Places 01

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De Kerea y Sofia para Meca sentirse amenazada. —Precioso —murmuró él. Poniendo una mano en cada nalga, las apretó haciendo que se juntaran. Una vez. Dos. Lentamente, una y otra vez. Madeline no sabía por qué, pero la sensación que le provocó aquello la hizo desear recular, para restregarse contra algo... contra él. Sus labios se abrieron y se oyó gemir conforme la excitación iba creciendo. Con una mano, él mantuvo el ritmo, y con la otra, encontró orificio anal y describió círculos con un dedo a su alrededor. Madeline abrió mucho los ojos y se incorporó soltando un gritito incoherente. Gabriel volvió a tumbarla y siguió describiendo círculos alrededor del pequeño orificio, excitando las terminaciones nerviosas y creando deseo en cada rincón de su cuerpo. Deseo allí donde Madeline nunca había pensado que pudiera llegar a crecer el deseo. Justo cuando se estaba preparando, temblorosa y llegando al climax... entonces las manos de él se apartaron y empezaron a masajearle los muslos. Madeline apenas podía respirar, no podía moverse. La frustración se había vuelto tan aguda que casi resultaba dolorosa. Y sin embargo ¿qué podía decir? El orgullo no le permitiría admitirlo cerca del es éxtasis que había conseguido llevarla él. Gabriel probablemente bueno, por supuesto que lo sabía. Pero si ella le exigía que Ia llevara hasta la plenitud del clímax, eso supondría una victoria para él. Nunca. Nunca. Mientras tanto, las manos de él seguían frotándole los Luego le quitó las medias y pasó a darle masaje en las pantorrillas. Madeline volvió a relajarse. Tontamente, porque era consciente de que él podía ver entre sus piernas. Debería ser más púdica. Debería ser más púdica. Debería serlo… pero él le había cogido el pie y estaba manipulándolo. Al principio le hizo cosquillas, pero poco a poco Gabriel fue haciendo desaparecer el cansancio del largo paseo y, para cuando hubo terminado con el segundo pie, Madeline ya se había olvidado completamente del pudor. Hasta tal punto que cuando él la hizo girar para dejarla de espaldas, ella no pensó ni por un instante en el panorama que estaba ofreciendo. —Precioso —repitió él. Madeline sintió una intensa satisfacción ante el calor de su tono... y su tacto. Gabriel le dio masaje en las piernas con la misma exquisita atención de antes. Pero aunque la relajación impregnaba el cuerpo de Madeline, también experimentó una sensación adicional mientras él iba dirigiendo el masaje hacia arriba. Expectación. Gabriel ya la había tocado entre las piernas antes. ¿Volvería a hacerlo? Ella no debería querer que lo hiciese, naturalmente. Se quejaría en caso de que

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