Places 01

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De Kerea y Sofia para Meca —Así que andas tramando alguna travesura. —Con los ojos entornados la vio dirigirse hacia el balcón y contemplar el sendero por que estaban llegando unos carruajes—. Esperaba que el tiempo que pasaste lejos de Inglaterra te haría madurar, pero ya veo que eso fue optimismo desperdiciado. La acusación la dejó casi sin habla. —Soy muy madura —replicó—. Nací siendo madura. —Huiste. Una acusación a la cual no se podía responder, porque realmente había huido. Herida en lo más vivo, dijo: —Pero no de mis responsabilidades. Huí de ti. —Maldición. Una admisión de lo más imprudente. ¿Por qué una mujer madura iba a huir de un mero hombre? No huí del hombre. Madeline hizo una profunda inspiración.

Gabriel siempre

absorbía todo el aire que hubiera en una habitación—. Huí de las murmuraciones. Quería que las murmuraciones muriesen. —Cuatro años... Sí, todo está muy, muy muerto. Está completamente muerto y los cuervos le han limpiado los huesos. Madeline lo miró tratando de leer sus pensamientos. Eso siempre resultaba muy difícil con él, porque sus palabras tenían más de un significado. Con Gabriel, había capas dentro de capas, y cuando presentaba aquél aspecto —como si estuviese dos pasos por delante de ella. —Madeline apenas podía llegara a atisbar su sutileza. ¿Pretendía decir acaso que aquella pasión desatada que había habido entre ellos había muerto? Muy bien. De acuerdo, porque así era como tenía que ser. Madeline solo sintió alivio, única y exclusivamente alivio. —¡Exacto! —dijo alentadoramente—. Sabía que podríamos llegar a un entendimiento. Admito que no debería haber montado aquella escena. Estuvo muy mal por mi parte. —Era una admisión realmente enorme, pero estaba segura de que Gabriel sabría apreciarla. No lo hizo. —Sí, estuvo muy mal. Madeline esperó oír cómo él se disculpaba también. —Faltaste a la palabra dada —dijo Gabriel. —¿Qué? —Prometiste que serías mi esposa. La fecha fue fijada. La comunicación apareció en el Times. Faltaste a tu palabra. El enfado que empezaba a sentir Madeline creció un grado, un enfado particularmente fácil de alimentar debido a su propia culpa. Una duquesa de Magnus nunca faltaba a su palabra. Eso era un credo familiar, y sin embargo ella

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