Tales 02

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Shannon Drake

Sombras en el Desierto

Mientras bajaba a toda prisa las escaleras, aquel sujeto apretaba con fuerza el hato de ropa, intentando quizás ocultar lo que era, pensó Kat. Lo seguía con cautela, manteniendo las distancias, pues no quería que la viera. Él se detuvo para saludar alegremente a alguien que estaba al otro lado de la puerta. Kat ignoraba a quién, ya que se había pegado a la pared del edificio. Cuando él se puso en marcha otra vez, se atrevió a salir de su escondite. El hombre se encaminaba hacia los establos. Ella volvió a seguirlo. La voz de él sonó de nuevo firme y pausada; quizás algo preocupada al dirigirse a uno de los mozos. —He de salir. Mira a ver qué puede hacerse, qué se puede encontrar. Mientras los dos hombres se atareaban buscando una montura, Kat franqueó sigilosamente la puerta. Y, cuando ellos comenzaron a llevar al caballo fuera del establo, pasó a toda prisa frente a las muchas caballerizas, buscando a Alya, su yegua. Por fin la encontró. No había tiempo para ensillarla; le temblaban las manos cuando intentó ponerle la brida. Él iba a irse. Kat se agarró a la crin y de un salto se subió a lomos de la yegua, ajena al hecho de que la falda que llevaba se le arrebujaba indecorosamente alrededor de los muslos. Dejó que la yegua abriera de un empujón la puerta de la caballeriza e hizo caso omiso del mozo al pasar a su lado. Fuera empezaba a oscurecer, pero las luces de la bulliciosa calle descubrían su presencia más adelante. Avanzaba a buen paso, pero no sin cautela. Parecía un refinado joven inglés empeñado en alguna misión, atento a las mujeres y niños que se cruzaban en su camino. Después salió de la ciudad y partió al galope a través de la arena. Era de noche, Kat apenas veía, y su misión era una locura. Pero ya no creía que aquellos hombres retuvieran a Margaret sólo para pedir un rescate. Y, si no seguía al individuo, quizá la joven muriera. «Y, si lo sigo, probablemente moriremos las dos», dijo, burlándose de sí misma. «Pero aun así...». No tenía elección.

Alí había regresado. A pesar de que estaba preocupado y se culpaba a sí mismo, pudo contarles con claridad lo sucedido.

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