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CULTURA COLABORATIVA

Economía colaborativa (I): concepto, origen y uso Tomado de: http://queaprendemoshoy.com/economia-colaborativa-i-concepto-origen-y-uso/ En primer lugar, para una inicial aproximación al concepto de la “economía colaborativa” se puede acudir a la definición de estos términos, según la Real Academia Española (RAE). Así, la RAE define el sustantivo “economía” como la “administración eficaz y razonable de los bienes”, y el adjetivo “colaborativo/a” como “hecho en colaboración”, suponiendo “colaborar” “trabajar con otras personas”. También resulta útil, a efectos introductorios, traer a colación la definición de “economía”, según el Diccionario Práctico de Empresa y Economía, que considera como tal la “ciencia social que estudia la asignación óptima de unos recursos escasos para satisfacer las necesidades humanas”, de la que se puede destacar, especialmente, las ideas de los “recursos escasos” y las “necesidades humanas”, que tienen una gran relevancia para el concepto de economía colaborativa. Antes de la extensión del uso de internet, los individuos, en general, adquirían todos los bienes que necesitaban para subsistir o que, a pesar de no responder a una necesidad, se adquirían por placer o por apetencia temporal. El pago, normalmente, se hacía mediante la entrega de la suma de dinero acordada (bien fuera en metálico o mediante el uso de tarjeta de crédito). Sin embargo, con la llegada de la economía colaborativa se puede decir que se da un paso atrás, pero para poder dar después otros hacia delante, puesto que se vuelve a la época del trueque, mediante el intercambio de un bien (servicio o conocimiento) por otro, con el propósito de evitar el coste económico y de deterioro que puede suponer que cada individuo pretenda satisfacer sus necesidades por sí solo. La economía colaborativa plantea como pregunta principal: ¿cómo se pueden poner en contacto personas con necesidades comunes o complementarias? Dado que compartir es la idea básica de la economía colaborativa, la herramienta que está resultando fundamental es internet. Existen multitud de páginas webs –algunas de ellas, incluso, tienen sus propias apps– mediante las cuales cada usuario puede ofrecer un bien o servicio a cambio de o bien reducir gastos, o bien utilizar otro bien o servicio. Para poder utilizar estas plataformas, generalmente, cada usuario debe crearse un perfil y, una vez que se haya realizado la relación de colaboración con otro usuario, cada uno de ellos puede valorar al otro, lo que, a la larga, sirve para crear una reputación dentro de dicha plataforma y ayudar a ganar la confianza de posibles desconocidos interesados. Teniendo en cuenta los matices que se han comentado, la economía colaborativa, también conocida como economía de la colaboración o como consumo colaborativo, podría definirse como “una interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados (o no), que satisface una necesidad real o potencial, a una o más personas”.


El término fue utilizado por primera vez por Ray Algar en su artículo titulado “Collaborative consumption”, publicado en el boletín Leisure Report de abril de 2007. El concepto empezó a hacerse común a partir de la publicación, en 2010, del libro “What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption 1” cuya autora, Rachel Botsman, dice que “la economía colaborativa es un modelo construido sobre redes descentralizadas de personas conectadas, quienes crean, distribuyen y consumen valor, pasando por alto las instituciones centralizadas tradicionales”. Por otro lado, parece que no se equivocó la revista Time cuando incluyó el consumo colaborativo entre las diez ideas que cambiarán al mundo en una de sus ediciones a finales de 2011, ya que, según estimaciones, la economía colaborativa moverá 235.000 millones de dólares en el año 2025. Tal y como señala elEconomista, España es el país líder de la Unión Europea en uso de economía colaborativa, un continente en el que sólo un 17 % de los ciudadanos acude a este modelo de forma recurrente. Según el estudio “Cuestiones clave a las que se enfrenta la economía colaborativa en Europa”, la economía colaborativa a nivel europeo consiguió obtener unos ingresos brutos estimados de 28.000 millones de euros en el año 2015. Asimismo, como señala EUCoLab, la economía colaborativa se encuentra en pleno crecimiento y es posible prever un crecimiento de entre 160.000 y 572.000 millones de euros a la economía de la Unión Europea gracias a este fenómeno. Las ventajas de este tipo de comportamientos parecen evidentes ya que suponen una mejor y más eficiente utilización de los recursos (que, como veíamos, son escasos), y con un menor coste (que no siempre habrá de satisfacerse en dinero) o, en ocasiones, sin coste. También puede suponer una gran distribución del riesgo inicial de un negocio, como sucede con el crowdfunding, o una forma de ir consiguiendo potenciales clientes para el momento en el que se lance el producto, o una manera de hacer publicidad. Sin embargo, desde el lado de los inconvenientes, se observa como principal preocupación la incertidumbre jurídica, puesto que, al lado de supuestos sencillos que no plantearán problemas o serán de escasa relevancia (por ejemplo, el préstamo de una película a cambio del préstamo de un libro), pueden existir otros de mayor trascendencia, que requieran seguridad en los derechos y obligaciones de las partes, o la aparición del deber de pagar impuestos o de asegurar determinadas responsabilidades. Otros inconvenientes pueden surgir para los promotores de ideas o proyectos puesto que, si para conseguir financiación o colaboración con los mismos, tienen que darlos a conocer en una fase temprana, es posible que sean copiados por otras empresas o emprendedores con una mejor posición económica (de manera que se pueda perder toda la inversión inicial, aunque no haya sido grande, o que se pierda la posibilidad de obtener unos beneficios importantes, puesto que la idea la explotará otro).

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"Lo que es mío es tuyo: El aumento del consumo colaborativo"


En definitiva, la economía colaborativa, mezclando costumbres prehistóricas como el trueque, con servicios tan actuales como lo son internet, las redes sociales o las apps, todo ello en un contexto de crisis económica global, da como resultado lo que parece que puede llegar a ser la economía del futuro.

Vía| El Economista Semana.com Wikipedia Imagen| QAH También en QAH| La economía colaborativa

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BLOG Valuexperience: Siete consejos para implementar una cultura colaborativa en tu empresa http://www.valuexperience.com/7-consejos-para-implementar-una-cultura-colaborativa-en-tu-empresa/

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Trabajo Colaborativo https://es.wikipedia.org/wiki/Trabajo_colaborativo

El trabajo colaborativo supone poner en común conocimientos, materiales e ideas con la finalidad de compartirlos, normalmente de forma desinteresada para construir un conocimiento común que se pueda utilizar globalmente. También se define como aquellos procesos intencionales de un grupo para alcanzar objetivos específicos, más que herramientas de dar soporte y facilitar este tipo de aportes. Un ejemplo de esto son las llamadas tecnologías de la información y la comunicación. Este concepto surge a partir de las posibilidades que ofrece Internet para participar en proyectos masivos, lo que se ha convertido en un modo común de trabajo libre.

DESCRIPCIÓN El trabajo colaborativo es también llamado producción entre pares, (peer production) o colaboración de masas (mass collaboration en inglés). El término fue acuñado por Yochai Benkler, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard. Está basado en los principios filosóficos del bien común y del altruismo y en unos cuantos principios operativos, con enfoque por resultados, que guían al proyecto, y que comparten quienes toman parte en él, generalmente voluntarios, que son expertos o al menos conocedores de la información que ponen de manera abierta, es decir a disposición de quien la quiera. Yochai Benkler describe al trabajo colaborativo como el sistema de producción, distribución y consumo de bienes de información que se caracteriza por acciones individuales descentralizadas, ejecutadas a través de medios ampliamente distribuidos y ajenos al mercado y a sus es: La base del trabajo colaborativo es la de compartir el conocimiento. Es un trabajo masivo, en el sentido de los medios de comunicación de masas, como la prensa, la radio y la televisión, que son vistos simultáneamente por muchas personas ubicadas en distintos sitios y sin contacto entre sí, pero unidos por ese medio de comunicación. Por eso, Marshall McLuhan llamó medios de comunicación masiva a todos los que "unen" momentáneamente a los usuarios de esos medios, que consideró forman una masa sin cohesión, que interactúan con el medio de comunicación, pero no entre sí, ni forman grupos, ni dependen de la retroalimentación.1 Los periódicos y revistas fueron los primeros medios de comunicación masiva. Esta escena es de la ciudad de Salta, (Argentina). Ese trabajo colaborativo de masas se lleva a cabo gracias a la existencia de un sistema sociotécnico que permite a miles de personas cooperar eficazmente para crear un resultado que es de todos, que no reconoce a un autor exclusivo y que puede usarse, independientemente de que se haya o no colaborado en su creación. Estos esfuerzos colectivos se llevan a cabo sin obligaciones formales entre los colaboradores, ni entre estos y el proyecto. La producción entre pares es un esfuerzo de colaboración que admite una cantidad ilimitada de aportaciones y de


cambios que se pueden hacer en ellas. En términos éticos, muchos individuos pueden encontrarse cooperando productivamente con extraños y conocidos en un alcance nunca antes visto.2 El esfuerzo es sostenido por una combinación de voluntariado y la buena voluntad, la tecnología y alguna ley -en su mayoría de licencias- como es la Licencia Pública General de GNU, que gobierna la mayoría del software libre desarrollado y una buena parte de la participación de auto-servicio. Por ejemplo, en el caso de la Wikipedia, sus textos están disponibles generalmente bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0; y en todas sus páginas se aclara que Wikipedia es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc.,3 una organización sin ánimo de lucro. En ocasiones, algunas instituciones, como hizo IBM, financian parte del trabajo colaborativo, sin que eso implique que lo reclamen como de su propiedad o que limiten el acceso a quien desee tenerlo. Esas instituciones suelen beneficiarse del desarrollo del proyecto vendiendo servicios o equipos relacionados con él.4

HISTORIA En el 2006, cuando Yochai Benkler acuñó el término de trabajo colaborativo y sus sinónimos, los productos estrella de código abierto o libre, como el desarrollo de sistemas de software GNU / Linux y el servidor de la web Apache, eran los más famosos entre incontables proyectos de desarrollo de software libre y cientos de miles de desarrolladores de software colaboraban en ellos con resultados de alta calidad. Para entonces Wikipedia, tenía ya un lustro de existir, por lo que Benkler estudió su funcionamiento. Fue creada en el 2001 por Jimmy Wales y Larry Sanger, quien estaba contratado por el primero, y acuñó el nombre. Wikipedia es un acrónimo de wiki, una tecnología de software libre para crear sitios web colaborativos, cuyo nombre procedente a su vez de wikiwiki, rápido en hawaiano, y encyclopedia en inglés (que en español sería 'enciclopedia'). Le llamó especialmente la atención darse cuenta de que sus entonces 25,000 colaboradores en inglés y 30,000 en otros idiomas, tenían interés por compartir conocimiento, sus orígenes geográficos eran muy diferentes, y no formaban una comunidad unida.56 Wikipedia creció mucho y muy rápidamente, hasta llegar a ser de los 10 sitios Web más visitados del mundo. Aunque tiene un número creciente de colaboradores, un buen porcentaje de ese esfuerzo de participación lo hacen unas cuantas personas dedicadas y activas.7 Los cinco pilares de Wikipedia son los principios que definen su carácter y permiten que funcione exitosamente, lo que lo hace el trabajo colaborativo más grande del mundo. Trabajo en equipo y trabajo colaborativo Normalmente las personas tienden a confundir trabajo en equipo y trabajo colaborativo, las principales diferencias se pueden resumir:


Características

Trabajo en equipo

Trabajo colaborativo

Sujetos

Grupos organizados para la tarea

Personas que comparten conocimiento

Liderazgo

Definido

"Informal"

Responsabilidad

Compartida

Individual

Objetivo final

Optimizar un resultado

Producir conocimiento

Rol del encargado

Coordinador

No existe esa figura

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TEJEREDES. Cultura colaborativa http://plataforma.tejeredes.net/2016/10/que-es-la-cultura-colaborativa.html

La cultura colaborativa pone justamente esta idea en el centro, con el ser humano y su calidad de vida como eje de todo. La colaboración se establece en la relación de personas y acciones que impulsan ciertos valores o ideales- en torno a un propósito bien establecido. Algunas de las características que tienen los grupos de personas o comunidades que se gestionan de manera colaborativa son:   

Todos están unidos y tienen los mismos intereses o agenda común. Todos se aceptan y existe fraternidad. Todos desean conseguir el éxito en torno al propósito.

¿Cómo incentivar la colaboración? Podríamos decir que todas las acciones que llevan el acento en la fraternidad, construyen colaboración. Por el contrario, cada vez que aparece el ego, la colaboración se va deteriorando. ¡Y ojo! Aunque a veces no lo parezca, por naturaleza las personas somos colaborativas. Sin embargo, el sistema educacional, económico y/o social nos va llevando sin darnos cuenta hacia el individualismo.


Regenerar este elemento intrínseco al ser humano puede ser a partir de personas, comunidades locales o comunidades globales. Lo importante es tener siempre en mente lo que en tejeRedes llamamos las “4 CO”:

COmunicación: al enriquecer las conversaciones en la comunidad, se logran coordinar acciones que antes no se realizaban, promoviendo casi de manera instantánea la autoorganización.

COlaboración: desencadena sinergias motivacionales y de liderazgo que mejoran la productividad y las relaciones en la comunidad.

COnfianza: como resultado de las acciones colectivas, se incentiva la cooperación y la producción compartida.

COacción: fomenta procesos de acción en comunidad para que la capacidad de trabajo en red resulte sostenible en el tiempo.

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CULTURA COLABORATIVA https://sites.google.com/site/integeducativa/tematicas/cultura-colaborativa

La cultura colaborativa se basa en grupos de docentes que trabajan en conjunto para el logro de metas y objetivos en común, esto permite que la Institución salga adelante. La cultura colaborativa engloba un término bastante importante que es el de "formador de formadores", esto quiere decir que los mismos docentes se ayudan entre sí, atienden sus dificultades, se ayudan mutuamente, consolidan deficiencias que el otro posea. La educación entre los mismo docentes es importante ya que esto permite que los conocimientos que uno posee puedan ser compartidos o donados (en este caso no conlleva pérdida). La cultura colaborativa es simplemente trabajar en equipo, pero como se sabe el medio en el que nos desenvolvemos y la sociedad determina las competencias entre los seres humanos, es muy difícil trabajar en conjunto como un equipo de trabajo así que es necesario que se lleve a cabo poco a poco. Siendo el caso de que los mismos docentes ayudan a sus colegas a mejorar y formar su parte profesional, dentro de este grupo social creado para el mejoramiento profesional se crea un clima institucional y una cultura educativa diferente a las demás, en donde se practican valores respetando las opiniones de los demás, a esto se le llama colegialidad.


La escuela colaborativa se puede caracterizar por los siguientes rasgos:     

La creencia de que la calidad de educación está determinada por lo que sucede en la escuela. La convicción de que la enseñanza es más efectiva en ambientes escolares que se caracterizan por tener normas de colegialidad y de mejora continua. La creencia de que los docentes son responsables del proceso formativo y de sus resultados. El uso de una serie de estructuras que permiten a los docentes y a los administradores trabajar juntos en el mejoramiento de la escuela. La implicación de los docentes en la toma de decisiones sobre las metas de la escuela y los medios para alcanzarlas.

INVESTIGACIÓN: Para mayor información del tema, pueden ingresar al siguiente enlace.

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RANSTAD. CULTURA COLABORATIVA: LA FÓRMULA DEL ÉXITO https://www.randstad.es/tendencias360/cultura-colaborativa-la-formula-del-exito/

En un mundo donde ya no existen barreras de tiempo y la inmediatez de la información agiliza el trabajo, la cultura colaborativa brilla a la hora de asegurar el éxito entre las start up, pymes y corporaciones. Hasta hace poco, la gran mayoría de empresas que buscaban innovar y destacar entre sus principales competidores invertían en sus propios departamentos o, incluso, creaban nuevos. Sin embargo, pymes y start up pueden ofrecer un servicio externo y colaborativo que aporte valor y potencie el crecimiento de todos los actores implicados. Este cambio disruptivo ha sido protagonista del evento South Summit que organiza Spain Startup, conjuntamente con IE Business School, donde se señalaron las estrategias enfocadas a establecer una alianza de éxito, entre ellas: – Definir objetivo: es esencial diseñar el rumbo a seguir para obtener resultados y llegar al objetivo común. – Intercambio: ambas partes colaboradores han de obtener lo mejor de cada una, y no sólo a nivel de mejora de la financiación. Acceder a bases de datos de clientes estratégicos puede dar visibilidad a las pymes, así como trabajar con otro partner puede asegurar un componente de innovación a las empresas más grandes. – Exclusividad: es importante negociar el grado de exclusividad que se crea entre los actores colaboradores para evitar posibles desengaños en un futuro. – Confianza: este punto es clave para el buen trabajo en equipo y que cada componente se vea favorecido por una óptima coordinación y mejor entendimiento.


– Digitalización: algo inevitable si se busca la conectividad tecnológica para agilizar la comunicación entre las partes implicadas. – Talento, creatividad e innovación: la diversidad de equipos abre una puerta a probar nuevas opciones de negocio.

Ventajas de la colaboración Para una pyme, los beneficios que puede obtener de la colaboración con otras empresas puede suponer una ventaja competitiva a medio o largo plazo. En primer lugar, puede ganar tamaño y resolver el problema de generar oportunidades empresariales beneficiosas para el negocio, además de invertir para internacionalizarse. Además, puede adquirir un mejor conocimiento del entorno empresarial y evitar así, si va en contra de su cultura corporativa, una fusión futura. En segundo lugar, se pasa a disponer de nuevas capacidades para responder más rápidamente al mercado, sobre todo si se cuenta con la ayuda de un partner especializado en tecnología y desarrollo. Lo que da como resultado un progreso en innovación, elemento clave del crecimiento empresarial. Para terminar, se reduce la infrautilización de los recursos propios menos estratégicos ya que el trabajo en equipo tiende a potenciar los valores que aportan mejora.

¿Cuáles son los retos que se presentan para desarrollar la colaboración? Principalmente, para una buena colaboración es necesario que una pyme se sustente en una cultura empresarial abierta que fomente el desarrollo de equipos interdisciplinares y transversales con la capacidad de tomar decisiones de forma rápida y eficiente. Para ello, los empleados han de ser capaces de saber compartir cargas de trabajo, si no es el caso, es conveniente pensar estrategias para que personas de una misma organización puedan conectar y compartir ideas antes de embarcarse en la aventura con otro partner. Herramientas Hoy en día, las herramientas tecnológicas son indispensables para lograr una comunicación efectiva entre colaboradores. Ofrecen cualquier tipo de servicio, como por ejemplo, editar a la vez un mismo documento para ahorrar tiempo en la consecución de un objetivo. A continuación, algunas alternativas: – Google Apps para empresas: es un paquete de aplicaciones de colaboración para negocios, que ofrecen soluciones de correo electrónico, calendario, videoconferencia, documentos de texto, formularios y presentaciones. – Office 365 de Microsoft: ofrecen servicios similares a los de Google. – Zoho.com: incorpora una plataforma de gestión de relaciones con los clientes (CRM) y un sistema de gestión de procesos de negocios muy útil para sectores más específicos.


– Bitrix24: plataforma que ofrece aplicaciones para recursos humanos, red social interna, gestión de tareas y calendarios compartidos. – OnlyOffice: ofrece soluciones para gestión de proyectos, diagrama de Gantt, edición de documentos en línea y administración de distintas cuentas de correo electrónico. – Webinar: se define como cualquier actividad comunicativa (conferencia, reunión, taller, etc…) que se apoya en plataformas de distribución de mensaje y acceso a internet. El rasgo más característico es la interacción que se produce entre los participantes. Si bien es cierto que una cultura colaborativa exitosa se basa en las herramientas tecnológicas, el gran avance reside en tener una cultura empresarial abierta, con esta cualidad las pymes pueden obtener grandes beneficios. Tags: cultura corporativa, gestión de startups, análisis y actualidad, estrategia de RRHH, estrategia y gestión de RRHH, mercado laboral. ------

LA NACIÓN: POR QUÉ LA CULTURA COLABORATIVA PUEDE CAMBIAR EL MUNDO https://www.lanacion.com.ar/1934637-por-que-la-cultura-colaborativa-puede-cambiar-el-mundo

Maike Majewski se sirve un vaso de jugo de manzana de un tetrabrik con canilla. Tiene otras 14 cajas, en pago por cosechar manzanas en una finca de las afueras de Berlín, donde vive. Saca dos panes irregulares de una bolsa y los tuesta; los consiguió por medio de la plataforma Foodsharing. Una hora antes de cerrar, una pastelería cercana posteó que le quedaban panes sin vender. Maike se ofreció a retirarlos; a la vuelta pasó por una verdulería asociada a la red y rescató kilos de brócoli, papa y lechuga. Es demasiado; tendrá que cocinarlos pronto para que no se arruinen y ofrecerlos a los vecinos. Baja al jardín y saca de la huerta común un poco de puerro. En el hall de entrada del edificio, cada vecino pegó en su buzón stickers que muestran lo que comparte: muebles, herramientas, libros, ropa. Busca una olla grande en la biblioteca de objetos compartidos, entre mochilas, juguetes y trineos. Sube al ático, donde hay un estudio común que prestan a huéspedes ocasionales que llegan a través de redes de hospitalidad gratuita como Couchsurfing. La última donó una camiseta a la canasta de gratiferia. Maike se sienta junto a su máquina de coser y la “upcicla”: la arregla hasta dejarla mejor que nueva. A unos 12.000 kilómetros, en Chascomús, Soledad Giannetti llega con sus tres hijos al EPA, Espacio Participativo de Aprendizaje. Allí un grupo de chicos juegan en una casa de barro construida por sus padres con sus propias manos. Todos los padres aportan cuatro horas semanales, ya sea cuidando a los chicos, mejorando el espacio o cumpliendo otras tareas en la comunidad Akapacha: cocinar, limpiar, atender el almacén orgánico. Soledad trabaja en la organización; en estos días coordina una compra colectiva de verduras. Akapacha está compuesta por unos 15 adultos y es, a la vez, un espacio de experimentación en permacultura y colaboración y un ecolodge que recibe a voluntarios de todo el mundo por medio de la plataforma online de trabajo en granjas orgánicas Wwoof.


Unos 700 kilómetros al norte, Jésica Giudice se trepa a un techo para enseñar a poner una antena en plena Pampa de Achala, Córdoba, ahí donde internet es una ilusión de algo que pasa en la capital. Junto a su pareja, Nicolás Echániz, y una red de colaboradores on y offline, crean y enseñan a crear redes digitales comunitarias en pueblos que, para los proveedores de telecomunicaciones, son económicamente inviables. Trabajan con código abierto y materiales económicos, bajo el concepto de tecnología apropiada: la que permita a la propia comunidad resolver el problema. Lo hacen en contacto con activistas de redes libres de todo el mundo, con quienes comparten código e ideas. Por ejemplo, con André Gaul, el creador de la iniciativa similar Freifunk, en Berlín, que hoy provee de internet a una creciente comunidad de refugiados. Maike, Soledad, Jésica, Nicolás, André y otros miles son protagonistas de un cambio sigiloso: el que lleva de la competencia por los bienes escasos a la abundancia compartida. Muestran que hoy los problemas vienen de la mala distribución o, algo peor, de la escasez artificial: un modelo de negocios basado en vender cosas nuevas. Para eso se inventó la obsolescencia programada, que hace que el teléfono de 2014 no sirva para nada en 2016. Se sabe: si un perro muerde a un hombre no es noticia; la noticia es que el hombre muerda al perro. Si un hombre compra comida, agua, espacio, conocimiento y acceso al dinero, es normal. Si se organiza con otros en red para cubrir sus necesidades y muerde al mercado, se publican notas sobre economía colaborativa como esta.

Los sistemas de bicicletas públicas es otro modo de compartir recursos.

MUNDO SHOPPING “Cuando miro las fotos de la juventud de mis padres, me sorprende ver que todos fumaban, en todos lados”, dice Gabriel Weitz, rosarino, ingeniero, trabajador de Google. “Nuestros hijos se


van a asombrar y a avergonzar de que viajemos con tres lugares vacíos en el auto”. Para superar ese sinsentido ambiental y económico, fundó la ONG Soluciones Tecnológicas Sustentables (STS). De allí surgió en 2013 Carpoolear, una plataforma online para compartir viajes en auto. No es una idea original: hay cientos de plataformas de carpooling en el mundo. La más exitosa, BlaBlaCar, les cambia la manera de transportarse a más de 10 millones de personas. Todavía hoy es normal ir con asientos vacantes en el auto. También tener coches estacionados en la calle 23 horas por día, casas de veraneo que se habitan un mes al año y pagan impuestos por 12, vestidos que se usaron una sola vez, garajes llenos de electrodomésticos obsoletos, patines que quedaron chicos, comida que se pudre en la heladera, aunque muy cerca haya gente que necesite eso que no se está usando. ¿Cuántas veces esperaste un colectivo durante 20 minutos viendo pasar auto tras auto semivacíos? Ante cualquier necesidad, material o inmaterial, la respuesta normal desde mediados del siglo XX era salir a comprar. El shopping como la forma del mundo. En la tarde del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush emitió un comunicado: “La economía americana continúa abierta a los negocios como siempre”. Comprar como manera de ser deja una única identidad posible: consumidor. Con mucha suerte, usuario. Pero el siglo XX terminó (ese 11 de septiembre) y cambiaron las formas de ser, consumir, producir, facilitadas por la tecnología. Un poco techie, un poco solidaria, la economía colaborativa evoca bicicletas, permacultura y ciberactivismo, liberalismos de izquierda y derecha, monedas sociales y bitcoins, huertas y drones. De El Bolsón a Silicon Valley y vuelta: una ensalada hermosa de utopías comunitarias por celular y, también, un modelo de negocios. Es cierto que nadie se recibe de Che Guevara por viajar alojándose en casas particulares, por financiar un proyecto mediante el crowdfunding o por vestirse con lo que otro ya no usa. Tampoco por compartir la clave del wifi o fabricar una prótesis con un archivo de código abierto y una impresora 3D. Quizás ni siquiera se den cuenta de que le está sacando el cuerpo al mercado para sumarle un porotito a la economía colaborativa, el gran paraguas que reúne las opciones entre pares, descentralizadas y horizontales. LA OTRA ECONOMÍA “Estamos viendo el ascenso espontáneo de la producción colaborativa: bienes, servicios y organizaciones parecen ya no responder a los dictados del mercado y la jerarquía directiva”, decía el año pasado el británico Paul Mason en su libro Postcapitalism. “El producto de información más grande del mundo –Wikipedia– es hecho por voluntarios, aboliendo el negocio de las enciclopedias y privando a la industria de la publicidad de un estimado de US$ 3.000 millones al año en ingresos. Casi desapercibidas, en los nichos y en los huecos del sistema de mercado, franjas enteras de la vida económica están empezando a moverse a un ritmo diferente: monedas paralelas, bancos de tiempo, cooperativas y espacios autogestionados han proliferado. Para los estudios económicos dominantes, están apenas para calificar como actividad económica, pero ese es el punto. Existen porque comercian, aunque sea de un modo vacilante e ineficiente, en la moneda del poscapitalismo: tiempo libre, actividad en red y bienes gratuitos”.


La colaboración no empezó ayer ni anteayer, es tan vieja como la codicia. Mutuales y cooperativas llevan siglos. El carpooling floreció en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial; Servas es una plataforma de hospitalidad gratuita que funciona por carta desde 1950. Y en Argentina, ya en 1978, MIA (Músicos Independientes Asociados) financiaba sus discos con “vales de producción”, una preventa que funcionaba como crowdfunding analógico. En su libro pionero, What’ s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption (2010), Rachel Botsman definió el consumo colaborativo como “compartir reinventado por la tecnología”. Lo que cambia internet es el alcance de estas prácticas: simplifica los intercambios y a la vez genera la información necesaria para crear una red de confianza entre desconocidos. Aquí entra la gran moneda virtual: la reputación digital. No es lo mismo salir a hacer dedo a la ruta que conectarte a través de una plataforma online con un conductor que ya tiene referencias hasta de tus amigos de Facebook. Quizás hasta te pase a buscar por tu casa. Internet trae más que un cambio de escala: su arquitectura misma es –o lo era al menos en sus inicios– P2P y colaborativa. La producción de pares nace del software libre y la ética hacker. Los primeros hackers se enfrentaron con la paradoja de que la información quiere ser libre y gratuita, porque su costo baja cada vez más, pero quiere ser cara, porque es valiosa. Mientras Microsoft crecía, ellos decidieron generar abundancia común. De allí surgió el código abierto, unos años después la Wikipedia y los movimientos de conocimiento abierto, las licencias abiertas y poco más tarde el hardware libre; las placas Arduino y la impresión 3D encendieron la mecha del movimiento maker. Así, la abundancia digital acaricia el plano material: bajo las palabras mágicas “ábrete código”, se abaratan exponencialmente los costos de todo, y se democratizan los medios de producción. “Lo realmente revolucionario de la impresión 3D es la aparición de una infraestructura de la autoproducción, con costos marginales casi nulos, que nos aleja de la era capitalista y nos acerca a la nueva era del procomún colaborativo”, explica Jeremy Rifkin en su libro La sociedad de coste marginal cero. En la web hay archivos, planos y tutoriales para hacer de manera económica y sencilla desde prótesis hasta recicladoras de plástico, desde casas hasta nanosatélites.

Los espacios que ofrecen coworking se expanden en las grandes ciudades.


Pero ¿dónde queda la ética hacker cuando las redes de pares llegan a Silicon Valley? A medida que sitios web gratuitos como Couchsurfing, Freecycle o los primeros carpooling ganaban comunidad, fue quedando claro que esa capacidad ociosa (una habitación vacía, un asiento en el auto, un tapado que no se usa, el tiempo libre) podía tener un valor en el mercado (y que la comunidad que generaba era una mina de oro en datos). En un péndulo, la economía colaborativa pasó de desmercantilizar el mundo (¡puedo dormir en casa de extraños sin pagar!) a remercantilizarlo (¡puedo cobrar por alojar turistas!). La idea de generar webs y aplicaciones que contactaran a particulares para resolver sus necesidades entre sí, copiando el modelo del abuelo Craigslist, fue muy exitosa en Silicon Valley. Allí se acuñó el concepto de plataforma, que arropó a toda una generación de emprendedores dispuestos a desafiar mercados tradicionales. Lo de “acceder en vez de poseer” se convirtió en imperativo comercial: ser un compañía “de contactos”, no de bienes. Así es como Uber, que casi no posee activos tangibles, hoy está valuada en

US$ 62.500 millones, nueve veces más que YPF, con todos sus pozos petroleros y sus máquinas. Airbnb vale (y factura) más que cualquier cadena hotelera y Facebook es el mayor medio de comunicación del mundo sin producir ni un texto. El valor está en la información que manejan, su llave de acceso a millones de recursos. Y esa información quiere ser cara.

Claro que las plataformas no son de aire: cobran un porcentaje de la transacción y tienen sus propias reglas, muy diversas entre sí, para con sus “socios” individuales. Mientras fueron startups, se las trató como niñas mimadas; su desprecio por las leyes se veía como una travesura anarquista. Cuando comenzaron a tomar escala global, fue cada vez más difícil diferenciarlas de aquello que habían venido a poner en jaque: las compañías monopólicas, la competencia propia del capitalismo, en muchos casos la explotación de las partes más débiles. En un par de años, el negocio de la desconcentración se concentró: hay decenas de plataformas de turismo de pares, pero Airbnb copa más del 80 % del mercado. Lo mismo vale para Kickstarter en el plano del crowdfunding, Lending Club en los préstamos y BlaBlaCar en el carpooling. Negocios son negocios. La comunidad colaborativa empezó a dudar: el capitalismo cambia la escenografía tan rápido que es difícil saber quiénes son los malos.

LA BATALLA FINAL

Aquí es donde se arma el merengue entre economía colaborativa, sharing economy, consumo colaborativo, economía P2P, economía de la changa (gig) y economía on demand, que algunos llaman simplemente uberización. ¿Quién dijo que un modelo de negocios tenía que velar por el bien común? ¿Acaso la palabra “compartir”, usada como etiqueta, llamó a confusión? Para 2014 eran decenas las voces enojadas que clamaban que la “sharing economy” no comparte nada, empezando, por supuesto, por Uber. Por eso, muchos usan para estas empresas el término “capitalismo de plataforma” y le oponen como modelo posible el “cooperativismo de


plataforma”, difundido por Trebor Scholz: ofrecer el mismo servicio, pero manejado por sus dueños. En el Kultursymposium Weimar, un encuentro reciente en Alemania sobre la cultura de compartir e intercambiar, una participante tiró una conclusión lapidaria: “La palabra compartir ha sido secuestrada”. Otra completó: “Si la economía colaborativa es capitalismo 2.0, no sirve. Mejor hablemos de buen vivir”.

Acusar a una compañía de querer ganar cada vez más es como acusar al escorpión por picar: está en su naturaleza. Pero no es para tirar todo el movimiento por la borda. Airbnb, con toda su concentración de datos, sigue siendo más distributivo y ecológico que la hotelería tradicional; Kickstarter se convirtió el año pasado en Empresa B, con un compromiso humano y ambiental en sus estatutos. La comunidad colaborativa lleva años tratando de encontrar un timón ético que permita trazar una línea clara: el belga Dirk Holemans, especialista en ciudades colaborativas, propone estas tres preguntas evaluatorias: “¿Quién posee? ¿Cómo se reparten las ganancias? ¿La lógica es de crecimiento o de suficiencia?

El club de reparadores propone arreglar y reutilizar para bajar el consumo.

¿Y EN CASA CÓMO ANDAMOS? Argentina es un caso interesante: a innovadores y colaborativos no nos van a ganar. Como en todo el mundo, hubo una burbuja de startups P2P alrededor de 2013-2014, de la que solo sobrevivieron las más aptas en los negocios. Afluenta, en préstamos, e Ideame, en crowdfunding, pegaron el salto a la expansión regional. Media docena de plataformas de carpooling abrieron y cerraron, incluida Tripda, un gigante global que al irse dejó sola a Carpoolear… una ONG sin fines de lucro. Los intercambios y gratiferias funcionan mejor en


Facebook que en webs específicas. Mientras tanto, crece el uso de bicicletas públicas, la cultura libre, el conocimiento abierto y el número de cooperativas de tecnología. La cantidad de espacios de coworking se duplicó en dos años. El modelo incaico de la minga –hoy por vos, mañana por mí– cobra fuerza en talleres de bioconstrucción, espacios maker y consultorías colaborativas. Crece el trabajo colaborativo y voluntario en hackatones, editatones y jornadas de construcción. La lógica P2P apadrina clubes de reparadores y disco sopas, redes libres, fablabs y espacios hacker. Las comunidades de pares son más resilientes que las startups, que tienen que abrirse paso en el mercado, pero los dos modelos se mezclan y se potencian, y van formando un movimiento con masa crítica: desde 2014, Buenos Aires es el centro de la Semana de la Economía Colaborativa, que este año se floreó con el encuentro internacional Comunes, coproducido por el Goethe-Institut, la red latinoamericana Minka y el portal El Plan C. En la charla de apertura, la brasileña Lala Deheinzelin definió: “Estamos pasando de la lógica del consumo a la del cuidado, de la escasez a la abundancia. Lo que se consume se agota; lo que se cuida es infinito”. En esta transición, la tecnología nunca es inocente. “La próxima vez que alguien les muestre una nueva app, pregúntenle: ¿y eso en qué beneficia a los ciudadanos?”, aconseja Trebor Scholz, el abogado de las cooperativas. “Las nuevas tecnologías solo son importantes en la medida en que nos ayudan con nuestros principales desafíos como sociedad”, refuerza Neal Gorenflo. Lisa Gansky, otra de las gurús del movimiento, asegura que el P2P está cambiando “el sistema operativo de la sociedad”. Lo cierto es que el abaratamiento constante de los costos convierte la tecnología en un commodity. Cada vez más las herramientas están al alcance de la mano; el procomún del conocimiento regala a los ciudadanos el enorme poder de la abundancia. Y todo gran poder conlleva una gran responsabilidad. ------

LA SIMPLICIDAD DE LA CULTURA COLABORATIVA https://news.sap.com/latinamerica/2015/09/08/la-simplicidad-de-la-cultura-colaborativa/

Dicen que dos cabezas piensan mejor que una, premisa que reafirma el concepto de cultura colaborativa, aquel cuyo objetivo radica en la combinación de sinergias laborales entre el talento de una empresa para solucionar, desarrollar e implementar acciones concretas. Para entender de qué se trata esta concepción, es necesario hacer la diferencia entre el trabajo en equipo y el colaborativo. En el primero, los lineamientos ya están dados para que los integrantes del grupo alcancen los objetivos previstos, en cambio, el segundo es más libre al permitir la creatividad, así como la aportación de ideas sin reglas rígidas, de tal manera que las metas a alcanzar pueden ser más de las previstas. ¿Cómo introducir una cultura colaborativa?


El talento debe contar con instrumentos de toma de decisiones bajo un esquema de mérito con el cual pueda exponer ideas, valorarlas y ejecutarlas. También es vital implementar nuevas herramientas de colaboración (blogs, chat interno, redes sociales corporativas) que incentiven el intercambio de conocimiento entre los colaboradores y aprovecharlo al mismo tiempo. Del lado de la compañía, mantén actualizados a tus empleados en toda la comunicación que se genere internamente. No hay peor forma para desanimar a la plantilla que hacerlos sentir fuera de sincronía con las acciones generadas día a día en la empresa, pues no se sentirán tomados en cuenta. Tomar estas medidas, te ayudarán a crear un sentimiento de compromiso con la organización, ya que el talento verá que sus ideas están participando activamente en los objetivos del negocio y como consecuencia asumirán una mayor responsabilidad en o los proyectos. Por el lado del trabajo como tal y los objetivos, se pulen más al existir un consenso, por lo que la probabilidad de que su calidad aumente es alta. Por último, a nivel organizacional, la cultura colectiva te ayudará a promover la diversidad de puntos de vista al participar más miradas y alternativas para dar solución a un tema. ¿De qué manera participarías de una cultura colaborativa en tu negocio? Comparte con nosotros tu opinión. Facebook / Twitter / LinkedIn / Instagram Además, la simplicidad del trabajo o cultura colaborativa, se resume en la incentivación de la participación del talento para la promoción de ideas innovadoras. Por su parte, los líderes además de fomentar este tipo de organización, es importante que estén abiertos a nuevas propuestas y a capacitarse constantemente.


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