algo no acaba de parecerme bien acerca de la casa. ―Bueno, todavía... pensemos en eso, ¿eh? ―dijo Jade. ―Podría ser más entretenido simplemente llegar, ver a los niños, regresar y saltar al club.

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―¡Si, puede ser... ugh! Sólo corto los dientes de la calabaza más estúpida que alguna vez hayas visto. Jade miró la calabaza de su hermana. ―Están puntiagudos. ―Estaba tratando de cortarlos cuadrados... oh, bien. Gracias a Dios que nunca quise llegar a ser una artista de calabazas. Tengo que hacerlo; Ya terminé. Tengo que emprender el camino. Quiero lavarme la cabeza... bañarme con sales exquisitas para el cuerpo, empolvarme y perfumarme, y probarme media docena de trajes. Algunas de nosotras sabemos cómo hacer esta cosa sexual correctamente. ―¿Vas a tener sexo con un total extraño? ―Pregunto, consternada. Shanna sonrió abiertamente. ―No... Voy a una primera cita. Tienes que estar bella, encantadora, devastadora, y oler divino para semejante ocasión. De esa manera probablemente te invitará de nuevo a salir, y será tu elección si lo ves otra vez o no. ¿Comprendes? ―Pensé que dijiste que no era realmente una cita. ―No es... es todavía una “primera” clase de cosa. ¡Y estás tan, tan lejos de una primera cita con ese policía! Haz la cosa del baño de burbujas esta noche... ―La hice anoche. ―¿Y piensas que durará para siempre? ―No, yo sólo... ―Le preguntaste anoche. Sabes que él lo hará esta noche. ―Probablemente. ―Jade estuvo de acuerdo. Shanna empujó hacia atrás su calabaza, se levantó, se dirigió hacia el fregadero, y se lavó las manos. ―Estoy fuera de aquí. ―Empezó a dirigirse para la puerta. ―¡Tu calabaza! ―dijo Jade. ―Consérvala. Creo que tengo que comenzar de nuevo. Eche a perder los dientes. Shanna salió. La puerta se cerró, entonces se volvió a abrir. ―¡No eches a perder todo con ese policía! ―No lo haré, ―dijo Jade. ―Y no vayas a aceptar más citas con este tipo hasta que sepamos más acerca de él, hasta que me dejes revisarlo para ti. ―Sí lo haré, hermana mayor. Seguro. ¡Y tú cierra esta puerta cuando salga! ―¡Bien! Shanna apenas se había ido cuando el teléfono comenzó a sonar. Era Rick, y Jade supo inmediatamente por el sonido de su voz que algo estaba mal. ―No voy a poder hacer nada esta noche, ―le dijo tristemente. ―Deberíamos estar yendo a alguna parte grandiosa para cenar. ―Oye, como todo el tiempo, ―dijo ligeramente. ―He estado enfermo como un perro todo el día. ―Lo siento.

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―Seguro que no sé lo que recogí, pero está fatal. He estado ardiendo, teniendo escalofríos, delirios. Dormí toda la mañana, y ahora he conseguido dirigirme de nuevo al trabajo. El chico que murió en el terrible accidente... ―¿Qué? ―Tengo que volver a la morgue otra vez. Terry Broom es el médico forense en el caso, y él es un detallista. Parece que piensa que allí hubo algo de mala jugada. Ella repentinamente recordó a Al preguntándole a Sean Canady si él había sido asignado al chico. Iba a ir para ser una fuerza de trabajo en eso, había dicho Canady. ―Es el chico del accidente, entonces, ―murmuró ella. ―¿Espera un minuto... cómo sabes de esto? Ella vaciló. ―Shanna y yo bajamos a hablar con Gavin hoy. ―Jade, ―dijo, sonando preocupado. ―Te dije que iría contigo. ―Estoy bien con todo esto, de verdad. No voy a perder el juicio o trepar por las paredes o cualquier cosa. ―Vaciló y agregó en broma. ―Además conocí a un policía que me dijo que podría haber personas que creyeran que eran vampiros, y si lo creían, bien... ―Sean, ―dijo monótonamente, interrumpiéndola. ―Lieutenat Canady. Ella guardó silencio un momento. ―Sí. Sean Canady. Él guardó silencio, entonces dijo cuidadosamente ―Es un buen policía. ―¿Por qué dices eso tan cuidadosamente? Él vaciló otra vez. ―Bueno, hubo algunos problemas justo aquí en Nueva Orleans... ―¡Lo recuerdo! Esos asesinatos horripilantes. ―Bueno pues, hemos tenido montones de asesinatos horripilantes, pero estos fueron en realidad específicos. Sean tuvo mucho que hacer solucionándolos, y no obstante, hubo bastante que quedó sin contestar y sin resolver. ―Suenas como si no confiaras en él. ―No es que no confíe en él, es simplemente que... ―¿Qué? ―Sólo creo que podrías querer mantenerte alejada de él. Él podría alimentar el fuego de miedos pasados y... bueno, es buen tipo. Solamente… Solamente que tal vez no bueno para ti ahora mismo. Ella no contestó. ―¿Así que regresarás otra vez a la morgue? ―Y luego a casa otra vez. Apenas puedo tenerme en pie. ―Deberías decirles eso. No deberías tener que trabajar cuando estás tan enfermo. ―Bueno pues, tienes que entender, por la autoridad de ser policía a menudo no importa si nos enfermamos como el infierno... no pueden permitírselo. Tenemos que preocuparnos por el

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público general que protegemos y servimos, pero apenas puedo pasar algo por el chico ahora, ―dijo, su tono plano, pero con una sensación de tristeza debajo. ―¿Me perdonas? ―¿Perdonarte? ―murmuró, confundida por el sonido de su voz. ―¿Por qué? ―Por... por ser completamente inútil. ―No eres inútil. No hay nada que perdonar. ―Eres casi lo mejor que alguna vez me ha ocurrido. ―Lo mismo va por ti, Rick, ―dijo suavemente. ―Llámame mañana. ―Lo haré. Colgó el teléfono lentamente, curiosa de que se sintiera... Aliviada. No, no estoy aliviada, se dijo a sí misma. Pero lo estoy. Repentinamente deseó haberle preguntado a Shanna a donde iba. Podía haberse aparecido y haber visto a ese nuevo hombre que podría estar introduciéndose en la vida de su hermana. Volvió a la mesa del comedor donde había estado trabajando en las calabazas, terminó de recoger el desorden que habían hecho, entonces tomó las calabazas una por una y las puso a secar afuera. Cuando terminó, decidió poner velas votivas en el interior, y ver cómo se veían. La de ella estaba bien, lo suficientemente espeluznante una vez que estuvo encendida. La calabaza de Shanna se veía categóricamente malvada. ―¡Esos son dientes puntiagudos, hermanita! ―Meditó en voz alta. La calabaza la hizo sentirse agudamente incómoda. Para asombro de ella, se encontró asustada. Sopló las velas y colocó ambas calabazas afuera en la pared de ladrillo del balcón. Regresando adentro del apartamento que amaba tanto, se dio cuenta de que se sentía muy inquieta, y que no quería quedarse en casa. Podía oír música desde la calle debajo, y risa. Alguien tenía una anticipada fiesta de Halloween. ¡No estás invitada! Pero ésta era su ciudad, y la conocía. No se necesitaba una fiesta para salir. El barrio francés era hermoso, y conocía a los tenderos en su barrio, a los meseros en las cafeterías, y a los cantineros en los bares. Solo tenía que salir por una bebida o un café. Cepilló su pelo, agarró una chaqueta, y se dirigió afuera. Una caminata a solas podría ser justo lo que ella necesitaba.

Terry Broom era joven, medianamente nuevo para su trabajo en la oficina del médico forense. Había sido contratado por el médico forense principal, Pierre LePont, le había mostrado a LePont sus conclusiones, y LePont le había dicho que trajera a los policías de Homicidios. Terry tenía uno ochenta de estatura, muy delgado, y una cara pecosa y salvaje pelo rojo. Tenía sólo algunos años fuera de la escuela... aunque estuviera en gran medida aliviado de poder decir que había alcanzado los treinta años de edad. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Todavía joven comparado a los doctores más experimentados de aquí, pero sabía sus cosas. Siempre había estado en la cima de su clase. Había aprendido de un doctor en Gainesville, Florida, quien había tenido tal pasión por su trabajo que él hizo todo menos etiquetarlo dentro de sus estudiantes. Un médico forense era en realidad la última gran esperanza de una víctima. Un M.F. cortaba en el muerto y violado cuerpo. Eso tenía que ser hecho con el máximo respeto. Y hecho con esfuerzo para llevar ante la ley a un asesino, o poner un terrible accidente a descansar. Esta vez Terry casi había sido engañado por lo que había parecido obvio. Vidrio en todas partes. Enormes trozos de vidrio, fragmentos de vidrio. Cortó en todas partes... fue fácil ver cómo pasar directamente a través del parabrisas podría causarle semejante daño a un ser humano. Excepto que desde principio que había examinado el cuerpo, algo había molestado a Terry. Algo más allá de lo obvio. Así que ahora, con policías escépticos rodeándole, saludó con la cabeza a Daniel, un movimiento que le dijo a su asistente aún más joven que estaban listos para que la sábana fuera retirada. Daniel, viéndose muy verde, asintió a su vez. El cuerpo parecía más horrible cada vez que lo miraba. Los policías no se movieron. No bromearon. Nadie mencionó que era viernes en la noche, o que se morían por su cena, o soltaron cualquier clase de comentario en absoluto. Todos permanecieron inmóviles y se quedaron con la mirada fija. Terry tocó el hueco en la garganta del cadáver con un dedo enguantado. ―Si ustedes observan mi preocupación... no creo que la violencia y la fuerza que el joven experimento en el parabrisas podría provocar estos bordes dentados. ―Terry aclaró. Levantó la mirada. Todos ellos clavaban los ojos en él. El teniente Canady era uno de ellos. Su compañero, Jack Delaney, estaba a su lado. El enorme policía negro estaba allí, también, el tercer tipo en el equipo de Canady. Su nombre era Mike Astin, y era nuevo para Homicidios, aunque había estado con la fuerza durante algún tiempo. En frente de ellos, en el otro lado de la camilla, estaban Gavin Newton y su compañero, Al Harding... gracioso nombre para el hombre. Los dos policías eran a menudo llamados Laurel y Harding... un juego de palabras que tampoco apreciaba. El sexto policía no era de Homicidios. Rick Beaudreaux trabajaba con los chicos, las drogas, y las relaciones públicas. Trabajaba con las familias. Era el que tendría que explicar esta muerte a los parientes del chico... y a la prensa. Rick Beaudreaux estaba resfriado. Se mantuvo intentando no estornudar. Se veía aun más verde que los otros hombres. Probablemente iba a vomitar pronto. De hecho, se veía casi tan mal como el cadáver. ―¿Bordes dentados? ―dijo Canady gravemente. Terry Broom señaló otra vez. ―Ustedes podrían tener un corte profundo con esa clase de fuerza, pero vean la carne aquí.... ―Vaciló, intentando señalar los bordes desgarrados de la carne. ―Esto lo obtienes por el vidrio yendo de atrás a adelante. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Se sintió frustrado, inseguro de si no entendieron, o si estarían un poco verdes porque lo hicieron. Suspiró. ―Vean que es cómo cortar carne ¿les gusta un bistec? Consiguen este tipo de desgarramiento con un cuchillo... o un objeto afilado... yendo de atrás a adelante, rallando allí, desgarrando la carne... ―Lo vemos. ―Interrumpió Sean quedamente. Rick Beaudreaux se dio la vuelta, tambaleándose afuera. Iba a estar enfermo. Los otros policías no hicieron comentarios. ―Lo siento, ―dijo Terry quedamente. ―Rick tiene una fiebre infernal en proceso, pero estoy bastante seguro de que él comprende lo que nos estás mostrando, ―dijo Canady, entonces continuó bruscamente. ―Entonces, ¿el chico estaba ya muerto cuando pasó a través del parabrisas? ―Sí, así es. Eso es lo que creo. ―Vaciló, esperando que confiaran en su experticia. ―Le he mostrado todo esto a LePont también. Su opinión está de acuerdo con la mía. ―Pero ¿cómo...? ―Al Harding comenzó. ―Fue asesinado, puesto en el coche, y el coche fue ya sea conducido por alguien más contra el árbol, o enviado a estrellarse en el árbol, ―dijo Sean Canady, cruzando los brazos sobre su pecho. ―Pero eso no tiene ningún sentido... ―Empezó Gavin. ―Realmente, ―masculló Jack Delaney, ―tendría perfecto sentido si fueras un asesino que quiera escapar con su homicidio. ―Pero él ya estaba muerto, ¿entonces lo envió a través de un parabrisas... y casi lo decapito con el vidrio del parabrisas? ―Inquirió Harding. ―Por alguien usando el vidrio destrozado como un cuchillo... para serrarlo, ―dijo Canady ―¿Es eso, Dr. Broom? ¿Es eso lo que cree? Terry Broom le miró, esperando que Canady viera más allá de sus pecas. ―Sé cómo suena, pero... ―Canady estaba mirando directamente a sus ojos. ―Sí, ―dijo rotundamente. ―Si usted duda de mis habilidades o mis conclusiones... ―No dudo de ellas en absoluto, ―dijo Canady. Miró a los demás que rodeaban el cuerpo. ―Bueno, caballeros, es definitivamente un homicidio. ―Va a ser un homicidio infernal para solucionar, ―dijo Al Harding, sacudiendo la cabeza delgada. ―El chico tenía miedo, sin embargo. ―Dudo que ni siquiera podamos comenzar a imaginarnos ahora mismo exactamente qué tan asustado estaba. ―Masculló Canady. Entonces se dio la vuelta abruptamente y comenzó a salir. En la puerta hizo una pausa, volviéndose. ―He oído que el chico si tenía antecedentes. Bebedor, agitador, consumidor. Los periódicos usaron el nombre que el chico había estado usando. ¿Recuperaste los documentos legales para que podamos liberar su verdadero nombre? ―Inquirió. ―Sí, los recuperé. ―Terry Broom miró la carta del chico y le contestó.

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Canady repentinamente se veía peor que Beaudreax mientras agachaba la cabeza y salía de la habitación.

Octubre significaba tiempo de fiesta en Nueva Orleans. No tanto como febrero. Martes Gordo y Mardi Gras eran las celebraciones verdaderas. Pero Nueva Orleans amaba una buena excusa para una fiesta de disfraces en cualquier momento. Había casas encantadas abiertas en diversas partes de la ciudad, algunas en funcionamiento por organizaciones caritativas y ofreciendo los talentos de estudiantes y maestros locales de drama, y algunas se abrían para el puro placer de la ganancia que se hacía, presentando trajes fabulosos y entretenimiento de talla mundial. Entonces allí estaban las atracciones usuales. BAÑE A UNA BELLEZA POR UN DOLAR, una ventana anunciaba. PURA AGILIDAD MASCULINA... BAILARINES DE POSTE MASCULINOS, anunciaba otro. Un club de striptease estaba junto a una tienda de juguetes. Un café capuchino /librería estaba al lado de un hotel histórico y respetable, y una tienda de juguetes sexuales por el otro. El jazz se tocaba en dos esquinas. Un apuesto hombre negro y una mujer pintada de café tocaban cucharas y cantaban en la calle. Un joven ebrio chocó el hombro de Jade y se deshizo en excusas. Ella escapó de él tan rápidamente como pudo… porque corría peligro de ser mojada por completo con su cerveza mientras imploraba su perdón. Ella se deslizó a donde Drake, un bar deportivo del barrio, un poco fuera del camino trillado. Derrick Clayton, el dueño y camarero la noche del viernes, era un viejo amigo de la escuela secundaria. Se había casado con una de sus mejores amigas, Sally Eaton, y cada vez que entraba tenía fotos nuevas de su hija de tres años de edad y su bebé. Jade admiraba a sus niños, y él le decía lo orgullosos que estaban de ella todos sus viejos amigos de su ciudad natal, debido a no ir sólo por su periodismo, sino su propia editorial. ―¡Oye, Derrick! ―Llamó, tomando un taburete al extremo de la barra. No había gran juego esa noche, y aunque los televisiones funcionaban alrededor del bar, ningún sonido podía oírse de ellas. Había una grandiosa... si no es que extraña... orquesta irlandesa de jazz tocando. Derrick la saludó con la mano, terminó con la cerveza que servía, la entregó, y llegó al extremo de la barra. ―Hola, hermosa. ―Era un hombre grande con pelo castaño rizado, un indicio rojo en su barba, y una curva en su vientre. Él se veía como si tuviera un sitio escalando una montaña, peleando contra osos. ―Oye, tú mismo. ―Ella se inclinó hacia adelante, besando la mejilla que él le ofreció. ―¿Conseguiste algunas fotos nuevas? ―Siempre. Sabes que te haré verlas. ¿Qué bebes? ―Negro y bronceado, ―le dijo. ―En honor de la banda. ―Ellos son buenos, ¿eh? ―Son geniales. Nunca había oído jazz de gaita antes. Derrick sonrió abiertamente, entonces entregó su cerveza y un sobre de fotos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Acogió las fotos, sorbió la cerveza, y empezó a pasar las fotos. Sintió una pequeña sensación de pérdida, una oleada maternal... y un escalofrío. Había encontrado al tipo correcto... decente, lindo, empleado, todas las cosas correctas. Su negocio era un éxito. Podría establecerse y casarse. Si sólo pudiera dejar de tener sueños eróticos acerca de un desconocido que había llegado y se había ido de su vida en una noche de terror puro. Derrick terminó de volver a llenar bebidas a lo largo de la barra y regreso hacia ella, sonriendo abiertamente. ―¿Qué piensas del traje de Halloween del bebé? ―Un bebé hombre lobo. Perfecto. ―Es tan adorable. Grandes ojos. Las personas siempre lo llaman Wolfy, así que pensamos que un traje del hombre lobo le vendría bien. ―No captaste cualquiera de las nuevas películas de Disney este año, ¿eh? ―Ella inquirió educadamente. Él sonrió abiertamente. ―Lo hice, ¿pero qué niño quiere ser un pequeño bienhechor? Ella se encogió de hombros. ―Supongo que la maldad tiene más diversión. ―¿Viste a Addie? Ella quiso ser princesa. Sally le hizo ese traje. ―Addie es la pequeña princesa perfecta. Dile a Sally que te dije que el traje es bonito. Y tus niños son bonitos, también. Él sonrió abiertamente. ―Gracias. Muchas gracias, Jade. Oye, ¿Cómo has estado? ¿Dónde está esa copia con el que estás saliendo? Ustedes dos son como un banco de genes excelente. ¿Cuándo vas a comenzar a procrear, eh? ―No estamos casados, Derrick. Ni siquiera comprometidos. ―No tienes que estarlo, Jade. ¿No recuerdas Sexualidad Humana? Creo que fue en el décimo grado. ―Gracioso, gracioso. ¿No recuerdas a la Hermana Ann Marie? Fue la monja que no se suponía que nos enseñara a todos nosotros sobre el control de la natalidad... pero lo hizo. ―Sí. Estupenda señora. ―Lo era. ―Está bien, entonces vas a tener que casarte. Estupendo. Me gusta una buena boda. ―¡Y prometo, que cuando vaya a tener una, estarás entre los primeros en saberlo! Él sonrió abiertamente. ―Estupendo... huy, disculpa, Jade. Tengo un grupo de turistas llegando aquí adentro. ―¿Un grupo de turistas? ¡No sabía que estabas en ese circuito! ―No lo estoy, pero hay muchas pequeñas compañías allí afuera justo ahora... la temporada de Halloween, ¿sabes? Sacar provecho de dinero extra. La dejó.

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Ella continuó sorbiendo su cerveza, mirando las fotos. Los viajeros habían entrado en tropel en el bar. Ella sabía que, durante la Guerra Civil, el ama de casa se había colgado en una habitación en el piso de arriba después de que alguien en Nueva Orleans soltó la lengua acerca de su enlace con un soldado de la Unión. El guía de turistas contaba la historia. Al principio, ella estuvo solamente consiente del zumbido de su voz. Entonces se volvió consciente de que... Sonaba ligeramente familiar. Había un acento en sus haches.... Se dio la vuelta. El grupo de turistas dejaba el bar. Media docena de personas estaban bloqueando la salida. Podía ver al guía adelante. Estaba vestido con una capa negra. Su corazón retumbó. Montones de guías usaban capas negras de Drácula en Nueva Orleans. Ésta era la ciudad de Anne Rice. El pueblo de Lestat. Pero montones de guías no necesariamente tenían acento escocés. Él estaba adelantado, muy adelantado. Comenzó a correr a lo largo de la calle, aterrada pero decidida. Fue empujada en un grupo de parranderos disfrazados, viniendo o yendo a una anticipada fiesta de Halloween. ―¡Lo siento! ―¡Lo siento! ―¡Lo siento! Estaba atravesada por un conejo blanco y un Hombre De Hojalata y delante de un paquete danzante de cigarrillos. ―Está bien, está bien, disculpe... Continuó corriendo. Una banda de tres hombres bloqueaba su camino. Se apartó del camino de ellos. En Bourbon Street la multitud se volvió feroz. Corriendo, empujando y apartando, intento continuar. Ella alcanzó a un hombre que llevaba puesta una capa negra. Atrapó su brazo, le hizo girar alrededor. Su cara estaba delineada con cansancio. Su pelo era gris; Sus ojos eran azul polvoriento. Nunca lo había visto antes. ―¡Lo siento! ―dijo ella suavemente. Él asintió con la cabeza y se fue. Permaneció inmóvil en medio de la calle, sintiendo la prisa de la humanidad ir detrás de ella, oyendo risas y música y sintiéndose como si fuera todo a pasar por encima de ella, por ella. Entonces la calle pareció vacía delante de ella. Y por el camino adelante, justo por el camino adelante, debajo de un farol, estaba un hombre. El hombre. Ella no le había visto desde hacía un año. Salvo en sus sueños.

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Pero él estaba ahí ahora. Tan alto como ella lo recordaba, oscuro, impactante. Su camisa de manga larga era negra, como lo eran sus pantalones. Sus manos estaban casualmente metidas en sus bolsillos. Podría haber sido cualquier joven turista notable. Un hombre de negocios, afuera para ver las vistas de Nueva Orleans. Un músico, un político, un ejecutivo, el fontanero, electricista... cualquier turista. Excepto que... él no lo era. Comenzó a andar en dirección a él, medio segura de que él podría alejarse. Desaparecer. No era él. No podía ser.... Él estaba totalmente quieto, esperando. Él no se alejó, y no desapareció. Y mientras ella llegaba a él, los ruidos de la ciudad se apresuraron para encontrarla. El jazz, la plática, la risa, las pisadas. Ella era medianamente alta, pero tuvo que contemplarlo. Sí, era él. En carne y hueso. El pelo oscuro, el físico que parecía delgado pero de músculo duro. Los ojos... Como ámbar. Como fuego. ―Hola, Jade, ―dijo suavemente. ―Tenemos que hablar. ¿Tenían que hablar? Él había estado allí durante la noche de su máximo peligro y su máximo miedo. Probablemente había salvado su vida... pero entonces la había dejado, dejando que la policía pensara que estaba loca, dejándola dudar de su cordura. Entonces se había introducido en sus sueños. Invadido su sueño, metido a escondidas en su alma. La había tocado, de alguna manera. La había tocado; Había sido real. Él había arruinado... absolutamente destruido... sus oportunidades con el hombre más perfecto a quien ella fue alguna vez probablemente conocería. ―¿Jade? ―¡Tú bastardo! Se dejó ir y lo golpeó con cada pizca de fuerza que tenía en ella.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0088 Podría haber sido una acción estúpida. Él tenía un buen metro ochenta y ocho de estatura, y musculoso como un hijo de puta. Si se lo había tomado a mal... El miedo o el instinto provocaron que levantara un brazo otra vez. Él lo atrapó. Ella lo atacó con palabras. —Bastardo. Estabas allí. Viste todo. Sólo desapareciste. ¡Y qué asombroso! Comienzo a soñar contigo... Él sujetó su muñeca; Había cogido su palma volando en el aire, y ahora la estaba sujetando junto a ella. ¿Suavemente? No podía sentir el agarre, pero supo que no podría haberse movido si lo hubiera intentado. —¿Qué diablos pasa? Él negó con la cabeza. —No sé lo que quieres decir. —Creo que lo sabes. Él dio un paso atrás repentinamente. —Mira, apenas te conozco. Discúlpame. Para asombro de ella, él se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Ella lo siguió con la mirada, boquiabierta, en jarras. —¿Discúlpame? —Repitió —¿Discúlpame? Le siguió. Él estaba vestido de negro otra vez. Jeans negros ceñidos, camisa tejida de mangas larga, chaqueta negra informal. Colgada en sus hombros muy agradablemente. Su pelo oscuro, todavía algo largo, rizado sobre su cuello. Brillante en las luces de la calle. —¡Oye! Ella agarró su hombro, jalándole de regreso. —No puedes sólo alejarte de mí. —¿Debería quedarme parado aquí para que me puedas pegar otra vez? —Inquirió educadamente. —¡No!, no... Pero tú... ¡tienes que hablar conmigo! Él arqueó una ceja. Ella quiso pegarle otra vez. No era solamente atractivo; Era imponente en una manera casi atemorizante. Devastadoramente apuesto, ojos oscuros, pelo oscuro, y un aire de autoconfianza, seguridad, aun de arrogancia. Ella anudó sus manos en puños a sus costados. —¡Bien! ¡No hables conmigo! —Se dio la vuelta esa vez, y comenzó a alejarse. Él no la siguió. Ella se detuvo, se volvió. Él estaba esperando, una sonrisa ligeramente volteaba la plenitud de sus labios. —¿Quién diantres eres tú? —Susurró. —¿Que está pasando? —¿Dónde está tu policía? —¿Qué? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—El Oficial Beaudreaux. —Él... está enfermo. Espera un momento, qué sabes sobre... —He estado en Nueva Orleans algunos días. Naturalmente quería verte. Hice algunas averiguaciones. —¿Oh? —Regresó caminando en dirección a él. —¿Y con quién hablaste para hacer estas averiguaciones? —Un hombre nunca revela sus fuentes. Ella iba a alejarse otra vez, pero aun mientras lo pensaba, su mente se resistía... él estaba frente a ella ahora mismo. Sin importar cuán imposible fuera, quería mantenerle allí. Tal vez él sintió su vuelo. Su mano estaba en su brazo. Ella se sintió como si estuviera temblando por dentro. Recordando. Estar con él... —Yo... yo... —¿Qué tal un trago? —¿Algún pequeño lugar apartado? —Inquirió ella. —No, regresemos al bar de tu amigo. ¿Drake? ¿Es eso? Grandiosa música. Ella alzó las manos. —¿Por qué no? Comenzó a guiar el camino. Entonces repentinamente palideció, abriéndose camino entre el gentío, y se volvió. Ella lo miró. —Pensé que vi... pensé que escuché... —Sí, yo pensé eso, también. —¡Espera un momento! Aun no termino mi frase. Pensé que vi... —Al guía de turistas de Escocia. ¿Correcto? Ella luchó por mantener su mandíbula en el lugar. —Correcto. —Lo sé. No era él. —¿Estás seguro? —Oh, sí. Estoy seguro. Ella se dio la vuelta otra vez. Dio un paso arriba sobre la acera. —Bañe a una belleza por un dólar, —dijo, leyendo la publicidad de neón. Hubo risa en su voz. Y algo sobre eso la tocó.... Se volteó a mirarlo. Él se encogió de hombros. —Las pobres cosas deben estar realmente sucias. —Pensé que estabas familiarizado con Nueva Orleans. —Demasiado familiarizado. Es sólo que no había visto ese anuncio en particular antes. Su mano tocó la cintura en su espalda. Ella casi saltó a través de la entrada. ¡Esa era la forma de desear a alguien! Pensó. El toque más leve, aquí, allí, en cualquier parte, por la noche, en la mañana, en el dolor, en el placer... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Derrick los vio regresar adentro. Él levantó una mano hacia Jade. —Oye, chica, te vi corriendo. —Asintió con la cabeza, reconociendo al hombre detrás de ella. — Jade, te tengo una cerveza fría. Señor, ¿qué quiere tomar? —Cualquier cosa que Jade tome, está bien para mí. Él asintió con la cabeza. Jade sonrió. —Derrick Clayton, este es... —Lucian. Lucian DeVeau —Dijo, estrechando la mano de Derrick. —Lucian. Gusto en conocerte. —Gracias. A ti, también. Jade clavó los ojos en él, sorbiendo su cerveza, tragándola. Aquí estaba él, aquí al fin. Debería llamar a la policía. Se habría ido antes de que cualquiera llegara. Lo sabía. Él volteó su taburete, observando a la banda. Parecía gustarle la música. Estudió los planos de su cara. Poderoso, bien parecido. Y arrogante. Conocía sus propias fuerzas y sus propias habilidades. —¿Es real? —Preguntó suavemente. —¿Qué? —Él se volvió hacia ella, sus ojos tan negros como la noche, con ese indicio impreciso, extraño de rojo. —Tu nombre. —Sí, es real. Nunca ha cambiado para acomodarlo a un tiempo o lugar nuevo, me temo. —Es francés. —Sí. —Te conocí en Escocia. Dijiste que habías venido de allí. —Sí. —DeVeau difícilmente es escocés. —Las personas se mudan, sabes. —¿Así que de dónde era tu gente originalmente? Él se inclinó hacia ella. —Francia, muy probablemente. —¿Hablas francés? Ahora él vaciló. —Sí. Me gusta el lenguaje. Estaba frustrada, sin llegar a ninguna parte en absoluto. —Salvaste mi vida. —No estaba segura si fue una declaración o una pregunta. —Sí, —dijo simplemente. —Pero entonces desapareciste, y dejaste a todo el mundo pensar que era una adicta a las drogas o una lunática. Él sorbió su cerveza, quedándose con la mirada fija adelante en las botellas detrás del bar, sin mirarla. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Sabían que no eras adicta a las drogas. Te llevaron a un hospital. Estoy seguro de que revisaron cada fluido en tu cuerpo. —¡Pero tú... sólo te fuiste! —Tenía que hacerlo. —Pero... —Yo mismo no estaba en gran forma. Ella llevó sus dedos alrededor del borde de su vaso. —Sabías lo que iba a ocurrir. —Lo acusó. —No, temía que algo podría estar a punto de suceder. —Corrigió él. —No eres policía. —No. —Obviamente. —Masculló. —Si fueras policía, habrías estado ahí para hablarle a los otros policías. —Te lo dije. Estaba herido. —¿Sabes qué? No creo que seas real. Incluso ahora. Aun sentado ahí directamente junto a mí. Desaparecerás sin dejar rastro otra vez de un momento a otro... —¡Jade! ¡Lucian! Fueron repentinamente llamados desde atrás. Jade se dio la vuelta rápidamente, asombrada de que alguien que ella conociera pudiera conocer a Lucian. Era Daniel Thacker. Ella clavó los ojos en Lucian, quien se encogió de hombros. Sus ojos hablaron elocuentemente: ¡Oye, soy real, estoy aquí! Danny estaba un poco tomado. Se veía joven y azorado, cabello rubio hecho una ruina total, los ojos verdes de un color alarmantemente bonito, estaban tan rodeados de rojo. —¡Dios mío, es bueno veros a los dos! Él puso un brazo alrededor de ambos. Su cerveza estaba en su mano derecha. Se derramaba peligrosamente en su vaso. Pensó que la inmaculada chaqueta negra de Lucian estaba a punto de empaparse de lúpulo. La cerveza se estabilizo. —Danny... —Murmuró. —¿Conoces a Lucian? —Seguro que lo conozco. —Bajó su cerveza y le ofreció a Lucian una mano, sonriendo abiertamente. —Oye, Jade, Lucian aquí está pensando en escribir. Creo que debería unirse a nuestro grupo de los miércoles. Danny se apoyó cerca de Jade, diciendo en un susurro conspirador: —Él tiene mucho dinero, tú sabes. La vieja aristocracia europea. ¡Podríamos usarlo! Ella arqueó una ceja hacia Lucian. ¿Era eso verdad? —Me gustaría unirme a vuestro grupo. Seguro, —dijo. —No somos en realidad un grupo, —dijo rápidamente ella. —Oh, diablos, si, repentinamente ella y el señor Exitazo están en todas las listas de éxitos de librería, y no somos un grupo ya. —¡Danny, estás borracho como un zorrillo! —Sí, un poco. —Admitió Danny, viéndose muy sobrio por un minuto. —Sólo que, eso le podría dar un nombre realmente malo a los zorrillos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Tal vez le debería llevarte a casa, —dijo Jade. —¿Me llevarás a casa? —Protestó Danny protestó. —No, no puedes andar sola. Ni siquiera aquí, ni siquiera en el lugar de Derrick. Hay cosas malas pasando. —Danny, es Nueva Orleans. Me temo que tenemos montones de cosas malas pasando. —No, tenemos cadáveres. —Las personas muertas usualmente son cadáveres, sí, Danny. —Usualmente. —Masculló Lucian. —La razón está de tu parte, Jade, necesitamos llevar a casa a Danny. —No sabes lo que vi, Luke, Lucian. —Los ojos de Danny se veían vidriosos. Él le dio a Lucian un puñetazo ligeramente en el hombro. —No sabes lo que vi. —Creo que lo sé, —dijo quedamente. Jade clavó los ojos en él. —Cuéntalo más tarde, —dijo con indiferencia. —¿Lo harás? —Demandó ella. —¿O sólo desaparecerás? —No desapareceré. —Malditamente seguro, que no voy a dejarte desaparecer. Llevaremos a Danny de regreso, y entonces irás hasta mi departamento. Lucian vaciló, su cabeza se movió hacia abajo por un momento. Cuando miró hacia arriba, ella sintió un destello extraño de calor dispararse abajo a lo largo de su columna vertebral. La flama extraña, roja contra la oscuridad, había aparecido en sus ojos otra vez. —Esa es una invitación ¿La tomo? —¡Es una orden! —Murmuró, aunque se dio cuenta de que él no recibía órdenes. No a menos que eligiera hacerlo. Danny puso ambas manos en la cara de Lucian, obligándolo a mirar en dirección a él, en sus ojos. —Ella tiene que ser, realmente, realmente, cuidada, Luke. —Barbulló. —Danny, ¿qué diablos viste? —Pregunto Jade. —Debió haber sido un día muy malo en la morgue. —Murmuró Lucian —Llevémosle a casa. Creo que todos estamos bastante seguros esta noche. —¿Oh, sí? —Danny lo miró confiadamente. —¿Cómo lo sabes? —Intuición, —dijo. Lucian se levantó. Danny no era pequeño, pero Lucian pareció elevarse sobre él. Por supuesto, Danny estaba cayendo, casi como si estuviera sin huesos, o derretido. Ella había conocido a Danny un tiempo. Varios años. A través de sus pruebas, sus amoríos, sus corazones rotos... malos días en el trabajo. Todos habían salido juntos, bebido, celebrado. Nunca le había visto así de borracho. Comenzó a poner dinero en la barra; Lucian ya lo había hecho. Ella clavó los ojos en él. Él se encogió de hombros, una media sonrisa en el lugar. —Lo mínimo que puedo hacer es comprarte una bebida. Danny meneó un dedo en ella.

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—Y él va a protegerte. —¿De qué? —De las criaturas de la noche. Ella clavó los ojos en Lucian. —¿Y cómo sé que él no es una de las criaturas de la noche? Lucian la contempló de regreso. —No lo sabes. ¿Nos vamos? No necesitó ayudar con Danny. Lucian tenía un brazo alrededor de su espalda, y Danny se aferró al hombro de Lucian. Sus pies apenas tocaban el suelo. Afuera, el jazz continuó tocando. Los tubos de neón ardían. La risa llenaba las calles. El baña a una belleza por un dólar comenzó a parpadear. La cacofonía usual de la noche del viernes reinaba. Sean Canady entró violentamente en la vieja mansión familiar en las afueras de Nueva Orleans donde estaba viviendo con su mujer y su hijo. Ella estaba de pie en la entrada, esperando, como si hubiera sido consciente de que estaba llegando justo en ese momento. A veces todavía tenía esa habilidad. Sus manos estaban dobladas delante de ella; Ella estaba tratando de parecer serena. Su agitación estaba en sus ojos. Él se mantuvo mortalmente quieto en la entrada. —¿Lo sabes? —dijo. —Traté de alcanzarte en la estación. —Estaba en la morgue. —Y la batería de tu celular está muerta. —Podrías haber intentado con el número de Jack. —Necesitaba hablar contigo primero. Caminó a grandes pasos a través de la habitación hacia ella, alzando su barbilla. Amaba a su mujer. Dios, amaba a su mujer. Besó sus labios largo tiempo, duro, antes de decir más. Entonces se alejó. —Están de regreso, —dijo simplemente. Ella asintió con la cabeza. —¿Cómo lo sabes? —Lucian estuvo aquí. —¿Lucian? —¿Quieres un trago? —Uno grande. Ella comenzó a caminar hacia el lado derecho de la sala. Él la siguió.

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Era un infierno de mansión, fina, para que un oficial de policía viviera adentro. Era la finca familiar de Maggie, pensaba que él un día heredaría la suya. Estaba siguiendo la carretera, habitada por su padre, quién rezaba porque viviera mucho tiempo, sano, y cordial. Le sirvió a un escocés grande. Él lo aceptó y caminó hacia la chimenea. —Estuve en la morgue todo el día porque el accidente de automóvil del que han estado escribiendo en los periódicos no fue un accidente en absoluto. Ella se sirvió un trago y lo sorbió. —¿No fue un accidente? El coche estaba a la mitad de un árbol; El chico había estado bebiendo... —Oh, sí. Toda clase de niveles de alcohol y droga en la sangre. Pero estaba muerto antes de que chocara con el árbol. —Pero... —La cabeza fue casi cortada porque había sido aserrada después de la muerte. Aserrada con el vidrio roto del parabrisas. Ella no habló. Su boca formó una O. —¿Dónde está Lucian? Ella negó con la cabeza. —Quería hablar contigo, pero no regresaste, y estaba inquieto e insistió que tenía que irse. Pero prometió que estaría de regreso. —¿Está preocupado por la chica MacGregor? Maggie frunció el ceño. —¿La chica MacGregor? ¿La mujer de Nueva Orleans que sobrevivió la noche en Edimburgo? — Ella negó con la cabeza. —No lo dijo. Él estaba allí, como sospechamos. Él sabe quién... destruyó a todas esas personas en Nueva York. Habló un poco al principio, pero estaba en mala forma, y lo hice descansar. Pensé que estarías en casa... y él estaba demasiado inquieto para esperar. No podía hacerlo quedarse. Sean bajó su vaso en la mesita de café, acarició suavemente su pelo. —Entonces él ha ido a buscarla. —Miró hacia arriba repentinamente. —¿El bebé? – Se refirió a su bebé de diez meses de vida, Brent. —Está bien, durmiendo, seguro en su cuarto. Sean exhaló lentamente. —Sean, Lucian parece pensar que ha herido de gravedad a este tipo. Que está herido, adolorido, y tendrá que moverse a alguna otra parte hasta que se cure. —Maggie, ¿estás segura de que no sabes a dónde fue? —No, no me dijo, pero... Lucian podría estar en cualquier parte, Sean. Sabes eso. Pero regresará. Él quiere verte. Y él... —¿Él qué? —Creo que él, creo que necesita... —¿Tú? —Sean puso en duda rígidamente. Ella negó con la cabeza. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Creo que él nos necesita. Sean guardó silencio por un minuto, las manos en las caderas. Flexionó los músculos en sus hombros, intentando aliviar la tensión. —Él tiene que saber —dijo Sean suavemente. —¿Saber qué? Miró a su mujer. —Exactamente quién era el chico que murió en ese choque.

El pequeño departamento de Danny era un estudio encima de un sex shop... el comedor, la cocina, y la sala todo combinado. El baño era medianamente grande y bastante moderno, y hacia un lado. Danny se quedó dormido unas pocas veces en el camino a casa. Lucian prácticamente lo llevó. Jade le señaló el camino. Las ventanas de la tienda enfrente de la de Danny estaban llenas de maniquíes imposiblemente formados vestidos con correas de cuero y corsé. Llevaban látigos y máscaras. Se anunciaban calzones comestibles en chocolate, vainilla, y fresa. Jade pasaba junto a una docena de tiendas de artículos sexuales al día, cada día de su vida. Rara vez les daba una segunda mirada. Se encontró con que estaba esmerándose en no clavar los ojos en las ventanas, simulando que no existían. —Esas escaleras allí. —Dirigió. Su cara se sintió como si estuviera más roja que las correas comestibles sabor fresa en forma de corazón en el maniquí más cercano al lado de la escalera de la tienda. Si Lucian notó su aguda incomodidad, fue lo suficientemente discreto para no hacer comentarios sobre eso. Llevaron a Danny arriba. Él comenzó a cantar mientras subían los escalones, cuidadosamente, uno por uno. Arriba se rió. —¡Entren, entren en mi sala! Y mi cocina, mi dormitorio, y mi elegante comedor, también, por supuesto. Lucian le llevó adentro. —Dame un segundo... que extenderé el sofá cama. Jade abrió el sofá. Danny cayó con estrépito en él. Jade lo miró, sacudiendo la cabeza. —Nunca lo he visto así. —Todos los hombres tienen un límite; A veces tienen que perder el control. —Hm. —Clavó los ojos en él. —Dime, ¿alguna vez pierdes el control? —No a menudo. ¿Nos vamos? —¿Alguna vez has perdido el control? —Sí, ¿nos vamos? —Déjame quitarle los zapatos. Y tal vez podrías levántalo. Va a tener una torcedura muy mala en su cuello en la mañana si no lo hacemos...

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Lucian se agachó y recogió a Danny, enderezando su estrecha longitud. Jade le quitó los zapatos, entonces los colocó al lado de la cama. —El cerrojo inferior hará clic automáticamente cuando salgamos, —murmuró ella. —Desearía que hubiera una forma de correr el pasador de arriba. —Él estará bien. —¿Cómo puedes estar tan seguro? —¿Por qué no lo estaría? —Porque él tenía miedo de algo. —Está en su casa, profundamente dormido. Estará bien. No estaba segura de por qué, pero le creyó. Comenzó a bajar las escaleras de nuevo, consciente de él detrás de ella, consciente de que tenían que pasar por la tienda de artículos sexuales, consciente que tenía la ridícula sensación de que ya había estado con él. Bueno, lo había estado, de alguna manera, al menos. Él había admitido haberle salvado la vida en Edimburgo, y ella había sido encontrada en un sudario, así que él estaba ciertamente familiarizado con ella. Toda ella. Sintió sus mejillas enrojecer otra vez mientras caminaban. Él tomó su mano, conduciéndola a través de la multitud de personas. Había más personas acostumbradas a ir a fiestas en las calles ahora. Un hombre lobo zigzagueante casi chocó violentamente contra Lucian, lo miró, y encontró mucho mejor balance. Jade sintió como si estuviera con Moisés... y el mar Rojo se separara para ellos. Ella se detuvo de repente, el tirón de su mano jalándola de nuevo. Las personas bullían por todo alrededor de ellos. —¿Por qué estoy soñando contigo? —Le preguntó suavemente. Él no contestó, entonces dijo ligeramente: —¿Porque soy devastadoramente guapo? —He estado saliendo con un hombre que es amable, dulce y absolutamente, ciertamente devastadoramente guapo, —le dijo. —Pero tú no sueñas con él. —Lucian notó quedamente. Ella sintió las mejillas calientes de nuevo. Comenzó a andar detrás de él. —No dije lo que había estado soñando. —Le recordó. —No, no lo hiciste. Él siguió. Ella sintió su cercanía. Llegaron a su casa y entraron en ella a través del corredor del piso superior. Él pareció hacer una pausa un minuto en su entrada... sin vacilar, solo observando. Caminó a grandes pasos adentro, hacia la repisa de la chimenea. Miró las fotos allí. —Tú hermana, —dijo. —¿Cómo lo sabes? Él se encogió de hombros, divertido. —Se parece a ti. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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La tensión en sus hombros se alivió un poco. —¿Te puedo traer una bebida? —¿Tienes una? —Oh, claro que sí. Tal vez varias. —Cualquier cosa que tengas. Ella optó por vino, un rico cabernet que Matt había traído para ella después de una excursión publicitaria en California. Lucian aceptó un vaso gravemente, pareciendo estudiar el color profundo, rico rojo sangre, del vino, entonces señaló otra de las fotos. —¿Tus padres? —Padre y madrastra. —¿Es una terrible madrastra de cuento de hadas? —De ningún modo. Mi madre murió cuando Shanna y yo estábamos en la adolescencia. Mi papá se dedicó a ella hasta el mismo final. Liz llego más tarde. Tenemos hermanos bebés... allí están. Petey y Jamie. Los nombres directamente sacados de los viejos documentos de inmigración MacGregor. —Guapos pequeños cabecitas rubias, —comentó. —Lo son. Tan lindos como pueden ser. Completamente terribles. ¿Por qué desapareciste cuando estábamos en Edimburgo? —Era necesario. —Podrías haber ayudado a la policía. Él negó con la cabeza. —No, no podía hacerlo. —Podrías haberles dicho quién... —No habría servido de nada. Clavó los ojos en él, frustrada. —Han matado otra vez. —Sí, lo han hecho. —¿En Nueva York? —Creo. —¿Por qué estás aquí, en New Orleans? Él vaciló un momento, entonces se encogió de hombros. —Por ti. Su corazón pareció cerrarse de golpe contra su pecho. Ella no le conocía. En realidad no lo conocía en absoluto. Escocia. Algunos sueños realmente decadentes. Y ahora. Se acercó a él ante la repisa de chimenea. Bajó su vino y miró perdidamente hacia sus ojos. Eran tan curiosos. Como los contactos ópticos salvajes, vendidos para Halloween: normales, profundos, y muy oscuros un minuto, tocados con fuego rojo sangre al siguiente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Estás aquí por mi causa. —Sí. —Y... ¿estabas en Edimburgo por mi causa? —No, —replicó con una sonrisa arrepentida. —Estaba en Edimburgo porque había sabido de un guía y una excursión clandestina... y sospechaba de esos que estaban involucrados. —Y estuviste en lo correcto. —Sí. —¿Y estás dispuesto a detenerlos? —Sí. —Pero no eres un policía. —No. —¿FBI? —No. —¿Servicio Secreto? —No. —Él vaciló otra vez, entonces tocó su mejilla. —Déjame sólo decir que soy la cabeza de otro grupo con un interés establecido por lo que está ocurriendo. —¿Y qué está ocurriendo? —Susurró. Sintió las puntas de sus dedos en su mejilla. Nada en la vida alguna vez se había sentido tan apremiante. Tan seductor. Deseó sentir más de ese toque. Ella dio un paso más cerca a él. Sus nudillos rozaron su carne; Él ahuecó su barbilla en su palma, encontrando sus ojos. —¿Qué está ocurriendo? —Repitió él. —Dijiste que estás aquí por mí. —Sí. —¿Por qué...? —Puedes estar corriendo peligro. —Pero yo... Cítate con un policía. Las palabras realmente no salieron de sus labios. Ella se había movido más cerca. Más cerca. Arqueándose sobre los dedos de sus pies. La lógica le recordó que él era altamente sospechoso; Apenas lo conocía. El instinto le dijo que ella sabía todo lo que necesitaba. No había dudas cuando sus labios tocaron los de ella que cada uno de ellos había esperado algún otro resultado de la tarde que lo que ocurrió. El calor de su boca era delicioso, candente, asombroso. Su lengua invadió como el suave filo de una espada, y la de ella estaba rápidamente envuelta alrededor de ella. Su beso fue apasionado, duro, asombroso. Antes de que ella lo supiera, sus brazos estaban enrollados en él, y él la alzaba en contra de sí mismo. Ella sintió la presión de sus pechos contra su pecho, su ingle contra sus caderas, y eso, como el empuje de su lengua, la incitó a un ritmo arrollador. Sus dedos se ensartaron en su pelo, trabajando abajo de su nuca. Su boca se elevó a la de ella, se movió a su garganta. Por un momento se demoró allí.... Y ella podía sentir un pulso. Un pulso descontrolado. ¿El latido de su corazón? No, su propio latido. Era un trueno, una cascada. Sintió como si la Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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pulsación permeara sus extremidades, latiendo en un lugar entre sus muslos. Podía sentir la mezclilla de sus jeans contra su carne, la tela de sus calzones, el aire, la noche, aun el tictac del tiempo. Él la abrazó allí, tomó aire, exhaló, y el fuego de su aliento le embromó su carne, su garganta... Entonces él estaba moviéndose con ella, infaliblemente, hacia su dormitorio. No supo mucho cómo logró llegar tan fácilmente; No le importó. No supo en lo que ella se había convertido; No podía deslizar la chaqueta de sus hombros lo suficientemente rápido; Sus dedos se clavaron en la tela de su camisa. Él se despojó de la prenda por sí mismo, bajando contra ella en la cama, sus hombros anchos, ondeados con músculos, tocados con la iridiscencia de la luz de luna entrando a raudales. Ella misma estaba desnuda. No supo cómo... no recordó. Su ropa estaba lanzada en un enredo de algodón y seda por la cama. Su chaqueta, su camisa, y sus pantalones estaban allí también. Él era magnifico, enorme, poderoso, envolviéndola. Su lengua estaba sobre su carne. Sus dedos se deslizaban sobre ella. Un roce erótico de sus dientes barrió más allá de su clavícula; Su palma se cerró sobre su pecho. La longitud de él parecía acero derretido, formando a su longitud, poniéndola en llamas a la misma altura del fuego que ardía dentro de él. Su boca se cerró sobre su pecho; Ella emergió contra él, vetas candentes de deseo pasando como un relámpago a través de ella. Se estiró por él, sintió el eje de su erección, la fiereza del calor que parecía vivo con esa pulsación malvada de su corazón, su ser. Lo tocó, lo acarició, sintió una explosión trémula de placer interior, sintió su beso, sus labios, sus manos febriles, moviéndose más, moviéndose más allá, más profundo. Su lengua provocó a su pezón, se metió en el valle entre sus pechos, lavó el diminuto anillo de plata en su ombligo. Ella se movió con lujuria pura. Sus dedos acariciaron lentamente abajo a lo largo de su muslo. Su cabeza se situó más abajo. Él tomó en su palma el montículo suave de su sexo, lo separó con sus dedos, lo invadió con su lengua. Ella gritó, sus dedos desgarrando en sus hombros, súplicas en sus labios, no, sí, no, sí, oh, Dios mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío, sí... Estaba floja cuando él se levantó sobre ella, temblorosa, mojada, segura de que no podría sentir más, no podría hacer más... pero él se movió en ella, acero otra vez, acero fundido, invasivo, abrasador... él se movió, y querido Señor, la forma en la que se movió... Llegó al clímax otra vez, gritando, temblando, aferrándose a él. Y otra vez, y entonces al fin ella comenzó a ir a la deriva abajo de alguna llanura exótica, y pensaba que el sueño había sido bueno, pero la realidad, querido Señor, la realidad... Todavía estaba temblando, todavía sintiendo. La sensación y el sentido y el sabor de él parecían imbuidos dentro de ella. Nunca lo olvidaría, nunca desearía a ningún otro, cualquier cosa diferente; Era como vida, y era como muerte, como conocer la sensación real del calor del sol.... Brincó hacia arriba repentinamente, segura de que él se iría. Pero él estaba a su lado, los oscuros ojos duros en los de ella, y era lo suficientemente real, extendido al lado de ella, la longitud de él suave, poderosa y lisa. Vello oscuro rizado en su pecho, formado remolinos hacia una línea en su cintura, espesándose otra vez para el nido en su sexo. Sus piernas eran largas, poderosamente musculosas, sus hombros tan anchos como ella siempre había sospechado, su diafragma tan apretado... Él se apoyó en un codo, observándola. —¿Qué? —dijo suavemente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Estás aquí. —Sí, —murmuró secamente. —Sí, lo estoy. —¡Soñé contigo! —Ella susurró. —¿Llegué a la par? —Él inquirió. Ella no contestó. Él era lo suficientemente arrogante. Vio la cicatriz entonces, larga y blanca contra su cuello, hombro, clavícula. Ella la trazó. —¿Vieja cicatriz de guerra? Él atrapó sus dedos. —Muy vieja cicatriz de guerra. —¿Estuviste en la Tormenta del Desierto? —¿Qué? —Tormenta del Desierto. Oriente Medio... —No, diferente guerra, diferente lugar. —¿Y no vas a contarme sobre eso? —No, no ahora. —¿Pero no vas a desaparecer? Él sonrió, tocó su mejilla, alisó el pelo de su frente. —Seguramente no ahora. El policía podría salir de su resfriado. Ella se puso rígida repentinamente, agachando la cabeza. Él atrapó su barbilla, subiendo sus ojos a los de él. —¿Cómo sabes que mi policía estaba resfriado? Él se encogió de hombros. —A veces sé todo lo que necesito saber. A veces no lo sé. Usualmente puedo sentir cuándo... Él se interrumpió, negando con la cabeza. —Esta Noche... —¿Qué hay sobre esta noche? —Está tranquilo en Nueva Orleans. —¿Tranquilo? Es octubre, pendenciero como el infierno... —fue su turno de detenerse de repente. Le estudió cuidadosamente. —Conoces a quienes asesinaron personas en Nueva York. Temes por mí, temes que vayan tras de mí. ¿Pero no crees que estén aquí... ya? —No creo que estén aquí... esta noche, —corrigió. Ella tocó su mejilla, estudió sus ojos. Apenas lo conocía. No sabía nada acerca de él. Había estado saliendo con un policía realmente grande que había conocido medianamente bien. Y ella estaba en la cama con él. Después del sexo más decadente que alguna vez se hubiera imaginado. ¡Por lo menos no estoy sola! Ella le volvió la espalda, tratando de encontrar alguna justificación razonable para lo que fuera que había ocurrido. Él se sentó derecho, entonces se arrastró sobre ella repentinamente, arrinconándola. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—No tienes dudas, ¿verdad? —demandó. —No creo que alguna vez tuviera algún pensamiento, —le dijo. Él sonrió, agradecido. —Nunca he conocido a alguien como tú, —susurró ella. —No, no tienes que hacerlo, —la aseguró. —Nunca nadie... lo bastante arrogante, —dijo Jade. Él se rió suavemente. —Bueno pues, supongo... Pero no, nunca has conocido a alguien como yo. Reza por que nunca lo hagas. —Agregó suavemente. —¿Te irás ahora? —Preguntó. —No hasta que sea de mañana... si puedo quedarme. —¿Me estás preguntando? —Por supuesto. —¿Alguna vez has hablado conmigo? —Preguntó suavemente. Sintió su vacilación. —Por supuesto. He estado hablando contigo. —Hablando... sin decir nunca realmente la verdad. —No te he mentido. —¿Prometes que no lo harás? —Prometo que me esmeraré en explicar la verdad, siempre. Su cara descendió. Él la besó. Ella estaba exhausta. Más que agotada. Saciada. Drenada... Su toque la despertó otra vez. Si ella estuviera soñando, imaginando, nunca querría despertar. Pero él era real. Tan real. Podía verlo, sentirlo, olerlo, tocarlo, conocerlo... Más tarde él estaba amoldado al derredor de ella. Su brazo estaba sobre ella; Ella envolvió la mano alrededor de la de él, llevándole para su corazón, entre sus pechos. Un suspiro suave de felicidad y saciedad pura, dichosa se escapó de ella. —Esto es tan demente. Realmente no te conozco en absoluto. ¿Eres una criatura de la noche? —Susurró. ¿Estaba él durmiendo ya? ¿O le contestó? Oh, sí, definitivamente. Lo soy. Soy una criatura de la noche.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 0099 El mes de octubre se había convertido en un negocio más grande que la Navidad. El Pueblo de Terror, un parque temático de Halloween, en la mitad de las tierras de labranza de Nueva Inglaterra, había resultado ser un activo negocio cada temporada durante los doce años anteriores. A las personas les gustaba asustarse. Había empezado como un viernes y sábado de casa encantada el fin de semana más próximo a Halloween. Había tomado lugar con efectos baratos dentro de un solo granero. Entonces había estado el paseo de heno, los "monstruos" vagando por las praderas y escondiéndose detrás de los pajares. El granero después se había convertido en un edificio de tecnología de avanzada con iluminación especial, máquinas de niebla, música de gaita, un sistema de riego aprobado por el jefe de bomberos del condado, y más. Animadores adultos acudían en masas; Los estudiantes universitarios competían por el trabajo de "monstruo" que ahora ofrecía un ingreso divertido para hacer cada noche del mes de octubre. A Darcy Granger, de veintiún años, una estudiante avanzada de Comunicaciones en Holy Cross, le gustaba su empleo trabajando en el Pueblo de Terror. Los efectos especiales se habían hecho realmente en grande, con el alumbrado negro, las máquinas de nieblas, la música de gaita. Su sección tenía el tema "Noches de Transilvania". Se vestía de negro con maquillaje fabuloso aplicado por expertos de Hollywood especialmente traídos en avión ese mes. Su trabajo era yacer en un ataúd. Parecía ser una efigie; Entonces asustaba a las personas levantándose, brincando afuera ocasionalmente, y bobadas susurradas como, "¿qué tal un beso, amorcito?” O "¡Muérdeme, bebé!" Era entretenido. Las personas gritaban y entonces se reían. A Darcy le gustaba la mayoría de la gente con la que trabajaba. Como ella, hacían algunos dólares y pasaban un buen rato. Seguían las reglas. Salían de un salto, se veían espeluznantes, intentaban sobresaltar a las personas para hacerlas gritar... pero nunca intentaban dar a alguien un ataque al corazón. Excepto por unos cuantos de ellos. Como Tony Alexander. Él se había enojado realmente la otra noche porque un grandulón había intentado asustarlo de nuevo. El amigo había sido un idiota, un tipo rudo intentando probar su coraje y hacer brincar a la gente que trabajaba allí. Él había sido malo. Tony había sido peor, apagando la luz que oscureció el lugar a negro como el azabache... y haciendo tropezar al tipo. Había regresado y se había quejado. Tony había llegado a gritar... y se había desquitado a costa de cada mocoso que había llegado al lugar desde entonces. Darcy le había dicho algo a él. —Los padres no deberían traer a pequeños bebés gallinas aquí. Era lo que le había contestado. Ella le había advertido sobre ser despedido. —Oye... he trabajado aquí desde hace cuatro años ahora, Darcy. No te preocupes por mí. La siguiente noche él había seguido a un chico, susurrando que lo mataría la próxima vez que se quedara dormido... o la próxima vez, o la siguiente. El chico se había ido gritando. Tony se había hecho el inocente. Otro chico había sido despedido. Nadie había escuchado a Darcy.

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A Tony también le gustaba poner el lugar en real oscuridad y asaltar a sus compañeras de trabajo... a las mujeres. La había seguido algunas veces, entonces se disculpaba y le decía que había estado buscando a tientas las luces. Su hermana le había dicho que podía quejarse y hacerlo despedir, pero Darcy había querido ocuparse de eso por sí misma. Pensaba que era lo suficientemente adulta para ocuparse de imbéciles como Tony. También se había encontrado con que Tony era sobrino del dueño. Era cierto... el conservaba su trabajo porque conocía a alguien. La mayoría de las cosas en la vida todavía funcionaban por la palabra de una persona contra la de otro. Su palabra no significaba nada contra Tony. A ella realmente le gustaba trabajar en el Pueblo de Terror. Si podía manejar el asunto por ella misma, tenía la intención de hacerlo. Halloween estaba ahora por llegar, y el Pueblo del Terror estaba ocupado. Antes de que los portones incluso se hubieran abierto, las personas estaban formadas por lo que parecían ser millas. Los empleados estaban ocupados, desde los chicos de la universidad que contrataron para darle emociones baratas, a los organizadores de dinero en grande y los gerentes. Darcy estaba sentada en uno de los remolques de maquillaje cuando vio al recién llegado. Había entrado detrás de ella, y se había sentado en uno de los tocadores. Lo había estado observando. Era alto y delgado, pero con hombros de aspecto sorprendentemente poderoso. Sus ojos se encontraron con los de ella cuando se dio la vuelta ante el sonido de su entrada. Sintió una ansiedad extraña, pero era, por naturaleza compasiva, y se imaginó que él podría estar incómodo, su primera noche en esto. Estaba tan segura de que era su primera noche. Había montones de chicos contratados para trabajar en ese lugar, pero ella los conocía, de vista, por lo menos. —Oye, te ves asustado. No lo estés. Es entretenido. Oh, consigues a los chicos que quieren impresionar a sus amigos y sus novias e intentan asustarte de regreso, pero no a menudo. La mayor parte de las personas quiere pasar un buen rato. Él sonrió. —No te preocupes. Tengo la intención de pasar un buen rato. —Que bien. Ella se volvió para su maquillaje. —¿Te gusta trabajar aquí? —Preguntó él. —Seguro. Es bastante dinero y montones de diversión. —Es entretenido asustar a las personas, ¿eh? —Bromeó. Por la manera en la que dijo lo último, ella se preguntó si era canadiense. Amaba el acento canadiense, con su sonido de vocal larga en palabras como nube y aproximadamente. Y le gustó el pequeño eh al final de su pregunta. —Bueno pues, no quiero amedrentar alguien para una muerte prematura o un ataque al corazón. Simplemente darles algunos pequeños escalofríos y buena diversión. —Bien por ti, entonces. ¿Te gustan los vampiros? —¿Que si me gustan? ¿De mentira? Por supuesto. Son deliciosamente espeluznantes y sexys, ¿verdad?

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—Eres muy sexy, —le aseguró con una sonrisa, pero fue simplemente una sonrisa amigable, y sus palabras fueron casuales. No como Tony. Le sonrió en respuesta, entonces regresó a su maquillaje. Cuando dejó su mesa, saliendo hacia su edificio, tocó su hombro. —Buena suerte. —Gracias. Feliz cacería. Ella siguió a su edificio, haciendo gestos con las manos a unos cuantos que conocía mientras entraban en sus pequeños nichos. Vio a Tony entrar; Él estaba en una alcoba antes del iluminado corredor de terciopelo negro con retratos "familiares" que precedían a su área. Las luces estaban encendidas. Thayer Harding, uno de los técnicos, la saludó. —Oye, Darce, ¿cómo van las cosas? —Grandiosas, Thayer. Estaba revisando los resortes en su apretado ataúd de madera y cartón. —¿Cómo están tu esposa y los niños? —Bien, bastante bien. Gracias por preguntar. ¿Cómo está la escuela, señorita? —Estupenda. Creo que estoy en la lista del decano. —¡Bien por ti! Métete adentro. Tal vez los jefes nos dejen celebrar más tarde. ¡Te llevaré por una malteada! Ella se rió. —Pero ya alcancé los veintiún años. Me puedes comprar una cerveza. —No si vas al volante. Salta adentro. Estamos a punto de abrir. Ella sonrió abiertamente y se arrastró dentro, entonces probó los goznes y resortes nuevos que él acababa de poner al ataúd. El alumbrado azul sobre el terreno era una medida de seguridad, y ella también sabía dónde estaban los interruptores para las luces principales y los rociadores. El sendero a través de la casa encantada se retorcía y serpenteaba, y había más chicos por el camino en varios pequeños rincones como el de ella. Había también aparatos trasmisores en las áreas de luces azules a lo largo de las paredes, por si acaso había alguna vez un problema. Aparte de con Tony, ella nunca había escuchado acerca de cualquier problema. El lugar era una mina de oro para su dueño y sus inversionistas, pero funcionaba bien, con la seguridad como prioridad número uno. —¿Estás apretada y cómoda Darcy? Esa fue mi última reparación. Estamos abriendo. —Estoy adentro. Cómoda como un insecto. Acuérdate de esa malteada más tarde. —Grandioso. Thayer se fue. Darcy cerró los ojos, encerrada en el calor aterciopelado de su seudo ataúd. No le daba miedo la oscuridad. Se merecía un gran discurso de literatura inglesa. Comenzó a practicar, planeando mentalmente las entonaciones en su voz, sus gestos, y movimientos. El tiempo comenzó a pasar. Sabía cuándo llegaban las personas. Un pequeño sensor provocaba que una diminuta luz roja apareciera en su ataúd. Gente. Saltó afuera. Una mamá con dos niños de diez años saltó y se rió con gran deleite. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Los niños gritaron y soltaron una risita. Ella les enseñó sus dientes e hizo un ruido. Le soltaron una risita a ella y se movieron adelante. Cerró la tapa de su ataúd y volvió a practicar su discurso. A Jimmy Erskine le gustaban las casas encantadas. Estaba garantizado que hacía gritar a las chicas. Y con Cassie en su brazo esa noche... Semejante lindo pollito. Ella sentía algo por él para empezar. ¿Por qué no? Era un hombre de clase superior, extremo derecho en un equipo ganador, en la fraternidad perfecta. Estaba enamorada de él, pero era reservada. Cuidadosa, su cerebro, tan en sus libros y por tanto tiempo que no se había tomado mucho tiempo para tener citas. Un desperdicio. Era pequeña y esbelta... quizás cuarenta y cinco kilos, y según los tipos de su fraternidad, parecía como si esos cuarenta y cinco kilos debieran ser pechos. Ella tenía un escote que no tenía vencedor. Lo que le hacía a su libido y concentración era triste. Así que esta era la noche... él además había aceptado una apuesta sobre sus habilidades para llevarla a la cama, así que tenía que salir adelante. No podía permitirse el lujo de perder los cincuenta que había apostado sobre sí mismo. Ese había sido el lugar correcto para ir. Él iba a ser el héroe rudo y listo, riéndose todo el camino a través de la casa del horror, sujetándola apretado, haciéndola agarrarse. Había empezado comprando algunos tragos de Halloween de gelatina, azul, purpura y naranja brillante... para levantar su coraje, eso es lo que le había dicho a ella. Ella estaba tambaleándose y aferrándose, e ignorante de la forma en la que la tocaba cuando comenzaron a pasar en medio del lugar del vampiro. Podía ser bastante espeluznante. Tenían a una chica que yacía en un ataúd de cristal completamente vestida como una princesa durmiente... excepto que dejaba que ratas reales corrieran por toda ella. Alguna que otra vez se volteaba en el recipiente de cristal y desnudaba los dientes. Todo el lugar estaba lleno de lápidas sepulcrales de espuma, niebla, luces negras, y personajes que saltaban afuera aquí y allí. Embromó a Cassie todo el camino, asegurándose de que ella viera la oscuridad, la niebla, lo escalofriante, lo irreal, y entonces enterrara la cabeza contra su hombro. Consiguió un punto de dejar a los otros aventajarlo, y rezagarse para que estuvieran a solas, para que una multitud de pequeños chicos no entrara corriendo alrededor de ellos para echar a perder todos los efectos. Le dieron la vuelta a una curva, y por un momento no vio el ataúd enfrente de él. Rechinó abierto con un sonido sorprendente. La chica que apareció lo hizo con una explosión de energía que provocó que él saltara. —¡Oh Jimmy! —Jadeó Cassie. Él inmediatamente se sintió estúpido. Su cara se puso roja. Vio a la pollita vampiro sonreír, consciente de que lo había sobresaltado. —¡Colmillos malos! —Masculló —¡Vestuario malo, ataúd malo, se parece a un joyero de cartón! —Jimmy, —dijo Cassie. La chica regresó dentro de su ataúd y cerró la tapa. —Vamos, —le dijo a Cassie intempestivamente. Comenzaron a andar otra vez. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Estaba irritado. Las cosas habían estado yendo tan bien. Entonces se paró en seco. Por el camino adelante había un tipo alto, delgado y vestido como un vampiro, con la capa fluyendo, todo el conjunto un poco estúpido. —Cuidado, aquí vengo, —dijo el tipo. Y empezó a dirigirse hacia ellos. Cassie dejó escapar un pequeño grito de miedo, aventándose contra él. Fue exactamente lo que había querido, pero todavía se sentía nervioso. Y ahora este idiota en verdad iba en dirección a ellos. Estaba casi sobre ellos. El aire alrededor de él parecía peor que nublado. Hacía frío. Incómodo. Y los dedos del tipo... Las uñas eran largas. Azuladas, o negras. Extraño. A él no le gustaba el tipo. Le gustaría darle un puñetazo a esa mandíbula delgada, derribarlo y golpearlo hasta hacerlo pulpa. —A usted no se le permite tocarme, —dijo Jimmy. —¿En serio? —Inquirió el tipo. —Sí, en serio, —dijo Jimmy belicosamente. —¡Así que apártese de mí, idiota baboso, de apariencia falsa! ¿Sacó esos colmillos de una caja de Cracker Jack? ¿O de una máquina de chicles? —¿Una caja de Cracker Jack? ¿Una máquina de chicles? —Repitió el tipo, y comenzó a reírse. — Hum, sí. Lo mejor para comerlos a todos ustedes, y chuparse los dedos. —Voy a romper sus dedos, retrasado mental. —Advirtió Jimmy. —¡Jimmy, no! —Imploró Cassie. —No lo hagas. Este tipo es obviamente alguna clase de psicópata. Vamos sólo a adelantarlo. Pero Jimmy era un tipo duro. Todo el mundo lo sabía. Y estaba disgustado como el infierno ya, porque la otra empleada del parque lo había asustado. —No, —le dijo a Cassie, negando con la cabeza. —Vamos, hombre. Vamos. Juego como tacleador de primera base en el estado. —Eres un moribundo, amigo. —¿Tú crees? —Lo creo. Vamos. Vamos, limpia culos. Pon tu dinero donde está tu boca. —Jimmy, no. —Rogó Cassie. El vampiro sonrió... una sonrisa malvada. —Pobre niñita, —le dijo a Cassie. Entonces le habló directamente a Jimmy. —Bien. Bien, me vas a tomar, ¿verdad? Sí, sí. Un as jugador de fútbol. Un tacleador, nada menos. Tú ven. Abórdame. La sonrisa abierta de la criatura se hizo más honda mientras Jimmy se tragaba el anzuelo. Jimmy fue a la carga duro, y con verdadera intención. Conocía su negocio. Había roto algunos huesos en el juego. Caramba, tenía la intención de llevarlo a lo profesional. Excepto que pareció que el tipo se movía como mercurio. Jimmy golpeaba, pero golpeaba aire puro. Él se fue a volar, estrellándose duro en una pila de putrefacción que quería ser un montículo de sepultura. Su cabeza había golpeado algo. Aturdido, la sacudió. Se levantó. Su adversario estaba al lado de Cassie. Imposible. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Nadie podía haberse movido así de rápido a través del espacio estrecho. No más allá de él. Cassie estaba totalmente quieta, pálida como un fantasma, sus ojos amplios y luminosos sobre el vampiro falso. Jimmy dejó salir algo así como un gruñido. Su chica estaba mirando a este fenómeno como si fuera una especie de dios. —Estás realmente frito ahora, imbécil, —Amenazó. Se levantó y cargó al vampiro, medio asustado de que si no lo hacía rápidamente, el tonto desaparecería sin dejar rastro otra vez. Esta vez el vampiro no se movió. Jimmy se estrelló contra él. Fue como estrellarse contra roca sólida. Roca fría. Estaba instantáneamente paralizado. Cada nervio en su cuerpo, cada músculo, parecía temblar con un extraño, escalofriante entumecimiento. Se había desnucado, pensó, y el concepto era tan impresionante que ni siquiera sintió dolor, pena, u horror al principio. Entonces sintió a la criatura recogerle. Sintió algo como un aliento de fuego contra sus mejillas. Vio los ojos. Y vio dentro un abismo... fuego del Estigia, tocado por un indicio de llamas rojo sangre. La sonrisa abierta en la cara de la criatura se hizo más honda. Jimmy estaba totalmente desvalido. La cosa vampiro abrió la boca. Los colmillos de Cracker Jack se hundieron en su cuello. Jimmy no gritó. El calor surgió a través de su cuerpo roto. Podía oír el sorber de la criatura mientras el calor era drenado, mientras un total frío se establecía dentro. Hasta el mismo fin, podía oír el sorber sonando. Un chapoteo... Cassie… Lloriqueando. Cuando estaba acabando con Jimmy, el vampiro... refrescado, energizado, renovado... alzo al jugador de fútbol como si él fuera una muñeca de trapo. Agarró la gran cabeza y los hombros y lo retorció. La cabeza se desprendió con una explosión. Cassie todavía con la mirada fija, un quejido bajo, aterrado y monótono saliendo de su boca abierta. El vampiro echó a un lado los pedazos de Jimmy. Ella era preciosa. Muy preciosa. Y bien, con Cassie, se tomó su tiempo.

El siguiente grupo de buscadores de emoción que salieron eran una madre, un padre, una tía, tres adolescentes, y un tío abuelo. Se mantuvieron unidos, asustados, divirtiéndose, saltando ante cada efecto especial cargado con resortes que estallaba arriba de ellos. Vieron las partes del cuerpo. Ellos exclamaron oohs… y aahs… con deleite. El Pueblo de Terror había hecho un gran trabajo. Era tan increíblemente grotesco. La sangre y entrañas tenían un aspecto tan real. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Caminaron al otro lado, sin interferencias.

Hubo un golpe ligero en su ataúd. —Darcy, vamos sal. Estamos cerrando. Darcy hizo estallar su tapa. Era Tony. El maquillaje estrafalario hacía a sus mejillas flacas, sus ojos grandes. Él alisó hacia atrás su pelo oscuro. —Acabo de recibir una llamada en el aparato trasmisor. Tienen dificultades con el alumbrado, y alguien piensa que algunos chicos están ocultos... entraron y no reaparecieron. No había tantas personas fuera, así que han pospuesto invitaciones para otra ocasión. Vamos. Dame una mano, querida. Te ayudaré a salir de allí. Pudo haber salido sola, pero en vez de ser abiertamente ruda, aceptó su mano. Había toda clase de tipos agradables trabajando ahí; Tenía que acertar a quedarse atorada con Tony. Él logró rozar su pecho con su palma. La sonrisa sutil que llevaba le dijo que lo había hecho a propósito. Ella lo ignoró. —Gracias, —le dijo, y comenzó a andar hacia la salida trasera. —¿Cuál es tu prisa? —Acabas de decirme que estamos cerrando. —Sí, bueno. Pronto. Podríamos tomarnos un minuto, tú sabes. Perder el tiempo en el heno y las lápidas. —Gracias otra vez, pero no, —le dijo. Entonces se detuvo, quedándose mortalmente quieta. El tipo nuevo que había visto por primera vez esa noche, estaba frente a ella. Tenía una capa hasta el suelo. No se había puesto cualquier maquillaje, y todavía... chico, algo sobre esos ojos era fuera de lo normal. Como si fuera un gato. Con visión nocturna. Con resplandor en los ojos oscuros. —Darcy, Darcy, Darcy... —Estaba diciendo Tony. Repentinamente él la agarró desde atrás, sus brazos pasando rápidamente alrededor de ella. Aparentemente no se dio cuenta de que ella se había detenido por una razón... que su ruta estaba bloqueada. Pareció pensar que ella quería reconsiderar su oferta de perder el tiempo en el heno después de todo. —Vamos, Darcy, —dijo con voz ronca. —Vamos, por favor, simplemente dame un respiro. Sé cómo te sientes acerca de mí, y que no deberías ver a un tipo dónde estás trabajando, pero soy un buen tipo como jefe, siendo quién soy y demás.... Tony estaba respirando pesadamente contra su cuello... babeando en su nuca. Todavía no había visto al tipo nuevo. —¿Qué? —dijo incrédulamente, intentando deslizarse lejos de él. Le contestó quedamente, todavía clavando los ojos en la figura con capa adelante. Intentó susurrar, sin querer que el relativo extraño oyera lo que estaba pasando, aunque no estuviera segura de por qué. Tony estaba actuando como un imbécil. Ella no quería quedarse rezagada con él.

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No quería moverse hacia adelante. —Tony, —murmuró. —En realidad no te puedo aguantar, y no creo que seas como el jefe en absoluto. ¿Cuál era el problema con él? Estaba todavía tratando de saltar sobre sus huesos, mientras había algo realmente equivocado en el corredor. Habían agregado más utilería. Cosas horripilantes. Cabezas, cuerpos... sangre. No podía ver bien en la luz tenue y las sombras. Todo lo que realmente podía ver eran los ojos del recién llegado. Eran tan sorprendentes. Y repentinamente él habló. —Hey, basta ya, ahora, —dijo el recién llegado. Habló ligeramente en broma. —Soy el único que lame cuellos por aquí. Tony fue alarmado por el sonido de la voz cuando se había creído solo con Darcy. Se enderezó y se tensó como un trampolín. —¿Qué diablos estás haciendo aquí? ¿Y quién diantres eres? —dijo Tony coléricamente. —¡No se me dijo que algún otro hubiera sido contratado para esta sección! —Ah, qué triste. Es sólo que no te dicen todo. Y aquí estoy, en tu sección. ¿Asustado, niñito? — Preguntó el recién llegado. —¿Asustado? ¡Imbécil! Adelante, Darcy. Los jefes van a saber de este tipo. —Ladró Tony. — Vamos... muévete. —No, no te muevas, no es una buena idea, Darcy, —dijo el hombre alto. Ella quería moverse; ¡Por raro que pareciera, en ese momento, quería hacer exactamente lo que Tony le había dicho... moverse, salir del infierno! Pero no podía moverse. Se sintió congelada, completamente paralizada. No podía sacar los ojos de la cara del recién llegado. De hecho, no había hecho nada sino clavar los ojos en él desde que había llegado... y así fue difícil entender cómo, repentinamente, no estaba solo. Había una mujer alta, delgada, de pelo oscuro a su lado. Estaba vestida como Darcy misma. Era bella. ¡Alguna parte lógica de la mente de Darcy pensó: Grandes lentes de contacto! ¡Y la mirada! Ella los tiene, también. Mira esos ojos. Tan malditamente espeluznantes. Horribles, rojos, ardientes, apremiantes... —¿Darcy? —dijo Tony suavemente. —Darcy ¿es esto una especie de chiste? —No, —dijo en voz baja. —Un montón de vosotros siendo imbéciles, tratando de conseguir que yo... —No. —Repitió. Todavía no podía arrancar los ojos de ellos. —¡Oh, cállate, Tony!—dijo el hombre. —Aquél es mío, asumo, ¿cariño? —La mujer arrulló a su compañero, riéndose suavemente. Miró a Tony de arriba a abajo, se lamió los labios, y se estremeció de deleite. Entonces los ojos de ella tocaron a Darcy. Un frío bajó a su columna vertebral como nada que alguna vez había experimentado. Ella se sintió... como si fuera tocada. Peor. Se sintió como si estuviera siendo consumida. Como si estuviera siendo desnudada hasta los huesos por esos ojos. Y la sensación fue indecente, horrible. Esos ojos... La tocaron con maldad.

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Parecieron devastarla. Eran terribles. De alguna manera la tocaron por dentro y por fuera. La invadieron. La violaron con su maldad... —No es que yo sea melindrosa en cuanto al sexo, —dijo la mujer, su voz baja, gutural... tan sensual. Compelía al mismo tiempo que repelía. Y todavía no me he movido, pensó Darcy. ¡No puedo moverme! Es como ser insertada en una mala película clasificación B. ¡La niebla forma remolinos en mis pies, la iluminación es oscura y púrpura, estoy rodeada de lápidas sepulcrales, y sé que esas están sólo echas de espuma, pero parecen reales, como si pudieran ser la mía, y está funcionando muy bien, ellos están tocando esa maldita música del Exorcista! Y… ¡Ellos están allí! Ella tiene hambre, tú la puedes sentir, tan hambrienta, como un lobo relamiéndose, mirando en mi, oh, Dios mío, oh, Dios mío, hay un ataúd detrás de mí, mi ataúd, y voy a morir… —El Sr. Frat Boy va primero, —dijo el hombre, —aunque no sea tan melindroso para el sexo tampoco, mi amor. Sabes eso. Las damas primero, sin embargo. Mi pequeña vampiresa se ven tan dulce como el chocolate. Los ojos azul pálido... puedo sentir su corazón palpitando desde aquí, como un conejo, la anticipación es tan dulce.... —Ella se ve deliciosa, —dijo suavemente la mujer. —Darcy, ve. —Tony, no, no puedes quedarte... —¡Vete! Te tienes que ir. ¡Sal! —Insistió. Pero su voz ya no sonaba tan confiada. Todavía… —¡Los conozco! —Cuchicheó a los recién llegados. ¿Los conocía? ¿Éstas eran personas que él conocía? —Qué memoria, Frat Boy, —dijo el hombre. —¿Cómo nos podría olvidar querido? —Interrogó la mujer. —Bueno, había estado fumando un poco de marihuana, y empinando el codo duro con ese Johnnie Walker. —Le recordó el hombre. —¡Vete! —Le ordenó Tony a Darcy. Repentinamente la empujó. La empujó fuerte. —Vete, Darcy. ¡Corre como el infierno! Rompió el hechizo que los ojos horrendos tenían sobre ella. Y le dio el impulso para correr. A través del frío. Pues hacía frío. Helado, helado, frío. Pasó corriendo al recién llegado. Vio sus ojos otra vez. Vio la diversión en ellos. Si él quisiera, podría detenerla. ¡Podría sólo desearlo, y la detendría! Pero algo en su expresión cambió ligeramente mientras la observaba. La diversión estaba todavía allí, pero había algo como un encogimiento de hombros también. Estaba dejándola ir. ¡Sí, había elegido dejarla ir! Sus labios eran hueso seco; Sus pulmones estaban exhalando. Corrió de pánico puro, ciego. Vio una salida de emergencia adelante. Se tiró hacia ella. Oyó a Tony gritar. Y surgió en la noche, gritando histéricamente ella también. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1100 Jade se levantó tarde el sábado, despertándose con un sobresalto. Él había estado allí; Lo había encontrado. Había estado con ella, en carne y hueso. Pero cuando se volteó hacia él, se había ido. ―¿Por qué estaba esperando eso? ―Masculló en voz alta para sí misma. Se levantó y se dio una ducha y debatió la posibilidad de que se había imaginado todo eso otra vez. Que estaba perdiendo el juicio. Si se había imaginado su noche erótica otra vez, o si había sido real, estaba loca de cualquier manera. Si fuera real, había pasado la noche con un virtual desconocido, traicionando a uno de los hombres realmente buenos y decentes en el mundo. Después de que se había dado una ducha, se vistió, se hizo un café, y miró su contestador automático. Ningún mensaje. Lucian no había llamado. Ni lo hizo Rick. Cuando Rick llamara, ¿qué le iba a decir? mordió su labio inferior, tamborileó la mesa con sus uñas, y entonces sorbió su café. Tenía que decirle. Él era una persona demasiado buena para que ella no fuera completamente honesta. Iba a sonar como el peor ser humano en el mundo, pero eso no importaba. Iba a lastimarlo tan poco como fuera posible. ¿Pero qué si Lucian DeVeau realmente tenía ningún interés en ella? Lo tenía. De alguna manera lo sabía. Mientras el reloj pasaba lentamente más allá de la una de la tarde, recogió el teléfono y marco a la casa de Rick. Su máquina contestó. Ella le dejó un mensaje, diciendo que esperaba que se sintiera mejor. Apenas había colgado cuando el teléfono timbró. Cuando lo recogió, oyó la voz de una mujer. Ella se tensó, pensando que podría ser la misma mujer que llamó y le colgó el teléfono ayer. Pero el acento era diferente. Y esta mujer no colgó el teléfono. Preguntó por Lucian DeVeau. Jade enrolló el alambre telefónico en sus dedos. ―Lo siento, no está aquí. ―¿Él se fue? Clavó los ojos en el teléfono, preguntándose cómo diablos alguien pudo haber sabido que había estado allí, y entonces preguntándose por qué la mujer sonaba tan perturbada. ―Él no está aquí ―Repitió cuidadosamente. ―Mire, siento mucho molestarla, pero es importante que lo alcance. Por favor, si lo ve, dígale que busque a Maggie. Tan pronto como sea posible. ―Si lo veo, seguro le daré su mensaje. Colocó el aparato receptor, perpleja. La llamada telefónica significaba al menos una cosa, se dijo a sí misma: Lucian era real.

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Intentó de nuevo con el número de Rick. Otra vez consiguió su contestador automático. Cuando el pip sonó, le dejó su mensaje. ―Rick, es Jade otra vez. No te llamaré más ya, pero si estás todavía enfermo, necesitas ir a un doctor. Llámame cuando puedas; Hazme saber que estás bien. Intentó en la estación, preguntó por Rick, y terminó hablando con Gavin. ―Él no llegó, Jade. Aparentemente está realmente enfermo. Está en casa. ―Acabo de llamar a su casa y me respondió la máquina. ―Creo que está durmiendo. Me dijo que sólo no puede sacudirse este virus que tiene, y va a intentar dormir hoy. Vomitó por toda la morgue anoche. ―Necesita ver a un doctor. ―Sí, se lo dijimos así. ―Bien, gracias. Gavin no parecía listo para colgar el teléfono. ―Jade, ―murmuró con vacilación. ―¿Has visto alguna noticia hoy? Alguien estaba golpeando su puerta. ―¿Puedes esperar un minuto, Gavin? Sólo un segundo. Colocó el aparato receptor en la mesa antes de que él pudiera contestar. Era Shanna en su puerta, un periódico doblado debajo de su brazo. ―¿Viste? ―¿Ver qué? Aun no he mirado el periódico hoy. Dame un momento... que tengo al teléfono a Gavin. Recogió el teléfono. ―¿Gavin? ―Sí, estoy aquí. Jade... ―Shanna acaba de entrar con el periódico. ―Léelo. ―¿Qué pasó? ―Los integrantes del culto han atacado otra vez. Hubo más asesinatos anoche. ―¿La noche de ayer? ―Su corazón se aceleró. ―¿dónde? ―No te preocupes... no aquí. Todavía lejos, lejos. Más allá de Nueva York. ―¿Pero dónde? ―En Massachusetts. ―¿En un cementerio? ―No. En un parque temático. Una clase de casa embrujada del lugar. Es noticia extraordinaria por todo el país. Echa un vistazo. Llámame de nuevo. Él colgó el teléfono. Jade miró hacia arriba. Shanna se estaba sirviendo café. El periódico estaba en el mostrador. Jade lo sujetó rápidamente, y comenzó a leer el artículo. ―Oh, Dios mío, ―dijo suavemente. ―¿Qué? ―Demandó Shanna. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¡Tony! ―Susurró. ―Tony Alexander estaba en la excursión en Escocia. ―¡Vaya! ―Shanna tomó su café y se deslizó en una silla en la mesa de comedor, sin siquiera pretender que las noticias no eran perturbadoras. Jade comenzó a leer el artículo otra vez. ―¿Por qué diablos trabajaba en semejante lugar... tras lo que sucedió? ―Preguntó Shanna. ―Su tío era propietario, según este artículo, ―murmuró Jade, escudriñando las palabras repetidas veces. ―Jade, tal vez te hace falta un pit bull. Distraída, Jade negó con la cabeza. El teléfono volvió a sonar. ―¿Quién es, y qué quiere? ―Siento mucho molestarla otra vez, ―dijo la voz en el teléfono. ―Pero es de verdad increíblemente importante que encuentre a Lucian. Pensé que él podría haber regresado. ―No, él no está aquí. Lo siento. Y no tengo ni idea de cuándo estará de regreso. ―Por favor, si lo ve, dígale que debe buscar a Maggie de inmediato. Es urgente. ―Si lo veo, ―murmuró. ―Gracias. ―¡Un momento! ―dijo, consciente de que la mujer colgaba el teléfono. ―Espere, no me dio un número. ―Él sabe dónde encontrarme. La línea se murió. Shanna clavó los ojos en ella. ―¿Quién es Lucian DeVeau? Si eres tan familiar con él, ¿por qué aun no conozco el nombre? Jade se sentó. Aspiró profundamente. ―Shanna, ¿recuerdas que te conté sobre el hombre en Edimburgo? ―¿El del viaje? El que.... ¿El que te rescató de la tumba? ¿Y luego desapareció? ―Sí. Bueno, está aquí y su nombre es Lucian DeVeau. Shanna se inclinó hacia adelante. ―Él está aquí... Dónde, ¿aquí? ―Preguntó suspicazmente. ―En Nueva Orleans, no aquí mismo, no este minuto. ―¿Así que por qué esta mujer llama por teléfono aquí buscándole? ―No sé. ―¿Se quedó él aquí? Jade vacilo. ―Sí. Shanna guardó silencio un largo momento. ―¿Simplemente cómo estuvo “aquí” él? ―¿Que quieres decir con eso? ―Sabes lo que quiero decir con eso. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Shanna era demasiado cercana a ella, demasiado lista para leer entre líneas lo qué estaba dispuesta a decir y lo que no lo estaba. —Me encontré con él y tomamos algo en el lugar de Drake. Derrick estaba atendiendo la barra. Y Danny llego también, borracho como un zorrillo. Lo llevamos a casa juntos. No lo pude haber conseguido sin la ayuda de Lucian. ―Y entonces él vino aquí. Jade vaciló otra vez. ―Sí. Shanna negó con la cabeza con repugnancia. ―Y tú tienes a Rick, uno de los más grandiosos tipos en todo el mundo. Jade exhaló impacientemente. ―Shanna, lo dijiste tú misma... no era correcto. Si hubiera sido correcto... Rick se habría quedado conmigo. Tal vez. Creo. No lo sé ya. El sonido repentino de impacto de Shanna le advirtió a Jade del hecho del que su hermana no se había dado cuenta simplemente hasta dónde habían ido las cosas con Lucian. ―¡Jade! No lo hiciste. ―Shanna... ―Un total desconocido. ―Él no es exactamente un desconocido. Salvó mi vida en Escocia. ―¿Lo hizo? ―Puso en duda abruptamente, sus ojos aguamarina agudamente se estrecharon en Jade. ―¿O era parte de eso? ¿No lo encuentras asombroso, la forma en la que desapareció después de todo eso? ¡Y ahora las personas son horrendamente asesinadas en los Estados Unidos y aquí está él otra vez! Jade empujó el periódico en dirección a ella. ―Él está en Nueva Orleans. ¡Las personas fueron asesinadas en Massachusetts! Shanna se quedó callada. ―¿Cuál es su explicación? ―Él... Shanna lanzó hacia arriba sus brazos. ―Estupendo. No tiene una explicación. Así es que solo lo invitaste y lo metiste en la cama. ―Por lo menos yo lo había conocido. ¿Qué hay acerca de ti? ―Fui al cine. Y Dave no apareció de cualquier manera, ―murmuró. Clavó los ojos en su hermana. ―Él está enfermo, también. Como Rick. Rick Beaudreaux. ¿Recuerdas? Ese policía realmente grande con quien has estado saliendo. ―Voy a romper con él, Shanna, tan pronto como pueda. ―Estupendo. Él está a las puertas de la muerte, y vas a romper su corazón... ―Él no está a las puertas de la muerte... está simplemente, realmente enfermo. Frustrada, Shanna sólo clavo los ojos en ella. ―¿Dónde está este Lucian ahora? ―No sé. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Oh, estupendo. Él simplemente se levanta y se desaparece otra vez. ―No, estuvo aquí mucho tiempo. Shanna hizo un sonido que burla. ―Es bueno escuchar que no es sólo zas, zas, gracias, señora. ―Shanna, detenlo. Tomamos algo, llevamos a casa a Danny, él se quedó. ―¿Y entonces? ―Bueno... y entonces él desapareció. ―¡Jade, Jade, Jade! ―murmuró Shanna. Ambas saltaron cuando el teléfono comenzó a timbrar. ―La tomaré, ―dijo Shanna. ―No, la tomaré yo. ―Jade casi tuvo que arrebatar el aparato de la mano de su hermana. ―¿Hola? ―¿Señorita MacGregor? ―¿Sí? ―Soy Sean Canady. El Detective Sean Canady. ―Oh, sí. ¿Cómo está usted? ―Preocupado por el momento. ―¿De verdad? ―Se hundió de vuelta en su silla. ―¿Quién es? ―Susurró Shanna. Jade cubrió el micrófono. ―Sean Canady. ―¿El policía? ―Demando, frunciendo el ceño. ―Señorita MacGregor ¿está sola? Ella vaciló. ―Mi hermana está conmigo. Él guardó silencio por un minuto. ―¿Lucian no está allí? Su corazón se aceleró y entonces pareció perder un latido. ―¿Cómo sabe usted de él? ―¿Está allí él? ―¿Conoce a una Maggie? ―Inquirió a su vez. ―Sí. Mi mujer. ―Bueno, su mujer trata de encontrarlo, también. ―Sí, sí, lo sé. ―¿Qué diablos está pasando? ―Preguntó Shanna en un susurro. Jade negó con la cabeza, haciendo callar a su hermana. ―Estoy aquí con mi hermana. No entiendo por qué está llamando. ―No tengo la intención de alarmarla terriblemente, pero pensé que debería saber que usted conoció al joven del choque del automóvil el otro día. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¿Lo hice? Más hielo pareció acomodarse alrededor de ella. ―También necesita ser consciente de que no fue un accidente. Fue homicidio. ―Lo siento; Estoy muy confundida. ―¿Ha visto el periódico de hoy? ―Sí, justo ahora. ―Así que sabe que Tony Alexander fue asesinado en el parque temático de su tío anoche. ―Sí... yo, eh... lo vi. ―Sus dedos se curvaron más apretadamente alrededor del cordón telefónico. Los ojos de Shanna estaban fijos y en los suyos. ―Detective Canady, no estoy segura de lo que eso tiene que ver con el joven muerto aquí. ―Era Tom Marlow. Usted lo conoció en Escocia. Tom Marlow. Otra cara y nombre corrieron de regreso a ella. Lo vio al principio de la excursión, embromando a Sam Spinder, Marianne... Ella mojó sus labios, combatiendo una oleada de pánico. ―Pero vi los periódicos cuando el accidente ocurrió. Su nombre estaba abajo como Tad Madsen. ―Tad era un apodo. Creo que utilizaba a Madsen a propósito, como si temiera que alguien le pudiera estar buscando. Acababa de trasladarse aquí a la Universidad de Louisiana desde una universidad en el norte. Tal vez estaba tratando de esconderse. Jade se deslizó de vuelta a su asiento en la mesa. ―Mire, siento mucho darle esa clase de noticias, pero quiero que sea precavida. Más importante, cuidado con los desconocidos. Sea precavida cuando salga. De hecho, en realidad no debería salir en absoluto. Y no invite a entrar a nadie, ¿entiende? Es realmente importante que usted no invite a entrar a nadie. Shanna había avanzado pausadamente muy cerca de ella. Ahora ella susurró: ―¡Oí eso! Oí lo qué acaba de decirte. Tal vez mejor debas decirle que maltrataste a su amigo para irte a la cama con un total desconocido anoche. ―¡Cállate! ―Le dijo a su hermana, cubriendo el micrófono otra vez. ―Mire, ―le dijo a Canady, ―creo que debo estar en serio peligro, desde que parece que estas personas han venido a los Estados Unidos y le han seguido la pista a los sobrevivientes del pasado octubre. Puedo llamar a un cerrajero de inmediato... ―Sí, puede. Pero no lo haga. ―Pero... ―Le explicaré cuándo la vea. ¿Puedo ir a visitarla ahora? ―Sí, supongo. ―No, no... Espere. Encuéntreme escaleras abajo, en el restaurante francés de al lado. ―¿Ahora? ―No estoy en la estación; Estoy en casa. Me tomará un poco conducir ahí. Encuéntreme adentro, digamos, en treinta minutos. ―Bien. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella colgó el teléfono. ―¿Qué? ―Gritó Shanna. ―Voy encontrarme con él en el restaurante. ―¿El policía? ―Sí, el policía, ¿quién más? Shanna, el accidente automovilístico del otro día... no fue un accidente. Fue un asesinato. ―Pero su coche chocó contra un árbol, ―la recordó. ―No sé exactamente qué ocurrió. No sé cómo o por qué, pero Shanna, fue otro de los chicos de Escocia. Las hermanas se clavaron los ojos una a la otra. ―Entonces, ―dijo Shanna luego de un minuto. ―¿Vas a encontrarte con este policía en un restaurante al lado... por qué no en la estación? ―No sé. El teléfono comenzó a timbrar otra vez. Esta vez ni la una ni la otra quiso contestarlo. ―Jade... están bombeándole sangre duro y rápido. Lo empacaron en hielo... y ahora están llamado a un sacerdote. Él es católico romano, tú sabes. ―¿Los últimos sacramentos? ―dijo suavemente. ―Lo siento tanto, Jade. Dejó caer el teléfono. Olvidó a su hermana mientras agarraba rápidamente su bolso de mano y empezaba a salir por la puerta. ―¡Jade! ―Gritó Shanna. Se detuvo lo suficiente a clavar los ojos en su hermana. ―Rick puede estar muriéndose. ―¡Dios mío! Shanna se levanto a su lado. En el nivel de la calle llamaron un taxi, ambas completamente olvidadas de encontrarse con Sean Canady en el restaurante francés.

Maggie. Ella había estado sacando la ropa limpia del bebé del secador, intentando no pensar en Lucian o Jade MacGregor o cualquier cosa que estuviera ocurriendo. Cerró los ojos, dudando que hubiera oído su nombre tan claramente. Maggie. La voz de Lucian. Él todavía podía alcanzarla. Aun ahora. Lucian, ¿dónde diablos estás? En el cementerio. En la bóveda. Te podía sentir. Has estado tratando de alcanzarme. ¡Sí! Lucian, mataron en Massachusetts anoche. Y ellos... han matado aquí. Un asesinato que encubrieron. Lucian, creo que tu amiga Jade está en serio peligro. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Silencio. ¿Massachusetts? Anoche. Sean ha estado desesperado por encontrarte, decirte. Uno por uno, están atacando y matando a los sobrevivientes de Escocia. Te he estado tratando de encontrar a través de Jade. No podía explicarle por qué te necesitaba... Sean finalmente la llamó. Él quedó en encontrarse con ella. Gracias a Dios. Entonces ella está a salvo por ahora. Por ahora. Lucian, has conseguido detenerlos. Lo sé. Maggie, cuídate. Podrían sospechar de nuestra conexión. Maggie miró alrededor de su escondite. Había ajo en todas partes... enormes dientes de ajo cubriendo todas las ventanas. Había estado afuera más temprano, visitando la iglesia... recogiendo agua de la pila de bautismo. Había tallado docenas de palos de escoba en estacas afiladas, y las había colocado donde tuviera un acceso a ellas rápido y listo. Sé cómo tratar a los no muertos, Lucian. Pero no estés descuidada, Maggie. De ningún modo. No. Dile a Sean que sé lo que ha ocurrido... y que lo encontraré. ¿Maggie? Ella sonrió. Le diré a Sean que me llamaste, Lucian. Sé cuánto me ama, y que tiene un cierto respeto respecto a ti. Pero lo tendrá mientras no sepa que todavía puedes tocar mi mente. Lucian guardó silencio un momento. Ella casi le podía ver sonriendo. Cuando lo vea, le diré que te llamé. Ten el máximo cuidado, Lucian, por favor. Lo haré, Maggie. Cuídate. Y a ese bebé. Y a... tu marido.

Había alguien en el porche. ¿El cartero? ¿Era hora? Liz MacGregor no sospechaba de ningún peligro. Su marido había heredado su bella casa en el Garden District de su familia. Él había vivido allí toda su vida. Conocía a cada uno de sus vecinos. Nunca se le habría ocurrido preocuparse. Ella salió afuera, mirando alrededor. ―¿Hola? ―¡Hola! Me estaba preparando para tocar su timbre. Él era alto y delgado, con una media sonrisa encantadora, vestía un uniforme gris y llevaba una caja negra y un portapapeles. ―Señora... Hum... MacGregor ¿correcto? ―Preguntó, revisando su portapapeles. Le ofreció una sonrisa alegre. ―¿Sí? ―Soy el tipo del cable. Oh... no Jim Carrey. ¡Por favor! Seriamente, soy de la compañía de cable.

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―¡Oh! ¡Hola! ―Lo saludó. ―No llamé; no hemos estado teniendo ningún problema. ―No, lo sé, pero estamos probando la nueva estación para niños. Es un canal familiar, pero pensado para niños pequeños. Habrá grandes espectáculos para personas pequeñas. Nos gustaría que usted sea una de nuestras familias experimentales, con su gente menuda. Digo, he visto una parte de la programación, y es justamente genial. Sus niños lo disfrutarán. Si tan sólo pudiera ver su caja por dos segundos... estaré dentro y fuera en un instante. Liz sonrió. Ella tenía Disney y Nickelodeon, pero nunca había la suficiente programación para niños. Buena programación para niños. ―Estaría encantada de enrolarme como una familia experimental, ―dijo. ―Entre. Ella volvió a entrar en la casa.

Sean Canady llegó al restaurante. Jade MacGregor no estaba allí. Se sentó y ordenó café. Y esperó. Y esperó.

No dejarían entrar a Shanna a ver a Rick, sólo Jade, y sólo porque la policía había explicado que ella era la cosa más cercana a un familiar que Rick tenía en el momento. No podía creer lo rápidamente que el virus lo había tomado. Tenía una máscara de oxígeno, y un goteo de sangre en sus venas mientras otro tubo traía nutrición. Se sentó a su lado y tomó su mano. No la reconoció. Estuvo allí aproximadamente por una hora antes de que un doctor viniera. Cuando él lo hizo, ella lo bombardeó con preguntas. ¿Qué era? ¿Qué estaba ocurriendo? Sin duda alguna él era joven y fuerte, ¿y él iba a mejorarse? ―Señorita MacGregor, usted es su prometida, ¿verdad? Ella vaciló... entonces mintió. No tenía la intención de permitir que nadie la arrojara fuera del hospital. ―Sí, ―dijo. ―Me alegro de que esté aquí. Él no tiene ninguna familia. ―Su familia murió cuando era joven. Tiene primos, supongo, pero todos ellos se mudaron. Ningún hermano. ―Bien, bien, entonces me alegro realmente de que usted esté aquí por él. Esta cosa que acaba de atacarle, lo agotó, lo deshidrató... necesita sangre en la peor forma. Todavía estamos haciendo análisis. Pero estoy encantado de decirle que esta mejor. Él se mantiene firme. ―Estoy agradecida, pero.. ¿Qué es eso? ―Todavía realmente no sabemos. Odio admitirlo, pero es la verdad. Hemos traído a varios expertos en enfermedades... probado por comida envenenada, bacterias... Anemia... Estamos todavía trabajando en eso. Pero lo hemos estabilizado. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella asintió con la cabeza, agradeciéndole. ―¿Podría quedarse con él un rato? Estoy dispuesto a apostar a que sabe que usted está aquí. ―Me quedaré. Por supuesto que me quedaré. Se sentó a su lado, sujetando su mano. Rezando.

Shanna estaba revolviendo la grumosa crema en polvo en una taza de café hervido cuando Sean Canady tomó el asiento al frente de ella en la mesa de la cafetería. Se enderezó inmediatamente, sus ojos ampliándose ante la vista de él. ―¡Teniente! ―Hola, Shanna. ¿Jade está con Rick? ―Sí. Lo siento tanto; Nos olvidamos completamente de usted. Llamaron acerca de Rick... ―Lo sé. ―Déjeme conseguirle algo de café. Él alzó una mano. ―No, gracias. Acabo de tomar aproximadamente veinte tazas. ―¿En el restaurante francés? Él asintió con la cabeza. ―Lo siento tanto. ―Está bien. ―Bien, al menos, estoy segura, que tuvo mucho mejor café. Él sonrió abiertamente. ―Probablemente. ―No me dejaron entrar a ver a Rick. Sólo a Jade. Él está tan enfermo. No lo puedo creerlo. ―Espero poder verlo. ―Masculló Sean. Estudió a Shanna repentinamente. ―¿Cómo se siente? ―¿Yo? ―Ella se enderezó. ―Estoy bien. ―¿Y Jade? ―Está bien, también. Bastante bien. Pero ese virus anda por ahí, supongo. ¡Resfriado! Es mucho peor que un resfriado. Pobre Rick. No lo puedo creer, pero dicen... que su vida corre peligro. Han traído a un sacerdote. Le ha dado los últimos sacramentos. ―Eso es lo que escuché, pero el último informe dice que está algo mejor. ―Estoy tan aliviada de oír eso. ―Jade todavía está con él, ¿verdad? ―Preguntó Canady. Shanna asintió con la cabeza. Él era tan vehemente. Y tan guapo. Todos los casados lo eran, pensó con un suspiro interior. Excepto por el tipo en la cafetería. Y él no se había mostrado. Tal vez estaba tan enfermo como Rick. Ella esperaba que no.

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―Realmente lamento que nos fuéramos y lo dejáramos varado allí, ―le dijo a Sean. ―Sólo lo olvidamos. Completamente. ―Está bien. Entiendo. ―Él vaciló. ―Pero necesito hablar con Jade. Creo que ella está en serio peligro. ―Pensé sólo esperarla aquí hasta que ella baje. No la dejaré estar sola. No intentaremos caminar a casa solas o nada parecido. Tomaremos un taxi. Él asintió con la cabeza. ―Sólo esperaré con usted... si no le importa. Ella negó con la cabeza. ―No me importa en absoluto. ―¿Juega usted gin? ―Seguro. ¿Tiene cartas? ―Bueno, no conmigo, pero hay una tienda de regalos. ―Estupendo. Jugaron gin. Póker. Shanna lo aligeró de los veinte dólares que tenía encima. Entonces ella se sintió mal por ganarle a un policía su dinero. ―Está bien ―Le dijo, sonriendo abiertamente. ―Mi mujer es rica. ―¿A ella no le importa que lo esquilme? ―No. Pero puedo ganarle en ajedrez. ―¿Usted cree? ―Sip. Él era hábil en ajedrez. Ganó el primer juego, y el segundo. Pero ella era buena, también. Los juegos exigieron su atención. El tiempo transcurrió.

Había una fuerza y una paz en la oscuridad y silencio de la tumba. Él había buscado esta paz, consciente de cómo necesitaba la quietud perfecta de la oscuridad, la calma, barriendo la comodidad de la tierra, el mármol alrededor de él, las oraciones de los vivos y los muertos. Necesitaba concentrarse completamente. Los siglos le habían dado el poder para ver bien, para sentir... una onda en el orden de cosas, una mortal malicia, dirigida ni siquiera en el mundo natural, sino en sí mismo. Si, sus sentidos estaban sintonizados. Sus ojos eran los de un lobo en la noche, su audición extraordinariamente aguda. Sólo necesitaba dejarlo llegar a él… No siempre había sido de esa manera. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Sus lecciones habían sido amargas. Su represalia aún más rápida. Pero ahora... Caminaban por la tierra otra vez. En furia. Y en cólera. Su turno. Ella quería venganza. Pensaba que su tiempo había llegado. No se daba cuenta de las profundidades de su odio. Pero entonces... Había subestimado su poder.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1111 Los días pasaron en la Isla de los muertos. Parecía que allí no había principio, y no había final. A Lucian no le importaba. La vida era extraña, pero no esperaba menos, dándose cuenta de que estaba entre los no muertos, los caminantes de las sombras de la tierra. Wulfgar se quedó con él, habiéndose enamorado de la esposa maltratada del agricultor fallecido. Los dos se habían acomodado felizmente y habían trabajado los campos. Y, como el tiempo era bueno, más hombres se unieron a su compañía, fundiendo su destino con el extraño cacique de los no muertos. Algunos eran escoceses; otros irlandeses. Los de Cornualles llegaron, más tarde se unieron galeses, daneses, normandos, flamencos, noruegos, y suecos. Todos se reacomodaron. Y navegaron sus grandes barcos, cuándo la ocasión o la necesidad lo requerían. Le dejaban esas decisiones a su líder; el hombre se volvió legendario a través de los mares como el extraño rey de la Isla de los muertos. Igrainia llegaba cuando el amanecer caía. En aquellos tiempos él la veía, la sentía entrar en la oscuridad de su cuarto y acostarse a su lado. Él dormía, sabiendo que ella estaba con él. Al atardecer él se despertaba, y pasaban un tiempo juntos, y bueno, cuando se le ocurría cerrar los ojos, ella desaparecía. ―¿Por qué tienes que irte? ―Él le preguntaba. ―¿Por qué tienes que dormir a la luz del día? ―Porque ahora soy un monstruo. ―le decía. ―Y tú nunca serás otra cosa aparte de un ángel. ―Hay muchas cosas entre monstruos y ángeles, tantas como sombras de gris entre blanco y negro, ―le dijo ella. ―No estamos en posición para cuestionar demasiado ―dijo, y él temía decir más. A veces un barco llegaba a la isla. Los hombres venían con él. Asesinos crueles atacarían por el norte, en la costa de Eire, hasta Normandía, incluso en Escandinavia. A veces él oía una petición, e Igrainia escuchaba con él, y ella le decía que debía ir con los guerreros, y pelear sus batallas. Así que él navegaba. Y cuando combatía a tal enemigo, reconocía su propio nuevo estándar de salvajismo, y aunque los otros peleaban ferozmente, se preguntaba en qué se había convertido. Wulfgar le decía que libraba al mundo de criaturas mucho peores que él mismo. Consideró cuidadosamente su derecho a juzgar cuáles hombres debían vivir y cuales morir. Wulfgar le recordó que todos los hombres corrían un riesgo cuando iban a la batalla. Y todavía los querellantes llegaban a él, esos que sabían del cacique de la isla. Él se sentaba en una silla de madera tallada, con Igrainia junto a él, y eran como realeza, recibiendo esas peticiones, y el homenaje que venía a causa de ellas. Y todavía, al poco tiempo del crepúsculo, Igrainia se iba cada noche. ―Ella cayó al mar ―Le dijo Wulfgar una noche. ―Y el mar la trajo de regreso a la superficie. Los irlandeses la llaman selkie. Qué importa qué nombre les de vida, ¿cuántas horas tienen para compartir? Si tú eres un monstruo y ella es un ángel, ¿qué diferencia tiene donde se encuentren? Me atrevo a decir que sus horas en compañía son más amadas que esas compartidas por la mayoría de los hombres y sus esposas. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Su tiempo era ciertamente precioso, pero insatisfactorio. Su casa era la cabaña de pesca, se oscurecía durante el día, y siempre tenía olor a la tierra, pues él había aprendido que debía dormir en suelo natural, en alguna parte debajo de él, de alguna forma, aun simplemente con un puñado. Cuando él no lo hacía, se debilitaba... demasiado débil para moverse, levantarse... o aun acercarse a la luz del día. Y él no renunciaría a la luz del día. Su mujer, su ángel, su razón exclusiva para existir, llegaba con la luz del día. Y se iba poco después del crepúsculo. Aun, lejos en el futuro, recordaría esos días por siempre cuándo, por cualquier breve respiro de magia que pudiera haber, él se sentaba con su mujer en las sillas talladas, y escuchaban, juzgaban, y dominaban a su mundo de los condenados. Él podía verlo siempre, en su imaginación. Las sillas ante el fuego central abierto, el humo elevándose al alto techo ahumado, las pieles que vestían contra la humedad y el frío, las espadas expuestas ante ellos, los guerreros que venían en rústicas mallas y armadura, yelmos cónicos, yelmos con cuernos, broches de plata y oro céltico... Él recordaría su voz siempre, la manera en la que ella saludaba a los recién llegados y los viejos amigos, la bienvenida que ella les daba. Recordaría sus ojos. Del color del mar. De hecho, el mar parecía batir en ellos... las olas se levantaban y se apresuraban, azules y verdes, salida del sol y puesta de sol, eso que ambos habían ganado, y habían perdido. Aidan, un rey costero de Eire, llegó a él. Aidan era cauteloso, temeroso. Temeroso de que las leyendas que había escuchado acerca de la isla fueran falsas, temeroso de que lo mucho que había escuchado fuera cierto. A Lucian le gustó cuando compareció ante él; Él tenía la clase de coraje que dominaba su miedo. El Ard Ri, o rey elevado, rey de todos los irlandeses que se asentaban en Tara, habían enviado noticias de que estaba siendo acosado por invasores del muy lejano norte... un lugar tan profundo en el hielo y la nieve que aún los daneses, los suecos, y los noruegos conocían poco acerca de ellos. Eran hombres salvajes, hombres con su propio lenguaje, más depravados en combate que el peor de los berserkers. Su desdén total por la vida humana había dejado al Ard Ri ante su misericordia; Los reyes menores enviaban sus penas y daban disculpas. No podrían llegar. No querían llegar. Tenían miedo. Tales cosas no eran dichas en voz alta. Que semejante enemigo pareciera tener poderes inmateriales no se mencionaba tampoco; Irlanda abrazaba el Cristianismo. Era sólo que los viejos mitos no morían. Fue Igrainia la que escuchó historias de cómo los niños eran asesinados, cómo no encontraban las mujeres y los niños misericordia en las manos de los invasores. Cuando estaban solos, él le recordaba que las criaturas de su propia clase eran conocidas por cazar con el más grande deleite a lo más tierno, lo más vulnerable, y lo más inocente del género humano. Él estaba enojado porque el crepúsculo, esa media luz, esa extraña tarde roja y noche, fuera el fin de su tiempo juntos cada día. Escuchando los cuentos de los asaltantes invadiendo profundamente en la capital de todo Eire, él escuchaba las historias del monstruo que era él mismo. Ella negó que alguna vez pudiera ser semejante criatura. Recordó cuándo se había enterado al principio que debía deleitarse con la sangre. Pero ella quería que él fuera, y así lo hizo.

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Ella se fue con la llegada de la oscuridad total esa noche, cuándo la esfera roja del sol desapareció del cielo, y la tierra en sombras de la noche profunda barrio alrededor de la isla para darle su poder más profundo. Él la vio mientras caminaba hacia el mar, se despojó de la prenda de seda y la piel que había llevado puesta, y buceo en el océano. Nunca antes la había observado irse. Lejos en el horizonte vio el chapoteo de la cola de un delfín, y entonces otro, y otro. Los marineros hablaban de sirenas en el mar, desde los griegos a los hombres que ahora conocía. Los hombres más valientes hablaron de dragones que atacaban botes. Él se había creído un hombre cuerdo, un jefe guerrero, un marinero tan bueno como los vikingos que le habían enseñado el oficio. Nunca había creído en tales cosas. Había visto demasiadas ballenas varadas, delfines, y enormes pulpos y calamares. Una vez había amado el mar tanto, había amado el azotar de las olas contra sus piernas, aun tan frígidamente frío como había sido en su tierra natal de la Región Montañosa. Ahora la sal era mortífera para él, pero todavía caminaba por la playa, y amaba el horizonte, y le gustaba hacerse a la mar, sabiendo que no se atrevería a estar tan alto contra las olas como una vez lo podía haber hecho. Y todavía él no creía en dragones.... Sirenas... Se apartó de la costa. Navegaron con el amanecer. Los enemigos feroces del Ard Ri eran humanos... apenas. Eran una tribu de paganos, vestidos sólo con pieles, armados con venenos así como también armas de madera y acero. Adelgazaba sus filas por la noche. Él no estaba solo. Entre las muchas nacionalidades de hombres del norte de Europa estaban unos cuantos de su propio número. Había llegado a reconocerlos instantáneamente; Ciertamente, había llegado a saber donde estaban en el mundo en general. Podía ver y podía ordenar, y enorgullecerse de su poder. Pero, mientras que sus apetitos lograron matar en gran número al barbárico ejército atacante, y él se despidió del Ard Ri que habían servido, sintió una perturbación nueva en la oscuridad qué fue una vez su alma. ¡Sophia! Conoció el miedo como no podía recordar, temor, terror, angustia. Ante ese miedo cerró los ojos; Ante ese miedo, él mismo deseó estar en la Isla de los muertos, aunque el barco navegaba duro y rápido detrás de él. Llego a la cabaña del pescador, y las grandes sillas talladas, y ella no estaba allí, y fue corriendo a la costa. La gente estaba reunida alrededor de algo en la playa. Lo vieron, y sus ojos estaban llenos del pesar más profundo, y le hicieron espacio. Caminó a través de la arena. Y allí, en la costa, al principio pensó que veía a un delfín varado, pues vio la cola lisa, temblorosa y plateada. Quizá pestañeó, pues cuando miró de nuevo, estaba el cuerpo de una mujer, empalado a través del corazón con una lanza de pesca. No simplemente el cuerpo de una mujer. El cuerpo de Igrainia. Cayó de rodillas al lado de ella. Su mano tocó su cara. Sus ojos, sus ojos de verde mar, tocaron los suyos, y sus dedos sólo rozaron sus mejillas. ―Mi amor... Sus dedos cayeron. Sus ojos se cerraron. Sus espesas pestañas oscurecieron para siempre la belleza azul aguamarina que habían sido su mundo. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Y cuando levantó la mirada, en su agonía, y su furia, vio a Sophia, la vio parada adelante de Darian, y ambos estaban desafiantes. ―¡Solamente fuimos... de pesca! ―dijo Sophia. Ella había subestimado al monstruo que ella misma había creado. Se lanzó sobre ella, mente y cuerpo. Él se arrojó sobre ella, tirándola a la tierra, cayendo sobre ella, raspando, golpeando con los puños, odiando, aborreciendo.... Darian estaba ante él. Llevó hacia abajo su espada, esforzándose en cortar la cabeza de Lucian de su cuerpo. Pero un isleño estaba allí, un enano arrojado de su propia sociedad, apreciado aquí por su habilidad para leer las runas y para imaginar un buen cuento. Pequeño y bajo, resoplando y jadeando, trajo una espada de la cabaña del pescador, y cuándo Lucian estaba abajo, se escabulló entre los dos, desafiando la furia de ambos por traer el arma a Lucian. Esquivó los golpes de Darian, mientras que Sophia brincaba sobre él, arrancando pelo de su cabeza, carne de sus hombros. Darian casi perdió su brazo mientras Lucian repartió un furioso golpe. Atrapando la extremidad colgante, Darian le gritó a Sophia y brincó lejos. Lucian atrapó a Sophia desde atrás con ambas manos; La agarró con la fuerza de su furia enloquecida, tiró con fuerza de ella arriba y hacia adelante... y la arrojó lejos de él. Ella aterrizó en la playa, aturdida y a medias en el agua. Repentinamente comenzó a gritar. Y olía a carne quemada. Y él se dio cuenta de que la había arrojado adentro del agua salada... Darian estaba allí, recogiéndola. Y a pesar de la ley no dicha de que a los condenados se les prohibía destruir a su propia especie, Lucian caminó en dirección a ellos, listo para dar los golpes mortales, y listo para sí mismo. Destruir a Sophia había sido su razón exclusiva para existir.... Pero Darian la alcanzó primero. Y aun mientras ella gritaba en su agonía, él la estaba alzando del agua y susurrando e implorando. Y ambos empezaron a convertirse en niebla del mismo modo que la niebla del mar comenzaba a rodar adentro.... Él no murió. O no cesó de existir. Permaneció junto al mar y cayó de rodillas y dejó escapar un grito. Era el grito obsesivo, solitario del lobo durante la noche, aullando a la luna; Era el chillido de los condenados, de un hombre perdido, incluso lo que habían sido los restos de su alma ahora tomada. Su grito fue espeluznante. Bailó en el viento y cabalgó las olas, y el corazón de él fue un chillido dentro de una tormenta, y llevado de costa a costa a través de los mares. Los irlandeses se santiguaban, y decían que las banshees cabalgaban con una venganza esa noche. Aun los reyes escandinavos, todavía seguros de que dormirían en el Valhalla, arrojaban oraciones para sus antepasados y para sus dioses. Pero para entonces, sus barcos de inadaptados y poderosos habían llegado a la Isla de los muertos. Y cuando él podría haberse lanzado a la sal marina también, lo dominaron. Luz del día. Estaba exhausto. Cansado más allá de la muerte, mucho más allá. El cuerpo de Igrainia fue bañado, adornado en seda, joyas y pieles. Ella fue puesta en una plataforma funeraria, y con todo el merecido ritual de la máxima realeza, fue puesta en llamas y lanzada de regreso al mar que la había reclamado.

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Él dormía, y Wulfgar lo convenció de que debía vivir... Sophia estaba aplastada, y había un mundo de locura que debía ser regido. ¡Sí, y él era parte de esa locura! Por largos años por llegar, mató con mucho menos remordimiento, y mucho menos juicio. Ciertamente, él era un guerrero, nada más. Si, más, Wulfgar insistió. El rey de los no muertos. Debe haber cordura y razón. Mientras más lejos fueron a la deriva a través del tiempo, más importante llegó a ser eso de conservar su balance con el mundo alrededor de ellos. Así que él vivió. O permaneció no muerto. Y fue más de cien años después, que él sintió a Sophia causando estragos en el mundo de los vivos otra vez....

Sus ojos se abrieron repentinamente. Sintió la oscuridad alrededor de él, la comodidad de su guarida. Pero contra ese refugio, él encontró lo que necesitaba. Sintió el disturbio en el universo. Su universo.

Liz MacGregor se ocupó en la cocina mientras el agradable joven trabajaba con el cable. Podía oír a los gemelos riéndose mientras él trabajaba con la caja, en el cuarto de juegos de abajo. Miró el reloj. Se estaba haciendo tarde. No estaba acostumbrada a que Peter llegara tan tarde, pero la había llamado para dejarle saber que estaban prolongando innecesariamente toda clase de investigación, regresando a través de los archivos. Ella estaba preocupada, pensando en Jade. Amaba a sus dos hijastras. La mañana con Shanna la había hecho consciente de que eran todas muy afortunadas. Las cosas no eran perfectas, pero realmente eran una familia. Y ella había escuchado en la voz de Peter que estaba preocupado por Jade. Bueno, sin importar lo tarde que él llegara a casa, hablarían de eso. Ella se había levantado realmente temprano con Petey y su fiebre y su mastoiditis, pero eso no importaba. Estaría despierta cuando su marido llegara a casa. Ella estaba tan agradecida de que Petey, quien había parecido tan enfermo, se había recuperado tan bien. Podía oír su risa ahora. Era tarde para que el hombre del cable todavía estuviera trabajando. Le debía gustar su trabajo... y debía estar encantado de recibir tiempo extra, o algo por el estilo. Había trabajado mucho tiempo... y había mantenido a los niños felices y riéndose. Contenta de su disfrute, se secó las manos con un paño para secar platos y caminó afuera para ver que estaba pasando. Petey y Jamie estaban ambos silenciosos entonces, simplemente mirando fijamente en el televisor como si no supieran que estaba pasando. Frunciendo el ceño, caminó alrededor del joven hombre del cable para mirar. Un jadeo de horror escapó de ella. Había pornográfica en su televisión. Pornografía áspera, brutal. Personas con correas de cuero cubriendo muchos lugares diferentes... pero no los lugares que deberían haber estado cubiertos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Hombres con máscaras y látigos. Mujeres... haciendo lo que se les ordenaba. Órganos sexuales expuestos por todas partes... personas a quienes se les hacia todo lo imaginable. ―¡Cómo se atreve! ―Acusó al hombre del cable furiosamente, volviéndose contra él. Pero hubo algo acerca de él entonces. Algo en la forma en que la miraba. Ella quiso moverse. Sus extremidades estaban congeladas. Quiso gritar. Ningún sonido surgía de su garganta. ―Liz, Liz, ¿qué ocurre, Liz? Sabes, eres una mujer bonita. Y joven todavía. Solo un poquito sobre los cuarenta. En el pico de tu sexualidad a tu edad, eso es lo que algunas personas dicen. Tengamos una mejor mirada, Liz. Creo que lo disfrutarás si le das media oportunidad. Colocó la mano en sus hombros, atrayéndola frente a él. Sintió las manos en su cuello. Ella quiso gritar; Estaba horrorizada, pero... Sus manos... En su cuello. Se sintieron bien. Sus dedos estaban ocupados a lo largo de su blusa. Deshaciendo botones. Pareció extrañamente bien. Él la tenía encarando la televisión. Ella repentinamente se sintió... Hinchada. En todas partes. Viendo... Quería ser tocada así. Y él iba a hacerlo. Los gemelos estaban llorando. A ella no le importó en lo más mínimo. Molestos pequeños rugrats... Alfombra, alfombra, alfombra... Ella estaba acostada sobre el tapete. ―¿Quieres que me deshaga de los pequeños diablillos? ―murmuró al oído de ella. Entonces se rió. ―Por Ahora... Sólo arrojaré a los queridos pequeños en sus cunas. Él se fue. Pero ella no podía moverse. Sólo podía clavar los ojos en la televisión. Había una razón por la que ella no debería estar haciendo eso. No podía comenzar a imaginarse lo que podía ser. Luchó. Parecía que podía ver algo muy lejano. Había un hombre en su vida. Un marido. Uno bueno. Ella podía ver su cara, bonitos ojos verdes, pelo oscuro con digno gris en las sienes. Un hombre que ella amaba... Él estaba tan lejos. La niebla se situó sobre ella. Deliciosamente sensual... Ella no tenía control sobre esto. El tipo del cable estaba allí, sonriendo a través de la niebla. Estaba bien. Él necesitaba... algo. Ella oyó gemidos. Ella lo estaba haciendo. Hubo un dolor punzante... en alguna parte. Se agregó a la sensación. Pegajosa, estaba pegajosa con... Algo. Algo rojo... Pero él lamió todo eso fuera. Más tarde la televisión se volvió estática. Liz yacía fláccida en la alfombra. Desde su dormitorio del piso de arriba, los gemelos lloraron y lloraron.

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―¡Oiga! Un doctor había tocado su mano, despertándola. Jade se sobresaltó. Sacudió con fuerza su cuello. Había un dolor punzante en el. Ella había estado durmiendo sobre la cama en una posición torcida. Estaba dolorida en todas partes. Pero vio al doctor y se enderezó inmediatamente. Éste era un hombre diferente del que había visto más temprano. Era mayor, con canas largas, etéreas, un bigote, y ojos azules amigables. Estaba sonriendo. ―¡Usted es la prometida! ―Yo... sí. Él le ofreció una mano. ―Dr. Wainwright me especializo en enfermedades raras. ―Jade MacGregor, Dr. Wainwright. Cómo está... ―Su joven está mucho mejor. Señorita MacGregor. Usted ha sido el toque mágico. Él lo está haciendo increíblemente bien. ―¿De veras? ¿En serio? ―Ella apenas se atrevía a creerlo. Miró a Rick. Su coloración estaba mucho mejor. Respiraba suavemente. Sus ojos estaban todavía cerrados; Dormía ―Debería ir a casa y descansar un poco ―Le dijo Wainwright. ―¿Realmente cree que él va a estar bien? ―¿Qué piensa usted? ―Creo que se ve mucho mejor. ―Su presión sanguínea es buena, la respiración es regular, y la sangre bombea a través de él justo como lluvia. ―Tal vez debería permanecer un poco más de tiempo. ―Señorita MacGregor, no quiero a otro paciente aquí dentro. ―¿Me veo tan mal? ―preguntó con una risa. ―Se ve magnifica, señorita. El rojo en sus ojos hace un color turquesa fascinante, y esas sombras oscuras debajo ciertamente lo hacen resaltar. Ella sonrió. ―Creo que estaba durmiendo. ―Este no es lugar para descansar realmente. Váyase a casa. Regrese mañana. Él deberá estar mucho mejor para entonces. ―Bien. Gracias ―Ella vaciló, moviéndose por la cabeza de Rick, tocando su frente. Estaba mucho más frío. Su color blanco pastoso se había ido; Tenía un aspecto rosado mucho más saludable ahora. Besó su frente. ―¡Continúa mejorándote! ―Susurró. Él no respondió. Ella miró a Wainwright. ―No se preocupe ―Le dijo él ―Ya no está inconsciente más; Es simplemente un sueño bueno, saludable. ―Está bien.

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―¡Andando! Ella le sonrió otra vez, entonces se dio vuelta y dejó el cuarto del hospital. Bostezó mientras caminaba, apenas notando a la enfermera que estaba avanzando enérgicamente por el vestíbulo con una bandeja de medicamentos. ―Buenas noches ―murmuró. ―Buenas noches ―dijo la enfermera. Jade continuó. Ella se volvió. La enfermera se había ido. ¿Había entrado en el cuarto de Rick? El doctor estaba todavía allí, por supuesto. Rick estaba mucho, mucho mejor. Estaba bien ir a casa. Empezó a bajar del elevador, pensando que necesitaba irse por la salida de emergencia; Las puertas principales estaban cerradas y bajo llave a esa hora. Shanna no podría todavía estar esperándola... ¿o sí? Conociendo a su hermana, tal vez. Se encaminó hacia el restaurante de autoservicio, el cual estaba, por supuesto, cerrado. Pero había un área de máquinas para el personal de la noche en la entrada a la cafetería principal, y fue hacia allá, preocupada porque su hermana pudiera haberla esperado. Ella lo hizo. Y para sorpresa de Jade no estaba sola. Estaba sentada allí, su cabeza apoyada contra el hombro del teniente Sean Canady. Canady. Se había olvidado completamente de él. ―¡Teniente! ―murmuró, apresurándose hacia adelante. Shanna se despertó, alarmada. ―Jade. . . Oh, Dios mío, ¿está él... ―Mejor ―dijo rápidamente. ―¿Definitivamente mejor? ―Inquirió Canady. ―Definitivamente. Realmente, verdaderamente ―dijo, sonriente ―El doctor acaba más o menos de ordenarme ir a casa. Teniente, tengo que decirle, lo siento tanto. Me olvide completamente de usted hasta verlo ahora mismo, siento mucho admitirlo. Cuando Gavin me llamó por Rick... ―Está bien. Entiendo. ―¿Usted ha estado esperando aquí también todo este tiempo? ―Sí. ―¿Piensa que estoy en mucho peligro? ―Sí ―dijo rotundamente. ―Pero... ―Voy a subir al segundo piso por un minuto; Me gustaría echarle una ojeada a Rick por mí mismo. No vaya a ningún lugar sin mí ahora ¿comprende? ―Está bien. ―Quiero decir ahora. Espere aquí. Ella alzó las manos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Por supuesto. Usted esperó todo el día. Él todavía la miró suspicazmente, como si ella pudiese salir corriendo en el segundo en el que él la dejara. Ella miró inquietamente a Shanna. Shanna se encogió de hombros. ―Voy y vengo ―dijo él. ―Estaré justo aquí, lo juro ―Prometió ―Sólo voy a sacar algo de café de la máquina. Él las dejó, mirando de nuevo cada pocos metros hasta que alcanzó el elevador. Jade compró café, entonces se sentó al lado de su hermana. ―¿Sabes qué pasa con él? Shanna le arqueó una ceja. ―Sé que él está bien en gin, y es un genio en ajedrez. Le gusta su café negro… Adora a su mujer y su hijo. ―Pero... él se preocupa tanto. Digo, qué gran policía. ―Sí, bueno, no vamos a golpearle. Esto no se ve realmente bien. Jade, es realmente aterrador, lo que está ocurriendo. ―Lo sé ―murmuró, sorbiendo su café. Apretó la mano de su hermana. ―¡Gracias! Gracias por esperar, también. Eres una muñeca. Shanna atisbó a su hermana cuidadosamente. ―Rick es un gran tipo. ―Lo sé. Se sentaron juntas entonces en silencio y esperaron.

Cuando Sean entró en el cuarto del hospital de Rick, el doctor se había ido. Había una enfermera de pelo oscuro, de espalda hacia Sean, jugueteando con la intravenosa de Rick. ―¡Oiga! ―dijo Sean agudamente. Ella se dio la vuelta. Era una mujer sumamente atractiva, pero algo de ella puso a Sean inquieto. ―¿Qué está haciéndole? ―Le preguntó. Ella sonrió sin humor. ―Transfusión de sangre. ¿Quién es usted? ―Canady. El teniente Canady. Homicidios. ―Traen a detectives de homicidio por la gripe ahora, ¿eh? ―¿Es eso gripe? ―Preguntó. Ella le dirigió una mirada extraña, entonces repentinamente descendió sobre el paciente. ¡Ella va a morderle el cuello! se dijo a sí mismo. Él rápidamente sacó el pequeño frasco de agua bendita que se había guardado en el bolsillo todo el día. Lo lanzó a la mujer. Ella se levantó, sacudiéndose, clavando los ojos en él.

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―¿Qué diablos está usted haciendo? policía de homicidios o no, va a tener que salir de aquí. Ella no era un vampiro, decidió, sintiéndose como un tonto. Sólo había estado inclinándose cerca para darle una buena mirada a su paciente. ―¡Lo siento, lo siento! Realmente… Estamos trabajando bajo bastante presión estos días. ―Así como nosotros, Teniente, así también nosotros ―Le dijo cansadamente. ―Lo siento. Honestamente. ―Bueno pues, usted no puede arrestar a ningún virus de gripe, teniente. Y usted no los puede ahogar, tampoco. ―Sonrió otra vez repentinamente, esta vez una sonrisa real, una cálida sonrisa. ―Él lo está haciendo mucho mejor, realmente. Va a estar bien. Vaya a casa, teniente, y duerma un poco. ¡Y deje de salpicarles agua a las personas! ―Sí, seguro, gracias. Eh, buenas noches. Sean salió del cuarto del hospital y empezó el viaje de regreso escaleras abajo, apenas notando a las mujeres en el control de enfermería mientras salía. Una de ellas, sin embargo, lo observó irse. Sus ojos lo siguieron hasta que alcanzó el elevador. Entonces se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el cuarto de Beaudreaux.

Él llegó muy tarde. Lucian lo supo en el momento en que llego a la atractiva casa en el Garden District. Podía sentir que Darian se había ido. Entró en la casa, instintivamente dirigiéndose directamente hacia el cuarto donde Liz MacGregor yacía en el piso. Su pelo era corto y rubio, y ondulado debajo de su cabeza. Colocó los dedos en su garganta, buscando un pulso. La cubrió con una manta afgana del sofá. Entonces recogió la extensión telefónica y marcó el 911. Mientras escuchaba el gemido de sirenas, subió al segundo piso. Los gemelos lloriqueaban, pero parecían indemnes. No intentó reconfortarlos; La ayuda estaba próxima a llegar. Podía oírlo. Salió caminando en el porche. Se mantuvo quieto y escuchó. Darian no podía estar lejos. Se concentró otra vez, duro. Sophia todavía lo podía eludir; Después de todo, ella había sido su creadora. Pero Darian... Al fin sintió al hombre. Una forma, cerca, no lejos, cerca... Él siguió. Corrió calle abajo, intentando conseguir impresiones físicas. Sangre... El aroma de sangre. Sería rico en Darian ahora. No supo hasta dónde corrió, pero repentinamente se dio cuenta de que estaba regresando al cementerio. Se echó adentro y permaneció quieto. Silencio. El sonido de silencio.

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Sangre. El olor de la sangre. Empezó a moverse otra vez, más allá de ángeles orando y cruces de mármol, a través de la luz lóbrega de los rayos lunares y las sombras fundiéndose con los robles cargados de musgo. Piedras rotas acumuladas en su ruta. Grandiosos mausoleos se elevaban delante de él. Escalones, urnas. Un niño de mármol con una cabeza inclinada sobre una tumba, un ángel con sus alas extendidas, la figura de Cristo sobre una cruz. ¡Recuerda lo que pides! se burló de sí mismo. Y repentinamente una figura brincó ante él. Hubo un destello a la luz de la luna, y algo lo golpeó duro en el brazo. Sintió una oleada de dolor. Un silbido del viento le dijo que Darian estaba regresando, cuchillo en mano. El acero de la hoja hizo un ruido mientras partía el aire. Lucian se agazapó y rodó, levantándose detrás de Darian. Darian se abalanzó con furia contra él otra vez. Brincó alto, tratando de alcanzar un riel roto de hierro que debía haber incluido una tumba con el nombre Fontville grabado en ella. La barra se liberó en su mano. Darian atravesó sobre él. Lanzó un fuerte golpe con el hierro, esperando que Darian se encajara directamente en él y se empalara a sí mismo en la barra. Darian casi lo hizo, pero vio el arma y el intento de Lucian justo a tiempo. Giró, gritando mientras el borde oxidado de la barra de hierro desgarró a través de su pecho, desgarrando tela y carne. ―¡Bastardo tonto! ―Darian se enfureció ―Ella no sólo te destruirá. Te hará observar cada uno de estos tontos inocentes expirar en una muerte lenta y tortuosa, y entonces te derribará! ―Deja a estas personas solas, Darian. O cuando sea el tiempo para ti, te clavaré con una estaca y cortaré totalmente cada una de tus extremidades antes de rebanarte la cabeza. ―Disgustado por la perra MacGregor, ¿eh? Y aquélla fue sólo la madre... la madrastra. ¿Has olvidado como sabe una mujer? ¡Devorador de jerbos! ¡Tú, el así llamado rey de los vampiros! Ella estaba buena, Lucian, realmente buena. Ella lo consigue con frecuencia, podría decirlo. Me deseaba; Fue como un surtidor en el momento en que mis colmillos tocaron su garganta... Lucian lanzó un golpe fuerte con el hierro, atrapando a Darian a través de la garganta. Darian agarró firmemente su cuello, siseando y aullando. Entonces se dio la vuelta y corrió, tropezando a través de las piedras. Lucian lo siguió. Ayúdenme. Él se llegó a un alto repentino, asombrado con la fuerza de la voz en sus oídos. ¡Ayúdenme! Llego otra vez. ¡Sophia! Maldita sea, Maldita sea, Maldita sea. Darian se fue. Había encontrado refugio. Bastante fácil, aquí en medio de los muertos. Cerró los ojos. Vio el hospital. Concentrado en eso...

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Estaba en el cuarto de Rick. La cabeza del joven policía estaba retorcida a un lado. Frescas, diminutas heridas por punción marcaban su garganta. Él empujó un botón de emergencia. ―¡Código azul! ―Gritó. El personal del hospital comenzó a llenar los corredores. Se deslizó de vuelta a las sombras, observando cómo iban al trabajo.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1122 Jade se sentó en el frente del coche de Sean Canady, clavando los ojos en él mientras él torpemente intentaba explicarse. ―¿Entiende usted? ―Le preguntó a ella. Ella negó con la cabeza. Él era un hombre alto, fuerte como un defensor línea, apenas empezando a encanecer en las sienes, muy guapo y atractivo. Sólo su tamaño debería haberla hecho sentir segura. Y ella se sentía segura con él. Estaba muy cansada, por supuesto, lo que no le hizo más fácil comprenderlo. Shanna había intentado escuchar, pero aparentemente había sido demasiado. Se había quedado dormida en el asiento trasero. ―¿Jade? ―Continuó él. ―¿entiende esto? ―No estoy segura. Hubo algunos asesinatos realmente terribles aquí unos cuantos años atrás. Prostitutas, alcahuetes... y los asesinatos fueron solucionados. Y se detuvieron. Y estos asesinatos son muy parecidos a esos, pero, por supuesto, no es el mismo asesino. Pero los asesinatos deben ser abordados en la misma forma. ―Los asesinos son muy peligrosos. ―Hum. Diría que eso es medianamente obvio. El enrojeció ligeramente. No era exactamente un rubor, pero había enrojecido. ―Desearía que Maggie estuviera aquí ―murmuró. ―¿Su mujer? ¿Desearía que su mujer estuviera aquí? ―Ella puede explicarle mejor. ―¿Es ella policía? ―No. Pero si intento explicarle, usted va a pensar que estoy loco. ―Oh, teniente. Comienzo a pensar que estamos todos locos. Canady vaciló por un minuto. ―¿Qué recuerda de Edimburgo? ―Le preguntó. Ella se tensó y se quedó con la mirada fija, directa, fuera de la ventana, adelante de ella. ―Bastante sangre y horror. Había ataúdes en la bóveda, y cadáveres que estaban justo en sus sudarios en los estantes. Y todos ellos repentinamente parecieron despertar llegar tras las personas... ―Cadáveres. Ella negó con la cabeza. ―Supongo que estaban disfrazados. Es tan difícil recordar. Pero tengo la certeza de que el guía de la excursión abrió de un tirón la garganta de Sally Adams con sus dientes. Lo vi, y no fue un acto. ―Su guía de la excursión está ocupado otra vez, señorita MacGregor ―dijo suavemente. ―Y... ―Hizo una pausa, mirándola, entonces de nuevo. ―Y usted solamente va a tener que tomar algunas precauciones locas, eso es todo. Ella clavó los ojos en él.

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―Usted cree en vampiros, ¿verdad? ―Lo que creo no importa. ―¡Oh, grandioso! ¡Usted va a darme esas tonterías! Lo tuve de una media docena de policías y encogimientos de hombros mientras estaba todavía en Edimburgo... ―Lo que ustedes haga es lo qué importa ―La interrumpió. Ella exhaló, clavando los ojos en la calle. ―¿Usted pensó que Rick Beaudreaux había sido atacado por un vampiro? Él no contestó de inmediato, y ella tocó su brazo. ―¿Qué es lo que cree que le ha ocurrido? Él se sonrojó, viéndose incómodo. ―Yo... bueno, yo... Rick realmente se veía bastante bien. Creo que él tiene un virus muy malo de gripe. Parece que finalmente está sacudiéndoselo. Jade suspiró aliviada. Habían llegado a su casa. Canady estacionó enfrente, estirándose hacia atrás para sacudir el hombro de Shanna. ―Estamos aquí ―dijo suavemente. ―Shanna tiene su departamento. ―Se quedará aquí esta noche. Así como yo. ―En serio, teniente Canady. ¿Qué dirá su esposa de esta monada de asunto policiaco? ―No es asunto policiaco ―Le dijo. ―Mi esposa insistió en que me quedara. Ella podía haber discutido con él; No quiso. Estaba exhausta. Había pasado la noche despierta con un desconocido en su cama. Había pasado el día despierta al lado de la cama del hombre con el que debería haber pasado sus noches en su cama. ―Bien. Pondré a Shanna en el sofá convertible en mi oficina. Y a usted... ―Una almohada, una manta, y el piso de la sala estará bien. ―Tengo un sofá convertible allí, también, Teniente a menos que usted prefiera el piso. ¡Shanna! Su hermana se levantó. ―Espero que tengas un cepillo de dientes adicional, Jade. Si no, tendré que ir a casa. ¡Creo que podría cargarme a un asesino enloquecido antes de dormir con mis dientes de la manera en que se sienten! ―Tengo cepillos de dientes ―dijo Jade. Ella siempre tenía bastantes. Siempre estaba dejándolos atrás cuando viajaba. Veinte minutos más tarde tenía ambos sofás hechos. ―Todavía estoy dudando por qué estamos haciendo esto ―dijo Shanna, ataviada en una de las playeras de Jade, con el nuevo cepillo de dientes en mano. ―Mi departamento es muy seguro. ―Estamos todos cansados para arriesgar más de un lugar ―dijo Sean. Shanna sonrió abiertamente y se encogió de hombros ante su hermana. ―Él carga una gran pistola.

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Canady tenía la vista en Jade sin decir nada. Tuvo la sensación de que él no creía que su gran arma sirviera mucho en esta situación. ―Bueno, buenas noches, a todos ―dijo Shanna, volteándose hacia el dormitorio. ―¿Necesita alguna otra cosa, teniente? ―Preguntó Jade, observándole patear sus zapatos sobre su sofá. ―No, estoy bien. Él se quitó su chaqueta. Mientras ella observaba asombrada, sacó un número de frasquitos del bolsillo de la chaqueta y las colocó en la mesita de café junto al sofá. Él la atrapó mirándolo y frunció el ceño. ―¿Agua bendita? ―Inquirió ella escépticamente. ―Tiene razón. ―Puede usted creer en realidad... ―Usted estaba allí en Edimburgo ―Le recordó, acostándose. ―Sólo si esa arma de fuego está cargada, también ―dijo ella. Sus ojos se estaban cerrando ya. ―Lo está. ―Buenas noches, entonces. ―Buenas noches. Si hay cualquier cosa... cualquier cosa que le molesta ante todo... venga a buscarme. ―Lo haré. Entró en su cuarto, dejando entreabierta la puerta. Era demasiado. Había un policía en su sala con agua bendita. Rick estaba mejorando, pero todavía apenas manteniéndose firme. ¡Y ella estaba así, tan cansada! Sean había llamado por Lucian; Entonces no había dicho nada acerca de él, y su cuarto todavía parecía llevar el perfume sensual de la loción para después de afeitar de Lucian... ¡Y ella no le había visto desde que había desaparecido otra vez, y el policía no lo había aclarado de cualquier modo tampoco! Comenzó a regresar para la sala, entonces negó con la cabeza. Mañana. Mañana quedaría muchísimo tiempo. Se arrastró en la cama. Al principio pensó que su mente iba a correr tan rápidamente que nunca se dormiría. Nunca. Pero sus ojos se cerraron. Y casi inmediatamente fue a la deriva.

Peter MacGregor estaba al lado de su mujer en la ambulancia, asombrado de que alguien pudiera haberse enfermado tanto, tan rápidamente. Sujetó su mano, sólo para mirar su cara, viendo el color ceniciento allí. No podía perderla. No podía. Había amado a Janie, su primera esposa, la había querido de todo corazón. Y habían experimentado meses y meses de enfermedad, y se había quedado con ella, y en su corazón había

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creído que ella se pondría mejor, que sólo la fuerza de su deseo de que fuera así podría hacerlo así. Ella había sido valiente, Janie. Sonriendo a todo lo largo de su dolor. Teniendo cuidado siempre con lo que ella le decía a él, y a sus hijas. La habría amado hasta que el día que cayera muerto él mismo, si ella hubiera vivido. Todavía la amaba, siempre la amaría. Pero ahora Liz... Su mente luchó contra esto. Era simplemente injusto. Completamente injusto. Llegaron al hospital. Liz fue movida rápidamente de la ambulancia y dentro de la sala de emergencias. Intentó seguirla. Un doctor lo detuvo. ―Señor, haremos nuestro mejor esfuerzo por ella si nos deja ahora mismo. El doctor era fuerte. Peter no se dio cuenta al principio de que hubiera sido apartado hasta que él dejo de hacerlo así. ―Realmente. Vamos a trabajar ―dijo suavemente. Peter asintió con la cabeza. El doctor señaló una sala de espera justo junto a la puerta, a través de la cual se habían llevado a Liz. Él se sentó, desconcertado. Había intentado con ambas chicas después de que los policías lo encontraron en la oficina del periódico. Había intentado con Jade más temprano, y luego con Shanna, porque las dos eran tan cercanas, siempre juntas. Habría querido que sus hijas volvieran a casa. Había demasiados asesinatos a través del país. Eran demasiado, como lo que le sucedió a su hija mayor, involucrando a las mismas personas. Todo eso había sido suficientemente malo. Y entonces el descubrimiento aquí mismo en Nueva Orleans de que un chico había sido asesinado, y no había sido un accidente, y ese chico había estado en Escocia también. Gimió en voz alta. Todavía no había encontrado a las chicas. Los gemelos estaban con su vecino. Él no comprendía lo que le sucedió a Liz. ¿Había sido atacada? ¿Sólo había adquirido una fiebre y se había arrancado su propia ropa en una desesperación delirante por refrescarse más? Acarició suavemente su pelo. Necesitaba intentarlo con sus hijas otra vez. Marcó el número de Shanna primero. Timbró y timbró, y entonces la máquina contestó. Bajó el aparato receptor. Gimió suavemente, preparándose para marcar el número de Jade. Hizo una pausa. Había alguien parado frente a él. Un sacerdote... su sacerdote, el Padre Dunwoody. Él tenía sesenta, canoso, y de maneras agradables. Un gran sacerdote, un sacerdote perfecto, él vestía el hábito. ―Peter, ¿estás bien? Te ves infernal. Todavía tenía la huella de un acento irlandés. ―Liz está mal. Está allí ahora mismo. ―Acabo de escuchar. Te vi aquí y pregunté. ¿Qué sucedió? ―No tengo idea... estaba trabajando tarde. La policía vino por mí. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¿Tú no la encontraste? ―Yo, no, estaba trabajando. Por primera vez se le ocurrió preguntarse exactamente cómo había logrado la policía encontrar a su mujer. Por el momento, sin embargo, no era importante. Liz era importante. ―¿Dónde están las chicas? Deberían estar aquí contigo ―dijo el Padre Dunwoody bondadosamente. ―Estaba justo tratando de encontrarlas. No lo saben. Shanna no contestó. Ella duerme como los muertos. Por supuesto, ¿es qué? En medio de las tempranas horas de la mañana. ―Me quedaré contigo. ―Dunwoody comenzó, pero se interrumpió. Un doctor estaba saliendo. Se veía sombrío. Peter sintió como si su corazón se hubiera lanzado por su garganta y le estuviera palpitando y sangrando en sus manos. ―Doctor... ―Ella va a salir de esto. Hemos bajado la fiebre, y hemos bombeado una buena cantidad de sangre. Todavía la estamos bombeando. Está preguntando por usted. ―¡Dulce Jesús! ―Exclamó Peter. Miró a Dunwoody. ―Lo siento, Padre. ―Está bien, Peter. ―Le guiñó el ojo. ―Me disculparé ante el Señor por ti... y le diré que tú diste las gracias también. ―¡Sí, gracias a Dios! ¡Gracias a Dios! ―Clavó los ojos en el doctor, temblando. Casi cayó. El doctor lo estabilizó, como lo hizo el sacerdote. ―Cuando usted llego aquí ― intentó explicar Peter ―viéndose tan sombrío, temí lo peor. ―Lo siento. Ella está realmente bien. Es sólo que es la segunda admisión que hemos tenido como esta hoy. Parece como hay alguna enfermedad realmente terrible moviéndose, y no comenzamos a saber lo que es. ―¿Pero ella está bien? ―Se está manteniendo bien por sí misma ahora, lo juro. ―¡Gracias a Dios, gracias a Dios! ―Amén ―dijo el Padre Dunwoody. Observó como Peter seguía adentro al doctor para ver a su mujer. Un frío se estableció sobre él. Una enfermedad extraña... El padre Dunwoody se santiguó antes de empezar a salir de la sala de emergencias. En la puerta hizo una pausa otra vez. Y se santiguó otra vez.

Ven. Ven a mí. Ella estaba profundamente dormida, pero aún escuchó la voz. Ven.... No seas absurdo, pensó. Estoy durmiendo profundamente, en un delgado camisón de algodón. Te necesito... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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La voz era lastimera, desesperada. Sabía que estaba todavía durmiendo, que estaba soñando. Creyó que oyó llorar. Su corazón llorando. Era una voz pequeña, perdida y asustada. ¿Uno de los gemelos? Oh, cariño, cariño, está bien, ya voy... Absurdo. Ella no podría oír a los gemelos desde aquí. Estaba en su dormitorio, en su cuarto. Soñando. Pero si ella estaba soñando, estaba bien. Podría seguir la voz. Era un sueño muy extraño. En su sueño sabía que había un policía en su sala, y que él le impediría irse. Dejó su dormitorio avanzando lentamente afuera de la ventana hacia el balcón. Dejó el balcón avanzando lentamente sobre los ladrillos y abriéndose paso precariamente abajo en un viejo tubo de desagüe de lluvia. Entonces estaba sobre la calle, los pies desnudos golpeando el pavimento polvoriento. Había sido una noche atareada en las calles de Nueva Orleans. Y la ciudad nunca dormía realmente, pero este era probablemente el momento más tranquilo. Ella camino sobre unos cuantos sin hogar, disculpándose por no llevar nada sino su camisón, y por no tener monedas para darles. ―Señora, váyase a casa ―Le dijo un viejo con una pierna paralizada. ―No estoy realmente aquí. Es solamente un sueño. ―Mi sueño, ¿o su sueño? Digo, como, usted no es un ángel, corriendo calle abajo en un rastro de fluido blanco, ¿verdad? ―No, éste es mi sueño. ―Váyase a casa, señora. Los sueños como éste son peligrosos. ―Está bien. ―Desearía tener unos zapatos para darle. Ella sonrió y continuó. El pobre sujeto en la calle había estado en lo correcto. Éste era un sueño peligroso. Había vivido en Nueva Orleans toda su vida. Amaba la ciudad. Sabía sobre qué calles ir, y qué calles evitar. Su sueño era totalmente loco. Pero la voz llegó a ella otra vez. Por favor, sí, sigue viniendo, ven a mí, ayúdame... Y entonces de nuevo oyó el grito. El grito del bebé. Definitivamente uno de los gemelos. Ella conocía sus pequeñas voces. Usualmente aun podía diferenciar a uno del otro. Pero ahora mismo... Agáchate abajo de esa calle lateral. Hay un policía viniendo; Él te detendrá, y debes venir, debes venir, por favor... Ella se deslizó hacia un callejón y esperó. Entonces empezó a caminar calle abajo otra vez. Se estaba moviendo rápidamente ahora, casi corriendo. Había llegado a una calle principal justo afuera del Vieux Carre. Supo entonces que estaba tratando de llegar al cementerio. Extraño... los cementerios estaban cerrados por la noche. Eran muy peligrosos. Las personas amaban los cementerios en Nueva Orleans, amaban las tumbas sobre el terreno, los mausoleos fantásticos, y aún los hornos, las cajas encima de cajas que alojaban a los pobres.

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Un coche que pasó sobre la calle disminuyó la velocidad. ―Oye, dulce, ¿a dónde vas? ―Demandó un hombre. ―¡Leroy! ―La mujer junto a él le pegó en el hombro ―Tú déjala estar. ¡No necesitas dulce sino a mí! ―¡Lola, pobre cosa parece loca! ―¡Entonces deja que la gente del manicomio venga a buscarla! Leroy y Lola siguieron adelante. Sus pies dolían. Ella había caminado sobre el polvo, porquería, bebidas derramadas, varitas, rocas, y un vidrio roto. Seguramente estaba asquerosa. El ruedo de su camisón blanco estaba teñido con el polvo de las calles de la ciudad. Pero aquí estaba ella. Y los grandes portones bostezaban abiertos para ella. No temía a los cementerios. Los estudiaba. Amaba las viejas iglesias; Amaba las lápidas sepulcrales. No tenía miedo... Ella entró. Instantáneamente, pareció que el suelo estaba girando con una niebla gris plata. Fue a la deriva al derredor de ella, surgió como un mar de nubes bellas. El polvo de la ciudad de los muertos parecía ser limpiado por esa niebla. Las tumbas se elevaban de la niebla tan blanca como su camisón. Edificios gigantes para diferentes grupos de muertos se levantaban como grandes capitales en forma de cúpula de los vivos. Los ángeles parecían volar. ―¡Estoy aquí! ―Llamó ella suavemente. Ven. Acércate. Acércate. Por favor ayuda… ¿Más cerca de dónde? ¿Alguien había sido encerrado en una de las tumbas? Comenzó a oír el llanto otra vez. ―¿Jamie? ¿Petey? Está bien, cariño, Jade está aquí, estoy entrando... Pisó un pedazo de piedra y respingó, deteniéndose para agarrar su pie. Realmente dolió. Sintió el polvo y la mugre en sus dedos. Era muy realista para ser un sueño. Pareció que un querubín alado se estiró desde encima de una tumba y tiró de su pelo mientras ella se enderezaba. ―Vete ―murmuró ella. Jade, Jade, Jade… Ella escuchó su nombre, y un terrible sonido de lloriqueo. Ella se movió más profundamente en el cementerio. La niebla continuó formando remolinos alrededor de ella. Cubrió la salida. Ella volteó hacia adelante otra vez, viendo la elevación de las tumbas en la niebla plateada y las sombras más oscuras que la muerte. Tonta! se acusó a sí misma, caminar a solas en un cementerio por la noche. Buscándote problemas. Cualquier idiota, aun en una película de terror de clase B, sabría que no hay que vagar así... Pero era solamente un sueño... Jade... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella sintió su nombre. Lo sintió susurrado a sus espaldas. Y la sensación, mientras se movía a gran velocidad bajo su columna vertebral, fue de maldad pura. Jade, ven… ¡No! Ella echó a correr. Corre y corre... El camisón fue atrapado por la quietud y la brisa. Se rezagó detrás de ella, junto con lo largo de su pelo. Corría en cámara lenta, propulsada por el terror, contenida por los confines del sueño, por la fuerza de la maldad susurrando su nombre... Los gemelos no la estaban llamando, comprendió. Había sido engañada. Llamada aquí por la fuerza de la maldad. Tenía que continuar corriendo. En el sueño podía sentir a su corazón latir, la tierra bajo sus pies, el cruel, cortante tropiezo por las piedras rotas y las hierbas malas demasiado crecidas contra su camisón. Pensó que conocía el camino del cementerio. La niebla formaba remolinos alrededor de ella, demasiado gris y brumoso; No podía encontrar la salida. Sabía que era perseguida; Podía sentir el aliento caliente contra su cuello. Jade, Jade, Jade... Fue agarrada por el codo, girada, arrojada sobre una lápida sepulcral. Ella sintió la piedra dura, fría contra ella. Gritó, gritó tan fuerte como podía, agitándose violentamente con sus puños. Había alguien encima de ella en la niebla, alguien oscuro, ataviado con un manto, alguien, algo, una maldad terrible, malvada... Gritó otra vez, y se arrancó duro de la encapuchada figura cubierta con una túnica de niebla flexionándose sobre ella. Ella se tambaleó, casi cayó, afianzándose en una figura de la Virgen María, y logró ponerse de pie. Echó a correr otra vez. Los ángeles alados parecieron moverse; Una gárgola se burló delante de ella, pareciendo llegar de un salto al camino. Una muerte, su cabeza curvada, se elevó de su pedestal y empezó a caminar junto a ella, justo detrás de una fila de mausoleos familiares. Repentinamente se alejó caminando a grandes pasos adelante de ella. Bloqueó su ruta. Agitó su guadaña hacia ella y comenzó a elevar los ojos. Eran cavernosos. Los gusanos se arrastraban desde ellos, sobre la cara esquelética. ―Ven.... Alzó la guadaña otra vez con un brazo y le hizo señas con el otro. Ella se dio la vuelta, lista para catapultarse en la otra dirección. Se golpeó contra una pared. Un pecho. Ella golpeó sus puños contra ella histéricamente. ―¡No, no, no! ―¡Jade! Algo la tenía. Los brazos estaban ferozmente sobre ella, sujetándola estable. Continuó gritando. Él la sacudió. Sus ojos se abrieron. Vio su cara. ―¡Está bien, Jade, está bien! Estás a salvo. Lucian. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Él vestía una camisa negra de seda, pantalones vaqueros oscuros. Su pelo oscuro estaba peinado hacia atrás, azul oscuro a la luz de la luna. Sus ojos eran más oscuros que la noche, estudiándola. ―Está bien... por supuesto que está bien. Es un sueño, es un sueño... No era un sueño. Ella estaba con él en el cementerio. Su camisón estaba cubierto de lodo y sucio. Sus pies estaban desnudos y en carne viva. Estaba fría y congelada, y repentinamente agudamente consciente de cada ángel y cada querubín, cada calavera, los hornos de los hombres pobres, las tumbas adornadas meticulosamente de los hombres ricos. Un perro enorme, alado sentado sobre una cripta cercana. Él gruñía en el perpetuo silencio, protegiendo a un dueño bastante muerto. ―¡Dios mío! ―dijo suavemente, clavando los ojos en Lucian, saltando lejos de él. ― ¡Tú me hiciste venir aquí! ―Lo acusó. ―No, Jade, no, no lo hice... ―¡Tú bastardo! ―Ella se dio vuelta. La niebla que ella se había imaginado se había desvanecido. Los ángeles haciendo guardia sobre los muertos estaban todos calmados. Ninguna voz la cautivaba. Enderezó sus hombros y comenzó a alejarse. ―¡Jade! Su voz era aguda. Ella continuó caminando. Rodeó una esquina, entonces empezó a temblar. Pensó que estaba en la salida. Conocía este maldito cementerio, peligroso como era; Había jugado aquí cuando era niña. Sus padres nunca lo habían sabido, por supuesto. Pero ella sabía dónde estaba la cripta con los símbolos egipcios, y donde encontrar la que tenía teclas de piano esculpidas en la piedra. Estaba caminando en medio de un cementerio a media noche en una sección peligrosa de la ciudad. Sintió otra vez como si cabellos diminutos se alzaran en su cuello, como si algo... Ella echó a correr. Las pisadas la siguieron. Lucian estaba detrás de ella. ―¡Jade! Ella oyó su voz. ¡No! ¡Lucian estaba delante de ella! ¿Se atrevería a confiar en él, después de lo que sucedió esa noche? ¿No se atrevería? Cualquier cosa que fuera... fría, malvada, una pesadilla... estaba justo detrás de ella. ―¡Lucian! ―Ella lloró su nombre. Corrió velozmente hacia adelante, más, y más rápido. Ahora había una figura oscura delante de ella. ¿La Muerte? La Muerte, ¿esperando para recogerla en sus brazos? ¿O... algo más oscuro, una criatura peor que la muerte...? Estaba volando hacia adelante, demasiado tarde para detenerse... ―¡Jade! ―Era Lucian, emergiendo de la niebla y las sombras. Él la atrapó mientras ella volaba contra él, alzándola en sus brazos, y empezando a llevarla de ese lugar de muerte.

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―¡Tú me llamaste! ―Lo acusó suavemente otra vez. ―No. ―Entonces... ―Tengo enemigos. Temblando, ella se apoyó en sus brazos. ―No eras tú; ¿Nunca fuiste tú? ―No. ―Él me tocó ―dijo con espanto. ―Él llamó, y vine, y... me tocó. El cementerio no era tan terrible. Era tal como siempre había sido. Estaban ya en la entrada, saliendo para la calle. ―Tienes suerte de no haber recibido un disparo de un vendedor de drogas, o ser recogida por un alcahuete ―dijo él coléricamente. Ella luchó contra su agarre. ―Puedo caminar perfectamente bien ―dijo dignamente. Él la colocó debajo. Ella respingó, agarrando su brazo mientras su carne sensible, desgarrada bajaba en los guijarros. Sus pies la estaban matando. Él la estabilizó. La luna había ascendido muy alto. Él parecía más grande que nunca; Sus facciones agudas e impactantes... y poderosas. ―Está bien, entonces no puedo caminar muy bien por el momento ―Susurró. Volvió la mirada de nuevo hacia las paredes del cementerio. ―Fue el guía de Escocia, ¿verdad? ―Sí. Ella clavó los ojos en él por mucho tiempo. ―El guía de Escocia. Él mató a esas personas, entonces fue a Nueva York y mató a un grupo allí. Persiguió a Tom Marlow aquí, en Nueva Orleans. Luego fue a Massachusetts y desgarró a la gente allí. ―Sí, así lo creo. Él no está solo, por supuesto. ―Por supuesto que... la mujer que salió de la tumba y desgarró la garganta de Jeff Dean está con él, ¿verdad? ―Sí. ―¡Deben estarse anotando algunas millas de viajero frecuente! ―murmuró, clavando los ojos en él. Él comenzó a caminar. Cojeando, ella siguió detrás de él. ―¡Lucian! Él se detuvo, mirando atrás. ―Vas a tener que confiar en mí ―Le dijo. ―¿Confiar en ti? No sé lo que eres. ¡No me atrevo a creer qué... que parece que son tus amigos! ―Ellos son malvados... déjalo en eso. ―¿Lo eres tú? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Él guardó silencio un momento. ―No soy mucho mejor ―dijo. ―Pero no maté a cualquiera de esas personas, y estoy intentando salvar tu vida. ―¿Por qué? ―Susurró ―¿Por qué estás tan dispuesto a luchar por mí? ―Preguntó. ―El color de tus ojos ―dijo simplemente, y comenzó a andar otra vez. Ella permaneció inmóvil detrás de él, observándole irse. Esta vez él se detuvo y se volvió. ―Vamos, tenemos que regresar. ―¿Regresar? ―Hay un policía en tu apartamento que probablemente está volviéndose loco para esta hora. Tu hermana está tremendamente preocupada, y tu padre ha estado llamando por teléfono. ―Mi padre... ―Tu madrastra está enferma. ―Dios mío, ¿ella está mal? ―Puede salir adelante. ¡Puede salir adelante! El tono de su voz la hizo enojar. ―¿Cómo diantres sabes todo esto? ―Demandó. Negó con la cabeza, olvidando el dolor en sus pies, y camino a grandes pasos adelante de él. Entonces se detuvo, dando la vuelta ante él. ―¿Por qué pregunto? Sabías que estaría afuera en medio de la noche, corriendo por el cementerio. Sabes lo que mi familia entera está pasando. Sabes que hay un policía pasando la noche en mi sala, y que mi hermana está allí. ―Sí ―dijo, caminando junto a ella. Ella se asustó. Quiso atacarlo a golpes otra vez, golpear contra él. Pero no quería que la dejara. Nunca había estado tan alegre de ver a alguien en su vida como ella debió haberlo visto. Aun asustada como estaba... Estaba segura en ese minuto. Él estaba con ella. Ella había querido golpearle... Simplemente para que él la abrazara. ―Lucian. ―murmuró. ―¿Sí? ―¿Por qué significas tanto para mí? ―Susurró. ―¿Por qué tolero esto? ¿Por qué no grito justo en este segundo, e intento traer a la policía? Él sonrió repentinamente, una media sonrisa sardónica curvó sus labios, y tocó sus ojos. ―Eso no lo sé ―Le dijo, atrayéndola hacia él. Sujetó sus hombros, mirando directamente a sus ojos. Entonces acunó sus mejillas y suavemente tocó sus labios con los suyos. Sí, él era real, tan real; Los sueños habían terminado, y él estaba con ella... ―¡Oye, amigo! ¡Llévala a casa! ―Alguien gritó de un coche que pasaba. Jade abrió los ojos, encontrando los de él. Sonrió. ―Es imposible, pero creo que te amo ―Le dijo. ―Ni siquiera te conozco. ―Tal vez sabes suficiente ―Le dijo él, alisando hacia atrás un mechón de su pelo. ―Te he amado por siempre.

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Y él comenzó a andar otra vez. Cuando ella tropezó, él la levantó en sus brazos. Ella no protestó. Todo el cuadro era lo suficientemente absurdo ya. Pasaban en medio de una de las secciones más peligrosas de la ciudad en la brea oscura de la noche... Pero con su cabeza contra la tela de su camisa y la pared de su pecho, no tuvo miedo. Se le ocurrió simplemente en lo extraños que debían parecer. Él, sumamente alto, oscuro, vestido de negro, ignorando la oscuridad y las sombras de la noche. Llevando a una mujer en fluido algodón blanco, caminando calle abajo. Y hacia el amanecer.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1133 Peter MacGregor se sentó al lado de su mujer, sujetando su mano. Ella estaba de nuevo con él, tratando de hablar, pero estaba afligida y confundida. No podía recordar lo sucedido. Pequeños chispazos extraños de visiones, llegaban a ella, y continuaba intentando darles sentido. ―¡Liz, Liz! Tuviste fiebre; Estuviste terriblemente, terriblemente enferma ―Le explicó suavemente, tratando de reconfortarla. ―¡Querida! ―Inclinándose, besó su frente. ―Tenemos suerte de que estés saliendo de esto bien. Somos... tenemos suerte de que estés con nosotros. ―Pero los niños, Peter... Estaban en sus cunas; Estaban bien, ¿de verdad? ―Cariño, los gemelos están bien. ―¿Las chicas están con ellos? ―Hum, están con Jeannie. ―¿Jeannie la de al lado? ―Sí, Liz, y están bien, de verdad. Perfectamente bien. Tú debiste haberlos metido en la cama cuando comenzaste a sentirte mal. ―Pero eso es simplemente… Peter. Aun no recuerdo sentirme mal. No recuerdo nada en absoluto, excepto... Ella frunció el ceño, perturbada, tratando de recordar. Había logrado enderezarse. Se había peinado, se había lavado la cara, y se había cepillado los dientes. Eso la había hecho sentirse casi a humana, le había dicho. Había estado tan débil cuando se había conducido al principio de regreso a la conciencia. Las transfusiones que había recibido habían ayudado tremendamente. ―¿Qué, cariño? ―El hombre del cable ―Le dijo, encogiéndose de hombros. ―Recuerdo al hombre del cable. ―¿Llegó un hombre del cable? ―Sí... ―¿Hubo algo mal con el cable? ―No... Peter, esto es tan terrible. Sólo que no recuerdo nada. ¿Has llamado a las chicas? ―No han contestado aún. Todavía es temprano. He dejado mensajes en sus contestadores automáticos. ―Peter. ―¿Sí? ―Si no las localizas, ve a sus departamentos. ―Sólo que no puedo dejarte... ―No sé por qué, pero estoy preocupada por ellas. Por favor, es más importante para mí que averigües si están bien justo ahora. ―Lizzie, no te hicieron pasar un mal rato por nada ayer, ¿verdad? ―¡No! ―Le dijo, negando con la cabeza vigorosamente. ―Shanna cuidó al niño. Tuvimos una gran conversación. Ambas son dulces, Peter; Quiero a tus hijas muchísimo. Hay simplemente algo. Por favor... ―¡Liz, Papá! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Peter se la dio vuelta, y sus hijas estaban allí. ―Liz... ―Jade. ―Liz agarró la mano de Jade, encontrando sus ojos. Jade la estrujo de regreso, mirando a su padre. ―Lo siento tanto. Shanna y yo estuvimos aquí la mayor parte de la noche... porque mi amigo Rick Beaudreaux está arriba. Él estaba terriblemente enfermo, pero comenzó a mejorar en medio de la noche. Estábamos en realidad aquí, Papá, cuándo llamaste primero por teléfono. ―¿Dejaste sola este hospital en medio de la noche? ―Demandó él. Estaban ambas a mediados de los veinte, graduadas de la universidad, viviendo por su cuenta, pero él era todavía un padre, su padre, y siempre sería así. Jade miró a Shanna. ―Papá, estaba aquí, también... ―Y yo estaba con ellas también. Peter respingó, reconociendo a Sean Canady. De su larga carrera trabajando en el periódico, había entablado una amistad con el detective de Homicidios. Las palabras de Canady, sin embargo, no fueron tan reconfortantes como a él le habría gustado. Estupendo, las chicas no estaban solas, estaban siendo cuidadas por un policía alto, inteligente, musculoso... que cargaba una gran pistola. ¿Pero por qué era necesario que tuvieran a un policía velando por ellas? Canady se dio prisa para reconfortarle, caminando a grandes pasos adelante, saludándolo de mano. ―Peter, es bueno verte. Y es bueno oír que tu mujer está recuperándose. ―Pedimos que nos dejaran entrar ―Aclaró Shanna. ―¿Recibieron mis mensajes entonces? ―Preguntó, sintiéndose perplejo y no muy seguro de por qué. Entonces se dio cuenta que había otro hombre con las chicas y el detective. Físicamente podrían haber sido una copia clónica; Ambos estaban bastante por encima del metro ochenta, tonificados, y de pelo oscuro. ―¿Cómo está usted? ―dijo el desconocido, dando un paso adelante. ―Papá, éste es Lucian DeVeau ―dijo Shanna rápidamente. ―Sr. DeVeau. ―Un viejo amigo, Peter ―Explicó Sean. ―Me he inquietado con las cosas que están ocurriendo. Tú sabes, el caso en Nueva York... ―Sí, y esa masacre en el parque temático ―dijo Peter. ―Estuvimos trabajando sobre los ángulos de la historia de los asesinatos ayer todo el día. Fue por eso qué estaba fuera cuando... ―Su voz se arrastró. ―¿Hay algún peligro para Jade? ―Preguntó abruptamente. ―No estamos tomando ningún riesgo ―dijo Canady Peter clavó los ojos en Lucian. ―¿Usted no es policía? ―No. ―Él es un amigo, Peter. Alguien que he conocido...

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―¡Sr. DeVeau! ―Liz interrumpió repentinamente, sonriente. ―Me he encontrado con usted en alguna parte antes, ¿verdad? ―Quién sabe, señora MacGregor. Es un mundo pequeño ―dijo educadamente. Pero el hombre alto, de pelo oscuro se dirigió hacia la esposa de Peter, tomándole su mano, colocando una palma en su frente. ―Usted parece estar bien. ¿Cómo se siente? ―Mejor. Mucho mejor, gracias ―dijo. Sus ojos estaban brillantes mientras lo miraba. ―Entonces, señor DeVeau ―dijo Peter, sobresaltado por una aguda espiral de celos que saltó a la vida dentro de él. ―¿Es usted doctor, entonces? ―Él es escritor, Papá ―dijo Shanna rápidamente. ―¿Oh? ―dijo Peter suspicazmente. ―¿Se acaban de conocer? ―Acabo de conocerlo, sí ―Admitió Shanna. ―Lucian y yo nos conocimos en Escocia ―Le dijo Jade. Repentinamente él quiso jalar a sus hijas y su mujer lejos de ese tipo. Él no estaba seguro de por qué. Lucian DeVeau clavaba en él sus ojos oscuros abiertos y francos, como si estuviera listo para responder cualquier pregunta. O desafío. ―¡Es sólo que podría jurar que nos hemos conocido en alguna parte! ―dijo Liz. ―Papá ―dijo Jade, acercándose a él. Sonrió y suavemente tocó su mejilla. ―Papá, te ves como el infierno, lo que tiene sentido. Lamento tanto que no nos pudieras localizar. Pero necesitas algo de café, desayunar un poco, alguna cosa. Shanna va a llevarte a la cafetería por algunos minutos, y yo voy a sentarme con Liz. ―Jade, deberías estar avergonzada... porque ustedes dos me asustaron hasta lo ridículo. Pero estoy bien. ―Peter, amor, por favor, ve a conseguirte café y algo que comer ―Le dijo Liz. ―Vamos, papá. Shanna se adelantó y lo tomó del brazo. Él volvió la mirada atrás suspicazmente mientras ella lo conducía afuera. ―¡Voy y vengo! ―Les advirtió. ¿Por qué estaba preocupado? Su hija estaba mirándolo con sus hermosos ojos turquesas amplios e inocentes. A él le gustaba el policía. No conocía al condenado desconocido; Era eso. ¡Y Jade parecía conocerlo demasiado bien! En el momento en el que su padre estuvo fuera del cuarto, Jade regresó al lado de Liz. ―Liz, ¿realmente te sientes bien? ―Mucho mejor. Lucian estaba al lado de ella, sonriendo, tocando su mejilla, girando su cabeza en todas direcciones. Liz clavaba los ojos en él, dejándolo hacer eso.

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―Usted no es doctor, pero sé que lo conozco. Y sé que usted hizo algo amable por mí. ―Liz, ¿qué recuerda usted? ―Le preguntó Lucian. ―Nada. Nada sino al hombre del cable. ―¿El hombre del cable? ―dijo Sean abruptamente. ―Están haciendo alguna nueva prueba de mercado ―dijo despectivamente. ―¿Eso qué tiene que ver con cualquier cosa? Estaba enferma solamente, ¿verdad? Ella clavó los ojos en todos ellos esperanzadamente. Entonces se vio preocupada. ―Porque realmente no lo puedo ubicar, pero siento... siento que algo malo ocurrió. No se lo puedo decir a tu padre... ni siquiera sé lo que trato de decir. ―Señora MacGregor ―dijo Sean. ―Si usted comienza a recordar algo... si usted aun cree que ha imaginado algo... me llamará, ¿por favor? Ella clavó los ojos en Lucian. ―¿Por qué pienso que lo conozco? ―Quizá nos encontramos en alguna parte. Ella asintió con la cabeza. ―Yo lo conozco. Sé que lo hago. Cuide de Jade, ¿está bien? ―Intentó hacerlo ―Le dijo él. Sus ojos oscuros tocaron los de Jade. ―Intentó hacerlo.

―¡Matt Durante! ¡Ven aquí dentro! Matt había estado tocando en la puerta de Jade, cuándo Renate hecho una mirada en el corredor. Renate no era su persona favorita por el momento. Ella lo había invitado a entrar por champaña y caviar; Entonces se había pasado la tarde diciéndole cómo necesitaba él unirse a un gimnasio y cómo su gusto para vestirse era desastroso. Si él quisiera mantener la cabeza arriba entre los escritores de talla mundial y literatos, iba a tener que ponerse en forma. Los escritores, le había dicho él, se suponía que fueran excéntricos. Se suponía que venían en todas las formas, tamaños, sexos, y edades. Ella lo despidió y lo mando a freír espárragos. Si no quería ser ayudado, bien, entonces, ella ni siquiera iba a intentar enseñarle cómo apreciar el buen caviar. ―¿Renate, qué? Quiero intentar ver a Jade. ―Ella no está allí. ―¿Oh? ¿Cómo lo sabes? ―Porque la vi salir, serás idiota. ―Oh. ―Se sintió como un idiota. No lo hizo sentirse más amigable hacia Renate por el momento. ―Así que ella está fuera. Bueno, entonces... ―Matt, maldito seas, esto es importante. Él suspiró. ―Oh, está bien, ¿qué? ―¡Entra! No puedo estar parada aquí hablando contigo en el corredor. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella lo encontró a medio camino del vestíbulo, atrapó su brazo, y lo arrastró dentro de su apartamento. Cuando él estuvo adentro, frente a ella, se apoyó dramáticamente contra su puerta, como si temiera que hubiera sido seguido y estuvieran en grave peligro. ―¿Qué? ―dijo él. ―¡Jade está saliendo con un vampiro! ―dijo dramáticamente. Él clavó los ojos en ella por varios segundos, entonces sacudió la cabeza. ―Renate, déjame salir. ―¡Te digo la verdad! ―Jade está saliendo con un policía llamado Rick Beaudreaux. ―Beaudreaux está en el hospital, probablemente muriendo por la mordida de una de las pequeñas zorras del vampiro principal. ¡Jade se acuesta con el chupa sangre principal! Él arqueó una ceja, inhalando el aire. ―Renate, intentaste beberte toda la champaña que sobró tú sola? ¿O fue vodka? Sé que a ti te gusta un buen martini... o dos... de vez en cuando. ―¡Maldito seas, Matt! ¡No he estado bebiendo en absoluto! Te estoy diciendo la verdad. ―Y yo me estoy yendo. Empezó a caminar hacia la puerta. Renate se alejó de un salto de ella... no por causa de él, sino porque hubo un golpe en ella. ―¿Los vampiros? ―Preguntó Matt. ―Danny. Danny Thacker. Lo he invitado a casa. Ella abrió la puerta. Era Danny parado allí, bostezando. ―Bueno, Renate, estoy aquí. Oye, Matt, ¿cómo estás? ―Yéndome ―dijo Matt. ―No, no lo harás. ―Jade está saliendo con un vampiro ―dijo Matt, poniendo los ojos en blanco. ―Pensé que Rick era policía ―dijo Danny. ―¡Rick es policía! ―dijo Renate, exasperada. ―Te estoy diciendo que ella está durmiendo con... ―¿Luke? ―dijo Danny, sus ojos ampliándose. ―¿Conoces al tipo? ―Preguntó Renate. ―Un tipo realmente alto, cerca de un metro ochenta y ocho, oscuro, ¿condenadamente guapo el hijo de puta? ―Así que es real, ¿no un vampiro? ―dijo Matt. ―Su nombre es Luke... Lucian. Sí, él se presentó como Lucian. DeVeau. Agradable tipo. Quiere ser escritor. Creo que es económicamente independiente. ―Él no quiere ser escritor... sólo quiere acercarse a nosotros. Quiere que todos nosotros lo invitemos a entrar... esa es la manera en la que funciona, ustedes saben. Tienes que invitar a entrar un vampiro adentro. Ambos hombres clavaron los ojos en ella. ―Les digo la verdad. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Matt sonrió repentinamente. ―Está bien, acabo de caer en la cuenta. Quieres comenzar a escribir horror. Quieres tener un mayor éxito comercial... ―¡No! ―Grito Renate con frustración. ―Conocerás a este tipo, Matt, estoy seguro ―dijo Danny ―Él es realmente decente. Me llevó a la cama, me arropó. ―¡Tú lo invitaste a entrar! ―Renate fue a la carga jadeantemente. ―Bueno pues, sí, supongo. Y todavía estoy caminando y hablando. ―¡Y yo estoy usando una cruz! ―Advirtió Renate, jalando una enorme cruz de plata de debajo de su camisa. ―Bien por ti ―dijo Danny con indiferencia. ―Mira su cuello, Matt. Ve a... echarle una buena mirada a su cuello. ―¡Ambos pueden mirar mi cuello! ―dijo Danny, dando lentamente la vuelta. Renate se acercó más, más cerca todavía. Ella estudió el cuello de Danny cuidadosamente. ―Si él es un vampiro, no tenía hambre la otra noche ―Bromeó Danny. ―Él no irá tras de ti, no si está seduciendo a Jade. ―Espérate, ahora, Renate ―dijo Matt ―Según tú, Jade ya se está acostando con él. ―Sí, pero... bueno, probablemente él quiere seducirla para su causa. No estoy segura de lo que planea, o lo que quiere. Estoy segura de que... él es un vampiro, y terribles cosas están ocurriendo. Y tenemos que protegernos, y Jade... ―Bien, diablos, Renate, tal vez simplemente necesitamos salvar a todo el condenado mundo ―Propuso Matt. ―No te rías de mí, Matt. ―Bueno. ¿Pero por qué piensas que este tipo es un vampiro Ella tomó un aliento profundo, mirándoles a ambos. ―¿Café? ―Preguntó educadamente. ―Tengo muchísimo que contarles. Matt miró a Danny. ―Bien. Renate paseó con paso relajado en la cocina, más confiada ahora. ―Lo explicaré directamente. He estado escuchando a la banda policíaca por la radio. ―Está bien, así que sigue ―dijo Matt, acogiendo una taza de café oscuro de achicoria. ―Bueno, retrocedamos. Jade fue a Escocia, y regresó en triste forma. Asustada, delgada hasta los huesos, en terapia. ―¡Imagínate eso! ―Matt le dijo a Danny. ―Ella sobrevivió a una horrible masacre en un cementerio y se metió a terapia. ¡Qué pensarán después! ―Ella conoció al tipo en Escocia. Hay una terrible juerga de asesinato en Nueva York, y otro de los sobrevivientes de Escocia está entre las víctimas. ―Entonces está nuestro chico en la morgue ―comentó Danny. ―¿Qué? ―Preguntó Matt abruptamente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―No has leído el periódico de hoy, ¿verdad? ―Preguntó Renate. ―El chico muerto en el accidente. No fue un accidente, y no fue simplemente un chico. ―¡Entonces, en Massachusetts, las personas no fueron simplemente asesinadas en una casa de horror... sino desmembradas! ―Continuó ella. ―Y uno de ellos era también un sobreviviente de la masacre en Escocia. ―Bueno pues, los asesinos estarán libres de sobrevivientes pronto, ¿correcto? ―dijo Matt, intentando sonar esperanzador. Entonces se dio cuenta de lo que decía. ―Oh, Dios Mío. Jade es una sobreviviente. ―¡Hasta ahora! ―Masculló Renate. ―Está bien, ¿entonces cómo hace eso a este tipo un vampiro? ―Bueno, él es escocés, estoy bastante segura. ―¿DeVeau? ―Masculló Matt, encogiéndose de hombros ante Danny. ―Bueno pues, en verdad, él es escocés. El nombre vino de Normandía, centenares de años atrás, alguna mierda como esa. ―¡Allí lo tienes! ―dijo Renate. ―Renate, los vampiros usualmente son de Transilvania, ¿verdad? ―¿Cómo diablos sabríamos de donde es que vinieron realmente? ―Demandó. ―¡Ese es mi argumento entero! ¡He estado leyendo, y las leyendas acaban por no empezar con Bram Stoker! Los vampiros son antiguos; Estaban en Siria, en Egipto, en Grecia... ―Ellos son casi bíblicos, ¿eh? ―Interrumpió él. ―Pueden estar donde sea ―dijo Renate. ―¡Mira! ―Ella sacó un libro titulado Extrañas Historias de las Américas. ―¡Éstos son todos los casos que se documentaron en los viejos edificios de la ciudad, aquí mismo en los Estados Unidos! ―dijo, hojeando las páginas. Comenzó a leer ―La hermosa joven Sally Anderson... se enamoró del apuesto desconocido desde el principio. Pero al poco tiempo de su compromiso, ella se enfermó. Una fiebre y una debilidad general se arrastro sobre ella. Una terrible palidez en sus mejillas aumentadas noche tras noche. Ella murió dos semanas después de su primera reunión con su prometido. ―Entonces ―Interrumpió Matt. ―¡Cállate y escucha! ―Ordenó Renate. ―...sus padres llorosos la enterraron; El desconocido alto, apuesto había desaparecido. Dos días después de su entierro, su hermana menor cayó enferma. ―Era una enfermedad contagiosa probablemente ―dijo Matt. ―¡Matt! ―Advirtió, y continúo leyendo. ―...Su hermana se quejó de que Sally venía a ella por la noche, implorando la entrada en el cuarto, y entonces besaba su cuello... y la puso más y más enferma. La hermana menor sufrió la misma debilidad, la misma fiebre... La misma palidez extraña. Una semana más tarde también murió, y fue enterrada en el mismo cementerio. ―Renate, es superstición del siglo diecinueve. ―Una tercera hermana en el mismo grupo familiar cayó enferma. ―Renate leyó fuerte. ―ella, también, se quejó de ser visitada por sus hermanas. Sus hermanas querían que ella las abrazara. Querían ser calentadas y besadas. La tercera hermana sufrió la misma enfermedad misteriosa, contándole a todo el mundo sobre las visitas que recibía de sus hermanas difuntas. ―Renate levantó la mirada, clavando dramáticamente los ojos en los dos. ―Entonces ella, también, murió. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Las fiebres, la palidez, pudieron haber sido un sinnúmero de cosas ―dijo Matt. ―No han oído el fin ―Les dijo Renate ―Desesperados por salvar a la única hija que les había quedado, y un hijo pequeño, la familia exigió ayuda. El ministro local dijo que debían desenterrar los cuerpos de sus hijas perdidas, cortarlas y quemar los corazones, y cortar las cabezas de los cuerpos. ―¿No nos arrestarían si desenterráramos cadáveres de esa manera hoy? ―dijo Matt. ―Claro que sí. Te arrestan por simplemente estar en el cementerio por la noche ―dijo Danny. ―¡Podrían ustedes dos por favor prestar atención! Hay registros de esto en un edificio de tribunales Nueva Inglaterra. ―Colgaron a dieciocho personas por ser brujas y prensaron a un hombre hasta morir en el viejo Nueva Inglaterra también ―Le recordó Matt ―En 1692, para ser preciso. ―Matt, esto ocurrió justo alrededor de la Guerra Civil. ―Cuando eran realmente ilustrados ―Proporcionó Danny. ―¿Qué diablos te hace pensar que estamos tan ilustrados ahora? ―Demandó Renate. ―¿Me dejarás por favor terminar? La madre y el padre desenterraron a sus hijas. Los cuerpos se veían tan frescos como en el día en el que fueron sepultadas. La madre escribió en su diario que ella pensó que su hija mayor abrió los ojos, que estaba lista para hablar con ella. Pero el ministro no permitió cualquier otra mala escapada de la chica... estacó su corazón ¿Y saben que sucedió entonces... mientras era visto por una docena de ciudadanos? ―No, dilo, Renate, dilo ―dijo Matt. ―Ella gritó. ―Tales cosas han ocurrido ―dijo Danny ―Renate, descubren cada vez más mientras pasa el tiempo sobre la fisiología humana. Tal vez los gases fueron repentinamente soltados. Tal vez el cadáver había sido enterrado de tal manera que hubo un reflejo... ―Tal vez enterraron a la pobre chica viva ―Propuso Matt. ―Tales cosas han ocurrido. ―Edgar Allan Poe... El Entierro Prematuro ―dijo Danny. Renate dejó escapar un suspiro de desprecio puro. – ―Tengo más libros. Aquí hay uno que pienso que deberías ver, Daniel Thacker. Danny miró el libro. ―¿Una Historia de Escocia... Familias en Peligro? ―¡Te mostraré! ―dijo Renate. Tomó el libro y hojeó las páginas. ―Un número de nombres de clanes actuales datan desde la conquista Normandía... y antes. El muy famoso rey escocés, Robert Bruce, descendía de un tipo que llegó del norte de Inglaterra después de la conquista; Su familia había venido de Normandía. En la primera parte del siglo, muchas de la familia estuvieron de parte de Brus. ―¿Así que? ―Este libro da cuenta de la mala disposición entre los Bruces y una familia llamada DeVeau. Hay una historia conmovedora del heredero DeVeau llegando a pelear a la derecha de Robert Bruce justo mientras enfrentaban a los ingleses. ―Escocia estaba llena de feudales guerreando. Me has perdido completamente. Primero estábamos hablando de vampiros. Y luego estamos metidos en la historia de la vieja Escocia... ―¡Mira! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella empujó el libro en dirección a ellos. ―La enemistad sucedió por una loca, acogida por la familia de Brus. Hubo rumores de que ella era una bruja y una asesina, y DeVeau quiso que fuera sometida a juicio ante el rey, y se dice, fuera ejecutada para ser descuartizada. ―¿Y qué sucedió? ―Preguntó Danny. ―Bueno pues, no hay nada en este libro acerca de una ejecución. No puedo encontrar un nombre de ella en ninguna parte, o alguna otra información. Pero no están mirando, ustedes dos... vean, por favor. Miren la foto. Matt clavó los ojos en la página inexpresivamente. Había un hombre en un caballo, revestido con una malla con sobre-túnica que ostentaba el escudo de una familia. Se parecía a un dragón rojo o a un lobo en un campo de oro. Cargaba un estandarte y una espada. La pintura era de un fresco creado para una iglesia cerca de Edimburgo. ―No llego a comprenderlo ―dijo Matt. ―Yo lo hago ―Le dijo Danny. ―¿Qué? Danny miró a Renate y se encogió de hombros. ―El tipo luce justo como este nuevo amigo. La pintura es un vivo retrato de Lucian DeVeau. ―Él es un DeVeau. Debe ser un parecido familiar ―dijo Matt. ―¡Oh, ustedes tontos! ―Gritó Renate ―Él no es un DeVeau, ¿no ven? Él es el mismo DeVeau.

Cuando su padre y su hermana estuvieron de regreso con su madrastra, Jade se excusó para subir un piso y ver cómo la estaba pasando Rick. Ella se dio cuenta de que Lucian estaba detrás de ella. ―Podría haber hecho esto sola ―dijo ―De hecho, debería estar haciendo esto sola. ―Tú no deberías estar haciendo nada sola. ―Estamos en un hospital ajetreado. ―Necesito ver a tu amigo. ―Él está mucho mejor. Podría estar consciente. Él y Liz han tenido síntomas en forma tan parecida, y lo está haciendo muy bien... ―Esperemos ―murmuró él. Ella se paró en seco, colocando una mano contra su pecho. ―Lucian, Yo... ―¿Estás preocupada porque tu amigo me conozca? ―Inquirió, sus dedos deslizándose alrededor de su muñeca para alejar su mano, sus ojos fríos. ―¿Realmente crees que podrías simplemente regresar a la manera en la que eran las cosas? ―No... Sí... quizá. Tú todavía... todavía no sé nada acerca de ti. Recién te has entrometido en mi vida... ―Conoces todo lo que debes saber sobre mí. Si lo admites ―dijo, pasando a junto a ella. Ella sintió un escalofrío.

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Él conocía el camino. Llegaron al cuarto de Rick. Estaba todavía en cuidados intensivos. Una enfermera les impidió entrar. Jade dijo que había estado con él durante horas, y la enfermera dijo: ―¡Oh, usted es la prometida! Sus mejillas se enrojecieron mientras sentía a Lucian justo detrás de ella, pero dijo: ―Sí. ―Está todavía inconsciente, pero resistiendo. Adelante, hable con él. Tal vez le haga algún bien. Jade entró calladamente. Rick todavía tenía mal semblante. Contempló los diferentes monitores conectados a él; Sus signos vitales parecieron bastante estables. Apretó su mano. ―Vas a lograrlo. ¡Lo harás! ―Lo alentó. A través de la vidriera del cuarto, podía ver a Lucian hablando con la enfermera. La enfermera sonrió, abriéndole la puerta para que entrara. Ella clavó los ojos en él. ―¿Qué le dijiste? Él se encogió de hombros. ―No demasiado. Le dije que era un amigo. ―Le prestó poca atención, pero caminó directo hacia Rick, observando su cara, entonces buscando su cuello. Pareció perplejo. ―Orificios de mordida, ¿verdad? ―Se burló ella escépticamente. Él le hizo señas. Allí parecía haber dos marcas pequeñas de alfilerazos en su cuello, pero no los grandes círculos rojos que ella había visto en las películas. ―¿No deberían ser más grandes? ―Susurró, pensando que estaba realmente perdiendo el juicio ahora. ―Ella está jugando. ―¿Qué? ―Sophia sólo está jugando. Él se mantiene firme, sin embargo. Por el momento. Pero no debería estar solo en absoluto. ―Le diré a Sean. No comprendo nada de esto. Y no creo que esté enfermo por esos pequeños agujeros de alfiler en su cuello. Esto es loco. ―Mucho ―estuvo de acuerdo él. Y se dio la vuelta y la dejó.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1144 A la luz del día, en el mundo estéril y bien ordenado del hospital, Jade sintió como si estuviera dejando que lo extraordinario sacara lo mejor de su mente. No estaba corriendo tras Lucian. Simplemente no iba a creerlo tan fácilmente. Había siempre respuestas lógicas en la vida. A veces eran difíciles de encontrar solamente. Tercamente, se quedó con Rick. Se sentó junto a su costado mientras el tiempo hacia tictac lentamente por ahí. Sujetó su mano; Entonces suavemente tocó su mejilla. ―Lo siento tanto. Nunca te lastimaría a propósito. Nunca. Ella miró fuera del cuarto otra vez, pensando que tal vez Lucian esperaría por ella. No lo hizo. Algunos minutos más tarde vio a un joven apuesto llegar, tomar asiento, y situarse con un periódico fuera de la puerta de Rick. Ella salió, mirándole. Él se levantó, una sonrisa amigable en su cara. ―Hola, ¿Jade, verdad? Jack Delaney; Trabajo con Sean. ―Naturalmente ―murmuró. ―¿Vas a vigilar a Rick? ―Por ahora ―dijo él alegremente. ―Es bueno oír eso. ―Ella observó sus ojos cuidadosamente. ―No está siendo perseguido por un capo de la mafia o algo así. Él llego aquí enfermo. ―Correcto. Bueno él es un policía, y uno bueno. Uno nuestro. Espero que a usted no le importe que esté aquí con él. ―Por supuesto que no me importa. Me alegro. ―Bien. Jack Delaney no iba a darle más información. Ni iba a guiñarle el ojo de manera conspiradora y a decirle que estaba bien armado con estacas y agua bendita. ―Supongo que volveré con mi familia, ya que Rick parece estar en buenas manos. Él la despidió con la mano. Empezó a caminar por el vestíbulo y se volvió. Jack ya estaba absorto en su periódico. Cuando Jade llegó al cuarto de su madrastra, encontró a Sean y a su hermana esperando, pero Lucian había dejado el hospital. Sus salidas se estaban volviendo muy molestas. Categóricamente irritantes. ―Él tenía algunas cosas de las que ocuparse ―Le dijo Sean. ―Maggie quiere conocerla. Le he preguntado a su hermana ya. Espero que venga a mi casa por algo de comer y algunas horas de descanso. Jade miró a su hermana. Shanna se veía perfectamente cómoda con las disposiciones. ―No sé ―dijo, preguntándose por qué se sentía tan argumentadora. ―Papá, ¿qué hay de los niños? Tengo hermanos pequeños, sabe. ―Estarán bien por la tarde, Jade ―dijo su padre. ―Por qué no consiguen algo de almorzar, algo de descanso. Podemos necesitar que tú y tu hermana vengan en los próximos días. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Claro, entonces. Me estoy muriendo por conocer a su esposa, Teniente Canady. ―Regresaremos entonces ―Le prometió Sean a su padre y a su madrastra. Mientras dejaban el cuarto, Jade vio que había un hombre negro de gran estatura, excepcionalmente guapo afuera del cuarto. Él llevaba lentes oscuros, ropa informal, y un libro. Sean lo presento brevemente como Mike Astin. ―¿Mi madrastra necesita a un guardia? ―Demandó mientras dejaban el hospital. Todo era simplemente demasiado extraño. Cuando había regresado a su departamento esa mañana, Canady y su hermana habían estado frenéticos. Su padre había estado dejando mensajes, y ella se había ido. Canady se veía realmente andrajoso... era difícil sacar en claro cómo había conseguido pasarlo. Ella había tratado de explicarlo. ―Supongo que estaba sonámbula. Teniendo sueños extraños. Canady reconoció a Lucian, y no estaba del todo sorprendido de que él la hubiera traído de regreso a casa, su camisón blanco drapeado dramáticamente sobre sus brazos mientras él entraba en el apartamento con ella. Shanna, quien había estado lista para desagradarle a la primera señal, había hecho un asombroso y drástico cambio, presentándose, observándole, interrogándole, y pareciendo fascinada por él. Todo demasiado extraño, Jade volvió a pensar mientras Canady las conducía hacia su casa en las afueras de la ciudad. ―¿Cómo conoce a Lucian DeVeau? ―Demandó Jade mientras conducían. Sus ojos se encontraron con los de ella en el espejo retrovisor. Entonces tocaron la carretera otra vez. ―Él es un viejo amigo de mi mujer ―dijo. Shanna se inclinó hacia adelante. ―¿Salieron juntos? ―Inquirió. ―Shanna ―Amonestó Jade. ―No exactamente ―dijo Sean, y por la manera en la que lo dijo, el caso estaba cerrado. Sean Canady vivía con su mujer en una sensacional y señorial plantación. Saliendo del coche, Jade deseo haber conocido a los Canady en una etapa diferente de su vida. El lugar era estupendo. Podría haber tomado rollos de fotos, y haber escrito una historia de la arquitectura y los dueños a través del tiempo. Era bella, y restaurada más que renovada. Caminando por las escaleras, no podía evitar sino avanzar lentamente y admirar la elegancia anticuada de la casa, una elegancia que pertenecida a un pasado de hacía mucho tiempo. Junto a ella, Shanna silbó suavemente. ―Oye, crecimos en una casa muy decente en el Garden District ―Le recordó Jade a su hermana en un susurro. Shanna le dio un codazo. ―Cállate. Es grosero cuchichear. ―¡Así como mirar estúpidamente! ―La amonestó. Apenas habían subido las escaleras hacia la puerta principal cuando se está abrió para ellas.

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Una mujer estaba allí con un niño que empezaba a andar en sus brazos. Ella se veía como si perteneciera a Vogue. Era alta, elegante, y llevaba puesto un traje informal de estar en casa que podría haber estado en una pasarela de París. El bebé era inequívocamente de Sean. Tenía ojos azules curiosos y una mata de pelo oscuro rizado. ―¡Así que mi marido logró persuadirlas de venir aquí! ―dijo. Grandiosa voz. Suave, baja, sexy. Jade sonrió. ―Cómo está usted ―dijo. ―Gracias por la invitación. ¿Había sido una invitación, o un llamamiento? Gracias por venir ―dijo ella sonriente. ―Tú eres Jade, y tú eres Shanna ―dijo, nombrándolas correctamente. ―Correcto ―dijo Jade. ―¿Y este es....? ―Ella indicó al bebé. Los ojos de Maggie eran luminosos mientras contemplaba al pequeño en sus brazos. ―Éste es Brent. El Sr. Brent Canady. ―Cómo está usted, señor Brent Canady ―dijo Jade, estirándose hacia el bebé. Él estaba en esa edad cuando podría haberse dado la media vuelta, presionando su cara en el brazo de su madre, pero estudió Jade y la dejó tomar su mano y saludarlo. Él dejó escapar un poco de risa y contempló a su madre con placer. ―Es adorable ―dijo Shanna. ―Gracias. Así lo pensamos ―dijo Maggie con voz ronca. Sean llego detrás de ellas, encontrando sus ojos extrañamente al principio, entonces saludándola con un beso. Parecían haberse dicho un millón de cosas con una simple mirada. Eso, pensó Jade, era sobre lo qué se trataba la vida. ―El almuerzo tardío ya casi está, o la cena temprana, como sea ―Le dijo Maggie Canady a su marido. ―Por favor entren. La casa era aun más maravillosa por dentro. Una grandiosa escalera se levantaba de cada lado del vestíbulo para encontrarse en un descanso en medio, entonces se desdoblaba otra vez para elevarse a la altura de un segundo nivel. Arcos y molduras adornaban las paredes y entradas. La casa era elegante y habitable. También tenía un extraño... Olor. Cuando llegaron a la cocina, Jade se dio cuenta que grandes guantes de ajo colgaban alrededor de las ventanas. Cuando Maggie se movió a través de la cocina para colocar al bebé en su área de juegos, vio que la puertaventana allí también parecía estar rodeada por enredaderas. No enredaderas. Ajo. Había un sinnúmero de palos o varas de madera recargados contra la puerta también. Jade intentó inspeccionarlas sin parecer hacerlo. Se veían como si hubieran estado pegadas a escobas o trapeadores. Estaban afilados en un extremo. ―Cangrejo de río etouffee ―dijo Maggie, haciendo una pausa ante una olla. ―Mi especialidad. Le di al ama de llaves el fin de semana libre.

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Pareció que ella intercambió una mirada extraña con su marido otra vez. ―¿Qué puedo traerles a todos para beber? ―Preguntó. ―Es temprano, pero hago un gran Cosmopolitan. ―Definitivamente podría tomar a un gran Cosmopolitan ―dijo Shanna. Jade alzó sus manos. ―Seguro. ―Sean, irías corriendo al sótano y me traerías otro jugo de arándano para mí, ¿por favor? ―Seguro. ¿Alguna otra cosa? Ella negó con la cabeza, sus ojos encontrando los de él. Él sonrió. Adoraba a su marido. Jade bajó sus ojos, apartando la mirada. Shanna entró tranquilamente en el cuarto familiar, hablando con el bebé. Jade se recargó en el mostrador, viendo como Maggie revolvía su salsa. ―¿Eres de aquí? ―Le preguntó a Jade. ―Nacida y criada. ¿Y tú? ―Sí. Soy de aquí. ―Maggie, acabo de darme cuenta que eres la Maggie de la tienda en el barrio Francés, ―Le dijo Jade. Maggie le transmitió una sonrisa rápida. ―Sí, es mi tienda. ―Ha estado allí por siempre, ¿verdad? ―Un tiempo muy largo. ―Maggie ―dijo Jade suavemente luego de un minuto. ―¿Sí? ―Hay ajo por toda tu casa. Los ojos de Maggie se encontraron con los de ella. ―Suficiente de ese funciona, a veces. ―¿Contra...? ―Vampiros. ―¿Y las estacas? ―Funcionan también. Aunque se debe cortar el corazón o quitar la cabeza. Maggie Canady, alta, delgada, completamente digna, clavaba los ojos en ella como si discutieran su receta de cangrejo de río. ―¿Y las cruces? ―Tienen algún poder, dependiendo del vampiro. Personalmente siempre me gusta una hermosa cruz. Soy muy parcial con la joyería. ―No estoy segura de lo que dices. Y Maggie, ¿cómo podrías saber que puede o no puede funcionar contra de vampiros? Si tales criaturas ciertamente existieran. Sean estaba todavía abajo. Mientras Maggie bajaba su cuchara de madera y clavaba los ojos en Jade, podían oír a Shanna hablando con el bebé.

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―Porque fui una vez un vampiro ―dijo Maggie, y se dio vuelta y caminó hacia un gabinete por más sal. Jade permanecido dónde estaba, sintiendo como si una brisa fría soplara sobre ella. Ahora en realidad estaba perdiendo el juicio. ―Fuiste un vampiro. ―Sí. ―Pero no lo eres más ya. ―No. ―¿Fuiste de una horrenda chupa sangre miserable, a la esposa de un policía? ―Bueno, supongo que lo podrías poner de ese modo... ―¡Así que es un culto! ―Exclamó. ―Eras de ese, pero te saliste... ―No. Era un vampiro. Y nada es tan negro o blanco. No fui nunca una asesina cruel. El mundo no es tan simplista, ni aun el de los no muertos. Algunas personas son amables, y algunas son crueles. Algunos entregarían su propia vida para ayudar a solucionar el hambre mundial, y algunos matarían a sangre fría para robar algunos dólares. La mayoría de las criaturas son iguales. ―Los vampiros matan. ―Los hombres matan ―dijo Maggie rotundamente. ―¡Los vampiros realmente no pueden existir! ―Susurró Jade. ―Pueden, y lo hacen ―Insistió Maggie. ―¡No puedo creer esto! ―Susurró. Las lágrimas repentinamente picaron sus ojos. ―No puedo. Porque pienso que estás tratando de decirme que Lucian DeVeau es semejante persona, que yo realmente estuve con un grupo atacado por vampiros en Escocia, que ellos están asesinando a todos a través del país, que... Ella se interrumpió. Maggie estaba sólo mirándola, escuchando. Observando, esperando a que ella aceptara lo que estaba diciendo. Shanna, ella vio, se había levantado, y observaba desde el otro cuarto. Sean Canady había subido del sótano. ―Creo que debería hacer esas bebidas ahora ―dijo Maggie ―Gracias, mi amor ― Murmuró, aceptando la botella de jugo del arándano que Sean había subido. Lo colocó en el mostrador. ―Jade, ¿sacarías el hielo del congelador por mí? Para su asombro, lo hizo, consiguiendo una bandeja de hielo, caminando de regreso hacia Maggie. Ella contempló a su hermana, a Sean, y luego a Maggie otra vez. ―¿Tú eras un vampiro? ―Sí. ―Y un día sólo dijiste, ¿... no creo que quiera ser un vampiro nunca más? Maggie había estado poniendo el hielo, el vodka, el arándano, y lima en una jarra. Colocó todo abajo, puso sus manos en el mostrador, y miró directamente a los ojos de Jade. ―Nada en absoluto es alguna vez tan fácil. Hay leyes extrañas que gobiernan toda vida... y muerte. Creo que Dios existe, siempre conservé cierta fe, y tal vez por eso es que a mí me fue finalmente otorgado algún regreso. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―No entiendo. ―Mucho antes de la Guerra Civil, conocí a un hombre. Mi padre sabía lo que él era; Yo no lo supe. Él nunca tuvo la intención de lastimarme. En realidad creyó que su amor era lo suficientemente fuerte para darnos la vida. Mi padre lo mató, y yo estaba manchada. ―¿Justo antes de la Guerra Civil? ―dijo Jade. ―Si quieres sobrevivir a lo que está ocurriendo ahora, sugiero que amplíes tu mente y escuches a Maggie ―dijo Sean. ―¡Estoy escuchando! ―dijo Jade. ―No tengo la intención de burlarme o ser grosera, pero... ―¡Jesús, Jade! ―Exclamó Shanna repentinamente. ―¿No recuerdas como es qué fue en Escocia? Ni siquiera estuve allí, pero te recuerdo que todo eso ocurrió. Jade se volvió contra su hermana. ―¡Todo esto es absurdo! ―Susurró. ―Extraordinario, ¿pero absurdo? ―dijo Shanna. Sean llegó a ella, colocando sus manos en sus hombros, encontrando sus ojos. ―¡Jade! ¡Yo estaba montando guardia en tu sala, Shanna estaba allí, y oíste una voz, y nos eludiste a ambos descendiendo del segundo piso a la calle! ―Sí, Pero... Ella estaba temblando, por dentro y por fuera. Había estado ansiosa por llegar al hospital esa mañana. Había estado deseando que Lucian mirara sobre su madrastra. ¡Ella había tenido que haber sabido por qué! ―¿Están listas esas bebidas ya, Maggie? Si no, ¿Podrías sólo me darme la botella de vodka? ―Susurró Jade. ―No vayas por el vodka sólo ―murmuró Maggie, dándole un vaso. Ella lo engulló, entonces devolvió el vaso. Maggie lo rellenó. ―Es sólo que no puedo... Pero... Tú en realidad eras un vampiro. ¿Y llevas puesta una cruz? ―Una preferencia personal. ―Entonces... ¿hay alguna protección real? ―Te garantizo que a Darian no le gustan las cruces. ―Darian. ―El guía turístico, por supuesto. Tendré una bebida más. ―Maggie llenó su vaso. ―El ajo debe significar algo. ―Creo que protegerá contra Darian y Sophia, sí. Enferma a Lucian. Jade agachó la cabeza. ―No puedo creer que estemos teniendo esta conversación. ―Sí, puedes ―Le dijo Sean a ella. ―Tú crees eso, Jade ―Le dijo su hermana ―Lo crees por Escocia. ―¡Oh, Dios Mío! ―Ella se hundió encima de un taburete delante del mostrador. ― Este Darian es... el peor, el más cruel de los vampiros, ¿es eso lo que estás tratando de decirme? ―Entre ellos, sí. Sophia es realmente la que es el epítome de la maldad. ―¿Sophia... la mujer de pelo oscuro que estaba en la tumba? ―dijo Jade. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Sí. ―Y ella es muy vieja también, ¿entiendo? ―Antigua. Más vieja que Lucian. ―¿Ella es más fuerte? Maggie vaciló. ―Lucian es fuerte. Él es aquel a quien los otros recurren. Él se ocupa de que las reglas sean obedecidas. ―Él es el rey de los vampiros ―dijo Sean rotundamente. ―¡El rey de los vampiros! ―Repitió Jade, sintiéndose histérica. ―Oye, tienes que darte cuenta de que todo eso empezó en un tiempo diferente, un mundo diferente ―dijo Maggie. ―Los vampiros son antiguos, casi tan viejos como el hombre. Y todos esos años atrás, los hombres eran tan brutales como algunas otras criaturas. Los romanos conquistaron y esclavizaron a todo el mundo a la vista, los bárbaros eventualmente ayudaron a la caída de Roma, los tártaros mataron a cualquiera que se encontraran, los vikingos surcaron los mares... y Dios sabe, pocos lugares fueron alguna vez tan crueles y horribles como la Europa medieval. Dios mío, la tortura es todavía practicada en sótanos escondidos en demasiados lugares alrededor del mundo. ―¡Es ilegal e inmoral correr de un lado a otro matando a personas hoy! ―Exclamó Jade. ―Oh, sí, por supuesto, nos hemos vuelto más gentiles. Mucho más gentiles. Y como el hombre ha evolucionado, así lo han hecho otras criaturas. Compartimos el mundo. Todos nosotros tenemos que encontrar nuestro lugar en el. No vivimos en un mundo de semejante violencia y muerte repentina y... la mayoría de los no muertos han aprendido a vivir calladamente también. La sangre humana es todavía la máxima tentación, y Dios sabe, los vampiros matan, pero la mayoría son precavidos. Ellos escogen el mal, los antiguos... ―¡Oh! Ambles criaturas, ¿practicando una agradable clase de eutanasia? ―Demandó Jade acaloradamente. ―A veces la muerte es una bondad ―dijo Maggie suavemente. ―Pero no estoy tratando de decirte que cualquier criatura tiene el derecho de jugar a Dios. ―Hemos observado que a ninguno de nosotros le gusta morir de cáncer ―Le recordó Jade a Shanna fieramente. ―Hay cosas peores que la muerte. ―¿Ser no muerto? ―Sugirió Jade, clavando los ojos en Maggie. ―Mi mujer está tratando de ayudarte ―dijo Sean. Su voz era dura; Él la amaba, y la estaba defendiendo. ―Esto es demasiado para comprender, para aceptar ―murmuró Jade. ―Yo simplemente... ―Está bien, Sean ―dijo Maggie ―Ella está en lo correcto. Y nuestra comida está lista. ¿Te unirás todavía a nosotros, señorita MacGregor? ―Por supuesto ―Murmuró. ―Yo, hum... ¿qué puedo hacer? ―La ensalada está en el refrigerador. Shanna, ¿te importaría poner a Brent en su silla? ―No, es un placer.

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Pusieron la mesa con charla casual, educada repentinamente tomando el lugar de la conversación que habían estado teniendo. Sean se sentó a la cabeza de su mesa, al otro lado de su mujer. Él bendijo la mesa antes de que comieran. Maggie pasó los camarones. Shanna estaba al lado del bebé, ayudándole con su puré. ―Realmente crees en Dios ―dijo Jade repentinamente. ―Le agradezco todos los días por la vida que tengo. ―Pero también crees... ―Es muy simple, ¿verdad? ―Sean interrumpió tranquilamente. ―Hay bueno y malo. Cada escolar sabe eso. ―¿Rick fue atacado por uno de estos vampiros? Maggie miró a Sean. Sean le contestó a ella. ―Así lo pensamos. ―¿Nuestra madrastra? ―dijo Shanna suavemente. ―Sí ―dijo Sean rotundamente. ―Oh, Dios mío, entonces... ―Hasta ahora los dos simplemente han estado jugando, intentando causar caos, para hacer comprender a Lucian que pueden atacar a voluntad. Hasta ahora no han hecho daño. Si realmente hubieran desgarrado a uno de ellos... ―murmuró Maggie. ―Si lo hubieran hecho ―Continuó Sean ―los dos estarían contaminados. Serían ellos mismos, pero no ellos mismos. Serían crueles. Entonces... ―¿Una mordida seria convierte a alguien en un monstruo? ―dijo Shanna, viéndose muy pálida. Ella recorrió la mirada sobre Jade. Papá no será capaz de aceptar que cualquier cosa realmente terrible le ocurra a Liz. ―Si Sophia o Darian realmente desgarraran a alguien, ustedes probablemente tendrían a un monstruo real. No estamos seguros cómo, pero aun podría ser una especie de condición de la sangre, y así que cuando tienes criaturas con esa clase de veta cruel, consigues a otra criatura cuando la sangre es invadida. Vi semejante desaguisado ocurrirle a un hombre una vez ―dijo Maggie. ―Él era un soldado respetado. Perdió la razón y cruelmente mató a los hombres en el campo que resultaron heridos. ―¿Qué podemos hacer? ―Preguntó Jade. ―Dios mío, mi madrastra y Rick están tan vulnerables... ―Están protegidos ―dijo Sean. ―Pero... ―Sophia ha sido más mala de lo que alguien pueda recordar ―dijo Maggie ―Lucian le ha ganado a ella antes. Él le debe ganar otra vez. ―Si él es el rey... ―dijo Shanna. ―Sophia siempre ha estado en rebelión, y Darian es su criatura del infierno ―Aclaró Maggie. ―Si han hecho semejantes cosas horribles, y fueron golpeados ¿por qué no fueron destruidos? ―Preguntó Shanna. ―Es una ley: Los vampiros no deben destruirse el uno al otro. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Aún los hombres destruyen a los malos hombres. Sean alzó las manos. ―¿Realmente? La pena capital ya no es aceptable en muchos lugares. Jade repentinamente se inclinó hacia adelante. ―¿Por qué están atacando a las personas cercanas a mí? ―Inquirió. Sean se encogió de hombros. ―Aparentemente tienen la intención de terminar lo que empezaron en Escocia. ―Así que irían tras de mí. Por qué a Rick, ¿por qué a mi madrastra? ―¿Por qué no torturarte, y mantener a Lucian corriendo durante el proceso? ―Respondió Maggie ―Van tras de ti. En extremo. Jade tembló, sintiéndose mal. Repentinamente sus recuerdos de Escocia fueron excesivamente vívidos. ―¿Porque vi su acto en Escocia? ―No lo sé ―dijo Maggie ―Podrían haber adoptado ese acto en Escocia simplemente para ti. ―¡Para mí! Maggie vaciló. ―Eres muy parecida a alguien que Lucian conoció años atrás. Sophia la odiaba. Ella te vio... y te odió. ―Esto es muy, muy espeluznante ―dijo Shanna. ―¿Dónde está Lucian ahora? ―Exigió Jade. ―Te llevaré con él pronto ―Prometió Maggie. Ella aguantó, lista para levantarse de la mesa. Shanna instantáneamente se levantó. ―¿Debería ir con Jade? ―Preguntó. ―Esta noche deberías quedarte aquí ―dijo Sean. ―Pero mi padre, Liz... ―Mike Astin está vigilando por ellos. ―Y Mike sabe... ¿todo esto? ―Inquirió Jade. ―Mike ha visto cosas extrañas antes ―Le dijo Sean. Jade comenzó a quitar de en medio los platos. Shanna preguntó si podría ayudar con el bebé. Sean sacó la basura. Jade enjuagaba en el fregadero mientras Maggie cargaba el lavaplatos. ―¿Cuándo conociste a Lucian? ―Le preguntó Jade. ―Cuando me convertí en un vampiro. ―¿Él no te hizo vampiro? ―No. Pero él... me convoco ―dijo Maggie, su cabeza agachada mientras deslizaba un plato adentro. ―Fueron ustedes... ―Realmente no podía resignarse a terminar la pregunta que ella había estado a punto de hacer. ―Somos viejos, viejos amigos ahora, nada más ―Le dijo Maggie. Ella se enderezó, mirando a Jade. ―Lucian ha tenido sus momentos de amargura, y él ciertamente ha tenido sus momentos de Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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arrogancia. Él era el rey, un maestro. Habría perecido sin él. Aprendí las reglas; Llegó a mi rescate. No estaría aquí ahora, con Sean, si no lo hubiera hecho. No fue siempre bueno. No es necesariamente bueno ahora. Pero es razonable, y lógico, y siempre tuvo su ética, aunque yo no viera lo fuerte que era, aun entonces. Dicen que un vampiro verdadero no tiene alma. Tengo mejor criterio. Él es como un hombre, Jade. Su mundo no es todo negro o blanco. Hay muchas, muchas sombras en eso. ―Sí, pero... ―Él me quiso una vez. Él nunca me amó realmente. ―No estaba preguntando... ―Sí, lo hiciste. Jade se ruborizo. ―Apenas lo conozco. ―Tal vez lo conoces mucho mejor de lo que crees. ―¿Qué quieres decir? Maggie se sonrojó entonces. ―Aún yo no lo sé realmente. Cuando conocí a Sean... bueno, él tenía un ancestro... hay realmente una estatua en su honor en la ciudad... que fue un soldado en la Guerra Civil. Sean me recordaba mucho a él. Tanto de él... ―¿Sí? Ella se encogió de hombros. ―Creo que tal vez él era Sean. ―¿Y piensas que podría ser alguien que vivió hace mucho tiempo? ―¿Quién sabe? Tal vez Sean y yo se supone que estemos juntos. Y tal vez... bueno, Lucian no estuvo nunca realmente enamorado de mí, pero estuvo enamorado una vez. Años y años atrás. Hace más de un milenio. ―Maggie vaciló un momento. ―No estuve allí por el pasado extremo de Lucian. Él es muy, muy viejo. Vivió en las Tierras Altas, y era un cacique allí. Y tenía una esposa. Igrainia. Él estaba muy enamorado, y ella fue arrojada en el mar, donde él no podía ir tras de ella. Algunos dicen que ella sobrevivió, y algunos dicen que no lo hizo. Pero la historia va que ciertos poderes dentro del mar la devolvieron, por ciertas horas, para estar con él. Y Sophia la descubrió, y la mató cuando Igrainia había llegado a tierra, fuera de las aguas que la habrían salvado. ―¿Ella llego del mar? ―Hay más cosas en el cielo y en la tierra... ―¡Oh, Maggie, todo esto es ridículo! ―Pero te sientes atraída por él, ¿verdad? Estás furiosa con él porque viene y va, porque hay tantas preguntas sin responder... porque tienes miedo. Pero te sientes atraída por él, y si él repentinamente tuviera que dar un paso lejos de tu vida otra vez, estarías devastada. Ella se rehusó a contestar eso. ―Pero con Sophia... ―Ella piensa que eres Igrainia. Que has regresado. ―Eso es ridículo. Eso hace fue tanto tiempo...

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―Te digo lo que le creo. Y su furia es increíble. Hace mucho tiempo se encontró con Lucian cuando ella estaba con los vikingos, aterrorizando la costa de Escocia. Está obsesionada. Ella lo vio, lo quiso, lo creó. Nadie rechaza a Sophia. Ella es bella, y es poderosa. Pero él la despreció, por Igrainia. Está obsesionada. Él la ha odiado desde siempre, y así que todo lo que ella quiere ahora es destruirlo. Jade mojó sus labios. ―Éstos son cuentos de hadas. Maggie negó con la cabeza. ―La capacidad humana para negar lo que está a simple vista es simplemente asombrosa. ¡Tan asombrosa como cualquier cosa de esto! ―Me da miedo creer algo de esto. Y no temo no hacerlo. ―¿Pero quieres ver a Lucian? Ella respingó, apretando los dientes, volviéndole la espalda a Maggie. ―Sí. Tengo que ver a Lucian. ―Estamos acabando aquí ahora. Te llevaré con él ―dijo Maggie. ―¿Vendrán los otros? ―No. Tu hermana estará a salvo aquí, con Sean y el bebé. Y tú estarás a salvo con Lucian. ―A salvo. Qué palabras tan curiosas. Estaré a salvo. Con un vampiro. Maggie le dirigió una mirada sardónica. ―Sí. Abrazó a su hermana fuerte antes de irse. Salieron de la casa juntas en el atractivo BMW de Maggie. Cuando estaban en camino, Jade se asomó por la ventana, preocupándose de que acababa de dejar a su amigo y sus parientes más cercanos en las manos de psicópatas. ―Estamos realmente tratando de ayudarte. Lo juro. Ella miró rápidamente a Maggie, asombrada. Maggie había leído su mente. Maggie sonrió abiertamente. ―Todavía tengo el don de entrar en una mente de vez en cuando. ―Lo siento, yo solo... ―Está bien. Condujeron en silencio por varios minutos. Entonces Jade vio a donde habían llegado. De regreso al cementerio. Clavó los ojos en Maggie, el miedo arrastrándose en su sistema. ―Maggie... ―Me pediste que te llevara con Lucian. ―Pero... ―Él está solo ―Le aseguró. Jade miro afuera. El crepúsculo estaba cayendo.

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―Maggie, una voz me llamó anoche. Salí arrastrándome de una ventana y me arriesgué a desnucarme sólo para encontrarme corriendo de un lado a otro en un cementerio. ―No puede ocurrir esta noche. ―¿Cómo puedes estar tan segura? ―Lucian te está esperando. Él quiso que tú realmente comprendieras lo que es. ―¿Y qué es eso? ―Muerto. No muerto. Un vampiro. Jade mojó sus labios, viendo la elevación de las recargadas tumbas sobre el borde de los muros. Ella recordó cómo había sido, estar aquí antes de que... cuando ella había pensado que estaba soñando. ¿Pero había sido eso una realidad extraña? Realmente de hecho, ¿o en su mente? ¿Había visto ella querubines alados tratando de alcanzarla? ¿Ángeles que parecían volar...? ¡Confía en mí! Ella repentinamente oyó su voz en su mente. Las palabras fueron tan poderosas como si hubieran sido habladas en voz alta. Abrió la puerta del auto. Miró a Maggie. ―Estarás bien ―Le aseguró Maggie. ―¿Y por qué es eso? ―Él te ama ―dijo Maggie simplemente, entonces se estiró a través del coche para agarrar la manija de la puerta y cerrarla. Aceleró el coche y se fue. La oscuridad y las sombras estaban en todo el lugar. Jade entró en el cementerio. Este camino. Ella siguió la voz. Más profundo y más profundo en la sombra, la oscuridad, y la tierra de los muertos.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1155 Esta noche ella sabía que no estaba soñando. Caminó por los senderos de piedra, sobre los parches de césped, pedazo de vida y frescura tratando de sobresalir por encima de lo inanimado y lo muerto. Pasó una gárgola de alas enormes, un hermoso mausoleo familiar, luego otro y otro. Una gran tumba de Shriners, un pequeño monumento en América, dedicado a los italianos. Más profundo, más profundo en el cementerio. Y entonces lo vio. Estaba de pie delante de una sencilla y majestuosa tumba que había sido tallada generosamente, custodiada por dos leones alados a cada lado de las pesadas puertas. Las puertas estaban decoradas con vidrieras de colores, con escenas que representaban a San Jorge matando al dragón, y el renacimiento de Lázaro. Él vestía de negro, mezclándose con la oscuridad, procedente de la noche. Su camisa era un polo casual de manga larga, sus pantalones de mezclilla ajustados, y el corte a medida de su chaqueta parecía poner de relieve tanto su tamaño como su aura. No se movió, sino que esperó a que ella se acercara, apoyado en el pequeño muro donde descansaba uno de los leones. Se quedó de pie a cierta distancia de él, mirándolo fijamente. —Así que has venido —Dijo. Ella levantó las manos en el aire. —Me convocaste, ¿no? La estudió, luego movió la cabeza. —No, no lo hice. Estás aquí por propia voluntad. —¿Por qué estoy aquí? —Susurró. —Quería que vieras donde vivo o no vivo. Se levantó, caminando hacia ella. Ella quería salir corriendo, porque no quería creer. Pero más, mucho más, era lo que quería estar con él. —Ven. Te mostraré. —Se paró frente a ella y extendió una mano. Poco a poco ella la tomó. La noche pareció más oscura al instante. Sintió la electricidad en la mano. Fue como una sacudida radical a través de ella. La llevó hacia las escaleras. Su mente consciente se rebeló. La iba a meter allí, encerrarla con los muertos. No podía imaginarse estar con los cadáveres ahí. Las temperaturas se disparaban durante el día. A las tumbas que había en el suelo se les daba habitualmente un año y un día, dentro de ese tiempo, un cuerpo encerrado en un ataúd de piedra se desintegraría, como si se quemara, los huesos y restos de los ocupantes podrían ser empujados hacia atrás para caer en una especie de área de espera, por lo que un segundo cuerpo podía ocupar el lugar, no sabía lo que pasaba en los mausoleos. Seguramente eran más fríos. Los ataúdes se mantendrían a temperaturas más bajas, los cuerpos permanecerían... Era un mausoleo. Se resistió. Abrió una de las puertas con sus ventanas de vidrio. Una de las paredes estaba completa de tumbas. Había un altar en el centro de la sala, otra vidriera por encima de la siguiente: Cristo levantándose de entre los muertos. Había dos ataúdes solos a cada lado de la pared. Leyó el nombre DeVeau en el altar. —¿Familiares?—Susurró. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Sacudió la cabeza, sonriendo. —No hay un alma enterrada aquí. Están en las tierras de Escocia, todos ellos están vacíos. Con excepción de ese ataúd lleno de ropa. Trato de seguir el ritmo de la moda, ya sabes. Ella lo miró, luego caminó por la habitación, preguntándose si iba a hacer el idiota, tratando de levantar la tapa de un ataúd que podría haber sido sellado por el tiempo. El ataúd se abrió. Él no había mentido. Estaba lleno de ropa. —¿Y el otro? —Preguntó débilmente. —Tengo que dormir en algún sitio —Le dijo, acercándose a ella, levantando su barbilla. Debía de sentir la forma en que su corazón estaba tronando. Ella podía oír el golpeteo, parecía que su pulso se escuchara en el lugar entero. Era como si pudiera sentir su propia sangre circulando a través de ella. —Vuelvo cuando estoy agotado, débil. Cuando estoy herido y necesito recuperar mis fuerzas. Necesito la tierra del lugar en donde nací, y esta está siempre conmigo, donde quiera que vaya. Estaba sola con él ahí. Afirmaba ser un vampiro. ¿No estaba tentado? —Sí —Dijo él en voz baja. Sabía que no había hablado en voz alta. —Cómo no... —El libre albedrío —Le dijo. —¿Podemos irnos ahora? —Susurró. Tenía su rostro entre las manos, estudiando sus ojos. La noche casi había caído totalmente sobre ellos. No podía ver nada dentro de la tumba. Pero sabía que él podía ver. —¿Nosotros? —Sí. Si no tienes que quedarte aquí, ¿podríamos ir a mi casa? Él asintió con gravedad. —Por un tiempo. Luego quiero volver al hospital. Aunque no tienen que preocuparse en este momento. Sean traerá a tu hermana por la mañana con la primera luz. —Los amigos de Sean pueden realmente proteger a Rick y Liz? —Mejor que nadie. —¿Creen... —Ellos saben lo suficiente como para que esto no funcione —Dijo brevemente. —Pero tampoco están bajo ataque en este momento. —¿Cómo puedes... —Lo siento. —Por supuesto —Murmuró. Caminaron por el cementerio. No se levantó niebla esa noche. Las gárgolas y ángeles estaban en sus sitios y miraban la oscuridad con ojos en blanco. En la calle, pararon un taxi. En su casa, ella entró, esperó a que él entrara, y cerró la puerta. Apenas había hecho eso que ya la tenía en sus brazos. Su beso fue salvaje, febril, hambriento y húmedo, tan exigente. Su boca apenas la tocó, y ya se sentía débil, queriendo más de él. Pero se aferró a sus hombros, para alejarlo. —Yo no soy... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Tú lo eres todo. —Sus dedos pasaron por su pelo. —Lucian, ¡yo no soy quien una vez conociste! —Susurró —Yo soy sólo yo, Jade, Jade MacGregor, y... La abrazó contra él. —Te quiero mucho, señorita Jade MacGregor. Le tocó la mejilla con los nudillos, estudio sus ojos. Su chaqueta, y sus dedos fueron a los botones de la blusa, uno a uno, sus nudillos susurraban sobre su piel allí donde era descubierta inundándola en una piscina de sensaciones por donde la tocaba, las sensaciones se extendían como ondas por el agua. Ella ahuecó su mejilla con la mano, amaba la estructura de su cara, la forma en que sus ojos se posaban sobre ella. La blusa se deslizó por sus hombros y cayó al suelo, él la volvió, para abrir su sujetador. Levantó su cabello. Primero sintió el barrido cálido, sensual de su aliento contra su nuca, y luego su beso, líquido, caliente, un rastro de humedad refrescado por el aire alrededor de ellos, y que despertó todo lo demás. Su beso bajo a lo largo de su espina dorsal, y sus manos se posaron en la cintura de sus vaqueros, rodeándola para encontrar la cremallera en el frente y tirar de ella hacia abajo. La acarició abajo y más abajo por su abdomen, empujando sus pantalones. Ella gimió cuando la presión de su toque trajo un nuevo palpitar en su centro. Se volvió en sus brazos, saliendo de sus bragas y los pantalones, sintiendo la dura longitud de su cuerpo, caliente contra el suyo. Ella miró a sus ojos de nuevo, y lo besó, y el beso parecía tocarla en todas partes, y por todas partes se volvió líquida y débil, y cuando la levantó, ella no quiso nada más en el mundo. Estaba en su casa, en su dormitorio, el amante perfecto, arrogante y tierno, sabiendo dónde y cuándo tocar, provocando, despertando, sin vacilar, siempre pidiendo más. Ella se maravilló de la sensación de su carne, el movimiento de sus músculos debajo de su mano, la delgadez de sus caderas, la dureza de su tamaño. No quería más preguntas esa noche, no quería recordar... o sentir el miedo. —¿Estamos seguros... de ellos? —No creo que vayan a hacer un asalto directo —Le dijo. —Pero... —Puedo sentir cuando se mueven —Le dijo. Cerró los ojos. ¿Podría ser verdad? Ella no podía sentir nada más que a él, y no quería nada más... Se levantó sobre ella, entró en ella, se convirtió en parte de ella. Era un fuego, y se quemaba en él, y en ese momento creyó en la magia. —¡Id a por él, encontradlo! Tened cuidado, no de Jade... de él! Desde algún lugar de su sueño, ella podía escuchar a la gente. La voz sonaba como de Renate. —¿Lo hace? ¿Estás segura? ¿Danny? —Sí, no queremos mear al lado de un vampiro, Renate. Eso fue Matt?

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Jade se despertó, sorprendida de los susurros que estaba oyendo, pensando en un primer momento que estaba soñando. Sus ojos se abrieron de golpe. Habría gritado si no estuviera tan sorprendida. La primera luz del alba empezaba a deslizarse en su habitación. Suficiente para que pudiera ver. Renate, Danny, y Matt estaban alrededor de su cama, con palos grandes en sus manos, las miradas fijas en ella. —Él no está aquí —Exclamó Renate. ¿Palos? ¡A que estaban jugando! Jade voló, agarrando las sábanas sobre su pecho, buscando desesperadamente a su lado. Renate había dicho la verdad. Lucian no estaba allí. Ella se quedó mirando el trío dando vueltas alrededor de su cama. —¡Qué diablos están haciendo los tres aquí! —Exclamó. Renate se sentó en el extremo de la cama, suspirando en voz baja. —Lo hemos perdido. Ya te dije que esperamos demasiado. —¡Renate! —Dijo Jade con un borde de advertencia. —Jade, querida, estás durmiendo con un vampiro. Matt se ruborizó. —Mira, yo, eh, realmente lo siento, Jade. Renate insistió en que viniéramos. —No habría venido si no fuera por la foto del libro —Dijo Danny. —Vamos a ayudarte a matarlo —Dijo Renate. —Vas a tener que estar mucho más preparada que el infierno si quieres matar a un vampiro. Jade quedó sin aliento. Lucian había regresado. Derecho, duchado, vestido, su pelo negro alisado hacia atrás, su camisa a medida impecable, se apoyó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, sus ojos de ébano llenos de diversión. Renate saltó a sus pies, el palo en alto. Lucian apenas pareció moverse. Pero estaba delante de Renate, entonces se apoderó del palo y lo rompió con su rodilla. Matt y Danny tiraron al instante sus palos, retrocediendo. —Nunca dudes ante un vampiro —Dijo Lucian a Renate. Renate lo miró fijamente. Un pequeño suspiro se le escapó. Sus ojos se agitaron. Luego cayó en un charco a sus pies. —¡Se ha desmayado! —Exclamó Matt. Comenzando a acercarse a Renate. Lucian levantó una mano. —Permítame —Dijo en voz baja, y levantó a Renate, y la puso en un cómodo sillón de respaldado ancho cerca de la ventana del balcón. —Hay amoníaco bajo el fregadero —Dijo Matt rápidamente. —Ella está bien, ¿no? —Murmuró Jade. —Ella va a estar bien —Dijo Danny —Reconozco un cadáver cuando lo veo. —Miró con atención a Lucian. —Uh, por lo general —Dijo torpemente. —Quiero decir, lo siento… Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Matt estaba de vuelta, agitando el amoniaco bajo la nariz de Renate. Volvió en sí, miró a Lucian de pie sobre ella, y se dejó caer de nuevo en la silla. —Disculpen, muchachos —Dijo Jade con un suspiro. –Encárguense de Renate. Voy a darme una ducha rápida y... ponerme un poco de ropa encima, ¡si no os importa! Danny y Matt se veían sofocados... y con miedo. Había llegado casi al cuarto de baño, envuelta en las sabanas. —Jade —Dijo Matt. Ella se detuvo, mirando para atrás. —Estás saliendo con un vampiro. —¡Ya lo sé! Pero está todo bien. No les hará daño —Le aseguró, y apretó el paso hacia la ducha.

Cuando salió, estaban todos sentados alrededor de la mesa de la cocina. Alguien había preparado café. —Tiene que haber una manera de averiguar exactamente quién es ella —Estaba diciendo Renate. Parecía mucho mejor, totalmente a cargo de sí misma, y de la situación. Jade se sirvió café. Lucian estaba sentado en una de sus grandes sillas tapizadas. Ella se sentó en el borde de la misma. Él ausentemente puso su mano en su espalda. Se trataba de un gesto íntimo y doméstico, y se sentía muy completa por ese simple toque. Como si ella le perteneciera. —Sé exactamente lo que es ella —Dijo Lucian a Renate. —El mal. —Lucian nos lo ha contado —Explicó Matt, sacudiendo la cabeza con admiración —¿Quién hubiera imaginado... ? —No se —Renate le recordó. —¡Tu no quisiste creerme cuando yo tenía las pruebas justo debajo de tu nariz! Lucian miró a Jade. —He estado tratando de explicar a tus amigos que tienen que mantenerse al margen de esto. Nunca es tan simple como encontrar a un poderoso vampiro durmiendo a las horas de luz, y penetrar rápidamente su corazón con una estaca. —Pero los vampiros pueden ser asesinados —Dijo en voz baja. Él asintió con la cabeza. —Bram Stoker —Dijo Matt de repente. —¡Todo el mundo ve películas en estos días, pero pocos se preocupan por leer! Drácula no es asesinado con una estaca al final. Se le corta el corazón, y le cortan la cabeza. —Miró a Lucian —Es por eso que la cabeza del chico estaba casi fuera en ese accidente. Excepto... bueno, Sofía lo chupó hasta dejarlo seco. Así que ¿por qué tomar su cabeza? —Porque él no significaba nada para ella. Nada más que venganza, y una comida. —Pero ella lo ha matado. Y ella es un vampiro. Entonces ¿por qué destruirlo de manera horrible —Preguntó Danny. —Piensa en ello. Hay leyes, leyes no escritas, el mundo natural se rige por ciertas leyes —Dijo Lucian. —No podemos crear más de dos de nuestra propia especie en un siglo. Si no hubiera leyes, imagina. Habría cada vez más y más vampiros... —Y al final no habría gente... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—Y tampoco mamíferos, nada —Dijo Lucian. La sala quedó en silencio. Lucian levantó las manos. —No deben involucrarse. Ha sido maravilloso que trataran de proteger a Jade de mí. Pero no pueden estar involucrados. Sólo los hará susceptibles. —Pero ahora sabemos lo que quieres decir —Dijo Danny. Lucian sonrió. —No, no. No pueden ni empezar a imaginar lo que está en contra. —Lucian, honestamente, podemos ayudar. —Miren, les agradezco su esfuerzo. Aprecio el hecho de que ya no deseen estacarme, decapitarme, y reducirme a cenizas a mí. Pero no son policías o soldados, son... ¡escritores! — Terminó, un poco sin convicción. —Disculpa, ¿no te has enterado? La pluma es más poderosa que la espada —Dijo Matt. Lucian hizo una mueca. —Me temo que he visto en numerosas ocasiones que no es necesariamente así. —Leemos, Lucian —Insistió Renate. Lucian se miró las manos y suspiró. —Miren, no van a ir en contra de algunos novatos, sedientos de sangre en una búsqueda difícil de controlar. Ella es antigua. Ella tiene poderes... Se interrumpió de repente. —¿Qué? —Le preguntó Jade. —Ella debe tener el medallón. Renate saltó ante eso. —¿Qué medallón? ¿Qué es? Él negó con la cabeza. —Hace años... A veces había ventajas de ser un no muerto. Por ejemplo, cuando el Conde Brus primero cabalgó por el norte de Escocia. Era el hombre más egoísta, arrogante, y convencido de su propia magnitud en la tierra que cualquier otro, incluso entre la aristocracia. Ejerció la crueldad en sus fincas en el sur de Inglaterra, hizo la guerra a los señores de la frontera, y llegó al norte de Escocia, donde el astuto rey de los escoceses luchó para defender a su país de las garras de gran alcance de Guillermo el Conquistador, y sus descendientes de Noruega a quienes les dejaría sus vastas propiedades. Fue una época en que los hombres estaban en deuda con sus clanes. Cuando un hombre como Brus gobernaba a su familia como él quería. Por aquel entonces, su banda original de vikingos se había disuelto. Sólo Wulfgar se había quedado con él, porque la enfermedad que lo había reclamado a una edad temprana había causado que finalmente Lucian le concediera el don o maldición que había cambiado su propia existencia. Se había prometido a sí mismo que no iba a crear más de su propia especie, nadie más que sufriera la sed de sangre, el miedo a la debilidad por culpa de la luz, a evitar el sol, abandonar el mar. Wulfgar había permanecido leal a través de las décadas. Ellos habían viajado, viendo Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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mundo, pero siempre alegando parentesco con la familia Deveau, un nombre que se mantuvo en el área sin alteraciones, aunque una gran mayoría de nombres normandos, franceses, flamencos y nórdicos habían comenzado a mezclarse con los escoceses, debido al gran numero que había llegado. Con un rey de lengua francesa sentado en el trono inglés, poco importaba. Pero mientras que Escocia luchaba por crear y mantener su independencia, señores normandos invadieron desde el sur, en ocasiones los vikingos todavía atacaban desde el norte. Y en el país, los señores luchaban por argumentos más mezquinos, por la tierra, por las riquezas. Brus se estableció cerca de Edimburgo, alegando que la tierra se le debía, cortando la cabeza del dueño, y aumentando el enorme castillo de piedra que ya había comenzado. Señores vecinos trataron de luchar contra él; grandes clanes de las Highlands vinieron a las tierras bajas para conquistarlo. Su poder parecía mayor que el del rey. Entonces Justin de Ayr, un sacerdote, llegó a Isla de los Muertos de Lucian. Llegó solo, un joven de vestiduras y con su propio poder. Levaba una bolsa de cuero con monedas de oro y la puso delante de Lucian. —He oído lo que eres. —¿Y me traes oro, en lugar de venir a destruirme? ¡Qué extraño! ¡Un hombre de vestiduras! ―Se burló Lucian. —Hay una cruz de madera sobre una repisa en la parte trasera de su casa —Señaló el sacerdote. —Mi esposa está enterrada allí. El sacerdote de repente sonrió. ―Dicen que había un hacendado, cerca de aquí, que perseguía a la gente pobre que se llevaba sus ciervo, y los miraba ahogarse hasta morir, mientras los ahorcaba. El hombre desapareció cuando usted regresó del extranjero. Lucian se encogió de hombros. —Lo asé y me lo comí —Mintió con ironía. —¿Vais a hacer lo mismo con este Brus? El sacerdote habló esa noche. Habló y habló. Brus tenía un extraño poder. Sus propios parientes le tenían miedo. Los guerreros que lo asediaban aparecían mutilados y decapitados en los campos de batalla al día siguiente. Los hombres valientes huían de él. Y allí donde llegaba, en los pueblos cercanos, se hacían sorteos, las mujeres jóvenes eran elegidas así para ser entregadas a Brus e ir a su castillo. Se decía que había tomado una esposa, o que tenía una hija propia, una mujer que le daba su poder, y exigía la vida humana como pago. Se bebía la sangre, y se bañaba en ella. —¿Y cómo te involucraste en esto? —Le preguntó Lucian con cuidado. Había temido que Sofía hubiera sanado, que estuviera de vuelta. Había mucha muerte y crueldad en el mundo, pero pocos casos eran tan oscuros como este en la propiedad de Brus. Y pocos alteraban a Lucian, lo despertaban incluso cuando estaba cansado, harto de sangre, de su sueño a mediodía. El joven sacerdote lo miró. —Llegué a casa de una peregrinación para encontrar que mi hermana había sido tomada. Lucian miró a Wulfgar. Al día siguiente, viajaron con el sacerdote.

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En las paredes de la casa de Brus, sintió una ola casi abrumadora de poder cuando este pasó sobre él. No podía entrar sin ser invitado. Podía esperar fuera al siguiente grupo de guerreros valientes y tontos como para intentar un asalto sobre Brus, pero el sacerdote estaba desesperado, rogando porque aún pudieran salvar a su hermana. Vigilaron la puerta por parte de la noche. En la madrugada Lucian vio a una mujer con ropa hermosa, con una capa de seda y pieles, montando fuera del patio sin compañía. Él la siguió. Llegó a un claro, desmontó de su caballo, se sentó sobre un tronco, y lloró. Se acercó a ella. Ella gritó y saltó a su llegada, se aferró a un árbol con fuerza. —Me advirtieron que no saliera, que iba a ser presa de nuestros enemigos. —Ella tomó nota de la enorme espada colgando de la funda a su lado. —Me advirtieron que todos los de la familia Brus se encuentran en peligro. —Bajó la cabeza. —Por el pacto con Satanás que hemos hecho. Caminó hacia ella, le levantó la barbilla. —¿Satanás? —Volvió a preguntar. —Es la nueva esposa de mi padre. La llaman una Brus. No lo es. Es un engendro del infierno. Lo que se dice es verdad. He oído a las chicas jóvenes gritando... —Invítame a entrar —Le dijo. —¿Puede detenerla? Mi padre te va a matar. Y hay un hombre con la mujer que cumple sus deseos, que comparte su... libertinaje. Duerme con ella también, y ambos se ríen, y a mi padre no le importa. —Invítame a entrar. —Vais a morir. —Voy a correr ese riesgo —Dijo con sequedad. —Estimado señor, quienquiera que seáis, si podéis parar esto... Él montó de nuevo con ella, deteniéndose junto a Wulfgar y el sacerdote. Ya era de día. No era el momento de todo su poder. Pero tampoco era el momento de toda la fuerza mortal de Sofía. Sin embargo, ella lo sabía. Ella sabía que iban a ir. Estaba en la gran sala con el terrateniente cuando entraron, e inmediatamente se puso de pie, llamando a los soldados. —¡A por él, matarlo inmediatamente! Y los hombres se abalanzaron sobre él. Lamentó tener que matarlos, pues eran sólo unos tontos a sus órdenes. El sacerdote estaba junto a la puerta. Él y Wulfgar, espalda con espalda, se enfrentaron con cada hombre, ya que se dirigían a él. —¡Su cabeza, estúpidos! ¡Cortadle la cabeza, sacarle el corazón del cuerpo! —Gritó ella. Luego Darian vino hacia él, Darian que nunca aprendía sus lecciones. Pero Darian se había saturado de sangre en los últimos meses. Sus espadas comenzaron a chocar como un trueno en la sala. Caminaron por las escaleras, saltaron sobre la gran mesa, trataron de echarse el uno al otro sobre el fuego. Lucian fue herido en el brazo, su cintura se vio afectada cuando cortó a Darian profundamente en el muslo, luego atravesó su pecho con su espada. De repente Sofía dejó escapar un sonido como el llanto de un gato, un alma en pena, y voló hacia adelante con una potencia asombrosa, una espada en la mano. Ella se movió una y otra vez, sin cansarse. Cuando Darian lo había atacado así, Wulfgar se unió a la batalla. Sofía era como un torbellino. Lucian Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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apenas podía ver nada más en la habitación, él estaba ocupado luchando contra Sofía. Su poder era asombroso. Él no atacaba, sino que se estaba defendiendo. La había cortado varias veces, ella no parecía darse cuenta, no titubeó. Ella luchaba con facilidad. Todavía llevaba el colgante. Sus dedos se cerraron alrededor de él. Hubo un grito, y él se volvió y vio que Wulfgar había caído de rodillas. —¡Hazlo! ¡Su cabeza, córtale la cabeza! —Exclamó Sofía. No fue Darian quien dio el golpe final. Sofía impulsó a uno de los hombres de Brus. La cabeza de Wulfgar fue separada rápidamente de sus hombros. El tipo de Brus era un excelente espadachín. No un hachazo... Sólo un golpe limpio. Y Wulfgar estaba muerto. El sacerdote se apresuró a él, rezando sobre el cuerpo. Sofía empezó a cacarear. —¡Oh, santo Padre, es uno de los condenados! ¡Él va a descansar en el infierno, y yo le permitiré reunirse con él allí! Ella se dirigió hacia él. Lucian llegó a detenerla. Sus dedos se enredaron en su pelo y en la cadena de oro de la botonera. La arrancó de su cuello con un buen puñado de pelo. Se giró sobre Lucian, gritando: —¡Devuélvemelo, devuélvemelo! Miró el poder en su mano. Sentía el objeto ardiendo. Miró a Sofía. Ella estaba rabiosa contra él, sus dedos arañando, lagrimas en sus mejillas. Él agarró el colgante, y golpeó a Sofía con su espada. La cortó desde la garganta hasta la ingle. Ella dejó escapar un sonido distorsionado y se volvió. —Darian —Exclamó. Ella era real, era niebla. Tropezó desde el castillo. Trató de perseguirla. Tropezó y cayó. Él volvió a pensar que por fin, podría haber muerto. Pero se despertó en el castillo, y le dijeron que habían encontrado a Sofía, y el sacerdote había dicho una oración, y que había sido sepultada debajo de plomo, y no podría salir de nuevo. Se fue a su cripta. Las antiguas leyes decían que no podía entrar en su tumba y arrancarle la cabeza del cuerpo. Los hombres de Brus estaban todos asustados de ella. Ellos no lo harían. El sacerdote estaba convencido de que ella se había ido. Su ataúd de plomo, una gran cruz de plata asegurando la tapa. Ella no podría levantarse. El medallón que había cogido. Era de oro, con una extraña insignia grabada en el. La imagen de un gato estaba sobre él, los ojos eran de ébano. La primera noche que durmió con el medallón se despertó con un hambre delirante. Todavía estaba en el castillo de Brus. Una doncella entro en su habitación y saltó hacia ella, y casi rasgó su garganta con la intención salvajes de... Pero se vio. Vio su reflejo en un escudo en la pared. Vio el horror de su propio reflejo, la saliva goteaba de sus colmillos.

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Echó a un lado a la criada, asombrado de su propia fuerza. Fue a ayudarla a levantarse, ella le tenía terror, y empezó a gritar. Era el medallón, pensó. Le daba una fuerza superior, pero se alimentaba de su hambre y su crueldad. Un ejército de hombres de Brus estaba de pie ante él, mirándolo con horror. —¡Necesito el cuerpo de Sofía! —Gritó. Era necesario que el medallón fuese enterrado. Sofía debía ser destruida. —¡Ella se ha ido, ella se ha ido, está enterrada, no se levantará otra vez! —Le dijo Lady Gwendolyn, hija del castillo. Sin temor, ella vino a él. —Vamos a enterrar su talismán del mal. Los restos extrañamente descompuestos de Wulfgar le esperaban. Él llevó a su viejo y querido amigo hacia la mar, y en un féretro construido para él, le prendió fuego y lo arrojó a las olas. Antes de hacerlo resbaló el medallón en lo que quedaban de las manos de Wulfgar. Debería haberse quemado, fundido... Y caído al fondo del mar.

Lucian terminó su historia y miró a su alrededor. Todos habían caído en un silencio mortal, como si estuvieran hechizados. A continuación, Renate se aclaró la garganta. —¿Qué pasó con la hermana del sacerdote? —Ella fue encontrada. Había sido mantenida con otras chicas en una celda debajo de la gran sala. —¿Viva? Dudó. —Viva. Perdida, cambiada. Fue a vivir con las monjas en Reims. —Qué triste. —Mucho —Coincidió Lucian. Se inclinó hacia delante. —Pero debo advertirles... no todo en mi propia existencia ha sido siempre ejemplar. Renate optó por ignorarlo. —¿Y la señorita Gwendolyn? —Un final feliz. Unos años más tarde se casó con un miembro de la familia de Andrew de Moray. —Unos años más tarde —Murmuró Jade, mirándolo. —Sí, unos años más tarde —Respondió. —Pero ahora —Dijo Matt grave —¿crees que Sofía tiene el medallón de nuevo? Lucian se encogió de hombros. —Ella salió de una tumba de plomo, y ha tenido fuerza para matar a todo el mundo. Yo diría que ha tenido un poco de ayuda. —Darian. —Obviamente, él está con ella. —¿Y ella llevaba el medallón? —Preguntó de repente Jade. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Él negó con la cabeza. —No sé. —Hay cosas que podemos hacer —Insistió Renate. –Haz un dibujo del medallón para nosotros. Lo encontraremos. —¿Cómo? —El progreso y la tecnología —Dijo Renate feliz. —Quiere decir que vamos a buscar en Internet —Le dijo Matt. —Y tenemos que ir al hospital —Dijo Jade. Lucian miró lentamente de Matt a Jade, y asintió con la cabeza. —Para el hospital.

De su padre, que parecía muy confundido, Jade se enteró de que Mike Astin el guardia de la puerta de Liz había sido sustituido por Sean Canady. Liz estaba mucho mejor, pero probablemente debían mantenerla unos días más en observación... ya que había estado tan cerca de la muerte. Él había conocido a Maggie Canady, que había llegado con Sean. Había visto a Shanna sólo unos pocos momentos, porque había decidido ir a buscar a los gemelos y traerlos de vuelta a la casa de Canady, y dejarlos allí con el pequeño de los Canady, Brent. —¿Ha ido Shanna por los chicos? —Maggie Canady dice que los invita a que permanezcan en su casa, aparentemente es enorme. —Lo es. —Y está bien equipada para los niños pequeños. —Pero ella está aquí, ¿y Shanna se encuentra en su casa? —Así es. —¿Dónde está Maggie? —En este momento no estoy seguro. Sean Canady vino y le dijo a Mike Astin que se podía ir, y ha estado en la puerta de Liz desde entonces. Yo no sé por qué Canady siente que tiene que estar de guardia así —Dijo su padre, sacudiendo la cabeza con preocupación. —Bueno, papá, nunca está de más —Trató de decir casualmente. Lucian estaba hablando con Liz. Su padre lo miraba con recelo. —Lo está haciendo muy bien, pero todavía no recuerda lo que pasó. Algo sobre el hombre del cable, pero —Se interrumpió, negando con la cabeza otra vez, como perdido. —Pero, ¿qué, papá? —Ellos no enviaron a nadie ese día. Supongo que la fiebre era rabiosa, no sé, pero estoy molesto. Debería haber estado en casa. He pasado mi vida tratando de no dejar que el trabajo fuera todo. Cuando tu mamá estuvo muy enferma, me di cuenta que el tiempo y la gente son preciosos y efímeros. Debería haber estado en casa. Yo no estaba. —Papá, no trabajas demasiado, eres un buen padre para nosotros, eres un buen marido para Liz, y un buen padre de los gemelos. Liz está haciéndolo bien. —¿Sabes lo que no puedo entender?

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—¿Qué? —¿Quién llamó al 911? —Tuvo que haber sido... uno de los vecinos. —¿Desde mi casa? —Dijo con escepticismo. —Papá, realmente, ¿qué importa? Alguien llamó y vino ayuda, y Liz se va a estar bien. —¿Crees que ella se imaginó al hombre del cable? Tal vez alguien entró, tal vez estaba en peligro real... —Papá, ella está aquí. ―Él asintió con la cabeza, lo besó en la mejilla —Voy a subir y ver cómo está Rick. —Jade. —¿Sí, papá? —Sabes lo mucho que significas para mí, ¿no? Te amo y a tú hermana. No te puedes imaginar cuánto. —Papá, lo sabemos. Dudó. Parecía muy cansado y muy preocupado, como si supiera que algo estaba pasando. Y que era incapaz de detener las fuerzas a su alrededor. —Papá, Shanna y yo estamos encantadas de que encontraras Liz, y que tuvierais los gemelos. Y nosotras también te queremos, con todo nuestro corazón. —Sus ojos estaban aún en los de ella, como si esperara ver las respuestas que no podía empezar a darle. —Va a estar bien —Dijo. Hubo mucha fuerza en su voz, y eso era extraño, ella se sentía muy floja. A continuación se las arregló para salir de la sala rápidamente, antes de que pudiera detenerla de nuevo, y antes de Lucian pudiera detenerla, o unirse a ella. Ella le dijo a Canady a dónde iba, y tomó el ascensor hasta el piso. Encontró a Maggie Canady. Había tomado el lugar del policía que había estado observando la puerta de Rick. —¿Cómo está? —Preguntó Jade. —Bien. Ha estado entrando y saliendo de la conciencia, pero lo está haciendo mucho, mucho mejor. Vamos a verlo. Si sus ojos están cerrados, trata de hablar con él. Los médicos dicen que es importante. —Gracias. Maggie, Shanna y los gemelos están bien, ¿no? —Muy bien. Tienen una casa llena de Barney, Disney, y Pokemon, Lego, Fisher Price... lo que sea. Shanna está muy bien, y los chicos están bien. Y voy a volver y ocupar su lugar unas horas para que pueda venir a ver a su madrastra. —Gracias de nuevo. —Ve a ver a Rick. Jade asintió con la cabeza y fue a la habitación. Rick se veía bien. Su color era sonrosado. Parecía respirar con facilidad. Su monitor cardíaco mostraba una delgada línea casi perfecta con unos pocos bips. Se sentó a su lado y le tomó la mano. No importaba lo que hiciera, en esos días, parecía estar siempre cansada. Sostuvo su mano entre las suyas y apoyó la frente sobre estas. —Oye, niña —Oyó.

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Su voz era ronca y áspera, poco más que un susurro. Él sonrió, tratando de levantar la cabeza, y luego renunció a ese esfuerzo. —¡Rick, gracias a Dios! Se puso de pie y le besó la frente. Cerró los ojos otra vez. —Gracias por estar aquí, Jade. —Bueno, por supuesto —Murmuró ella, sonando un poco torpe. —Realmente nos asustaste. —Creo que tenía miedo, también. No me acuerdo. —Tuviste una fiebre horrible. —Oí que tu madrastra está aquí. —Sí. —Deberías estar con tu papá. —Yo estaba con él. Liz lo está haciendo realmente bien. Le alisó el pelo hacia atrás, mirando su pálido rostro, todavía hermoso, y sus honestos ojos azules. —Rick... Él sacudió la cabeza, apretando sus dedos, su agarre débil. La miró a los ojos. —Está bien. No tienes que decir nada. —Pero lo tengo que hacer. Yo... —No estás enamorada de mí —Dijo en voz baja. Incluso amablemente. Ella se asustó tanto por sus palabras que se quedo en silencio durante varios segundos. —Rick, lo siento mucho... —No, no, está bien. Sé lo que quieres. Pero Jade... —Vaciló, y luego le dijo. ―Justamente ahora... con esta fiebre, bueno, yo estaba teniendo unos sueños muy extraños. Y tú no aparecías en mis sueños. Ella sonrió. —¿Ah, sí? —Un sueño es un sueño, pero fue esa mujer que conocí, y era ella la del sueño. Y yo estaba pensando... bueno, infierno, la gente tiene fantasías en la vida, las tienen antes del matrimonio, las tienen después. Al final, tristemente, todos somos animales, pero... entonces me di cuenta, tú no sientes amor por mí. Simplemente no. —Rick... —Comenzó, pero luego se dio cuenta de que estaba mirando más allá de ella. —Yo conocí a esa mujer. Por casualidad, le di unas direcciones. Pero ella es con la que yo estaba soñando, Jade. Si eso te hace sentir mejor. —Rick, Lamento todo esto. Eres una gran persona. Se dio la vuelta rápidamente. Ella no lo había oído, pero Lucian estaba allí. Rick le miró de frente. —Rick, este es Lucian DeVeau —Dijo Jade. —Lo conocí en Escocia. También es un amigo de los Canady. Rick ofreció una mano inerte a Lucian, pero luego dijo: —Yo te conozco de algún lado. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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—He estado aquí un par de veces con Jade —Dijo Lucian. Rick sacudió la cabeza. —No... Es extraño... Tengo la sensación de que te conozco de algo. ¿Vives en Nueva Orleáns? —Tengo una casa aquí —Dijo Lucian vagamente. —Tal vez sea eso. Tal vez nos hemos cruzado, caminando alrededor de la plaza Jackson, beber una cerveza o dos en un bar cualquiera. —Tal vez. ¿Cómo te sientes? —Bastante bien. Débil como un gatito, pero por lo demás muy bien. Esta cosa mala en la sangre. Pero me han inyectado esas cosas de color rojo, y parece que funciona. Lucian asintió con la cabeza, luego miró a Jade. —¿Crees que podría hablar con Rick un momento a solas? Ella se sorprendió, no estaba del todo segura de querer que los dos hablaran a solas. —Lucian, Rick no está bien... —Y él no es tonto, sabe el resultado. Rick de repente apretó su mano. —Estoy genial, Jade. En serio. Salió de la habitación. Maggie estaba en el pasillo. —Ya sabes, todos son mierdas, y eso es simplemente la manera en que es. —Maggie sonrió. —¿Los hombres? —Ya lo creo. —Ella se encogió de hombros. —Bueno, supongo que sienten que todas somos una manada de arpías. —¡Me ha involucrado en todo esto! —Explotó Jade. —Estos son mis amigos, y... —Hay mucho en juego —Dijo Maggie en voz baja. Jade bajó la cabeza. —Creo que necesito un poco de café. ¿Le dirás Lucian que estoy en la cafetería? No, no importa, él lo sabrá, ¿lo hará? —Va a ser capaz de encontrarte —Dijo Maggie. —Hmm. Bueno, ya sabes, tal vez no debería ser capaz de encontrarme. —Regresó a Maggie, no del todo segura de por qué ella estaba tan molesta. —Porque ¿sabes qué? Tal vez me parezco a su Igrainia, pero yo no soy ella. ¡No soy la reencarnación de un maldito selkie! No lo soy. Así que si está buscando a otra persona... Maggie esperó, escuchando, permitiéndole escupir su rabia. —¡Yo no soy un pez! —Repitió Jade. —El café en la cafetería está recién hecho —Sugirió Maggie. Jade suspiró. —Gracias. —Después de un momento, añadió: —¿Maggie? —¿Sí? —Lo siento. —Está bien —Dijo en voz baja.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1166 ―Demonios, pero tengo la impresión de que eres alguien que conozco realmente bien, —dijo Rick todavía estudiando a Lucian. Lucian se encogió de hombros. ―¿Quién sabe? ―¿Fuiste a la escuela de aquí abajo? Digo, obviamente eres de algún lugar distinto, pero…ese no es un acento francés, ¿verdad? ―Continental, supongo —dijo Lucian. ―Nací en Escocia, pero pasé un número de años en Francia. París es una gran ciudad. ―¿Sí? Tal vez lo veré un día. ¿Así que, que sucedió? Estaba pasando algo en Europa, estabas por ahí durante toda la cosa de Escocia, corriste hacia Jade, y, aparentemente, saltaste sobre sus huesos. ―Realmente no es nada como eso, dijo Lucian. Pero Rick alzó una mano, interrumpiéndole. ―Qué voy a hacer, ¿intentar salir arrastrándome de la cama y patear tu culo? No hoy. Pero estoy todavía loco por jade…ella es una gran persona…así que si tienes la intención de lastimarla… ―Intento ayudarla. Y esto va a sonar extraño, pero necesito saber de la mujer que conociste. ―Sólo me acosté con ella en mis sueños. ―¿Estás seguro sobre eso? ―A menos que ella realmente flotara a través de mi ventana. ―¿Me podrías contar sobre ella? ―Cabello oscuro, montones de él, profundamente negro y piel pálida, en realidad sorprendente con ese pelo, la hacía verse aún más exótica…Pechos hasta las cejas. Digo la dama tiene pechos. Y cintura. Grandes caderas. Todas las cosas de las que está hecha la fantasía…razón por la cual supongo que fantaseaba sobre ella. Trabaja con niños, familias, drogas…Supongo que estoy familiarizado con la psique humana, y eso parece ser la mejor forma en la que puedo analizar a mí mismo. ―¿Tenía un nombre? ―No es que ella me lo diera. ―¿Cómo estaba vestida? ―No estaba vestida. Olvidas la naturaleza de la fantasía. Lucian negó con la cabeza. ―Creo que tu mujer de fantasía podría ser real. Ella suena como a alguien que sé que está probablemente aquí en Nueva Orleans. ―¿Oh, sí? Si la encuentras, envíala adentro. Solía tener a una chica. No la tengo ya más. Por primera vez, sonó amargado. ―Realmente lo siento. ―Te creo. Pero, simplemente todavía es extraño. Estaría más furioso contigo si no pensara que te conocí en alguna parte. Por supuesto, si hubieras sido un amigo, lo que hiciste apestaría más. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Rick, dices que esta mujer estaba desnuda. Me puedes decir, sin embargo, si llevaba joyería, ¿un relicario de cualquier clase? Rick pensó acerca de eso por un momento. ―No. ―¿Estás seguro? ―Seguro. ―¿Cómo estás tan seguro? ―Ella estaba desnuda en mi sueño. Y realmente estudiaba su pecho. Si hubiera tenido un relicario colgando allí, lo habría visto. Pero era una fantasía, ¿así que qué diferencia infernal hace eso? ―Podría ser realmente importante. Gracias por tu ayuda. ―Cuando quieras. Hasta la vista, mi nuevo amigo…o mi viejo amigo, lo que sea que puedas ser. Él sonrió abiertamente, entonces respingó. ―Hombre, sería agradable tener algo de fuerza de regreso. ―Vendrás, —le dijo Lucian. Dejó a Rick. Mientras lo hacía, vaciló y volvió la mirada atrás. Entonces continuó. Maggie estaba en el vestíbulo, esbozando. Sus diseños de moda eran en verdad únicos; Las mujeres venían a Nueva Orleans solamente para ir de compras a su tienda de modas. ―Bonito, —dijo. Ella levantó la mirada. ―¿Crees que él va a estar bien? ―No sé. Espero que sí. ―Sólo recuerdo años atrás…lo contaminado y terrible que el viejo general se volvió, matando a todo el mundo. Lucian, si alguien como Sophia infectara la sangre… ―Sophia me lo hizo, —le recordó. Ella asintió con la cabeza. ―Tenía estas terribles imágenes de un policía volviéndose loco. ―Oye, —él dijo repentinamente. ―¿Te recuerda ese policía a alguien? Ella negó con la cabeza lentamente. —Nadie que conozca. ― Pero tú crees…en la reencarnación de las personas, —dijo encorvándose sobre su silla. Ella sonrió. ―Sabes que estoy convencida de que conocí a Sean antes. Pero debería advertirte, Jade estaba muy molesta. Ella me dijo muy claramente que no era una… Maggie se interrumpió, determinada a no herir sus sentimientos. ―Ella me dijo que no era Igrainia. ―¿Cómo sabe ella lo de Igrainia? ―Podría haberla mencionado, —murmuró Maggie. Él se levantó. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Iré a hablar con ella. Temía que Rick no me dijera lo que quería saber si ella estaba allí. Maggie arqueó una ceja. Él negó con la cabeza. ―Sophia no lleva puesto el talismán, pero sé que lo tiene. Ella está recuperando su fuerza: Lo está usando para sanar a Darian cuando es herido. Tengo que encontrarlo de alguna manera. ―¿Está en Nueva Orleans? ―No lo sé. Jade está en la cafetería, —dijo Maggie. Lucian negó con la cabeza después de un momento. ―No…Ya no. Ha ido a la capilla, pensando que no podré seguirla.

La capilla era moderna y universal. Los pisos eran blancos; Los bancos eran cafés. Había un vitral abstracto, y un altar simple. Jade estaba medio sentada, medio arrodillada en el primer banco, clavando los ojos en el altar. Había orado por Liz, por Rick. Y por ella. O lo había intentado. Había perdido el rastro de su oración; su mente estaba sólo yendo en círculo tras círculo. Estaba alarmada cuando Lucian se sentó al lado de ella. ―No pensé que pudieras venir aquí. Él se encogió de hombros. ―Algunos pueden. Ella asintió con la cabeza después de un momento. ―Oh, ya veo. Eres un vampiro bueno, ¿verdad? Él negó con la cabeza. ―No, no soy un buen vampiro. Te he dicho…que he tenido mis momentos de violencia extrema y…crueldad. ―Pero estás aquí dentro. ―Quizás porque creo en Dios, —dijo simplemente. ―Debe haber alguna parte donde no puedas llegar. ―No puedo entrar en la casa de alguien o en su vida sin ser invitado. ―¿Te invité? —ella lo puso en duda. ―En voz alta, —le aseguró. Ella apartó la vista de él. ―¿Qué pasará si Liz o Rick mueren? —preguntó. Él vaciló. ―Ambos están bien. ―Pero han sido atacados, ¿verdad? Digo, obviamente no estaba segura de creerte todo esto al principio, pero…por esto es que los revisaste a ambos…por marcas de colmillos, ¿verdad? ―Sí, —dijo rotundamente. ―Si esa es la manera en la que quieres ponerlo.

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―Si ellos murieran, —preguntó severamente. ―¿Se convertirán en asesinos rabioso, maniáticos? ―No. Si mueren, cortaremos su cabeza, —puso su voz tan dura como la de ella. Ella tembló repentinamente. ―Te odio. Odio que entraras en mi vida. Odio lo que le has hecho a todos a mí alrededor, —lo miró. ―Y sólo quiero que te vayas. Él estaba muy quieto. ―No puedo, —dijo simplemente. ―Sí, tú puedes. Sales caminando de aquí y te vas a donde quiera que hayas estado durante los siglos pasados. ―Jade, no puedo cambiar lo que significas para mí. ―¡Sin duda algunas veces puedes! ¿Vas a decirme que no ha habido docenas, tal vez cientos, de mujeres en tu larga vida…o muerte? ¿Qué me hace diferente? No soy tu mujer, en carne y hueso, en un sueño, en la reencarnación…saliendo del mar. No soy ella. Tú la amaste, la perdiste. Pero ha habido otras, obviamente. La mujer de la historia de Brus, Maggie Canady. Todas ellas son parte del pasado. Déjame en el pasado también. Simplemente vete. Márchate. Aléjate. ―Jade, no puedo arriesgar tu vida. ―¡Mi vida no es tuya para arriesgarla! Es mía, —dijo. Estaba próxima a las lágrimas, exhausta y agotada, preocupada. Por Liz. Por Rick. Ella lo había invitado a entrar. En voz alta. Sí. Algo había ocurrido esa noche en Edimburgo entre ellos. Desde que él la había tocado, no podía estar lejos de él. Lo necesitaba. Necesitaba la manera en la que sus ojos oscuros la tocaban. ―Voy a donde mi fuerza es más grande, y estoy durmiendo…quizá para soñar.

Renate había estado muy ocupada. Había dejado a los chicos en el apartamento de Jade, trabajando allí, y había regresado a su propio apartamento para trabajar a su propia velocidad. Se había conectado con cada fuente que pudo pensar de la mitología…griega y romana, historias de la mitología escandinava, cuentos de Syran, el cuento del Golgotha, historias bíblicas, brujería medieval, el Wicca moderno, y las diosas y dioses egipcios. Finalmente encontró lo que estaba buscando. ―¡Eureka! —gritó ella. Justo mientras estaba a punto de dejar su apartamento y dispararse hacía el vestíbulo abajo en busca de Jade, cuando sonó el timbre de la entrada de la planta baja. Golpeó el botón impaciente. ―¿Sí? ―¿Señora Renate De Marsh? ―¿Sí? ―Tengo una entrega de libros de una tienda. Una librería, un lugar en San Luis llamado Café y Crimen. ¿Había ordenado libros? No podía recordarlo. Probablemente. Tocó el botón para abrir la puerta de la planta baja. ―Sólo ponga los libros en la entrada allá abajo. Gracias. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Salió a la carrera de su apartamento y hacia el de Jade.

Sombra, oscuridad, frescor, se estableció alrededor de él. La niebla ascendió, formó remolinos, se estableció. Él dejó la niebla y la sensación dulce del ébano de la oscuridad envolviéndole, y se entregó a ella. En su imaginación vio el talismán. La cadena de oro, la criatura esculpida de oro. El gato con los ojos de ébano… La forma de atrapar a un gato… Como un lobo. Había un gran lago de niebla, bosque, árboles, arbustos…un bosque de noche. El lobo, los ojos tan rojos como un sol moribundo, caminando a paso sostenido directo a la oscuridad, detrás del rastro. Él desaceleró, hizo una pausa, permaneció inmóvil, su hocico alzado, oliendo el aire. Los ojos de fuego… El animal comenzó a correr otra vez, corriendo veloz a lo largo del rastro en el bosque. Allí, delante, la luna enviaba abajo extraños rayos dorados en los edificios grabados en la piedra. El cementerio. El gato estaba por delante de él podía verlo, podía sentirlo; los ojos de ébano eran como un faro… Un pulso palpitando. Como un bombeo del corazón. Hubo gemidos, chillidos en el viento. Los gritos de esos que habían dejado asuntos sin terminar, las lágrimas de esos que habían traicionado a los otros… Los fantasmas del cementerio. Creando un aullido de Banshee en la noche, eso era parte del mundo de los cambia forma, el lobo que llegó que buscó… Un ángel de mármol repentinamente se paró sobre el techo de un mausoleo. Las alas extendidas; El mármol blanco del ángulo se desvaneció a negro. Las alas eran un gran manto arrastrándose. Oculta debajo de una capucha negra, la cara del ser se volteó al lobo. ¿Dónde esconden los muertos sus tesoros, lobo? Piensa, siente, huele el aire, obsérvalo en tu imaginación estás persiguiendo a un gato, lobo, un gato listo, ágil… ¿Dónde mantienen los muertos sus tesoros, dónde, dónde, dónde…? Él sintió sus músculos moviéndose debajo de él mientras corría, sintió su poder, y el poder era bueno. Sintió el aire fresco de la noche, y el abrazo suave de la luna sobre él. Corriendo, sí, tenía que seguir corriendo, porque podría verlo, sentirlo… ¿Dónde mantienen los muertos sus tesoros…? Él se despertó en la oscuridad, consciente de que algo había cambiado. El día se fue; El sol había caído. De hecho, se iba acercando a la medianoche. La hora de la media noche… Y había una perturbación definitiva en el ébano de la noche.

Jack Delaney había llegado para reemplazar a Maggie a eso de las cinco. Maggie lo había interrogado, asegurándose de que él estuviera preparado para cualquier visita extraña que pudiera aparecer. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Maggie, esa botella de Sprite está llena de agua bendita, lo prometo. Ella asintió con la cabeza. A veces se preguntaba, aún siendo el compañero de Sean, y habiendo visto todo lo que había visto, si Jack realmente entendía. La asustaba un poco salir, pero la asustaba más estar lejos de su casa demasiado tiempo. ―¡Arrójala primero, haz las preguntas después!, —dijo ella. ―Sí, sólo puedo ver mi futuro. ¡Policía suspendido de su cargo otra vez por lazar agua a los doctores en el hospital!, —bromeó. ―Sólo hazlo, —advirtió Maggie. ―Sí, señora, —dijo con una franca sonrisa. Ella estimaba a Jack; Era un gran amigo de ambos. ―Vete, —le dijo a ella.

Shanna estaba cansada cuando regresó al hospital. Sus hermanos gemelos eran un trasto El ama de llaves de Maggie, Peggy…una viejecita con canas y una tremenda energía que desmentía su apariencia mayor…había llegado por la tarde, y los niños se habían apaciguado para una siesta. Shanna amaba a los niños, y quería varios propios…aun si ella nunca encontrara a un tipo decente y comprara los genes del padre de un banco de esperma…pero parecía que no había dormido en casa desde siempre. Cuando Maggie regresó a la mansión para reemplazarla, estaba agradecida. Y ella agradecía tener a los gemelos donde fueran. Jamie la había asustado, realmente la había asustado, más que nada por lo que ella había visto o sido informada, cuándo clavó los ojos en la televisión y le dijo, me gusta tu TV. El hombre del cable vino y rompió la nuestra. La rompió toda…y a mamá, también. Y a él se le habían saltado las lágrimas. Sus lágrimas le habían hecho preguntarse exactamente qué había ocurrido. Y rezó porque Liz nunca recordara. Cuando llegó al estacionamiento del hospital al fin, hizo exactamente lo que se le había dicho, estacionar tan cerca de la salida de emergencia como pudiera. Tenía el coche de Sean, y tenía etiquetas adhesivas policíacas por todo él, así que ella pudo estacionarse debajo de una luz, junto a la puerta. Ella salió del coche rápidamente y caminó hacia la entrada de emergencia. Había un hombre delante de ella, caminando hacia la misma puerta. Su paso desaceleró, entonces se aligeró. Él debió haber venido del rincón del lote, ella pensó. Tenía miedo, pero su mente se mantuvo corriendo velozmente éste era un hospital. Una instalación pública. Montones de gente venían al hospital… ―Déjame hacer eso por ti. Lo había sentido detrás de ella mientras se apresuraba los últimos pasos hacia las puertas de la sala de emergencias. Las puertas en la entrada peatonal no se abrieron automáticamente. Mientras estaba allí, casi paralizada de miedo, el extraño paso más allá de ella para alcanzar la palanca para la puerta. ―Vas allí, —dijo.

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Ella se apresuró en la entrada del hospital, entonces se dio media vuelta para mirar su cara. Jadeó, un suspiro de alivio estallando en ella. Era Dave, el tipo que había conocido en la cafetería…el tipo que había fallado en encontrarla en el cine. ―¡Tú!, —dijo ella. ―Shanna, —él parecía increíblemente agradecido. ―Estoy tan complacido de verte. He intentado llamarte; pero no te podía encontrar. Él estaba sonriendo mientras ella lo miraba. ―Estaba tan consternado, no pude ver la película. Pero tenía la intención de verte otra vez. Llamarte. Él se estaba disculpando. Aún así, la había dejado plantada. Necesitaba ser un poco fría. ―Bueno pues…, —ella dijo. ―Llámame, entonces. ―No suenas como si quieras que lo haga. Ella descartó su actitud y le sonrió. ―En serio, llámame. ―¿Todavía seré bienvenido? ―Sí. Sí, todavía serás bienvenido. Ella lo estudió entonces, repentinamente preocupada. ―No estás aquí porque te has puesto peor, ¿verdad? ―No, no. Estoy aquí para ver…ver a un amigo. ¿Qué hay acerca de ti? ―Mi madrastra y un amigo. Ha sido un tiempo difícil. ―Siento mucho oír eso. ―Gracias. Supongo que debes entrar. Tengo que ver a mi padre, y luego llamar a una amiga y dejarle saber que llegue bien. ―Ponte en camino. ―Me complace ver que estás mejor. ―Gracias. Habían ido por el corredor hacia los elevadores. ―Voy al dos, —dijo ella. ―Voy al tres. ―Subiremos juntos.

Cuando Maggie se había ido, Jack se sentó a vigilar en la puerta de Rick Beaudreaux. Las horas pasaron. Leyó, hizo un crucigrama, entonces se paro y se desperezó. Charló con las enfermeras que vinieron y se fueron. Un ayudante le trajo una hamburguesa de la cafetería. Casi se bebió el agua bendita, pero recordó que no era en realidad un Sprite y el propósito que tenía, y le pidió a la enfermera de la noche algo de café. A las once el turno cambió. Una nueva enfermera nocturna bajó por el vestíbulo, llevando una bandeja de medicamentos. Tenía una cara sensacional y una figura perfecta; El cabello rubio estaba metido pulcramente debajo de su gorra.

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Ella era realmente algo, vistiendo su uniforme de enfermera especialmente bien. Ella debería haber estado en la cubierta de Cosmo, pensó o modelando sostenes para Victoria Secrets. ―Hola, Oficial. ¿Cómo la está pasando mi paciente? ―Parece estar haciéndolo realmente bien. ―Usted lo mantiene lejos de la chusma, ¿entiendo? ―Sí, señora, ese sería mi trabajo. ―Bueno, entonces, es bonito tenerle aquí, ella dijo con voz ronca. Él sonrió y volvió a su libro mientras ella entraba donde el paciente. Mientras leía, se le ocurrió que ella lucía terriblemente bien para ser una enfermera. Había algo demasiado de alta costura en su uniforme y sombrero. Ella se había parecido a una enfermera de foto. Una enfermera de película…no una enfermera real. Él se lanzó de pie. Mientras lo hacía, pestañeo furiosamente, quedándose con la mirada fija en el vestíbulo. Pensó que había visto a un lobo. Allí. En el hospital. Corriendo en dirección a él. Hombre, estaba exhausto. No era un lobo. Era un hombre. El viejo amigo de Sean, Lucian De Veau. Y entonces supo que había estado en lo correcto. La mujer no era una enfermera. No esperó a que De Veau lo alcanzara; Entró violentamente en el cuarto del hospital. Ella estaba extendida encima de su paciente. Le oyó entrar y lo miró. Sus ojos eran salvajes, llamativos. Hipnóticos. La sangre goteaba de su boca. La sangre de la garganta de Rick Beaudreaux… ―¡Señor!, —él dijo en voz baja. Comenzó a abalanzarse hacia ella. Lucian De Veau estaba volando detrás de él, abordando a la mujer, derribándola, lanzándola de la cama. El fluido intravenoso se rompió y salió a chorros por todo alrededor de ellos. Una bandeja traqueteó hacia el piso. ―¡El agua bendita!, —gritó De Veau. Él corrió por eso mientras una campana de alarma comenzó a timbrar en el hospital. Era una llamada de código. Alguien estaba en código. ¡Sí! Rick Beaudreaux. El agua bendita. Necesitaba la condenada agua bendita. Pero mientras Jack salía de nuevo precipitadamente al vestíbulo vio que había ahora un hombre alto, pelirrojo en el corredor. Él estaba alzando la botella de Sprite por la que Jack había venido, riéndose. ―¿Está buscando esto, Oficial?, —preguntó. ―¡Deme eso!, —Jack ordenó abruptamente. ―Soy un representante de la ley… Él había empezado a caminar hacia el hombre, pero el hombre camino hacía él, tomó su brazo, y lo echó a volar sin esfuerzo. Jack cayó duro. Todavía… Se lanzó sobre sus pies. Entró en el cuarto del hospital a tiempo para abordar los pies del tipo. Pudo hacerlo caer. La botella de Sprite voló. Lucian estaba todavía enlazado con la mujer. Ella dio un salto; Él la siguió. Ella retrocedió, entrando en contacto con el agua que se había desbordado de la botella. Dejó escapar un terrible grito. ―¡Imbécil!

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El hombre luchando en el piso, se dio la vuelta y golpeó a Jack una vez en la cabeza. Con fuerza. Mientras el cuarto se desvanecía hacia la oscuridad, pareció que la mujer desapareció. Sin dejar rastro.

Renate estaba entusiasmada. Los demás estaban aún en el apartamento de Jade, esperando. ―Sé que estoy en lo correcto. Sólo sé que estoy en lo correcto. ¡Y hay una historia completa con eso! La criatura es la diosa gato, y ella da poder. No puedo esperar a que Lucian regrese aquí. Jade, ¿cuándo vendrá él? Jade, se dejó caer en una de las grandes sillas, bostezando. ―Pronto, supongo, le dijo a Renate. ¿Cuántas veces había preguntado hasta ahora? Danny se había adormecido; Ella se había adormecido. Matt había roncado. Renate no había tomado asiento por un segundo. ―¡He encontrado exactamente lo que él necesita!, dijo con orgullo. El teléfono sonó entonces. Jade se despertó inmediatamente, brincando arriba, y apresurándose hacia él. ―¿Jade?, era su hermana. ―¡Shanna! ¡Oh, Dios Mío! ¿Está bien Liz? ―Liz está bien, pero Jade…, su voz sonaba tan graciosa. ―¿Qué, Shanna? ¿Qué es eso? ―Rick está muerto. ―¿Qué?, jadeó ella. ―Rick Beaudreaux está muerto. Le aplicaron el código, intentaron resucitarlo, pero… Él se fue, Jade. Rick se fue. El mundo daba vueltas alrededor de ella. Dejó caer el teléfono. Matt lo atrapó, y ella se volteó en sus brazos y lloró mientras Danny tomaba el aparato receptor de ella. ―Hola, ¿hola? Danny escuchó a Shanna. ―Bajaremos allá abajo en solo algunos minutos, —dijo quedamente él. Rick había sido limpiado cuando los oficiales del hospital la dejaron verlo. Entre la fuerza policial, ella todavía era considerada como su prometida, la chica que lo había amado, que él había, amado. Había habido toda clase de preguntas en el hospital, y Jack Delaney les había contestado lo mejor que pudo. Él había permanecido desmayado en el piso cuando el personal del hospital entro corriendo ante la alarma del código; Él había recobrado el conocimiento sólo más tarde, y entonces había intentado explicar que una enfermera ficticia había entrado a ver a Rick. El cuerpo había sido retenido por los fotógrafos de la policía y los forenses. Habían pasado varias horas yendo en busca de impresiones, fibras, y demás. Aunque hubo pocas gotas de sangre en la camisa del hospital de Rick, no hubo marcas visibles de mala jugada en su cuerpo. Algunas personas sospechaban de Jack se había negado el sueño demasiado tiempo, o que él se había dado en la cabeza al intentar ocuparse de la condición de Rick, y se había imaginado a la enfermera asesina. Por supuesto, se haría una autopsia completa. Jack Delaney podía haber jurado

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que la mujer había arrancado la garganta de Rick; pero no había tales marcas. Él simplemente había muerto de anemia causada por la fiebre y la deshidratación…que era lo que parecía. Rick había sido un policía, y un buen policía. Y Jack era un policía, también. Él podría necesitar un permiso de ausencia, pero su testimonio sería revisado completamente. Cuando Jade llegó al hospital, Rick estaba justo siendo envuelto para el traslado a la morgue. Sus hermosos ojos azules estaban cerrados para siempre. Sus mejillas estaban más blancas que la nieve. Estaba frío, tan frío ya. Él había muerto, pensó, solamente porque la había conocido. Estaba sollozando cuando Sean Canady llegó a buscarla, diciéndole que fueran a la capilla. Ella se encontró con que Lucian estaba allí, y la primera cosa que hizo fue correr a él y golpear sus puños en contra suya con toda su furia. Ella lo amenazó…sin importar lo que ocurriera, mejor que él no dejara a sus enfermos enemigos conseguir a su madrastra también. Él permaneció perfectamente inmóvil por el mayor tiempo mientras ella golpeaba contra él; Entonces agarró sus muñecas. ―Jade… ―No, no quiero oír nada de ti. No quiero oír nada en absoluto. Intentó retorcerse lejos de él, y se encontró con que eso era imposible de hacer; Shanna llego y puso sus brazos alrededor de ella e intentó calmarla, aunque estuviera con lágrimas ella misma. Jack Delaney entró en la capilla y comenzó a disculparse. ― Lo siento tanto; Ustedes confiaron en mí, y me advirtieron. Fue mi culpa, y los doctores aquí están todavía convencidos de que estamos tratando con un nuevo virus. Piensan que me quedé dormido e imaginé a la mujer que entró en el cuarto. Sean había estado sentado en un banco, su cabeza en sus manos. Él se levantó. ―Mira, Jack, tú no tienes la culpa. Hay una fuerza aquí que… bueno, es muy poderosa. ―Pero parece que nunca podré convencer al hospital y a las fuerzas policiales de que Rick fue asesinado por… ¿Qué? ¿Una antigua maldad? Nadie contestó. Jade se paseó demasiado alterada para quedarse entre ellos. Mientras comenzaba a salir de la capilla, su hermana la llamó. ―¡Jade! ¿Qué estás haciendo? No puedes solamente irte… Jack, puedes seguirla, y luego regresa con Maggie tan pronto como sea posible. Sean y yo tenemos algunas cosas de las que tenemos que encargarnos aquí, Lucian le dijo a Jack. Jade estaba mortalmente quieta, se dio media vuelta, y caminó de vuelta a la capilla, las manos en sus caderas mientras clavaba los ojos en Lucian. ―¿Qué piensas que vas hacer?, —preguntó ella. ―Tú sabes lo que tengo que hacer. Ella sacudió la cabeza en negación. ―Crees que vas a bajar a la morgue y cortar su cabeza y su corazón. ¡No! ¡No vas a hacerlo! ¡No lo harás!. ―¡Jade!, —Lucian exclamó, agarrándola de los hombros. ―Tenemos que hacerlo. Todavía no quieres creer lo que has visto, pero esto tiene que hacerse. ―¡No! ¡No! ¡Si él puede regresar, déjalo regresar! Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Jade, tú no entiendes… ―¿Qué no comprendo?, —desafió. ―¡Él regresará así como tú! ―Él podría venir…, —dijo Lucian. ―Y él no podría, Sean —le dijo a ella. ―¿Qué quieres decir, con que él no podría? ―Algunas personas no deberían regresar, —dijo Lucian. ―Jade, —dijo Sean. ―Él podría regresar con una cruel inclinación realmente homicida. Ella se puso en jarras. ―¿Quién eres tú para juzgar quien debería o no debería tener permiso de regresar?, —demandó ella. ―¡Déjame decirte por qué él no debería regresar!, —dijo Lucian su cólera repentinamente rivalizando con la de ella. ―Él era un tipo condenadamente decente. ¿Lo quieres realmente condenado, teniendo sed de sangre, sufriendo cada día que no tomé una vida humana? ―¿Es así cómo vives tú? ―Es cómo viví por un tiempo muy largo,—él le dijo y entonces agregó. ―No obstante, afortunado de mí. Aprendí sobre la sed de sangre en un tiempo cuando la guerra significaba decapitar a tu enemigo y cortarlo en tiras. Jack, llévatela fuera de aquí. Sácala del hospital. ―Jade, —dijo Jack. ―Tú sabes, van a cortar a Rick de cualquier manera; van a hacer le una autopsia completa porque tendrá que ser resuelto exactamente cómo murió. El hospital está convencido de que tenemos un virus nuevo y mortífero en nuestras manos. ―Bueno pues, lo sabemos, ¿verdad?, —murmuró Jade. ―¡Quién diantres sabe lo que tenemos! Yo… ―¡No lo hagas! Por favor, por favor, por favor, no corten a Rick. Denle una oportunidad. Si él está contaminado… ―¿Si él está contaminado?, —Lucian dijo cruzando los brazos sobre su pecho. ―Él puede ser asesinado más tarde. ―No por mí. ¿No entiendes? ―Sean lo puede matar. Sean gimió. ―¿Qué pasará si él regresa con una tremenda capacidad para la maldad? ―¡Él no lo hará! Te digo, conozco a Rick. Y maldita sea, Lucian, mírate. ―Hum. Mírame. He estado un largo, largo tiempo, en ciernes, Jade. Tú no sabes cómo regresé, y sin duda alguna no conoces algunos de los horrores que creé en su día. ―Rick te tendrá. ―Yo tuve un guía también… —Lucian comenzó, pero él repentinamente se interrumpió, recordando lo que había sentido cuándo Rick había hablado con él más temprano. ¡Demonios, pero tengo la impresión de que eres alguien que conozco realmente bien! Rick le había dicho, y hubo algo tan familiar acerca del él, también… ―¿Qué?, —preguntó Jade.

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Lucian miró a Sean. ―Tú eres un policía, y conoces esta ciudad, y conociste a Rick. Es tu llamada. ―Quieres decir…, —Sean dijo. ―Podemos ver lo que ocurre. ―¿Pero qué pasará cuando se lo lleven para la autopsia? ―Probablemente él se despertará antes de ese momento, —dijo Lucian. ―Correcto. Y le va a dar al médico forense un ataque cardíaco, —Jack sugirió. ―Y le morderá su garganta, probablemente, —dijo Sean secamente. ―Te despiertas con una terrible hambre, ¿verdad? ―La mayoría de las veces, —Lucian estuvo de acuerdo. ―Es peligroso, —Sean dijo. ―¡Peligroso!, —Jade exclamo ―Sean Canady, Jak Delaney. Ustedes dos están sentados aquí hablando serenamente con un hombre que aduce ser…o admite ser, como quieran ustedes…un vampiro. Un asesino. El rey de las bestias miserables, por así decirlo. Él no ha agarrado a cualquiera de ustedes para bocadillo de media noche. ¿Cómo pueden pensar en bajar a esa morgue para cortar a Rick Beaudreaux? ―Por favor…deberíamos darle una oportunidad, —dijo Shanna metiéndose en la conversación. ―Digo, puede ser que Sophia lo infectara, pero es cierto que ella te infectó también. Puedes necesitar más ayuda de la que has tenido para combatirla a ella y a Darian…la ayuda humana es endeble, como todos hemos descubierto…lo siento Jack…y Rick era una persona muy agradable. ―¿Jack?, —dijo Sean. ― No me gustó la idea de cortar la cabeza a Rick, dijo Jack. Sean miró a Lucian. ―Hagamos la prueba. ―Rick Beaudreaux puede o no puede agradecérnoslo a ninguno de nosotros, les advirtió Lucian. ―Y bueno, por supuesto, tenemos otro problema, dijo Sean. Todos clavaron los ojos en él. ―De alguna manera, dijo Sean. ―Vamos a tener que robar su cuerpo y sacarlo de la morgue. Porque él podría no despertarse a tiempo, y entonces será un rebanado, enojado, y realmente hambriento vampiro.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1177 Esperaron varias horas. Lucian sintió lástima por los administradores del hospital. El problema en el banco de sangre, una muerte muy extraña, y ahora un cadáver perdido. No iba a verse bien para ellos. No podía evitarse eso. El cadáver de Rick yacía en el segundo nivel, esperando el traslado para la morgue de la parroquia en la mañana para una autopsia completa. Sólo un asistente estaba de servicio. Lucian descendió primero y enganchó al hombre del turno noche en el escritorio de la morgue en la conversación. Algunos segundos más tarde, cuando el asistente nocturno tenía la mirada perdida, llamó a Jack y a Sean, ahora vestidos con batas de hospital. Llevaron a Rick afuera en una camilla y hacia una habitación vacía. Allí, rápidamente, lo vistieron. Lucian y Sean cada uno puso un brazo alrededor de él. Se veía como si estuvieran escoltando a un borracho, mientras lo llevaban entre ellos, y con facilidad asombrosa se fueron del hospital. ―¿A dónde lo llevamos? ―Preguntó Sean, conduciendo. ―Es casi de día. Al cementerio ―dijo Lucian. ―Si alguien me reconoce robando un cadáver después de insistir que una mujer que desapareció sin dejar rastro, asesinó al tipo, mi culo está despedido ―dijo Jack con total desamparo. Lucian lo miró. ―Nadie te reconoció ―dijo. Las chicas habían sido enviadas a Maggie. Mike Astin estaba de guardia por Liz MacGregor. Alcanzaron el cementerio, aparcaron el coche en la calle, y manipularon el cadáver fuera. Jack se sintió intranquilo mientras los portones se abrían ante el acercamiento de Lucian. Lucian alzó a Rick Beaudreaux en sus brazos y se volvió hacia Jack y Sean. ―Ustedes dos no necesitan ir más lejos. Lo puedo llevar desde aquí. Sean asintió con la cabeza. ―¿Dormirá a lo largo del día? ―Si se despertara, lo cual puede hacer, se dormirá otra vez. No tendrá fuerza ―dijo Lucian. ―¿Qué sigue? ―Preguntó Jack. ―¿Están a salvo las chicas con Maggie? ¿Liz está en mayor peligro ahora? ―Sophia y Darian fueron heridos gravemente en esa última riña. Las quemaduras de agua bendita son peor que ácido en la carne humana ―dijo quedamente. ―Sólo podrían hacer presa de alguien realmente débil, y estarán desesperados por librarse del sol con quemaduras tan agudas. Puedo tratar de encontrar sus posiciones. Los encontré anoche, pero... un poco tarde. Creo que hemos comprado algo de tiempo. Y lo necesitamos. ―¿Cuál es tu plan? ―Preguntó Sean. ―Ir a Escocia. ―Estupendo. Los vampiros se vuelven frenéticos en Nueva Orleans... y tú vas a Escocia ―dijo Jack, negando con la cabeza.

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Al caer la Noche SHANNON DRAKE 2° de la Serie Vampiros

―Creo que sé dónde encontrar el talismán de Sophia. ―¿Pero qué pasará aquí si tú te vas? ―Preguntó Jack. ―Te prometo, que si me dirijo hacia Escocia, la pareja me seguirá. Vinieron aquí a propósito y metódicamente comenzaron a matar a los sobrevivientes de su juerga homicida en Escocia. El talismán debe estar en las entrañas de la tumba de allí. Creo que Sophia lo exhibió de alguna manera esa noche y que han perseguido a estas personas porque no tiene la intención de perderlo otra vez. ―¿Pero qué bien le hace eso en Escocia? ―Preguntó Sean. ―Está en su posesión, conservada en una bóveda familiar. Un hombre muy rico no tiene su dinero, pero existe en el banco ―Explicó. ―Eso es lo que yo creo. ―Realmente todavía no comprendo esto, Lucian. Tú eres el líder; El más antiguo, el mejor, lo más poderoso. No puedes mandar... ―En los días cuando el mundo permaneció en una prueba de armas, estuvimos en guerra constantemente, y cualquier hombre podía ser atraído a la batalla. Los escandinavos que conocí todavía deseaban una entrada para el Valhalla, y esos cristianos con restos de almas aferrados a la esperanza de que podría haber perdón, como los hombres, mi clase ha cambiado con los tiempos. Durante la plaga festejamos y Dios Sabe, quizá salvamos hombres y mujeres de agonías inimaginables. En el Renacimiento, aprendimos a tener cuidado. Durante la Revolución Francesa era fácil deshacerse de ciertos enemigos, chupa sangre y humanos. Nos hemos movido hacia una era nueva. La mayoría de los de mi clase se alimentan discretamente de los moribundos, visitan prisiones, ayudan a librar las calles de sabandijas humanas, y pasan la mayoría de su tiempo visitando bancos de sangre. Es supervivencia. Es lo que yo he enseñado. Por eso es que soy benévolo. No he ido contra la naturaleza; He intentado vencer por el cambio de los tiempos. A veces un terror surge, como Sophia. Y entonces hay acción. Pero usualmente soy el que debe tomar esa acción, ser ese represor físico que deja al ofensor curándose por un siglo o dos, o reclutar la ayuda de seres humanos que se ocupen de la acción final... siempre es una propuesta riesgosa, cuando estás entre los no muertos tu mismo. Hay esos que puedo llamar por ayuda, pero todos temen a Sophia. Ningún rey domina en la rebelión, y eso es lo que ella mantiene. Usurpé su poder; Cambié el orden del día. Déjenme ahora. Los veré otra vez al llegar la oscuridad. Sean y Jack observaron mientras Lucian llevaba el cuerpo de su amigo a las profundidades del cementerio. ―Vamos a casa ―dijo Sean quedamente ―A mi casa por ahora. Es más seguro y necesitamos dormir algo. ―Es casi de día. ―Lo sé. Mis hábitos están cambiando ―dijo con una sacudida de cabeza. ―¿Crees que Rick va a estar bien? ―¿Bien? ―dijo Sean. ―Jack, Rick está muerto. ―Como los no muertos ―dijo Jack quedamente. ―No sé. No sé. ¡Dios mío, rezo porque hayamos tomado la decisión correcta!

Shanna estaba preocupada por Jade; Había tomado la muerte de Rick muy mal. En la casa de Maggie, sin embargo, se había calmado después de tomar una taza de té caliente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Jade estaba sedada, descubrió rápidamente, pero todavía temblado en una pila de lágrimas y devastación que ni siquiera los gemelos podían aligerar. Ella se vio obligada a dormir. Shanna se quedó despierta con Maggie por algún rato, entonces decidió que debía dormir. La mansión era enorme y encantadora. Su dormitorio de invitados tenía puertaventanas que se abrían a un balcón de hierro forjado y un jardín debajo. Las puertas, por supuesto, estaban cerradas esa noche. Las ventanas estaban cerradas. La casa estaba asegurada. Pensó que nunca dormiría, pero Maggie debió haber metido un poco de ayuda en su té también. Dormitó intranquilamente al poco tiempo de golpear la almohada. Estaba invadida por sueños. Dave estaba en sus sueños. No estoy bien; Tú sabes eso. En realidad necesito una mano. Algo de comodidad, él bromeó. Era como si estuvieran justo afuera de las puertas del hospital. Tuve la intención de llamarte. Te veré otra vez; Oh, te veré. ―Tengo que irme ―Le dijo Shanna. No estés disgustada. Estoy enfermo. Necesito ayuda esta noche. Vamos, por favor, ¿déjame entrar? Su sonrisa era encantadora. Él era tan lindo. Pero negó con la cabeza firmemente. ―Mi amigo murió esta noche. Tengo que lidiar con mi familia. Déjame entrar. Vamos, Shanna. Estoy dentro ya; Estoy en tu corazón, tu mente. Abre estas puertas; Deshazte de esas cosas malolientes de manojos de ajos que Maggie ha envuelto en todas partes. ―¡No! ¡Fuera! ¡Estoy cansada! Ella se sobresaltó, dándose cuenta de que había hablado en voz alta. Las puertaventanas habían llegado a entreabrirse; Estaban todavía medio medicinadas por los collares de ajo. Se levantó y aseguro la puerta otra vez, refunfuñando. Oyó a alguien llorando. Los gemelos estaban justo al lado, entre su cuarto y el de Jade. Ella entró corriendo. Jade ya tenía al pequeño Jamie en sus brazos. Estaba apaciguándolo. Ella se veía como el infierno. ―Jade, dame a Jamie; Regresa a la cama. Estás en forma horrible. ―¡Tú no estás en una mejor! ―Su hermana protestó. ―Mejor que tú ―Insistió. ―Maggie no me noqueó con tanto sedante. Jade arqueó una ceja, pero no estaba realmente asombrada o enojada. Comenzó a llevar a su hermano pequeño a su hermana, entonces terminó abrazándolo entre ellas. ―Tengo miedo. Temo tanto por Liz ahora, por Papá, por todos nosotros... ―Va a estar bien. ―¡Así es! ―dijo jade, entregando a Jamie y alisando un mechón de pelo rebelde de sus ojos. ―Voy a lograr estar bien. ―Sonrió, besó a Jamie, y salió del cuarto. ―Bien, pequeño, ¿cómo la estás pasando? ―Demandó Shanna. ―Pesadillas ―Le dijo a ella. ―El hombre del cable. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―El hombre cable no está aquí; No te preocupes. ―Lo estaba. ―Estamos bien. Vamos y acurrúcate con tu hermana mayor. Vamos a conseguir dormir algunas horas, y estaremos muy bien; Nos protegeremos el uno al otro. ¿Está bien? Él asintió con la cabeza. ―¿Shanna? ―Sí. ―El hombre del cable se fue ahora. Pero estaba aquí. De verdad. ―Me alegro de que se fuera. Durmamos un poco.

Era muy, muy tarde cuando Renate finalmente se fue a la cama. Ella se había quedado en el departamento de Jade con los chicos por mucho tiempo, y todos ellos se habían lamentado por Rick Beaudreaux, y habían pensado en Jade, quien estaba devastada. ―Es la cosa de la culpa también ―Le había dicho a Matt y Danny. ―La culpa. Ella no lo amaba, pobre sujeto. Y allí él está... muerto. ―Allí está... muerto. ¡No necesitas tener culpa para estar molesto por eso! ―Le dijo Matt. Fueron los dos tan fríos con ella, que decidió dejarlos revolcándose en sus propios lamentos. Podría haber intentado apaciguarlos más, hacer té con brandy, ayudarlos a dormir un poco. Pero simplemente les informó que iba a regresar a su departamento, y que debían avisarle si era necesitada. Apenas notaron que se fue. La noche casi terminó cuando finalmente se rindió. En sus sueños, se retorcía y sacudía. Y un hombre estaba en sus sueños. Ella lo conocía, aunque sólo casualmente. Le pareció recordar que ella le había dicho que podía entrar antes. Él era apuesto, muy guapo, pero estaba herido. Estaba sufriendo por cortes y quemaduras. Él susurró su nombre suavemente, tan suavemente. Su susurro fue como el toque más suave, más sensual, de dedos rozando levemente contra sus mejillas. Ella se movió hacia ese toque. Renate, esos tontos, no aprecian lo que tienen, alguien elegante, amable y cortés, alguien que sabe... ―Son terribles ―Se quejó en voz alta. ―Amigos horribles amigos ―Estuvo de acuerdo. Te necesito. Te necesito tanto. Tócame, sáname, déjame entrar, cuídame, te necesito, necesito tu ayuda. Ella sonrió. Él era tan sexy. Tan agradable, suplicándole, queriéndola. Él estaba de rodillas delante de ella. Sus dedos cayeron en su pelo. Te necesito, Renate, te necesito... ―Cariño, yo te necesito a ti ―murmuró ella. Y se sacudió. Y se dio la vuelta. Y no estaba sola. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Lucian, al fin, descansó. Él había reunido y preparado lo que necesitaría cuando Rick se despertara, y le había dado el santuario curativo de su ataúd, así que le proveyó un abrigo y una almohada delante del vidrio coloreado, sus ojos cerrados. Odiaba permitirse a sí mismo semejante vulnerabilidad, pero cerró los ojos y dejó al poder de su mente alzar el vuelo otra vez. Había un cuarto en la muy extraña oscuridad del día, y en medio estaban las sillas, las sillas talladas que habían estado de pie en el centro de la cabaña del pescador. Y una estaba ahora vacía, como lo había estado por cientos de años, pero a veces él todavía podía verla allí... ver la caída de su túnica de lino, la cadena fría del cinturón elegantemente elaborado que llevaba puesto cerca de sus caderas. Su pelo estaba libre, o a veces recogido con algunas trenzas; Sus dedos se curvaron sobre el brazo de la silla mientras ella escuchaba. Sus ojos eran como el mar, azul y verde en olas siempre cambiantes, amplios mientras meditaba una situación y le daba un pensamiento cuidadoso de lo que podría recomendar… Su silla estaba vacía. Él se sentó en la suya y convocó los poderes alrededor de él. Ragnor, de las islas mucho más al norte, Yves d'Pres de Brujas, el español, Roberto Domano. Lisa Clay del alejado Seattle, su consorte, el artista, Fucello. Jean d'Amore de Borgoña, Chris Adair de Limerick. Cada vez aparecían más alrededor de él. Fue Ragnor que dio un paso adelante para decir: ―Por supuesto que ella ha regresado. Sophia se ha escapado de su tumba principal. Lo hemos visto; Lo hemos temido. ―Lucian, ¿por qué no dejarla hacer estragos entre los humanos hasta que la hagan caer ellos mismos? ―Sugirió Wes. ―Fácil ―Profirió Lisa. ―Ella creará tal revuelo que la gente empezará a creer en las leyendas, y cuando creen, estarán listas para matar, y un furor surgirá, y a todos nosotros se nos seguirá el rastro. ¡Los hombres pueden ser tontos! No recuerdas las brujas quemadas en Europa, las ejecuciones en la horca en Inglaterra y los Estados Unidos? ―Se estremeció. ―¡Apenas escapé yo misma! Estoy de acuerdo con Lucian. Ella nos hará caer a todos. ―¡Pero somos cazadores, guerreros, lobos! ―Protestó Yves ―Es nuestro terreno para cazar. Lucian. Tú eres el mediador; Eres el guía. Eres el rey de toda nuestra especie. Lo que yo nunca disputaría, pero no te puedo ayudar a seguirle la pista a una criatura igual; Ella te antecedió. Esta lucha es tuya. ―¿Te estás debilitando, Lucian? ―Demandó Robert. ―¿Demasiado preocupado por el destino de esos que nos cazarían? ―No me estoy volviendo débil, Robert. He salvado muchas de sus vidas impidiéndoles la carnicería que sería su ruina. No quiero que cualquiera de ustedes me ayude a hacer caer a Sophia. Pocos de ustedes son lo suficientemente antiguos para haberla conocido, o conocido la extensión de su poder, su malicia. Esto es lo que quiero... quiero que Nueva Orleans sea preservada de toda nuestra clase. Han habido demasiados asesinatos allí. Muchos que son demasiados extraños. ―¿Aún para Nueva Orleans? ―dijo Wes, riéndose. ―Aun para Nueva Orleans ―Le dijo Lucian. ―Velaré por tu ciudad, Lucian ―Le dijo Ragnor. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Sólo les aviso a todos ustedes que no me uniré a Sophia y Darian; No se engañen que me derribarán, porque no lo harán; No lo permitiré. Y si a ustedes les interesa unirse a mí, entonces son bienvenido. No es una orden que les pueda dar, ni yo lo haría. Pero estén todos conscientes del revuelo, de la ola de oscuridad, de peligro que afrontamos. No destruir a nuestra propia especie... ese es el derecho no escrito, tan antiguo como el hambre que nos rige. Pero los tiempos han cambiado, y los caminos de los hombres y el mundo han cambiado también. Cuando todos nosotros estamos amenazados por los excesos de unos cuantos, entonces se convierte en una guerra, y como he regido a nuestra especie estos largos años, les digo que no tengo alternativa ahora sino para buscar la justicia que permitirá que el resto de nosotros sobrevivamos. Y para aquéllos de ustedes que puedan decidir unirse a ellos, les advertiré: Ésta es una guerra, y destruiré a cualquiera que se oponga a mí. ¿Estamos entendiéndonos? Si la ley es una de naturaleza, y ardo en llamas ante semejante acto, que así sea. No dejaré que la depravación de Sophia destruya su mundo, o el nuestro. Una serie de aceptaciones sonaron desde el grupo. Bajaron sus cabezas. Él libero su agarre sobre ellos. Él miró hacia arriba. Chris Adair se quedó. ―Pelearé contigo, Lucian. ―Soy mejor moviéndome a solas, o con un hombre nuevo entre nuestro número, quien en poco tiempo se despertará. Ragnor estará de guardia aquí. Y estaré agradecido si estuvieras de guardia entre nosotros. Chris asintió con la cabeza. ―Sí, Lucian. Mantendré guardia...

―¡Vaya! ¿Dónde diablos estoy? ¡Tengo mucha hambre, hombre! Rick Beaudreaux se enderezo en el ataúd. Sus ojos eran salvajes, tratando de enfocar. Cayeron sobre Lucian. ―Arde, hombre, me estoy consumiendo. Y muriendo de hambre. Él estaba mirando a Lucian, todo sin producir saliva. Se tambaleó fuera del ataúd, frotándose el cuello. ―La oscuridad aquí dentro, es caliente. Hombre. Lucian, te ves bastante bueno para abrazar. De hecho, te ves condenadamente bien. Suficientemente bueno para comerte ¿Qué diablos estoy diciendo? es sólo que estoy tan hambriento... ―No soy lo que estás buscando, confía en mí ―Le dijo secamente Lucian. ―¿Qué recuerdas? ―La tipa más sexy en el universo gateando sobre mí, y... ―Rick repentinamente se dobló hacia adelante. ―Hombre, tengo mucho dolor. Tanto dolor. Y podía haber jurado... ―Él se levantó lentamente, todavía agarrando firmemente su intestino, mirando a Lucian. ―Pensé que estaba muerto. ―Lo estabas. Rick finalmente dio una mirada alrededor del ataúd. Allí había poca luz; La noche estaba llegando otra vez. Pero él podía ver, y bien. La visión nocturna era una de las ventajas. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¿Cuál es el problema conmigo? ―Cerró los ojos. ―Quiero salir aquí y... hombre, no creo esto. Desesperadamente quiero beber sangre. Sangre caliente. Sangre fresca. Había unos chillidos de la parte de atrás de la cripta porque Lucian habían recolectado una cierta cantidad de las ratas más grandes, más gordas que podía convocar a lo largo y lo ancho del cementerio. Como es lógico, habían sido abundantes. ―¿Ratas? ―Susurró Rick. ―Llenarán la necesidad. Rick no pareció tener la virtud de resistir el olor y el calor de las criaturas. Se tambaleó hacia la parte de atrás de la tumba. Los chillidos aumentaron a un tono febril. Rick Beaudreaux engulló las ratas. Entonces, miro sus manos con horror... antes de decidir que no estaban tan malas y lamiendo las puntas de sus dedos... se apoyó contra el ataúd y clavó los ojos en Lucian otra vez. ―Estoy muerto, y en el infierno. O no estoy muerto, y ésta es la peor pesadilla que alguna vez he tenido. O esto es real, y soy un... vampiro. Lucian asintió con la cabeza. ―Lo siento realmente. Yo no estaba a favor de esta idea. ―Tú querías estacarme, ¿verdad? ―Algo parecido. ―Está bien. Jade no te dejaría, ¿verdad? ―Fue una decisión hecha por un número de ellos. ―No te preocupes, DeVeau. Probablemente lo hizo porque no me ama. Pero me alegro. Te digo, puedo hacer... puedo hacer esto. ―A ti te está yendo mejor de que lo que me fue a mí al principio. No quería aceptarlo. Pero te advierto, ser un no muerto... un condenado, si quieres, tiene sus sufrimientos verdaderos. ¿Recuerdas esa hambre que acabas de sentir? ―Puedo lograrlo. Bueno pues, digo, tú puedes hacer algo mejor que las ratas sin atacar a las personas, ¿verdad? Digo, podría haber sido una vaca. ―Lo siento... podría haberme visto un poco extraño arrastrando a Daisy o a Elsie adentro de un mausoleo familiar en medio de un cementerio histórico al romper el alba ―dijo Lucian, exasperado. Rick sonrió, agachó la cabeza, entonces miró a Lucian otra vez. ―No es lo que yo planeaba. Pero lo puedo hacer. ―Guardó silencio un minuto. ― Quiero encontrar a los asesinos. Supongo que tú no estabas entre ellos. Preferiría ser lo que soy... un devorador de ratas por el momento... y ser capaz de hacer algo. No me descontrolaré y comenzaré a atacar a las personas que amaba, ¿verdad? ―Ha ocurrido ―dijo Lucian. ―Pero tengo la intención de estar contigo. Hay reglas, por supuesto, las leyes en este mundo, pero tendrás que aprenderlas sobre la marcha. El tiempo es muy importante para nosotros ahora. Hay muchas disposiciones que deben ser hechas. Necesitamos movernos. Rick asintió con la cabeza. ―Como tú digas. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Lucian dio la vuelta para comenzar a salir de la tumba, recordando que le tomaría a Rick algún tiempo aprender el poder de la niebla y el movimiento, mente y materia Las puertas de hierro rechinaron abiertas mientras salía hacia la noche. Comenzó a andar hacia los portones, escuchando a Rick detrás de él. Oyó lágrimas y vaciló. Por el camino adelante, una jovencita estaba arrodillada delante de una tumba recientemente sellada, llorando. Ella tenía alrededor de dieciséis años. Su pelo estaba en una cola de caballo. Mientras ella sollozaba, aun él sintió el tirón de la larga vena azul en su cuello, hecha tan visible por la altura de su cola de caballo. ―Combátelo ―Le dijo a Rick. ―Estoy impasible; Lo juro ―dijo Rick, y caminaron, asintiendo compasivamente para la chica. ―Estoy impasible, cacique. Lucian se dio media vuelta. ―¿Cómo me llamaste? ―No sé. Oh, cacique. ―¿Por qué me llamaste así? ―Bueno pues, eres escocés, ¿verdad? Aun con el nombre DeVeau. ―Lo fui. Alguna vez ―dijo Lucian, estudiando a Rick. ―Alguna vez, hace mucho tiempo. ―Y Ahora... ―Ahora, es hora de ir a casa.

Al principio, Jade estaba convencida de que todos ellos le habían mentido. Habían fingido salvar a Rick, y habían bajado a la morgue y lo habían cortado en tiras. Ella había dormido la mayor parte del día. Todos ellos lo hicieron. Asombroso cuanto tiempo podía dar vueltas. Pero una vez que se había despertado, había leído las noticias matutinas. Rick Beaudreaux, un popular oficial de policía, había muerto por la noche. Un compañero oficial denunció a un par que había entrado a atacar al oficial, aunque, misteriosamente se habían esfumado. El oficial anónimo cómo el que había estado protegiendo al Beaudreaux aparentemente se había herido a sí mismo en una caída... la insinuación era que le habían dado al policía mucho más que un golpe en la cabeza. Para empeorar las cosas, el cuerpo de Beaudreaux había desaparecido. Limpiamente, completamente. Él había estado en la morgue; Ahora se había ido. Ella se preguntó si su padre había tenido cualquier cosa que ver con la historia. No. Peter MacGregor nunca habría dicho o hecho alguna cosa para hacer los asuntos un poco más difíciles para Jack Delaney. Sus manos temblaban mientras bajaba el periódico y miró a Maggie. Maggie sonrió. ―Podría no haber estado de acuerdo contigo, pero no te habría mentido, Jade ―Le dijo. ―Entonces... ―Tendremos que esperar a que él regrese... decentemente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Estaban solas en el cuarto del desayuno. Jade había averiguado sobre su hermana, y Shanna todavía estaba acostada con el pequeño Jamie enroscado en sus brazos. Jade clavó los ojos en su taza de café. ―Todavía no creo algo de esto. Pero... si fueras una persona realmente decente, ¿podrías regresar como un... como un vampiro decente? Maggie no contestó de inmediato. ―¿Maggie? Ella se encogió de hombros y sorbió su café. ―Racional es probablemente una palabra mejor. El deseo está allí... Inmediatamente. El deseo de matar, embestir carne, alimentarse... pero puede controlarse. Estoy seguro de que él te lo ha dicho. Lucian no fue siempre tan... perspicaz. Pero aun en los días cuando apareció era mucho más rudo, más severo, y burlón del mundo diurno, no creo que alguna vez disfrutara de matar. Ni aun después de lo Igrainia... creo que quería vengarse contra Sophia. Y cuando ella fue sepultada... él existió para mantener el orden. El teléfono comenzó a sonar. Jade brincó del susto. ―Apostaría que es mi padre. ―No, lo llamé y le dije que te llevaríamos a ti y a tu hermana esta tarde. Apostaría que es esa vecina molesta tuya. ―¿Vecina molestosa? ―La escritora. Esa Renate DeMarsh. ―¿Ella ha estado llamando? ―dijo Jade. ―Una y otra vez. ―Ella está convencida de que tiene la respuesta para la situación del relicario. ―Tal vez la tiene. Deberías hablar con ella. Jade contestó el teléfono, y Renate estaba cansada y gruñona. ―¿Dónde está Lucian? ―Demandó. ―Mira, Renate, fue una noche azarosa. No sé dónde esté justo ahora. ―Bueno pues, consigue traerlo. Rápidamente. Escúchame, el relicario se trata de una antigua diosa gato egipcia... ―¿Bastet? ―dijo, tratando de recordar todo lo que podía haber aprendido en un tiempo acerca de antiguas deidades egipcias. ―No. Bastet es una, sí. Pero ésta era una diosa gato, más como una pantera. Ella era llamada Ura. No se sabe mucho sobre ella, porque en los días cuando iban a la nueva religión, destruyeron todo lo relacionado con ella... cada grabado, cada estatua, todo, porque ella era una bebedora de sangre. Solían sacrificarse a ella. Cuándo al fin fue destruida, la leyenda se fue, ella estaba quemada. Pero sus cenizas quedaron. Si eran recolectadas en un relicario, se decía que le daba al poseedor el poder de la maldad pura. Y a menos que el dueño del relicario fuera destruido en el fuego junto con la diosa, el poder se quedaría. Así que sustraer el relicario no hace nada. Sophia tiene que ser quemada, y arder hasta las cenizas. ―Te llamaré, Renate. Esa es gran información. Has sido maravillosa.

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Renate inhaló por la nariz. ―Hmff. Desearía sentirme maravillosa. Estoy exhausta. No he dormido. ¿Cómo te sostienes tú? ―Estoy bien. ―¿Robaron ustedes el cuerpo de Rick? ―No. ―Bien, llámame. Haz que Lucian me llame. ―Lo haré. Gracias otra vez ―dijo Jade, y colgó. ―¿Ella sabe? ―Preguntó Maggie. ―Es una investigadora ―dijo Jade. ―Estaba buscando toda clase de cosas sobre vampiros, y ella y otros dos buenos amigos decidieron salvarme la vida clavándole una estaca a Lucian. ―Fallaron, obviamente. ―Pero él habló con ellos, y están tratando de resolver esta cosa entera, a través de la investigación y el estudio cuidadoso. Y Renate tiene una leyenda interesante para relatar acerca de una diosa gato y el relicario... parece que Sophia tiene que ser quemada. ―Eso probablemente es mucho más fácil de decirlo que de hacerlo ―Le dijo Maggie ―Y entonces está toda la cosa sobre... que los vampiros no deben destruir a los vampiros. Lastimarlos, mutilarlos, alejarlos por siglos, pero... Bueno tendremos que aclarar todo eso. Será noche pronto. Por qué no te adelantas, te duchas y te cambias y nosotros iremos y veremos a tu madrastra. ―Debería esperar a Lucian... y a Rick. ―Lucian nos encontrará. ―Está bien ―dijo. Ella vaciló, estudiando a Maggie ―Maggie, tú lo admiras, ¿verdad? ¿Y piensas que él puede... que puede hacer esto bien? Maggie hizo una pausa, contestándole lentamente. ―¿Hacerlo bien? Lucian… Sí, Lucian tiene un poder interior increíble. Él se levantó para convertirse en un poder con el cual nadie debe hacer cuentas. Y todavía... ―¿Qué? ―Lucian me enseñó mucho. Pero no todo. Mucho antes de Sean, estaba enamorada de un joven francés. Él me hizo un vampiro, creyendo que el compromiso podría liberarnos a ambos. Él fue muerto. Mi padre lo mató, tratando de salvarme. No creo que Lucian realmente creyera que semejante fuerza pudiera funcionar... hasta Sean y llegamos a juntarnos. Lucian es cínico y duro. ¿Le ganará a Sophia al fin? Sí. Creo que sí. A menos que de alguna manera vacile. ―¿Por mi causa? ―No dije eso. ―Lo pensabas. ―Por el momento él necesita permanecer muy duro y cínico... y mantener el poder para superar a Sophia. Sí, lo admiro. Él me atrajo cuando lo odiaba. Él se convirtió en un buen amigo cuando necesité su poder. Eso es todo lo que necesitas saber. No era todo lo que necesitaba saber, pero era todo lo que Maggie tenía la intención de decir. Una hora más tarde Sean la hizo pasar al hospital. Su padre estaba fuera de sí, aterrorizado de que cualquier enfermedad que se había llevado a Rick fuera ahora a llevarse a Liz. A Liz, por otra

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parte, le iba bien. Ella le dijo a Jade lo mucho que lamentaba lo de Rick, y lo horroroso que era que su cuerpo hubiera sido robado. ―Sé lo mucho que esto debe lastimarte, Jade ―Le dijo Liz. ―Y no voy a intentar decirte simplemente que estarás bien. Tú ya sabes cómo es perder a alguien que amas. Dolerá por un largo, largo tiempo. Pero estamos aquí para ti. Te amamos. ―Ella le dirigió una sonrisa a Maggie, quien estaba detrás de Jade. ―Como todos ustedes están aquí para mí y los gemelos. Estoy tan agradecida. ―¡Están pensando en darla de alta del hospital! ―dijo Peter, desalentado, corriendo sus dedos a través de su pelo. ―¡Eso es genial! ―dijo Shanna. ―Qué pasa si... ―Se interrumpió, no queriendo hablar delante de su mujer. ―Tu padre está preocupado. Rick Beaudreaux lo estaba pasando mucho mejor... entonces murió. Tu padre teme que ocurra conmigo. ―No deberías estar sola, por supuesto ―dijo Maggie. ―Y es difícil recuperarse con gente pequeña vagando por la casa... lo sé. Deberías dejarlos darte de alta, salir y quedarte con Sean y conmigo. ―¡Oh, no podríamos! ―Protestó Liz. ―En serio, deberías. Mi ama de llaves es increíble. Ella está allí con los niños ahora, y la adoran. Y las chicas se quedarán un tiempo, también. ―Maggie, ¿puedo hablar contigo en el vestíbulo sólo un minuto? ―Inquirió Jade. ―Seguro. Salieron un momento al vestíbulo. ―¡Maggie, esto es loco! Si llevas a mi papá y a Liz a tu casa, eventualmente se darán cuenta de que... que Lucian es... ―Lucian no ha estado viniendo a la casa ―dijo Maggie ―Lo he hecho realmente incómodo para su especie estar allí. ―Pero... ―Jade se interrumpió, dando vueltas. Había un hombre que ella nunca había visto antes montando guardia delante del cuarto de Liz. Él era incluso más alto que Lucian, tal vez un metro noventa. Sus ojos eran azul claro, sus hombros más grandes que los de un defensor trasero de línea, y tenía pelo rubio blanco que se movía abajo de sus hombros. Él llevaba puesta una camisa polo y pantalones vaqueros, y todavía... Ella se volvió a Maggie. ―¿Quién es ese? ―Ragnor. Él es un viejo amigo de Lucian. Un amigo muy viejo. Jade se dio la vuelta y clavó los ojos en el hombre. Intentó no quedarse boquiabierta. Él sonrió repentinamente. Tenía una sonrisa lenta, fácil, llena de seguridad. ―Está bien ―Le aseguró. ―No te masticaré en pedazos pequeños. Ni arrancaré un gran pedazo de tu garganta, respecto a eso. Ella sonrió débilmente. ―Gracias. ―Nadie llegará a tu madre ―Prometió él.

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Ella sonrió otra vez. No lo corrigió y le dijo que Liz era su madrastra. ―Muchas gracias. Él la estaba estudiando todavía. ―Eres bastante como ella ―dijo suavemente. ―¿Cómo quién? ―Igrainia. ―Pero no lo soy... Él alzó una mano, impaciente con su negativa. ―Nadie llegará a tu familia. Ella le agradeció otra vez, entonces miró a Maggie. ―¿Dónde está Lucian? ―No sé. Debemos reunirnos en la capilla a la medianoche.

El tiempo pareció arrastrarse, pero finalmente era la media noche, y ella fue a la capilla. Sean estaba allí, y Jack. Ella, Maggie, y Shanna se les unieron. Miró a Sean. ―¿Dónde está Lucian? ―Jade, él ha vuelto a Escocia. Piensa que sabe dónde está el relicario. Tiene la intención de conseguirlo. ―¡Pero tener el relicario no lo ayudará! ¡Él tiene que ver que Sophia sea quemada en cierta forma! ―Explotó. ―¡No te creo! ¡Él sólo no pudo haberse ido! ¡Dejándome...! Sin decir nada, nada en absoluto... ―Jade, tú estabas más bien furiosa con él anoche ―comentó Jack. ―Pero... Pero... ―Ella se volteó hacia Jack. ―Es simplemente que Rick... ¿todos ustedes me mintieron? ¿Dónde está Rick? ―Con Lucian. ―¡Eso no tiene gracia! ―Lloró Jade. ―No se supone que la tenga ―Le dijo Sean, alisando su pelo impacientemente. Él miró hacia su mujer por ayuda. Maggie se encogió de hombros. ―Jade, tú le dijiste que lo querías fuera de tu vida. Fue su culpa que Rick muriera. Y él está preocupado por ti y tu familia. Sabe que estarás a salvo de Sophia y Darian, porque tan pronto como se den cuenta de que se fue y lo que está haciendo, irán tras él. Y... tú debes quedarte con nosotros. Tú y tu familia. Ragnor puede velar por Liz donde Jack fallo porque era humano. Era la mejor forma para que Lucian hiciera las cosas, Jade. Ella clavó los ojos en Sean, sintiéndose desvalida, furiosa, impotente... asustada y avergonzada. No podía dejar ir a Lucian solo. Tenía que estar con él. ―Voy a Escocia ―dijo.

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―Jade, eso es ridículo ―Le dijo Maggie. ―No vas ―dijo Sean firmemente. Ella agachó la cabeza. Bien. Ella no iba a discutir con ellos. Solo estaría de acuerdo con ellos... y entonces lo haría por sí misma. Si supieran lo que ella estaba tramando, tendrían al bueno de Ragnor protegiendo la puerta y ella no iría a ninguna parte. ―Bien. ―Dejó que las lágrimas que sentía llenaran sus ojos. ―Bien. Todos iremos a tu casa, Maggie. Mi familia estará a salvo contigo. Ella los dejó en la capilla. Salió caminando al corredor, y la dejaron ir. Ella los dejó con los hombros caídos, su cabeza agachada. Tan pronto como estuvo fuera de su línea de visión, comenzó a correr por el vestíbulo hacia los teléfonos públicos. En el plazo de algunos minutos estaba reservando para Londres en British Airways, y entonces continuaría hacia Edimburgo.

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1188 El teléfono de Jade sonó. Matt lo alcanzó y lo recogió sin pensar. ―¿Bueno? ―¿Bueno? ―¿Bueno? ―Repitió. ―¿Quién es? ―¿Quién es? ―Demandó. ―¿Tú me dices a mí? ¿Quién está en el teléfono de Jade MacGregor? Matt clavó los ojos en el teléfono, recordando dónde estaba. ―Soy Matt Durante. ¿Ahora quién es? ―Soy Jenny. ―¿Jenny? ―dijo inexpresivamente. ―Jenny Dansen, su amiga escritora. ¿Recuérdame, la rebanada de la vida, Erma Bombeck para el nuevo milenio? ―Oh, Jenny, ¿qué pasa? ―dijo con un suspiro. ―Dímelo tú. ¿Qué estás haciendo en el apartamento de Jade? ―Es una larga historia. Hum, Rick se enfermó... ―Y murió y desapareció, así lo leí. Esperaba que Renate no fuera culpable de asesinato, desesperada por conseguir una línea factible de complot. ―¡Jenny! ―Bueno pues bien, por eso es que llamé. La mujer actúa de manera muy extraña. La llamé para preguntarle si sabía algo acerca de una conmemoración, o cómo lo estaba pasando Jade, y un hombre contestó su teléfono. Y luego colgó, y llamé de nuevo, y ella negó que alguien más hubiera contestado el teléfono. ―Tal vez marcaste el número equivocado. ―Tal vez... pero no lo sé. ―¿Cómo lo sabes? ―Mi teléfono sigue el rastro al número que fue marcado. Escupe un informe cada tantas llamadas. Definitivamente he llamado al número correcto. ―Bueno, entonces, se está viendo con algún tipo, y no quiere que nosotros lo sepamos. ―Ella se está viendo con algún tipo, y puede no querer que lo veamos. Ve a revisarla, Matt, por favor. Ella está justo vestíbulo abajo, de donde está el apartamento de de Jade. ¿Por qué estás todavía allí? ¿Dónde está Jade? ¿Por qué no ha vuelto a casa? ―Ella está con algunos amigos, va bien, y estamos aquí mismo porque... ―¿Estamos? ¿Quién es estamos? ―Danny está conmigo. ―¿Por qué necesita ella a los dos en su apartamento?

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―Estamos aquí mismo por si nos necesita, Jenny. Oh, y de paso, estamos bien, gracias por preguntar. Jenny inhaló por la nariz. ―Yo estoy bien, también. Aplasté una llanta anoche, y Bonnie se rompió su tercer dedo del pie. El tintorero perdió el mejor mantel de encaje de mi madre, y una migraña me está incordiando. Gracias por preguntar. ―Adiós, Jenny. Iré a comprobar a Renate. Danny estaba en la cocina, preparando café. ―Parece que Jenny piensa que algún tipo tiene a Renate de rehén ―dijo Matt. ―Si Renate tuvo suerte con algún tipo, no va a apreciar que entremos de pronto y sin invitación. ―Pero supongo que deberíamos ir ―dijo Danny. Fueron caminando por el vestíbulo hacia el apartamento de Renate, y tocaron la puerta. Ella no contestó. ―¿Renate? ―Danny la aporreó entonces. Clavó los ojos en Matt. ―¡Renate! Matt comenzó a golpear la puerta. Fue abierta de golpe. Renate estaba allí. Su pelo estaba alisado para atrás, acababa de darse una ducha, y estaba en una túnica de la tela de toalla, cepillando su pelo. ―¿Qué? ―Demandó abruptamente. ―Estábamos preocupados por ti ―dijo Danny. ―Oh, ahora están preocupados por mí ―Espetó. Ella bostezó. ―Estoy cansada, realmente cansada. Necesito algo más de sueño. ―Renate ―comentó Matt, mirando a su elegante apartamento. ―Tu plancha está encendida, sobre esa blusa... y se está quemando. Lleva un buen rato. Caminó a grandes pasos detrás de ella en el apartamento, rápidamente jalando el enchufe en la plancha. Él intentó levantarla de la blusa. Estaban fusionadas. La tabla entera de planchar se movió. ―¡Renate, vas a quemarte! ―Bueno gracias, gracias ―dijo, caminando hacia Matt. ―Ahora te agradeceré que te vayas. ¡Fuera! Estoy cansada. ¡Y llama a esa impertinente entrometida de Jenny Dansen y le dices que se ocupe de sus propios asuntos! ―Puso una mano en el pecho de Matt y lo echó afuera de la habitación. Danny les había seguido. Ella se dio la vuelta y le dirigió una mirada malvada. ―¡Voy, voy! ―dijo él. Estaban afuera en el vestíbulo. La puerta golpeó ruidosamente al cerrarse. ―Bueno ―dijo Matt. ―Algo pasa, algo malo ―dijo Danny. ―¿Por qué? ¿Cómo lo sabes?

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―Fui y leí lo que ella estaba haciendo en su computadora. ―¿Qué estaba haciendo? ―Revisando las reservas de la aerolínea. ―Miró a Matt ―Jade estará en un vuelo para Escocia, saliendo de Nueva Orleans y conectando a través de Shannon, Irlanda, en menos de dos horas.

Jade logró salir de la casa fácilmente; Se había levantado, se había ducha, se había vestido, y no perdió el tiempo nada más que para tomar su chaqueta y su bolso de mano. Afortunadamente llevaba su pasaporte, y estaba al corriente. Se registró en su vuelo, y entonces compró café. Y esperó. Ella estaba loca. Estaba saliendo a buscar a un hombre en un cementerio donde casi había muerto hacía un año. No. Ella salía a buscar a un vampiro en un cementerio donde casi había muerto hacía un año. Pero tenía que encontrarlo. Parecía increíblemente importante que él supiera de la extraña diosa gato, tan malvada que habían intentado borrarla de la historia. Ella miró su reloj de pulsera, ansiosa por subirse al avión. Entonces, antes de que dieran la llamada, se mordió el labio con súbita desilusión. Había sido encontrada. Maggie, Shanna, Sean, Jack, y los tres niñitos se dirigían hacia ella desde el otro lado del aeropuerto. Se puso de pie. Antes de que siquiera la hubieran alcanzado empezó a hablar. ―Miren, me voy. Por favor, por favor, no intenten detenerme. Gritaré. Lanzaré semejante ataque que ustedes no podrán creerlo. Aun si ustedes son oficiales de policía... ―Jade ―dijo Maggie. ―Está bien. ―¿Está bien? ―Comprendemos que no te podemos detener. Nos gustaría detenerte, sin embargo ―dijo Sean. ―Pero tal vez no deberíamos ―dijo Maggie suavemente. ―No entiendo. Jack sonrió abiertamente de repente. ―Tienes compañía. Shanna y yo vamos contigo. ―No, no. Shanna no viene... ―Tú no me puedes detener tampoco, Jade. Y Jack y yo tenemos boletos. ―¿Cómo supiste en cual avión conseguir los boletos? ―Preguntó suspicazmente. ―Danny y Matt ―contestó Shanna. ―¿Cómo lo supieron? ―Renate había estado trabajando con su computadora ―dijo Shanna. ―Vieron que de alguna manera ella había extraído tu información de vuelo. ―Pero todavía estoy confusa. No tiene ningún sentido...

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―Renate es buena en ello. Y aparentemente estaba disgustada con Danny y Matt, y no quiso compartir la información con ellos. Habían pasado a verla porque Jenny la había llamado y había marcado un número equivocado. De alguna manera llamó a Renate, pero algún tipo contesto. O tal vez Renate está tratando de mantener sus citas en secreto, no sé. En el altavoz, el número de vuelo fue llamado. ―Shanna, no deberías venir conmigo. Y Jack, tú no tienes que hacer esto tampoco. ¿A ti no va a hacerte falta alguna clase de terapia por tener ilusiones en el hospital? ―Estoy de permiso de baja pagado hasta que encuentran el cuerpo perdido ―dijo Jack. ―Hum. ¿No te dijeron que no dejaras la ciudad? ―Si lo hicieron, no estaba escuchando. Mira, Maggie y Sean se quedan aquí. Tus padres estarán con ellos. Ragnor vigilará las cosas aquí. Matt y Danny nos llamaron, insistiendo en que nosotros no dejáramos que fueras sola. Hemos hablado esto. Digo, ¿qué vas a hacer, pasear alrededor de un cementerio sola? ―Esperaba no estar sola demasiado tiempo. Tengo que encontrar a Lucian. ―Bueno pues, será mucho mejor para ti buscarlo con ojos a cada lado tuyo, ¿verdad? Y ahora que sé contra que estoy peleando, apostaría a que puedo esgrimir una estaca bastante bien. ―La situación no está abierta a discusión ―dijo Sean. ―Y están volviendo a avisar del vuelo ―Les recordó Maggie. Jade repentinamente se agachó hasta sus hermanos pequeños, que junto con Brent y Canady, habían estado comportándose asombrosamente bien para ser unos niños pequeños mientras estaban allí, escuchando a los adultos hablar. ―Oigan, ustedes dos cositas pequeñas. Dennos a Shanna y a mí grandes abrazos. Y vayan a casa y sean buenos duendecillos, porque su mamá no está bien. Y Maggie es dulce, pero hay tres de ustedes más ahora, ¿está bien? Petey la miró solemnemente, puso sus brazos alrededor de su cuello, y la abrazó apretadamente. Ella se lo pasó a Shanna, entonces abrazó a Jamie apretadamente. Entonces ella abrazó a todos los demás. Era hora de dirigirse hacia el avión. Se despidieron con las manos. Maggie sostenía a Brent. Sean Canady había recogido a los gemelos. Acababan de pasar por el control tomando los boletos y habían empezado a bajar a la pista de aterrizaje hacía el avión, cuándo Jade oyó que Jamie lloraba. ―Él va a estar muy molesto ―Le dijo a Shanna. ―Me ama, pero te ama más a ti. ―No, él está señalando algo... a alguien ―dijo Shanna. Jamie repentinamente gritó tan fuerte que podía oírse por toda la habitación. ―El hombre del cable, el hombre del cable, el hombre del cable... Él no podía decir sus "b" claramente, y parecía que estaba gritando “hombe del cabe”. ―¿Hombre del cable? ―Jade le dijo a Shanna. Shanna se encogió de hombros. ―¿Recuerdas? El hombre del cable llego cuando Liz se enfermó. ¡Oh! ¡Conozco a ese tipo por allí! Es ese Dave el que te dije que me había encontrado. Se está apareciendo de pronto en todas partes.

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―Es un aeropuerto público ―dijo Jade, distraída, observando a Jamie. Él había enterrado su cabeza contra Sean. Sean subió una mano para asegurarles que Jamie iba a estar bien. ―Chicas, el vuelo se irá sin nosotros ―dijo Jack. Jade se dio la vuelta y rápidamente caminó hacia el avión, preguntándose por qué se sentía tan perturbada.

―¡Jesús! ―Gritó Danny. Él estaba en la computadora de Maggie, y había estado salteando todas las contraseñas, de forma ilegal, para entrar en los registros de la aerolínea que había usado más temprano para revisar lo que había visto en la pantalla de Renate. Él se había quedado en shock. Sí, Jack y Shanna habían logrado conseguir boletos en el mismo avión. Pero alguien más estaba en ese avión. ―¿Qué es eso? ―Matt presentó demanda. ―Renate... eso es lo que ella estaba haciendo, intentando seguir a Jade. ―Que idiota. Va a conseguir que la maten. ―Ella se la pegará a los demás, estoy seguro. Matt se sentó, dejando escapar un largo suspiro. ―Esto es suicida, ¿verdad? Sentados aquí, esperando. Preguntándonos. No le podemos abrir la puerta a nadie; Tenemos que ser tan condenadamente cuidadosos... y sólo sentarnos a vigilar. ―Sí ―dijo Danny pensativamente. ―¿Sentados a vigilar... qué? Jade se va, Renate se fue, Shanna se va. Y Rick es... bueno pues, nosotros realmente no sabemos demasiado acerca de Rick aún, ¿verdad? Pero de cualquier manera, él se va, y... ―Clavó los ojos en Matt. ―Nosotros estamos aquí. Matt volvió la mirada hacia él. Se pusieron de pie al mismo tiempo.

En Edimburgo, Lucian y Rick investigaron en Balmoral. Lucian dejó recado en el escritorio de que no debían ser molestados. Fue encantador cuándo habló con la mujer en el escritorio, explicando que sufrían de desfase de horario causado por el viaje. Había logrado conseguir que Rick se fuera de Luisiana sin dificultad, habiéndose conectado en el sistema a una computadora estatal del gobierno de Luisiana durante el tiempo suficiente como para darle un nombre nuevo... Richard Miller. Había miles de Millers en los Estados Unidos, y rastrear todos los números e información con la que él había reemplazado temporalmente la de Rick sería imposible. Ahora no tenía una identidad legal propia, sino piezas unidas de diversos lugares. Rick miró alrededor mientras se registraba. ―Bonito hotel ―Le dijo a Lucian. ―Grandiosa ciudad. ¿Cenaremos con ratas... o camareras? Cuando Lucian le dirigió una mirada furiosa, Rick sonrió abiertamente. ―Sólo estoy bromeando. Aunque admito que me sentí más como Renfield que Drácula, más temprano. Había una mosca zumbando alrededor, eso me estaba poniendo voraz.

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―Encontraremos una carnicería más tarde, y te aseguro, una vez que viajemos fuera de la ciudad hacia el viejo Cementerio, encontrarás bastantes roedores. Las ardillas son abundantes en el área, también. ―¿No deberíamos estar dirigiéndonos para el cementerio ahora? ―Caminó de arriba a abajo por el corredor. Él todavía no tenía fuerza a la luz. ―Creo que no ―Admitió antes de que Lucian pudiera contestar. ―Realmente no me gusta tenerte conmigo... estás demasiado verde, sin intención de ofender. Pero me dio miedo dejarte en Nueva Orleans. Rick le sonrió, con las manos en las caderas. ―Nunca la habría lastimado. Nunca en mil años. ―Sí, bueno ―murmuró Lucian. ―Hay momentos en los que no tienes la intención de hacer daño. Y comienzas a sentir la sangre, sentir el calor, el pulso... El hambre. ―Sigo diciéndote, que voy a estar bien. ―Vas a tener que estar bien... y fuerte como el infierno. Sophia te creó. Ella tendrá poder sobre ti. ―Ella no tiene poder sobre ti. ―Lo tuvo. Una vez. Alcanzaron sus habitaciones. Estaban adjuntas, un vestíbulo delgado uniéndolas. Le complació ver que Rick se había acordado de su tierra natal, aunque Lucian se hubiera encargado de eso, al traer suelo de Luisiana también, por si acaso Rick no había entendido. Pero Rick lo hizo. Para un miembro nuevo de la sociedad de los no muertos, él entendía las cosas más que bien. ―Descansa un poco ―Le dijo a Rick. ―Lo necesitarás.

Jade, Jack, y Shanna aterrizaron en Shannon al atardecer; Su avión para Edimburgo llegó después de oscurecer. En Balmoral, Jade se desilusionó al darse cuenta de que nadie llamado Lucian DeVeau se había registrado en el hotel. ―¿Qué te hizo pensar que él estaría aquí? ―Le preguntó Shanna suavemente. ―No sé. Supongo... él sabía que fue aquí donde me quedé. ―Tal vez él no está en un hotel, Jade ―Propuso Jack. ―Puede que no, pero... él debe estar en un hotel, a alguna distancia del cementerio, pero cerca de la ciudad para llegar a él fácilmente. Y tiene a Rick con él. ―Jade, no había garantía que lo encontraríamos ―Le dijo Jack. ―Sí, bueno, puedo encontrar el cementerio. ―Sí, bueno, esperaremos la mañana. ―Lucian irá de noche ―dijo ansiosamente. ―¡Jade! ¿Estás tan ansiosa de morir? Preparémonos para lo que va a ocurrir. ―Él la tomó por el hombro, mirando directamente a sus ojos con firme paciencia. ―Él se fue rápidamente, determinado a escapar antes de que Sophia supiera que hacía. Eso lo ha logrado. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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El teléfono sonó repentinamente. Jade brincó hacia él, la esperanza en su corazón. Era Maggie, comprobando para ver si habían logrado llegar bien, asegurándoles que Jamie estaba bien, y diciéndole que Sean iría por su madrastra a primera hora de la mañana. ―Oh, y Matt llamó por teléfono. ¿Él quería saber si te habías encontrado con Renate ya? ―¿Encontrado con ella? No. ¿Está aquí? ―Según los registros de vuelo, ella estaba en tu avión. ―¡Ella ni siquiera nos buscó! ―¿Quién, que? ―Demandó Shanna. ―Renate estaba en nuestro avión... ella compró un boleto en él, de alguna manera. ―Vaya. Las aerolíneas debieron haber estado felices. ¡Hombre, todos nosotros gastamos muchos dólares, reservando tan tarde! ―dijo Jack, negando con la cabeza. ―Tal vez perdió el avión y tomó un vuelo posterior ―Le dijo Jade a Maggie. ―Nunca la vimos. ―Bien, estén alerta. Matt está seguro de ella piensa que es la reina del misterio y va a conseguir meterse en algún problema. ―Estaremos pendientes de ella, Maggie. No has hablado con Lucian, ¿verdad? ―No, lo siento. Te dejaré ir ahora, pero mantente en contacto. ―Gracias, Maggie. Muchas gracias. ―Cuídate. Maggie colgó el teléfono. ―¿No es extraño? ―dijo Jade. ―Si Renate estuvo en el vuelo... ―Ella tuvo que haberse perdido. Digo, era un avión grande, y estaba bastante lleno. ―Conociendo a Renate, podría haber estado en primera clase, y tal vez quiere probar algo antes de encontrarnos ―Sugirió Jack. ―Bueno pues, espero que la veamos pronto. Esto me tiene preocupada ―dijo Jade. ―Voy a afeitarme ―dijo Jack. ―Después saldremos. De compras. ―Jack, ¿podrían hacer las compras tú y Shanna sin mí? Quiero esperar aquí en caso de que Renate esté tratándonos de encontrar, o en el caso... ―De que Lucian esté tratando de encontrarte ―Terminó Shanna. ―Supongo que estará bien ―dijo Jack. ―Con tal que no abras la puerta. A nadie. Ni servicio de habitación, ni nada, Jade. ―Sin servicio de habitación ―Prometió.

Rick Beaudreaux tuvo su primera lección del poder de la mente esa noche. ―Eso es lo que ves con tu imaginación ―le dijo Lucian. ―Piénsalo, y serás eso. Muévete con el poder del aire y la niebla, y serás el poder del aire y la niebla. ―Lo piensas, y lo haces ―dijo Rick. ―Camina sobre el agua ―murmuró Lucian. Rick clavó los ojos en él. ―La primera vez que vi a Sophia, pensé que ella podía caminar sobre agua. Ella no caminaba en absoluto. Sólo descubrí eso más tarde. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¿Cuándo aprendiste a caminar sobre él agua? ―Algo así. Esta noche necesitamos movernos como uno con la oscuridad. ―¿Sophia está aquí? ¿Podría sentirlo si ella estuviera? ―Ella no está en el cementerio aún. Pero está abierto para una fiesta. Mañana por la noche es Halloween. ―Halloween ―dijo Rick. Comenzó a reírse, y el sonido fue finalmente sólo un tanto amargo. ―Halloween. Bueno, dulce o truco para mí. ―Lo siento. ―Intento ayudarte a golpearla. Lucian estaba quieto. ―Ella no está aquí, pero sabe que estamos. Y puede moverse rápidamente. Esta noche será nuestra única oportunidad para buscar la tumba sin estorbos. ―¿Qué hay de Darian? Lucian guardó silencio otra vez durante un minuto. Quieto. Totalmente quieto. ―Cerca. Así que tenemos que movernos rápido. Piensa en la belleza y la gracia de la oscuridad. Muévete con la niebla, con la sombra. Haz caso omiso de portones, cercas y puertas de hierro. Así que cierra tus ojos. Ve un nuevo telón de fondo. Siente el viento, escucha el aire, escucha cada pulso a tu alrededor. El susurro de las hojas a nuestro alrededor, las hormigas moviéndose en la tierra. El revoloteo del ala del pájaro. Siéntete. El poder de tus músculos, la agilidad de tu cuerpo. Siente la tierra con tus pies, y corre...

Habían comprado una docena de palos de escoba, lo cual no había sido tan difícil. Las tiendas estaban orientadas hacia Halloween. Los palos de escoba eran objetos populares en Halloween. Las brujas eran comunes en las fiestas de disfraces. Jack además había encontrado una espada decente en un anticuario. Habían logrado entrar en la Iglesia Católica... un milagro, porque las puertas habían estado cerradas. Un sacerdote se compadeció de su historia ya que eran católicos en un país básicamente protestante, que encarecidamente amarían sólo algunos momentos para rezar. Shanna había hecho preguntas al sacerdote sobre el catolicismo hoy, manteniendo su atención mientras una pequeña botella de licor vacía del avión era llenada por Jack con agua bendita. Ella también lo persuadió a venderle varias cruces bendecidas de la pequeña tienda turística en la iglesia, a pesar de que esa, también, estaba cerrada. Cuando regresaron al hotel, llamaron. Jade estaba en la cama, observando las noticias. Ella parecía desanimada. Le faltaba saber de Lucian. Ordenaron bebidas en el bar. Shanna no se había dado cuenta de cuánto le gustaba Jack, hasta que había pasado todas esas horas en el avión con él. Él era apuesto, con un aspecto muy irlandés, y no tenía miedo... o si lo tenía, seguía hacia adelante a pesar de su miedo. A ella le gustaba eso. Él era responsable. Y a él le gustaba ella...

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Se alegró de que fuera a estar justo abajo de ese pequeño corredor estrecho entre los dos cuartos esa noche. Tenía miedo. Y había estado intranquila desde que habían salido de casa. Jamie gritando en el aeropuerto la había desestabilizado. Shanna corrió sus dedos alrededor del borde de su copa, pensando que sería agradable estar aquí, bajo circunstancias diferentes... había un fuego rugiendo en la hoguera de la chimenea, el vino era bueno, la compañía muy agradable. Pero pensar en Jack la hizo pensar sobre el otro tipo con el que se había encontrado... el que estaba en la cafetería y que había reaparecido en el hospital. Y luego en el aeropuerto. ―¿Qué? ―dijo Jack. ―Sólo estaba pensando, supongo. Sobre las personas... sobre coincidir en la vida. ―Por las personas. Y coincidir en el tiempo ―dijo Jack. Él se había decidido por una cerveza sin alcohol, y subió hasta su copa y la chocó. Ella sonrió. ―Es tan bonito aquí. Sólo pensaba... Coincidir en el tiempo. El hombre del cable. Jamie había soñado sobre el hombre del cable. Ella había soñado con Dave. Jamie había estado llorando en el aeropuerto. Ella había visto a Dave. Rick había muerto en el hospital. Ella había visto a Dave allí. ―Jack. ―¿Qué? ―¿Qué aspecto tenía él? ―¿Quién? ―El tipo que te persiguió cuando Sophia estaba desgarrando a Rick. ¿Él era alto? ―Alto, magro, pero musculoso. Cabello castaño rojizo, buenas facciones... no tuve suficiente tiempo para estudiarlo. ―¿Cabello castaño rojizo, algo largo? ―Inquirió. ―Sí, era algo largo. ―Él está aquí. ―¿Qué? ―Darian está aquí. En alguna parte. De alguna forma. Yo... lo conocí. Lo encontré en una cafetería en Nueva Orleans. Me cité con él, pero nunca llegó. Fue la noche que todas esas personas murieron en Massachusetts. Pero entonces lo vi en el hospital. ―Ella vaciló, decidiéndose en contra de mencionar el sueño. Él había intentado entrar en la casa de Maggie. De cierta forma, por la gracia de Dios, había logrado no permitírselo. ¡Pero él estaba aquí ahora! Se puso de pie. ―Jack, él está aquí. Tenemos que encontrar a Jade. Rápido.

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Jade se había quedado con la mirada fija en las noticias sin haberlas visto durante un tiempo muy largo. Estaba exhausta, pero no podía dormir. Clavaba los ojos en el teléfono de vez en cuando. Lucian, ¿dónde estás? ¿Dónde estás? Cuando un golpe sonó en la puerta, casi se lanzó fuera de su piel. Saltó de la cama y se abalanzó sobre ella, entonces se paró en seco. ¿Estaba tocando Lucian? ¿Necesitaba hacerlo? No, ella le había invitado a entrar hacía mucho tiempo. ―¿Sí? ―Se asomó por la mirilla. Renate estaba de pie justo afuera de su puerta. ―¡Renate! ―Ella abrió la puerta. ―Sí, soy yo. ¿No vas a invitarme a pasar? ―Por supuesto. ¡Adelante! ¿Qué estás haciendo por acá? Le puse atención a todo lo que dijiste; Tengo la intención de pasarle todo eso a Lucian. Es peligroso, lo que estás haciendo... Ella se interrumpió porque alguien que estaba detrás de Renate la hizo avanzar dentro de la habitación. ―Invítame a entrar ―Le dijo severamente. ―Entra ―dijo Renate mecánicamente, sus ojos sin dejar nunca los de Jade. Jade retrocedió, preguntándose qué arma posible tenía a mano mientras observaba al hombre que entró detrás de Renate. ―Darian. ―Era el guía de turistas del año anterior. Él sonrió. ―Así que me conoce ahora, Señorita MacGregor. ¡Y mire la forma en la que me mira! Como si fuera el mismo Satanás. ―Él sonrió. Su voz era ligera, el acento suave y civilizado. Sus facciones permanecían atractivas, aunque parecía estar algo picado de viruelas por el momento. Herido. ―¿Qué le ha hecho a Renate? ―Exigió Jade. ―Ni la mitad de lo que voy a hacerte a ti ―Le dijo él. ―Tú eras la mejor. Definitivamente la mejor. Lo supe desde el momento que la vi con ese grupo de muchachos en el castillo de Edinburgo. Y estaba tan intrigada con todo. Realmente ama la historia, y Escocia. Estaba tan preparada para aprender, ansiosa de hablar con las personas, ambicionando abrazar el mundo. Observé su pelo a la luz. Observe sus ojos, observe su sonrisa. Sophia, por supuesto, fue la que vio el parecido a Igrainia. ―No soy Igrainia ―dijo. ―¿Quién sabe? Ese policía seguro es... era... bastante como Wulfgar. ―¿Qué policía? ¿Y quién es Wulfgar? ―¡Ah! ¡Ahí van tus ojos, disparándose hacia el reloj! Haciéndote la ignorante, haciendo tiempo, ¿esperando ayuda? La ayuda no puede venir lo suficientemente rápido. Lucian es un tonto. Debería haber tomado tu sangre de inmediato y haberte dado este don. Pero entonces, esa es la piedad. Ahí está el bueno de Lucian, el rey de los vampiros, un monstruo con una conciencia, rehusándose a condenar a las personas, como él lo ve. Bueno, yo sólo veo la tumba. El polvo al polvo. Cenizas a las cenizas. Allí está lo poderoso, como nosotros... y el ganado. Como tú, amor. Aunque seas el más fino filete. Hay hambre, y hay lujuria, y tú has inspirado ambos. Él comenzó a andar en dirección a ella, y le lanzó una almohada. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Naturalmente él se rió. Cayó al piso, sin hacer daño. Obviamente, ella se burló de sí misma. Él siguió caminando. Renate estaba parada dentro del cuarto, pareciendo no ver a ninguno de ellos. ―¡Renate, ayúdame! ¡Haz algo! ―Gritó Jade. Darian casi la había alcanzado. Ella dio un salto en la cama, saltando al otro lado. ―¡Corre! ―dijo él, su sonrisa esta vez dejaba traslucir la longitud de sus colmillos. ―Corre. Me encanta cuando los humanos corren. Hace que el corazón palpite más fuerte. La sangre corre con pasión a través de tus venas. Ella agarró un pequeño frasco de champú del mostrador y se lo apuntó a él. ―Aléjate. Es agua bendita. Y sé lo que puede hacer. Él se paró. ―Quítaselo, Renate. ―Ordenó Renate llegó a Jade, agarró su brazo, y le dio un porrazo duro, pegándole primero en la mandíbula, y luego en el estómago. Jade se dobló antes de responder, asombrada. Entonces se enderezó, todavía adolorida. Ella contraatacó, golpeando la mandíbula de Renate. Fuerte. Renate se derrumbó y se tambaleó hacia atrás. Pero no antes de que el frasco de champú se le hubiera escapado. Chocando contra el piso. Darian saltó hacia atrás, temiendo el contacto del líquido. Pero entonces vio el espesor de la solución derramándose sobre el piso, y sacudió la cabeza, sonriendo abiertamente con arrepentimiento, como si ella le hubiera jugado una broma maravillosamente buena. ―¡Jade, Jade, Jade! No tienes nada a la mano. Nada. ¡Lucian, el gran protector, se va persiguiendo molinos! Y tus compañeros te han abandonado en su búsqueda por encontrar armas... dejándote con las manos vacías. Sola. Esperando. Madura. ―Lucian está aquí, lo sabes ―Alardeó. ―Él no te dejará hacer esto. ―Lucian no puede ganar con Sophia y conmigo, mi amor. Adelante, corre. Ten esa sangre bombeando. Y mientras corres, cuéntame más sobre Lucian. Sobre la manera en la que él repentinamente va a rescatarte. ―Él sabe que estoy aquí. ―No. No lo creo. ―Estás equivocado. ―No, no lo estoy. Es mejor que corras, Jade. Corre. Porque estoy llegando. Ahora. He estado esperando, pero ah, ¿Ves? La espera se acabo. Ya estamos, tú y yo... Juntos al fin. ―Él se lamió los labios. Sonrío. Sus colmillos brillaron intensamente en la luz. Ella corrió. A lo largo del corredor entre las dos habitaciones. Se fue corriendo a la puerta, lista para salir a gran velocidad al vestíbulo. Él la atrapó antes de que ella pudiera abrir la puerta, haciéndola girar alrededor, golpeándola contra él. Tocó su mejilla.

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―Eres una gema, sabes. Algo para ser deseado, codiciado. Disfruté tus preguntas esa noche. Disfruté la manera en la que intentaste ser tan cortés y tan educada y aún disfruté la manera en la que tus ojos rodaron cuando hacían algo simplemente grosero, increíblemente estúpido o.... Eres realmente encantadora. Puedo ver la razón por la que has tenido atrapado a Lucian todos estos años... ―No he tenido relación con Lucian durante años. No vas a ir a la guerra contra él otra vez por esa razón. No soy Igrainia. Ella sintió el poder de su peso. Él se apoyaba contra ella en la puerta. Estaba sujeta, aprisionada allí. Él llevo su mano a su cara otra vez. Ella se sobresaltó; Él sonrió, frotando los nudillos a lo largo de la longitud de su mandíbula. ―Sabes, a ti te gusté la noche de la excursión. ―Eso fue antes de comprendiera que mordiste a los estudiantes universitarios ―dijo. ―Los estudiantes universitarios. Quería al niñito... la sangre de los niños puede ser tan dulce. Pero gracias al viejo Lucian, la mujer se llevó a casa a los niños temprano. Los niños tienen la mejor sangre. ―Sus ojos se ampliaron mientras se burlaba. ―Los estudiantes universitarios son un pobre substituto. La chica estaba bien, sin embargo. Había tenido la intención de tomarme el tiempo con ella. Lucian más bien arruinó eso. ―No le molesta a Sophia que vayas tras las víctimas de manera... ―¿Manera depredadora? ¿O sensual? ―Él se burló. ―Nosotros somos criaturas de... podría decir... ¿carne y sangre? Ah, Sophia y yo no somos celosos el uno del otro. Si fuera así... bueno, su obsesión con Lucian me habría destruido hace muchísimo tiempo. Ahora hay un caso más bien amargo. Ella lo quiere casi tanto como si quisiera destruirlo. Y lo hará al fin. Ella tiene el talismán. Él colocó su mano en su pecho. ―¡Siente tu corazón! ―¡Saca tus sangrientas manos de mí! Ella empujó su mano, lo empujó, y dio un paso más allá de él. Alarmado, y luego divertido, la dejó ir. ―No has intentado gritar. ―Lo haré ―Prometió. ―Gritaré y atraeré a cada policía en Edimburgo sobre ti. ―No, no lo harás. Ella no pestañeó; Apenas lo vio moverse. Pero él estaba justo delante de ella otra vez. Tocándola. ―Llegó la hora ―dijo. ―¡No! Sus dedos estaban en su pelo; Él tenía su cabeza torcida a un lado para apuntar sus colmillos directamente en su vena yugular. Ella podía sentir su propio corazón. Podía sentir su sangre, caliente, haciendo a su vena latir. Podía sentir sus colmillos, el calor, la saliva, su toque...

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 1199 Repentinamente ella oyó el sonido de vidrios rompiéndose. La ventana se había roto. Dulce, Jesús, sí, era real. El vidrio repentinamente, violentamente se había fragmentado, y ahora parecía caer como lluvia en temblorosa cámara lenta. Estaban en el tercer piso. Un lobo, enorme y plateado, llego lanzándose a través del vidrio. Aterrizó sobre Darian con una fuerza atronadora que arrancó al vampiro de Jade y lo envió volando contra la pared más lejana. Darian chocó duramente contra esta. Entonces se levantó, corriendo velozmente con el lobo sobre sus talones, retrocediendo a lo largo del estrecho corredor. Jade corrió por el corredor entre los cuartos. El lobo se había ido. Lucian estaba de pie en el centro de la habitación, desafiando a Darian. Pero Darian había ido por el cuerpo flojo de Renate, arrastrándola sobre sus pies, utilizándola como un escudo. ―Ella es... ¡Ella lo dejó entrar! ―Lloró Jade advirtiéndole. ―Ella es... ―No está muerta pero, no es su criatura aún ―dijo Lucian, manteniendo sus ojos duros sobre Darian. ―Y si él la daña aún más... Lucian comenzó a caminar en dirección a él, sus ojos un foso negro de fuego, su mandíbula mortalmente ajustada. ―Lucian, guarda tu distancia, y te dejaré a la mujer ―dijo Darian. Lucian lo ignoró, caminando a grandes pasos hacia adelante. Pero antes de que Lucian lo pudiera alcanzar, la puerta del vestíbulo se abrió de golpe. Lucian de un momento a otro se había ido. Renate cayó al piso. Darian se desvaneció en la niebla. Jack y Shanna llegaron lanzándole adentro, cada uno cargando una escoba con una punta precipitadamente formada, y un frasco de agua. ―¡Jade! ―Gritó Shanna, corriendo en busca de su hermana. Dejó caer su escoba y arrojó sus brazos alrededor de ella. Jack Delaney clavó los ojos en Lucian. ―No sabíamos a donde te habías ido. ―Lo sé ―dijo Lucian. ―No pensé que fueran tontos y vinieran a Escocia. Habrían estado a salvo allá en los Estados. Sophia tenía que seguirme aquí, y ella sabía que no podía pelear contra mí sola. ¡Ustedes habrían estado a salvo! ―¡Venimos a ayudarte! ―Anunció Jade en voz alta coléricamente. Ella estaba temblando. Y su mente todavía se rehusaba a creer lo que sus ojos continuaban viendo. ―Deberían haber sido más listos; ¡No deberían haber venido! ―Insistió él. ―Jade ―dijo Shanna, pero Jade dio un paso alrededor de su hermana. ―No. Tú nos necesitabas. ¡Porque no sabes todo! El poder no es siempre todo; ¡Renate tenía razón... el conocimiento es fuerza! ―Subió sus manos en puños contra su pecho. Sus manos cayeron planas en su pecho, y él la envolvió en sus brazos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Ella sintió un latido, latiendo, latiendo... ¿Su corazón? ¿El de él? ¿Tenía él un corazón que pudiera palpitar así? ¿Importaba? El pulso y la fiebre que sintió parecía una parte de ellos dos. ―Te oí llamándome ―dijo él muy suavemente. ―Apenas llegué a tiempo. Lucian estaba temblando. ―Él se escapó ―dijo Shanna. ―¡Jade! Fui tan estúpida, y tan afortunada. Darian es Dave, el tipo que encontré en la cafetería. Jade, pude haber terminado como... ―¿Yo? Todos ellos se dieron la vuelta. Rick estaba de pie en la entrada. Había pasto en su pelo, noto Jade. Ella se separó de Lucian, corriendo hacia Rick, abrazándolo ferozmente. ―Rick, lo siento, lo siento tanto. No puedes comenzar a imaginarte... ―Jade ―dijo bondadosamente. La mantuvo alejada de él. ―Algunas cosas, tal vez, son el destino. ―Oh, Rick... ―Está bien. ―No está bien. Tú estás realmente... ―¿Muerto? ―Susurró. ―No es una mala palabra... oh, sí, supongo que lo es. Gente, necesitamos pensar rápido por el momento. ―¿Implorar perdón? ―dijo Lucian, ceñudo. ―Discúlpenme, pero yo todavía me sé la rutina de las fuerzas de la ley y el “proteger y servir”. La seguridad está próxima a subir... por la ventana rota. ―¿Qué haremos? ―Preguntó Shanna. ―¡Hazte la inocente! ―dijo Jade rápidamente ―Sólo sabemos que repentinamente se hizo pedazos. Nos imaginamos que algo tuvo que haber sido arrojado dentro del cuarto, pero no lo podemos encontrar. ―¿Cuándo llego Renate? ―Preguntó Jack. ―¿Y por qué ha perdido completamente el conocimiento? ―Métanla en la cama. Les explicaré más tarde. Y Rick, Lucian... ―Estaremos en el bar ―dijo Rick rápidamente. Sonrió abiertamente. ―Puedo tomar un Bloody Mary, verdad, ¿Lucian? Lucian gimió. ―Afuera, Rick. ―Los encontraremos abajo ―Les dijo Jack. Los dos salieron justo a tiempo. Dos oficiales de seguridad con gran acento llegaron. Jade les mostró la ventana. Dijo que no podía encontrar que había hecho eso. Agradeció que parecieran meramente perplejos... y disculpándose. Se notaba que la ventana había sido rota desde el exterior... la forma en la que se había hecho pedazos era la prueba. Necesitarían una nueva habitación esa noche, para que la ventana pudiera ser reparada. Eso no sonó como una idea mala. Cambiaron de habitación, Jack se llevo a Renate y explico que ella estaba sólo, cansadísima por el desfase de horario causado por el viaje. Afortunadamente ella gimió, casi abrió los ojos y sonrió vagamente, y los hizo verse legítimos. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Debemos ir abajo ―dijo Jack, cuándo estuvieron acomodados. ―¿Qué hay de Renate? ―Preguntó Shanna. ―Nadie va a amenazarla. Está realmente cao. ―Supongo que estará bien por algunos minutos, pero... ―No la dejaremos por mucho tiempo ―dijo Jack. Cuando bajaron al bar, fue asombroso ver cómo se veía Rick de bien. Asombroso que su sentido del humor pareciera igual. Asombroso que sus ojos pudieran permanecer tan amables cuando la miraba. Él apretó sus dedos brevemente mientras se sentaban a través de la mesa. ―¡Gracias! ―dijo suavemente. ―¿Gracias? Te involucré con... ―Es una nueva dirección para mí, eso es seguro. ―Le sonrió otra vez, entonces se volteó a Lucian. ―¿Está bien Renate? ―Preguntó. Lucian guardó silencio un minuto. ―Creo que estará bien esta noche. No hay razón para que vuelva por Renate. Ya ha servido para el propósito de Darian. ―¿El cuál era? ―Conseguir a Jade ―dijo Lucian. Jade se sentó entre él y Rick en la mesa del bar, observando a ambos. Extraño, era como si hubieran sido los mejores amigos desde siempre, en lugar de compañeros forzados por menos de cuarenta y ocho horas. ―¿Bloody Mary? ―Le preguntó Rick. ―Rick... ―Lo siento. Realmente. ¿Quieres vino? ―Una cerveza esta noche, gracias. ―En serio, ¿por qué estás aquí, Jade? ―Demandó Lucian cuando el mesero se había ido ―Dejé órdenes estrictas de que tú debías permanecer... ―Tú no me puedes dar órdenes, Lucian, no soy un asunto. Él inhaló pacientemente. ―Jade, fue tonto y peligroso para ti el venir aquí. Tenía a Ragnor allí cuidándote, con la seguridad de que Sophia y Darian tendrían que seguirme para proteger el talismán. ―Pero tú no entiendes, Lucian. Renate buscó sobre el talismán y hay una larga historia sobre él. Es el símbolo de una diosa gato que recibió sacrificios (sangre) humanos. La diosa era tan terrible que todas sus imágenes se destruyeron; Ella fue eliminada, sin importar el costo, el trabajo. Supuestamente fue quemada, pero el talismán tiene sus cenizas, y no servirá de nada simplemente tomar el talismán de Sophia. Sophia debe ser quemada. Él la observó mientras hablaba, y cuando terminó miró hacia abajo, a su bebida. Whisky, pensó ella. Buen whisky escocés. Él la contempló otra vez. ―Viniste aquí para asegurarte de que me enterara de eso.

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―Bueno pues, por supuesto. Eso dije. Conocimiento. Puede hacer milagros. ―Gracias. ―Es un placer. ―No deberías hacerlo, sin embargo. Realmente no deberías hacerlo. ―Pero lo hizo ―dijo Jack. ―Y todos nosotros estamos aquí. Y... ―Mañana. Mañana, nosotros volveremos al cementerio. ―¿Buscaste a Sophia y al talismán esta noche? ―Preguntó Jack. ―Empezamos a hacerlo. Algo nos llamó de regreso ―dijo, mirando Jade. ―Alguien. ―Así que podrías haber encontrado el talismán si no hubiera sido por mí ―dijo ella. ―No dije eso. ―Quisiste decirlo. ―No habría importado tanto si encontraba el talismán. Todavía le pertenece a Sophia, ¿verdad? Según lo que me dices. ―Esa es la información que Renate encontró en Internet. ―Así es que empezaremos mañana ―dijo suavemente, sus ojos en los de ella. Repentinamente lanzó una llave a través de la mesa hacia Jack. ―Tenemos una doble. Jade y yo tomaremos una de sus habitaciones. ―¿Eso me deja... lo que significa que tendré a... Renate? ―dijo Shanna. ―¿Crees que ella está a salvo? ―murmuró Jade, preocupada por su hermana. ―Renate está a salvo. No ha sido cambiada, y no está bajo el poder de Darian. Él la dejó... abandonada. Además, estaremos en la habitación siguiente. Mañana tendremos que hacer cálculos de si tendremos que mantenerla con nosotros por su seguridad, o si estará en un peligro demasiado grande para tenerla con nosotros. Pues esta noche tendremos una habitación con Renate y Shanna justo al otro lado del vestíbulo, y Jack estará al final del vestíbulo de Rick, y todos deberíamos estar lo suficientemente cerca por si fuera a haber cualquier... suceso. Mañana... ―dijo suavemente, su voz arrastrándose. ―Mañana. Es mañana ―murmuró Shanna. ―Halloween ―dijo Lucian secamente. Alzó su vaso. ―Salud, a todos. Alzaron sus vasos con gravedad. ―La gente estará afuera por todas partes al anochecer ―dijo Jack sombríamente. ―Niños ―Agregó Shanna. ―Bromistas ―murmuró Lucian. ―Toda la víspera de Halloween. Es natural que los tramposos estén fuera también. Junto con esos que hacen mucho peor daño. Él vació su bebida. ―Feliz Halloween. Una noche infernal. Necesitaremos estar preparados para eso, realmente preparados. Es tarde. Mis amigos humanos, desgastados por el desfase de horario causado por el viaje... necesitan algo de sueño. Él dejó un billete de libras escocesas sobre el mantel y se marchó. Jade miró a su hermana y se encogió de hombros. ―Tiene solo un pequeño problema con esta cosa de la arrogancia ―murmuró.

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Lucian había regresado. ―¿Vienen? ―Inquirió. Todos fueron detrás de él. En el cuarto, Renate permaneció dormida en la cama. Estaba pálida, pero su respiración era regular. ―¿Ella no va a convertirse en un monstruo en medio de la noche y morder mi cuello, no? ―Preguntó Shanna en un susurro preocupado. Lucian, estudiándola, negó con la cabeza. ―Ella está infectada, como Rick lo estaba. Pero no le ha metido en sus venas el mal suficiente como para causarle la muerte. Hay dos formas para alimentarse... una es devorar, drenar el cuerpo, matar a la víctima, desgarrarla en pedazos. ―Encantadora ―dijo Shanna ―¿Y la otra? ―Robar un poco de sangre cada noche. Entrar en el cuerpo y alma de la víctima. Hipnotizar, seducir, controlar. Ese fue su plan con Renate. Ahora ha perdido interés. ―Estupendo ―dijo Shanna. ―Él la ha abandonado. Creo que estará bien... ―Miró a Shanna. ―¿Estás bien? Podríamos conseguir otro cuarto, pero preferiría tenerte cerca. ―Oh, solo estoy emocionada por los pedazos que me dejan ―dijo Shanna. ―Shanna ―Comenzó Jade preocupadamente. ―Estoy bien. En serio. Lucian le sonrió. Jade pensó que su hermana le sonrió de regreso. Conocía los procesos de pensamiento de su hermana. Vayan por ello, chicos; Esta noche podría ser la última noche para cualquiera de nosotros.... Shanna bostezó. ―Bueno, chicos, buenas noches. Lucian besó la mejilla de Shanna. Ella mantuvo su cabeza abajo, escondiendo su sonrisa mientras él tomaba la mano de Jade, atravesó el vestíbulo, y entró en el segundo cuarto. Él no le dijo nada. Nada. Con su nudillo, alzó su barbilla. Besó sus labios. Sus ojos se encontraron con los de ella. Deshizo los botones en su suéter. Sus dedos se deslizaron alrededor de su nuca y alrededor de su clavícula, deslizando la prenda de sus hombros. Sus labios se amoldaron a la carne allí. Ella sintió el ardor dulce. Un sonido se escapó de ella; Sus brazos estaban alrededor de su cuello, y ella estaba besándolo, abrazándolo, rasgando la cachemira de su suéter, el algodón hecho a la medida de la camisa que llevaba puesta debajo. Las ropas terminaron en el piso, enredadas con su ropa. Sus extremidades estaban trenzadas con las de él en la cama. Ella ansiaba el líquido fuego de su beso, sus labios, tan abrasador sobre su carne. Sintió el poder de sus músculos, jugueteando debajo de las puntas de sus dedos, moviéndose rítmicamente contra ella. Él se levantó en la noche, sus ojos en los de ella, una flama de ébano que ardía en

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cuerpo y alma. Liso, tirante, el lobo en la noche, el protector feroz, la fuerza del viento, en vez del depredador de la oscuridad. Él es ambos, intentó decirse a sí misma. Pero daba lo mismo. Ansiaba hacer el amor, sufría por hacer el amor. Ardía por la sensación de su desnudez contra la de ella, la fricción y presión firme de su carne, la sensación de él tocándola, el puro ardor de él dentro de ella, un fuego que implosionó y explotó, ardió dentro de ella, y ardió en la noche... ―Tonta ―dijo, en una oportunidad, bajando la mirada sobre ella con sus ojos de carbón insondables. ―No deberías haber venido. ¿Por qué viniste? ¿Por qué viniste? Y la mantuvo cerca, sin buscar una respuesta, pero ella le dio una de cualquier manera. ―Porque te amo ―dijo simplemente. Sus brazos se apretaron alrededor de ella. Ella sintió el calor profundo y la tensión erótica de sus labios contra su carne. ―¿Lucian? ―¿Hmm? ―Maggie dice que... hay una forma. Si tú me amas, también, si tomas mi sangre, me drenas, hasta un punto de muerte... la química puede combinarse, las estrellas pueden colisionar... algo puede ocurrir que pueda... que pueda... Él se había inmovilizado. Totalmente quieto. Se acostó al lado de ella. ―¿Algo que me pueda humanizar otra vez? ―Inquirió ferozmente. ―Sí ―dijo suavemente. Él rodó, sus dedos deslizándose contra los de ella mientras llevaba su peso sobre el de ella, su cuerpo y ojos fijándola en la noche. ―¿Y si está equivocada? Si la química, las estrellas, los sentimientos... el corazón simplemente no es suficiente... Qué pasa si soy incapaz de dar lo suficiente... Qué pasa si tú eres condenada, ¿y nada más? Ella sintió el poder de su fuerza. Su agarre era casi doloroso. No supo si él quería decir eso así o no. No se sobresaltó. ―Estoy dispuesta a arriesgarme. Él sonrió lentamente, entonces negó con la cabeza. ―No puedo. He estado demasiado tiempo condenado, demasiado tiempo siendo una criatura de la noche. Sé que eres mi mundo, que deseo estar contigo, estar contigo en todo momento, ¿pero es suficiente ese amor? Sé que no te haría esto a ti, ni siquiera para tenerte conmigo. Y hay más. No puedo dejar de ser lo que soy ahora; No puedo fallar contra mis enemigos. Para soltarlos en el mundo sin resistencias, sin ningún poder lo suficientemente fuerte como para detenerlos, apaciguarlos... el mundo ha cambiado. Soy aun lo que soy, y todavía con la marea de burla, rey de mi especie, con la única fuerza para detener a Sophia y a Darian. Ella tocó su cara. ―Haría todo por ti. Él arqueó una ceja. ―Me conoces ahora. No conoces al hombre que he sido en épocas pasadas. O la criatura, como puede ser. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Me parezco supuestamente tanto a Igrainia... ―Pero no tienes visiones de un pasado, ningún recuerdo, ningún destello de una vida que tuvieras. ―No. Soy Jade, y nadie más. ¡Pero Lucian, yo te amo! ―Susurró suavemente, acariciando su cara, repentinamente hambrienta por algo mucho más que el momento. Una vida juntos. Él atrapó su mano. ―Te lo he dicho. No arriesgaré tu vida, o tu muerte. ―¿Entonces qué tenemos? ―Susurró. ―La noche ―Le dijo a ella. ―¿Y es todo lo que me ofrecerás? ―Es todo lo que te puedo prometer. ―No es suficiente. ―Entonces... ―¡Lo será! ―Susurró, enojada, herida, reacia a quererlo tanto, cuando él le ofrecía tan poco. Y todavía lo entendía. Y tal vez él supo eso cuando sus ojos de ébano la tocaron. Él hizo el amor con ella hasta que estuvieron ambos saciados, exhaustos. Entonces la abrazó, su barbilla encima de su cabeza, su cuerpo envuelto en el de ella. Ella sintió su agotamiento, y supo que él estaba acostado despierto. Él la dejaría, pensó. ―Te vas a ir ―Susurró. ―Necesito una forma diferente de paz ―Le dijo. ―Cuando la oscuridad vuelva a caer... todos necesitaremos estar listos. Él giró sobre ella repentinamente. ―Vendré mañana, antes de la oscuridad. Permanece a salvo. Estaré de regreso contigo. Entiendes, ¿Jade? ―Estaré bien. Necesitarán descansar y estar listos también. Él guardó silencio. ―Me podrías llevar contigo ―Le recordó ella. Sus brazos se apretaron. No aceptó su sugerencia. Ella lo abrazó, casi intentando no dormir. No estaba tan asustada de perder la vida como temía perderlo a él.

Shanna dejó escapar un chillido que podría despertar a los muertos. Jade saltó fuera de la cama, desorientada, dando vueltas. Echó a correr hacia el cuarto de Shanna, entonces se volvió hacia Lucian. Pero Lucian se había ido. Ya. Pero ella había sabido que se iría; Él se lo había dicho. Quitó las sábanas de la cama para envolverlas alrededor de su carne fría y desnuda y fue volando a lo largo del vestíbulo.

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Shanna estaba levantada, permaneciendo en su cama en un camisón de Igor. Se veía como si estuviera bien. Los ojos de Jade volaron hacia la cama donde Renate había estado durmiendo. Renate estaba durmiendo profundamente. ―¿Shanna? Shanna se sonrojó. ―Estaba soñando. ―Los sueños son peligrosos. ¿Qué estabas soñando? ―Soñé que Renate se despertó y me atacó con enormes colmillos. Eran tan grandes, como los de una morsa. ―¿Deberíamos revisarla? ―Preguntó Jade en un susurro. ―Tal vez deberíamos traer a Lucian. ―Tal vez deberíamos, pero no podemos hacerlo. Él se fue. ―¿Se fue? ―Conoces a Lucian. Shanna caminó determinadamente hacia Renate. Cautelosamente tocó el labio de Renate, abriendo la boca para desnudar los dientes. Ella dejó escapar un suspiro largo, suave. Renate repentinamente se sentó. ―¿Qué me estás haciendo? ―Sólo revisando ―dijo Shanna ―Sólo revisando. Renate miró alrededor, frunciendo el ceño, desorientada. ―¿Dónde diablos estoy? ―Escocia ―Le dijo Shanna. ―¡Escocia! ―Dios mío, Renate, cruzaste el Atlántico. ¿No recuerdas haber venido aquí? Ella negó con la cabeza. ―Creo que recuerdo un... ―¿Sí? ―Presionó Shanna. ―Nada ―dijo Renate con disgusto. ―Nada sino al hombre de la entrega. ¿Qué está pasando? ―Le imploró a Jade. ―¿Por qué duele tanto mi mandíbula? ―Jade te pegó ―Proporcionó alegremente Shanna. ―Lo siento ―murmuró Jade, clavando los ojos en su hermana. ―Está bien. Tú estabas tratando de matarla ―Agregó rápidamente. ―¡Oh! ―Renate lloró, y repentinamente tocó su cuello con pánico. ―Oh... ¿estoy bien? ―Esperemos que sí ―dijo Shanna. ―Al menos tanto como de costumbre. ―¿Por favor podrían explicarme? ―dijo Renate imperiosamente. Las hermanas se miraron la una a la otra. ―Es una larga historia ―murmuró Shanna. ―Supongo que superaremos el día. ―Sí. Creo que sí. Ordenaré café ―dijo Jade. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Tú podrías también ―Su hermana le dijo, apuntando hacia la ventana. ―Es realmente de día. ―Empezó a caminar hacia el teléfono y entonces se detuvo. ―Nada de servicio de habitación ―Le dijo a Shanna. ―Realmente me gustaría un café ―Masculló ―¿Has notado cómo parecemos ser capaces de no conseguir dormir algo por aquí? ―Brincaré a la ducha y bajaré por algo ―Ofreció Jade voluntariamente. ―¿Dónde está Lucian? ―Preguntó Shanna. ―No sé ―Admitió Jade. ―En alguna parte. Para descansar. Prepararse. Ella regresó caminando a su dormitorio y se dio cuenta de que esta vez, al menos, él no sólo no la había dejado. Había una nota en su almohada. Por raro que pareciera, esa nota la tocó profundamente. No tenía nada tangible de él, o desde él. Y ahora una nota. Su escritura a mano era grande, arrolladora. ¡Es una mano arrogante! Pensó ella, pero sin amargura. En su mundo, la arrogancia había significado supervivencia muy a menudo. Él escribió: Prepárate para la tarde; El sol parece muy brillante hoy. Yo, tu amigo inhumano, necesito descansar también, como te dije. Manténganse juntos, lleven agua bendita, espérenme. Estaré de regreso a la luz; Atacaremos antes del anochecer. Otra vez, manténgase juntos. Cuídate. Para mí. Él no firmó su nombre; No hubo "Amor, Lucian" para terminar la nota. No importaba. Era suficiente. Tenía que serlo. Era todo lo que él tenía la intención de dar. Cuídate. Para mí. Ella se dio una ducha, intentando hacerlo muy rápido. Pero mientras estaba allí, la luz y agua cayendo sobre ella, repentinamente tuvo miedo. El cementerio... podía recordar tan vívidamente el cementerio. Antiguo, con piedras rotas, cercas oxidándose, árboles secos con dedos esqueléticos. Esa había sido la inocencia del lugar. Entonces allí había estado la tumba. Las criaturas levantándose desde telarañas y sudarios... Y ella estaba de nuevo aquí. Había perdido el juicio. Se vistió con la caliente falda tejida larga hasta el tobillo, que había traído y un suave suéter negro. La temperatura era fría afuera, y el traje era caliente y haría juego con la oscuridad esa tarde. La noche caería temprano. Muy temprano. Alrededor de las cuatro. ―¿Jade? ―Era Shanna llamándola. El cuarto que compartía con Renate estaba oscurecido otra vez. ―Sí, soy yo ―dijo. ―Voy a bajar por el café. ―¿Crees que deberías? ―El hotel es un lugar ocupado, y es a plena luz del día ―dijo Jade. ―Te vienes directo ―murmuró Shanna con somnolencia.

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―Lo haré ―dijo Jade. Salió del cuarto y empezó a bajar la escalera. Había estado en lo correcto. El hotel estaba animado. El restaurante era un semillero de actividad. El lugar realmente se había llenado esa mañana, ella averiguó por una mesera. ―Halloween, ya sabe ―Le había dicho a Jade. La chica dijo que pasarían algunos minutos antes de que les hicieran más café. Jade dijo que estaba bien; Sólo tenía que ir calle abajo. ―Esa es una buena idea; Está brillante y hermoso afuera hoy. Un día perfecto. ―¿Está fuerte el sol? ―¡Increíblemente... para un día de otoño en Edimburgo! ―Bueno. Jade salió fuera. Cuando cerró los ojos oyó el tenor normal de la conversación, acentuada con el encantador acento escocés. El cielo estaba tocado con gris, y todavía parecía muy ligero. Amaba Edimburgo, aun en el frío del otoño. Y sí... el sol, para Edimburgo, era muy brillante. El tiempo para que todos los malvados vampiros estuvieran encerrados lejos en la tierra. El aire vivaz era refrescante. Le gustaba la ciudad, le gustaba mirar hacia el castillo y calle abajo. Un gaitero solitario tocaba una endecha mientras los compradores y los hombres de negocios iban de prisa. El gemido de la gaita parecía muy encantador. Se sentía bien estar al aire libre, para sentir el sol, el calor de la luz. La inocencia. La normalidad de un día brillante, brillante. Empezó por el centro comercial contemporáneo abajo en el lado izquierdo de la calle. Era allí que el gaitero tocaba. Su lamento era misteriosamente apremiante. Un escenario pequeño, móvil, como un escenario de gitanos, había sido puesto sobre la entrada bien establecida en frente de la formación moderna de tiendas. Una mujer en un viejo traje de bruja estaba pregonando el espectáculo, caminando por ahí, tentando a las personas a llegar ante el escenario. La gente misma era un espectáculo. Algunos trabajadores que caminaban por las calles estaban en disfraces, y medios disfraces. Bigotes de gato y colas adornaban a algunas personas en la multitud; Los niños disfrazados de todo desde Mickey Mouse a la ropa de Frankenstein ya estaban transitando las calles. ―¡Vengan a ver, vengan a ver el espectáculo! ―La vieja mujer bruja clamó, llamando por señas a los niños alrededor de ella. Un hombre desde atrás del mostrador se unió a ella. Él estaba engalanado como el gato con botas, pensó Jade, y se encontró deteniéndose a observarlos. Él bromeaba y bromeaba con la bruja. La bruja le pegó un coscorrón con una ficticia barra de pan. Él llamó a los voluntarios de la audiencia, y una niñita le pegó un coscorrón a la bruja por él. Había mucha risa. La multitud se abrió paso. Ella no sabía que ella fuera parte de eso. Entonces al gato estaba saltando alrededor, y ella observó, riéndose. ¡Voluntarios! Él necesitaba más. Una princesa bella, con pelo oro y rojo, pelo de puesta de sol, que fluyera alrededor de ella, y allí tenía que haber un príncipe, por supuesto. O tal vez una rana. Porque todo el mundo sabía por supuesto, que una princesa tenía que besar a una buena cantidad de ranas para encontrar a un príncipe.

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Ella se estaba riendo cuando el hombre gato llegó hasta ella con la barra de pan. Él atrapó sus ojos, clavando directo los ojos en ella. Y bueno, demasiado tarde, reconoció al hombre. Ella vio los ojos detrás de la máscara. Abrió la boca para gritar; Empezó a correr. El pan cayó encima de su cabeza. Excepto que ya no era pan. Golpeó duro y ella estaba cayendo... Voluntarios, voluntarios, voluntarios. ¿Cómo no había visto ella...? Cayó en los brazos del hombre gato. Él y la bruja se la llevaron tras bambalinas. Terminaron el espectáculo con los niños todos riendo, pensando que ella era parte de todo eso. Porque cuando la princesa besó a la rana, la historia fue, desafortunadamente, que la rana no se convirtió en un príncipe. La princesa se convirtió en una rana. Los niños se rieron. Era el otoño. La noche se anticipaba. No pasaría mucho tiempo antes de que la oscuridad cayera...

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CCAAPPÍÍTTU ULLO O 2200 El cielo estaba gris. El aire era frío. Lucian sintió la corriente de viento a su alrededor, abrazándolo. Sintió la autenticidad de la imagen, y llegó a la solitaria Isla de los muertos. Estaba menos poblado ahora, de que lo que había estado, todos esos años atrás. Las solitarias casas de granja punteaban el paisaje escarpado, y el mar todavía barría los alrededores de la isla. La única manera de alcanzar la isla era por ferry. Se había construido una iglesia nueva sobre los restos de la vieja, a la orilla del mar, cerca de donde estaba la cabaña del viejo pescador, con sus magníficas esculturas, dilapidada y en ruinas. Los historiadores venían a veces, y los estudiantes también. La población de la isla era muy pequeña para crear un turismo floreciente, y a esos que vivían y trabajaban en las tierras remotas de las colinas escabrosas y los montones de piedras de la isla, azotados por el viento, les gustaba la privacidad. Él llego allí y se sentó junto a su tumba, y recordó el tiempo pasado. Mucho tiempo atrás, cuando había sido ingenuo, de una manera que ni siquiera podía comenzar a imaginarse ahora. Tanto tiempo que se había perdido. Tantos años en donde había sido cruel y amargado. Tantos años de aprendizaje. Y aun, tanta angustia, y tantas veces cuando se sintió maldito y condenado, y desesperado por matar, matar, matar, destrozar venas humanas y apagar la sed que ardía en él, sin importar cómo de lejos pensara que había venido, qué tan civilizado pudiera creerse... Allí había habido guerras por la independencia de Escocia. Un tiempo para matar y hartarse, y nunca ser conocido, con enemigos tan brutales que sus acciones no eran notadas. En la Europa medieval. Ah, y allí un campo de juego, con la justicia quemando al inocente... otra vez, un tiempo cuando los enemigos eran claramente vistos, cuando parecía que su juicio era no menos clemente que el de los hombres "buenos". Había tenido sus días en Francia. Muchos de ellos. Un tiempo de revolución... cuando un vampiro estaba, seguramente, en un peligro tan grande como cualquier hombre mortal. Un tiempo de gran riesgo. Guerras, más guerras, y una era nueva, un tiempo nuevo. Para recordar, venir aquí... Había pasado tanto tiempo. Y todavía, éste era el recuerdo más intenso de su memoria. Él realmente no había llegado allí. No en carne y hueso. No se atrevía a usar esa clase de energía, que su fuerza desesperadamente necesitaba. Físicamente, más bien, había llegado a San Giles, y había encontrado una vieja entrada, debajo había un escondite que sepultaba muertos de principios del siglo dieciséis. Se preguntó si los cadáveres eran conocidos en los registros de la iglesia. Eran de un tiempo de tremenda crueldad, cuándo las brujas y herejes eran quemados en Escocia, cuando los poderosos tenían el derecho de la vida o la muerte sobre el débil... un tiempo, ciertamente, cuando los apetitos crueles de un monstruo no eran a menudo mayores que los de los hombres buenos que dominaban la tierra. Rick dormía cerca de él; su viaje estaba en su mente, en su sueño. Lucian no cambiaba de forma mientras viajaba ahora; Él veía. Con su imaginación. Veía el pasado, veía su tumba. Se afligía como si fuera ayer. Y él estaba listo para moverse hacia el futuro. Debería haber uno. Repentinamente su sueño fue interrumpido. Sombras negras, como las enormes alas de un gigante murciélago, cayeron sobre su visión. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Darian estaba delante de él, una sombra a media luz, en la oscuridad de su sueño. La tengo, Lucian. La tengo otra vez. Los gusanos parecieron morder su carne. La tierra gimió. ¡Te mataré, te destruiré, completamente, absolutamente! Te consideras a ti mismo tan fuerte. Piensas que eres El Señor de todos nosotros, que gobiernas a los No muertos. Creíste que hoy estabas seguro. ¡Ah, el sol! Para evitar nuestros... planes de cena para la tarde. Por supuesto, puedes cambiar todo eso. Llega A Sophia. Tal vez la dejaremos ir. Entrégate; Doblégate ante ella otra vez. Ella es tu creadora. Devuélvele el poder. Y quizá dejaremos ir a tu amante mortal. El aire cambió; Un aleteo de alas sonó. Los ojos de Lucian se abrieron repentinamente; Se irguió de golpe. Rick hizo eso, también. Desacostumbrado a su posición, Rick se golpeó la cabeza fuertemente contra el piso de la iglesia que tenia encima. Muy por encima de él, un turista tembló, seguro de que San Giles estaba ciertamente embrujado. ―Tienen a Jade ―dijo Lucian.

Shanna se había quedado dormida. Profundamente. Ella sintió que alguien estaba sacudiendo su hombro. ―¡Alto, alto, podrías por favor detenerte! ―Gimió. ―Finalmente estoy durmiendo un poco. ―Shanna, ¿dónde está Jade? ―Era Jack; Él estaba parado sobre ella, con su cara tensa. ―Está bien ―dijo con un bostezo. ―Acaba de ir a por café. ―¿Cuándo? ―No sé. No creo que fuera tan temprano. ¿Tal vez alrededor de las once...? ―Shanna, son las tres. Esta casi oscuro. ―¡Oh, Dios Mío! ―Se lanzó fuera de la cama, horrorizada ―Ella no regresó entonces. Tenemos ir a buscarla. ¡Oh, Dios mío, Jack, sin duda alguna tenían que descansar! Sophia y Darian debían haber necesitado algo de descanso. El sol estaba brillante... habrían sabido que vendríamos esta noche. Necesitarían curarse. Necesitarían fuerza... ―Aparentemente están preparándose ―dijo Renate desde la otra cama. ―Se disponen a encontrar a Lucian. Se disponen a conseguir a Jade porque saben que él irá tras ella. ¿Qué mejor preparación para derribar a Lucian? Es una trampa. Para él.

Ella se despertó con los sonidos. Halloween, pensó. Pero no eran niños pequeños los que oía, y esos que gritaban y hablaban parecían hacerlo a distancia. Olió tierra, malsana, húmeda y fétida. Sintió una dureza muy fría debajo de ella. Estaba oscuro, pero cuando abrió sus ojos, pudo ver bastante. La tumba estaba iluminada por antorchas ardientes, aseguradas en el camino por soportes antiguos de hierro.

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Intentó cambiar de posición. No pudo. Hubo un sonido rechinante, un rechinamiento... y estaba sujeta con grilletes... Su sangre corrió tan fría como la piedra a la cual la habían afianzado. Había estado aquí antes. Estaba en la tumba, increíblemente, profundamente en la tumba donde había estado justo hacía un año, cuándo había observado a Darian desgarrar a cuatro jóvenes a jirones en un horrendo baño de sangre... A ella le dolía; El frío se había filtrado dentro ella. Su cabeza dolía, su garganta dolía, su cuerpo dolía. Intentó retorcer su muñeca para liberarla de lo que pareció ser un grillete de siglos de antigüedad. Se movió y vio la cara esquelética de un caballero muerto desde hacía tiempo. Las órbitas de los ojos vacíos, la miraron. Algún tipo de gusano se arrastró hacia fuera por uno de ellos. Abrió la boca para gritar con espanto... De alguna manera cerró los ojos y se tragó el grito. Él no era tan horrible. Era casi todo huesos. Los fragmentos descansaban sobre el estoque con el cual él había sido sepultado. No iba a gritar. Todavía no. Tenía que tener cuidado. Encontrar sus amarres. Liberar sus manos. Podrían estar cerca. Sophia y Darian. Podrían solamente estar esperando a que se despertara. Entonces... Oyó la voz de Darian. ―Así que queréis ser asustados, ¿eh? De verdad, ¿realmente asustados? Sigan viniendo, mis amigos. Sigan viniendo. Profundamente, profundamente, en lo más profundo en las entrañas de la tierra, en el infierno; Vengan, mis amigos, y haré mi mejor esfuerzo por asustarlos. Ella yacía en el borde exterior de las criptas, junto al viejo caballero. Los cadáveres yacían por encima y abajo de ella. Los ataúdes estaban también colocados cerca de la tumba. El ataúd de Sophia estaba como había estado antes. Abierto. Sophia estaba allí, durmiendo, descansando, extrayendo fuerza. Y Darian ahora guiaba hacia abajo a un grupo de fiesteros de Halloween. Abajo, ciertamente, a las entrañas de la tierra. Jade inhaló, y las telarañas entraron a su boca. Respiró el olor de la muerte. No había sido asesinada hasta ahora, lo sabía, porque esta noche se suponía que sería más espectáculo aun, que el que había protagonizado antes. Su corazón estaba retumbando malvadamente. Sin duda alguna Darian podría oír el latido. Aun en su ataúd, Sophia debía oír el pulso frenético. Estaba oscuro en la tumba, pero no era la suficiente oscuridad. Las antorchas fantasmales lanzaban su brillo rojo sangre sobre todas las cosas en la cámara de los muertos. ―¡Ven, ven, bonita! Jade abrió una rendija de sus ojos, retorciéndose hacia el grupo entrante. Darian guiaba a una chica vestida en un traje de harén. La chica soltó una risita. Su escolta llevaba puesto un traje de Freddy Kreuger, viéndose feroz. ―Sí, asústanos, Escocés, viejo chico. Adelante. Estamos esperando. ―¡Estáis locos! ―Gritó Jade repentinamente, sin intentar ya mantenerse en silencio. No podía soportar pensar en otra matanza; Tenían que ser advertidos. Ella retorció sus esposas Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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furiosamente, intentando mecerse fuera de la cripta. ―Salgan de aquí. ¡Adelante, chico rudo, Jesús! Es que son idiotas y no leyeron nada de lo que sucedió aquí antes... ―¡Ah, los no muertos! Allí ella se levanta. Igrainia, la llamaban. La esposa del cacique antiguo, Lucian. Ella misma no era de este mundo. Sirena, algunos hombres la llamaban. Pescado, otros decían. ¡Oh destino, la belleza se fue de este mundo, y cualquier cosa que ella pudiera haber sido, esta... muerta! Los chicos comenzaron a reírse. Había más de ellos detrás de la chica del harén y Freddy. ―¡Regresa, Igrainia! ¡Regresa ahora! Estamos esperando a tu amante, el cacique poderoso. Oh destino, él no ha venido. Entonces... observarás que Sophia trabaja una vez más y entonces es tu turno. No tengas miedo, mi Igrainia bonita. Tú eres siempre la más codiciada. Las manos de Darian estaban sobre ella mientras la hacía retroceder junto al caballero muerto. Él sonrió, encontrando sus ojos aterrorizados. Su agarre era tan poderoso como el acero puro. Él la tocaba, y ella no podía hacer nada. Lentamente lamió la longitud de su cara. ―¡Deliciosa! ―dijo él suavemente. ―Absolutamente deliciosa. ―Lucian te destruirá ―Prometió, furiosa, desesperada... y completamente impotente contra de él. ―Mejor que se apresure. Me desilusionó realmente. Pensé que estaría aquí para esta hora ―Darian se lamió los labios, entonces corrió su lengua a lo largo de su carne otra vez... ―Allí está la pregunta, mi belleza. ¡Mis amigos! ¿Vendrá su ángel vengador lo suficientemente rápido? ¡El tiempo lo dirá!

Jack caminó resueltamente en la cabeza. Las chicas lo siguieron a cada lado. Llevaban sus estacas listas para usar. Todos ellos se habían atado frascos de agua bendita en cinturones que habían creado para la ocasión. ―¡Estupendo! ¡Es Buffy la caza Vampiros y sus amigos! ―Gritó alguien con un acento cerrado del país. ―¡Por qué, Arry, mira a esos tipos sangrientos! Tú eres Buffy y compañía, ¿verdad? ¡Americanos! Eso es lo qué son ¿verdad? Estaban viajando a través de las calles, pasando junto a un bar. Estos particulares fiesteros del Halloween estaban dentro, hinchándose a cervezas. Una bruja llevaba puesto un sombrero de pico. Un vampiro falso tenía espinacas entre sus colmillos. Un ángel llevaba puesto un halo que estaba mucho más que inclinado. ―¡Algo así! ―Clamó Shanna, y pasaron rápidamente. Jack caminaba rápido. Shanna tuvo que correr para ir pareja con él. Giraron una esquina alrededor de una tienda dentro de un callejón. ―¡Jack! ―Gritó ella. ―¿Estás seguro de que sabes a dónde... vamos? ―Terminó débilmente. Sí, él había sabido dónde iban. Estaban allí. Una antigua iglesia se elevaba delante, iluminada por la luz de la luna, gótica, espeluznante. Había niños corriendo por el cementerio. Algunos estaban sólo desapareciendo alrededor de la iglesia, en los árboles. Un carro de la policía era conducido justo afuera. ¿Los policías habían venido para asegurarse de que los fiesteros no se encontraran el mismo destino de antes? Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Los chicos salvajes, intentando atreverse a jugar, estaban escapando antes de que la policía pudiera llamar a sus padres. Llegaron justo cuando el coche estaba desapareciendo. Y justo como las otras criaturas entre los vivos se esfumaron. Y allí, en el silencio, la quietud, y la oscuridad de la noche, estaba el cementerio. Las tumbas y las piedras se elevaban aquí, allí, y en todas partes. La luna brillaba debajo. Los ángeles parecían moverse, para rezar con mayor desesperación. El viento se levantó, susurrando, pareció aullar una nota baja de Banshee. ―Estamos aquí ―Susurró Jack. ―¿Por qué no ha aparecido Lucian? ―Preguntó Shanna, muy asustada. ―Dios sabe lo que le han hecho. O a tu hermana. Es nuestro objetivo encontrarlos. Para recuperarlos. De alguna manera. Si podemos. ―Dios mío, Jack, ¿qué piensas que hizo? ¿Arrancó simplemente su garganta para enojar a Lucian? ¿La encontraré... decapitada? Jack se detuvo para reconfortarla. ―Mira, si Lucian no ha aparecido en alguna parte, es porque sabe que si él se enfrente sólo a ellos, lo matarán y entonces también a Jade. ―¿Pero pensé que sólo no podrían matarlo? ―Sophia no siente que tenga que seguir reglas. Ella tiene el talismán. ―¿Dónde está la tumba? ―Preguntó Shanna. Renate señaló la dirección. ―Es aquella directamente. De Brus. Renate empezó a caminar. Jack miró a Shanna inquietamente. ―Tal vez estamos... Haciendo simplemente lo que quieren que hagamos. Viniendo aquí. Tal vez Darian tiene más poder de lo que lo que alguna vez sospechamos. ―Tenemos que encontrar a tu hermana. Mantén tu estaca lista para golpear. No puedes vacilar. Usa esa agua bendita. ―Tal vez deberíamos conseguir ayuda, deberíamos llamar a la policía. Ambos le dirigieron una mirada fija. ―Shanna ―dijo Jack con cuidado ―La policía sólo nos encerraría por estar chiflados, y tú lo sabes. Shanna se tropezó con la raíz de un árbol. Se estabilizó en la piedra de una tumba. Un noctámbulo gritó. Las nubes iban a la deriva sobre la luna. El cementerio estaba más oscuro que nunca. Renate iba delante de ellos. La siguieron. Alcanzaron la tumba de Brus. Una niebla parecía emanar de ella. Una niebla roja. Iluminada por un resplandor extraño de luz carmín intenso de las entrañas de la tierra. O las entrañas del infierno. La puerta de hierro se abrió totalmente. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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En la extraña, oscurecida luz de la luna, pareció hace señas.

Jade se retorció con dolor. Estaba acalambrada, fría, sus huesos dolían. Su lengua se sentía como lija. Ella se sentía... Herida. Violenta... Débil. Darian seguía sonriéndole a Jade. ―He disfrutado de cada ligero contacto. Tan tentadora. Pero esta noche Sophia se despertará, y aprovecharemos el momento juntos. ―¡Oye, tú la belleza! ―Él llamó a la chica del harén. ―Acércate. Te asustaré. Prometo... que te asustaré. La chica se estaba acercando cada vez más. Jade tiró con fuerza de su muñeca. Para su asombro, el grillete antiguo reventó. Trató de alcanzar la espada del viejo caballero. ―¡No, no, no, mi señora! ―Gritó Darian. Él deslizó su brazo alrededor de ella, sacándola con tal fuerza el que se preguntó que se rompería primero... su otra muñeca, o el grillete. El grillete se rompió. Ella fue arrojada al suelo. Aterrizó contra un ataúd. El ataúd de Sophia. Los chicos estaban riéndose y gritando. Darian acariciaba a la chica del harén. Jade estaba aturdida, y todavía dolorida por lo que le había hecho. ―¡No entienden! ―Lloró desesperadamente, intentando levantarse. ―Esto es real. Son reales... ―Ella es buena ¡Es realmente buena! —dijo el chico con el traje Freddy Krueger. —Mejor que tú, amigo. Detrás del Freddy estaba un caramelo desnudo, un tipo vestido como una enfermera con senos grandes y labios muy rojos, y dos monjes. Había también una Muerte. ―¡Váyanse, salgan de aquí! ―Gritó ella. ―Nunca saldrán de aquí vivos. No a menos que Lucian quiera dejarse ver ―dijo Darian. Se abalanzó sobre ella, atrapando un puñado de su pelo antes de que pudiera moverse lejos. ―Llámalo. Llámalo ahora. Dile que estás a punto de morir. Podría no paladear, probar y saborear tu sangre... trataré salvajemente tus venas hasta que cada última gota de tu sangre se vaya... y tu cabeza sea separada de tus hombros. ¡Hazlo! Llámalo. Dile que te estás muriendo ahora. Él prácticamente estaba arrancando su pelo del cuero cabelludo. Ella apretó los dientes en contra del dolor, pero se quedó con la mirada fija en Darian. ―¿Llamarlo... para que lo puedas destruir y luego a nosotros? Él tiró más del agarre de su pelo. ―¡Hazlo! Puedes morir poco a poco también. ―¡Jade!

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A ella le maravilló oír su nombre. Uno de los monjes arrojó hacia atrás su capucha. Para su asombro absoluto, vio que era Matt Durante. Desde abajo de su prenda café de lana, sacó una larga estaca. ―Matt, no ¿qué estás haciendo aquí? ―¡Ella va por ti! Sophia va a por ti ―Dijo Matt ―Levántate. Tienes que conseguir apartarte de Darian, y llegar a nosotros. ¡Rápido! ¿Apartarse de Darian? No podían comenzar a imaginarse el poder de sus manos. Jade se retorció bajo el agarre despiadado de Darian. Matt estaba en lo correcto: Sophia había abierto los ojos, y ahora se había sentado derecha. Oscura, exótica, tan asombrosamente bella como siempre, se levantó, sonriéndole a Jade. ―¡Esta vez eres mía! ―dijo suavemente. Miró con diversión a los demás en la tumba. ―Darian, qué divertido. El tipo tonto piensa que ella sólo puede apartarse de ti. Creo que simplemente la mataré. Ahora. ―¡No! ―Matt hizo un salto volador a través del cuarto con su estaca. Él no lo hizo. Darian lo atrapó con una mano, le arrancó la estaca, y la rompió entre sus dedos. El segundo monje dejó escapar un grito, corriendo velozmente hacia delante. Era Danny, comprendió Jade con penetrante horror. Por supuesto. Danny nunca habría dejado a Matt venir solo a semejante misión. Pero Danny no tuvo más suerte que Matt. Darian simplemente alzó su mano, golpeando a Danny con tal fuerza que gritó de dolor y fueron golpeados contra los malsanos y húmedos muros de piedra. Sophia salió graciosamente de su ataúd y caminó hacia Jade. Jade se revolvió, agarrando su pelo para intentar impedir algo del dolor mientras Darian la arrastraba sobre sus pies para acercarla a Sophia. Él ya no la sujetó. Pero no era libre. Ahora estaba atrapada. Darian se quedó detrás de ella. Sophia estaba delante. Fue entonces que vio a Jack Delaney apresurándose, tropezando, en la tumba. Él era seguido por su hermana y Renate. Agitaba un frasco de agua bendita enfrente de él. ―Déjala ir. Ahora. O salpicaré todo esto sobre tu cara. Tu cabeza. Si tu cabeza entera se evapora, estás muerta, ¿verdad? Darian empezó a sonreírle. ―¡Te desafío a que lo intentes, muchachote! ―Se burló. Jack arrojó el agua bendita. No pasó nada. Nada. ―Pero... ―dijo Jack. ―Es agua, niño Jack. Simplemente agua ―dijo. ―Renate, mi dulce. Qué tan buena eres, muy, muy bien. Qué bien me serviste. Ven a mí, ahora, sin embargo. Necesito retorcer tu cabeza de tu

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cuerpo. ¡Podría haber tomado simplemente un poco demasiado de sangre de ti, y no estoy seguro de que me gustes lo suficiente para toda la eternidad! Renate comenzó a caminar en dirección a él. ―¡No! ―Gritó Shanna, empujando y pasando más allá de Darian. ―Huye de él, Renate; Va a matarte. Detenla, Jack. ―¿Piensas que Jack la puede detener? ―Preguntó Sophia. ―Condenadamente bien ¡Detenla! ―Gritó Jade. Pero Sophia extendió un brazo lentamente, alcanzando su pelo. Lo sacudió con fuerza, arrastrando a Jade de nuevo hacia ella. Retorció su pelo para que su cabeza se viera forzada a estar ángulo doloroso. ―¡Ahora, ahora, ahora! ―Sophia se enfureció, pero todavía no hizo ningún movimiento. Ella empezó a andar hacia adelante, arrastrando a Jade con ella, mirando hacia la entrada de la tumba. ―Llámalo. ¡Llama a Lucian! ―Ordenó, presionando a Jade hacia adelante sobre sus rodillas. ―¡Estás muerta, tú selkie miserable, estás muerta! ―dijo en un siseo. ―¡Te maté una vez, y te mataré otra vez! Fue entonces que la Muerte, quien había estado al fondo de la multitud, llego a la completa vida. Él estaba repentinamente allí, detrás de Sophia, y jalándola de Jade. Sophia, cogida desprevenida, fue velozmente agarrada por Lucian; Ella sintió su agarre de acero alrededor de su garganta, y comenzó a gritar. ―¡Muévete, Jade, rápidamente, lejos de Darian! ―le ordenó. Darian se puso en acción y trató de alcanzar a Jade, listo para hacerse cargo, pero otro cadáver repentinamente rodó de una de las tablas, jalando la ropa blanca que había amortajado su cuerpo. Era Rick. Él persiguió a Darian y ellos comenzaron a pelear, los puños azotando, los pies volando. Era una pelea mortalmente repugnante. Lucian tenía a Sophia en un agarre feroz entonces; Su brazo estaba retorcido detrás de ella; Ella fue forzada sobre sus rodillas en medio de la habitación. ―¡Una estaca! ―Gritó Jade. ―Te arrojaré una estaca. ―¡Él no me puede matar! ―Lloró con triunfo Sophia. ―Las reglas... ―Las reglas están a punto de cambiar ―dijo Lucian. ―Tú quisiste retorcerlas; ¡Así que esto es lo que haremos! Soy el rey de nuestra especie, Sophia. El tiempo y la templanza me han hecho así. Cambiaré las reglas, como tanto deseas. Tú amenazas a toda nuestra especie. Aun entre los nuestros, Sophia, debe haber una clase de justicia. Jade avanzó lentamente por una de las estacas rotas que estaban en el duro piso de tierra. Sophia luchó contra el agarre de Lucian y comenzó a cantar... palabras inusuales que sonaron como un lamento a favor del viento, palabras inusuales como ninguna que Jade alguna vez hubiera escuchado antes. Y repentinamente otros cadáveres comenzaron a salir de las tumbas. Y eran en la manera en la que había sido antes, furor de batallas, la muerte llegando a la vida, los muertos atacando a los vivos... Y al fin, al fin, la chica con el traje del harén comenzó a gritar. ―¡Salgan, fuera! ―Estaba gritando Jack, intentando empujar a la chica delante de él. Un cadáver enredó manos huesudas y decadentes alrededor de la garganta de Jack. Él luchó contra la criatura.

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Un cadáver pateó la estaca que Jade casi había agarrado fuera de su camino. Ella vio la espada que su viejo caballero había estado sujetando. Sus dedos huesudos se agitaban, como si estuvieran a punto de cobrar vida. Ella sujetó la espada y separó la calavera del viejo guerrero de su esqueleto huesudo. Lucian tenía a Sophia por su pelo. Ella estaba tratando de dejar escapar sus cánticos, pero él la estaba arrastrando tan rápidamente que apenas podía hacer un ruido. Él se estaba moviendo con un sentido y propósito que Jade no podía sondear por ahora. A pesar de su talismán, él tenía el mando. Por el momento. Pero Darian había bajado a Rick y estaba parado sobre de él, tratando de alcanzar un cuchillo enfundado en su pantorrilla. Lucian mantuvo su agarre de hierro sobre Sophia, pero pateó a Darian con una fuerza impía. Darian gimió, sus dedos se apachurraron. El cuchillo fue arrojado de sus manos. Darian se inclinó sobre sus manos y rodillas, peleando por el cuchillo. La espada estaba en la mano de Jade. Ella la asestó. Con un golpe seco. La hoja se hundió en el cuello de Darian. Ella no había golpeado lo suficientemente fuerte. Gritó, desesperada, y asestó otra vez. Él dejó escapar un grito de furia, dando la vuelta sobre ella. Ella golpeó otra vez. Su cabeza se separó de sus hombros. Jade comenzó a gritar. Y gritar... Darian se desvaneció. Muerto. Decadente, convirtiéndose en polvo... Sophia dejó escapar un aullido diferente, de cualquier cosa que Jade alguna vez hubiera oído. Ella se levantó, casi librándose del agarre feroz de Lucian. Él la sacudió con fuerza de regreso. Ella dejó escapar una cántico venenoso. Repentinamente todos los cadáveres de la cripta perseguían a Lucian. Y a Jade. ―¡Muévanse! ―ordenó Lucian, mirando a Jack. ―¡Consigue a los demás, sácalos fuera del infierno! Jack empujó a Shanna; Shanna empujó a la chica del harén. Freddy Krueger todavía estaba allí, gimoteando. Matt lo agarró, entonces se fue corriendo hacia la pared, atrapando a Danny, quien estaba todavía aturdido, con su cara sangrando. Los cadáveres se derramaban alrededor de ellos, y alrededor de ellos... ―¡La antorcha! ―Gritó Lucian. Y entonces Jade vio lo que él había estado haciendo todo el tiempo: Echando a Sophia y a Darian lejos de la entrada de la tumba, mientras aguijoneaba a los demás hacia ella. Ella vio lo que él quería: Una de las antorchas. Ardía en un soporte de la pared. Saltó hacia ella, la agarró, y corrió rápidamente de regreso a él, aterrorizada mientras la empujaba a la cara leprosa de una de los muertos llamado al frente para pelear. Retrocedió. Ella llego al lado de Lucian. Él repentinamente empujó a Sophia lejos de él, arrojándola lejos contra la pared y en las profundidades de la cripta. Agarró la mano de Jade, listo para correr. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―¡No puedes! ―Sophia se enfureció. ―No me puedes matar, serás destruido. Vendrán y te matarán, otros de nuestra especie... ―Es un tiempo nuevo, Sophia ―dijo Lucian. ―Una justicia nueva. ―Él no te matará ―dijo Jade dijo. ―Yo lo haré. ―¡Jesús! ―Gritó Lucian ―¡Sal! ¯La empujó delante de él. ―¡Ahora... tira la antorcha! ―¿Qué pasa si sale? ―No saldrá. Hay pacas de turba aquí abajo. Arderá. Y arderá. ¡Arrójala! Ella hizo lo que le dijo él. El lugar, instantáneamente, ardió en llamas. Las llamas estaban tan cerca que casi quemaron sus mejillas. Él se dio la vuelta. Corrieron. Mientras escalaban los niveles de regreso a la puerta de hierro que les guiaba hacia fuera de la tumba y a la noche, podían oír su griterío. Gritando, gritando, y gritando. El sonido era terrible. Era un estertor de la muerte. Salieron a la noche. Jade se detuvo de repente. Jack estaba allí, Shanna, Renate, Matt, Danny, y la chica del harén y Freddy Krueger. La tumba comenzaba a resplandecer detrás de ellos. Pero adelante de ellos... Había un extraño conjunto imponente de personas. Pálidos, silenciosos, manteniendo su posición. Había quizá veinte, treinta, o más de ellos. Parecían ser de nacionalidades diferentes, edades, sexos. Estaban vestidos de forma diferente. Eran no muertos, pensó con pánico creciente. Pero cuando Lucian llegó ante ellos, un hombre alto, oscuro que parecía como un español dio un paso adelante. ―¿Se terminó entonces? ―Se acabó ―dijo Lucian resueltamente. Otro hombre dio un paso adelante de la multitud. Alto y ligero, con ojos extraños, abrasadores y verdes, él asintió con la cabeza a Lucian, entonces a los demás. ―El rey no se ha hecho polvo, y la amenaza ha sido destruida. Lucian miró al español. ―No he sido golpeado ―dijo tranquilamente. ―Dije que destruiría a mis enemigos... y a los tuyos. Ella se sintió como si estuvieran esperando. Todos aguardaban. ―¡Se acabó! ―dijo Lucian más resueltamente. El español asintió con la cabeza. ―Sí ―dijo al fin. Miró a Lucian otra vez. ―Sí, y tú tienes razón. Debe haber un orden, y una justicia, incluso entre nosotros. Él dio un paso atrás, todavía clavando los ojos en ellos.

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Una niebla comenzó a ascender, barriéndolo todo, formando remolinos alrededor de las lápidas sepulcrales, por encima de ellos, silenciando a la gente que estaba delante de ellos... ―Se terminó entonces, todo se terminó, realmente se acabó ―Susurró Shanna, su voz implorando. ―¿No es así, Lucian? ―Sí ―dijo él suavemente. Las rodillas de Jade comenzaron a doblarse. Él la atrapó antes de que ella pudiera caer. Intentó estabilizarse a sí misma. Otra vez estando encima de la tumba de MacGregor. ―Salgamos de este infierno ―dijo Lucian. ―A la policía le toca el turno a su manera. Y no quiero intentar explicar nada de esto. ―¡Dios mío, no, no podemos comenzar a explicar esto! ―dijo Jack. Lucian cogió a Jade. Ella todavía se sentía como si apenas se pudiera mantener en pie. Débil, tan débil... Se empujó lejos de la lápida MacGregor, y Lucian la sacó fuera del lugar de oscuridad, maldad... Y muerte.

Naturalmente hablaron por siempre. Encontraron un gran bar, con un refinado cuarto privado en la parte posterior que tenía una enorme chimenea. Renate realmente pensaba que estaba bien. Se disculpó repetidas veces por vaciar el agua bendita mientras Shanna y Jack dormían. Ella no había sabido lo que estaba haciendo. Jade le dio las gracias a Matt y Danny con todo su corazón por venir. ―Ustedes podían haber muerto. ¡Casi lo hicieron! ―Les dijo. ―Todo en la jornada de un día ―dijo Matt. ―¡Después de todo, qué historia he sacado de todo esto! ―Ninguna que alguien creerá, por supuesto ―dijo Danny. ―Mi versión, sin embargo, será sutil, atenuada. ¡Sé que se venderá! Lo describiré desde el punto de vista de un médico forense. ―¡Escuchen! ―dijo Jack repentinamente. La televisión del bar tenía noticias de última hora. La primicia de la tarde fue el fuego del cementerio iniciado por una pandilla de chicos. Sabían que había sido iniciado... no estaban seguros aún cómo o cuando o siquiera qué clase de combustible había sido usado, pero la tumba había sido saboteada con una sustancia inflamable antes de que fuego fuera encendido. Todos clavaron los ojos en Lucian. ―Todavía no he encontrado el talismán. Creo que está en la tumba, pero... ―Él se encogió de hombros. ―Sabía que ella tenía que ser quemada, pero tenían Jade, así que tuve que ejecutarlo muy cuidadosamente. Y bueno, repentinamente, todos ustedes estaban allí dentro. ―Pero ella se fue ahora, ¿verdad? ―dijo Shanna. ―Sí, ella se fue. Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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Todos ellos estaban tan nerviosos, que no podían dormir. Era muy, muy tarde, casi la luz del día cuando regresaron al hotel. Se abrazaron y se besaron mientras se daban las buenas noches. Y entonces Jade estaba sola con Lucian. ―¿Estarás conmigo en la mañana? ―Preguntó. ―Mañana por la mañana, sí ―dijo, y eso tuvo que ser suficiente. A ella no le importó. ―Estaría contigo en cualquier parte, lo sabes ―dijo muy suavemente ella. ―Pasaría la noche en el polvo contigo, en un ataúd, entre los muertos. Tú puedes morder mi cuello en cualquier momento. Él la besó suavemente. ―Esa es una decisión muy seria. ―La manera en la que siento por ti, es amor muy en serio ―Le dijo. Pero él negó con la cabeza y le dijo tristemente. ―Lo que siento por ti es amor muy serio. Entonces... ―¿Así que? ―Esperaremos. Hay cosas que tienes que saber. ―Tal vez hay una salida. Digo, Maggie era un vampiro, hasta Sean... ―No estoy seguro, Jade, de que puedo prescindir de lo que soy. No ahora. No hasta que esté seguro. Nunca en verdad encontré el talismán. Y puedo mantener un cierto poder, orden y cordura... ―Te amo. Él sonrió. ―¿Lo haces? ¿De verdad? ¿Puedes hacerlo realmente? ―Sí. ―Ella estudió su cara. ―No creo que sea tu Igrainia de regreso. En realidad no lo soy, Lucian. Soy Jade. ¿Me amas en realidad a mi... Jade? Él tocó su mejilla. ―Te amo... Jade. Ella apoyó su cabeza contra él. Él acarició su pelo. ―Hemos venido a través del fuego. Jade vaciló. Ella se sintió ligeramente... diferente. No sabía si significaba alguna cosa o no. En alguna ocasión por la noche, él lo supo. Pudo ver las diminutas heridas por punción en su garganta, dejadas por Darian cuándo la tocó en la cripta. En la mañana Jade llamó a casa tan pronto como se despertó. Oyó una voz femenina en el otro extremo. ―¿Maggie? ―¿Sí, Jade? Te puedo oír perfectamente. ¿Está todo bien? ―Preguntó ansiosamente. Jade estaba todavía acostada. Lucian yacía detrás de ella. Él envolvió los brazos a su alrededor. ―Bien. Estoy preocupada por todos ustedes. Papá, Liz... Realizado por el GRUPO DE TRADUCCIÓN DE MR

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―Están bien. A Liz le está yendo bien. ―¿Y los gemelos están allí? –Sip. Mis cintas de Barney y Pokemon están gastadas. Todo está bien aquí, realmente bien. ―Gracias a Dios. Gracias a Dios. Maggie, por favor, dile... a Papá y a Liz que los amamos, y que estamos bien. Y dile a Jamie por mí... ―¿Sí? ―Dile que nos hemos deshecho del malvado hombre del cable. Los brazos de Lucian se apretaron alrededor de ella. Tomó el aparato receptor. ―Oye, Maggie. Todo está bien, realmente bien. El viejo amigo del cable se fue, el Coco está muerto. Estamos bien. Te veremos pronto. —Guardó silencio un minuto. ―Y gracias, Maggie. Gracias por todo. Colgó el teléfono. Y miró a Jade. Y su dedo deslizó hacia abajo por su garganta. Sus ojos eran carbones, escudados, muy oscuros. ―Lo siento. Lo siento. Sabía que si me mostraba como él quería, me habría matado, y luego a ti. Yo... Ella puso los dedos en sus labios. ―No hubo nada que pudieras haber hecho. Pero... ¿qué quieres decir? ¿Sólo estoy... contaminada? ¿Me curaré simplemente? ―Probablemente. Y tal vez... ―¿Sí? ―No sé. ―Pero... ¿estarás conmigo? Él sonrió lentamente, y asintió con la cabeza. Él significaba tanto para ella. Todo. Tan rápidamente se había convertido en su mundo. Y todavía no creía que ella lo hubiera conocido antes, que pudiera ser su Igrainia que llevaba mucho tiempo muerta. Él simplemente lo era todo para ella ahora. Sus labios la tocaron. El fuego despertó su espíritu. ―Estaré contigo ―dijo. ―¿Quién sabe? He oído que tienen una escasez de policías en Nueva Orleans. Podría ser un lugar tan bueno como cualquiera para hacer esfuerzos hacia el futuro ―Le dijo. Y entonces levantó su mano y besó sus dedos. ―Pero por ahora... te digo ―Inquirió ―que yo en realidad amo Escocia, ¿qué puede ser uno de los lugares más bellos en el mundo? ¡Magnifico, colorido... salvaje, escabroso, una tierra apasionante! Cuando el viento sopla, y las olas se golpean contra los acantilados... es como un latido del corazón. Tan sensual... Ella sonrió y lo besó de nuevo. Podría no haberlo amado antes. Pero ella lo amaba ahora. Y podría hacerlo así durante toda la eternidad...

FFIIN N

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