Tales 02

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Shannon Drake

Sombras en el Desierto

Una vez dentro del Coliseo, el guía les enseñó dónde se guardaban los animales, dónde se sentaba el cesar y cómo se disponía el público. Emprendieron un corto paseo. Un amigo detuvo a Hunter, y Kat siguió paseando sola. No sabía muy bien dónde estaba cuando llegó a una zona con el suelo muy deteriorado y que acababa en una pronunciada pendiente. En otro tiempo había habido escalones, pero ahora estaban rotos y en desorden. Kat se encaramó a uno, intentando orientarse. Al dar otro paso, se halló en una de las arcadas donde, según les había explicado el guía, se reunían los que iban a salir a la arena. Al girarse se dio cuenta de que David la había seguido y se acercaba a ella mirándola fijamente. —Kat... —dijo en tono lisonjero. —David —contestó, intranquila—, esto es increíble, ¿verdad? —¿Cómo puedes vivir con esta mentira? —preguntó él con voz cargada de reproche. —David, no deberíamos estar aquí -repuso ella con nerviosismo. —Lo haré —dijo él. —¿Cómo dices? —Me casaré contigo. Desafiaré a mi padre. Me casaré contigo. Con tu talento... — se interrumpió, como si no estuviera del todo seguro. Hacía no mucho tiempo, Kat anhelaba aún oír aquellas palabras. Ahora, sin embargo, le sonaban extrañas. Fuera de lugar. —David, éste no es momento para... —¡Dame una oportunidad! —empezó a avanzar hacia ella. —David, ¿estás loco? ¡Hunter te hará pedazos! David levantó el mentón. —¡Hunter! ¡El soldado fanfarrón! ¡El hombre de mundo! Pues olvida que yo soy un Turnberry y que mi padre es uno de los hombres más poderosos del país. —David, ahora estamos muy lejos de tu padre —repuso ella con suavidad. —Sé que todo esto es una farsa, Kat. No he hecho ni dicho nada malo. Ser la amante de un hombre como yo es muy respetable. Pero como te he dicho... Kat, eres tan fuerte, tan capaz, y contigo a mi lado... ¡Oh, Kat! ¡Déjame tocarte, deja que te enseñe...! Ella retrocedió instintivamente. David la siguió. Quedaron de pie sobre un peldaño, en precario equilibrio, con la pendiente a su espalda. El sol casi se había puesto, y la sombra del arco los dejaba casi a oscuras.

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