2010 Septiembre Acontragolpe WEB la Revista

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Cultura

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Urgía hacerse de fondos destinados a adquirir armamentos que permitieran enfrentarse al enemigo en la defensa del Istmo de Tehuantepec. Para lograrlo no quedó más remedio que hipotecar, con la previa autorización del Congreso Local, el edificio del Palacio de Gobierno y las rentas de los Distritos de Ejutla y Villalta. Un rico comerciante, Don Diego L. Innes, aceptó la operación y celebró con el Gobernador el contrato de hipoteca, proporcionándole a cambio la suma de $26’000.00 que de inmediato fueron destinados a comprar armamentos.

Benito Juárez. Grabado de Alberto Beltrán

sus mejores y más numerosos contingentes. Habíamos llegado al extremo heroísmo en la gesta del 13 de septiembre, en la que murieron los cadetes infanzones y bizarros del Colegio Militar. Por primera vez se cernía sobre el Sr. Juárez el peso de la historia. Iniciaba el curso de sus responsabilidades nacionales que culminaron el día mismo de su muerte. La invasión norteamericana puso en movimiento su voluntad poderosa, finamente educada en la larga carrera de su formación educativa y humana. El Gobierno de Oaxaca fue escuela en la que aprendió la lección del mandato democrático y también la de la defensa de los superiores intereses del pueblo. Su obligación era dar la batalla para preservar la soberanía de un territorio reservado a su jurisdicción ejecutiva. Las circunstancias lo encerraban en dramático cerco. La defensa de la franja ístmica no presagiaba victoria. El enfrentamiento sería desigual. La superioridad de las fuerzas invasoras aseguraba fatídico desenlace. Pero había que combatir. Era una fórmula de dignidad para dejar a salvo los derechos de México sobre su territorio mancillado. Juárez estaba resuelto a enfrentarse a la adversidad. Como en todos los momentos de su vida, llevaba dentro de sí el fermento de la grandeza humana: integridad, inteligencia, voluntad.

El Sr. Coronel Ignacio Mejía, que llegaría a fungir como Ministro de Guerra en el Gabinete del Presidente Juárez, era, a la sazón, Diputado al Congreso Local. El Gobernador solicitó a la Cámara de Diputados permiso para conferirle al señor Don Ignacio delicada comisión. Le dio instrucciones para ir hasta la República de Guatemala a comprar las armas y parque necesarios. Le entregó credenciales para llegar al propio Presidente de aquella República, demandando su colaboración. Al Coronel Mejía se le asignaron como viáticos $800.00 para el fantástico recorrido. La expedición salió apresurada. Pasó por Chiapas, su Gobernador recibió al comisionado y quedó impuesto de su cometido. Para caso necesario le ofreció protección y generosa ayuda. Su acción fue reflejo de patriotismo y de solidaridad nacionalista. Don Ignacio llegó a Guatemala. Gestionó su entrevista con el mandatario centroamericano. El conducto fue el señor Secretario de Relaciones Exteriores. El Presidente guatemalteco quedó, finalmente, impuesto de los motivos de la expedición mexicana. La suerte no estaba al lado de la causa de México. Un tratado de amistad con los Estados Unidos impedía a Guatemala obsequiar los deseos del Sr. Juárez. Allí se entendieron las razones de nuestra lucha, se comprendió lo urgente de nuestra necesidad, pero la pieza diplomática de irrestricta vigencia, obligaba a los guatemaltecos a permanecer neutrales y expectantes ante la tragedia de una nación hermana, cuya dignidad únicamente doblegó la fuerza de las armas. A más de cien años (sic) acongoja el episodio y duele darnos cuenta de una realidad no superada, en virtud de la cual naciones como ésa, no logran romper los canales de su dependencia.

El más peligroso de nuestros consejeros, es el amor propio. Napoleón Bonaparte


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