Places 01

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De Kerea y Sofia para Meca —Nada digno de mención, porque estamos teniendo que dar de comer a toda esa muchedumbre de ahí fuera, pero aun así habrá un excelente estofado de cordero con pan blanco y una rueda de queso Stilton. ¿Tomaréis vino caliente? —Sí, gracias. —Madeline esperó a que Forsyth se hubiera marchado con una última reverencia antes de levantarse y empezar a pasearse por la habitación—. ¡Papá va a participar! Recurriendo a su tono más tranquilizador, Eleanor dijo: —Vamos, Madre, tú eso no lo sabes. Además, ¿de dónde iba a sacar Magnus diez mil libras? —Papá me dijo que tenía un plan para arreglar las cosas. Y lo único que sabe hacer es jugar a las cartas. —Y romperte el corazón —dijo Eleanor en voz baja. Madeline alzó las cejas. Eleanor rara vez llegaba a decir en voz alta lo que le pasaba por la cabeza, y nunca había mostrado nada que no fuese el mayor de los respetos por Magnus. En tono humorístico, Madeline dijo: —Ese último comentario me ha sonado un poco melodramático. —Quizá, pero lo digo únicamente por el mucho daño que tu padre te ha hecho en el pasado con su indiferencia. Tú eres como una tortuga, que sólo saca la cabeza cuando no hay peligro. —¿Me estás llamando cobarde? —preguntó Madeline, dudando entre el asombro y la perplejidad. —Sólo acerca del amor, querida prima. —Eleanor se mordió el labio—. Pero te ruego me perdones. No tengo ningún derecho a hablar así de tu padre. Ha sido muy amable al permitir que me tuvieras junto a ti durante tantos años. —Su indignación volvió a aflorar Pero... ¡mira que apostarte! ¡Oh, eso es vergonzoso! —No le dijiste eso a él, ¿verdad? —Al ver la expresión de culpabilidad que apareció en el rostro de Eleanor, añadió—: Oh, no. ¡Él también consideraría eso como un reto! Por supuesto que estará presente en la Partida del Siglo. En realidad no sabía qué pensar acerca de la acusación de cobarde que acababa de hacerle Eleanor. Madeline nunca se había considerado protegida contra el amor. ¡Cielos, pero si sólo cuatro años antes se había entregado con todo su corazón a un hombre que tela reputación de ser un cazafortunas! Sin duda eso podía calificarse como un acto de valor. Sin embargo experimentó una breve punzada de incomodidad, y se preguntó por qué iba a sentirse así a nos que la acusación de Eleanor fuese cierta. —Olvida lo que he dicho —le suplicó Eleanor—. No tenía ningún derecho a hablar así de ti. —Ya lo he olvidado. —O lo hubiese hecho, si no supiera que Eleanor había hablado impulsada por un cariño que iba más allá de vínculos del mero parentesco. Estaban más

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